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Sobrevuelo, Alejandro Sánchez Lopera y Christopher
Nielsen ........................................................................... 5
Christopher Nielsen
Institute for Health and Socioeconomic Policy
National Nurses United
el PRI y sigue siendo así con el PAN. El intelectual, por su parte, puede ser
un fervoroso defensor del Estado o un crítico del Estado. Al Estado no le
importa. El Estado lo alimenta y lo observa en silencio. (161)
Por su parte, los intelectuales sin sombra están siempre de espaldas y por lo
tanto, a menos que tuvieran ojos en la nuca, les es imposible ver nada. Ellos
sólo escuchan los ruidos que salen del fondo de la mina. Y los traducen o
reinterpretan o recrean. Su trabajo, cae de su peso decirlo, es pobrísimo.
Emplean la retórica allí donde se intuye un huracán, tratan de ser elocuentes
allí donde intuyen la furia desatada, procuran ceñirse a la disciplina de la
métrica allí donde sólo queda un silencio ensordecedor e inútil. Dicen pío
pío, guau guau, miau miau, porque son incapaces de imaginar un animal
de proporciones colosales o la ausencia de ese animal. El escenario en el que
trabajan, por otra parte, es muy bonito, muy bien pensado, muy coqueto,
pero sus dimensiones con el paso del tiempo son cada vez menores. (162-63)
Bibliografía
la literatura, por el peso que tienen sobre mis estados de ánimo David
Bowie, Jim Morrison y Kurt Kobain.
La cultura católica me enseñó a culpabilizar los instintos, pero yo
me he entregado a la vida para vivirla completa y de una vez por todas.
Es decir: me he construido una segunda naturaleza, me he reeducado
continuamente a mí misma para percibir, oler el engaño moral de la
virtud y las buenas costumbres, dispositivos para dinamitar lo que
es privado, lo que es sólo de uno mismo. No cumplo, pues, con el
puntaje requerido para ganarme el amor de la masa, soy compleja y
me siento incómoda en lo sencillo. Me es difícil dejar pasar las cosas
sin hacer demasiado, sin esforzarme por conquistar mi propia libertad;
seguramente soy un intento fallido para vivir más allá del bien y del
mal, lo cual no hace sino apuntalar en mí una risa que me horada
hasta el tuétano.
Nuestra verdadera educación filosófica no depende de la
memorización de doctrinas sino del poder formador de la vida: somos
más pensadores cuando las letras impresas se convierten en acciones
efectivas, en experiencias epidérmicas. Leo, pero mi tónico mental no
son los datos ni los conceptos ajenos sino los aforismos concretos que
dibujan mis elecciones y sus inesperadas consecuencias. El temor de
perder mi pensamiento, al sujetarme a un tiempo que no es el mío,
me hace temblar; de ahí mi esfuerzo por construirme una caverna que
proteja mi corazón filosófico. Yo no escribo para expiarme frente a los
demás. “Ganarás el pan con el sudor de tu frente”…Pues si con el sudor
de mi frente puede hacerme perder mi pensamiento, colocar mis ideas
en este papel, en tanto que autoconstrucción, equivale a un legítimo
instinto de autodefensa. Escribir es para mí desenvainar la espada.
Hoy, cuando leo esto ante ustedes –porque ustedes no leen este
texto, me escuchan–, puedo decirles que lo hago para ensanchar la
aristocracia de las ideas independientes, para declararme más atea frente
a la iglesia, para ser más hereje, para defender concepciones más claras
del universo. ¿Y saben por qué? Porque, según Nietzsche, uno de mis
padres, “Dios es una respuesta burda, una indelicadeza contra nosotros
los pensadores”. Leo, más aún pronuncio este texto en busca de una
disciplina interna que ponga a prueba mi capacidad y mi fuerza. ¿Cómo
llegué a Nietzsche? ¿Por qué quise ser suya desde la experiencia del carné?
¿Por qué sus libros provocaron en mí un deseo infinito? La respuesta
298 • Mónica Miroslava Salcido