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LA CULTURA ENTRETENIDA

FELIPE CUSSEN

Santiago de Chile
Autoedición
2019
Nota:
La cultura entretenida, al igual que Opinología (Cumshot, 2012), está compuesto en su mayoría por textos
publicados previamente en libros, diarios, revistas y sitios web. Sólo he realizado algunas correcciones y cambios
menores. Indico las fechas y la información respectiva en las notas al pie.

La cultura entretenida está dedicado a mi amigo Roberto Cabrera.


Chile, país de críticos*

“El único tema de los chilenos es Chile”


(Raúl Ruiz)

“La literatura chilena, tan prestigiosa en Chile”


(Roberto Bolaño)

Este es un ensayo sobre la crítica académica de poesía en Chile. Es un tema que parece
aburrido, pero que no tendría por qué ser aburrido.

* * *

Comencemos por el lugar común: “Chile, país de poetas”, es el título del prólogo escrito por
Pedro Pablo Rosso para el libro que reúne las ponencias y conversaciones del Congreso
Internacional de Poesía “Chile mira a sus poetas”. En este texto, el traductor de Montale y
ex-rector de la Universidad Católica insiste en el cliché: “¿A qué se debe esta propensión
poética de los chilenos? ¿a nuestra ubicación remota? ¿a la belleza de nuestros paisajes? ¿a
la influencia de las fuerzas telúricas? ¿al hecho de que Chile sea largo y angosto como un
poema en pentasílabos?”. En una columna en El Mercurio, Cristián Warnken se expresó en
términos similares: “Si un extranjero me preguntara qué es lo que esencialmente define a
Chile, le diría sin dudar un segundo que nuestra poesía. Claro que después le daría a probar
nuestros vinos, pero primero lo embriagaría con las mejores cepas de nuestras cavas de la
palabra”. A juicio de ambos la poesía chilena es básicamente un producto de nuestra
geografía, de nuestra tierra. La poesía, entonces, sería un bien susceptible de ser exportado
o transformarse en una fuente de turismo cultural; basta con ver las filas a la entrada de las
casas de Neruda. Perfectamente podríamos colocar, en todos los libros de poesía, la etiqueta
que popularizara en los ‘80 el productor de cacerolas Ángel Fantuzzi: “Si es chileno es
bueno”.

*
Publicado en Revista Intemperie el 15 de mayo de 2013, y está basado en una ponencia presentada en el
Congreso “Ciencias, Tecnologías y Culturas”, realizado en la Universidad de Santiago de Chile el 9 de enero de
2013.

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* * *

Marcelo Bielsa aceptó dirigir nuestra selección de fútbol, entre otros motivos, porque
consideraba que Chile era un país moderado. Lamentablemente, no había estudiado los
videos con las jugadas de los poetas chilenos. Si lo hubiera hecho, le hubieran sorprendido
sus actitudes histéricas y sus declaraciones destempladas. La poesía chilena es, como
cualquier campo cultural, un espacio de luchas, favores y negociaciones entre poetas,
familiares de poetas, amigos de poetas, editores, libreros, periodistas, académicos, y dueños
de bares. Es un campo muy pequeño, casi sin estímulos económicos, sino sólo simbólicos.
Hay mucha presión, además, porque todos los participantes creen que la poesía chilena es
lo más importante en el mundo. La poesía chilena, por momentos, parece una cacerola a
punto de explotar, pero lo más seguro es que no pase nada.

Como señala Adriana Valdés, la historia de la poesía chilena se ha escrito no tanto a partir
de la evolución de los poemas sino de la persistencia de ciertas polémicas o guerrillas
literarias. Igualmente, Andrés Anwandter plantea que la discusión pública sobre poesía,
además de desinformada, “está más interesada en los poetas que en los poemas”. Dentro de
este verdadero reality show, la mayoría de las veces ridículo y estrambótico, han emergido
numerosas figuras dispuestas a disfrazarse de padres de la patria, revolucionarios, profetas,
chamanes, malditos, femmes fatales, pokemones, pingüinos, o simplemente a mostrarse
como personas que sufren mucho, pero mucho, más que ninguno de nosotros. Más allá de la
calidad que algunas de sus obras efectivamente tienen, estos autores se han apurado a
enmarcarlas dentro de un aura que obligue al lector a tomar una actitud previa de admiración
o conmiseración. “Si es sufrido, es bueno”.

* * *

Cabría preguntarse, entonces, por el rol que podría jugar la crítica académica en este
panorama tan cargado de ansiedades y apuros. Pero primero sería interesante referir cómo
ésta es percibida por los poetas. Un primer aspecto a considerar es la utilización del adjetivo
“académico” de forma peyorativa, principalmente por parte de los miembros de la

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“Novísima” en contra de sus precedentes de la llamada generación del ‘90. Así explicitaba
esta oposición Héctor Hernández Montecinos en una entrevista:

La Novísima éramos unos amigos que nos juntábamos a leer, salir, bailar y tomar.
Nuestra generación fue la primera en acercarse a la sensibilidad pokemona, colegial, y
poniendo el énfasis en las minorías. . . . Los poetas de los noventa escribieron con
miedo a la literatura. Quisieron hacer una obra académica, con una retórica
bibliográfica y preciosista, perdiendo el rumbo, que es dar cuenta de una vida personal
y otra colectiva.

Dos poetas de su misma edad, Víctor López y Christian Aedo, le responden sacándole en cara
que él luce en la solapa de sus libros sus títulos académicos y su candidatura a Doctor en
Filosofía, y que sus poemas están llenos de citas a Foucault, Deleuze, Guattari o Kristeva.

Lo curioso es que en las entrevistas o ensayos de muchos otros poetas chilenos


contemporáneos (varios de ellos alumnos o profesores universitarios) también se repiten este
tipo de referencias teóricas o filosóficas. Así se observa, por ejemplo, en el libro
recopilatorio del encuentro Poesía a cielo abierto realizado en Valparaíso el 2010. El formato
es bastante atractivo, porque consiste en las presentaciones que un poeta hace de la obra
de otro. Al revisar las bibliografías, sin embargo, llama la atención que el autor más citado
sea, por lejos, Walter Benjamin, seguido de Foucault y Baudrillard y luego otros como
Heidegger, Adorno, Marcuse, Bourdieu, Jameson, etc. Evidentemente, sólo puedo alegrarme
de que los poetas chilenos lean a Benjamin (a quien podríamos calificar perfectamente como
el comodín de las humanidades chilenas), pero resulta extraño al contrastarlo con las escasas
menciones a las reflexiones más específicamente poéticas de autores como Octavio Paz
(apenas citado una vez).

En este contexto, entonces, la noción de “académico” puede leerse tanto como la acusación
de conservadurismo y falta de riesgo, o bien como una tendencia aspiracional, que busca
proveer de un aire de intelectualidad a los poetas. De todos modos, también hay constantes
reclamos por la ausencia de los académicos en estos debates que pueblan numerosas páginas
web y blogs. Así lo explicita Rodrigo Arroyo, en “Generación de mierda”, un texto en el que

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también abundan las menciones a Agamben, Barthes o Rancière y cuyo lenguaje se acerca a
los de algunos de nuestros más alambicados colegas. Cuando reclama por la falta de
capacidad de los poetas para descubrir una “palabra poética” (cargada de tintes
heideggerianos, y resonancias filosóficas, políticas y morales), indica que se extraña la
participación de los críticos y antologadores: “¿Qué podrá decir Francisca Lange, o Patricia
Espinosa?, ¿o Javier Bello, Felipe Cussen, Rodrigo Rojas? ¿Acaso la distancia académica
impide una visión crítica de lo que aparece circulando?”. La distancia académica no me
impide advertir que Rodrigo Arroyo es un poeta muy serio.

* * *

El primer semestre del año pasado realizamos el curso “Poéticas y prácticas


contemporáneas” en el Doctorado en Estudios Americanos del Instituto de Estudios
Avanzados de la USACH junto a los alumnos Sofía Améstica, Megumi Andrade, Karen
Bascuñán, Jimena Castro, Julián Gutiérrez, Alejandra León, Javiera Lorenzini, Rodolfo
Meriño, Dennis Páez, Jorge Sánchez, Simón Villalobos y Emma Villazón. El objetivo principal
era conocer una serie de movimientos y reflexiones contemporáneas de cualquier país
distinto al nuestro: el OuLiPo francés, la poesía visiva italiana, la poesía conceptual
estadounidense, la poesía del conocimiento en España, la etnopoesía, etc. Mi motivación
nacía de un diagnóstico previo bastante negativo respecto al funcionamiento de la crítica
académica en Chile. A mi parecer, se podía advertir: 1) una gran ignorancia respecto a la
poesía actual de otras latitudes; 2) la utilización de esquemas generacionales muy rígidos;
3) la aplicación de marcos teóricos muy generales y poco eficientes para una lectura atenta
de los aspectos formales de los poemas; 4) la elección de objetos de estudio a partir de la
mirada paternalista de lo políticamente correcto. Como consecuencia, el aporte crítico
frente al ambiente poético recién descrito resultaba insuficiente, pues en vez de
problematizar o desactivar las fórmulas repetidas y las imposturas, sólo parecía confirmarlas.

Estos eran mis prejuicios iniciales, pero precisamente quería que los discutiéramos para
obtener conclusiones más fidedignas. Quise aprovechar el impulso provocado por las
investigaciones recientes de José Santos Herceg, quien ha publicado artículos donde analiza
las modalidades de investigación filosófica en Chile, ya sea mediante el estilo de escritura

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que se fomenta en las revistas científicas o el tipo de proyectos aprobados por Fondecyt.
Así, para las primeras clases del curso, propuse a los alumnos que cada uno de ellos revisara
los últimos diez números de revistas chilenas de literatura o humanidades indexadas en
SciELO o ISI para identificar los textos sobre poesía, detectar si se enfocaban en producciones
chilenas, latinoamericanas o de otros continentes, y determinar el tipo de perspectivas que
desplegaban. Llamó la atención que un porcentaje importante (20-25%) de los artículos y
reseñas estuvieran dedicados a la poesía, pero al mismo tiempo fue muy evidente que la
gran mayoría de estos trabajos estudiaban principalmente el corpus de la poesía chilena del
siglo XX y comienzos del XXI. Simón Villalobos destacó, como una notable excepción, el
número 500 de Atenea, que recopilaba ensayos ya publicados tanto de Gabriela Mistral, Pablo
Neruda, Vicente Huidobro, Nicanor Parra y Gonzalo Rojas, como de T. S. Eliot, Paul Valéry,
Dámaso Alonso y Alfonso Reyes. Recientemente, realicé el ejercicio de buscar las materias
relacionadas con “poesía” en la base de datos de SciELO Chile. El énfasis se repetía: frente
a 33 menciones sobre “poesía chilena” (sumados a otros más específicos como “poesía
chilena actual”, “poesía chilena femenina”, “poesía popular chilena” o “poesía valdiviana”)
y más de una decena sobre “poesía mapuche”, “poesía huilliche”, “poesía indígena”, “poesía
de mujeres mapuche” y “poesía mestiza”, apenas existían 2 sobre poesía argentina y
ecuatoriana, y 1 sobre poesía brasileña, colombiana, y peruana (varios de ellos escritos por
académicos de sus respectivos países). Aparte de 5 menciones a la poesía española, había 1
a la poesía canadiense, otra a la poesía victoriana, otra a los poemas bizantinos y otra a la
poesía de Rilke. Como complemento, revisé el Repositorio Institucional de Fondecyt, donde
aparece el listado de proyectos aprobados hasta el año 2011 y coloqué en el buscador la
palabra “poesía”. 26 de estos proyectos estaban enfocados en la poesía chilena en general,
3 sobre poesía popular chilena y 4 sobre poesía mapuche, mientras que 8 consideraban la
poesía latinoamericana, aunque algunos de ellos la incluían junto a la chilena. Apenas
encontré 1 ejemplo sobre poesía universal, un proyecto sobre la obra lírica de Hildegard von
Bingen, la gran mística alemana del siglo XII.

Una de las conclusiones de José Santos respecto al patrón de investigación filosófica


promovido por Fondecyt es que se trata de investigaciones de carácter marcadamente
eurocéntrico, particularmente enfocadas en autores alemanes y griegos. Este desbalance es
uno de los motivos de su reivindicación del pensamiento latinoamericano y de otros

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continentes. El panorama en los estudios sobre poesía, como podemos ver, es prácticamente
opuesto: tal como expresó la estudiante boliviana Emma Villazón, pareciera ser que la crítica
chilena funciona únicamente como una máquina reproductora de su identidad.

Las causas de esta excesiva autorreferencia provienen de distintos factores: basta ver, por
ejemplo, las listas de lectura de los cursos de poesía chilena e hispanoamericana en los
programas de pregrado, donde los poetas nacionales muchas veces ocupan más de la mitad
de las clases, mientras tradiciones tan ricas como la peruana, argentina, cubana,
nicaragüense o mexicana quedan muy apretujadas (y para qué decir la brasileña, que casi
nunca se incluye). Además, se privilegia un ordenamiento cronológico, y cada autor es
encasillado en la generación que le corresponde, minimizando los vínculos que podría tener
con autores de distintas edades. Por otra parte, en los cursos de literatura española o
universal, el espacio dedicado a la poesía contemporánea suele ser muy pequeño. A ello se
suma también la casi nula disponibilidad de libros de poesía traducidos en librerías y
bibliotecas, mucho menor a la presencia de novelas extranjeras, por ejemplo (y aún más
lejos del aluvión de música y películas internacionales a las que hoy se puede acceder desde
internet o gracias a la piratería). El problema es que, en la medida en que se continúe
sobreenfatizando la importancia de la poesía chilena, sólo se acentuará su provincianismo y
endogamia. Por eso me parece fundamental desarrollar líneas de investigación más abiertas,
que permitan comparar las prácticas de distintos contextos culturales, y que permitan
temperar un poco los efusivos intentos de aquellos vates que quieren erigirse como grandes
vanguardistas en base a su ignorancia de lo que se ha practicado más allá de la cordillera. Al
mismo tiempo, considero que sería un gesto de liberación intelectual que los investigadores
chilenos de poesía nos atrevamos más a interpretar y analizar las poéticas extranjeras,
intentando involucrarnos activamente en sus discusiones e incorporarlas a las nuestras. Los
poetas concretos brasileños (inspirados por la antropofagia de Oswald de Andrade) han sido
un gran ejemplo, pues mediante la crítica y la traducción de autores de culturas muy diversas
consiguieron ampliar notablemente el canon de lecturas en su país. Ojalá tuviéramos una
pizca de su patudez.

* * *

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Dentro del análisis que realizamos en nuestro curso, también nos llamó la atención la fuerte
presencia de enfoques provenientes de la teoría crítica, la teoría literaria, la filosofía, la
historia, la sociología, la psicología, los estudios de género y los estudios culturales. Por el
contrario, eran muy escasos los estudios que pretendían vincular la producción poética a
otras disciplinas artísticas (artes visuales o música) y aún menos los artículos que enfatizaban
las cualidades retóricas o materiales de los textos. Así se observa al revisar las palabras clave
de SciELO, donde abundan los artículos sobre la poesía femenina o sobre la relación de la
poesía con la transición política chilena pero apenas se encuentran, por ejemplo, menciones
a la poesía visual u otras formas de experimentación.

Paralelamente, en el Repositorio de Fondecyt es posible determinar que, junto con los


proyectos de carácter histórico sobre la modernidad, las vanguardias, las generaciones y las
revistas, predominan los estudios culturales o identitarios; los análisis sobre la subjetividad
y la perspectiva de género; la relación con el contexto político o con los espacios urbanos.
Es innegable, por supuesto, el aporte de estas investigaciones, que han fomentado una
mirada interdisciplinaria y más compleja de la poesía en sus dimensiones sociales y humanas.
Creo, sin embargo, que esta tendencia ha florecido no sólo gracias a esas legítimas
intenciones sino también a las facilidades que ofrece a sus practicantes menos ingeniosos,
que se limitan a armar una plantilla teórica para que allí calce cualquier poema, quizás el
primero que encuentren, sin importar sus especificidades formales. Dentro de nuestras
conversaciones en clases, Sofía Améstica lo identificó con precisión mediante la siguiente
fórmula, al notar que la mayoría de los títulos de los artículos consistían en la aplicación de
“LO [político, mapuche, femenino, etc.] EN [tal autor u obra]”.

Parte de la culpa se debe a que la enseñanza de análisis poéticos es muy débil en nuestra
formación académica, pues la mayoría de las veces se reduce al conteo de sílabas o a la
detección de matrices de significado (según el pobre esquema de Riffaterre). Uno de los
críticos internacionales que se ha preocupado de este problema es el teórico marxista Terry
Eagleton, quien se queja de la incapacidad de sus alumnos para analizar poemas, y plantea
que no corresponde hablar de las ideas que subyacen al lenguaje de un poema: “el lenguaje
[no] es como un envoltorio de celofán en el que las ideas vienen empaquetadas. Todo lo
contrario: el lenguaje de un poema es constitutivo de sus ideas”. El crítico y poeta Charles

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Bernstein también señala que, aunque es posible considerar a la literatura como una fuente
de información sobre determinados temas, es preciso centrarse en la experiencia estética
que propone el poema y que pone en cuestión una crítica basada únicamente en los
contenidos fácilmente extraíbles del texto.

Si retomamos nuestra preocupación por los efectos de la crítica académica en el campo


poético, podremos comprobar que estos usos, más que promover una complejización de los
modos de escritura y sus desafíos estéticos, fomentan la aparición de sujetos que sean
capaces de lucir un repertorio de características o experiencias personales que correspondan
a las expectativas de los investigadores. El poeta y profesor Rafael Rubio lo explica muy
adecuadamente:

Cuando los académicos . . . escriben sobre una obra poética, pareciera que lo hacen
para demostrar la viabilidad y productividad de un marco teórico, más que para
demostrar la productividad de la obra. Consecuentemente, toman como objeto de
estudio obras que se ofrecen dócilmente a la teoría que pretenden validar. Sólo así se
entiende que la crítica académica —seducida por los Estudios Culturales y de género—
haya mostrado tanto interés en los escarceos menores de Héctor Hernández, Diego
Ramírez, Felipe Ruiz, entre otros.

Rubio aboga por una vuelta al estudio de la materialidad sonora de las palabras, y me gustaría
añadir la necesidad de considerar también su materialidad visual y sus potencialidades
performativas, así como la fusión con otros soportes. Ese énfasis distinto nos permitiría
reconsiderar a una serie de autores que hoy caen fuera de los radares de la crítica académica.
Conozco un caso dramático de la vida real, cuya identidad mantendré oculta para preservar
su seguridad. Se trata de un individuo caucásico, heterosexual, casado y con hijos, que vive
en el barrio alto, trabaja como abogado y que, más encima, en vez de escribir poemas
convencionales emite ruidos ininteligibles. Tal como están las cosas, es prácticamente
imposible que un profesor universitario se interese por su obra. Probablemente sea el poeta
más marginal de Chile.

* * *

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Para finalizar, citaré dos ejemplos literarios que caricaturizan muy bien los problemas de
estas prácticas de escritura y lectura, y que quisiera que no olvidemos la próxima vez que
emprendamos nuestras tareas críticas. El primero es el reciente “Cuento de cómo se escribe
un poema en Chile”, en el que Marcelo Mellado presenta el proceso de un poeta que pretende
“ingresar a las áreas de lo políticamente correcto, que es lo culturalmente aceptable” y
ponerse a tono con las convulsiones sociales actuales:

Quizás intitule el poema “Himno patagónico”, porque piensa y asume que esa es la
actitud lírica que corresponde al momento cultural que se vive. Los otros versos buscan
la humedad y los colores locales, con metáforas que aludan a la rudeza de la vida en
esos parajes, sobre todo a los problemas de las vías de comunicación. En una de esas
mencionar al cóndor y al huemul, a los volcanes, por cierto, que debe haberlos.
Recuerda que tiene que consultar una guía caminera Turistel para ver unas referencias
topográficas y toponímicas.

El segundo es el poema “La antología”, de la argentina Susana Thénon, escrito desde la voz
de una profesora norteamericana que viaja para hacer una antología de “escritoras en vías
de desarrollo” en base a estos criterios:

tú sabes que en realidad


lo que a mí me interesa
es no solo que escriban
sino que sean feministas
y si es posible alcohólicas
y si es posible anoréxicas
y si es posible violadas
y si es posible lesbianas
y si es posible muy muy desdichadas

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Poeta y académico*

Buenas tardes. Mi nombre es Felipe Cussen, y soy poeta y académico. Quiero comenzar
agradeciendo profundamente a Jaime Pinos, Sergio Muñoz y Andrés Urzúa, dueños de casa
de La Sebastiana, quienes hace algunas semanas me permitieron presentarme aquí mismo
como poeta, y hoy como académico.

No me gusta que me llamen poeta, porque suena muy siútico: prefiero escritor. Tampoco me
gusta que me llamen académico, porque suena muy pomposo: prefiero profesor. No sé,
incluso, si me gusta que me llamen crítico: prefiero investigador. A decir verdad, ninguno de
estos términos (poeta, académico, crítico) refleja a cabalidad lo que hago todo el santo día:
contestar e-mails.

Los poetas y académicos sufrimos mucho. Los demás poetas nos acusan de que nuestra poesía
es académica, literatosa, sin experiencias. Los demás académicos nos consideran poco
académicos, y piensan que nuestras investigaciones están guiadas por la intuición poética, y
no por el rigor.

En realidad, los poetas y académicos no sufrimos tanto. Conozco a muchos que se mantienen
activos en la escritura y desarrollan proyectos de investigación, como Fernando Pérez
Villalón, Macarena Urzúa, Matías Ayala, Antonia Torres, por mencionar los primeros que se
me vienen a la mente, y no los he escuchado quejarse al respecto. Es más, yo sufro bastante
poco. Quizás estos berrinches sólo parecen comprobar que “los ricos también lloran”, a pesar
de que tengo la enorme suerte de poder dedicar mi tiempo, cuando no estoy contestando e-
mails, a escribir e investigar.

Dentro de mi difícil vida de poeta y académico recuerdo muchos momentos en los que esta
doble condición trajo como consecuencia intercambios felices, anécdotas divertidas, pero

*
Publicado con el título “Poeta y académico. Una breve autobiografía crítica” en La Calle Passy 061 el 13 de
octubre de 2015, y está basado en una ponencia presentada en el Seminario de Crítica Literaria “El circo en
llamas” realizado en La Sebastiana el 9 de octubre de 2015.
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también malentendidos y cortocircuitos. A continuación, desclasificaré algunos documentos
de mi archivo secreto:

- Hace algunos años, mientras leía el blog “Malasya”, encontré mi nombre citado en medio
de una polémica. Un amable joven de nombre Esteban quiso acudir en mi rescate y comentó:
“a mi me hizo clases cussen en la andres bello. es el mejor profesor que he tenido. como
poeta muy malo eso si”.

- Recientemente, para un concurso de poesía en el que los miembros del jurado


supuestamente habíamos sido invitados por nuestra calidad de académicos, una colega
señaló que la elección del texto ganador por parte mía y de otro de los jurados se debía a
que ambos éramos poetas y nos gustaba la “poesía para poetas”.

- Una vez, en un congreso en Córdoba, presenté a la mañana una ponencia sobre un poeta
chileno muy poco conocido y cuyo nombre parece un seudónimo: Venancio Lisboa. Ese mismo
día, a la noche, presenté una performance en la que yo era un poeta que leía unos poemas
y luego me transformaba en un académico que criticaba esos poemas con un texto
extremadamente alambicado, que había construido con citas de otros artículos académicos.
El efecto de la performance fue que muchos espectadores pensaron, por añadidura, que la
ponencia que había leído durante la mañana también era un juego, y que había inventado al
poeta Venancio Lisboa.

- Muy pocas veces he escritos reseñas o columnas literarias en diarios o revistas. Recuerdo
que los editores siempre me suplicaban que no me alargara demasiado ni escribiera en un
estilo “demasiado académico”. Yo, a su vez, les suplicaba que añadieran a mi firma
“Académico UDP”, porque la universidad en que trabajaba entonces estaba desesperada
porque sus profesores figuráramos en los medios.

- Una revista académica rechazó un artículo mío, entre otros motivos, porque “la calidad
ensayística deja mucho que desear, pues tiene un tono coloquial y desenfadado, el cual da
la impresión de que el texto fue hecho para ser leído en voz alta en algún congreso o coloquio
y no se reelaboró para su versión escrita”. Sí, es cierto que casi siempre mis artículos nacen

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de una ponencia previa, y eso se debe exclusivamente a que me inscribo en congresos para
obligarme a escribir estos textos que, de otro modo, jamás concluiría. En otra evaluación
también me criticaron que, en un artículo sobre Claudio Bertoni, no se distinguiera en
algunos momentos si algunas expresiones eran mías o parafraseos de Bertoni.

- En un par de ocasiones que han citado artículos académicos míos en otros artículos
académicos se refieren a mí como “el poeta Felipe Cussen”.

- En la Universidad de Santiago, donde trabajo actualmente, se evalúa todos los años nuestra
“producción científica”. En mis informes, además de consignar los artículos y capítulos de
libros, he decidido incluir también algunas entrevistas que he publicado. En la carta adjunta
que envié el año 2013 señalé que “dentro de mis publicaciones en revistas indexadas y no
indexadas he incluido algunas entrevistas a escritores que forman parte de mis proyectos de
investigación. Aunque no son artículos, las he incluido allí porque no supe en qué otra
categoría colocarla. Si bien el año anterior estas publicaciones no fueron ponderadas, vuelvo
a insistir que se tengan en cuenta como parte de mi productividad académica, aunque sea
con un puntaje inferior. Como apoyo, quisiera citar los argumentos planteados por nuestro
colega José Santos Herceg en ‘Tiranía del paper: Imposición institucional de un tipo
discursivo’ (artículo ISI publicado en la Revista Chilena de Literatura, nov. 2012, nº 82: 197-
217), quien recoge la discusión actual en el campo de las humanidades respecto a las graves
limitantes del modelo del paper, y el desplazamiento de una serie de formatos de larga
tradición como el ensayo, los diálogos, las cartas y los aforismos”. Mi argumento no fue
considerado por la Vicerrectoría de Investigación, Desarrollo e Innovación.

- El año 2009 fundé la revista Laboratorio, que habíamos ideado junto a Rodrigo Rojas y
Martin Bakero. La revista nació en la Escuela de Literatura Creativa de la Universidad Diego
Portales, cuya malla combina cursos de teoría e historia de la literatura con talleres de
escritura. En su número 0 ya definíamos que su objetivo era “reunir colaboraciones críticas
y creativas en torno a dos ejes: la literatura experimental y la relación de la literatura con
otras artes”. Se desarrollaron cuatro secciones, Investigación, Notas, Diálogos y Creación,
para promover, como efectivamente ha ocurrido hasta ahora, que en un mismo número
confluyeran investigadores, escritores y artistas. La revista ha conseguido algunas

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indexaciones pero fue rechazada por SciELO porque no cumplía con el “carácter científico”:
los evaluadores consideraron que existía un “bajo porcentaje de artículos originales
resultantes de investigación” porque muchos de los artículos correspondían, a su juicio, a
“trabajos de revisión y ensayos” y, además, existía un porcentaje demasiado alto (39%) de
“otras contribuciones (clasificadas en las secciones “Notas”, “Diálogos” y “Creación” de la
revista)”.

- El año 2012 postulé a un proyecto Fondecyt en el que quería vincular ciertas prácticas de
la poesía conceptual y sonora con procedimientos de la música electrónica. Conocí muchos
de los libros que deseaba analizar debido al contacto con numerosos poetas experimentales
gracias a mi participación en el Foro de Escritores y sus redes internacionales. Aún más, ni
siquiera se me habría ocurrido el problema de mi investigación si no fuera por mis estudios
y experiencia musicales, y especialmente por mis conversaciones y obras creadas en conjunto
con el productor Ricardo Luna, quien además ha sido mi profesor del software Ableton Live.
Consideré necesario incluir todos estos antecedentes dentro de mi postulación, y lo conversé
con una colega que integraba el Grupo de Estudios de Lingüística, Literatura y Filología, que
recibe y envía a evaluar las postulaciones. Me advirtió que, de acuerdo a los criterios que
había observado en las conversaciones del Grupo, sería mejor omitirlos pues alguien podría
sospechar que estaba vinculada de manera directa a mi trabajo creativo. Su consejo era
pertinente, pues las bases indicaban de manera explícita que Fondecyt “financia
exclusivamente proyectos de investigación científica o tecnológica” y no “proyectos de
creación artística, recopilaciones, confección de catálogos o inventarios, impresión de libros,
ensayos, traducciones, audiovisuales, textos de enseñanza u otras actividades análogas”.
Finalmente opté por incluir un breve apéndice donde referí de manera muy somera mis años
de estudios musicales. Asimismo, una amiga que colaboró en el diseño del proyecto me indicó
que existía el riesgo de que esta investigación que incluía conceptos como samples, loops,
remix, mash-up, dj, se encontrara demasiado lejos de las expectativas de lo que debe ser
poesía para los evaluadores, probablemente todos profesores de literatura. Para remediarlo,
puse al comienzo del resumen de mi proyecto una cita de Walter Benjamin. El proyecto fue
aceptado y al año siguiente fui invitado a integrar el Grupo de Estudios.

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A muchos estas anécdotas podrán parecerle simples minucias o falsos problemas, pero más
allá de la autorreferencia creo que ilustran con bastante precisión las tensiones entre estos
distintos campos de acción. En gran parte se deben, evidentemente, a los prejuicios sobre
estos roles: muchos poetas acusan a los académicos de estar apoltronados en nuestras
oficinas y fantasean con que nos reunimos todas las tardes a tomar té con Matías Rivas para
conspirar y decidir los destinos de la literatura nacional (yo nunca me he juntado a tomar té
con él; sólo una vez a comer). Y los académicos también caen en lo mismo cuando crean una
imagen del poeta como un ser inocente, hipersensible, y, lo más errado, buena persona.

Si enfocamos la mirada con mayor profundidad en ciertas políticas de investigación


universitaria, es preciso atender un reclamo que cada año toma más fuerza en la comunidad
académica: la impugnación de los métodos y pautas con los que se espera que un académico
del área de las humanidades o las artes diseñe y comunique sus descubrimientos. Hay casos
recientes muy importantes en esta línea, como el libro Cartografía crítica. El quehacer
profesional de la filosofía en Chile, del ya citado José Santos Herceg, o un provocativo
artículo de Diamela Eltit, producto de un proyecto Fondecyt y publicado en una revista ISI,
Taller de Letras, en el que dedica una parte importante a cuestionar la extrema
homogeneidad de los artículos académicos: “es posible concebir un gesto robótico para
configurar un mercado de escrituras que precisamente se sustenten en las marcas más nítidas
para garantizar un consumo masivo sin sobresaltos. Acrítico”. Es fundamental, entonces,
transmitir la necesidad de la escritura como una etapa que forma parte de la investigación
misma. No hacemos un experimento para luego simplemente transcribirlo, pues nuestros
objetos de estudio van mutando precisamente en la medida en que intentamos describirlos
e interpretarlos. Las estrategias retóricas que utilizamos no son caprichos: responden al
modo en que buscamos ser más fieles para transmitir al lector nuestras experiencias estéticas
o reflexivas. Si dejamos atrás el corsé del paper y nos acercamos más al noble modelo del
ensayo concluiremos que la escritura no es un ornamento: es, en sí, un argumento.

También, sin embargo, existe un problema específicamente disciplinario en los estudios


literarios: a diferencia del teatro, la danza, la música, las artes visuales, o la arquitectura,
las licenciaturas en literatura de la mayoría de las universidades (no sólo en Chile sino en
todo el mundo) están enfocadas primordialmente en la teoría y no están vinculadas a la

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práctica. Al conversar sobre esta situación con otros profesores, algunos me han indicado
que no es posible enseñar a escribir poesía y que es aún más difícil evaluarla. ¿Y por qué en
otros programas artísticos universitarios sí se puede? Es más, como ha mostrado
recientemente la actriz, performer e investigadora María José Contreras, existe una
importante tendencia a nivel mundial que promueve investigaciones académicas “cuyas
preguntas o motivaciones sólo pueden ser contestadas mediante la práctica”. En ese sentido,
más allá de que el propio investigador sea o no artista, sí me parece fundamental desarrollar
acercamientos más profundos y complejos a los saberes que forman parte de la práctica
misma de la literatura, dejando atrás esa mirada paternalista que minimiza las opciones y
estrategias de los autores. Un ejemplo que me ha parecido muy atractivo es la tesis doctoral
del lingüista Domingo Román, La poética de los poetas populares chilenos. Esta investigación
nace de un riguroso proceso de aprendizaje de las técnicas y un cambio en sus perspectivas
hacia un tipo de conocimiento aún no validado en la academia: “Darme cuenta de que ellos
sabían tanto o más que uno no resultó ni escandaloso ni peligroso; poder afirmar que en su
práctica subyace una teoría del verso, un vocabulario técnico y una perspectiva poética me
resultó reconfortante y, a decir verdad, lógico”.

En los últimos años de mi feliz vida de poeta y académico he tratado de acercarme a esta
modalidad de trabajo, poniendo en el centro de mi interés las poéticas. Para ello, me
preocupo especialmente por vincular las reflexiones de los propios poetas en sus ensayos o
entrevistas con sus prácticas, y situarlos en el contexto de una determinada problemática
estética, que usualmente trasciende los límites de la literatura o de un determinado idioma
o país. Los límites de este método son fáciles de detectar. No suelo incorporarme a las
discusiones teóricas más amplias que ocupan a muchos de mis colegas académicos y, por
supuesto, corro el riesgo de tomarme demasiado en serio a los poetas. Pero no puedo ni
quiero evitarlo, porque también soy un poeta. Sé que muchos pensarán que en la elección
de mi objeto de estudio se esconde una agenda cuyo fin es promover y favorecer la recepción
del tipo de poesía que deseo practicar. Eso no es totalmente cierto; he investigado sobre
muchos autores cuyas propuestas me fascinan precisamente porque se sitúan en las antípodas
de lo que yo podría hacer. Por otra parte, también creo que escribir sobre Tan Lin, Adachi
Tomomi, Erica Baum, Kristen Mueller, así como volver una y otra vez a Juan Luis Martínez,

15
son modos de incidir no sólo en la discusión académica, sino también de proponer parámetros
distintos en las discusiones de los poetas de nuestro país.

Pero también he cometido errores. En mi afán por hacerme famoso y aparecer en la


televisión, mantuve varios años junto a Álvaro Bisama un podcast sobre literatura y
farándula, y comencé a escribir columnas en diarios y revistas. En todas estas intervenciones
me preocupaba de incluir reflexiones que, a mi juicio, se ligaban de manera profunda a mis
preocupaciones en la poesía. Es más, reuní varios de esos textos junto a otros más
propiamente vinculados a mis pensamientos sobre la escritura en un volumen titulado
Opinología. Para mí, ese libro era indudablemente mi poética. Para todos los demás, fue un
libro sobre televisión.

Sólo me resta agradecer una vez más a los organizadores de este seminario, y pedirles
disculpas que por momentos me haya puesto a hablar como académico, pero a veces me
ocurre. Trataré de que no se repita. Hablaré bonito, como lo hacen los poetas.

16
Cómo no leer*

En Chile, existen dos requisitos básicos para ser considerado un experto en educación: 1) no
haber estudiado pedagogía; 2) no haber hecho nunca una clase a niños. Como cumplo
rigurosamente con estos dos requisitos, en este mismo instante me declaro experto en
educación. A estos dos antecedentes sumo una virtud adicional, pues desde hace años
practico una disciplina que goza de alto prestigio en esta casa de estudios: la opinología.

Desearía fervientemente conocer las recetas para solucionar de una vez por todas los
problemas de la educación chilena, pero mi afán es más modesto. No tengo propuestas
claras, no sé cuáles son sus fortalezas y debilidades, y menos —horror— cómo se podría medir
su impacto. Apenas me conformaré con señalar los límites de algunas ideas preconcebidas
en torno a la lectura de poesía en los colegios y de qué manera obstaculizan una recepción
más profunda y compleja de numerosas prácticas contemporáneas que enfatizan la
materialidad del lenguaje, particularmente su visualidad. Para ello —pido disculpas sin
ninguna culpa— no he consultado a ningún pedagogo, psicopedagogo, bibliotecólogo o
lingüista. He querido convocar, en cambio, a los grandes ausentes en la algarabía de la
discusión educacional: los poetas. No estoy pensando, sin embargo, en aquellos poetas
bondadosos que se esfuerzan denodadamente por replicar el canon de las rimas de la España
decimonónica. Tengo en mente, por el contrario, a una serie de poetas experimentales que,
a pesar de situarse en un campo absurdamente reservado sólo para adultos, han criticado los
modos convencionales de comprensión y enseñanza de la poesía. Sus reflexiones no nos dirán
nada útil ni aplicable en la sala de clases, pero creo que al menos nos enseñarán cómo no
hay que leer.

Comencemos por el equipo local. Antes de convertirse sucesivamente en profesor imaginario,


paleta publicitaria y biblioteca de esta Universidad, Nicanor Parra escribió su famoso poema

*
Publicado en Actas del Seminario Internacional ¿Qué leer? ¿Cómo leer? Perspectivas sobre la lectura en la
infancia (Santiago: Ministerio de Educación, 2013) y está basado en una ponencia presentada en la mesa “Ver
para leer” del Seminario Internacional “Qué leer? ¿Cómo leer? Perspectivas sobre la lectura en la infancia”,
realizado en la Universidad Diego Portales el 6 de diciembre de 2012. En la versión ya publicada se incluye una
pequeña muestra de poemas visuales y libros objeto que ejemplifican lo expuesto al final del texto.
17
“Los profesores”, que se inicia con este alegato: “Los profesores nos volvieron locos/ a
preguntas que no venían al caso”. Estos versos bien podrían ser el epígrafe de este irónico
ejercicio propuesto por Juan Luis Martínez: “Tareas de poesía”.

TAREAS DE POESÍA

Tristuraban las agras sus temorios


Los lirosos durfían tiestamente
Y ustiales que utilaban afimorios
A las folces turaban distamente.

Hoy que dulgen y ermedan los larorios


Las oveñas patizan el bramente
Y las fólgicas barlan los filorios
Tras la Urla que valiñan ristramente.

EXPLIQUE Y COMENTE

1. ¿Cuál es el tema o motivo central de este poema?


2. ¿Qué significan los lirosos para el autor?
3. ¿Por qué el autor afirma que las oveñas patizan el bramente?
4. ¿Qué recursos expresivos encuentra en estos versos?:
“Y las fólgicas barlan los filorios
Tras la Urla que valiñan ristramente”.
5. Ubique todas aquellas palabras que produzcan la sensación de
claridad, transparencia.
6. ¿Este poema le produce la sensación de quietud o de agitado
movimiento? Fundamente su respuesta.

Lo extraño en el poema de Martínez no son las preguntas, sino el tipo de poema al que se le
están aplicando, cuyas palabras son mayoritariamente inventadas. Es ahí donde se produce
el desajuste, pues las preguntas representan la expectativa, incumplida en este caso, de que

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en un poema se puede identificar un tema, unas intenciones, unas figuras, un léxico, y,
además, definir de manera fundada el tipo de sensación que nos provoca. Podríamos
despachar rápidamente este problema señalando que habría toda una tradición (toda aquella
basada en la glosolalia, comenzando desde la antigüedad hasta las prácticas contemporáneas
de la poesía sonora) que queda naturalmente excluida de esa definición de poesía. Pero lo
que reclama Juan Luis Martínez es que reevaluemos la validez de nuestras preguntas.

Estas preguntas, por cierto, podrían aparecer en cualquier texto escolar, y también las
podemos encontrar hoy en los Programas de Estudio del Ministerio de Educación. Por
ejemplo, en las actividades de Lenguaje y Comunicación. Programa de Estudio. Primero
Básico se propone la lectura del poema “Viaje a Concepción” de María de la Luz Uribe seguido
de preguntas como “¿Hacia dónde se dirige la persona que habla en el poema?” y “¿Cómo
son los medios de transporte que se describen en este poema?”. Más adelante, para cursos
como 5º y 6º básico se pretende que el alumno explique “cómo el lenguaje poético que
emplea el autor apela a los sentidos, sugiere estados de ánimo y crea imágenes en el lector”,
y que identifique figuras como las personificaciones, comparaciones e hipérboles, así como
los tipos de rimas y estrofas, aliteraciones y onomatopeyas que “refuerzan lo dicho”. Es
obvio que no tiene nada de malo aprender a identificar todos estos elementos, y, es más,
me encantaría que varios de mis alumnos de pregrado y posgrado fueran capaces de
reconocerlos. El problema es pensar que ése es el punto final del análisis, cuando quizás
debería ser el inicio.

La otra pata de este asunto es el potencial emotivo que se le asigna, de manera casi mágica,
a la poesía. Aunque este afán no está presente en el programa actual del Ministerio, de todos
modos está muy arraigado en las costumbres pedagógicas. En Poesía, mucha poesía en la
educación básica, un libro de Cecilia Beuchat que me parece un aporte importante en el
marco de estas discusiones, se indica que si los niños leen poesía serán “más sensibles a la
belleza, más despiertos en su imaginación, más capaces de asombrarse, más comprensivos
frente a los sentimientos de los demás, y más atentos a su propio mundo interior. En síntesis,
niños más humanos”. Estas expectativas se replican con mayor fuerza en los discursos
institucionales. Basta consultar, como una simple muestra, los veredictos de los últimos
Premios Nacionales de Literatura otorgados a poetas: a Armando Uribe se le entregó por “la

19
característica de su obra, que es el compromiso existencial del hombre frente a la vida y la
muerte”, a Efraín Barquero, por “la hondura, la calidez, la calidad y la coherencia de una
poesía afincada en los sentimientos más profundos y esenciales del ser humano” y a Óscar
Hahn, por “su alta calidad poética, su lenguaje depurado y la belleza, profundidad y
universalidad con que trata los grandes temas del ser humano”. Tampoco me puedo quejar
si una persona se emociona con un poema, pero sí quiero advertir los riesgos de reducir la
poesía a estos buenos sentimientos, pues como advirtió el destacado experto en educación
Mateo Aguilera Concha, quien hoy cursa primero medio, también “hay poesía sin
sentimientos”.

Así, más allá de la caricatura de Juan Luis Martínez, y de mi propio análisis algo apresurado
y muy prejuiciado, los presupuestos del enfoque convencional sobre la enseñanza de la
poesía podrían resumirse de este modo:
1) un poema se basa en un tema o un mensaje que el autor desea transmitir.
2) este mensaje es “reforzado” por una serie de procedimientos formales.
3) el fin último de la poesía es una apelación emotiva al lector.

Sin descartar la utilidad de estos presupuestos para desarrollar y evaluar una actividad en un
curso, o al menos mantener en calma a decenas de adolescentes, quisiera recalcar los riesgos
que observo:
1) la restricción de los distintos tipos de poesía que se pueden utilizar.
2) la simplificación y banalización del proceso de composición de un poema.
3) la disolución de la potencia del poema en sentimientos vagos.

Dicho de otro modo: mi impresión es que pareciera que en el desarrollo de las propuestas
pedagógicas a lo largo de estos años, primero se hubiera diseñado una serie de objetivos y
sus correspondientes plantillas y rúbricas, y que sólo después alguien se hubiera dado la tarea
de buscar poemas que pudieran “calzar”. Pero ¿qué ocurriría si, en cambio, el punto de
partida fuera un análisis más completo de las discusiones y prácticas contemporáneas de los
propios poetas? ¿De qué manera obligarían a cambiar o incluso destruir esas plantillas?

20
Los planteamientos de parte importante de los poetas contemporáneos, al menos en los que
advierto una actitud de riesgo y experimentación, se oponen de manera muy explícita a estas
concepciones conservadoras que, por supuesto, campean no sólo en Chile sino a nivel
mundial. En su ensayo “Sobre lo que no es poesía”, el español José Corredor-Matheos
manifiesta su resistencia a todas las posibles definiciones y expectativas de la poesía, como
conjunto de bellas palabras, musicalidad, buenas intenciones, modo de comunicación, etc.
Después de tantas negaciones, ustedes evidentemente clavarán en mis pupilas sus pupilas
azules y me preguntarán: y entonces, ¿qué es poesía? La respuesta de Corredor-Matheos
resulta desalentadora: “La poesía, como todo arte, es un vacío. No un enigma que haya que
descifrar. El enigma es un nudo que la Esfinge nos propone desatar, y en conseguirlo o no
nos va la vida. Pero la poesía no puede tener una respuesta”. Bruce Andrews, un poeta
norteamericano de características muy distintas, lo explicita de manera más directa: “There
is nothing to decipher./ There is nothing to explain”. Igualmente Jacques Roubaud, uno de
los miembros del OuLiPo, lanza frases para el bronce del mismo estilo: “La poesía no dice
nada. La poesía dice”; “La poesía no es parafraseable./ Lo que dice la poesía no puede ser
dicho de otro modo”; “Si afirmo que la poesía no dice nada, es porque no dice nada que
corresponda a esa clase de cosas que se pueden volver a decir, explicitar, demostrar,
mostrar, insinuar, discutir, comprender, aprender, desaprender, afirmar,/ etcétera./ La
poesía dice lo que dice diciéndolo”. Como se observa, Roubaud no sólo rechaza cualquier
pretensión de intentar reducir la poesía a las respuestas de un cuestionario, sino que además
enfatiza que el proceso de escritura no es simplemente la inspiración o la intención del autor
condimentada con un par de metáforas por aquí y por allá, sino todo lo contrario.

Pero ¿qué ocurre si nos quitan el contenido, si las figuras retóricas quedan colgando de sus
motivaciones y si aparentemente se borra la emotividad de la poesía? Lo que ocurre es que
la cosa se pone interesante, y al fin podemos enfocarnos en lo verdaderamente relevante:
sus condiciones materiales. Y es así que sólo tras esta larga vuelta, puedo acercarme al tema
que convoca esta mesa: la dimensión visual de la literatura.

No sólo en los colegios, como hemos visto, sino particularmente en los departamentos de
literatura en las universidades, se nos ha enseñado a desdeñar esta dimensión en pos del
contenido semántico de las palabras, como acusa Charles Bernstein: “reading habits enforce

21
a kind of blindness to the particular graphic choices of type, leading, page dimension, and
paper, under the regime of a lexical trascendentalism that accords no semantic value to the
visual representation of language”. Por ese motivo, critica fuertemente a quienes consideran
los elementos formales como un simple refuerzo del sentido: “such elements as line breaks,
acoustic patterns, syntax, etc., are meaningful rather than, as she [Forrest-Thomson] has it,
that they contribute to the meaning of the poem”. En su estudio sobre la tipografía en las
vanguardias, la gran especialista Johanna Drucker destaca que han sido los propios poetas,
y no los lingüistas, quienes han puesto de relieve estos aspectos: “The idea that writing,
written forms, possessed their own specific materiality, however, was articulated only by
poets, practitioners, and never by those professionals with an investiment in maintaining the
subordinate, passive role of writing. For linguistics, writing, and its subset, typography, had
no disctinct function. The authority of language resided in its capacity to signify, not its
mutability”. (Entre paréntesis, no deja de ser curioso que quienes estudiamos lingüística y
literatura tengamos cursos de fonética, pero no de tipografía).

¿Qué podemos hacer, entonces, con estas formas de lenguaje que se desmarcan de una
dimensión exclusivamente logocéntrica? ¿Qué tipo de autoridad interpretativa podemos
asumir frente a sus fintas? Conozco escasos proyectos pedagógicos que han intentado hacerse
cargo de estos desafíos, y por eso no quisiera dejar de mencionar al grupo Poció, dirigido por
Glòria Bordons, de la Universitat de Barcelona, quien hace más de una década ha investigado
y propuesto actividades a partir de las distintas modalidades experimentales de la poesía,
particularmente visual y sonora. Uno de sus proyectos es la página web
www.viulapoesia.com, y buceando en ella encontré un poema de Guillem Viladot que ilustra
perfectamente lo que hemos venido hablando: “La poesia no vol dir res”.

A partir de este impulso, pienso en numerosos poemas visuales y libros objeto, que me consta
que no fueron compuestos pensando exclusivamente en lectores infantiles, pero que me
encantaría imaginar en nuestras bibliotecas escolares. Muchos de ellos se ofrecen para ser
manipulados antes que leídos, y en otros ni siquiera es posible descifrar alguna letra. ¿Alguien
podría decirme cuál es el tema o motivo central de estos “poemas”? ¿Qué figuras retóricas
están ocupando sus autores? Para ser sincero, no se me ocurre mucho qué decir. Sé que están
ahí, y que me gustan mucho. Sé que me provocan aquellos “momentos de intensidad” que

22
refiere Hans Ülrich Gumbrecht, que no tienen nada de edificante, en los que “no hay un
mensaje ni nada que realmente aprender de ellos”. No tengo ninguna claridad de qué podría
ocurrir con estos poemas en una clase ni qué tipo de actividades podrían realizarse. Sólo les
puedo garantizar que no sirven para aumentar la velocidad lectora y que dudo que solucionen
nuestros problemas familiares, los cuales, como dice mi madre, son los únicos problemas que
existen. Sé que no hay que proyectar en ellos nuestras ansias de sentido. Y sé también cómo
no hay que leerlos.

Si hay un gesto —político, me atrevería a decir— que encarnan estos poemas es su resistencia
absoluta a la literalidad y el utilitarismo. Y precisamente lo que me gustaría defender y
reivindicar hoy para nosotros, como lectores, es nuestro derecho a no responder las
preguntas que no vienen al caso, nuestro derecho a guardar silencio.

El resto, se lo dejo a los expertos en educación.

23
Los escritores deberían ver más tele para tomar conciencia de su nula

importancia en la sociedad. Entrevista con Alejandro Jofré *

¿Cuál es tu definición de la poesía experimental?


Me tomó varios años escribir un ensayo en el que pude ordenar más o menos mis ideas sobre
poesía experimental, y llegué a una definición bastante general: sería aquella poesía “que
asume como estrategia principal la manipulación mediante distintos procedimientos
(combinatoria, fragmentación, superposición, etc.) de las distintas dimensiones del lenguaje
(su materialidad y sus soportes)”.

Es una estrategia que, a mi juicio, debería estar presente en cualquier arte que no quiera
limitarse simplemente a comunicar obviedades, sino a hacerse cargo de todas las
posibilidades y resistencias que le ofrece el soporte que está utilizando. Para alguien puede
parecer que mi interés por defender y difundir este tipo de obras es excesivo o innecesario,
pero en gran medida nace del intento por permitir que estas obras puedan ser mejor
comprendidas, sin prejuicios ni tampoco entusiasmos ingenuos.

Cristián Warnken decía en una columna que “estos no son tiempos propicios para la
gratuidad en cualquiera de sus formas”. Desde ahí la pregunta: ¿qué es Cumshot y por qué
regalar esas obras?


Cumshot es una iniciativa nacida a partir de dos intenciones: por una parte, poder difundir
algunos trabajos verbales, sonoros y visuales que usualmente caerían en la categoría de lados
B o miscelánea, y que suelen quedar en un lugar más oculto respecto a las “grandes obras”.
Considerando que serían obras de más difícil difusión, nos interesó pensarlas siempre como
descargas digitales. Por otra parte, también nos preocupó mantener el carácter simplemente

*
Publicado en Pániko el 1 de octubre de 2012. Ésta y las dos entrevistas siguientes fueron realizadas a partir de
la publicación de Opinología.
24
gratuito de esta editorial, algo que fuera sólo por gusto, que no nos implicara ni ganar ni
perder plata a nosotros ni a los autores.

En la vida real trabajo como investigador y profesor en una Universidad, y en los últimos
años se nos ha intentado presionar con una serie de medidas para que seamos “productivos”
(sic), que nuestras publicaciones tengan “impacto”, etc. Se espera, en definitiva, que nos
convirtamos en una máquina de hacer salchichas o, como señala mi colega José Santos en un
ensayo, que seamos como una “mini pyme”. Por eso ha sido muy liberador desarrollar este
proyecto sin objetivos, sin expectativas, sin plan de negocios ni nada. Siento que lo que más
tiene sentido hoy es derrochar energía, dejar de aprender las cosas aprendidas, hacer cosas
sin saber por qué: que lo que se supone que uno ha “invertido” dé resultados imprevistos.
Esa es mi política, y, como siempre, estoy de acuerdo con Warnken.

En la artesanía que es la música chilena algunos artistas regalan su música y consiguen


masividad para llenar sus conciertos. ¿Qué gana un escritor que reparte sus textos por
Internet? Te propongo algunas alternativas:
a) Acabar impreso en una antología titulada como libro de autoayuda.

b) En algún estado emo publicado en el Facebook de fanáticos que creen explicar la
vida propia a través de una frase.

c) Prensa.

d) Un cargo académico.

e) “Escribir es resistir”.

En países como Estados Unidos, es muy frecuente que a un escritor lo inviten y le paguen por
hacer recitales de poesía, como quien hace una conferencia. Hace unos meses, en el Bowery
Poetry Club, fui a una lectura y había que pagar entrada, y lo encontré alucinante. En Chile
eso no es existe, y en alguna medida es injusto, porque no se considera que una lectura
puede tener ese valor. Pero gran parte de la culpa la tienen los mismos poetas, quienes
hacen pésimas lecturas, en actos que son muy pobres desde un punto de vista performativo.
Es difícil, entonces, que un escritor vaya a ganar algo publicando gratuitamente, aunque
quizás le toque una que otra invitación más a leer gratis en un bar. Sí creo que es posible
obtener mejor difusión y prensa, pero no tengo claro, por ejemplo, si actualmente algún
25
crítico de un diario consideraría reseñar un libro publicado solamente en formato digital.
Para un cargo académico, este tipo de publicaciones tienen cero valor, pues sólo importan
los artículos publicados en revistas académicas indexadas, que sí suelen estar disponibles en
Internet, pero que nadie lee. Lo que sí se gana, en definitiva, es que el proceso de edición
es más sencillo, y puedes dedicar ese tiempo a otros asuntos más entretenidos. También la
distribución es más azarosa, porque permite que el libro llegue a personas que no te conocen
para nada. Puede, incluso, que lo llegue a leer alguien que no sea tu mamá.

