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Había innumerables personas que se acercaban a un ídolo raro, enmarcado en el altar sagrado,
para adorarlo. El visitante notó que muchos de los devotos llevaban consigo tiras de papel, en
las cuales había escritas oraciones, a mano o impresas. Estos devotos envolvían las tiras en
bolitas de barro endurecido y las lanzaban al ídolo. El viajero preguntó cuál era el significado
de este extraño proceder, y se le dijo que si las oraciones se quedaban pegadas al ídolo, las
oraciones habían sido escuchadas; pero que si la bolita se caía, las oraciones eran rechazadas.
Es posible que nos sonriamos ante esta curiosa prueba respecto a la aceptabilidad de una
oración. Pero no deja de ser un hecho que la mayoría de los cristianos tienen ideas muy vagas,
cuando adoran y oran al Dios vivo, respecto a cuáles son las condiciones que hacen su oración
prevalecer ante El. Y, a pesar de ello, la oración es la llave que abre la puerta de la sala del
Tesoro de Dios.
No es exagerado decir que todo crecimiento verdadero en la vida espiritual -toda victoria sobre
la tentación, toda confianza y paz en presencia de dificultades y peligros, todo sosiego del
espíritu en épocas de contrariedades y pérdidas, toda la comunión cotidiana con Dios, todo ello
depende de la práctica de la oración privada.
Este libro fue escrito porque me lo pidieron, y sólo llego la tinta al papel después de haber sido
vencidas muchas dudas. Una vez escrito, es ofrecido con mucha oración.
Que el que dijo: «Os es necesario orar y no desmayar» «nos enseñe a orar».