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A S I N C R O número 1 A S I N C R O

REVISTA DE LA ASOCIACION INTERNACIONAL DE FILOSOFIA POLITICA

PRESENTACION DE ASINCRO

TODO LO QUE AFECTA A LAS RELACIONES SOCIALES PERTENECE A LA POLITICA

POR ESTO ES QUE ASINCRO ABARCA UN AMPLIO CAMPO EN EL QUE INCLUYE

CUESTIONES LABORALES, ASUNTOS ECONÓMICOS,TEMAS CIENTIFICOS Y

TECNOLOGICOS,PERO TAMBIEN EL MUNDO DE LA TELEVISION Y OTROS MEDIOS

COMO RADIO,REVISTAS,DIARIOS,INTERNET

Indice
1-Peter Lock Transformaciones de la guerra

2-Werner Bonefeld GLOBALIZACIÓN Y DEMOCRACIA:


Una evaluación de El Estado Competitivo de Joachim Hirsch
3-James Petras ¿Quién gobierna el mundo? La guerra en Iraq

Dr. Peter Lock


European Association for Research on Transformation e.V.
Transformaciones de la guerra:
Hacia la dominicación de violencia reguladora[1]
La guerra contra Irak distrae del hecho de que nos encontramos actualmente en una fase del desarrollo del
mundo en la cual las guerras se transforman en un modelo que va de salida; al menos aquellas formas de
guerra para las cuales fueron elaboradas reglas durante el siglo pasado -por medio del derecho internacional-
con el propósito de circunscribirlas. Esto no ocurre, como pudiera pensarse, porque fuera observable una
tendencia a escala mundial hacia formas menos violentas de resolución de conflictos. Todo lo contrario, mis
tesis más bien son que, en primer lugar, Estados Unidos, como potencia militar hegemónica incontestada,
tiene la intención de emplear de manera ubicua y preventiva medios violentos para imponer sus intereses
dentro del marco de la así llamada guerra contra el terror. Busco fundamentar por qué esta política suprime a
la guerra como categoría delimitable. En segundo lugar, la lógica inmanente de las multicitadas "nuevas
guerras", que fungen como un elemento del lado inverso de la globalización, que yo llamo la "globalización
sombra", apunta hacia una difusión y transformación de la violencia bélica en "violencia reguladora" para la
conducción de sistemas de redes transnacionales (económico-)criminales que, como reflejo del globalismo
neoliberal, probablemente se han convertido en la esfera más dinámica de la economía global. Como
resultado se llega a una desterritorialización de la lógica de la violencia bélica y, con esto, a una disolución
del fenotipo[2] "guerra" mientras que, simultáneamente, la violencia se convierte en el medio dominante de
regulación económica y social en las zonas de apartheid social que crecen a lo ancho del mundo.
Sobre la primera tesis:
En la concepción del mundo de nuestra modernidad ilustrada, la guerra aparece como un caso de
perturbación moral dentro de un sistema integrado globalmente, designado como comunidad internacional o
sociedad mundial, y definido como unidad ético-responsable. De ahí se deriva un imperativo moral para la
comunidad internacional de los Estados de contrarrestar y prevenir colectivamente ese tipo de perturbaciones.
En virtud de que las guerras entre Estados se han vuelto entretanto la excepción, y sobrepesan los conflictos
armados dentro de las sociedades, esto significa, a partir del fin de la guerra fría y vinculado con esto, la
derogación del "dogma" de la no intervención en los asuntos internos y un incremento de intervenciones para
establecer y mantener la paz en los conflictos dirimidos al interior de las sociedades. Se ha impuesto una
nueva valoración de los derechos legalmente protegidos de soberanía estatal y de derechos humanos, que ha
encontrado también una expresión en la creación de la Corte Penal Internacional.
En la realidad política este imperativo moral, el de luchar por los derechos humanos, no es empero cumplido
en la práctica. Las intervenciones, también bajo etiqueta de humanitarias, permanecen atadas a intereses de
Estados (militarmente) potentes. En el caso de Ruanda faltó interés en aquellos Estados, que hubieran sido
los únicos en poder intervenir militarmente para detener el genocidio.
Con el viraje estadunidense después del 11 de septiembre hacia la guerra declarada contra el terror, las
delimitaciones de fronteras entre la guerra y la paz han sido suprimidas terminantemente. Es debido a una
aceleración enorme en el desarrollo de la doctrina estadunidense, a partir de este corte crucial en el tiempo,
que en adelante la salvaguardia de intereses estadunidenses se libera abiertamente de todos los límites
vigentes del derecho internacional. Esta orientación estaba ya adelantada, y encontró su expresión, en el
rechazo fundamental a la creación de una corte penal internacional, mucho tiempo antes del año 2001. Un
gobierno que, dado el caso, considere necesaria la violación de las reglas del derecho internacional en la
salvaguardia de sus intereses nacionales, lógicamente tiene que proteger de persecución penal a los ejecutores
por él comisionados.
La lógica de la guerra contra el terror implica un auto empoderamiento casi absoluto por parte del ejecutivo.
El adversario, en gran medida invisible, representado en esta ideología de la amenaza, no conoce límites de
acción, está omnipresente en el tiempo y en el espacio; ninguna acción violenta del adversario puede ser
descartada. En la medida en que se abusa de la figura de la amenaza terrorista como recurso político para la
conservación del poder, ésta asume vertiginosamente dimensiones totalitarias. La recién fundada super
secretaría para la defensa de la patria, Homeland Security[3], en Estados Unidos, con poderes extensos en
vinculación con servicios de inteligencia en expansión dramática, ofrece ya un anticipo de las pretensiones
usurpatorias del ejecutivo.
Dentro de esta lógica autosugestiva, la guerra contra el terror adopta a discreción cualquier figura oportuna
para la política del poder, cuya existencia real jamás es verificable. O dicho de otra manera, si uno no puede
falsificar, a partir de la lógica, la existencia del adversario terrorista, entonces tiene uno que suponer su
existencia, lo que hace que uno se sienta legitimado para actuar en una situación permanente de excepción.
Para estrategias defensivas faltan rastros y huellas logísticas claras del adversario terrorista. De la amenaza
totalitaria imaginada se genera sistemáticamente la compulsión para liberar también a la (auto)defensa de
cualquier constreñimiento a su margen de acción. Consecuentemente, las estrategias preventivas agresivas
aparecen como defensa única y eficaz. No es permisible que éstas sean limitadas en su eficacia, ni por las
reglas del Estado de derecho, ni por el derecho internacional. La guerra contra el terror deviene así en una
política global de poder violenta y asimétrica, que ignora cualquier soberanía territorial de terceros. Extrae su
legitimidad de una presunción normativa de supremacía del Estado estadunidense y de su sistema de valores.
Esta guerra, que no renuncia a sus premisas, no tiene fin y se suprime a sí misma, es decir, a la figura de la
guerra. La lógica cargada de angustia del estratega contra el terror legitima una intensificación de
intervención preventiva hasta el umbral más bajo, lo que en tendencia conduce de hecho a una
desmilitarización de estrategias de intervención y a una dislocación hacia intervenciones encubiertas, a la
entrada en acción de proveedores privados de servicios, incluyendo los militares, y a la defensa preventiva
contra supuestos perjuicios a los intereses estadunidenses.
También la guerra fría se basaba en una figura ideológica comparable. El adversario era representado como
un actor totalitario. Pero en contraste con la guerra contra el terror, aquel adversario poseía el atributo de
territorialidad. A través de la implosión, o bien, de la autodisolución de la Unión Soviética, pudo ser
finalizada la lógica de la guerra fría, sin renunciar a las premisas de la propia ideología.
Resulta difícil relacionar la actual política estadunidense con intereses económicos de algún grupo
hegemónico en particular. Las contradicciones de la actual política preventiva de intervención sugieren que
esta política es propulsada por consideraciones de conservación de poder de política interna. En Estados
Unidos las guerras parecen ser en primer término un recurso de política interior manipulador. Sea como
fuere, la guerra contra Irak carece de una lógica coherente del capital. La escenificación estadunidense de una
lógica de guerra paraliza los discursos democráticos a nivel nacional e internacional, con consecuencias
profundas para el desarrollo y la aplicación del derecho internacional, y para el papel de las Naciones Unidas,
pero crea un clima populista para la re elección de Bush.
Con relación a la guerra contra Irak vale aseverar que la presentación de la guerra en los medios masivos de
comunicación ha soslayado su atributo distintivo. La demostrada superioridad asimétrica de las fuerzas
armadas estadunidenses ha invalidado a lo ancho del mundo la opción de una defensa militar contra esta
superpotencia. La monstruosa fuerza destructiva de las armas de campaña estadunidenses, combinada con un
casi total reconocimiento y disrupción de la comunicación del adversario excluyen casi completamente una
defensa coordinada sobre el terreno. En las ondas expansivas generadas por las bombas y misiles
estadunidenses perecieron decenas de miles de soldados iraquíes en sus puestos defensivos, antes de que
pudiesen entrar en combate. Esta dimensión de la guerra fue suprimida de la presentación en los medios
masivos de comunicación.
Más aún, considerando que a lo ancho del mundo van a la baja los ingresos fiscales y, con esto, también cae
la posibilidad de mantener fuerzas armadas modernas y potentes, de esto se desprende que a mediano plazo el
potencial estadunidense para librar guerras permanecerá sin adversarios militarmente relevantes en el mundo.
Solamente armas de destrucción masiva podrían, bajo ciertas circunstancias, intimidar y hacer a las tropas
estadunidenses desistirse de invadir.
Sin embargo, más terminante es que a un ritmo vertiginoso en una gran parte del mundo disminuye con
rapidez la elasticidad para oponer resistencia a las disrupciones masivas de la circulación económica.
Posiblemente suene cínico aseverar que Irak era uno de los últimos lugares en el mundo, donde era posible
escenificar una guerra del tipo que ocurrió. El programa de petróleo por alimentos de las Naciones Unidas,
condicionado por el embargo, había preparado de manera casi ideal a la sociedad iraquí para las disrupciones,
determinadas por la guerra, del abastecimiento de la población con alimentos; abastecimiento que fue
organizado económicamente desde una administración central. Tres meses de provisiones estaban disponibles
y, en parte, ya distribuidas al consumidor final, cuando comenzaron las acciones bélicas. Ninguna otra
sociedad en el Tercer Mundo dispone de una alta elasticidad comparable de sobrevivencia frente a tales
disrupciones masivas de provisiones.
La urbanización y la destrucción de los mundos vitales campesinos hacen a la sociedad mundial más
susceptible que nunca a disrupciones. Es de suponerse que las masas marginalizadas en los cinturones de
miseria de las megaciudades del mundo hambreen en el más corto plazo ante una interrupción de su frágil
sistema de abastecimiento. Casi no quedan espacios de refugio rurales en los cuales la elasticidad presente
posibilidades de sobrevivencia a las formas económicas campesinas. Aquellos espacios ya están en gran parte
estructurados de manera agroindustrial. Los pobres viven un cotidiano just-in-time, "justo a tiempo", y no
disponen de reservas. Los núcleos de las megaciudades modernas como espacios de sobrevivencia se
colapsan en pocos días con apenas una disrrupción del suministro de energía eléctrica. De lo anterior se
puede concluir que el mundo casi no dispone de espacios donde sean concebibles confrontaciones militares
convencionales, sin que éstas no pongan en jaque en el plazo más corto la sobrevivencia de la población civil,
como consecuencia mediata de acciones bélicas.
Del rumbo que han tomado las cosas en Europa desde la segunda Guerra Mundial puede uno dilucidar las
transformaciones decisivas, relativas a la elasticidad de sobrevivencia de sociedades modernas, frente a
disrupciones de la infraestructura y de la circulación de mercancías. Durante la segunda Guerra Mundial, ante
los bombardeos aéreos de los Aliados contra las grandes ciudades alemanas, el régimen nacionalsocialista
estaba en condiciones de poner relativamente a salvo a grandes sectores de la población civil mediante su
traslado y reubicación en zonas rurales. Así, por ejemplo, en 1943, las escuelas primarias de Hamburgo
fueron transferidas para determinados grupos de edad a pueblos húngaro-occidentales. Con trabajo esclavo el
régimen pudo mantener funcionando su producción industrial bélica y la producción agrícola y, en el año
1944, incluso incrementar la producción de armamento. Debido a la concentración en la producción orientada
para la guerra, en Alemania después del ascenso al poder del nacionalsocialismo en 1933 la economía agraria
quedó poco mecanizada, si se le compara con la de Estados Unidos y Gran Bretaña. También el molido
régimen de Milosevic, después de la guerra fría, se mostró durante diez años como sorprendentemente
resistente, a pesar de la mala administración económica, los costos de guerra, la corrupción sistémica y la
emigración de las élites con formación profesional. Un fundamento de esa resistencia fue la particular
composición agraria del país. De manera similar a Polonia en sus territorios orientales otrora no alemanes,
también Yugoslavia había conservado su estructura de pequeños agricultores durante la fase de socialismo de
Estado. Los modos de producción de pequeños agricultores disponen de una habilidad extraordinaria de
adaptación, son muy resistentes frente a disrupciones y constituyen, por lo tanto, una reserva de
sobrevivencia altamente elástica.
Hoy, en toda Europa y, por supuesto también en Estados Unidos, Canadá y Australia, la producción agrícola
se caracteriza por ser un sector con un alto grado de división del trabajo, que a las menores disrupciones en la
circulación de bienes se colapsa. Los subsidios agrícolas en esos países significan, con miras a los futuros
escenarios de conducción de guerra fuera de los Estados del Grupo de los Siete (G-7), una sistemática
destrucción cumulativa de los mundos vitales campesinos en el Tercer Mundo. Las junglas de pobreza de las
megaciudades en extensas regiones del Tercer Mundo se deben, en vista de la doctrina neoliberal de
regulación, a la política contrasistémica de subsidios agrícolas que, dentro de los países del G-7, constituyen
la mitad del valor añadido generado en la economía agraria.
No existe la menor duda en lo que atañe a la vulnerabilidad de las cada vez más emparedadas islas de
prosperidad y "nodos glocales" (Saskia Sassen) de la economía global, ésta dominada por los consorcios
multinacionales. Basta interrumpir el suministro de energía eléctrica para apagar estas esferas de vida. Por
ejemplo, los enormes frigoríficos de la prosperidad pierden en pocas horas su valor estratégico. Los
planificadores militares en el Pentágono tienen a esta vulnerabilidad en la mira y han desarrollado las armas
correspondientes, que fueron estrenadas en Serbia, cuando el suministro de energía eléctrica fue apagado
mediante el lanzamiento de fibra de carbón.
Mi tesis lleva a la conclusión de que una invasión militar del tipo de la última guerra contra Irak, llevada a
cabo contra casi cualquier otro país del mundo, pondría en peligro la sobrevivencia de toda la población civil
en cuestión de pocos días. El escenario de hacer una guerra en contra de un país de rentistas de víveres no es
repetible. La situación de la población en El Cairo, São Paulo o la Ciudad de México se aproximaría a la de
un genocidio después de tres semanas de disrupción de la circulación de mercancías, como consecuencia de
una guerra del tipo llevada a cabo contra Irak. Por consiguiente, surge la interrogante acerca de la
conductibilidad de este tipo de guerra con miras a los próximos blancos ya discutidos.
El complejo burocrático-militar estadunidense hace mucho tiempo que ha reconocido esto. Éste ofrece al
congreso de ese país ciertamente todavía con insistencia una kilomillonaria modernización de las fuerzas
armadas convencionales para el aseguramiento duradero de la superioridad absoluta. Esto es expresión de
una singular fuerza del aparato burocrático-militar para hacerse prevalecer, a falta de control parlamentario.
Las cuatro armas de Estados Unidos han extendido hasta el año 2020, exitosamente, en alianza con la
industria armamentista, el programa de modernización para aviones de combate y otros sistemas costosos de
armamentos, que habían sido concebidos todavía durante la guerra fría. A su manera, el Pentágono es una
reliquia sobreviviente de la guerra fría, modelada según la lógica soviética de organización, eximido de la
competencia y de cualquier control político real. El atentado contra el edificio el 11 de septiembre de 2001 ha
creado una zona de seguridad de derechos creados y de activos, que conduce a que el Pentágono pueda
dispendiar ineficientemente sus colosales recursos financieros porque, dada la magnitud de los gastos
estadunidenses en armamento, éstos aseguran de cualquier manera su superioridad militar mundial.
El Congreso oportunista en Estados Unidos ve en el presupuesto militar una última oportunidad para una
política industrial nacional en la era del orden neoliberal. El proyecto presupuestal del Pentágono es
regularmente ampliado por el Congreso en unos cuantos miles de millones de dólares, para atender a
intereses económicos regionales. Correspondientemente, cada una de las cuatro armas se procura por su lado
sistemas tecnológicos que compiten entre sí técnicamente, que operan hasta ahora siguiendo esta lógica con
sistemas incompatibles de software. En contra de las posibilidades tecnológicas claras de eficientemente
ejecutar, con superioridad y a largo plazo, opciones con aeronaves teledirigidas no tripuladas, en el programa
de adquisiciones de las cuatro armas, la compra de aviones de combate tripulados será continuada cuando
menos hasta el año 2020.
Simultáneamente empero el Pentágono se prepara paralelamente desde hace muchos años con un gran
despliegue de investigación para "operaciones militares salvo la guerra" [Military Operations Other Than War
( MOOTW)]. Con el objetivo de imponer preventivamente y a bajo umbral los intereses estadunidenses, es
desarrollado en el mayor secreto un espectro amplio de medios de disrupción, desplegables en todas partes,
incluso ahí, donde la conducción de guerra convencional ya no es posible. Al mismo tiempo estos medios de
disrupción poseen de manera inherente el potencial para hacer superflua la violencia bélica abierta de parte
de Estados Unidos. El potencial de despliegue de este arsenal fue demostrado en la disrupción del suministro
de energía eléctrica durante la guerra del Kosovo[4].
Una expresión adicional del reconocimiento tácito a los aparatos burocráticos de seguridad del Pentágono,
políticamente no controlados, y de los diversos servicios de inteligencia, es la privatización sistemática y la
subrogación de la prestación de servicios de violencia, en interés del gobierno estadunidense. Esto es a la vez
el reconocimiento tácito de que las esferas vitales en la economía globalizada casi no toleran un despliegue
operativo sensato de la maquinaria de guerra estadunidense.
Hasta ahora no ha sido suficientemente reconocido que la salvaguardia por la vía violenta de los intereses
estadunidenses, sin participación de sus fuerzas armadas, fue practicada durante la década de los años 80 en
Afganistán. En el lugar de las fuerzas armadas, fue la Agencia Central de Inteligencia (CIA) la que condujo
aquella guerra contra la Unión Soviética. La puesta en operación de tropas foráneas para hacer prevalecer los
intereses de Estados Unidos fue practicada con éxito. Después del 11 de septiembre de 2001, esta estrategia
fue nuevamente puesta en operación para expulsar al régimen Talibán. Los mercenarios mostraron ser
empero vasallos con voluntad propia, que habían puesto las miras más en el dinero que en el resultado
