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Un hábito es una cualidad adquirida libremente a través de la repetición de actos libres.

Los hábitos pueden ser buenos o malos, dependiendo de si los actos libres realizados nos acercan o nos
alejan de la felicidad. Si son buenos, hablamos de virtudes y si son malos, de vicios.



Una virtud es un hábito operativo bueno.

Las virtudes son cualidades que hemos adquirido libremente a través de la repetición de actos buenos. Ellas
nos permiten acercarnos a la felicidad, en la medida en que constantemente hacen plena a la inteligencia,
que ve el bien al que la virtud se refiere, y la voluntad, que lo quiere.

 

Un vicio es un hábito operativo malo.

Los vicios también son cualidades adquiridas libremente, pero a través de acciones malas. Nos alejan de la
felicidad y dificultan el trabajo de la inteligencia, así como la capacidad de la voluntad de sobreponerse a las
dificultades. Podemos reconocer un vicio porque nos quita algo que, ya por ser persona, nos pertenece.

Por ejemplo, el que es mentiroso, pierde la capacidad de comunicarse y la de comprometerse, ambas propias
de los seres humanos.

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cablar de ética y de personas virtuosas es hablar de poseer un hábito mediante el cual hacemos bien las
cosas en un determinado ámbito, por ejemplo, el ámbito del trabajo donde el ser humano puede desarrollar
sus virtudes profesionales. Los hábitos son acciones voluntarias que se van forjando en las personas como
inclinaciones y predisposiciones; por ejemplo, la inclinación al orden en el trabajo que realizamos, es decir,
aquella inclinación por las que en un principio pensamos en todas las razones por las cuales el orden es
positivo, pero que poco a poco la reflexión sobre ellas va desapareciendo ysimplemente nos sentimos
inclinados a trabajar con orden porque siendo ordenados o habiendo repetido muchas veces actividades con
orden, hemos aprendido sus beneficios y ya no debemos pensar mucho antes de trabajar de esa manera. Los
hábitos surgen de la repetición voluntaria de acciones humanas, refuerzan la voluntad de una persona y su
intención respecto de aquellas acciones que pueden ser buenas o malas. Cuando un hábito se inclina hacia
una acción mala Aristóteles lo llama vicio, pero cuando lo hace a una buena acción, como el orden, lo llama
virtud.

Virtud=cábito bueno=Repetir muchas veces una acción buena, de forma conciente y voluntaria=cábitos
que construyen y ayudan a construir humanidad

Vicio=cábito malo=Repetir un error muchas veces, de forma conciente o inconciente, voluntaria o


involuntaria=cábito que destruye a la humanidad

La palabra virtud viene del latín 2  que significa fuerza. La virtud es una fuerza o una potencia de la voluntad
que se adquiere por repetición o por costumbre y que existe en nosotros como un hábito. La fuerza de la
virtud nos permite acostumbrarnos a hacer bien una tarea, y con el tiempo, hacerla con mayor facilidad o con
un cierto impulso.

La virtud se adquiere mediante un ejercicio previo, es decir, que aprendemos a ser virtuosos haciendo; por
ejemplo, nos hacemos virtuosos de la puntualidad llegando a tiempo, o virtuosos del respeto respetando a
otros. Las virtudes no se tienen por naturaleza, sino que se adquieren. Lo que se tiene por naturaleza es
talento, pero este no se puede poner en práctica sino actuando, es decir, transformándolo en una virtud.

Ser virtuoso es mucho más difícil que ser vicioso y a fuerza de costumbre el ser humano logra hacer bien
las cosas. Una persona virtuosa, es aquella que ha logrado un desarrollo moral muy alto,no por la
exigencia de la ley o las normas de la empresa, sino por principio. Una persona virtuosa es una persona de
principios.

La virtud perfecciona la condición de aquello de lo cual es virtud y hace que ejecute bien su operación; por
ejemplo, la excelencia del ojo hace bueno al ojo y su función, así mismo la excelencia del caballo hace bueno
al caballo y lo capacita para correr. Del mismo modo la virtud del hombre será el hábito por el cual el hombre
se hace bueno y por el cual ejecuta bien su función propia. Por ejemplo, las virtudes de Juan harán que Juan
sea mejor en lo que hace. De aquí se desprende que podamos decir: Juan es bueno.

En principio las acciones de Juan son buenas. Posteriormente, por la costumbre que tiene Juan de hacer
bien las cosas, el juicio de valor no será para las acciones, sino para quien realiza la acción.
La virtud se adquiere como un justo medio. Según Aristóteles lo que destruye la virtud es el exceso o el
defecto, como ocurre con la salud: el exceso y la falta debebida y comida arruinan la salud, mientras que
usadas con medida a aumentan y la conservan. La virtud como término medio se considera relativo a
nosotros, es decir, no es el mismo para todos. Por ejemplo, si diez es mucho y dos es poco, se toma el seis
como término medio en cuanto a una visión general.

La virtud, por tanto, comparada a sus dos extremos, es un término medio, pero en sí misma es una cima que
significa la máxima perfección de la voluntad:

Si esto es así, se comprende que una actuación mala no causa tanto daño si está en un conjunto de acciones
virtuosas. Pero una actuación viciosa, es decir, un hábito operativo malo, sólo puede contribuir, a medio y
largo plazo, a aumentar el desorden y la ineficacia, lo que significa que una sola acción buena en medio de
muchas malas, no es suficiente para que la persona pueda ser llamada virtuosa.

La virtud organiza; el vicio hace de la vida un caos. Esto significa que cada persona debe hacer un balance
constante de sus acciones y tendrá que hacer muchas cosas buenas para ser llamado bueno y evitar las
malas para evitar ser llamado malo.

Esto lleva a la verificación y después a la convicción de que la actitud sostenida de la virtud es rentable; por
el contrario, el vicio, a la larga, no lo es. Puede suceder con el vicio que a corto plazo no se vean las
desventajas y se camufle entre las virtudes, pues su condición de parásito así se lo permite, es decir, que el
vicio se aprovecha de la situación mayoritariamente virtuosa, hasta que las acciones malas comienzan a
sobresalir por sobre las buenas. Por ejemplo, el competidor desleal puede sacar partido a corto plazo de su
actuación porque opera en un marco en el que la mayoría de los competidores son leales. Si en un momento
se diera una competición desleal de todos contra todos, el mecanismo dejaría de funcionar, es decir, sería
imposible la competencia.

Si un trabajador tiene el hábito de llegar temprano a su trabajo, se le ¿perdona¿ que llegue una o dos
veces tarde, pero si por el contrario, tiene el vicio de llegar tarde, a la larga, terminará perdiendo su
empleo.

