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La duda es fecunda. Nos hace llegar a certezas, o a más dudas. Que son semilla de
otros conocimientos. Llegar a lo más sencillo, siempre es complicado, pero rentable
para quien lo consigue. Todo progreso humano está basado en romper barreras, no
aceptando lo obvio como definitivo. Las creencias atávicas no son más que la
pervivencia de lo primitivo, fuera de su tiempo y lugar. El pensamiento sin
evolucionar, procedente de las raíces humanas, antes de llegar a la edad de la
razón.
La guerra está en las creencias. Quien trata de imponer las suyas, como las únicas
verdaderas, no puede ser pacífico. Los fanáticos son guerreros, tanto como los
guerreros son fanáticos. Quienes niegan derechos a los demás, es porque prefieren
reservarlos todos para sí mismos. Quien no concede derechos, pierde todos los
suyos. Los fanáticos siempre están dispuestos a matar y dejarse matar por imponer
nimiedades insustanciales a otros. Los fanáticos no razonan, creen. No saben,
suponen. Se prohíben a sí mismos adquirir conocimientos racionales, que pudieran
acabar con su irracionalidad. Fomentar el pensamiento científico, sería el mayor
servicio que la educación ciudadana podría hacer a la causa de una paz perdurable.
La paz siempre es razonada. Nuestros cielos e infiernos los llevamos dentro, auto-
fabricados. El que los predicadores de guerras ideológicas se consideren portadores
de la paz, resulta sorprendente. La hipocresía parece estar cercana. Oculta una
lucha constante por el poder. Ellos son el alma de todas las guerras. Las dinastías
de criminales que formaron la corte papal durante el Renacimiento, han quedado
inmersas en las crónicas de las épocas más sucias de la Historia. Nunca hubo más
envenenadores y espadachines sueltos por el mundo, que en aquella era de obispos
gobernadores y cardenales reales. El idealismo estuvo todo concentrado en
producir obras de arte irrepetibles. Belleza y crimen pueden ser compatibles para
conciencias de amplias tragaderas. Cuando la mentira se convierte en explotación,
entra en el terreno de la estafa moral. Si se pretende llegar a la verdad de algo, no
vale inventarse historias, sino investigar con rigor científico. Con ello, lo viejo
adquiere el brillo de lo nuevo, descubierto bajo el polvo de la ignorancia. Emilio del
Barco,, 02/04/09 ,, emiliodelbarco@hotmail.es