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Universidad Nacional de Cuyo
Facultad de Filosofía y Letras
Departamento de Filosofía

Hermeneutas, Poetas y Rétores


Acerca de la estrecha relación entre la hermenéutica,
la retórica y la poética antiguas
Juan Heiremans
Reg. 24287

Cátedra de Hermenéutica
Prof. Oscar Santilli
Mendoza, Julio de 2019

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Introducción

Esta monografía es fruto del cursado y lectura de los textos consignados en la materia de
Hermenéutica, gracias a la cual, leyendo Verdad y Método II dimos a parar con unas palabras que
nos impresionaron vivamente: en el siglo XVIII, con el auge de la interpretación protestante de las
sagradas escrituras y de los textos religiosos, se dio una nueva motivación formal a la hermenéutica,
que dio paso a la creación de un lenguaje emparentado con la simbología matemática, y que “(…)
debido a su generalidad se consideró como una parte de la Lógica” (Gadamer, 1998. p. 98). La
inscripción de la hermenéutica en la lógica significó un cambio decisivo en el siglo XVIII, y
desarrolló un gran interés lógico-filosófico que aspiraba a fundamentar la hermenéutica en una
semántica general.
Si decimos que nos impresionaron las palabras de Gadamer es porque, conscientes de
nuestros prejuicios y juicios “inmediatos” (García Morente, …), siempre habíamos pensado que la
hermenéutica, en tanto ciencia de la comprensión e interpretación, respondería primariamente a la
lógica. Siguiendo esto, y teniendo en cuenta que recién en el siglo XVIII pasó a ser parte ‘oficial’ de
la lógica, nos preguntamos ¿cómo se la consideraba antes de esa ruptura?
Gadamer nos dice también que la hermenéutica protestante pre-lógica, es decir, los inicios
de la interpretación de las sagradas escrituras obviando la tradición magisterial de la Iglesia
católica, se basaba más bien en ciertas normas abstractas —e incluso un tanto vagas— de la
gramática y retórica antiguas, en particular de la de Quintiliano. ¿Cómo era, pues, esas gramática y
retórica antiguas? ¿Cómo se relacionan con la hermenéutica? ¿Por qué durante dieciocho siglos se
las prefirió como más cercanas a la hermenéutica, en vez de equipararla a la lógica?
Para responder a estas preguntas disparadoras, nos serviremos del ya mentado libro de
Gadamer, así como de varios textos de Platón y de Aristóteles. Trataremos de elucidar, en primer
lugar, la relación que la hermenéutica guarda con la retórica; para luego ver cómo se relaciona esto
con la poética, en tanto emparentada cercanamente con la retórica.

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Capítulo 1: ¿Rétor o hermeneuta?

