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I. Consideraciones generales.
En el año 1953, Don Mariano Picón Salas, uno de los más excelsos pensadores
venezolanos del Siglo XX, publicó un breve, pero profundo, ensayo sobre Don Simón
Rodríguez. Texto a partir del cual quiero, en esta mañana, desarrollar las ideas que
me he propuesto exponer ante ustedes, atendiendo la agradecida invitación que me
hicieran los organizadores de este Seminario, sobre el siempre vigente y pertinente
pensamiento educativo y social, de Paulo Freire y Simón Rodríguez.
Dice en su texto el Maestro Mariano Picón Salas, que dos obras habrán de
marcar la impronta en el pensamiento y la vida del ilustre pensador sobre el cual hoy
dejamos discurrir algunas opiniones. La primera de ellas se titulaba “Robinson
Crusoe”, del autor inglés Daniel Defoe, publicada en Londres en 1719; la otra, “Emilio
o la educación”, escrita por el autor francés Jean-Jacques Rousseau, publicada en
París en 1762.
Obras, que al decir de Picón Salas, eran aparentemente tan distintas entre si,
sin embargo, “ambas coincidían en un problema general como el de mayor y más útil
formación del hombre”.
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inteligencia de que es capaz”.
Acto creativo que “sólo por un esfuerzo y por que le anima la acérrima
voluntad de no morir, creará por sí mismo todos aquellos utensilios con que ha de
vencer y apaciguar la penuria y dureza del ambiente”.
Del Emilio de Rousseau, Picón Salas destaca que “la enseñanza que más vale
es la que el hombre logra en la detenida y emocionada observación de todo lo
viviente; no sólo lo que leemos en los textos de estudio o nos trasmiten los maestros,
sino reflexionando sobre cuanto pasa por nuestra conciencia. La naturaleza es el
primero y más fascinante libro que invita a nuestros ojos, y desenvolviendo la
imaginación, la sensibilidad y hasta la fantasía poética, el hombre puede ser su propio
maestro”
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que debía ser el modelo educativo de las nacientes naciones americanas. Dijo el
Libertador que su maestro "enseñaba divirtiendo", método que rompía radicalmente
con las rígidas costumbres educativas del colonialismo español.
¡Juro delante de usted; juro por el Dios de mis padres; juro por ellos; juro por
mi honor, y juro por mi Patria, que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a
mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del
poder español!
Su discípulo más universal, el Libertador Simón Bolívar, diría de él que es: "El
hombre más extraordinario del mundo".
Pues bien, para Simón Rodríguez, el acto educativo, el acto docente, tenía que
ser una verdadera Paideia. Para él, la educación era una actividad eminentemente
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social. Concebía la educación como una educación pública, popular y republicana.
Orientada a la formación de ciudadanos, de ciudadanía. Que no fuera excluyente, por
lo que debería implementarse a través de una metodología de observación-reflexión-
meditación, debería basarse en la experimentación, antes que en el sistema
memorístico, el cual caracterizaba la educación venezolana, y americana, de
entonces.
Según su opinión:
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Entendió, que el proyecto de fraguado de una nueva sociedad es un proyecto
colectivo, participativo. Al respecto, nos legó la siguiente afirmación: “Es un deber de
todo ciudadano instruido el contribuir con sus luces a fundar el Estado, como con su
persona y bienes a sostenerlo”.
Por ello, pensar América significa imaginar una sociedad en donde impere la
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justicia social. Esfuerzo intelectual que debe conducirnos a diseñar una nueva
estrategia de desarrollo. Proceso en el cual debemos tener presente la capacidad de
percibir nuestra heterogeneidad sociocultural. Heterogeneidad que no puede ser
asimilada como dispersión, disgregación o atomización, sino más bien, como unidad
en la diversidad.