¿Qué te gustaría que pasara luego de publicar Opinología gratuitamente?


Que me entreviste Tomás Cox en “Cara a cara” y me pregunte: ¿Quién es Felipe Cussen?

Opinología manosea la idea “Chile: país de poetas”. ¿De dónde viene esa frase casi
mitológica y por qué la desacreditas?


No tengo idea a quién se le ocurrió, pero la desacredito porque es simplemente un cliché.


Es como ahora que le dieron el Premio Nacional a Óscar Hahn, y decían que sus grandes
temas son el amor y la muerte, que es lo mismo que decían cuando se murió Gonzalo Rojas,
y es la misma idiotez que repiten siempre acerca de todos los poetas. El gran problema con
los clichés es que son siempre muy poderosos.

¿Es la poesía la mejor manera de quedarse callado?

Esa frase la dije hace 10 años en una lectura en París, en la que participamos varios poetas
que entonces vivían en Europa, y se me ocurrió más que nada como una frase que sonaba
bien, una frase para el bronce. Más encima, en esa lectura habló después Jodorowsky, para
quien la poesía pareciera ser la mejor manera de hablar sin parar. Pero luego rescaté la frase
para un ensayo pensando también en lo que decía más arriba: ocupar las palabras no para
decir algo, sino para no decir nada.

Otra idea de Opinología es la importancia de la televisión para escribir. ¿Por qué los
escritores deben ver más tele?


26
En una entrevista que me hizo Vadim Vidal, le contesté: “para que se den cuenta que hay
gente que sufre más que ellos, como Roxana Muñoz”. Ampliándolo, creo que los escritores
deberían ver más tele para tomar real conciencia de su nula importancia en la sociedad. A
veces creen que sus pequeñas peleas son lo más relevante que está ocurriendo en el mundo,
y la tele sirve para quitarle importancia a cualquier cosa que a uno se le ocurra. Eso ayuda,
en definitiva, a dejar de pensar que lo que uno escriba o deje de escribir vaya a cambiar la
historia de la humanidad, y creo que tomar conciencia de eso es un paso necesario para
poder escribir en serio.

¿Quién es el mayor poeta de la televisión abierta sin proponérselo?


Desde un punto de visto retórico, admiro profundamente al cura Hasbún, quien me parece
capaz de desarrollar las ideas más delirantes con una argumentación impecable y seductora.
Considerando, en cambio, la capacidad de provocar, me parece que Felipe Avello es por lejos
el más talentoso: sus performances en “SQP” son completamente amorales y anuladoras.
Cuando están todos opinando de manera aparentemente razonable sobre, por ejemplo, la
aparición de un pezón en un programa de baile, una intervención de Felipe puede convertirse
en una especie de sopapo mágico que chupa todo el universo farandulero. Se produce una
suspensión radical del sentido.

¿Cuál es el mejor verso libre que has oído en televisión o el acto poético más memorable? 


Me fascina el lenguaje con que hablan los carabineros en la tele, cuando explican los motivos
de un accidente o un crimen, por ejemplo. Es un lenguaje muy codificado, impostado y
sobreexplicativo. Hay un verso de esos muy absurdos que ocupé para un libro: “La muerte
fue irreversible”. Me encantaría escribir muchos poemas como carabinero.

¿Qué es peor: un “intelectual” que mira televisión como un placer culpable o uno que critica
los programas sin verlos?


Creo que no hay nada peor que alguien que critica algo sin conocerlo, ya sea una novela de
mil páginas o un infomercial.
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¿Es la poesía chilena parte de esa ensoñación trendy de usar bicicleta como medio de
transporte, apilar libros de la editorial Anagrama y escuchar britpop?


Sí, pero en versión degradada. Respecto a otras áreas, en la poesía es todo menos taquilla,
más chico, y más fome.

¿Es el principal atributo del poeta chileno ser sobre todo emo?


Creo que sí. Aún existe un modelo de poeta maldito o romántico que resulta atractivo para
muchos. Es como si existiera una relación directa entre la cantidad de sufrimiento y la
calidad de la poesía que escriba. Pero además he notado últimamente que para muchos
poetas jóvenes la poesía es una especie de actividad social, como un carrete constante.
Parece que es como ser skater.

El lugar común de la poesía chilena podría estar en la rabia de la Mistral, las pausas de
Neruda, lo dandy de Huidobro, lo visceral de De Rokha, en una performance de las Yeguas
del Apocalipsis o Zurita haciéndose una paja. ¿Qué es realmente lo más transgresor de la
poesía chilena?


Creo que los dos escritores más transgresores en la literatura chilena han sido Juan Emar y
Juan Luis Martínez. Ambos me parecen un excelente ejemplo de subversión, rigor,
provocación, excentricidad y mucho sentido del humor. Creo que la literatura chilena sería
muy diferente si se leyeran en serio.

¿A qué autor chileno convencerías de publicar un texto inédito en Cumshot? 


Al secreto mejor guardado de la narrativa chilena: Roka Valbuena.


¿A quién por ningún motivo publicarías?


No me gustaría pensar en nadie a quien a priori no publicaría. Muchas veces me ha pasado


que escritores que creía que no me gustaban para nada tienen también otras obras que me
interesan.
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¿Qué es lo peor que han dicho de ti?


No sé si han dicho muchas cosas de mí, pero me imagino que para varios soy alguien que se
las da de chistosito con la tele o que está muy engrupido con las cuestiones experimentales,
y me da lo mismo porque es bastante cierto. Lo que me apesta es cuando creen que, por el
hecho de hacer clases, soy un “poeta académico”, porque precisamente lo que trato de
hacer como académico es alejarme del canon y desarmar lecturas conservadoras. Es más,
creo que estudiar e investigar me ha ayudado a ser mucho menos mamón que varios de los
que hacen esas críticas. Más encima, pareciera que la expectativa que tienen los poetas
chilenos de un académico es que lo único que debería interesarle es la poesía chilena, que
es un eufemismo para decir que sólo deberíamos dedicarnos a reseñar sus libros de manera
favorable.

Sí me gustaría rescatar lo mejor que alguien ha dicho de mí. Mateo Aguilera Concha, el hijo
de una amiga, estaba en clases de literatura en el colegio y su profesor dijo que la poesía
era un género literario caracterizado por la expresión de sentimientos. Él levantó la mano y
dijo que su mamá era amiga de un poeta sin sentimientos. Cuando me lo contaron, lloré de
emoción.

¿Y qué es lo peor de ti que todavía no se dice? 


Respecto al ámbito de lo que discuto en Opinología, tengo tres autocríticas muy marcadas
que perfectamente alguien las podría recoger. Primero, que soy muy categórico para criticar
a otros, pero en el fondo soy un cobarde y si me encontrara directamente con ellos igual
trataría de hacerme el simpático. Segundo, que aunque me las doy de relajado y desapegado,
soy tanto o más egocéntrico y narcisista que los demás escritores. Y tercero, que soy muy
culposo. Siento culpa hasta de sentir culpa.

29
El primer riesgo que me interesa correr es precisamente que una palabra

no diga lo que pienso. Entrevista con David Bustos *

Felipe, una cosa que lamento es que este libro esté en PDF, ya que me habría encantado
leerlo en papel y siento que era necesario ese gesto, porque esa idea del libro que pasa en
mano en mano y que conforma cierta intimidad con el lector se pierde al estar frente al
compu. Tu libro Opinología es 100% disfrutable, pero parece que antes hay que llorar un
poco porque la pantalla del computador puede ser cruel con el lector. Entonces mi pregunta
es ¿por qué sale este libro en este formato y cómo se gesta? 


La primera idea de este libro surgió cuando tuve que presentar una conferencia sobre mi
propia poética en un congreso de poesía experimental en Montevideo. Luego de escribirla, y
conversando con Martín Gubbins comencé a darme cuenta que varias de estas ideas tenían
que ver con otros textos sueltos que había escrito antes. Además, tenían mucho valor para
mí porque estaban íntimamente relacionados con mi investigación para mi larguísima tesis
doctoral (sobre el hermetismo en la poesía europea), pero aquí los podía desarrollar con más
ironía y flexibilidad, desde una perspectiva personal. Pensé en juntarlos y armar un libro
para una nueva serie de libros de formato bien sencillo que haríamos con el Foro de
Escritores, pero luego no seguimos. Tiempo después conversamos con Álvaro Bisama sobre
una posible línea de fanzines, y también iría ahí, pero no salió. Y hace poco más de un año,
me junté con mi amigo Jofré, editor de Pániko, a quien había conocido porque estaba
obsesionado con entrevistar a Javiera Mena, y nos propusimos crear esta editorial. Ha sido
fantástico trabajar con él, porque además de sus inmensos talentos tecnológicos, no tiene
ningún tipo de engrupimiento con la literatura, ni se las de artista, ni nada. Nos propusimos
entonces crear una editorial de textos, imágenes y sonidos absolutamente gratuitos, donde
ni siquiera hubiera que inscribirse para descargarlos, sin mail de contacto, nada. Buscábamos
especialmente poner en circulación aquellos proyectos que no siempre caben en las
editoriales, los lados B, los EP, las recopilaciones, etc. Ya hemos publicado a Antonio Díaz
Oliva, Daniel Hidalgo, John M. Bennett, Martín Gubbins, Patricio Mena, Richi Tunacola y

*
Publicado en Escritores y poetas en español el 13 de diciembre de 2012.
30
PapaNegro, y tenemos varios títulos en carpeta para formar un catálogo muy excéntrico y
entretenido.


Opinología calzaba muy bien en ese formato, porque era un libro cuyo material estaba casi
todo publicado previamente, pero al que yo quería darle una unidad. Sé que para muchos
puede ser sólo un libro sobre farándula, pero en realidad esa es la máscara, porque es
básicamente una poética que puede armarse a partir de sus fragmentos. Como es un libro
breve, y no requería un soporte demasiado específico, creo que no se resiente por el hecho
de estar sólo en PDF. Es más, creo que este soporte realza su carácter volátil y caprichoso.
No tengo una visión demasiado romántica de los libros impresos; me gustan mucho, pero no
creo que sean la única posibilidad para leer. Y me encanta que el proceso de lectura no sea
íntimo, sino más abierto: hasta ahora ha circulado por mails, Facebook, Twitter, blogs, se
van sumando comentarios, y creo que así se puede activar mejor su potencial polémico.

Quisiera que habláramos de algunas reacciones de poetas mayores y de trayectoria


reconocida, que frente a algunas performances del Foro de Escritores, han coincidido en la
misma crítica, que lo que estaban escuchando “no era poesía”. Quisiera que plantearas una
opinión respecto a esas posiciones más conservadoras y reaccionarias, pensando que incluso
para algunos ser poeta o escritor “experimental” es una coartada que elude mediante la
forma y la excentricidad cierto compromiso político y emocional con los motivos recurrentes
de la lírica.


Varias veces, en lecturas del Foro o en publicaciones en internet ha habido críticas por parte
de poetas mayores, pero la verdad es que también otros poetas de larga trayectoria, como
Gonzalo Millán, Elvira Hernández, Cecilia Vicuña, Soledad Fariña o Carlos Cociña, o incluso
de otros países, como William Rowe, Hugo Gola, Eduardo Milán, Reynaldo Jiménez, han
mostrado su interés e incluso han colaborado con nosotros. También ha ocurrido que a
algunos poetas jóvenes les gusta lo que hacemos y a otros no. Todo eso lo tomo sin ningún
problema, pues es obvio que no a todo el mundo le puede gustar lo que hagamos. Lo que sí
encuentro bastante absurdo es la obsesión de algunos por determinar si algo “es poesía” o
“no es poesía”. Quienes suelen decir “esto no es poesía” sólo demuestran sus enormes
lagunas en cuanto a la historia de la poesía. Las tradiciones de poesía visual, poesía sonora,
31
performances, etc. (aunque fuera con distintos nombres y en contextos culturales muy
diversos) son muy ricas, y creo que, al menos en el caso del Foro de Escritores, siempre nos
ha interesado mucho estudiarlas y rescatarlas. Es en ese sentido que me defino como un
“tradicionalista”.


Un par de veces me ha pasado que, en lecturas en que combino textos en voz alta con uso
de samples y efectos, el público estaba atento mientras me veía leyendo, pero apenas
comenzaban los ruidos lo tomaban como música ambiental y no pescaban. Claramente, ellos
entendían como “poesía” a un tipo leyendo, y como “no poesía” a alguien que ocupaba
sonidos vocales mediante una máquina. Otros me preguntaban si, más bien, lo que estaba
haciendo era música electrónica. Pero ¿de verdad importa si eso es poesía o no? ¿Va a cambiar
el tipo de obra sólo porque le pongamos una etiqueta u otra? ¿Y por qué nuestras expectativas
dependen tanto de eso? A mí ya no me interesa en lo más mínimo ese tipo de certificaciones.
Últimamente me gusta ocupar categorías más secas y sin ninguna aura especial: texto,
sonido, etc. De ese modo, dejo de pensar en las diferencias entre géneros y disciplinas, y
me puedo enfocar derechamente en la materialidad y los soportes. Y es precisamente en ese
lugar donde considero que se juegan las emociones, las provocaciones, las subversiones. Hay
muchos ingenuos que creen que basta con decir “oh, el neoliberalismo es muy malo” y se las
dan de poetas políticos. Yo pienso, en cambio, que ese lenguaje puramente declarativo no
implica ningún riesgo, pues implica un uso de las palabras idénticamente conservador (fijado,
transparente) al de aquellos a los que supuestamente se pretende criticar. El primer riesgo
que me interesa correr es precisamente que una palabra no diga lo que pienso, que se abra
a otras dimensiones. Experimentar con el lenguaje no es una excentricidad ni un desvío, es
un internamiento en el núcleo mismo de los problemas.

Felipe, quisiera detenerme en el caso de la oblicuidad en el lenguaje. Personalmente


simpatizo por la escuela de los poetas del lenguaje (L=A=N=G=U=A=G=E); dadas las
circunstancias históricas y sociales y el estado de salvajismo del neoliberalismo, un producto
cultural como la poesía debería inquietar y caminar a contracorriente de las lógicas del
consumo que pregona el mercado. Desde esa perspectiva entiendo la experimentación. Nace,
según creo, como una necesidad de reaccionar políticamente. El rótulo de las vanguardias o
de obras más abiertas siempre ha aparecido bajo un contexto político apremiante, pienso

32
por ejemplo en el mismo grupo de la Avanzada en Chile o el caso de Brasil. Es cosa del releer
el manifiesto Antropófago de 1928 de Oswald de Andrade, ahí las fuentes explícitas de
inspiración son el Manifiesto Comunista, Freud y Breton, con la recuperación del elemento
primitivo en el hombre civilizado. Mi pregunta es ¿sería posible hoy crear una obra con
aspiraciones experimentales sin que tenga una lectura crítica del estado sociopolítico del
país y Latinoamérica?


Sí, creo que es posible crear una obra con aspiraciones experimentales que no
necesariamente haga una lectura crítica del contexto político. No descarto que se puedan
escribir excelentes poemas para alabar el neoliberalismo. Es más, pienso en autores que me
atraen mucho, como Marinetti o Pound, o incluso en una figura más cercana y problemática,
Paulo de Jolly, que en vez de oponer su resistencia a Pinochet pretendía entregarle consejos
para gobernar a partir de la figura de Luis XIV. No simpatizo en lo más mínimo con las
ideologías de estos personajes (como tampoco simpatizo con muchos izquierdistas bastante
azumagados), pero ello no impide que valore y me sienta provocado por sus escrituras.
Evidentemente, me resulta muy atractiva una propuesta como la de los L=A=N=G=U=A=G=E,
a los que he seguido con mucho interés en los últimos años, quienes son capaces de convertir
el aplastante estado de las cosas en un aliciente para una renovación estética. Igualmente
me encanta Oswald de Andrade, que con su humor e ironía demuestra de manera categórica
que Breton, Freud y Marx eran unos tontos graves. En todos estos casos, en definitiva, lo que
me atrae es que un buen poema siempre va a exceder sus contenidos y sus motivaciones, ya
sean las ganas de protestar o un atardecer siútico en la playa.

Aquí, sería bueno que nos detuviéramos en el humor, que pienso es una de las armas con la
que trabajas. Hay un humor visceral, que proviene más bien del absurdo, otro más paródico
y otros con una vertiente más irónica. ¿Crees que lo experimental y el humor se topan en
algún área? 


En mi escritura, mis investigaciones e incluso mis apariciones como opinólogo, intento


combinar siempre algo de humor absurdo, con ironía y una cierta inocencia. Me gusta ese
punto de partida, pues al lector no le queda claro si estoy hablando en serio o no, y lo obliga

33
a tener que cambiar de perspectiva continuamente. Todo esto tiene que ver, en definitiva,
con una de las virtudes que más valoro: la flexibilidad, la ausencia de dogmatismos. 


Creo que esa actitud está ligada a una manera bastante dispersa de moverse, que es el modo
en que yo he ido picoteando un poco por aquí y otro poco por allá, pero que además se suma
al intento por quitarle el aura “vanguardista” o “hermética” a las prácticas experimentales.
Eso no quita, obviamente, que haya muchos poetas experimentales que fueron
profundamente “graves”, serios, rigurosos, a la hora de desarrollar sus proyectos, y que
llegaron a resultados fascinantes; pienso, por ejemplo, en los concretos brasileños, en donde
todo estaba muy estudiado y planificado. El problema era cuando trataban de ser chistosos,
porque no les resultaba mucho.

Otra cosa que me llama la atención de tu libro es una entrevista de Ernesto González
Barnert, donde te pregunta ¿qué ha significado para ti la poesía? En tu respuesta pones en
el mismo lugar los programas de farándula, la música y la poesía. Ese acto
antifundamentalista o contraurático, me interesa explorar, porque pienso viene un poco de
la idea de combinar cosas que son reprobables de mezclar. Me gustaría que hablaras acerca
de ese dispositivo, que vulgarmente podría llamarse “cagar fuera del tiesto”.


La poesía no ha sido lo más importante de mi vida, ni mucho menos. Simplemente me parece


un acto de honestidad básico plantearme como un sujeto al que le gusta leer, escuchar
música y ver tele, entre muchas cosas más, sin ninguna culpa. Ni siquiera pretendo ser
provocador, porque la mayoría de la gente es así. La diferencia es que al menos he intentado
no separar estas dimensiones, sino mezclarlas, porque creo que se pueden encontrar cosas
entretenidas en todas partes.


Antes escribía mucho a partir de citas de otros, y me encantaba ocupar declaraciones de


personajes de farándula, libros de autoayuda o citas antiguas. Por esos años, además,
investigué en los dos libros “almanaque” de Julio Cortázar, La vuelta al día en ochenta
mundos y Último round, pero luego para mi tesis de doctorado trabajé sobre autores tan
densos como Góngora, a quien reprobaban por mezclar elementos altos y bajos, y Mallarmé,
quien escribió versos de circunstancia en abanicos, fotografías o huevos de pascua. Muchos
34
escritores contemporáneos que me encantan se caracterizan por la misma actitud
desprejuiciada: Sarduy, Puig, Perlongher, Aira y tantos otros.
Por eso, he tomado como
divisa una de las máximas de mi amigo Sebastián Schoennenbeck: “la coherencia no tiene
estilo”.

En tu libro Opinología respondes o reaccionas ante un artículo escrito por Cristián Warnken
(“Me pongo de pie”). Tu artículo “Flaco Favor” apunta a varias cosas interesantes, una de
ellas es el cliché de que Chile es un país de poetas y otras acerca del lenguaje, en que
Warnken expresa que hoy existe una especie degradación del lenguaje “el garabateo
desatado el balbuceo vago e impreciso”. La queja del artículo original va por el lado de una
reivindicación romántica del poeta y por el tuyo una especie de molestia por la cantidad de
lugares comunes que Warnken pone en juego. Sin embargo, creo que lo que hay detrás de
todo esto es una discusión acerca de las políticas culturales del país, respecto al tema de la
lectura y el diseño de un modelo de cultura. Está claro que dentro de las disciplinas
artísticas que hoy al gobierno le interesa promover, no se encuentra la poesía, pero sí el
cine o las artes escénicas, porque según afirma el mismo ministro Cruz-Coke, el desarrollo
de estas disciplinas tendría que ver con exportar una imagen país, lo que podría estar más
cerca de la publicidad, pienso, que del arte. Por tanto, dentro de la literatura, la poesía
sería el género menos plausible a capitalizar dentro de la bolsa de valores de la cultura. 
¿La
poesía tiene o tendría algún papel dentro de la construcción cultural de un país? ¿Y se puede
desde la poesía hablar de una suerte de identidad nacional como afirma Cristián Warnken?


Antes de responder tus preguntas, quisiera señalar un par de cosas. Primero, desde un punto
de vista estrictamente práctico, estoy de acuerdo con que se destinen mayores fondos a
disciplinas artísticas como la música, el teatro o el cine, que requieren importantes recursos
humanos y tecnológicos para poder funcionar. Sé perfectamente lo difícil que resulta ahorrar
durante mucho tiempo para poder comprar un instrumento musical, y nunca he tenido un
problema similar para sentarme a escribir. Segundo, el año pasado conocí personalmente a
Cristián Warnken, y aunque mantengo todas y cada una de las críticas que le he hecho, debo
decir que me pareció un tipo muy amable y educado, y genuinamente interesado en el
desarrollo cultural. 


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Ahora bien, más allá de que no entiendo muy bien qué sería o para qué serviría la poesía
como una forma de construcción cultural, sí es evidente que muchas personas encuentran
en ella, y en otras manifestaciones, una especie de sustento anímico o espiritual. Me alegra
que la poesía pueda servir como aliciente para profundizar su amor a la patria, sus ideas
políticas, o la convicción de que los poetas de Valparaíso, Concepción o Chiloé son los
mejores de Chile. Pero lo que a mí me pasa es que la poesía sólo sirve para dispersar las
ideas y disolver las seguridades. Ése es, a mi juicio, su verdadero aporte.

La mala distribución sistemática de la riqueza, la aceptación de la pobreza como el precio


aceptable que pagamos por los beneficios de nuestro éxito económico y el hecho de que
parece que gastamos más dinero en encarcelar personas que en educarlos: según Charles
Bernstein, los efectos de este encarcelamiento dominan nuestro lenguaje, la gramática de
nuestras vidas cotidianas, y las metáforas que utilizamos para responder al problema. La
poesía puede no ser capaz de redistribuir la riqueza, pero puede abrir una vía —para decirlo
de nuevo— de representar los problemas que pueden cambiar el modo en que respondemos,
e incluso mantenernos respondiendo. Desde el punto de vista político, nunca es sólo lo que
debe ser hecho, sino también la formulación y reformulación de los temas: ya que el
“mismo” problema representado de una manera, se vuelve un problema diferente cuando
se representa de otra. Desde ese punto de vista, Felipe, ¿dónde sitúas tu escritura y cuáles
son las diferencias principales, que según crees, existen con la escritura o poesía más
referencial?


No me atrevo a comentar mucho el diagnóstico de Bernstein porque no soy cientista político


ni tengo pretensiones de serlo, pero obviamente valoro el énfasis que pone en los aspectos
formales, pues es en la sintaxis, en las palabras mismas, donde se juega cualquiera de estas
luchas, o, como decía Maiakovski: “sin forma revolucionaria no hay arte revolucionario”. De
todos modos, me parece ingenuo querer iniciar un cambio a partir de un poema, y prefiero
dar muestras de mi compromiso político votando en las urnas.


Respecto a mi propia escritura, me cuesta bastante situarme dentro de estas coordenadas


porque los últimos años he sido bastante inconstante e irregular. De todos modos, nunca me
he sentido cercano a los paradigmas de la escritura referencial, incluso desde lo más básico:
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no sé por qué, pero me resulta prácticamente imposible ponerle nombre a un personaje en
un cuento, o nombrar una calle o un año, menos un hecho histórico. No creo que sea posible
transmitir mucho mediante esas marcas, o no me parece que lo que se podría transmitir sea
algo relevante. Creo que busco algo que se encuentra en un plano más tímido del lenguaje.

En Opinología hay un artículo que titulas “Buum!” que parte hablando del tratadista Hubert
Le Blanc, recoges una frase que hace eco en tu trabajo, y que refiere a los límites de la
viola, digamos que habla de aquellos que escudan su incapacidad detrás de este
instrumento. Luego haces una analogía con la literatura y su estado actual, haciendo de
alguna forma una crítica a aquellos que pregonan la pérdida de valor de los libros y que
hablan de su escasa capacidad de comunicación en el lenguaje. Entonces señalas que son
escasos los autores (intérpretes) los que se dedican a explorar en los territorios de riesgo.
Cuáles crees tú son los territorios de riesgo hoy en Chile para la literatura y si podrías
entregarnos ejemplos concretos.


Muchas veces, cuando se habla de experimentación o de los límites del lenguaje, se habla
en términos demasiado esquemáticos o absolutos, como si hubiera apenas una única
dimensión para experimentar. Creo, al contrario, que los flancos son muy diversos y que
además no tiene sentido pensar que la única manera de investigar es llegar hasta el fondo
de una técnica, pues a veces, a medio camino, o en la mezcla con otras, también pueden
ocurrir cosas muy interesantes. En ese sentido, comienzo por destacar una zona de riesgo
que aparentemente sería todo lo contrario, que es el rescate de formas tradicionales, como
lo que hacen Rafael Rubio y Juan Cristóbal Romero. Ambos son muy rigurosos y no andan
blufeando, pero además su apuesta es muy jugada al atreverse a ser vistos como pasados de
moda o conservadores, cuando en el fondo creo que ellos son muy inteligentes para subvertir
o al menos complejizar los modelos en los que se basan. En lo que no estoy de acuerdo, eso
sí, es que se pretenda que éste es el único tipo de poesía que debería practicarse. Por otra
parte, me gusta mucho el tono frío, impersonal de Elvira Hernández, Carlos Cociña o Gustavo
Barrera, que se alejan casi por completo de los parámetros tradicionales de lo “lírico”, al
igual que Andrés Anwandter, Kurt Folch y Víctor López. También me parece relevante el
“Neoconceptualismo” de Carlos Almonte y Alan Meller o los vínculos que establece Carlos
Soto Román con la poesía conceptual norteamericana. En otros registros, sigo con mucha

37
atención a Marina Arrate o Rodrigo Gómez, más cerca de lo que en otras partes se entiende
como neobarroco. Me atrae el tono exacerbado de David Añiñir y Juan Carreño. No se me
ocurre cómo calificar a Yanko González, pero lo admiro mucho. Y en cuanto al trabajo con
el sonido, me atrae lo que ha hecho Paula Ilabaca con las repeticiones en La ciudad lucía,
así como Martín Gubbins, Martín Bakero, Anamaría Briede y Gregorio Fontén derechamente
en la poesía sonora. También en ese ámbito me interesa lo que está haciendo Fernando
Pérez, en particular porque se la está jugando constantemente por probar formatos muy
distintos, del mismo modo que valoro que Bertoni insista en escribir siempre igual y que
parezca que no escribe poesía. Y no puedo dejar de mencionar obras narrativas que
comparten este espíritu, como las de Cynthia Rimsky, Eugenia Prado o Matías Celedón, que
utilizan imágenes o enfatizan los diversos elementos visuales. De cualquier modo, me
importa un rábano que todos ellos sean chilenos o de cualquier parte. Sus obras me interesan
tanto como las de Luis Alvarado, Pablo Katchadjian, Anne-James Chaton, Zac Schomburg o
Caroline Bergvall, cuyos libros me han resultado particularmente provocativos durante los
últimos meses. Los territorios de riesgo son bastante más anchos que los límites geográficos,
a Dios gracias.