político. Entretanto las fuerzas estadunidenses en Afganistán pagan peaje a "señores de la guerra" regionales,
en sus tentativas por perseguir a presuntos talibanes desbandados o grupos terroristas, con el fin de no poner
en peligro las misiones operativas. Simultáneamente, los grandes consorcios de materias primas le pagan
dinero de protección a las fuerzas armadas estacionadas localmente, que frecuentemente no perciben un
salario suficiente.
Sobre la segunda tesis:
Crecientemente, los rasgos característicos de las guerras actuales se vuelven cada vez más difusos.
Principio y fin frecuentemente no señalan rupturas reales con referencia al acontecer violento. El nivel de
violencia dentro de una sociedad hace mucho que ya no es atributo suficiente para tipificar una guerra. Los
choques y combates muestran en no pocas ocasiones rasgos erráticos. La ayuda humanitaria, como un
elemento de la intromisión, es integrada de múltiples manera al acontecer bélico, y la neutralidad de las
organizaciones de ayuda es suprimida de hecho desde un principio, como prerrequisito de entrada.
Además es válido afirmar que la gramática económica de las guerras se ha transformado de manera
fundamental. Mientras que la segunda Guerra Mundial, pero también la guerra de Corea, fueron
acompañadas por el ensanchamiento de la producción y la movilización de recursos yermos, incluyendo el
trabajo esclavo, los conflictos armados de la actualidad se caracterizan por que las actividades económicas
son paralizadas, y las personas se quedan sin trabajo, pierden sus sustentos de vida y se convierten en
refugiados. La diferenciación entre combatientes y civiles se torna difusa, al tiempo que la población civil se
convierte en blanco predilecto de las acciones de combate. Prisioneros de guerra se han vuelto la excepción,
y la toma de rehenes casi en la regla. El derecho internacional de guerra hace mucho que ya no constituye un
limitante de acción para los actores.
Un hallazgo central de investigaciones recientes señala que la violencia bélica puede ser explicada de manera
considerable en función de intereses económicos. Es más, incluso guerras de larga duración se transforman
francamente en una forma independiente de producción, donde las acciones bélicas son determinadas por
cálculos empresariales sustentados en la violencia. Un hallazgo más es que estas economías de guerra
solamente son capaces de funcionar si están integradas a redes transnacionales.
Rastreemos empero en primer lugar la génesis de las estructuras de la violencia. En todo el mundo los
Estados se encuentran en una crisis profunda. La privatización de la seguridad es una imagen refleja de la
situación que guarda la condición de Estado. Los bienes públicos, entre ellos la seguridad, se transforman
extensamente en mercancías, y el poder de compra individual decide sobre la disponibilidad. De allí que la
pobreza signifique, ante todo, inseguridad. Definida la condición de Estado de acuerdo con los postulados
orientados hacia un Estado benefactor, las formas en que se manifiesta la disolución de la condición de
Estado son en efecto desconcertantemente diversas, pero todas tienen en común la renuncia al monopolio de
la violencia por parte del Estado, a favor de un amplio espectro de organizaciones de seguridad privada, tanto
dentro como fuera del ordenamiento jurídico vigente. En la resaca de la globalización neoliberal, en gran
parte del mundo los Estados pierden crecientemente la capacidad de recabar impuestos y, con ello, también
renuncian a su propio fundamento. En el consecuente proceso de disolución, furtiva en la mayoría de los
casos, del monopolio de la violencia por parte del Estado, los integrantes del aparato estatal se transforman
incluso en una amenaza permanente para la sociedad civil, en virtud de que procuran sus medios de vida, y a
veces más, mediante el aprovechamiento ilegal de su estatus. Si una sociedad cae en una situación donde la
fachada de condición de Estado es apropiada mediante medios económico-criminales por sus agentes,
generando una situación de inseguridad generalizada, entonces se disuelven todos los sistemas normativos de
la sociedad civil y éstos son reemplazados por estructuras de autodefensa. Estas últimas fuerzan ideologías de
identidad, también a nivel micro, que se fundamentan en la exclusión de los otros. A lo largo de las fronteras
intrasociales que van surgiendo así, se intensifican los conflictos, que finalmente pueden descargarse con
violencia armada.
La informalización y criminalización de las actividades económicas determinan la vida cuando ideologías
sustentadas en la identidad se conforman, y ocupan el lugar de la esfera jurídica estatal uniforme. Sofocan
toda iniciativa empresarial de autoayuda. La migración masiva es regularmente el resultado de tales
tendencias. La diáspora resultante fomenta sistemas de redes transnacionales y ofrece a la vez una
infraestructura para transacciones ilegales del tipo más diverso. Las esferas de vida de la población migrante
ilegal no están protegidas por el monopolio estatal de la violencia, ni por instancias jurídicas del Estado de
derecho en el país anfitrión, aunque su fuerza de trabajo es económicamente un componente fijo de las
respectivas economías nacionales. La población ilegal migrante está desprotegida frente a los actores
criminales.
Las condiciones en Estados en proceso de descomposición, representadas aquí a grandes rasgos, se
encuentran empero también en unidades pequeñas dentro del espacio social en Estados que por lo demás
funcionan. Se trate de ghettos de minorías socialmente dependientes en las metrópolis de las naciones
industrializadas, de los gigantescos cinturones de miseria que rodean a todas las grandes ciudades del Tercer
Mundo, o de los centros industriales abandonados en la ex Unión Soviética, los habitantes vivencian la
condición de Estado como si vivieran en un Estado en descomposición. La policía los confronta como
enemigos peligrosos. Correspondientemente se constituyen en tales "exclaves del apartheid económico y
social" estructuras similares a las existentes en economías de guerra. El monopolio de la violencia lo tienen
en la mayoría de los casos las bandas organizadas según el principio territorial. Dinero de protección ocupa el
lugar de los impuestos. Un silencio obtenido mediante la amenaza de la violencia frente a los órganos
estatales de procesamiento penal corresponde a al lealtad ciudadana.
La sociedad "allá afuera" representa para esas personas territorio extranjero. Allí son un recurso, entre otras
cosas, para el tráfico de drogas y otras actividades expuestas a riesgo, demandas en la economía-sombra.
Quien es pobre, no tiene elección y asume los riesgos que acompañan a la actividad criminal. La joven
población desocupada y los varones jóvenes en las zonas del apartheid económico conforman un ejército de
reserva inagotable de la criminalidad.
Para una mejor comprensión de la dinámica de la actual globalización bajo la regulación neoliberal, es útil
analizar la economía mundial como un sistema de circulación constituido por tres esferas interconectadas,
que a su vez facilitan una amplia gama de transacciones desreguladas. Con base en este esquema analítico se
añade la observación, de que la esfera de la globalización sombra, que consta de dos esferas, está marcada
por la "violencia reguladora" como mecanismo dominante de regulación social y económica. Pero
presentamos primero las tres esferas económicas:
Primero, la economía normal, legalmente operante: Esta es la única entidad considerada en el estudio de la
economía nacional (los términos alemanes tradicionales son Nationalökonomie o Volkswirtschaft). Es
solamente en esta esfera donde son recabados los impuestos, y son los impuestos --lo que en ningún
momento debe ser olvidado— los que constituyen la base para la condición de Estado. La doctrina neoliberal
ha transformado a la economía nacional en un mercado financiero global que ya comienza, a su vez, a
socavar las economías nacionales y a las sociedades ancladas en el Estado.
Segundo, la economía informal: Este es el espacio donde la mayoría de la población mundial organiza su
sobrevivencia, y esta mayoría vive en un estado de inseguridad física y legal constante. El monopolio del
Estado sobre el uso legítimo de la fuerza no le ofrece ninguna protección. La seguridad tiene que ser
organizada sobre una base privada, frecuentemente en contra de funcionarios gubernamentales corruptos. El
monopolio de la fuerza es a menudo usurpado por fuerzas criminales a los niveles locales. En algunos casos
se organizan grupos de auto defensa, por lo general no muy estables. La economía informal, en la figura de la
migración económica y de migración con el propósito de sobrevivencia (refugiados), está mostrando ser uno
de los factores más dinámicos dentro del actual proceso de globalización. La migración está operando en una
escala enorme en las zonas obscuras de todas las sociedades, y ha creado mercados laborales que son
ilegales, pero que se han vuelto un segmento indispensable tanto en la sociedad receptora como en la
sociedad expulsora. Muy pocos bienes públicos están disponibles en el sector informal, a la vez que el Estado
cobra muy pocos impuestos.
Tercero, la economía abiertamente criminal: La economía abiertamente criminal puede ser descrita como un
número desconocido de redes más bien flexibles, sustentadas en la violencia, que operan globalmente. Estas
redes están constantemente extendiéndose parasíticamente hasta el interior de la economía normal, y están
extorsionando dinero de protección en la economía informal, entre otras actividades. Las drogas son quizás la
principal fuerza propulsora de la dinámica de la construcción redes en la esfera criminal. Expertos calculan
que el producto anual bruto "criminal" es de al menos 1500 millardos de dólares. Los mercados financieros
difusos proveen el medio operativo para las actividades de la economía criminal, donde sus actores buscan,
como último fin, el lavado de sus ganancias no legales.
Es preciso señalar que la economía de drogas está en función exclusiva de la persecución promulgada en los
Estados Unidos y en otros países industrializados. Las ganancias extraordinarias se deben exclusivamente a
la criminalización del consumo. Si tomamos los costos de la persecución en apenas un país, Estados Unidos,
donde son erogados alrededor de 43 mil millones de dólares solamente para sostener a 1,2 millones
prisioneros afroamericanos y latinoamericanos en las cárceles por infracciones de droga, con cargo a los
contribuyentes estadunidenses, se puede concluir que ningún otro producto recibe una subvención tan alta,
indirectamente por supuesto. Mientras que los países industrializados no cambien su política de combate a las
drogas a favor de un control de la demanda, este polo dinámico de la economía sombra continuará a crecer.
Nada menos que metas substanciales como la legalización y nacionalización de la venta de drogas permitirá
una reducción de la economía sombra.
La economía global actual puede ser esbozada como un proceso espiral ascendente que abraza a la
globalización neoliberal; ésta conduce a la fragmentación social y a la polarización, que a su vez conducen a
la globalización de la esfera informal y de la criminal, que llamaré conjuntamente la "globalización sombra".
Los conflictos armados internos se articulan en este entorno y muestran las características económicas
observadas; es decir, el involucramiento necesario en la economía sombra global. Pero la interconectividad
de la economía sombra global no está limitada a los países que sufren conflictos armados en su propio
territorio. En muchos otros países prevalecen también esferas que no son de la economía regular, sin que por
eso emerjan conflictos armados. Pero en términos del volumen de violencia que sufren muchos países, los
conflictos armados no se distinguen. La expresión de conflictos es otra.
Las conexiones entre los procesos simbióticamente enlazados de globalización por un lado, y formas en que
se manifiesta la violencia social por el otro, hacen necesario investigar de manera mucho más exacta, también
comparativamente a escala internacional, la violencia a nivel micro que se expresa, entre otros, en la tasa de
homicidios y delitos con empleo de armas de fuego. Es necesario determinar la participación de la "violencia
reguladora" en la totalidad de los delitos de homicidio y de otros actos criminales violentos. La "violencia
reguladora" será definida como la amenaza y el empleo de violencia física para imponer relaciones
desiguales de intercambio y de apropiación.
Si uno rastrea las transacciones típicas de las economías de guerra por sus rutas hacia la economía regular, se
abren sistemas de redes criminales que operan a lo ancho del mundo, y cuya lógica de funcionamiento se
basa en actos violentos, o bien la amenaza creíble de éstos. Por lo tanto, es analíticamente fructífero trabajar
con la categoría de "violencia reguladora" en la investigación de las relaciones sociales de la violencia en la
era de la globalización y de la globalización-sombra neoliberales, para así poder descifrar mejor las lógicas
de la violencia, constitutivas del funcionamiento dinámico de la economía-sombra.
La nueva dimensión decisiva de estos fenómenos, que tienen carácter sistémico en las economías de guerra
dentro de los conflictos armados internos y en sociedades fuertemente fragmentadas, se encuentra en que la
lógica de funcionamiento de estos sistemas, necesariamente transnacionales, en Estados en descomposición,
borra las diferencias entre guerra y paz. Las tasas de criminalidad violenta en sociedades fuertemente
polarizadas como, por ejemplo, Brasil, Sudáfrica o Nigeria, alcanzan o rebasan incluso los resultados de la
violencia bélica en "guerras civiles" actuales. La conducción sustentada en la violencia de sistemas
transnacionales de redes, por ejemplo, de tráfico de drogas, armas y tráfico de personas, es forzosamente
desterritorializada; en cualquier punto de las cadenas de transacción, puede ser necesario confrontar con
"violencia reguladora" las disrupciones en la circulación de mercancías, dinero y personas. El ejemplo de los
cárteles de las drogas es el mejor documentado. Desde el cultivo hasta el consumidor final, a menudo
pasando por numerosas estaciones intermedias, a través de todos los continentes, con violencia si es
necesario, debe ser protegida la red.
Pertenece también a la lógica de funcionamiento de los sistemas de redes económico-criminales que la
existencia de los mercados en la economía regular no puede ser puesta en peligro, porque solamente si los
actores pueden canalizar hacia el interior de esos mercados los ingresos de sus operaciones criminales, éstos
podrán realizarse. Esto es lo que constituye la ya mencionada simbiosis entre ambos procesos de
globalización, donde hasta el señor de la guerra más brutal está de alguna manera integrado. Lo que aparenta
ser una guerra sin fin es posiblemente un atributo sistémico. Los señores de la guerra, o más precisamente,
los empresarios sustentados en la violencia, están subordinados a la lógica de los sistemas de redes criminales
transnacionales. Las metas políticas territoriales tienen que permanecer subordinadas a esta lógica. Se trata
aquí de una difusión de la violencia bélica hacia el interior de los espacios transnacionales de operación de
sistemas de redes criminales. La violencia bélica se transforma en "violencia reguladora". Las guerras
pierden así su campo de batalla, son desterritorializadas. El multicitado término, "nuevas guerras", es, según
esta hipótesis, solamente una expresión transitoria en ruta a la difusión generalizada de la violencia bélica,
que no funge más sino como "violencia reguladora", extensamente atada a la lógica de sistemas de redes
económico-criminales transnacionales, que se propagan dentro del contexto del globalismo neoliberal. Mark
Duffield ha descrito también estas tendencias económico-bélicas y habla de guerras entre sistemas de redes,
network wars. Sin embargo, este concepto es una selección desafortunada, porque la guerra sin territorialidad
es una construcción problemática[5].
El empuje modernizador que acompaña al globalismo neoliberal conduce a la segmentación social de las
sociedades en megaciudades y, simultáneamente, es observable una ruptura modernizadora entre las
generaciones. La realidad social en muchísimos países está marcada por una exclusión masiva de la
economía regular de numerosas generaciones jóvenes. Este apartheid intergeneracional extendido se revela
como un atributo sistémico reprimido del globalismo neoliberal, y está marcado por creciente amargura
social y por proyectos de vida alternativos individuales, que se sustentan en el empleo de la violencia como
afirmación y para obtener logros. Estas personas jóvenes no tienen representación política alguna dentro de
las estructuras estatales existentes y asociaciones políticas. Solamente son tomadas realmente en cuenta como
un riesgo criminal. A menudo articulan su estado anímico, idealizador de la violencia instrumental, en los
textos de hip-hop y rap que, sin embargo, no es percibido como articulación política. Pero es significativo
que la signatura de hip-hop y rap es un fenómeno global con articulaciones locales.
Si las personas jóvenes relegadas al apartheid social en todo el mundo tuviesen una voz política dentro de los
sistemas políticos dominantes para hacer valer sus intereses, para poder vivir y trabajar en condiciones de un
orden jurídico constitucional, entonces sería difícil para el globalismo neoliberal hacer prevalecer su
propósito. En lugar de una promesa abstracta de bienestar a través del crecimiento, mediante la desregulación
de la economía, aparecería en su lugar como prioridad la oportunidad de todos para participar
constructivamente en la reproducción económica, por medio del trabajo dentro de una esfera de Estado de
derecho unitaria. Juan Somavía, el director de la Oficina Internacional del Trabajo, confirma en su reciente
informe que el camino para salir de la pobreza es el trabajo; traducido a nuestro esquema analítico, quiere
decir que el camino para superar las economías sombra, y la violencia reguladora asociada con éstas, es el
trabajo bajo la protección de la ley. Desde abajo, es decir, desde las sombras de la globalización neoliberal y,
sobre todo, desde la óptica de las personas jóvenes, la economía mundial requiere de una nueva doctrina de
regulación orientada hacia la participación productiva del mayor número posible en las economías
nacionales.
Si estas tesis describen de manera apropiada la tendencia actual, entonces tiene que ser plasmado esto
también en las contraestrategias políticas a la globalización neoliberal. El rechazo de la globalización es una
trampa política porque, debido a la ineludible globalización de los medios de comunicación y de la
informatización, no habrá alternativa a la globalización. La oposición aguda entre la izquierda y el
neoliberalismo se refiere solamente a la regulación de la globalización. Como déficit político de las
estrategias de la izquierda veo, con relación a los conjuntos de problemas tratados por mí, la escasa atención
a la ruptura intergeneracional de los estados anímicos políticos. En este déficit se encuentra empero también
una oportunidad estratégica, solamente que falta hasta ahora en los discursos y proyectos de la izquierda
incluso todavía la percepción del problema, para poder operar activamente este proceso intergeneracional de
integración.
Notas a pie de página
[1] Versión provisional. Una versión aumentada y corregida estará disponible en Agosto 2003.
[2] "Fenotipo" en su rigurosa acepción etimológica (phainein: mostrar, aparecer; túpos: tipo).
[3] (N. Del T.) Intraducible al español: homeland (home: hogar; land: tierra) Security evoca emociones de
apego al hogar y a la tierra que uno habita, y a la necesidad de sentir seguridad. La voz española "patria" se
deriva de pater, padre.
[4] La sorprendente resistencia del régimen de Milosevic se basó, entre otros factores, en la entonces
todavía extensa economía agrícola de productores pequeños en Serbia.
[5] Mark Duffield, Global Governance and the New Wars: The Merging of Development and Security,
ZED Books Ltd., London, 2001.
Traducción del alemán: Stephen A. Hasam