Pues bien, pensar América desde y para América no es una tarea fácil. Ello
requiere –cuando menos– reflexionar de manera desprejuiciada sobre lo que ha sido
nuestro proceso histórico. Significa avanzar en una reflexión profunda acerca de
cómo se estructuraron nuestras sociedades, por qué ellas han funcionado de una
determinada manera y no de otra.
Se trata, por tanto, de desmontar toda una visión, toda una cultura, que se
sustentó en la modernidad capitalista que encontró en la teoría ética de la “mano
invisible” de Adam Smith, que colocó al mercado como el sujeto fundamental de
dicha estructuración social, que colocó la ética del mercado como una ética absoluta.
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insatisfacción de los pueblos por el modo de vida a que han sido sometidos, por el
neoliberalismo.
Que como resultado de esa globalización, al decir de Tony Negri, “ha surgido
una nueva forma de soberanía”. El imperio, es el sujeto político que regula el
intercambio global, el imperio es el poder soberano que gobierna el mundo.
Por lo que el reto que hoy tenemos no es menor. Se trata de fraguar nuevos
modelos de sociedades que se estructuren y funcionen a partir de una lógica opuesta
a la establecida por la hegemonía del imperio.
Se trata, por tanto, de construir una nueva sociedad americana. Una nueva
forma de vivir que sea pensada desde América y para otra América. Una nueva forma
de sociedad que trascienda la modernidad occidental, que supere la modernidad
capitalista.
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objetivo central resolver los problemas de los sectores postergados, de los excluidos.
De allí que la producción de bienes y servicios debe orientarse hacia la satisfacción de
las necesidades de la mayoría.
Pues bien, se trata de construir sociedades nuevas que estén guiadas por el
principio de la solidaridad humana, antes que por el lucro individualista. Sociedades
en las cuales los grupos sociales, al unirse y funcionar como “pueblo”, puedan
modificar la estructura política de la sociedad.
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evolución, nos llevaría a señalar, por ejemplo, que durante los siglos XVII y XVIII,
Hobbes, Locke, Spinoza, Kant, entre otros, concibieron a la sociedad civil como la
culminación de la “razón práctica”, como superación del “estado de naturaleza”.
Hegel, en el siglo XIX, “consideró el Estado como la realización y superación de la
sociedad civil”; en función de ello, el estado encarnó “el espíritu objetivo” del
desenvolvimiento de la razón, la cual se objetivaría en el monarca.
Por su parte, Marx, a mediados del siglo XIX, conceptualizó a la sociedad civil,
como “sociedad regulada”, como “hogar de la historia”. Punto de partida del
marxismo crítico para analizar las relaciones entre “sociedad política” y “sociedad
civil”.
Uno de los mayores errores del “socialismo real” reside, precisamente, en que
éste anuló la sociedad civil, ya que la “verdad del partido” y la omnipotencia y
omnipresencia de burocracia estatal, en definitiva la estadolatría, impidió el
establecimiento de un relacionamiento equilibrado entre la sociedad política y la
sociedad civil.
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más amplia, más abierta, en donde los intereses del colectivo social puedan ser
canalizados socialmente. Lo cual, a su vez, permitirá alcanzar una mayor
democratización de la cultura política.
Criterio éste que la reduce a una simple forma de gobierno, que la convierte
en un sistema tecnocrático, el cual adquiere su mayor especificidad en la llamada
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“gobernabilidad democrática”.
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Edificar, pues, sociedades en donde impere la justicia social, en donde se
hagan realidad los derechos humanos, constituye el sueño, la utopía, de este tiempo.
Derechos que son la razón humana del hecho de ser un ser humano.
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Sobre este aspecto, su crítica fue muy contundente, señaló: “Hagan los
Directores de las Repúblicas lo que quieran, mientras no emprendan la obra de la
‘educación social’, no verán los resultados que esperan. Nunca saldrán de la
fastidiosa repetición de ‘principios generales’, ni de la interminable disputa sobre
derechos y libertades que ¡tanto perjudica al crédito de la causa y a la reputación de
sus defensores!”.
O inventamos o erramos
Muchas gracias.
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