De otro lado, la virtud dice relación importante con el placer. La virtud significa hacer lo correcto y sentir
placer por ello. Virtuoso será, pues, el que se sirve bien del placer y del dolor, convirtiendo este último en
una oportunidad para valorar las cosas buenas y evitar las cosas malas; no obstante, en las cosas malas se
encuentra también el placer, que a la larga se convertirá en dolor. No hay mayor felicidad para el ser
humano, que saber que esta haciendo las cosas bien y que de esa manera la sociedad, la empresa, la familia
y todo cuanto lo rodea mejora, evitando de paso caer en situaciones de dolor.

A mayor felicidad, mayor virtud, menor vicio, menor dolor

A mayor dolor, mayor vicio, menor virtud, menor felicidad.

En resumen, la acción éticamente buena se traduce en la posesión de una virtud. Gracias a la virtud el
hombre desarrolla una potencia operativa de la voluntad por medio de la cual aquello que hace, lo hace bien.
Tener una virtud es, por tanto, un saber hacer y hace bueno al que la posee.

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Personalidad es el conjunto de características individuales que diferencian a una persona de las demás.

La personalidad nos hace únicos e irrepetibles. Es el conjunto de características que nos distingue de los
demás seres humanos. Es por la personalidad que queremos a las personas, y por ella no aceptaríamos a un
hermano, un papá o un amigo de repuesto, si es que los nuestros ya no están.

Estas características se manifiestan a través de las actitudes de las personas. Algunas se adquieren
libremente, son los hábitos, y dan origen al carácter, el cual puede ser bueno o malo según en él dominen
virtudes o vicios. Otras cualidades corresponden a inclinaciones genéticas o ambientales, no se eligen, y en
su conjunto se denominan temperamento.

Por ejemplo, por temperamento una persona puede ser muy inclinada a los asados. El no eligió que le
gustaran, sencillamente le gustan. Esta inclinación corresponde al temperamento. Ahora, si es que
efectivamente se come o no los asados, esto corresponde a su carácter.

El carácter bien formado, con esfuerzo, puede dominar al temperamento, no importando lo fuerte que este
sea.

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El que posee una virtud obra racionalmente y esto significa, en principio, que sabe deliberar bien antes de
tomar una decisión con el propósito de realizar la elección más adecuada y actuar según lo que haya elegido.
Quien no actúa racionalmente es quien no reflexiona antes de actuar sobre los distintos cursos de su acción y
sus resultados, no calibra cuál de ellos es más conveniente y por último, actúa en contra de la decisión que él
mismo reflexivamente ha tomado.
La ética, en un primer sentido, tiene por tarea mostrarnos cómo deliberar bien con objeto de hacer buenas
elecciones. Pero la ética no nos dice qué decisión tomar en un caso concreto o particular. Por eso la ética
invita a forjarse un buen carácter, para hacer buenas elecciones, como indica el significado etimológico de la
palabra ética. En efecto,la palabra griega „  que significa fundamentalmente carácter o modo de ser. El
carácter que un hombre tiene para su vida es decisivo porque, aunque los factores externos le condicionen en
un sentido u otro, el carácter es el centro esencial de sus decisiones. Según el carácter que un hombre tenga
será el modo como enfrentará la vida, con ánimo o desánimo, con ilusión y esperanza, con pesimismo y
amargura, con inteligencia o necedad.

El carácter de una persona disfruta de una mayor permanencia, incluso que los hábitos, porque el carácter es
precisamente la suma de los hábitos diferentes que se han adquirido.El carácter explica los diversos hábitos
que una persona posee, así como su grado de perfeccionamiento o desarrollo. En el carácter de cualquier
persona concreta, un determinado hábito o grupo de hábitos refuerza la influencia de algunos hábitos,
mientras hacen disminuir el efecto de otros. Por ejemplo, sería más fácil para una persona que es sabia y
prudente el ser valiente o justa, y por el contrario, sería más difícil para el que es prepotente y apresurado
ser valiente o prudente.

El carácter de una persona proporciona una expresión más aproximada de su razón y de su voluntad que sus
hábitos tomados individualmente y por separado. Si el conocimiento y las elecciones de una persona son lo
que mejor refleja el ser de una persona, el carácter proporciona un cuadro más completo de esa persona que
sus hábitos, que normalmente se limitan a reflejar rasgos individuales.

Desde el origen griego del concepto ético cabe distinguir en el mundo humano el temperamento ( ),
constituido por aquellos sentimientos y actitudes con los que se nace y que no se pueden cambiar, y el
carácter que cada uno se va forjando, el modo de ser del que cada quien se va apropiando a lo largo de su
vida al hacer sucesivas elecciones en un sentido. Ciertamente nacemos con una determinada constitución
genética y psicológica, que no elegimos, como tampoco elegimos el contexto social. A diferencia de los
animales, los hombres nos vemos obligados a modificar nuestra herencia o bien a reforzarla si es buena,
eligiendo nuestro propio carácter, aunque en esa tareas nos encontremos sumamente condicionados. A esa
posibilidad originaria de elegir el propio carácter la llamamos libertad, la cual fundamenta la posibilidad de
elegir, y, en este sentido, más vale que nos esforcemos por hacer buenas elecciones.

La ética, pues, en un primer sentido, es el tipo de saber que pretende orientarnos en la forja del carácter,
de modo que construyamos un buen carácter, que nos permita hacer buenas elecciones y tomar decisiones
prudentes. Quien consiga esto será un hombre sabio, pero no sabio por acumular conocimiento o por
deslumbrar a sus semejantes con elevadas reflexiones, sino sabio por prudente, por saber hacer buenas
elecciones.

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En la lucha cotidiana por obtener un buen carácter nos encontramos con una realidad compleja, ya que son
muchos los hábitos involucrados en su formación. Las interacciones entre vicios y virtudes son también
complicadas, pues unos vicios que ya tenemos pueden llamar a otros y obstaculizar nuestra intención de
formar una virtud particular.

Por ejemplo, queremos formar la puntualidad en la llegada al trabajo en la mañana, y nos estamos
esforzando en ello, pero al mismo tiempo estamos desarrollando el vicio de ver televisión desmedidamente
en las noches. Obviamente ambos hábitos van a enfrentarse. Y así como este ejemplo, hay muchos más de
virtudes y vicios que interaccionan en nuestro carácter, por lo que se hace útil un mapa o brújula que nos
oriente en este camino hacia el buen carácter y la felicidad. Para esto estudiamos las cuatro virtudes más
importantes de todas, que son las virtudes cardinales, y que agrupan a las demás.

