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Con frecuencia, los turistas son agredidos tras mostrarse amistosos con algún
pequeño, a grado tal que el Departamento de Estado de Estados Unidos
recomienda a los estadounidenses que al viajar a Guatemala eviten todo
contacto con niños guatemaltecos.
Por otro lado, a veces los mismos progenitores no cuentan con los recursos o
la voluntad de proteger a sus hijos. El trámite para dar un hijo en adopción es
más fácil que el que se requiere para vender un carro, y los padres reciben
hasta mil 200 dólares por cada hijo que entregan.
Son complejas las causas de esta explotación y escapan los límites de una
sentencia racional sencilla porque a primera vista juzgamos el hecho de
inhumano y quisiéramos que no existieran estos abusos.
Es necesario que reflexionemos en la causa de estos problemas, pues son
síntomas de una sociedad en retroceso, a fin de que podamos proponer un
cambio eficaz.
Por un lado, la extrema pobreza que sufren tantas familias facilita a los
traficantes la obtención de su "mercancía", ya sea por la tentación de recibir
dinero en el caso de un intercambio comercial con el consentimiento de los
padres del niño o por la falta de protección social y voluntad política para
perseguir estos delicuentes. Por otra parte, la visión hedonística de la vida,
que se ha difundido ampliamente en los países desarrollados, mantiene la
demanda de estos niños. El gusto por la pornografía fomenta el abuso de los
pequeños en muchos sentidos y crea un círculo vicioso. Es como el problema
de la droga. Unos la cultivan para ganar dinero y otros pagan dinero para
consumirla por placer y por la dependencia que se han provocado.
Otra causa es la tendencia a ver al hombre como un recurso que hay que
explotar al máximo. Como mercancía que pasa de manos sin importar su
libertad. Como simple objeto al que se le asigna su número de identificación
que lo convierte en elemento estadístico, cual número de serie en una línea
de producción.