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Las relaciones institucionales son una parte crucial y cada vez más especiali-
zada de las relaciones públicas. La razón de este estatuto radica en que incluye la
función de influenciar a los poderes públicos, afectando, pues, a la calidad de la
democracia de un país.
Las democracias liberales de nuestros días están fuertemente orientadas al mer-
cado y al capitalismo, por lo que las relaciones públicas externas de una organi-
zación o marca pueden dividirse en dos partes: relacionarse con los mercados, o
relacionarse con el gobierno, el mundo de los negocios y los grupos de influencia.
Mientras la comunicación de marketing se encarga de las relaciones públicas de
productos y servicios, las relaciones institucionales gestionan las relaciones con
los poderes públicos y otros públicos estratégicos que afectan a la organización en
materia de políticas públicas.
estratégica, las relaciones con la comunidad o las actividades filantrópicas. Por ello,
los dos pilares sobre los que se basan las relaciones institucionales son la gestión de
conflictos potenciales y el lobbismo.
En los últimos años, se ha producido en los países anglosajones un notable desa-
rrollo de los departamentos de relaciones institucionales en las grandes compañías.
Lo que antes se conocía como government relations, hoy se conoce como public
affairs, pues abarca bastante más que las relaciones con los poderes públicos. Según
el informe de la Asociación de Empresas Consultoras en Relaciones Públicas y Co-
municación (ADECEC), La comunicación y las relaciones en España: Radiografía
del sector (2008), encargado a la empresa Sigma 2 para analizar el sector profesio-
nal de las relaciones públicas en España, el 84 por 100 de las empresas consultadas
(las quinientas mayores empresas españolas) ejercía las relaciones institucionales
desde un departamento interno. Similarmente, el 78,5 por 100 de las consultoras
externas de comunicación y relaciones públicas afincadas en España ejercía rela-
ciones institucionales. Según estos datos, las relaciones institucionales ocupan el
tercer lugar en importancia de entre todas las áreas de las relaciones públicas que
desarrollan las consultoras españolas.
Estos datos revelan que cada vez más las organizaciones se preocupan y ocupan
de movilizar a la opinión pública para influir en los poderes públicos e imponer
así sus intereses económicos, en el caso de las empresas. Un gran número de aso-
ciaciones profesionales, sindicatos y otros grupos sin ánimo de lucro emprenden
igualmente estrategias de influencia para promover y/o proteger sus intereses. Al
mismo tiempo, las instancias gubernamentales reconocen la necesidad de consultar
las partes susceptibles de ser afectadas por el impacto de cambios normativos pro-
puestos, ya sea con el fin de beneficiarse de sus conocimientos o de asegurarse su
aceptación para garantizar así el éxito de políticas sucesivas.
Estos departamentos y consultoras dedicadas a las relaciones institucionales se
interesan por las cuestiones legislativas, reglamentarias y políticas que afectan a
la organización en la que están integrados o a la que prestan sus servicios. Quie-
nes forman parte de estas estructuras pueden considerarse también lobbistas, pues
tratan, por regla general, con asuntos relativos a la actividad normativa del poder
ejecutivo en materia de consumo, medio ambiente, sanidad o seguridad. Sus princi-
pales actividades consisten en la vigilancia de este entorno normativo, su análisis y
el establecimiento y mantenimiento de redes de intereses.
No debemos confundir las relaciones institucionales con la comunicación ins-
titucional, es decir, la comunicación que se realiza de modo organizado por una
institución pública —«instituciones relacionadas con la regulación del propósito y
ejercicio del poder para el desarrollo de lo público» (Canel, 2007, p. 28)— y dirigi-
da a las personas y grupos del entorno social donde realiza su actividad.
Las relaciones institucionales se dividen en dos áreas estratégicas: la gestión de
conflictos potenciales y el lobbismo, a través de las cuales las organizaciones (em-
presas y grupos de influencia) se relacionan con su entorno político, influyéndose
mutuamente.
CAP. XI: RELACIONES INSTITUCIONALES Y LOBBISMO 283
2.1. Concepto
Del mismo modo, los grupos de influencia y las empresas pueden aliarse para
llevar a cabo acciones de relaciones institucionales y lobbismo. Las estrategias de
relaciones institucionales de que disponen las empresas para intervenir ante los po-
deres públicos son múltiples, pragmáticas y variables. Una compañía privada puede,
según las necesidades a corto o largo plazo, elegir asociarse con grupos de influen-
cia que militan en su sector de actividad. También puede recurrir a sus propios
servicios organizativos, o incluso contratar a consultoras especializadas en este tipo
de mediación. Y, en muchas situaciones, el lobbismo se practica mediante la conju-
gación de estos tres factores.
Así pues, desde un punto de vista funcional, como sujeto de relaciones institu-
cionales, una empresa, normalmente una gran compañía, es también un grupo de
influencia.
2.2. Elementos
Tres son los elementos estructurales de todo grupo de influencia: que esté orga-
nizado, la existencia de uno o más intereses a defender y el ejercicio de una influen-
cia sobre los poderes públicos.
Así, quedan excluidos de los grupos de influencia, por ejemplo, las consultoras de
relaciones públicas y los gabinetes o bufetes de profesionales del lobbismo (los
lobbies). Son grupos, claro está, pues reúnen un mínimo de personas y están or-
ganizados para la realización de una determinada actividad. Pero no son más que
firmas comerciales, intermediarios, interlocutores, representantes de los grupos
de influencia.
En tanto que estructura organizada que defiende un interés común, la unión de
sus miembros es inherente al concepto de grupo de influencia. Existen diversas
uniones de personas, asociaciones o empresas, cada una con diferentes configura-
ciones jurídicas: ONG, empresas, grandes corporaciones, asociaciones de distinto
tipo, fundaciones, etc. Como observa Rubio (2003), estos grupos suelen estar
formados por particulares, pero en los últimos años se ha desarrollado una nueva
forma de unión, la de organizaciones, tanto de manera estable como para llevar
a cabo campañas de lobbismo. Estas coaliciones surgen por diferentes motivos:
por la necesidad de alcanzar un potencial personal y económico suficientemente
representativo o por la confluencia de objetivos de organizaciones con intereses
distintos en una materia determinada y la necesidad de coordinar sus esfuerzos de
influencia. De ellas nos ocupamos más adelante.
2.2.2. El interés
estar más o menos despierto, según las circunstancias. Pero no existen intereses
latentes en el mismo sentido que existen necesidades latentes, es decir, que existen
sin ser sentidas como tales necesidades. La latencia se observa únicamente en el
conflicto, no en el interés.
El interés exige una situación objetivamente definida y dotada de una cierta
permanencia. Ha de corresponder a estructuras mentales estables, por lo que los
comportamientos que lo manifiestan tienen una cierta lógica y continuidad. Los
comportamientos aislados o ilógicos no pueden considerarse como reveladores de
la presencia de un interés.
En suma, el interés, como los valores, forma parte de la estructura social. Pero a
diferencia del pensamiento marxista clásico, que veía en los valores de la clase do-
minante la máscara de sus intereses particulares, no son lo mismo. Quien persigue
valores no se sitúa respecto del sistema social de la misma manera que lo hace quien
persigue sus intereses. El primero tiende a lograr la realización de un objetivo con-
forme a un estándar de excelencia, mientras que el segundo se preocupa sobre todo
de que el proceso de realización de los objetivos sea beneficioso para determinadas
personas, excluyendo a otras si es necesario. Aparece así la vertiente conflictiva
consustancial con el concepto de interés, como lo es también con el de relaciones
públicas en su faceta de sistema social.
La defensa de los intereses por parte de los grupos de influencia exige dos fases:
primero, poner de acuerdo a personas que tienen un interés común (agregación de
intereses) y, segundo, decidir y realizar actividades para llevar a cabo ese fin (arti-
culación de intereses).
En esta conjunción de actividades encontramos la función principal de los gru-
pos de influencia: la defensa de sus intereses a través de la influencia, directa o
indirecta, sobre los poderes públicos.
2.2.3. La influencia
a) La fase del proceso de toma de decisiones: cuanto antes se intervenga, más
posibilidades de ser influyente tiene la intervención.
b) Las características de la propuesta: cuanto más técnica sea, más necesaria
será la intervención.
c) La capacidad de intervención y de acción de los profesionales del lobbismo:
cuanto más apropiada sea la acción de influencia, más posibilidades de tener éxito
tiene.
d) La importancia de los contactos y de la agenda: cuanto más extensa es la red
de relaciones, más probabilidades hay de que la influencia sea decisiva.
e) La actitud de la opinión pública: cuanto más amplio es el apoyo, más eficaz
será la influencia.
f) El grado de adhesión de los políticos y funcionarios implicados: cuanto más
próxima esté la influencia de la ideología común, más posibilidades tendrá de ser
eficaz.
g) La actitud de los grupos de influencia competidores o contrarios: cuanto
menos implicados estén, más posibilidades hay de que la acción de influencia sea
concluyente.
h) La actitud de los grupos de influencia que nos apoyan: cuanto más compro-
metidos estén, más eficaz será la acción.
i) La implantación de estrategias de alianzas: cuanto más numerosas sean las
alianzas, más posibilidades tendrá la acción iniciada de ser decisiva.
2.3. Tipología
estatuto ambiguo. Estas tipologías no son excluyentes entre sí, pues hay algunos
grupos de influencia que podríamos clasificar como mixtos. En la mayoría de los
casos, los medios de influencia que utilizan son comunes a todos ellos, por lo que
varias de las estrategias atribuidas a cada una de las categorías sugeridas no son
exclusivas de cada una.
Los grupos de estatuto interno cercano se caracterizan por tener una influencia
sostenida, un posicionamiento en el centro del proceso de toma de decisiones, ser
consultados frecuentemente, y por participar en temas de gran importancia.
Los grupos de estatuto interno cautivo se caracterizan por una influencia perma-
nente, una estrecha colaboración con el proceso de toma de decisiones, y por tener
representantes en organismos paragubernamentales.
políticos. Por tanto, manifestaciones, huelgas y otras acciones con gran despliegue
mediático se utilizan a menudo en momentos de conflictividad.
Las empresas «ermitañas» son aquellas que no quieren cooperar y que evitan
participar en acciones comunes en el seno de asociaciones u otros grupos de in-
fluencia. Estas empresas pueden dividirse en dos clases: las que hacen relaciones
institucionales de manera activa por su cuenta, y las que no participan en ninguna
actividad de este tipo.
Las pequeñas y medianas empresas de reciente creación que actúan como ermita-
ñas tienden a practicar las relaciones institucionales por sus propios medios. En este
caso, sus intereses se sitúan mayormente en el plano local y las acciones de influencia
son relativamente simples. De hecho, esta etapa puede ser una fase de transición de
una estrategia a más largo plazo. A medida que las empresas adquieren madurez y
reconocimiento en su mercado, pueden incrementar su voluntad de cooperación.
El recurso a la estrategia del ermitaño y la ausencia de cualquier necesidad de
relaciones institucionales es a menudo el resultado de una decisión perfectamente
consciente. Generalmente, los grupos de influencia de naturaleza asociativa recopi-
lan informaciones estadísticas relativas a su sector de actividad, que comparten con
sus miembros. Por esta razón, las empresas de reciente creación prefieren asociarse
al grupo de influencia que mejor les represente (o a más de uno), con el fin de be-
neficiarse del máximo de informaciones útiles y/o estratégicas posible sin tener que
invertir tiempo y dinero en un proyecto de relaciones institucionales. En otros casos,
una empresa puede verse obligada a emprender una estrategia de este tipo cuando la
asociación del sector al que pertenece rehúsa admitir nuevos miembros. En efecto,
pueden existir reglas no escritas y periodos probatorios respecto de nuevos miem-
bros y las empresas con poca experiencia pueden no ser admitidas.
Las empresas «miembros del club» son aquellas que cooperan y/o colaboran con
otras en el seno de una asociación. La mayor parte del tiempo, las actividades de re-
laciones institucionales se dirigen a los decisores locales o nacionales. Los «miem-
bros del club» son a menudo empresas con estrategias comerciales a nivel nacional.
Es el caso, por ejemplo, de las filiales de las compañías multinacionales.
Las empresas «aventureras» tienen una fuerte visibilidad nacional e internacio-
nal, pero no quieren colaborar con otras empresas en estrategias de influencia. Esta
actitud es propia de las grandes corporaciones, independientes y líderes en su sector
y mercado. Aun así, estas compañías pueden ser miembros de diversas asociacio-
nes. Una empresa «aventurera» puede querer aprovecharse de su pertenencia a una
asociación de intereses para estar informada, aunque desarrolle sus iniciativas de re-
laciones institucionales y lobbismo por su cuenta. Así, cuando sienten amenazados
sus intereses, actúan al margen de la asociación pero con sólidos aliados.
Las empresas «diplomáticas» son las que demuestran una gran voluntad de coo
peración y actúan como facilitadoras o catalizadoras de intereses. Las compañías
multinacionales asumen a menudo el papel de diplomáticas, aunque las pequeñas
empresas también pueden desempeñarlo, especialmente cuando el grupo derivado
de la acción diplomática está constituido por empresas del mismo tamaño.
Esta clasificación no es más que un indicador, ya que las estrategias de relaciones
institucionales y el grado de cooperación de las empresas varían también en función
de los patrones culturales. Por otro lado, debe notarse que una empresa puede hacer
evolucionar su posición en función de las amenazas y oportunidades con las que se
enfrente durante su actividad.
