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UNIVERSIDAD CENTRAL DE VENEZUELA.

FACULTAD DE HUMANIDADES Y EDUCACIÓN.


ESCUELA DE FILOSOFÍA.
DEPARTAMENTO DE FILOSOFÍA DE LA PRAXIS
CATEDRA: G.W.F. HEGEL: EL MOMENTO ESTÉTICO EN EL DEVENIR
DEL ESPÍRITU ABSOLUTO.
PROFESOR: GONZALO LEÓN

Trabajo # 1:

Edgar Manuel Navarro


C.I.: 5.119.949
Mayo 2019
1. El devenir del espíritu absoluto y su concreción como arte.

La radical historización hegeliana de la experiencia del arte se produjo en un

contexto donde lo decisivo era la absolutización de la historia misma. Esto permitía al arte

mantenerse en su posición de agente mediador en el camino hacia lo Absoluto, pero sólo

a cambio de presentarse en lo sucesivo como una mediación todavía inmediata, es decir,

relativamente pobre en determinaciones y ya superada por la religión y por la filosofía, en

cuanto que manifestaciones superiores del Espíritu Absoluto. Dicho de otro modo, el

carácter sensible, la particularidad de la apariencia estética quedaba legitimado, elevada

al rango de materialización de una verdad universal, puesto que su núcleo sería el

Absoluto. Pero, por otra parte, significaba también la condena del arte a su autodisolución

en el seno de esa verdad, que no podía ser otra que la establecida por la Razón.

En efecto, si el Espíritu Absoluto ha de desplegarse a través de los “tres anillos de

la conciliación”: el arte, la religión y la filosofía, es decir, en forma de manifestación

sensible, de representación desde el sentimiento y de concepto sistemático,

respectivamente, entonces hay que pensar que el contenido de verdad del arte no puede

ser sino el Espíritu, la Razón, de manera que su sentido tiene que poder resolverse sin

residuos en términos filosóficos. Es esto, precisamente, lo que justifica y lo que incluso

exige la teoría sobre el arte y, por tanto, la estética. Y es esto también lo que determina

la estética como filosofía del arte1.

1
Jarque Vicente, G.W.F. Hegel, en Bozal Valeriano (ed), Historia de las Ideas Estéticas y de las Teorías Artísticas
Contemporáneas, Volumen I, Op. Cit.,p. 228
Así nos encontramos con que la estética de Hegel, es la primera que se define a sí

misma como filosofía del arte, que hace del arte su objeto exclusivo 2, y le concede el

ámbito del Espíritu en lo que concierne a la experiencia estética en cuanto que

manifestación sensible de la “Idea”, esto es, del Absoluto. “El reino del arte bello es el

reino del espíritu absoluto”3.

La realización particular del Espíritu Absoluto es el hacerlo sensible mediante el

arte. El arte es el primer intermediario reconciliador, es la encarnación de la infinitud del

mundo espiritual en la finitud de las formas. El arte no es, así, el simple reflejo de la

naturaleza, sino que se impone a nosotros como la verdadera y profunda realidad. Esta

sólo nos llega en apariencia, pero en una apariencia cargada de espíritu, compenetrada

de la verdadera realidad de las cosas. La Estética de Hegel consta de tres partes: la

primera, tiene por objeto el Ideal en si o en su generalidad; la segunda, el Ideal en las

formas particulares de su desarrollo histórico, (estas formas son: la simbólica, la clásica

y la romántica); la tercera el Ideal realizado en la obra de arte individual, o el sistema de

las artes. Se reconocen aquí las categorías de la lógica: lo general, lo particular, lo

individual.

Hegel considera que el arte es expresión externa y sensible del espíritu absoluto

por lo que considera que debe ocupar el primer “momento” de su manifestación. Todas

las determinaciones finitas no son sino “momentos” de lo Infinito. El Infinito es, pues, el

Todo o la Totalidad de lo real. Esta manifestación al ser parcial tendrá que combinarse

con la expresión interna del espíritu: la Religión, en la que la verdad se da bajo forma de

2
Hegel Friedrich, Estética, Volumen I, Op. Cit., pp. 9-19
3
Hegel Friedrich, Estética, Volumen I, Op. Cit., p. 87
representación. Ambas serán asumidas, es decir, superadas pero conservadas, en la

síntesis, en el culmen de la dialéctica hegeliana: la Filosofía, en la que verdad se da bajo

forma de pensamiento.