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Soy ajeno a una visión pura de la literatura. Entrevista con Nicolás Lazo

Jerez*

Ya en el título de tu libro se anuncia la presencia de la televisión y la farándula —televisiva


y literaria— como un referente importante. Sin embargo, ¿existe algún motivo particular
para la elección de un término que se instaló entre nosotros a partir de un equívoco?

Este término no se ocupa en otros países, en Chile tiene un uso bien específico. Estuve fuera
entre el 2001 y el 2004 y me perdí años maravillosos para la tele porque fue cuando partió
Protagonistas de la fama (2003). Siempre he sentido no haber estado en esos años. Algo que
apareció entonces fueron los opinólogos, imagen que me pareció chistosa. Además, tenía
hartas ganas de situarme fuera del espacio más típico en que me muevo, que es el de la
academia, donde hay que tratar de mantener un tono lo más neutro posible, y también el
ámbito de la crítica literaria, que he hecho de manera intermitente. Por un lado, quería
aprovechar la oportunidad de hablar con más soltura y mezcla de temas y, por otro, con una
perspectiva más cercana a la creación poética —si es que existe esa palabra tan siútica— más
que desde la crítica. Quería darme la oportunidad de combinar lo que uno hace con lo que
critica. La idea era dejar clara la posición: esto son opiniones, son cuestiones más gratuitas
que tienen el valor de una mayor flexibilidad, más humor, más ironía.

En el “Cuestionario de Vadim Vidal” señalas que la tele te permite “flexibilizar tus


perspectivas”. ¿Existe algún recurso formal y/o tema televisivo que hayas incorporado a tu
trabajo académico o bien a tus creaciones?

Parte importante de las cosas que he escrito nace a partir de citas ajenas. Esas citas no han
sido siempre literarias, sino documentos personales de alguien o bien sacadas de la tele o
las revistas. Ahí ya hay una constante intromisión. A fines de los ‘90 y comienzos del 2000,
ocupé mucho de la tele y la farándula chilena y española e intenté incorporar frases que
fuera de su contexto tenían un valor muy raro. Eso me gustaba mucho: estar atento a esas

*
Publicado en Letras en línea el 3 de abril de 2014.
39
frases para el bronce que aparecen en los programas. En lo otro en que me influyó fue cuando
hago clases, momento en que me siento como en la tele. Es una cuestión escénica. Me
encantan esos momentos en que se arma el debate y uno se siente una especie de moderador
de un panel de farándula. En estos textos (de Opinología) influyó directamente ese carácter
desmesurado de ciertas opiniones a veces súper rabiosas o complejas sobre cosas
irrelevantes.

Entonces podría resultar productivo el vínculo entre lenguajes, disciplinas y/o soportes que
aparentemente no tienen que ver.

No me gusta la palabra “productivo” porque es como “sacar lo útil”. Mezclar literatura con
cualquier cosa me parece entretenido. Los soportes de la tele y el cine son muy interesantes.
Soy absolutamente ajeno a una visión integrista o pura de la literatura, ya que en todo
momento se pueden producir desórdenes o deslizamientos que la enriquezcan, donde
aparezcan nuevas cosas. Por supuesto, sé distinguir muy bien entre la experiencia estética
de leer un libro y la experiencia de entretención de ver un programa. No estoy diciendo que
un programa de tele es un poema; sí creo que es bueno pensar distintas cosas al mismo
tiempo. Todos lo hacemos; yo lo único que he hecho acá es ponerlo más en evidencia.
Además, sé que mucha gente se enoja, así que también lo hago un poco por eso.

Estos cruces, ¿se dan a menudo?

En mi caso, yo lo hago bajo la actitud de un recolector de tonteras. Tampoco lo quisiera


sobrevalorar, es una de veinte cosas que trato de hacer. El medio en que trabajo, el de ser
profesor, impone ciertas expectativas sobre cómo uno debería ser: una persona que lee todo
el día, una persona seria o fome. Una manera de rebelarme frente a eso es no tapar otros
momentos importantes para mi vida, como ver tele o fútbol. No tengo miedo a la mezcla,
me encanta mezclar. Por supuesto, yo decido qué mezclo; de eso puede resultar un chiste o
una reflexión más seria.

¿Valoras la literatura que se piensa a sí misma como un vehículo de principios éticos o


políticos? ¿Dónde radicaría su relación con ese juego formal que también “debería” estar?

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Tengo problemas con que la literatura sea vehículo de ideas o intenciones. Por un lado, no
se puede negar que así ha sido, y me parece bien. Sí tengo dudas con su efectividad. Los
aportes a una causa específica han sido irrelevantes. Ha tenido un valor simbólico, pero
escribir poemas no es ciertamente la manera más eficiente de ejercer una acción política.
Si uno quiere defender una causa, tiene que buscar las mejores maneras de hacerlo, no con
unas que funcionen más o menos o muy parcialmente. A muchos esto les parecerá facho,
pero mi mejor manera de ejercer acción política ahora es ir a votar. Sé que para algunos la
mejor manera es no votar. A mí me fascina, me siento como el día de la Teletón. Segundo:
a veces me parece sospechosa la insistencia de algunos escritores en cargarse con un aura
de poeta comprometido y sufrido. Esas estrategias me parecen una especie de chantaje
emocional, al igual que dar pena o tratar de causar empatía. Yo aquí estoy pidiendo otro
tipo de empatías, lo sé, pero dentro de las muchas estrategias posibles no me parece la
mejor.

En Maldita farándula (2007), la periodista Pamela Jiles sostiene que la dinámica farandulera
posibilita una fiscalización del poder bajo nuevos códigos. ¿Crees que la televisión basura
tenga implicancias políticas más allá de ciertas posturas extremas que la califican como
cultura idiotizante y democracia absoluta, según el caso?

La televisión tiene mucha más capacidad de modelar conciencias que la poesía. En ese
sentido, ella es más sabia que los poetas: si se quiere joder, lo mejor es salir en la tele. Me
gusta su uso de la ironía. Lo que no me gusta es cuando saca a relucir su pasado
revolucionario. Nuevamente, eso me parece medio chanta.

Opinología trata recurrentemente la falta de humor en la poesía chilena. ¿En qué poetas sí
lo hay?

Juan Luis Martínez tiene un humor bastante frío y complejo, pero brillante. Con Rodrigo Lira
me mato de la risa y con Nicanor Parra, por supuesto. No sé si leíste un libro del chico
Figueroa que primero se llamó Groggy y luego salió con otro título, Intemperancia. Ahí hay
un poema no muy largo, de diez o quince versos, donde se pone a hablar del objetivismo y
su importancia. En el último verso, pone: “preguntar qué chucha es el objetivismo”. Ese

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poema para mí es perfecto en cuanto a todo lo que hemos hablado. Muchas veces los poetas
hablan de una serie de conceptos y no tienen clara idea de qué están hablando.

¿Te interesa el humor como elemento en tu propio trabajo?

Sí, he tratado de usar humor e ironía en una cierta cantidad de textos y performances que
he hecho el último año y que ahora espero juntar. Este proyecto nació con un video que hice
cuando estaba en Barcelona. Se llamaba Felipe Cussen, el compromiso de un poeta y era una
especie de parodia a los otros poetas. En vez de inventar un heterónimo, salgo yo con mi
mismo nombre jugando a hacer un documental sobre mi vida en Barcelona, sobre cómo echo
de menos Chile y las cosas que pienso sobre la guerra de Irak. Eso quedó como un video muy
ridículo porque, además, lo filmé yo solo con cámara fija, o sea, ponía REC y me iba a sentar.
Eso tuvo harto éxito. Las veces que lo mostré, la gente se rió. Ésa es mi manera de saber que
funcionó. También tengo un poema —que es una performance— en que no hago nada; tengo
otro poema en que juego sobre las explicaciones que dan los poetas antes de leer un poema.
Quiero hacer una especie de librito que funcione como diario de vida o conjunto de
pensamientos y aforismos, todo en hueveo. Me gustaría que ese libro funcione para
ejemplificar en mí mismo todas esas cosas que aborrezco en los poetas. Digo ejemplificar en
mí mismo porque, en alguna medida, soy parte de eso. Más de una vez me han preguntado
si soy poeta y he dicho que sí. Eso ya es una siutiquería máxima. Todas éstas son maneras de
atacar mi propia aspiración de poeta.

El uso del humor, ¿tiene cabida en la práctica académica?

Debería, pero no lo veo. Serviría para sumar flexibilidad y complejidad. Si reviso el tipo de
críticos o filósofos que admiro, veo que hay dos perfiles. Hay gallos que son de una
profundidad y sabiduría inabarcable, que no necesitan ser entretenidos porque hablan desde
una hondura demasiado potente. A ellos no les voy a pedir que sean chistosos; si tiran un
chiste, probablemente les saldría fome. En cambio, muchos otros intelectuales o críticos que
me interesan son tipos que están todo el rato jugando en esa dimensión. Me pasó leyendo
las entrevistas de Raúl Ruiz: quedé mareado entre las referencias, las citas, la ironía, el
chiste, el cuento, la anécdota. Para mí, ése es un tipo de inteligencia maravillosa. Además,

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hay una cuestión pedagógica en el humor. En una clase, estamos en una situación muy
unilateral. Cuando sale una talla o un desvío, se obliga al que escucha a poner en tela de
juicio todo lo que acaba de escuchar. Ahí recién el alumno puede hacerlo suyo, puede
integrarlo, no como una copia, sino tomárselo más en serio. Creo que ése es el valor del
humor y la ironía. Permite que les entre aire a esos bloques. Si no, la entrega de esos
conocimientos es plana y ésa no es la idea. También me ha pasado que he visto a mucho
chanta chistosito. Yo me obligo a intercalar o interrumpir como medida de salvataje.

Respecto a lo que podríamos llamar la habitual querella entre transparencia y hermetismo,


presente en el libro, ¿de qué modo cabría vindicar hoy el carácter hermético de la poesía?

Que una poesía sea clara u oscura no es indicativo de calidad. Además, las maneras de
entender esa claridad y oscuridad son infinitas. No me parece que sean términos absolutos.
Defiendo con gusto algunos tipos de hermetismo de autores en que la experiencia de leer
algo que no se entiende resulta extremadamente rica, ya que nos obliga a quitar el foco de
la expectativa más tradicional con que leemos, que es tratar de entender, captar un
mensaje. Eso nos obliga a poner la atención en otros factores.

Por otra parte, se acusa injustamente a la poesía de ser el lugar privilegiado del hermetismo.
Personalmente, siento que el uso del lenguaje hermético es una estrategia que se ocupa
cotidianamente en muchísimos ámbitos y con fines más malignos que escribir un poema
complicado, como las veces en que he tenido que llevar el auto al garaje y noto que están
usando un lenguaje ultra técnico para hacerme sentir que no sé. Esa experiencia me parece
bastante más opresiva y complicada que la de leer un poema extraño. Lo mismo cuando uno
va al médico, donde uno cacha perfectamente que se está usando ese lenguaje para hacer
sentir la autoridad, marcar la distancia. Y, por supuesto, está el hermetismo gravísimo de
esa escritura absurda, llena de guiones, slashs y palabras raras de muchos críticos
académicos. Esa cuestión me parece atroz por fea y porque, nuevamente, me parece una
estrategia de situarse en un lugar de poder. Me parece reprochable viniendo de alguien como
un crítico, que debería plantearse como un mediador o como alguien que quiere compartir
una lectura.

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A propósito de la editorial digital Cumshot y el sitio Letras en línea a la vez, ¿qué
herramientas propias de internet te parecen provechosas para el ejercicio de la poesía —
experimental o no— y/o para la crítica literaria?

En cuanto a las posibilidades de internet y las tecnologías digitales, me parece que ofrecen
varias posibilidades muy atractivas. A nivel de soporte para la poesía experimental, es
evidente que se abren varios caminos interesantes en el uso de animaciones, combinación
de audio e imagen y, lo que me interesa particularmente, el uso de motores de búsqueda o
funciones aleatorias para componer y desordenar textos. Para la difusión editorial y la crítica
también implica la posibilidad de una circulación muy amplia, y me gusta mucho que permita
la posibilidad de acceder a textos o reflexiones de otros países sin tener que pasar por las
aduanas reales e imaginarias de nuestro campo cultural. Ahora bien, todas estas posibilidades
no sirven para nada si, finalmente, no son utilizadas de manera crítica: si nos limitamos a
pegar poemas malos en un blog, o a ocupar Facebook para el puro pelambre, seguiremos
igual que siempre. Si es así, sería harto mejor desenchufar los computadores.

Para terminar, se me ocurrió una idea muy novedosa: hacer un ping pong. Nicanor Parra.

De todos los años que trabajé en la Universidad Diego Portales, con cueva lo pude saludar
una vez.

Claudio Bertoni.

Un bacán. Es de la gente que me ha dado alegría conocer en vivo. Es un tipo muy maniático
por un lado, pero extremadamente cariñoso, de las personas que más sabe de mística en
Chile. Lo conocí porque estaba preparando un artículo sobre él y fue maravilloso poder hablar
con la misma persona sobre mística y la Marlen Olivari al mismo tiempo, de manera
intercalada. Lo pasé la raja. No parece poeta. Quizás esto es lo mejor que uno puede decir
de otra persona: es súper simpático.

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Roberto Bolaño.

Escribí un texto, que no está en Opinología pero podría, que se llama “Yo no fui amigo de
Roberto Bolaño”. Lo escribí porque no tuve esa suerte, a diferencia de todos los escritores
de mi generación, que dicen que fueron amigos de él. Pero yo no, y me hubiera encantado.
Soy muy fan de su narrativa. Su poesía me parece muy irrelevante y sus ensayos críticos son
raros: tiene una cultura absolutamente erudita, es un tipo que se lo leyó todo, pero sus
opiniones sobre literatura me parecen extremadamente básicas. Me da como risa y tristeza
todo lo que pasa ahora con Bolaño, pero es inevitable.

Roberto Ampuero.

Me pasó algo curioso: cuando me enteré de que sería ministro de Cultura, al tiro me dieron
ganas de escribir una columna contra él. Me puse a leer sus columnas en El Mercurio y el
problema es que eran tan fomes que ni siquiera daba para escribir en su contra. Eso me pasó.
Entonces, más que odiarlo me parece fome, terriblemente fome.

Cristián Warnken.

Cuando lo conocí en persona, me pareció un tipo extremadamente amable. No sé si había


leído las cosas que yo había escrito contra él. Si las leyó, me parece que es de una gran
elegancia. Sigo estando en contra de gran parte de su idea sobre la poesía, pero no me
parece mala persona. Lo prefiero a él que a mucha otra gente con la que estoy más de
acuerdo pero que son unos pelotudos. Por último, Warnken será siútico, pero hay gente más
dañina.

Felipe Camiroaga.

Le vuelvo a agradecer a mi amiga Camila Gutiérrez por regalarme una toalla de Camiroaga
el día del lanzamiento de Opinología.

45
Felipe Avello.

Lo mejor. Todas las noches, antes de dormirme, reviso en internet si es que han aparecido
nuevos videos de Felipe Avello y los veo todos. No me ha gustado mucho el cambio a La Red.
Echo de menos la dupla que hacía con Juan Pablo Queraltó, que era maravillosa. Jugaban
como Alexis e Isla en sus buenos momentos en el Udinese. Pero tengo una fe total y ciega en
Avello, confío en que va a seguir avanzando. Los poetas concretos tenían un paideuma, que
eran como sus figuras tutelares: Pound, Mallarmé, Williams y Cummings. Yo hace algunos
años definí que mi propio paideuma era Marcelo Bielsa, Javiera Mena y Felipe Avello. Ahí
están las tres personas que más admiro en el mundo.

46
Las manipulaciones mediante técnicas digitales permiten borrar el origen.

Entrevista con Carolina Gainza*

¿Dónde nace tu interés por trabajar con tecnología digital en poesía?

Cuando era chico me gustaban mucho los computadores. El Sinclair ZX Spectrum fue el primer
computador que tuve. En esa época, me metí un poquito en programación y me encantó.
Después dejé de lado eso. Me metí en la poesía bien tarde, como a fines de cuarto medio.
Las primeras versiones de texto escrito las hice a máquina. Luego, justo a fines del año 1993,
mi papá se compró un Mac, y comencé a escribir poesía directamente en el computador o a
crear versiones a mano, pero incorporando elementos del computador a la poesía. Desde
entonces he tenido una pasión por la diagramación y la tipografía que ofrecía el computador,
así como por otras opciones que éste te entrega, por ejemplo, hacer cuestiones
permutatorias, colocar frases e irlas cambiando de lugar, cosas que no es que sean imposibles
de hacer en papel, pero son potenciadas por el computador. De ahí en adelante, mi práctica
de poesía siempre integraba muchos elementos del computador. Desde el año 2000, comencé
a trabajar mucho con búsqueda en Google, para buscar citas o usar los programas de
traducción. Como te digo, siempre fue bien natural el paso de ocupar el computador como
una herramienta más dentro de la escritura. Cuando comencé a hacer lecturas en vivo las
hacía con PowerPoint, también trabajando con colores, texturas, todo muy básico. Desde el
año 2002 ó 2003, cuando estaba estudiando en Barcelona y empecé a conocer el circuito de
la poesía sonora, comencé a trabajar con programas de audio. Entre el año 2003 y 2009,
trabajé de manera muy intermitente con esos programas, especialmente con un programa
de audio llamado Audacity, que es gratis, muy sencillo y fácil de ocupar, y el programa
GarageBand, que venía incorporado en el computador. En ese tiempo, de forma paralela,
todos mis amigos del Foro de Escritores, como Martín Gubbins, comenzaron a trabajar con
máquinas. Desde el año 2006, empecé a trabajar con Ricardo Luna, que viene de la música
electrónica, para el dúo de música y poesía que tenemos, y ahí me empecé a interesar más

*
Publicado con el título “Las manipulaciones permitidas por las técnicas digitales permiten borrar el origen” en
Cultura Digital Chile el 10 de noviembre de 2017, a partir de la publicación de quick faith.
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por el audio. Hasta el año 2009, había tocado unas pocas veces, pero no tenía equipos, y era
todo muy precario técnicamente. Después, el 2010, bajé el software Ableton Live, que
ocupaba Ricardo, y comencé a comprar mis primeras cosas; tarjetas de sonido, un mini Kaoss
Pad, micrófonos. Ahí se empezó a armar más la cuestión.

No partiste inmediatamente en la poesía sonora.

No, fue súper gradual. Desde que me puse a estudiar, más o menos el año 2010, pasó mucho
tiempo hasta que sacara mi primer disco. Fue bien lento por varios motivos; primero, porque
tenía poco tiempo para estudiar, empecé de poco a tomar clases con Ricardo, y segundo,
como había estudiado música antes, en la universidad, también me tomé con mucho rigor
este aprendizaje, con mucho tiempo y dedicación. Quizás fue distinto a otros amigos que
comenzaron directamente en la poesía sonora, ellos se sentían rápidamente más relajados.
Yo siempre he trabajado bajo la lógica de la música, de concierto, de performance, eso lo
tengo súper metido, debo estar muy concentrado, sigo teniendo mis estándares de cuando
tocaba música en una sala de concierto. Pero me gustó mucho cómo quedó el resultado de
mi disco, quedó algo apretado, súper corto, bien concreto. Pero el proceso sigue siendo muy
lento, y me parece bien que así sea. Ahora tengo ganas de hacer derechamente música
electrónica, pero todavía no me lanzo.

¿Salirte de la poesía?

No, pero he hecho muchas cosas que ya están más en el arte sonoro o en la música, donde
el texto ya no existe. Tengo ganas de hacer música pop, bailable, otras cosas, pero con las
mismas herramientas. Me sigue interesando la poesía, pero lo que más me gusta, más que la
poesía sonora, es la música pop o electrónica, así es que quiero hacer eso también.

Claro, quieres experimentar en otros ámbitos. Y, ¿qué puertas crees tú que abre la
tecnología digital para la literatura?

Muchísimas. Tengo muy presentes los libros de Walter J. Ong, por ejemplo, donde habla de
la escritura como tecnología. Para mí todo es tecnología, o sea, un lápiz es tecnología, el

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libro es un dispositivo, es una interfaz, lo tenemos súper internalizado, pero no por eso es
menos complejo. Siempre estamos ocupando una herramienta u otra. Respecto a las
herramientas específicas que abren las tecnologías digitales, las veo, por un lado, en el caso
de trabajar con texto en general, no sólo con poesía sonora, por las posibilidades de
manipulación, de repetición, de formación, eso es súper dinámico, fácil. Algo que me
interesa mucho también es que puedes trabajar con el error, con la aleatoriedad, más
consistentemente. Y, en el caso del sonido en particular, puedes trabajar con la palabra
grabada y procesar, ahí sí veo una diferencia más radical, porque te cambia la escena del
poeta leyendo en voz alta y ya te convierte en otro personaje, alguien que está haciendo
cosas en vivo. Generalmente el poeta que lee en vivo, si bien puede ser un gran poeta, no
cambia radicalmente el texto, sólo lo interpreta, pero cuando estamos hablando de poesía
sonora, donde no hay un texto preexistente, sólo existe en ese momento, entonces ahí se
nota una diferencia bien importante.

Claro. Además, también las tecnologías te permiten manipular, no sólo el sonido, la voz.

Hay una cosa en particular que me interesa, y que tiene que ver con mi problema para leer
poemas en vivo. O sea, en una clase puedo leer poemas de otros autores, me da lo mismo,
no es que me dé vergüenza ni mucho menos, pero la escena del poeta leyendo un poema
siempre me ha confundido. Encuentro más interesante, en mi caso, convertirme en un tipo
que, en vez de estar contándole al público lo que pasa, está mirando un computador, eso lo
encuentro muy atractivo como una manera de romper una expectativa, la de esperar que el
poeta te cuente lo que supuestamente a él le está pasando. Desde el momento en que hay
un tipo con un computador, con voces suyas o de otras personas, o mezclando cosas en vivo,
se diluye totalmente esa idea del poeta como sujeto, eso claramente se desplaza.

Como lo que ustedes hacían en la Orquesta de Poetas.

Claro, como lo que hacíamos en la Orquesta de Poetas, eso es súper importante, y el hecho
que fuera colectivo también refuerza esa idea. Muchos poemas son compuestos por uno de
nosotros, pero son leídos por cuatro personas, eso te provoca un efecto distinto, y, de hecho,
la persona que lo ve no tiene idea de quién es el poema. Otra cosa que se hace en la Orquesta

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de Poetas, que yo también he hecho mucho, es tomar poemas de otros y remezclarlos. En el
verano participé en el Festival Enclave en México, y presenté tres remezclas de poemas de
otra gente, no toqué ningún poema mío, pura intervención de cosas de otros, alguien que
escuchó eso no tiene idea de cómo yo escribo los poemas, sólo sabe lo que yo hice con los
poemas de otro.

En quick faith, ¿qué rol juegan las tecnologías digitales?

Quick faith es un disco en que no hay remezcla de nada previo, es un disco original. El disco
es entero digital, no existiría de otra manera, y sólo está compuesto por mi voz, pero mi voz
sin decir ningún texto, o sea, son sólo sonidos vocales muy procesados, de hecho, hay muchos
momentos en que no parece que fuera una voz, pero no hay nada en ese disco que no haya
sido originalmente parte de mi voz. Es un disco cuyo ecosistema es totalmente digital.

Claro, no sólo por el formato, sino que por el nivel de manipulación.

Claro, una cosa es el formato, o sea, lo podría publicar en vinilo, pero el procedimiento es
totalmente digital. Además, el proceso consistió en grabar unos pocos ruidos vocales y luego
distorsionarlos. No es que yo hubiera grabado una improvisación vocal, larga y performática,
y luego le haya puesto efectos, como registrar algo en vivo, no, acá grabé y metí esos audios
en un sampler, luego tomé un sonido y lo distorsioné, es muy irreconocible. Hay muy pocas
partes donde uno puede notar que es una performance humana, el único momento donde
hay algo así es en “quick mantra”. Eso lo hice con unos sensores que ocupo en vivo (Leap
Motion) que, aunque lo podría haber hecho a mano, queda mejor así. La parte donde se
escucha un grito es la única parte más viva, pero el resto es pura manipulación. Otra
característica del disco es que todo es muy cuadrado, o sea, todo es súper rítmico, suena
muy distinto al uso de la voz normal. Por eso, estas cosas que hago, las veo muy en el límite
entre poesía y música, porque funciona mucho más en parámetros musicales, de ritmo, de
altura. O sea, puedo ver que hay una tensión, más que con la poesía, con la voz, porque hay
un rollo con eso y es súper importante. Además, como el tema tiene que ver con oraciones,
con mantras, salmos, ahí hay un vínculo, pero la manera de trabajarlo es súper musical, la
lógica es musical.

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Claro, en el fondo, lo poético está en la oralidad. Y, respecto a la estética, ¿podrías decir
que hay un lenguaje digital?, ¿crees que lo digital tiene su propio lenguaje?

Es una muy buena pregunta, es algo que he estado pensando. Respecto a la discusión sobre
el lenguaje digital, si es lo que está en números, en el código, o lo que está afuera, es obvio
que es otro plano, un plano que la mayoría del tiempo es inaccesible y que no es relevante
a menos que seas un programador. Pero más que hablar de un lenguaje digital, hablaría de
procedimientos que son más potentes, que se desarrollan con más fuerza, ahí hay una
cuestión que he pensado harto y que me parece bien relevante. Por ejemplo, el sampling,
tomar algo y manipularlo, que es algo bien complejo. Las manipulaciones mediante las
técnicas digitales permiten borrar el origen de aquello que fue manipulado, puedes tomar la
cara de una persona y deformarla de tal manera que no queden huellas reconocibles. Pero
hay algunos que sí quieren mostrar ese origen; si estás haciendo hip hop y estás sampleando
algo de un disco antiguo, ojalá se note el ruido del disco, que se note que hay una textura
distinta, y eso está bien, es una opción, una decisión estética. Pero en mi caso, por ejemplo
en quick faith, quizás podría haber trabajado con la voz de otra persona y hubiera llegado a
un resultado similar.

