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A LA
O YAL L E
POR
F» GAhhEGUìLLQS h,
VALPARAISO
TIPOGRAFIA NACIONAL, DE PEDRO N. PINTO,
1Í96
V
UNA VISITA
A LA
lili, 1 1 M M M
O V A L L E
POR
F. GALLIGUILLOS L.
Miembro d« la Academia Universal de (llenólas de BélJIsa y Premiado con
Medallas y Diplomas de Honor en la Esposloion Internacional de
Bruselas de 1894 y en la Universal del Oalrs
(Ejlpto) de 1886.
VALPAEAISO
POGRAFIA NACIONAL, DE PEDRO N. PINTO.
1896
SUMARIO
SU ILUSTRACION.
y A L P A R A I S O , JÍOVIEM.BRE DB 1896.
LA SERENA
i
Por motivos de salud, concebimos la idea de
hacer un viaje al departamento de la Serena,
buscando ese clima puro, ardiente, vigoroso.
Habíamos pasado nuestros primeros años en
«sas rejiones: cuando niños aun jugueteábamos
por esos campos, con esa inocencia de la primera
edad, con ese sopor de la infancia, con esa ilu-
sión que embriaga los sentidos, que no puede
adivinárselo que será el hombre mañana....
Treinta y dos años hacia que no visitába-
mos esos pueblos; nuestra familia había
desaparecido, ya no quedaba memoria de Jos
viejos habitantes; uno que otro amigo o condis-
cípulo yaciaen pió, como desafiando al tiempo,
las tempestades, visicitudes, amarguras y dolo-
res que jamas le faltan al Mjo de Adán.
II
El 7 de Diciembre del año último, mui de
mañana, alistábamos nuestro equipaje, toman-
do nota con minuciosidad de lo que llevaría-
mos; despúes de colocar en orden nuestros pa-
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XX
Andacollo antiguo habia desaparecido en sil
totalidad; sus minas, que en otra época ocupa-
ban mil y tantos hombres, ahora apenas alcanza-
ban a cien operarios en las dos únicas faenas
que quedan, la Hermosa y Guias, Verdes.
Daba pena ver las ruinas y escombros de las
infinitas propiedades que tuvieron vida y ani-
mación en tiempos no lejanos.
De las tres calles que antiguamente el pueblo
tenia solo queda una, y esta tiende a desapare-
cer por lo ruinoso de sus edificios.
Según el último censo, la subdelegacion com-
pleta tiene poco mas de 2,000 habitantes y es
solo vice-parroquia; anteriormente tenia el ran-
go de iglesia de primer órden, ahora los archivos
y el curato se hallan en la Recoleta, a una dis-
tancia de diez leguas de Andacollo.
A pesar del estado y decadencia de un mi-
neral tan rico en el tiempo señalado, hoi tiene
cierto movimiento y con esperanza de tomar
mayor incremento, pues, el antiguo vecino don
Prudencio Hidalgo trabaja minas de manganeso,
esplontando 400 toneladas mensuales, ocupando
unos 200 trabajadores; y hace unos pocos me-
ses se ha fundado un gran establecimiento para
la reducción del oro, que lleva el nombre de
The Coquimbo Gold Syndicate Limited, siendo el
director el cumplido caballero señor Beda Bec-
ker, aleman de orijen y gran conocedor de la
mecánica y química y ciencias modernas.
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XXI
En los primeros momentos de nuestra llega-
da manifestamos el deseo de visitar tan impor-
tante trabajo, pero se nos dijo que estaba pro-
hibido a todos los mortales sin escepcion el
penetrar a aquella misteriosa morada.
Ademas, agregaron que el dueño y señor de
aquella inespugnable fortaleza, apenas le habian
visto una que otra vez, y esto, entre las juntu-
ras de la puerta o por las tupidas rejas que
circundaban su bien segura oficina.
Los mismo operarios no le habian visto la
cara.
El personaje en cuestión, se rodeaba de tales
misterios que nadie le conocia el timbre de voz,
puesto que tampoco se dejaba ver.
Agápito, que es uno de los propietarios aco-
modados de la localidad, penetró un dia al pri-
mer patio del establecimiento y en el acto un
empleado superior—amigo de este—le salió al
encuentro, diciéndole con esquisita urbanidad,
que el patrón miraba con malos ojos que alguna
persona estraña penetrara al recinto sin el per-
miso correspondiente.
Corrido y sudando lacre salió mi buen Agá-
pito jurando que no volvería a pasar otro bo-
chorno.
Con todas estas consejas, recelos y sustos
que nos metían con el estraño personaje, habia-
mos renunciado al deseo de ver de cerca tan
interesante obra.
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(1) Este es el, número de individuos que todos los «Sos bailan en
la fiesta.
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C0E0
Vírjen de A.ndacollo
Perla del Oriente,
Porque eres tan pura
Te adora la jente.
Concluido el canto, despues de ser zapateada
cada estrofa, avanza algún otro y recita su loa
en prosa, a manera de discurso con zonzonetes
mui parecido a los chiquillos cuando en otros
tiempos celebraban la cruz de mayo.