a. Brevemente: hermenéutica
Son muchos los lugares de Verdad y Método en los que se menciona, directa o
indirectamente, la gran afinidad que hubo y que hay entre la hermenéutica y la retórica; afinidad
que, para ser comprendida, hay que rastrearla hasta los textos de Platón y de Aristóteles. Pero
incluso antes que la retórica, tenemos que elucidar ciertos puntos concernientes al origen histórico
de la hermenéutica como una práctica.
Con todo, antes de comenzar la explicación, nos vemos a recalcar una vez más que nuestras
indagaciones se centrarán en la concepción antigua de la retórica y de la hermenéutica, esto es,
aquella que Gadamer consigna como anterior a su desarrollo centrado específicamente en la lógica
llevado a cabo en el siglo XVIII. Esto, como veremos más adelante, comporta ciertas peculiaridades
históricas y materiales que son fundamentales a la hora de comprender cabalmente la relación entre
las dos artes que aquí tratamos.
La hermenéutica “designa ante todo una praxis artificial” (Gadamer, 1998. p. 95): un arte
que, en tiempos de la Grecia antigua, se trataba del anuncio, de la explicación, de la interpretación
de algún mensaje o texto desconocido para la mayoría. Esto explica que en sus comienzos, la
práctica hermenéutica haya procedido de la esfera sacral: se utilizaba como un modo de transmitir y
de adivinar la voluntad divina. Dicha comunicación de palabras divinas suponía, por otra parte, la
comprensión de las mismas, puesto que sólo una vez que hubiese sido comprendido el enigmático
mensaje que el dios revelaba en sus palabras, podía comenzar a ser comunicado. Asaz conocidas
son las palabras de Platón (2000) en su Ión, donde dice que a los poetas la “(…) divinidad les priva
de la razón (νοῦς), y se sirve de ellos como se sirve de sus profetas y adivinos.” (534c).
Resulta significativo, a la vez que llamativo, que Aristóteles, en su Perí Hermeneias, sólo
trate el aspecto lógico de la hermenéutica cuando se refiere al lógos apofánticos, esto es, a la
formulación de enunciados; pero nada dice de procesos o rigurosidades lógicas respecto del resto
del arte (Gadamer, 1998. p. 96). Podemos colegir de todo esto que la hermenéutica clásica tenía más
el carácter de un arte que de una ciencia; el hermeneuta comprendía el mensaje del dios, lo
interpretaba y luego lo comunicaba a la mayoría de forma convincente, generando, muchas veces,
admiración o asombro.
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b. Retórica antigua
Dejemos un segundo la hermenéutica, y pasemos a la retórica. Respecto a ella también
debemos aclarar ciertas cuestiones. Remontándonos también hacia tiempos griegos, notamos con
Gadamer (1998) que el arte de la retórica no es “(…) una simple teoría de las formas del discurso y
de los medios de persuasión (…)”, sino que es principalmente una destreza práctica que nace de una
capacidad natural del ser humano. Esta capacidad humana se vincula cercanamente con la
capacidad de comprensión, la cual, al margen de las diversas vías o métodos que pueda utilizar,
“ (…) tampoco depende directamente de la conciencia con la que sigue sus reglas.” (p. 227).
En este sentido, Gadamer afirma que Aristóteles no hace sino seguir el programa platónico
cuando enuncia dos importantes tareas constitutivas de la hermenéutica: en primer lugar, que sólo el
que conoce realmente la verdad puede encontrar el pseudos verosímil, esto es, el argumento retórico
convincente. Con esto tenemos que el proceso de la retórica abarca bastante más que una mera
aplicación de reglas para hablar bien. Y en segundo lugar, el rétor no debe conocer sólo la verdad,
sino que “debe conocer también las almas las que quiere influir.” (Gadamer, 1998. p. 227). Para el
alemán, la retórica Aristotélica —o, por lo menos, lo que de ella conservamos— se trata
primordialmente de este segundo aspecto, es decir, de conocer al otro, de conocer su ‘alma’ para
poder comunicar efectivamente algo; y de allí se explica lo que decíamos más arriba: la retórica
como una capacidad práctica, vale decir, que busca una transformación en el otro.
Vale aquí hacer una pequeña aclaración sobre ciertas particularidades materiales: hay que
tener en cuenta que, en los siglos en que se escribió esto, y hasta bien entrado el siglo XV —con la
invención de la imprenta— los textos escritos eran realmente escasos, lo cual explica que la cultura,
durante todos esos siglos, haya sido primordialmente oral, al tiempo que explica porqué los textos
se leían en voz alta y a menudo ante un público. Esto hace que la cuestión de la retórica y de la
hermenéutica tomen otra dimensión: el hablar persuasivamente no era un mero aditamento para, por
ejemplo, la filosofía; sino que constituía parte esencial de su ser mismo: pensar correctamente y
expresarlo convincentemente estaban íntimamente unidos. Y otro tanto con los textos: leer texto no
era algo excepcional, perteneciente a un congreso, sino que era el modo principal de acceso a la
cultura escrita (Gadamer, 1998. p. 270)
Siguiendo esto, podemos notar con nuestro autor (1998) ciertas dificultades que justifican la
existencia de la hermenéutica y su conexión con la retórica: la lectura de un texto escrito, su
interpretación y su comprensión son algo “ (…) tan distanciado y desligado del escritor y de su
talante, sus intenciones y tendencias latentes que la comprensión del sentido textual adquiere el
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carácter de una producción autónoma más parecida al arte del orador que al comportamiento de su
oyente.” (p. 229. Subrayado nuestro). Este es un punto decisivo en lo que pretendemos mostrar en
este trabajo: se expone aquí un primer fundamento de la estrecha relación entre hermenéutica y
retórica. Así pues, se ve que los recursos interpretativos provienen en buena medida de la retórica, y
no de la lógica, como podría suponerse.
Tanto retórica como la oratoria que la pone en práctica tiene como objetivo convencer y
persuadir al oyente de un determinado mensaje; así pues, la comprensión y la interpretación
quedaban, en la hermenéutica clásica, subordinadas a este fin; fin que, por otra parte, no atendía a la
perfecta adecuación lógica de las palabras con la realidad, sino que buscaba una persuasión por
medio de lo probable y lo verosímil.

c. ¿Hermenéutica y sociedad?
Pero no nos quedemos sólo con eso; Gadamer (1998) cifra otras razones más humanas y con
mayor transcendencia. Es gracias a la retórica que la hermenéutica clásica goza de una privilegiada
función social. Gracias a ella, por ejemplo, la ciencia puede convertirse en un factor social de la
vida, puesto que, como dice el alemán, “¿Qué sabríamos de la física moderna, que conforma tan
claramente nuestra existencia, sólo por la física?” (p. 229).
La comunicación de cualquier avance cultural, científico, tecnológico, etc precisa de la tarea
hermenéutica para ser interpretado correctamente, y dicha interpretación no puede verse desligada
de la retórica, que marca tanto la manera de proceder como el destinatario de esa interpretación;
más aun, toda actividad que pretenda ser práctica, esto es, que pretenda tener cierta performatividad
sobre el mundo humano que la rodea, necesita de la retórica y de la hermenéutica para serlo.
Y esto no sólo se restringe al ámbito de la comunicación, sino que resulta igualmente
fundamental desde el ángulo de la comprensión; allí se revela la lingüisticidad humana como un
elemento universal que atraviesa y sustenta no sólo la cultura y su transmisión, sino que toda la
comprensibilidad de las relaciones humanas. De este modo, Gadamer fundamenta, en parte, la
necesidad de la hermenéutica y su relación con la retórica desde el consenso humano: la existencia
de consenso y del acuerdo explican el hecho de que exista la retórica; y la falta de consenso explica,
por su parte, que tenga que existir una hermenéutica para lograrlo. Ahora bien, siendo el consenso
estrictamente humano, y siendo la retórica la actividad de interpretar y persuadir que se da
necesariamente en el marco de una relación humana, es difícil ver cómo esta no pueda ser una parte
fundamental de la hermenéutica.
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Más aun, siguiendo la línea del concenso, vemos más razones para considerarla como una
parte fundamental de la esfera práctica y social del devenir humano. Esto cobra aun más sentido
cuando lo vemos en su contexto histórico: la retórica y la hermenéutica, en tiempos anteriores al
siglo XVII, fue casi en su totalidad una actividad llevada a cabo en el ámbito público y, más
específicamente, en el ámbito político.
Así pues, hemos visto que la hermenéutica y la retórica antiguas son profundamente afines.
Ambas —la facultad de comprender y la de hablar— son dotes humanas naturales humanas “(…)
que pueden alcanzar un desarrollo pleno aun sin la aplicación consciente de normas
(…).” (Gadamer, 1998. p. 271). Esto, sin embargo, dista mucho de significar que la hermenéutica
sea algo aleatorio o irracional: que la hermenéutica antigua se relacione más con la retórica no
quiere decir que sea ilógica. Comparte con la retórica el ámbito común de los argumentos
persuasivos; pero cuando, por ejemplo, “la retórica (…) apela a los afectos, no abandona en modo
alguno el ámbito racional (…);” (Gadamer, 1998. p. 263). Vale decir, que no es necesario que su
proceder siga una hilación perfectamente lógica. 

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Capítulo 2: ¿Rétor, poeta o hermeneuta?

a. Lectura de un poema
La hermenéutica no es el único ámbito que cambió de estatuto a lo largo de los años; lo hizo
también la poesía, la poética; y en especial en relación al lenguaje y la retórica: “En sus orígenes y
hasta los días de Kant y del derrocamiento de la retórica por la estética del genio y el concepto de
vivencia, ambas disciplinas estaban fraternalmente unidas, ambas eran artes del lenguaje, es decir,
formas de uso artístico y libre del lenguaje.” (Gadamer, 1998. p. 369).
¿Cómo podemos explicar esa relación? ¿Y qué relación tiene con la lógica y la
hermenéutica? La simple lectura de un poema puede ser un buen punto de partida:

“La araña rápida


pies y manos del terror
ha llegado.
La araña
orgullosa de su peso
permanece inmóvil
como el plomo del hilo de plomo.
Y cuando ella parte
quebrando todos los hilos
es la búsqueda en el vacío
que hay que imaginar,
todo destruido.” 1

Lo que este poema nos muestra es que el contenido del producto poético no puede agotarse
en una explicación conceptual o puramente lógica. ¿Qué significa el ‘hilo de leche lanzado a las
fieras rabiosas’? ¿Qué tiene que ver con el calor, la luz o con el pan? La particularidad de la poesía
estriba, según Gadamer (1998), en el uso que hace del lenguaje: éste “(…) aparece en toda su
autonomía. Es «para-sí» y se presenta como es (…).” (p. 402). Esto, por otro lado, plantea un
problema desde el punto de vista de la comunicación: si el lenguaje en la poesía tiene un carácter
sui generis, ¿con quién se comunica el poeta; a quién le escribe?

