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Crítica de la Razón Práctica:

Teleología y Sumo Bien.

Víctor Manuel Cruz Torres

Valparaíso, Julio 2009

I.-Los postulados de la razón práctica.

La razón práctica, se concibe como aquel uso de la razón que no se detiene en la


consideración de los objetos mismos, sino que se vuelve hacia las condiciones de
posibilidad de los mismos que se hallan en el sujeto. Así, entonces, la razón práctica
descubre las condiciones bajo las cuales el sujeto actúa como ser libre.
Cuando Kant expone en la Crítica de la Razón Práctica, un concepto como lo es el
de la libertad1, ésta se presenta como aquella causa incondicionada, que es ella misma
condición de posibilidad de la moral, quiere decir esto, que la razón en su uso práctico, al
concebir la noción de libertad, entre otros postulados como lo son Dios y la inmortalidad,
como idea a priori, al ser condición de aquello que nos permite generar cualquier
conocimiento, entendiendo que cuando el sujeto se concibe fuera de la causalidad natural,
puede estar seguro de configurar subjetivamente conocimiento objetivo.
Ahora bien, cuando Kant plantea los postulados de la razón práctica y, supone ideas
como la libertad, Dios y la inmortalidad sin poder probarlas, como lo quiere hacer y lo
hace, la razón especulativa, es decir, cuando se pregunta acerca de que la razón pura sea
ella misma práctica, esto podría mostrarse como una contradicción al no poder configurar
desde la moral un “conocimiento”, pues sólo se supone.
Sin embargo esto, Kant expone esta suposición como algo necesario2, de tal forma
que creer en estos conceptos que propone la razón práctica, signifique, aunque no
conformen conocimiento, como en el caso de la razón especulativa y que por ende,
constituyan sólo condiciones subjetivas, que no sea racional concebir estas nociones y creer
en ellas, pues son éstas mismas exigencias de la razón para llegar a establecer en algún
momento la objetividad de los fenómenos.
De esta forma, con dichos postulados, si bien no cabe un conocimiento, podríamos
decir que cabe un particular modo de asentimiento o creencia, correspondiente a la fe
racional3. Este concepto, corresponde a la creencia en la realización del summum bonum,
como consecuencia de que solo esta realización hace posible la razón práctica y hace
sentido de ésta.
Cabe recordar que, si bien Kant y su Idealismo Trascendental niegan la posibilidad
de un conocimiento de la realidad en sí misma, como lo que la Metafísica tradicional, la de
Aristóteles sobre todo, ha planteado en sus temáticas fundamentales, a saber: Dios, Alma,
Libertad, etc., un acceso intelectual de lo metafísico; acepta otra experiencia que conecta
con la “esencia” de la realidad: la experiencia moral. Dicha experiencia, es aquella que nos
vincula “efectivamente” con la realidad en sí misma. De este modo, a pesar de que sólo

1
Kant, Immanuel, Crítica de la Razón Práctica, Prólogo, Alianza Editorial, Madrid, 2000, p. 51.
2
Ibíd., p. 53.
3
Ibíd.., p. 269.
podemos tener un convencimiento subjetivo; éste es, sin embargo, racional pues no viene
dado por las exigencias de la revelación, como ocurre con lo que tradicionalmente se
entiende con la noción de fe, sino que proviene de la propia razón.
Por ende, aquella fe racional se entiende en tanto se toma la noción de “fe”, en tanto sólo
cabe subjetivamente, y “racional”, en tanto no viene dada por la revelación sino por la
razón.
En la comprensión de esta fe racional, es que la noción de sumo bien aparece. Dicha noción
viene a ser aquella reunión de las dos aspiraciones humanas fundamentales: virtud y
felicidad. Dicha reunión, no es otra que la necesaria síntesis que dota de sentido a la propia
experiencia moral.

II.-La moral kantiana y la teleología.

