You are on page 1of 184

1

1
2

Nota a esta edición:

Reproducimos Esteban Echeverría – Historia de un Romántico Argentino de Pablo Emilio


Palermo.
Proyecto Gutenberg - Ambas Américas agradece al autor la donación de los derechos de la
obra para su publicación digital.

2
3

Copyright 2008
Pablo Emilio Palermo – Proyecto Gutenberg Ambas Américas
www.ambasamericas.net

3
4

A mis padres.

4
5

PRÓLOGO

¿Por qué una biografía de Esteban Echeverría? ¿Qué interés pueden tener su vida y su
obra para los argentinos del siglo XXI? Apenas conocido, leído por muy pocos, incluido como poeta
en los programas de enseñanza secundaria, pensamos que sus escritos encierran mucho de
interesante para ser tomados en cuenta y producir el esperado choque estético lector-autor. En
este sentido nos sentimos intermediarios entre quien lee estas páginas y la obra de Echeverría.

De su producción literaria sólo tres obras han trascendido lo suficiente para ser editadas a
lo largo de las décadas: el poema La Cautiva, el relato El Matadero y el Dogma Socialista. Son casi
desconocidos sus poemas Insurrección del Sud, La Guitarra, Avellaneda y el interminable Ángel
Caído, que de por sí ocupa el tercer volumen de sus Obras. Además, su pluma fue capaz de
producir un manual de enseñanza para los alumnos primarios, un trunco ensayo sobre el arte
desde la visión romántica, la iniciativa de composición de canciones nacionales, opiniones sobre la
economía del país, polémicas políticas, páginas autobiográficas, relatos de viajero, etc.

Mejor prosista que poeta, campean en sus escritos la convicción y la fuerza. El ardor con
que pretende demostrar sus ideas y la marchita musa de sus poesías, darán la clave para
interpretar su existencia. Sus males físicos -que los tuvo- padecerán junto a los personajes de sus
obras. Y más profunda, la idea de una Patria por hacerse, inconclusa, que con su organización
agote los principios nacidos con la revolución de Mayo de 1810. Integrante de una generación que
criticó con dureza el legado español, creyó en la necesidad de romper con los lazos que aún
ligaban a la Argentina con el atraso colonial, para lanzarla por una vía no trillada, no cayendo ni en
copias ni en modelos, pero admitiendo su inclusión dentro de los principios políticos de las cultas
naciones europeas.

Echeverría no fue unitario, y sin embargo con esta parcialidad pasó al olvido. Destacó los
esfuerzos de ese partido por institucionalizar el país pero cuestionó severamente mucho de lo
obrado durante los años en que gozó del poder. Detestaba a Rosas y se inclinaba por la forma de
estado federal a la que el Restaurador jamás quiso llegar. Son interesantes sus propuestas de
gobierno municipal al que debían integrarse los paisanos de nuestros campos, en quienes
destacaba su espíritu patriótico. Era absolutamente necesario, creía, llegar a una síntesis
conciliatoria que desbaratase las antinomias partidarias arrastradas desde los días revolucionarios.
Para ello confiaba en la juventud, en la juventud sana que había vivido al margen de federales y
unitarios. Los jóvenes de aquellos días sobrevivieron al “maestro” y tomaron parte en la
organización constitucional del país después de 1852. Gutiérrez, Alberdi, Sarmiento, Mármol y
Mitre lo conocieron y respetaron. Algunos fueron sus amigos, pero todos supieron de sus deseos
de asociarse y fraternizar en pensamiento y acción.

Muchos historiadores y escritores se han ocupado de su figura a lo largo de los años. En


1862 Pastor Obligado trazó unos rasgos biográficos que publicó La Nación Argentina. Entre 1870 y
1874 el dilecto amigo Juan María Gutiérrez reunió en cinco volúmenes las Obras Completas de
Echeverría que lanzó el editor Carlos Casavalle. Por esos años, en lecciones memorables, el
destacado profesor Juan Manuel Estrada elevó al Dogma Socialista como bandera contra el
rosismo. En 1885 Martín García Merou le dedicó un ensayo y Paul Groussac, más tarde, estudió
su pensamiento con genio punzante. Adolfo Saldías, en su colosal Historia de la Confederación
Argentina, tuvo palabras de elogio para “el genio humanitario de Echeverría”. Con motivo de

5
6

celebrarse el centenario de su nacimiento, en 1905, Carlos María Urien publicó un nuevo ensayo.
De allí en más Ingenieros, Rojas, Orgaz, Palcos, Weinberg, Arrieta, Cháneton, Rojas Paz,
Palacios, entre muchos, destacaron la obra del introductor del romanticismo en Hispanoamérica.

Pretendemos con esta biografía ofrecer un Echeverría ameno, cercano, contando con la
invalorable ayuda de aquellos hombres que se han ocupado de su vida después de su
desaparición. Recorrimos la totalidad de sus escritos conocidos y, dentro de nuestras limitaciones,
buscamos integrarlos a su vida y a los acontecimientos de la historia en los que el poeta se ha
visto inmerso. Al Echeverría público, por llamarlo de alguna manera, le hemos sumado el
personaje íntimo descubierto gracias a una abundante correspondencia recogida por algunos
autores. De esa manera tendremos algo más, quizá muy poco, que una memoria remota fundida
en el bronce.

Hemos tratado de sacar del olvido a un argentino que, con todos sus errores y aciertos,
debe ser leído y conocido. No es escasa gloria el difundir poesías del corazón que hablen de las
penas y del suelo nativo sin ataduras ajenas ni moldes anticuados. Ni tampoco el predicar bajo el
odio de la guerra civil, ideas de igualdad y de unión por pocos escuchadas. Siempre será útil
resaltar la vida de alguien que ha dejado una huella positiva, por más pequeña que fuese, en la
historia de un pueblo. Creemos que Echeverría así lo hizo.

Tal vez, lector amigo, después de mucho divagar sólo quede algún que otro poema de don
Esteban alejado como su figura, pero lleno de la fragancia del jazmín o la frescura de los patios del
barrio sur ya desaparecido pero cautivo para siempre en los acordes de una amada guitarra. Para
Ricardo Rojas, Echeverría ha sido una inquietud, “la inquietud del alma argentina en su tiempo sin
leyes y sin cultura”. Quizá haya sido una ilusión, pero tan atrayente a nuestro juicio, que nos
pareció oportuno el esfuerzo de exponerla en próximas páginas que pretenden ser un homenaje a
su memoria y un pequeño eco que conmueva su tan prolongado silencio.

P. E. P.

6
7

BUENOS AIRES

Al finalizar el siglo XVIII, la ciudad de la Santísima Trinidad y Puerto de Santa María de


Buenos Aires contaba con unos cuarenta mil habitantes. Levantada al este de la meseta que da
contra el río, la capital del Virreinato del Río de la Plata consolidó su prestigio a través de una
importante actividad mercantil. En 1795 fue autorizado el comercio con colonias extranjeras en
naves locales, pudiendo así extraer frutos del país que luego eran colocados en el Brasil y el
Caribe. A cambio de la exportación de cueros, sebo, tasajo y trigo, se importaban arroz, café,
aguardientes, tabaco y esclavos, cuya trata se extendió a Buenos Aires en 1791. En 1797 los
españoles recibieron autorización para fletar mercaderías en buques de países neutrales. La
ciudad se convirtió en un puerto internacional en donde lucieron los pabellones de Estados Unidos,
Hamburgo y otras naciones. 1

La vida política y social de Buenos Aires giraba en torno a la Plaza Mayor. El Fuerte, el
Cabildo, la Catedral inaugurada en 1791 y el Teatro de la Ranchería (1804) convivían con la
Recova recién construida (1803). La vida portuaria había dado lugar a la aparición del primer
arrabal, el Alto de San Pedro, al que se llegaba cruzando el arroyo Tercero del Sur. Una serie de
quintas lo separaban de Barracas, asiento negrero desde 1731. En la punta norte del poblado se
albergaban el Convento de Religiosos Recoletos, el Retiro, o barrio Recio o del Taco Verde y la
plaza de toros, demolida en 1818. 2

El 6 de junio de 1805 la ciudad sufrió un fuerte temporal que, según informe del ingeniero
italiano Eustaquio Giannini, “destruyó las casas del bajo del río, ocasionando considerables
3
perjuicios y socavando la barranca del fuerte”. El cronista Juan Manuel Beruti dejó escritas en
sus Memorias curiosas las consecuencias de esa violenta sudestada: “Hoy junio 5, principió a las 9
de la noche y cesó el día siguiente como a las mismas horas, un viento Sudeste, con lluvia y
creciente tan grande del río, que arruinó y echó abajo el muelle y todas las casas de la ribera de
esta ciudad llegando el agua a subir sobre la barranca más alta, y echando a la costa todos los
barcos que estaban en balizas fondeados, reventando sus amarras, habiéndose ahogado 8
personas en sus mismas casas, ascendiendo la pérdida de los buques, muelle, casas y lo robado
en el temporal (según cálculo) a tres millones de pesos, fuera de lo perdido en el puerto de las
Conchas, que no dejó más que tres casas existentes, pues todas las arruinó con muerte de seis
personas, para lo que se tocaron rogativas en todas las iglesias, pidiendo a Dios cesara el
temporal pues si sigue 6 horas más, seguramente llegan las aguas [del] río hasta la plaza Mayor
de esta capital, pues dicen los hombres antiguos, no haber en su tiempo visto ni oído decir, haya
habido otra igual, desde la que hubo mayor (según oyeron a sus pasados) en mediados o fines del
4
siglo de 1600 que entonces llegó el río hasta la plaza Mayor”.

En el Alto de San Pedro, hoy barrio de San Telmo, la creciente se sintió en toda su
intensidad, y el vizcaíno José Domingo Echeverría se apresuró y tomó las precauciones necesarias

1
Romero, Luis Alberto, La lucha por el puerto. Buenos Aires historia de cuatro siglos (Dir: José Luis y Luis Alberto
Romero), tomo I, Editorial Abril S. A, Bs. As, 1983, p. 64.
2
Figueira, Ricardo, Del barro al ladrillo. Ibídem, pp. 112-115.
3
Taullard, A, Los Planos más Antiguos de Buenos Aires. 1580-1880, Peuser Editores, Bs. As, 1940, p. 92.
4
Beruti, Juan Manuel, Memorias curiosas, en Biblioteca de Mayo. Colección de Obras y Documentos para la Historia
Argentina, tomo IV: Diarios y Crónicas, Senado de la Nación, Bs. As, 1960, pp. 3673-3674.
7
8

para poner en resguardo a sus hijos María Eulalia y José María, de dos y un año, y a su esposa
Martina Espinosa, que estaba embarazada. El tercer hijo del matrimonio nació tres meses más
tarde, el lunes 2 de septiembre, y al día siguiente fue bautizado.

En la Iglesia Parroquial de la Concepción de esta Ciudad de Buenos Aires, a tres de


Septiembre de mil ochocientos cinco, yo el infrascrito Cura bauticé solemnemente a José Esteban
Antonino, que nació ayer, hijo legítimo de José Domingo Echeverría natural de Vizcaya, y de
Martina Espinosa natural de esta Ciudad, y feligreses de esta Parroquia. Fue su madrina María
Eusebia González, a quien advertí el parentesco espiritual, y demás obligaciones que contraía, y
5
por verdad lo firmé. Dr. Juan Dámaso Fonseca.

Su Majestad Carlos IV había designado en 1804 al Marqués Rafael de Sobremonte, virrey


del Río de la Plata. En el marco de un gobierno progresista introdujo la vacuna antivariólica, mejoró
la producción de la moneda en Potosí y fomentó el comercio. Por bando del 5 de noviembre de
1805 dispuso festejos en honor de San Martín de Tours, patrono de la ciudad, invitando al
vecindario a acompañar al regidor Matías Ciris a cargo del Real Estandarte. Don José Domingo y
doña Martina asistieron, sin duda, a la devota celebración.

En 1806, cuando Esteban contaba sólo nueve meses, Gran Bretaña intentó por vez
primera la conquista de Buenos Aires. Fracasado el plan, el ataque se repitió en 1807 y
nuevamente el patriotismo de Santiago Liniers salió al encuentro de los invasores. Los combates
se sucedieron en la iglesia de Santo Domingo, en la Residencia y en el Retiro. Liniers logró triunfar
del enemigo y fue nombrado Virrey Gobernador y Capital General interino.

En versos clásicos, el Capitán de la Legión de Patricios, Vicente López y Planes, celebró la


victoria con un poema heroico al que tituló El Triunfo Argentino.

Hijo de Apolo tu sublime acento


suspende un tanto, mientras el furor mío
lanzándolo del pecho, a su sosiego
torno mi espíritu hora enardecido.
Mi trompa es débil, celestial la tuya.
Por eso teme el acorrerme Clío.
Mas el triunfo alto de mi patria amada
al alma inspira ardor desconocido:
déjamelo cantar, deja que ceda
esta vez mi rubor al patriotismo;
grata a mis votos, ven, divina Musa,
bate tus alas, baja del Olimpo,
y pues enseñas a cantar proezas,
anime tu favor mi plectro tibio.

Mientras tanto, el hogar de los Echeverría se acrecentaba con el nacimiento, el 20 de


enero de 1807, de María del Carmen Petrona Martina y de Dionisia Josefa de la Encarnación el 24

5
Libro sexto de Bautismos de personas españolas. Parroquia de la Inmaculada Concepción de Buenos Aires. Octubre
7, 1804 - Agosto 1, 1811, p. 59.
8
9

de marzo del año siguiente. El 21 de febrero de 1809 verá la luz José Félix, el menor de los
6
hermanos de Esteban.

En 1808 Napoleón I, emperador de los franceses, impuso a su hermano José Bonaparte


como rey de España e Indias. En el Río de la Plata algunos osados pensaron instalar una
monarquía constitucional que librase al Virreinato del tutelaje español. Manuel Belgrano procuró
formar un partido en favor de la infanta Carlota Joaquina, hermana de Fernando de Borbón y
esposa de Juan de Portugal.

A fines de 1809 el virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros resolvió abrir el puerto de Buenos
Aires al comercio con Inglaterra. En mayo de 1810 llegaron noticias de la toma de Andalucía por
las tropas napoleónicas y del sitio de Cádiz: la Junta de Sevilla terminó por disolverse y con ella el
foco representante de la soberanía de Fernando VII.

Habiendo sido desplazado Cisneros del mando por la mayoría de votos en el Cabildo
Abierto del 22 de mayo de 1810, el día 25, a nombre del pueblo, se constituyó en Buenos Aires la
Junta Provisional Gubernativa de la Capital del Río de la Plata, que juró la conservación de los
dominios pertenecientes al monarca cautivo de Francia. Cornelio de Saavedra era su presidente y
oficiaban de secretarios Mariano Moreno y Juan José Paso. “Es indudable que Buenos Aires
estaba en su derecho estableciendo una Junta -opinará Echeverría en algún momento de su vida-,
porque desquiciado el poder central de la Península, como decían los publicistas de la época,
retrovertía al origen de ese mismo poder, es decir, al pueblo”. 7

Las expediciones militares dieron comienzo de inmediato a las guerras por la


independencia. Casi paralelamente, las confrontaciones civiles, fruto del choque entre el principio
de Mayo, progresivo y democrático, y el colonial, retrógrado y contrarrevolucionario, dividirán en
dos bandos a la tierra argentina y la ensangrentarán por varias décadas. 8 “Pero en la cabeza de
los revolucionarios de Mayo, explicará Esteban, el gobierno a nombre de Fernando era una ficción
de estrategia política exigida por las circunstancias. El sentimiento del país por la independencia no
se había pronunciado abiertamente sino en Buenos Aires y era necesario tentar la disposición del
pueblo de las provincias acostumbrado a venerar por tradición y educación el régimen antiguo, y
9
no chocar tan de frente con hábitos y preocupaciones envejecidas”.

A fines de 1810 los diputados provinciales conformaron la Junta Grande. Entre 1811 y
1814 dos Triunviratos ejercieron el ejecutivo en las Provincias Unidas. La Asamblea General
Constituyente reunida en 1813 creó luego el cargo de Director Supremo que ejerció una suerte de
poder nacional hasta la llegada del fatídico año XX. 1820 será el fin del régimen directorial y del
Congreso nacido en Tucumán en 1816.

Ajeno a los vaivenes de la política criolla el niño Esteban disfrutaba de su inocencia junto a
sus hermanos por las polvorientas y alejadas calles del barrio del Alto. Nydia Lamarque ha trazado
un delicado cuadro de estos primeros años. “En las ventanas, detrás de las rejas voladas, las

6
Ibídem, pp. 126, 174 y 219.
7
El pensamiento de Mayo. Antecedentes y primeros pasos de la Revolución de Mayo. Echeverría, Esteban, Obras
Completas, Ediciones Antonio Zamora (Colección Argentoria, vol I), 1ra. edición, Bs. As, 1951, p. 331. Salvo indicación
en contrario, se ha utilizado la citada edición para la confección del presente trabajo, reproduciendo de la misma
fragmentos en prosa y en verso.
8
Mayo y la Enseñanza Popular en el Plata. Ibídem, p. 333.
9
El pensamiento de Mayo. Antecedentes y primeros pasos de la Revolución de Mayo. Ibídem, p. 329.
9
10

muchachas porteñas cosían o bordaban charlando de sus amores, o de las batallas del Alto Perú,
o de las amenazas y desórdenes de los montoneros. Al divisar al niño, le sonreirían con sus labios
alegres y sus pardos ojos melancólicos, y lo llamarían quizás para hacerle una caricia o regalarle
cualquier confitura hecha por las monjas. Los grandes zaguanes estaban abiertos, y desde el
interior, desde los patios embaldosados y las huertas, bajaba hasta la calle en espesas vaharadas
el aroma de las diamelas y de los azahares. En el corazón prematuramente sensible, aquellas
10
primeras impresiones no se borrarían jamás”.

A la edad de diez años perdió a su padre. Un tutor lo tomó a su cargo y le amargó la niñez.
Durante su estadía en París (1826), escribirá a su hermano José María, confesándole: “Nuestras
desgracias, mi viaje, las negras sombras y melancolías que han abatido mi alma y hecho casi un
hábito en mi corazón han sido adquiridas durante la mansión en su casa; sin embargo -continúa-
11
mi espíritu se va disipando ya de esas sombras infundidas en mi infancia por un déspota”. En el
año 1816 y hasta 1818, asistió junto a sus hermanos José María y Félix, a las clases brindadas por
el maestro Juan Alexo Guaus en la escuela pública de San Telmo dependiente del Cabildo de
Buenos Aires. A la misma concurrían más de 180 niños, entre ellos Daniel Torres, futuro médico de
Bernardino Rivadavia. Recibió allí lecciones de lectura, escritura, gramática, aritmética, doctrina
12
cristiana y política.

A los quince años fue víctima de un hecho bochornoso que empañó su juvenil figura. Más
tarde recordará ciertos “amoríos de la sangre, un divorcio y puñaladas en falso” que
escandalizaron a medio barrio. Por aquellos años las habladurías de los vecinos se centraron
sobre su “atomística persona”. 13

Ya mozo, y en sus andanzas por el barrio, Echeverría se procuró siempre de su fiel


compañera la guitarra, con la que ejecutaba cielitos en los bailes arrabaleros. En Europa,
perfeccionará sus conocimientos enrolándose en la escuela del maestro Sor. Ya poeta, la vihuela
oficiará de inspiración, y antes de volcar al papel sus melancólicas composiciones, les dará forma
14
por entre las armonías nacidas del instrumento.