294 MANUAL DE RELACIONES PÚBLICAS E INSTITUCIONALES
Tabla 17
Tipos de empresa, actuación y características según la estrategia
de actuación
Coopera Practica
relaciones relaciones
Miembro Características
institucionales institucionales Ámbito
asociación probables
con la al margen de
asociación la asociación
Tipo de
empresa
El auge de los grupos de influencia está vinculado al sentimiento que tienen sus
miembros de realmente poder cambiar las cosas. Como hemos visto, la teoría situa-
cional identifica tres variables importantes para que un público (individuo o grupo)
sea considerado como activo: el reconocimiento del problema, la implicación de una
persona respecto de este problema y su voluntad de actuar para solucionarlo o ate-
nuarlo. Por ejemplo, si un individuo evalúa que la calidad del aire es mala, reconoce
que hay un problema. Si esta persona es asmática, está afectada directamente por este
problema. Y, si piensa que puede ejercer acciones para remediar el problema, cumple
con la tercera condición. La participación de los individuos en los diferentes grupos de
influencia activos en el marco de una sociedad se funda en esta teoría de Grunig.
Los resultados perseguidos por los grupos de influencia son variables. Algunos
quieren terminar con todo el sistema político o transformar el entorno social, como
ocurre a veces con los grupos de estatuto externo ideológico. Muy a menudo, es-
tos grupos, que no reconocen la legitimidad del gobierno vigente, tienen posturas
cercanas a las acciones extremistas. Al otro lado del espectro, algunos grupos de
estatuto interno cercano simplemente quieren llevar a cabo una tarea de vigilancia
y seguimiento en previsión de cambios legislativos o reglamentarios susceptibles de
afectar a su sector de actividad.
Los grupos estructurados se fijan normalmente objetivos claros, precisos, realiza-
bles y mesurables, como corresponde a todo proyecto eficaz de relaciones públicas.
Son numerosos los grupos que fracasan en sus campañas de relaciones institucio-
nales porque sus objetivos no cumplen estas condiciones. Como cualquier proyec-
to comunicativo que sigue el método establecido en estas páginas (Investigación y
diagnóstico, Metas y objetivos, Estrategia, Evaluación y control), las pretensiones
de campaña deben responder a las siguientes preguntas:
3.3. Las estrategias
Las estrategias de los grupos de influencia de estatuto externo son mucho más
visibles. Estando excluidos del proceso formal de toma de decisiones, estos grupos
conciben sus actividades de relaciones institucionales con vistas a demostrar a los
poderes públicos la popularidad y la legitimidad de sus posturas en el seno de la
opinión pública.
Así, sus estrategias y técnicas intentan atraer al máximo la atención mediática:
demostraciones públicas, campañas de sensibilización, conferencias de prensa, peti-
ciones, sondeos, envío de cartas al director o artículos de opinión a la prensa escrita,
y campañas de movilización popular. Incluso pueden recurrir a las manifestaciones
de protesta y a la acción violenta. La información debe tener un eco mediático para
captar la atención del público: presentando sus puntos de vista a los periodistas,
estos grupos intentan influenciar a la opinión pública de manera favorable a los
intereses que defienden ante los poderes públicos.
No obstante, sean cuales fueren las estrategias y técnicas de las relaciones públi-
cas que se adopten por los grupos de influencia, su objetivo es el mismo: añadir su
voz en el debate público. Las relaciones institucionales contribuyen así al estable-
cimiento de uno de los cimientos más importantes de un sistema democrático: cada
miembro de la sociedad civil puede hacerse escuchar e influir sobre la legislación y
la toma de decisiones de los poderes públicos, sin más límite que los estándares de
la ética profesional y el respeto al interés público.
a) El lobbista consultor: aquel profesional cuyo mandato consiste, total o par-
cialmente, en ejercer el lobbismo por cuenta de otro (cliente), mediante una contra-
prestación.
b) El lobbista de empresas: aquel personal interno de una empresa con finali-
dades lucrativas cuyas competencias incluyen mayormente el ejercicio del lobbismo
en representación de la empresa.
c) El lobbista de grupos de influencia: aquel profesional, interno de una agru-
pación de empresas o de una organización sin ánimo de lucro, cuyas competencias
incluyen mayormente el ejercicio del lobbismo en representación del grupo de in-
fluencia.
La confusión terminológica que el uso social hace entre lobby y grupos de in-
fluencia es tanto más preocupante cuando analizamos la naturaleza de los lobbies.
Como ya opinaba Duverger (1966), si el lobby es realmente una organización pura-
mente técnica, semejante a un bufete de abogados o a una agencia de publicidad, que
presta sus servicios a cualquiera sin preocuparse de las orientaciones políticas de
quienes les piden intervenir cerca de las Administraciones Públicas y del Gobierno,
no se tratará de un grupo de presión propiamente dicho, sino de una organización
comercial que sirve a los grupos de presión como medio de acción.
Actualmente, en Washington, los lobbies no son ajenos a las orientaciones po-
líticas de sus clientes. Los lobbies liderados por antiguos senadores, representantes
u otros cargos públicos, suelen defender los intereses próximos a la ideología del
partido bajo cuyo poder ejercieron como políticos o funcionarios. Así, se cuentan
«lobbies demócratas» y «lobbies republicanos».
Los lobbies ofrecen un servicio basado en la interdisciplinariedad, combinan-
do la asistencia jurídica, la técnica, la estratégica y la comunicativa, por lo que el
lobbista francés Bernard Le Grelle determinó los componentes de todo lobbismo:
20 por 100 de derecho, 20 por 100 de política, 20 por 100 de economía, 20 por 100
de diplomacia y 20 por 100 de comunicación (Le Grelle, 1987).
En cuanto a sus funciones, un despacho de asesoría en lobbismo debe ofrecer
principalmente su experiencia en la elaboración de los expedientes, ser capaz de
poner a disposición del cliente el conjunto de sus relaciones, y asegurar una función
302 MANUAL DE RELACIONES PÚBLICAS E INSTITUCIONALES
a) Puesto que el lobbismo es un intercambio, hay que ser positivo, es decir,
aportar algo antes de querer sacar un beneficio.
b) Puesto que los poderes públicos demandan información técnica, hay que
considerarla como moneda de cambio.
c) Puesto que la influencia es un producto del tiempo —que juega un papel
capital— hay que hacer de él un aliado. Hay que ser tenaz y trabajar a largo plazo.
Hay que ser, en definitiva, estratega.
d) Puesto que el lobbismo es un acto de comunicación, hay que ser oído para
ser escuchado. La competencia individual debe comportar también una competencia
comunicativa. Hay que tener una estrategia de comunicación. No hay que ser pasivo
ni esperar a que nos llamen. Salvo en el caso de los grupos de influencia de estatuto
interno, las esferas públicas suelen llamar a aquellos que toman la iniciativa.
e) Puesto que del debate se desprende un compromiso, hay que implicarse en
la dinámica de las concesiones mutuas, pero teniendo siempre claro el límite de las
mismas.
CAP. XI: RELACIONES INSTITUCIONALES Y LOBBISMO 303
f) Puesto que el lobbismo es una confrontación de culturas, hay que respetar
los usos de la dinámica burocrática. Es preferible conocer la cultura administrativa
y tenerla en consideración: culto a la perfección formal y a la escritura de calidad,
preferencia por los argumentos jurídicos, miedo a crear precedentes, deseo de con-
formidad con las reglas, etc.
Desde el punto de vista estratégico, las cualidades de todo lobbista eficaz deben
ser:
a) La ética, por encima de todo. Saber distinguir cuando el interés particular es
contrario al interés público. No todas las causas tienen que ser objeto de influencia:
exclusivamente las legítimas. Solo así ayudará a prestigiar la profesión y a situarla
donde se merece.
b) Conocer al dedillo los procesos de toma de decisiones existentes en los fo-
ros ante los que actúa.
c) Estar informado al máximo de las intenciones, proyectos, actores, temáti-
cas, que forman parte de esos foros. Tener una red de informadores es una técnica
imprescindible.
d) Conocer quién es el interlocutor válido en cada momento, y mantener con él
una relación profesional, honesta, privada y, a poder ser, amistosa.
e) Ser empático; es decir, tener una comprensión clara de las ideas y senti-
mientos de otra persona (en este caso, el gestor público o político). La empatía su-
pone escuchar atentamente, formular preguntas, dejar a un lado los propios juicios
de valor y utilizar la imaginación para comprender el punto de vista del otro, sus
opiniones, sentimientos, motivaciones y situación. Gozar de esta cualidad, es decir,
saberse poner en el lugar del decisor público, será de gran ayuda en el ejercicio de
la profesión.
304 MANUAL DE RELACIONES PÚBLICAS E INSTITUCIONALES
con el estudio de la política y la administración del Estado son de gran utilidad para
aquel que ante ellos pretende ejercer.
e) Economía y gestión empresarial. El lobbista defenderá mayoritariamente
intereses económicos y deberá basar su argumentario en datos financieros. A pesar
de que este trabajo lo realizarán expertos en la materia, el profesional del lobbismo
debe conocer bien el terreno porque será él y solo él quien lo defienda ante el de-
cisor. Por otro lado, el lobbismo es un proceso estratégico de comunicación y, por
ende, de gestión de las organizaciones. Conocer este entorno es necesario como
formación básica.
a) identificación anticipada de los temas de impacto potencial para una orga-
nización;
b) una respuesta estratégica diseñada para mitigar o sacar partido a sus conse-
cuencias.
5.1. Concepto
5.2. Modelo estratégico
Pocas áreas de las relaciones públicas e institucionales han despertado tanta una-
nimidad como la definición de cuál es el proceso estratégico de la gestión de conflic-
tos potenciales. Se divida en cuatro, cinco u ocho etapas, el modelo que proponemos
se adapta claramente al propuesto por los analistas. Sin embargo, debemos advertir
que, en la práctica, esta estructura procesal dependerá del tamaño y recursos de la
organización, un factor del que, recordémoslo, no puede huir cualquier estrategia
propia de la política de relaciones públicas. La complejidad del conflicto potencial
también afectará a la estructura del proceso, que se compone de cinco etapas:
a) Cuáles son los que tienen mayor impacto a corto plazo y requieren una
respuesta inmediata (se trata de factores que pueden afectar a los resultados o a
la reputación de la empresa, o en los que es inminente algún tipo de acción, como
investigaciones de los medios de comunicación, preguntas de los empleados, activi-
dades legales, legislativas o reglamentarias).
b) Cuáles son los temas en los que la organización tiene algún interés aunque
no único (por ejemplo, los temas que afectan a todo el sector).
c) Cuáles son los temas más a largo plazo o más especulativos, que se pueden
considerar pero que no requieren una respuesta inmediata (por ejemplo, el cambio
climático). El establecimiento de prioridades asegura que los recursos de la orga-
nización se concentren en tratar aquellos temas que pueden tener un mayor efecto
potencial en sus resultados o reputación y de los que puede ocuparse.
Como señala González Herrero (1998), en esta fase del proceso hay que tener
en cuenta la probabilidad de que el conflicto potencial se convierta o alcance el es-
308 MANUAL DE RELACIONES PÚBLICAS E INSTITUCIONALES
6. EL LOBBISMO
El lobbismo sigue teniendo poca prensa en nuestro país; y, cuando la tiene, suele
ser negativa, pues se confunde con comportamientos y actividades de tráfico de
influencias. Nuestra joven cultura democrática parece no estar preparada para asu-
mir que la participación de la sociedad civil en la toma de decisiones no solo es un
derecho previsto en la Constitución, sino que constituye también un deber para el
buen funcionamiento del sistema democrático.
Es cierto, por otro lado, que, si a esa democracia joven le añadimos los casos de
corrupción que han salpicado su incipiente desarrollo —desde el ya hoy olvidado
caso Juan Guerra hasta los más recientes escándalos de corrupción urbanística y
financiación ilegal de los partidos políticos—, parece en cierto modo lógico que
todo aquello que suponga influir (aunque sea a través de la información, como hace
el lobbismo) suena a corrupción, cohecho o soborno a una opinión pública no muy
ducha —dicho sea de paso— en temas políticos.
Si consultamos el sitio web de las principales consultoras de relaciones públicas,
observaremos que todas ellas ofrecen servicios de relaciones institucionales (pu-
blic affairs), cuyas actividades son: «Ayudar a cambiar agendas globales, modificar
actitudes, forjar imágenes y extender la influencia de organizaciones e ideas». Y
leer a renglón seguido: «Hemos realizado nuestras pruebas creando e implantando
con éxito campañas de relaciones institucionales en numerosos países para grandes
empresas, gobiernos, asociaciones profesionales y ONG […] Con colaboradores
que provienen de la función pública, de los medios de comunicación, de la Unión
Europea o de gobiernos locales o regionales […] agrupamos los mejores triunfos en
materia de experiencia, de contactos y de saber […]. Orientamos a nuestros clientes
en sus negociaciones con los responsables políticos en todos los niveles —local,
regional, nacional e internacional— y proponemos servicios a la carta para garanti-
zarles la mejor preparación para cuando los temas que afecten a sus intereses sean
objeto de preocupación del legislador, de la prensa o del público» (Weber-Shand-
wick: www.webershandwick.com).
Esta descripción de la práctica de las relaciones institucionales se asemeja mucho
a las definiciones habituales de lobbismo. Pero, el hecho de contratar los servicios
de un lobby no ha evitado comentarios críticos y condenatorios hacia el lobbismo
como estrategia de influencia. Recuérdese sino el debate acerca del lobbismo que
generó la contratación de los servicios de un lobby de Washington por parte de la
presidencia del Gobierno español con el fin de influenciar al Congreso estadouni-
dense para que otorgara su medalla al entonces presidente José María Aznar.
Solo una visión analítica exenta de apriorismos puede permitir apreciar el fenó-
meno del lobbismo en su justa medida, comprender sus peligros reales, pero tam-
bién las oportunidades que de él se derivan. Esto exige pasar por alto las connotacio-
nes negativas del término y entender muy bien aquello que abarca antes de realizar
cualquier juicio de valor. Por eso queremos dejar muy claro en este capítulo qué es
el lobbismo y cuáles son sus estructuras.