1 L’araignee rapide,
Pieds et mains de la peur,
Est arrivee.
L’araignee,
Hereuse de son poids,
Reste immobile
Comme le plomb du fil a plomb.
Et quand elle repart,
Brisant tous les fils,
C’est la poursuite dans le vide
Qu’il faut imaginer,
Toute chose detruite.
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Entre las causas de carácter sui generis de la poesía se pueden citar varios recursos poéticos,
entre los cuales siempre ha tenido gran preponderancia la metáfora: un juego de palabras que ofrece
un sentido oculto y subyacente a las palabras sonoras. Sin embargo, Gadamer nota que hasta tal
punto la metáfora está ligada, en la poesía, a los sonidos verbales, resonancias fónicas y el sentido
del discurso, que no destaca —al menos en este género— como metáfora en-sí.
Así pues, nos dice el alemán que el área propia de este recurso es la retórica antes que la
poesía como tal. En la retórica se disfruta de la metáfora como tal; se la usa por ser metáfora. Cosa
que no pasa en la poética, en donde se ve subordinada a otros fines.
Antes de atar varios de los cabos que hemos presentado sucintamente en esta página,
agreguemos aun otro aspecto. No debemos olvidar que de lo que tratamos aquí es la hermenéutica
antigua o clásica, y que esto implica que ciertas prácticas eran diferentes de cómo se hicieron, por
ejemplo, en tiempos de Kant. Una de ellas es, precisamente, la poesía: el género poético fue,
durante muchos siglos, eminentemente oral. Los poemas eran escritos para ser leídos en voz alta;
más aun, para ser declamados, recitados e incluso actuados con música, disfraces, etc. Así pues, si
bien la metáfora parece “desaparecer” en la poesía, no lo hace tanto si consideramos que poesía y
retórica, como decíamos al principio, no marchan por vías opuestas, sino que son partes esenciales
de la lingüisticidad del hombre.

b. Atando cabos
Vamos acercándonos hacia donde queríamos llegar. Gadamer (1998) nos da aun otra
referencia sobre nuestro planteo: “El discurso sólo se hace efectivo en el acto de hablar o de leer; es
decir, no existe si no es comprendido.” (p. 343). La poesía, pues, parece existir sólo a condición de
su ser dialógica: ya sea del lector consigo mismo y con el poema, ya de un recitador con un
público. Está claro que la poesía antigua enfatiza este segundo aspecto; el recitar significa transmitir
a un otro el juego entre sonidos y significados que se presenta en un texto poético.
Y es aquí en donde comenzamos un rodeo circular hacia el comienzo de esta monografía:
para un correcto recitar poético es esencial —como parte constitutiva—un buen manejo de la
retórica; retórica que implica no sólo una serie de técnicas o reglas lógicas que deben seguirse para
lograr un determinado efecto, sino que supone, antes que todo eso, una labor hermenéutica que
permita comprender el poema en-sí, y comprenderlo en el marco del consenso humano, entendiendo
cómo impactará su sentido en el alma del que escucha, cómo apelar a las pasiones, cómo transmitir
fielmente el mensaje poético, etc.
Nuevamente, la comprensión, interpretación y recitación de un producto poético excede el
ámbito de la lógica. La lectura de un poema exige una serie de capacidades comprensivas e
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interpretativas que no necesariamente siguen reglas claras y ordenadas, sino que se rigen muchas
veces por estándares propios, siempre influídas por el marco interpresonal y dialógico que le da
existencia. Más aun, esto se confirma mejor si tenemos en cuenta que “La enunciación poética, es
especulativa porque no copia una realidad que ya es, no reproduce el aspecto de la especie en el
orden de la esencia, sino que representa el nuevo aspecto de un nuevo mundo en el medio
imaginario de la invención poética.” (Gadamer, 1999. p. 563).