Tú que has sido siempre


Mi fiel compañera,
Justo es que te cante
Sonora vihuela
La dulce armonía
Que exhalan tus cuerdas,
Cuando enajenada
Te pulsa mi diestra.
Justo es que celebre
Mi Musa halagüeña,

10
Lamarque, Nydia, La niñez de Echeverría. Verbum, revista del Centro de Estudiantes de Filosofía y Letras, nro. 86,
año XXX, Bs. As, mayo de 1937, pp. 49-50.
11
Carta de Echeverría a su hermano José María. París, marzo 22 de 1826. Palcos, Alberto, Historia de Echeverría,
Emecé Editores S.A, Bs. As, 1960, p. 228.
12
Ibídem, p. 14.
13
Carta de Echeverría a Juan María Gutiérrez. Bs. As, julio 5 de 1836. Lanuza, José Luis, Echeverría y sus amigos,
Editorial Paidos S.A.I.C.F. (Col. Letras Argentinas Paidos, nro. 6), Bs. As, 1967, pp. 102-103.
14
Gutiérrez, Juan María, Noticias biográficas sobre Don Esteban Echeverría. Echeverría, Esteban, Obras Completas, p.
116.
10
11

Pues endulza siempre


15
Mis amargas penas.

Doña Martina Espinosa de Echeverría murió en 1822. Esteban, creyéndose culpable del
infausto, entró en profunda crisis. La mujer renunció a todo alimento y perdió sus fuerzas poco a
poco. “¡Qué desdichado seré si pierdo a esta buena madre! ¿Quién será mi mentor y mi guía en el
camino del mundo? Tiemblo al pensarlo solamente. Sin experiencia en la edad de las pasiones,
devorado de mil deseos, ¿quién será mi consejo? ¿Quién me ayudará a retener estos impulsos
violentos del corazón y me hará oír la voz de la razón en medio de la tormenta de las pasiones?
¿Quién me emulará en mis estudios y me enseñará el camino por donde se llega a la ilustración?
¿Quién será, en fin, mi verdadero amigo?” Los excesos cometidos por el inexperto muchacho,
producto de su relación con una mujer que lo sedujo, fueron la causa de la enfermedad de su
madre. El hijo, afanado en prodigarle cuidados, pasaba días y noches junto al ser amado. “‘Hijo, yo
me muero; la Providencia me llama a su seno... Ya mi hora va a sonar: tú quedas solo en el
mundo... No te olvides de mis lecciones... Eres joven; no te dejes arrastrar por tus pasiones... El
hombre debe abrigar aspiraciones elevadas. La Patria espera de sus hijos: ella es la única madre
que te queda (...)’ y la palabra expiró en su garganta y la expresión de su fisonomía y de sus ojos
me dijeron el resto con voz callada y elocuente”. 16

Luego de la muerte de doña Martina, para mitigar un tanto su dolor y restablecer la salud,
pasó algún tiempo en una estancia, un paraje desierto y solitario, habitado por gentes sencillas y
hospitalarias. Cabalgó con gusto por la extensa verdura, dando rienda suelta a su rápido caballo,
como lo haría años más tarde durante sus frecuentes paseos por la quinta de Piñeiro ubicada del
otro lado del Riachuelo. 17 Entregado a la meditación pasó momentos deliciosos. Logró olvidar sus
penurias, participó del rodeo del ganado, contempló a los animales y a la naturaleza. Por aquellos
meses sus lúgubres pensamientos parecieron quedar adormecidos. La brisa pampa, los ranchos,
el desierto en definitiva, abrieron su mente a una especie de pasajera felicidad. 18

La desaparición de la madre trastornó la existencia de los hermanos Echeverría. De nada


sirvió el que se esforzasen por cumplir con sus deberes y que observasen con la gente una
conducta ejemplar. Las cosas más amadas fueron alejándose de los jóvenes, que se tornaron
insociables. Quedaron olvidados los principios de educación legados de los padres y pronto se
alejaron de los amigos queridos. El peso mayor pareció recaer sobre José María quien llegó a
enfermarse. Félix, en cambio, frecuentó malas compañías y recibió peores ejemplos. 19 Esteban
era conocido por muchos como “carpetero, jugador de billar y libertino”. 20 Siguiendo su inconcluso
Peregrinaje de Gualpo podemos suponer que esos años fueron turbulentos y albergaron una “vida
disipada” que siempre mantuvo en secreto. Había experimentado los “desengaños del mundo” y
juzgado como “deleznables y efímeras” a las ilusiones y placeres. Su juvenil existencia fue
21
“licenciosa y agitada por mil tormentos”.

15
A mi guitarra.
16
Cartas a un amigo, Obras Completas, pp. 517-518.
17
Obligado, Pastor S, Rasgos biográficos de Esteban Echeverría, La Nación Argentina, Bs. As, Octubre 18 y noviembre
19 de 1862.
18
Cartas a un amigo, Obras Completas, pp. 521-522.
19
Carta de Echeverría a su hermano José María. París, marzo 22 de 1826. Palcos, Alberto, ob. cit, p. 228.
20
Carta de Echeverría a Juan María Gutiérrez. Bs. As, julio 5 de 1836. Lanuza, José Luis, ob. cit, pp. 102-103.
21
Peregrinaje de Gualpo, Obras Completas, pp. 447-448.
11
12

Esteban y Félix se inscribieron en el Departamento de estudios preparatorios de la


Universidad de Buenos Aires. La institución, fundada en 1821, y debida a la gestión progresista del
gobernador de la provincia, Martín Rodríguez, y de su ministro de Gobierno y Relaciones
Exteriores, Bernardino Rivadavia, era regida por el doctor Antonio Sáenz, incesante promotor de la
educación pública. Por decreto del 8 de febrero de 1822, la universidad fue dividida en seis
departamentos: de primeras letras, de estudios preparatorios, de ciencias exactas, de medicina, de
jurisprudencia y de ciencias sagradas. Ejercieron el magisterio, entre muchos, Juan Manuel
22
Fernández de Agüero, Felipe Senillosa, Cosme Argerich y Vicente López y Planes.

En las Noticias biográficas publicadas con motivo de la aparición del quinto volumen de las
Obras Completas de Echeverría (1874), Juan María Gutiérrez cayó en el error de afirmar que
Esteban se inscribió en el Colegio de Ciencias Morales, el cual abrió sus puertas recién en mayo
de 1823, como continuador del antiguo Colegio de la Unión del Sud, siendo Miguel Belgrano su
23
primer rector. En algún momento de su vida, el propio poeta incurrió en idéntico desliz. Por otra
parte, Colegio y Departamento funcionaron como organismos diferentes, siendo el primero un
24
internado.

Dentro de ese mismo año de 1822, Esteban y Félix asistieron a la escuela de dibujo de la
Universidad que dirigía el maestro sueco José Guth, radicado en el país desde 1817. En el bienio
1822-1823, el futuro poeta cursó latín y filosofía. Fueron sus profesores Mariano Guerra y Juan
Manuel Fernández de Agüero. Este último, sacerdote español doctorado en San Felipe de
Santiago de Chile, fue el primer profesor de filosofía de la universidad porteña, actuando entre
1823 y 1824 como diputado en la Junta de Representantes de la Provincia. Ha dicho Gutiérrez que
Agüero “bajó a Jesucristo del altar y lo colocó entre Platón y Sócrates llamándole ‘el filósofo de
25
Nazaret’ ”. En las aulas se enseñaba por entonces la ideología de Destutt de Tracy y el
utilitarismo de Bentham, de los que se apartaría luego Esteban al tomar por los carriles del
26
espiritualismo. Más tarde se lamentará el poeta de la dirección que dieron a las “inteligencias
27
jóvenes” las doctrinas materialistas y ateas explicadas que desconocían la noción del deber. En
latinidad, Echeverría se distinguió de entre sus condiscípulos, mientras que en ideología, lógica y
metafísica dio “pruebas repetidas de talento, juicio y aplicación”. 28 En los Rasgos Biográficos
escritos por Pastor S. Obligado en 1862 el mismo expresa: “Con satisfacción hemos recorrido en
los certificados del joven discípulo notas que lo honran altamente, recomendaciones de moralidad
y distinción, que parece que descubrieran desde aquellos primeros pasos el genio del poeta, del
29
hombre recto, del ciudadano moral”. ¿Habría por entonces terminado en aquel joven su vida
calavera, de acuerdo a una contracción al estudio voluntariamente impuesta?

Buenos Aires se movía al impulso rivadaviano y tornaba su vista a la distante Europa.


Numerosas sociedades culturales y científicas abrieron sus puertas. El Banco de Descuentos,
facultado para emitir moneda, y la Caja de Ahorro comenzaron sus actividades. A la ley de
enfiteusis de tierras públicas siguió la firma en Londres de un empréstito de cinco millones de

22
Piccirilli, Ricardo, Rivadavia y su tiempo, tomo II, Ediciones Peuser, 2da. edición, Bs. As, 1960, p. 44.
23
Ibídem, p. 40.
24
Palcos, Alberto, ob. cit, p. 17.
25
Coronado, Héctor R, Ideas educacionales de Esteban Echeverría. Doctrina Política de la Asociación de Mayo,
Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires (Investigaciones del Seminario de Ciencias Jurídicas y
Sociales, XXV), Sección Publicaciones del Seminario de Ciencias Jurídicas y Sociales, Bs. As, 1939, p. 365.
26
Palcos, Alberto, ob. cit, pp. 17-18, 22.
27
Avellaneda, Canto Segundo, nota 6, Obras Completas, p. 762.
28
Gutiérrez, Juan María, Noticias biográficas, Obras Completas, p. 105.
29
Obligado, Pastor S, ob. cit, Octubre 11 de 1862.
12
13

pesos cuyo objetivo era construir el puerto de la ciudad y la instalación de aguas corrientes y
desagües cloacales. Una comisión especial tuvo por objeto la contratación de artesanos europeos.
El gobierno inició campañas militares contra los indios. En marzo de 1823 una expedición de 2.500
hombres llegó al arroyo Tandil y, al año siguiente, un nuevo contingente alcanzó las cercanías de
Bahía Blanca.

A fines de 1823, y por razones ajenas a su voluntad, Echeverría abandonó los claustros.
Ya por entonces, una enfermedad cardíaca le daba los primeros síntomas. El 4 de septiembre de
1824, apenas cumplidos los diecinueve, entró como dependiente de aduana en casa de Sebastián
Lezica y hermanos. Aprendió en los almacenes y el 1 de junio del año siguiente pasó a
30
desempeñar funciones en la Sección Aduana. Cuenta Gutiérrez que en los ratos libres, tomaba
lecciones de francés, leyendo en ese idioma historia y poesía. Como se ve, las ocupaciones del
31
empleo no pudieron disminuir en el joven sus deseos de estudio y superación personal. Idéntico
a Sarmiento. Dice el sanjuanino en sus Recuerdos de Provincia que siendo empleado en una
tienda, y después de asearla por las mañanas, leía con tanta atención que hacía exclamar a una
transeúnte: “¡Este mocito no debe ser bueno; si fueran buenos los libros no los leería con tanto
ahínco!” 32 Destino de lector profundo el de estos dos personajes de la cultura argentina.

El dueño de la casa de comercio, gran amigo de Rivadavia, y Félix Piñeyro, estimularon en


33
Esteban el deseo de viajar a Europa. Lezica le dispensó al joven todo su apoyo, al punto de
34
abrirle un crédito en la ciudad de París. Gutiérrez concluye por pensar que tal viaje fue el
resultado del triunfo de la razón y de las aspiraciones de perfección en la lucha moral que, por
entonces, el joven libraba en su alma y que luego reflejaría en la prosa reunida bajo los títulos de
Peregrinaje de Gualpo y Cartas a un amigo y en el extenso poema El Ángel Caído. 35

Cumplidos los veinte años, podía decirse que Echeverría se encontraba solo en medio de
una ciudad de aún modesta apariencia. La muerte temprana de sus padres había dejado el hogar
trunco. La aparición del indeseable tutor, los estudios interrumpidos y la suerte de sus hermanos
preocuparon su joven existencia. Dentro de su entorno surgió el ofrecimiento de un viaje hacia la
cultura, de un alejarse del universo tan limitado por calles conocidas, y no hubo más que aceptar. Y
Esteban aceptó. Tan sólo restaba esperar que transcurriesen los inmensos días por sobre las
aguas para arribar al espectáculo de la Europa invencible, de la Francia soñada. Dentro de poco,
Buenos Aires no sería sino un punto negro edificado de hispánicas siluetas que había trocado- no
hacía mucho- el rojo y gualda por el definitivo azul-celeste y blanco.

Adiós, patria querida,


Adiós mis dulces lares,
Que a los inquietos mares
Voy mi esperanza a dar.
De espinas y de rosas
El voluble destino
30
Cháneton, Abel, Retorno de Echeverría, Editorial Ayacucho (Biblioteca de la Sociedad de Historia Argentina, vol. XV),
Bs. As, 1944, p. 35.
31
Gutiérrez, Juan María, Noticias biográficas, Obras Completas, p. 105.
32
Sarmiento, Domingo Faustino, Recuerdos de Provincia. Obras Completas, vol. III, Editorial Luz del Día, Bs. As, 1948,
p. 164.
33
Palcos, Alberto, ob. cit, p. 19.
34
Carta de Echeverría a Sebastián Lezica. Bahía, diciembre 14 de 1825. Ibídem, p. 222.
35
Gutiérrez, Juan María, Noticias biográficas, Obras Completas, p. 106.
13
14

De mi aurora el camino
Adornará falaz.
...
Voy lejos de tu seno
En extrañas regiones
De las cultas naciones
El brillo a contemplar;
Y allá entre las cenizas
De los tiempos que fueron
Y que al suelo cayeron,
La ciencia a meditar. 36

VIAJE A FRANCIA
36
Adioses a la patria, del poema Peregrinaje de Gualpo.
14
15

En la madrugada del 18 de octubre de 1825, el bergantín Joven Matilde se puso a la vela


rumbo a Burdeos. 37 Toda su juventud “debió pasar por su memoria, preñándole de sangre el
corazón y de lágrimas los ojos, cuando vio perderse en el horizonte del Plata, allá a la popa de la
38
nave en marcha, las torres coloniales de la aldea natal, que tanto amaba”.

A bordo, a bordo, dice, y abandona a las ondas su suerte y sus esperanzas. Con la aurora
flotan las velas de su navío que surca orgulloso por los senos argentados del Plata llevando al
peregrino. El júbilo vaga por el semblante de Gualpo y parece que al pisar sobre el húmedo
elemento encuentra lo que anhelaba. Envuelto en su ancho manto y sentado en la proa del navío,
ora su vista espacía por el inmenso cielo, ora cubre su faz y da curso a sus pensamientos. Su aire
silencioso y pensativo llama la atención de los marinos que lo miran con cierto respeto y como a un
ser misterioso y sobrenatural. Entretanto el navío avanza más y más, ayudado por un pampero
favorable, y él, cuando ya ve que la faz de su tierra natal se confunde con las nubes, dirige el adiós
39
postrero a su patria.

Como consecuencia del mal tiempo y de los vientos contrarios, amén de un temporal que
inutilizó la embarcación, el buque debió encallar en el puerto brasileño de Bahía el 1 de diciembre.
Enterado de que la reparación del mismo insumiría varios meses, Echeverría resolvió embarcarse
en la fragata francesa Aquiles, que partiría para el Havre de Gracia en algo más de dos semanas.
Viajará en compañía de los sabios suizos Longchamps y Rengger, que le facilitaron algunos
fondos para el pasaje y transporte del Havre a París y con quienes conservaría por años una
amistad sincera. Estos médicos naturalistas, miembros de la Sociedad Helvética de las Ciencias
Naturales, fueron los autores de un Ensayo histórico sobre la revolución del Paraguay y el gobierno
40
dictatorial del doctor Francia, traducido en Montevideo por Florencio Varela. “El tiempo vuela -
escribió Esteban a Lezica-; y mi edad y estado me valen más un día, que mucho tiempo al que fijó
41
su carrera y cuyas aspiraciones se limitan al círculo estrecho de sus obligaciones”.

El viaje le ha sido muy penoso, pasando gran parte del tiempo mareado y llegando a
debilitarse al extremo de guardar cama. Sin embargo su fuerza moral pudo más que los temores y
que la debilidad física: recuperó peso y superó la prueba. “La fatalidad ha precedido mi viaje, y me
ha sujetado a sus caprichos; pero no me acobardo, porque sé acomodarme a ellos”, escribía
desde Bahía a su hermano José María el 14 de diciembre. Le preocupaba retrasar tanto su llegada
a Francia y el inicio de sus estudios. Aprovecharía al máximo la ventaja de residir junto a los
científicos suizos por quienes tenía verdadera estima. “Me dispensan su confianza y amistad, y
hacen todo lo posible en mi obsequio”. 42

Su residencia en Bahía fue muy estrecha, pagaba dos pesos diarios por casa y comida.
Pese a su estado, seguía con atención los avatares de la guerra que los “bravos orientales” habían

37
El viaje a Francia también pudo haberse hecho a bordo del bergantín francés Jenny, despachado el 15 de octubre de
1825 para Saint-Malo, siendo su consignatario Sebastián Lezica. El Archivo General de la Nación conserva el siguiente
registro: “Pasajeros. Interior y Exterior-1825-1827-1825. Octubre 15-Esteban Echeverría. Profesión: comercio; origen:
Bs. As. Destino: Burdeos; buque: bergantín francés Jenny”. Cháneton, Abel, ob. cit, p. 36.
38
Rojas, Ricardo, La iniciación romántica (1830-1840). Historia de la Literatura Argentina, Tercera parte: Los proscriptos
I, Obras Completas de Ricardo Rojas, vol 5, Editorial Losada S.A, 1948, p. 162.
39
Peregrinaje de Gualpo, Obras Completas, pp. 448-449.
40
Gutiérrez, Juan María, Noticias biográficas, Obras Completas, p. 108.
41
Carta de Echeverría a Sebastián Lezica. Bahía, diciembre 14 de 1825. Palcos, Alberto, ob. cit, pp. 222-223.
42
Carta de Echeverría a su hermano José María. Bahía, diciembre 14 de 1825. Ibídem, pp. 223-224.
15
16

iniciado contra el Imperio del Brasil. Su alma se llenó de júbilo ante los triunfos del Rincón de las
Gallinas y de Sarandí. Consideraba que don Pedro I era un imbécil y un déspota orgulloso. En la
correspondencia le informaba a su hermano de los movimientos de tropa y buques preparados
contra las Provincias Unidas, aunque no perdía cuidado. “Son soldados muy nuevos, y por
consiguiente nada aguerridos; además no son jinetes para nuestros caballos”. 43

Si bien Echeverría permaneció sólo algunas semanas en tierras brasileñas, las mismas
fueron suficientes para que el viajero pudiese contemplar y describir la naturaleza y los paisajes del
país carioca. A la magnífica riqueza de su suelo, sin embargo, debió oponer con repugnancia una
monarquía decrépita y la institución vergonzante de la esclavitud. Era el hombre sin dignidad que
sumergía su existencia en medio del clima feliz.

