En nuestra columna anterior hablamos de los indios arcaicos, las
primeras personas en llegar a la isla utilizando embarcaciones a remo. Luego de los arcaicos, hubo varias migraciones grandes, particularmente desde Venezuela, de gente que pertenecían a grupos denominados aruacos. Estos indios introdujeron en la isla el uso intensivo de la agricultura y de cuencos y vasijas hechos a partir del barro (los cuales, dicho sea de paso, eran muy útiles a la hora de sacar el agua del interior de sus canoas mientras navegaban). Se estima que arribaron a la isla hace aproximadamente unos 2,250 años. Se les conoce con los nombres de saladoides o igneris. Una migración muy interesante aparentemente provino desde las alturas de Perú. Este grupo se instaló en la isla de Vieques, y se le conoce como cultura La Hueca. Uno de sus símbolos distintivos es la figura del cóndor, ave típica de la cordillera de los Andes. Los igneris arribaron a la isla de Boriken desde las Antillas Menores, ocupándolas de una en una, hasta asentarse en Puerto Rico, primero en las islas de Vieques y Culebra, luego en la parte Este de la isla grande, donde existen grandes yacimientos como Punta Candelero en Palmas del Mar. Posteriormente se dispersaron a través de toda la isla, donde se mezclaron con los indios arcaicos, lo mismo por vía pacifica que por la fuerza. El dominio de la agricultura y de la alfarería permitió que los igneris construyeran una cultura tribal avanzada, con grandes asentamientos, elaborados ritos religiosos e impresionantes trabajos en lítica (piedra), cerámica, caracol y huesos. En las páginas de La Regata le dedicamos especial atención a los eventos de pesca y demás acontecimientos relacionados con dicha actividad. Pues sabemos que los igneris eran excelentes pescadores, poseyendo una gran variedad de técnicas y equipos de pesca. En la pesca de cordel, utilizaban distintos tipos de fibras vegetales para la confección de los hilos de pesca. El registro arqueológico no ha permitido preservar en la mayoría de los casos este tipo de materiales, debido a su descomposición en el ambiente tropical de la isla. Sin embargo, sí nos han sobrevivido numerosos ejemplos de anzuelos, los cuales comúnmente eran confeccionados con espinas de pescado. De igual forma, hemos documentado ampliamente en excavaciones arqueológicas la presencia de potalas o pesas de lítica, las cuales eran utilizadas de la misma manera que hoy en día usamos las pesas de metal.
Arriba: puntas de arpón y anzuelos. Abajo, pesas de pesca. Cortesía
colección José Irizarry, foto por el autor.
También se pescaba utilizando redes, fabricadas con fibras vegetales, las
cuales usaban tanto en el mar como en los ríos. Estas redes eran lanzadas desde tierra o desde sus canoas, en un modo parecido al que aun se utiliza en la pesca tradicional. Con lanzas de madera se practicaba la pesca de arpón, usualmente en áreas llanas en cuerpos de agua terrestres, así como también cazaban manatíes, los cuales eran sumamente apreciados por su carne, y cuyos huesos luego utilizaban para la confección de amuletos y abalorios diversos. Las tortugas eran también cazadas con regularidad, y hay incluso evidencia de que preparaban unas piscinas cercadas en las playas, para mantenerlas vivas hasta que fueran consumidas, a manera de corrales domésticos. El carey era sumamente apreciado, dado que abunda la presencia de sus restos en el registro arqueológico, así como también la jicotea, nuestra tortuga de agua dulce. Vemos pues, que la tradición pescadora que tanto nos apasiona, tiene sus raíces en nuestras primeras culturas indígenas. En nuestra próxima columna escribiremos sobre los tainos, la cultura mas avanzada en establecerse en la isla antes de la llegada de los españoles, los cuales eran hábiles navegantes, como veremos.