Pero ¿hasta qué punto consideras que es irrelevante considerar el código? Porque finalmente
todo lo que nosotros vemos en digital es expresión de un lenguaje.

No lo encuentro irrelevante, para nada, pero la mayoría de la gente no lo está viendo ni


percibiendo.

Claro, no son conscientes.

Más que ser consciente de los 1 y los 0, soy consciente de lo que estoy programando, de las
perillas que estoy moviendo. Algo que me define harto es el software que estoy ocupando.
Para mí, es como haber escogido un idioma específico, me gusta haber escogido un software
que nadie piensa que es para poesía, como el Ableton Live, para hacer cosas con poesía, eso
para mí es súper importante y particular.

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Tú estableces una relación súper estrecha con esos procedimientos, que con lo digital se
radicalizan, se potencian, todo el mundo lo puede hacer. ¿Esos procedimientos, como la
repetición y la copia, están presentes en todo tu quehacer artístico?

No tanto, pero sí ha sido un interés constante. Uno de mis primeros cuentos, en el año 1996,
lo construí a partir de un calendario de autoayuda, tomé y reordené varios de esos textos
para que se leyeran como una historia. Siempre fue muy fuerte mi interés por la cita, pero
no tanto por la repetición, quizás ahí sí hubo una influencia más fuerte de lo digital. Cuando
escribía poesía “convencional”, por ejemplo, tenía una regla: no repetir una misma palabra
en un poema. Pero fue algo que en un momento quebré, me puse a trabajar de manera muy
consciente con repeticiones. El año 2006 ó 2007, comencé a trabajar poemas escritos con
repeticiones y cuando los leía en vivo a veces hacía una especie de remezclas de esos mismos
poemas, haciendo más repeticiones. Eso está muy ligado con el hecho de empezar a trabajar
con un sampler que repetía la misma palabra idéntica unas 20 veces. En el libro Deshuesos
el año 2007 hay un CD con tres remezclas de músicos amigos, donde Ricardo Luna, Gregorio
Fontén y Pablo Giadach tomaron samples de mi voz e hicieron versiones sonoras. Para el
lanzamiento quería hacer algo parecido por mi cuenta, pero no sabía cómo. Pensé en que se
tocara una tecla del computador y saliera una palabra, se tocara otra y saliera otra palabra,
en el fondo, ocuparlo como un sampler, pero no tenía eso en mi computador. Luego, cuando
comencé a usar Ableton Live, me di cuenta que era súper simple y fácil hacerlo. Entonces,
es interesante ver esos momentos donde no conoces la técnica y no puedes hacer lo que
estás pensando, cuando era obvio que sí se puede, que no es ninguna novedad ni nada, es
algo que, en ese momento, ya estaba súper disponible, pero yo no conocía.

¿De qué forma lo digital pone en tensión la literatura y su género?

Yo creo que los géneros han sido súper móviles a lo largo de la historia, igual que el concepto
de literatura. Para mí, son todas definiciones bien inestables, bien parciales, que no me
interesan demasiado. Me gusta mucho pensar para dónde se va moviendo, pero no me
interesa como esencia. He escuchado a colegas que dicen: “éste sí es poeta, éste no”, o
muchas veces a mí me han dicho que lo que hago es música, no poesía.

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Porque quick faith puede caer en el área de la música, no en la poesía.

Yo creo que está más cercano a la música y, de verdad, me da lo mismo. O sea, hay un punto
donde quizás me importa, porque si lo presento en tal lugar o contexto, puede tener una
influencia en cómo se recibe. Pero, desde el punto de vista de la creación, no me importa si
es poesía o no. ¿Cuáles son mis problemas o mis verdaderas preocupaciones? Tratar de
terminar las cosas que me propongo hacer, que me cuesta mucho, por falta de tiempo, por
dificultades técnicas, etc. Para mí, llegar a hacer este disco fue muy importante en términos
personales, aunque después no sé si le interesó a mucha gente. Lo he tocado algunas veces
y es entretenido, pero para mí el logro era hacerlo y punto. Encuentro que el desafío más
grande es la etapa del proceso, eso ya es suficiente pega como para que después me vaya a
preocupar de si es poesía o no. En los últimos años, he preferido pensar en términos
materiales. Me pregunto: ¿con qué estoy trabajando? Estoy trabajando con texto y sonido,
con música y sonido, con imágenes y sonido. ¿Qué es lo que pasa? Que el texto se puede
ocupar para literatura, para música, para artes visuales, para cine, por eso prefiero pensar
en los materiales, en los ingredientes, y lo que puedo hacer con eso. Te diría que, en general,
soy alguien que trabaja con texto, eso sí te puedo decir a ciencia cierta. Si tuviera que
definirme, yo prefiero definirme como alguien que trabaja con texto, en sus distintas
dimensiones, y el texto puede trabajarse a nivel sonoro. Por eso me interesan más los
materiales en vez de reconocerme como poeta o músico. Es por eso, también, que ocupo
Instagram o Facebook para bromear con la imagen del poeta, es una especie de prevención
porque creo que siempre está el riesgo de creerte poeta y caer en toda esa siutiquería y
estupideces; así me obligo todos los días a recordarme lo ridículo que es creerse poeta.

Las literaturas que experimentan con lo digital relacionan el goce estético con la interacción
más que con una cuestión contemplativa. ¿Cómo ves tú la experiencia estética?

Gran parte de mi trabajo todavía lo sigo pensando en términos de disco o de concierto, y eso
es algo distintivo respecto a algunos de mis amigos que hacen poesía sonora o arte sonoro.
Para mí, el concierto ideal sigue siendo con las personas sentadas, calladas, eso viene de mi
formación como músico y de mis expectativas. Es más, cuando yo voy a un concierto me
encantaría que ojalá no hubiera nadie y me dejaran escuchar tranquilo. Me molesta cuando

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estoy tocando en alguna performance, y que la gente hable, o entre y salga, no lo puedo
evitar. Además tiene que ver que muchas veces trabajo con efectos muy sutiles, y se necesita
ese ambiente para que funcione bien. Si dependiera de mí, trataría de tocar siempre en
lugares cerrados, y que no haya ninguna interacción durante la performance. Pero a veces
he trabajado en formatos más sueltos y abiertos, y también pueden pasar cosas interesantes,
obviamente. También me gusta pensar en un libro como un objeto cerrado, que te lo paso,
lo lees por tu cuenta, y eso ya no es mi problema.

Pero tú mismo intervienes las cosas de otros.

Claro, yo feliz que alguien tome mis obras y haga lo que quiera. Algunas veces me han
preguntado y les digo que hagan lo que quieran, que no me pidan ni siquiera permiso, ojalá
que me cuenten qué hicieron. Por otra parte, sí hay una obra, Correcciones, en la que hubo
mucha interacción con otras personas, yo hice una convocatoria y edité lo que me enviaron,
pero se trató, más que de lectores, de co-participantes, yo los edité y ordené, pero no hice
más, dejé a todos los que entraron, no dejé a nadie fuera, eso tiene que ver con lo
interactivo.

Claro, en tu caso, lo interactivo tiene que ver con los procedimientos, no con el resultado
final.

En eso, como te decía, yo soy bien a la antigua, me gusta la idea del concierto. Igual a veces
en algunas improvisaciones la cosa se puede soltar más. Una vez estaba tocando en vivo, leí
una cuestión y alguien se rió y ese ruido quedó metido en el loop y formó parte de la obra,
fue azaroso.

¿Crees que el lenguaje digital, manipulable, afecta la subjetividad el concepto de autoría?

Sí, y me parece súper bueno. Igual, por una parte, me gusta mucho dejar desarrollar los
proyectos bajo mis propias condiciones, y por eso me demoro mucho en sacar cada cosa. No
publico muchos adelantos, o el audio de una tocata en vivo, sino que presento el trabajo ya
terminado. Pero, después de eso, si alguien quiere hacer algo nuevo a partir de mis cosas,

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yo feliz, lo veo como un homenaje. Yo creo que estamos en una época en donde hay un
vuelco a ciertas tradiciones y a rupturas de otras. Encuentro que estamos mucho más cerca
de la Edad Media, en el sentido que estamos llenos, igual que en esa época, de reescrituras
de obras. Es muy interesante. Lo bueno de todo esto es que sirve para terminar con esta idea
del autor romántico.

Incluso, la misma figura del hacker, que se cree que es tan nuevo, ya existía en el arte de
hace mucho tiempo, es nuevo sólo en el mundo tecnológico.

Sí. Cada vez me preocupa más todo lo que rodea a la obra y cómo esas son maneras que
tiene el autor o el intérprete de chantajearte, esa es mi preocupación. Siento que, de alguna
manera, hay una especie de chantaje para obligarte a que te guste esa obra. El arte
comprometido tiene eso, te venden la idea que si no te gusta es que no eres tan
comprometido. O el artista sufrido: “sufrí mucho para hacer esta obra así que te tiene que
gustar”, el artista dedicado: “oye, estuve diez años haciendo esta obra”. Si uno se pone a
pensar, en realidad todos estamos siempre intencionando las cosas y me impresiona mucho
cómo pasa eso. Creo que siempre los artistas tienen una enorme desconfianza respecto a su
obra, y por esa inseguridad añaden todos esos mensajes. Entonces, algo bueno que tiene lo
digital es que te permite, al menos, diluir eso y que la obra esté compuesta por varios
procesos y que sea colectiva. Por ejemplo, hay un grupo de pop italiano de los ‘80 que me
gusta mucho, se llama Change. Grababan la música en Italia, después la mandaban a Nueva
York donde se hacen las voces y sale el disco, es un grupo que nunca tocó en vivo y de los
que hoy se los criticaría diciendo que son un grupo de laboratorio. Es una muy buena banda,
fantástica, y te obliga a preguntar: “¿dónde está la autoría?, ¿está en los compositores, en
los intérpretes, en los productores?”. No creo que necesariamente el artista que compone
sus canciones es mejor que el que no lo hace, y de hecho hay muchas composiciones que no
hubieran sido nada sin los intérpretes.

Hay muchos haciendo música que nunca estudiaron música.

Claro, y eso es fantástico. Hay muchos clichés en torno a la autoría. Todo lo que está pasando
te obliga un poco a desarmar esa cuestión. Esa lógica del cantante que está contando lo que

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le pasó, que compuso la canción y la letra, que la está interpretando y está transmitiendo
todo lo que está en su corazón, puede ser bueno, pero de ahí a que sea un valor por sí solo
es algo totalmente relativo, no tiene por qué ser un valor.

¿Cómo crees que se ha transformado la lectura con las tecnologías digitales?, ¿crees que con
lo digital empieza a aparecer una nueva forma de leer?

Es complejo. Lo primero que te podría decir es que ahora, que tengo problemas de tendinitis
en los brazos porque leo mucho en el iPad, que es más pesado que un libro promedio, el
dolor en los brazos no es virtual, es totalmente real.

Se dice que afecta a la vista, pero lo mismo debe haber pasado cuando la gente empezó a
leer libros.

Toda mi vida he leído escuchando radio o tomando café al mismo tiempo. Yo leo muy a
saltos. Por ejemplo, muchas veces leo caminando por la calle y escuchando música, y eso no
es un problema de lo digital, de hecho, mi lectura de libros habitual es en papel. He leído
muy poco libro en digital, lo que leo en digital es el diario, revistas, veo videos, escucho
música, y en mi trabajo académico gran parte de los textos que ocupo son en PDF, libros que
he bajado. Creo hay un grave problema con el concepto de lectura, y es que cuando nos
ponemos a hablar de literatura siempre pensamos en la alta cultura. Se piensa que el libro y
la lectura es una actividad necesariamente buena, y que la tele, por ejemplo, es una
actividad intrínsecamente mala, cuando en la televisión puedes ver las películas de cine arte
más sofisticadas de la tierra o el matinal más malo. O sea, está puesto el foco en el
contenedor y no en el contenido, eso es raro. También, hay una mirada muy idealizada de
lo que debería ser el contenido, pero creo que los jóvenes lo tienen mucho más claro que
yo.

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Pedazos de una película imposible. Entrevista con Megumi Andrade

Kobayashi*

Desde hace un tiempo que vienes investigando y practicando en torno a las relaciones entre
música electrónica y poesía contemporánea… Cuéntame cómo se dio ese vínculo para la
creación de Explicit Content.

Sí, hace muchos años que he estado estudiando e investigando de manera paralela en música
y literatura, por lo que ya desde la universidad me surgía naturalmente pensar en algunos
vínculos (adaptaciones musicales de poemas, letras de canciones, etc.) y también en géneros
híbridos como la poesía sonora. De a poco comencé a trabajar con la voz en programas de
edición de audio bien sencillos (como Audacity), pero hace ya casi seis años quise tomarme
más en serio el aprendizaje de música electrónica y empecé a bajar softwares, comprar
equipos, y tomar clases con Ricardo Luna. Además, comencé a participar de manera activa
en improvisaciones de poesía sonora con amigos del Foro de Escritores, y en proyectos como
la Orquesta de Poetas. En ese período, paradójicamente, fui escribiendo cada vez menos
“poesía”, y aunque se me ocurrían algunas ideas para proyectos, me enfocaba más en tratar
de avanzar en la dimensión sonora. Este libro, Explicit Content, es lo primero que publico
como libro (no sé si de poesía, porque lo veo más como narrativa) en todo este tiempo, y si
bien no fue una influencia tan consciente, es claro que no podría haber surgido si no hubiera
estado tan pegado con procedimientos y formas de trabajos como el sampling y la
programación de secuencias aleatorias, que son muy propias de la música electrónica,
aunque también de otras artes.

Cuéntame un poco cómo fue el proceso desde que escogiste trabajar con la “Parents Guide”
de la base de datos IMDB y el resultado final.

La mayoría de mis libros anteriores me han tomado mucho tiempo, a veces han pasado cinco
o diez años entre que los concebí y los iba corrigiendo y rearmando hasta que conseguía

*
Publicado en Pániko el 6 de enero de 2016, a partir de la publicación de Explicit Content (Gauss PDF, 2015).
57
publicarlos. En este caso, en cambio, fue súper rápido, porque su origen fue más bien de
tipo conceptual: me propuse una serie de restricciones que tenía que ejecutar. Se me ocurrió
unos meses antes y básicamente lo realicé en un par de semanas durante las vacaciones de
febrero. Fue un proceso bastante rápido y divertido, porque me entretenía mucho el material
con que estaba trabajando.

Siempre me había gustado mucho la “Parents Guide” de IMDB porque refleja esa corrección
política típicamente gringa (y que también se ha implantado en Chile), que no es más que
otra forma de moralismo. Pero lo que me interesa especialmente es ese lenguaje tan
higiénico, pudoroso, que resulta absurdo (por ejemplo, cuando reemplazan los garabatos por
otras expresiones). Ése es un problema estrictamente literario muy interesante, porque de
algún modo ése es un lenguaje figurado, y en esos dobleces aparecen cosas raras.

Algo que me resultó llamativo, una vez que finalicé el libro, fue que me di cuenta que se
ligaba con otras cosas previas donde también había un interés por el cruce entre literatura
y cine o TV, como mi primer libro de poemas, Mi rostro es el viento, que es sobre James
Bond, o un texto titulado “Ideas para comedias”, donde pongo pequeños argumentos de
posibles películas.

Con respecto a eso, me llama la atención que en este y otros trabajos sueles jugar bastante
con el humor y la ironía, a partir de los que se suele “colar” bastante crítica, pero no de
manera obvia ni directa...

Sí, el trabajo con el humor y la ironía ha sido siempre fundamental para mí, en parte porque
me parece que ya es muy posero dárselas de poeta, pero principalmente porque considero
una obligación entretenerme y tratar de producir algo entretenido en estos procesos. Sé que
puede sonar muy raro en nuestro contexto literatoso, pero últimamente estoy muy pegado
con eso: cómo hacer cosas entretenidas, que a la vez puedan ser experimentales o complejas
o abiertas, no reductivas.

Justo te iba a preguntar por eso, pero más en relación con el Conceptual Writing o
conceptualismo. A diferencia de muchas publicaciones que se podrían clasificar dentro de

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ese “ámbito”, publicaciones que no exigen necesariamente ser leídos sino en ocasiones todo
lo contrario, Explicit Content es bastante leíble e incluso entretenido. Eso me llamó harto
la atención…

Claro, ahí hay varios puntos. Es evidente que este libro se relaciona con el Conceptual Writing
(que he estudiado bastante los últimos años), aunque aún más atrás con otros trabajos que
desde antes hacía con citas. En este caso efectivamente todos los textos son citas,
medianamente ajustadas y homologadas, pero citas al fin y al cabo (cuya fuente directa no
indico en el libro mismo). Cabe la posibilidad, entonces, de que alguien piense que yo escribí
todas esas cosas o, más aún, que ando fijándome todo el rato en esas cosas. Me gustaría que
se produzca ese malentendido, aunque al final creo que prevalece el sentido de la
composición y supongo que se termina entendiendo que no estoy hablando de una manera
directa.

Luego está lo que dices de la legibilidad y el humor: ahí hay un elemento complejo porque
en algunos poetas conceptuales ha habido una defensa del aburrimiento, con obras muy
extensas (“unboring boring” lo llama Kenneth Goldsmith), o también una tendencia al
hermetismo (por ejemplo, obras que corresponden a transcripciones de códigos, etc.). Es
curioso, porque me interesan mucho esas obras, y me encanta investigar al respecto (mi tesis
doctoral, de hecho, fue precisamente sobre el hermetismo). Pero en mi propio trabajo me
gusta trabajar con formatos muy breves (por ejemplo mi libro Deshuesos, que es una prosa
súper enredada, o en mi disco quick faith), para que su efecto funcione de manera bien
concentrada, y también me gusta desarrollar formas de entrada que sean muy directas, como
ocurre en este libro.

La primera vez que leí Explicit Content lo primero que me pregunté fue ¿qué procedimiento
habrá detrás de esto? Lo único que intuí con relativa seguridad es que tenía que ver con
películas. Conociendo tus otros trabajos, me consta que muchas veces te interesa que ese
“referente” no sea reconocible. Por ejemplo, desestructurar y distorsionar por completo
una palabra hasta que sea sólo sonido. ¿Cómo manejaste —en el caso de este libro— esa
tensión?

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Como te decía, desde hace mucho tiempo que trabajo con materiales apropiados; mi primer
proyecto más o menos en serio (que hice entre el ‘93 y el ‘94) incluía muchísimas citas, de
cartas, de libros, de cosas que había escuchado, y durante mucho tiempo lo he seguido
haciendo. Generalmente las incluía entre comillas, y textuales; las trabajaba con una cierta
“ética”, podríamos decir. La gran diferencia en los últimos años (y que ha tenido que ver
con lo que me ha inspirado la poesía conceptual, entre otras influencias) ha sido justamente
quitar esas comillas, permitirme hacer algunas modificaciones, y omitir la fuente.

Como dices, eso ocurre también a otro nivel en quick faith (donde a pesar de que todos los
sonidos provienen de mi propia voz están tan alterados que por momentos parecería que son
de un sintetizador). Igual, por otra parte, en muchas performances de poesía sonora en vivo
me gusta justamente mostrar la fuente e irla variando gradualmente, para que se perciba el
proceso.

En este libro sí hubo una preocupación específica: quería producir el efecto de mezcla entre
los distintos fragmentos, y que pareciera que se podían mezclar indistintamente, como si
fueran pedazos de una misma película imposible. Para eso, borré todas las marcas de
personajes, lugares, etc.: así, aunque el lector pueda reconocer parte de una trama
específica, ésta no quedará fijada, y se podrá recombinar. Otros de los fragmentos, en
cambio, podrían pertenecer a cualquier película, como aquellos donde hay un personaje que
fuma.

Esa mezcla que se produce (de muchas películas en una) funciona muy bien sobre todo por
lo descriptivo de las frases que te apropias. Es como estar “viendo” esas escenas una encima
de la otra. En todo caso, aunque a primera vista Explicit Content está compuesto a partir
de una combinación aleatoria de descripciones de películas, una vez que se avanza en la
lectura uno se percata que hay cierta estructura detrás que se repite. Por ejemplo, todos
terminan con los “garabatos”, lo que le da un ritmo a la lectura, como si fuera una oración
que se repite circularmente.

Sí, en cierto modo pienso que funciona también como un zapping, aunque bien cargado para
el sexo y la violencia. Quise enmarcar todo ese material en secuencias más o menos breves,

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con unas pocas citas por página, para que se produjeran pequeñas unidades, como si fueran
treinta resúmenes de películas, cada una hecha de pedazos de otras películas. Lo único que
me preocupé de dejar fijo era el final de cada una, donde voy colocando los conteos de
garabatos y malas palabras. Hay un asunto importante ahí, y que tiene que ver con el modo
en que trabajo con lo aleatorio y las restricciones: una opción es armar el procedimiento y
aplicarlo sin ningún ajuste, pero la otra es ir haciendo cambios y darle una dirección más
definida, que es lo que hice en este caso. Si bien es bastante azarosa la combinación, hay
elementos estructurales mínimos que quise incorporar para que tuviera una pequeña
linealidad a nivel general.

Claro, cuánto se controla y cuánto no...

Sí. Está esa frase final en cada secuencia, que es siempre sobre los garabatos, pero que me
preocupé de colocar de manera gradual a lo largo del libro (como un eje transversal): desde
lo más explícito (los garabatos tal cual) a lo menos explícito (referencias indirectas). Lo otro
fue que la última sección, la número treinta, está compuesta sólo por versiones
“disminuidas” de lo que veíamos antes: no hay clímax, no hay drogas, etc. Así es que al final,
a pesar del aparente caos, no pude resistirme a darle al menos un hilito de progresión (y en
eso sí que creo que tiene muchísimo que ver mi formación musical, y estar pensando siempre
en fraseos y dinámicas). Además, como suele ocurrir en casi todos mis proyectos, me gusta
siempre terminar con finales vacíos.

Me interesa eso que me dices porque, a pesar de que tu manera de generar el libro parece
muy frío y distante, es en estas pequeñas decisiones donde se va revelando una presencia
autorial y un manejo del lenguaje mucho más cuidado de lo que se aparenta.

Sí, finalmente es una combinación de procedimientos de azar y control. Cuando publiqué


Deshuesos me preocupé de que la tipografía pareciera la de un computador antiguo, como
si un robot se hubiera largado a hablar sin parar, y acá hay algo de eso, también, como que
la base de datos de IMDB se hubiera vuelto loca y se pusiera a lanzar todas estas citas. Pero
eso es el artificio, porque si bien el uso de la aleatoriedad o técnicas parecidas me ayuda

61
muchísimo a encontrar una forma cuando no se me ocurre cómo componer, luego voy
haciendo cambios de posición para marcar más algunos flujos.

Volviendo a lo que me mencionaste recién (que en tus proyectos te gusta terminar con
finales vacíos), me llama la atención cómo aparece la negatividad en el último texto o
entrada del libro, la número treinta.

Sí, ¡todo pasando con la negatividad!

El libro está compuesto a partir de puras descripciones asertivas (un hombre dispara, etc.)
pero en esta última parte se describen cosas que van a pasar pero no pasan: “A woman fakes
an orgasm in front of everybody in a restaurant/ A man threatens to rape a woman. But it’s
nothing direct./ A man and woman have sex. They stop before either of them climax./ No
drug use”.

Exacto: incluso es como darle un descanso al lector; después de haberlo machacado


insistentemente con tanta cuestión, ahora lo amenazo con que le voy a dar de nuevo con la
cuestión pero no.

¡“No drug use”! ¿Eso lo pusiste tú o lo sacaste del “Parents Guide” también? Qué raro
advertirles a los papás que no hay uso de drogas en la película...

Sí, todo eso lo saqué de ahí, lo que pasa es que aplican todas las categorías a todas las
películas, y hay algunas en que no pasa nada de eso. Eso es lo chistoso, por cierto. Es como
el voyerismo del censor, que está obsesionado con encontrar escenas de sexo o violencia...

Sí, suele pasar que el censor tiene la mente más sucia de todas. Cuéntame un poco, ¿has
pensado cómo llevar a cabo una “lectura” o performance de este libro?

Hasta ahora sólo lo he leído una vez en público, en una lectura en Valparaíso a la que me
invitó Gladys González. En esa ocasión, traduje los primeros fragmentos del libro mediante
Google Translate y luego lo corregí un poco. Me preocupé, eso sí, de que quedara un poco

62
como traducción más “española”, como de subtítulos de películas. Por ejemplo: “4 usos de
‘Mierda’. También hay una docena de usos cada uno de ‘Infierno’ y ‘Maldita sea’, y 3 ó 4
usos de ‘Hijo de puta’ y ‘Bastardo’. 2 ‘Asnos’ y 1 ‘Gilipollas’”.

Ahora, para el lanzamiento, quiero preparar algo un poco más producido, y que acentúe el
carácter aleatorio del libro. Leeré una versión más larga de esa traducción al español, pero
en paralelo iré proyectando distintos fragmentos del libro en inglés (ahí sí que de manera
totalmente azarosa) y quizás sume algunos otros fragmentos sampleados y leídos por el
computador, también en inglés. La idea es que se produzca una gran majamama, que
desordene nuevamente todos los materiales.

¿Vas a tocar con Ricardo Luna como otras veces?

No, va a ser algo más sencillo, y para esta vez lo voy a dejar descansar, pero exijo
públicamente que asista para añadirle el toque cachondo y tropical al lanzamiento.

No pueden faltar sus “animal prints”...

Por ningún motivo. Lo que también me tiene muy contento es que contaré con las
presentaciones de Carlos Soto Román, Natalia Matzner y Mike Wilson, que creo que lo pueden
interpretar desde perspectivas muy diversas. Y además lo haré en Estudio Panal, así es que
estoy seguro que asistirá mucha gente linda y sofisticada.

Aunque el libro ya está disponible hace un par de meses en PDF y se puede descargar
gratuitamente, es muy importante para mí hacer el lanzamiento, porque creo que es un acto
que debe tener una relevancia por sí mismo. Además, es bacán, porque es como estar de
cumpleaños. Igual será divertido porque no habrá libro y no estará el editor, Gordon Faylor,
a quien no conozco en persona, pero que ha sido muy buena onda y está encantado con que
hagamos un lanzamiento.

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Sobre eso mismo te quería preguntar. Tal vez debió ser lo primero pero preferí dejarlo para
el final: ¿por qué escogiste publicar tu libro en formato digital y descargable, y en una
página gringa (Gauss PDF) y no, por ejemplo, en formato físico en una editorial chilena?

Sí, eso es bien importante para el proyecto mismo porque, a diferencia de otras veces,
apenas lo pensé me tincó que estaría bien para una editorial como Gauss PDF o también Troll
Thread, que en cierto modo se parece a la que hicimos con Alejandro Jofré acá, Cumshot.