Para Kant, es preciso explicar que la razón especulativa que sólo siendo capaz de
alcanzar el mundo de los fenómenos, los cuales están sometidos a leyes de causalidad, y
por ende, a pura necesidad natural, no puede demostrar la existencia de la libertad como
uno de los postulados de la razón práctica. De esta forma la razón en su uso práctico expone
que existe la libertad, y que podemos probarla, en tanto que conocemos la ley moral que
ella misma funda. Esto mismo en palabras de Kant sería que, la libertad es la ratio essendi,
es decir, la condición de posibilidad de la moralidad, y ésta última la ratio cognoscendi, es
decir, aquella por la cual conocemos o tenemos noticia de la libertad.4
Esta moralidad, que la libertad condiciona, se ha de entender también como un
Factum. Kant habla del Factum de la moral, como aquello que, por medio del cual
podemos pensar la libertad. De esta forma la moralidad, es la condición de posibilidad, a su
vez, de los mandatos universales y necesarios, es decir, del imperativo categórico. Pues la
razón cuando se dirige hacia nuestras acciones, por medio de su uso práctico, los mandatos
o imperativos no son máximas que yo me creo solamente. El imperativo categórico, surgido
del factum de la moral no es otra cosa que aquella conciencia de estar en obligación para
con los demás, en tanto debe hacer cumplir leyes que no sólo yo obedezca sino que sean
incondicionados y absolutos, de manera tal que todos los obedezcamos.
Así la moral kantiana se plantea como una moral no teleológica, en tanto que no
4
Kant, Immanuel. , Crítica de la Razón Práctica, Prólogo, Alianza Editorial, Madrid, 2000, p. 52.
tiene una finalidad determinada como uno puede encontrar en la concepción aristotélica.
En donde justamente se define el bien supremo como aquel actuar que contempla el bien
para la mayoría, determinando qué es correcto en tanto sea un bien para todos, sin
distinción alguna y juzga como mala conducta aquella que se alejan del bien. Dentro de este
tipo de éticas, caracterizadas como éticas materiales, dicho bien se presenta un objeto como
placer, dinero, poder, felicidad, contemplación de Dios.
En la moral kantiana, por el contrario, el actuar moral corresponde a obrar de
acuerdo a una ley moral autónoma, en tanto está fundamentada por la libertad, a diferencia
de las éticas materialistas que, según Kant, están determinadas por causas heterónomas y
además constituyen éticas empíricas. De este modo, no pueden llegar a explicar la
existencia de mandatos absolutos, como lo es el imperativo categórico, es decir, no llegan a
concebir la libertad, como fundamento de la conducta moral.
De esta forma, la fundamentación kantiana del actuar moral, fundan una ética que
fija la posibilidad de universalización de la máxima, a partir de la autonomía de los sujetos
libres. Kant expone que, el sujeto libre, con una autonomía efectiva debe intentar realizar la
conducta que manda el imperativo moral, pero no porque este cumplir me “entregue” algún
bien material, sino solamente por respeto a la ley.

III.-Si la moral kantiana niega la teleología, ¿Qué papel juega el sumo bien?