Solo de esta manera, desde la pedagogía que los expertos en relaciones públicas
e institucionales realizamos diariamente para liberar de prejuicios la percepción de
nuestro ámbito de estudio y/o trabajo y sus diferentes realidades, dignificaremos
CAP. XI: RELACIONES INSTITUCIONALES Y LOBBISMO 311
una de las actividades más necesarias para que los poderes públicos cumplan real-
mente con una de sus principales funciones: tomar las decisiones más equitativas
posibles para todos y cada uno de los intereses privados afectados sin menoscabar
ni un ápice el interés común de la sociedad. Sin el lobbismo, esto no sería posible,
y menos en el cada día más acentuado cambio de rumbo de la democracia represen-
tativa a la participativa.
6.1. Conceptualización
Cuadro 3
Ejemplos de lo que es lobbismo
Eva recibe la visita de Juan, un cliente que trabaja en el mundo de la construcción. El proble-
ma de Juan, y de la empresa inmobiliaria a la que representa, es que la construcción de viviendas
residenciales no está desarrollada en el sector de la ciudad donde quiere llevar a cabo su nuevo
proyecto. A pesar de sus actuaciones, el ayuntamiento no quiere modificar el plan general de
ordenación urbana. Juan quiere contratar a Eva para que negocie con los miembros del gobierno
municipal con el fin de convencerlos de modificar el plan general de ordenación. Si Eva acepta
prestar sus servicios a Juan, ejercerá una actividad de lobbismo.
Antonio es un profesional de las relaciones institucionales en la compañía en la que trabaja
desde hace cinco años dedicada a la manufactura de productos madereros. Su empleo le lleva
regularmente a comunicarse con el director general del ministerio encargado de asuntos foresta-
les para asegurarse que la adopción de políticas y normativas en el ámbito forestal no afectarán
negativamente al desarrollo de su empresa.
Cuadro 4
Ejemplos de lo que no es lobbismo
Una decisión pública es una postura colectiva con un estatuto que la diferencia
de las decisiones privadas y que se caracteriza por sus dimensiones de foro, inter-
cambio, compromiso, proceso y confrontación de valores.
En términos simbólicos, el lugar de la decisión se ha desplazado de los despa-
chos del aparato burocrático al espacio público (Clamen, 2005). Hoy en día, todos
los proyectos públicos se dan cita en un foro, sometidos al debate entre diferentes
actores. Ningún responsable público puede, en un sistema democrático, decidir en-
teramente en la sombra.
En este foro, cada parte desempeña su rol. Para aquellos que sienten que sus
intereses están afectados es básico comprender que el decisor no es una persona o
una institución única. Lo que es cierto para los decisores, también lo es para quienes
pretenden influenciarlos.
Como escenario de intercambio, el foro funciona en un doble sentido: de un
lado, los decisores públicos encuentran en él la información técnica que necesitan;
de otro, los actores privados hacen valer sus puntos de vista y contribuyen a la toma
de decisiones inflexionándola con sus argumentos. Este vaivén constituye un inter-
cambio de informaciones y de conocimiento.
Contrastando todos los puntos de vista en juego, este intercambio genera un com-
promiso. Es su fortaleza: la decisión toma así en cuenta las diferencias de intereses.
Pero también es su debilidad: el compromiso implica equilibrio. Y en nombre del
equilibrio pueden dejarse fuera del intercambio intereses minoritarios pero pertinentes
o, a través de concesiones entre las partes, el compromiso puede llevar a una decisión
a medias, prudente, allí donde hubiere hecho falta audacia e innovación. Esta situación
perfila la mayoría de las decisiones públicas con las siguientes características:
6.1.3. Tipología
Al tratar de las estrategias de comunicación de los diferentes grupos de influen-
cia ya hemos distinguido implícitamente dos formas de lobbismo, según se practi-
CAP. XI: RELACIONES INSTITUCIONALES Y LOBBISMO 317
que por grupos de influencia de estatuto interno (lobbismo interno) o por grupos de
influencia de estatuto externo (lobbismo externo). Veamos ahora nuevas categorías
en función de otros criterios.
En función del la naturaleza de la estrategia y técnicas utilizadas en la campaña
de lobbismo, distinguimos entre lobbismo directo y lobbismo indirecto. El lobbismo
directo es el ejercido directamente ante los poderes públicos, sin actuar a través de
la opinión pública o de los partidos políticos. Se basa en la participación directa en
los procesos de decisión pública, ya sea mediante las vías legales de participación
en estos procesos y/o a través del contacto directo con el funcionario, parlamentario
o decisor correspondiente. En cambio, las acciones de lobbismo indirecto, aunque
se dirigen al decisor público como destinatario último, el público objetivo de los
mensajes es ajeno al decisor (medios de comunicación, bases populares, otros gru-
pos de influencia…). A través del lobbismo indirecto se pretende crear un estado de
opinión (un entorno social) favorable a los intereses reivindicados para reforzar la
influencia sobre los poderes públicos. La articulación de esta forma de actuación se
realiza habitualmente mediante la acción sobre los medios de comunicación social.
En el marco del lobbismo indirecto tiene especial incidencia el lobbismo de base
o grassroots lobbying. Su fundamento estratégico reside en la movilización de la
opinión pública («grassroots» significa bases populares), mediante peticiones, co-
rreos electrónicos, tweets, cartas o llamadas del pueblo a los decisores políticos,
bajo la apariencia de espontaneidad.
Distinto del lobbismo de base es el lobbismo de altura (grasstop lobbying). En
efecto, aquí la idea no es influenciar a través de las bases (los ciudadanos), sino con-
centrar la acción de lobbismo sobre un grupo de individuos u organizaciones (los
think tanks, por ejemplo) muy influyentes sobre el tema objeto de la decisión.
Esta clasificación no es excluyente. Al contrario, muchas acciones de lobbismo
combinan técnicas directas e indirectas. De todas formas, el lobbismo debe ser,
como mínimo, directo, pues el contacto y relación con los representantes de los
poderes públicos —sea cual sea su jerarquía— son siempre necesarios.
Desde la perspectiva del establecimiento de relaciones, el contenido del lob-
bismo directo es la creación de relaciones con los representantes de los poderes
públicos, mientras que el del lobbismo indirecto es establecerlas con otros públicos
que coadyuven a fortalecer el respaldo del interés defendido más allá del propio
promotor de la estrategia.
Por otra parte, también suele establecerse esta distinción entre lobbismo directo
e indirecto para indicar si se ejerce directamente por el grupo de influencia (directo)
o a través de un lobby (indirecto). Sin embargo, basándonos en quién lo ejerce, es
preferible distinguir entre lobbismo integrado y lobbismo independiente. El lobbis-
mo integrado es el ejercido directamente por la empresa o el grupo de influencia
a través de su departamento de relaciones institucionales. En esta situación no se
contrata ningún lobby. El lobbismo independiente, por su parte, es el ejercido por
profesionales autónomos del lobbismo —lobbistas consultores— en representación
de una organización y a cambio de una remuneración (casi siempre económica). Su
naturaleza jurídica es la del contrato de prestación de servicios.
Atendiendo a los sujetos promotores, podemos distinguir entre lobbismo cor-
porativo y lobbismo grupal, federativo o confederativo. El lobbismo corporativo es
318 MANUAL DE RELACIONES PÚBLICAS E INSTITUCIONALES
Tabla 18
Tipología del lobbismo según Clamen (2005)
El objetivo
Limitar los efectos, juzgados negativos, de un
Lobbismo defensivo.
proyecto que lesiona los intereses.
Apoyar, incluso impulsar, un proyecto
considerado favorable y conseguir lo máximo, Lobbismo ofensivo.
a pesar de la oposición de intereses contrarios.
La finalidad
Conservar las ventajas adquiridas, rehusar el
Lobbismo corporativista.
cambio.
Adquirir nuevos poderes. Lobbismo feudal.
Actuar sobre nuevos mercados. Lobbismo colonialista.
La estrategia
Actuar en solitario, como empresa o
Lobbismo directo.
asociación.
Pasar por una organización (sindicato, alianza
profesional temporal, asociación creada ad Lobbismo indirecto.
hoc), un tercero o un lobby.
Les técnicas empleadas
Exclusivamente la negociación directa con los Lobbismo interpersonal (también llamado
decisores públicos. directo).
CAP. XI: RELACIONES INSTITUCIONALES Y LOBBISMO 319
puesto, identificar rápidamente y con antelación suficiente cuáles son las intenciones
de los decisores, que son los promotores de la iniciativa en cuestión, y cuáles son los
argumentos susceptibles de convencerlos de sus efectos negativos. Tales circunstan-
cias explican porqué las organizaciones que utilizan este tipo de estrategia se agrupan
con asociaciones profesionales del sector en sus acciones de lobbismo. Uno de los
principales elementos del mandato de estas asociaciones es, precisamente, el esta-
blecer y mantener estrechas relaciones con los poderes públicos para identificar sus
intenciones e informar a sus miembros de sus posibles efectos. Es decir, constituirse,
en la medida de lo posible, en grupos de influencia de estatuto interno.
c) La acción política directa, fundada en el principio de reciprocidad empresa-
opinión pública. En este contexto estratégico, los dirigentes empresariales conside-
ran legítimo influenciar los valores políticos y las opciones colectivas de la sociedad,
puesto que también reconocen a la opinión pública el derecho de influenciar, guiar
o controlar las organizaciones. Así, la estrategia de los gestores privados consiste en
participar directamente tanto en el debate público como en el proceso de elabora-
ción de políticas públicas, a través de la negociación. Esta estrategia puede desem-
bocar en la candidatura y posterior elección de representantes del sector privado o
del círculo empresarial en un proceso electoral.
d) La acción política indirecta. Aquí la estrategia de lobbismo consiste en la mo-
vilización de grupos de influencia y de la opinión pública, ya sea en favor de las postu-
ras defendidas o en contra de aquellas que las reprueban. Esta estrategia se concreta en
la formación de coaliciones o en la organización de campañas de opinión. Implica que
la empresa deba recurrir a formadores de opinión (como los think tanks) y a especia-
listas en relaciones con la prensa. Más propia de las grandes empresas, tal estrategia
les permite beneficiarse de una fuerte credibilidad, al ser sus posturas compartidas por
una parte de la opinión pública que políticos y burócratas no suelen ignorar.
6.1.5. E-lobbismo
El e-lobbismo (o ciberlobbismo) es la adaptación de las estrategias de influencia
a las nuevas tecnologías de la información. Su objetivo principal es la utilización de
Internet y las plataformas sociales como nuevo canal de difusión.
El e-lobbismo facilita ir más allá de la simple planificación. Ofrece un abanico
de soluciones técnicas nuevas que permiten al lobbista que su estrategia progrese
«en tiempo real» y ser más reactivo ante oportunidades y problemas derivados de la
actualidad o del sector cuyos intereses representa.
A continuación exponemos los tipos de estrategias de e-comunicación aplica-
bles al lobbismo indirecto destinadas a influenciar el comportamiento de los inter
nautas para facilitar su adhesión a una idea o norma jurídica.
Estrategia del sitio web «espejo». Su finalidad es aumentar el número de visitas
a un sitio web «escaparate» para favorecer el acceso de los internautas a una infor-
mación determinada. La táctica utilizada consiste en disponer de los procedimientos
técnicos necesarios para multiplicar las vías de acceso a determinada información
creando «captores de internautas». En concreto, se trata de diseñar sitios web ru-
dimentarios que servirán como correa de transmisión para que los internautas que
accedan a ellos acaben convergiendo a un mismo sitio web «vitrina».
CAP. XI: RELACIONES INSTITUCIONALES Y LOBBISMO 321
Estrategia del sitio web «tarro de miel». Su meta es sensibilizar sobre una pro-
blemática específica que se presenta y se da a conocer como una base de datos
informática sobre un tema mucho más amplio. Así, la información más genérica
atrae a un buen número de internautas que pueden acabar accediendo a información
más específica, que es la que nos interesa transmitir. La logística empleada consiste
en crear un sitio web comunitario en base a dos criterios: la imparcialidad y la legi-
timidad (moral y técnica) del tema elegido. Una web de este tipo solo será creíble
si consigue imponerse como una fuente de información, por lo que su puesta en
práctica es una tarea compleja y su efectividad es a largo plazo.
Estrategia del sitio web «caballo de Troya». Su propósito es llamar la atención de
internautas ya sensibles a una cuestión para que conozcan y/o se posicionen sobre
una problemática conexa. El medio empleado es buscar las posibles afinidades entre
varios temas y conducir al internauta a interesarse/descubrir una temática particular
por la intermediación de un tema vinculado (indirecto).
Estrategia del sitio web «rumor». Su fin es desestabilizar a una organización a
través de una iniciativa reivindicativa de naturaleza desinformativa o contra infor-
mativa. Se suele emplear contra una empresa o contra un determinado interés públi-
co o privado. El procedimiento consiste en revelar informaciones negativas a través
de diferentes sitios o páginas web sin que se conozca la fuente. Se trata de «tirar la
piedra y esconder la mano». Cuando difunde información falsa o que vulnera los
derechos fundamentales de terceros, carece de toda legitimidad ética.
Estrategia del sitio web «antagonista». Su meta consiste en perjudicar a una orga-
nización o individuo recopilando informaciones negativas y difundiéndolas en un sitio
web «escaparate». Con este fin, se crea un sitio web que informa de los defectos de
un producto o los errores de una empresa o individuo. Para ser más eficaz, estas webs
disponen de foros de discusión en redes sociales para incrementar el volumen de sus
críticas. Respecto a su legitimidad ética, dependerá de la veracidad de la información
que se difunda.
En el marco de las acciones de lobbismo que utilizan las nuevas tecnologías,
merece destacarse el lobbismo viral. Se trata de una forma de marketing viral que se
basa simultáneamente en los principios del rumor, de prescripción y de valorización
de productos. El método del lobbismo viral es difundir a través del correo electróni-
co o de plataformas 2.0 un mensaje a internautas que, de acuerdo con su naturaleza
(interesante, divertido, ingenioso, etc.), estarán tentados de reenviarlo a otras perso-
nas. Podremos hablar de lobbismo viral siempre que el remitente esté identificado y
el mensaje responda a una expresión política y/o ideológica.
