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Mientras caminaba a la Montaña

Mientras
caminaba
a la
Montaña
Alejandro Espinosa
2004
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Mientras caminaba a la Montaña

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Mientras caminaba a la Montaña

Era una mañana clara y alegre, mientras soplaba una


fuerte brisa los pequeños pájaros revoloteaban por
doquier y el sol daba sus primeros rayos a los
pobladores de una ciudad, una ciudad grande y
radiante, poblada por no menos 2 millones de
habitantes, personas que circulaban y habitaban sin
motivo ni explicación.

A lo largo se podía observar miles de casas, edificios, y


una nube de smog que claramente mostraba el paisaje
de una urbe imponente y deslumbrante. En contraste
las imponentes montañas y nevados cercanos daban
una sensación de vitalidad, de alegría y serenidad.

Y entre un ambiente tan opuesto, Josué se levantaba


como todos los días, encendía su radio y escuchaba su
programa de costumbre. Como la mayoría, disfrutando
un poco más las reconfortantes sabanas, se quedo en
cama unos 5 minutitos más (que en realidad fueron 10)
y comenzó su rutina diaria. Se aseó, se vistió, tomó una
caliente taza de café y salió de su casa, encendió un
cigarrillo y se enrumbo para su trabajo.

Él era asistente en un buró de abogados, después de


estudiar casi 3 años él tenia que hacer practicas para su
profesión, era una de las cosas que lo apasionaban.
Desde su niñez soñaba con cortes, jueces y poder
defender a los necesitados, pero tras un solo mes de
estar ahí, estaba decepcionado. En escaso tiempo estaba
envuelto en infinitos actos de corrupción, mentiras,
injusticias que lo despertaron de su sueño. Tras 3 años
de estudios y 24 años de edad, él no quería renunciar a

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lo que había soñado, luchado y sacrificado durante


mucho tiempo.

Finalmente llego a su oficina, tenia que recoger un


testimonio de la señora Jiménez, a la cual se le acusaba
de ser la culpable de un accidente de transito y haber
atropellado a un niño. La Sra. Jiménez era una mujer de
edad avanzada, muy elegante para el poco dinero que
tenia, ella era muy presuntuosa y gozaba de buenas
amistades. Ella siempre hacia alarde de su ya difunto
marido que había sido general del ejercito.

Josué estaba lleno de esos casos, casi inmediatamente


después de leer el oficio, llegó la señora Jiménez con su
acostumbrado regalo para su abogado. Saludándolo
cordialmente le entregó uno de los mejores vinos de la
región y le agradeció por acoger su caso.

Ella parecía muy informada de lo que debía hacer y


comenzó preguntando que deberían hacer y decir. Su
tono arrogante y sin rodeos mostraban que ella se
inclinaba por su inocencia. Josué que había leído su
caso creía que ella era la culpable pero no podía dejar de
ayudarla. Llamó de inmediato a su asistente para que
tomara apunte de todo lo que ella diga.

Andrea era su secretaria y amiga. Con ella pasaba


mucho tiempo conversando y ya se tenían mucha
confianza entre ellos. Ingresó en la oficina, se sentó en
la computadora y después de un momento ella estaba
lista para transcribir todo cuanto se decía.

- Bueno, entonces le contare lo que ocurrió. Me


encontraba manejando mi auto por la avenida Italia,
iba aproximadamente a 50 km/h, que es lo que la ley
permite, estaba escuchando mi emisora predilecta
cuando de repente un niño en una bicicleta trató de

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rebasarme y no vio cuando yo puse mi direccional


entonces yo curve pensando que el chico había visto
mis luces, ahí él se estrelló contra mi vehículo.
Además que él venia muy rápido para andar en una
principal, él tuvo toda la culpa y no se porque él
quiere incriminarme.
- Pero usted cree que alguien en una bicicleta pueda
hacer daño a una persona en un auto? – preguntó
Josué en un tono un poco irónico.
- Claro porque el se me abalanzó y pudo haberme
lastimado.
- Pero él salió muy lastimado y usted nada – él se dio
cuenta que fue una replica un poco insinuante a su
culpabilidad.
- Pero el accidente afectó mis nervios y mi auto
terminó con abolladuras y yo tuve que pagar los
daños.

Josué asintió con la cabeza y comenzó a pensar en la


persona que enfrente de él quería culpar a un niño por
un accidente cotidiano y absurdo. Casos como este
aminoraban su confianza en el sistema, en su profesión
y en sus convicciones. A la final él tenia que defenderla
a pesar de creer que era culpable.

Ella notó que Josué tenía su mente turbia, él estaba


distraído de la conversación y ella un poco picara dio un
aplauso fuerte para que él reaccionara. Josué reaccionó
de nuevo y se dio cuenta que su cliente se había dado
cuenta de su distancia. Él, eficazmente como era su
costumbre, retomó la conversación y aseguró estar
pensando en la manera de ayudarla.

Josué la tranquilizó diciéndole unas cuantas leyes que


la podrían ayudar y prometió encontrar la manera de
salir victoriosa estudiando la conversación y las pruebas

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que la incriminaban. Empero su pensamiento seguía


distante de su palabra.

Tras otras cuantas preguntas, pidió a Andrea que


imprimiera todo eso y le pasara para que él pueda
revisar de nuevo. Al quedarse solos él volvió con sus
preguntas:

- Entonces Sra. Jiménez ahora que estamos solos de


nuevo, puede decirme si es usted inocente como lo
afirma?
- Claro que si, usted no me cree?. Ahora los jóvenes
tienen la osadía de querer hacer lo que les da la
gana, no piensan en lo que a nosotros los mayores
nos puede ocurrir por sus actos.
- Muy bien, entonces la espero mañana para ultimar
datos para nuestra presentación ante un juez.
- Muchas gracias Josué, le recompensaré muy bien si
me salva de esto. Hasta mañana que tenga una
buena tarde.

La Sra. Jiménez salió sonriente y tranquilizada por lo


bien que le había ido con su joven abogado. Creyó que
Josué era muy atractivo y pensó en que le podría
presentar a su hija, a fin de cuentas el casarse con un
abogado seria muy bueno, es bien remunerado y
además tendría quien la defienda en sus cosas. Se
dirigió a su casa en su auto con la idea de presentar a
su hija el día siguiente cuando lo vuelva a ver previo a la
audiencia.

En su pequeña oficina con vista a la calle, Josué se


quedó pesando en lo que aquella señora le estaba
tratando de convencer, - que es inocente! con que
descaro las personas pueden mentir para salir ilesas de
sus culpas. Divagó con eso mientras por su ventana veía

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los autos circular junto con personas inmutables y


recordó que este era un caso menor, porque al
acompañar a su jefe el doctor Aguirre en casos de
narcotrafico o dolo, los acusados eran mas descarados
que la propia señora Jiménez. Aun así era su obligación
defenderlos, esa era su profesión, su sueño que se veía
violado o una triste realidad que se revelaba ante sus
ojos.

No percibió la entrada de Andrea a la estancia y pegó un


brinco al verla a su lado con las hojas que le había
pedido. Las revisó sin ganas como si con ellas tuviera
que pasar largo tiempo.

- Tu también estas estudiando abogacía verdad?


- Si, estoy en 3 nivel ya pronto podré estar en tu
puesto, jejeje
- Y te lo imaginabas así?, tener que encontrarse con
gente sin vergüenza sin sentido, a la cual debemos
defender?
- Pero no lo veas desde ese punto, son simplemente
casos, no todos son así, además puede que solo sea
desde tu visión, puede que la Sra. Jiménez este
diciendo la verdad y sea culpa de ese chico, velo por
ese lado
- Como? estas queriendo decir que una simple bici
puede hacer daño a un auto, o que una piedra
derribaría a este edificio, o que...
- No no, o no te acuerdas de David y Goliat?, David el
chiquillo mató al grande y fuerte Goliat. Es solo como
lo mires.
- Es solo como lo mire – bajo la mirada y su razón no
entendía semejante aclaración, acaso existían cosas
que eran buenas para unos y malas para otros - no,
no es así estamos aquí para ser justos, para
encontrar y defender la verdad, y lo peor es que es

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así no encontramos en ningún lado la justicia, la


razón....
- Oye levanta ese animo, en poco tiempo seremos ya
doctores y ahí si podemos hacer todo eso, mientras
tanto nos toca aguantarnos que nuestros jefes nos
obliguen a eso.
- Y no crees que hasta que nos toque eso ya estaremos
tan metidos en eso que no podremos salir?
- Espero que no, porque seria muy decepcionante.

Josué seguía sin entenderlo, por su buena suerte ya no


tenía que recibir a nadie y el resto del trabajo podría
hacerlo desde su casa. Andrea creyó que era mejor que
él se fuera a su casa y que descansara – hay días en los
que uno no debería salir de casa – dijo con voz alegre
pensando en su acongojado amigo.

Josué salió y a lo lejos observo que el doc. Aguirre salía


de su vehículo, se hizo el desentendido y caminó por el
otro lado, no quería ver a nadie, estaba cansado, sin
ilusiones y sin rumbo. Por temor a ver que su jefe lo
estuviera viendo y tal vez lo llamara caminó con mas
rapidez.

Andaba con la mirada perdida entre tanta gente que no


lo conocían ni los conocía, caminó sin mirar a nada ni
nadie, como alma en pena o como si algo terrible le
hubiera sucedido. Pasaba por calles llenas de gente,
edificios y tiendas llenas de luces, colores y una
imprevisible atmósfera de indiferencia tocaba sus
sentidos. En su cabeza sólo pensaba qué había
ocurrido, cuándo su mundo perfecto había cambiado,
cuándo aquellas personas que veía todos los días no
eran mas que inertes entes continuando una vida sin
motivo.

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Imaginaba que había muchas personas semejantes a él


que en ese momento se sentían igual. Pensó en sus
actos, en lo que hacían; se suicidaban?, encontraban
una de esas religiones que los llevaba a otro mundo?, se
casaban?, se desahogaban en el licor?. Encontraba
millones de posibilidades y maneras de cambiar o
terminar con su sufrimiento.

De repente desvió su pensamiento mientras paraba en


una esquina y vio como niños en busca de un pan diario
hacían piruetas o vendían algo para poder sobrevivir. Y
aun así sorprendentemente reían, jugaban aunque su
rostro estaba sucio y sus sacos y pantalones estaban
rotos, a pesar que su propia madre o la mujer que los
cuidaba estaba sentada a un costado esperando que le
lleven el dinero que habían ganado. Cambió el semáforo
y siguió caminando, ahora tratando de comprender esas
risas sin sentido y esa alegría irracional.

Como era costumbre en la ciudad, después de una


mañana soleada y esplendorosa por la tarde el cielo se
nublaba y esa misma brisa cálida de la mañana se
estaba convirtiendo en un viento frío, víspera de lluvia.
Josué seguía sin dirección, continuaba filosofando sobre
la vida, sus personajes y sus escenarios, seguía en ese
mundo abstracto y displicente en el cual se encontró
toda la mañana. Observando a la misma gente
continuando su vida tal ves sin preguntarse cosas tan
elementales como las que él buscaba respuesta.
Comenzó a aborrecer a aquellas personas que no
razonaban igual que él o que solo se divertían sin saber
que el mundo se había transformado en un mundo sin
ley, sin dirección, ignorante de lo bueno o malo y por
sobre todo sin justicia.

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Continuó y encontró un viejo café en el que él antes


disfrutaba con sus amigos, familiares o allegados, pero
nunca había entrado solo. No era la primera vez que él
reflexionaba sobre eso empero era la primera que le
había afectado tanto. Tuvo ganas de entrar pero vaciló,
no sabia que iba a hacer solo, como sea en la calle nadie
le pedía explicaciones o no conocía a nadie pero al
entrar se encontraría con el Sr. García, el dueño, que lo
conocía muy bien hace mucho tiempo y comenzaría a
hacer preguntas y tratar de que el cambie su ánimo.
Irónicamente no quería que nadie lo moleste en su
pesimista meditación y decidió continuar. Seguramente
encontraría otro lugar ya que aquel aroma de café lo
había cautivado y ahora tenia ganas de su
acostumbrado café de la tarde acompañado de sus
compañeros de toda la vida: sus cigarrillos.

Prosiguió su caminata y a lo lejos un pequeño café se


abría paso entre una selva de tiendas que él no había
observado antes. Pensó que sería el lugar exacto para
continuar su reflexión y además saborear un delicioso
café. Por otro lado no recordaba que nadie lo haya
mencionado o recomendado por lo que nadie debía
conocerlo.

La gente continuaba con su acostumbrado ritmo de


ciudad, pasaban y conversaban sin notar ese lugar.
Josué se postró delante de la entrada y al estar en la
puerta notó algo muy peculiar a un costado, un letrero

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de madera un poco viejo en el cual con unas letras


claras y grandes estaba la frase: “No olvide su disfraz!”.

Josué frunció el ceño contrariado, estaba asombrado.


Volteó la mirada para cerciorarse si alguien lo miraba,
como si hubiera malentendido la frase la volvió a leerla
pero estaba en lo correcto. Era un anuncio permanente
por lo que no podía ser solo una fiesta. Era un Café y
especuló en la que clase de personas iría todos los días
disfrazados solo para poder tomar una taza de café?.

Permaneció en la puerta unos instantes y luego


concluyó que era muy extraño. Tuvo ganas de entrar
pero no tenía el singular requisito. Y como con
vergüenza nuevamente viró la cara y al ver que nadie lo
miraba frente a ese ridículo lugar continuó su camino
con la cabeza baja. Alguien podía haberlo visto y la sola
idea lo sonrojaba, lo mezclarían con esas extravagantes
personas.

Así que siguió caminando pero ahora sus pensamientos


se limitaban a una sola cosa, aquel café. Había pasado
por ese lugar muchas veces y nunca lo había visto. Qué
querrían sus dueños con ese letrero y porque hay que
disfrazarse para tomar un café. Sería un juego de
palabras o un anagrama de esos que solo los cultos
personajes de la urbe darían a un lugar para hacerlo
exclusivo, eso no lo sabía. Lo que él entendía era que
necesitaba un traje para entrar y le parecía muy
absurdo.

En el camino decidió regresar a su casa. Su larga y


extenuada caminata le había dado hambre. Además
tenia que arreglar ese testimonio para la Sra. Jiménez
para el otro día.

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Al llegar a su casa preparó una comida ligera y se


acomodó en su sala tras ponerse ropa mas cómoda.
Encendió su equipo de sonido con la música suave que
a él le gustaba, encendió su cigarrillo y finalmente tomó
su café.

Él vivía solo en un departamento con vista a uno de los


parques más grandes de la ciudad. Hace ya 4 años que
él vivía solo, sus padres vivían en el exterior y su
hermano se había casado el año anterior, su
departamento era pequeño, su sala estaba separada de
la cocina por una pequeña barra, tenía su agradable
dormitorio adornado como él quería y un pequeño baño.
Todo era muy modesto nada lujoso ni de ultima
tecnología, era lo que podía tener con su sueldo y con
ayuda de sus padres.

Ahora si a gusto, leyó el informe, tratando de ver la


manera de justificar y poner en tela de duda el pequeño
accidente de la Sra. Jiménez. Buscó en sus libros de
leyes e investigó inclusive en internet casos similares
que lo ayudaran con su trabajo. Después de un par de
horas había terminado y ya era casi hora de descansar.

Encendió su televisión y vio su programa favorito,


cuando nuevamente se acordó de aquel café y su
extraña frase. “No olvide su disfraz” y en de su cabeza
brotaron nuevamente muchas conjeturas, podría
tratarse de algo metafórico o simplemente una frase

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para seleccionar a su clientela. También podría ser que


ahí había todos los días alguna especie de fiesta de
disfraces o algo así pero cualquiera que fuera la excusa
concluía de la misma forma, era un absurdo.

Estaba totalmente intrigado, pero no iba a disfrazarse


para entrar a un simple café, pensó en preguntar a sus
amigos pero le parecía tan ridículo que lo avergonzaba,
por lo que no era buena idea. Siguió divagando hasta no
dejar ninguna posible buena respuesta propuesta, y ya
cansado se propuso que al otro día después de su cita
iba a dirigirse decididamente a ese café y si no lo
dejasen entrar por no tener disfraz por lo menos ya
habría podido observar que había adentro.

No se atormentó más y decidió dormir para estar listo y


lúcido para el otro día. Resolvió que después de todo ese
café había por lo menos cambiado su pensamiento
negativo ante la vida y lo había distraído un poco
tratando de descifrar su significado. Durmió a gusto
toda la noche.

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A la mañana siguiente, la ciudad se despertó con un


poco de lluvia, era un día triste y oscuro. Desde el inicio
a Josué las cosas no le estaban saliendo muy bien, tuvo
que bañarse en agua fría, no tuvo pan para su
desayuno, olvidó su paraguas para ir a su trabajo, etc.

Llegó a su trabajo un poco irritado, en la entrada se


encontró con su jefe el Doc. Aguirre que llegaba del
juzgado. Había ganado un caso de unos narcos,
dejándolos libres y sin culpa alguna. El doctor muy
amable le consultó sobre el caso de la Sra. Jiménez.
Ellos habían sido amigos largo tiempo desde cuando el
esposo de ella estaba aún en el ejercito y había tenido
un problema legal. Ante la pregunta de él, Josué
contestó escueto y dejando muchas respuestas sin
contestar prefirió dirigirse rápidamente a su oficina para
incorporarse a su labor.

