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Titelfolie

De parias y patriotas – Esbozos de la identidad afroporteña de la segunda mitad


del siglo XIX.
Muy buenas tardes señoras y señores. Estoy muy agradecida que tengo la posibilidad de hablarles hoy
y aqui de un tema que me ocupó durante un par de años y que fue el tema de mi doctorado. Voy a
hablar de un tema que por un lado es muy específico, pues se trata de un grupo, los afroargentinos, que
según mucha gente – tanto argentinos como otros – ni siquiera han existido (a pesar del facto de que
existen hasta el presente). Al mismo tiempo es un asunto que va mucho más allá de los estudios
afroamericanistas, tocando tanto cuestiones metodológicas de la construcción de identidades
nacionales y culturales en general, como, de forma más particular, de la construcción de una identidad
argentina hegemonial.
En una primera parte quiero darles una muy breve introducción a los mecanismos de construcción de
la nación y la identidad nacional argentina en el siglo XIX. Voy a tratar de describir en grandes rasgos
los mecanismos de la creación de un pasado y de una memoria nacional argentina, excluidora para
argentinos de origen no-europeo. En la segunda parte voy a dibujar a grandes rasgos algunas posturas
de los afroargentinos respecto a su comunidad y su localización dentro del conjunto nacional.

La idea de esta charla es que sea una charla, o sea que después de mi exposición haya suficiente
tiempo pra que ustedes puedan hacer preguntas y que se desarrolle un debate, por esto trato de no
hablar demasiado…

►►► Folie 2

Buenos Aires en la 2a mitad del siglo 19.


La construcción de una nación
Hasta los años 80 del siglo XX, la historiografía argentina era dominada por la idea de representar el
origen y cáracter de la nación argentina como un producto de la historia triunfal de las ideas
civilizatorias y liberales del siglo 19, provenientes de los modelos progresistas de los países europeos
y norteamericanos.
La constitución de una identidad colectiva y nacional después de la independencia incluía la creación
de un sentimiento homogéneo de comunidad en la población del territorio argentino, que era un grupo
sumamente heterogéneo – tanto con respecto a las orientaciones políticas (federales vs. unitarios)
como a las pertenencias étnicas. A pesar de la imagen que existe de una Argentina supuestamente
„europea“, la estructura demográfica hasta mitades del siglo XIX no se distinguía mucho de otros
países latinoamericanos. Un alto porcentaje de la población del territorio argentino era de origen
indígena y mestizo y tanto en Buenos Aires como en las capitales de los estados del interior como

1
Córdoba o Mendoza, el porcentaje de la población de origen africano era alto. Un censo de Buenos
Aires del año 1778 indica un porcentaje de 30 por ciento de „negros y mulatos“ (estoy usando la
terminología contemporánea y para hoy en día no necesariamente políticamente correcta) que subió
hasta 1810 a casi 40 por ciento de la población total de la ciudad.1

Hay que tomar en cuenta de que la „europeización“ de la Argentina empezó solamente con la
inmigración masiva de europeos desde los años 80 del siglo XIX.

En los años después de la independencia de 1816, Argentina sufrió una época de guerras civiles. El
primer gobierno liberal y modernista de Bernardino Rivadavia fue derrotado en 1827 por una alianza
de los gobiernos provinciales bajo los mandos de caudillos poderosos como Juan Manuel de Rosas,
(Provincia de Buenos Aires), Juan Facundo Quiroga (La Rioja) o Estanislao López (Santa Fé) con la
élite de los latifundistas y estancieros de Buenos Aires. Rosas, quien fue elegido gobernador de la
Provincia de Buenos Aires por primera vez en 1829, implementó su orden federal de forma muy
represiva y dictatorial, construyendo un régimen de terror contra todo tipo de oposición política. Esto
llevó al exilio masivo de los representantes de las élites intelectuales de orientación liberal y
republicana como Juan B. Alberdi, Esteban Echeverría, Juan María Gutiérrez y Domingo Faustino
Sarmiento.
Ya desde los años 1830 se formó una creciente oposición contra Rosas, sobre todo desde Uruguay y
las provincias del litoral. En 1852, en la batalla de Caseros, una alianza entre el caudillo de la
provincia de Entre Ríos, Juan José Urquiza, el gobierno brasileño y los sectores liberales y exiliados
argentinos de Montevideo puso fin a la dictadura de Juan Manuel de Rosas.

