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SIN LUGAR PARA COBARDES E

INDIFERENTES: TODA LA
SOLIDARIDAD CON LA FRACCIÓN
ALTAMIRA
RAZÓN Y REVOLUCIÓN · DOMINGO, 7 DE JULHO DE 2019

La batalla que se está gestando en el seno del Partido Obrero no constituye un “debate
interno”, sino que es un problema que concierne a toda la izquierda y, por lo tanto, al
conjunto de la clase obrera. Ante todo, porque las propias partes han hecho público este
debate. En particular, la propia fracción Altamira, que alertó que “la naturaleza del debate,
que es a dónde va la Argentina, a dónde va la clase obrera y qué pasa con esta crisis, no la
vamos a mantener en una capilla cerrada. Todo el pueblo argentino debe conocer este
debate”.

Pero, aunque no hubiera sido así, la importancia política de lo que está en discusión obliga a
cualquier revolucionario a intervenir, porque las consecuencias de la disputa van a recaer en
el conjunto de la militancia y en las perspectivas del proletariado argentino. ¿Qué se juega?
Dos cosas. Primero, los métodos de funcionamiento de un partido revolucionario. Segundo,
el triunfo del reformismo. O sea, la vida de buena parte de la izquierda argentina.

El partido es el instrumento insustituible para la construcción de poder, la lucha política


contra la burguesía y la revolución. Más allá de cualquier diferencia programática, los
partidos de izquierda se constituyen en escuelas políticas y de ejercicio del poder para la
vanguardia del proletariado. Por lo tanto, la discusión sobre cómo debe funcionar y las
degeneraciones son parte del debate. Más aún cuando se trata de un partido que se reclama
del campo de la revolución. Salvo que apelemos al principio liberal, por el cual cada partido
hace lo que quiere y nadie puede opinar (con ese criterio, nadie puede denunciar los métodos
“a dedo” que utilizan los partidos burgueses).

En ese sentido, la dirección actual del PO está ejerciendo una persecución político-
administrativa sobre la fracción Altamira. Para ello, ha apelado no sólo a métodos propios del
stalinismo (la intriga, el espionaje, la censura, la amenaza, la arbitrariedad, las expulsiones
sumarias), sino a los del propio régimen burgués, como el caso de la intervención judicial de
una regional entera, por su carácter disidente (Tucumán). No la deja participar de los
debates internos y no le da el derecho de constituirse como fracción. Estos no son los
métodos que permiten el desarrollo político de los militantes. Son los de una camarilla que
no cuenta con los recursos intelectuales y políticos necesarios para sostener su posición en el
tiempo y decide hacerlo por la represión. Ningún partido que se niegue al debate franco
puede formar cuadros militantes, ni puede disputar la conciencia de la clase obrera a los
partidos patronales.
Ahora bien, hay algo más importante aún que todo esto: la discusión sobre la orientación. Lo
que quiere defender esa dirección es la instauración de un neomorenismo, expresado en la
socialdemocratización del partido. O sea, la conversión del PO al programa reformista, sin
cortapisas. La actual dirección caracteriza que la clase obrera está en un retroceso objetivo y
subjetivo, la ausencia de una crisis política inminente y un estallido económico en ciernes,
por lo que corresponden pasos mínimos. Ha asumido una estrategia parlamentarista, al
mejor estilo de la socialdemocracia europea. El propio Pitrola dijo, expresamente: “Él [por
Altamira] dijo que nosotros vamos por una banca y él va por la revolución social. Eso es
ridículo, porque nosotros no vamos por una banca, vamos por diez”. La lucha por el poder ha
sido reemplazada por la lucha por las reformas a través del sistema legal burgués. La
incorporación de un partido abiertamente reformista, como el MST, y la búsqueda de sumar
a Zamora (un autonomista sin programa) refuerza esta orientación. En la campaña electoral
del flamante FITU, no solo el socialismo está ausente, sino la centralidad de la clase obrera y
sus luchas. Los cuadros obreros, los constructores del partido, son reemplazados por figuras
mediáticas. El propio perfil obrero y combativo de Romina Del Plá permanece en segundo
plano para no “asustar” al electorado. Prácticamente, no hay diferencias entre esa campaña y
la del PJ o del PRO.

Sean cuales fueren los desacuerdos con Altamira y su fracción, no cabe dudas de que
representan, hoy por hoy, lo mejor de la historia del PO. Un partido que supo introducir una
vertiente revolucionaria dentro de la clase obrera, a través de la incorporación de sus
fracciones más pauperizadas a la lucha, que resistió el embate de los ’90, que construyó un
movimiento histórico, como el piquetero, que creó el Bloque Piquetero Nacional y la
Asamblea Nacional de Trabajadores Ocupados y Desocupados, y que puso sobre la mesa la
consigna Que se vayan todos, estandarte de la insurrección del 2001. Esa historia y ese
legado están hoy amenazados de muerte. Frente a la socialdemocratización de la izquierda
argentina, esa fracción constituye un elemento de resistencia importante. No el único, claro,
pero un puntal que hoy tiene un peso indudable. Con su desaparición, el reformismo habrá
ganado una batalla fundamental y el proletariado puede quedar sumergido en un gran
retroceso. Su derrota, es la derrota de todos los que bregamos por una tendencia
revolucionaria.

Este panorama cobra mayor gravedad al desenvolverse en medio de una crisis económica y
política que va a buscar un desenlace. La clase obrera será llamada a la acción, pero también
la burguesía. Si la primera va sin armas, puede sufrir una derrota histórica. Lo que está en
juego se debate entre un ’89 y un 2001. Frente a este escenario, declararse prescindente o
“neutral” es de cobardes e irresponsables. Cobardes frente al enemigo, irresponsables frente
a sus militantes y a su clase. No somos de los que hacemos leña del árbol caído. Tenemos
diferencias, claro, también con la fracción Altamira (el trotskismo). Pero si vamos a ganar en
la disputa por la dirección, queremos hacerlo con los métodos revolucionarios y habiendo
saldado un debate político de cara a las masas.

Por lo tanto, Razón y Revolución se solidariza abiertamente con la fracción Altamira y


exige su inmediata restitución al PO, con el derecho que esgrime de constituirse en fracción
pública. Llamamos a toda la izquierda a pronunciarse por esta situación, cabiéndole toda la
responsabilidad de las desastrosas consecuencias, en caso de no hacerlo.
No se puede seguir con la campaña electoral como si nada. La existencia o la desaparición de
un partido histórico, la persecución, expulsión sumaria y la potencial desmoralización de
cientos de militantes y muchos más luchadores es mil veces más importante que una banca.
La gravedad de la situación amerita que los miembros del FIT suspendan la campaña
electoral y toda actividad con el PO hasta que se resuelva la situación. Y solo se puede
resolver con la reincorporación de la fracción Altamira, la que encarna la mejor tradición del
PO. Si queda algo de vergüenza revolucionaria, es el momento de hablar.

Razón y Revolución

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