Al ingresar a su oficina saludó atento a Andrea, quien lo


informó que su cliente estaba ya esperándolo en su
oficina hace quince minutos. Ella había venido con su
hija y eso molestó sobremanera a Josué. Tomó unos
cuantos papeles y pidió a Andrea que nadie lo
molestara.

Entró rápidamente a su oficina y observó de espaldas


sin mucha atención a la Sra. Jiménez acompañada por
su hija, siguió directo a su asiento después de un
cordial saludo de Josué, la Sra. Jiménez, como lo había

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planeado presentó a su hija Sofía. Al estar frente a


frente con ellas, alzó su mirada de los muchos papeles
que estaba leyendo en su mano y vio a aquella mujer
que acompañaba a su cliente. Era hermosa, joven y con
aires de desinterés, encajaba justo en los gustos de él.

Y de repente sus ojos se agrandaron en señal de


admiración junto con sus levantadas cejas y su mirada
fija, nunca hubiera imaginado que aquella molestosa
señora tenga una hija tan bella. Volviendo a tomar
consciencia de las cosas volvió a mirar sus papeles y
enseño algunos a la Sra. Jiménez. Explicó algunas cosas
y dijo con gran convicción su defensa. Él quería
impresionar a Sofía con su firmeza y su profesionalismo;
y a su vez la Sra. Jiménez hacía insinuaciones a su hija.

Josué siguió explicándoles su osado plan, por instantes


cuando se detenía para sacar algún papel, regresaba su
mirada a Sofía y notaba que ella no mostraba el más
mínimo interés en él, él sonreía cada que sus miradas se
cruzaban pero ella no respondía sus miradas.

Hace mucho tiempo que Josué no sentía algo así, en su


colegio se había enamorado de una chica, duraron cerca
de 1 año y con ella él conoció el amor. Proseguía con su
explicación, la Sra. Jiménez estaba encantada por su
solución y por el interés que Josué mostraba por su
hija. Era muy evidente que ella lo impactó, y por eso
estaba emocionada.

Concluyó con la hora de encuentro para la audiencia y


ahora estaba todo listo para su defensa. Se despidieron
muy amablemente a pesar de la apatía de Sofía. Josué
sintió recelo de decirle algo. Él quería invitarla a algún
lugar para poder conversar y conocerse, es más penso
por un momento en invitarla a aquel café que lo tenia
intrigado, pero su recelo pudo mas que sus ganas.

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Josué quedó desconcertado, bueno no era la primera


ocasión que una mujer se comportaba de esa manera,
por lo general las mujeres son así! – penso él. No le dio
mucha importancia y continuó con su trabajo.

Su día terminó en su fría y calmada oficina, al fin podía


ir a ese extraño café y quitarse la duda. Estaba decidió a
entrar, a no dejarse invadir por la vergüenza. Quiso
nuevamente caminar a su destino a pesar de que la
lluvia seguía cayendo desde la mañana. Decidió seguir
su camino a pie, esa era una de las cosas que disfrutaba
mucho. Caminar bajo la lluvia y sentir como esas
pequeñas gotas de agua caían sobre su rostro. No
obstante el regreso a su casa sería incómodo y por
último no lo dejarían entrar a ese lugar todo mojado.
Esperó en su oficina hasta que la lluvia se apaciguara,
después de una hora, solo quedó una pequeña garúa en
el ambiente y emprendió paso.

Caminaba por entre la multitud como el día anterior,


aunque estaba vez se le notaba diferente. Soltaba
sonrisas por doquier, miraba a la gente esta vez a sus
ojos. La vida a su alrededor continuaba y ya no le
molestaba, no había ocurrido nada nuevo en su vida,
pero ahora ya no pensaba en cosas existenciales y
deprimentes. Sus nuevos pensamientos eran qué hacer
el momento de entrar en el café, cómo comportarse y
que tenía que fijarse en cualquier detalle para descubrir
el porqué esa frase a la entrada.

Muy cerca a la entrada algo distrajo su vista. Sus ojos


no podían evitar el cautivante paso de una singular
mujer cruzando la calle. Era una mujer que por su porte
y su delicadeza era destino ineludible de las miradas

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masculinas. Su mirada elevada y un paso raudo y


contoneado denotaban mucho estilo. Un traje azul
pegado al cuerpo muy serio pero muy provocativo
indicaba que iba vestida muy a la moda. Su cabello
largo hasta la cintura color negro y su tez blanca. En
sus manos llevaba únicamente un libro y se dirigía
hacia aquel café.

Su expectativa creció al observar que aquella chica no


tenía puesto ningún disfraz. Se quedó esperando a ver
que hacía ella además su aspecto le recordaba a
alguien, trataba de recordarla pero no sabía a quién se
le parecía. Josué se escondió entre la multitud para que
aquella mujer no lo viera mientras él, con mucha
curiosidad, la observaba.

Ella regresó la mirada como quien nota que alguien lo


esta siguiendo y Josué pudo verla mientras se escondía
tras un señor que caminaba a su lado. Era ella, era
Sofía, extrañamente no llevaba el mismo atuendo de la
mañana, no estaba tan deportiva y ahora parecía muy
intelectual y apurada.

Ella no lo vio y mientras Josué volvía del susto la vio


entrar. Ella ingresó sin ninguna presentación, ni
identificación; - ella debe frecuentar mucho ese lugar,
bueno por lo menos ya tengo a alguien para conversar –
Josué trataba de consolarse. Y después de superado el
susto que le dio el ver a Sofía entrar a ese lugar aún su
corazón latía inquieto. Todo el día anterior había perdido
su tiempo pensando en eso y hoy se había despertado
con la firme intención de entrar.

Decidido y con su cuerpo palpitando por temor a su


desconocido encuentro, continuó y se postró frente a la
entrada. Leyó por otra ocasión el letrero, una vez tras
otra, como si haciendo eso la frase cambiaría. Esta vez

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quiso ser mas observador y captó toda la imagen de la


entrada y al levantar su mirada el nombre del café lo
impresionó. “El Café de los Perdidos” decía.

Era una entrada vieja, toda hecha de madera, en los dos


letreros había una luz que los alumbraba para indicar si
estuba abierto o cerrado. No había ventana alguna como
para poder observar lo que adentro se estaba haciendo y
unas enredaderas cubrían gran parte de las paredes.
Todo estaba bien ubicado para cubrir por completo el
pórtico, como si sus dueños quisiesen con ello
ahuyentar a cualquier curioso.

El día anterior no había visto su título y ahora con


aquellas dos frases quedó más desconcertado. No se
quedaría con la intriga, entraría y observaría lo que en
su interior tenía. –Esto ahuyentaría a cualquiera – se
dijo mientras soltaba una ligera sonrisa.

Empero todo estuvo a su favor aquel día,


inesperadamente comenzó a diluviar otra vez y ya tenia
a alguien conocido adentro para no estar solo y no verse
tan extraño en un café que para él era diferente.

Estaba aún nervioso por lo que primero golpeó la puerta


en espera de que alguien lo abriera. Pensó que sería lo
mejor ya que si alguien saliera le proporcionaría algún
tipo de información y en caso de que le denegaran la
entrada, no pasaría ningún chasco. Por segunda vez
golpeó y entendió que nadie lo ayudaría. Inhaló fuerte y
procedió a entrar.

Era un lugar oscuro en la entrada por lo que sus ojos se


nublaron por un momento. Cerró la puerta y a su
costado había una barra donde una mesera algo
ocupada daba la impresión de preparar una bebida. Y

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mientras sus ojos volvían a la normalidad se acercó a


aquella empleada.

Al caminar junto a la barra una luz que nuevamente lo


cegó se abría paso por el pasaje oscuro y pudo ver todo
el lugar. Tras el corto pasadizo casi sin luz, había una
sala circular grande en medio. En esa sala había unas 8
mesas redondas y unas 6 puertas iguales a la de la
entrada que circunvalaban a la sala. En cada mesa
estaba una persona sentada con un libro en sus manos
y sobre la mesa había una taza con alguna bebida.
Algunos estaban fumando un cigarrillo y todos
concentrados no despegaban sus ojos de su lectura.
Alumbraba las mesas una vela con forma de pirámide de
color distinto y las paredes unas antorchas artificiales
que colgaban al puro estilo medieval. El techo del hall
era un gran vitral por el cual se podía ver el cielo
aunque en ese instante estaba oscuro por la lluvia.

A Josué le dio la sensación que las personas en el


circulo estarían esperando a que puedan entrar en cada
puerta. Y ahí notó que misteriosamente nadie traía un
disfraz. Para pasar desapercibido por la mesera alzó su
mirada para tratar de indicar que estaba buscando a
alguien. Quiso buscar a Sofía, en espera de poder
sentarse con ella y que ella le explicara ese extraño
lugar. Lastimosamente Josué no la encontró, debe estar
dentro de alguna de esas puertas – penso él. No tuvo
más remedio que preguntar a la mesera.

- Buenas tardes. Cómo estas, disculpa hay alguna


mesa libre, me gustaría tomar un buen café!
- Bienvenido – dijo ella, con voz agradable – me parece
que eres nuevo aquí verdad?, mi nombre es Nadia.
- En realidad si, vi el letrero en la puerta y como
siempre me gusta visitar lugares nuevos .... – mintió

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para dar alguna razón más que su curiosidad para


su entrada – .... para tomar un buen café, mi nombre
es Josué.
- Bienvenido de nuevo Josué, este es el Café de los
Perdidos, y veo que pudiste entrar, muchos se
quedan en la entrada, se dan media vuelta y se van –
al parecer Nadia sabía que él la había mentido pero
solo sonrió y no le dio mucha importancia.
- En realidad tuve el mismo pensamiento, además
acabo de ver que una persona que conozco entró
hace un momento. Se llama Sofía, tú la conoces?
- Sofía?, mm... claro, pero no puedes conversar con
ella, creo que esta ocupada. Por cierto, cuál es tu
disfraz?

Josué desconcertado, volteó la mirada a la sala en busca


de dar una respuesta tácita. Nadie a su alrededor traía
un traje semejante a un disfraz, pero Nadia tras una
breve bienvenida le estaba preguntando por el suyo.
Aún no entendía lo que ahí ocurría y esa incertidumbre
comenzaba a trastornarlo. – Un disfraz, un disfraz para
qué? - respondió indignado Josué.

No obstante Nadia no perdía su carisma y alegría. Esto


despreocupó mucho a Josué, que tras una leve
carcajada de Nadia temía que se tratase de alguna
broma. Empero ella sin otorgarle ninguna respuesta
comenzó por querer adivinar la profesión del muchacho
irritado que tenía enfrente. – Tú debes ser abogado o
periodista, verdad? – y tras este vaticinio de Nadia,
Josué pensó en su rostro. Tal vez sus gestos decían mas
de lo que él creía.

- Soy abogado – con voz fuerte y clara para despejar


cualquier indicio de debilidad que pudo brindar. Nadia
indicaba que sabía algo mas de lo que decía. Ella

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parecía mucho más astuta y perspicaz por que comenzó


a indagar en él sin hacerle preguntas directas. Como un
hábil don de algunas personas que terminas diciéndoles
todo sin querer.

Josué notó que toda la conversación comenzaba a


tornarse en sus pensamientos del día anterior. Ella por
alguna extraña razón sabía que él había tenido algún
encuentro con la desesperación y el pesimismo. Y por lo
mismo parecía poco convencida de la visita al lugar por
el solo hecho de tomar café. Reiteradamente ella daba
un toque de exclusividad al lugar diciendo – aquí solo
entran los que tienen que entrar y si la gente se decide
puede encontrar aquí todo cuanto quiere – y luego
soltaba una sonrisa que se esparcía por todo el lugar.

Era una frase confusa que Josué no pasaba por alto,


que podría encontrar ahí y además porque estaba tan
enterada en su crisis existencial del día anterior. Nadia
continuaba hablando mientras la mente de Josué
intentaba conjeturar esas dos circunstancias, pero no
encontraba conjetura lógica alguna.

Por medio de la sala un hombre de edad mayor se


levantaba de su silla e iba en dirección a la entrada.
Aquel sujeto algo canoso con aspecto de intelectual traía
consigo un libro y una taza de café en su mano como
parecía costumbre de ese lugar. Josué notó su presencia
ya cuando el hombre estaba muy cerca de ellos. Él dejo
la taza en la barra e interrumpió su conversación.

- Disculpa Nadia, me podrías dar otra taza de café. He


estado largo rato leyendo este libro. Tengo que
esperar a Pepe que se esta demorando en la
Montaña, ese chiquillo siempre me tiene esperando,
ojalá que la esté pasando bien.

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Josué, poco interesado en lo que él decía, volteó la


mirada a la estancia. Veía que la misma gente seguía
impávida leyendo sus libros. Su mirada atravesaba la
sala tratando de captar cualquier detalle que se le
hubiera pasado por alto. Descubrió que cada puerta
tenia un nombre; imaginó que en orden ascendente
comenzaban en el océano, después la playa, el bosque,
el valle, la ciudad y por último la montaña.

Seguía descubriendo detalles que lo hacían inducir que


todo ahí era extraño. Entre las personas que se
encontraban en la sala nadie se movía, continuaban
clavados en sus libros sin señal de respuesta. El silencio
y la quietud de la sala eran impactantes, nadie salía o
entraba en las puertas ni hacían el menor ruido o
movimiento.

Con su rostro en torno a la sala percibía la única


conversación a su lado y sin señal de interferir o entrar
en ella, la escuchaba sin mostrar interés. Todo daba a
interpretar que era una especie de grupo, o una de esas
sectas que engañan a la gente pensando que después de
un tiempo obtengan la satisfacción personal o algo así.

Inconscientemente algo lo mantenía ahí, puede que sea


Sofía o la simple curiosidad pero Josué no quería salir
aún. Además esperaba terminar su conversación
inconclusa con Nadia que le estaban ofreciendo unas
respuestas a algo que él no se había preguntado. Y en
busca de ellas divagó con un sin fin de preguntas que
todo humano desconoce su respuesta. Entre esas aun
seguían latentes las que él, el día anterior, se estaba
preguntando. Aun así como sabían que él se estaba
haciendo esas preguntas, mera intuición o acaso podían
leer su mente.

Alejandro Espinosa 23
Mientras caminaba a la Montaña

- .....sabes él es Josué y vino por un café – irrumpió


Nadia en su conversación con el señor – puede que
comience a venir seguido por aquí. Él se llama
Arturo, aquí todos le decimos rey Arturo es el mas
viejo de todos, ja ja.
- Como siempre la juventud no respeta canas –
comentó Arturo – mucho gusto José, espero verte por
aquí seguido, no te arrepentirás.
- Josué, señor, mi nombre es Josué, y gracias por la
sugerencia – quiso ser muy parco en su respuesta, a
la final ni siquiera conocía a aquel personaje, que
ahora le estaba tratando como su amigo – pero creo
que solo vine por un café y a esperar a una amiga
que entró aquí.
- Solo un café?, bueno y a quien esperas, por tu rostro
esa chica debe ser tu novia o algo así.

Josué sonrió apenado, Sofía no era precisamente su


novia pero solo con la insinuación se había enrojecido.
La conversación entre ellos estaba durando mucho y
Josué estaba cansándose de tanta pregunta, respuesta
y de parecer amable con alguien que no conocía. Meditó
en su absurda espera, no tenía motivo para perder ahí
su tiempo con cafés, puertas y demás cosas extrañas.
Tenía trabajo, estudios y otras preocupaciones para
continuar ahí y decidió irse.

- Es Sofía, tal vez la conozca, pero creo que no la


esperaré más, esta haciéndose tarde y tengo otros
compromisos.
- Compromisos?. – en un tono incrédulo dijo Nadia -
bueno tú verás. Nuestra puerta esta abierta para ti,
igual ya te decidiste a entrar y el regresar es más
fácil.
- Gracias, en otra ocasión disfrutare ese café que por
su aroma parece bueno. Chao

Alejandro Espinosa 24
Mientras caminaba a la Montaña

Josué salió con un alivio que no comprendía. Todo lo


que involucraba a ese sitio era sombrío, nada parecía
congruente. Las personas que había visto y la sala en si
eran muy extrañas. La lenitiva certeza que tenía era que
su intriga había desaparecido. Ahora no lo tenía
reflexionando el lugar, mas bien eran esas personas que
había conocido y su no menos peculiar conversación.
Por otro lado no vio a Sofía dentro y eso lo extrañaba
más. Qué hacían ahí era la pregunta, pero ciertamente
esa incertidumbre era mucho menor que la anterior.
Concluyó en dejar ahí ese tema, ya sus interrogantes
estaban respondidas, no valdría la pena continuar con
eso.

Regresó a casa en un autobús y entre otras cosas que


percibía su mente se desvió. Sentado junto a la ventana
todos sus pensamientos se fueron desvaneciendo con el
pasar de las casas, de personas, las conversaciones a su
alrededor y sobre todo las luces de la ciudad que por la
noche mostraban su mejor esplendor, era un
espectáculo casi invisible para la mayoría de personas
pero que a él era una de las imágenes más impactantes
que desde niño guardaba en su mente.