Las redes sociales han fomentado la aparición de nuevas formas de liderazgo de
opinión que los estrategas del lobbismo deben contemplar. Una estrategia de lobbis-
mo indirecto moderna no puede ignorar las comunidades virtuales y sus líderes.
Como dice De Cock (2010), los lobbistas son lentos a la hora de adoptar y adap-
tarse a las nuevas redes sociales y comunidades virtuales. Y ello por dos razones. La
primera es que la gran mayoría no son nativos digitales; y la segunda es que muchos
322 MANUAL DE RELACIONES PÚBLICAS E INSTITUCIONALES
lobbistas consideran su actividad como «un negocio misterioso, que requiere inter
acciones personales secretistas con los decisores en aburridos cócteles y meriendas»
(De Cock, 2010, p. 184).
Sin embargo, es obvio que no solamente las redes y plataformas sociales cons-
tituyen un nuevo instrumento para interactuar y conectar activistas, políticos, fun-
cionarios y ciudadanos en general, sino que las campañas de lobbismo de base no
pueden ya obviar estas plataformas, pues constituyen un medio excelente para con-
cienciar sobre un tema concreto y captar el apoyo de la gente de manera eficiente y
poco costosa. Esto es cierto tanto para las empresas y los grupos que desean practi-
car el lobbismo sobre un tema en particular.
Tabla 19
Vinculaciones entre relaciones públicas y lobbismo
ACCIÓN Función directiva, en conexión con la Función directiva, en conexión con la vigi-
vigilancia permanente de las diversas lancia permanente de las diversas realida-
realidades y/u opiniones expresadas en des y/u opiniones expresadas en el entorno
el entorno (investigación) de las organi- normativo y social (gestión de conflictos
zaciones. potenciales) de las organizaciones.
SUJETOS Una organización, persona natural públi- Una organización (promotor) y los po-
camente relevante (promotor) y los públi- deres públicos (destinatario).
cos que forman su entorno (destinatario).
MEDIOS Técnicas de comunicación. Técnicas de comunicación, para influir
sobre los poderes públicos y conseguir
que tomen la decisión por la que se ini-
ció el lobbismo.
La reputación del sujeto promotor puede
ser una técnica tácita de influencia.
CAP. XI: RELACIONES INSTITUCIONALES Y LOBBISMO 323
Veamos ahora más detalladamente los paralelismos entre el lobbismo y las re-
laciones públicas, analizando todos los elementos de la estructura aristotélica del
proceso retórico/comunicativo de las relaciones públicas establecido por Carrera
(citado por Arceo, 1988) y que aparece en la tabla 20. Estos elementos componen
los siguientes epígrafes.
Tabla 20
Modelo aristotélico de Carrera (1978) para la comunicación persuasiva de masas
Fuentes
Elementos aristotélicas
específicas
En lo referente a la definición del mensaje del lobbismo, tres son los factores
determinantes: reunir una información exhaustiva, sistematizarla y hacerla com-
prensible a los decisores públicos no especialistas. Elaborar un argumento eficaz
es, quizás tanto o más que en otra estrategia de relaciones públicas, la mayor herra-
mienta de que dispone el lobbista.
6.3. Legitimidad
de unas normas que limitan su ámbito de actuación, como veremos más delante. Y
eso es tanto como partir de la «presunción de culpabilidad» del lobbismo, de manera
que, en aquellos países que se han dotado de una legislación al respecto, el lobbismo
viene a ser aquella «parte noble» de los delitos que persiguen la corrupción en todas
sus manifestaciones.
Con todo, no podemos negar que institucionalizar el lobbismo a través de su
regulación jurídica tiene la ventaja de su reconocimiento social y público. Por esto,
y a pesar de nuestras reticencias manifestadas respecto de reglamentaciones escru-
pulosas, pensamos que cualquier intento legislativo o reglamentario que tenga por
objeto el lobbismo debe respetar los siguientes valores fundamentales de nuestra
sociedad: la equidad, la transparencia, la legitimidad, la integridad y el acceso a las
instituciones públicas.
La equidad permite a todos ser iguales ante las diferentes instituciones, y éstas
deben tratar equitativamente a los diferentes miembros de la sociedad civil. Por
consiguiente, todos los individuos y organizaciones, del tipo que sean, deberían ser
tratados igual en la reglamentación del lobbismo. No debe haber discriminaciones
por razón de estatus, objetivos u otras causas.
La transparencia influye sobre el grado de confianza del público hacia el apa-
rato gubernamental, reforzando la democracia. En el caso que nos ocupa, im-
plica principalmente que el gran público pueda conocer la existencia de grupos
de influencia que representan intereses públicos o privados ante las instituciones
respecto de una ley, reglamento o decisión bien definida. No obstante, la trans-
parencia no supone una divulgación de todas las informaciones. Una divulga-
ción desproporcionada respecto de los objetivos deseados implicaría una excesiva
burocratización y la revelación de elementos estratégicos y confidenciales. No
se trata de entorpecer el sistema ni de convertir en inaccesibles a los decisores
públicos.
El lobbismo es legítimo, pues es, precisamente, la defensa legítima de los inte-
reses de una organización de manera transparente. Es necesario que la regulación
jurídica de sus actividades reconozca, en cualquier caso, esta legitimidad, partiendo
de la presunción de buena fe de su ejercicio profesional. Hay que evitar, a toda costa,
alimentar sospechas de la población sobre esta práctica.
En cuanto a la integridad, la ética constituye la ciencia de la moral y suele tradu-
cirse en un código deontológico. Es importante que el legislador prevea este código
en una legislación sobre el lobbismo y sus actividades, como ocurre, por ejemplo,
en Quebec. Debe ser sencillo, claro y preciso en aras a delimitar eficazmente los
deberes y responsabilidades éticos de los lobbistas y, asimismo, de los decisores pú-
blicos. El código deontológico debe permitir la legitimación del trabajo del lobbista
y erradicar cualquier sospecha que pueda pesar sobre él.
Una sociedad libre y democrática permite el acceso de los ciudadanos a sus
diferentes instituciones políticas y gubernamentales, a todos los niveles. El ac-
ceso debe ser fácil, regular y poco oneroso. Así, cualquier intento de regulación
jurídica del lobbismo debería favorecer este acceso y no limitarlo a través de un
farragoso proceso administrativo. Este acceso permite: informar a los decisores
públicos necesitados de información para tomar decisiones acordes con el interés
público, influenciar un proceso —lo cual es absolutamente legítimo si su prác-
CAP. XI: RELACIONES INSTITUCIONALES Y LOBBISMO 331
tica es transparente— que abocará en una decisión que afectará la vida de los
ciudadanos, o, simplemente, comprender el proceso y las motivaciones políticas
y/o gubernamentales que sustentan una determinada política, reglamentación o
programa, pues la ciudadanía tiene igualmente el derecho y la necesidad de estar
informada.
En suma, todas estas consideraciones evidencian que la regulación por los po-
deres públicos de la acción ante ellos de los grupos de influencia constituye uno
de los temas más espinosos del estudio del lobbismo, sin que el debate doctrinal
al respecto se haya llevado de lleno a la práctica por los parlamentos occidentales,
salvo excepciones, como Estados Unidos y Quebec, ejemplos paradigmáticos en lo
que a la institucionalización y regulación del lobbismo se refiere (Xifra, 2009b) y
que están siendo seguidos por la Unión Europea.
No existe una regulación similar a la de Estados Unidos, por ejemplo. Sin em-
bargo, el tema ha sido ampliamente debatido y se están implementando normativas
en este asunto.
En lo que atañe a la Comisión Europea, el 3 de mayo de 2006 adoptó el Libro
Verde sobre la iniciativa europea en favor de la transparencia. La Comisión consi-
dera que el lobbismo es una parte legítima del sistema democrático. Pero, al mismo
tiempo, deben aplicarse ciertas normas que regulen los intentos de los grupos de
influencia de contribuir a la elaboración de las políticas de la Unión Europea. En
particular, el público en general debe tener claro lo que aportan a las instituciones
europeas, a quién representan, cuál es su misión y cómo se financian. Bajo estos
principios, la Comisión, en junio de 2008, inició un sistema de registro voluntario,
gestionado por ella misma, con incentivos perceptibles para que los lobbistas se
inscriban. Este sistema consta de los elementos siguientes:
a) Un registro voluntario en Internet para todos los lobbistas que deseen ser
consultados sobre iniciativas de la Unión Europea.
b) Un código de conducta común para todos los lobbistas o, al menos, unos
requisitos mínimos comunes, que deben ser desarrollados por los propios profesio-
nales del lobbismo.
c) Un sistema de supervisión y sanciones en caso de registro incorrecto y/o la
infracción del código de conducta.
Cuadro 5
Código de conducta de los representantes de intereses en el marco
de sus relaciones con la Comisión Europea
PRINCIPIOS
Los representantes de intereses deberán aplicar los principios de apertura, transparencia, hones-
tidad e integridad, que los ciudadanos y otros participantes esperan de ellos.
Del mismo modo, el personal y los Miembros de la Comisión deben respetar las normas estrictas
que garantizan su imparcialidad. Las disposiciones en esta materia son públicas y se encuentran
en el Tratado constitutivo de la Comunidad Europea, el Estatuto del Personal, el Código de con-
ducta de los Comisarios y el Código de buena conducta administrativa.
REGLAS
Los representantes de intereses deberán:
a) identificarse con sus nombres y el/los nombres de la entidad o entidades para las que tra-
bajan o a las que representan;
b) registrarse correctamente para no inducir a error a terceros o al personal de la Unión Euro-
pea;
c) declarar los intereses y, en su caso, los clientes o miembros a los que representen;
CAP. XI: RELACIONES INSTITUCIONALES Y LOBBISMO 333
d) garantizar que, en lo que a ellos les consta, la información que suministran es objetiva,
completa, actualizada y no engañosa;
e) procurar no obtener ni tratar de obtener ninguna información por medios deshonestos;
f) procurar no inducir al personal de la Unión Europea a infringir las reglas y normativas de
conducta que les son aplicables;
g) al emplear a antiguos miembros del personal de la Unión Europea, respetar la obligación
que tienen éstos de cumplir las normas de confidencialidad que les son aplicables.
OTRAS DISPOSICIONES
— Infracción del Código. Se informa a las entidades registradas y éstas aceptan que la infrac-
ción de las reglas anteriores por sus representantes podrá provocar la suspensión o exclusión
del Registro al término de un procedimiento administrativo de la Comisión que respete de-
bidamente la proporcionalidad y el derecho de defensa.
— Quejas. Se informa a las entidades registradas que cualquier persona podrá presentar una
queja a la Comisión, fundamentada en hechos sustanciales, sobre una presunta infracción de
las reglas anteriores.
— Publicación de contribuciones y otros documentos. Se informa a las entidades registradas
que sus contribuciones a las consultas públicas se publicarán en Internet con mención del
nombre del autor, a menos que este se oponga a la publicación de datos personales por con-
siderar que esta puede dañar sus legítimos intereses. De conformidad con lo dispuesto en el
Reglamento (CE) n.º 1.049/2001, relativo al acceso a los documentos, la Comisión podrá
revelar, previa petición, correspondencia y otros documentos relativos a las actividades de
los representantes de intereses.
a) Serán expedidas en forma de tarjetas plastificadas que incluirán una fotografía
del titular, su nombre y apellidos y el nombre de la empresa, organización o persona
física para la que trabaja. El titular deberá llevar permanentemente y de forma visible
la tarjeta de acceso en todos los locales del Parlamento. El incumplimiento de esta
disposición podrá dar lugar a la retirada de la tarjeta. Las tarjetas de acceso se distin-
guirán por su forma y color de las tarjetas entregadas a los visitantes ocasionales.
b) Solo se renovarán si sus titulares han cumplido con las obligaciones con-
templadas en las normas generales. Toda impugnación por parte de un diputado de
la actividad de un representante o de un grupo de interés se remitirá a los cuestores,
que instruirán el caso y podrán pronunciarse sobre el mantenimiento o la retirada de
la tarjeta de acceso.
c) La tarjeta de acceso no permitirá en ningún caso acceder a las reuniones
del Parlamento o de sus órganos que no sean declaradas públicas y no dará lugar,
en este caso, a excepción alguna respecto a las normas de acceso que se apliquen a
cualquier otro ciudadano de la Unión.
Cuadro 6
Código de conducta de los representantes de intereses en el marco
de sus relaciones con el Parlamento Europeo
Sin embargo, la proposición, que fue aprobada por mayoría absoluta y sin nin-
gún voto en contra, no prosperó y en España no existe normativa alguna sobre los
lobbies y sus actividades.
CAPÍTULO XII
PLANIFICACIÓN ESTRATÉGICA
DE LAS RELACIONES INSTITUCIONALES
No podía ser de otra manera: las etapas del proceso estratégico de las relaciones
institucionales son las mismas que cualquier proceso de relaciones públicas. Cada
una de ellas incluye las actividades propias de todo proyecto de relaciones públicas
más las específicas para el establecimiento, mantenimiento o modificación de las re-
laciones con los poderes públicos. En este capítulo se expone y analiza este proceso
estratégico que no es otro, básicamente, que el del lobbismo.
Algunos lobbistas, como Martins (2006), distinguen entre los proyectos de re-
laciones institucionales (el autor habla de «lobby») las acciones, los programas y
las campañas. Aunque, desde el punto de vista teórico, todos ellos sean proyectos
de relaciones institucionales, en la práctica profesional cada una de estas formas de
actuación tiene sus propias características.