Con el fin de la represión y las guerras civiles durante el régimen de Rosas, los gobiernos liberales de
la segunda mitad del siglo XIX de ►►► Folie 3 Bartolomé Mitre, (1862–1868) Domingo Faustino
Sarmiento (1868–1874), Nicolás Avellaneda (1837-1885) y Julio Argentino Roca (1843-1914)
fomentaron la ►►► Folie 4
imaginación de una nación orgánica, nacida del espíritu de la ilustración y poblada por gente de una
supuesta decendencia europea. Esta idea se volvió programatica para la política argentina y es
perceptible hasta hoy en día.

Un téma central del discurso nacional de la élite liberal porteña decimonónica fue el motivo de
civilización y barbarie, representado de forma emblemática en la obra Civilización o Barbárie – la
vida de Juan Facundo Quiroga de Domingo Faustino Sarmiento, escrito en 1845 durante su exilio
en Chile. En esta, Sarmiento describe los masivos conflictos políticos que Argentina sufrió desde la

1
Elena F. S. de Studer, La trata de negros en el Río de la Plata durante el siglo XVIII, Buenos Aires 1984,
S. 340; Marta Goldberg, Los negros de Buenos Aires, in: Luz María Martínez Montiel (Hg.), Presencia africana
en Sudamérica, México D. F. 1995, S. 529–607, hier S. 529.

2
independencia con la dicotomía de civilización (representada por la ilustración y el liberalismo urbano
de Buenos Aires) y barbarie (representada por el caudillismo y el orden feudal del campo).
Esta conexión del concepto de barbarie con los régimes de los caudillos y el orden social de los
estados del interior argentino por un lado, y de la civilización con la nueva patria y nación argentina
con la sede en Buenos Aires por otro lado, vuelve a aparecer en la mayoría de los textos de las élites
intelectuales y políticas porteñas. Otro ejemplo sería el de Juan B. Alberdi. Alberdi era uno de los más
importantes teóricos y pensadores liberales. Era autor de las Bases y puntos de partida para la
organización política de la República Argentina de 1852, que sirvió como base de la primera
constitución argentina de 1853. Aqui se dice: ►►►Folie 5

„Recordemos a nuestro pueblo que la patria no es suelo. Tenemos suelo hace tres siglos, y sólo
tenemos patria desde 1810. La patria es la libertad, es el orden, la riqueza, la civilización organizados
en el suelo nativo [...] esto se nos ha traído por Europa, es decir, Europa nos ha traído la nación del
orden, la ciencia de la libertad, el arte de la riqueza, los principios de la civilización cristiana. Europa,
pues, nos ha traído la patria [...]“

►►►Folie 6
Alberdi localiza el orígen de la patria en 1810, la fecha simbólica de la emancipación del país del
imperio español. En este concepto de nación, Alberdi se refiere a la libertad, los ideales del
republicanismo, la riqueza natural del país y la ciencia como elementos que distinguen la nueva patria
emancipada y progresista de la España retrasada. España no hace parte de la Europa progresista y
civilizadora de la cual Alberdi está hablando. Se refiere más bien a los ideales republicanos
representados por países como Francia o Inglaterra.
La pertenencia a la patria no se constituye pues con referencia a un espacio físico local o regional, sino
referiéndose a ciertas ideas y valores que se vuelven símbolos de la comunidad colectiva. Pero hay que
tomar en consideración que se trata de atributos sumamente burgueses, porque constituyen el
ciudadano como un ser libre, propietario de bienes, educado y por eso capaz de practicar la
democracia. Este concepto corresponde con el tratado social de Rousseau, que define el pueblo
soberano como la comunidad de los ciudadanos (gente libre, masculina, propietarios de bienes) que
tienen derecho a votar en la asamblea general.
A pesar de su imagen universal, el concepto republicano excluía tanto a las mujeres como a todos los
hombres que no correspondían con los criterios del ciudadano activo: los que no tenían propiedad, los
enfermos, delincuentes, esclavos y sirvientes – y, por consiguiente, una gran parte de la población
afroargentina. Se baseaba en un orden genérico que reservaba la esfera pública al hombre blanco,
mientras que la mujer fue designada a ocupar la esfera privada y cumplir con su papel de reproductora
y madre de la nación para servir al cuerpo colectivo de la „familia nacional“.