Alejandro Espinosa 25
Mientras caminaba a la Montaña

La mañana siguiente al levantarse era un hombre


nuevo, sin preocupaciones ni ideas raras en su cabeza,
estaba presto para comenzar un día nuevo. No tuvo
contratiempos al llegar a su oficina, se sentía feliz con
un naciente sentimiento de paz en su vida. Posiblemente
el cálido día que hacía lo estimuló. No reparó en su
visita al Café y continuó sonriente.

En su oficina tomó unos papeles que necesitaba y se


dirigió al juzgado en el auto del buro a la hora señalada.
Su cabeza estaba en su trabajo, en lo que iba a decir y
defender. Llegó puntual al lugar acordado pero la Sra.
Jiménez no estaba todavía. Encendió un cigarrillo, se
sentó en una banca afuera de la corte y esperó leyendo
el periódico matutino.

Tras cuarto de hora, divisó en la escalera la llegada a su


ubicación de dos mujeres que se acercaban presurosas,
que mientras se acercaban las fue reconociendo. Era en
efecto la Sra. Jiménez y Sofía, las dos estaban más
formal que la tarde anterior. Sofía traía un libro en la
mano, él pudo haber descuidado ese detalle en su
oficina pero después de su experiencia en el “Café de los
Perdidos” estaba más atento a ese tipo de detalles.

Alejandro Espinosa 26
Mientras caminaba a la Montaña

- Buenos días Josué, discúlpenos la demora pero


había un trafico terrible y no pudimos estacionar el
vehículo rápido – aclaró casi sin aliento la Sra.
Jiménez.
- Si, discúlpenos, pero parece que aun no llega nadie o
nos hemos perdido de algo – dijo Sofía, pero ahora
con una sonrisa que delataba que se había enterado
de algo, tal ves de la visita que tuvo el día anterior.
- No, no se preocupen están ahí adentro todos, pero no
hay problema, mejor apurémonos para concluir
ágilmente este percance.

Ingresaron todos y los esperaba el joven de la bicicleta,


su abogado y el juez, y prosiguió el juicio. Josué apreció
que Sofía se encontraba más atenta con él, sus ojos
escondían un toque de picardía y lo miraba
directamente a los ojos, a veces aportaba con datos o
solo le ayudaba organizando sus papeles o ideas. Él solo
quería que eso terminara, quería hablar con ella y
conocer la razón de su actitud.

Finalmente el juicio concluyó, todo salió como Josué


esperaba, la señora Jiménez tuvo que pagar una ínfima
multa y todo se pudo solucionar sin ningún problema.
Sofía junto a su mama esperaron a que Josué terminara
de dialogar con el Juez, ellos eran conocidos y charlaron
un momento después de la sentencia. Josué salió y vio a
aquellas dos mujeres.

- Todo salió perfecto Josué, no podía resultar mejor –


se acercó en tono agradecido la Sra. Jiménez.
- Sí, todo perfecto. Ahora vaya con cuidado, trate de
no meterse mas en problemas y si los tiene ya sabe a
quien recurrir – dijo Josué, igualmente alegre – y
bueno, a donde tienen que ir? Tal vez podría

Alejandro Espinosa 27
Mientras caminaba a la Montaña

llevarlas. Yo voy para mi oficina y estoy en el auto del


bufete.
- Yo tengo que regresar a casa, tengo unos asuntos
pendientes, no sé tu Sofía que vas a hacer?.
- Yo eh eh..... nada, no tengo nada que hacer, mmm si
gusta Josué puedo acompañarlo porque después
tengo que ir cerca de su oficina.
- Claro no hay problema es mas si me permites,
podemos ir a tomar un café y ......
- Bueno bueno, mejor los dejo – dijo su madre con una
sonrisa que demostraba la alegría de ver a su hija
relacionada con su joven abogado – continúen yo
creo que estoy sobrando, me voy me voy, adiós.

Dio media vuelta y como alma que lleva el diablo salió


del juzgado, mientras tanto Josué miró fijamente a los
ojos de Sofía y ella con una mirada retraída que notaba
timidez, tal ves era nerviosismo, lo vio y bajo la mirada.
Josué estaba igual de nervioso que ella; mientras su
corazón latía a mil por hora su cuerpo comenzó a
transpirar, sus reacciones se aletargaron y su mente se
nubló. De repente había un inexplicable interés de Sofía
para él, pensó que la gente extraña del café había dicho
algo a Sofía de su visita. Y su nueva actitud se trasmitía
con una repentina atención.

Tras un corto silencio Josué le invitó a tomar una taza


de café y ella pensó en un lugar muy bueno que conocía.
El primer pensamiento que se vino a la cabeza de Josué
era que ella lo llevaría al insólito lugar al que la había
ido a buscar, al “Café de los Perdidos”. Y todo comenzó a
tener explicación, al parecer Nadia y Arturo la habían
persuadido para que lo llevara nuevamente a ese lugar.

A pesar de sus reflexiones aun cavia la posibilidad de


estar equivocado por lo que no quiso mostrar debilidad,

Alejandro Espinosa 28
Mientras caminaba a la Montaña

se dedicó a ver alguna forma de salir de esa trampa si,


como él pensaba, estuvieran confabulado contra él.

En camino, comenzaron a conversar acerca de ellos.


Sofía tenia 22 años, estudiaba Restauración en una de
las Universidades de la ciudad, entre sus hobbies estaba
el resolver crucigramas, el caminar por los parques y la
lectura cosa que no sorprendió al chico después de
conocer el Café, además le contó lo de su padre militar y
lo de su madre que aunque un poco presuntuosa era
buena persona.

Josué muy astuto siguió las indicaciones para ir al lugar


que ella invitó, donde podrían tomar algo y charlar largo
rato, ella por su parte muy segura comenzó a guiarlo.
Josué estaba cada vez más seguro que su destino seria
el Café de los Perdidos, pero a pocas cuadras ella lo hizo
cambiar el rumbo. Continuaron con su conversación
mientras ella lo guiaba por una parte de la ciudad un
poco despoblada y poco conocida por Josué.

Finalmente lo llevó a un parque a orillas del río de la


ciudad donde la vista era hermosa. Estaba recién
construida por la alcaldía de la localidad razón por la
cual aun no era muy conocida, al río lo atravesaba un
puente de madera colgante mientras los vados gozaban
de vías y bancas de madera al igual que pequeñas
piletas y cascadas artificiales, todo estaba iluminado y
pocas personas caminaban por el lugar. Era un lugar a
su medida, que los permitiría conversar y conocerse a
pesar de no poder tomar nada, cosa que no incomodo a
Josué. Sofía seguía conversando de la vida con su
madre. Ella ahora vivía sola pero su madre aun la
ayudaba en su hogar, ella subsistía de las practicas que
realizaba para su carrera, además le comentó que no
tenía novio y sus amigos eran como sus hermanos
porque era hija única.

Alejandro Espinosa 29
Mientras caminaba a la Montaña

Después de largo tiempo de hablar de ella, cuando


Josué conocía casi su vida entera, a él lo perturbaba
una sola pregunta, que era y que tenía que ver con el
Café de los Perdidos?. Ellos congeniaban muy bien,
sonreían con dulzura al chocar sus miradas y sus
manos ahora se tocaban, no escuchaban mas voz que la
de ellos mientras la corriente pasaba cerca de ellos
tornando el ambiente en un sueño. Un sueño que para
Josué era extraño por su rapidez, creía que se
encontraba frente a una de las mujeres que más deprisa
lo habían conmovido e interesado, no se explicaba el
motivo y su razón lo abandonaba de a poco.

Fue una sorprendente jornada llena de sentimientos


encontrados, lo único malo que seguía rondando su
cabeza era el repentino interés de ella que él seguía
asociándolo con el café. Cortó la conversación acerca de
sus amigos y con un tono dubitativo dijo:

- Sofía discúlpame pero debo hacerte una pregunta,


tal vez te suene ridículo pero quiero saber porque de
repente estas aquí a mi lado, hoy has sido una de las
mejores mujeres que he podido conocer, siendo tan
buena y sincera conmigo?. Por que el cambio de ayer
a hoy? Que te hizo cambiar?
- Ufff......... como decirte – y con la mirada baja como
buscando una buena explicación, guardó unos
instantes silencio - sabes hace un tiempo estoy
compartiendo con unas personas que me han
enseñado muchas lecciones para mi vida, con ellos
he aprendido muchas cosas y he conseguido escoger
a las personas que tengo a mi alrededor, de pronto te
vi, y he imaginado toda la vida a tu lado, no te puedo
explicar que nos une, pero sé que terminaremos
nuestra vida juntos.

Alejandro Espinosa 30
Mientras caminaba a la Montaña

- Como?, una vida a mi lado?, me halaga pero estoy


realmente estupefacto, pero acaso ellos te han dicho
que yo debo estar contigo?.......
- No, espérame, no me entiendes. Mira no sabría
explicarme, tengo esa sensación desde lo de ayer.
Ayer, si no lo recuerdas, estuviste en mi cama, me
abrasaste, me dijiste cuanto me amabas, dormimos
juntos y al alba nuestros cuerpos estaban desnudos,
cansados y transpirados después de una noche
agitada e inolvidable, tu te levantaste, me miraste
fijamente a los ojos y me dijiste que me esperabas en
el juzgado porque hoy después de eso vendríamos
aquí a conversar y despejar nuestras dudas.

Josué tenía un gesto de asombro, atónito siguió con


atención todo cuanto Sofía decía. Perplejo no sabía que
decir, aquella niña estaba loca. Ahora lo quería
convencer que había estado con ella antes, a pesar de
saber que en ese momento se acababan de conocer.

Además que era lo que en ese Café le habrían dicho para


que tuviera esas ideas locas, y más aun quiera
convencerlo de algo que no había realizado. En fin, el
había disfrutado de la mañana a su lado y no quería ser
grosero con ella o llamarla loca, prefirió seguir
indagando en el asunto tal ves solo sería una forma de
explicar algo, pero que forma!. No había escuchado a
ninguna mujer que lo haya intimidado tanto con su
forma de hablar.

- Acaso soñaste conmigo y ahora por eso crees que soy


el hombre de tu vida?, tu me pareces muy linda, y tal
ves con el tiempo podamos llegar a ser novios pero
aun ni lo somos.
- Eso a mi no me importa, claro que fue un sueño pero
no lo recuerdas?, no estuviste físicamente conmigo

Alejandro Espinosa 31
Mientras caminaba a la Montaña

pero eso lo vivimos juntos, o me puedes negar que


eso fue lo que soñaste toda la noche? Tu mirada lo
delataba a la hora de nuestro encuentro, y porque
quieres ahora cambiar tus sentimientos y tus
anhelos.
- En realidad, Sofía tu me gustas mucho, eres una
persona muy interesante, tal ves un poco extraña
pero esto que me dices me ha dejado desconcertado.

Encendió un cigarrillo y comenzó a caminar de un lado


a otro pensativo. Josué anonadado recordó cada detalle
que ella había descrito de la noche anterior,
increíblemente él recordaba todo eso pero podía ser una
simple asociación de lo descrito. Un sueño es un sueño
pensó él, pero ella conocía lo que el soñaba y solo la
conocía un día. Podía ser únicamente su imaginación
pero algo le decía que no era así, estaba impávido y cada
cierto tiempo regresaba a ver a Sofía que lo miraba con
deseo y con ternura. En sus ojos no encontraba malicia,
ni ningún tipo de sentimiento perverso, no sabia que
pensar.

Después de que ella lo hiciera recordar su sueño, él


sentía como que algo había cambiado en su ser y algo
dentro de él lo llamaba o ataba a Sofía. Él sabia que no
era amor, solo se relacionaban un día, eso no era amor,
pero un fuerte sentimiento creció ese instante. No quería
dejarla ir, ni que pensara que no la quería a su lado,
tomó una decisión y se acercó sutilmente a ella.

- Sofía en realidad ayer soñé contigo y aunque aún no


entiendo como lo sabes, no quiero también echar a la
basura todo este maravilloso día. Me gustaría salir
contigo mas a menudo para poder ver si algo entre
nosotros podría pasar.

Alejandro Espinosa 32
Mientras caminaba a la Montaña

- Aún no puedes reconocer las oportunidades de la


vida verdad? – sonrió ella – estamos aquí y ahora, no
dejes para luego lo que puede pasar ya, no te estoy
pidiendo que estés conmigo porque eso no lo puedes
evitar.

Sonó un celular, lo salvó la campana. Lo estaba


llamando Andrea, aparentemente el doc. Aguirre estaba
contento por lo que Josué había hecho con la Sra.
Jiménez y le había dado el día libre y la libertad de salir
la noche con el auto. Era como una recompensa por su
buena labor, nunca antes había pasado y ahora estaba
completamente libre para Sofía. Le dio mucha alegría ya
que sin nada más en su agenda podrían pasar todo el
día juntos y conocerse mas.

Al comentarlo con Sofía, ella se alegró. Entonces


prefirieron buscar otro lugar para continuar su
conversación. Caminaron hacia el auto y Josué manejó
hacia un lugar especial para él, era un mirador en el
cual se veía gran parte de la ciudad y además al igual
que ese parque anterior, él sabia que no había nadie
más. En el trayecto conversaron de él, de lo que hacia,
de su familia y de su trabajo. Parecían amigos de toda la
vida, cosa que para ambos era nuevo.

Llegaron al lugar y en realidad había una vista


sorprendente de la metrópoli, comenzó a atardecer y
ellos aun no habían comido, al parecer no les importaba
por lo que continuaron dialogando.

- Sofía dime, como sabes todo lo que me dijiste?, debes


ser una especie de clarividente que tiene esos
negocios de lectura de cartas o algo así y ahora
quieres atraparme a mí – rió un poco, quería romper
el hielo, así sería más fácil que ella le soltara todo -

Alejandro Espinosa 33
Mientras caminaba a la Montaña

además quiero ser sincero contigo, yo conozco el Café


de los Perdidos y ayer te vi por casualidad entrar...
- Osea que me estabas espiando, ja ja, pero ya lo
conoces?, sabía que tenia que pasar algo así primero.
- Si, lo conocí por casualidad, pero aun no lo entiendo,
ahí me atendió Nadia y charle un momento con un
tal Arturo pero aun no se de que se trata, que hacen
ahí? Porque todos pasan leyendo y qué hay tras cada
puerta?, y porque todos me dicen que ese era mi
destino?
- Todo eso lo vamos a conocer luego, no te
impacientes, solo confía en mi, solo ocurre lo que
tiene que ocurrir, no existen las casualidades, cada
acto en la vida nos enriquece, nos hace mas fuertes y
nos ayuda a continuar, hasta que ya no queramos
seguir.
- No me lo podrías decir antes?, osea que vamos a ir
juntos?, serás mi madrina o algo así?
- No, yo solo seré tu conclusión.
- Mi conclusión?, sigo sin entender, pero nada pierdo
con intentarlo – un poco decepcionado por la
respuesta Josué prefirió hablar de ellos - Sofía dime
que pasara después de hoy, inexplicablemente veo en
tus ojos amor, y solo tengo unas ganas locas de
besarte, de que entres en mi vida y yo en la tuya, no
lo entiendo, pero se que me arrepentiré si no lo hago.
- Josué, en este instante estamos solos, tu me
perteneces como yo a ti y así será hasta tu muerte,
no debemos echar la culpa a nadie ni creer que
estamos locos, porque tu lo sabes, me amas y yo a ti.

Se quedaron mirando fijamente, el viento soplaba y el


sol se escurría en el horizonte, apareció la primera
estrella y como era costumbre comenzó a garuar.
Parecía que nada les importaba, sus ojos se llamaban
con tanta locura que ninguno sabia como empezar.

Alejandro Espinosa 34
Mientras caminaba a la Montaña

Llovió un poco mas fuerte pero estaban inmutables,


Josué no soportó mas, agarró su mano, se acercó a sus
labios y después de rozarlos con tanta dulzura contra
los suyos y de que sus manos acariciaran su rostro
mojado, su cabello, sus manos, y acompañado de un
abrazo cálido, sus labios se unieron con tanta pasión
que en ese momento para ellos eran los únicos seres
sobre el planeta, fue un beso tan apasionado que sus
cuerpos comenzaron a moverse solos, sus manos
acariciaban todo su cuerpo con delirio mientras un
interminable beso los mantenía unidos.

Continuaron así por largo tiempo hasta que la lluvia


maliciosa los obligó a retornar al vehículo. Ingresaron
casi sin aliento y todo empapados, no tenían palabras
para describir lo que les había ocurrido, guardaron
silencio un lapso hasta que ella lo invitó a su casa para
que vayan a cambiarse y a comer algo. Él, complacido,
siguió la ruta que ella le indicaba hasta que llegaron a
un edificio de apartamentos. En el trayecto no hablaron
mucho, no por vergüenza mas bien por alegría, solo se
miraban, sonreían y proseguían el camino tomados la
mano.

Alejandro Espinosa 35
Mientras caminaba a la Montaña

Entraron a un estacionamiento abajo del edificio,


dejaron ahí el vehículo y subieron por las escaleras;
entre risas, juegos, besos, llegaron a su departamento.
Josué comenzó a meditar que estaba haciendo, había
recién conocido a aquella joven y después de una locura
en el mirador, ahora estaba a punto de entrar a su casa;
en eso ella lo distrajo haciéndolo pasar. Sofía estaba
como una niña, entre asustada y emocionada, parecía
que había estado esperándolo desde mucho tiempo
atrás.