Las acciones de relaciones institucionales son actividades puntuales ante pú-
blicos concretos, como un diputado o un alto funcionario, con el propósito, por re-
gla general, de lograr un objetivo de manera inmediata o a corto plazo. Este rasgo
de inmediatez es incompatible con objetivos complejos, polémicos o ambiciosos.
Son acciones, por ejemplo, el envío de un correo electrónico a un eurodiputado,
la celebración de una reunión con un director general, o el envío de un position
paper (una técnica intrínseca de las relaciones institucionales que analizaremos
en profundidad más adelante) a una determinado órgano colegiado (una comisión
parlamentaria, sin ir más lejos) para dar a conocer el posicionamiento de un grupo
de influencia.
Los programas de relaciones institucionales constituyen un conjunto de activi-
dades que se pueden aplicar tanto en el lobbismo directo como, paralelamente, en
el lobbismo de base (grassroots lobbying) o en el de altura (grasstop lobbying) para
llegar a un público bastante más amplio. A diferencia de las acciones, cuya duración
máxima es de dos o tres semanas, los programas de relaciones institucionales pue-
den prolongarse varios meses.
Las campañas de relaciones institucionales, por su parte, están enfocadas a in-
fluir sobre decisiones importantes. Martins (2006) las perfila con las siguientes ca-
racterísticas:
a) Larga duración: algunas campañas se prolongan durante dos o tres años.
[336]
CAP. XII: PLANIFICACIÓN ESTRATÉGICA DE LAS RELACIONES INSTITUCIONALES 337
Sea cual fuere su naturaleza, las acciones, programas y campañas son proyec-
tos de lobbismo, es decir, proyectos de relaciones con los poderes públicos, ergo
proyectos de relaciones institucionales. En este sentido, un proyecto de relaciones
institucionales es cualquier acción, programa o campaña para resolver problemas u
oportunidades de una organización que tienen su origen en sus relaciones con los
poderes públicos. Así, el lobbista debe utilizar un proceso de planificación de pro-
yectos para cualquier actividad de relaciones institucionales, desde la más específica
a la más amplia y compleja.
Este proceso de planificación estratégica responde a las fases de cualquier pro-
yecto de relaciones públicas, con las peculiaridades que cada uno quiera. Así, por
ejemplo, Martins (2006) ofrece las siguientes etapas:
Como se comprobará, este proceso de seis fases sigue escrupulosamente las eta-
pas del método del proceso estratégico de las relaciones públicas, aunque convierta
alguna de las subetapas de este en etapas propias del proceso. De este proceso,
aunque planteado de manera sensiblemente distinta, trata este capítulo, y muy es-
pecialmente del lobbismo que se ejerce ante las instituciones de la Unión Europea,
338 MANUAL DE RELACIONES PÚBLICAS E INSTITUCIONALES
En base a estos parámetros, Farnel (1994) establece tres posibles actitudes de las
empresas ante los poderes públicos:
Las cuestiones gubernamentales que más comúnmente pueden afectar a las em-
presas son aquellas que aumentan el coste y la dificultad de la gestión. Algunas
provienen de leyes o reglamentaciones existentes; otras, de propuestas futuras de la
acción gubernamental.
Estas problemáticas suelen traducirse, entre otras, en quejas del siguiente tenor:
Este conjunto de preguntas debe contestarse con otra: ¿Qué podemos hacer al
respecto?
Para poner en marcha una estrategia de lobbismo frente a lo que se esté
preparando en los ámbitos legislativo y gubernamental, los directivos empresa-
riales o de grupos de influencia deberán evaluar sus necesidades con respecto a
las políticas públicas. Esta identificación se construye en base a investigaciones
e informaciones sobre problemáticas públicas, que deben aclarar las siguientes
cuestiones:
nes (en pocas palabras, investigar los orígenes de los frenos gubernamentales a la
rentabilidad de la organización).
— Qué cambios sobre las exigencias normativas podrían rebajar estos costes o
restricciones.
— Qué modificaciones, si las hay, previstas a corto, medio o largo plazo, pueden
afectar positiva o negativamente a la organización.
— Qué cambios en la normativa permitirán abrir mercados o productos y ser-
vicios hoy inviables.
— Qué cambios nos facilitarán satisfacer los objetivos propuestos en otros ám-
bitos, como el no lucrativo.
Con todo, una cosa es definir las necesidades y otra bastante distinta es satisfa-
cerlas. Para cada necesidad existe una problemática, potencial o real, que la organi-
zación debe definir interna, clara y cuidadosamente.
Una vez definidas las necesidades, hay que relacionarlas con los temas, proble-
máticas, cuestiones, asuntos públicos (o temas potencialmente conflictivos) que las
satisfagan o las desafíen.
Una problemática pública puede ser, en sentido estricto, por ejemplo, toda legis-
lación que pretenda restringir la comercialización de los productos de una empresa.
Así la podrían definir, por ejemplo, las compañías tabaqueras. Ahora bien, también
pueden ser más concretas: una proposición que disminuya la velocidad máxima
de los automóviles o que prohíba el paso de camiones por el centro de una ciudad
(obligándoles a utilizar una vía de pago). En sentido amplio, se considera problemá-
tica pública cualquier cuestión de carácter público o social (medio ambiente, salud
pública, seguridad vial, etc.).
La investigación de las problemáticas públicas se articula sobre la base de tres
elementos: formular las preguntas para conseguir la información necesaria, saber
cómo y donde obtener las respuestas, y analizar e interpretar los resultados conside-
rando las necesidades de la organización.
Se trata, en definitiva, de apuntar (investigar) antes de disparar (actuar). En mate-
ria de lobbismo, apuntar significa averiguar qué está ocurriendo en el terreno de los
poderes públicos (agenda pública) y por qué; y si el impacto puede ser o es interno
(sobre los empleados) o/y externo (competencia o posibles aliados).
Para el desarrollo de la investigación de las políticas actuales, el lobbista o el
responsable de relaciones institucionales deberán centrar su labor de averiguación
en los siguientes ámbitos:
Esta investigación ha de ser permanente y requiere ser llevada al día, pero te-
niendo muy en cuenta que el entorno político, legislativo y reglamentario puede
modificarse rápidamente.
1.3. Investigación de la efectividad
Una vez conocidas las necesidades y cuestiones que pueden afectar a la organi-
zación, hay que analizar las posibilidades de éxito. Indica Clamen (2005) que deben
considerarse diversos factores:
c) Posibles consecuencias:
— en términos de reputación: la posición adoptada por la organización, ¿refor-
zará o minusvalorará su reputación?;
— en términos de relaciones: ¿la acción dará lugar a nuevos contactos útiles o
nuevas alianzas?
342 MANUAL DE RELACIONES PÚBLICAS E INSTITUCIONALES
Lo expuesto hasta ahora no refleja más que las etapas que debe seguir el lobbista
si realmente quiere cumplir con la regla de oro del lobbismo: la anticipación. No
hay que olvidar que será el momento en el que se detecta o descubre la aparición de
la problemática el que dictará la estrategia que deberá diseñarse (lobbismo ofensivo
o defensivo).
Según Ducatte (1998), la anticipación permite:
1.5. Fuentes de información
Para poder anticiparse, el lobbista debe, sobre todo, identificar las fuentes ade-
cuadas para que su estrategia sea eficaz. Antes de analizar las principales fuentes de
información de los lobbistas, incidiremos en cómo debe enfrentarse a su selección.
Lo primero que hay que destacar es que las fuentes son cuantiosas. Cada infor-
mación buscada es susceptible de suscitar nuevas y numerosas fuentes. Las prin-
cipales herramientas son, por una parte, la red de contactos (el lobbismo tiene una
dimensión de «agenda» innegable) y, por otra, las nuevas tecnologías, pero sin que
deban monopolizar la atención del lobbista.
Habida cuenta de los rumores e informaciones poco fidedignas que suelen circu-
lar en los medios políticos y administrativos, es indispensable seleccionar y eliminar
las desinformaciones, en especial las que pueden encontrarse en Internet. Asimis-
CAP. XII: PLANIFICACIÓN ESTRATÉGICA DE LAS RELACIONES INSTITUCIONALES 343
Ahora bien, la recogida de información requiere tiempo. Hay que ser rápido
y tener la información lo antes posible; sobre todo, antes que aquellos a quienes
nuestros intereses afectan negativamente. Esto supone, paralelamente, tener que
recurrir a:
a) Las intenciones de los decisores. En este punto son muy importantes las
reacciones precoces. Para intervenir en los más altos niveles jerárquicos del proceso
de toma de decisiones es necesario hacer un seguimiento y vigilancia de la cali-
dad de las intenciones desde que se manifiestan. Así, las declaraciones de política
general incluyen principios o intenciones a largo plazo que, con posterioridad, se
plasmarán en la agenda política mediante políticas concretas.
b) Los anuarios, los organigramas, los movimientos de personas. Las bases
de una decisión se encuentran en los documentos públicos, pero deben a menudo
completarse o actualizarse a través del boca a oreja. Los cambios de personas en
determinados puestos pueden ofrecer oportunidades para el lobbista. A finales de
344 MANUAL DE RELACIONES PÚBLICAS E INSTITUCIONALES
2010, el Center for Responsive Politics lanzó «Dollarocracy», una aplicación para
iPhone e iPad con información exhaustiva sobre el historial contributivo de cada
miembro del Congreso estadounidense.
c) Los calendarios de trabajo son indispensables para seguir la evolución de
las actividades y conocer la urgencia de los expedientes.
d) La posición y los argumentos de los actores, y especialmente de los adver-
sarios, para estar así informados de las influencias y presiones ejercidas por otros
grupos. Es también el modo de preparar alianzas y un argumentario.
e) Las posibles iniciativas para la organización representada. El seguimiento
y vigilancia implica ir más allá de las acciones meramente defensivas. En efecto,
informado de las posibilidades de actuación, el lobbista puede considerar invertir
la tendencia.
Finalmente, en lo que atañe a las bases de datos de personas y cargos que de
sempeñan, es una herramienta indispensable para los lobbistas con sede en Bruselas
o Estrasburgo la base de datos en línea EU Whoiswho (http://europa.eu/whoiswho/
public/index.cfm?lang=es). A nivel nacional, autonómico, provincial o local, los si-
tios web de los poderes públicos son la principal fuente de información del «quién
es quién» administrativo.
Entrando ahora ya en el terreno de las fuentes no oficiales, el lobbista debe tam-
bién acudir a estas fuentes en los primeros estadios de su tarea investigadora. Tal y
como hemos apuntado anteriormente al tratar de la selección de fuentes, las oficio-
sas se obtienen en contextos profesionales o a través de contactos con los políticos
y sus ayudantes, así como con la prensa.
En el caso de que los contactos fueren insuficientes, se plantean dos preguntas:
En la esfera pública hay muchos iniciados. Los políticos y altos funcionarios son
los diseñadores de las decisiones. Otros funcionarios o personal adjunto están in-
formados de los procesos, especialmente los portavoces. Pero existen también per-
sonalidades consultadas, como los miembros de comités o de órganos consultivos,
expertos reputados, etc., que no son exactamente los protagonistas principales del
proceso decisorio. Por consiguiente, estos iniciados deben consultarse salvando las
distancias y, en cualquier caso, contrarrestando sus informaciones con las fuentes
oficiales.
La búsqueda de información es, ante todo, una práctica basada en la experiencia.
La tarea no es nada baladí, pues viene a representar el 50 por 100 de la actividad de
los lobbies. Las fuentes se utilizan de manera distinta en función de los objetivos:
anticiparse, completar el análisis de un expediente concreto o asegurarse de que lo
que se ha logrado no esté amenazado.
Entre las fuentes no oficiales de información destacamos:
1.6.1. El seguimiento
a) Identificar las fuentes de información accesibles: los interlocutores ante los
cuales podremos emprender las acciones.
b) Identificar los programas y novedades públicos que puedan afectar a nuestra
organización.
c) Estar informados de la evolución de estos datos y del desarrollo de los deba-
tes entre los poderes públicos y sus colaboradores.
Lo primero que hay que hacer es establecer una relación estable y duradera con
los decisores, evitando así contactos urgentes que, sin un «historial relacional» con
nuestro interlocutor, acabarán por ser infructuosos. La anticipación en las relacio-
nes genera confianza: un lobbista fideliza a una fuente de información de la misma
manera que un vendedor fideliza a un cliente.
Así, el seguimiento tiene tres funciones: informarse observando, difundir se-
ñales de alarma y crear o mantener una agenda de contactos. Sin embargo, esto no
siempre se concibe así. En la práctica del lobbismo, el seguimiento consiste en con-
sultar cientos de páginas de documentos y en realizar decenas de llamadas antes de
descubrir el hecho significativo que dará lugar a la estrategia. Se trata, pues, de una
348 MANUAL DE RELACIONES PÚBLICAS E INSTITUCIONALES
Una vez recogidas y validadas las informaciones, hay que gestionarlas. Los mé-
todos para tal tarea son propios de cada lobbista, aunque, como mínimo, estos aná-
lisis deben versar sobre los datos jurídicos y sobre los posibles impactos sobre la
organización. Se derivan, pues, dos tipos de análisis: el análisis jurídico y el análisis
de los impactos.
Respecto del análisis jurídico, en el capítulo anterior destacamos la importan-
cia del papel del Derecho en el lobbismo. A ello hay que añadir que, a pesar de los
aspectos técnicos, económicos y sociales, las decisiones públicas tienen una base
jurídica. Por este motivo, a la hora de completar la información obtenida en la fase
de seguimiento y vigilancia, es necesario recurrir a un análisis jurídico.
