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Mutismo selectivo
Trastornos de ansiedad.
El niño acostumbra a ser una persona ansiosa por naturaleza, aunque esta actitud
expectante puede constituir un auténtico trastorno cuando la angustia es el síntoma
predominante y repercute en el ajuste psicosocial. En síntesis, la ansiedad
(etimológicamente: incomodidad) se relaciona con el componente psíquico, mientras
que la angustia (etimológicamente: estrechez), con el componente orgánico del
estado emocional.
Trastornos adaptativos
Trastornos de la personalidad
Trastorno antisocial.
Trastorno de conducta.
Existe un patrón persistente de conducta (que dura seis meses, como mínimo), en el
que se violan los derechos básicos de los demás y las normas sociales apropiadas a la
edad. Este patrón de conducta se da en casa, la escuela, con los compañeros o en la
comunidad. Son trastornos de conducta más serios que las típicas picardías o
travesuras de los niños y adolescentes. En función de la edad de inicio, se pueden
establecer dos subtipos: tipo de inicio infantil, cuando el trastorno de conducta
aparece antes de los 10 años de edad y tipo de inicio adolescente cuando aparece
pasada esta edad. Según la gravedad del trastorno y los daños que cause se divide
en: leve, moderado y grave. El cuadro es llamativo y fácil de identificar (agresiones
físicas, conductas destructivas, robos, atracos, violación y, en algunos casos,
homicidio). El robo encubierto es frecuente. Las mentiras y las trampas en los juegos
y en las actividades académicas son una constante. Es frecuente que hagan novillos y
se escapen de casa. Como sintomatología asociada se puede observar un uso
habitual de tabaco, bebidas alcohólicas u otras drogas, y una conducta sexual de
comienzo muy temprano en relación al grupo de niños de su medio. El niño que
presenta este trastorno de conducta tiene una baja autoestima, aunque pueda dar
una imagen de "dureza". Son rasgos frecuentes, la baja tolerancia a la frustración, la
irritabilidad, el temperamento irascible y la temeridad. Son frecuentes los síntomas de
ansiedad y depresión, que pueden justificar diagnósticos adicionales. El diagnostico
diferencial deberá hacerse fundamentalmente con el trastorno antisocial de la
personalidad, con el trastorno de negativismo desafiante y con el trastorno por défi-
cit de atención con hiperactividad. Se consideran factores predisponentes los
antecedentes por trastorno por déficit de atención con hiperactividad, o trastorno de
negativismo desafiante, el rechazo de los padres, la educación inconsistente con
disciplina excesivamente rigurosa, la vida en una institución de acogida desde la más
temprana edad, los cambios frecuentes de las figuras parentales (padres adoptivos,
parientes o padres ocasionales), la ausencia del padre o su dependencia alcohólica,
padres que sufren trastorno antisocial de la personalidad y la asociación a grupos
marginales y delincuentes. El tratamiento tiene una fundamental vertiente preventiva
en la que han de emplazarse todas las instituciones sociales, insistiendo en la defensa
y apoyo de la familia, potenciando sus vínculos de unión y sus valores como
estructura estable de convivencia. Cuando el trastorno de conducta se está
consolidando, la red de apoyo de la asistencia social tiene un importante papel
complementándose con sesiones de terapia familiar, conductual o humanística. El
tratamiento farmacológico intenta controlar los accesos de agresividad.
El cuadro clínico está constituido por la dificultad para reconocer las palabras y
comprender el texto que se intenta leer. El niño acostumbra a tener una capacidad
intelectual normal, pero su habilidad para la lectura está por debajo de ella. El
espacio bidimensional que alberga el mundo artificial de los símbolos gráficos, las
letras, se hace incomprensible y no acierta en la orientación hacia arriba o hacia
abajo, hacia la derecha o hacia la izquierda, de determinada letra o palabra. El
diagnóstico se establecerá mediante la práctica de pruebas de inteligencia con
subtests verbales. Como sintomatología asociada aparecen dificultades en el
lenguaje, en la secuencia o ritmo adecuado de las palabras, dificultad en la
discriminación de sonidos (por ejemplo, en el dictado), desorientación temporal
espacial, y frecuentemente es ambidiestro o zurdo, pudiendo presentar signos
neurológicos menores, como mala coordinación de movimientos o agnosia digital,
especialmente los niños más pequeños. La edad de aparición coincide con la etapa
escolar del aprendizaje de la lecto-escritura, pero se precisa una persistencia del tras-
torno para efectuar el diagnóstico. Los antecedentes familiares son habituales. En
realidad, la dislexia es hereditaria, particularmente en lo que concierne a la línea
materna, incluso se cree que el gen responsable se halla en una determinada sección
del cromosoma 6. Las complicaciones derivadas son las relacionadas con el fracaso
escolar. El diagnóstico diferencial distinguirá la deficiencia mental; la enseñanza
inadecuada, comprobando que en la misma escuela hay otros niños con dificulta- des
similares; y las anomalías visuales o auditivas. El tratamiento pasa por adecuados
programas psicopedagógicos de reeducación en el campo de la pedagogía
terapéutica, con cuadernos de ejercicios de diferentes niveles de dificultad en la lecto-
escritura. Ha sido preconizado el uso de ordenadores para superar estos trastornos.
A nivel farmacológico puede ensayar-se el piracetam.
Trastorno de la expresión escrita o disgrafía.
Hay niños que presentan una "pereza" en el desarrollo cronológico esperable por la
edad en la aparición de sus habilidades motrices. Son niños que, ya de bebés, son
lentos, torpes y patosos en sus movimientos, al mismo tiempo que se muestran rápi-
dos, vivaces y expresivos en su interrelación con el entorno. A medida que crecen y
empiezan a andar, tropiezan con frecuencia, se les caen las cosas y rompen todo lo
que tocan (son los maldresés de la literatura francesa), siendo la entidad más
conocida la que afecta a la maduración de la capacidad de coordinación.
Esquizofrenia
Esta psicosis comienza frecuentemente en la edad juvenil, de tal manera que una
de sus cuatro variantes, la hebefrenia, significa etimológicamente: locura de los
jóvenes. La enfermedad es muy rara antes de los 15 años y después de los 40-50.
Es importante que el pediatra conozca que hay formas de comienzo súbito y
florido, en las cuales un joven que hasta el día anterior aparentaba absoluta
normalidad, amanece con alucinaciones y delirios. Paradójicamente, estas formas
de comienzo brusco son las de mejor pronóstico, presentándose en muchos casos
una sola vez en la vida. El diagnóstico se realiza por la presencia de unos
síntomas característicos (aunque no siempre están presentes), que afectan las
siguientes áreas: 1) contenido del pensamiento, con ideas delirantes, a menudo
de tipo persecutorio; 2) curso del pensamiento, con pérdida de la capacidad
asociativa (las ideas cambian de un tema para otro sin relación); 3) percepción,
con la presencia de alucinaciones, siendo las más frecuentes de tipo auditivo
(voces que le insultan o le inducen a hacer algo); 4) afectividad que acostumbra a
estar embotada, con notable reducción en la manifestación de los afectos, con
voz monótona y facies inexpresiva, y 5) sentido del yo, con perplejidad acerca de
la propia identidad y significado de la propia existencia. Por definición, el
diagnóstico de esquizofrenia requiere una duración mínima de 6 meses. El
tratamiento consistirá, además del imprescindible apoyo psicoterapéutico (terapia
familiar y personalizada), en el manejo adecuado de fármacos neurolépticos o
antipsicóticos atípicos.
Problemas de relación
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS