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Hace 60 años, Hitler se dio un tiro que alivió a toda Europa. Pero los lúgubres avatares del «mutis» en su búnker objetan al
común romanticismo del suicidio como gesto de valentía: Sólo fue la culminación de una vida excepcionalmente cobarde
La muerte de un farsante
RAMIRO VILLAPADIERNA CORRESPONSAL
BERLÍN. «Nadie oyó el tiro», rememo- un silencio pavoroso invadió el búnker tista, se desmoronaba bajo el colosal que arrastraba el pie izquierdo, tenía
ra el ayudante y escolta de Hitler, Ro- del Führer del «Reich de los Mil Años», avance de 2,5 millones de soldados so- debilidad en una mano y dañado el bra-
chus Misch (87 años), en su casa a las cuyo delirio sólo había durado 13, pero viéticos. El 16 de abril Stalin había de- zo derecho: «tras el atentado: su cabe-
afueras de Berlín; pero «finalmente su posiblemente ennegrezcan la historia cretado el castigo final al pueblo que za se había hundido entre los hom-
mayordomo, Linge, que estaba en el pa- de Europa para siempre. llevó la guerra a todo el continente. bros, sus ojos no transmitían nada». El
sillo dijo: creo que ya está». Y entonces Berlín, la luminosa capital novecen- Las tropas de asalto estaban a sólo cien- boletín «de Reuters» —recuerda Lo-
tos de metros de la Wilhelmstrasse. En ringhoven— indicando que Himmler
el búnker, los oficiales de telecomuni- —jefe de las SS y el más leal— había
En sus últimos días de vida dentro caciones ocultaban al Führer que esta- tanteado un acuerdo con los aliados
del búnker,la salud física
y psíquica del «Führer» ban recurriendo ya «a la BBC y los bole- «fue devastador para Hitler», allí se
empeoró drásticamente. tines de Reuters» para saber qué pasa- hundió.
Estas son algunas de ba, reconoce el ex oficial Bernd Fre- Los últimos testigos han relatado la
las dolencias ytag von Loringhoven, último supervi- agobiante y voluble vida bajo tierra,
detectadas: Mareos
viente con Rochus Misch de la última irascible, falsamente entusiasta, deca-
Ojeras profundas hora de Hitler. dente, aunque Misch asegura que el
Loringhoven (91 años) había llegado búnker no era como el del reciente fil-
al búnker la semana antes: «El batallón me «El hundimiento», que confundi-
Daños auditivos
de comunicaciones había desertado en ría el búnker superior de la cancillería
masa el día 23, cuando me trajo el gene- con la cámara inferior, donde «apenas
Síntomas ral Krebs». «Teníamos que llamar alea- cabíamos los cinco que vimos por últi-
paranoides toriamente a amigos y a vecinos de ba- ma vez a Hitler». Cuando en los últi-
(excesiva Espina bífida
rrios por saber si veían rusos y confec- mos días, Loringhoven vio llegar a
agresividad
y reacciones cionar los mapas» para Hitler. Pero ha- Magda Goebbels con sus seis hijos,
obsesivas) cía días que apenas se hablaba de otra «atemorizados en sus abrigos, tal vez
cosa en el búnker que de suicidarse: cia- anticipando el sacrificio», «me entró
nuro o bala en la sien, eran las opcio- una gran congoja». Poco después eran
nes valoradas y regadas con las últi-
mas botellas, entre accesos de pánico
Párkinson ante la inminente llegada de los rusos. Hacia la nueva
La contemplación de Hitler dejó ató- Cancillería
nito a Loringhoven: «en vez del líder
enérgico y carismático» encontró a un
«hombre prematuramente mayor»,
Afección
pulmonar
El último 1
refugio
2 2 3
de Hitler
2 2 3
5 6 6
Impotencia sexual
Espasmos en la
pierna izquierda
5 7
6 6
Temblores
Los seis hijos, su mujer
y el propio Goebbels
1- Antecocina del mayordomo 14- Dormitorio de Hitler fueron encontrados
2- Cocina 15- Antesala de Hitler Hacia el Ministerio de muertos en sus
3- Trasteros 16- Sala de mapas Asuntos Exteriores habitaciones. Habían
4- Comedor 17- Generador eléctrico matado a sus hijos y
5- Alojamientos del servicio 18- Despacho de Martin Bormann después se suicidaron
6- Habitaciones de la esposa de Goebbels 19- Centralita telefónica
7- Sala de espera 20- Salón 1889 1905 1907 1913 1914 1918
8- Cuadro de luces 21- Dormitorio de Goebbels
9- Cuarto de aseo 22- Enfermería Nace el 20 de abril Abandona la escuela Su madre muere Se traslada a Comienza la 1ª guerra Alemania se
10- Cuarto de baño 23- Sala de conferencias de 1889 en secundaria de Linz e de cáncer. Hitler Munich para mundial. Se alista rinde. Hitler
11- Tocador de Eva Braun 24- Antesala y vestuario Braunau am Inn, ingresa en la quedó muy eludir el voluntario en el ejercito nunca aceptó
25- Guardias y caseta del perro cerca de Linz (Alta Academia de Bellas afectado servicio militar alemán en el servicio la rendición
12- Gabinete de Eva Braun Austria) Artes de Viena de mensajeros
13- Despacho de Hitler 26- Salida de emergencia
ABC SÁBADO 30/4/2005 Internacional 31
LX ANIVERSARIO DEL SUICIDIO DE HITLER
envenenados por sus padres: «no mere- Aunque produzca ablandaba con los niños de Speer y era paso, aquél tuvo a los 56 años un final
ce la pena que vivan en una Alemania un descarado defraudador del fisco, ca- ignominioso, si bien no más que su vi-
sin el Führer», dijo mecánicamente su polémica, Hitler no paz no sólo de distraer las ventas millo- da: el de la escapada.