Las virtudes cardinales son cuatro, al igual que los puntos cardinales. La más importante es la   ,
que es el hábito de hacer bien las cosas buenas, o bien, el correcto uso de la razón en las cosas que se
pueden hacer concretamente. La   es el hábito que dispone a moderar los actos de tal modo que
no superen el límite debido, especialmente los que se refieren a lo concupiscible o placentero. La  
es el hábito de enfrentar las dificultades, mantener la racionalidad de los actos aún en los casos más
complicados. Y la 
  es la disposición a hacer lo que es debido respecto a los demás, dar a cada uno lo
que le corresponde.

Por ejemplo: si debemos llevar a cabo una acción complicada, como hablar un tema delicado con un jefe,
tenemos que hacerlo inteligentemente, en el lugar adecuado, con buen tono, en el momento preciso;
estaremos utilizando nuestra prudencia. Si estamos haciendo dieta, y vemos un   (sándwich de
carne de vaca y queso derretido) que nos encanta, debemos hacer uso de la prudencia para no comerlo,
porque no va de acuerdo con nuestros propósitos. Si queremos estudiar una carrera, sabemos que sería
bueno para nosotros, pero no nos queremos esforzar para lograrlo, por lo que no lo intentamos, necesitamos
recurrir a la fortaleza. Si alguna vez tenemos que pagar un sueldo adecuado, precisamos justicia.

Como resulta evidente, unas virtudes cardinales se relacionan muy estrechamente con las demás. Será
difícil, por no decir imposible, desarrollarlas de a una, por lo que el carácter se va construyendo completo.

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Para tomar una buena decisión el hombre tiene una facultad para captar de un modo inteligente la realidad y
conocer cómo reaccionar ante ella. Esta facultad se denomina inteligencia práctica y la virtud que instala la
inteligencia práctica en el carácter se llama 
„ . La prudencia es la virtud que facilita al mismo
entendimiento el definir lo que ha de hacer ante cada situación que se le presente.

La prudencia es la más importante de las virtudes, pues es aquella virtud que se relación con el saber hacer.
Este saber hacer significa tener una serie de conocimientos teóricos y técnicos y, al mismo tiempo, poseer la
virtud de llevar esos conocimientos a la acción, a la vida práctica. La prudencia es la virtud del
emprendimiento, es decir, el hábito de quienes, teniendo conocimientos acerca de la vida del trabajo, ponen
en práctica de una manera novedosa esos conocimientos.

La prudencia implica, por tanto, resolver lo difícil que es adecuar los conocimientos a la complejidad del
mundo real. Sin la prudencia, los conocimientos técnicos son impracticables.
La prudencia es un hábito que nos permite decidir racionalmente con mayor facilidad. Resultaría, por
ejemplo, agotador tener que pensar cada vez que vamos a andar o a subir al ascensor cómo hacerlo del
mejor modo y por eso el haberlo aprendido nos ahorra una gran cantidad de energía. Pero esto mismo ocurre
en actuaciones menos rutinarias, como sería el caso de tomar buenas decisiones a lo largo de la vida. Quien
ha asumido qué fines se propone y cuáles suelen ser los medios más adecuados para alcanzarlos, y además
se ha habituado a optar por ellos porque son lo que conviene, ahorra una inmensa cantidad de energía y con
ello obra, claro está, racionalmente.

Esto no significa en modo alguno que la inteligencia nos convierta en autómatas, porque siempre elegimos
los mismos medios, sin ninguna capacidad de innovación. Adaptarse a los cambios culturales, sociales,
técnicos y laborales es el primer paso, carente tal vez de creatividad; pero luego, viene la innovación y
elcambio. Así, adaptación y creatividad se convierten en las dos característicasindispensables en la vida
humana, y muy concretamente en la vida profesional para habituarse a hacer buenas elecciones. Significa
más bien ser bien consciente de los fines últimos que se persiguen, acostumbrarse a elegir en relación con
ellos y tener las habilidad suficiente como para optar por lo medios más adecuados para alcanzarlos. Esta es
la virtud de la prudencia, es decir, la virtud del inteligente. El que decide con inteligencia, puede elegir
caminos que ya otros han trazado y luego crear los propios.

La prudencia tiene además, un carácter moral intrínseco y no es sólo un hábito que nos permite ser más
ingeniosos. cacer las cosas bien al modo de la prudencia significa:

Acertar, triunfar, ser efectivo y eficiente, actuar sagazmente, rendir, etc.

cacer el bien

Por ejemplo, un buen ladrón que aplica una serie de conocimientos tecnológicos y topográficos para llegar a
la bóveda del banco desde una excavación, no es una persona prudente, porque, aunque ha sido eficaz,
técnicamente eficiente, ha triunfado, ha acertado, etc., no está haciendo el bien, porque robar es siempre
malo. Las habilidades prácticas que se ponen en juego para conseguir un mal es el hábito de la astucia, que
con respecto a la prudencia, es un vicio.

Además, el buen hacer técnico está íntimamente ligado a lo moral, a hacer el bien, porque el mal hacer
técnico puede engendrar muchas más responsabilidades morales. Conducir un vehículo de carga o manipular
una herramienta sin conocimientos técnicos suficientes puede acabar con la vida de otras personas.

Lo contrario al astuto es el inútil que, queriendo hacer un bien, no logra hacerlo porque no da con los medios
adecuados. Este personaje no es prudente porque no logra concretar una acción buena; sólo tiene buenas
intenciones. La prudencia es, por tanto,  „ „ „ „ . Este es el auténtico significado del saber hacer, lo
que en otras palabras es ser excelente en lo que se hace, es decir, sobresalir por la calidad de la actuación.

La realización de la acción prudente se da en tres etapas:


La primera de ellas es la que dice relación con la optimización del pasado, la que se funda en la memoria, es
decir, en la conservación de la experiencia, tanto de la propia, como de la ajena. El prudente es el que
aprende de acciones pasadas porque estudia los antecedentes y, respecto de su acción, transforma antiguas
experiencias en parámetros para decidirse por una u otra acción. De este modo, propio de la memoria es el
hábito de la consulta. El prudente es quien tiene el hábito de indagar en las experiencias anteriores y, por lo
mismo, debe estar siempre dispuesto a aprender. Un buen consejo no sirve de nada si no se quiere aprender.
Los estudios no sirven de nada si no se goza de humildad intelectual.

La humildad intelectual no es inferioridad, sino todo lo contrario, enriquecimiento con la experiencia y los
conocimientos ajenos.