Ora el banano descuelga sus anchas y verdosas hojas; ora la palma su empinado cuerpo
de cuya cabeza penden como una cabellera sus ramas frondosas; ora la piña embalsamada y
deliciosa, y otros millares de frutos que dan el sustento al hombre. Aquí el naranjo coposo
tachonado de bolas de oro, allí el plátano frondoso de cuyos senos penden sus frutos aromáticos y
sabrosos. Admira la naturaleza siempre viva, siempre fecunda e inagotable -ese verano perpetuo-,
ese cielo libre de las angustias de hielo consumidor.

(...) Todo lo que hay es obra de la naturaleza, y grande, maravilloso y eterno como ella (...)
Alrededor se deslizan con dulce murmullo mil arroyuelos transparentes que levantando y
arrastrando las guijas, forman una melodía apacible (...) Pero Gualpo ve con dolor al lado de esta
naturaleza tan hermosa y tan fecunda al hombre degradado hasta confundirse con los brutos
salvajes (...) Mientras que en el resto de la América los tronos se han derrocado y los Monarcas
perdido su omnipotencia e infalibilidad, en el Brasil domina orgulloso un cetro semejante a los que
abruman al viejo mundo, y aparece como una mancha en medio de las águilas republicanas, esta
ave muelle y afeminada (...)

Otro espectáculo más desolante llena de angustia el corazón de Gualpo. Ve aquí los
miserables descendientes del África sirviendo de pábulo a la concupiscencia de los hombres. Ve
aquí las víctimas desgraciadas del egoísmo y de la ambición del oro de los europeos. La
humanidad ajada y una gran parte de nuestros semejantes tratada como bestias de carga. África
44
miserable, ¡cuándo dejarás de ser la presa ignominiosa de la ignorancia y la estupidez!

La Aquiles salió de Bahía el 22 de diciembre, llegando a Pernambuco el día de fin de año.


1826 se inició con la declaración de guerra de la Argentina al Brasil. La posesión de la Banda
Oriental había motivado el enfrentamiento con el Imperio. En efecto, el 19 de abril de 1825 el
coronel Lavalleja y un grupo de hombres que pasarían a la historia como los Treinta y Tres
Orientales, desembarcaron en La Agraciada y sitiaron Montevideo un mes más tarde. En agosto, la
Asamblea de la Florida declaró a la Banda Oriental unida a las Provincias del Río de la Plata.
Septiembre y octubre se vieron coronados por los triunfos de las armas en Rincón y Sarandí. La
guerra se precipitó y en diciembre el almirante Rodrigo José Ferreira Lobo inició el bloqueo de
Buenos Aires. Carlos María de Alvear se dispuso invadir el sur del Brasil y el gobierno confió una
pequeña escuadra a la pericia del almirante Guillermo Brown. Echeverría creyó llegada la época de
derramar nuevamente la sangre de compatriotas con la que fertilizar al suelo americano, para
sembrar -en definitiva- la libertad o la muerte. “El Argentino se dispone a desterrar de América el
pestífero aliento de los tronos”. Las victorias logradas en Bacacay, Ituzaingó, Camacuá, Yerbal ,
43
Ibídem, pp. 224-225.
44
Peregrinaje de Gualpo, Obras Completas, pp. 454-455.
16
17

Los Pozos y Juncal así parecieron afirmarlo, aunque muy pronto la política resolviese lo contrario.
Refiriéndose al Brasil, Esteban decía a José María el 18 de enero: “Este país está guarnecido por
tropas extranjeras al servicio del Emperador, porque temen una revolución. Los hijos del país no
aguardan sino momentos favorables para sacudir al yugo, y lo mismo sucede en las Provincias
desde Bahía al Norte. Las circunstancias del Emperador deben ser apuradas, cuanto por el Sud se
despliegan los elementos de la América para abrazarlo y por el Norte se enciende el fuego de la
45
Revolución”.

La estadía en Pernambuco fue tan parca como las semanas pasadas en Bahía. Sus
gastos sólo se redujeron al lavado de la ropa y a unos cocos de refresco. La fragata dejó la costa
brasileña el 22 de enero a las dos de la tarde para fondear en el Havre de Gracia el 27 de febrero.
Esteban permaneció allí tan sólo ocho días, ya que el 6 de marzo de 1826 arribaba a París, meta
de su viaje. Llevaba consigo una reducida colección de libros: algo sobre gramática francesa, las
lecciones matemáticas de Avelino Díaz, la Retórica de Blair, una carta geográfica de la Argentina y
un ejemplar de La Lira Argentina, la colección de poesías patrióticas que le serviría para tomar sus
46
primeras lecciones de versificación castellana. El 15 de marzo escribió a Alfredo Bellemare en
agradecimiento por la hospitalidad brindada durante su corta residencia en Havre. “Los ratos
47
agradables que Ud. me procuró en ese país, son escenas de placer cada vez que los recuerdo”.

Gobernada desde 1824 por Carlos X, hermano de Luis XVI, Francia había sido despojada
de todos los estados por ella creados durante la Revolución y el Imperio. El Congreso de Viena,
reunido al salir Napoleón Bonaparte de escena, reorganizó el continente europeo según un
sistema de equilibrio. Inglaterra, Francia, Rusia, Austria y Prusia armonizaban el conjunto. En este
molde, apareció y triunfó el movimiento romántico francés que, originado en la Alemania del siglo
XVIII, pretendió terminar con las ataduras de la forma clásica grecorromana, inspirándose en
asuntos medievales y modernos, cantándole a cada país y a sus costumbres. En el romanticismo
predominaba la acentuación por el fondo más que por la superficie, la intuición y el sentimiento
enfrentaban a la razón y al análisis, era la atracción por lo irracional, por lo oculto, por lo interno y
48
lo dramático. François René Chateaubriand, iniciador de tal escuela en Francia, había lanzado
sus obras El genio del cristianismo (1802) y el poema Los Mártires (1809). Seguirían luego,
Alphonse de Lamartine con sus Meditaciones (1820), que agotaron ocho ediciones en menos de
dos años, y Víctor Hugo con el Prefacio de Cromwell (1827), el drama Hernani (1830) y la novela
Nuestra Señora de París (1831).

Al arribo de Echeverría París vivía un “decenio renovador”, al decir de Rafael Alberto


Arrieta. La literatura francesa había iniciado en 1820 una fructífera década. En 1822 Alfred de
Vigny comenzó a publicar. Un año después fue lanzada la revista La Muse Française y en 1824 Le
Globe. El Cènacle de los hermanos Deschamps se vio reforzado por el salón de Charles Nodier,
que reunió a los destacados Lamartine, Vigny, Hugo, Saint-Beuve, Delacroix, Dumas y Musset. La
sociedad revalorizó la casi oculta figura del genial William Shakespeare. Así lo demostraron Hugo
con su Cromwell, Alejandro Dumas con el drama Henri III et sa cour y Vigny con Le More de
49
Venise, traducción en verso del Otelo.

45
Carta de Echeverría a su hermano José María. Pernambuco, enero 18 de 1826. Palcos, Alberto, ob. cit, pp. 225-226.
46
Gutiérrez, Juan María, Noticias biográficas, Obras Completas, pp. 107-108.
47
Carta de Echeverría a Alfredo Bellemare. París, marzo 15 de 1826. Palcos, Alberto, ob. cit, p. 227.
48
Ferrater Mora, José, Diccionario de filosofía, tomo IV, Alianza Editorial S.A, 3ra. edición, Madrid, 1981, p. 2883.
49
Arrieta, Rafael Alberto, Esteban Echeverría y el romanticismo en el Plata. Historia de la Literatura Argentina, tomo II
(Dir: Rafael Alberto Arrieta), Ediciones Peuser, Bs. As, 1958, pp. 26-30.
17
18

El lirismo romántico había arrojado la primera piedra contra los “poemas áulicos”, las
“elegías bobas” y los “cantos épicos de cartón de piedra” que proliferaban desde los años del
Imperio. Algo nuevo se afirmaba con “una poesía elegíaca, de estados de ánimo, de vaguedades,
desencantos, tristezas y exaltaciones”. Los poetas románticos hicieron “mucho ruido, manotearon
incansablemente, llenaron el mundo de gritos y quejas, exhibieron su corazón al desnudo con un
impudor desconocido hasta entonces. Y en su herencia, sonora y desigual, nos han dejado un
puñado de versos admirables (...) y unas actitudes extremosas que contribuyeron no poco a que la
50
sensibilidad de hoy sea lo que es”.

Instalado en la capital francesa, Echeverría consiguió habitación gracias a la influencia de


Héctor E. Varaigne, corresponsal del gobierno argentino en esa ciudad y relacionado con
Sebastián Lezica. Cien francos mensuales le procuraban alimentación y techo. Pero como su viaje
obedecía a estudio, púsose en contacto inmediato con el ámbito cultural de la Ciudad Luz. En ese
mes de marzo, ingresó a la institución Ateneo, en donde se dictaban cursos nocturnos sobre varias
ciencias. No obstante esto, se procuró un maestro particular de matemáticas y aseguró su entrada
a una escuela de dibujo. 51 ¿Estudió en el colegio de la Sorbona? Pastor S. Obligado, que escribió
una extensa biografía del poeta con documentación brindada por Gutiérrez y José María
Echeverría, aseguró que Esteban frecuentó “por cerca de cinco años los primeros maestros” de
52
aquella famosa casa del siglo XIII. Por su parte, Gutiérrez explicó que al retornar a Buenos Aires
dejaba inconclusos estudios de economía política y de legislación emprendidos “de una manera
53
formal” en la Universidad de París. Alberdi aseguró luego que Echeverría trató en los salones de
Laffite, que frecuentaba, a eminentes publicistas de la época, tales como Benjamín Constant y
54
Destutt de Tracy.

Vivía provisoriamente en casa de M. Davel, esperando pronto mudarse al hogar de una


55
familia en donde recibiría el trato de un hijo, debiendo pagar una mensualidad de veinte pesos.
Echeverría creía un deber dar cuenta de todos sus pasos en París a Sebastián Lezica, el protector
que fuera tan benévolo a la hora de animar sus ideas. Sus recomendaciones pudieron valerle los
favores de los señores Larrea y Varaigne. Bajo la dirección de éste último había emprendido sus
estudios. Estudiaba geografía dos veces por semana, viéndose en la necesidad de pedir un
incremento de quinientos francos para su manutención, que se sumaban a los dos mil quinientos
convenidos originariamente. La lejanía no le hacía olvidar la guerra en la que se había
comprometido su país: deseaba terminar con la monarquía y anhelaba una insurrección que
culminase, de una vez, con el reinado de don Pedro. Los rumores consignaban que el mismo
Simón Bolívar sostendría la causa de la Argentina e invadiría el “corazón del Brasil” ayudando a un
56
levantamiento que derrocase a la corona. Es interesante consignar el comentario que Esteban
dirigió a su hermano en cuanto a la visión que se tenía de las Provincias Unidas en tierras del Viejo
Mundo. “Nuestro país tiene un gran crédito en Europa; por todas partes resuena la fama de
Buenos Aires y un gran número de familias artistas, y de hombres de instrucción se preparan a
emigrar a ese país. Nuestras sabias instituciones, y la grande opinión del que las formó -es decir
de Bernardino Rivadavia- han producido este efecto admirable”. En su madurez, cambiando de

50
Pujol, Carlos, Introducción a Poetas románticos franceses, Editorial Planeta S. A. (Col. Clásicos Universales Planeta,
vol. 192), Barcelona, 1ra. edición, 1990, XIII-XXII.
51
Carta de Echeverría a su hermano José María. París, marzo 22 de 1826. Palcos, Alberto, ob. cit, p. 227.
52
Obligado, Pastor S, ob. cit, octubre 11 y noviembre 29 de 1862.
53
Gutiérrez, Juan María, Noticias biográficas, Obras Completas, p. 117.
54
Obras Completas, tomo V, Carlos Casavalle editor, Bs. As, 1874, LXXXIX.
55
Carta de Echeverría a Felipe Pineyro. París, marzo 22 de 1826. Palcos, Alberto, ob. cit, p. 230.
56
Carta de Echeverría a Sebastián Lezica. París, marzo 28 de 1826. Ibídem, p. 230-232.
18
19

opinión, achacará al Partido Unitario una gran responsabilidad en la crisis que precederá al
57
advenimiento de Juan Manuel de Rosas.

Tratando de echar más luz sobre este período de la vida de Esteban, su biógrafo Gutiérrez,
que no llegó a conocer la serie de cartas de las que nos valemos para reconstruir su estadía
europea, explicaba lo siguiente: “Echeverría no se complacía en referir historias de sus viajes, ni
las anécdotas de su permanencia en París, y según hemos podido comprender, pasó allí años
enteros tan absorbido en el estudio, que poca razón habría podido dar de las cosas que en la
capital de Francia llaman de preferencia la atención de los viajeros comunes”. En cuanto al plan de
estudios seguido por el porteño se nos relata que “fue acertado, y lo llevó a cabo con una
laboriosidad y en una extensión que admira, y sólo puede creerse teniendo a la vista, como
tenemos nosotros, las pruebas y los testimonios autógrafos de las variadas materias a que se
58
aplicó tanto en las ciencias morales como en las positivas”.

Echeverría aprendió las enseñanzas impartidas por los distintos profesores tomando nota
de lo oído durante las lecciones diarias, no valiéndose nunca de los libros de texto escolares. En
volúmenes manuscritos extractaba lo más notable de Pascal, Montesquieu, Guizot, Vico y
Chateaubriand. En el campo de la físico-matemática centralizó su interés en la química; la
resolución de los triángulos fue su fuerte dentro de la geometría. 59 En aquellas soledades
parisinas la guitarra ofició de grata compañera. Pudo tratarse de un instrumento confeccionado en
Sevilla o Cádiz. Esteban ejecutaba el instrumento únicamente para él “y para las horas en que sólo
60
estaba visible para su propia alma”, al decir de Gutiérrez. Sostiene Fermín Chávez que, como
muchos otros, recibió en Buenos Aires lecciones del guitarrista y flautista genovés Esteban
Massini, nacido en 1788 y llegado al país en 1822, que se desempeñaría durante años como
músico del Teatro Coliseo. 61

En carta a José María Echeverría demostraba su interés por las condiciones políticas y
sociales del continente europeo. Daba cuenta de la muerte del rey de Portugal y de las
enfermedades de los soberanos de Austria e Inglaterra. “Los jesuitas hacen grandes progresos en
Francia. Se quiere restablecer el antiguo derecho de primogenitura en la herencia de los hijos. El
nuevo mundo marcha a la par de la civilización, mientras el antiguo agobiado por los frailes
retrograda”. La compra de algunas ropas en la capital francesa le hizo decir: “Aquí es artículo
barato, pero es preciso tener conocimiento de los precios y lugares para no ser engañado. Aquí
reina el dolo y la malicia. Hay todo pero nada se obtiene sin dinero, pues hasta la m... se compra y
se vende”. 62

Hacia mediados de 1827 Francia entró en una profunda crisis. El decaimiento internacional
del comercio afectó su industria textil y la depresión se hizo sentir también sobre el carbón. Para
colmo de males, las cosechas de 1827, 1828 y 1829 no fueron buenas. Mucha gente pasaba
hambre. 63

57
Carta de Echeverría a su hermano José María. París, marzo 22 de 1826. Ibídem, pp. 229-230.
58
Gutiérrez, Juan María, Noticias biográficas, Obras Completas, pp. 108-109.
59
Ibídem, p. 109.
60
Ibídem, p. 116.
61
Chávez, Fermín, La cultura en la época de Rosas, Distribuidora y Editora Theoria S. R. L. (Biblioteca de ensayistas
contemporáneos), 2da. edición, Bs. As, 1991, p. 37.
62
Carta de Echeverría a su hermano José María. París, marzo 22 de 1826. Palcos, Alberto, ob. cit, p. 229.
63
Johnson, Paul, El nacimiento del mundo moderno, Javier Vergara Editor, Bs. As, 1992, p. 882.
19
20

En medio de sus intensos trabajos intelectuales, Esteban no fue ajeno al debate que
suscitó el romanticismo y sus cuestiones. Con acierto Arrieta opina que al embarcarse no llevaba el
64
propósito de dedicarse a las letras. En un manuscrito biográfico, él mismo contó su experiencia:
“Durante mi residencia en París, y como desahogo a estudios más serios, me dediqué a leer
algunos libros de literatura. Shakespeare, Schiller, Goethe, y especialmente Byron me
conmovieron profundamente y me revelaron un mundo nuevo. Entonces me sentí inclinado a
poetizar; pero no conocía ni el idioma, ni el mecanismo de la metrificación española. Me dormía
con el libro en la mano; pero haciendo esfuerzos sobre mí mismo, al cabo manejaba
65
medianamente el verso”. Esta circunstancia, y el hecho de haber construido una especie de
diccionario de modismos castellanos tomando frases de autores consagrados, le hacen decir a
Gutiérrez que la obra de Echeverría no puede ser tachada de galicismo, ya que sus escritos
contienen “tesoros adquiridos en el trato con los autores del Siglo de Oro, y salpica sus
66
producciones con oportunos arcaísmos que les dan sal y relieve”. De esta época data su
extenso poema La Historia, fechado en París en agosto de 1827 y luego incluido en Los
Consuelos.

Monumentos, pirámides alzados


Por el humano orgullo en su demencia,
Fatídicos emblemas esculpidos
Por manos mercenarias y serviles,
Que adulación respiran
Y vergüenza y oprobio sólo inspiran.

Todo interroga, y a la vez responden,


Con dolorosos gritos que estremecen,
Los mármoles, los pueblos y los tiempos:
Que ignorancia y miseria sempiterna
Inevitables males
Son la herencia fatal de los mortales.

Con lívido semblante y torvo ceño


Sus pasos gira en rededor del orbe
El tiempo inexorable, como fiera
Famélica, sedienta, enfurecida,
Que sus hierros quebranta
Y mueve libre su sañuda planta.

En la capital francesa, al tiempo que comenzaba a versificar después de haberse nutrido


con los románticos que ávidamente leía, Esteban entabló amistad con dos argentinos, porteños
como él y becados en sus estudios por el gobierno de la provincia de Buenos Aires. 67 Recogió
sus primeras poesías bajo el nombre de Ilusiones y anudó amistad con los médicos Ireneo Portela
68
y José María Fonseca, a quien dedicó el volumen que fue bien recibido y atentamente leído. A

64
Arrieta, Rafael Alberto, ob. cit, p. 25.
65
Pensamientos. Ideas, opiniones, párrafos autobiográficos, Obras Completas, p. 550.
66
Gutiérrez, Juan María, Noticias biográficas. Ibídem, p. 111.
67
Palcos, Alberto, ob. cit, pp. 20-21.
68
Gutiérrez, Juan María, Noticias biográficas, Obras Completas, pp. 112-113.
20
21

fines de 1829 le escribió a este último: “Pintando mis ilusiones quise pintar las de la juventud en
general, y enumerar así, en un pequeño cuadro, un período de la existencia del hombre (...) Cantos
es sólo lo que puede ofrecerle un poeta. Feliz si los acordes de mi lira pueden calmar sus penas y
alentar su espíritu”. 69 En París, además, frecuentó la tertulia de varios literatos que simpatizaron
con la causa de la América independiente. Se interesó, asimismo, por la literatura alemana. La
representación de un drama de Schiller le hizo devorar más tarde sus obras en traducción
70
francesa.