Hay varias cosas: por una parte, si lo que me importaba utilizar era el lenguaje políticamente
correcto, era mucho más fácil de encontrar y trabajar en una base de datos en inglés que en
español, porque me parece muy idiosincrático de la cultura gringa. Por otra parte, desde
hace ya varios años que he estado en contacto con poetas gringos cuyo trabajo me interesa
mucho y con quienes he intentado colaborar de diversas maneras, como Craig Dworkin (a
quien trajimos a Chile recientemente por un proyecto Fondecyt), Rob Fitterman (quien me
invitó a participar este año en el proyecto Collective Task) o Charles Bernstein, además de
mi amigo Carlos Soto Román, que ha estado asociado de manera muy directa al
conceptualismo. Tenía ganas, entonces, de hacer algo que funcionara en ese circuito, pero
que a la vez operara de manera crítica: muchos de los propios poetas conceptuales o
experimentales gringos caen también bastante en la corrección política y son bastante
mamones en estos asuntos, entonces me parecía entretenido lanzar esto desde el tercer
mundo (un poco a la manera de la antropofagia de Oswald de Andrade, que siempre me ha
parecido la propuesta más lúcida respecto a las interacciones culturales). Por último, me
interesa muchísimo hacer cualquier gesto que me pueda desmarcar o sacar de los debates
típicos de los escritores chilenos en Facebook, que se pelean por quién es más marginal o
independiente y ese tipo de tonterías. Muchos pensarán que es muy barsa lo que estoy
haciendo, de sacar un libro en inglés (cuando ni siquiera sé escribir muy bien en inglés), pero
filo, feliz de que piensen eso. Lamentablemente no soy tan importante como para que me
traduzcan un libro en Estados Unidos, así es que por ahora ¡ésta es mi única opción!

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Y de haber traducción, obvio que tendría que ser por Google Translate como en esa lectura
que hiciste.

Por supuesto.

Algo bien despersonalizado, pegoteado, mal hecho…

Eso mismo. Igual, pienso que si se hiciera una versión chilena de este mismo libro habría que
tomar el material de la “Orientación Cinematográfica Católica”. Fíjate, hace unos años
apareció este comentario sobre La duda (una película en que Phillip Seymour Hoffman hace
de un cura acusado de violación). Es muy ilustrativo leer lo que dijeron sobre esa película,
justo antes del escándalo de Karadima: “LA DUDA. El tema es la búsqueda de la verdad. Las
personas nos quedamos atrapados en los prejuicios y las reglas. En una escuela básica mixta
se enfrentan una madre superiora intolerante, prejuiciosa, obstinada e inhumana con el
Capellán, humano y comprensivo en una acusación de abuso con un niño negro en la cual ella
se obstina en acusarlo sin tener pruebas y no querer buscar la verdad sino ganar.
Clasificación: Adultos con reserva”.

¡Chan!

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Felipe Cussen, productor de textos. Entrevista con Megumi Andrade

Kobayashi*

Entiendo que antes de ponerte a escribir, estableciste —como una especie de científico o
arquitecto— una serie de pasos a seguir que te llevaron a configurar los textos de la trilogía.
En este sentido, detrás de cada libro existe un algoritmo que le da forma. Me llama la
atención que, al leer Trilogy, uno va reconstruyendo al menos parte de ese algoritmo. Creo
que eso ocurre porque el proceso de producción es bien transparente, no es algo que quede
oculto como puede pasar con otros libros. ¿A qué responde esa elección?

Al comienzo no pensé en una trilogía. Primero hice Explicit Content. Después, viendo una
película con subtítulos en inglés, se me ocurrió hacer el segundo: Closed Caption. Y de
cuadrado que soy, al tiro pensé que tenía que hacer un tercero y de ahí salió Regional
Restrictions.

En relación a dar cuenta de los procedimientos, los títulos son importantes porque, si te
fijas, ninguno es metafórico. Al contrario, son muy directos. Además, aunque no explicito
cómo los hice, de algún modo se capta que tomé un procedimiento y lo repetí varias veces.
En general, eso es algo muy propio de la poesía experimental y, en ese sentido, la trilogía
forma parte de esa tradición, en la que está implícita la invitación “Hágalo usted mismo”.
Eso sí, en las dos primeras partes de Trilogy no realicé una aplicación “estricta” o “dura” de
los procedimientos, ya que hice ediciones, limaduras.

Cualquiera podría tomar estos procedimientos y hacer su propia versión, en cualquier idioma
incluso. Además, son obras que no exigen que uno sea particularmente hábil con el lenguaje;
no requieren necesariamente tener “oficio de escritor”.

*
Publicado con el título “Felipe Cussen lanza tres libros al hilo y abandona internet: ‘A lo Javiera Mena, voy a
viajar dentro de mí’” en Pousta el 30 de mayo de 2018, a partir de la publicación de Trilogy (Explicit Content,
Closed Caption, Regional Restrictions (Gauss PDF 2015, 2016 y 2017)).
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Para hacerlas, no. Eso sí, después de un tiempo en el campo de la literatura experimental
uno empieza a darse cuenta que, en este tipo de obras, son importantes otras habilidades,
que tienen que ver con saber ofrecer el producto-libro.

Claro, otras decisiones se vuelven decidoras como las portadas, la diagramación, zonas en
las que curiosamente se juega la autoría.

Exacto, el envoltorio. Todo eso se vuelve decisivo.

Se podría pensar que la negación es uno de los principales motores de la trilogía. En Explicit
Content ocurre partir de la censura, en Closed Caption con la ausencia de sonido y en
Regional Restrictions a propósito del bloqueo en la distribución de películas. Al contrario de
lo que se podría esperar, se trata de una negatividad productiva y no una que induce al
quietismo o a la clausura. ¿Te habías dado cuenta de eso?

Es cierto. En general, me encanta que mis libros tiendan a terminar en algo vacío o en
silencio. Sin embargo, tuve consciencia de lo que me comentas cuando comencé a hacer el
video de Regional Restrictions. Para mí, hacer ese libro era un puro gesto seco, cerrado.
Pero cuando hice los videos, la cosa se dispersó hacia muchas partes y fue interesante cómo
el sentido de estas negaciones fue cambiando.

En tus trabajos musicales y de poesía sonora sueles trabajar con combinatoria y azar. Eso es
algo que estuvo presente, también, en la producción de Explicit Content y Closed Caption.
En estos casos, ¿el uso de estos procedimientos se relaciona con un interés por quitarle
protagonismo a tu condición de autor?

Sí, y tiene que ver con mi interés en el OuLiPo y en formas más antiguas de combinatoria.
Eso sí, indirectamente, se relaciona con no tener que tomar decisiones, para no angustiarse.
Eso es algo que he estado pensando estos días a propósito de la charla que tuve que hacer
en la Universidad de los Andes, “¿Se puede escribir poesía sin sufrir?”. Muchas veces estoy
bloqueado para partir, pero cuando ya tengo los materiales, y me pongo a ordenarlos y
moverlos de aquí para allá, es súper relajado y entretenido. Es como jugar a los Lego.

67
Es un trabajo más mecánico.

Sí, y tiene algo de “no definitivo”, de ir probando combinaciones posibles. Además, como no
hay un compromiso emocional directo, porque nada de eso son mis sentimientos íntimos, no
es angustioso. Al contrario, es casi liberador. Si bien estos libros se presentan “listos”,
cerrados, perfectamente podrían tener otro orden. Eso pasa, sobre todo, con Explicit
Content.

Me llama la atención el ritmo y la estructura que tiene Closed Caption. Tiene hartas
repeticiones con pequeñas variaciones, sonidos y palabras que van y vienen…

Sí, lo pensé como un libro de poesía concreta. Ese era mi modelo. Variaciones de una misma
frase. Además, lo intenté hacer más lineal, más narrativo que los otros dos.

Cuando leí Closed Caption por primera vez pensé que podría funcionar perfectamente como
la partitura de un poema sonoro.

Sí, tiene esa condición. La única vez que lo he leído en vivo —en la librería Printed Matter
de Nueva York— lo hice susurrando, “despacito”...

Otra cosa, a propósito de lo que me preguntaste al comienzo, es que todos los textos están
puestos de tal manera que no se puede adivinar de qué películas provienen. Para mí eso es
muy importante: que se note que son películas pero no cuáles. Pero sí se entiende que son
todas hollywoodenses.

En relación a eso, la elección del idioma es importante.

Claro, por lo mismo. Hoy en día, cualquier persona que tenga acceso a internet, por muy
poco bilingüe que sea, está obligado a leer muchos textos en inglés.

Es llamativo cómo el sentido de varios de estos textos transita fácilmente de la seriedad al


humor; incluso de la mística al sarcasmo. ¿Por qué crees que se produce eso?

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Creo que son efectos que se generan de distintas maneras. Por su carácter más narrativo,
Closed Caption tiene una línea dinámica, y la emotividad va variando según esas distintas
“escenas” que traté de ir armando. En Explicit Content, en cambio, el humor se produce por
el lenguaje mismo y no por las escenas a las que se alude. A mí, al menos, me resulta chistoso
el lenguaje eufemístico gringo, tan puritano. Y en Regional Restrictions pasa que la primera
frase es sólo informativa pero luego de tanta repetición puede provocar un efecto
deprimente, melancólico o incluso risa, como pasa en el video.

¿Cómo se te ocurrió hacer los videos de Regional Restrictions?

Me encontré con una plataforma que se llama Fiverr, en la cual, a partir de cinco dólares,
uno puede ofrecer y encargar cualquier servicio a personas de distintas partes del mundo.
Una categoría es leer anuncios para publicidad, y ahí busqué distintas posibilidades y traté
de elegir la mayor diversidad posible. La mayoría son videos filmados con celular, bien
caseros, y hay otros con más producción. En todos los casos pagué por el servicio más sencillo,
y de a poco me fue llegando el material, que yo sólo edité. Me encantó hacer ese video
porque resultó ser un proyecto muy internacional y muy freak, pero, al mismo tiempo, es de
los pocos proyectos que me han provocado reflexiones éticas.

¿Por qué?

No pienso mis proyectos desde una perspectiva moralista y menos adoctrinante. El problema
acá no tenía tanto que ver con eso, sino con el trabajo colaborativo. Para Regional
Restrictions, me pregunté todo el rato desde qué posición estaba encargando videos para un
trabajo como este. Generalmente uno se siente desde una posición marginal, del tercer
mundo, pero en este caso, al estar pagando, también me colocaba en una posición de poder.
En términos económicos, me ceñí a las condiciones de la plataforma… que no sé si son ni
buenas ni malas. Además, varios de los videos pueden parecer ridículos y a uno le dan risa.

Algunos producen una sensación un poco morbosa. Con eso volvemos a lo que te preguntaba
antes, de la ambivalencia del sentido. Si bien algunas partes del video son chistosas, otras
generan un poco de incomodidad.

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Sí. De hecho, por eso fue importante para mí cerrar con el último, que es alegre y que, al
ser un poco absurdo, vuelve todo menos trágico. En vez de que el no poder acceder a una
película se vea como una carencia, acá se termina bailando, con orgullo.

La otra manera de tratar de “equilibrar” todo esto fue ofrecer mis servicios en la misma
página: sacarme fotos con cara de poeta. Si estoy pagando a otras personas para un
determinado servicio, creo que es justo que yo me ofrezca de la misma manera. No sé si
serán rollos míos, porque soy demasiado culposo pero me pareció necesario. Igual, hasta
ahora nadie me ha contratado.

Te he escuchado afirmar que cuando escribes no tienes nada que decir. En distintos trabajos
que has publicado intentas enfatizar el retiro de tu condición de autor. No te interesa
producir literatura emotiva ni testimonial, pero de todos modos a veces pareciera ser difícil,
si no imposible, sacar el yo de lo que uno escribe. Eso pasa incluso en un proyecto
aparentemente tan mecánico como Trilogy.

Sí. Incluso hacer algo con puro azar implica tomar decisiones. Las decisiones por omisión no
son menos voluntarias. Por otro lado, cuando digo que no tiene nada que decir, igual lo hago
un poco por barsa, también, como varias de las cosas que hago.

Tampoco te veo como un escritor que lleva al extremo este interés por dejar de producir y
que abandona la escritura, como hicieron Rulfo, Salinger y otros.

Me atraen esos personajes pero no quiero ser así. Tengo ganas de hacer muchas cosas. Me
pasa un poco como Vila-Matas, que está obsesionado con escritores que dejan de escribir
pero a él le encanta hacerlo y publica libros todo el tiempo. Cada día me interesa más la
idea de la literatura como movimiento, como mover cosas de un lugar a otro. En ese sentido,
este no-decir lo entiendo como un hacer. Una cosa es no tener un mensaje que decir pero
eso no impide que uno siga haciendo poesía o cosas con textos. Aparte, me carga ese gesto
de cuando alguien anuncia públicamente que va a dejar de escribir, como un acto solemne;
eso para mí es puro pintar el mono.

70
Igual me ha pasado que, sin proponérmelo, estuve muchos años sin publicar… entre el 2008
y el 2015 no saqué ningún libro de poesía.

Harto tiempo…

Mucho. En un momento estuve medio complicado. Entre medio, me empecé a meter más en
el mundo de la música electrónica y la poesía sonora.

Te conocí por esos años y, visto en perspectiva, me da la sensación de que, al acercarte a


los rollos de la música electrónica, se revitalizó tu “creatividad”.

Sí. Pasó también que, después que saqué Título (2008), tenía una especie de plan de
dominación mundial que no funcionó. Escribí una novela de acción que no publiqué nunca
pero que mandé como a diez editoriales (algunas comerciales y otras independientes) y me
dijeron que no o ni siquiera me respondieron, y cuando un tiempo después apareció una
opción ya estaba en otra. Igual sigue por ahí guardada y a veces me dan ganas de reescribirla.
Ahí se bloqueó ese proyecto, lo cual coincidió con que dejé de escribir “poemas” a secas. Al
mismo tiempo, empecé a pensar más en la lógica de proyectos.

Me imagino que eso se relaciona con que empezaste a trabajar colaborativamente, lo cual
se desenmarca de la imagen tradicional del poeta que escribe en soledad.

También. Ya venía trabajando con Richi Tunacola, y luego con Martín Gubbins, Martín
Bakero, la Orquesta de Poetas, y después con Andrea Wolf, María José Contreras y muchos
más.

Ese espíritu colaborativo está también en el video de Closed Caption…

Sí. Ese proceso fue bien interesante. El año pasado, Pablo Chiuminatto me invitó junto a
Martín Gubbins a participar en un taller de alumnos de diseño de la Universidad Católica.
Nos pidió llevar ejemplos de libros raros o difíciles para que los alumnos hicieran proyectos
a partir de ellos. Fuimos a una clase y luego tuvimos reuniones. A partir de eso, se hizo una

71
exposición muy buena. Camila Romero hizo un libro sobre un disco que hice de poesía sonora,
Matías Vial estaba interesado en las selfies que me saco y me escaneó la cara, y Sofía Garrido
trabajó con Correcciones. Me gustaron mucho sus trabajos y los invité a que hicieran un video
a partir de Closed Caption. Ellos escogieron los textos, la técnica, hicieron todo, y como
vienen del diseño me ofrecieron una perspectiva muy distinta. Para mí ha sido un enorme
orgullo que ellos hayan querido trabajar conmigo, porque son muy secos, y esta colaboración
me dio mucha energía. Ah, y también fue bacán que Daniel Madrid, de Libros del Pez Espiral,
me regaló para el lanzamiento en Santiago varias copias impresas de Regional Restrictions,
que él propuso como si fuera un talonario de tickets para el cine.

Todo esto me tiene muy contento porque, aunque Trilogy es un proyecto muy sencillo,
apenas unos PDF, le he podido sacar harto partido al permitir un cruce entre literatura, cine,
video, sonido, diseño y artes visuales.

Tal vez esa sequía que tuviste por tanto tiempo fue “solucionada” precisamente por tomar
procedimientos que vienen de otras artes…

Sí, creo que sí. Por el medio en el que estaba en esos años, cuando trabajaba en la Escuela
de Literatura de la Universidad Diego Portales, rodeado de escritores profesionales, pensé
que iba a tener más eco con lo que estaba haciendo. Finalmente eso no sucedió pero al
mismo tiempo pasaron otras cosas mucho mejores. Igual tengo miles de delirios de grandeza
y me encantaría ser un escritor famoso y publicar novelas en España, pero con el tiempo se
me ha quitado esa ansiedad. Lo mejor fue que he dejado de pensar mi trabajo
exclusivamente en el circuito literario, con sus temas de moda, reglas, rankings, etc. Me
encanta no considerarme exclusivamente como poeta y poder relacionarme con la música y
las artes visuales. Es mucho más motivante y entretenido.

Si lo de “poeta” no te acomoda, ¿qué apelativo define mejor tu rol en la creación de Trilogy?


Escritor, artesano, diseñador….

Sí, por ahí… Operador, o también programador, manipulador… aunque suena como que estoy
manipulando personas, jaja.

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¿Y “productor”? ¿Como si fueras un productor musical?

¡Eso! Productor de textos me gusta más. Finalmente, eso fue lo que hice acá... produje
textos en varias versiones.

Creo que tienes que buscar un término más definitivo y no afirmar solamente “no soy
poeta”.

Sí, y no es que odie a los poetas, muchos de ellos son grandes amigos, son relajados y no se
creen el cuento. Pero, quizás porque me lo tomo muy a pecho, para mí esa etiqueta la siento
muy rara.

Oye, y ¿es posible, para ti, escribir sin internet?

Chuta, buena pregunta… No podría vivir sin internet. Bueno, me costaría un montón, porque
tendría todo tipo de síndromes de abstinencia, jaja. Es verdad que muchos de los proyectos
que he hecho los últimos años tienen harto que ver con internet como el lugar para copiar y
pegar cosas, utilizar softwares, etc. Igual, ahora que me lo preguntas, estaría bueno probar
qué ocurre si me desenchufo un rato y trato de comenzar a escribir algo directamente a
mano, con la mente en blanco, sin tantas interferencias. Voy a hacerle caso a Javiera Mena
y voy a viajar dentro de mí.

73
Instrucciones para celebrar el cumpleaños nº 100 de Nicanor Parra *

No corra.
Mantenga la calma.
No ocupe el prefijo “anti”.
No ocupe el adjetivo “parriano”.
No ocupe el signo “&” ni tampoco signos matemáticos.
No reemplace la palabra “para” por “parra”.
Elimine el adjetivo “imaginario” todas las veces que aparece en el poema “El hombre
imaginario”.
Tómese una taza de té.
Ingiera aspirina en cantidades industriales.
Rece junto al cura Valente.
Averigüe quién fue el cura Salvatierra.
No escuche al nieto tocar el piano.
No cuente ninguna anécdota vivida con Nicanor Parra si no lo ha conocido, y tampoco si lo
ha conocido.
No califique cualquier tontería como “el último gesto antipoético de Parra”.
Por ningún motivo se le ocurra proponer que los Artefactos son un antecedente de Twitter.
No opine que Nicanor Parra es incómodo para el poder.
Sospeche de la Universidad Diego Portales.
Sospeche de The Clinic.
Sospeche de la Universidad Diego Portales y The Clinic.
Desconfíe de todos los que dicen que no les gusta Nicanor Parra.

*
Publicado en Pániko el 5 de septiembre de 2014.
74
Carlos Peña se equivoca*

Siempre quise escribir esta frase, cada vez que Carlos Peña decía que alguien se equivocaba.
Ahora me resulta imposible no escribirla yo mismo. Acabo de leer su columna “Adiós
mariquita linda” dedicada a la memoria de Pedro Lemebel. No discuto el espíritu de su
homenaje —que supongo genuino—, ni su valoración del activismo gay al interior del
conservadurismo comunista, ni incluso que se atreva a decir que el propio escritor se
equivocaba al señalar que hablaba desde la diferencia. Pero es Peña quien se equivoca al
exponer, a propósito de Lemebel, su propia visión de la literatura.

Mucho.

Peña afirma que Lemebel “transformó” su condición marginal en literatura. Peña afirma que
la literatura consiste en “desnudar” la realidad. Peña afirma que la literatura muestra “la
realidad verdadera”. Como los escritores naturalistas del siglo XIX, en cuyos postulados
pareciera inspirarse, considera que el lenguaje es apenas un instrumento para describir la
realidad.

A diferencia del rector de la Universidad Diego Portales (recientemente ratificado en su


cargo por los próximos 4 años), y a pesar de que me esfuerzo hace mucho tiempo, aún no
me siento capaz de tener una idea tan clara de la literatura, como la suya. Menos me siento
capaz de tener una idea tan clara de todo, como la suya. Sólo puedo atreverme a asegurar,
tímidamente, que con estas afirmaciones tan rotundas demuestra no saber demasiado del
lenguaje, ni menos de la realidad.

*
Escrito como carta al director el 25 de enero de 2015. No fue enviada porque en ese momento yo aún dictaba
un curso en la Universidad Diego Portales.
75
Melnick y el futuro*

Una vez, cuando niño, en un yate en Miami, le di la mano a Sergio Melnick. Me lo presentaron
como un experto en futuro. Ayer, tras conocer las torpes imágenes de PowerPoint que utiliza
para sus asesorías, todos pudimos comprobar que el futuro ha dejado atrás a Sergio Melnick.
De paso, el vértigo de sus funciones ha provocado que olvide algunas de las nobles reglas de
ortografía de nuestro idioma. Para honrar la admiración que alguna vez sentí, le ofrezco mi
colaboración en mi condición de poeta y licenciado en literatura y lingüística hispánicas.
Estoy seguro que, al igual que yo, muchos jóvenes profesionales, diseñadores gráficos,
publicistas y expertos en comunicación, le daremos de vuelta la mano y lograremos
que Sergio Melnick vuelva a ponerse a la delantera. No sé a la delantera de qué, pero a la
delantera.

*
Publicado como carta al director en Las Últimas Noticias el 9 de marzo de 2016.
76
Hijo de la dictadura*

Yo no soy hijo de la dictadura.


Yo no tuve conciencia de lo que pasaba en la dictadura.
Yo no luché contra la dictadura.
Yo no marché.
Yo no hice barricadas.
Yo tengo recuerdos, pero no tengo recuerdos de la dictadura.
Yo soy hijo, pero no soy hijo de la dictadura.
Yo escribo, pero no escribo la literatura de los hijos.
Yo no escribo sobre mi infancia.
Yo no escribo sobre mi generación.
Yo no escribo desde la culpa.
Yo no escribo por necesidad.
Yo no puedo decir que no puedo dejar de escribir.
Yo no estoy escribiendo siempre el mismo libro.
Yo no he podido escribir los libros que me gustaría leer.
Yo no he podido publicar los libros que me gustaría escribir.
Yo no he podido vender los libros que me gustaría publicar.
Yo no estoy combatiendo el capitalismo.
Ahora mismo, en este mismo instante, no estoy combatiendo el capitalismo.
Yo no he hecho nada para que se acabe el capitalismo.
Yo no escribo desde un “nosotros”.
Yo no digo “uno” cuando quiero referirme a un “nosotros”.
Cuando digo “uno” sólo me refiero a mí.
Mi escritura no es intimista.
Mi escritura no es autobiográfica.
Mi escritura no es honesta.
Mi escritura no es verdadera.

*
Publicado en Orbe nº 1, noviembre 2017.
77
Nada de lo que he escrito es verdadero.
Nada de lo que escribo es verdadero.
Nada de lo que escribo es verdad.

78
Declaración oficial ante las expresiones de Miguel Bosé *

Ayer, como la gran mayoría de los chilenos, sentí una profunda molestia al escuchar las
expresiones de Miguel Bosé en el Festival Venezuela Aid Live: “Michelle Bachelet: ven aquí,
mueve tus nalgas de una vez con la autoridad que tienes, o si no, para esto no sirves,
¡fuera!”. Me llamó la atención, en particular, su tono machista y prepotente, porque
provenía de un artista cuyas opiniones siempre me habían parecido agudas, irónicas y
sugestivas.

He escuchado muchas quejas sobre su actitud, muy justificadas, pero también he leído a
algunos que han prometido que no volverán a escuchar su música o que incluso destruirán
sus discos. Estas amenazas me parecen de una dudosa efectividad política y me producen
escalofríos, porque me recuerdan eventos tan nefastos como la tristemente célebre “Disco
Demolition Night”. Por eso, a pesar de la desafortunada intervención de Bosé, quiero
manifestar de manera pública que no dejaré de escuchar canciones tan maravillosas como
“Amiga”, “Amante Bandido”, “Morir de amor” o “Si tú no vuelves”, por mencionar sólo
algunos de sus grandes éxitos que me han acompañado desde mi infancia y mi pubertad. Para
justificarlo, podría aludir a la necesidad metodológica de separar a la obra de su autor, que
me inculcaron en las aulas universitarias, y podría añadir que no tiene sentido esperar una
consecuencia política o ética de los músicos o escritores que admiramos. Pero quisiera apelar
a algo más simple: entre tantas amenazas, prohibiciones, gestos grandilocuentes y opiniones
destempladas que saturan nuestro mundo virtual, una de las pocas libertades que nos quedan
todavía es la de disfrutar, por puro placer, un disco, un libro o una película. Aunque parezca
ingenuo, creo que vale la pena tratar de preservar esa libertad, incluso cuando sea
amenazada por los exabruptos de nuestros artistas más queridos. Las buenas canciones,
felizmente, son más poderosas.

*
Publicado con el título “Declaración oficial del poeta Felipe Cussen ante las expresiones de Miguel Bosé” en
Instagram el 23 de febrero de 2019.
79
Declaración oficial ante el Premio Nobel otorgado a Bob Dylan *

Soy profesor e investigador en poesía experimental. Todos los días me despierto deseando
que un periodista me llame para preguntarme por la influencia de los softwares de
producción musical en la poesía sonora actual, o por los vínculos entre ciertas prácticas del
conceptualismo y los debates barrocos en torno a la nada. Pero no. Cuando me contactan es
para pedir mi opinión sobre Bolaño, la Feria del Libro, el Plan de Lectura, el Premio Nacional
o el Premio Nobel. Esto fue lo que me ocurrió nuevamente este jueves, en que me vi obligado
a emitir la siguiente declaración oficial:

- Me acaba de llamar un periodista de mi universidad a propósito del premio Nobel a Bob


Dylan, porque lo habían contactado de la televisión para saber si algún académico podría dar
una opinión sobre el premio Nobel a Bob Dylan. Le dije que encantado hablaba, pero que el
problema es que conozco muy poco de él y lo que conozco me da una lata profunda, así es
que no tendría nada relevante que decir. Además, no me gusta hablar mal de la gente. Las
circunstancias, sin embargo, me obligan a realizar esta declaración. No emitiré más
opiniones ni responderé otras consultas o comentarios, pues a partir de ahora me
concentraré para el concierto de los Pet Shop Boys esta noche.

- En este día tan solemne, saludo con especial afecto a mis amigos fans de Bob Dylan, que a
esta hora deben estar muy alegres. Yo también estaría muy alegre si premiaran a alguien
que me gusta.

- La única vez que escribí algo sobre Bob Dylan fue en una reseña sobre un disco de Miranda!,
que se iniciaba así: “Mis amigos escritores creen que para ser serios tienen que escuchar a
músicos serios como Bob Dylan o Lou Reed”.