La segunda etapa es la que dice relación con el diagnóstico del presente. Quien se preocupa del presente se
preocupa de los detalles. La minuciosidad significa saber mirar alrededor. Esta cualidad es difícil de poseer
porque es parte del comportamiento habitual del ser humano ver solo lo que se quiere ver

De ahí la necesidad de estar dispuesto a ver también lo que no se desea ver. Además de minucioso, el
prudente es quien tiene el hábito de ver la situación más allá de los detalles. Esto es la inteligencia del
presente, la que implica una visión del panorama de la situación actual que se vive. El que se queda en lo
puros detalles, a veces sólo ve los problemas y no las soluciones.

Finalmente, el prudente es quien tiene en cuenta el futuro. La prudencia implica necesariamente ser previsor
y tener la capacidad de deducir conclusiones a partir de lo que se conoce de la experiencia del pasado y de la
realidad de las cosas en el presente. En la práctica la previsión del futuro es siempre incompleta, porque no
podemos ver el futuro tal como será. Pero, siendo prudentes, sí debemos considerar que futuro vendrá y que
es siempre bueno mejorar las condiciones actuales para enfrentar lo imprevisible, aunque ello no nos asegure
nada.

Una persona prudente observa el pasado, describe el presente y se anticipa al futuro.

La prudencia es, por tanto, la virtud por la cual nos habituamos a conocer la realidad sobre la que actuamos
y esta habitualidad forja los cimientos a partir de los cuales „  hacer algo porque conocemos el ámbito
en el que actuamos.

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Conocer no garantiza una acción buena. Ser virtuoso sería bastante más fácil si no existieran dificultades en
el mundo del trabajo. Pero esto no es posible en la realidad y, quienes se desarrollan profesionalmente,
tienen que ser fuertes para sobrepasar dificultades y poner en práctica aquello que saben hacer para lograr lo
que se proponen. La fortaleza es la virtud que facilita resolver las cuestiones difíciles y permite estar en lo
que hay que estar para poner los medios adecuados al fin: la resolución de la dificultad.

La fortaleza es la disposición habitual para enfrentarse con dificultades y obstáculos, a fin de superarlos y
lograr la meta.

La eficacia de la práctica profesional puede deberse sin duda a la virtud de la prudencia que capacita al
entendimiento para que acierte en los objetivos a lograr. Pero el acierto de los mejores objetivos es
solamente una parte de la consecución de una meta. El esfuerzo para acceder al objetivo fijado, llamado
fortaleza, permite lograr la consecución del objetivo. Entre más valor tenga el objetivo a lograr, mayores
serán las dificultades e inconvenientes para alcanzarlo, pues cuando se trata de una meta de fácil acceso, la
exigencia será menor y por ende elesfuerzo mínimo.

La virtud de la fortaleza va de la mano con la prudencia, que conoce la realidad y puede estimar cuáles son
los fines que puedo alcanzar. Sin embargo, aunque la prudencia resuelva racionalmente las dificultades que
presenta la realidad para el logro de una meta, esa dificultad es solo racional (teórica) y no una dificultad
real, que requiere una acción concreta, propia del hombre que posee la virtud de la fortaleza.

Los actos de la fortaleza son principalmente dos: resistir y atacar. Resistir dice relación con el sostenimiento
de la dificultad, es decir, con el hábito de no dejarse vencer por los problemas. Propio de la resistencia o
constancia es también la paciencia, virtud por la que una persona impide que los males la depriman. El
paciente es aquel que tiene el hábito de esperar los momentos más favorables para la resolución del
problema. La fortaleza es la virtud que capacita al hombre para enfrentarse a las dificultades en el logro del
objetivo. La constancia nos facilita enfrentarnos no con la dificultad, sino con la demora en la consecución de
la meta. Así, la fortaleza con la constancia se enfrentan al tiempo y superan el cansancio. La constancia es
aquella cualidad que ratifica a lo largo del tiempo la decisión tomada. La constancia es aquella cualidad que
vence la prolongación y el tedio.

Atacar hace referencia al hábito por el cual nos enfrentamos al obstáculo disponiendo los medios necesarios
para superarlo, esta es la virtud que reconocemos en el proactivo. Como dijimos, la paciencia no facilita
enfrentarnos a la dificultad, pero la proactividad sí lo hace. El que sabe actuar es quien tiene la actitud
necesaria para enfrentar los problemas con ánimo de solución y no se queda esperando que los problemas se
soluciones por sí solos, aunque siendo paciente espera el momento propicio para que la acción sea efectiva
en la solución de problemas. Unida a la actitud proactiva está la perseverancia, que es la persistencia en la
proactividad a pesar de las molestias. La perseverancia, lo mismo que la paciencia, son virtudes del
„ „ „, que advierte que la realidad casi nunca se acomoda a sus deseos.

Propio del paciente es también la templanza, virtud fundamental en el logro de objetivos y metas. El
templado es aquel que no se deja llevar por placeres inmediatos que pueden impedir la continuidad del
trabajo. Lo contrario a la templanza es la pereza, es decir, el mal hábito de dejarse vencer por el placer
inmediato del descanso innecesario; con la pereza la constancia en el actuar se interrumpe por el placer de la
inactividad. El templado logra evitar los placeres que lo desvían de sus objetivos y prefiere pasar menos
momentos placenteros con tal de lograr lo que se ha propuesto con su trabajo. El hedonismo, que consiste en
la sostenida búsqueda del placer, supone una seria deficiencia para la ejecución del trabajo. El hombre que
carece de templanza no está habituado a la represión del atractivo que los bienes sensibles y placenteros
poseen.

El templado no desprecia el placer, sino que lo ordena de acuerdo a los logros que quiere para su vida en
el largo plazo.
Ahora bien, si la fortaleza, la paciencia y la perseverancia son valores éticos, los vicios que se le oponen
resultarán fatales para cualquier tarea humana.

Con las virtudes evitamos algunos vicios que dificultan aun más la consecución de los objetivos, como por
ejemplo:

˜Y La timidez o la cobardía que es la incapacidad de hacer frente a los obstáculos.


˜Y La inconstancia o falta de aplicación continuada de una determinada medida o comportamiento.
˜Y La prepotencia, vicio por exceso de la fortaleza, es decir, el vicio de quien no se deja aconsejar y, por lo
tanto, equivoca además el camino de la virtud de la prudencia y la docilidad.
˜Y La temeridad, también vicio por exceso de la fortaleza, pero en este caso de quién no valora en su real
dimensión las dificultades antes de realizar una acción.
˜Y La intemperancia, que se contrapone a la templanza y consiste en la incapacidad para limitarse en
cuanto a las cosas placenteras.
˜Y La insensibilidad, que también se opone a la templanza, y consiste en no conmoverse con aquello que
debería conmovernos. No ayudar a los que nos necesitan, no pedir perdón aún sintiéndose apenado por
lo hecho, etc.

En resumen podemos decir que el hombre virtuoso es prudente porque,

entendiendo la realidad en el tiempo, conoce el fin al que debe dirigir su acción y el modo de conseguirlo; es
fuerte porque puede tiene el ánimo de la voluntad que le permite superar los obstáculos que se le presenten
en la consecución de ese fin y es templado porque no se deja vencer por la tentación de los placeres
inmediatos que le impedirían conseguir el fin que ya sabe que es bueno.

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La prudencia nos llevará necesariamente a la posesión o hábito de la templanza, respecto a las cosas
agradables y a la fortaleza, respecto a las dificultades, pues para hacer bien las cosas hay que actuar con
esos hábitos. Esta combinación se llama disciplina y es una condición sin la cual no podemos alcanzar un
buen desarrollo profesional. Así, la disciplina no es una virtud cardinal, pero es un aspecto importantísimo a
tener en cuenta para la consecución de fines buenos en nuestra vida.

La disciplina implica más que sólo obedecer ciertas normas; también significa la posesión del dominio
personal necesario para abordar creativamente nuestra vida hacia una meta que consideramos esencial.
Sin disciplina nunca podremos abordar seriamente la consecución de metas importantes en nuestra vida.
La única posibilidad de desarrollar los propios talentos pasa por el dominio personal; quien carece de esta
característica no puede desarrollar nunca ningún hábito. El dominio personal es la expresión visible de la
fuerza de voluntad, y sin fuerza de voluntad no hay aprendizaje. La gente con un alto nivel de dominio
personal expande continuamente su aptitud para crear los resultados que busca en la vida; resultados que
pasan necesariamente por la voluntad de un aprendizaje continuo en la vida profesional.

El dominio personal trasciende las competencias, las habilidades y los talentos, aunque se expresa en ellas.
El dominio personal significa abordar la vida como una tarea un poco más creativa y menos reactiva. Cuando
el dominio personal se transforma en una disciplina, en una actividad que integramos a nuestra vida, ocurren
dos cambios en nuestra actitud:

El primero consiste en que clarificamos continuamente aquello que es importante para nosotros. A menudo
pasamos tanto tiempo afrontando problemas en nuestro camino que olvidamos por qué seguíamos en ese
camino. El resultado es una visión borrosa e imprecisa de lo que realmente nos importa.

El segundo consiste en aprender continuamente a ver con mayor claridad la realidad actual. Todos hemos
conocido a personas atascadas en relaciones contraproducentes, que siguen empantanadas porque insisten
en fingir que todo anda bien. cemos visto que hay profesionales que dicen que todos los planes se están
cumpliendo, cuando una ojeada honesta a la realidad indica lo contrario. Para moverse hacia un destino
deseado, es vital saber dónde estamos ahora.

Sobreponer lo que deseamos a una clara imagen de la realidad actual (dónde estamos en relación con el
lugar dónde deseamos estar) genera la claridad mental y la motivación para investigar cómo superar la
realidad actual y lograr la situación que anhelamos.

En este contexto el aprendizaje no significa adquirir más información, sino expandir la aptitud para producir
los resultados que deseamos, es decir, mejorarnos permanentemente a nosotros mismos. Así, el dominio de
sí mismo es vital y se transforma en un hábito de particular importancia.

El dominio personal tiende a concretarse en las personas a través de diferentes características:

Quien tiene dominio de sí tiene también un sentido especial del propósito que surge de sus metas. Esas
personas ven la realidad actual como un aliado, como una oportunidad y no como un obstáculo o enemigo.
can aprendido a percibir la realidad del cambio y a trabajar sin que ello sea un problema, sino una
oportunidad. Son profundamente inquisitivas y desean ver la realidad con creciente precisión. Como se ha
visto en la experiencia de varias organizaciones, las personas con alto nivel de disciplina son más
comprometidas, poseen mayor iniciativa, tienen un sentido más amplio y profundo de responsabilidad en su
trabajo y aprenden con mayor rapidez.

La lógica del dominio personal o disciplina es la del aprendizaje. De un proceso permanente; una disciplina
que dura toda la vida. La gente con alto nivel de dominio personal es muy consciente de su ignorancia, de su
incompetencia en algunos ámbitos y de cuales son aquellos campos en los que todavía les queda mucho por
aprender.

La razón más importante por la que el dominio personal es esencial en la carrera profesional es el impacto
en el desarrollo personal pleno que ayuda en forma importante alograr la felicidad de las personas. La
conjunción de templanza y fortaleza hacen posible el trabajo de la prudencia, en el ámbito laboral tanto
como en los demás.

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Las virtudes anteriores que hemos visto son virtudes que atañen directamente al individuo y son más bien
inmanentes. Al menos en principio, actúan primero sobre nosotros mismos y después se podrán ver sus
frutos en un contexto más amplio.

Sin embargo, el ser humano tiene, además de una rica interioridad, una realidad social importante. Incluso
ha sido definido por Aristóteles como    . Y hay una virtud cardinal que se refiere directamente a
nuestras relaciones con los demás.

La justicia es la virtud de dar a cada uno lo suyo (siempre a otros, no se puede ser justo con uno mismo).
Se deben en tener en cuenta las necesidades, capacidades, merecimientos, dignidades, potestades, etc.

La justicia puede ser conmutativa, cuando se desarrolla entre dos particulares (como cuando se paga el
precio justo por un servicio profesional); o distributiva, cuando se distribuyen bienes comunes entre diversos
individuos (como cuando el gobierno propone un presupuesto anual para el gasto estatal).

Lo importante, en ambos casos, es dar a cada uno aquello que le corresponde y en la proporción que
corresponde. Muchas veces lo difícil no es determinar qué hay que darle a alguien, sino cuánto. Una vez que
sabemos que alguien es culpable de un robo, sabemos que debemos castigarlo, pero ¿cómo?¿cuánto?.

cay algunas acciones propias de esta virtud que están codificadas en la ley positiva, como ya vimos, de tal
forma que la sociedad las tenga presentes. Pero esta ley no es la justicia; en cualquier caso es un sujeto
quien la ejerce, y en el caso de lo regulado por leyes positivas, normalmente un juez o un árbitro.

La justicia tiene como vicio por exceso, la injusticia por exceso. Se da a alguien más bienes de los que le
corresponden o castigos menos duros. Y su vicio por defecto es la injusticia por defecto, que es la más
común: se niega a alguien los bienes que le corresponden, o se le arrebatan; se dan castigos más duros que
los adecuados, lo que hace que las penas no sean proporcionales al delito.