Enfermo desde los dieciocho años, cuando las primeras palpitaciones le dijeron el afecto
nervioso que padecía su corazón, el poeta había experimentado un considerable alivio al poco
tiempo de arribar a tierras europeas. 71 “He padecido bastante, le confesaba a José María, como
habrás visto por mis cartas; pero felizmente al presente me hallo ya muy bueno, y aun casi curado
72
de las enfermedades y dolencias que me agobiaban en ese país”. Con extrema perfección
literaria, no exenta de verdad, narró las penurias a que lo sometió el dolor, que casi le absorbía
toda la vitalidad de los órganos.

Tal vez los problemas económicos hicieron que su estadía en el viejo continente quedara
trunca: aún le faltaba mucho por ver y por estudiar. Sin embargo, antes de emprender el regreso al
Plata, visitó Londres durante mes y medio en 1829. El panteón de la abadía de Westminster fue
73
uno de los lugares recorridos, copiando el visitante algunas inscripciones de sus lozas fúnebres.
Finalmente, embarcados en mayo de 1830 en el puerto del Havre de Gracia, y tras una escala
obligada en Montevideo, Echeverría, Fonseca y Portela arribaron a Buenos Aires el 28 de junio a
74
bordo de la fragata Correo de las Indias, desembarcando al día siguiente. Esteban tenía
veinticuatro años y un destino literario.

Mas ora satisfecho


Vuelvo a tu dulce seno,
Cual tierno esposo al suspirado lecho;
75
De gozo puro y de esperanza lleno.

SUS PRIMERAS PRODUCCIONES

69
Carta de Echeverría a José María Fonseca. París, noviembre 16 de 1829. Echeverría, Esteban, Páginas
autobiográficas (Selección, prólogo y notas de Natalio Kisnerman), Editorial Universitaria de Buenos Aires (Serie del
siglo y medio), Bs. As, 1962, pp. 48-49.
70
Gutiérrez, Juan María, Noticias biográficas, Obras Completas, pp. 113-115.
71
Pensamientos. Ideas, opiniones, párrafos autobiográficos. Ibídem, p. 548.
72
Carta de Echeverría a su hermano José María. París, marzo 22 de 1826. Palcos, Alberto, ob. cit, p. 228.
73
Gutiérrez, Juan María, Noticias biográficas, Obras Completas, p. 117.
74
Cháneton, Abel, ob. cit, pp. 57-58.
75
El Regreso (Los Consuelos).
21
22

Gobernaba Juan Manuel de Rosas la provincia de Buenos Aires desde diciembre de 1829.
Con la batalla de Cepeda, librada nueve años antes, caído el Directorio, las provincias habían
reasumido su independencia, extinguiéndose el foco de gobierno nacional surgido en 1814. La
gobernación del coronel Martín Rodríguez (1821-1824), trajo consigo la idea progresista inspirada
por su ministro Rivadavia. La administración del general Juan Gregorio de Las Heras, ex-oficial de
José de San Martín, se destacó por la convocatoria al Congreso Constituyente de 1824. La guerra
contra el imperio del Brasil, la Constitución de 1826 y la presidencia de Bernardino Rivadavia
(1826-1827), dieron paso a la gestión del federal Manuel Dorrego, fusilado por Juan Lavalle tras la
revolución del 1º de diciembre de 1828. En el interior del país, el general José María Paz, ex-oficial
de Manuel Belgrano, conseguía triunfos militares derrotando a los caudillos Juan Bautista Bustos y
Juan Facundo Quiroga (1829-1830).

El general Rosas asumió la gobernación facultándosele poderes extraordinarios hasta el 1º


de mayo de 1830, según el voto de la Sala de Representantes. Su ascenso significó, como bien lo
señala John Lynch, el triunfo de los estancieros, un nuevo grupo social con nuevos intereses
económicos. 76 El recién llegado Echeverría no se hacía ilusiones en cuanto a la situación política
de su país. De regreso expresó con amargura: “¡Cuántas esperanzas traía! Todas estériles: la
patria ya no existía”. 77 El 4 de enero de 1831, Santa Fe, Buenos Aires y Entre Ríos suscribieron el
Pacto Federal que establecía la necesidad de convocar a un congreso general federativo que
organizase al país bajo el sistema federal, cuando las provincias de la república se hallaren en
plena libertad y tranquilidad. Por decreto del 3 de febrero de 1832, se ordenó a los empleados
públicos llevar visiblemente en el pecho un distintivo de color punzó con la inscripción Federación o
78
Muerte para los oficiales y tropa.

Para los jóvenes porteños pronto soplarían nuevos aires. La revolución francesa de 1830,
que había destronado a los borbones, produciría un sacudimiento y, al decir de Vicente Fidel
López, una “entrada torrencial de libros y autores”. Los universitarios de la ciudad tomaron contacto
con las obras de Michelet, Villemain, George Sand, Balzac y Víctor Hugo. 79 Bonpland, Pellegrini,
Thompson, todos ellos europeos comerciantes, arribaban al país y, según Ricardo Rojas, “eran la
única nota exótica del salón tradicional, donde las viejas patricias tomaban mate en el estrado,
servidas por un negrillo, mientras sus hijas, doncellas de ojos negros, danzaban cielos al blando
80
son del clavecino, tocadas de grandes peinetones y vestidas de vaporosas faldas blancas...”.
Deberá Echeverría completar ese panorama cultural con la introducción en el Plata del
romanticismo que tanto había descollado en la vieja Europa. Con este nativo de Buenos Aires, el
romanticismo entró en hispanoamérica por la orilla fluvial de la ciudad, directamente de Francia y
antes de ser recibido por España. 81

¿Cómo era físicamente aquel joven argentino al momento de retornar a su país? Gutiérrez
lo describe como alguien de figura interesante y “de buenos y sencillos modales”, que lucía
prendas confeccionadas por artesanos franceses, “delgado de cuerpo, alto de estatura, de rostro
pálido, de cabello recio, ensortijado y renegrido; tenía regulares las facciones de su fisonomía, y
76
Lynch, John, Juan Manuel de Rosas, Emecé Editores S.A, 1ra. edición, Bs. As, 1984, p. 47.
77
Pensamientos. Ideas, opiniones, párrafos autobiográficos, Obras Completas, p. 548.
78
Etchart, Martha B. y Douzón, Martha C, Documentos de Historia Argentina, Cesarini Hnos, 9na. edición, Bs. As, 1981,
pp. 74-77.
79
Noboa Zumárraga, Horacio J, Sociedades patrióticas, literarias y políticas en la historia argentina (1801-1837). Su
contribución al desarrollo de las ideas argentinas. Doctrina Política de la Asociación de Mayo, ob. cit, p. 172.
80
Rojas, Ricardo, ob. cit, pp 157-158.
81
Arrieta, Rafael Alberto, ob. cit, p. 19.
22
23

82
elevada la frente”. Un año más tarde a su arribo, el ingeniero piamontés Carlos Enrique
Pellegrini ejecutó al lápiz un retrato -“el mejor de los que existen”, según Juan María- en el que se
lo ve luciendo una abundante cabellera que, no obstante, respeta la amplia frente despejada. Las
patillas pobladas y los ojos grandes completan el conjunto de aquel rostro bien proporcionado. El
cuadro del artista sabe, sin embargo, disimular un notorio defecto del personaje: su estrabismo. El
mirar desviado de Echeverría no se refleja; solamente un ojo es representado algo más pequeño
que el otro. Relata Gutiérrez que, para discernir los objetos distantes o reconocer a aquellas
personas que le llamaban la atención, recurría a su lente de aro de oro labrado del que nunca se
83
separaba.

Por esos días Esteban pudo haber escrito el byroniano Peregrinaje de Gualpo, concebido
84
como un plan en prosa de un poema interrumpido en el primer canto. Se trataba de un
interesante trabajo de contenido autobiográfico recogido por Gutiérrez en el V tomo de las obras de
su amigo. Al igual que Echeverría, Gualpo decidió viajar a Europa cansado de sufrir y después de
una juventud disipada y engañosa. 85

La Gaceta Mercantil, Diario Comercial, Político y Literario, publicó con escasos días de
diferencia dos poemas de Esteban Echeverría. El periódico, que extendió su vida entre octubre de
1823 y febrero de 1852, contó con la subvención del gobierno de la provincia. José Rivera Indarte y
Pedro de Angelis, entre otros, colaboraron en sus columnas. El jueves 8 de julio de 1830, sin título,
como obra de “uno de los jóvenes recientemente llegados de Europa”, apareció el poema luego
titulado El Regreso 86. La extensa composición contrapone a la degradación de Europa, el aire de
libertad que respiraba la tierra americana. 87

Mi pensamiento altivo se levanta,


Cuando pronuncio tu sagrado nombre,
¡Oh Libertad! De mi laúd sonoro
Se estremecen las cuerdas resonando,
En mi boca rebosan las palabras,
Y con mil armonías
En alabanza tuya voy cantando.

El viejo continente
Tan sólo desengaños me ha mostrado:
Entre sus pueblos cultos he buscado
Tu imagen celestial, resplandeciente,
Y simulacros vanos he encontrado,
O con incienso impuro veneradas
Sus efigies sagradas.
...

82
Gutiérrez, Juan María, Breves apuntamientos biográficos y críticos sobre don Esteban Echeverría, Obras Completas,
tomo V, Carlos Casavalle editor, Bs. As, 1874, XXXVII.
83
Gutiérrez, Juan María, Noticias biográficas, Obras Completas, pp. 117-118.
84
Peregrinaje de Gualpo. Ibídem, pp. 447-455.
85
Arrieta, Rafael Alberto, ob. cit, p. 89.
86
Los Consuelos, 1834.
87
Ha sido de suma utilidad y de constante consulta en la elaboración de este trabajo, la Contribución a la bibliografía de
Esteban Echeverría, de Félix Weinberg, publicada por la Universidad Nacional del Litoral en 1960 (Separata de la
Revista Universidad, nro. 45, Santa Fe, 1960, pp. 159-226).
23
24

Confuso, por tu vasta superficie


Europa degradada, yo no he visto
Más que fausto y molicie,
Y poco que el espíritu sublime;
Al lujo y los placeres
Encubriendo con rosas,
Las marcas oprobiosas,
Del hierro vil que a tu progenie oprime.

La libertad de Europa fugitiva,


Un asilo buscando,
Ha pasado al Océano,
Su dignísimo trono levantando
Do se agitan los pechos a su nombre,
Y do con dignidad respira el hombre:
En el hermoso suelo americano.
Y en el tuyo también ¡oh Patria mía!
Tus hijos los primeros elevaron
A su imagen altares,

En su divino fuego se inflamaron,


Y con rara osadía
El fanatismo y la opresión hollaron:
Tú el rayo fulminaste,
Que su terrible saña dilatando,
Rompió de un hemisferio
El largo y degradante cautiverio.

Una semana más tarde, El Lucero, periódico que dirigía Pedro de Angelis, criticó
elogiosamente esta primera irrupción de la poesía de Esteban. Declaró el cronista haber recorrido
“con placer” los versos “que ciertamente merecen la aprobación pública”, para agregar de
inmediato: “Celebramos que un joven argentino se distinga por esta clase de trabajos. Algunas
líneas encierran ideas, cuya brillantez fascina la imaginación: la rima es, con pocas excepciones,
perfecta; y muy feliz la elección de los conceptos”. Sin embargo, desentonaba con el poeta en
cuanto al calificativo de “Europa degradada”, lo que significaba “juzgar muy ligeramente de la parte
más civilizada del mundo; y cuando es un joven el que falla, podría sospecharse, que es por
presunción o ignorancia, defectos que estamos lejos de imputar al autor de tan elegante
composición”. 88 De esta manera iniciaba Echeverría la crítica literaria en nuestro país, que se
89
extendería luego a sus libros de poesía.

Al día siguiente, viernes 16 de julio, la Gaceta publicó una “obra del mismo autor” del
poema anterior. Se trataba de la Oda al 25 de Mayo, que, al ser incluida en Los Consuelos, pasará
a llamarse En celebridad de Mayo.
Desapareció del mundo
El oprobio del hombre mancillado;
El monstruo furibundo
88
El Lucero, nro. 242, julio 15 de 1830.
89
Rojas, Ricardo, ob. cit, p. 201.
24
25

Pereció conculcado,
Y de Mayo la lumbre
a déspotas y tronos derribado.
...
Cantad, cantad ovantes
De Mayo el Sol que asoma por la esfera;
Sus colores brillantes,
Anuncian a la tierra
De América el gran día,
Y del crudo tirano la agonía.

La afección cardíaca que casi había desaparecido durante su estadía en Francia, volvió a
poco de regresar a Buenos Aires. Con el correr de los meses, los dolores y las palpitaciones
irregulares y violentas se ensañaron con su corazón. 90 La medicina de la época, limitada a las
ventosas y a la lanceta, no pudo devolverle la salud ni la esperanza. Aclara Juan María Gutiérrez
que la salud de Echeverría, “vigorosa en su juventud, se habría restablecido nada más que con
ayuda de una buena higiene y de un paréntesis a sus trabajos sedentarios”. 91 La región
precordial, sensibilísima, se pronunciaba en dolor frente a una sorpresa o a un ejercicio muscular
algo violento. Pero el robusto y poderoso germen de vida que Esteban albergaba en su espíritu le
permitió no sucumbir, preparándolo, acaso, para su etapa de pensador político y artífice de una
generación en desarrollo. 92

Su siguiente colaboración fue para el Diario de la Tarde del 24 de mayo de 1831, un año
después de su arribo al país. Como en los poemas anteriores, el nombre del autor fue omitido,
aclarándose que se trataba de “un joven hijo de Buenos Aires”. Profecía del Plata, antes de la
Revolución de Mayo se titulaba la poesía. El Telégrafo de Comercio la reproducirá un año más
tarde, silenciando nuevamente el nombre de su autor. La profecía que el Río de la Plata levanta
contra el opresor hispano, anuncia el día glorioso de Mayo y ve a los americanos de pie contra los
tiranos.

Gozaos sí, que esta tierra,


De vuestro cetro duro fatigada,
Acudirá a la guerra
Y será quebrantada
Vuestra arrogancia y a su vez domada.

Ya la lumbre fulgente
Veo de Mayo alzarse por la esfera
Y la turba insolente,
Que vuestra ley venera,
Se aturde al verla cual si rayo fuera.
...
Temblad, temblad, tiranos
Que oprimís a la América inocente,

90
Pensamientos. Ideas, opiniones, párrafos autobiográficos, Obras Completas, p. 548.
91
Gutiérrez, Juan María, Noticias biográficas. Ibídem, p. 120.
92
Pensamientos. Ideas, opiniones, párrafos autobiográficos. Ibídem, p. 549.
25
26

Con aceradas manos;


Temblad, que ya el torrente
De asolación desata mi corriente.

La Gaceta Mercantil del viernes 8 de julio de 1831 publicó A la Independencia Argentina,


destacándola como “de un joven americano”. La poesía, como la anterior, pasará luego a engrosar
el volumen de Los Consuelos.

Cantemos, pues, cantemos


La independencia de la patria amada,
Y con voz acordada
A la aurora de Julio celebremos.
Cantemos el gran día
Que vio nuestra cadena quebrantada
Y del león domada
La arrogante cerviz y valentía.
Cantemos la agonía
Del monstruo que oprimiera
La América inocente entre sus manos,
Por tres centurias, y a la tierra diera
El ejemplo inaudito, en un instante,
Del instable poder de los tiranos.

Un año más tarde, el 16 de julio de 1832, apareció en el Diario de la Tarde, El túmulo de


un joven, poesía que iba acompañada del siguiente comentario: “Publicamos una composición
métrica, en la cual, sin ser poetas, hallamos un particular mérito. Ella, por otra parte, encierra la
recomendación de ser obra de un joven compatriota nuestro, cuyas producciones le han granjeado
la estimación de los que saben tributar a los talentos y al saber el respeto que justamente se
merecen”. El poema transmite el dolor por la muerte de un joven, “precoz ingenio que a la Patria un
día pudo dar gloria”. La romántica desdicha se dibuja en versos pesarosos.

“Llevaste el cáliz de la vida al labio


Cándido y puro; y en lugar de néctar
Hallando acíbar lo arrojaste al punto
Con menosprecio”.

Así yo ardiente lo apuré en un día


Hasta las heces ¡insensato! y hora
Mísero arrastro juventud cargada
De pena y tedio.

¡Oh! ¡Quién pudiera su destino haciendo


Término dar a su dolor amargo,
Beber olvido en la región oscura
Donde tú moras!

26
27

¿Qué hacer yo puedo de mi inútil vida?


Gemir tan sólo; mas la muerte injusta
Segó la tuya de esperanza llena
Y a mí me esquiva.

Irritación y amargura produjo en Echeverría el hecho de que estas primeras publicaciones


no mencionasen el nombre del autor. El poeta, encerrado en sí mismo, dejó de frecuentar la
sociedad, sumiéndose en la meditación y la poesía. La situación política del país le disgustaba y no
se creía apto para el desempeño de ningún cargo publico. 93 El romanticismo aprendido de Europa
le hacía posible expresarse de otra manera, ser confidente de un lector desconocido, soltar las
penas frente al primer porteño que tuviese la suerte de ojear en los periódicos de Buenos Aires los
versos extraños de ese joven solitario.

ELVIRA O LA NOVIA DEL PLATA

93
Gutiérrez, Juan María, Noticias biográficas. Ibídem, p. 119.
27
28

En septiembre de 1832, impreso en 31 páginas, apareció en forma anónima el poema de


Echeverría Elvira o La novia del Plata, tirado por la Imprenta Argentina. Llevaba dedicatoria para su
amigo y compañero de viaje José María Fonseca y recurría al argumento tan trillado del amor
interrumpido y deshecho por la muerte. El poeta reconoció en la obra defectos y deformidades,
pero como escribiendo podía desahogar su pecho y adormecer su dolor, accedió a este flaco
llamado de las Musas. “No debe usted extrañar la debilidad de esta obra -decía a Fonseca-,
porque ha sido concebida en una época aciaga para mí. El pesar y la dolencia han cortado las alas
a mi imaginación, y amortiguado el fuego divino de mi espíritu. Me lisonjeo que en mejores
circunstancias, los amores de Lisardo y Elvira, hubieran sido cantados más dignamente. Con el
tiempo podría haberlos mejorado; pero yo ya nada debo aguardar del tiempo, más que una muerte
94
prematura e ingloriosa”.

Al igual que los románticos europeos, reaccionando contra los postulados de la escuela
clásica, nuestro escritor recurrió en forma continua al cambio de metrificación. Recuerda Alberto
Palcos que el poema inició la revolución romántica en lengua española. Y Echeverría lo supo de un
principio. 95

La aureola celestial de virgen pura,


El juvenil frescor y la hermosura,
Los encantos de Elvira realzaban,
Dando a su amable rostro un poderío,
Que encadenaba luego el albedrío,
De cuantos la miraban.

