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4 Por Qué Existe el Mal

"OTRA parábola les propuso, diciendo: El reino de los cielos es semejante al


hombre que siembre buena simiente en su campo: mas durmiendo los
hombres, vino su enemigo, y sembró cizaña entre el trigo, y se fue. Y como
la hierba salió e hizo fruto, entonces apareció también la cizaña".

"El campo -dijo Jesús- es el mundo". Pero debemos entender que esto
significa la iglesia de Cristo en el mundo. La parábola es una descripción de
lo que pertenece al reino de Dios, su obra por la salvación de los hombres; y
esta obra se realiza por medio de la iglesia. En verdad, el Espíritu Santo ha
salido a todo el mundo; por todas partes obra en los corazones de los
hombres; pero es en la iglesia donde hemos de crecer y madurar para el
alfolí de Dios.

"El que siembra la buena simiente es el Hijo del hombre... La buena simiente
son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del malo". La buena simiente
representa a aquellos que son nacidos de la palabra de Dios, de la verdad. La
cizaña representa a una clase que constituye los frutos o la personificación
del error o los falsos principios. "Y el enemigo que la sembró, es el diablo".
Ni Dios ni sus ángeles han sembrado jamás una simiente que produjese
cizaña. La cizaña es sembrada siempre por Satanás, el enemigo de Dios y del
hombre.

En el Oriente, los hombres se vengaban a veces de un enemigo esparciendo


en sus campos recién sembrados semillas de alguna hierba nociva que,
mientras crecía, se parecía mucho al trigo. Brotando conjuntamente con el
trigo, dañaba la cosecha e imponía dificultades y pérdidas al dueño del
campo. Así, a causa de la enemistad hacia Cristo, Satanás esparce sus malas
semillas entre el buen grano del reino. Y atribuye el fruto de esta siembra al
Hijo de Dios. Trayendo al seno de la iglesia a aquellos que llevan el nombre
de Cristo pero cuyo carácter lo niega, el maligno hace que Dios sea
deshonrado, que la obra de la salvación quede falseada y que las almas
peligren.

Los siervos de Cristo se entristecen al ver a los verdaderos y los falsos


creyentes mezclados en la iglesia. Anhelan hacer algo para limpiar la iglesia.
Como los siervos del padre de familia, están listos para desarraigar la cizaña.
Pero Cristo les dice: "No; porque cogiendo la cizaña, no arranquéis también
con ella el trigo. Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega".

Cristo ha enseñado claramente que aquellos que persisten en pecados


manifiestos deben ser separados de la iglesia; pero no nos ha encomendado
la tarea de juzgar el carácter y los motivos. El conoce demasiado bien
nuestra naturaleza para confiarnos esta obra a nosotros. Si tratásemos de
extirpar de la iglesia a aquellos que suponemos cristianos falsos,
cometeríamos seguramente errores. A menudo consideramos sin esperanza a
los mismos a quienes Cristo está atrayendo hacia sí. Si tuviéramos nosotros
que tratar con estas almas de acuerdo con nuestro juicio imperfecto tal vez
ello extinguiría su última esperanza. Muchos que se creen cristianos serán
hallados faltos al fin. En el cielo habrá muchos de quienes sus prójimos
suponían que nunca entrarían allí. El hombre juzga por la apariencia, pero
Dios juzga el corazón. La cizaña y el trigo han de crecer juntamente hasta la
cosecha; y la cosecha es el fin del tiempo de gracia.

Existe otra lección en las palabras del Salvador, una lección de maravillosa
clemencia y tierno amor. Así como la cizaña tiene sus raíces estrechamente
entrelazadas con las del buen grano, los falsos cristianos en la iglesia pueden
estar estrechamente unidos con los verdaderos discípulos. El verdadero
carácter de estos fingidos creyentes no es plenamente manifiesto. Si se los
separase de la iglesia, se haría tropezar a otros que, de no mediar esto,
habrían permanecido firmes.