Le dijo que le esperara hasta que le trajera algo de ropa


para que se cambiara, en eso fue a la cocina y se puso a
calentar algo de comida que ella tenia guardada, él
mientras tanto aguardaba en la sala con un millar de
pensamientos en su mente, todos con relación a aquella
extraña tarde.

Sofía regresó con una camiseta y un pantalón y le pidió


que esperara mientras ella se duchaba y se cambiara,

Alejandro Espinosa 36
Mientras caminaba a la Montaña

ninguno de los dos quería que ese momento acabara por


lo que a ninguno se le pasaba por la mente sus
quehaceres o sus obligaciones.

Mientras ella estaba en la ducha, Josué entró a la


habitación para cambiarse. Cuando él estaba sacándose
la ropa mojada, escuchó el ruido de la ducha y su mente
recordó aquel sueño que apenas la noche anterior había
tenido. Comenzó a escuchar un sonido que
inevitablemente venía del cuarto de baño, era como el
canto que utilizaron las sirenas para llamar a hombres
para que estuvieran con ellas. Sus pensamientos llenos
de locura y pasión lo llevaron a la puerta del baño, él
quería que ella sea suya. Nunca había él hecho algo
semejante, pero era una llamada, un sonido, una voz en
su cabeza que lo obligaba, tal ves por la locura, tal ves
por el amor que comenzó a sentir.
Tenía mucho miedo, su cuerpo temblaba mientras se
acercaba a esa puerta que lo separaba de ella, el sonido
del agua cayendo indicaba que ella continuaba en la
ducha. Él acarició la puerta como si la estuviera tocando
a Sofía, y notó que la puerta estaba abierta; una luz
tenue brotó por una pequeña abertura. En ese momento
se asustó más, pero ahora podría verla desde ese
agujero; se agachó con cuidado de no hacer mucho
ruido y observó adentro. El cuarto lleno de velas y al
igual que la habitación todo tenia un toque astral;
estaba lleno de estrellas, lunas, soles. Al fondo de aquel
espectáculo inigualable, Sofía estaba acostada en la tina
con los ojos cerrados y como esperando que él entrara
por ella.

La ansiedad y la impaciencia terminaron con Josué. Ese


sonido que lo llamaba no era de ella, o por lo menos eso
pensaba, era la vieja voz en su cabeza que lo estaba
llevando a entrar. No esperó más tiempo, su ropa

Alejandro Espinosa 37
Mientras caminaba a la Montaña

mojada quedó en la entrada y su delirio se unió con su


corazón; decidido y emocionado ingresó.

Sofía parecía no verlo y él se acercaba con tanta


emoción a su lecho. Ella continuaba cerrada los ojos, él
primero se sentó a su lado y se quedo observándola, era
la imagen que tenia en su cabeza. Era hermosa, su
cuerpo en el agua y ella cerrada los ojos dispuesta para
él y él sin saber como reaccionar. Aún temeroso pensó
en retirarse, parecía que ella no lo había notado, pero
seria peor si se daba cuenta que estaba ahí. Ella
pensaría que era alguien malo, que solo le interesa estar
con ella. Con toda la ansiedad del mundo pero con lo
poco de cordura que le quedaba se levantó, dio media
vuelta y la voz de Sofía lo detuvo – acaso vas a irte?, aun
no entiendes lo que es entregarse, estoy aquí para ti, así
que ven, no tengas miedo.

Josué solo volteó su cabeza y ella estaba aun cerrada los


ojos. Ella podía sentirlo!, su cabeza estalló, ya no quiso
mas respuestas ni preguntas, solo quería estar con ella
e ingreso a la ducha.

Fue increíble para ambos, como si su mundo se acabara


en ese momento, sus cuerpos entrelazados parecían
conocerse tiempo atrás, sus labios besaron el contorno
de sus cuerpos, hasta que no hubo lugar desconocido.
Sus gritos, gemidos, eran fuertes; capaces de derrumbar
las paredes. Sus manos acariciaban suavemente sus
rostros y Josué veía a Sofía no abrir los ojos a pesar de
que sus gestos demostraban pasión intensa.

Se amaron con una locura inimaginable, se entregaron


como nunca lo habían hecho, se acariciaron con tanta
pasión e hicieron el amor con tanta intensidad mientras
su alrededor, lleno de velas, música tenue y un

Alejandro Espinosa 38
Mientras caminaba a la Montaña

ambiente celestial completaban un cuadro que jamas él


podría olvidar.

Sus cuerpos exhaustos tras un largo momento,


sofocados y débiles por el gran esfuerzo, no
distinguieron entre el calor de la pasión y un calor que
se propagaba por todo el cuarto. Un humo negro
comenzó a llenar la habitación, pararon y Josué salió
para ver que pasaba. Al tocar la perilla la sintió caliente,
empezó a pensar que algo muy malo estaba pasando al
otro lado.

Con ayuda de una toalla abrió la puerta y en efecto, el


dormitorio estaba completamente lleno de humo, la casa
se estaba quemando. Se vistieron lo más rápido que
pudieron, Josué había dejado su atuendo en la entrada
del baño y ésta estaba ya quemada y destruida, por lo
que se puso lo primero que encontró. Su urgencia era
salir del apartamento. Josué la tomó de la mano e
iniciaron su salida, la vivienda estaba casi en su
totalidad en llamas, él no entendía como no lo habían
notado y peor aun qué lo ocasionó. Con mucho cuidado
pudieron salir, afuera ya estaban los bomberos tratando
de apagar y salvar al edificio y a sus vecinos.

Josué empero notaba a Sofía totalmente tranquila, él no


la vio en ningún momento alborotada o descontrolada,
era como si ella supiese que eso iba a pasar.

- Sofía, estas bien?, ahora que vas a hacer?, imaginas


que pudo pasar?, quieres ir esta noche a mi casa,
donde dormirás?
- Lo que haré y donde dormiré esta noche no es
problema, ahora lo que ocasionó el fuego debió ser la
cocina que estaba encendida mientras estabamos en
la bañera, no lo recuerdas?

Alejandro Espinosa 39
Mientras caminaba a la Montaña

- Si, mierda, como no pudimos apagarla, ahora tú


estas sin casa y es por mi culpa, no sé que hacer, no
quieres ir a buscar algo que puedas salvar?
- No eso no importa, tenemos que irnos, ahora estas
listo puedes salir.
- Qué?, de que me hablas, acaso hiciste esto a
propósito?, y a donde salimos?, ya salimos toda la
noche, es hora de descansar, debes estar cansada y
agotada por todo esto.
- No, vamos cojamos el vehículo, yo te guiaré.

Josué ya se estaba acostumbrando a no entender mayor


cosa de lo que Sofía le decía, prefirió no pelear mas, así
son siempre las mujeres!. Buscaron el auto en la planta
baja y salieron de ahí, sin nada mas que sus deseos e
ilusiones. En efecto, ella lo comenzó a guiar, ella seguía
con esos ojos cándidos y dulces, aun en el ambiente se
notaba toda la pasión que parecía que había incendiado
el apartamento. Josué sin rumbo, solo seguía la ruta
que ella le describía, no obstante él se percató que
estaban dirigiéndose al Café de los Perdidos, pensó que
a esa hora de la noche no estaría abierto. Se sentía muy
paranoico y tonto por lo que pensaba y decía, no buscó
mas excusas y continuó la ruta.

Antes de pasar por delante del Café, ella le indicó que


paran. Por las ventanas se veían luces encendidas y el
mismo ambiente de todas las veces que había pasado
por ahí, debía estar abierto. Al salir del auto, ella asió su
mano dulcemente, lo besó y su rostro ahora si denotaba
tristeza, como una despedida. Él, con la frustración de
no entender nada, solo continuaba sin ningún
pensamiento.

- Josué ahora estas listo, - dijo Sofía suavemente a su


oído mientras se postraban frente a la puerta - todo

Alejandro Espinosa 40
Mientras caminaba a la Montaña

lo que paso aquí, es cierto, yo te amo, y estaré en tu


vida cuando más lo necesites. Solo búscame que
estaré aquí para ti.
- Por que me dices eso? Acaso me vas a dejar aquí?
- No, no te preocupes, vamos a entrar juntos, yo estaré
a tu lado. Solo espero que lo comprendas.

Era una noche fría por la lluvia vespertina, aun caían


pequeñas gotas de los arboles o de los edificios. Las
personas deambulaban por las calles muy arropadas,
pero Josué y Sofía estaban sin abrigo. Como todo buen
caballero, él abrió la puerta para que pasara Sofía y en
ese instante vio a Nadia por la abertura. Ella con una
alegre sonrisa lo estaba esperando.

- Al fin llegaste, te estaba esperando. Cómo estuvo el


mar? – decía Nadia mientras lo tomaba de la mano y
lo invitaba a pasar.
- Hola nosotros vinimos para tomar café, hace mucho
frío – muy parco, Josué no quería divulgar lo que les
había ocurrido.

Alejandro Espinosa 41
Mientras caminaba a la Montaña

- Tú y quien más? – mientras veía tras él en busca de


alguien - Qué te trajo la marea?
- De que hablas, vine con .... – él volteó para invitar a
Sofía a entrar, pero ella no estaba – y Sofía? Dónde
esta? La has visto irse? Pero, ..., estaba de mi
mano?
- Tranquilo, esto es así. Has salido del mar, es el inicio
de tu escalada hacia la montaña.

Nadia lo halo hacia dentro y él atónito no entendía nada.


Todo el día no había entendido que estaba pasando y
ahora, termina en el mismo lugar con Nadia y Sofía
había desaparecido.

Al traspasar la puerta, estaba en el hall del Café, en ese


circulo lleno de puertas y las mesas con gente tomando
café y leyendo. En un instinto de comprender lo que
ocurría regresó su mirada con dirección a la puerta, un
letrero decía con letras grandes EL MAR, era una de
esas extrañas puertas que componían la estancia.

Nadia guardó silencio mientras lo ubicaba en una mesa


libre, solo le brindó una caliente taza de café junto con
uno de esos libros. Josué desconcertado por lo que
pasaba, qué estaba haciendo ahí? y porque nadie le dijo
nada y peor aun donde estaba aquella mujer con la que
había estado, la que le había jurado su amor hace
ínfimos instantes. No quería quedarse con esa intriga, se
acercó a Nadia que estaba en la barra preparando una
bebida, como si nada fuera de lo normal acaeciera.

- Nadia exijo una explicación. Que me ha pasado,


dónde esta Sofía y porque salí de esa puerta?. Yo no
quise volver aquí, tu me invitaste a regresar pero no
tenía ninguna intención de hacerlo. Y como pude

Alejandro Espinosa 42
Mientras caminaba a la Montaña

entrar desde esa puerta si la entrada esta por este


lado.
- Josué, en serio, yo no puedo ayudarte. Si tú estas
aquí es porque quisiste y nadie ha hecho nada en
contra tuya. Discúlpame pero puedo hablar mas,
solo continua, que todo aparte de ser real es una
experiencia que no olvidaras.
- Pero dime algo, no puedes hacerme esto o en todo
caso dime que debo hacer ahora. Tengo que
encontrar a Sofía, ahora la amo y sé que ella me trajo
y que ella viene aquí.
- Por Sofía?, mm no sé, cada uno le va diferente en el
mar. No se qué tiene que ver ella en esto pero bueno.
Ahora anda a tu casa, y vuelve cuando estés listo,
todo saldrá bien, eres fuerte y ahora debes descansar
para mañana.

Josué enojado, pero a la vez intrigado y nervioso,


regresó a ver a la sala llena de puertas y otra vez por la
oscuridad de aquel corredor, su vista se nubló de nuevo
y poco a poco comenzó su visión a la normalidad. Sabia
que Nadia no le diría nada mas; despechado, salió en
busca de su vehículo para ir a su casa.

El auto no estaba frente al Café y eso fue el acabose


para el pobre Josué. En que extraño mundo estaba,
acababan de robar su carro y ahora que diría a sus jefes
que en buena lid se lo prestaron. Desesperado buscó al
cuidador, pero él no había visto ni al auto ni a Sofía ni a
nadie. Era lógico en esas personas, uno les pagaba para
que cuiden pero no hacen nada.

Inmediatamente llamó a Andrea, era ya la 1 de la


mañana, pero debía reportar eso a alguien. Ella mas
confundida y somnolienta que él, le pidió que se
calmara. Andrea no sabia de lo que hablaba y para

Alejandro Espinosa 43
Mientras caminaba a la Montaña

apaciguar a Josué le contó que en efecto él había


ganado el caso de la señora Jiménez pero que nunca le
habían prestado el auto, que este estaba seguro en la
oficina.

Colgó el teléfono mas tranquilo por la responsabilidad


del vehículo, mas no por los hechos. Josué no entendía
nada, todo era demasiado extraño y absurdo; como si le
estuvieran jugando una broma o como si todo lo malo se
hubiera puesto de acuerdo para que le llegara unido.
Tomó un taxi a su casa.

Cuando estuvo en ella, se cambió de ropa, comió algo


ligero y se fue directo a la ducha. En algo tan iluso como
eso pudo saber que todo lo que había ocurrido era
cierto, él traía la ropa de Sofía que por el apuro le había
tocado ponerse. No podía comunicarse con ella porque
recordó que nunca le había pedido su número telefónico
y comprendió que su única opción era llamar a su
madre. Optó por descansar, ya era muy tarde, y solo
tendría que esperar a la mañana siguiente para
conseguir ese número en su oficina.

Esa noche soñó con Sofía, no podía olvidarla, era como


una ninfa que había conocido, que había cambiado su
ser, sus ganas de vivir y le dio otra perspectiva de su
vida. Ella era, era la mujer de su vida, no la había
conocido mucho pero ahora era parte de sí. Era esa
mirada desbocada que te cegaba y te llevaba a hacer
cosas que nunca hubieras imaginado que harías; entre
sus caricias, sus manos, sus ojos, él estaba alegre se
sentía satisfecho y ahora nada mas le importaba.

Alejandro Espinosa 44
Mientras caminaba a la Montaña

Un suspiro consolador lo hizo abrir sus ojos, que


mientras miraban un techo de madera cafe, su mente
deseaba acariciar una piel que lo complementaba. Se
levantó y aun no amanecía, su corazón estaba ahogado.
No se explicaba la razón pero no podía dormir mas, no
pensaba en nada más. Encendió su radio y la misma
melodía emancipadora de un recuerdo de bañera con
Sofía sonaba, como si el mundo se empeñara en
recordarla. Su anhelo acronico de un momento en el que
solo existían los dos, mientras se pertenecían y se
amaban. Pero ahora el camino para encontrarla se le
tornaba extraño, fue como un sueño que lo obligaron a
despertar. Y ahora no sabia que hacer.

Paso largo tiempo en eso, fue amaneciendo poco a poco.


Las tenues luces de la acera fueron cambiando
lentamente por unos rayos cálidos de un astro que no
entendía su apremio, mientras la brisa fría de la
mañana lo calmaba su alma. Las cobijas le estorbaban,
su ansiedad era basta y de un brinco salto de la cama
tratando de ocuparse en algo, pero en todo cuanto hacia
estaba la figura de aquella mujer, de Sofía.

Llegó por fin la hora de salir a su trabajo. Y


rápidamente, como nunca, estuvo en su oficina antes
que sus compañeros. Un número telefónico y una
llamada posterior eran lo único que necesitaba, sería
una explicación a un día inolvidable. Mientras revisaba
la agenda telefónica de la empresa en el escritorio de
Andrea, llegó ésta, y con una agradable sonrisa le
preguntó que hacía. Josué sin temor le pidió el número
que necesitaba y ella muy servicial se lo dio. Andrea era
muy amable y muy confiable, ella nunca le preguntaría
nada ni le reclamaría nada. Con el dato en mano fue
corriendo a su despacho.

Alejandro Espinosa 45
Mientras caminaba a la Montaña

Después de un momento entró apresurada Andrea, ella


había recordado que la Sra. Jiménez le había indicado
que estaría de viaje. Y con esto a Josué se le perdieron
las esperanzas, no lo podía creer, todo estaba en su
contra. La Sra. Jiménez había salido de vacaciones por
tiempo indefinido y esto empeoraba las cosas. Ahora
nadie podía contactarlo con su dama fugaz, y su
desesperación lo hizo pensar en correr hacia el Café
para encontrar explicación.
Como la mayoría de abogados, Josué no tenía un
horario fijo en el que tenía que estar en su oficina y eso
lo ayudaba para salir cuando él quisiese.

Corrió entre la gente con destino fijo. Todo a su


alrededor no existía, todo pasaba a su lado como
sombras o leves colores salpicados en una pintura que
tenía movimiento. Y cuando pudo divisar a lo lejos su
objetivo su corazón le resquebrajaba, notaba a lo lejos
todo el lugar apagado pero con mucha esperanza
continuaba corriendo.

Sus esfuerzos y sus ganas fueron en vano, el Café de los


perdidos estaba cerrado. A esa hora en la ciudad, casi
todas las tiendas y almacenes estaban abiertos; indagó
un poco el lugar sin encontrar nada y se postró frente al
pórtico en un intento por descansar de su larga
maratón.