Sus ojos inocencia respiraban,


Y de su pecho sólo se exhalaban
Inocentes suspiros,
Hijos del puro y celestial contento,
Que de las dulces ansias vive exento,
Del amor y sus tiros.

Mas vio a Lisardo y palpitó su pecho


de extraña agitación, y satisfecho
Se gozó enardecido,
Cuando de amor arder la viva llama,
Que con dulce deleite nos inflama
Sintió, no apercibido.

El amante, dueño del corazón de Elvira, se siente renacer. Jura amor eterno a su querida,
pretende hacerla su esposa. Pero la joven se ve presa de un triste y fatal presentimiento: no
gozará nunca el éxtasis de amor en brazos de su dueño.
“Porque el amor y la esperanza es sueño,
Y cual la flor del campo sólo dura”.

94
Obras Completas, p. 591.
95
Palcos, Alberto, ob. cit, p. 29.
28
29

Lisardo, en su campestre albergue, se enfrenta con la visión nocturna de Lucifer y su


monstruosa corte.

Entre la turba infernal


Reinó el silencio un momento...
Cuando de lumbres cercados
Dos fantasmas parecieron,
Una virgen bella y joven
Sobre sus hombros trayendo
Con las galas adornada
Del venturoso Himeneo:
La aparición repentina
Todos miraron atentos,
Mientras los torvos fantasmas
Con huesosos largos dedos
La doncella despojaron
De sus nupciales arreos,
Y con la negra mortaja
Del sepulcro la vistieron:
Luego entre la turba inmensa
Todos tres se confundieron,
Continuaron los aullidos,
Y los infernales juegos...

Terribles visiones vuelven a atormentar al infortunado enamorado: Elvira yace muerta al


placer. Lisardo despierta, y la vigilia confirma la horrenda pesadilla.

El luminar del día


Reclinaba su frente
Sereno y majestuoso en Occidente,
Y fugaz el crepúsculo esparcía
Melancólico velo sobre el mundo.
Multitud silenciosa y pensativa
En rededor de un féretro marchaba,
Donde un mortal despojo se veía
Cubierto con el cándido ropaje
De la inocencia, y en sien ceñida
De azucenas y violas amorosas
Corona virginal, aún no marchita.
Mas de repente en medio del concurso
Un joven se arrojó: tendió su vista
Sobre aquel ataúd, y repitiendo
Con grito de dolor: “Elvira, Elvira”,
Exánime cayó en el duro suelo
Con pasmo de la triste comitiva.

29
30

Procuraba Esteban que sus producciones saliesen siempre de las vías ya recorridas por
los poetas que le antecedieron en el tiempo. ¿Logró este cometido con Elvira o sólo concibió un
monstruo? 96 La prensa de Buenos Aires no dio mayor interés al poema. El British Packet,
periódico en lengua inglesa aparecido en 1827, en su edición del 22 de septiembre, se limitó a
hacer algunos comentarios sobre la cita de Wordsworth que encabezaba el poema, asegurándole
al autor un “nicho” en el Parnaso. El 4 de octubre, El Lucero de de Angelis elogió las variaciones en
la metrificación empleadas por el joven poeta, manifestando que ni el buen sentido ni los buenos
ejemplos se oponen a la alteración de metros “para que la mayor o menor rapidez del verso
corresponda a los pensamientos que queremos expresar o los afectos que nos proponemos
mover”. 97 Todo estaba dicho: la ciudad había acogido con desgano aquellos versos que
98
Echeverría consideraba con justicia novedosos y sin modelo en la poesía castellana. Su
carácter impulsivo produjo entonces una larga sátira a los “periodistas argentinos” que Juan María
Gutiérrez no incluyó en las Obras Completas de su amigo por considerarla la mera imagen de una
época del país y de las pasiones y sentimientos de que fue presa Esteban durante el referido
período. “Echeverría subordina, en esta ocasión, todas las cualidades de excelencia, para
99
concretarse en su sátira a la etopeya” ,dice Ricardo Piccirilli. El British Packet y Pedro de
Angelis hacen preguntar al lastimado poeta:

No Señor, ¿por qué insolentes


Han de gozar de los fueros
De públicos escritores,
Esa caterva de necios
Que por el hambre acosados
A nuestras playas vinieron?

La sátira ofició de musa inspiradora. El escritor accedió a su enojo y produjo esta


arrebatada obra en rápidos octosílabos y endecasílabos. En definitiva, estaba dirigida a aquellos
“idiotas” que tan poco valor habían otorgado a su inaugural Elvira. Era para él cuestión de honor
salir al encuentro de aquellos desagradables periodistas que nada valían, autores de sordos
comentarios de la obra de un patriota. Porque, si bien cierto que Echeverría era sencillo, bajo la
apariencia de la modestia se advertía siempre la satisfacción de su propia suficiencia. 100

Cuando sudan las prensas sin cansarse


Para abortar sandeces noche y día,
Cuando no hay Topo o bípedo ambulante
Que no borre papel con negra tinta,
96
Obras Completas, p. 591.
97
El Lucero, nro. 882, octubre 4 de 1832.
98
Obras Completas, p. 591.
99
Piccirilli, Ricardo, La Sátira a los ‘Periodistas Argentinos’ de Echeverría, separata del Boletín del Instituto de
investigaciones históricas, tomo XXVI, julio de 1941 - junio de 1942, números 89 - 92, páginas 34 a 56, Bs. As, Talleres
S.A, Peuser, Lda, 1942, pp. 9-10.
100
Gutiérrez, Juan María, Breves apuntamientos biográficos y críticos sobre don Esteban Echeverría, Obras Completas,
tomo V, Carlos Casavalle editor, Bs. As, 1874, XXXVIII.
30
31

Cuando intrusos Tiranos se han alzado


Con el cetro del gusto y la política
Y sus fallos augustos renegando
La muchedumbre ante sus pies se humilla,
Tolerando los sabios el graznido
De esas aves inmundas de rapiña
¿Mi labio sellaré? No; la modestia
Váyase lejos que baldón sería
Silencioso quedar cuando los necios
Con su torpe clamor audacia inspiran.
Ea, fuera temores, en falange
Pónganse los soberbios folletistas;
Ya el cañón de mi pluma se halla listo (...)

Las ironías se suceden contra El Lucero, contra de Angelis, contra La Gaceta Mercantil -de
la que resalta su pobre contenido-, y contra el British.

Gózate, gózate pueblo Argentino


En tu desolación; sobre las ruinas
De tus sacros derechos y tu gloria
Cuatro atletas soberbios se divisan,
O más bien cuatro genios portentosos,
Aventureros no, sí periodistas
Que con plumas de ganso, arma potente
Aun en manos venales y tullidas
Te abrirán el camino delicioso
Del soberano bien y de la dicha.

La Sátira fue sin duda una tremenda exageración brotada del carácter impulsivo de
Echeverría. La prensa porteña de entonces no ensalzó como él pretendía un poema que no
significó un logro de fecunda inspiración y que ni siquiera pudo disimular altibajos de calidad que el
propio Esteban ya había aceptado de antemano.

Dos meses después de aparecida Elvira, el poeta dolido decidió embarcarse rumbo a la
ciudad uruguaya de Mercedes, a orillas del Río Negro, en la que permaneció hasta mayo de 1833.
101

En diciembre de 1832, Juan Manuel de Rosas dejó la gobernación de Buenos Aires,


rechazando la reelección sin las facultades extraordinarias que pedía para retener su cargo. Le
sucedió Juan Ramón Balcarce, y Rosas fue nombrado Comandante General de Campaña y Jefe
de la División Izquierda del Ejército, en el marco de la expedición organizada contra el indio en la
frontera sur de la provincia (enero de 1833). Tras la campaña, el territorio se vio engrandecido con

101
Gutiérrez, Juan María, Noticias biográficas, Obras Completas, pp. 122-123.

31
32

102
doscientas leguas de tierra hacia los Andes, y hacia el sur más allá del Río Negro. Invitado a
103
cantar el acontecimiento, Echeverría no aceptó.

La producción del vate en tierras uruguayas se limitó a algunas poesías. El pensamiento


fue recogida en Los Consuelos, su próximo libro. Adiós al Río Negro fue incluido en el tomo III de
las Obras Completas. La diamela, musicalizada por Juan Pedro Esnaola, apareció en El
Cancionero Argentino, cuaderno nº 1, en marzo de 1837.

El clima y el aire del Río Negro no pudieron restablecer la salud de Esteban. Dejó sus
orillas tan enfermo como al salir de Buenos Aires. 104

Adiós digo a tus orillas,


Hermoso Río, y me alejo
Como vine, atribulado,
Triste, abatido y enfermo.
Ni tus benéficas aguas,
Ni tu clima placentero,
Ni tu aire puro, han podido
Darme un instante consuelo,
Y a mi patria y mis hogares
Hoy sin esperanza vuelvo.
...
Adiós, Río, a tus riberas,
A tus lugares amenos,
A tus bosques silenciosos
Donde se abriga el contento
Que de mí huyó para siempre.
Voy mi destino siguiendo
A llevar, de mi existencia,
Estos miserables restos
A mi patria... y a la tumba...
Para mi mal no hay remedio.

La enfermedad que lo agobiaba, confesó a Gutiérrez, había dado por tierra con todas sus
esperanzas. Se creía sin porvenir y alentaba prematuramente al amigo para que continuase con
ese fuego divino por lo bello y lo grande. 105

Juan María y Esteban anudaron por entonces una amistad que se prolongaría más allá de
la muerte. “Este joven llena mis gustos, dirá el primero: es instruido, entusiasta, le gustan los
paseos extramuros y nos entendemos perfectamente. Cuando hablamos lo hacemos sin más guía
que la imaginación y los sentidos, dejando a un lado la razón fina que desvanece las ilusiones más

102
Lynch, John, ob. cit, p. 58.
103
Obligado, Pastor S, ob. cit, octubre 16 de 1862.
104
Gutiérrez, Juan María, Noticias biográficas, Obras Completas, p. 123.
105
Carta de Echeverría a Juan María Gutiérrez. Enero 21 de 1834. Echeverría, Esteban, Páginas autobiográficas, ob.
cit, p. 66.
32
33

106
gigantes y halagüeñas”. Juan Bautista Alberdi y Juan Thompson formarán parte muy pronto de
esta inicial amistad nutrida de similares inquietudes culturales. Echeverría y Gutiérrez ejercieron
sobre Alberdi una influencia decisiva, algo así como un profesorado indirecto provocado por la
simple amistad. El trato y las conversaciones fueron un constante estudio libre que no guardaba un
determinado plan. Esteban trajo a Buenos Aires un eco de la agitación que sacudió a la sociedad
francesa en julio de 1830 y familiarizó a sus amigos con los ilustres nombres de Víctor Hugo,
107
Dumas, Musset, Byron, Goethe, Schiller, Lerminier, Villemain y Lamartine. Era toda una
invitación al cambio, a repensar la literatura rompiendo los antiguos moldes heredados de los
siglos.

106
Carta de Gutiérrez a Pío Tedín. Bs. As, octubre 11 de 1834. Morales, Ernesto, Esteban Echeverría, Editorial Claridad
(Biblioteca Hombres e Ideas, 2da. serie, vol. I), Bs. As, 1ra. edición, 1950, p. 73.
107
Alberdi, Juan Bautista, Obras Selectas, tomo IV, Librería La Facultad, Bs. As, 1920, pp. 373, 376, 461-462.
33
34

LOS CONSUELOS

En noviembre de 1834, y tras un silencio de más de dos años, Echeverría dio a conocer
Los Consuelos, el primer libro de versos en la historia de la literatura argentina. El poeta, al decir
de Gutiérrez, “reapareció en la sociedad trayendo en su mano, como resto precioso de una
108
tormenta y de un naufragio, el libro inmortal de los Consuelos”. “Después el retroceso
degradante en que hallé a mi país, mis esperanzas burladas, produjeron en mí una melancolía
profunda. Me encerré en mí mismo y de ahí nacieron infinitas producciones de las cuales no
publiqué sino una mínima parte con el título de “Consuelos” en el año 1834” 109, contará Esteban
más adelante. La colección, hecha por la Imprenta Argentina y dedicada a Felipe Piñeyro como
“testimonio de gratitud y aprecio”, apareció con el nombre de su autor y a diferencia de Elvira, no
pasó ignorada por el público. Se trataba del romántico que surgía rompiendo las imitaciones,
hablando al corazón del pueblo, tratando de generar una literatura nacional que reflejara, como un
espejo, los elementos propios de aquella sociedad.

En las Notas que acompañaban a la obra, anotó Echeverría: “La poesía entre nosotros aún
no ha llegado a adquirir el influjo y prepotencia moral que tuvo en la antigüedad, y que hoy goza
entre las cultas naciones europeas: preciso es, si se quiere conquistarla, que aparezca revestida
de un carácter propio y original, y que reflejando los colores de la naturaleza física que nos rodea,
sea a la vez el cuadro vivo de nuestras costumbres, y la expresión más elevada de nuestras ideas
dominantes, de los sentimientos y pasiones que nacen del choque inmediato de nuestros sociales
intereses, y en cuya esfera se mueve nuestra cultura intelectual. Sólo así, campeando libre de los
lazos de toda extraña influencia, nuestra poesía llegará a ostentarse sublime como los Andes;
peregrina, hermosa y varia en sus ornamentos como la fecunda tierra que la produzca”. Confluían
en el volumen poeta y sociedad, aunados por la desdicha. Buenos Aires próxima a vivir la larga
dictadura de Rosas, y el autor viviendo el largo dolor que oprimía su alma, tan sólo consolada por
110
Los Consuelos, esas “fugaces melodías” de su lira, “único alivio en días de amargura”.

La mayoría de las poesías que integran la obra fueron compuestas entre 1830 y 1832. El
Regreso, En Celebridad de Mayo (Oda al 25 de Mayo), Profecía del Plata y A la Independencia
Argentina, ya habían sido publicadas en algunos diarios porteños, y por lo tanto eran conocidas del
público de Buenos Aires. Echeverría encontraba en la poesía un marco de expresión acabado con
el que manifestar las realidades de su estado. El descubrimiento del romanticismo en tierras
europeas de la mano de Byron, Shakespeare, Schiller, Goethe, y su importación al Plata,
significaron su consagración como hombre de la cultura argentina del siglo XIX. Y es justamente
Los Consuelos la obra con la Echeverría irrumpe como poeta nacional. La extrañeza de Elvira,
ajena al color local de nuestra tierra, pero romántica al fin, se veía reemplazada por una
111
producción de una factura más cuidada en cuanto a métrica y de una mayor finura poética.
Sobreabundan como temas centrales y constantes, imágenes del amor perdido y la idea de una
vida marchita en plena juventud. Echeverría volverá siempre a estos tópicos inquebrantables de su
existencia. El placer fugaz y la presencia de la muerte sumen a su musa en un negro manantial de
aguas malsanas.

108
Gutiérrez, Juan María, Noticias biográficas, Obras Completas, pp. 123-124.
109
Pensamientos. Ideas, opiniones, párrafos autobiográficos. Ibídem, p. 550.
110
Ibídem, p. 917.
111
García Merou, Martín, Ensayo sobre Echeverría, W. M. Jackson Inc. (Colección Grandes Escritores Argentinos. Dir:
Alberto Palcos), 2da. edición, Bs. As, 1947, p. 226.
34
35

Fuese el encanto de mis bellos días,


Fuese la lumbre de mi albor lucido
Y sólo es dado a mi enojosa vida
112
Sentir gloria perdida.

Todo he perdido; en mi insensata mano


Las flores de la vida bien temprano
Todas se han deshojado,
Y confusos y atónitos mis ojos
Sólo contemplan míseros despojos
Del huracán pasado. 113

Al impulso violento
De fogosas pasiones, abatida
Cayó mi juventud que sólo vida
Tiene para el tormento. 114

El hombre abría su corazón a la ciudad y a su habitantes. El grito guerrero que los poetas
clásicos de la Revolución habían levantado para celebrar al cañón argentino, daba paso a un ser
frágil y enfermo, ya sin juventud ni frescura, eternamente enamorado de la mujer perdida.

En vano busco la mujer hermosa,


Imán de mi alma, que llenó mis días
De tiernas ansias, deliciosos sueños,
De amor y dichas. 115

El intenso pesar se continúa en Los Recuerdos.

-Todo pasó, dulce amiga,


Todo pasó en fugaz vuelo,
Sólo queda la memoria
De aquel venturoso tiempo.
La edad vino a amonestarnos
Con su semblante severo;
Separarnos fue preciso

112
Lara o la partida
113
Estancias
114
Contestación
115
Recuerdo
35
36

Y seguir caminos nuevos.

Y en A María.

Me diste el alma,
Y plácida calma
Descendió a mi pecho con el dulce amor;
Y en tu seno amante
Apuré constante,
De inefables dichas el grato dulzor.

Mas quiere fortuna,


Que gloria ninguna
Feliz y tranquilo yo pueda gozar;
Pues ya mi ventura,
En tiniebla oscura
De enojosa ausencia, se vuelve a eclipsar.

El poeta enfermo es, sin dudas, una de las piezas más logradas del libro, a pesar de
ciertas deficiencias de metrificación que, por otra parte, son frecuentes en toda la obra poética de
Esteban.

Como la planta en infecundo yermo


Mi vida yace moribunda y triste,
Y el sacro fuego, inspiración divina
Devora mi alma.

¡Don ominoso! En juventud temprana


Yo me consumo, sin que el canto excelso
Eco sublime de mi dulce Lira,
Admire el mundo.

Por esos años hacía Echeverría lectura de la Biblia. Detuvo su atención en los Salmos,
esos exquisitos y antiquísimos poemas del Antiguo Testamento, y vio en ellos ruegos y alabanzas.
Él también podía rezar y ser escuchado, como lo había aprendido de niño en las clases de doctrina
cristiana recibidas en la escuela de su barrio. En El Impío surge la figura del blasfemo que cree en
el “caos” como padre del universo. Ruego, en cambio, es confiada súplica a Dios.

En ti, Señor, confío,


A ti, mi Dios, me entrego;
Mi humilde y triste ruego
Implora tu piedad;
No mires con desvío

36
37

Mi llanto y amargura,
Que aunque mi alma está impura
No abriga la impiedad.

Los Consuelos incluye el extenso poema La Historia, fecho en París en agosto de 1827.
Con cuidada elaboración, el poeta descubre ignorancia y miseria tras el paso del tiempo. Desfilan
Egipto, Roma, los cruzados, ligados por el verso silencioso.

En tremendo luchar, por largos siglos,


Procuraron su ruina mutuamente
Fascinados los pueblos, las naciones,
Y barbarie ominosa, sangre, muerte
Y despotismo inmundo
Inundaron los ámbitos del mundo.

Por largos siglos fanatismo y fuerza


La tierra avasallaron cual dos furias,
Y entre fango de males sumergida
Se encontró la razón, de donde fuera
El hombre descarriado,
En el volver del tiempo arrebatado.

Merece también ser destacada El cementerio, a pesar del triste asunto de que trata. El
autor logra crear un clima lúgubre y filosófico. El infortunado espíritu se halla a gusto paseando por
aquel sitio, cuando las tumbas de dos mujeres se le abren al paso: la de la mujer amada...