*
Publicado con el título “Declaración oficial del poeta Felipe Cussen ante el Premio Nobel otorgado a Bob Dylan”
en el suplemento Tendencias de La Tercera el 15 de octubre de 2016.
80
- Varias veces nos pasó, junto a mi adorada esposa Marcela, que íbamos en el auto
escuchando una canción que no conocíamos en la radio y dijimos “qué aburrida”. Luego el
locutor decía: “acabamos de escuchar a Bob Dylan...”.

- Mi canción favorita de Bob Dylan, y la única que he cantado y tocado, es “Sabemos que
vendrás”, la versión para misa de “Blowin’ in the wind”.

- Lo que de verdad me gustó sobre Bob Dylan fue la película “I’m Not There”, en la que
diversos actores interpretan fragmentos de su biografía, pero que no sé si les gusta a sus
fans. A mí Cate Blanchett me gusta mucho más como Bob Dylan que Bob Dylan.

- Apenas se anunció la noticia leí muchas opiniones en Facebook respecto a la importancia


de premiar a un cantautor con un premio de literatura. Concuerdo en que resulta interesante
desde un punto de vista de la separación tan estrecha entre distintas artes, porque significa
que, al menos dentro de ese espacio tan institucional, se reconoce que el soporte de la
literatura puede ser distinto del libro. Pero no se trata de una ruptura del canon, sino más
bien del reconocimiento a una tradición, la de la canción o de la poesía entrelazada con la
música, que tiene una trayectoria mucho más larga que la de la poesía impresa. En rigor,
entonces, podríamos decir que la Academia Sueca al fin se está volviendo conservadora, que
es lo que uno espera de ella.

- No sé si tiene mucho sentido o importancia llamar “poeta” a Bob Dylan, o Leonard Cohen,
por ejemplo, para tratar distinguirlos respecto de otros a quienes se llama despectivamente
“letristas”. Eso sólo significa, como ya dije, que se tiene una visión muy limitada de la poesía
y, a la vez, bastante errada de la relación entre palabras y música dentro de esa práctica.
En una canción (o en una ópera, o en cualquier otra de sus combinaciones), la valoración del
texto no debería reducirse sólo a lo que “dice”, sino al modo en que interactúa con la
estructura de la composición. Un “yeah yeah yeah” no es necesariamente un relleno, sino
que puede ser parte fundamental de una canción.

- Dicho de otro modo: no encuentro que sea un piropo que a Bob Dylan, ni a nadie, le digan
poeta.

81
La cultura no es entretenida*

Ayer, mientras repasaba concienzudamente mis apuntes sobre el ars combinatoria de Ramon
Llull, mi adorada Marcela me interrumpió enojada: “¡se pusieron de acuerdo!”. Se refería,
claro está, a la flagrante colusión de dos críticos televisivos del duopolio El Mercurio - La
Tercera, a propósito de la columna “Respetable público” de Cristián Warnken. Jimena
Villegas y Rodrigo Munizaga, respectivamente, se sobaban las manos ante el fin de su
programa “Una belleza nueva” (continuador de “La belleza de pensar”) con argumentos
sospechosamente similares. Si bien valoraban la larga lista de entrevistados notables,
criticaron específicamente: 1) su concepción anticuada, principalmente en el set y la
edición: “Están despojados de apoyo audiovisual y se desarrollan en un entorno negro . . . .
Tienen la misma impronta reflexiva que tenían las tertulias en sepia de la TV en los 60”
(Villegas); “se trata de un programa de televisión como sacado de los años 60, con un fondo
negro, dos sillas y una mesa, renunciando —quién sabe para qué— a las posibilidades visuales
que da hacer TV en 2013” (Munizaga); 2) su elitismo, es decir, la falta de esfuerzos por
acercar la cultura a la gente: “Parecen comprender la cultura como un contacto más propio
de un salón que de una pantalla de TV” (Villegas); “esas entrevistas quedaron relegadas a
una elite, por la pobreza visual y la negativa a querer acercar el contenido a la gente, algo
tan básico y exigible a un comunicador en un medio masivo” (Munizaga).

Quien haya leído mi tímido opúsculo Opinología ya sabrá que en varias ocasiones he criticado
a Cristián Warnken. Me opongo a su concepción romántica de la poesía, no me gustan los
organilleros, y aborrezco profundamente a sus siúticos seguidores, que se imaginan miembros
de La sociedad de los poetas muertos. Al leer su columna el jueves pasado, disentí también
de sus razones, particularmente de sus consideraciones sobre la televisión abierta: “una
televisión que es hoy nuestra Freirina del alma, y donde la belleza está prohibida todos los
días”. Lamento que su estrecha visión le impida disfrutar de la belleza de Josefina Montané,
María José Bello, Daniela Ramírez, Vannesa Borghi o Connie Mengotti, por mencionar a las
primeras que me vienen a la mente (“¡y Horton!”, añade ansiosa mi adorada Marcela,

*
Publicado en Pániko el 10 de junio de 2013.
82
“¡nombra a Horton, y también a Néstor Cantillana! ¡Y a Macaya!”). Ni siquiera sé si la mejor
decisión haya sido cerrar el programa ante el cambio de horario. Pero lo lamento porque
Warnken cumplía con una tarea casi impensable para el periodismo de hoy: se informaba
sobre los entrevistados, leía sus libros, es decir, no le pedía al autor que se los resumiera.
Y, en sus momentos de mayor inspiración, comprendía el valor de quedarse callado para que
su invitado se explayara sin pausas.

Lo que me importa, sin embargo, no es defender “Una belleza nueva”, sino contradecir a
estos críticos conspiradores. Lo primero que salta a la vista es que parece que ellos no
conocen la parrilla programática de las mañanas de domingo. Yo sí, y muy bien.
Regularmente preparo el desayuno mirando de reojo el pequeño televisor portátil (EUROSUN
modelo EDX 502-R) que tenemos en nuestra cocina, y en esos momentos debo aguantar
indistintamente la emisión completa de una misa católica, una serie de monos animados
extremadamente chirriantes y “El pabellón de la construcción” (que igual me gusta un poco
porque le han dado cabida a animadores respetables como Juan Guillermo Vivado y Jorge
Díaz). Lo justo, entonces, sería comparar a “Una nueva belleza” con sus competidores
directos. Sólo puedo decir que mientras sintonizo uno u otro canal, un set negro se convierte
en un paraíso entre medio de las tomas a un coro de iglesia y la estética aspiracional de los
departamentos piloto, y que su ritmo reposado es el único antídoto para preparame
adecuadamente a recibir el que sí es mi programa favorito de dicha franja: “Cada día mejor”,
a cargo del incombustible Alfredo Lamadrid.

Por otra parte, habría que reflexionar con mayor profundidad sobre el contenido y el tono
de la conversación del entrevistador y sus invitados, que a Villegas le parecen áridos y
Munizaga (¿será pariente de nuestro recordado Ronny Dance?) le recuerdan una charla en
una universidad. He pasado los últimos veinte años de mi vida como alumno y profesor
universitario, así es que sé perfectamente bien lo aburrida que pueda ser una de esas charlas.
Pero ¿de verdad son tan difíciles de soportar estos diálogos? A mí me parece que el lenguaje
que allí se utiliza es menos abstruso que el de los comentaristas económicos de los
noticiarios, menos técnico que el de los meteorólogos (¿por qué nos machacan todos los días
con la “vaguada costera”?) y menos rebuscado que el de aquellos periodistas que sienten que
están en Harvard cuando hacen gala de anglicismos como “al final del día”... Y si hablamos

83
de dificultad: ¿hay algo más exasperante que la última media hora de cada emisión de “SQP”,
donde luego de 20 minutos de comerciales, el resto del programa son las menciones a sus
auspiciadores? ¿Y acaso existe algo más intolerable que “Hágalo usted mismo”, el infomercial
encubierto de Homecenter que TVN emite precisamente los domingos al mediodía, cuyo
único objetivo es socavar la estabilidad emocional de aquellos varones que no tenemos
suficientemente desarrollado nuestro lado masculino?

Finalmente, lo que más me ha enojado de sus reproches ha sido la insistencia en que no se


había hecho el intento por “acercar” la cultura a la gente. Pareciera que la única manera de
producir este acercamiento sería “apoyarse” en medios audiovisuales. ¿Qué entienden estos
críticos por “apoyo”? ¿Entenderán lo mismo que un gerente que “apoya” sus balbuceos en un
PowerPoint? ¿O lo mismo que un director que “apoya” un testimonio sufriente con la música
de un pianito? ¿Cómo se puede “apoyar” un pensamiento suficientemente bien expresado?
¿Es realmente necesario “apoyar” un verso sugerente con tomas difuminadas de flores, o con
dramatizaciones de cartón como las de “Pasiones”, que hoy se han extendido por todos los
matinales? ¿“Acercar” quiere decir rellenar, adornar o sobreexplicar?

La cultura no es entretenida. Hay que agradecerle a Warnken por no tratar de hacerla


entretenida. O si trató, no le resultó. No fue entretenido ver en pantalla a José Miguel Ibáñez
Langlois a punto de convertirse en el diablo. No fue entretenido que Claudio Bertoni
intentara hablar de teología negativa. Y tampoco fue entretenido, pero sí inmensamente
iluminador, escuchar a Raúl Ruiz exaltando las virtudes del aburrimiento.

84
La Teletón sin el Halcón*

Día 1

“Salir a la aventura para adentrarse en el bosque, confundirse en su maraña, indiferenciarse


en su materia. La salida del caballero cortesano es una apertura al mundo”, escribe Victoria
Cirlot en Figuras del destino, su ensayo sobre la novela artúrica. Este viernes 2 de diciembre,
a las 8:30 PM, se inicia la aventura que he esperado toda mi vida. Camino con paso firme
hacia mi destino: el teatro Teletón.

Luego de sortear numerosas dificultades, consigo acceder al recinto. De reojo observo un


grupo de mujeres con poleras negras detrás de las rejas. La aparición de Kenita Larraín,
embutida en un vestido rojo brillante, me enceguece. Me dirijo tambaleando al patio de
comidas. Pido un café, que pensaba que había que pagar, y de puro nerviosismo lo derramo.
Camino sin dirección hasta que encuentro a Carolina de Moras atendiendo con su natural
simpatía y encomiable paciencia a los periodistas. Las mujeres de negro consiguieron pasar,
y se acercan para tomarse una foto con ella. En sus poleras y en sus jockeys llevan estampada
la imagen de Felipe Camiroaga.

Les pregunto cómo se sienten, cómo se han preparado para esta primera Teletón sin Felipe.
“Con estar aquí a la entradita ya es un paso. Ojalá pudiéramos estar en el homenaje de él
adentro”. Llegaron a las 3 de la tarde y al menos las dejaron quedarse a la entrada del
teatro. Se han esforzado mucho. “Es que él se merece eso y mucho más. Él está acá con
nosotros”. Junto a ellas hay un joven discapacitado vestido de militar. “Para mí es una
Teletón especial sin el General de Pelotón”. Recuerda que Felipe siempre lo saludaba y le
daba fuerza. “Era un tipo alegre, risueño, muy cercano, y personas así hay pocas”.

Pocos minutos después, entro corriendo junto a los amigos de la prensa para sentarme en el
estudio. Con el primer testimonio y el primer discurso de Don Francisco comienza

*
Publicado en Pániko el 6 de diciembre de 2011.
85
oficialmente la Teletón. Casi me desbordo de emoción cuando entran todas las figuras de los
canales al escenario: es una sobredosis de rostros. En ese estado de fragilidad escucho a un
coro de oficinistas cantando “Ángel para un final” en memoria de Camiroaga, y me hundo
aún más cuando una voz en off lee los versos de Gonzalo Rojas que tanto le gustaban.
Entonces entra la niña símbolo sumándose al coro. Don Francisco hace un contacto en directo
con Felipe y se suceden las imágenes de sus participaciones en las anteriores cruzadas.

Cuando el homenaje termina el público se pone de pie. Yo también me paro y con mi gesto
lidero a los demás periodistas para que hagan lo mismo. Vivo este momento de realidad con
una intensidad indescriptible. Recuerdo las sabias palabras del místico sufí Najmoddîn Kobrâ:
“Ocurre que contemplas con tus ojos aquello de lo que no tenías todavía más que un
conocimiento teórico por la mente”. Intento captar el momento con todas las técnicas
literarias y tecnológicas de las que dispongo, pero sufro por no poder mirar, escribir, tomar
fotos, filmar, aplaudir y llorar al mismo tiempo.

Durante los comerciales Don Francisco baja a saludar a Piñera. Hinzpeter se da vuelta al
público esperando que alguien lo salude. A la vuelta, y tras el discurso de Piñera, entra
Kramer como el negro Piñera. El espectáculo cumple el mismo rol que la obra teatral
representada en Hamlet. El juego de espejos se complejiza cuando, en un video, aparece
Kramer imitando al propio Piñera y acusando al real de ser Kramer. Finalmente, aparece otro
negro Piñera, que no alcanzo a distinguir si es el original o su triple.

A continuación entran Rafael Araneda, que parece un muñeco de cera, y Karen Doggenweiler,
ligeramente hinchada pero menos que Diana Bolocco, para presentar a los telefonistas. Se
destacan la hermosa Perla, Dominique Gallego, y un conductor juvenil cuyo nombre se parece
a Jean-Louis Trintignant. Me alegra particularmente la participación de mi querida Matilda
Svenson en representación de Telecanal. No es mucho lo que hacen, con suerte deben estar
revisando su Facebook. Más adelante, para uno de los cómputos, se ponen a saltar
enfervorizados, exceptuando a Perla, la única interesada en trabajar y contestar los
llamados.

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Continúan los testimonios, los números artísticos, los discursos, y nos sentamos y nos paramos
como si estuviéramos en misa. Por momentos parece que los sentimientos fueran a
automatizarse, como si viniera un bajón y entráramos en una planicie emotiva. Pero una y
otra vez vuelve el carrusel. Una colega de www.tumedio.cl me comenta que muchos han
comenzado a retuitear lo que @halconmatinal escribió hace 12 meses: “llego el dia,todos
con la teleton,con animo y alegria,vamoooooos chile”.

Cuando se van los ministros corro para conseguir alguna declaración. Primero intento con
Hinzpeter, pero me interrumpe mi amigo Javierito llamándome por teléfono. Al igual que
todos los años, su gata (la señora K) fue a donar todas las monedas de 1 y 5 pesos que reunió.
Se queja amargamente porque, a pesar de que donó un 300% más que el año pasado, ni la
pescaron en la oficina del banco.

Después me acerco a Longueira, mientras un periodista de Radio Santiago le está


preguntando qué piensa de aquellos medios que critican a la Teletón. Le pregunto que por
qué le había preguntado eso. “Yo, como periodista, creo en la libertad de expresión. Pero
también soy padre, y tengo un hijo precisamente en el Instituto Teletón. Son tratamientos
muy costosos y la Fundación nos ha ayudado bastante. Nuestro hijo se ha rehabilitado,
entonces uno ve que para eso los fondos son realmente necesarios”. Soy un idiota. Me voy.

De todos modos, sigo con la sensibilidad a flor de piel. Llego tarde y absolutamente
hiperventilado al cumpleaños del gran Pato Urzúa, donde algunos amigos me reciben con
jolgorio. Les cuento atropelladamente mis experiencias. Mi adorada Marcela me dice que, si
voy a citar lo de Hamlet, debería terminar esta nota con la frase “Todo lo demás es silencio”.
Pancho Ortega se ríe cuando digo muy solemnemente que el homenaje a Camiroaga me
pareció emocionante. Álvaro Bisama me dice que ahora soy Teletín.

87
Día 2

En estas pocas horas siento que he madurado lo que no maduré en los últimos años. Vuelvo
al teatro en la tarde, y camino con aplomo, saludando a todo el mundo. Me encuentro con
un amigo maquillador, que acaba de estar en el partido de fútbol entre políticos y famosos.
Me confidencia que Junior Playboy le pidió maquillarse para jugar.

En el interior está comenzando la “Talentón”, aunque por error escuché “Calentón”. Estar
aquí es como ver lo mismo por la tele pero multiplicado por diez: la ansiedad, el nerviosismo,
el aburrimiento. Se repiten una y otra vez las pifias en la transmisión, los enlaces con
regiones no se concretan, los micrófonos siempre se encienden tarde, como si llegara apenas
el delay fantasmático de la voz real.

Me encuentro nuevamente con mis amigas, Las Halconas de Felipe. Están al borde del
escenario porque quieren subir a hacer su donación, pero no las dejan. Su aporte es de
$260.000 y lo reunieron entre todas, incluyendo las de provincia. Ayer no pudieron entrar al
estudio para su homenaje. Les pregunto qué les pareció el homenaje. “Fue bonito pero
corto”. Sí, yo también pensé lo mismo. “A Felipe lo amamos y lo vamos a recordar siempre.
Siempre lo llevamos en nuestro corazón. Nunca lo vamos a olvidar”.

Mientras tanto, Rafael Araneda conduce un testimonio. Todos piensan que es el heredero
natural de Don Francisco. Diana Bolocco está muy sensible porque está en un estado
“especial”. Pilar Sordo insiste en bailar. Es impresionante cómo, por lejos, los más dignos,
los más atinados, los únicos sensatos, son los niños de la Teletón. Yo soy indigno, me la paso
haciendo pucheros, y ya ni se me ocurren citas literarias para expresar lo que siento.

Hacia el final de esta jornada me acerco nuevamente a las Halconas, que no podrán salir al
aire. Están indignadas. “Parece que ya se olvidaron de Camiroaga. ¿Por qué son así?”.
“Estábamos pidiendo sólo un minuto. Ayer decían que Felipe había sido importante para la
Teletón, pero parece que no”. “Fue falso el llanto que le hicieron a Felipe”. Las Halconas
de Felipe son un grupo de choque. Se preparan para ir con todo a la entrega de El Copihue
de Oro y apoyar la candidatura póstuma de Camiroaga. Incluso han considerado no donar a

88
la Teletón la plata que reunieron, porque preferirían darla al jardín infantil de Villa Alegre
que Felipe había apadrinado, “Petetín”.

Ahora toca el último testimonio, a cargo de José Emilio, quien además de haberse
rehabilitado gracias a la Teletón, es poeta. “La poesía para mí son como unos telegramas
que me envía el corazón”. En el video también dice: “La vida, Don Francisco, es linda”. Don
Francisco dice que no tiene nada que decir, y deja hablar a José Emilio. Cuando termina,
Don Francisco dice que con eso está todo dicho. Todo lo demás es silencio.

89
Un intelectual en la Teletón*

Soy un intelectual, y debo comportarme como tal, me repito, mientras me acerco a


Jhendelyn Nuñez. Cree que quiero sacarme una selfie con ella, pero intento hacerle una
pregunta que todavía no se me ocurre. En un segundo, el pasillo se llena de periodistas que
la acosan y pierdo mi oportunidad. En realidad quería sacarme una selfie con ella.

He llegado hace un par de horas al Teatro Teletón y aún no sé bien qué hacer. Los periodistas
que hacen una larga fila para comer una empanada sí lo tienen claro. Me apuro para no
perderme la inauguración que incluye ballet, gritos, jingles, animadores, niño símbolo,
presidenta y testimonio. Don Francisco se toma la primera selfie de la jornada junto a Rafa
Araneda y nos invita a todos a hacer lo mismo.

Mi celular está fallando, y para subir las selfies necesito urgente la clave de la conexión wifi.
Se la pregunto a un joven que parece ser de la organización, pero no la tiene. Le pregunto
entonces quién podría tenerla: “los organizadores, pero no sabría decirte quiénes son los
organizadores”.

Don Francisco le dice a Pedro Fernández que Chile acompaña a México en el momento de
duelo que están viviendo. Pienso que se referirá a los estudiantes desaparecidos, pero en
realidad se trata del cómico Chespirito. Luego don Francisco entrega la “Estrella de la
Solidaridad” a Carabineros de Chile, y justifica “a veces, la necesidad de la represión”. Una
aguda periodista practicante quiere preguntarle su opinión al respecto a Gepe, pues es “el
único socialista” aquí.

Un antiguo conocido me aconseja que pierda el pudor para abalanzarme sobre los famosos:
“tienes que ser carroñero”. Con esta nueva actitud, me tomo selfies con Denise Rosenthal y
Karen Paola. Me estiro ágilmente sobre una reja para saludar a lo lejos a la siempre
encantadora Diana Bolocco, y quiero creer que me ha reconocido. También me adelanto a

*
Publicado en HoyxHoy el 1 de diciembre de 2014.
90
otros noteros para preguntarle a Martín Cárcamo cuál es el rol de los intelectuales, poetas y
académicos en esta Teletón, y me responde: “un rol muy relevante”.

Cuando vuelvo al teatro la tarde siguiente, me siento afortunado de poder vivir por dentro
el sueño de la televisión, ese “sueño sin necesidad de soñar” al que se refería T. W. Adorno.
Las malas noticias me despiertan súbitamente: por culpa de la lluvia, se ha cancelado la
ceremonia de clausura en el Estadio Nacional.

No hay nada más duro para cualquier ciudadano chileno que ver a Don Francisco preocupado.
Quisiera subir al escenario para tranquilizarlo: de acuerdo con el Diccionario de símbolos de
Juan Eduardo Cirlot, la lluvia no representa catástrofe, sino fertilización, purificación y luz.

De todos modos, el nerviosismo se ha apoderado de productores, técnicos, bailarines y


rostros, o personas con cara de rostros. Los guardias obligan a la prensa a retirarse del
backstage, pues necesitan acomodar a los artistas que están llegando. Me aprovecho de la
confusión para ocultar mi credencial de periodista, y camino con soltura como si fuera uno
de los organizadores. Si me detectan e interrogan, diré la verdad: no soy periodista, soy un
intelectual. Consigo entrar al camarín de Lucho Jara para saludarlo. Me pregunta quién soy.
Le digo que además de intelectual, soy poeta. “Qué susto”, contesta.

Ahora Matt Hunter eleva las manos al cielo e Iván Fuentes reparte bendiciones. Pancho
Saavedra declara que todo lo que ha ocurrido le da “realidad” a la Teletón, al igual que
Antonio Vodanovic: “la Teletón es la realidad, es la vida misma”. Entonces asistimos a un
momento francamente irreal, o surreal: un carabinero, con su traje lleno de brillos, baila
como Michael Jackson acompañado por el Orfeón institucional. Al instante siguiente
superamos la meta.

Las herramientas de un intelectual no son suficientes para comprender lo sucedido. Sólo le


encuentro sentido a las enseñanzas de Nicolás de Cusa. La clave es ésta: “uno será tanto más
docto, cuanto se sepa a sí mismo más ignorante”.

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Lo que no se vio del Festival del Huaso de Olmué*

No vi el Festival del Huaso de Olmué. Tampoco vi lo que no se vio del Festival del Huaso de
Olmué. Esos días estuve sumamente ocupado en un importante congreso de intelectuales,
académicos y artistas del más alto nivel, en los que discutimos sobre diversos temas relativos
al futuro de la poesía, las artes visuales, la antropología y la sociedad en su conjunto. El
estricto plan de actividades no me permitió asomarme, siquiera unos segundos, a la
transmisión del evento en cuestión. Lo único que alcancé a avizorar, antes de que
comenzaran simultáneamente mi congreso y el festival, fue un enlace a la hora de almuerzo
con la encantadora Patricia Venegas, y su look cada vez más parecido a Consuelo Saavedra.
No pude evaluar, en cambio, la animación de Karen Doggenweiler, aunque estoy seguro que
no me habría gustado. No pude disfrutar el humor diferente del Huaso Filomeno, aunque
estoy seguro que no me habría gustado porque nunca he logrado comprender en qué consiste
el humor diferente. No pude ver a los rostros del canal organizador, aunque estoy seguro que
no me habrían gustado porque nunca he logrado comprender por qué se les llama “rostros”.
No pude escuchar la obertura del tenor mapuche José Quilapi, aunque estoy seguro que no
me habría gustado porque nunca he logrado comprender cuál es el sentido de las oberturas
de los festivales, ni menos por qué insisten en traer cantantes de música clásica a los
festivales. No pude escuchar las versiones de canciones de Los Jaivas en la competencia, y
tampoco pude escuchar a Los Jaivas tocando versiones de sus propias canciones fuera de
competencia, aunque estoy seguro que no me habrían gustado. Apenas he podido leer, varios
días después, algunas declaraciones recogidas en la prensa. Pero no creo que haya sido una
“noche histórica” como dijo el ministro Ampuero. No creo que, como dijo la alcaldesa
Macarena Santelices emocionada hasta las lágrimas, TVN le haya dado al festival la
importancia “que quizás nunca tuvo”. No creo que, como dijo Mauro Valdés, director
ejecutivo de TVN, se haya logrado una mezcla entre la televisión y lo que pasa con la gente
en la calle. Y no entiendo por qué él se llama Mauro y no Mauricio. Y no entiendo por qué la
alcaldesa le entregó su sombrero a Vicentico. Y no entiendo por qué los Tigres del Norte
intercambiaron sus sombreros con la alcaldesa. Y no entiendo por qué este asunto de los

*
Escrito el 4 de febrero de 2014.
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sombreros debiera convertirse en una tradición. No puedo entender lo que no he visto, pero
tampoco lo entendería si lo hubiera visto.

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Apuntes para una estética del Festival de Viña*

El fulgor y la gracia

Ha llegado el día, ha llegado la noche, la noche de gala, la noche de la Gala del


quincuagésimo quinto Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar. Ha llegado el
momento en que los más importantes cantantes, humoristas, actores y animadores se darán
cita para desfilar por la alfombra roja del Casino de la Ciudad Jardín. Y ha llegado el
momento de convocar por primera vez al equipo multidisciplinario que me acompañará desde
el inicio en la noble tarea de ofrecer una mirada académica a este magno evento. Se trata
de un selecto grupo de filósofos, historiadores del arte, estudiosos de la literatura y
profesionales de la información, padres de familia, gente de bien, dispuestos a dejarse
iluminar por el brillo de las lentejuelas.

Quise prepararme adecuadamente e indagué en la historia de lo que entendemos por gala.


Recurrí al Diccionario de Autoridades, el primer repertorio lexicográfico publicado por la
Real Academia Española entre 1726 y 1739. La primera entrada describe perfectamente el
carácter de la ceremonia que nos congrega: “Día de gala. Se llama el día en que se celebra
alguna cosa grande y plausible, assí en lo que toca a lo sagrado, como el día del Corpus,
como en lo profano, quales son los días del Nacimiento o de los nombres de los Reyes, o
Réinas, Príncipes, Infantes, y otros Personages, porque con la gala se manifiesta el alegría,
y el contento”. Los técnicos de Chilevisión así lo han comprendido y han asumido el desafío
de transmitir hasta nuestros televisores todo el esplendor de la velada. Para ello, han
dispuesto de artilugios como la Glam Cam 360º, la Mani Cam e incluso una cámara montada
en un pequeño helicóptero. Será una experiencia visual de múltiples perspectivas,
comparable a “las mil facetas del cristal/ los brillos rítmicos” que cantaba el poeta argentino
Néstor Perlongher.