Evaluar un expediente supone no solo situarse en el desarrollo, sino estimar las
posibilidades de éxito, de manera que evaluarlo correctamente en el plano jurídico
permite aportar algunos elementos muy útiles. El primero de ellos es valorar el
contexto. El expediente de una futura decisión circula por toda una serie de actores
institucionales. Analizar este proceso permite comprender mejor el rol de cada uno
en su futura toma. Por ejemplo, una decisión que deba tomarse por mayoría será
evidentemente más fácil de adoptar que una decisión que requiera la unanimidad,
CAP. XII: PLANIFICACIÓN ESTRATÉGICA DE LAS RELACIONES INSTITUCIONALES 349
A partir de este enfoque, los beneficios que pueden obtenerse, cuando la base
jurídica es favorable a nuestra tesis, son principalmente:
Sin embargo, la argumentación jurídica no tiene que ser excluyente, pues centrar
los argumentos en cuestiones basadas exclusivamente en el ordenamiento jurídico
convierte al lobbista en abogado, y un fracaso en los razonamientos jurídicos des-
prestigia notablemente el argumentario.
Ya en el terreno del análisis de los impactos, en el marco de la Unión Europea,
antes de iniciar el proceso estratégico del lobbismo debe procederse a analizar los
efectos de las decisiones de Bruselas en el desarrollo de la actividad de la empresa,
así como su posición competitiva en el mercado (Alonso, 1995). Esto implica, por
un lado, un análisis de las fortalezas y debilidades de la empresa en el contexto del
mercado único; y luego, la decisión de tomar parte activa en el desarrollo de las di-
ferentes políticas de la Unión Europea y la organización práctica de las actividades
de lobbismo por parte de la empresa.
Alonso (1995), en un esfuerzo por integrar el análisis DAFO y después de ob-
servar que el concepto «Mercado único» debe entenderse dinámicamente —dimen-
sión que Europa ha adquirido progresivamente, por lo que hoy deberíamos hablar
de «Unión económica y monetaria»— y no como objetivo político teóricamente
conseguido con la firma del Acta Única —y sus posteriores tratados, añadimos no-
sotros—, propone, traducidas interrogativamente, ocho áreas de análisis para deter-
minar las fortalezas y debilidades de una compañía ante el Mercado único:
ros? ¿Se abren nuevas oportunidades para la empresa en otros países? ¿Se estable-
cerán nuevas reglas al respecto?
— El impacto financiero en la empresa derivado de la Unión económica y mo-
netaria. ¿Qué efecto tendrá, en particular, el aumento de la competitividad en el
sector financiero en lo relativo a coste y disponibilidad del dinero? ¿Cuál es el dife-
rencial actual entre los Estados miembros en lo relativo a impuestos y cuál será la
tendencia en los próximos años? ¿Se tenderá a una política económica unitaria en
la «zona euro»?
— Conocimiento profundo de la normativa actual y su previsible evolución en
aquellos campos de interés vital para la empresa. ¿Cuáles serán las reglas del juego
en mercados de interés potencial para la organización?
— ¿En qué se traduce, a nivel empresarial, la Unión económica y monetaria?
¿Y la «zona euro»?
Una vez realizado este análisis, las ventajas de tomar la decisión de implantar
una estrategia de lobbismo son:
El análisis de los impactos trata de estudiar lo que está en juego; es decir, determi-
nar los impactos de la decisión objeto de la estrategia de lobbismo sobre nuestros inte-
reses y los de la competencia, lo que suministra elementos de compresión y de defen-
sa. Cada actor, público o privado, tiene una idea de lo que se juega con la futura toma
de una decisión. Puede ser, por ejemplo, evitar las limitaciones de una reglamentación
(lobbismo defensivo) o que estas limitaciones se impongan a otros grupos (lobbismo
ofensivo). O pueden ser intereses financieros, como ocurre con las colectividades te-
rritoriales respecto de la obtención de fondos estructurales en Bruselas. El abanico es
muy amplio y las preocupaciones de los actores del lobbismo pueden serlo también.
La necesidad del análisis de los posibles impactos vinculados a una decisión
deriva de que tales impactos no son siempre evidentes al inicio del proceso, espe-
cialmente aquellos de naturaleza no financiera.
En resumen, la investigación exige mantener una disciplina en la obtención de
los siguientes datos:
Para ser útil, la lista debe ser precisa y exacta, y para ello es necesario acudir a
las fuentes y seguir las pautas dadas anteriormente. Las fuentes de información son
simples: recortes de prensa, bases de datos, mensajes institucionales (conferencias
de prensa, posicionamientos públicos). Respecto de los textos oficiales, no son tan
necesarios en este estadio, aunque también es cierto que el seguimiento, por ejem-
plo, del Boletín Oficial del Estado (BOE) implica conocer los ceses y nombramien-
tos de altos cargos y decisores, pues deben publicarse en esta publicación oficial.
A la hora de planificar el proyecto, se trata de identificar, en el ámbito de los
poderes públicos, cuáles son las estructuras y sus responsables que intervendrán
directamente en la elaboración de la decisión, priorizándolos tanto por el grado de
participación como por su jerarquía en el proceso; es decir, aplicando una máxima
inglesa, «the right man in the right place». Pero con una peculiaridad: en general su
CAP. XII: PLANIFICACIÓN ESTRATÉGICA DE LAS RELACIONES INSTITUCIONALES 355
A la hora de seleccionar los públicos objetivo, es decir, aquellos actores que parti-
cipan en la toma de decisiones, hay que tener en cuenta los siguientes factores relacio-
nados con el proceso decisorio: la pluralidad de actores y de opiniones, las relaciones
con los opositores y la determinación del peso de cada uno en la decisión. Las decisio-
nes públicas son pluricéfalas, por lo que la planificación de las estrategias de lobbismo
debe adaptarse a la siguiente realidad: todos los expedientes aparecen, en un momento
u otro, ante cada interlocutor. Un buen lobbista debe, por consiguiente, estar en todas
partes (y, además, en el momento justo, con argumentos adaptados), relacionándose
con personas en todos los niveles jerárquicos, a veces modestos, otras muy formales y
jurídicos, ya sea en el Parlamento o ante el poder ejecutivo.
Cuando se defiende un tema concreto o controvertido hay que tener claro el
mapa de todos los actores y de sus opiniones. Es el momento de elaborar la citada
cartografía, en tanto que base visual de las convergencias. Esta aproximación per-
mite igualmente subrayar:
a) Los matices entre los diferentes servicios públicos que, lejos de lo que pue-
da pensarse desde fuera del aparato burocrático, no son monolíticos ni unívocos.
b) Los intereses ocultos, a menudo asociativos. Hay que contar con aquellos acto-
res menos aparentes que pueden tener un peso importante en la toma de decisiones.
Encontrarse con los actores totalmente opuestos no es indispensable, pues esto no les
hará cambiar de opinión. Pero tampoco se trata de que, en el seno de las instituciones públi-
cas, altos funcionarios puedan argumentar la falta de contacto. Paradójicamente, solicitar
una reunión sin conseguirla puede ser una solución aceptable. Por ejemplo, si el Comisario
responsable de la competencia es reticente a una fusión empresarial y nos es imposible
reunirnos con él, es inútil insistir. Este rechazo no tiene importancia en el proceso. Se trata
de haberle pedido audiencia con tal de evitar que nos tachen de negligentes.
Por otro lado, la táctica de no avisarles puede ser útil respecto de los decisores
oponentes a nuestra tesis. Véamos un ejemplo. El comisario europeo responsable
del medio ambiente preparaba un proyecto que no gustaba a los industriales euro-
peos. Pero en lugar de dirigirse a él directamente, eligieron una vía alternativa. Con
motivo de una intervención de otro comisario en un acto en Londres, su gabinete
recibió la visita de un miembro del BCI (British Council of Industry) para solicitarle
una entrevista. La solicitud era superflua, pues la agenda del Comisario en Londres
estaba cerrada desde hacía tiempo. Sin embargo, el solicitante, al final de la con-
versación indicó incidentalmente las reservas del BCI respecto del proyecto medio-
ambiental y entregó un sucinto position paper, bien redactado y muy crítico. Los
demás comisarios recibieron, bajo un pretexto u otro, de una avocación empresarial
u otra, una visita similar. Todos, menos el de medio ambiente. Cuando la cuestión se
debatió en el Colegio de Comisarios, el responsable de medio ambiente expuso sus
intenciones a las que se opuso el resto. El proyecto fue abandonado.
El lobbista debe, asimismo, conocer el peso real de cada persona que interviene
en la decisión. Es en este punto donde el conocimiento de los mecanismos jurídi-
cos y prácticos es precioso. Otro ejemplo: el grupo de influencia canadiense de los
productores de marroquinería intentó que se autorizara la importación de pieles en
la Unión Europea. Pero un reglamento británico ya la limitaba basándose en la pro-
tección de los animales. Mal informado, en lugar de presentar sus argumentos ante
el comité de expertos ad hoc, el grupo de influencia mantuvo una reunión con los
parlamentarios verdes, extremadamente opuestos a la caza. El resultado fue que las
restricciones británicas fueron aplicadas a toda la Unión Europea.
En un expediente complejo ante la Unión Europea, preparar con esmero los con-
tactos que deben establecerse conlleva erigir una lista de entre veinte y cuarenta per-
sonas, en función de la complejidad y de los niveles administrativos y políticos con
los que relacionarse; pues se trata de seleccionar no solo a los individuos en función
de su rol en la decisión, sino también en función de sus características personales.
En la práctica, las relaciones diferirán atendiendo a si se trata de personas favo-
rables, desfavorables o neutras: ¿qué esperamos?, ¿un cambio de opinión, un apoyo
o un contacto satélite?
1.8. Instrumentos de la investigación
Para poder contestar a las preguntas que cerraban el anterior epígrafe, es necesario
que el lobbista, o la empresa especializada que haya contratado, recurra a herramien-
tas específicas, como las que exponemos a continuación, para la obtención de la infor-
mación necesaria para su estrategia.
CAP. XII: PLANIFICACIÓN ESTRATÉGICA DE LAS RELACIONES INSTITUCIONALES 357
a) Conocer al hombre o mujer ad hoc. Es decir, ser capaz de localizar en la es-
fera pública quién se hará cargo del expediente de una futura decisión. Si es posible,
saber más sobre su poder real, sobre sus ideas, sobre cómo responde a una iniciativa
de influencia. Frecuentemente, un lobby establece, a través de la compilación de
sucesivos organigramas, la trayectoria profesional de cada potencial interlocutor,
pudiendo así responder a posibles preguntas de sus clientes en tiempo real.
b) Conocer los canales de información. La agenda tiene sus limitaciones, por
lo que hay que disponer de intermediarios. Una buena agenda comporta también, en
número suficiente, personas capaces de informar sobre los decisores que no conoce-
mos directamente. Estos informadores son contactos satélite.
Crear una agenda es un trabajo costoso en tiempo. Una agenda debe estar actuali-
zada; si no, solo servirá para fracasar estrepitosamente. En las grandes instituciones
se producen cambios periódicos en los cargos. Hay que estar, pues, muy pendientes
y alertados de estos cambios.
En la práctica, la agenda de contactos adquiere la forma de un anuario perso-
nalizado, que es básicamente el resultado de la compilación de tarjetas de visita
intercambiadas con motivo de los primeros encuentros o recibidas adjuntas a docu-
mentos. Este intercambio de tarjetas, verdadero ritual en países como Japón, se ha
convertido en práctica habitual en los círculos empresariales. Un lobbista no puede
salir a la calle sin sus tarjetas de visita, que deberían ser sobrias, clásicas, bilingües
y tener un formato pequeño.
En la práctica del lobbismo, no puede despreciarse esta cómoda forma de infor-
mación. Las tarjetas de visita deben archivarse de manera metódica, anotándolas
para memorizar los encuentros, clasificándolas de dos maneras, alfabética y temáti-
camente. La informática puede ser de utilidad siempre que no se infrinja la norma-
tiva sobre privacidad de datos.
La agenda es, pues, un tesoro para el lobbista. Y como cualquier tesoro, debe
estar bien protegida —en términos informáticos— y no debe divulgarse jamás.
Si alguien aparece en la agenda no es simplemente porque le conozcamos per-
sonalmente. Debe también ser susceptible de, llegado el día, sernos útil en nuestra
actividad. Esto significa:
Una variante de la agenda, derivada del auge de las nuevas tecnologías, son
los llamados «lobby-sites». De hecho, se trata de una variante de las matrices
CAP. XII: PLANIFICACIÓN ESTRATÉGICA DE LAS RELACIONES INSTITUCIONALES 359
Los vínculos entre el lobbismo y las relaciones públicas no son únicamente on-
tológicas —el lobbismo es (parte de las) relaciones públicas—, sino que las técnicas
de creación y mantenimiento de relaciones son una herramienta de la investigación.
En efecto, cuando los datos no son de dominio público, acceder a ellos es un empe-
ño tan interesante como eficaz. Es entonces fundamental poder recurrir a una red de
interlocutores; es decir, conocer, pero, sobre todo, ser conocido. A menudo, el lob-
bista solo obtiene informaciones útiles a través de contactos satélite, lo que implica
una red de relaciones personales que se concretan en la agenda.
Los lobbistas se sitúan en diversas redes; posición que les permite beneficiarse
de colaboraciones diversas:
a) El acceso a una información precoz. Los indicios más preciosos de lo que
va a ocurrir, lo que algunos llaman signos débiles, provienen básicamente de la red
de contactos.
b) Posibilidades de intercambio. No estamos solos buscando información.
Otros poseen los datos que estamos esperando y quizás están pesquisando informa-
ciones que para nosotros son banales. Hemos de intentar intercambiarlas.
Para optimizar los objetivos hay que definirlos de manera precisa, lo que implica
diversos imperativos. En primer lugar, centrarse en lo esencial. No se trata de volver
a redactar un texto normativo, sino de inflexionarlo a nuestro favor. Cuanto mayor
sea la proximidad de nuestra contrapropuesta al proyecto inicial, más posibilidades
tendrá de ser aceptada por sus redactores.