La enseñanza de esta parábola queda ilustrada en el propio trato de Dios con


los hombres y los ángeles. Satanás es un engañador. Cuando él pecó en el
cielo, aun los ángeles leales no discernieron plenamente su carácter. Esta es
la razón por la cual Dios no destruyó en el acto a Satanás. Si lo hubiese
hecho, los santos ángeles no hubieran percibido la justicia y el amor de Dios.
Una duda acerca de la bondad de Dios habría sido una mala semilla
productora de amargos frutos de pecado y dolor. Por lo tanto, el autor del
mal fue dejado con vida hasta que desarrollase plenamente su carácter. A
través de las largas edades, Dios ha soportado la angustia de contemplar la
obra del mal, y otorgó el infinito Don del Calvario antes de permitir que
alguien fuese engañado por las falsas interpretaciones del maligno; pues la
cizaña no podía ser extirpada sin peligro de desarraigar también el grano
precioso. ¿Y no seremos nosotros tan tolerantes para con nuestros
semejantes como el Señor del cielo y de la tierra lo es con Satanás?

El mundo no tiene derecho a dudar de la verdad del cristianismo porque en


la iglesia haya miembros indignos, ni debieran los cristianos descorazonarse
a causa de esos falsos hermanos. ¿Qué ocurrió en la iglesia primitiva?
Ananías y Safira se unieron con los discípulos. Simón el mago fue
bautizado. Demas, que desamparó a Pablo, había sido contado como
creyente. Judas Iscariote figuró entre los apóstoles. El Redentor no quiere
perder un alma; su trato con Judas fue registrado para mostrar su larga
paciencia con la perversa naturaleza humana; y nos ordena que seamos
indulgentes como él lo fue. El dijo que los falsos hermanos se hallarán en la
iglesia hasta el fin del tiempo.

A pesar de la amonestación de Cristo, los hombres han tratado de extirpar la


cizaña. Para castigar a aquellos que se suponía eran obradores de maldad, la
iglesia ha recurrido al poder civil. Aquellos que diferían en sus opiniones de
las doctrinas establecidas han sido encarcelados, torturados y muertos, a
instigación de hombres que aseveraban estar obrando bajo la sanción de
Cristo. Pero es el espíritu de Satanás y no el de Cristo el que inspira tales
actos. Es el mismo método que usa Satanás para conquistar el mundo. Dios
ha sido falsamente representado por la iglesia a causa de la forma de tratar
con aquellos que se suponía eran herejes.

La parábola de Cristo nos enseña a ser humildes y a desconfiar de nosotros


mismos, y a no juzgar ni condenar a los demás. No todo lo que se siembra en
los campos es buena simiente. El hecho de que los hombres se hallen en el
seno de la iglesia no prueba que sean cristianos.

La cizaña era muy parecida al trigo mientras estaba verde; pero cuando el
campo se ponía blanco para la siega, las hierbas sin valor no tenían ninguna
semejanza con el trigo que se doblaba bajo el peso de sus llenas y maduras
espigas. Los pecadores que hacen alarde de piedad se mezclan por un tiempo
con los verdaderos seguidores de Cristo, y su apariencia de cristianismo
tiene por fin engañar a muchos; pero en la cosecha del mundo no habrá
ninguna semejanza entre lo bueno y lo malo. Entonces aquellos que se han
unido a la iglesia, pero que no se han unido a Cristo, serán manifestados.

Se permite que la cizaña crezca entre el trigo, que tenga todas las ventajas
del sol y de la lluvia, pero en el tiempo de la siega, vosotros "os tornaréis, y
echaréis de ver "os tornaréis, y echaréis de ver 53la diferencia entre el justo
y el malo, entre el que sirve a Dios y el que no le sirve"la diferencia entre el
justo y el malo, entre el que sirve a Dios y el que no le sirve". Cristo mismo
decidirá quiénes son dignos de vivir con la familia del cielo. El juzgará a
cada hombre de acuerdo con sus palabras y sus obras. El hacer profesión de
piedad no pesa nada en la balanza. Es el carácter lo que decide el destino.
(Nota: Malaquías 3: 18*)

El Salvador no nos señala un tiempo en que toda la cizaña se convertirá en


trigo. El trigo y la cizaña crecen juntamente hasta el tiempo de la cosecha, el
fin del mundo. Entonces la cizaña se ata en manojos para ser quemada, y el
trigo se junta en el granero de Dios. "Entonces los justos resplandecerán
como el sol en el reino de su Padre". Entonces "enviará el Hijo de Dios sus
ángeles y cogerán de su reino todos los escándalos, y los que hacen
iniquidad, y los echarán en el horno de fuego: allí será el lloro y el crujir de
dientes".

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