(...) Y yo miraba,
Pasmado de terror, sin movimiento,
De la tumba fatal aquel portento;
Y vi de una mujer la vaga sombra,
De una mujer que conocí en la tierra,
Y que profano labio nunca nombra.

...y la de su madre, para finalmente recuperar la noche su silencio, acabando aquel pálido fulgor
que instantes antes había cubierto la tierra.

Todo era noche y noche; uno por uno


Los astros de la esfera se extinguieron,
Como antorchas sin pábulo, y la tierra,
Y el cielo, y el espacio no formaron
Más que un lúgubre, denso, opaco abismo
De tinieblas palpables a mis ojos.

37
38

En cuartetas bien logradas describe La Noche, otra de las mejores poesías de este libro.

¡Oh noche! ¡Oscuridad! Del alma mía


Alimento precioso;
Tu majestad sombría
Place a mi pensamiento borrascoso.

De anhelar con la turba fatigado


Los bienes misteriosos
Del mundo, deslumbrado
Me acojo en tus asilos misteriosos.

Y arrojando de mí los viles lazos


De las torpes pasiones,
Encamino mis pasos
A menos vacilantes ambiciones.

El volumen concluye con Layda, producción que narra el infortunio de la mujer engañada
en el amor y que ha perdido a su hijo. El Río de la Plata pondrá fin a sus tristezas cuando su nave
naufrague en medio de una tempestad. El poeta se asocia a su dolor y a su destino.

Murió como la rosa de los campos,


Privada del balsámico rocío,
Y que deshoja el soplo del estío,
Cuando su pompa a desplegar empieza.
Se agostó, cual se agosta la esperanza,
El deleite, el amor, y la ventura.
Así también, a la inclemencia dura
De la suerte enemiga, amortiguada
Siento mi juventud: pronto el viajero
Contemplará con ojo indiferente
Mi losa funeral, y sepultada,
Por la mano del tiempo en el olvido,
Layda infelice, quedará la gloria
Del Bardo que consagra hoy afligido,
Este fúnebre canto a tu memoria. 116

La prensa se hizo eco de inmediato del flamante volumen de poesías. Con fecha 18 de
noviembre el Diario de la Tarde expresó: “Todas las composiciones que comprende, manifiestan
una imaginación fértil, un talento cultivado, un gusto puro y nutrido con los únicos modelos dignos
de imitarse en nuestros días; y prometen a la patria un poeta más, capaz de producir grandes
cosas”. Destacaba los poemas El cementerio, Él y ella y Layda, del que transcribía algunos
116
Por lamentable error esta poesía aparece bajo el nombre de La ida en el tomo III de las Obras Completas editadas
por Casavalle en 1871 (p. 173), error que reproduce la edición por nosotros consultada (p. 953).
38
39

fragmentos. “Diremos finalmente -concluía- que la impresión, forma y encuadernación del libro, son
117
tan buenas y elegantes, como si se hubiera publicado en Europa”.

Dos días después, La Gaceta Mercantil, quizá por pluma de Pedro de Angelis, manifestaba
el “sentimiento melancólico” y el “desvío de las cosas del mundo” que predominaba en la mayoría
de las composiciones de la obra “tan llena de bellezas y que tanto honor hace a nuestra literatura
naciente”. Aprobaba la elección de los modelos y el gusto por la “lectura de los verdaderos poetas
y de los libros sagrados”. “Estamos convencidos de que el Sr. Echeverría cree con nosotros que la
religión de Meléndez y de Lamartine ensancha mucho más el corazón y la mente, que la de
Horacio y de Ovidio”. 118 Ese mismo 20 de noviembre, la Gaceta insertó otro comentario que
concluyó al día siguiente. “Parece que el Sr. Echeverría ha ensayado el trazar la senda al poeta
por un campo nuevo; representando al natural las escenas de nuestro país que más imperio
ejercen en la imaginación y excitan más la sensibilidad”. El volumen tenía derecho a un “puesto
eminente en el Parnaso Argentino”. Poseía buen gusto, nobleza, imágenes coloridas, fluidez de
119
estilo, buena elección del metro y elegante sencillez.

El lunes 24 el Diario de la Tarde lanzó una nueva crítica bajo el título Los Consuelos;
poesías originales de Esteban Echeverría. Su autor era Juan Thompson, el hijo de Mariquita
Sánchez. Después de hablar extensamente de la falta de una literatura nacional, el redactor
sostenía que la publicación del volumen debía “lisonjear a todo argentino”, y que si bien Echeverría
trabajaba para una literatura argentina, sus producciones elegíacas ya habían resonado en el país
con anterioridad. “El lenguaje del autor de los Consuelos es dulce y melodioso. La fuente en que
bebe es pura, pero no tan nueva que olvidemos otros hermosos cantos a cuyos autores es lícito
que la crítica ofrezca a su tiempo un respetuoso recuerdo, única y bien humilde recompensa para
el poeta que al mitigar el dolor ajeno sólo aspira a una mirada de reconocimiento, y de simpatía”.
“En la existencia del poeta, y de nuestra joven literatura, el libro de los Consuelos hará época,
aunque su género en globo participe de algún modo de influencias extrañas, de las ideas de otra
sociedad ya envejecida por las vicisitudes humanas”, expresaba luego. 120

Esta crítica mereció de Echeverría una pronta refutación que ocultó bajo el seudónimo de
Un verdadero amigo del autor de los Consuelos y que apareció el jueves 27 de noviembre de 1834
en La Gaceta Mercantil. Su propósito era mostrarle al “articulista” algunas “candideces” en que
había caído su “elegante pluma” como así el deseo de “reprimir los arrojos de la petulancia”. No
había sido su objetivo disputarle el lauro a los poetas que lo habían precedido. En definitiva eran la
opinión pública y el tiempo los únicos jueces que otorgaban celebridad a los escritores. Por otra
parte bien conocía la carencia de una literatura propia aunque no había pretendido con Los
Consuelos echarle el cimiento. Evidentemente Esteban se molestó mucho con los comentarios
vertidos en el Diario de la Tarde y no titubeó en llevar su respuesta casi al extremo. “Disimulo a Ud.
el tono magistral con que se pronuncia relativamente a los “Consuelos” y con que falla sin
apelación en materias de gusto, porque veo que Ud. se ha propuesto nada menos, que el público
ajuste su humilde juicio a la arrogancia y vanidad de su crítica: pretensión a la verdad
extravagante. Creo Sr. articulista, que en esto de críticas es preciso irnos muy a tientas, y no
lanzarnos a decir cuanto se nos pase por la imaginación, y cuanto nos hayan sugerido mal
digeridas lecturas o amistosas conversaciones”. 121

117
Diario de la Tarde, Comercial, Político y Literario, nro. 1036, noviembre 18 de 1834.
118
La Gaceta Mercantil, nro. 3430, noviembre 20 de 1834.
119
La Gaceta Mercantil, nros. 3430 y 3431, noviembre 20 y 21 de 1834.
120
Diario de la Tarde, Comercial, Político y Literario, nro. 1041, noviembre 24 de 1834.
121
La Gaceta Mercantil, nro. 3446, noviembre 27 de 1834.
39
40

En carta dirigida a Florencio Varela, Gutiérrez calificó la contestación de Echeverría como


antipoética. Se equivocaba el amigo al tratar de esa manera a Thompson, al atacarlo “con
personalidades y no con razones de algún peso”. A su juicio la crítica aparecida en el Diario de la
Tarde fue “buena e ingenua” y Esteban no debió reaccionar de una manera injusta e hiriente. 122
“Siento en el alma -le decía Varela- que tenga aquel joven tanto amor propio y que se haya
abajado a personalizar una cuestión que era puramente literaria y de amigos. Es un defecto ese
capaz de deslustrar en parte su mérito”. 123 Pero el poeta poseía “algo del fanatismo intolerante
que inspira la victoria y el entusiasmo a los adeptos noveles de una escuela flamante”. 124

Varela había leído Los Consuelos y gustado mucho de ellos. Admiraba sin duda al poeta
Echeverría, aunque no comulgase después con el ideal político que nuestro autor buscara predicar
al margen de unitarios y federales. “Amigo mío, le decía a Gutiérrez, el señor Echeverría es un
poeta, un poeta. Buenos Aires no ve eso hace mucho tiempo, ¿quién sabe si lo ha visto antes?
Estoy loco de contento. He comunicado mi entusiasmo a cuántos he podido haciéndoles leer el
125
precioso libro”.

Un mes más tarde, Varela se atrevió a un puntilloso análisis de las poesías incluidas en
Los Consuelos concluyendo por criticar algunos defectos en la composición y ciertos pecados de
impureza hacia la lengua, que eran nada más que “lunares” que no perjudicaban la belleza del
conjunto lleno de aciertos. Destacaba la fuerza del estilo, la rica imaginación y la delicada
sensibilidad de Esteban. Con el precioso libro, Echeverría había despertado “las Musas que
dormían, tanto tiempo hace en Buenos Aires, y a indemnizarnos de los malos ratos que nos ha
dado la caterva de poetastros que en los últimos años ha tiznado tanto papel y tantas
reputaciones”. 126

122
Carta de Juan María Gutiérrez a Florencio Varela. Bs. As, diciembre 9 de 1834. Arrieta, Rafael Alberto, ob. cit, p. 51.
123
Carta de Florencio Varela a Juan María Gutiérrez. Montevideo, diciembre 16 de 1834. Archivo del Doctor Juan María
Gutiérrez, Epistolario, tomo I, Biblioteca del Congreso de la Nación, Bs. As, 1979, p. 182.
124
Gutiérrez, Juan María, Breves apuntamientos biográficos y críticos sobre don Esteban Echeverría, Obras Completas,
tomo V, Carlos Casavalle editor, Bs. As, 1874, XXXVIII.
125
Carta de Florencio Varela a Juan María Gutiérrez. Montevideo, diciembre 1 de 1834. Ibídem, VIII.
126
Carta de Florencio Varela a Gutiérrez y Juan Thompson. Montevideo, enero 1 de 1835. Ibídem, VIII-XXIX.
40
41

TREINTA AÑOS

El 13 de abril de 1835, el brigadier general Juan Manuel de Rosas asumió por segunda vez
el gobierno de la provincia de Buenos Aires. El 7 de marzo, la Sala de Representantes votó su
elección confiriéndole facultades extraordinarias y la suma del poder público. El decreto de
nombramiento imponía como restricciones al cargo el conservar, defender y proteger la religión
católica, y sostener y defender “la causa nacional de la Federación que han proclamado todos los
pueblos de la República”, para agregar a renglón seguido que “el ejercicio de este poder
127
extraordinario durará por todo el tiempo que a juicio del Gobierno electo fuese necesario”. Un
plebiscito realizado en la ciudad, confirmó tales poderes por 9312 votos contra 8.

Echeverría atacará años más tarde este hecho político que echaba por tierra “toda la labor
inteligente de la revolución argentina”, burlando “los esfuerzos de los patriotas que la iniciaron y de
los que posteriormente, con la espada, la pluma, el pensamiento o la acción procuraron
secundarla”. 128 Veía el capricho de un hombre sustituyendo la ley, y a la justicia trastocada en
arbitrariedad. En definitiva era la implantación de una contrarrevolución que lanzaba por la borda
“veinticinco años de lucha y sacrificios por la libertad”. Ni el pueblo de la provincia, ni la Sala de
Representantes, sabían lo que hacían al aprobar la disposición del 7 de marzo, que hacía de
Rosas juez y árbitro de la suerte del país y que le confería autoridad perpetua. Los representantes,
sin duda, habían actuado sugeridos por “la ignorancia más supina o la iniquidad más insolente”.

Dando muestras de acabado conocimiento del derecho constitucional, nuestro hombre


distinguió la representación constituyente de la representación ordinaria. Aquélla crea y legitima a
esta última, que debe dictar leyes o tomar resoluciones conforme al espíritu constitucional. Buenos
Aires -creía- gozaba de una constitución imperfecta, la que, sin embargo, contenía los principios de
un gobierno representativo. La existencia de un pacto social nunca podía ser violada por los
poderes constituidos sin cometer, al mismo tiempo, una traición y una usurpación de la soberanía.
Porque “si el pacto es el que da vida a la asociación y engendra al gobierno, éste solamente y los
magistrados, lejos de constituir el gobierno, no son sino meros agentes destinados a conservarlo y
ejecutarlo. Gobernar es obrar conforme a ciertas reglas: esas reglas existían antes que el
magistrado y suponen una autoridad anterior que las haya dictado, que no es otra que el pueblo
soberano por medio de sus representantes”. La legitimidad de los poderes constituidos caduca y
muere cuando estos, por ignorancia o malicia, dejan de observar las condiciones del pacto que le
ha dado autoridad. La ley fundamental surgida del pacto social, que legitima a los poderes
constituidos jamás podría ser anulada por representación alguna. “Los representantes no son sino
delegados del soberano, y ¿por qué principio cuatro hombres se arrogarían la facultad del
soberano, romperían el pacto social, cambiarían la forma de gobierno establecido y crearían por su
voluntad otro nuevo? Son los Representantes los que violan la única ley que hace legítima la
Representación”.

Treinta años cumplió Esteban el 2 de septiembre de 1835. Escribió algunos apuntes


autobiográficos, recogidos luego por su amigo Gutiérrez, en los que hacía un raconto de su joven
129
vida.

127
Etchart, Martha B. y Douzón, Martha C, ob. cit, p. 78.
128
La contrarrevolución. Origen y naturaleza de los poderes extraordinarios acordados a Rosas, Obras Completas, pp.
382-401.
129 Obras Completas, pp. 546-549.

41
42

Hasta la edad de 18 años fue mi vida casi toda externa: absorbiéronla sensaciones,
amoríos, devaneos, pasiones de la sangre, y alguna vez la reflexión; pero triste como lámpara
entre sepulcros. Entonces como caballo desbocado, pasaba yo sobre las horas, ignorando dónde
iba, quién era, cómo vivía. Devorábame la saciedad y yo devoraba al tiempo.

Desde los 18 hasta los 26 años, hiciéronse gigantes mis afectos y pasiones, y su
impetuosidad, salvando límites se estrelló y pulverizó contra lo imposible.
...
Desde los 26 años hasta hoy, no existe el tiempo para mí. Noche y dolores todo lo que
veo; dolor y noche, despierto o durmiendo; noche y dolor, aquí y allí, y en todas partes. El universo
y yo y las criaturas son para mi espíritu un abismo de noche y de dolor.

Sumido en la tristeza, el poeta plasmó el amargor de su romántica existencia: “Sé que he


peregrinado treinta años en la tierra, porque quiero desde hoy poner en este papel mi corazón a
pedazos. Mi corazón dolorido, ulcerado, gangrenado; mi corazón soberbio e indomable”. Un ser sin
tiempo, circundado por la noche y el dolor. “Va para cinco años que no me sonríe un día sereno;
que sólo el dolor me da testimonio de la vida; que no tengo un rato de descanso, ya que no de
alegría; que asida a mi conciencia, como gusano roedor, está una idea, la imagen viva de la
felicidad que tuve en mi mano, que menosprecié, hollé y perdí para siempre”. Su pluma exageraba
la fuerza de sus lamentos: “Lo mejor de mi vida; la edad en que recoge el hombre el fruto de sus
vigilias y tareas, el dolor lo ha devorado; y la gloria debía ser su galardón: yo lo esperaba, lo quería,
lo quería con ahínco. Cinco años de estudio y reflexión habían nutrido mi ingenio; pero cortáronle
por el tronco cuando estaba más ufano y frondoso...”.

Su estado de salud dificultaba hasta el más mínimo esfuerzo. Una hora de trabajo
conllevaba la fatiga y la inutilización para el resto del día. Cólera, entusiasmo, indignación,
ejercicios físicos, todo prohibido. El músculo enfermo anulaba el goce de aquellos arrebatos
frenéticos, o de esos vértigos que en otros tiempos le significaron un cordial adormecimiento en
medio de la actividad devorante de sus pensamientos. Su postración, sin embargo, no le impidió
ceder de nuevo al encanto femenino. La presencia de una joven de sólo quince años conmovió su
alma. La niña no era hermosa, pero mucho pudo su angélica sonrisa.

- ¿Cómo está usted, don Esteban?

El poeta, mudo, extático, temió afectar el pudor de la criatura. Plantas, flores y bordados
fueron el tema de la conversación prolongada por algunos minutos. Su orgullo pudo más: imposible
amar a una mujer tan poco identificable con su yo, con todo su ser. “Pero he puesto los ojos en
ella; he creído hallar en ella un tesoro. Ella me ha hecho ver en sueños la sombra de la felicidad.
Esto basta”. Corría el mes de octubre, y en Buenos Aires se anticipaban los primeros acordes del
verano.

Por aquel año habitaba Echeverría una pequeña casa de dos pisos en la calle de Balcarce,
a no muchas cuadras del hogar de nacimiento. ¡Cuántas veces habrá esperado el amanecer
recostado sobre el balcón del dormitorio que daba contra el río luciendo su coqueto gorro griego!
Contemplaba la naturaleza y recitaba los versos que luego, cómodamente sentado en la poltrona
de su bufete, volcaba al papel con gran velocidad, mientras saboreaba uno de los tantos cigarros
que el mismo preparaba y que hacían a su condición de extremo fumador. Lo cierto era que
Esteban había adquirido facilidad para la improvisación. Uno de sus amigos, que bien pudo ser

42
43

Gutiérrez, lo vio pasearse de un lado a otro de su gabinete fumando sin cesar y dictándole a
alguien de una sola vez nada menos que cuatrocientos versos de memoria. Pero de lo que carecía
el hombre era del don de la conversación, le era difícil seguir un diálogo prolongado, mantener una
charla familiar. Su palabra se había vuelto dogmática y severa, fruto evidente de aquellos
soliloquios eternos con su espíritu. 130

1836. En mayo y agosto aparecieron en El Recopilador -título que a partir de ese año tomó
el periódico El Museo Americano, editado por el litógrafo César Hipólito Bacle-, varias poesías que
ocultaban a su autor bajo las iniciales E. E. Serenata, El desamor, A una lágrima, La Aroma,
cantan con dulzura al casi siempre infortunado amor.

Al bien que idolatro busco


Desvelado noche y día,
Y la esperanza me lleva
Tras su imagen fugitiva,
Prometiéndome engañosa
Felicidades y dichas:
Ángel tutelar que guardas
Su feliz sueño, decidla,
Las amorosas endechas
131
Que mi guitarra suspira.

Como muere la antorcha


Escasa de alimento,
Así morir me siento
En mi temprano albor;
Ningún soplo benigno
Da vigor a mi vida,
Pues vivo sumergida
132
En triste desamor.

El poeta confesaba tener tan sólo “caprichos de amor en el corazón”. Las mujeres lo
perseguían, algunas para espantarse y otras para reírse de aquella alta y cadavérica figura, pero
nunca para brindarle ese perfecto amor que únicamente las heroínas de sus poemas sabían
prodigar al amado. Creía que en torno suyo ellas sólo satisfacían la curiosidad. A lo sumo podían
quererlo un día, besarlo y abrazarlo, “empalagarme y después aborrecerme”. A mediados de ese
año había asistido a una fiesta en un gran salón y allí pudo apreciar a “más de veinte muchachas
de la flor porteña”. De inmediato pasó a ser el centro de sus miradas.

