Hay verdades que no por repetidas dejan de tener su contundencia, una de ellas es que no hay democracia posible, sin la participación libre y no condicionada de la ciudadanía en el manejo del Estado y sus instituciones. Se requiere para ello de organizaciones que permitan una articulación ideológica o por lo menos programática del accionar ciudadano en el Estado.
Hay verdades que no por repetidas dejan de tener su contundencia, una de ellas es que no hay democracia posible, sin la participación libre y no condicionada de la ciudadanía en el manejo del Estado y sus instituciones. Se requiere para ello de organizaciones que permitan una articulación ideológica o por lo menos programática del accionar ciudadano en el Estado.
Hay verdades que no por repetidas dejan de tener su contundencia, una de ellas es que no hay democracia posible, sin la participación libre y no condicionada de la ciudadanía en el manejo del Estado y sus instituciones. Se requiere para ello de organizaciones que permitan una articulación ideológica o por lo menos programática del accionar ciudadano en el Estado.
LA PARTICIPACION POLÍTICA José Bolívar Castillo V.
Hay verdades que no por repetidas dejan de tener su
contundencia, una de ellas es que no hay democracia posible, sin la participación libre y no condicionada de la ciudadanía en el manejo del Estado y sus instituciones. Se requiere para ello de organizaciones que permitan una articulación ideológica o por lo menos programática del accionar ciudadano en el Estado. Una de las grandes aspiraciones cuando se retornó a la democracia formal luego de las dictaduras militares en 1979, era asegurar la libertad de participación `política de los ciudadanos. La Nueva Constitución aprobada en referéndum de 1978 establecía que no habrá impedimento ni obstáculo alguno a la libre intervención de la ciudadanía en la vida política del Estado que no era tan solo un derecho sino una obligación cívica. Al paso de poco tiempo se inició la utilización del Estado, sus recursos, sus contratos, su aparato administrativo, para generar clientelas electorales, es decir cadenas de dependencia y sometimiento a la voluntad de quienes desde el presupuesto Estatal ejercían la filantropía con recursos públicos. Poco a poco se fue privatizando el Estado y sus instancias administrativas a órdenes de grupos gremiales o sindicales o a grupos de presión económica y especulativa, que financian, las a propósito costosas campañas electorales. Se prostituyó la participación electoral del pueblo, con el “jama caleta y camello” o “jama, caleta y bronca” que produce el voto sometido de un pueblo asediado por la inseguridad y el resentimiento u odio, contra todo lo que signifique actividad política o poder público. Se ha estigmatizado al máximo la participación política, al extremo de considerar casi un delito la intervención de la gente común en la actividad política. Decirle a alguien que es político resulta en la práctica un insulto de la peor especie. La única forma “decente” de intervenir en política con derecho propio es tener algo que repartir, la gente solo se moviliza alrededor de intereses pecuniarios, se dice con cinismo. Todo este período de democracia formal ha estado plagado de estrategias populistas más o menos de corte izquierda o derecha, ahí están la sucretización de la deuda privada, el seguro campesino, para cargar sobre los afiliados del IESS, el sistema nacional de salud rural que el Estado debía financiar con sus propios recursos. Los bonos y los subsidios al consumo, las gratuidades que solo sirvieron para descalificar y anular los servicios públicos fundamentales como la educación, la salud o la protección social. Una política nacional saturada de filántropos y mendigos, con seudo partidos u organizaciones políticas que usan a mansalva el Estado para esta finalidad. Todo un modo perverso de entender y hacer la política. No es nada raro que precisamente cuando asaltaron los recursos públicos con el saqueo bancario, engendrado con la famosa Ley de Instituciones Financieras de 1995, se haya creado el bono de la pobreza que eufemísticamente le llaman ahora bono solidario. Si algún cambio importante podría haber efectuado la denominada “revolución ciudadana” era la de crear las condiciones para que la ciudadanía pueda participar libremente en la actividad política, mediante una efectiva descentralización y desconcentración regionalizada del poder central en el espacio nacional y el señalamiento con claridad de cuál es el rol de los partidos, movimientos o como quiera que se llamen las organizaciones de participación política, que no gobiernan , no cogobiernan, que no son los encargados de repartir las dadivas del botín burocrático o contractual del Estado y que en una democracia solamente deben servir de canales de expresión de la voluntad ciudadana para la toma de decisiones electorales o plebiscitarias a sabiendas de que el mandato público solo puede ser ejercido en función del todo nacional o local con sentido pluralista e incluyente y no al servicio de la pandilla del poder o de la parcialidad ideológica que presentó una candidatura. Por cierto que esto no significa, como por ahí alguna legisladora oportunista y desleal argumenta, que se tengan que traicionar los principios y la elemental consecuencia con los que se obtuvo una votación. Ya han transcurrido más de dos años desde que la Asamblea Nacional Constituyente decidiera eliminar la vida jurídica de partidos y movimientos para que vuelvan a reinscribirse de acuerdo a la nueva normatividad constitucional. Frente al silencio acomodaticio y cómplice de los grandes partidos nacionales, que se han declarado en hibernación tuvo que ser un movimiento surgido en una de las provincias más excluidas y discriminadas del país, como es el ARE Acción Regional por la Equidad, el que exija desde Marzo de este año al Consejo Nacional Electoral, que emita los formularios para que sea posible recoger las firmas de promoción y adhesión. En menos de 60 días se recogieron muchísimo más firmas de las necesarias para la reinscripción y fue Loja la ciudad en la que se presentó y reinscribió de conformidad con la Ley el primer actor político colectivo que para el efecto no interesa si se llama partido o movimiento. Tiene, por otra parte, muchísima razón el Presidente Correa cuando no les ha dado carta blanca a los dirigentes de Alianza País, para que abusen del poder público en el afán de establecer un partido desde el Estado y sus prerrogativas. La política moderna no se hace con sectas excluyentes sino con movimientos abiertos e incluyentes, capaces de dar respuestas al aquí y al ahora concreto. La verdad es que la Revolución Política esta entero por hacerse y que los afanes concentradores que se perciben dejan ver los propósitos de los grupos especulativos que los alientan.