c. Platón y Aristóteles
Por todo esto podemos ahora comprender dos afirmaciones de Platón y Aristóteles. Éste
último, nos dice Gadamer (1998), “consideró a la retórica no como una tejne, sino una dynamis;
hasta tal punto forma parte del zoon logon ejon.” (p. 263). La retórica, y por ende la hermenéutica,
implica más que una mera comprensión lógica del asunto: comprensión que, como vimos, se ve
perfectamente ejemplificada en la comprensión, interpretación y recitación de un poema. La retórica
es un proceso dinámico y dialogal, cuya parte intersubjetiva y humana no puede ser obviada, puesto
que es ese su fin último.
Por su parte, Platón ha dado un claro ejemplo de esto en su famoso Ion. Según este diálogo,
el poeta no habla por medio y gracias a una técnica (τέχνη), ni a través de la razón (νοῦς), sino que
a causa de una inspiración o un delirio proveniente de los dioses. Poseído como por un trance
divino, el poeta encanta a quienes lo escuchan, atrayéndolos como lo hace el imán con el metal.
¿No es eso, acaso, lo mismo que hace el rétor-hermeneuta? Él ‘encanta’ el alma de quienes lo
escuchan, no mediante silogismos perfectamente acabados o razonamientos sofisticados, sino
mediante lo verosímil, y mediante el conocimiento de los espíritus a los cuales pretende atraer.
Pero aprovechemos para volver nuevamente sobre un tema que vimos en el capítulo
anterior: que el poeta/rétor/hermeneuta “encante” el alma de quien lo escuche apelando a sus
afectos y diciendo cosas verosímiles no quiere decir que el mensaje de su poesía sea ilógico, menos
aún irracional. Así es que Gadamer (1998) nos dice sobre la poesía que sigo ésta siendo una forma
de lenguaje “(…) en la que los conceptos se relacionan entre sí.” (p. 402. El subrayado es nuestro).
La diferencia radica en el modo sui generis en que el lenguaje opera en este género literario, y los
fines también sui generis que se propone en tanto poesía, lo cual comporta otras capacidades aparte
de la lógica.
Asimismo, el que use argumentos verosímiles no implica que sean falsos: baste recordar las
extensas líneas que dedica Platón en su Fedro a explicar que un buen rétor sólo puede dar
argumentos sólidos y bellos si conoce bien aquello de lo que va a hablar. Sólo conociendo, esto es,
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interpretando correctamente la realidad de lo que se quiere transmitir, puede el rétor/hermeneuta
comunicar correctamente su mensaje.
Esto, por su parte, plantea ciertas dificultades arduas para la hermenéutica. Teniendo en
cuenta la naturaleza sui generis de la conceptualidad de la poética, la tarea de le hermenéutica
consiste en precisar qué puesto, qué lugar ocupa la poesía en el contexto del lenguaje y de la
dialogicidad e intersubjetividad que le es propia (Gadamer, 1998. p. 402). Qué lugar, en fin, ocupa
el lenguaje de la poesía en el ámbito de las comunicaciones.

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Conclusión


Para concluir este trabajo, vimos, en primer lugar, ciertas consideraciones sobre la
hermenéutica y su relación con la retórica: cómo aquella, según su modo de ser en la antigüedad y
en los tiempos previos al siglo XVIII, tenía más que ver con la última que con la lógica. En
resumidas cuentas, podemos decir que la hermenéutica clásica, en tanto arte de la interpretación y
comunicación de un determinado mensaje —arte que, como vimos, solía llevarse a cabo en ámbitos
públicos— pone en juego una serie de habilidades que exceden las capacidades meramente lógicas;
capacidades que están indisolublemente hermanadas con la retórica.
Esto se explica porque la retórica es, precisamente, el arte de comunicar y convencer a un
oyente de un determinado mensaje; y esta comunicación y convencimiento se puede hacer sólo a
condición de poder interpretar tanto el mensaje como el modo en que ésta va a influir en el alma del
receptor.
Esta compleja relación dialogal entre la hermenéutica y la retórica puede ser comprendida
cabalmente con un caso particular: el de la poesía; o, más específicamente, el de la lectura de un
poema. En un poema nos encontramos con que el lenguaje opera de un modo sui generis, con lo
cual exige un esfuerzo hermenéutico especial para poder interpretarlo. Un poema no puede
reducirse a un análisis una determinada cadena de relaciones lógicas, sino que implica otra serie de
esfuerzos interpretativos que se vale de capacidades que, de nuevo, no pueden ser separadas de la
retórica y de la hermenéutica.
Vimos, en relación con todo esto, la importante función intersubjetiva que tiene la
hermenéutica; esto es, su indisociable costado social. Costado que, en gran medida, y espcialmente
durante tiempos antiguos, le venía dada por ser practicada casi siempre en público; práctica que
justifica su hermandad con la retórica.

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