- Es Echeverría.
- No, no es.

130 Obligado, Pastor S, ob. cit, octubre 18 de 1862.


131 Serenata
132 El desamor

43
44

Y las gráciles figuras se movían y bullían de curiosidad observando al poeta con ahincados
ojos. A los pocos minutos debió salir de aquel salón “huyendo y renegando de la reputación”.
Seguramente habrá cruzado esas oscuras calles porteñas lleno de humillación pero, al mismo
tiempo, consciente de un posible destino de gloria. Se sabía capaz de hacer algo trascendente y
bello. “Gloria querría sí -le escribía a Gutiérrez-, si me fuera dado conseguirla, o al menos si a la
eficacia de mis deseos correspondieran mis fuerzas, pero... loco estoy, sin duda, pues no busco lo
133
que los otros”.

Algún tiempo más tarde Esteban dejó su habitación de la calle Balcarce para trasladarse a
una casita ubicada en los mataderos del Alto, donde su hermano José María había fundado un
estaqueadero de cueros de vaca. El ambiente y sus pobladores le servirían de inspiración para
construir luego el magnífico relato del Matadero. Su biblioteca quedó en poder de Gutiérrez,
134
hacíendose llevar hasta su solitario reducto, de vez en cuando, los volúmenes de su interés.

En la edición número 1 de El Recopilador (Mayo 7 de 1836), publicó Echeverría su primer


trabajo literario en prosa, que al igual que algunas de sus composiciones poéticas, figuró bajo la
sola inicial E. Se trataba de Apología del matambre, interesante relato costumbrista sobre la
exquisitez de ese alimento. 135

Incapaz por temperamento y genio de más ardua y grave tarea, ocioso por otra parte y
aburrido, quiero ser el órgano de modestas apologías, y así como otros escriben las vidas de los
varones ilustres, trasmitir si es posible a la más remota posteridad, los histórico-verídicos encomios
que sin cesar hace cada quijada, masticando, cada diente crujiendo, cada paladar saboreando, el
jugoso e ilustrísimo matambre.

Es de destacar este escrito, en tanto y en cuanto él se nutría de caracteres marcadamente


nacionales, de acuerdo a lo pretendido al editar Los Consuelos en 1834.

Además, porteño en todo, ante todo y por todo, quisiera ver conocidas y mentadas
nuestras cosas allende los mares, y que no nos vengan los de extranjis echando en cara nuestro
poco gusto en el arte culinario, y ensalzando a vista y paciencia nuestra los indigestos y
empalagosos manjares que brinda sin cesar la gastronomía a su estragado apetito: y esta ráfaga
de espíritu nacional, me mueve a ocurrir a la comadrona intelectual, a la prensa, para que me
ayude a parir si es posible sin el auxilio del fórceps, este más que discurso apologético.

Griten en buena hora cuanto quieran los taciturnos ingleses, roast-beef, plum pudding;
chillen los italianos, maccaroni, y váyanse quedando tal delgados como una I o la aguja de una
torre gótica. Voceen los franceses omelette souflé, omelette au sucre, omelette au diable; digan los
españoles con sorna, chorizos, olla podrida, y más podrida y rancia que su ilustración secular.
Griten en buena hora todos juntos, que nosotros, apretándonos los flancos soltaremos zumbando
el palabrón, matambre, y taparemos de cabo a rabo su descomedida boca.

El Recopilador del 24 de septiembre publicó Finis (Extracto de un poema titulado Rosaura).


Firmada por E. E, la composición fue recogida por Gutiérrez en el III tomo de las Obras Completas

133
Carta de Echeverría a Juan María Gutiérrez. Bs. As, julio 5 de 1836. Lanuza, José Luis, Echeverría y sus amigos, ob.
cit, pp. 102-103.
134
Ibídem.
135
Obras Completas, pp. 443-446.
44
45

como Tinis, por evidente error de imprenta. La suerte ominosa rompe el lazo de amor que liga a
dos almas unidas por un hechizo poderoso.

Perdí a Rosaura, a mi amor,


Y de su vista privado,
En mi corazón clavado
Sentí el dardo del pesar;
Y lloré mi desamor,
Y lloré mi desventura,
Y mi vida fue amargura,
Borrascosa como el mar.

Busqué a Rosaura anheloso


Y al llegar a sus umbrales,
Hallé rastros funerales
De lo que un tiempo existió:
Pregunté por ella ansioso
Y eco triste, eco nefando
“No existe ya, resonando,
Para ti” me respondió.

Tiempo hacía que Echeverría pensaba escribir unas “melodías” que permitiesen, a través
del canto y la poesía, popularizar algunos acontecimientos patrios y de interés social. 136 Puesto a
indagar sobre la existencia de “tonadas indígenas”, pudo comprobar, muy a su pesar, que las
interpretaciones corrientes en Buenos Aires, correspondían a adaptaciones o malas copias de
arias y romances franceses o italianos. No se trataba, desde luego, del fruto del sentimiento
musical argentino, con el cual poder expresar “las emociones del alma y los íntimos afectos del
corazón”. El poeta desistió entonces de su propósito, pero cuando algunas canciones suyas fueron
musicalizadas por el maestro Juan Pedro Esnaola, creyó de nuevo realizable su proyecto, y se
propuso editar junto a éste el resultado de sus esfuerzos bajo el titulo de Melodías argentinas.

Singular fortuna la de Echeverría poder colaborar con el músico argentino más importante
del pasado siglo. Recordado por sus arreglos al Himno Nacional, versión que es reconocida como
oficial (1860), su extensa producción musical pasa ignorada casi por completo. Se cuentan entre
sus composiciones: Misa a 4 voces (1828), sinfonías para orquesta, un ciclo de canciones con
Vicente López, Juan Cruz Varela y Rivera Indarte, Himnos Federales, Cuadrillas, el Minué Federal
o Montonero (1845) y un Réquiem.

Fue idea de Esteban “suplir la falta de obras originales de este género, aumentar nuestro
fondo artístico y nuestros títulos literarios, explotar una mina cuya riqueza en lo porvenir podrá ser
optima y estimular con el ejemplo, el cultivo de las bellas letras”. Sus deseos se entroncaban
perfectamente dentro de la concepción romántica que acababa de importar: “en la viva e
inagotable fuente de la poesía, en el corazón, buscaremos inspiraciones, colores en nuestro suelo,
y en nuestra vida social asuntos interesantes”.

136
Proyecto y prospecto de una colección de canciones nacionales. Ibídem, pp. 455-456.
45
46

Echeverría adjudicó gran importancia a las canciones populares. No consideraba su


ejecución como algo frívolo, ya que poeta, músico e intérprete aunaban sus talentos para dar
nacimiento a algo maravilloso que podía cantar variados asuntos. Las canciones, miradas con gran
interés por todos, revestían además importancia histórica pues expresaban el modo de vivir y
sentir, la cultura moral y las costumbres de un pueblo en determinado siglo. Al igual que Víctor
Hugo, Esteban valoraba los romances del Cid, genuinos, puros, sin la deformación de las
imitaciones ni del “pedantismo clásico”. Todas las expresiones populares, tanto europeas como
americanas merecían su respeto, desde Bèranger en Francia hasta las modinhas brasileñas y los
yaravíes peruanos. La verdadera canción no podía nunca juzgarse como mero pasatiempo. De
canciones correspondía enriquecer a la literatura argentina. Ellas no eran “una linda bagatela
hecha para entretenimiento de casquivanos”, debían pulirse y perfeccionarse como si fuesen “las
obras más elevadas del Arte”. Así pensaba Echeverría. Nada frívolo y trivial podía producir el
verdadero poeta. Y él lo era, aunque la inspiración lo abandonase muy a menudo.

La colección de canciones nacionales nunca vio la luz, “abortó como todo pensamiento
137
bello o generoso allá por los años de 1836”, expresó Gutiérrez. Sin embargo, las poesías con
música de Esnaola -El desamor, La diamela, La Aroma y otras-, integraron los cuadernos de El
Cancionero Argentino de José Antonio Wilde en marzo y agosto de 1837. La diamela fue, además,
la primer producción del argentino aparecida en la República Oriental. El 8 de abril de 1837 el
Diario de la Tarde de Montevideo, publicó los mencionados versos.

Diome un día una bella porteña,


Que en mi senda pusiera el destino,
Una flor cuyo aroma divino
Llena el alma de dulce embriaguez;
Me la dio con sonrisa halagüeña,
Matizada de puros sonrojos,
Y bajando hechicera los ojos,
Incapaces de engaño y doblez.

Los cancioneros editados totalizaron cuatro. Colaboró también Echeverría en los números
3 y 4, con poesías musicalizadas por Roque Rivero y José T. Arizaga (La cautiva, A una lágrima).
Asimismo, el pianista, compositor y director de orquesta Remigio Navarro, que alcanzó su apogeo
entre los años 1830 y 1836, se encargó de componer canciones con letra de Florencio Varela y de
Echeverría. Este concertista de color dirigió la orquesta del Teatro Argentino y recibió los elogios
de la prensa. En 1838 ejecutó por primera vez en un teatro porteño un Gran Vals de Johann
Strauss. 138

EL SALÓN LITERARIO
137
La canción. Ibídem, pp. 455-459.
138
Chávez, Fermín, ob. cit, p. 44.
46
47

El año 1837 se inició con el cierre de toda comunicación entre la Confederación Argentina
y la Peruano-Boliviana. El mariscal Andrés Santa Cruz, Protector de esta última, fue acusado de
brindar apoyo a los unitarios que habían invadido la provincia de Tucumán en febrero de 1836.
Rosas declaró la guerra a Santa Cruz el 19 de mayo, confiando el mando del ejército de
operaciones a Alejandro Heredia, gobernador de aquella provincia.

1837 significó para Esteban Echeverría el ingreso a la vida política nacional a través de su
inserción en una sociedad literaria, impulsada por el librero y escritor montevideano Marcos Sastre,
propietario de la Librería Argentina de la calle Victoria.

El establecimiento tenía su historia. 139 En julio de 1833, el intelectual uruguayo decidió


abrir una librería en Reconquista 54, cerca de las iglesias de San Francisco y de Santo Domingo.
Tiempo después, en enero de 1835, el local se mudó al número 72 de la misma calle, pasando a
llamarse Librería Argentina. Inmediatamente Sastre organizó un Gabinete de Lectura o Biblioteca
pública, abierto a los interesados a fines del mes y nutrido de unos mil volúmenes “sobre las Artes
y Ciencias más útiles al hombre, y particularmente las más necesarias para nuestro país”. Sus
estantes abarcaban materias como literatura, religión, filosofía, economía, historia natural,
botánica, geografía, política, idiomas y medicina. Para tranquilizar las conciencias de los posibles
asistentes, su propietario advirtió: “Ningún autor impío, ningún libro inmoral, ni de máximas
peligrosas o falsos principios se hallará en el Gabinete de Lectura: por manera que los padres
pueden mandar allí a sus hijos, con la seguridad de que no leerán sino libros que les inspiren amor
a la religión y a la virtud, amor al saber, afición al estudio y al trabajo, tedio a la ociosidad y
aversión a todo lo que sea contrario a la sana moral y a la verdadera ciencia”. En julio de 1836, la
librería fue trasladada a la calle Victoria 136, a una cuadra y media del Cabildo. Meses más tarde,
el establecimiento se fusionó con el de Teófilo Duportail, implementando el sistema de biblioteca
circulante, que importaba la posibilidad de leer, en la propia casa, las obras de interés mediante el
pago de un módico abono mensual. Finalmente, el 16 de mayo de 1837, la Librería Argentina
habilitó su definitivo local en Victoria 59, “dos cuadras y media de la plaza para el campo”. La
amplia casa de la calle Victoria -actual Hipólito Yrigoyen- servirá de ámbito para las reuniones del
Salón Literario de Marcos Sastre. “En el trato frecuente que nos abrió su negocio de libros -cuenta
Vicente Fidel López en su Autobiografía-, adoptó, como he dicho, la idea de reunir su negocio de
librería a la de un Salón o club de discusión, de conversación y de lectura; y cuando tuvo los
elementos con la adhesión de Gutiérrez, Thompson, Echeverría, yo y cuarenta o cincuenta socios
más (...) puso la librería de venta y cambalache en las piezas con puerta a la calle, e instaló el
Salón en dos largas piezas que se seguían hacia adentro. Entre los suscriptores entraron algunos
140
ingleses que habían tomado relación, y varios alemanes del barrio donde antes había vivido”.
141
El Salón fue inaugurado un día domingo que bien pudo ser el 18 de junio de 1837.
Además de su mentor, asistieron a aquella velada Vicente López y Planes (figura patriarcal de la
política argentina y autor de la letra del Himno Nacional), su hijo Vicente Fidel López, Pedro de

139
Seguimos el trabajo de Félix Weinberg El Salón Literario de 1837, Librería Hachette S.A. (Colección El Pasado
Argentino. Dir: Gregorio Weinberg), 2da. edición, Bs. As, 1977, pp. 37-46.
140
López, Vicente Fidel, Autobiografía. Echeverría, Esteban, Dogma Socialista. Edición crítica y documentada,
Universidad Nacional de La Plata (Biblioteca de Autores Nacionales y Extranjeros referente a la República Argentina, vol
II), dirección y prólogo de Alberto Palcos, 1ra. edición, La Plata, 1940, pp. 312-313.
141
Weinberg, Félix, ob. cit, p. 46.
47
48

Angelis (erudito llegado al país en tiempos de Rivadavia, editor de la Gaceta Mercantil), Juan
Bautista Alberdi y Juan María Gutiérrez, entre muchos otros. Años más tarde López aseguró que
dos extranjeros “muy argentinizados” fueron también socios del Salón: el alemán Federico von
Schentein, que conocía “al dedillo” la literatura de su patria, y el inglés John Hughes. 142

Sastre abrió el fuego en aquella jornada inaugural. Lo hizo con un discurso al que tituló
143
Ojeada Filosófica sobre el estado presente y la suerte futura de la Nación Argentina.
Aprovechó el mismo para dar a conocer los lineamientos que impulsarían a su flamante
establecimiento. No era su deseo constituir una biblioteca plagada de “novelas inútiles y
perniciosas”; instrumentos tales llegaban a arrebatar inteligencias y pervertir corazones. Muy por el
contrario, consideraba su propósito como noble, puro y sagrado. Tanto él como los demás
integrantes del Salón sólo actuaban impulsados por el amor a la sabiduría y por el deseo de
perfeccionar sus respectivas instrucciones. Su afán era reunir lo más importante de la “república de
las letras, y particularmente las producciones modernas que siguen la marcha del espíritu
humano”. La biblioteca del Salón debería aficionar a la juventud a los estudios serios, para llenar
“de ideas su inteligencia, y de sentimientos su corazón; para que esta generación nueva, en quien
reposa toda la esperanza de la Patria, se vea siempre rodeada de una atmósfera benéfica de
ideas sublimes, de pensamientos grandiosos, que mantendrá en sus almas aquel temple divino de
la religión y la virtud, que engendra y alimenta en la mente el ansia de saborear todo lo bello, todo
lo grande, todo lo útil”. Pero en la obtención de libros selectos no terminaba su propósito. Sastre
creía necesario establecer un curso de lecciones que permitiesen comunicar nociones de religión,
filosofía, agricultura, historia, poesía, música y pintura. Los conocimientos de los amigos allí
presentes le eran valiosos y desde aquella jornada quedó establecido el dictado de un “curso de
lecturas”.

El joven montevideano -continuando con su discurso- veía dispuesta a la nueva generación


a abjurar del triple plagio que había entorpecido hasta el momento el desarrollo intelectual y la
marcha del progreso: error de plagio político, científico y literario. Ella estaba decidida a divorciarse
de toda política y legislación exóticas, del sistema educativo tomado de España y de los modelos
literarios extranjeros y españoles. El país debía adoptar “una política y legislación propias de su
ser: un sistema de instrucción pública acomodado a su ser: y una literatura propia y peculiar de su
ser”. El orden instaurado por el “gran Rosas” permitía la marcha del país hacia su
engrandecimiento. Él era el hombre puesto por la Providencia “para presidir la gran reforma de
ideas y costumbres que ya ha empezado”. Sastre valoraba la paz y el orden logrados por su
gobierno.

El Salón Literario tomó su lema de la carta del apóstol San Pablo a los Romanos:
ABJICIAMUS ERGO OPERA TENEBRARUM, ET INDUAMUR ARMA LUCIS. “Abandonemos,
pues, para siempre las obras de las tinieblas, todas aquellas acciones que se ocultan de la claridad
del día, o que salen de la tenebrosa fábrica de las pasiones -la bajeza, la intriga, la violencia, y la
sangre, y la desolación y la muerte (...) y empuñemos únicamente las armas de la luz, las armas de
la razón, del convencimiento, de la instrucción, de las virtudes, del desarrollo intelectual, que no
hay poder que las resista”.

Luego de analizar el estado actual de la juventud argentina, trazaba Sastre sus reflexiones
sobre el “vacío” existente en la instrucción pública y la “imperfección” de los métodos de estudio
vigentes. Era necesaria la adquisición de nuevos conocimientos, hacer otras lecturas y, desde
142
López, Vicente Fidel, Autobiografía, ob, cit, p. 313.
143
Echeverría, Esteban, Dogma Socialista. Edición crítica y documentada, ob, cit, pp. 229-243.
48
49

luego, terminar con la “mezquina imitación” de los autores clásicos españoles, máxime cuando
nada importante podía resaltarse en los trabajos de la “inteligencia española”. Liberarse de ese
“plagio literario” era algo extremo. “Si se citara un sólo libro español que haya revelado verdades
importantes, que adelanten los progresos del entendimiento humano; aun preguntaría si debe
estudiarse y tomarse por modelo una literatura que apenas produce un libro bueno”. (Párrafos
después calificará al español como “hermoso idioma de Cervantes”). Para el joven oriental las
prensas españolas sólo habían entregado “compilaciones monstruosas e indigentes, ideas rancias,
pésimas traducciones, poesías insípidas, novelas insulsas, y despropósitos periódicos”. La luz
debía buscarse en otras naciones, pero a ninguna de ellas tomarse por modelo. El romanticismo
enseñaba que la literatura debía ser expresión de la inteligencia nacional.

En el horizonte ya se entreveía una literatura argentina. Lo demostraban los trabajos de


Juan Bautista Alberdi, de Vicente López, de Esteban Echeverría -La Cautiva- y el Curso de filosofía
dictado por el médico Diego de Alcorta, tan admirado por sus alumnos. “La sociedad marcha -
exclamaba Sastre-; el espíritu adelanta; se desarrolla la inteligencia; pasó la noche del error; el día
de la verdad se acerca; los obstáculos desaparecen; los males se disminuyen; crecen los bienes;
el país se encuentra vigoroso; el gobierno, fuerte y sabio; reina la paz; el orden está asegurado.
Todo nos anuncia una época venturosa”. Sin embargo, la guerra civil que seguiría ensangrentando
al suelo argentino por largos años, echará por tierra el vasto programa del Salón y las entusiastas
afirmaciones de su fundador.