3
El acceso a la ciudadanía estaba restringido, pues, por criterios como la clase social, el género, la
profesión y la descendencia (por ejemplo de esclavos) y se representaba en las leyes contemporáenas
de ciudadanía argentina.

Clase y género no fueron las únicas categorías constituyentes para la construcción de la comunidad
de ciudadanos activos. También la categoría de la raza ha sido de gran influencia en las
descripciones e imaginaciones de argentinidad de las élites liberales porteñas y gobernantes del siglo
XIX. El entonces muy corriente concepto de un orden jerárquico de las razas humanas contenía la idea
de una relación entre una imaginada „calidad de las razas“ y su medio ambiente – en un sentido tanto
biológico y climático como cultural. Se vinculaba de formas múltiples con el discurso de civilización y
barbarie, lo que llevaba por ejemplo a la construcción de la „raza indígena“ como un producto inferior
de un ambiente evidentemente bárbaro – el interior argentino, también imaginado como „desierto“.

La representación literaria de este estereotipo, que hace parte del cánon de la literatura nacional
argentina, se encuentra en una obra de Esteban Echeverría, La cautiva, de 1837, que describe los
indígenas de las pampas argentinas como bestias salvajes que chupan sangre de caballo. Alberdi, por
su lado, dice en sus Bases (de 1852):

„En América, todo lo que no es europeo es bárbaro: no hay más división que ésta: 1) el indígena, es
decir el salvaje; 2) el europeo, es decir nosotros, los que hemos nacido en América y hablamos
español, los que creemos en Jesuchristo y no en Pillan (dios de los indígenas)“

Esta misma conexión discursiva tuvo una fuerte influencia en los programas políticos y sociales de la
segunda mitad del siglo XIX, cuando se promovía el perfeccionamiento de la supuesta raza inferior
americana con la sangre de una raza imaginada como superior: la europea. Con el fomento masivo de
la inmigración de europeos a Argentina a partir de los años 1880, estos conceptos se volvieron
práctica.

Con respecto a la raza negra, Sarmiento describe el hombre negro como el missing link entre el
hombre bárbaro y el civilizado:
►►►Folie 7
„Los africanos son conocidos por todos los viajeros como una raza guerrera, llena de imaginación
y de fuego, y aunque feroces cuando están excitados, dóciles, fieles y adictos al amo o
al que los ocupa.“

Son llamativos los attributos femeninos (como dócil, fiel, adictos al amo) que usa para describir el
nivel de su evolución – lo que indica otra vez al papel importante que tiene la categoría del género
para la construcción de cualquier jerarquía social. El negro pues es localizado entre un supuesto ser
4
natural que se caracteriza por ser conducido por nada más que su instinto (una descripción
frecuentemente usada para describir la „naturaleza femenina“), y un hombre de razón, representante de
la ilustración y del progreso nacional (que corresponde con los conceptos corrientes de masculinidad).
Al negro por su raza, igual que a la mujer por su género, se asigna características que los ubican en
una esfera „prenatal“ e inconciente de la nación.

Pero, ¿qué efecto, pues, tuvieron estos conceptos a los afroargentinos y la construcción de la identidad
afroporteña? ¿Cómo influyeron la ubicación del afroargentino dentro del conjunto nacional?