En segundo lugar, ser constructivos. La elección de los lobbistas se limita a
menudo al binomio «oponerse a la propuesta o contribuir a ella». Solo esta última
posición tiene la ventaja de añadir aspectos positivos o de acentuarlos. El realismo
lleva a aceptar limitaciones inevitables y a sacar partido a nuestra tesis, suavizan-
do nuestras pretensiones, aceptando soluciones medias y medidas transitorias (in-
cluidas las ayudas financieras). Estos «compromisos de buena voluntad» (Clamen,
2005) exigen escuchar los objetivos de las otras partes y actuar con creatividad.
En tercer lugar, situarse respecto de las estrategias públicas. Al lobbista le inte-
resa, en la medida de lo posible, ir en el sentido que desean los poderes públicos. Si
no es factible, entonces la mejor solución es no oponerse frontalmente. El lobbista,
como profesional de las relaciones públicas, debe ser ante todo un colaborador,
aunque, eso sí, prudente.
Y en cuarto lugar, pensar en términos de coste-efectividad. El objetivo no puede
disociarse del coste de las acciones programadas, ni de sus posibilidades de éxito.
Estas posibilidades de éxito dependen de la principal característica de los ob-
jetivos de un proyecto de lobbismo: su realismo. Los objetivos deben ser factibles.
Antes de emprender una estrategia de lobbismo para lograr uno o varios objetivos,
el lobbista debe interesarse por su factibilidad, que depende muy especialmente de
los siguientes factores:
3. ESTRATEGIA
Además de los elementos y fases que hemos explicado al tratar de la fase es-
tratégica de los proyectos de relaciones públicas, en las estrategias de relaciones
institucionales hay que hacer especial hincapié en una etapa crucial para el éxito del
proyecto: la selección del momento de intervención adecuado.
adscritas a las direcciones generales de los ministerios, que son las encargadas de
elaborar los anteproyectos normativos. No son pocas las veces en que la redacción
salida de la asesoría jurídica es la que se aprueba, sin ninguna modificación. El
conocimiento de la organización y personal de una Dirección General y en especial
de su asesoría jurídica —sea de la Administración central, autonómica o local— es
requisito sine qua non de todo buen lobbista.
El nivel superior, el de los altos funcionarios, antes de que el proyecto no sea
objeto de un informe definitivo sobre sus motivos y oportunidad. El éxito del lob-
bismo será más arduo.
El del Consejo de Ministros. Entre este y el nivel anterior, el lobbismo debe diri-
girse al ministro o los ministros ponentes del proyecto normativo, aunque las garan-
tías de éxito sean escasas. Llegados a este nivel de madurez legislativa, es preferible
dirigirse a los miembros de las comisiones interministeriales.
3.2. La argumentación
3.2.1. Tipología
Los argumentos de encuadre. Son aquellos que permiten enfatizar ciertos aspec-
tos y relativizar otros. Lo que se pretende es introducir alguna novedad sobre la que,
sin nuestras palabras, el interlocutor no hubiese pensado.
Los argumentos casi lógicos. Este tipo de argumentos pueden ser casi una de-
mostración: «Los amigos de mis enemigos son mis enemigos». O ser de tipo causal,
es decir, que comportan una demostración de causa a efecto.
a) Los argumentos emitidos anteriormente por otros actores. Por ejemplo, los
medios de comunicación vehiculan muchos argumentos, aunque de desigual valor.
Asimismo, el lobbista debe prestar mucha atención a los debates legislativos o nor-
mativos donde los representantes de los poderes públicos se posicionan y argumen-
tan sus posicionamientos.
368 MANUAL DE RELACIONES PÚBLICAS E INSTITUCIONALES
El recurso a los expertos es una técnica del lobbismo al servicio del argu-
mentario. La argumentación es, por su naturaleza persuasiva, parcial; por lo que
su credibilidad se verá reforzada por un apoyo externo por parte de la opinión o
información de expertos en la materia en cuestión. Los grupos de influencia afian-
zan a menudo sus tesis mediante opiniones técnicas independientes, más o menos
autorizadas.
Eso es aun más cierto si el ámbito de actuación lobbística es la Unión Europea.
Las instituciones europeas recurren a cantidad de expertos y, sin embargo, no existe
ninguna definición precisa. El término designa situaciones muy distintas, vincula-
das con dos realidades:
del «experto comprado». El riesgo de desprestigio que puede correr un experto por
opinar en falso a cambio de una remuneración, hace que esta práctica sea muy rara.
La segunda es la del «experto espontáneo». Aquí el experto interviene como por
casualidad, y sin relación aparente con el grupo de influencia en cuestión. A pesar
de esta dimensión «milagrosa», es bastante difícil en estos casos demostrar que no
se trata de una coincidencia. La tercera es el recurso a los tribunales. Ya hemos dicho
que el lobbismo no procede ante el poder judicial; sin embargo, podemos considerar
un tribunal como un experto que indica a todos (incluidas las Administraciones) el
camino a seguir. Luego, nada impide utilizar sus resultados, la jurisprudencia, que
—por qué no— podemos haber colaborado a crear.
Un buen ejemplo de experto espontáneo podemos situarlo al principio de la Gue-
rra del Golfo, cuando el Parlamento Europeo emprendió resoluciones al respecto.
Entre otras, solicitó a la Comisión que prohibiera los juguetes bélicos. Esta resolu-
ción no era más que un deseo, sin valor jurídico ni aplicación práctica. Pero inquietó
a los fabricantes de juguetes que, sintiéndose comercialmente amenazados, protes-
taron a través de los medios de comunicación. En la radio, psiquiatras infantiles de-
mostraron talentosamente las virtudes de los juguetes bélicos. Solo estos juguetes,
decían, permiten a los niños exteriorizar su agresividad, por lo que limitar su uso se-
ría un error dado que son indispensables para la educación infantil. Sin posicionarse
sobre el fondo de la cuestión, es evidentemente que se trataba de un recurso a la
experiencia: participante independiente, creíble, especialista; argumentación cientí-
fica, hábil y además convincente. Para el grupo de influencia, este posicionamiento
le fue como anillo al dedo. ¿Es esto lobbismo? ¿Quién puede probarlo?
Una de las fuentes más importantes de expertos son los think tanks. Aunque se
trata de un fenómeno estadounidense, su desarrollo en Europa, incluida España,
hace que los lobbies cuenten con ellos a la hora de reforzar sus argumentos. No
obstante, su cada vez menor independencia les hace protagonistas de estrategias tan
discutibles como algunas de las que acabamos de exponer.
Por su parte, los grupos de influencia europeos no son tan proclives a practicar el
lobbismo de base. En sistemas donde los miembros de los parlamentos están some-
tidos a una rígida disciplina de partido, la movilización de la ciudadanía difícilmen-
te tiene éxito. En Europa, las organizaciones intentan presionar sobre el Parlamento
influenciando a la opinión pública a través de relaciones directas con los medios de
comunicación.
Otra cosa es el sistema político de la Unión Europea, libre de las ataduras de la
disciplina de partido y donde el interés nacional prima sobre la tenue ideología de
los partidos del Parlamento Europeo. La similitud, salvando las distancias, con el
modelo estadounidense convierte al lobbismo de base en una técnica vigente.
La función del lobbismo de base es la consecución de una apariencia de esponta-
neidad en las notificaciones a favor de una acción concreta. En efecto, si la persona
que ha de tomar la decisión empieza a recibir todo tipo de mensajes remitidos por
personas individuales, parecerá que una importante cantidad de sujetos piden un
posicionamiento público determinado (Castillo, 2001).
Actualmente, esta forma de lobbismo indirecto adolece de espontaneidad, puesto
que las llamadas a la movilización opinante suelen canalizarse a través de los me-
dios de comunicación, encartando o publicando los soportes (donde se concretarán
las demandas particulares) cuya unidad formal descubre su naturaleza de campaña
orquestada; lo que la sitúa a medio camino entre el lobbismo y la recogida de firmas
para legitimar una iniciativa legislativa popular. No nos engañemos, hoy en día los
políticos son plenamente conscientes de que detrás de este tipo de campañas hay
una orientación estratégica perfectamente planificada.
Sí que, en cambio, es necesario para la eficacia del lobbismo de base que las
demandas sean coherentes con el objetivo perseguido. La organización ha de tener
muy claro que sus peticiones han de ser objetivamente asumibles.
Para planificar apropiada y estratégicamente el lobbismo de base es conveniente
tener claras las respuestas a un determinado número de preguntas que el lobbista
debe formularse:
— ¿Quién, más allá de nuestra propia organización, puede estar afectado finan-
cieramente?
— ¿Quién toma la decisión?
— ¿Cuál es el proceso de decisión?
— ¿Quién puede contactar con los decisores? ¿Quién aconsejará a los decisores?
— ¿Cuáles son las personalidades de confianza de los decisores? ¿Por qué con-
fían en ellos?
— ¿Qué tipo de mensajes, de argumentos, pueden convencer a un decisor o
modificar su decisión?
— ¿Cómo reaccionan los otros actores implicados? ¿Hacen valer sus puntos de
vista?
— ¿Cómo podemos formar una coalición? ¿Qué podemos exigir de cada miem-
bro de la coalición?
— ¿Qué podemos realmente hacer para desestimar, enmendar o retrasar una
proposición?
— ¿Cómo podría afectar a la comunidad una decisión de la parte adversaria?
CAP. XII: PLANIFICACIÓN ESTRATÉGICA DE LAS RELACIONES INSTITUCIONALES 375
En España, el gobierno puede proponer sus reformas de dos modos: una pro-
posición o un proyecto de ley. El proyecto de ley se prepara por el gobierno y lleva
aparejado en su tramitación una disciplina de partido contra la que es muy difícil lu-
char si no se ha actuado antes en la fase de elaboración por parte de los funcionarios
del poder ejecutivo. En contraste, en el marco de una proposición de ley, el debate
es mucho más abierto, dándose las condiciones para que el enfoque grassroots sea
posible. Contando con los actores que son favorables al interés defendido, formando
una coalición, presentando alternativas a la proposición inicial ante interlocutores
adecuados y con buenos argumentos, es razonable pensar que se puedan alcanzar
los objetivos.
376 MANUAL DE RELACIONES PÚBLICAS E INSTITUCIONALES
Dado el altísimo contenido comunicativo del lobbismo de base, son muy diversas
las técnicas de comunicación que conforman su operativa: búsqueda de información
legislativa; correos electrónicos u ordinarios, espontáneos u orquestados, emitidos
por los ciudadanos; correos de otros responsables políticos, de directores de medios
de comunicación o de líderes de opinión; visitas de ciudadanos, de representantes de
empresas o de grupos de influencia, o de lobbistas a parlamentarios; llamadas tele-
fónicas o SMS de esos mismos actores; editoriales o artículos de opinión en prensa;
programas televisivos o radiofónicos de información; debates en televisión y radio;
sondeos de opinión… sin olvidar las redes sociales y comunidades virtuales. Hoy
es impensable una estrategia de lobbismo de base sin movilizar a través de Twitter o
sin crear un grupo en Facebook sobre el tema o interés defendido.
Los principales métodos y técnicas para tratar directamente con el decisor son
más propios de la negociación que de la comunicación o información. En este epí-
grafe distinguimos las más significativas, siguiendo la división de Martins (2006).
de él. A menos que se trate de un grupo o compañía muy notoria, debe probar en sus
primeras líneas la representatividad de lo que está en juego, evidenciando la dimen-
sión general del tema, su incidencia sobre todo un sector de actividad, todo un sector
profesional, toda una región, etc. Los argumentos de los grandes grupos empresa-
riales europeos suelen empezar por: «Agrupamos a X compañías que representan Y
puestos de trabajo en N países de Europa». Incluso Business Europe, a pesar de su
poder de influencia, inicia sus position papers como sigue: «Business Europe, la voz
de los círculos empresariales de Europa […]».
b) La seriedad. Este criterio está ligado a la calidad de la experiencia. Los po-
sition papers deben basarse en estudios, sondeos y afirmaciones de personalidades
incuestionables.
c) El uso de diversos registros. El argumentario debe sobrepasar la lógica. Si
es bueno que contenga deducciones en el sentido matemático del término, no debe
reducirse a este registro. Los mejores argumentarios apelan también al registro emo-
cional, pero sin excederse: el 30 por 100 de los diputados del Parlamento Europeo
vinculaba la ineficacia del lobbismo parlamentario a argumentos demasiado agresi-
vos y emocionales (Burson-Marsteller, 2002).
En relación con la formulación de un position paper, el texto será mejor conside-
rado si formula los puntos clave de la manera más positiva posible, transformándo-
los en una contribución al interés general. A este cometido contribuyen:
a) La presentación de la tesis. La tesis debe formularse de manera que sea
aceptada por los decisores. Por ejemplo, ante una normativa que pretendía prohibir
el uso de ciertas sustancias en la fabricación de pinturas, el grupo de fabricantes
centró su tesis en el daño que se hacía a la creación artística y no en el que se infligía
a la propia pintura como producto.
b) Tener en cuenta los prejuicios y los estereotipos. Los poderes públicos tie-
nen una imagen formada de los intereses defendidos a través del lobbismo. El lob-
bismo debe conocerla y considerarla. Ya hemos indicado cómo los banqueros o las
petroleras sufren estas percepciones.
c) La personalización. El registro lingüístico debe recurrir, sin excederse, al
lenguaje propio del interlocutor: parlamentarios, altos funcionarios, opinión públi-
ca, bases populares, etc., y de sus preocupaciones.
como se formule, puede ser interpretado como un problema social a resolver o como
una especie de chantaje.
gente de prestigio (un premio Nobel, una personalidad de la sociedad civil, un ex alto
mandatario, etc.). Cuando se dirige una carta a un ministro o a un comisario europeo,
el envío debe ponerse en conocimiento, vía telefónica o a través de una breve nota, de
su gabinete o de algún colaborador próximo. Una vez recibida, hay que concertar una
reunión con algún colaborador para hacer el seguimiento del asunto.