Por último, la justicia es muy importante en el trabajo. Se debe tener en cuenta que las relaciones dentro de
una empresa, o de cualquier institución, deben tener en cuenta siempre la justicia. Desde lo más básico que
es hacer un contrato de trabajo justo y cumplirlo, hasta lo más complejo y cotidiano, como respetar a los
demás y tratarlos bien, la justicia juega un papel fundamental en la vida laboral.

Es imprescindible ser justos, pues todo el trabajo es un servicio. Es decir, por justicia, por que corresponde a
los clientes, los demás miembros de una empresa e incluso a la sociedad completa, debo poner los intereses
comunes antes que los míos inmediatos. Y esto es servir, poner antes a los demás que a mí; no se trabaja,
por lo tanto, principalmente para sacar provecho material, sino más bien para servir, pues esto es lo que
corresponde por justicia.

j   
cemos viso que la vida humana tiene por fin la felicidad. Esta consiste en la plenitud de la voluntad ¿amar ¿,
y de la inteligencia ¿contemplar o conocer. Sin embargo, no todos los hombres son idénticos, aunque
comparten su naturaleza. Es por esto que existe la libertad, que les permite buscar mientras están vivos su
propio camino personal a ese fin último. No es mejor, necesariamente, ser médico que barrendero,
dependiendo de quién elija o realice cada actividad y por qué. cay muchos caminos que llevan a la meta.

Cada hombre debe conocer su situación actual. Para ello es necesario una reflexión profunda y objetiva, con
apego a la verdad, respecto a los propios vicios y virtudes, talentos y falencias, oportunidades y amenazas.
Esta reflexión debe ser realizada constantemente y a propósito, y debe incluir elementos externos e internos.
Muchas veces será útil que al realizarla se pida también la opinión a personas de confianza, cuya impresión
puede aportar datos interesantes.

Posteriormente debe preguntarse qué es lo que quiere hacer en la vida. Qué lo hará más pleno, cuáles cosas
son las que más puede amar y a través de las cuales más puede desarrollar su amor. Y qué cosas son las que
podrá contemplar mejor y entender de manera más perfecta. La familia, el trabajo, los estudios, incluso
dónde vivir, son preguntas que se deben intentar responder, de manera realista (pero no cobarde) a partir de
la imagen actual que cada uno se ha formado de si mismo a través de la reflexión anterior. En esta ocasión
también puede resultar útil pedir consejo a personas prudentes, y tenerlos en cuenta a la hora de fijar
nuestras grandes metas.

Por último, conociendo lo que queremos lograr en nuestra vida, cuál es el sentido que queremos dar a
nuestra propia búsqueda de la felicidad, la prudencia entrará en juego. Esta virtud nos dirá ¿bueno, has
decidido algo bueno, ahora veamos cómo hacerlo¿. Quizás durante un tiempo no teníamos grandes metas,
pero habrá sido útil ejercitar la prudencia entonces, en cada pequeña cosa que emprendamos, pues en
cuanto fijemos nuestras metas, la prudencia seguirá funcionando como una cualidad que ya tendremos
adquirida.

Esta prudencia fijará pequeños escalones: los propósitos. ¿Este año debo pasar todos los ramos¿, ¿voy a
mejorar las relaciones con mis compañeros de trabajo¿, ¿voy a llamar más seguido a mi mamá por teléfono¿,
¿debo conseguir ser más puntual en todo lo que haga¿, etc. Dependiendo de las circunstancias actuales de
cada uno, debemos establecer pequeños propósitos que nos ayuden a cumplirlas. Esto será posible sólo a
través de los buenos hábitos.

La disciplina será fundamental a la hora de concretar estos propósitos: sin el uso combinado de la fortaleza y
la templanza, todo se quedará necesariamente, en las buenas intenciones, que por sí solas no sirven para
absolutamente nada bueno.

Por último es necesario entender que la justicia es fundamental a la hora de establecer el sentido de nuestra
vida. Si somos justos, reconoceremos que siempre debemos trabajar para poder dar a otros lo que les toca,
pues de lo contrario estaríamos faltando a esta virtud, que es el hábito (constante tendencia adquirida
libremente) de dar a cada quién lo que le corresponde. De hecho, la única forma en que el hombre puede
alcanzar la paz inmanente (interna) es a través de actos trascendentes (externos en sus fines, que tienen
una importancia más allá del propio sujeto).

La felicidad, en efecto, es amar. Pero ¿amar cualquier cosa? Lo más perfecto que se puede amar es a otra
persona. La felicidad en efecto es contemplar, pero tampoco cualquier cosa, sino la verdad, y la verdad nos
exige que reconozcamos los derechos de los demás y nuestros propios deberes con ellos.

6 

No es necesario ser un genio para tener un talento. Es cierto que han existido talentos geniales que
sobrepasaron la media, como el talento de Mozart, de Cervantes o de Gabriela Mistral. Sin embargo, para
todos los demás que no son genios, la posesión de un talento no es algo que esté vetado. Por el contrario,
talentos hay para todos, el problema está en la posibilidad de encontrar un lugar en donde desarrollarlos.

El talento es una aptitud o capacidad para el ejercicio de una ocupación. éste no lo elegimos, ni lo
conseguimos, sino que simplemente lo tenemos. A diferencia de una virtud, un talento lo poseemos sin más.
Sin embargo, no nos asegura ningún buen resultado, sino una facilidad para la eventual puesta en práctica
de alguna actividad determinada. No aparece hasta que no lo ponemos en práctica y no tiene ningún valor si
no conseguimos hacer de él una virtud.

Sin embargo, un talento profesional, se entiende y se potencia sólo dentro de una organización. cablar de
talento es hablar de aporte a la actividad común. La razón principal por la que podemos afirmar esto se
encuentra en la propia experiencia: sin otros no puedo desarrollar mis talentos, porque son otros los que
permiten que éstos se pongan en práctica: padres, profesores, jefes, compañeros de trabajo, etc.