Su respiración volvía a normalizarse, pero su ansiedad


retumbaba en su cabeza. Esperaba buscar otra solución
y en ese instante sintió que alguien tocaba su hombro.
Con mucha esperanza, su adrenalina volvió a elevarse,
pero soltó una sonrisa de incredulidad al ver a un joven
que lo miraba. Inmediatamente supo que no conocía al
chico y fue cuando él comenzó a dialogar.

- Disculpa estas buscando a alguien?

Alejandro Espinosa 46
Mientras caminaba a la Montaña

- Si, estoy buscando a la camarera de este lugar se


llama Nadia, tal vez la conoces? – muy perspicaz,
Josué bajo su mirada y observó que aquel Joven
llevaba un libro en su mano, debía ser una de las
personas que frecuentaban el Café – acaso tu
también visitas este Café?
- Mira esto abren mas tarde, yo soy un vecino y creo
saber que buscas, pero vamos tienes algo que
hacer?, te invito a desayunar, me muero de hambre.
- No, ahora estoy libre, gracias – Asintió la cabeza
pensando que no podría hacer nada mas, por lo
menos estaría conversando con alguien y podría
cambiar sus ideas.
- Yo me llamo Carlos, Carlos Suarez y tú?
- Yo soy Josué mucho gusto y estudio abogacía .......

Caminaron a un restaurante cerca de ahí, parecía que


Carlos ya era cliente y pidió 2 desayunos. Carlos, que
era menor a él, le comentó que tenia 20 años, que
estudiaba periodismo, que aún vivía con sus padres y
ellos aunque un poco excéntricos eran buenas personas,
que ya había hecho un par de publicaciones en el diario
de la universidad y que estaba pasando por su mejor
momento. Por otro lado Josué bien parco, solo le contó
un breve resumen de su vida, no le comentó nada del
Café ni de Sofía, era muy callado con las personas que
no conocía mucho.

Aunque Carlos parecía un poco loco, se notaba que era


buena persona. Él era de esas personas que a los 20
años aun tienen sueños e ilusiones, a esos que la vida
aun lo los golpeaba tanto como para ya no creer mas en
la humanidad.

- y bueno para que buscabas a Nadia? – preguntó


repentinamente Carlos.

Alejandro Espinosa 47
Mientras caminaba a la Montaña

- La conoces, no?, bueno quiero que me explique


algunas cosas.
- Si, pero creo que no entiendes aun este momento. El
océano es algo inmenso, té llena de ilusiones, de
ganas de vivir, te concede solo con una mirada un
sin fin de alegrías. Pero cuando tu llegas a la playa y
observas tanta agua a tu alrededor y esa inmensidad
que esta a tu lado, te sientes pequeño y muchas
veces hasta lo llegas a retar. Nadie sabe que le
espera, una buena puesta de sol o una esperanza
que te trae la marea y en ese instante aguardas como
un niño una respuesta. Una ayuda a algún problema
o simplemente té quedas observando que más te
traerá, porque te sientes tan pequeño para luchar
por lo que ya te trajo.

Josué escuchaba todo con admiración, aquel joven sabía


algo. Pero en vez de simplemente darle una salida, le
otorgaba una explicación. Josué seguía la conversación
callado, como que si no supiera nada. A la final aquél
muchacho no lo conocía y ahora le estaba dando una
cátedra de vida.

- Pero como sabes cuando la lucha te dará algo –


irrumpió Josué después de un largo silencio que
acompaño su meditación.
- Eso es como lo asimiles, tu debes arriesgarlo. Hay
momentos en la vida que no tienen explicación ni
sentido. Pero cuando los logras asimilar, cuando en
vez de una explicación solo buscas seguir viviendo y
asimilando cada cosa que te pase, serás mas feliz,
porque no te amargas con un problema, más bien te
fortalece una situación.
- Y tu donde aprendiste todo eso?, eres menor a mi
pero hablas con tanta convicción que pareces un
viejo.

Alejandro Espinosa 48
Mientras caminaba a la Montaña

- Eso tu también lo sabrás, espero que lo hayas


comprendido, ayer Nadia te dijo que esperes, que no
te impacientes, que cualquier explicación lo sabrás a
su tiempo.
- Pero como sabes eso, dime algo, porque me están
pasando estas cosas, la anterior semana era feliz,
bueno tenia problemas pero estos días solo cosas
absurdas y extrañas me ocurren, ayúdame.
- Yo soy hijo de Nadia, y ahora el Café esta abierto, té
esta esperando. Todo eso tienes que aprenderlo tú,
nadie mas que tu puede ayudarte. Cuando estés en
la cumbre resolverás tus dudas y sabrás la verdad,
sabrás porque nada te parece coherente y porque
todo es tan excitante.

Carlos pagó la cuenta y llevó a Josué hacia el Café.


Ahora él estaba mas resignado a lo que le pasaba, ya no
quería mas preguntas, le tocaba continuar en algo que
no entendía aun, pero que lo estaba llevando a conocer
muchas cosas y sentimientos que lo estaban haciendo
crecer.

Carlos llegó al portón del Café de los Perdidos, golpeó la


puerta y se puso tras Josué en señal de ser su invitado.
En eso se abrió y Nadia otra vez apareció. Lo tomó de la
mano y lo llevó adentro sin decir una sola palabra.
Josué volteó para que Carlos entre con él, pero como en
otra ocasión, este había desaparecido.

Volteó nuevamente para ver a Nadia y ese cuadro que lo


había deslumbrado el día anterior aparecía ante sus
ojos otra vez. Unas mesas, unas personas, libros, tazas
de café y una luz tenue; estaba de nuevo en la estancia
del Café. Leyó lo que la puerta decía y con lo poco de
cordura que le quedaba, quería desear que no fuera lo

Alejandro Espinosa 49
Mientras caminaba a la Montaña

que estaba pensando. Una placa desalentadora con


letras iluminadas en un tono dorado, decía LA PLAYA.

Volvió inexplicablemente al mismo lugar de la noche


anterior. Nadia lo llevó a una mesa, lo sentó y se alejó;
después de un momento otra vez se acercó con una taza
de café y un libro para Josué. Otra vez Nadia no dijo
nada, pero Josué sabia que así él le preguntase ella no
diría nada. Estuvo absorto por varios minutos, ojeaba el
libro que tenia en mano, pero en realidad no le
importaba que decía. Repasaba y repasaba cada
acontecimiento que desde el día anterior le había
sucedido, lo que había pasado con Sofía y ahora hace
poco con Carlos. Todo lo conducía a ese Café, pero
porque? Para eso no encontraba explicación.

Dejó el libro en la mesa y se dirigió a la puerta, pero esta


vez no quiso ni conversar con Nadia. Estando a punto
de abrir la puerta, escuchó la voz de Nadia que lo estaba
llamando, él regresó su mirada y no pudo ver nada por
un instante cuando la luz de la entrada le llegó a sus
ojos. Esto ya le había pasado, ese corredor era
demasiado oscuro para la sala que tenia un espléndido
resplandor. Pero había sido una alucinación,
extrañamente no había nadie cerca. Era una cosa
mínima comparada con las cosas que antes le había
ocurrido por lo que continuó su salida.

Al encontrarse afuera, tuvo un poco de hambre, había


ya comido con Carlos hace no mucho tiempo, pero igual
buscó algún restaurante cerca. En su búsqueda,
recordó que tenía preparada la comida en casa y prefirió
ir para allá.

Alejandro Espinosa 50
Mientras caminaba a la Montaña

Pasó cerca de su oficina, y de repente volvió a escuchar


que alguien lo llamaba. Volteó y vio a una mujer que
venía hacia él corriendo un toco alborotada. Josué
sonrió al verla, ella era conocida para él, llevaba una
mochila que parecía pesada.

- Josué, como estas, vas a comer?.


- Hola Andrea, como vas. Sí, me iba a mi casa para
comer algo y tú?. Ya saliste de la oficina, si quieres
ven a comer conmigo - Josué preguntó mas por
cortesía que por gusto, tal vez hablando con alguien
se le quitaría esa melancolía.

Continuaron camino a casa, Andrea le contaba sobre un


cierto chico que le andaba cortejando en la Universidad,
mientras Josué con la conversación iba volviendo al
mundo que para él era real. No caminaron mucho y
llegaron pronto a su casa.

Entraron y Josué le pidió a su asistente y amiga que se


pusiera cómoda mientras él calentaba la comida. Era
solo una excusa para estar lejos mientras ella seguía
con una conversación que a él no le interesaba. Ella
sentada en la sala mientras él en la cocina solo
respondía o afirmaba con frases precarias.

En un momento estuvo listo, Josué puso la mesa y en


eso, al pasar vistazo a Andrea observó con estupor que
tenía un libro en la mano y que lo estaba ojeando
mientras conversaba con él.

- Qué libro es ese? – Preguntó rápidamente Josué, no


quería ninguna sorpresa más.
- No sé, apareció en mi maleta ayer, ahora pregunté a
mis amigos y en la oficina si pertenecía a alguien,
pero nadie me dio respuesta.

Alejandro Espinosa 51
Mientras caminaba a la Montaña

- Y cual es el tema, tal vez por ahí podrías encontrar a


su dueño.
- Sabes que trata, en lo poco que he leído, sobre un
joven que ya no creía en la vida. Parecido a tu caso,
ja ja, pero a este le comienza a pasar muchas cosas
raras, lo más feo es que le faltan hojas, parece que
alguien me lo dio pero no quiso que sepa el final.
- Es mejor no saber algunas cosas, pero lo que sé es
que te han tomado el pelo, je je. Bueno acércate que
el almuerzo esta listo.

A la mesa, estuvieron mas relajados, bromearon un poco


sobre el trabajo y el Doc. Aguirre. Andrea continuó
comentando sobre su vida, mientras Josué tenia toda la
intención de compartir con alguien los insólitos sucesos
que le estaban ocurriendo.

Ambos no tenían apuro, ninguno tenía nada pendiente y


Josué comenzó a pensar en que seria buena idea el
comentar su historia con alguien. Pasó gran parte de la
tarde y Josué no logró contenerse. Cambio rápidamente
de conversación, le contó todo con lujo de detalles
esperando algún consejo. Quizás Josué no pensó que su
historia sonaría tan absurda como para que ella no le
creyera o que tal vez ella no le diera ninguna idea.

Solo se arriesgó, no muchas veces había realizado algo


tan osado, intimidando mas de la cuenta con alguien.
Pero no le importaba nada, a razón de quedar como loco
o de mentiroso, continuaba con su historia. Él quería
estar con Sofía y quería librarse pronto de esta infeliz
aventura.
Entre los dos podrían encontrar alguna explicación o
mejor aun Andrea podría ir a ese Café y averiguar algo.
Estaba echándolo a la suerte, una suerte que ignoraba y
que se estaba arriesgando como nunca lo había hecho.

Alejandro Espinosa 52
Mientras caminaba a la Montaña

Andrea un poco desconcertada escuchaba palmo a


palmo la historia que su amigo relataba, un poco
incrédula porque había conocido a Sofía, a su mamá y
no parecía ninguna chica sectaria o algo parecido.

Con respecto al Café, ella lo había visto pero nunca


había despertado mayor atención en él, le parecía un
lugar común, sin ninguna particularidad.

El problema era que tanto Andrea como Josué no


encontraban ningún cabo que uniera todos los sucesos,
es mas nada tenía congruencia y eso era peor. Por qué
comenzó esa serie de acontecimientos que para
cualquiera sonaban extraños. Además por qué después
de un tiempo terminaba saliendo por una de esas
puertas y encontrándose en el mismo lugar de partida.
Cuándo entraba y cuándo salía, cuándo era real y
cuándo era fantasía, cuándo volvería ahí y que tenia que
ocurrirle para acabar ese camino que ahora comprendía
como inevitable, aunque aun se resistía a aquello.

Concluyeron que lo mejor sería que Andrea vaya al Café


a buscar algún tipo de información. Podía ella también
entrar a ese juego y entre dos seria más fácil. Andrea
estaba un poco nerviosa, ella no quería que nada
extravagante ocurriese en su vida, ya bastante tenía con
su universidad y su empleo, pero Josué ya era casi uno
de sus mejores amigos y lo veía muy exhausto y
confundido.

Salieron del apartamento, no era muy tarde como para


que ella fuese al Café, investigara y le contara todo a
Josué. Pero igual que la noche que había pasado con
Sofía por ahí, el Café estaba cerrado, cosa que era igual
de curiosa que la historia de Josué. Andrea comentó
nada sobre el tema y sugirió a Josué volver a casa y

Alejandro Espinosa 53
Mientras caminaba a la Montaña

buscar el teléfono de Sofía en su agenda, había la


posibilidad que ella lo tuviese. Su madre salió de viaje
pero era muy probable que ella no.

En busca de una de las últimas cartas que Josué se


jugaba, llamaron desde su departamento a personas que
podían tener ese dato y consiguieron con mucha suerte
el teléfono de Sofía. Un alivio y un angustiado
pensamiento se entrelazaban en la mente de Josué. Era
momento de llamarla y conocer si pudiesen volverse a
ver o por lo menos que le explicara él porque de esos
acontecimientos.

Llamó una y otra vez pero nadie contestó el teléfono.


Josué en ese instante recordó con mucha rabia que la
casa de Sofía se había incendiado y que ese teléfono
debió ser de su casa. En medio de tantas cosas, lo había
olvidado, soltó un débil y desalentador suspiro que
terminó con todo tipo de esperanza. Le tocaría estar solo
en esto y sin ninguna explicación.

Como todo el día Josué se había descuidado de toda


responsabilidad, Andrea continuaba en su casa y ya era
tarde para que volviera a casa. En esa gran ciudad
increíblemente los buses dejaban de funcionar temprano

Alejandro Espinosa 54
Mientras caminaba a la Montaña

y en contraste los taxis cobraban una tarifa absurda


solo por ser de noche. Ella no tenía ninguna intención
de pagar mucho dinero por un viaje largo, ya que ella
vivía al otro extremo de la ciudad.

Josué le ofreció posada ese día en su casa, era lo menos


que él podía hacer por una amiga que lo estaba
ayudando. Él estaba un poco temeroso ya que una chica
de 20 años que se quede en la casa de un joven de 25,
que viva solo, no es muy aprobado por muchos papás.
Pero Josué también andaba con poco dinero y no podía
ayudarle para pagar el taxi, era la única opción que ella
tenía. Igual él sabía que ella no corría ningún peligro
ahí, él era su amigo y no pasaría nada.

Ella no tuvo inconveniente en quedarse, es mas, no


llamó a nadie para informar que no iba esa noche a
casa. Esto extrañó mucho a Josué, él creía que le
tocaría hablar con su madre y explicarle los hechos y
pedir permiso como la mayoría de chicas, pero al
contrario Andrea solo aceptó la proposición de Josué y
continuó con la conversación acerca del Café.

No obstante en el transcurso de la conversación y de la


noche, Andrea tuvo un cambio en su actitud. Ahora
parecía mucho más amable y cariñosa que de
costumbre. Josué como buen anfitrión, para proseguir
la conversación, invitó a Andrea a tomar algo y ella muy
abiertamente le pidió una cerveza. Josué siempre tenia
una que otra en su refrigerador, sacó 2 y acompañado
de un cigarrillo continuaron.

El único consenso que tenían de la serie de sucesos


posteriores a su depresión, de su apatía total contra lo
que estaba viviendo era lo que había surgido acerca de
un sitio que le otorgaba una salida de la nada. A partir
de eso había conocido personajes que después de una

Alejandro Espinosa 55
Mientras caminaba a la Montaña

charla, una experiencia o una vivencia lo retornaban a


aquel Café y lo hacían volver a sus pensamientos. Dos
personas; una a la que comenzó a amar de manera
inexplicable y otra que le había dado muchos consejos a
pesar de su corta edad. Posiblemente ahora mismo
estaría en la otra puerta esperando que llegue esa
persona que lo haría regresar a ese lugar.

Él estaba sintiendo la ausencia de su amada, de esa


persona que en solo una noche le había cambiado su
perspectiva y le había dado nuevos bríos para continuar,
le había dado mucho mas que un beso y el mismo se
había entregado a ella en una sola noche como a
ninguna mujer en toda su vida.

La noche transcurría a paso lento pero era producto de


la buena compañía que tenía. Andrea y Josué tomaron
una cerveza tras otra sin darse cuenta que tras la
tercera ya estaban un poco alegres. Andrea seguía más
cariñosa y ahora estaba desinhibida, poco a poco se
acercaba mas a él. Ya habían cambiado de tema, como
si al fin Josué había comprendido que no tenía la más
mínima posibilidad de hacer nada.

El silencio de una noche estrellada y el cálido ambiente


en torno a ellos, ese sentimiento de poder que da un
poco de alcohol en el cuerpo y la compañía de toda una
tarde encendieron los ánimos. Andrea comenzó a
desprestigiar a Sofía, a indicar sus errores y a
desmerecerla con respecto a Josué, era una típica arma
de seducción que él conocía muy bien. Le daba buenas
razones para que se olvidara de una pequeña aventura
que había tenido el día anterior y para que aterrice en el
mundo real. Y ya muy directamente le insinuaba la
eventualidad de una mujer muy cercana que era mucho
mejor que Sofía.