GLOBALIZACIÓN Y DEMOCRACIA:
Una evaluación de El Estado Competitivo de Joachim Hirsch.
Werner Bonefeld
Introducción
La Globalización y el Post-Fordismo han llegado a ser desde mediados de los 80s, términos organizadores
en la investigación económico-política . Efectivamente, desde el comienzo de la crisis de la acumulación
capitalista hacia los finales de los 60s, nuevas agendas de investigación y nuevos términos en su
organización, tales como sociedad de riesgo, posmodernismo, capitalismo desorganizado, Post-
industrialismo, Post-Fordismo y globalización, han sido introducidos ostensiblemente con el fin de proveer
una comprensión adecuada para los cambios contemporáneos. Este artículo no se interesa en la economía
política de esta innovadora agenda. Prefiere enfocarse en la contribución de Hirsch al debate sobre la
‘globalización’ y a las implicaciones políticas de su planteamiento.
La obra de Hirsch siempre ha tenido una gran importancia y significación. Esto vale por su contribución al
debate sobre la derivación del estado en los 70s, al debate sobre Modell Deutschland,al análisis sobre los
Nuevos Movimientos Sociales y el Post Fordismo. Su reciente libro, The National Competition State, no es
una excepción. No sólo proporciona una versión revisada de sus primeras conceptualizaciones sobre la forma
del estado, sino también un análisis de las crisis del Fordismo, de la economía política de la globalización y
de su impacto sobre el estado nacional. Más aún, y esto es importante, él reconceptualiza una política de
emancipación al alzar el significado de la globalización para el desarrollo futuro de la democracia. Todavía
más, el libro de Hirsch integra mucho del discurso actual sobre la globalización. Argumenta, como Harvey
(1989) y Strange(1991), que la estructura crediticia global supone una estructura de poder dominante sobre la
producción y el estado nacional. Destaca que la globalización ha acarreado una ‘estructura de conocimiento’
distintiva, una sugerencia ya realizada por Giddens (1990) y Strange (1988). Junto a Giddens (1991) y a Beck
(1986), señala que la globalización lleva a una gran transformación de la tecnología y también a un ‘mayor´
riesgo. Con Strange (1991) insiste en que las compañías multinacionales dominan a la economía global. Con
Held (1991,1995), Hirsch ve la globalización como una fuerza que a) orada nuestros sistemas democráticos
nacionales de responsabilidades y b) determina las políticas de los estados nacionales—que se ven
transformados en estados de competencia (Cerny,1990). Su argumento, entonces coincide con el punto de
vista sostenido por la ortodoxia globalizacionista de que tanto los gobiernos como los trabajadores carecen
virtualmente de poder frente a las demandas del capitalismo global. Coincide con Held en que la estrategia de
la izquierda debe consistir en democratizar el poder político dentro y más allá del estado nacional, de modo
que las fuerzas económicas globales puedan rendir cuentas a las demandas democráticas. En resumen, el
libro de Hirsch
conjunta las principales características de la ortodoxia de la globalización. Entonces, este artículo
proporciona un examen de la ‘globalización’ a través del lente provisto por esta contribución de Hirsch.
El artículo está dividido en tres secciones. La primera introduce y evalúa el punto de vista sobre la
globalización de Hirsch y su concepción sobre el estado nacional de competencia. El artículo le imputa que
sus análisis están basados en una visión esquemática del desarrollo capitalista, que constituye un punto de
vista que sirve para obscurecer una análisis potencialmente perceptivo. La segunda sección examina su
propuesta a favor de un reformismo radical. Se arguye que esta reconceptualización de una política de
emancipación, no es más que una aceptación de la ideología burguesa. En la última sección se concluye el
argumento y se proporciona un examen partidario de la ortodoxia de la globalización y de sus políticas de
democratización. El propósito es abrir espacios al debate crítico.
Principales temas y argumentos
La argumentación de Hirsch puede resumirse de la siguiente manera: La Globalización susrge como una
estrategia neoliberal que busca solucionar la crisis del Fordismo. El Post Fordismo y la Globalización están
internamente conectados. La desregulación y la flexibilización del capital ha conducido a un proceso global
de reestructuración del capital, que pareciera haber dejado atrás al estado nacional: El estado Post Fordista no
se funda en una economía nacional "protegida" y tiene por el contrario, que engatuzar al capital global no
regulado para que permanezca en sus límites. Define al estado Post Fordista como un estado de
competencia". La globalización del capital ha llevado a los estados nacionales a eclaustrar las garantías del
bienestar social del estado Fordista, y adoptar las políticas neoliberales para movilizar la sociedad en la
guerra económica por la inversión de capital. Las bajas en este desarrollo no sólo la sufren los obreros y
aquellos que dependen de la seguridad social, sino también, el sistema democrático en sí mismo: la
globalización socava la democracia en el sentido clásico. El estado democrático pareciera ser reemplazado
por un estado "eficiente" que enfatiza los criterios de mercado en su regulación de las demadas sociales a
expensas de los valores y obligaciones democráticas. Así, su preocupación por renovar la influencia
democrática sobre el desarrollo capitalista, tanto interna como internacionalmente, tiene mucho que ver con
que la transición al post-Fordismo, y el mismo post-Fordimo, se realice sobre la base de una forma "más
democrática y humana de capitalismo"(p.9, 197) 1 Él ve las políticas neoliberales de la globalización como
internamente contradictorias y las acusa de llevar al sistema hacia un Apartheid global. La renovación de la
influencia democrática es vista así, como "una cuestión de sobrevivencia" (p.10). En pocas palabras, aún
cuando se alegue que la globalización es en sí misma, inevitable e irresistible, su forma precisa no ha sido
precisada todavía.
La crisis del Fordismo y la transición al Post Fordismo.
Hirsch identifica el Capitalismo del siglo XX con el Fordismo. No hay necesidad de entrar a aquí al detalle
de sus análisis del Fordismo. Basta decir que sigue a sus primeros trabajos sobre este tópico (Véase
Hirsch/Roth, 1986; Hirsch, !991) 2 En el contexto de este artículo, es crucial la conección entre la crisis del
Fordismo y la emergencia de la Globalización. Se dice que el Fordismo había sido socavado por la
emergencia de una crisis "estructural" de fines de los 60s/comienzos de los 70s (p.84). El núcleo de esta crisis
es identificado como una combinación de una reducción estructural de las ganancias del capital en los países
metropolitanos, una creciente desestabilización de los mecanismos internacionales de regulación, que se
incrustaron y reforzaron la crisis de los estados nacionales (p84). La crisis del capitalismo Fordista se ve
también como una crisis del crédito y de las finanzas. El exceso de liquidez financiera, de acuerdo con
Hirsch, habría sido causado por el estancamiento económico. (p.85). El argumenta que la tecnología Fordista
estaba ya exhausta y que condujo a la tendencia declinante de la taza de ganancias," al mismo tiempo que las
contratendencias Fordistas eran demasiado débiles para revertir esa caída. Este agotamiento condujo no sólo
a una reducción de las tazas de ganancia, sino también a un aumento del capital financiero (pp.84-85). Este
capital financiero forzó con la ayuda del neoliberalismo, la desregulación y flexibilización de los mercados
financieros globales, y condujo al financiamiento del capital productivo para permitirle moverse en torno al
globo en búsqueda de ubicaciones beneficiosas, minando así la integridad de las economías nacionales
(p.86).
El análisis de Hirsch no se preocupa de la constitución contradictoria ofrecida por la disociación entre la
acumulación monetaria y la acumulación productiva. Para él, el proyecto neoliberal de globalización se
aparece sólo como una lucha muy aguda entre diferentes fracciones del capital que tratan de alcanzar la
dominación. No se aprecia la disociación conducida por la crisis entre la acumulación monetaria y la
acumulación productiva. 3 Se ve entonces, la crisis capitalista sólo como un momento funcional de las
resoluciones del capital a sus tendencias críticas y como un período de reconstrucción de la sociedad
requerido por la valorización (pp.88, 180) 4 Para Hirsch, la contradicción no se da entre el trabajo como
fuente de valor y la acumulación monetaria de riqueza, una acumulación que acredita la futura explotación
del trabajo con deudas, ya que la explotación del trabajo no proporciona los valores relativos para la
acumulación de riqueza representada por la acumulación monetaria. Más bien, la disociación entre la
acumulación monetaria y la acumulación productiva "es vista como un aumento en el poder del capital, (y
no) como una manifestación de la incapacidad del capital para subordinar al trabajo" (Holloway, 1995b,
p.142). Aunque Hirsch sostiene que un análisis del capitalismo es un análisis de las relaciones de clase
(p.132), la crisis del Fordismo no es visto como una crisis de clases, esto es, como lucha de clases, sino como
una crisis causada por contradicciones estructurales. Al trabajo de Hirsch le falta una crítica de la economía
política del capital financiero. El capital financiero y el capital productivo son vistos sólo en los términos de
una relación competitiva, cuya base común, el poder productivo y subversivo del trabajo, queda fuera de su
marco conceptual.
Se percibe la "Globalización" como dando una solución a la crisis del Fordismo: "La lógica del nuevo
régimen Post Fordista de la acumulación, consiste esencialmente en la racionalización efectuadas mediante la
globalización" (p.90). De esta manera, la liberalización y la desregulación de las relaciones internacionales
del dinero y del capital, son vistas como proporcionando un empuje hacia la globalización que "ha cambiado
el rostro del capitalismo" (p.7) Argumenta que la globalización ha socavado la forma de acumulación y
regulación centrada en el estada de la época de Fordismo: el capital ha abandonado las restricciones de la
economía nacional, y por ello ha perdido su carácter nacional, que se dice, habría asumido en la época del
Fordismo (p89). Se ve al Fordismo como un tipo de capital definido por las regulaciones centradas en un
estado nacional y por la acumulación de capital en los marcos de las economías nacionales. El Post Fordismo
se define por su contraste con el Fordismo: la acumulación de capital Post Fordista, es global. Hirsch plantea
su tesis teniendo como telón de fondo la política alemana y el campo económico. Y esto por supuesto, plantea
obvias limitaciones a su concepción de la globalización. Pues, si por ejemplo se tiene presente la "economía
nacional británica", "la globalización" siempre ha sido su principal característica y en sus propias palabras, la
"era" del Fordismo se basó en la garra global o hegemonía de los Estados Unidos de América. Pareciera así
que su caracterización del Fordismo, como un proyecto nacional de la acumulación capitalista y del Pos
Fordismo como un proyecto global de la acumulación capitalista, no sólo es esquemática sino que entra en
contradicción con su propia concepción del Fordismo. Si fuera uno a casarse con la noción de Fordismo de
un modo no crítico, concluiría como él lo hace, que es de hecho un sistema global basado en la garra global
de los métodos de producción norteamericanos, multinacionales con base en Norteamérica y por supuesto, la
divisa norteamericana, el dólar. De este modo, el término Fordismo, en el mejor de los casos sería indicativo
de la globalización de los principios Fordistas.
Para Hirsch, la globalización socava los potenciales del estado Fordista para regular la economía a través
del dinero y de la ley (p199): Los gobiernos parecieran haber quedado indefensos frente a la extensión global
del capital en su búsqueda de condiciones de ganancia más allá del estado nacional (p.7). El debilitamiento
de la capacidad del estado para regular la economía, como se alega habría sido el caso durante el Fordismo,
plantea la petición de principios de: si el estado Fordista era en los hechos capaz de regular su "economía
nacional". Por supuesto, el estado capitalista "regula" la "economía" a través de la ley y del dinero. Pero lo
hace sólo de modo contradictorio, reproduciendo las contradicciones del capital en una forma política
(Clarke, 1988, 1992; Bonefeld, 1992, 1993). La versión de Hirsch sobre el impacto de la globalización sobre
el estado nacional involucra un contraste rígido entre el Fordismo y el Post Fordismo: mientras en el Post
Fordismo, la habilidad del estado nacional para regualar la economía es hundida, el estado Fordista se
caracteriza por su habilidad para regular la economía nacional. Esto, sobreestima la extensión en que el
estado capitalista, Fordista o no, es capaz de controlar la relación del capital. 5 Al principio de su libro,
Hirsch presenta un buen argumento de por qué la forma del estado es, en sus términos, estructuralmente
incapaz de regular la relación del capital. Sin embargo, su definición de Fordismo y Post Fordismos quedan
por debajo de esa iluminación.
Siguiendo a Hirsch, la globalización viene a significar que el "estado" queda cada vez más subordinado al
dictado de asegurar el espacio nacional como una localización para el capital productivo
(Standortsicherung). Esto se ve como que reduce el espacio de maniobra del estado nacional (pp.139, 196), y
como que socava las bases de las instituciones liberal democráticas que caracterizaban la era
socialdemocrática del Fordismo (pp.7, 196). Hirsch define al estado Post Fordista como un estado nacional
de competencia. Esta caracterización hace eco de una intuición provista por Cox (!992, p.27) quien
argumentaba que la globalización entrañaba "la subordinación de las economías domésticas a las exigencias
percibidas de una economía global. Los estados lo quieran o no, venían a rendir cuentan ante una nebulosa
personificada como economía global, y eran constreñidos a mistificar esta rendición de cuentas externas a los
ojos y oídos de su público a través del nuevo vocabulario de la globalización, la interdependencia y la
competitividad." Para Hirsch, el estado de competencia es una extensión del estado de seguridad fordista.
(p.110ff)6 . El estado de competencia busca proveer, en competencia con otros estados, las condiciones
apropiadas para el capital en orden a engatusar al capital móvil global y atraerlo hacia sus playas y retenerlo
en su territorio nacional.7 Así, el estado de competencia pareciera entrar en colisión con las condiciones del
gobierno democrático. En vez de una regulación del capital en base a una rendición de cuantas democrática,
el estado de competencia es súbdito de las preferencias y demandas del capital, permitiendo así al capital
explotar las ventajas comparativas. De este modo, el estado de competencia se moviliza entero y
completamente a fin de preparar su territorio nacional y a su pueblo para la guerra económica de la inversión
de capital (pp.109, 155).
Pareciera ser remota la resistencia a este desarrollo: los nuevos movimientos sociales parecieran haber sólo
acelerado la crisis del Fordismo (p.143) y luego, a través de su ennoblecimiento, habría llegado a ser un pilar
de la transformación Post Fordista del capitalismo (p.154-5). El movimiento obrero es como una víctima de
la crisis del Fordismo. Él enfatiza que la globalización Post Fordista conduce a una "sociedad de clases sin
clases" (p.132). El movimiento obrero ha desaparecido como actor histórico (p. 181). A pesar de los
conflictos sociales continuos y de la resistencia de la clase obrera a la restructuración, estas luchas están
fragmentadas en su carácter y son heterogéneas en cuanto a sus propósitos (p. 181). La crisis del Fordismo es
vista como habiendo intensificado las fragmentaciones sociales socavando una concepción "solidarista" del
desarrollo social (p. 181), una concepción que, por implicación, pareciera en Hirsch definir al Fordismo. El
argumento de Hirsch hace eco del punto de vista de Anderson (1992, p. 366) de que "la nueva realidad es una
asimetría masiva entre la movilidad internacional y la organización del capital, y la dispersión del trabajo que
no tiene precedentes históricos. La globalización del capital no ha encontrado resistencias, salvo algunas muy
atomizadas y lejanas" 8 De manera similar, Hirsch concibe la globalización como una fuerza que profundiza
las fragmentaciones culturales, sociales y políticas, que él caracteriza como nacionalismo, sexismo y racismo,
y por fin, como Apartheid social (pp. 181- 2). La transformación Post Fordista del capital, intensifica y
explota "los antagonismos sociales" (p. 181). Sostiene que la globalización no es enfrentada por un sujeto
revolucionario en el sentido clásico (p. 182): Todo es demasiado diverso y está demasiado fragmentado para
hacer posible un sujeto de clase revolucionario, comprehensivo e universal como el proletariado internacional
(pp. 173, 181-2). Hirsch construye una imagen de un sujeto revolucionario que casi invita a descartarlo