Cuando nos referimos al talento que se requiere para ser buen profesional, podemos dar como ejemplo al de
Pelé, de Julio César o de Los Beatles, que contribuyeron a alcanzar resultados superiores o extraordinarios en
un equipo de fútbol, en un ejército o en un grupo musical. Pelé no ganó sólo ninguna copa, sino que lo hizo
con un equipo. Sin el resto de sus compañeros no hubiera sido posible la victoria. Si Pelé hubiera jugado en
un equipo de tercera división también habría destacado, pero sus resultados no habrían sido tan buenos,
pues es muy probable que no hubiera recibido los pases necesarios para hacer las jugadas que su talento le
permitía. Esto es lo que define al talento profesional: talentos individuales que se potencian por el equipo.
Los profesionales aportan con su talento al éxito de la empresa, y las empresas que quieren ser exitosas
facilitan que el talento de las personas que las constituyen se libere, aportando lo más posible al desarrollo
de la empresa. Los profesionales con talentos no son sólo los extraordinarios, como Pelé, sino todos aquellos
que contribuyeron, tal como lo hicieron todos los demás jugadores que participaron en los campeonatos
mundiales que ganó Brasil

De este modo, se puede definir al profesional con talento como aquel que, estando comprometido con el bien
de la empresa, pone en práctica todas sus capacidades para obtener resultados superiores en un entorno y
una organización determinados.

La posibilidad de desarrollar el propio talento se encuentra en el trabajo del equipo. Un mal trabajo en equipo
destruye el talento de las personas que lo conforman y, al contrario, uno bueno fomenta el desarrollo de las
aptitudes de cada uno de los miembros de la organización. La razón de esto se encuentra en el simple hecho
de que nadie tiene en si mismo todas las características necesarias para el buen desarrollo del equipo; nadie
es tan hábil y talentosos para ser arquero y delantero a la vez, ni para jugar y ser el técnico del equipo.

En cierta ocasión le decía Pu Shang a Confucio: ¿Qué clase de sabio eres tú que te atreves a decir que Yen
cui te supera en honradez; que Tuan Mu Tsu es superior a ti a la hora de explicar las cosas; que ChengYu es
más valeroso que tú ; y que Chuan Su es más elegante que tú? Si todo es cierto, entonces, ¿por qué los
cuatro son discípulos tuyos? Confucio respondió: Quédate donde estás y te lo diré. Yen cui sabe como ser
honrado, pero no sabe cómo ser flexible; Tuan Mu Tsu sabe cómo explicar las cosas, pero no sabe dar un
simple sí o un no por respuesta; ChengYu sabe cómo ser valeroso, pero no sabe ser prudente y Chuan Su
sabe cómo ser elegante, pero no sabe ser modesto. Por eso los cuatro están contentos de estudiar conmigo.

La complejidad del entorno, el ritmo y la densidad de los cambios y la amplia gama de conocimientos
requeridos, nos recuerdan que no somos autosuficientes, que solo somos más vulnerables e indefensos que
nunca. El talento, para hacerse efectivo, requiere de otras personas, requiere de equipos de trabajo donde
cada uno aporte al desarrollo de la actividad común. De lo contrario no se obtienen buenos resultados para
las organizaciones, ni se logra poner en práctica los propios talentos.

Para desarrollar adecuadamente nuestros talentos necesitamos la ayuda de otros, así como otros necesitan
la ayuda nuestra.

  
La vocación (del latín 2  que significa    es un llamado realizado por nuestra propia inteligencia,
que debe discernir teniendo en cuenta las complejidades de la realidad, a llevar un tipo de vida determinado,
cumpliendo con los requerimientos del estado que elijamos. Existen vocaciones de vida, como el sacerdocio,
el monacato la vida militar o la de familia, y también vocaciones profesionales, que abarcan un ámbito menor
de nuestras vidas. Un militar puede ser abogado y padre de familia, o un sacerdote puede ser ingeniero o
economista. Las opciones de ambos niveles no se excluyen.

En este capítulo nos referiremos como vocación a la vocación profesional o laboral. En cuanto a ella cabe
hacerse tres grandes grupos de preguntas:

1.Y Preguntas en cuanto al gusto por la labor elegida. Es necesario preguntarse si a uno le gusta
realizar las actividades en las cuales piensa desempeñarse; obviamente no hay trabajo que sea
absolutamente agradable, pero el área elegida, al menos en los momentos en que se realizan las
labores más propias de la profesión, nos debería resultar agradable. Siempre es bueno recordar que
normalmente se trabaja más o menos hasta los 65 años, por lo que vale la pena dedicarse a algo
que a uno le guste.
2.Y Preguntas respecto a la utilidad de lo que se realiza. A una persona le pueden gustar muchas cosas,
pero no todas son útiles. A alguien puede encantarle apilar latas de bebestibles una sobre la otra en
torres lo más altas posibles; incluso se puede llegar a ser muy bueno en ello. Pero es difícil que esto
sea útil para la sociedad.

En este grupo de preguntas cabe la duda respecto al beneficio económico: si hago algo útil a los demás, es
probable que me paguen por ello y, por lo tanto, que pueda llevar una existencia digna. La vocación es un
llamado de la inteligencia, y esta debe tener en cuenta que las personas deben vivir de las actividades que
realicen. No hay que confundir esto con que SOLO importe el dinero a la hora de elegir profesión, pues como
se ve es una de las preguntas que debemos realizarnos en uno de los tres grandes grupos de interrogantes
que hay respecto a este tema.

1.Y Preguntas respecto a la capacidad que tengo para realizar una actividad profesional. Como hemos
visto, no todo el mundo tiene talento, o siquiera la habilidad, para hacer cualquier cosa. Debo
preguntarme si tengo las capacidades naturales necesarias para ser bueno, a nivel profesional, en
la actividad elegida. Si no un talento enorme, al menos la posibilidad real de desarrollar un área.

Si siempre he sido pésimo para las matemáticas y la física y quiero ser ingeniero civil en matemáticas, mi
inteligencia debería sopesar muy bien las posibilidades antes de decidir.

No basta preguntarse por el sentido de la vida, sino que es necesario responder ante la vida misma. La
respuesta debe darse como una respuesta activa y encuadrada dentro de la concreción del cada día, que es
el espacio concreto del ser humano responsable.

El hombre que no comprende el sentido peculiar de su propia existencia singular se sentirá necesariamente
paralizado ante situaciones difíciles de la vida. En cambio, cuando los valores y su realización ocupan un
primer plano en la misión del hombre, el campo de su realización concreta coincide en general con el del
trabajo profesional. éste puede representar el espacio en el que la peculiaridad del individuo se enlaza con la
comunidad, cobrando con ello su sentido y su valor. En este aspecto, el valor y el sentido del trabajo
corresponden a la obra, no a la profesión en sí. Una profesión determinada es la que le da al hombre la
posibilidad de realizarse. Podemos, incluso, decir que ninguna profesión hace feliz al hombre. Es cierto que
muchas gentes, sobre todo las gentes neuróticas, afirman que habrían podido cumplir su misión en la vida si
hubiesen tenido otra profesión, pero al expresarse así equivocan la realidad y el verdadero sentido del
trabajo profesional y se engañan a sí mismas. Cuando una profesión concreta que se ejerce no produce en el
hombre un sentimiento de satisfacción, no debe culparse de ello a la profesión, sino al mismo hombre por la
elección realizada.
Lo importante para darle sentido al trabajo y vincularlo a la propia vocación está en tener claro que lo
importante no es, en modo alguno, la profesión que se ejerce, sino el modo como se la ejerce. Va a depender
de cada uno de nosotros que el trabajo tenga valor, que sea personal y específico, de manera que le de un
carácter único e insustituible a nuestra actividad profesional y sentido a nuestra vida.