En continuidad con este esquema, Hegel considera el arte como la primera

manifestación del concepto absoluto. El arte muestra una conformidad sensible entre la

idea y la realidad en la cual es expresada. Se trata del modo de aparecer de la idea en lo

bello. Lo bello revela la verdad de la misma particularidad sensible o material. Lo sensible

es presentado de tal manera en el arte que revela su propio concepto, lo cual supone la

toma de conciencia del carácter parcial o limitado de lo sensible y su percepción mediante

la afirmación de este carácter parcial o negativo. Es decir, en el arte el espíritu sobrepasa

la naturaleza, puesto que en la obra la presencia del espíritu es consciente y no, como

en la naturaleza, simple exterioridad sensible. En este sentido puede decirse que la obra

de arte es la verdad de la realidad sensible, porque en el arte se muestra la libertad del

espíritu. Hegel, en el entorno de su sistema filosófico, entendió el arte como manifestación

del absoluto. No en su manifestación definitiva, que es la filosofía, sino como una de sus

etapas previas. Por eso, también para Hegel el arte tiene un fuerte componente para el

conocimiento verdadero: representa de modo sensible el espíritu, la Idea.

Hegel considera que el arte realiza su propio ideal en el arte clásico, en el que forma

y contenido se armonizan de modo total. En sus etapas precedente, arte simbólico, y

sucesiva, arte romántico o cristiano, tal unidad o todavía no es alcanzada o se rompe,

pues el contenido de la religión cristiana excede a las posibilidades de la representación

sensible. Hegel considera que si la filosofía puede explicar la verdad del arte, es porque

el cometido del arte en cierto modo ha concluido, porque sólo en la filosofía hegeliana el

espíritu alcanza su verdadera forma.


2. El sistema de las artes y la superación de los límites de la materia y el

surgimiento de la dimensión espiritual.

En el sistema Hegeliano el idealismo es objetivo, puesto que considera que el ser

no solo se da en la conciencia, sino que también se realiza en la historia. Hegel

circunscribe en el campo de la estética a lo bello producido por el hombre, al “arte bello”,

propiamente hablando, es el de lo bello en la naturaleza, modelo de lo que acontece en

el arte.

El objetivo de Hegel es mayúsculo: crear un sistema que incluya toda la realidad,

todo el devenir, toda la historia, y no solo el pasado sino también el presente y el porvenir.

Discierne un proceso dialéctico progresivo por el cual el espíritu alcanza un completo

conocimiento de sí, que culmina en su propia filosofía. Existe una relacionalidad universal

orientada a una suma total: lo absoluto, el espíritu absoluto, la idea absoluta, la verdad o

Dios. Así como Platón consideraba que, en el mundo inteligible, la idea suprema era la

del bien, para Hegel la idea absoluta es Dios.

El arte en el sistema Hegeliano se define como manifestación sensible de la idea,

la religión como representación mítica en sentido amplio y como sentimiento y la filosofía,

como concepto. Aunque diferentes entre sí, el arte, le religión y la filosofía tienen un

contenido común: lo Absoluto.

Hegel mantiene la distinción platónica entre mundo sensible y mundo espiritual,

considera la reconciliación de ambos. Según Hegel el arte espiritualiza lo sensible y

sensibiliza lo espiritual; no es una mera ilusión o copia de lo real. Le es esencial la

apariencia, y siendo manifestación sensible de la idea, es tan “real” como ésta.


Presenta Hegel tres determinaciones para el arte, que no dejan de tener vigencia

en la actualidad. La obra de arte:

1. No es un producto natural, sino algo producido por la actividad humana.

2. Está hecha esencialmente para el hombre.

3. Tiene un fin en sí.

Hegel no ve el interés de la imitación de la naturaleza por el arte, pero si el de la

imitación de lo humano por la naturaleza. También está de acuerdo en el objetivo del arte

es despertar la conciencia de algo superior, para lo cual será de suma importancia el

contenido que la obra sea capaz de transmitir.

La cuestión está en caer en la cuenta de que el arte presenta lo sensible como

apariencia. La apariencia, a su vez, es la verdad de lo sensible como particular. Por tanto,

la representación artística expresa la moralidad de la subjetividad en la medida en que

presenta dicha subjetividad nada más que como falsedad o engaño.