Alejandro Espinosa 56
Mientras caminaba a la Montaña

Andrea mostraba sus intenciones en forma abierta, pero


no se notaba ninguna mala fe en sus palabras. Era
simplemente una mujer que luchaba por lo que quiere.
Trataba de decir a Josué muy tímidamente, que ella lo
amaba hace mucho tiempo, que le parecía un hombre
muy bueno y bello. Ella, por efectos del alcohol o de la
intimidad que ese momento había en la habitación,
estaba declarando su amor a Josué con mucha ternura
y con tanto miedo al rechazo que podía tener de ese
hombre. Pero ella había encontrado el momento preciso
para decírselo y ahora estaba decidida, era ahora o
nunca. Ella le abrió su corazón y su alma para que él la
tomara en brazos y la haga suya.

Josué no esperaba esta declaración, se sentía muy


halagado y en contraste estaba más desconcertado. Era
definitivamente una semana completa con ese
sentimiento, se encontraba en medio de situaciones que
darían una jaqueca a cualquiera. Sus pensamientos
chocaban en su cabeza, con la mirada perdida se
levantó del sofá y anduvo por medio de la sala de un
costado al otro queriendo organizar sus ideas.

Sin embargo había una mujer en su sofá, un poco


embriagada, que lo observaba deambular por la sala
esperando una respuesta a un secreto que había
escondido mucho tiempo. Esa mujer era su amiga, su
confidente, su asistente, una de las mujeres en la que él
mas confiaba y quería, pero nunca la había visto como
una posible novia, una amante. Su tierna mirada le
traspasaba el alma y Sofía iba desapareciendo de su
cabeza. Josué no entendía lo sublime de ese momento
para Andrea y solo pensaba fríamente en que debería
hacer, pensar y decir.

Largo tiempo no dijo nada y eso estaba desesperando a


Andrea, al creerse rechazada no encontraba ninguna

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Mientras caminaba a la Montaña

otra salida mas que marcharse de ese lugar. Se levantó,


tomó su maleta y se dirigió a la salida. Quería salir de
ese lugar.

Sin embargo él no quería que se fuera y que quedara


inconclusa esa conversación. Sofía podía no regresar
mas y ahora en una fracción de tiempo tendría que
decidir por una. Josué aun indeciso, la tomó de la mano
y la regresó a su asiento. Sintió una cálida caricia en su
mano y su mirada ahora recayó sobre la mesa central,
notó que ella había dejado aquel libro ahí, tal vez lo
había olvidado o tal vez quería regresar por él.

Cada minuto contenía una experiencia distinta, una


decisión nueva. Pero este pensamiento tan normal era
recién palpado por Josué, era el típico refrán que solo lo
recuerdas el instante en el que las cosas te pasan. Y
sobre la marcha, nadie sabe como aplicarlo o concluirlo.

- Andrea, me has tomado por sorpresa, no sabia nada


de esto y ahora estas aquí, me miras con una
dulzura y no sé que hacer.
- Josué, no digas nada, si no me quieres, bien, aun
somos amigos y te ayudare a encontrar a Sofía, igual
trabajamos juntos, no quisiera dejar de verte.

La habitación enmudeció de nuevo, empero era el


silencio que precede a una acción, a una palabra. Los
dos no sabían que hacer y solo se miraban. Sus ojos
atraídos, acompañados de una fuerte palpitación que se
escuchaba como un suspiro. Una ansiedad
desesperante, una agitación tácita, un impulso vago que
no encontraba fin y dos personas quietas era la imagen
de ese momento. Josué sentía una atracción casi
magnética que se apoderaba de su cuerpo, un instinto
que lo condujo a únicamente a acariciar el rostro

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Mientras caminaba a la Montaña

tiritante de Andrea. Y con solo un acto, ella supo que


ahora él le iba a corresponder.

En una caricia apasionada, Josué cerró sus ojos. Y la


consciencia entorpecida le trajo la imagen angelical de
Sofía. Imaginaba que era a Sofía a la que estaba
mimando y sus reflexiones divagaron en ella. Pero hasta
él no sabía quien a ciencia cierta era Sofía, a sus ojos
era una extraña mas que había llegado a perturbar su
inexistente tranquilidad. En realidad la amaba? o era
una ilusión mas que llegaba a su vida. Tenía ese
sentimiento que mal dicho se lo llama amor, envuelto de
otra mentira denominada necesidad de esa persona.

Con eso en mente, él no querría hacerle daño a Andrea


porque creía que amaba a Sofía. Abrió los ojos y
permaneció quieto un momento al ver a Andrea. Ella
con los ojos igualmente cerrados, estaba temblando,
acariciando su rostro en su mano. Su expresión
ingenua, encantadora, divulgaba ternura. Josué no
pudo contenerse, veía al frente unos labios que lo
llamaban, una mujer que lo quería y un solo camino.

Él se decidió, quería probar, quería saber que pasaría


con un simple beso. Con eso habría otra puerta,
acabaría o comenzaría ahí una nueva historia. Josué se
acercó lentamente a los labios de Andrea.

Ese instante duró una eternidad, como un primer beso


de niños, con tanta dulzura pero a la vez con tanto
deseo, que los dos juntos se fueron perdiendo en el
momento. Pero un infame sonido retumbó el cuarto. Al
principio no le dieron importancia, pero ella saliendo de
su trance, cortó el momento.

Él contestó el teléfono, y para su sorpresa era su jefe, el


doc. Aguirre, que con alegría inusual, comenzó a

Alejandro Espinosa 59
Mientras caminaba a la Montaña

contarle que había tenido una buena propuesta de


cambiar de trabajo. Por su buena labor, lo habían
contratado para dirigir la sección legal de una petrolera
grande en el país. Josué comenzó a comprender lo que
su viejo jefe le decía. Iban a cerrar su oficina, iban a
cancelar a todos.

Éste nuevo tropiezo no impactó a Josué. Después de


todas sus desgracias comenzaba a comprender el
sentido de lo inevitable. A no buscar ni explicación ni
reproche, solo continuar y dejarse llevar por la nueva
aventura. Él estaba perdiendo su trabajo, sus ingresos,
ahora no tenía empleo, justo en el momento que estaba
dudando de su verdadera profesión. Y quiso ver el lado
positivo, tal vez era una señal para que dejara de plano
la abogacía y comenzara un nuevo rumbo. Esa noticia
había venido en el momento justo en el que él acababa
de tomar otra decisión, que había dado oportunidad a
que otra puerta se abriera en su vida.

Al colgar contó todo a Andrea, que no pareció muy


impresionada. Ella le contó que no le iba a afectar
mucho, ya que sus padres que vivían en el extranjero le
pagaban todo e igual ella tenia planes de irse fuera del
país. Eso explicaba el por qué no tuvo reparo en
quedarse.

Josué, como quien recibiera una buena noticia,


comenzó a replantear su vida. Seria la abogacía para él?
o tal vez algo mas humano, más social, más científico o
más artístico. Se enfrentaba a un nuevo reto, el
continuar o el dar media vuelta y salir por otro lado.
Andrea aportó mucho en la conversación, y Josué ahora
mas calmado pensaba en su siguiente paso. Era un
momento de decisiones inmediatas y eficaces.

Alejandro Espinosa 60
Mientras caminaba a la Montaña

Su vida estaba cambiando intempestivamente, se


tornaba llena de escombros, de laberintos, de salidas
falsas y luces oscuras; como si se encontrara... si, podía
ser, como si se encontrara en un bosque, un bosque
escabroso y oscuro. En ese momento recordó aquella
sala redonda llena de puertas; la siguiente era en efecto
el bosque. Pensó en correr a ese Café, sintiendo la
certeza que ahora si estuviese abierto. Había por fin
encontrado su respuesta.

Las palabras sobraban para contar todo eso a Andrea y


ella muy elocuente, lo serenó diciéndole que si eso era
cierto, tenía que encontrar la salida de ese bosque.
Tenía que encontrar soluciones a esas interrogantes y
después volver al Café. Era cierto, para salir de un
bosque que estas perdido debes encontrar la salida
correcta y para él esas salidas eran decisiones.

Un ajetreado día concluía para ambos, a Andrea se le


notaba mucho mas el cansancio que a Josué. Él no
quería esperar para tomar esas decisiones, no le
importaba hora ni fecha. Sin embargo ella ya tenía
mucho sueño y él como era de esperarse le ofreció su
habitación. Ella no quería incomodarlo, era muy
respetuosa pero a la vez muy persuasiva; propuso
dormir juntos en la alcoba, no habría problema por ella
y él tampoco vio nada malo. Igual él tenia muchas cosas
en que ocupar su mente y seria naturalmente mucho
más cómodo para ambos.

No ocurrió nada extraordinario antes de acostarse,


Josué le prestó una mudada a Andrea para que duerma
placentero y él se puso su piyama. Se recostaron y
apagaron la luz aunque Josué no tenía la más mínima
intención de dormir. Después de un largo tiempo en el
que ambos no decían nada a pesar de no dormir
completamente, ella lo abrazó.

Alejandro Espinosa 61
Mientras caminaba a la Montaña

A Josué se le pasó por la cabeza la idea de hacer el amor


con ella, ella tal vez ya se había dormido, pero respiraba
fuerte y su cuerpo enrollado al de él, se movía con una
delicadeza que Josué comenzó a exitarse. Tras largo
tiempo y una fuerza de voluntad digna de admirar, él
concilio el sueño sin pensar siquiera en las decisiones
que debía tomar.

Un ruido en la calle los despertó muy temprano.


Continuaban abrazados pero en una postura distinta a
la que se habían dormido. Ella con la camiseta al cuello
y él encima de su pecho. No había ocurrido nada pero

Alejandro Espinosa 62
Mientras caminaba a la Montaña

los dos se asustaron al despertar. Después de esa jocosa


escena, se vistieron y desayunaron ligero. Y aún con
mucha vergüenza salieron con dirección al Café.

En el trayecto ella le preguntó si ya tenia respuestas a


sus inquietudes y él, aun asustado por la escena en la
cama, mintió diciéndole que sí, que toda la noche había
pensado en eso. Ella no indagó mucho y continuaron el
paso. A escasos pasos del lugar, ella lo agarró de la
mano, lo frenó y lo besó; volteó y continuó sin decir
nada a pesar de haberlo dicho todo con ese beso.

Josué solo soltó una sonrisa tierna, él quería averiguar


si eran ciertas sus especulaciones y si se encontraba en
el bosque. Ahora estaba consiente de su inevitable
camino y ese grado de consciencia lo ayudaba a pisar
mas firme la tierra.

Llegaron al Café y ahora la puerta se visualizaba abierta,


Andrea lo halo de nuevo, él penso que quería otro beso.
Empero ella lo miró a los ojos y con una ternura le dijo –
Josué, no olvides nada de lo que paso, todo esto es mas
real de lo que crees, y lo que te dije ayer nada tuvo que
inducir el alcohol, si así lo crees. Muy pronto tendrás
que elegir. Ahora continúa solo, esta es tu decisión, es
tu vida, y creo que alguien te esta esperando.

Josué comprendió que no faltaba nada para salir del


bosque, la persona que lo había acompañado en este
pasaje era ella, era Andrea, su amiga, su compañera, su
nueva amante. Tenía un ánimo de victoria, sonrío y
continuo hacia la puerta resignado a su destino. Golpeo
la puerta, en un acto de cortesía y después de un
momento abrió en efecto Nadia. Josué quiso ver a
Andrea como si temiera que no la volvería a ver, pero
como esperaba ella ya se había ido.

Alejandro Espinosa 63
Mientras caminaba a la Montaña

Prosiguió como las ocasiones anteriores, Josué atravesó


la puerta que decía EL BOSQUE con aires de
satisfacción. Ahora estaba comprendiendo esa extraña
aventura y lo que cada puerta traía consigo. Se sentó sin
esperar invitación y aguardando su taza de café, su libro
y con ganas de continuar hasta el final. No sabía si
había ganado algo aún, pero ahora ya no andaba ciego.
Tenia un brillo nuevo, sabia la dificultad de las pruebas
que tenía, de las decisiones que iba a tomar, él estaba
dispuesto a dar la cara o lo inentendible.

A lo que Nadia apareció con su café y con su libro, notó


la alegría de aquel muchacho que las otras ocasiones le
reprochaba el estar ahí, ella sorprendida le dijo: - eres
de las pocas personas que traspasan un bosque y son
felices, puede que no haya sido muy oscuro para ti. -
Pero ahora fue Josué quien no respondió.

Ojeó el libro por primera vez tratando de entender de lo


que se trataba y si tenía alguna pauta para poder
continuar. Era un libro inconcluso, casi la mitad estaba
en blanco. Josué era muy observador, y su mente le
recordó la imagen de los libros de las anteriores veces y
al compararlo con el que tenía en manos supo que se
trataba de un único libro, no eran varios, era uno solo.
Leyendo varios párrafos no consecutivos, encontró
muchas de sus historias en él. Alguien estaba
escribiendo su epopeya, su vida ahora era distracción de
y para otra persona.

Levantó su mirada meditando eso, quién sería y quién


se tomaría la molestia de escribir la vida de un chico
que no era ni famoso ni ilustre y como sabía con tantos
detalles todos esos hechos. En una rauda mirada a la
habitación en busca de su supuesto biógrafo, vio algo de
igual extrañeza, las puertas por las que él había salido
eran opacas, mientras que las que le faltaban tenían un

Alejandro Espinosa 64
Mientras caminaba a la Montaña

brillo especial casi imperceptible a simple vista.


Divagando un momento sintió que no iba a tener
ninguna explicación inmediata y siguió repasando el
libro.

Tras unos minutos se aburrió y prefirió salir, nadie le


diría nada como en ocasiones anteriores. Se dirigió a la
desolada puerta atravesando la sala sin mirar a nadie,
no quería consejo alguno. Al abrir la puerta se encontró
con el acostumbrado resplandor. Estaba ya molesto por
ese repetitivo suceso, siempre lo dejaba ciego unos
cuantos instantes, era muy desagradable.

Caminó por la calle dispuesto a enfrentar a la vida, a


mirar de frente a esa aventura. Ya tenía una pauta,
estaba en el valle. Ideaba su camino, su vivencia y a la
persona que acompañaría su andar. Observaba en la

Alejandro Espinosa 65
Mientras caminaba a la Montaña

calle a las personas tratando de fijarse en las que


anduvieran con algún libro en mano, imaginando que
serían su acompañante. Esa sería su señal, la próxima
persona que se le acercara con libro en mano, sería su
nuevo guía.

Y las horas pasaron, él continuaba en la calle a la


expectativa. No quería llegar a su casa, sabía que ahí no
encontraría a nadie y se impacientaría en cada
momento. Pero nadie se le acercaba y ninguno de sus
conocidos pasaba, era como si de repente estuviera solo
en esa ciudad. Aunque eso era normal, siempre que uno
quiere encontrar algo, no aparece nunca y por lo general
las mejores cosas se nos presentan cuando menos lo
esperamos. Es humano el impacientarse y el querer que
todo nos venga cuando queremos.

Ya en su casa tras largas horas de búsqueda


infructuosa, preparó su comida. No entendía la razón de
que ninguna persona se le presentase y que en su
defecto, le haya tocado regresar solo a casa y con mucha
hambre.

Sus manos preparaban su cena, mientras su mente se


encontraba a años luz de la tierra, es común el divagar
mientras se realiza una tediosa actividad. Trataba de
fusionar lo que estaba ocurriendo; ya no tenía empleo,
habían dos mujeres que decían que lo amaban, sus
amigos no lo habían buscado en días y estaba viviendo
una situación que no había deseado. Estaba solo contra
su vida o estaba dando rumbo a su vida, era muy difícil
para él encontrar diferencia. Recordaba las decisiones
importantes que le habían sugerido que tome, pero si
alguien le estaba obligando o insinuando a que las tome,
la premura era para él desconocía. Lo único que
reconocía, era que su vida con esto se había tornado
interesante. Una aventura nueva todos los días y lo

Alejandro Espinosa 66
Mientras caminaba a la Montaña

estaban obligando a mirar su vida desde otras


perspectivas.

Su empleo, su profesión, después de su decepción y de


su despido repentino era como una señal para cambiar
su destino. Algo o alguien en el mundo le estaba dando
la oportunidad de cambiar, de probar o intentar algo
que no tenia planeado. Josué cuando era un poco más
joven había planeado su vida palmo a palmo y con
mucha suerte y empeño había alcanzado todo lo que se
había propuesto. Sin embargo, él no contaba con que la
vida un día le diría que había otras opciones, que
existían muchas otras puertas. Otros métodos para
llegar a esa felicidad que todos buscamos y que se
escabulle rápidamente. Esa felicidad que dura un
instante pero luchamos toda la vida por conseguir ese
momento.

Ese momento con Sofía, que apareció de repente y por


solo una tarde lo llenó de alegría. Lo había embargado
de algo que él denominó amor, que mientras estuvieron
en la bañera lo llamó pasión, y mientras se besaron en
un mirador lo llamó ternura. Y después de todo eso
estaba Andrea, que con una mirada en una noche de
incertidumbre lo había desarmado y lo había
transportado al cielo. Acaso sería esa su felicidad, como
una recompensa en su vida, eso él no lo sabia.

Había pasado muchas alegrías e incertidumbres en tan


poco tiempo. Pese a eso estaba feliz, había descubierto
que la felicidad le había llegado de muchas maneras y
no como él lo había pensado. No solo en su profesión, ni
en una planeada relación, con las personas que menos
imaginaba y en lugares que no conocía. Simplemente
era vivir y ahora contrario a sus pensamientos, a sus
preguntas, a su soledad, a sus dudas se sentía feliz.