madre según el relato de la secretaria dejaba de ser humano: narias de «Mein Kampf» sino de men- Los expertos no han encontrado en
de Hitler. se reía con Mickey tir a su ministro de Hacienda, aducien- Hitler una sola idea original ni un úni-
Los mandos «habían querido eva- do que su sueldo de canciller lo entre- co elemento que explique la irrupción
cuar a Hitler por avión, pero insistió Mouse, se ablandaba gaba al montepío de viudas de las SS. de quien Mary Fulbrook definió como
en permanecer en Berlín»; al parecer con los niños de Speer La radio dijo que Hitler había caído «epítome de maldad», aunque Ian Kers-
no creía que los británicos manten- en combate e hizo sonar «La muerte de haw ve singular su inigualable percep-
drían su alianza con los comunistas so- Sigfrido», de Wagner, en un último su- ción del estado de las cosas y de los me-
viéticos. Pero un día antes del suici- a sus 88 años apoya la cabeza de lado brayado musical de cómo los mitos re- dios a su disposición, así como el modo
dio, Loringhoven, quien se reincorpo- sobre la mesa. quieren de la mentira hasta su último terrorífico de consumar sus ideas.
raría al nuevo ejército federal en 1956 Y todos recuerdan a un Hitler caris- momento: «Rubio como Hitler, esbelto El búnker bajo la cancillería es hoy
y llegaría a un cargo de la OTAN, iba a mático pero egoísta, el megalómano ex- como Göring, grande y espigado como irreconocible, un simple solar con un
lograr el permiso del Führer para salir terminador hacia fuera era casi siem- Goebbels», decía entredientes la burla parquecillo interior en la Gertrud Kol-
del búnker, argumentando un plan pa- pre cortés hacia ellos: «En el pasillo, se popular del mentiroso mito ario. El mar Strasse. Hace esquina remarcable
ra contactar por el río con las tropas al despidió uno por uno de todos noso- acomplejado estudiante de arte; que con la callecita de Hannah Arendt y
Oeste: «A él le gustó». tros. Luego pidió no ser molestado». vio su iluminación en un cientifismo transmite una confusa tranquilidad. A
El telefonista Misch aún vio a Hitler Loringhoven dice no haberlo oído nun- barato pero de moda; sembró en un mo- escasos metros se inaugurará en días
en la mañana del 30 de abril, «entró a ca gritar, «salvo a sus generales, con mento antiliberal que privilegiaba a la un bosque de estelas que será el monu-
verme y me miró como si me escruta- ellos descargaba su ira». Aunque pro- masa hasta aplastar al individuo; y, en mento al Holocausto de la capital ale-
se». Misch cree haber visto un rapto de duzca polémica, Hitler no dejaba de la nación en guerra, dio un sentido al mana. Pero hasta hoy, en éste y tantos
envidia en sus ojos: «yo era joven, para ser humano: se reía con Mickey desorientado penar alemán, que no re- parques de Berlín, siguen brotando
él no había salida». Luego vino el silen- Mouse, temblaba de parkinson, se paró en exterminar a un pueblo a su del suelo los huesos de la historia.
cio y la histeria tras el suicidio, lo últi-
mo que vio fue pasar el cadáver de Hit-
ler en una manta, antes de esconderse
temiendo que la Gestapo mataría a to- Sus cuerpos se incineraron
dos los testigos.
Garita de
hormigón con gasolina en el jardín de
Misch vive su momento de gloria, la Cancillería
con Loringhoven es el último testigo y
para el próximo aniversario no queda-
rá nadie vivo. Recibe llamadas y car-
tas, algunas inquietantes como la de
un soldado que pide un autógrafo y
añade: «yo le honro». Contra supues-
tos, alimentados por Moscú, de la esca-
pada y pervivencia de Hitler en Occi-
dente, complementados con teorías
sudamericanas, los recuerdos de sus Hitler se suicidó
secretarias Traudl Junge y Christa entre las 15.30 h
Schröder, del ayuda de cámara Heinz y las 16.00 h en su
Linge, de su chófer Erich Kempka, de habitación junto
su ayudante Otto Günsche o del propio con Eva Braun.
Se quitó la vida
Misch, coinciden: vieron a Hitler de- de un disparo
rrumbado en su sangre sobre la mesa mientras masticaba
de té, junto al cadáver envenenado de una pastilla de
Eva Braun. «Estaba así», dice Misch y cianuro
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