inmediatamente. El continuo enlace de la causa revolucionaria de la izquierda radical, es así desechado como
una anacronismo. Su postulado de que un sujeto revolucionario está ausente es más que una declaración de
hecho, por malo o bueno que pueda ser este punto de vista. Su postulado cumple una importante función, la
de legitimar su postura reformista radical. Ya que desde el momento que no existe un sujeto revolucionario,
lo mejor que puede hacer la izquierda e adoptar un programa reformista. Vinculada con esta función
legitimizante "de hecho", está la denuncia de la critica negativa como un "ejercicio inherentemente no
político" (p.10). Pareciera que las cuestiones teóricas se tornan aceptables solamente si hacen propuestas
constructivas para la reproducción capitalista.
La economía política de la globalización y el estado de competencia
Hirsch aprecia la globalización como el proyecto económico-político del neoliberalismo (p.9). Se dice que
este proyecto habríase iniciado en los EEUU a comienzos de los 70s. tras la quiebra del sistema de Breton
Woods. El capitalismo norteamericano habría entonces lanzado la liberalización del comercio internacional y
la apertura de nuevos espacios a la inversión para reganar competitividad particularmente en relación con
Japón (p.85).
Para Hirsch, el Fordismo se caracterizaba por un espacio social y económico cerrado, y por el estado de
bienestar que permitía algún tipo de seguridad social y de igualdad y, en comparación con otros períodos
capitalistas, un estado que contaba entre sus premisas la posibilidad del desarrollo democrático (p.94-95).Ya
que desde los 50s la reconstrucción de posguerra se veía terrible (p.83ff), y ya que desde que el Fordismo
entró en crisis a fines de los 60s, Hirsch parece sugerir que la edad dorada del Fordismo venía a darse para
los 60s. Sin embargo los 60s se basaban en la liberalización de las relaciones globales de intercambio y
comercio. El principio del laissez-faire del mundo de la postguerra se realizó sólo gradualmente durante los
50s: la plena convertibilidad de las diferentes monedas con el dólar, uno de los pilares del sistema de Breton
Woods, se cumplía hacia 1958; y bajo Kennedy, a principios de los 60s, las negociaciones del GATT para
reducir las tarifas comerciales, esto es para liberar el comercio internacional, llegáron a ser la pieza central de
la política económica. Todavía más, Hirsch argumenta que la globalización Post Fordista se basa, en alguna
extensión, en las compañías multinacionales que se dice habrían llegado a ser actores determinantes,
forzando a los estados nacionales a adoptar sus demandas y requerimientos. Sin embargo ya se habría dado
para entonces un crecimiento mayor en el comercio internacional, la inversión y en cuanto al capital
financiero en los 50s y en los 60s (Véase Murray, 1971). Fue hacia los 50s cuando el flujo total de capital
privado y oficial alcanzó su pico. La expansión de las multinacionales basadas en los EEUU declinó durante
la llamada edad de oro del Fordismo. Sin embargo, esto fue compensado por la gran internacionalización de
las firmas japonesas y europeas, desde mediados de los 60s en adelante (Brett, 1985) . No fue solamente el
capital productivo el que se "internacionalizó" durante y antes de la edad de oro del Fordismo. Los bancos
también se "globalizaron", paricularmente los bancos de los EEUU en los 60s-Para entonces ya los bancos
británicos desde el período colonial, operaban en una escala global. La liberalización del comercio, como
señala Brett, comenzó limpiamente en los 60s. Estos desarrollos llevaron a Murray (1971) a sostener la
existencia de una creciente "no coincidencia territorial" entre un sistema económico global crecientemente
interdependiente y el estado nacional. Otros plantearon la cuestión de si "el estado nacional estaba a punto de
ser archivado en tanto unidad económica"
(Kindleberger,1969, p.207) . El punto de vista de Kindleberger parecía hacer eco a la concepción de Hirsch
sobre el estado de competencia post-Fordista. Sin embargo, el foco de atención de Kindleberger estaba puesto
en los 60s, que para Hirsch representaban la edad de oro del Fordismo.
Entonces, el argumento según el cual el colapso del sistema de Breton Woods llevó a una nueva forma de
capitalismo, el de la globalización, induce a error. A continuación de "las "guerras económicas"de l segunda
guerra mundial, la globalización ya había ocurrido durante los 50s y los 60s, reocupando el terreno perdido
durante el período de la guerra. 9 En este contexto, la noción de economía nacional alcanza las proporciones
de un mito (Radice, 1984). El período Keynesiano, el del Fordismo, no fue menos globalizante que el
llamado capitalismo globalizado de hoy (Bellofiori,1997). Más aún, el boom de la post guerra se dio contra el
telón de fondo de demandas estables de inversiones privadas, respaldadas por los estados nacionales como
prestamistas de última instancia. En otras palabras, la llamada era fordistno se caracterizaba por la
planificación política de la acumulación de capital y el financiamiento del déficit asociados con el
Keynesianismo. El Keynesianismo entendido como una política de financiamiento del défict de la demanda
vino a darse desde los 70s en adelante, especialmente durante los 80s - un tiempo caracterizado también
como Keynesianismo militarista o delincuente. De este modo se obtiene, de acuerdo al esquema Fordismo-
versus-Post-Fordismo", que el Keynesianismo se nos aparece en un tiempo en donde no había sido
convocado para aparecer.
¿Qué queda del Post-Fordismo cuando el se encuentra al Fordismo sin bases en la realidad?10
Hirsch define al Post-Fordismo como lo puesto del Fordismo. El Post-Fordismo es como una bola de
cristal (cf.Gambino,1996) que en el mejor de los casos proporciona una imagen fracturada del pasado. Más
aún, la definición del Post-Fordismo como "no-Fordismo" pareciera estar construída por condiciones "pre-
Fordistas" (cf.Bellofiori,1997). La comprensión no crítica del período post-1945, lleva a dos conclusiones:
Primera, se dice que el Post-Fordismo plantea el problema de la sobrevivencia con ahinco, lo que lleva a
retratar al Fordismo como un pasado dorado, como nunca fue. Segunda, la imagen de un futuro Post-Fordista
pareciera fundarse en precondiciones "Pre-Fordistas": las luchas del neoliberalismo
Para resolver las contradicciones persistentes de la economía mundial contra el telón de fondo de una
acumulación de deudas impagables, desempleo en masa, quebrantos sociales, baja inversión,etc.,
provocadoras de levantamientos sociales que en algunos casos llevan a regímenes bárbaros. Esto es, en
resumen, como Polanyi resume las condiciones de comienzos de los 30s. Hirsch proporciona una imagen de
la globalización que es similar a la que dibuja Polany para los 30s. ¿Sería exagerado decir que Hirsch retrata
la tragedia de los 30s como la farsa de los 90s ?
De acuerdo con Hirsch, la globalización socava las bases de la democracia, la capacidad reguladora, y
restringe la soberanía política del estado nacional (p.95). Este punto de vista no sólo sobreestima, como ya se
ha dicho, la habilidad del estado para regular las relaciones sociales capitalistas, sino que también contradice
la agenda de investigación de Hirsch: la noción del estado de competencia entraña un estado fuerte y "activo"
que busca aprontar a su territorio para la inversión de capital. La diferencia con el estado de competencia de
la era Pre-Fordista pareciera estar en que en el estado de competencia post-Fordista éste está sujeto a las
demandas del capital global en tanto entidad territorial fija, en tanto el viejo estado de competencia Pre-
Fordista trataba de viajar con su capital expandiendo su territorio a través de guerras y conquistas imperiales
(pp.107, 169). Sin embargo, para Hirsch la globalización post-Fordista no sobrepasa al estado nacional
porque para él "es el mismo estado el que adopta las políticas neoliberales de globalización (p.90).
Contrastando con Hirsch, esto implicaría que las habilidades "reguladoras" del estado no se habrían tornado
redundante, sino que más bien se enfatizan. El argumento de Hirsch pestañea: El Fordismo se identifica como
regulado por el estado nacional. Pero a cambio cuando el Post-Fordismo se construye como el opuesto del
Fordismo, la política reguladora Post-Fordista se caracteriza sólo como el estado fuerte que proporciona un
respaldo de fuerza a la operación del libre mercado. Sin embargo, esta política de respaldo no puede
identificarse, como pareciera sostener Hirsch, con la pérdida de la llamada capacidad reguladora del estado.
El mismo Hirsch alega que los estados de competencia buscan mobilizar los recursos dentro de sus
territorios, incluyendo a sus pueblos, para cumplir con los dictados del capital "global" en busca de
localizaciones que le proporcionen ganancias. Sin embargo, para Hirsch este tipo de mobilización encuentra
el rechazo ya que no convoca a un capitalismo justo, social y ecológicamente responsable. Esto es como si el
mundo fuera analizado de acuerdo a las demandas normativas de un breviario de buena conducta, en vez de
hacer todo lo contrario: ir del mundo de la explotación al libro de texto (cf.Marx,1973, p.90).
Para Hirsch, la globalización lleva a un nuevo sistema socio-político de poder político (Herrschaft), que
define en términos de un "totalitarismo al nivel de la sociedad civil" (p.161)
Se ve a este sistema como intentando reforzar la relevancia de la tesis de Marcuse en El Hombre
Unidimensional. Sin embargo, para Hirsch este Hombre es la base del desarrollo de la forma Post-Fordista de
sociedad (p.161) . de modo que alli no sólo no hay alternativas para el sistema capitalista (p.88), sino que
además se da una sobreproletarización de la existencia humana ya que toda práctica humana no conduce sino
a la uni-dimensionalidad (p.181). Esto implica, según su argumentación, que la humanidad ha llegado a ser
nada más que un apéndice, o un factor humano de las fuerzas del capital global (p.181).
En tanto las relaciones sociales entre la gente se tornan en apéndices unidimensionales de la reproducción
capitalista, la globalización ha mostrado la habilidad inherente del capital para superar las crisis de
productividad (p.180). De si la crisis de productividad ha suido efectivamente superada, es por supuesto algo
sugeto a dura controversia, y hasta se podría sostener que Hirsch es culpable de confundir la
autorepresentación del capital con su realidad. No hay duda que la birguesía "no puede existir sin
revolucionar permanentemente los instrumentos de producción, y con ellos al conjunto de la sociedad"
(Marx/Engels,1974,p.70). Hirsch pareciera confirmar esta visión. Sin embargo, en contraste con Marx, el
argumento de Hirsch es parcial ya que su agenda de investigación se basa en la presunción de que "el poder
del trabajo vivo como un todo está absolutamente subyugado a la imparable marcha de la acumulación: en
pocas palabras, a plazo mediano o largo, el progreso del capital está destinado a continuar, mientras sus
críticos se disuelven en el horizonte" (Gambino,1996,p.44). Para Hirsch, la lucha de clases es, en primer
lugar, "la lucha entre capitalñes particulares y fracciones del capital... En contraste, el resultado de la lucha
entre el capital y la clase obrera (ya) está prefijado, el único problema es cuanto servicio social ycuánta
represión se necesitarán para asegurar la subordinación de la clase obrera" (Clarke991,p.16).,En pocas
apalabras la proposición de Hirsch de que el capital es capaz de superar las crisis de productividad se sigue
de un saber convencional. Sin embargo, en contraste con la crítica marxista del capital, su agenda de
investigación se interesa solamente en la permanencia de la estructura económica y política a través de la
cual puede subsistir la explotación y la dominación del trabajo.11 El poder productivo y subversivo del
trabajo que –es sin embargo pervertido—constituye la relación de capital que permanece al margen de la
teoría y del conocimientoi. Una comprensión del "capital" como algo que depende del trabajo se rechaza
porque, para él, la relación de capital es fundamentalmente una relación entre capital y capital. y no entre
capital y trabajo. Así, las huelgas y otras expresiones del descontento de la clase trabajadora son de menor
significación para el desarrollo del capitalismo que el conflicto entre diferentes "fracciones" del capital.
Entonces Hirsch acusa a los proponentes de "la cuestión laboral" como problema de luchas de clase, de una
incomprensión de la estructura y de la dinámica del capitalismo Post-Fordista (p.173).
Su libro no sólo presupone la insignificancia de la "cuestión obrera" para el desarrollo contemporáneo del
capitalismo, sino que a la vez muestra una gran confianza en el sueño imposible del capital.
Sin embargo, aún cuando la globalización parecía haber solucionado la crisis de la acumulación capitalista,
el grado preciso de "represión social" hasta ahora no se ha decidido. Esta es la base de la propuesta de Hirsch
en el sentido de que la izquierda debería adoptar la estrategia del "reformismo radical". Esta estrategia se
dirige en contra del proyecto de globalización del neoliberalismo que pronosticaba un proceso de des-
democratización (p.170). La globalización del capital y "la guerra económica" consecuente entre los estados
para atraer y mantener la producción dentro de sus territorios, entraña la creación de una democracia
encorvada, o de una democracia de baja intensidad (p.169). La "constitución democrática" del Fordismo se
presume contra toda evidencia provista por aquéllos que la democracia en los hechos se ha desgastado
después del período de post-guerra, incluída la edad de oro del Fordismo (Agnoli 1967/1990). El argumento
de Hirsch es inconsistente: en su escrito sobre el Fordismo él apoya la propuesta de Agnoli y así arguye que
su carácter "democrático" es algo "limitado". Sin embargo, cuando trata de pintar los efectos sobre la
democracia de la globalización Post Fordista, alega que el Fordismo fue un período en donde el capitalismo
se permitió desarrollarse democráticamente (pp.94-95). No pareciera haber caminos de salida para los
misterios del Fordismo.
Se ve al neoliberalismo como un proyecto de des-democratización que se efectúa a través de la
globalización (p.99). Hirsch señala que los mismos gobiernos nacionales desencadenan la ofensiva de
globalización capitalista en orden no a disolver a los estados nacionales sino de destruir al keynesianismo y
con él al modo Fordista de regulación centrado en el estado (p.90). Esta destrucción permite a los gobiernos
nacionales declarar que el espacio de maniobra socio-político queda limitado poir la globalización,
permitiéndose asi una integración selectiva de los intereses sociales, minando con ello la extensa integración
social del Fordismo a través de sus programas comprhensivos de regulación socio-económica (p.181). En sus
propias palabras, el conflicto social es demasiado pluralista y fragmentado para producir un impacto
democratizador sobre el desarrollo capitalista (p.181). Así, la estrategia neoliberal de globalización se
propone resolver la crisis del Fordismo no sólo a través de la renovación de los fundamentos de la ganancia
capitalista, sino también restringiendo los costos económicos de la democracia. La concepción neo-liberal de
la democracia se basa en criterios de mercado tales como eficiencia, efectividad y economía. De ahí su
noción de democracia de baja intensidad: la democracia en los estados de competencia se preocupa
solamente con completar los detalles de una manera efectiva, dejando el gran diseño al desarrollo socio-
político del mercado. La flexibilización y la desregulación/liberalización son vistos como medios para
efectuar un proceso de reestructuración mundial que asegure las condiciones propicias para la explotación
(p.104) y subordine al estado nacional más efectivamente a los dictados del mercado (p.139). El mercado
mundial viene aasi a ser el medio por el cual los estados nacionales, sobre su propia iniciativa, se ven
compelidos a establecer democtracias de bajo costo. El nuevo totalitarismo de la sociedad civil queda
provisto de "legitimidad": no hay alternativas para la rebaja de los costos, el desempleo, la desregulación y
los limites salariales. Nadie puede ser acusado de deteriorar las condiciones ya que todo parece derivar de la
mano invisible "personificada" por el capital global. En resumen, la imagen en espejo del proyecto neoliberal
de un mercado social individualizado donde el codo habla sin cuidarse de los costos, es el estado de
competencia que se acomoda a las condiciones del apartheid global imponiendo el aparteid sobre su
población a fin de resultar exitosos en "la guerra económica".
La Emancipación como Renovación Democrática: Nuevos tiempos para la Izquierda.
Se arguye que aunque al presente no existe alternativa al capitalismo, la tarea de intervenir en la
transformación post-fordista del capitalismo es urgente. La intervención ha de asegurar la humanización y la
democratización del post-Fordismo (cap.V). Hirsch se preocupa así de las condiciones y de las bases
institucionales de la democracia más allá del estado de competencia neo-liberal (p.9). Oferta su concepción
de un "reformismo radical" como la alternativa política que la izquierda radical, supuestamente no política,
debería abrazar en vez de una crítica negativa al capitalismo. Su preocupación es transformar la crítica
negativa en una constructiva, positiva, una crítica que si debería tener un impacto real en el desarrollo del
capitalismo (pp.9-10)13 . De ahí su problema: quien ha de hacer qué a fin de crear condiciones de relaciones
sociales relativamente razonables, libres y justas, más allá del proyecto neo-liberal de una sociedad civil
totalitaria (p.9). la anticipación de nuevas formas de democracia "inter-nacionalizada" se concibe como un
problema de sobrevivencia. (p.10).
Mientras Hirsch ve al post-Fordismo como inevitable e iiireversible, subraya que la versión neo-libetral del
post-Fordismo no lo es. De lleno él declara que un modo de reguklación convincentemente post-Fordista en
un nivel nacional e internacional, ya ha fallado en materializarse (p.174), un bloque hegemónico post-
Fordista no ha emergido hasta la fecha (p.184), y la estructura post-Fordista permanece inconclusa y todavía
puede ser moldeada por el conflicto social (pp.183;186). Así, como argumenta en el capítulo V, la fuerza
coercitiva del mercado mundial, junto con la creación del estado competitivo post-Fordista, no se ha
desarrollado de un modo tan agudo como lo sugiere su prognosis como un desarrollo catastrófico (p.196)
Mientras sus primeros análisis enfatizaban que el estado nacional se sostenía como un poder regulador
(pp.10,94ff), ahora insiste que tal escrito sobre el socavamiento de la capacidad reguladora del estado
nacional pertenecíaa la propaganda (p.196)! El estado nacional, entonces, permanece como la base de la
renovación democrática, y nuevas formas de democracia internacional han de basarse en los proyectos
democráticos nacionales.14 Más aín, la transición post-Fordista del neo-liberalismo no es estable (p.169)
Entonces, para Hirsch, el proyecto neo-liberal de fuerzas de mercado desencadenas no ofrece una solución a
la crisis del Fordismo puesto que es inherentemente débil (p.170). El neo-liberalismo fracasa en movilizar, en
una escala global, el acuerdo social y la sumisión con una política de apartheid (p.173). En este contexto, se
refiere a los zapatistas para apoyar su punto de vista de que la idea de revolución está fuera de época, de que
el neo-liberalismo es inherentemente débil, y que la democratización es urgentemente requerida --para
Hirsch, los zapatistas ejemplifican lo que un movimiento democrático debería parecerse (pp.204-5)
En el marco conceptual de Hirsch ¿cuáles son las fuerzas y dónde está la agencia reformista radical que es
capaz de moldear el desarrollo capitalista de una manera democrática? Hirsch evade una respuesta directa, y
proporciona en vez, un largo listado de lo que el reformismo radical ha logrado para asegurar la
sobrevivencia global. Para Hirsch, la crisis del Fordismo y la transición al Post Fordismo, han lleva a una
profunda fragmentación social, y como él lo ve, los antagonismos sociales del racismo, sexismo,
nacionalismo, y ese antagonismo presentado por la relación capital-trabajo, han resultado en una red confusa
de fuerzas sociales que, por razones estructurales, no logran un acuerdo de acción concertada. En vez de eso,
argumenta, ellas parecen vincularse antagónicamente, unas con otras (pp. 130-31). Él acusa al reformismo
radical de no haber ido más allá de estos fragmentos. Frente a tal multitud de antagonismos sociales, concede
que la tarea de construir un programa viable, que satisfaga las diversas demandas a niveles nacionales y
globales, es muy difícil (p.190).
De acuerdo con Hirsch, el reformismo radical incluye políticas y luchas institucionales y extra
institucionales (p.199). El objetivo del reformismo radical es el de crear formas de control político y reformar
el marco social y político dentro del cual, la dinámica de acumulación capitalista pueda desplegarse de modo
relativamente estable (pp.183, 195). La tarea del reformismo radical es esencialmente el politizar lo
económico y repolitizar lo político (p.204). Sin duda, Hirsch llega al extremo de argumentar que el programa
de reformismo radical ha de ir más allá de la configuración del estado (p. 194). En suma, el reformismo
radical parece proponer ir más allá de la separación burguesa entre lo pólitico y lo económico. Si bien esta
propuesta sin duda pertenece a la tradición revolucionaria, el problema con la demanda de Hirsch es que: esta
"revolucionaria propuesta" es encargada sólo de reformar las estructuras institucionales que supervigilan la
explotación del trabajo. El reformismo radical solamente propone un marco reconfigurado, dentro del cual, la
acumulación capitalista pueda subsistir. De este modo, el reformismo radical no está preocupado de superar
la separación burguesa entre lo político y lo económico. Sólo quiere recomponer las estructuras: sus
propuestas permanecen silenciosas sobre el problema de la propiedad privada y el control capitalista sobre el
trabajo y falla en levantar la cuestión de la autonomía social frente a un estado que abraza y lo penetra todo.
De este modo, en el interior de las relaciones sociales capitalistas, la politización del estado y de la economía
implicaría que "la autonomía social" ha de ser sacrificada a favor de un modo de regulación omni
abarcante. 16 En esencia, Hirsch reformula el concepto gradualista de la socialdemocracía y de la
transformación evolucionista del capitalismo en donde las relaciones sociales son reguladas amablemente
--pero no menos firmemente-- desde la cuna a la tumba. 17
Esta concepción gradualista del cambio histórico, proporciona algunos indicios a cerca de la estructura
organizacional de reformismo radical. Argumenta que la globalización ha conducido por un lado, a dar una
gran importancia a la ciencia: nunca como ahora, la sociedad ha estado tan basada en la
ciencia (Verwissenschaftlichung der gesellschaft) (p.199). Esto significa por un lado, que los medios
tradicionales al alcance del estado para regular las relaciones a través del dinero y la ley, ya no son suficientes
y efectivos. Para hacer efectiva la "cientificación" de la reproducción capitalista requiere la activa
participación de la población en la modelación del desarrollo socioeconómico (p.199). Para Hirsch, la
participación activa es sin embargo, constreñida, ya que la globalización y el Post Fordismo se fundan en las
relaciones humanas como relaciones entre cosas como la forma más completa (pp.161, 181). La regulación
efectiva del Post Fordismo ¿dependería ésta de la ingenuidad del "hombre Unidimensional?" O tal vez, ¿sería
el caso de que la regulación de la reproducción capitalista basada en la ciencia, sólo permitiría a los expertos
científicos escapar del Unidimensionalismo, permitiéndoles aprehender la irracionaldidad del capitalismo de
una manera justa y correcta? Pareciera como si la reproducción de la sociedad basada en la ciencia planteara
la posibilidad de alcanzar una organización humana y más racional de la reproducción capitalista. Sin
embargo, ¿podría una reproducción social más científica evitar la destrucción creativa de la acumulación de
dinero sin el desempleo de obreros reales, la destrucción de comunidades, y la mayor destrucción del medio
ambiente ?
Hirsch proporciona una compleja lista de requisitos esenciales requeridos para la democratización: una
constitución verdaderamente democrática que enfatice valores concretos, positivos, constitucionales en
contraste con declaraciones de derechos de intento re abstractas, formales y predefinidas, de derechos
puramente negativos; una constitución que enfatice la soberanía del pueblo como un proceso abierto; la
revisión de algunos principios básicos en la perspectiva de revisar los sistemas existentes de representación y
sus aparatos institucionales a fin de alcanzar un máximo de participación. Más aún, la renovación
democrática ha de definir reglas y procedimientos institucionales que estimulen la participación de todos los
grupos sociales, a través de lo que podría se una forma de cooperativismo social. Esta concepción se resume
como una política de "discusiones en mesa redonda" (p.201). Por último, reclama garantías constitucionales e
institucionales para asegurar la cooperación social a través de estructuras políticas descentralizadas y
federales (p.203). En pocas palabras, Hirsch hace un llamado por una "nueva constitución" (p.202)
Solamente sobre esta base será superada la separación tradicional entre los derechos humanos y los derechos
de los ciudadanos, y se puede redefinir su relación de una manera verdaderamente democrática (p.203). La
noción de que el reformismo radical pudiera proveer una redefinición de las fronteras entre los derechos del
ciudadano y los derechos humanos, lleva a que la separación entre lo económico y lo político no sea
superada. Solamente reacomodada. Contra este telón de fondo, u silencio con respecto al más democrático de
los experimentos de democracia, el de la comuna comunista, tiene sentido. Para Hirsch, esta profunda
tradición democrática no merece tomarse en cuenta. Su demanda por propuestas positiva se limita sólo a
aquellas tradiciones democráticas que presuponen una separación entre lo político y lo económico. En
resumen, las propuestas reformistas radicales de Hirsch se enfocan sólo en la reestructuración de las
estructuras en donde subsiste la explotación. Como lo establece, la tarea del reformismo radical es "expandir
el control político y revisar las condiciones sociales de la dinámica de acumulación capitalista".(p.195)
El rechazo de Hirsch a la crítica negativa a favor de una contribución positiva, no le falta cierta ironía: se
rechaza la crítica negativa como despolitizada, ya que al presente no existe un sujeto revolucionario. Por eso,
él propone un reformismo radical. Desafortunadamente, el movimiento reformista radical pareciera existir de
la misma manera que el movimiento revolucionario: está ausente. De acuerdo con Hirsch, todo lo que se
requiere para hacer viable al movimiento reformista radical es un movimiento comprehensivo y radical más
allá del sistema de estado nacional (p.204). Como esos que son criticados por Hirsch por buscar un nuevo
sujeto revolucionario, Hirsch anda a la búsqueda de un movimiento democrático que adopte el reformismo
radical. Ante la ausencia de un sujeto democrático, el reformismo radical de Hirsch aparece como una
encarnación del Zeitgeist. Y mientras el Zeitgeist permanece entretenido en las aclamaciones de lo espiritual,
Hirsch, como un visionario, se dedica a hacer propuestas constructivas para la superación del neo-
liberalismo. El programa reformista radical ya está allí, y lo único que falta es un movimiento democrático
que lo lleve al poder político (p.204). Sin embargo, desde que el Post Fordismo es el capitalismo donde surge
el hombre uni-dimensional, no será que se les aparece solamente a aquellos que profesionalmente tienen una
profunda comprensión de las bases científicas de la sociedad y son capaces de realizar la tarea de sentarse en
una mesa redonda ? El argumento de Hirsch , en vez de mostrar el poder del análisis marxista, reivindica a
Weber, en su concepción de la política como vocación, esta vez para aquéllos cuyo espíritu no ha sido
corrompido por el poder del uni-dimensionalismo post-Fordista.18 En breve, el antagonismo social entre el
capital y el trabajo es rebajado a una concha conceptual vacía, y reemplazado por "un campo de tensión"
entre, el laissez-faire neo-liberal por un lado, y la regulación reformista radical por el otro. No se plantea el
problema de quien regula a quien.
Conclusión
No hay duda de que el capitalismo ha cambiado durante los últimos treinta años, desde la ola de
movilizaciones que culminaron en Mayo de 1968. 19 Sin embargo, no se trata de estas luchas en la obra de
Hirsch. Aunque enfatiza el significado de la lucha de clases para el desarrollo del capitalismo, su argumento
permanece esencialmente reduccionista en su método y en sus concepciones sociológicas.20 Es
reduccio0nista porque Hirsch concibe al "capital" de una manera apriorística; presume un sujeto capitalista
cuya existencia y poder derivan de principios que quedan más allá del juicio crítico. De ahí su sociologismo:
fuera del "capital" está el mundo realmente existente de una humanidad fragmentada. Mientras el capital
reina incontestado, las relaciones entre la gente son sólo las de intereses entre grupos específicos. El espacio
humano se concibe sólo en términos de una sociología del conflicto. Hirsch traduce, parafraseando a Adorno
(1975) , conceptos dialécticos, tales como el trabajo, en conceptos de la clasificación sociológica, creando la
creencia de que el desarrollo histórico se basa en un sujeto universal, el capital. En otras palabras, "el capital"
no es visto como una relación social antagónica. El trabajo es concebido sólo en la forma de salarios
determinados por una posición económica (p.133), esto es en términos de la concepción fetichista de la
mercadería-trabajo, definida por su fuente de ingresos. 21 Así, la lucha de clases se percibe en términos de
una concepción pluralista de las relaciones sociales, una concepción vastamente criticada por Marx en su
Fórmula Trinitaria: el capital genera ganancias, la tierra da rentas, el trabajo produce un salario
(Marx,1966,cap.48)
Más aún, el entendimiento del trabajo en su forma pervertida de trabajo asalariado, lleva por fuerza lógica
a un catálogo de antagonismos sociales tales como racismo, patriarcado, etc. 22
No hay duda que éstos son de gran importancia y que Hirsch tiene razón en enfatizar su significado en la
reproducción de las relaciones capitalistas de producción. Sin embargo, en Hirsch, la concepción pluralista
del conflicto social ya supone su solución: el reino supremo del capital. Para Hirsch, los conflictos sociales se
derivan de las contradicciones estructurales del capital y están firmemente constituidas por, y embebidas en el
marco estructural provisto por el capital. El trabajo de Hirsch depende del énfasis de Althusser en la
determinación estructural de la acción social: "es siempre el mismo capital, y las estructuras que impone
'objetivamente' en las espaldas de los protagonistas, lo que pone en movimiento las condiciones decisivas de
la lucha de clases y de los procesos de crisis" (Hirsch/Roth, 1986, p.37). Tal visión lleva fácilmente a una
conclusión que no es excluida: las luchas contra el desarrollo del capitalismo no tienen futuro. La
proclamación de Gambino (1996, p.45) que "para los regulacionistas, las huelgas, las campañas y los
conflictos en el punto de la producción, son percibidos en términos del espectro pre-político, que va desde las
curiosidades interesantes (de las que no puede esperarse que las investigaciones universitarias presten
atención), a los fenómenos residuales" que son bien fundamentados. Sin embargo, esto ha sido colocado
fuera de lugar: Hirsch ha enfatizado una y otra vez que "tenemos que despedirnos de algunas concepciones
políticas y de la lucha de clases anacrónicas, y que tenemos que complementar teóricamente a Marx con
Weber (véase a Hirsch, 1984). De esta manera, la crítica de las relaciones sociales capitalistas de Marx tiene
que ser combinada con el apoyo de Weber al principio de la organización racional --como si la crítica de
Marx apenas fuera nada más que un análisis crítico de los elementos irracionales del capitalismo que pueden
ser superados por una organización buena y racional.
En suma, como Clarke ha demostrado (1991, p.49), la agenda de las investigaciones de Hirsch siempre han
sido fieles "tanto política como teóricamente a la 'perspectiva sociológica' de la escuela de Frankfurt
{representados por Offe y Habermas} con la que él comenzó". Aún más, ya que para Hirsch el capital ha sido
siempre el que pone en movimiento las condiciones decisivas de la lucha de clases, no sorprende que el perfil
del proyecto neo liberal del estado competitivo Post Fordista pareciera como si hubiera sido leído en libros de
mercadotécnia o revistas empresariales. Sin embargo, el trabajo de Hirsch no debe ser descartado --por el
contrario, debe ser tomado seriamente, pues: la proyección del Post Fordismo, como un sistema global del
apartheid es sin duda, una posibilidad escalofriante, Y esto no se debe a la "globalización", sino a que esto
está "inscrito" en relación con el capital desde sus inicios. El salvajismo de la acumulación primitiva no es
sólo una presuposición capitalista, ya que también constituye su reproducción a través la acumulación
expansiva del capital: 23 las relaciones sociales capitalistas dependen de la separación del trabajo de los
medios de producción y subsistencia, y de su constitución como propiedad privada. Hirsch nos hace ver la
urgencia de detener el "sacrificio de 'las máquinas humanas' en las pirámides de acumulación."(Gambino,
1996, p.55). A pesar de todo, para Hirsch, la tarea así formulada no es politizada. Esto hace que su trabajo y
en general aquel de la ortodoxia de la globalización sea interesante, como un estudio que reivindica,
parafraseando a Adorno (1973), la jerga capitalista como un destino manifiesto.

Reevaluación
Antes de tratar la noción de Hirsch sobre globalización, es importante notar que subsiste la relación capital,
desde su comienzo histórico, como una relación global. Según Marx, "el mercado mundial es el presupuesto
del todo y de su subtrato" (Marx, 1973 pp.127-8). No hay nada nuevo en eso del carácter global de las
relaciones sociales capitalistas. Una temprana caracterización del "estado como un estado de competencia"
puede encontrarse en los escritos del economista clásico Ricardo. El insistía ya en 1821 que el estado "no
debería tratar de proteger los empleos interfiriendo con la inversión, ya que "si no se permite al capital
obtener los más grandes ingresos netos, que le permita el uso de la maquinaria, se kla llevará para afuera,
produciendo un serio desaliento en la demanda de trabajo" (Ricardo, 1995, p.39). Marx hace eco de este
punto en su crítica de la economía política cuando muestra que la sociedad burguesa está concentrada en la
forma del estado y que el mercado mundial es la conclusión, el sustrato de las relaciones burguesas.
Más aún, no se ve sólo "la globalización" de la competencia como habiendo creado el mercado mundial,
sino que también, "produciendo la historia mundial por primera vez, en tanto que hace a todas las naciones
civilizadas, como a cada miembro individual de ellas, dependiente de todo el mundo para la satisfacción de
sus deseos". (Marx/Engels, 1974, p.78). Es a través de la dimensión global de la relación de capital como se
impone la dura mano de las formas del valor sobre los estados nacionales, determinando de este modo, el
carácter de clase del estado. "La implicación inmediata es que, el estado nación no se levanta por encima del
capital, ya que el capital es un fenómeno global. Esto significa que no puede levantarse por encima de la ley
del valor, para imponer una forma "política" de regulación alternativa sobre la producción capitalista, como
dice Hirsch que puede ocurrir, ya que la ley del valor se impone sobre los estados nacionales, del mismo
modo como se impone sobre los capitalistas individuales, a través de la competencia internacional (Clarke,
1991, p.54). Así, la crítica de la economía política, con los argumentos de Hirsch, no puede ir más allá de la
perspectiva del estado nacional y de su economía nacional. Según Von BraunMuhl (1976, p.276) "cada
economía nacional solamente puede ser conceptualizada de modo adecuada como una específicamente
internacional y como, como parte integrante del mercado mundial. Al estado nacional sólo se le puede ver en
esta dimensión. La relación del estado nacional con la "sociedad" siempre ha estado constituida como una
relación entre el estado nacional y la relación global del capital, esto es, el antagonismo de clase entre el
capital y el trabajo. Es ésta la dimensión global "en donde todas las contradicciones entran en juego" (Marx,
1973: p.227). Las relaciones capitalistas globales, lejos de ser un fenómeno nuevo, han sido un momento
constitutivo del "estado" desde sus comienzos (Burgham, 1995).
La noción de la globalización Post Fordista de Hirsch es convencional: se ve la base de la globalización en
el avance tecnológico, incluyendo los sistemas de comunicación y medios de transporte; la globalización
económica en términos de una flexibilización internacional del "capital"; la apertura política del capital y de
los mercados financieros; y por último, la creciente regionalización (p.103). Más aún, se dice que el
movimiento a escala mundial del capital, ha creado y reforzado "una multitud de capitalismos nacionales"
(Hirsch, 1989, p.92; ver también Hirsch 1995, parte I). De este modo, el estado nacional no se concibe como
un nodo a través del cual las relacione globales de producción adquieran significado y definición política.
Más bien, hay diferentes capitalismos nacionales amarrados juntos en diferente grado y con implicaciones
divergentes en relación al "capitalismo" global. A pesar de la globalización, el estado nacional sigue siendo
para Hirsch, el principal punto de referencia. Este punto de vista neo realista, refuerza un entendimiento de la
separación de lo político de lo económico: lo político es percibido como doméstico, y lo económico como
global. Los estados nacionales no están sin embargo, aislados unos de otros, sino que subsisten a través de la
acumulación de capital en una escala global (Holloway, 1995). Esta concepción es la premisa en el
entendimiento de lo político y de lo económico como "distintos-en-la-unidad" (sobre esto Bonefeld, 1992).
En contraste, la aproximación de Hirsch se basa en la concepción errónea de que la relación de capital existe
en una separación estructuralmente precondicionada de lo político y de lo económico (Clarke, 1991). Su
concepción pluralista de una multitud de capitalismos nacionales y su fragmentación pluralista de los
antagonismos de clase entre el capital y el trabajo en una sociología de los antagonismos, solamente sirve
para reforzar la percepción de que su propuesta de un "reformismo radical" está mal equipada para
comprender las bastas implicaciones de la crisis de la acumulación capitalista en el último cuarto del siglo.
Las limitaciones del reformismo radical, y del libro de Hirsch como un todo, están en que aceptan la
fetichización de la lucha de clases en distintos canales económicos y políticos, lo que lleva a imaginar la
posibilidad de transformar la sociedad por la sola conquista de las instituciones políticas. Es característica del
reformismo, en resumen, aceptar la ideología burguesa. 24
Postdata
La atracción del "reformismo" yace en su tentativa constructiva de hacer del mundo un mundo mejor sin
desestabilizar las relaciones de explotación. Sin embargo, "en la miseria de nuestro tiempo, encontramos lo
positivo solamente en la negación" (Agnoli, 1992, p.50). Para Hirsch, tal punto de vista es profundamente
anacrónico. ¿Cuál sería su respuesta si estallaran rebeliones; o si solamente los obreros fueran a una huelga
para pedir mejores condiciones? ¿Sus huelgas serían tildadas de anacrónicas, y por ello de despolitizadas y
por tanto contraproductivas para el proyecto reformista radical de democratizar la intervención del estado,
incluyendo la regulación democrática de la ley y del orden? Su negación de "el rol histórico de la razón, que
en cualquier época ha provocado insubordinación y destruido horrores" (Agnoli, 1992, p.44) es sin lugar a
dudas, estremecedor. Los intentos de descartar la crítica negativa en favor de propuestas democráticas
constructivas por una explotación del trabajo justa, socialmente responsable y balanceada, se encuentra con la
paradoja de que el esfuerzo por humanizar, presupone condiciones inhumanas. Humanizar las condiciones
inhumanas, arrastra no sólo al remiendo, sino también al sostenimiento del status quo.

Notas
Todas las referencias a páginas son de Hirsch (1995).
Críticas al trabajo de Hirsch, véase Bonefeld (1991); Clarke (1988/1991; 1991); Gambino (1996);
Holloway (1991); y Psycchopedis (1991).
Sobre esto: Mandel (1987),Narazzi (1975), Bonefeldd (1993, 1995), y Bonefeld/Holloway (1995).
La perspectiva de Hirsch es una imagen de espejo de la visión marxista ortodoxa que ve la ley sobre la
tendencia a la baja de la tasa de ganancia como la ley del colapso inevitable del capitalismo Grossmann
1929/1992). Para Hirsch, es sólo el vehículo para la inevitable reconstrucción de la explotación y dominación
capitalista.
Para una crítica de la periodización de la 'forma de estado' de acuerdo a 'las funciones regulativas'
acrecentadas por el estado, vea a Clarke (1992).
Sobre esto, vea a Hirsch (1980, 1991ª).
La conceptualización de Hirsch es a lo menos inconsistente. En su capítulo teórico sobre la forma del
estado capitalista, él argumenta que la función del estado es asegurar las condiciones políticas para el buen
funcionamiento de la acumulación capitalista. Ya que esto es, de acuerdo a Hirsch, la determinación
funcional del estado capitalista, su advertencia de que el estado competitivo será fiel a su determinación
funcional no tiene sentido.
Vea el volumen editado por Bonefeld y Holloway (1995) para una análisis de clase de esta proposición.
Allí, el argumento es que el trabajo, más que ser sobrepasado, es la raíz de los problemas del capitalismo
debido a su continua insubordinación.
Sobre la operación global del capital en la segunda mitad del siglo XIX, vea a Clarke (1988).
Sobre esto: Clarke (1988/1991; 1991b); Bonefeld (1991); Bellofiori (1997).
Vea nota al pie de página 1.
Sobre esto, Bonefeld (1995b).
La caracterización del conflicto como un conflicto constructivo es intrínsico a la noción de una sociedad
pluralista y ha influido en el estudio de una gran cantidad de campos, tales como el de relaciones industriales
y las teorías sobre la democracia parlamentaria. Comprender la noción de que el conflicto es endémico a la
sociedad pluralista no significa que el conflicto deba ser provocado. Significa que tanto los reglamentos, los
procedimientos y las leyes son invocados, los que regulan el conflicto y a través de los cuales el conflicto
puede expresarse en forma constructiva. Una teoría sobre la funcionalidad del conflicto fue presentada por
ejemplo, por Coser (1956) y ha sido desarrollada dentro de los marcos marxistas por Poulantzas (1973) del
que depende Hirsch. Sobre esto, vea Agnoli (1990, 1992).
Para mayor clarificación, vea Held (1991, p.158): La democracia 'ya no puede ser elaborada como teoría
sobre las políticas de territorialidad solamente, ni tampoco puede el estado nación desplazarse a ser el punto
central de referencia'.
Hirsch alude a los zapatistas como una forma de resistencia post modernista (p.204). Este punto de vista es
sintomático. El tratamiento post modernista de la resistencia como 'significado vacío' (Laclau, 1994)
permanece como un recordatorio de que para los regulacionistas, 'el capital' es el único asunto significativo.
Por supuesto, 'la autonomía' es un concepto altamente poco claro. Sin embargo, dentro del propio marco
conceptual de Hirsch, la autonomía social es importante. Y esto no es porque él proyecte la autonomía en
términos de una demanda revolucionaria de autonomía social y de allí, la abolición de la forma del estado. Su
concepción de autonomía se construye en términos de una autonomía social dentro del capitalismo. Esto se
vincula con el término 'estratificación' que implica que hay algo fuera de la supervisión reguladora del estado
y que este algo, está más y más sujeto al abrazo amoroso de una extensa seguridad estatal. Pareciera que la
búsqueda de politización de parte del reformismo radical, tratara de reemplazar la 'mala' estratificación social
del neoliberalismo, por la 'buena' regulación de la nueva ciudadanía.
Véase el concepto de Nftali (1928/1969) sobre la democracia industrial y las visiones socialdemócratas de
un capitalísmo justo y bueno basados en los derechos de ciudadanía para toda la sociedad. Tal 'politización' se
bate contra la desintegración revolucionaria y trata de subsumir lo potencialmente subversivo a la obligación
de responsabilidad. ¿Llegará la concepción de Hirsch de la economía politizada hasta subsumir a los obreros
bajo la misma obligación y transformar así su descontento potencial en aceptación responsable de la
explotación eficiente de su fuerza de trabajo, se requiere a fin de soportar la competencia capitalista global?
Véase Weber (1984, p.330) sobre el rol y función de los inteletuales: "El estado... espera orientación de los
grupos sociales especiales para su apoyo y disposición de sus políticas en cuestiones económicas y políticas.
Y delmomento en que los investigadores pertenecen al segmento dominante de la sociedad... ellos tienen un
interés natural en un sistema que los privilegie".
Sobre esto ver: Bonefeld / Holloway (1995); Inegri (1988, 1989, 1992).
Véase Clarke (1991); Psychopedis (1991); Bonefeld (1992).
Para una crítica de tal punto de vista, véase Bonefeld (1995b) y Holloway (1995c).
La sociología de los antagonismos sociales de Hirsch niega la visión de que los misterios teóricos
encuentran su solución en la práctica humana y en la comprensión de esta práctica. (c.f. Marx). En la
economía política clásica, se entendía la sociedad en términos de su constitución económica. Sobre esto, la
declaración clásica es provista por William Robertson (1890, p.104) que sostuvo que "en toda investigación
que se interese en la operación de los hombres unidos en sociedad, el primer objeto de operación ha de ser el
modo de su subsistencia". Aunque esta afirmación molestará a algunos como extremadamente reduccionista,
es sin embargo, una verdad decir que sin abrigo, viviendo, ropa y otros placeres materiales, cualquier
investigación post modernista sobre la no existencia de relaciones sociales definidas, sería absolutamente
imposible. Parafraseando a Bertold Brecht, el orden de las cosas es primero el pan, y despues la sociología
post modernista.
Como Marx lo vio, "la acumulación capitalista presenta como un proceso continuo lo que en la
acumulación primitiva aparece como un proceso histórico distinto, como el proceso de emergencia del
capital".
Esto parafrasea una visión tomada de Holloway y Picciotto (1976).
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(artículo traducido por F.García, de su versión original publicada en Common Sense -journal of the
Edinburgh Conference of Socialist Economists, n. 22., pp.61-82)