Alejandro Espinosa 67
Mientras caminaba a la Montaña

Al levantarse muy temprano a la mañana siguiente,


abrió sus cortinas y su habitación se llenó de una cálida
luz que lo colmó de esperanza. Quería salir y hacer todo
lo que no había podido hacer durante mucho tiempo
debido a su trabajo o a sus estudios. Salió a correr toda
la mañana y visitó a su hermano que no lo había visto.
Su hermano muy admirado por esa nueva vitalidad esta
sorprendido. Al partir de ahí fue a remar en los botes de
su parque favorito mientras respiraba el mejor aire de
toda su vida. La alegría resplandecía en su rostro, todo
lo veía de manera diferente. Pasó un día inolvidable sin
preocupaciones, no tenía apuros, no tenía restricciones;
se sentía liberado.

En cuanto a su guía, comprendió que no debía buscarlo,


lo que había vivido no necesitó de búsqueda alguna,
vino sin imaginar nada y sin calcular nada. Estaba por
primera vez en su vida solo viviendo, solo eso, viviendo.
Las puertas se abrirían y se cerrarían cuando debieran,
las personas llegarían y se irían de igual manera y el
dinero llegaría haciendo lo que le gustaba.

La tarde acaecía, era un indicio para Josué, un día


completo en su nueva puerta. Ningún personaje nuevo,
no había encontrado a nadie con las señas que él creía
que eran acostumbradas. Era un valle muy largo y
desolado, sin compañía ni guía alguna, como si por fin
su experiencia estaría llegando a su final o como si se
alargaría más de lo que el quisiese. Pero todo lo
acontecido hasta ahí le estaban convirtiendo en ese
hombre nuevo del que había hablado con su hermano.
Un hombre valiente y decidido que no se dejaría ganar
por la vida.
Tras su agitado día y dirigiéndose a su hogar, sus
pensamientos no cesaban. A escasos pasos de la puerta
de su departamento, vio que ésta estaba entre abierta.
La adrenalina recorría su cuerpo, mientras en

Alejandro Espinosa 68
Mientras caminaba a la Montaña

microsegundos su subconsciente trataba de calmarlo y


dejarlo pensar. Todos sus amigos, conocidos,
compañeros, familiares, Sofía, Andrea y los del Café no
tenían la confianza suficiente para entrar a su casa de
esa manera; no podrían ser mas que ladrones.

Bajo los escalones a grandes trancos para buscar o


ayuda o explicación al conserje del edificio. No lo había
visto a su entrada por lo que no le había dado ningún
recado, podría tratarse de alguna cosa sin importancia
pero igual lo buscó con desesperación hasta
encontrarlo. El portero estaba en su caseta tomando
café, leyendo el periódico mas amarillista de esa ciudad
y con la televisión encendida. Josué ingresó y al
preguntar por lo sucedido en su vivienda, éste como
todos los de su gremio no sabía nada, no había visto a
nadie entrar y al contrario se enojó por el reclamó de
Josué por su incompetencia.

Estaba confirmado, alguien ajeno estaba o estuvo en su


casa y su “preparado conserje” no había hecho nada.
Pensó inmediatamente en ladrones y corrió como alma
que lo lleva el diablo a su departamento; y detrás, el
portero que continuaba con sus reproches y excusas
que no tenían la menor lógica. Con cuidado abrieron la
puerta; al tiempo que se abría todo lo veía en orden, no
faltaba nada. En eso un hombre que estaba adentro
apareció por la abertura de la puerta, de un salto ambos
le gritaron que se alejara y él con una mirada muy
confiada sacó su billetera, buscó dentro y sacó una
placa; era de la policía.

De inmediato se identificó como un policía y pidió a


ambos que se calmaran al tiempo que pedía que se
presenten igual. Josué con una mirada fulminante en
dirección a su portero le pidió que se marchara, el
hombre avergonzado por la situación y su ineficacia se

Alejandro Espinosa 69
Mientras caminaba a la Montaña

retiró sin pronunciar palabra. Caminaba e imaginaba


que todo lo ocurrido se reportaría al día siguiente por
Josué, esto podría costarle su trabajo. Mirada al piso y
desganado regresó a su caseta.

El policía Arguello trató de explicar a un furioso Josué


que al llegar nadie lo ayudó en la entrada del inmueble,
razón por la que el portero no lo había visto. Que al
golpear la puerta de su vivienda, ésta se abrió y por la
urgencia de su encuentro con él se había tomado el
atrevimiento de pasar. Esas confianzas a Josué lo
disgustaban mucho y él como abogado sabía que eso era
penado, aquel policía había violado su privacidad. Pero
muy diplomático y paciente esperaba callado a oír a
aquel desconocido personaje.

El policía Arguello había ido debido al incendio que


había ocurrido en la casa de Sofía. Ella no aparecía
desde aquel incidente ni por su universidad ni por su
casa, sus amigos no daban razón de ella y en casa de su
madre le habían contado del viaje de su madre sola. El
detective tomando declaraciones de los vecinos del
edificio, había averiguado sobre Josué. Él era la última
persona que estuvo con ella y tras largas investigaciones
dio con su paradero. Necesitaban localizar a Sofía y
encontrar el motivo de su desaparición y del incendio.

Josué no aportó nada en las investigaciones, no sabía


sobre el paradero de Sofía, es más el también trató de
buscarla sin ningún fin. Lo que él no quiso decirle al
agente era su extraña historia en el café, temiendo pasar
por loco; además nadie le creería, no pensó mucho el
comentar eso.

A diferencia del policía, Josué se enteró de mucha


información que él desconocía. El Sr. Arguello preguntó
y preguntó pero no encontró nada. Una hora de una

Alejandro Espinosa 70
Mientras caminaba a la Montaña

intensa indagación pasó, el detective se marchó muy


desilusionado sin nada que adjuntar en el caso, quería
llegar a una conclusión sobre la extraña desaparición;
mientras Josué solitario en su sala recordaba y unía los
escasos cabos sobre el caso.

Ideas iban y venían, la desaparición fue


desvaneciéndose mientras una nueva reflexión se
apoderaba de sus pensamientos. Sofía volvía a su vida,
esos recuerdos de una tarde volvían. Una confusa
situación se le presentaba, Josué creía que todo lo que
le ocurría en cada puerta concluía tras el advenimiento
de la otra, pero esta visita denotaba que estaba
equivocado. Sofía estaba realmente desaparecía, eso era
una prueba de que lo que ocurría no era fantasía y
ahora si comenzó a preocuparse.

Muy en el fondo esperaba que se encontrara en una


especie de trance mientras todo eso ocurría. Empezó a
tomar muy en serio su situación profesional, económica
y amorosa, lo de Andrea había sido cierto, su amiga
estaba enamorada. Era un balde de agua fría que lo
retornó al mundo lleno de problemas, decisiones y
eventos. A esa eterna búsqueda de la felicidad, eso por
lo que luchas toda la vida pero la tienes un instante y de
esa felicidad no se puede comer ni se vivir.

El momento de actuar, de tomar decisiones y de


moverse raudo había llegado. No tenia tiempo para
dudar y lo primero que debía hacer era acabar con esa
experiencia y volver a su vida normal. Salió rumbo al
Café en busca de finiquitar lo más rápido posible con
eso, no estaba dispuesto a desvíos ni a mentiras, estaba
decidido a encontrar respuestas y conclusiones.

Alejandro Espinosa 71
Mientras caminaba a la Montaña

No pensó en la posibilidad de que él lugar estuviera


cerrado hasta que se encontró muy cerca de este. A la
distancia divisó que las luces estaban encendidas y
resuelto a lo que iba a hacer no esperó que alguien le
abriera la puerta y pasó como dueño de casa.

Alejandro Espinosa 72
Mientras caminaba a la Montaña

Sorprendido vio que estaba saliendo nuevamente de una


de las puertas, que por supuesto era EL VALLE. Nadia
estaba en la barra impresionada por la salida repentina
de Josué y éste se acercó a ella muy enérgico.

- Nadia necesito que me digas que pasa, es esto real?,


que hago aquí, por qué tantas cosas, por qué tantas
aventuras, preguntas, respuestas, personas....
- Hola Josué, no te esperaba aún por aquí, ponte
cómodo ya te traigo tu libro y tu café.
- No quiero nada, quiero terminar con esto, quiero ser
normal otra vez, quiero salir de aquí definitivamente.
- Tranquilo Josué, el tiempo ha llegado, es ahora tu
decisión continuar, tengo que decirte algo.
- Acaso yo quise entrar aquí y que todo esto me
ocurra, ustedes de alguna manera me trajeron aquí y
ya quiero salir.
- Te repito ponte cómodo, siéntate, tenemos que
hablar ya vengo.

Trató de calmarse y esperó sereno a Nadia, se sentó y


aguardó a que ella fuera con el acostumbrado café y su
libro. Ella no tardó mucho, parecía que no estaba
ocupada; se acomodó a su lado, encendió un cigarrillo y
bebió un poco de café, parecía que trataba de organizar
sus ideas antes de hablar.

- Josué si llegaste hasta aquí, me imagino que querrás


terminar. Lo que te ha pasado no lo sé ni tengo
porque saberlo, pero me imagino que fue
reconfortante para ti. Situaciones y personajes
habrás encontrado y de alguna forma te dejaron
enseñanzas buenas y malas. Has concluido el valle y
solo dos puertas más están por delante. Pero desde
aquí tu tienes la opción de continuar, es tu decisión.
Puedes afrontar y pasar por esa puerta que sigue, o

Alejandro Espinosa 73
Mientras caminaba a la Montaña

puedes ir por la salida y esperar algo que a mi


opinión no quisieras saberlo.
Este lugar, mi café, no se equivoca con las personas
que atrae y si estas aquí, es por algo. Me preguntaste
que tan real es esto y te contestaré que es lo más real
que en este momento puedas vivir. Te repito, la
decisión es tuya, continúa por LA CIUDAD si así lo
quieres o por el contrario ahí esta la salida a tu
mundo. Te dejaré solo para que puedas meditar bien
tus siguientes pasos.

Nadia se marchó sin apuro, se acercó a dos personas


que estaban tomando su café. Josué la seguía con sus
ojos muy desorientados, ella al sentir su mirada lo
sonrió y continuó atendiendo a los demás clientes. Veía
las expresiones de sus compañeros de sala, todos con
miradas perdidas en sus libros, muy parecidas a sus
gestos en anteriores visitas. Sus ojos circunvalaban la
habitación al igual que sus pensamientos, no sabía que
hacer.

Nadia era muy amable, su voz daba confianza y eso


confundía a su cabeza. Tenía una extraña decisión que
tomar, ahora podría decir si continuaba ahí o no. No
había motivos ni razones, solo una pequeña sugerencia
de una amable desconocida. Esa conversación no tenía
mucha lógica, no lo guiaba en nada. Estaba por
continuar su vida ciego, no tenía indicios para poder
decidir.

No tendría mas remedio que continuar por puro


instinto. Y su mente, la mente de hombre curiosa y
desmedida, le decía que siguiera. A Josué le gustaba ese
reto, no es muy sabio hacer las cosas por retos pero eso
es algo que todos los seres humanos hacemos y muy a
menudo son esos los impulsos que nos hacen tomar las
decisiones en momentos desconcertantes. Sería esa la

Alejandro Espinosa 74
Mientras caminaba a la Montaña

idea de Nadia, no lo sabría jamas, pero él quería entrar


por LA CIUDAD y conocer que le deparaba.

Dio un último vistazo a la sala, a sus extraños vecinos


que clavados en sus libros no reaccionaban a factores
externos. Josué pensó que nunca había observado con
detenimiento quien estaba en la sala, si conocía a
alguien ahí. Pensó que ellos estaban en su misma
situación, aunque él ahora estaba por concluir eso. Se
levantó decidido y traspasó la puerta sin esperar aviso.
Al cerrarla su curiosidad lo ganó y quiso ver dentro del
café pero estaba todo apagado, no tenía opción a
regresar, la decisión estaba tomada.

El mundo continuaba su rumbo, las personas nacían, se


enamoraban, trabajaban, morían y todos indiferentes
entre sí. Cada personaje ensimismado con sus
problemas y entre ellos un joven caminaba sin rumbo
cierto, sin idea alguna sobre su vida. Prefirió no pensar

Alejandro Espinosa 75
Mientras caminaba a la Montaña

más sobre sus aventuras y se centró en su vida.


Disfrutó la fría brisa nocturna mientras sus ojos se
clavaban en esas pequeñas luces de las casas, el sonido
de los pocos vehículos que a esa hora transitaban y con
la luz tenue de una luna llena espectacular que
iluminaba toda la ciudad.

Tenía por delante una nueva vida, una profesión, un


amor. Con respecto a la abogacía concluyó que la
dejaría y daría su vida a otra de sus pasiones, el
periodismo. Sería difícil volver a comenzar pero aún era
muy joven, tenía toda su vida para cambiar. Pensó en
donde estudiar y con quien podría aprender más rápido.
Entre sus amigos había un periodista y él podría
ayudarlo. Imaginó como sería su vida con ese cambio y
que le podía deparar eso, todo cambio te trae nuevas
vivencias, nuevos amigos, nuevos proyectos, nuevos
sueños y eso quería, quería un cambio radical. El
motivo, ni el mismo se explicaba, pero quería hacerlo,
deseaba cambiar de vida.

Sofía y Andrea eran lo de menos, alguna de ellas llegaría


y se acoplaría a él. Ese momento le pertenecía a él y a
nadie más, ese cambio era suyo y se sentía en la gloria.
Era otro tipo de felicidad, pese a que sabía que le
costaría mucho. Ese cambio radical vendría
acompañado de nuevos inconvenientes pero era algo que
había aceptado vivir.

No podía dejar de sentir un poco de tristeza al recordar


etapas de su vida anterior, tenía añoranza pese a que
reconocía que todo lo que había vivido le había
preparado en su determinación y su decisión. Recordaba
éxitos, novias, vivencias que ahora los veía muy lejos; se
iban y no regresarían, solo habían dejado una huella en
él y eso procuró asimilarlo.

Alejandro Espinosa 76
Mientras caminaba a la Montaña

Llegó a su casa cansado, deseando una buena ducha


caliente, tomar una cerveza fría y descansar en su sofá
mirando el amanecer que en poco llegaría. Al salir de la
bañera, se puso cómodo y movió su sillón a una
posición frente a su ventana. Tomó su cerveza del
refrigerador, se sentó en el sofá y sin motivo alguno
recordó a Sofía, no dejaba de amarla. Trataba de
recordar con minuciosos detalles su cita inolvidable.
Recordaba su rostro sonriente y vacilante, su sonrisa
cautivadora y sus ojos penetrantes.

Comenzaba a cabecear de sueño, cerró sus ojos pero ese


rostro no se alejaba. Dormitó con la idea de Sofía a su
lado y ella en su sueño continuaba con esa alegría que
tuvo todo aquel día. Tras su descanso se levantó con
muchos ánimos y quiso salir, gritarle al mundo que
estaba ahí y que no se dejaría vencer por una decepción
ni por un amor irrelevante.

Llamó a su amigo que estaba en la Universidad para que


le ayudé. Para su suerte estaban abiertas las
inscripciones para el siguiente semestre en periodismo,
el ciclo iba a empezar en poco tiempo y él sin dudar se
quería matricular. Pasó días muy ocupados, la
burocracia en las universidades le aletargó sus tramites
y no pudo encontrarse con nadie.

Las intensas semanas que pasaron no le dieron tiempo


para pensar en otra cosa. Comenzó sus clases y
encontró a muchas personas buenas. El periodismo era
para él, captaba todo mucho más rápido que sus
compañeros. Por obvias razones él era el mayor de su
clase, el más experimentado y todos le pedían consejo
tanto en sus problemas de materias como en sus vidas.
El tiempo transcurría irremediablemente, Josué estaba
cada vez con más ganas de vivir. Tenía una alegría por
dentro que irradiaba a todos sus conocidos.

Alejandro Espinosa 77
Mientras caminaba a la Montaña

En lo económico consiguió dinero con su antiguo jefe, lo


ayudaba en casos menores o daba asesoría a las
personas que necesitaban. Pero él sabía que no iba a
regresar a ese mundo irritante y absurdo, era una forma
para subsistir mediante sus antiguos recursos.

Una ocasión que acompañó al Doc. Aguirre a ver a un


amigo, se encontró con Andrea. Ambos muy nerviosos,
no encontraron que decir a pesar de que Josué estaba
emocionado de encontrarla. Él creyó que no volvería a
verla y con temor se acercó a conversar. Ella muy linda
como de costumbre, no podía verlo directamente a los
ojos, le había declarado su amor sin tener respuesta
favorable.

La conversación terminó y fijaron un día para salir. Su


primera cita fue emocionante para los dos. Se
conectaban muy bien, tenían gustos en común y ahora
ambos se veían con otros ojos. Fue inevitable que
salieran mas de una vez, fueron enamorándose poco a
poco y tras un mes de felices salidas él le propuso que
fuese su novia. Tres meses después Josué conoció a sus
padres, eran unas personas muy amigables y ellos
estuvieron rápidamente de acuerdo con su relación.