Los principios básicos que deben inspirar el lenguaje verbal de las reuniones
formales son:
a) Unicidad de portavoz para evitar equívocos, ya que los argumentos deben
ser claros y unívocos: si se asiste con expertos técnicos o jurídicos, su función será
la de asistir al lobbista, no sustituirle.
b) Brevedad, dado que el tiempo de los políticos y cargos públicos es precioso
y, a mayor esquematismo, mayor probabilidad de memorización. Los altos funcio-
narios y los parlamentarios suelen disponer, como máximo, de entre treinta y cua-
renta y cinco minutos.
c) Cuidado con las ironías, ya que el sentido del humor no es universal.
Antes de solicitar una reunión, el lobbista debe elegir a su interlocutor más invo-
lucrado con la decisión, en función de:
Otro tipo de encuentros con representantes de los poderes públicos son las visitas
y viajes organizados para los miembros de los poderes públicos. Se pueden dividir
en tres clases: el viaje de estudio, la reunión informativa y la reunión preparada.
La ventaja del viaje de estudio es llevar a altos funcionarios y a veces a parlamen-
tarios sobre el terreno de la materia de los expedientes que gestionan para constatar
las consecuencias de las decisiones que están preparando. Se trata normalmente de
382 MANUAL DE RELACIONES PÚBLICAS E INSTITUCIONALES
visitar una fábrica, unos almacenes, una explotación agrícola, etc. Los funcionarios
aceptan con agrado este tipo de invitación, puesto que supone una ocasión de per-
feccionar sus conocimientos.
Cuando la Comisión Europea quiso elaborar, a instancias de grupos de influencia
alemanes, una reglamentación que limitaba la ionización como método de conser-
vación de los alimentos, los profesionales franceses del sector agroalimentario (que
utilizaban este método) invitaron a altos funcionarios a visitar durante tres días sus
instalaciones para demostrarles que la ionización está lejos de constituir un proceso
próximo a lo nuclear. A través de numerosas presentaciones técnicas y demostracio-
nes sobre el terreno, los ganaderos franceses convencieron a los burócratas comuni-
tarios de la bondad e higiene de la ionización.
Las reuniones de información consisten en invitar a los decisores públicos a una
sesión de debate y reflexión de una decena de personas, organizada por un lobby, y
que suelen celebrarse en las sedes de asociaciones o fundaciones. Es una ocasión
para que los decisores escuchen los argumentos y para que constaten el alcance de
los defensores de diversas tesis.
Las pautas de actuación de estas reuniones no responden a criterios precisos,
aunque conviene tener en cuenta que las intervenciones deben hacerse bajo la forma
de exposiciones informativas breves (no más de veinte minutos), escrupulosamente
preparadas. Asimismo, el lobbista debe prever aquellos temas sensibles. Un dossier
de síntesis (un equivalente al dossier de prensa que se destina a los periodistas) debe
entregarse a los decisores.
Finalmente, las reuniones preparadas son encuentros que el lobby organiza con
una mayoría de asistentes favorables a la tesis defendida, creando así la sensación de
unanimidad en un determinado sector profesional. Aunque algunos lobbistas apro-
vechan la ocasión para invitar también a la prensa, es preferible no mezclar a ambos
públicos, pues los decisores pueden ver en esta actuación una manera de compro-
meterles ante la opinión pública.
Estas visitas y viajes pueden también organizarse directamente por el grupo de
influencia, sin intermediar el lobby.
Una vez incorporadas al sistema las numerosas medidas necesarias para la inte-
gración del mercado interior, el número de medidas legislativas propuestas por la
Comisión se ha reducido, de manera que la mayoría de ellas pasa hoy por el proceso
del Libro Verde. Esto simplifica el seguimiento y ofrece un canal formal para con-
tribuir a la definición de la política en cuestión.
Con todo, hay que tener en cuenta que una invitación de la Comisión a colabo-
rar (es decir, a tomar parte en la definición de políticas) a menudo genera un gran
volumen de contribuciones, de manera que, si un grupo de influencia quiere que su
punto de vista sea tomado en consideración, se vuelve a recomendar que coordine
previamente una postura europea.
El proceso del Libro Verde/Blanco constituye una fase del proceso de borrador
de una decisión, lo que significa que no es necesario un seguimiento más próximo
de su desarrollo o el mantenimiento de unos contactos previos o subsiguientes con
los redactores.
384 MANUAL DE RELACIONES PÚBLICAS E INSTITUCIONALES
Estamos ante «un arma relativamente reciente para los lobbistas, que solicitan a
una persona de reconocido prestigio que escriba y publique un libro sobre un tema
en cuestión» (Martins, 2006, p. 87).
El autor puede ser un antiguo político o gobernante, un intelectual, un cien-
tífico o un experto de reconocido prestigio en la materia, que es contratado para
escribir sobre el tema. A partir de aquí se inicia un proceso de comercialización
en el que el nombre del grupo de influencia (o lobby) promotor de la iniciativa
no aparece. Los esfuerzos se centran pues en la promoción del libro que pre-
viamente ha llegado a las manos del decisor o decisores que intervienen en la
decisión objeto de la estrategia. En esta fase de difusión, el libro suele obtener
una importante repercusión mediática, pues uno de los condicionantes de su
éxito es que se publique por una editorial de renombre y con una potente política
de comercialización.
Por norma general, la campaña de lobbismo se inicia un tiempo después del
lanzamiento del libro, «aprovechando así la sinergia que ha provocado la discusión
pública del asunto» (Martins, 2006, pp. 87-88).
Algunos de los autores de estos libros son miembros de un think tank próximo a
la tesis defendida por la organización representada por el lobby.
Por sus características, se trata de una técnica mixta, de lobbismo directo e indi-
recto, pues sus destinatarios no son solo los representantes de los poderes públicos,
sino también la ciudadanía que subyace detrás de la opinión pública.
Conviene recordar, sin embargo, que algunos decisores, como los eurodiputados,
lo consideran frío (Burson-Marsteller, 2002).
El correo electrónico es muy útil en proyectos de lobbismo de base, ofreciendo
las siguientes ventajas:
a) Ofrecen y constituyen una buena oportunidad para invitar a los destinatarios
del proyecto de relaciones institucionales (altos funcionarios, parlamentarios, etc.)
en calidad de ponentes o como meros asistentes.
b) La edición de las conclusiones del evento constituye una declaración de una
situación que puede ser el inicio de una acción de lobbismo en el sentido de que
respalda los intereses de la organización promotora. Igualmente, una vez publica-
das, las conclusiones son una excelente excusa para solicitar una reunión con los
decisores afectados para entregárselas personalmente y aprovechar la ocasión para
reforzar nuestra postura. Finalmente, las conclusiones de eventos anteriores pueden
ser un complemento ideal para un argumentario, pues su dimensión de documento
de expertos es innegable.
c) La cobertura informativa que suele acompañar la celebración del evento, y
la difusión de sus conclusiones a través de la prensa, son instrumentos de influencia
sobre los decisores.
Las técnicas de las relaciones con prensa no siempre son las más idóneas para
la consecución de los objetivos de la estrategia de lobbismo. A menudo, la difusión
del argumentario no puede canalizarse a través de un proceso en el que exista un
intermediario (el periodista) entre el lobbista y la opinión pública.
Por esto, las técnicas de las relaciones públicas en formato y soportes publici-
tarios constituyen un recurso ideal para controlar el mensaje que se pretende trans-
mitir, previo pago del espacio que se compra a los medios para difundirlo. Esta
dinámica, propia de la publicidad, se concreta en dos técnicas fundamentales: la
publicidad de defensa (advocacy advertising) y los op-ed.
CAP. XII: PLANIFICACIÓN ESTRATÉGICA DE LAS RELACIONES INSTITUCIONALES 387
La publicidad de defensa (de una causa) es una técnica de las relaciones ins-
titucionales que utiliza la forma publicitaria del anuncio en diferentes soportes
para presentar la postura de una organización respecto de un determinado tema
o causa. Su inserción en los medios se rige por las normas de contratación de
la publicidad comercial. Puede utilizarse en prensa escrita, radio y televisión, y
ocasionalmente se han empleado también los soportes de exterior. No hay que
confundir la publicidad de defensa con los advertorials, que también son anuncios
pagados, escritos bajo la forma de una opinión sobre un producto o servicio, pero
no sobre una causa o tema públicamente relevante (y, a menudo, potencialmente
conflictivo).
Un op-ed (acrónimo de opposite editorial, es decir, editorial opuesto) es un
tipo de editorial periodístico que sirve de tribuna a grupos, organizaciones o
individuos (ajenos al medio de comunicación que lo publica) que defienden una
determinada filosofía o tesis. Nada habitual en nuestro país, esta manifestación
se ubica en la página opuesta a la del editorial del periódico —de ahí su nom-
bre— y está sometida a las tarifas de la contratación publicitaria. Un op-ed es,
por tanto, una especie de carta abierta dirigida a la opinión pública a través de
un periódico. En Estados Unidos, estos editoriales son muy utilizados por los
think tanks.
Los op-eds se envían a los periódicos con una carta adjunta que explica la impor-
tancia de la opinión que quiere expresarse.
A la hora de utilizar estas técnicas es importante considerar los siguientes
extremos:
debe ser buscada. Así, el desarrollo de una coalición puede conseguirse de acuerdo
con el siguiente proceso:
los costes de la misma, de modo que la inversión solo suponga un pequeño porcen-
taje de los fondos finalmente recolectados. Son muchos los grupos y personas que
han visto dañada su reputación cuando se ha revelado que solo una pequeña parte
del dinero recaudado pudo destinarse a la causa concreta para la que se solicitaban
los fondos, ya que el resto se había consumido en los costes de la campaña y en los
costes administrativos generales.
Dos son los principales modos de captación de fondos:
Los candidatos suelen convocar eventos para recaudar fondos. Estos eventos
suelen ser cenas o reuniones en las que los donantes pueden encontrarse con el can-
didato. Esta es la principal contraprestación para los lobbies y sus clientes: donar
a cambio de poder departir, aunque sea brevemente, con el candidato. En algunos
casos, la sola asistencia al evento organizado por la candidatura es suficiente para
satisfacer a algunos donantes. En algunos eventos, las donaciones varían su importe
en función de si dan la oportunidad de cenar y/o hablar con el candidato.
Las actividades habituales consisten en organizar fiestas, bailes benéficos, con-
ciertos y eventos similares. Sin embargo, muchas veces las grandes fiestas generan
más cobertura informativa que beneficios, dado que los costes de organización se
elevan hasta un porcentaje que se sitúa entre el 25 y el 50 por 100 de lo recaudado.
Por consiguiente, ante una necesidad de llamar la atención de los poderes pú-
blicos, el lobbista, como profesional de las relaciones públicas, debe recurrir a su
creatividad antes de optar por la manifestación.
La industria vitivinícola española dio un buen ejemplo de ello con motivo de
la elaboración por parte del Ministerio de Sanidad y Consumo del anteproyecto
de la Ley de Prevención del Alcohol entre Menores, cuya tramitación acabó siendo
interrumpida por el ejecutivo gracias a iniciativas como la que emprendió, en enero
de 2007, la Fundación Castilla-La Mancha Tierra de Viñedos, que reunió en Madrid
a once personas del mundo de la gastronomía y de los medios de comunicación en
un almuerzo para demostrar que dos copas de vino durante una comida no daban
niveles de alcoholemia superiores al límite marcado por la ley. Los comensales dis-
frutaron de una comida bañada con vinos de Castilla-La Mancha, dos copas por
persona de nueve centilitros cada una. Una vez finalizada la comida, los protagonis-
tas se sometieron a la prueba de la alcoholemia que realizó la Policía Municipal de
Madrid. El objetivo que perseguía Tierra de Viñedos con esta iniciativa era reivin-
dicar el carácter saludable del vino y demostrar que el consumo moderado de este
producto está totalmente dentro de la legalidad que establece la Dirección General
de Tráfico. Uno de los principales intereses que defiende este grupo de influencia es
el reconocimiento por parte de las autoridades españolas del vino como un producto
alimenticio (así reconocido por Bruselas) y no como un peligro sanitario y cívico.
Finalmente, si se consigue la cobertura informativa de la movilización, especial-
mente por parte de los medios audiovisuales, habrá que preparar a un portavoz por
si interesan sus declaraciones. A estas alturas del manual, sobran las palabras para
decir que hay que seguir los principios que, en términos de expresión, presiden todo
proyecto de relaciones institucionales.
tada consistirá en observar si se han cumplido los objetivos. Ahora bien, tanto si se
ha alcanzado como si no, una correcta evaluación no puede terminar aquí, sino que
debe proyectar sus contenidos y conclusiones a posteriores acciones. El proceso de
las relaciones institucionales, como el de las relaciones públicas, es cíclico. Si no,
estaríamos hablando de la medición específica de un hecho puntual o de un objetivo
concreto de la estrategia.
La evaluación de los resultados suele reducirse a la medición de la eficacia, es
decir: a la capacidad de modificar la situación inicial (opiniones, percepciones,
comportamientos, etc.), a la relación objetivos/resultados y a la relación coste/re-
sultados. Aceptando esta confusión, el concepto de eficacia debe entenderse como
una agrupación de ítems que deberán ser medidos por separado y al mismo tiempo
integrarlos en un posible indicador global.
Estos ítems pueden concretarse, fundamentalmente, en ocho puntos que inclu-
yen los aspectos cognitivos, afectivos y conativos:
Desde otro punto de vista menos sistemático, en caso de no tener éxito, lo prime-
ro que deberá hacer el lobbista es averiguar el porqué de su fracaso. Esta averigua-
ción se instrumentaliza a través de la evaluación final, y se puede concretar en las
respuestas a las siguientes preguntas:
sores públicos. Ahora bien, deben evaluarse los efectos de las técnicas que han sido
dirigidas a la opinión pública. A título indicativo, las más comunes son:
a) Técnicas cuantitativas: