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Cortos de
campo
Volumen 4
1
María Luisa Villarreal Sonora
Martín M. Balam Perera
www.simbiosismx.com
2
E
ste es el cuarto libro de
narraciones breves de nuestras
memorias de trabajo
comunitario; como en los otros
libros, todas estas historias provienen
de nuestras experiencias y son
lecciones de aprendizaje humano
para quienes desean involucrarse en
el trabajo comunitario del Manejo
de Recursos Naturales en el sureste
de México…y que como nosotros
disfrutan de su trabajo.
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Contenido
La “experta” ................................................................................ 5
Durmiendo en el lodo ................................................................. 8
Las abejas y el color negro......................................................... 12
“El encantador de víboras” ......................................................... 14
Elefantes, Cobras y Sanguijuelas en Sri Lanka .............................. 18
Atrapados en Chiapas ............................................................... 24
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La “experta”
Hemos tenido oportunidad de atender a todo tipo de visitantes pero
algunos son memorables. Esta chica que llamaremos Franchesca
(nombre cambiado) era francesa, pero hablaba muy bien español. Era
una francesa muy desagradable, no una francesa simpática.
Realmente nos intimidó. Pensamos que debía ser una especie de tarzán
femenino, como una anfitriona de los Exploradores de National
Geographic, toda ella bonita y arregladita, y sin temor del ataque de
insectos, abejas y avispas atraídas por su perfume floral.
- ¡¿Por qué hay tantos insectos?! – gritaba cada vez más frecuente y
más alto, mientras comenzaba a rascarse como chango con
pinolillo
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- No debería rascarse los piquetes, le va a causar una reacción -
tratamos de advertirle
-¡No! – replicó cortante – ¡ya pagué por esta cosa y quiero que me den el
servicio!. Nos pareció grosera, muy grosera y decidimos no volver a
importunarla
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Estuvo muy callada durante la cena, lucía horrible, roja, rosada, hinchada,
brillosa y deforme. Y muy, muy molesta.
Las cocineras bromeaban en Maya con los guías, no había que adivinar
sobre que, sólo había que observar al guía fingir estar rascándose como
chango.
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Durmiendo en el lodo
Martin estuvo involucrado en un proyecto de Telemetría de Hocofaisanes
hace unos años. Tenían que seguir de manera permanente a un grupo
de estos animales, que portaban un collar que emitia una frecuencia de
radio.
Martin trató de bordaear algunas de estas “zanjas” del tractor, pero como
no podía saber con anticipación que tan profundas estaban (por estar
cubiertas de agua) y debido a lo resbaloso del lodo, inevitablemente en
uno de los cruces, ocasionó que la estaquitas se deslizara sin poder
controlarla.
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Sus compañeros estuvieron de acuerdo
Pero también estaba el asunto de los moscos. Uno de los tres podría
dormir en la cabina de la estaquitas y los otros dos tendrían que
envolverse como taco o ser donadores de sangre para la nube de moscos
de la noche y la madrugada.
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suerte a sus dos compañeros que iban a realizar ofrenda de sangre a los
moscos.
Horas más tarde sacó su cabeza de entre la sábana para ver si ya había
amanecido y se incorporó al ver que estaba clareando. El guía se había
levantado hace un rato y estaba abanicándose a un costado del camino
con un trozo de palma, espantándose los moscos.
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Eran casi las seis de la mañana y los miembros del grupo de reforestación
no tardarían en llegar, así que los tres se sentaron pacientemente a
abanicarse los moscos en la caja de la camioneta.
Durante casi una hora trataron entre todos de aflojar los birlos, le pusieron
afloja todo y tomaron turnos. – Nada pasó. Los reforestadores se fueron y
los técnicos se quedaron tratando de cambiar su llanta ponchada.
Posdata: Nunca pudimos sacar las manchas de lodo rojo de la ropa exterior,
interior, calcetas, botas, gorra, mochila, sábana y cobertor de Martín…terminaron
en la basura.