¿Quién gobierna el mundo?


James Petras
La Jornada, México, 31 de mayo de 2002
La guerra en Iraq
Una gran cantidad de libros y artículos sobre globalización, corporaciones globales e imperio se ha publicado
sin que exista la más mínima noción de la estructura real del poder mundial. El análisis de un estudio reciente
del Financial Times (suplemento, 10 de mayo de 2002) sobre las 500 compañías más grandes del mundo, con
base en criterios de valor, país y sector, viene a poner fin al debate en torno a la globalización del imperio o
imperialismo. El Estado-nación, en este caso los estados imperiales, no sólo están lejos de desaparecer, sino
que además son cruciales para identificar y entender los centros neurálgicos del poder político y económico.
Casi 48 por ciento de las empresas y bancos más importantes del mundo son de Estados Unidos y 30 por
ciento son de la Unión Europea; solamente 10 por ciento pertenece a Japón. En otras palabras, casi 90 por
ciento de las corporaciones más grandes que dominan los sectores de la industria, los bancos y el comercio
son estadunidenses, europeas y japonesas. El poder económico se concentra en estas tres unidades
económicas geográficas, y no en conceptos vacíos como «imperio» sin imperialismo o corporaciones
multinacionales «sin territorio». Dentro de este sistema el poder económico imperial de Estados Unidos sigue
siendo dominante. Esto resulta claro si examinamos de cerca los sectores económicos clave.
Cinco de los 10 bancos principales son estadunidenses, así como seis de las 10 empresas farmacéuticas y
biotecnológicas, cuatro de las 10 compañías de gas y petróleo más importantes, nueve de las 10 compañías
líderes de seguros y nueve de las 10 principales empresas generales de comercio al por menor. El sector de
las aseguradoras es el único en el que la Unión Europea se lleva la mejor parte del pastel con respecto a
Estados Unidos (por un margen de cinco a cuatro). El poder imperial estadunidense está diversificado a lo
largo de varios sectores económicos, pero particularmente la fuerza dominante la tienen en las finanzas, la
industria farmacéutica y biotecnológica, de la información y el software, y el comercio al por menor. Dicho
de otra forma, las gigantescas compañías estadunidenses poseen una red poderosa que controla los sectores
de la «nueva economía», las finanzas y el comercio. La concentración del poder económico de Estados
Unidos se hace más evidente si se consideran las 10 principales empresas del mundo: 90 por ciento son de
origen estadunidense; de las 25 principales, 72 por ciento son propiedad de Estados Unidos; de las 50 más
importantes, 70 por ciento son de ese país, y de las cien líderes, 57 por ciento también.
Africa y América Latina brillan por su ausencia en la lista. Y los llamados «tigres asiáticos» cuentan con tres
empresas en la lista de las 500 más grandes, esto es, contribuyen con menos de uno por ciento.
Las implicaciones de esta concentración del poder son relevantes. Ningún país del denominado Tercer
Mundo puede darse el lujo de «liberalizar» sus mercados, ya que Europa y Estados Unidos se lo impiden
debido al control que logran ejercer con la superioridad y concentración de sus recursos. Así pues, es falso el
argumento liberal según el cual el libre comercio aumentará los niveles de «competitividad» de las
economías en vías de desarrollo. En segundo lugar, la concentración del poder no es meramente producto de
la eficiencia, la gestión y el knowhow, sino que es resultado directo de las políticas estatales de Estados
Unidos y Europa. Por ejemplo, el Congreso de Estados Unidos acaba de aprobar (mayo 2002) un monto de
182.28 mil millones de dólares para subsidiar la agricultura estadunidense durante la próxima década, en
contradicción con las propuestas de «libre comercio» que Washington tanto gusta defender. Las
implicaciones para los tomadores de decisiones en el Tercer Mundo son claras: deben proteger y subsidiar a
sus productores privados o públicos para compartir el pastel de los mercados, dentro y fuera de sus países, tal
como los poderes imperiales lo hacen.
La concentración del poder económico mundial en las empresas y los bancos de Estados Unidos y, en menor
medida, de la Unión Europea no significa que los mercados mundiales son competitivos, sino que en buena
medida son definidos por los monopolios de ambos poderes que los dominan. Los flujos financieros,
farmacéuticos, software y de seguros los determinan las 10 empresas líderes de origen estadunidense y
europeo. Los mercados mundiales se encuentran divididos entre 238 empresas y bancos estadunidenses y 153
europeos. Esta concentración de poder es la que imprime a la economía internacional su carácter imperial,
junto con los mercados que controlan las materias primas que se roban (80 por ciento de las principales
compañías petroleras y de gas son de propiedad estadunidense o europea) y el trabajo que explotan.
La idea del movimiento antiglobalización de que «otro mundo es posible» debe enfrentar esta
monopolización del poder y los países imperiales que la defienden. La única manera de democratizar la
globalización es socializar estos gigantes monopolios donde quiera que operen, o bien soportar la presión
económica y las amenazas que tanto perjudican a las economías locales.
Los países imperiales, particularmente Estados Unidos, tienen serias dificultades para sostener su imperio por
diversas razones. El costo militar es una de ellas. El presupuesto militar de Estados Unidos ha aumentado en
casi 20 por ciento para 2002-2003 y las reducciones en los impuestos de los ricos que estimulan las
inversiones foráneas han conducido a un déficit presupuestario y a mayores recortes en el gasto social, todo
lo cual conlleva desestabilización financiera y política. Más importante aún, la concentración del poder
económico en empresas y bancos de Estados Unidos se ha basado en las inversiones extranjeras, las
ganancias y las rexportaciones hacia Estados Unidos vía los subsidios. El resultado es que el creciente
imperio económico proyectado en el exterior ha afectado negativamente la balanza de pagos estadunidense,
de tal manera que el déficit comercial de este país en este año se acerca a los 500 mil millones de dólares.
La economía de Estados Unidos depende esencialmente del flujo masivo de fondos provenientes de los
inversionistas del exterior para financiar ese déficit. En otras palabras, a medida que el imperio crece, la
«república» se hunde en crisis más profundas, alejada de sus empresas competitivas e incapaz de limitar las
importaciones de bienes de consumo. Esta contradicción no puede resolverse fácilmente debido a que el
liderazgo político está totalmente comprometido con la construcción de su imperio y la única concesión que
está dispuesto a hacer a su economía interna es darle más subsidios y más protección. Esto no hace sino
incrementar la tensión y los conflictos con sus competidores imperialistas en Europa y sus regímenes clientes
de exportación en el Tercer Mundo.
La solución que ofrece el gobierno de George W. Bush a esta contradicción que existe entre el crecimiento
imperial y la decadencia interna es la conquista de países ricos en recursos vitales. La presencia de
Washington en la zona petrolera del Caspio o sus planes de invadir a Irak son parte del plan de extraer
riqueza para financiar el déficit. El Acuerdo de Libre Comercio para las Américas forma parte de esta
estrategia: al monopolizar los mercados latinoamericanos Estados Unidos puede reducir sus déficit
comerciales y capturar sectores financieros y comerciales jugosos. El Plan Puebla-Panamá es el prototipo de
esta nueva estrategia imperial; se trata de incrementar las exportaciones estadunidenses directamente a
México, mientras que las maquiladoras se trasladan a mercados laborales más baratos en China, Vietnam, e
India.
Si bien es cierto que el control imperialista de Estados Unidos es todavía una realidad, lo cierto es que los
fundamentos de este poder son frágiles y se enmarcan en un orden mundial sumamente polarizado. La
emergencia de movimientos anticapitalistas masivos y una caída del dólar pueden eventualmente provocar la
caída del imperio.
Traducción: Marta Tawil

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