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Ensayo sobre Felisberto

Una suma de saberes

NINGÚN especialista ha tenido trato más


familiar con la obra y la persona de
Felisberto Hernández que José Pedro
Díaz. Formado en el ambiente literario
montevideano de fines de los años
treinta, Díaz fue un precoz aspirante a
poeta y un ávido espectador de sus
mayores. Luego tuvo oportunidad de
bifurcar esa vocación creadora en la
producción de ficciones y en la
enseñanza de la Literatura, donde
ejerció un magisterio fundamental,
primero en Educación Secundaria y más
tarde en el IPA y la Facultad de
Humanidades. A la vez, se convirtió en
un ensayista maduro a quien se deben
los primeros estudios sobre Hernández,
aparte de otros trabajos a propósito de
Balzac y la novela o el célebre y erudito
volumen sobre Bécquer, entre otros.
Uno de esos mayores a los que rodeó en
tertulias de intelectuales en épocas
juveniles, se llamaba Felisberto
Hernández (Montevideo, 1902-1964). El
trato con su obra y su persona fue, en
consecuencia, privilegiado: él mismo se
recuerda como oyente de los conciertos
ofrecidos por Felisberto a sus íntimos:
"en aquellos años —entre 1938 y 1942—
habíamos tenido oportunidad de asistir a
las «sesiones de música» que ocurrían
los jueves en casa del doctor Vaz
Ferreira". Díaz puede ostentar, también,
el raro handicap de haber conocido, en
la voz del propio autor, pasajes de
relatos aún inéditos: "Quien esto escribe
recuerda haberle oído contar episodios
aislados de ese libro (Por los Tiempos
de Clemente Colling) antes de que
fuera publicado". Todo esto que hoy
parece increíble, le ocurrió, además, a
un hombre que no nació en 1912, como
informa la solapa de este libro aparecido
recientemente, sino en 1921. Aquí, en
Montevideo.
La primera parte de Felisberto Hernández, su vida y su obra, la que atañe a lo
biográfico, complementa y enriquece otros abordajes precedentes, sobre todo el
trabajo juvenil y pionero de Norah Giraldi (Felisberto Hernández, del creador al
hombre, Banda Oriental, 1975). La vida se narra tomando como eje la
"Autobiografía" de Hernández, que mera publicada por primera vez en la Revista de
la Biblioteca Nacional (No. 25, 1987). Para estructurar esa historia se apela a
numerosa documentación íntima, alguna ya conocida (las cartas a la familia, a
Paulina Medeiros, a Reina Reyes, a Lorenzo Destoc y a Jules Superviene) y otra que
no ha sido divulgada hasta ahora. Entre la última serie está la correspondencia con
la pintora Amalia Nieto, segunda esposa de Felisberto. Leídas por el autor de este
trabajo y citadas parcialmente, estas cartas tienen un valor decisivo para explicar el
momento en que Hernández desplaza su actividad de pianista en provecho de la
vocación de escritor con sus "nouvelles de la memoria": Por los tiempos de
Clemente Colling (1942), El caballo perdido (1943) y Tierras de la memoria.
El último de estos tres libros, escrito por esa época, fue publicado por Díaz
póstumamente, en 1965. Hay otro episodio que alcanza ribetes extraordinariamente
novelescos, que también había sido divulgado por Díaz en un artículo del semanario
Brecha (No. 595, 25/IV/1997). Se trata de la historia secreta de la relación entre
Hernández y María Luisa de las Heras, a quien conoció durante el usufructo de una
beca en París, en 1947. Se sabía que esta señora era una modista de alta costura,
que era española, que se casaron en Uruguay y que el matrimonio duró unos años.
Como se ve, se sabía muy poco hasta el reciente hallazgo. Porque nuevos
documentos probaron que, en realidad, María Luisa se llamaba África María y llegó a
ser nada menos que la principal agente de la KGB para toda América Latina. Gracias
a ese marido uruguayo, bastante distraído y ensimismado, a la par que convencido
anticomunista, pudo despejar molestas sospechas y ejecutar el espionaje y los
contactos desde la casa donde convivió con él. Es seguro que Hernández murió sin
el menor indicio de esos pormenores que lo hubieran horrorizado.
No obstante la labor detallada y severa de esta investigación, hay algunos huecos o,
mejor aún, algunos momentos de interés no explotados en todas sus posibilidades.
Para empezar, sobre las andanzas del pianista-escritor en la ciudad de Mercedes —
donde publicó uno de sus libritos iniciales— pudo utilizarse información más nutrida
con la consulta de algunos trabajos de Washington Lockhart, no sólo de su libro
Felisberto Hernández, una biografía literaria (Arca, 1991), que Díaz maneja,
sino con el artículo específico reunido en El mundo no es absurdo (Asir, 1961) y
el que publicara Brecha en el No. 114 (15/1/1988). Se extraña la falta de una
investigación más detallada del primer, breve y enigmático matrimonio con María
Isabel Guerra. Pero por cierto que, en este punto, las pistas son remotas y quizá el
camino para llegar a ellas sea muy espinoso, si no imposible.
Ninguna de estas salvedades opacan un trabajo que, desde muchas perspectivas,
aparece como culminante. Por un lado, corona una frecuentación crítica que cumple
cuarenta años exactos. El 11 de diciembre de 1960 apareció en Marcha el primer
artículo de José Pedro Díaz sobre Felisberto ("Una bien cumplida carrera literaria"),
que nació como presentación pública en un homenaje al autor y en presencia de
éste, tal como lo recordó el mismo Hernández en la mencionada "Autobiografía". En
aquel lejano trabajo ya Díaz estableció una precisa clasificación en cinco etapas de
la obra felisbertiana, más tarde examinó la "conciencia que se rehusa a la
existencia", el tema del espectáculo —que también indagó en la narrativa de Onetti
— los rasgos de lo fantástico y el pertinente (e inteligente) estudio comparativo
entre las obras de Hernández y Jules Supervielle, tarea que no había sido explorada
pese a los notables vínculos entre uno y otro escritor. Todos esos aportes convergen
ahora en este volumen.
Es cierto que, aun en un libro que encierra tanto tiempo de dedicación, José Pedro
Díaz evalúa la obra de Hernández distinguiendo, de hecho, entre relatos mayores y
menores. Esto lo lleva a menoscabar, en parte, los textos de la primera época,
estimándolos no tanto como los audaces textos vanguardistas que fueron sino,
sobre todo, en la medida en que prefiguran las virtudes mayores (o "altas") de las
historias de madurez, como "El acomodador", "El cocodrilo" "La casa inundada".
Como sea, este trabajo invierte una dilatada suma de saberes sobre la vida y la
literatura de Felisberto Hernández, objeto de estudio que Díaz tanto contribuyó a
promover como crítico y esmerado editor de sus Obras Completas. Y eso cuando
eran muy pocos los que daban algo por esta literatura, la que ahora atrae a tantos
investigadores de todas las latitudes y a un círculo cada vez más extendido de
lectores fervorosos.

FELISBERTO HERNÁNDEZ, SU VIDA Y SU OBRA, de José Pedro Díaz.


Editorial Planeta. Montevideo, 2000. Distribuye Planeta. 278 págs.

Pablo Rocca
El País Cultural Nº 581
22 diciembre 2000

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