(Posiciones e identidades afroargentinas)


Fueron los miembros de la élite afroporteña que se ocupaban abiertamente con las cuestiones de la
identidad colectiva y nacional. Es posible identificar tres preguntas centrales a las cuales indican los
textos afroargentinos del siglo XIX, sobre todo los de cáracter periodístico:2
1) ¿Quienes somos?;
2) ¿Qué queremos ser?;
3) ¿Como vamos a serlo?
Empiezo con la primera pregunta:
►►►Folie 8
¿Quiénes Somos?
Un texto del periódico afroporteño La Juventud del 10 de julio de 1878 nos da una primera
descripción del posicionamiento afroargentino, dice (cita):

„Somos Argentinos, y pertenecemos á una clase desheredada de todos los derechos y


prerogativas que acuerda nuestra Carta fundamental; pero no por eso, dejaremos de amar,
servir y cooperar á el florecimiento y prosperidad de la que se llama Patria.

Somos Argentinos: ninguno de los textos muestra la menor duda de este sentimiento, apesar de la
degradación que aparentemente sienten al mismo tiempo.
De la gran mayoría de los textos afroargentinos – que, es importante mencionar, son de autores que
pertenecían a una élite intelectual dentro del grupo de la población negra de Buenos Aires – surge un
contra-discurso que en primer lugar intenta de corregir la imagen negativa del discurso hegemonial de
identidad argentina.
Los Afroargentinos se describen como patriotas leales, seguidores de la civilización y del orden.
Confirman su coherencia con la comunidad a través de diferentes estratégias: Una se refiere al
pensamiento republicano, remitiéndo a la naturaleza y a los derechos universales del hombre para
inscribirse – igual que el resto de los argentinos – en el discurso hegemonial de la ciudadanía y la
civilización, tal como se puede leer en un párafo de La Juventud de 1876:

2
Estas preguntas fueron formuladas por Kim D. Butler en su trabajo sobre afro-brasileños: Kim D. Butler,
Freedoms Given, Freedoms Won. Afro-Brazilians in Post-Abolition São Paulo and Salvador, New Brunswick et
al. 1998.

5
„[L]a civilizacion. Entre tanto, ella comprende todas las razas, todas las naciones, todos los indivíduos,
abarcando todos los tiempos por que el género humano es uno.“

La otra estrategia se sirve de la historia para incluirse a la colectividad nacional, recurriendo a los
servicios militares de los antepasados negros que dejaron su sangre en los campos de batalla de las
guerras de la independencia.
Ya desde la colonia había soldados negros, en 1664 se crearon las milicias de negros y los llamados
batallones de castas, constituidos de gente negra e indígena. En 1810 las milicias negras se
renombraron batallones de pardos y morenos y en el año 1812 se crió una milicia de afroargentinos
libres. Soldados negros acompañaron a San Martín a cruzar los Andes y lucharon en las guerras de
independencia tanto como en las guerras civiles o las guerras con Brasil y Paraguay.
Los datos históricos son bien conocidos por los afroargentinos de Buenos Aires, así como se puede
leer e enero de La Juventud del 10 de enero 1878, que dice (cito):

„Honor á nuestros antepasados que generosamente supieron derramar la sangre valerosa para sellar
con élla el testamento de Julio, con que dieron felicidad al pueblo arjentino“

En sus textos resalta el intento de establecer a través de esta ofrenda de sangre una relación eterna de
consanguinidad entre afroargentinos y el „resto“ de la „gran familia argentina“ – una estratégia que
por lo menos teoricamente corresponde con las estrategias discursivas que formaron el panteón de
heroes blancos de la memoria nacional. Esta auto-inclusión a la familia nacional por parte de los
afroargentinos lleva consigo las correspondientes emociones entre los individuos y la nación, vel
repetido „amor pátrio“, tal como se puede leer en el periódico afroargentino La Broma del 28 de mayo
de 1881, cito:

„[E]l sentimiento de la nacionalidad, y el amor á las instituciones predominan en todos


los corazones“

Este amor, que se extiende hacia sus instituciones y principios como la democracia y la libertad, se
considera según Benedict Anderson, una de las características fundamentales para la imaginación del
colectivo nacional.
A pesar de su poder símbolico, estas imágenes de sangre y muerte desde la perspectiva afroargentina
no alcanzaron su objetivo. Los afroargentinos siguen describiéndose como discriminados de un
sistema excluidor. Un texto de La Juventud del 20 de enero de 1878 dice al respecto, cito:

„[L]legarian hasta negar la heredad de esa sangre con que los antepasados tuvieron que regar los
campos de batalla , para dejarnos tan solo las cenizas rociadas con la gloria que otros hoy disfrutan
sin haberla conquistado.“

6
Pause
En el discurso hegemonial de las élites liberales, la supuesta „igualdad“ de los individuos del cuerpo
colectivo no era solamente una cuestíon de leyes que la postularan como derecho universal. Había
otras categorias como la de la raza que influyeron en la determinación de lo que tenía que significar
igualdad, como se puede leer en otro artículo de la Broma de 1881, cito:

„¿Qué importa que nuestra Constitucion diga que todos los ciudadanos son iguales ante
la ley, si en la práctica no se observa la constitucion cuando se trata de los derechos del
negro, del pária Sud-americano?“

En los textos afroargentinos, el problema de la discriminación racial es constantemente discutido.


Muchas veces está descrito como uno de los obstáculos principales para la integración del
afroargentino al conjunto nacional por un lado y para el desarrollo de la comunidad negra por otro
lado. En este contexto la segunda pregunta crucial para la identidad afroargentina aparece con más
frecuencia:
►►► Folie 9

¿Qué queremos ser?


El deseo principal de los afroargentinos según los textos es el de ser reconocidos como Argentinos „de
verdad“, incluyendo todo el catálogo de derechos del ciudadano. Hay que recordar que el discurso
afroargentino de ciudadanía y nación en muchos aspectos no difiere del discurso hegemonial.
El factor de pertenecer a un grupo de minoría no significa que los afroargentinos se abstuvieran por
completo de las estrategias de inclusión y exclusión establecidas por la sociedad mayoritaria. Tanto
como intentaron de incluirse al cuerpo nacional recurriendo a categorias y significados del orden
hegemonial, se sirvieron de la estretagia de alterización, o sea, de definir por su vez otros grupos
étnicos o sociales como elementos subalternos de la sociedad, para subrayar su propia pertenencia a la
nación argentina.
Los inmigrantes, en este caso los napolitanos, representan los extranjeros, los ocupantes del espacio
afroargentino, y por consiguiente lo no-argentino. Esta construcción del inmigrante europeo como
extranjero aparece en el texto del afroargentino Mamerto Fidel Quinteros que a prinicpios del siglo
XX trabajaba de ordenanza en el Congreso de la Nación. Quinteros critica a la actuación política de
los inmmigrantes europeos y sus descendientes, que según el sufrían de una „ausencia […] de instinto
patriótico“ para cumplir con las tareas de gobierno.
Pause
El discurso afroargentino de identidad seguía en muchos aspectos al modelo dominante, tambien con
respecto al orden genérico social.
Aunque el rol de las mujeres en la sociedad afroporteña no correspondía al papel de las mujeres
burguesas – un efecto de la poco precisa segregación laboral y social de hombre y mujer en las

7
sociedades esclavistas – la construcción de la mujer como madre de la nación e instancia moral del
espacio privado fue la misma. Se representa en un texto del periódico La Juventud de 1878, cito:

„Mujer virtuosa e ilustrada, lo segundo no os impide el vivir en el hogar y lleneis


debidamente los deberes domesticos. [...] la influencia de la mujer hace falta; para ejercer
en la formación de la familia y en el órden moral y desarrollo de una sociedad.“

