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Hombres Desafían el prejuicio según el cual el ballet

es territorio femenino y asumen con coraje


el uso de mallas y zapatillas. En vísperas
del Día Internacional de la Danza,
algunos bailarines reflexionan sobre
el arte de bailar en Venezuela
POR NÉSTOR LUIS LLABANERO. FOTOS: RAFAEL SERRANO

K
enny Lane lleva veintiocho años como
ejecutante de ballet. En su carrera de
aprendizaje y de madurez, se ha converti-
do hoy en uno de los solistas principales
de la compañía Teresa Carreño, la de ma-
yor prestigio en Venezuela. El público lo ha acostum-
brado al aplauso como respaldo a su virtuosismo. Sin
embargo, Kenny, que tantas caras percibe del auditorio,
nunca ha reconocido las de sus padres. Tampoco las
de sus hermanos. “Empecé a hacer ballet a escondidas,
yo lavaba las mallas sin que nadie lo supiera, hasta que
me enfrenté con mi propia encrucijada. Mi decisión fue
irme. No quise ser un frustrado. Aunque nos queremos,
supe que no podía forzar a mi familia a entender algo
que jamás ha comprendido”.
Caso diferente el de Walter Castillo, un balletista
clásico que cuando se refiere a su madre, a su
padre y a sus tres hermanos menores que
él, dice: “Ellos siempre han sido mi
público, a veces sufren pensando
que algo no saldrá bien du-
rante mi presentación”.

Bailar en puntas reclama


disciplina, como lo sugiere
la postura de Kenny Lane

? 26 ABRIL 2009 Estampas

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