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Las abejas y el color negro
Solo hay dos cosas a las que tememos en la selva: Serpientes y abejas
africanizadas (llamas Abejas Asesinas). Estas últimas causan igual o más
decesos en el sureste de México (donde están presentes hace mucho,
muchos años) que las serpientes.
Hay tres cosas que las abejas africanizadas de la región las pone agresivas
de más (de por si son agresivas): el calor del Sol, el olor cítrico (que huele a
ferormonas) y el color oscuro (entre mas oscuro, mas se molestan).
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- El apiario está al final de este sendero (dijo señalando una brecha
angosta a la derecha) pero nosotros vamos a la milpa por esta
otra (a la izquierda), y aquí no hay peligro.
Y comenzó la estampida, las abejas nos seguían y parecían estar por todos
lados, no eran muchas, pero eso no hacía que nos diera menos miedo.
Salimos picoteados, el que menos se llevó un par de piquetes.
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“El encantador de víboras”
Hace unos siete años, dábamos pláticas de orientación sobre
diversificación de producción y uso de los recursos de la selva en
comunidades mayas del centro del Estado de Quintana Roo.
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- ¿Para qué la quieres? – Casi temía preguntarle, imaginándome
algún uso alocado
Como Luis me prometió que iba a tener cuidado me quedé más o menos
tranquila.
Antes de que pudiera decir una palabra, las primeras tres filas del salón, se
quedaron vacías. Las mujeres corrieron a la parte de atrás dando gritos y
vociferando con risas nerviosas unas, otras con cara de estar muy
molestas, con palabrotas en maya (esas sí me las sé).
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-Tranquilos, tranquilos – dijo con voz pausada y profunda, como de
catedrático de universidad – no pasa nada, la tengo bien agarrada,
además no es venenosa, solo hay que saber como agarrarlas, no todas las
víboras son peligrosas…
Las mujeres gritaban con más fuerza, algunas hacían arcadas de vómito y
algunas se salieron cubriendo los ojos de sus hijitos.
La sala era un caos total, gritos e insultos, gente con la cara verde, niños
gritando y al frente Luis estaba en silencio, visiblemente preocupado,
intentando desengancharse la culebra (esta especie tiene los dientes
curvos) que estaba muy, muy atorada mordiendo su brazo.
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- Bueno – le dije. Si tratabas de hacer que la gente le perdiera el
miedo a las culebras, vas a tener que cambiar de táctica.
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Elefantes, Cobras y Sanguijuelas en Sri Lanka
Martin tuvo oportunidad de viajar a la isla de Sri Lanka, hace ya algunos
años, andando siempre en esto de la conservación. Con apoyo de una
fundación, viajó alrededor del mundo y estuvo un mes aprendiendo
sobre restauración de selvas y producción sustentable. Aquí les contamos
algunas de los momentos más memorables de su viaje (y algunos
consejos para los que planean viajar algún día por aquellos rumbos).
El primer reto de llegar a Sri Lanka fue el viaje de dos días en avión. Desde
la ciudad de México – Miami – Berlin – Paris – Colombo (Sri Lanka). Más
de 30 horas, sentado en un avión.
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Hay dos animales en Sri Lanka, de los que uno debe cuidarse. Las cobras
(mira abajo) y los elefantes (mira arriba).
-¿Por qué no las matan si son mortales? – preguntó Martín a uno de los
guías (a través de Emily).
-Porque en el budismo todos los seres vivos son un regalo, y todas las
vidas son preciadas y valiosas…y porque el veneno de cobra se vende a
muy buen precio. – sonrió el guía – mucha gente es mordida cada año, y
con el veneno hacen antídotos. Aunque si una cobra te muerde no duras
mucho, una o dos horas a lo mucho.
Los elefantes son usados en toda la isla para agricultura y como animales
de carga. Se les ve deambulando por los caminos rurales terrosos, como
cualquiera ve un camión de tres toneladas en un camino rural en México.
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Este consejo fue ligado al de “lleva papel de baño”. Al principio Martin no
entendía el propósito de llevar papel de baño, pero finalmente lo
convencí de llevar cuatro rollos de papel de doble hoja, del pachoncito.