Un aspecto muy interesante y particular de las publicaciones afroargentinas es la construcción de la


mujer negra como una institución clave para la salud pública. Se trata de la famosa lavandera negra,
esta vez una representante no de la clase media afroporteña, sino de las clases más bajas de la
comunidad de color – que por su parte representaba la clase más baja de la sociedad entera de Buenos
Aires. Estas mujeres fueron descritas en las publicaciones no-afroargentinas como José Antonio
Wilde’s historia de la ciudad de Buenos Aires de1881, como sujetos gruesos, de apariencia masculina,
agresivas y anti-femeninas. En los debates sobre higiene y salud pública de la segunda mitad del siglo
XIX, que hacían parte del discurso hegemonial sobre una nación „sana“, las lavanderas representaban
un elemento que se habia de exterminar a través de nuevas sistemas de sanamiento, pues se les
adscribía la responsabilidad para el esparcimiento de epidemías como la fiebre amarilla y otras
epidemias. Se las consideraba sucias y enfermas y así se vinculaba directamente con una vida anti-
burgiesa e immoral, lo que generalmente se les adscribía a las clases más bajas.3
Un artículo de La Broma nos ofrece una vista alternative a este personaje. Construye la lavandera
como una heroína con un sentido extraordinario de honor, que trabaja de manera más dura para
alimentar a sus hijos. En vez de ganándose la vida fácilmente, vendiéndo su cuerpo, prefiere trabajar
en las condiciones más miserables. Cito: „El amor que demuestra la lavandera hácia el trabajo, dá una
prueba clara y evidente de la virtud de su corazón.“ Describe estas mujeres como fuertes, pero también
como muy femeninas y las compara con las damas vagas de la alta sociedad:

„Mientras las damas de las clases acomodadas, despues de una larga velada de placer
reposan sobre su blando y mullido lecho – élla abandona el suyo, dichoso de encontrarse
con suficiente fuerza para arrostrar las fatigas del dia!“

Los textos afroargentinos construyen la lavandera como una institución de la política de sanidad
moderna. Dicen que durante tiempos de epidémias, ella sería la única que lava las ropas contaminadas
de los enfermos o muertos. Solo ella estaría capaz de tratar con las víctimas, porque todos los demás
estaban con miedo de contaminarse. Cito:

„[L]a lavandera es la única que con sus propias manos lava esa ropa para arrancarle las
miasmas que encierra“.

3
Research literature consistently emphasizes the figure of the prostitute as a "classic" representation of this
connection between social marginalization, immoral lifestyle and sickness within the Argentinean idea of
hygiene. Her representation as that of a danger to public health was based on the western idea that prostitutes, by
means of their divergent sexual behavior that separates them from their families, are responsible for the spread of
sexually transmitted diseases in society (Guy 2000:122 f.).

8
Y para este servicio para la comunidad, ella muchas veces pagaría con su vida, sin recibir las gracias
departe de la sociedad.
Encuanto la lavandera fue descrita en los textos no-afroargentinos como un peligro para la comunidad
nacional, como un elemento subversivo a la política oficial de higiene y sanidad, los textos
afroargentinos la representan como una institución que soporta y purifica el colectivo nacional hasta el
punto de su auto-sacrificio.
Pause
Los ejemplos citados de los textos afroargetinos muestran una fuerte tendencia de borrar las
diferencias entre la llamada „clase de color“ y el supuesto „sentido común“ en casi todos los aspectos.
Otro ejemplo para esta estratégia es el debate afroargentino sobre las llamadas „tradiciones africanas“
supuestamente „típicas“ para este grupo.
En los textos afroargentinos, las viejas costumbres de herencia africana, como el baile afroargentino
llamado Candombe (que originalmente tenía un carácter religioso igual al Candomblé brasileño o la
Santería cubana) figuraron como representaciones de un pasado que ya no tenía validez. Así se dice
en La Broma de 1882:

„[D]emostremos la diferencia que hay entre una sociedad candombera que causa la
hilaridad de todos; y una sociedad musical que recibe siempre el aplauso general.“4