Por ejemplo, si analizamos el trabajo de una asistente de enfermería, podemos ver que dentro de su
actividad profesional debe esterilizar la jeringas, sacar del cuarto de los enfermos sus excrementos, hacerles
la cama y acostarlos; faenas muy útiles, pero que en sí mismas difícilmente podrían satisfacer en lo humano
a quien las realiza. Sin embargo, allí donde está, más allá de sus deberes reglamentarios, hace algo
verdaderamente personal. Encuentra, por ejemplo, palabras para consolar al enfermo grave a quien cuida,
allí es donde se le abren las posibilidades de dar sentido personal y propio a lo meramente profesional.

Es fundamental que nuestro trabajo tenga un verdadero sentido vocacional.

Vocación

La vocación (del latín voco, que significa yo llamo) es un llamado realizado por nuestra propia inteligencia,
que debe discernir teniendo en cuenta las complejidades de la realidad, a llevar un tipo de vida determinado,
cumpliendo con los requerimientos del estado que elijamos. Existen vocaciones de vida, como el sacerdocio,
el monacato la vida militar o la de familia, y también vocaciones profesionales, que abarcan un ámbito menor
de nuestras vidas. Un militar puede ser abogado y padre de familia, o un sacerdote puede ser ingeniero o
economista. Las opciones de ambos niveles no se excluyen.

En este capítulo nos referiremos como vocación a la vocación profesional o laboral. En cuanto a ella cabe
hacerse tres grandes grupos de preguntas:

1.Y Preguntas en cuanto al gusto por la labor elegida. Es necesario preguntarse si a uno le gusta
realizar las actividades en las cuales piensa desempeñarse; obviamente no hay trabajo que sea
absolutamente agradable, pero el área elegida, al menos en los momentos en que se realizan las
labores más propias de la profesión, nos debería resultar agradable. Siempre es bueno recordar que
normalmente se trabaja más o menos hasta los 65 años, por lo que vale la pena dedicarse a algo
que a uno le guste.
2.Y Preguntas respecto a la utilidad de lo que se realiza. A una persona le pueden gustar muchas cosas,
pero no todas son útiles. A alguien puede encantarle apilar latas de bebestibles una sobre la otra en
torres lo más altas posibles; incluso se puede llegar a ser muy bueno en ello. Pero es difícil que esto
sea útil para la sociedad.

En este grupo de preguntas cabe la duda respecto al beneficio económico: si hago algo útil a los demás, es
probable que me paguen por ello y, por lo tanto, que pueda llevar una existencia digna. La vocación es un
llamado de la inteligencia, y esta debe tener en cuenta que las personas deben vivir de las actividades que
realicen. No hay que confundir esto con que SOLO importe el dinero a la hora de elegir profesión, pues como
se ve es una de las preguntas que debemos realizarnos en uno de los tres grandes grupos de interrogantes
que hay respecto a este tema.

1.Y Preguntas respecto a la capacidad que tengo para realizar una actividad profesional. Como hemos
visto, no todo el mundo tiene talento, o siquiera la habilidad, para hacer cualquier cosa. Debo
preguntarme si tengo las capacidades naturales necesarias para ser bueno, a nivel profesional, en
la actividad elegida. Si no un talento enorme, al menos la posibilidad real de desarrollar un área.

Si siempre he sido pésimo para las matemáticas y la física y quiero ser ingeniero civil en matemáticas, mi
inteligencia debería sopesar muy bien las posibilidades antes de decidir.

No basta preguntarse por el sentido de la vida, sino que es necesario responder ante la vida misma. La
respuesta debe darse como una respuesta activa y encuadrada dentro de la concreción del cada día, que es
el espacio concreto del ser humano responsable.

El hombre que no comprende el sentido peculiar de su propia existencia singular se sentirá necesariamente
paralizado ante situaciones difíciles de la vida. En cambio, cuando los valores y su realización ocupan un
primer plano en la misión del hombre, el campo de su realización concreta coincide en general con el del
trabajo profesional. éste puede representar el espacio en el que la peculiaridad del individuo se enlaza con la
comunidad, cobrando con ello su sentido y su valor. En este aspecto, el valor y el sentido del trabajo
corresponden a la obra, no a la profesión en sí. Una profesión determinada es la que le da al hombre la
posibilidad de realizarse. Podemos, incluso, decir que ninguna profesión hace feliz al hombre. Es cierto que
muchas gentes, sobre todo las gentes neuróticas, afirman que habrían podido cumplir su misión en la vida si
hubiesen tenido otra profesión, pero al expresarse así equivocan la realidad y el verdadero sentido del
trabajo profesional y se engañan a sí mismas. Cuando una profesión concreta que se ejerce no produce en el
hombre un sentimiento de satisfacción, no debe culparse de ello a la profesión, sino al mismo hombre por la
elección realizada.

Lo importante para darle sentido al trabajo y vincularlo a la propia vocación está en tener claro que lo
importante no es, en modo alguno, la profesión que se ejerce, sino el modo como se la ejerce. Va a depender
de cada uno de nosotros que el trabajo tenga valor, que sea personal y específico, de manera que le de un
carácter único e insustituible a nuestra actividad profesional y sentido a nuestra vida.

Por ejemplo, si analizamos el trabajo de una asistente de enfermería, podemos ver que dentro de su
actividad profesional debe esterilizar la jeringas, sacar del cuarto de los enfermos sus excrementos, hacerles
la cama y acostarlos; faenas muy útiles, pero que en sí mismas difícilmente podrían satisfacer en lo humano
a quien las realiza. Sin embargo, allí donde está, más allá de sus deberes reglamentarios, hace algo
verdaderamente personal. Encuentra, por ejemplo, palabras para consolar al enfermo grave a quien cuida,
allí es donde se le abren las posibilidades de dar sentido personal y propio a lo meramente profesional.

Es fundamental que nuestro trabajo tenga un verdadero sentido vocacional.

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