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La suma de los nombres: cómo nos llamamos los salvadoreños (y IV)

María Tenorio

Los apelativos Santos, Cruz y Jesús merecen consideración especial en la suma de los nombres que
llevamos los salvadoreños. Más allá de su género gramatical, femenino o masculino, esas tres palabras
–por lo general combinadas con otras– identifican a personas de ambos sexos. Las dos primeras,
además, desempeñan la función de apellidos. Singular resulta el nombre del actual presidente de la
Asamblea Legislativa, Ciro Cruz Zepeda, donde a simple vista no se sabe si la palabra intermedia es el
primer apellido o el segundo nombre. Un vistazo a Wikipedia revela que se trata de esta última opción.

Comunes pero no ordinarios

La Ley del Nombre de la Persona Natural, vigente en el país desde hace veinte años, prohíbe que se
asignen nombres de tres tipos: lesivos a la dignidad humana, impropios de personas y equívocos
respecto del sexo. Sin embargo, este último caso contempla la excepción a la norma: se puede imponer
un nombre propio que no identifique a simple vista el género de su portador siempre que “esté
precedido de otro determinante del sexo”.

Nuestra onomástica posee varios nombres comunes, empleados por hombres y por mujeres. Hay que
distinguir aquí, primero, los nombres femeninos usados por ellos en determinadas combinaciones,
como es el caso de Juan Rosa, José Dolores y Jaime del Carmen; y, segundo, los nombres masculinos
empleados por ellas como María Jesús y Marta Reneé (nótese que la grafía distingue el sexo en este
nombre de origen francés). En los ejemplos presentados, ajustados a la ley, no hay lugar a confusión: el
primer nombre define el sexo. Sin embargo, ¿qué ocurre cuando un nombre no determina por sí mismo
el sexo y se emplea con frecuencia en primera posición?

Tal es el caso del nombre Santos. Aunque listado en algunos sitios web como apelativo masculino de
origen latino que significa “sagrado e íntegro”, en El Salvador se emplea para ambos sexos. Es
frecuente que funcione como primer nombre, recayendo en el segundo la definición del sexo: Santos
Zulema, Santos Marleny, Santos Gudiel, Santos Angel, Santos Ernestina y Santos Hermenejildo. En
estos ejemplos, el uso es contrario a la mencionada ley, ya que el primer nombre es incapaz de
determinar género del portador.

Otros usos que no se acoplan a la norma por no determinar sexo son: cuando el nombre Santos va solo
(hay diez casos con el apellido Hernández y ocho, respectivamente, con López y con Martínez); cuando
el segundo nombre es equívoco respecto del género, como en Santos Verelis, Santos Dolores, Santos de
Jesús y Santos Halmer. La palabra Santos también es frecuente como apellido, prestándose a
confusiones típicas de las palabras que desempeñan funciones de nombre propio y patronímico:
Alfonso, Paz, Jaime, Alberto, Esperanza, Fermán y Leonor, entre otros.

Marcar el sexo con el nombre propio tiene alta relevancia en el mundo hispanohablante. Ya lo hemos
visto en la legislación salvadoreña y así lo encontraremos en otras de países hispanoamericanos, como
la argentina. Es indicativo que en España, por ejemplo, la admisión legal de la transexualidad
“conllevará el cambio del nombre propio de la persona, a efectos de que no resulte discordante con su
sexo registral”. En el mundo angloparlante, por el contrario, es común la categoría de gender neutral
baby names: Alexis, Casey, Drew, Ryan, Sage y Tyler son algunos de ellos. Ahí no resulta extraña la
indefinición del nombre de pila respecto del sexo, dice el estudioso de onomástica Josep M. Albaigés,
como en el caso del actor Leslie Howard y la actriz Leslie Caron.

¿Cara o Cruz?

Pero, de regreso a nuestro país, examinemos otro caso semejante al de Santos. Cruz es un nombre que
se usa para ambos sexos, muchas veces en posición de primer nombre: Cruz Alberto, Cruz Adilio, Cruz
Arelí y Cruz Alejandrina. También se lleva solo (hay cinco casos con el apellido Hernández) aunque
presumiblemente entonces se refiere a una mujer. Cruz también funciona como segundo nombre
acompañado de la partícula "de la", como en José de la Cruz y Ofelina de la Cruz. En estos últimos
casos no se infringe la Ley del Nombre de la Persona Natural pues el primer apelativo marca el sexo.
Además, la palabra Cruz es usual en nuestra sociedad como apellido.

Otro nombre que comentaremos es Jesús. Masculino en su origen, su uso más frecuente se da en
hombres, ya sea solo o en compañía: Jesús Antonio, Jesús Baltasar y Jesús Edgard. Menos usual es su
empleo en mujeres como en Jesús Evelia y Jesús del Carmen. Su diminutivo –técnicamente llamado
hipocorístico– marca claramente el sexo de quien lo porta: Chus y Chusita. De forma semejante a Cruz,
Jesús también se emplea como segundo nombre precedido de la preposición "de": Juan de Jesús y
María de Jesús sirvan como ejemplos.

Para concluir este ensayo, una reflexión sobre los nombres que (casi) no llevamos los salvadoreños y
que serían esperables por nuestra herencia cultural: los de origen indígena. El directorio telefónico de
Publicar 2010, fuente primaria de esta investigación, debe explorarse con lupa para dar con un
apelativo náhuatl. Encontré, entre miles de José y María, entre cientos de William y Elizabeth, entre
decenas de Marvin y Olimpia, a Florent Xochilt y a Soraya Xochilt. No obstante, a juzgar por
Facebook, Xochilt (que quiere decir flor) es un nombre medianamente común en nuestro entorno.
Menos frecuente es, según este sitio web, el nombre femenino Metzi o Mezti, que significa luna en
náhuatl. El mestizaje cultural que tuvo lugar a partir del siglo XV desplazó prácticamente la onomástica
de los pueblos nativos. No hay que olvidar que a la hora de darle nombre a un hijo, el prestigio social
pesa mucho en la balanza de la elección.

Lea las tres primeras partes de este ensayo:

La suma de los nombres: cómo nos llamamos los salvadoreños (I)

La suma de los nombres: cómo nos llamamos los salvadoreños (II)

La suma de los nombres: cómo nos llamamos los salvadoreños (III)

Foto: Tumba de Eusebio Bracamonte, Cementerio de Los Ilustres, San Salvador, por Ivanfoto16

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