En todo ello se advierte el carácter reflexivo del arte como apunta Inciarte: “El

carácter reflexivo del arte moderno, a diferencia del arte tradicional, fue proféticamente

anticipado por Hegel ya mucho antes de que apareciera en el curso de la historia. Hegel

llega a hablar incluso del fin del arte como aquello que había colmado antes nuestras

más altas aspiraciones espirituales. Implícito en ese diagnóstico queda el hecho de que

el arte ya había sustituido antes a la religión en ese lugar privilegiado. Y así como en la

jerarquía de los intereses de la humanidad el arte sustituyó en el Renacimiento de hecho

a la religión, así la filosofía sustituiría pronto a su vez al arte; de manera que lo que se

convertiría en el futuro en la cuestión más viva con respecto al arte sería la pregunta
sobre lo que sea el arte. Hasta aquí la profecía de Hegel”4. Hay por supuesto otras

posturas que manifiestan precisamente lo contrario, es decir, que es el arte el que se ha

vuelto filosófico.

Volviendo a Hegel, la perfección del arte depende del grado de coherencia entre

la idea y su expresión formal. De la diferente proporción entre la idea y la forma en la cual

se realiza surgen tres tipos diferentes de arte. En primer lugar, cuando la idea es en sí

misma indefinida se da el arte simbólico, lo simbólico (lo oriental), que procura compensar

su expresión imperfecta puesto que conjuga un contenido pequeño con estructuras

colosales. Aunque más bien habría que decir que para Hegel no sería arte verdadero,

pues no procede de la autodeterminación del espíritu. En la segunda forma, en lo clásico,

la idea de humanidad encuentra una representación sensible más adecuada, es el único

estadio en el que la expresión es perfecta puesto que es consciente de lo absoluto

presente en lo humano. Esta forma se da principalmente en el mundo griego y cuando se

desvanece desaparece con él.

En la tercera forma, el arte romántico (que es el arte de la Edad Media para Hegel),

de nuevo vuelve a aparecer un desequilibrio, esta vez por un exceso de contenido

respecto a la forma, hay más espiritualidad que sensibilidad. Por ello, Hegel considera

que la mejor forma de expresión para este exceso de contenido, de espiritualidad, es la

religión. El artista, para Hegel, no debe imitar a la naturaleza, sino presentar algo que

procede del espíritu: presentar sensiblemente la unidad de lo ideal y lo real. Para alcanzar

este fin, deberá recurrir a la fantasía. El verdadero artista, el genio, es aquel que sabe

unir, mediante su fantasía, la espiritualidad con la naturalidad.

4
Inciarte, F., “La situación actual del arte” en Breve teoría de la España moderna, Pamplona, Eunsa, 2001, p. 131.
De este modo, el arte revela la verdad. El arte, como la religión y la filosofía,

pertenece a la esfera del espíritu absoluto, de la verdad. Las diferencias entre estas tres

formas del espíritu proceden del modo por el cual conducen a la conciencia lo que es

idéntico para las tres: el espíritu. La misión del arte, pues, es representar en modo

sensible un contenido, el concepto, el espíritu. Lograr la perfección del arte, la realización

de su ideal, significa para Hegel conseguir la perfecta unidad entre la forma sensible,

individual y siempre concreta, y su contenido, que deberá ser también concreto.

El arte debe hacer accesible a la contemplación humana, a través de una forma

sensible, la Idea. El arte hace presente la Idea por medio de la belleza. La Idea como tal,

absoluta, no coincide, sin embargo, con la idea de la belleza artística, que tiene una

realidad individual. La belleza no es más que una forma particular, que Hegel llama ideal,

de representarse la verdad, la Idea absoluta.

En su camino hacia una verdad siempre más alta, y antes de llegar a su verdadero

concepto, el espíritu debe atravesar diversas etapas mediante las cuales adquiere

conciencia de sí: a la evolución del contenido corresponde la evolución de la

representación artística. Solamente en la perfecta unidad entre la forma y el contenido,

la representación realizará el ideal de la belleza artística.


Bibliografía:

- HEGEL, G. W. F. (1997): Enciclopedia de las ciencias filosóficas (en compendio),


edición, traducción y notas de Ramón Valls Plana, Madrid, Alianza Editorial.

_____ (2002): Estética, Biblioteca de los grandes pensadores, RBA, trad.


de Hermenegildo Giner de los Ríos, Barcelona, 2002, 3 tomos.

_____ (1966): Fenomenología del espíritu, traducción de W. Roces con


la colaboración de R. Guerra, Madrid, Fondo de Cultura
Económica.

- INCIARTE, F. (2001): La situación actual del arte en Breve teoría de la España


moderna, Pamplona, Eunsa.

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