- Creí que era para echarle al baño, y casi, casi uso un calcetín –
pero recordé que traía una libreta y le di un buen uso.
Aquí viene el enlace entre la mano izquierda y el papel. Resulta que en Sri
Lanka rural, la gente no se limpia con papel, se lava con la mano
izquierda…sin jabón. Así que la única función de la mano izquierda es esa,
lavar el trasero después de ir al baño (no hay zurdos oficiales).
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Asi que es todo un ritual, sentarse en el piso, en las mesitas chaparritas,
servirse con los cucharones en grandes platos de madera, primero el
arroz, el guisado de coco con curry, o de calabaza y tomate…con curry, o
de habas y picante…con curry…o el de raíces y especias, y papas…con
curry.
La fauna abunda en Sri Lanka, y en los bosques y los pantanos por donde
Martín paseó conociendo proyectos había un animalito especialmente
abundante: sanguijuelas.
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Tuve que moverme, porque mis guías me indicaron que los “cuates” de la
sanguijuela estaban invitándose al festín en mis pies. Yo caminaba con
dificultad, estirando a esa desgraciada, y no se soltó. Increíblemente no
me dolía, pero podía verla succionándome la sangre como un vampiro.
-¡Desgraciados! – pensé
-Martín tuvo que hacer “streptease” para pagar su comida en Sri Lanka,
me decía Emily, divertida, bromeando sobre el incidente.
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Martín miraba perspicaz a Emily (que muchos años trabajó en
Latinoamérica). Y ambos sonreían maliciosos.
Luego resultó que era una costumbre normal. Los amigos, los buenos
amigos se toman la manita, o el dedito (como diría nuestra hija de 11
años : “hacen el pinky promes”)
Pasó de ser algo curioso, a ser algo que ya no nos llamaba la atención,
convivir y ver a los dos varones que eran sus guías, tomarse la mano,
entrecruzando deditos y toda la cosa.
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Atrapados en Chiapas
En el 2006 tuvimos oportunidad de evaluar algunos proyectos de
Ecoturismo. Era Julio, temporada de vacaciones y decidimos llevar a
nuestras hijas con nosotros. Ese Julio fue también un mes de mucha lluvia
y con muy mal tiempo. Aunado al mal clima de los años anteriores,
habían dejado la infraestructura carretera en muy malas condiciones.
El puente estaba caído, pero como teníamos que llegar y el río estaba casi
seco, cruzamos de Norte a Sur sobre un terraplén que unas máquinas
estaban compactando como paso temporal. Luego avanzamos unos 15
kilómetros en línea recta hasta un Embarcadero llamado “Las Garzas”.
Eso nos dio una primera idea de por qué los proyectos no estaban
funcionando, por cierto.
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carretera angosta bordeando humedales y selvas desde el pueblo
anterior, desde el Norte…y al Este, Oeste y al Sur solo hay una pared de
unos 8 a 10 metros de manglar.
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con una vista impresionante del Océano Pacífico...era finales del mes de
Julio, a mitad de temporada vacacional y no había ni un alma.
-Son otras lanchas que trafican por la laguna – dijo sin inmutarse nuestro
conductor – es para que sepan que estamos avanzando por este tramo. Y
volvió a levantar la linterna sin bajar la velocidad. Decenas de luces
volvieron a aprecer y desaparecer.
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-No se nadar – le dije – así que llévanos despacio.
-Si algo pasa –le susurre a Martín - agarra a Cecila y trata de alcanzar
algún manglar, yo agarro a malu y tratare de pescarme de otro. Él asintió.
El pueblito estaba oscuro y solo las luces mortecinas de las casitas y locales
que aún estaban abiertos iluminaban un poco la callecita circular del
embarcadero. El restaurante donde estaba aparcada nuestra camioneta
estaba aún abierto.
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Respiramos aliviados cuando llegamos a la autopista, solo para enterarnos
que estaba cerrada, debido a un puente derrumbado a unos 20
kilómetros más adelante.
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