Como sabemos, la moral kantiana no acepta la teleología, pues entiende que la


teleología del actuar fundamenta a un sujeto heterónomo. Es decir, aquel sujeto que se
concibe como parte de la causalidad natural. A un sujeto no-libre.
Sabemos, por otra parte, que el sumo bien constituye el completo y consumado
bien, donde la virtud supone el bien supremo en cuanto condición que no tiene ninguna otra
por encima de ella y la felicidad resulta siempre grata para quien la posee(...)
presuponiendo en todo momento como condición el comportamiento moral conforme a la
ley5.
Kant expone que el sumo bien, en cuanto reunión de virtud y felicidad, como su
gozne tal vez, es necesario a priori, es decir, no se la conoce deduciéndola de la
experiencia, de esta forma se puede afirmar que el sumo bien no descansa en ningún
principio empírico y que por tanto la deducción de este sumo bien, tiene que ser
trascendental6. De este modo Kant establece que el papel que juega el sumo bien dentro de
la moralidad es el dar dirección a la felicidad del hombre para que no se convierta en algo
perjudicial para el hombre, asumiendo que éste ser es finito, sensible y que se crea ante
todo máximas, es decir, leyes para el propio beneficio, incluyendo el desmedro de otros.
La inclinación, es decir, todos los apetitos sensibles, es todo lo contrario a la moral,
pues como sabemos, la moral es posible en tanto la libertad como idea a priori existe, ésta
posibilita la existencia de la moral como fundadora del imperativo.
Para Kant, los apetitos no hacen al hombre más libre, en el sentido de dar rienda
suelta a todos mis impulsos y deseos de hacer lo que se le plazca, pues entendiendo que los
apetitos cambian, es decir, caducan, éstos pueden llevar a los hombres a la autodestrucción
de sí mismos, y lo más terrible de esto es que, muchas veces siendo esclavo de los apetitos
no se da cuenta de que no se es libre.
El sumo bien, por tanto cumple, en esta moral eminentemente deontológica, el
verdadero objeto de la razón práctica, en tanto constituye el necesario fin supremo de una
voluntad moralmente determinada.7
Kant es claro al expresar que resulta imposible que la moral teleología, que fija su
objeto en un fin determinado y empírico, pretenda por medio de sus principios basados en
la felicidad, generar moralidad8. El sumo bien, como reunión de la virtud y de la felicidad,
subordina a la felicidad y la deja por la razón de pertenecer al mundo sensible, de esta
forma no puede fundamentar la moralidad, pues si lo hiciere lo haría tal cual lo conciben las
éticas materiales, teleológicas, heterónomas.

5
Critica de la Razón práctica, Capítulo segundo, p. 221.
6
Ibíd. , p. 224.
7
Ibíd. , p. 227.
8
Ibíd. , p. 233.
De este modo, y para ir redondeando la pregunta en cuestión, el sumo bien, es el que
le da dirección (moral) a la felicidad que el hombre se impone, llevándola al plano de la
moralidad y del imperativo que determina la voluntad del sujeto. La felicidad del hombre
en tanto sujeto autónomo, se concibe a partir de ese equilibrio que da el mandato moral del
imperativo, el cual hace que mi máxima, como representación de mi noción de felicidad y
mis inclinaciones9se trate de hacer universalmente válida y por tanto esté en sintonía con la
virtud.
El sumo bien, no es otra cosa que la consumación misma de aquellos presupuestos
de la razón practica, los cuales apelan a aquella voluntad determinada con la ley moral que
nosotros conocemos por medio de la libertad de la cual somos vividos testigos, pero a la
vez, seremos, a la par de libres, esclavos y presos de nuestros placeres en tanto concibamos
nuestra razón ultima como la realización de mis inclinaciones egoístas, pues en tanto estoy
bajo el mandato de mis inclinaciones sensibles, estamos bajo el amparo de la causalidad
heterónoma natural que no me hace libre, no me hace autónomo, sino que por el contrario
me hace un menor de edad, un sujeto entrampado aún en la primera naturaleza.
Kant, finalmente, expone que en el orden de los fines el ser humano (y con él todo
ente racional) es un fin en sí mismo, es decir, nunca puede ser utilizado como un simple
medio por nadie, ni por el mismo Dios, sin verse tratado al mismo tiempo como el fin que
es(...)10, de esta forma, Kant está exponiendo que justamente la teleología que está ordenada
a los fines, concibe al hombre como medio, en tanto concibe primordialmente el bien
supremo de todos, y no considera que el sujeto autónomo concibe su propia felicidad y que
en tanto él, como dueño de sí y capaz de darse legislación, de esta forma el sumo bien que
es aquella consumación de la virtud y la felicidad en directa proporción a la ley moral y,
por tanto, su rol consiste en ser la consumación de la condición de posibilidad de la
moralidad, quien sustenta la libertad y todo el sistema de la razón.

IV.-Bibliografía.

9
Kant, Immanuel, Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres, Editorial Espasa Calpe, Edición de
Luis Martínez de Velasco, Cap. I, p. 55.
10
Kant, Immanuel., Crítica de la Razón Práctica, Alianza Editorial, Madrid, 2000, p. 250.
Kant, Immanuel, Crítica de la Razón Práctica, traducción de Roberto R. Aramayo,
Alianza Editorial, Madrid, 2000.

Kant, Immanuel, Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres, Edición de Luis


Martínez de Velasco, Editorial Espasa Calpe, Madrid, 1990.

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