En la segunda mitad del siglo XIX, las prácticas de origen africano fueron reemplazadas cada vez más
por nuevas prácticas culturales y de sociabilidad: las asociaciones de ayuda mútua y las comparsas
carnavalezcas, que simbolizaron el nuevo rumbo de la participación en la sociedad civil. Este
mecanismo ha sido interpretado por la historiografía muchas veces como „prueba“ para la asimilación
de la población negra a la cultura mayoritaria, sin tomar en cuenta el complejo problema de la
asimilación del color y de los efectos de la negritud – que hasta el presente no han sido resueltos en la
comunidad afroargentina ni en el resto de la diaspora afroamericana. Sin embargo, estas nuevas
formas de colectividad y sociabilidad afroporteña seguían a existir como instituciones segregadas, a
pesar de que no correspondían a lo que la cultura hegemonial se imaginaba como „típicamente
afroargentino“.
PAUSE
Volviendo al objetivo de las élites negras de ser incluídos en la comunidad nacional como argentinos,
surge la tercera y última pregunta clave del discurso afroargentino de identidad:
►►► Folie 10
¿Como realizar este objetivo?

Es posible identificar dos estratégias principales discursivas de argentinización de la clase de color. La


primera representada de forma ejemplar en un texto del compositor y músico Zenon Rolon de 1877,
construye el afroargentino como ciudadano integral y corta toda relación con su pasado de esclavo,

4
Sobre el mismo tema, in: La Broma, Nr. 61, Buenos Aires, 09.03.1882.

9
así como no reconoce los efectos de la negritud a la realidad social. En esta lógica, es de la
responsabilidad del propio afroargentino hacer todo lo posíble para integrarse a la comunidad nacional
argentina a través de la eduación y de la integración a la sociedad hegemonial. Por consecuencia, es
también él que es responsable para su propia marginalización, pues la sociedad aparentemente le
ofrece todas las opciones para subir la escala social.
Esta imagen del afroargentino como un ciudadano cualquier de clase baja se puede considerar como
una construcción idealizada y ahistorica. No reconoce las estructuras múltiples de poder y dominio y
los efectos de la experiencia negra que influyeron drásticamente el desarrollo de todas las
comunidades afroamericanas hasta el presente. Al mismo tiempo, se trata de una postura que se
encuentra en los más diversos contextos de la historia de la diáspora afroamericana y que desde el
siglo XIX ha sido objeto de análisis del pensamiento afroamericano.
Aunque la posición de Rolon causó una gran polémica en la comunidad afroporteña, muchos de sus
conceptos se encuentran en los demás textos afroargentinos y forman lo que yo llamo la estratégia
número dos.
►►► Folie 11
Es sobre todo la crítica del comportamiento de las masas negras que está descrito como una causa de
la situación deplorable de la comunidad: la tendencia de elejir trabajos de sirviente en vez de aprender
un oficio artesanal; la falta de conciencia para dar una buena educación a los niños; la preferencia para
el divertimiento y el lujo en vez de la ilustración y la organización comunitaria; y la desunión interna.
Aparte de la educación, es la union interna que aparece en los textos como uno de los requisitos
fundamentales para tener acceso a la sociedad nacional.
Sin embargo, las publicaciones en su mayoría no hacen lo que hace Rolon cuando desconecta al
afroargentino de su contexto social, de su historia y experiencia de discriminación y de las
consecuencias de su negritud. Al contrario, recurren al pasado común para crear una colectividad en el
grupo, para fortalecer su posición como clase de color dentro del conjunto social.

A pesar de todos los esfuerzos para reforzar la integración del afroargentino en la sociedad argentina,
es posible encontrar comentarios que expresan una depresión profunda por la exclusión que seguia a
dominar las relaciones interétnicas. Un periodista afroargentino expresa su decepción en los años
1880s con el siguiente comentario, con el que quiero cerrar mi presentación y abrir el debate : ►►►
Folie 12

„Si nos damos cuenta del rol que desempeñamos ante las demás clases sociales que
forman la Nacion Argentina, nos convenceremos que él es poco envidiable. Somos
estrangeros en nuestra própia pátria, y si alguien pretendiese negar esta verdad, tenemos
mas de un hecho que citar para confundirlo.“

10

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