Por cierto estas piezas no tienen nada de lite-
rario, las frases son encajadas sin orden de
pensamientos.
La cuestión es hablar y pagar tributo a la de-
voción sin consultar el buen gusto ni menos la
gramática.
Luego, este baile se retira y se presenta otro,
advirtiendo que cada cual anda con trajes dis-
tintos: unos llevan pantalones blancos, colora-
dos, azules, lacres, negros, por fin de todos co-
lores.
Los vestones, mitras, gorras, chalecos, cin-
turones, cintas, espejos, abalorios, chaquiras,
esmaltes, pañuelos, bandas de seda, hilos de
oro,' de colores, espejuelos, anillos, sortijas,
brillan en el cuerpo de cada uno de los danzan-
tes; el sombrero no es permitido en la cabeza
de ninguno.
Coñ tales atavíos, la vista se recrea y cual-
quiera puede tomar a esa jente por anjelitos
vestidos de gala.
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XLII
Rendidos por haber estado de pié toda la tar-
de con el amigo Pozo, nos fuimos a la casa es-
perando la noche para asistir a los fuegos arti-
ficiales, que en verdad, estuvieron hermosos;
a diferencia de los que conocimos cuando ni-
ños, que los trabajaba el maestro chato, cé-
lebre zapatero del pueblo, que, cuando encum-
braba un volador casi no subia del techo de las
casas con gran contento de nosotros que apro-
vechábamos el cordel para cola de volantines.
Este pirotécnico singular hácia unos castillos,
montantes, monas y toros manejados por indi-
viduos que se metían dentro de la caja, y en
las carreras, buscaban al grueso de la jente que-
mando a medio mundo y atropellando a todos;
para mayor desgracia, algunos años encendian
fogatas—en las esquinas de la plaza—de leña
de litre, amaneciendo al siguiente dia las jentes
con la cara hecho un San Lázaro con granos
como de viruelas.
Cuando reventaban las camaretas, algunas
veces por la mucha carga, caian sobre algún
prójimo haciendo el efecto de un cañonazo.
Los castillos estaban sembrados de pequeños
voladorcitos o viejas que se metían en medio
de la multitud, sacándoles a muchos el pedazo
y a otros mas de un ojo.
Otro maestro, un tal Salvatierra, era mas ele-
gante, pero a veces la pólvora de los fuegos se
taimaba por la humedad y todo no pasaba de
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JQLfoSSgSKefSs«1
FIN
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LISTA DE LOS SEÌEES S 1 I I E S
Agviyo José Santos D" Aquin Pedro
Avcttdafio J acinto Donoso Francisco
Arnucibia Fianoisco J. Diaz B. Manuel
¿«batea B. Francisco Durand Juan Ra'inon-
Arn:lza Ismael A. S. Dioguet Mauricio
I. stà-Buruftga Luis Dublé Almeida Diego
Alaulos Gonzales Benicio Debarca Domingo
ArfiUano Yictor J. Echeverría Reyes Aníbal
Antonio Fuentes José Tadeo
Arca Manuel A. Fuenzalida Marcial
Artnas Juan A. de Armas Friar Aran
Alvi fez José Fidel Feliú Daniel
Arava Ugalilc Ramon Figucroa 'Virjilio
¿-diana .luliode Fuentes Benito de la
Boy Arellano Cihìos Fasce Anjel
i\tìtt,uicourt Francisco Femcnías Manuel
Buni-ós Juan B- Figueioa Ambrosio
EoHvar Isidoro Gómez Ramirez José
Bari a Miguel de la Gacitúa Federico
Jj.nel|a Liborio E. González Cirilo
iUioeta Eduardo C. González Rufino
l'ialladares José Mercedes Galleguillos Velis Luis
¿totano Luis A. Guerra Eliseo
< lrtt OS Bartolomé. G onzález José del C.
C'abilloa Fedro- » . González Abraham
' A i n p o Manuel del
González Tomas Julio
Co 'irrubias Cesàreo Galleguillos Antonio
Cuiiti-éras Abraham del R. Galvez V. P. Antonio
Ourrhsco Avelino Gómez José Ramón
oOi! Exequiel Gangas Baldomero S.
' \>mpfo José S. Herrera H. D.
¿U'iad Pedro. Herrera Gabriela
juili'.d Salustio Jorquera Francisco
/ i v v Y i i j a l Abelardo
Jorquera Santiago José
¡Tisternas Agustin Jimenez Rojas Ramón
Cubi Kos Laureano Jimenez Eulojio
^.istillo Matilde Jimenez Evaristo»
Ci1 ridona Anjel 2.° Jara José Dolores
¡1 WUrii Fedro Jara Ricardo
C-"i.vo Luis E. León Silva Samuel
C-i'.iona Anacleto^ L. de Guevara Salvador
t'abiilos Francisco L. de Guevara Laureano
ÌVrùu Manuel de la Cruz Lagos Elias
C-ib,*, José Francisco Lowe Isidoro
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