*
Publicado como una serie de columnas en HoyxHoy entre el 21 y el 28 de febrero de 2014.
94
Hay, sin embargo, otra acepción del Diccionario de Autoridades que resulta aún más
sugerente, pues puede aplicarse al desempeño de los invitados: “Significa tambien gracia,
garbo y bizarría, que uno tiene o muestra en la execución de alguna cosa, haciéndola con
cierto áire y modo, que se deleitan los sentidos: y assí se dice comunmente, que uno tiene
gala en el decir, en el cantar, tocar, &c.”. De inmediato resuenan en mi memoria ejemplos
recientes que podrían ilustrar esta definición: los deslumbrantes giros del vestido de
Pampita, la sonrisa inocente de Carolina Mestrovic, el eterno escote en la espalda de la
encantadora Diana Bolocco. Mi esperanza, y la de mis colaboradores, es que hoy volvamos a
disfrutar de esos efímeros instantes en que la palabra “gala” cobra su verdadero sentido.
Ahora le toca a nuestros rostros dar la cara.

Vaticinios del Festival

“Dile al Vate que voy a usar un vestido del mismo diseñador del año pasado. Claudio Mansilla.
De corte moderno y color clarito. Es bien ‘jugado’”. Éste es un extracto del whatsapp que
Diana Bolocco le envió a una de mis más sagaces colaboradoras poco antes del inicio de la
gala. Diana cumplió a la perfección con el desiderátum expresado en mi anterior columna, y
enfundada en el brillo de sus lentejuelas resplandeció de manera absoluta sobre la extensa
alfombra roja.

Sólo le permito a muy pocas personas que me llamen “Vate”. Diana Bolocco es una de ellas.
Usualmente se entiende este término como un simple sinónimo de “poeta”, pero su
significado profundo alude a la capacidad que tienen los poetas de adivinar, de profetizar, y
aún más, de proyectar una Weltanschauung, una visión de mundo. El surrealista Aldo
Pellegrini lo definió perfectamente: “El poeta es la antena de su tiempo; nadie mejor que él
capta lo invisible que circula por una época, y nadie lo revela mejor a los otros hombres”.

Más allá del simpático apodo de vate, me siento muy lejos de aquella condición. Apenas me
considero un poetastro que, cuando se aligera el tráfago de la vida académica, se permite
la licencia de pergeñar algunos versos. Quisiera, sin embargo, leer el whatsapp de Diana
como una invitación a esforzarme durante estos días por conseguir al menos un atisbo de la

95
mirada de un vate. Porque para comprender íntimamente el Festival no basta con poseer
una sólida formación teórica. No basta con manejar la metodología de disciplinas como la
historiografía, la sociología o la economía. Hay una esencia que se escapa al rating, las
encuestas o los estudios de mercado. Y cuando las armas de la razón y la ciencia no son
suficientes, es la hora de la poesía.

¿Cómo podemos, entonces, imaginar poéticamente este Festival? ¿De qué modo se pueden
encarnar en palabras aquellos momentos mágicos que sin duda viviremos? Mi mente se
transforma en un diaporama desbocado, por donde cruzan velozmente la distinción de
Paloma San Basilio, el vigor de Rod Stewart, la sofisticación de La Ley, el romanticismo de
Jesse & Joy, la energía de Alexis & Fido. Y por un instante, sueño con escuchar todas sus
voces al unísono, como la conjunción perfecta de los coros celestiales que describió en una
de sus visiones la mística medieval Hildegard von Bingen: “todos estos ejércitos hacían
resonar, por medio de todo tipo de músicas y con voces maravillosas, las maravillas obradas
por Dios en las almas dichosas”.

“Poéticamente habita el hombre”, dictaminó el filósofo Martin Heidegger. Los invito, pues,
a habitar poéticamente este Festival.

Hacia la conquista de la identidad

Recuerdo como una grata sorpresa cuando abrí un libro del maestro del nonsense Edward
Lear y me encontré con la ilustración de un personaje parecido a un huaso junto a estos
versos: “Había una Vieja Persona de Chile,/ su conducta era odiosa e idiota”. La súbita
aparición de nuestro país en este volumen publicado en Inglaterra a mediados del siglo XIX
operó en mí como un bálsamo. A pesar de que, como acertadamente cantó Ricardo Montaner,
vivimos “en el último lugar del mundo”, alguien había pensado en nosotros.

Un reputado filósofo, miembro de mi staff de asesores, me ha hecho notar que una de las
virtudes del Festival de Viña es la materialización de esta aspiración colectiva: “existir en el
mundo es algo que el chileno anhela por sobre todas las cosas”. Nadie discute que este

96
evento constituye la mayor plataforma para la internacionalización de nuestra cultura. La
síntesis más explícita de este deseo fue la cortina musical del período a cargo de Megavisión
y Televisa: “Viña del Mar sale al mundo, en alas del Festival”.

Esta magnífica vitrina obliga, sin embargo, a prestar una especial atención al delicado asunto
de la identidad nacional. Tal como han recalcado durante estos días las autoridades y los
organizadores, los focos de toda la prensa extranjera están colocados sobre la Ciudad Jardín.
Es natural que sintamos nerviosismo y confusión. Por una parte, habrá quienes deseen
resaltar las características específicas de nuestra idiosincrasia, mientras que otros
pretenderán maquillar los rasgos propios de nuestras raíces en pos de una imagen más neutra.
Pero ¿cuál es el rostro que debemos mostrar?

Ésta ha sido una de las preguntas más acuciantes a lo largo de la historia de Chile, así como
la de nuestros vecinos. Según explica el estudioso de las vanguardias Jorge Schwartz, “el
conflicto entre ‘nacionalismo’ y ‘cosmopolitismo’ es tal vez la polémica cultural más
constante y compleja del continente latinoamericano”. Juan Emar, en sus columnas
publicadas en La Nación hace nueve décadas, criticó por igual tanto a aquellos que creían
que para hacer arte chileno había que describir rodeos y pintar mantas, chupallas y espuelas,
como a los que pretendían extraer materiales de las nubes para sólo construir pastiches. Su
sentencia fue categórica: “en vez de hacer arte nacional o arte universal, los dos polos del
error, hay que hacer arte sencillamente”.

Esta noche tendremos la suerte de recibir a la cantante mexicana Ana Gabriel, quien acaba
de manifestar que éste sigue siendo “el Festival en el que todos queremos estar”. Debemos
conquistar todos juntos la identidad de este Festival con legítimo orgullo y sin complejos. El
Festival de Viña es tan chileno, como latinoamericano, como universal. Es Patrimonio de la
Humanidad.

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Placer sin culpa

En algunas ocasiones he escuchado decir que el Festival de Viña es kitsch. Resbalosa como
pocas, esta categoría estética es de muy difícil traducción. En el Diccionario de términos
intraducibles que acaba de publicar la Universidad de Princeton, se vincula este concepto
de origen alemán a otros como “art de pacotille” (arte de pacotilla) o “art tape-à-l’oeil”
(arte aparatoso, ostentoso). Franz Wedekind lo consideraba una versión contemporánea de
estilos como el gótico y el rococó. Hermann Broch, sin embargo, lo aborrecía porque
estimaba que la esencia de este tipo de arte “es la confusión de la categoría ética con la
estética”, y reprochaba la utilización de armas efectistas para provocar placer. Es en este
punto donde quisiera detenerme, pues una frase que he oído con aún mayor frecuencia es
que el Festival de Viña es un “placer culpable”.

Uno de los más nefastos aportes de Alberto Fuguet a la cultura nacional es haber acuñado la
expresión “placer culpable”. He conseguido rastrear el surgimiento de esta mala práctica en
su primera novela, Mala onda, cuando el protagonista escucha la canción “I love the
nightlife” de Alicia Bridges: “me conquista. Me la sé de memoria. En realidad me apesta,
como toda la onda disco. Pero esa canción en particular es como un placer culpable”. Me
cuesta imaginar que exista una persona en el mundo que necesite dar justificaciones para
deleitarse con esa melodía de tan sutil belleza. Pero lo que más detesto es ese halo
condescendiente, paternalista, y, en definitiva, moralista que rodea esta postura. Ya lo decía
Susan Sontag en sus “Notas sobre lo ‘camp’” (una corriente hermanada con el kitsch):
mientras la sensibilidad de la alta cultura es “básicamente moralista”, la sensibilidad camp
es “enteramente estética”.

En una reciente entrevista Gepe afirmaba respecto a este Festival: “para muchos es como si
fuera un placer culpable, y yo creo que en ningún caso lo es”. Luego añadía que ha disfrutado
de lo lindo su labor como jurado: “Nos han tratado increíble: almuerzos, carretes, está súper
entrete”. Celebro con entusiasmo su aplomo y clarividencia. Y observo con esperanza el
surgimiento de una nueva generación capaz de asumir con naturalidad una diversidad de
gustos tan amplia como la variopinta parrilla de artistas que durante estos días se cobijarán
bajo la resucitada concha acústica.

98
No creo en los placeres culpables. Fui educado bajo los estrictos preceptos del catolicismo,
a punta de latigazos de culpa. Si siento culpa, no puedo sentir placer. Sólo conozco el placer
a secas. Ése es el placer que me produce el Festival.

Coronación

Históricamente, las coronaciones de monarcas han estimulado las más altas creaciones
artísticas. A Bertrand de Bar-sur-Aube se le atribuye La coronación de Ludovico, cantar de
gesta inspirado en el sucesor de Carlomagno. Georg Friedrich Händel compuso los Himnos de
Coronación con motivo de la proclamación de Jorge II de Inglaterra. Jacques-Louis David
pintó La consagración de Napoleón, un impresionante cuadro que hoy se exhibe en el Museo
del Louvre. Es más: la transmisión televisiva de la ceremonia de investidura de Isabel II en
1952 contribuyó de manera decisiva a la masificación de este aparato en el Reino Unido.

El día de ayer se realizó la elección de la nueva Reina del Festival de Viña del Mar. Según
estipulan las bases de este concurso organizado por La Cuarta, la prensa acreditada debía
escoger a la mujer “que mejor represente el espíritu del certamen artístico más importante
de Latinoamérica”. Junto a mis asistentes hemos seguido de cerca todas las alternativas de
la campaña previa. Frente a la apabullante maquinaria que sustentaba a Sigrid Alegría y la
sonrisa políticamente correcta de Karen Paola, nos causó una particular simpatía Fran
Undurraga, promovida fuera de plazo por Sergio Rojas (el opinólogo, no el filósofo
homónimo). Sin embargo, luego de extensas reuniones, decidimos apoyar firmemente la
postulación de Javiera Acevedo, “la única que tiene spleen”, como justificó uno de mis más
cercanos consejeros.

Este término de origen anglosajón comenzó a circular un siglo antes de la aparición de El


spleen de París, la colección de poemas en prosa de Baudelaire. Aunque el Diccionario de
uso del español de María Moliner define “esplín” como el estado de ánimo “del que no tiene
ilusiones ni interés por la vida”, prefiero hablar de desánimo o fastidio. Es más, creo que en
el caso de Javiera podríamos apuntar hacia un radical desprendimiento. Ése ha sido el sino
de su injusto paso por este Festival. Su candidatura ha sido una verdadera travesía en el

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desierto, torpemente acompañada por José Miguel Viñuela, el peor Sancho Panza del que se
tenga memoria.

Sigrid es la vencedora. Que otros canten a Sigrid. A los viudos de Javiera, en cambio, se nos
impone un desafío estético particularmente complejo. ¿Cómo se puede celebrar a una reina
que no será coronada? ¿Qué deben hacer los poetas, músicos y artistas de nuestra patria ante
un trono ausente? En esta hora aciaga, sólo cabe abrazar una poética del desasimiento, de
la desnudez. Mandemos a imprimir estampillas en blanco para honrarla. Entonemos un himno
mudo. Describamos un salto inmóvil frente a una piscina vacía.

Kenita Pitagórica

Cuando recibí la invitación a elaborar estos apuntes sobre el Festival dudé mucho, porque
implicaba postergar importantes compromisos académicos que había adquirido con
anterioridad. Sin embargo, cuando mi editor me indicó que compartiría espacio con Kenita-
Bo, no pude decir que no. Hoy siento un enorme orgullo, porque creo que juntos hemos
contribuido a desarrollar una comprensión holística de este certamen. Junto a mi círculo de
cercanos afectivos hemos tomado nota de cada una de sus columnas y nos hemos admirado
ante el despliegue de sus conocimientos en numerología egipcia y pitagórica.

Dentro de las muchas cosas que nos unen con Kenita, se cuenta el interés por Pitágoras y sus
seguidores. Recientemente he estado leyendo Armonía de las esferas, compilado por
Joscelyn Godwin, profesor de Colgate University, que probablemente ella también posea en
su biblioteca. En este grueso volumen se reúnen textos de Plinio el Viejo, Juan Escoto
Erígena, Marsilio Ficinio, Athanasius Kircher, Isaac Newton, Arthur Schopenhauer y muchos
otros que forman parte la tradición musical pitagórica.

Considero particularmente relevante que, en el marco de este Festival de la Canción, nos


hagamos cargo de las reflexiones de aquellos que han intentado comprender la relación
invisible de los intervalos, acordes y proporciones con la estructura del cosmos. Como bien
señaló Boecio en Sobre el fundamento de la música (un tratado de enorme influencia a lo

100
largo de toda la Edad Media), cuando captamos y nos deleitamos ante una conjunción
perfecta de sonidos, “nos damos cuenta que nosotros mismos estamos configurados a imagen
y semejanza del alma del mundo”.

Boecio valora, siguiendo a Platón, una música no promiscua, sino “pudorosa y mesurada”. A
mi juicio, son nuestras grandes orquestas de cumbia las que mejor responden a dicho modelo.
Tanto la Sonora Palacios, que acaba de presentarse en la Quinta Vergara, como la Sonora
Tommy Rey, que lo hizo el año pasado, han hecho de la contención y la exactitud sus
herramientas expresivas más poderosas.

También muchos poetas han trasladado estos preceptos a su escritura. Pienso, naturalmente,
en el eximio maestro modernista Rubén Darío. En “Ama tu ritmo”, el nicaragüense establece
que es necesario escuchar “la nocturna irradiación geométrica” y así reunir las palabras con
la misma precisión que un joyero engarza sus perlas. Quisiera justamente dedicar una de sus
estrofas a Kenita, para que continúe transitando y compartiendo con nosotros el noble
camino de la sabiduría universal: “La celeste unidad que presupones/ hará brotar en ti
mundos diversos,/ y al resonar tus números dispersos/ pitagoriza en tus constelaciones”.

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Dossier de la campaña del poeta Felipe Cussen a jurado del pueblo para

el Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar 2016 *

Presentación

Soy poeta, músico y profesor universitario en una universidad pública. He investigado sobre
la relación entre poesía y música, he entrevistado a muchos músicos chilenos, y el año 2014
escribí las columnas “Apuntes para una estética del Festival de Viña” en el diario HoyxHoy.
Mi sueño en la vida es ser jurado del Festival de Viña. Desde niño soy fanático del Festival:
le pedía permiso a mis padres para verlo hasta tarde, si no tenía televisión iba donde los
vecinos y hasta el día de hoy me reúno con mis amigos para comentarlo y disfrutarlo. Creo
que puedo representar a toda una generación que creció de la mano del Festival. Ésta es
nuestra gran fiesta, y no quiero perdérmela. Con mucha esperanza, pido sus votos para ser
jurado de Viña 2016.

Comunicado nº 1

Queridos amigos: les escribo para agradecerles su inmenso apoyo en estos primeros días de
campaña, que me ha emocionado hasta las lágrimas. He podido comprobar todo su cariño en
cada mensaje y reenvío de la convocatoria. Puedo decir con orgullo que cuento con más de
un centenar de espontáneos jefes de campaña y asesores.

Hasta este momento llevamos más de 600 votos, lo que nos permite situarnos entre los
lugares de avanzada. Quisiera ahora entregarles información adicional que nos permitirá
seguir avanzando en esta gran cruzada:

*
Compuesto por textos publicados en la página web de Chilevisión y en Facebook entre octubre y diciembre de
2015.
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- Tal como estipulan las bases, “Cada persona puede votar más de una vez por el Video de
su preferencia, con la sola limitación que deberá hacerlo una vez transcurrido 24 horas desde
su última votación”. Esto significa que podamos seguir votando todos los días, por lo que los
invito a no cejar en este noble esfuerzo.

- Tal como me indicó mi asesor tecnológico, Cristian Espinosa, el sistema detecta las
direcciones IP de cada voto, es decir, la red a la que están conectados. Esto significa que
pueden votar desde distintas redes, por ejemplo, desde la conexión de su casa y desde la
conexión de su celular. De ese modo, podemos aumentar significativamente nuestro caudal
de votos.

- Se seleccionarán 20 finalistas entre los 20 videos más votados. Luego, serán los
Organizadores quienes escogerán al representante popular. Por este motivo, es importante
que nuestra candidatura emerja con mucha fuerza y energía para llegar de la mejor manera
a estas instancias.

- Por último, como ya he prometido, cuando juntemos 1000 votos, subiré un video leyendo
un poema. ¡Luego se vendrán aún más sorpresas!

Les envío un fuerte abrazo y, una vez más, mis eternos agradecimientos por ayudarme a
cumplir este sueño.

Felipe

Comunicado nº 2

Queridos amigos y adherentes:

Transcurridos ya 10 días de campaña, les escribo con profunda emoción y gratitud. No sólo
hemos recogido un gran caudal de votos, sino que, aún más, hemos aunado voluntades en

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torno a un mismo ideal: llevar la poesía, la música, la cultura y el saber al escenario más
importante de Chile y Latinoamérica.

Con la responsabilidad que me compete, quisiera informarles de algunas importantes


novedades de este proceso:

1) Tal como ya he informado por diversos canales, es importante que todos recuerden votar
diariamente.

2) Dentro de la excelente predisposición que ha caracterizado este proceso, no han faltado


algunas notas discordantes que han sugerido que esto no sería más que una broma o una
performance artística. Quiero volver a señalar, tajantemente, que no es así, pues mi
candidatura para optar a jurado de Viña 2016 se fundamenta en tres sólidos argumentos:
a) Me he preparado toda mi vida para este momento.
b) Hace un par de meses comencé un estricto régimen para llegar en perfecta forma al
Festival.
c) Este año participará la mejor artista del momento, Javiera Mena, y sería un inmenso
orgullo poder acompañarla.

3) Como muchos tendrán presente, había prometido a mis seguidores que una vez que lograra
los 1000 votos subiría un video leyendo un poema. Mi comité interdisciplinario de asesores,
sin embargo, estimó que debía tomar otra opción, pues “a nadie le interesa la poesía”. Es
por ese motivo que luego de un gran trabajo de producción y postproducción, con la vital
asesoría de expertos internacionales en videoarte y estética postmoderna, nos enorgullece
presentarles esta producción artística: https://youtu.be/ILuiSD5Wl8M. Desde ya los invito a
disfrutarlo, compartirlo y viralizarlo. De ese modo haremos que nuestra noble cruzada crezca
cada día más y más.

Un abrazo cariñoso, y mi eterno agradecimiento.

Felipe

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Comunicado nº 3

Esto no es una broma, esto no es una performance, esto es en serio.

Comunicado nº 4

Queridos amigos: les escribo emocionado para agradecer su apoyo en el día de mi


cumpleaños, que nos permitió avanzar con fuerza en la cantidad de votos reunidos. A estas
alturas de las campaña, y con la transparencia que ha caracterizado nuestro proceso, quisiera
informarles que nos encontramos en el 8º lugar de las votaciones, tras candidatos muy
potentes como Patricia Molina Sanhueza, representante de la ciudad de Parral, cuna de Pablo
Neruda; Israel Villablanca Fuentes, quien el año pasado le regaló una obra artística a Laura
Pausini en el escenario de Viña; Vicente Muñoz Quezada, representante de la juventud con
conocimientos de música clásica y grandes condiciones vocales; Melissa Oujani, graciosa
chilena residente en el extranjero y cuyo abuelo fue durante muchos años vendedor en el
festival, entre otros.

Es necesario, pues, redoblar nuestros esfuerzos para conseguir llegar a lo más alto dentro de
esta primera etapa, así es que los insto a no cejar en estos esfuerzos.

Un abrazo a todos, y nuevamente ¡muchas gracias!


Felipe

Comunicado nº 5

Una delicada sorpresa musical del candidato Felipe Cussen:


https://youtu.be/Qkc8XgWTYmg.

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Comunicado nº 6

¡EL POETA FELIPE CUSSEN ACABA DE SER CONTACTADO POR CHILEVISIÓN Y SE LE HA


INFORMADO QUE ES UNO DE LOS 20 PRESELECCIONADOS PARA JURADO DEL FESTIVAL DE VIÑA
2016!

Comunicado final

Queridos amigos: con profundo pesar pero intacto sentido de la competitividad, debo
informarles que no fui escogido jurado del pueblo por la organización del Festival. La
afortunada es Sandra Ossandón, mucama del Hotel O’Higgins, a quien felicito y deseo la
mejor de las suertes. Estoy seguro que este evento será fantástico y que la presencia de
Javiera Mena será luminosa e inolvidable: la seguiré apoyando desde la distancia.

En este duro momento, quisiera agradecerles a todos y cada uno de ustedes por su cariño y
comprensión. Los llevaré siempre en mi corazón.

Felipe

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Mis amigos*

Soy amigo de Matías Rivas, Javiera Acevedo, Mary Rose Mc-Gill, Kenneth Goldsmith,
Melitón Vera, Matilde Bonasera, Andrés Celis, Laurita Prieto, Enrique Morales
Lastra, Yulissa Del Pino, Juan Falcón, Ana Josefa Silva, Vito Acconci, Eduardo
Ravani, Mauricio Hofmann, Jorge Arrate, Matías del Río, Alejandra Valle, Drina
Rendic, Sergio Gómez, José Alfredo Fuentes, Mercedes Ducci, Patricia Rivadeneira,
Daniela Castillo, Gonzalo Díaz, Pamela Hödar, Jordi Castell, Arístides Progulakis,
Michelle Carvalho, Héctor Velis-Meza, Álvaro Díaz, Coco Legrand, Pablo Halpern,
Bruno Vidal, Mariana Derderian, Sebastián Badilla, José María Memet, Angie
Alvarado, Pablo Schwarz, Angélica Castro, Francisco Eguiluz, Cristián García-
Huidobro, Ronco Retes, Jose Martínez, Edmundo Paz Soldán, Álvaro Pacull, Catalina
Vallejos, Loreto Valenzuela, Marta Blanco, Óscar Andrade, Carol Kresse, Mario
Bellatin, Yuyuniz Navas, Gloria Simonetti, Werne Núñez, Giovanni Canale, Roberto
Farriol, Paulo Garcés, Julio Isamit, Camila Andrade, María José Campos, El Kiwi,
Jerome Rothenberg, Luis Dimas, Tere Marinovic, Rodolfo Roth, Faloon Larraguibel,
Yamna Lobos, Pablo Zalaquett, Eduardo Gatti, Karen Bejarano, Checho Hirane, Ben
Vautier, Ernesto Ottone, Jael Unger, Alí Calderón, Romeo Singer, Zalo Reyes, Amaya
Forch, Daniel Lencina, Francisco Brugnoli, Magdalena Piñera, José Ignacio
Valenzuela, Álvaro Escobar, Francisca Merino, Pato Frez, George Yudice, José
Miguel Viñuela, Schlomit Baytelman, Alejandro Guillier, Michael Müller, Marcelo
Comparini, Andrés Baile, Juan Pablo Queraltó, Gianni Vattimo, Jorge Alis, René
Naranjo, Leonel Lienlaf, Vero Roberts, Alfredo Joignant, Teresita Reyes, Luis Le-
Bert, Cote Evans, Jocelyn Medina, León Murillo, Gabriele Benni, Javiera Parra, Julio
Villanueva Chang, Ximena Ossandon, Pedro Cayuqueo, Pablo Simonetti, Carlos
Tejos, Horacio de la Peña, Cristián Heyne, Ximena Torres Cautivo, Miguelo, Henry
Boys, Aldo Perán, Inessa Sorokina, Eduardo Valenzuela, Aram Saroyan, Felipe
Bianchi, Jorge Aedo, El Rumpi, Ingrid Sufán, Tomás Jocelyn-Holt, Marlen Olivari,

*
Recopilado entre 2015 y 2019.

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Marco Silva, Carmen Berenguer, Monserrat Álvarez, Axel Kaiser, Mónica González,
Dayane Mello, Francisco Ortega, María Luisa Mayol, Gerardo Mosquera, Nicolás
Quesille, Trinidad de la Noi, Álvaro Sanhueza, Walter Mignolo, Mauricio Redolés,
María Gracia Subercaseaux, Carla Guatero, Cuti Aste, Vanessa Miller, Sammy
Benmayor, Max Colodro, Óscar Garcés, André Jouffé, Gustavo Pradenas, Germán
Carrasco, Diego Schalper, Jorge Chino Navarrete, Pedro Peirano, Carolina Urrejola,
Sabrina Sosa, Carlos Cabezas, Vasco Moulian, Sonia Fried, Pablo Illanes, Alfredo
Alonso, Erick Polhammer, Adela Calderón, Patricia Espinosa, Karen Connolly, Jorge
Baradit, Síndrome, Marco Sotomayor, Andrés Morales, Nicole Perrot, Karin
Ebensperger, Carla Guelfenbein, Rafael Gumucio, Manuel Santelices, Cristóbal
Foxley, Constanza Michelson, Benjamín Mackenna, Anne Waldman, Paloma Aliaga,
Gonzalo Garcés, Rodrigo Guendelman, Benjamín Palacios, Miguel Littin, Pablo
Huneeus, Glenny Rosado, Sergio Riesenberg, Gustavo Hasbún, Pamela Leiva,
Virginia Demaria, Gonzalo Rojas Sánchez, Denisse Campos, Miguel Tapia, Andrea
Giunta, Carlos Lavín Subercaseaux, Francisca Feuerhake, Sebastián Ferrer, Ron
Silliman, Carmen Aldunate, Mariana Cuesta, Gonzalo Müller, Juan Pablo Sáez, Jorge
Panesi, Pollo Valdivia, Yogui Alvarado, Renato Munster, Andrés Caniulef, Roberto
Apud, Jaime Parada, Rolando Valenzuela, Waldo Martínez, Miguel Ángel Guzmán,
María Moreno, Ramón Llao, Daniela Vega, Francisco Chahuan, Pablo Mackenna,
Antonia Zegers, Connie Mengotti, Luis Weinstein, Carola Eltit, Fernando Atria,
Faride Zerán, Keno Salinas, Aldo Schiappacasse, Karol Lucero, Cristóbal Palma, Juan
Carlos Fau, Carla Ochoa, Arturo Volantines, Óscar Contardo, Camila Nash, Pablo
Zúñiga, Ticio Escobar, Mariana Di Girolamo, Emilio Antilef, Juan Guillermo Vivado,
Tanza Varela y Pablo Oyarzun en Facebook.**

**
Algunas de estas amistades no están vigentes a la fecha. También hay otras solicitudes de amistad
de las que aún no he recibido respuesta.

108
https://www.felipecussen.net

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