A Sofía no la volvió a ver, las primeras semanas trató de


buscarla pero fue como si le hubiese tragado la tierra.
Con el paso del tiempo se fue olvidando de su amor por
ella, cambió el amor por nostalgia. Fue una amor raudo
y sus recuerdos volvían cuando Andrea la recordaba y
se ponía celosa.

En muchas ocasiones pasó frente al Café pero éste


estaba cerrado. Pensó que lo habrían cerrado o que aun
no podía regresar, no sabía que tenía que pasar para
que vuelvan a abrir esas puertas. Investigó poco tiempo

Alejandro Espinosa 78
Mientras caminaba a la Montaña

sobre la existencia del mismo, pero no encontró mayor


información; todos lo ubicaban como un café normal.
Poco a poco se fue olvidando de eso y continuó su vida,
pasó mucho tiempo y tenía muchas otras cosas en que
ocuparse. Con la única persona que comentaba sobre
eso era Andrea, los dos agradecían al lugar por tan
grande experiencia. Había aprendido mucho y lo había
ayudado a reordenar su vida.

El tiempo implacable continuó y todo hacía creer que


solo se había tratado de un buen sueño, ni Nadia, ni
Sofía, ni Carlos, ni nada respecto a aquella semana
volvió. Josué dejó por completo el mundo de la abogacía,
con su excelente rendimiento consiguió rápidamente un
trabajo nuevo, era escritor en un diario local. Andrea
por su parte estaba a punto de graduarse. Ellos
continuaban juntos, más enamorados que nunca, al
poco tiempo ella se mudó con él y todos imaginaban un
pronto casamiento.

Un gran acontecimiento llegó, la graduación de Andrea.


El día se levantó con un sol imponente en el cielo azul
que sin nubes cobijaba a la perturbada ciudad de una
alegría casi imperceptible para todos. En el corazón de
Andrea, un poco descontrolado por la emoción, se
llenaba de amor y felicidad. Lo tenía todo y eso

Alejandro Espinosa 79
Mientras caminaba a la Montaña

contagiaba a Josué, muy cariñosamente la levantó con


un beso y un ligero desayuno. Ambos estaban en su
mejor momento, habían alcanzado el cielo y el infierno
juntos, ese día Josué tenía planeado pedirla en
matrimonio. Sería el mejor final para un cuento de
hadas.

La ceremonia fue inolvidable llena de alegría y emoción;


los amigos, padres, novios de todos los recién graduados
tomaban fotos, se abrazaban, lloraban, todo pleno de
una desordenada algarabía. Josué sentado junto a los
padres de Andrea, temblaba esperando el momento
preciso para pedir su mano.

Como la mayoría de los momentos felices, y Josué lo


sabía mejor que nadie, pasó veloz y en un pestañear
todos estaban ya despidiéndose y deseándose todo lo
mejor para sus vidas. Andrea iba a salir con sus padres
a una cena familiar, desde mucho tiempo no habían
estado juntos. Josué lo comprendió y prefirió esperarla
en su hogar.

En el trayecto ideaba el momento perfecto para tan


grande hazaña, compró champan y muchas rosas para
decorar la habitación. Quería que fuera una escena
inolvidable para su futura esposa. Llegó y comenzó los
preparativos, esparció rosas por todo el cuarto como en
las mejores películas de amor. Prendió muchas velas
con cuidado de no ocasionar un accidente y puso el
champan en la nevera para que este a punto. Preparó
un pato a la naranja que era su especialidad culinaria,
eso lo había aprendido estudiando la producción de un
programa de cocina.

Estaba todo listo, Josué sentado en su sofá solo


esperaba la llegada de su amada. De repente el teléfono
sonó, al mismo tiempo un viento helado abrió la ventana

Alejandro Espinosa 80
Mientras caminaba a la Montaña

de la habitación. Una mala idea pasó por la mente de


Josué, no lo explicaba. Dejó de vaticinar quien sería y
alzó el auricular:

- Aló, Josué, aló, soy Margarita, la mama de Andrea,


tuvimos un accidente en el taxi que nos regresaba a
casa, un chico en una bicicleta se nos atravesó y
Andrea salió muy mal, estamos en la Clínica .... ven
rápido, ella solo pregunta por ti.

Cerró el teléfono y salió apresurado hacia la clínica, su


mente recordó aquel enfrentamiento legal de la Sra.
Jiménez con aquel joven en bicicleta. Por primera vez
pensó en la culpabilidad de ese joven, tenía una rabia
contenida pero tenia mejores cosas en que pensar para
recordar aquel incidente.

En la calle un taxi lo esperaba, no dio mucha


importancia a ese hecho hasta que pudo ver la cara del
conductor. Era ese viejo del Café de los perdidos, era
Arturo y él lo estaba llevando ahora. Por miedo a que
sea otra de esas historias que lo conducían de vuelta a
ese lugar prefirió guardar silencio.

El pánico se apoderó de él, no sabía como actuar. Se


refregaba el rostro en señal de incredulidad. Ahí pudo
observar por la ventana llena de luces, que no estaba
dirigiéndose a la clínica. Furioso preguntó a Arturo el
motivo de su desvió - ella té esta esperando - dijo con
voz seca y ruda.

Suspiró al entender que el lugar había regresado. Era


otra de esas aventuras, estaba por fin saliendo de la
ciudad; el se preguntaba mientras su mente trataba de
tranquilizarse. Arturo se estacionó frente al café y Josué
recordó esa vieja lección de lo inevitable. Tomó un
respiro y con decisión se dirigió a la puerta que había

Alejandro Espinosa 81
Mientras caminaba a la Montaña

estado por mucho tiempo cerrada. No regresó su


mirada, tampoco le interesaba; continuó lento pero
plausible a su destino.

Abrió la puerta con su temblorosa mano y sus ojos


cayeron rendidos al ver a Sofía en la puerta. Su agitado
corazón y su tenso cuerpo no comprendía nada. Ella lo
invitó a pasar y él indeciso, vaciló un momento pero
sabía que no tenía otra opción. Él, en el fondo, quería
abrazarla, besarla y conocer que había pasado; pero
recordó a Andrea, su amor, su futura esposa, la mujer
que lo acompañó mucho tiempo en sus altas y bajas.

Tras dejarlo sentado, fue ella quien ahora volvió con un


café, su libro y se sentó junto a él. Josué seguía con
desesperación sus actos. Al tener su libro en sus manos,
todos sus recuerdos volvieron, abrió el libro y leyó
vacilante lo escrito. Esperaba equivocarse pero estaba
escrito todo lo ocurrido, todo con Andrea hasta su
entrada a ese Café.

Sofía lo miraba con ojos de deseo, como aquella mujer


que atrae y despierta en un indefenso hombre los más
bajos instintos. Josué no podía dejar de alzar su vista a
ella cuando estaba leyendo. Su rostro lo capturaba y sus
manos, ahora entrelazadas, lo acariciaban lenta y
sensualmente, sus labios mojados e insinuantes lo
regresaban a tiempos pasados.

Él no quería romper ese silencio, era como observar tras


un aparador un objeto que más deseas. Ella después de
una sonrisa picara, rompió el silencio:

- Josué, has regresado aquí tras un largo tiempo.


Después de ser feliz y haber retomado tu vida,
enamorarte y amar tanto a tu futura mujer. Decidirte
y transformar tu estilo de vida en algo más llevadero

Alejandro Espinosa 82
Mientras caminaba a la Montaña

para ti. Pero no debías olvidar un pequeño detalle


que aún no concluías; cuando la vida se torna feliz
se nos pasa desapercibido los antiguos e
insignificantes asuntos pendientes. El tiempo sin
miedo continuó y tu poco a poco te fuiste olvidando
de este lugar, de mí y de tu experiencia aquí. Pero
creo que ha llegado el momento que estabas
esperando por meses, estas por concluirlo. Ahora por
fin sabrás la verdad de todo esto, porque para pasar
hasta LA MONTAÑA debes estar convencido de
entrar.....

Josué la miraba decir cosas que él sabía. Ella era como


un fantasma que se le presentaba, pero esas palabras
aunque verdaderas lo llevaban de nuevo a su pasado. El
libro que continuaba ojeándolo estaba casi concluido,
tenía dos hojas libres al final. Eso hizo pensar a Josué
que esto iba a terminar muy rápido, la salida estaría
tras la montaña.

Por fin Josué tuvo respuesta a sus preguntas de la


persona que desde un principio lo había llevado ahí. Por
alguna extraña razón ella era la indicada para
responderle todo cuanto quería. El inició de inmediato
con las preguntas y ella muy animada respondía.

Ese lugar era el destino de la gente moribunda, de los


perdidos; de gente que ya cansada de vivir era propensa
al suicidio. Sofía le explicó que si el no hubiera decidido
a entrar, su vida hubiese terminado en una semana o
menos, era eso el motivo de ese lugar.

Cada vez que salía por la puerta, un rayo de luz lo


molestaba y era precisamente eso lo que le hacía entrar
a la siguiente aventura. Ese rayo de luz al salir por la
puerta era la ilusión nueva a su nueva vida.

Alejandro Espinosa 83
Mientras caminaba a la Montaña

Él, en efecto, había decidido comenzar eso. Solo existía


una pequeña persuasión a las personas que debían
ingresar pero por último cada uno decidía que hacer. El
había tenido su disfraz, era un abogado, agobiado e
indeciso y con eso había completado el ritual de
iniciación.

Con respecto a sus vivencias, solo él conocía la razón y


la lección de cada una. Nadia realmente no sabía ni
podía aconsejarle nada; eso si era como la verdadera
vida. Ese termino hizo meditar a Josué, verdadera vida,
lo hizo dudar sobre la veracidad de lo vivido. Josué
seguía preguntando como niño que va a conocer las
respuestas del universo. Lo único que Sofía no explicó
era quien había creado ese lugar.

Con ímpetu Josué preguntó por Andrea, la bella Andrea,


y no podía haber tenido una providencia más grave. Su
cuerpo no había aguantado y antes de llegar a la clínica
había fallecido. Sus padres no lo sabían al momento de
la llamada. Josué no pudo controlar su llanto, buscó en
su camisa el anillo con el que ese mismo día iba a pedir
su mano y recostó su cabeza en la mesa. Lloró mucho,
Andrea estaba muerta, el amor de su vida ya no estaba
con él.

Duró mucho tiempo esta conversación explicativa, Josué


era periodista y sabía algunas mañas para sacar más
información de la que las personas por lo general dicen.
Estaba por fin todo aclarado y con los ojos aún sollozos
solo esperaba que le hablara sobre esa última puerta
que aún estaba oscura. LA MONTAÑA, era el último
peldaño y estaba frente a él. Josué por entre sus
llorosos ojos pudo notar a Sofía viendo la puerta con
firmeza. La distrajo haciéndole su última pregunta – que
le deparaba esa puerta.

Alejandro Espinosa 84
Mientras caminaba a la Montaña

El salón seguía con un aire siniestro, un viento de


cambio y de culminación. Sofía explicó a Josué la
gravedad de su última decisión; como con la anterior, él
tenía opciones. Pero contraria a ésta, Sofía podía
explicar cada consecuencia que cada una conlleva. La
tensión que Josué tenía frente a su nueva decisión, lo
hizo apurar ese momento, no quería tomar mucho
tiempo en eso, quería salir corriendo en busca de
Andrea.

La primera opción, en vista de la irremediable idea de


volver con Andrea, era volver por la entrada sin voltear
la mirada, así podría retomar su vida antes de conocer
aquel lugar. Obviamente todo recuerdo de lo vivido sería
borrado y todas las personas previas estarían ahí
intactas. Esto incluía el conocimiento del amor de
Andrea y el conocer incluso a Sofía. Sería como si nada
de esto hubiera ocurrido. Sofía aclaró que sería la única
manera de volver al lado de Andrea.

En cambio la segunda era el voltear la mirada y entrar


de nuevo por el VALLE que tras la enseñanza final, a
Josué se le permitiría continuar con su vida normal, sin
olvidar nada y con todos los sucesos acontecidos.
Andrea estaría muerta, él sería periodista como lo
estaba haciendo y como la ocasión anterior Sofía predijo
que no volvería a saber nada de los actores de ese Café
incluyéndola a ella y al lugar en sí. Era quedarse en un
episodio de su vida que él había construido.
No obstante había una última oportunidad, que lo
mantendría con una esperanza futura de encontrar a
alguna de ellas y continuar sin ningún inconveniente,
sin problemas ni ataduras. Previamente esta agradó
mucho a Josué que incrédulo dudaba de la veracidad de
aquella propuesta, algo tendría de exigente.

Alejandro Espinosa 85
Mientras caminaba a la Montaña

Y como auguraron sus pensamientos, esta idea tenía un


trasfondo ingente. Tendría que entrar directamente por
la puerta de LA MONTAÑA y así perdería su vida. Con
esto, y sin mentiras, encontraría su felicidad al lado de
una de ellas. No tendría mas preocupación que el dar
amor, y sus almas vagarían eternamente. Josué advirtió
que Sofía había dicho “una de nosotras”, acaso era una
trampa para quedarse con él. Pero aun así era una
oportunidad.

Se levantó con un suspiro mortal, sus manos cubrieron


su rostro en señal de desconcierto. Atisbó su mirada a
Sofía, su amor de una tarde, que lo miraba esperando
una respuesta. Caminó de un lado a otro sin encontrar
solución alguna a aquella encrucijada. Veía cada puerta
como si se tratara de su ataúd, sabiendo que sería su
morada para toda su vida.

Por un lado estaba la idea de regresar a su vida normal,


que según el relato de Sofía iba a terminar en suicidio.
Recordó los instantes previos a la entrada al Café y todo
lo que estaba en ese momento sintiendo. Nada de lo que
había aprendido ni de las personas que estaban ahora
en su vida recordaría. No era una buena opción, quería
sentir esa felicidad, recordar a su Andrea. No quería que
todo lo que le había costado, muriera por solo regresar a
una vida que en ese momento no tenía sentido.

Por el otro estaba el continuar en el valle y estar pleno


de experiencias, vivencias y conclusiones, pero solo.
Cada cosa que viera en la ciudad o en su apartamento
estarían acompañadas de alguna anécdota con Andrea.
Vaciló con la idea de encontrar a otra mujer y continuar
su vida, empero estaba convencido de haber encontrado
el amor en una de esas mujeres y ya no quería seguir
buscando más. Le había tocado comenzar una carrera
nueva y ya no quería volver a ese sufrimiento repetitivo,

Alejandro Espinosa 86
Mientras caminaba a la Montaña

ya había enrumbado su vida y no quería renunciar a


ella.

Estaba por decidirse por esta puerta, su lamento no lo


hacía pensar bien. Meditó y un truco tenía esta puerta.
Sofía había dicho “quedarse en un episodio de tu vida
que tu has construido”. Se quedaría en esa puerta
viviendo un mal sueño, con una vida que le había
costado mucho pero sin ilusiones.

Y por último esta la más espantosa idea, tendría que


matarse para buscar una eterna felicidad en los brazos
de una mujer. Estaría renunciando a su ser, a su
espíritu para unirlo al de una mujer que amaba.

Cualquiera de las opciones le llevaban a su muerte. La


una sin sentido, la otra por sufrimiento y la última por
decisión. Era muy fácil darse cuenta de eso. Sofía
aguardaba la respuesta y Josué aun muy dolido no
tenía concilio.

Meditó largo tiempo y repetidas veces sus manos


tapaban su rostro y refregaba su cabello. Aquella tierna
pero penetrante mirada de Sofía continuaba con él. No
lo dejaba un solo momento en esa desolada habitación,
ahora no había ningún estrépito sonido de tazas de café
ni el sonido de hojas de libros volteándose, ni los pasos,
ni voces que a lo lejos repiqueteaban. Estaban solos y
esperando una sola palabra de Josué.

Tras media hora de ininterrumpido silencio, Josué abrió


la boca y dijo: - ya lo sé, estoy decidido!. Volteó con
dirección a la puerta de LA MONTAÑA y su cuerpo
tembloroso, agitado y asustado dio pasos estremecidos
por el miedo a su conclusión. Se podían ver lagrimas
cayendo por sus mejillas, cada eterno paso hacía
recorrer el viento a su alrededor, millones de voces

Alejandro Espinosa 87
Mientras caminaba a la Montaña

irrumpieron la sala en señal de aliento, un olor a muerte


emanaba por esa puerta.

Estaba decidido a morir sin dolor y con una vaga


esperanza de encontrarse con Andrea. Continuó y
mientras más cerca estaba su entorno cambiaba, ahora
un fuerte viento frío perturbaba cada pisada, las voces
de aliento se escuchaban más claras, podía ahora
distinguirse que eran voces de lamento y desesperación.
Sus ojos fijos miraban espantados a su último destino y
olía con pavor un letal olor a flores frescas.

Asió la chapa de su última morada, cerró sus ojos, dio


su terminante respiro. Con los ojos cerrados abrió la
pesada puerta vieja de LA MONTAÑA, dio un pequeño
paso adentro y al abrir sus ojos lentamente observó la
silueta de una mujer desnuda. Las lagrimas en sus ojos
no dejaron verla con claridad al principio. Miró a su
alrededor, era un cuarto completamente vacío y al
voltear su rostro en busca de la entrada notó que ya no
la había. Sintió una mano en su desnudo hombro y sus
ojos se perdieron con esa mujer bella como ninguna.
Josué estaba muerto y junto a Sofía.

Alejandro Espinosa 88

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