“¡Señores! Ya es tiempo que se revele el gran tesoro ignorado que posee la nación; la
prueba clásica de nuestro progreso social, y el más seguro garante de la futura prosperidad. Una
nueva generación se levanta, llena de virtudes, de actividad y de talentos, que promete a la Patria
hermosos días de grandeza y de gloria. La nación tiene en su seno una juventud adornada de las
más bellas cualidades que pueden ennoblecer al hombre; una juventud dotada de los más puros,
nobles y generosos sentimientos: llena de capacidad, animada del más grande amor a la
sabiduría, y de los más ardientes deseos de consagrarse al bien público. Con tanta virtud y talento,
con tan poderosos elementos, ¿qué cosa habrá, por ardua y grande que sea, que no pueda
alcanzarse?”

Al discurso de Marcos Sastre le siguió el pronunciado por Juan Bautista Alberdi. El joven
tucumano, autor de Fragmento preliminar al estudio del derecho, llamó a su trabajo Doble armonía
entre el objeto de esta Institución, con una exigencia de nuestro desarrollo social; y de esta
144
exigencia con otra general del espíritu humano. Encuadraba al proceso de emancipación
americana dentro del impulso progresista emprendido por el género humano. “Tengamos, pues, el
25 de Mayo de 1810 por el día en que nosotros fuimos envueltos e impelidos por el
desenvolvimiento progresivo de la vida de la humanidad, cuya conservación y desarrollo es el fin
de nuestra revolución, como de todas las grandes revoluciones de la tierra”. Explicaba Alberdi los
males padecidos por el país diciendo que la Argentina, inmersa en la consabida ley universal del
desarrollo humano, no había sabido encuadrarse dentro de la civilización que respetase sus modos
de ser nacionales. En efecto, emancipados de España, los argentinos habían procurado librarse
también de aquellas leyes espacio-temporales a las que, inexorablemente, debían retornar. “La
Francia, decía el orador, había empezado por el pensamiento para concluir por los hechos:
nosotros hemos seguido el camino inverso, hemos principiado por el fin. De modo que nos vemos
con resultados y sin principios. De aquí las numerosas anomalías de nuestra sociedad: la
amalgama bizarra de elementos primitivos con formas perfectísimas; de la ignorancia de las masas

144
Ibídem, pp. 244-250.
49
50

con la república representativa”. Correspondía a las generaciones venideras dar una base
inteligente a la obra material emprendida por los mayores, pero sin copiar lo hecho ni por Francia ni
por los Estados Unidos, puesto que “seguir el desarrollo” era “adquirir una civilización propia”, sin
calcar lo realizado por civilizaciones extranjeras.

Como Marcos Sastre, Alberdi contaba con la figura de Rosas para lograr los propósitos de
aquella juventud progresista. “Por fortuna de nuestra patria, decía, nosotros no somos los primeros
en sentir esta exigencia; y no venimos más que a imitar el ejemplo dado ya en la política, por el
hombre grande que preside nuestros destinos públicos”. A su juicio, el gobernador de la provincia
era un “hombre extraordinario”, y había impreso a la política argentina una “dirección
completamente nacional”. Según el tucumano, los trabajos del Salón Literario debían indagar los
elementos filosóficos de la humanidad, para lo cual era menester escuchar a la civilización europea
y estudiar las formas que estos elementos debían recibir según las condiciones peculiares de la
edad y suelo argentinos. No se trataba, por consiguiente, de “leer por leer”, sino de “alistarse para
llenar una exigencia de nuestro desenvolvimiento social”.

Juan María Gutiérrez fue el tercer orador. Había nacido en Buenos Aires en 1809 y
estudiado físico-matemática, desempeñándose desde 1825 en el Departamento Topográfico y
Estadístico, del que sería nombrado primer ingeniero en 1839. En mayo de 1834 se doctoró en
145
Derecho Civil. Gutiérrez llamó a su exposición Fisonomía del saber español; cuál deba ser
146
entre nosotros. En la misma, se propuso explicar el carácter a tomar por la literatura nacional.
“La conquista -decía- cortó el hilo del desenvolvimiento intelectual americano. Esta bella parte
meridional del nuevo mundo se trocó en hija adoptiva de la España, se pobló de ciudades, recibió
costumbres análogas a las de sus conquistadores; y la ciencia y la literatura española fueron desde
entonces nuestra ciencia y nuestra literatura”. Comparada con las demás naciones europeas, la
península no había dado frutos de sabiduría y poesía que pudiesen ser parangonados con las
glorias de Dante, Galileo, Miguel Ángel, Colón, Shakespeare y Bacon. “Busco algún
descubrimiento, algún trabajo inmortal de la razón española, y no le encuentro: es decir, no
encuentro hombres como Newton y Galileo; descubrimientos como los de la atracción universal, y
el movimiento de la tierra”. Del genio español, sólo comparable a un lago de quietas aguas, podían,
sin embargo, rescatarse los trabajos de excepcionales literatos que alteraban un tanto aquella
maraña de fastidio: Garcilaso, Solís, Herrera, Juan de Mena, Manrique, merecieron la aprobación
del intelectual porteño.

Según Gutiérrez era un deber el separarse de la ciencia y literatura españolas, apartarse


de sus tradiciones, procurando aflojar, al ir entrando en la órbita de la intelectualidad europea, “el
vínculo fuerte y estrecho del idioma”. “Para esto, aseguraba, es necesario que nos familiaricemos
con los idiomas extranjeros, y hagamos constante estudio de aclimatar al nuestro cuanto en
aquéllos se produzca de bueno, interesante y bello”. Pero tal transporte no debía realizarse a
ciegas, sino que el mismo habría de servir para la génesis de una literatura representante de las
costumbres, sociedad, destino y naturaleza argentinos. El genio poético, de esa manera,
conservaría “su color propio al entrar en el océano de la poesía universal”.

Meses más tarde Florencio Varela escribirá a Gutiérrez expresándole en desacuerdo: “El
Sr. Gutiérrez quiere que no leamos libros españoles, de temor de impregnarnos de sus ideas
menguadas; quiere que nos hagamos menos puristas, y que relajemos algo la severidad respecto

145
Weinberg, Gregorio, Nacimiento de la crítica. Juan María Gutiérrez. El Romanticismo (I), Capítulo: cuadernos de
literatura argentina, tomo 9, Centro Editor de América Latina, Bs. As, 1986, pp. 289-290.
146
Echeverría, Esteban, Dogma Socialista. Edición crítica y documentada, ob. cit, pp. 251-260.
50
51

de la admisión (o importación como ahora se llama) de ciertas frases extranjeras en nuestra habla.
Yo no puedo convenir en que, por leer en castellano, nuestro espíritu haya de afectarse de las
ideas de los autores españoles: creo que sólo el que carezca de juicio y discernimiento, puede
correr ese riesgo; pero no el que lee, discurre, y elige, separando lo bueno de lo malo. No puedo
comprender que para expresar nuestras ideas, con claridad, con vigor, con belleza, sea necesario
tomar frases ni vocablos, del extranjero: y pienso que, si los franceses y los ingleses, pueden
expresar esas ideas, como lo han hecho Voltaire y Hume, Dupin y Burke, Lamartine y Byron,
valiéndose de idiomas mucho más ricos y sonoros que el nuestro, nosotros las podremos expresar
con más facilidad, mayor pureza y lozanía mayor, manejando un idioma más caudaloso y lleno de
armonía. Amigo mío, desengáñese Ud: eso de emancipar la lengua no quiere decir más que
corrompamos el idioma. ¿Cómo no lo emancipa Echeverría?” 147

Las posturas extremistas de aquellos jóvenes deben ser hoy entendidas dentro del marco
histórico que ofrecía la primera mitad del siglo XIX. España no significaba ya nada en la política
mundial. Perdidas las inmensas extensiones americanas tras las guerras triunfales de la
independencia, quedaban sólo visibles la rancia monarquía antiliberal y el espíritu inquisitorial. El
resto de Europa significaba Gran Bretaña y Francia, triunfantes y dominadoras, aunque, por cierto,
no más ricas que España en tesoros literarios ni en mentes esclarecidas. Pero era lógico que los
jóvenes porteños, nutridos de conocimientos que la “colonia” jamás les hubiese permitido alcanzar,
quisiesen despojarse del viejo amo, ahora tan alicaído, y alistarse en el mundo liberal surgido tras
la Francia de 1789.

Invitado a presidir la reunión, el último en hablar fue el poeta Vicente López y Planes. Su
figura, respetada por la concurrencia, representaba la historia del país desde los días coloniales:
oficial del regimiento de Patricios durante las Invasiones Inglesas, secretario del Primer Triunvirato,
miembro de la Asamblea General Constituyente de 1813 -que le aprobó los versos de su Marcha
Patriótica-, presidente provisional tras la renuncia de Rivadavia (1827) y miembro del Tribunal de
Justicia. Es lamentable que no se hayan conservado sus palabras. Su hijo Vicente Fidel en la
Autobiografía aseguró que su padre habló entre veinte minutos y media hora. Si bien no recordaba
lo dicho, declaró que fue oído “con gran cariño y veneración”. Rosas no aprobó la asistencia del Dr.
López y Planes a aquella jornada y así se lo hizo saber a Manuel Vicente Maza, presidente por
entonces de la Sala de Representantes. “Juan Manuel [de] Rosas dice que Ud, es demasiado
148
bueno y débil: que ese no era su lugar”.

La Gaceta Mercantil y el Diario de la Tarde dieron cuenta de inmediato de las actividades


del Salón. El lunes 26 de junio, a las siete de la noche, Gutiérrez leyó el primer canto de la aún
inédita Cautiva de Echeverría. Se habló de filosofía y de Víctor Hugo. El sábado 1 de julio se
continuó con la lectura del poema siguiéndose el diálogo sobre filosofía. En las reuniones
posteriores Alberdi dio algunas explicaciones sobre su flamante Fragmento preliminar y se trató un
149
texto de economía rural y doméstica pronto por aparecer.

Las críticas periodísticas luego de la inauguración del establecimiento no se hicieron


esperar. El Diario de la Tarde publicó el 2 de agosto un artículo burlesco firmado por Un
Lechugino, en el que se hacía mofa del vocabulario empleado por los integrantes del Salón.
Declaraba el redactor del Discurso terminado el tiempo “en que estaba en boga la rutina envejecida
y fastidiosa de TENER QUE ESTUDIAR PARA APRENDER”. A partir de ese momento, sin libros,
147
Carta de Florencio Varela a Juan María Gutiérrez. Montevideo, agosto 1 de 1837. Ibídem, p. 291.
148
Ibídem, p. 313.
149
Ibídem, pp. 572-575.
51
52

ni maestros, ni escuelas podrá aprenderse merced al “sistema de improvisación, de instantánea


infusión, de pronta y repentina adquisición”. Hubiese gustado el articulista traducir su discurso a la
lengua pampa y reemplazar a los escritores conocidos por las obras de los caciques de esa nación
indígena. Pero la mofa se trocaba en seriedad al recomendar el destierro de “la pedantería y la
presunción de saber todo lo que se ignora”, cuando el deseo fuese el aprender. “Sea la modestia el
primer ornato de nuestra juventud”, acotaba. “Hágasele entender que después de dedicar cada
uno el tiempo que es necesario al fiel desempeño de sus obligaciones, podrá destinar los ratos
sobrantes a la adquisición de los conocimientos que sólo pueden suministrarles el estudio y la
150
experiencia”.

Gutiérrez informó de la apertura del Salón a Florencio Varela, residente en Montevideo.


Acompañaban a la correspondencia los discursos leídos en su inauguración. Con fecha 1 de
agosto, y tras reponerse de una enfermedad, Varela respondió a Gutiérrez confiándole sus
impresiones en lo concerniente al “Salón de lectura”. Preveía para el mismo “un término no muy
remoto”. Las razones las veía en la falta de cooperadores y de personas interesadas y en la
concurrencia de “capacidades muy heterogéneas”. Pasaba luego a ocuparse de los principales
asistentes y miembros. “Por supuesto que de Angelis va a que los demás le aplaudan, y a reírse, y
mofarse de todos: conozco profundamente su carácter, como literato (...) De ese caballero no
esperen Ustedes cooperación eficaz y sincera”. En cuanto a López y Planes, lo juzgaba integrante
de la generación que los jóvenes querían “alejar de la escena”. Tampoco le complacía Alberdi,
quien había cometido el error, a juicio de Varela, de apresurarse a publicar sin antes haber
estudiado, perdiendo así “el sendero bueno”. Gutiérrez con sus elogios inmerecidos -continuaba la
carta- había contribuido al extravío del joven tucumano. Aclaraba Varela que el Salón podría
sostenerse “por algún tiempo” con los esfuerzos de Echeverría, de Gutiérrez y de otros. Y tras
criticar los discursos de la noche de junio, y queriendo explicar a Juan María que la poesía sólo
pertenecía a los “dominios de la imaginación”, calificaba a Esteban como “un poeta en todo el rigor
151
de la voz”. “Nos halaga, nos deleita, nos arranca lágrimas”.

Otro comentario acerca de la inauguración del establecimiento lo hallamos en la carta que,


desde París, enviara Florencio Balcarce a Félix Frías. El joven escritor, que morirá en 1839 a la
edad de veintiún años, había leído en el Diario de la Tarde los discursos de Sastre y Gutiérrez. Por
ellos juzgaba que la “sociedad” había nacido “contrahecha”. Sus miembros adolecían de
“desproporción” en cuanto a su “instrucción, moralidad y educación”. “No habiendo unidad de
pensamiento entre la sociedad -aclaraba- no puede ésta durar; y esa unidad no existe, por las
calidades de los socios y por lo vago y lo falso del objeto que se han propuesto. Yo no puedo
suponer que D. Vicente López y D. Pedro de Angelis, adopten las ideas de Alberdi sobre el
lenguaje y sigan su huellas”. Balcarce acusaba a Sastre de usar un “lenguaje que de violento se
hace ridículo”. Tampoco estaba de acuerdo con las ideas volcadas por Gutiérrez en su lectura. El
hijo del general Antonio González Balcarce veía “el término inmediato de la sociedad” y aclaraba
que “la falta de amistad en los socios” era otro dato que avalaba su pronóstico. “Gutiérrez no
puede ser amigo sincero de Sastre, si no ha variado en sus sentimientos de un año a esta parte:
Sastre se ríe de los escritos de Gutiérrez, no puede oír nombrar las poesías de Echeverría, y sigue
la opinión general con respecto a Alberdi. Yo he visto esto muchas veces con mis propios ojos.
152
Angelis se burla de todos”.

150
Ibídem, pp. 299-301.
151
Carta de Florencio Varela a Juan María Gutiérrez. Montevideo, agosto 1 de 1837. Ibídem, pp. 288-293.
152
Carta de Florencio Balcarce a Félix Frías. París, octubre 29 de 1837. Ibídem, pp. 294-298.
52
53

Durante el frío mes de agosto, el Salón Literario siguió adelante con sus actividades.
Sastre se preocupaba por enriquecer su biblioteca y buscaba la importación de obras europeas.
Continuaron las lecturas de Víctor Hugo, la pintura fue centro de reflexiones, se estudió geografía y
se encararon traducciones. 153 Años después, Vicente Fidel López escribió que el Salón “continuó
muy concurrido”, y que en él conoció y formó íntima amistad con Echeverría, al que no había
tratado con anterioridad. “Por lo demás, agregaba, en el Salón se produjo poco, se leyó mucho, se
154
conversó más”, claro que tales conversaciones siempre respondían a “intereses serios”.

Los días 9 y 31 de agosto el Diario de la Tarde publicó, respectivamente, dos artículos más
sobre el Salón, ambos en defensa de las letras españolas. El primero de ellos correspondía al
ingeniero español Felipe Senillosa, catedrático, diputado y, sobre todo, miembro del Salón
Literario. Contrariando lo dicho por Sastre en su lectura, Senillosa juzgaba al establecimiento como
un “Gabinete de lectura” y nada más, pero consideraba necesario “desviar toda impresión
desagradable, disipar toda equivocación” levantada en contra suyo. Pasaba enseguida a defender
el papel de España como gloria literaria y a destacar su contribución al mundo de las ciencias.
Refutaba luego el discurso de Gutiérrez refiriéndose al pobre rol de Francia -”esa misma Francia,
que se nos alaba hasta el fastidio”- en el desarrollo científico mundial. Finalmente, Senillosa
expresaba con nobleza la “utilidad del establecimiento” por encima de las opiniones de sus
155
integrantes con las que se podía no estar de acuerdo. El siguiente artículo, firmado por Un
Americano Bachiller, trazaba un Bosquejo histórico de la literatura española, manifestando que el
maltrato a la lengua de los padres significaba el menosprecio de “nuestras propias obras”,
concluyendo, para demostrar la riqueza de las letras castellanas, con una reseña de sus
aportaciones a lo largo de diecinueve siglos. 156

Desafortunadamente, el establecimiento tuvo corta vida. Después de septiembre de 1837


dejó de celebrar sus habituales reuniones nocturnas. El Diario de la Tarde dio por última vez noticia
157
de las mismas el viernes 29. Sin embargo, la experiencia permitió el lucimiento de sus
adherentes, los que, semana tras semana, expusieron en sus salones los más variados temas. Es
probable que el gobernador Rosas no haya visto con buenos ojos a aquellos jóvenes que, por sus
lecturas y proyectos, podían alterar aquel concepto de “orden” pretendido al asumir su segundo
mandato.

¿Participó Echeverría de aquella noche de junio, inaugural para las actividades del Salón
Literario? Un párrafo del discurso leído por Marcos Sastre y el texto de la carta de Florencio Varela
a Gutiérrez arriba comentada, parecerían probar que sí. O quizá haya estado enfermo: hacía 1836
o 1837 había sufrido un ataque pulmonar que se creyó aneurisma. 158 Sastre lo menciona como
uno de los amigos encargado del dictado de las “lecciones” sobre distintas materias de interés. “Y
mientras no concurran a esta sagrada institución todos los talentos distinguidos que honren la
nación, el curso de lecturas que desde hoy se establece, estará limitado a las materias que toman
a su cargo, por un empeño a que los obliga mi amistad, los Señores, D. Vicente López, D. Juan
159
María Gutiérrez, D. Juan Bautista Alberdi, D. Pedro de Angelis, D. Esteban Echeverría”.

153
Ibídem, pp. 575-576.
154
López, Vicente Fidel, Autobiografía. Ibídem, pp. 313-314.
155
Ibídem, pp. 302-305.
156
Weinberg, Félix, ob. cit, pp. 65-66.
157
Echeverría, Esteban, Dogma Socialista. Edición crítica y documentada, ob. cit, p. 578.
158
Obligado, Pastor S, ob. cit, noviembre 19 de 1862.
159
Echeverría, Esteban, Dogma Socialista. Edición crítica y documentada, ob. cit, p. 231.
53
54

Marcos Sastre conocía la capacidad intelectual que poseía Echeverría y consideraba su


participación decisiva en el Salón inaugurado. Por ello, tres meses después de su apertura, le
ofreció su dirección al remitirle un proyecto de Estatuto “interín llega el tiempo de transformarlo en
un Instituto, o Sociedad literaria”. Tal proyecto preveía la publicación de determinadas obras, según
acuerdo de los socios, bajo el título de Ensayos del Salón Literario. Además le permitía a Esteban
el establecer las condiciones que deberían reunir los individuos a ser admitidos como socios y las
tareas a imponérseles. “Yo pienso Sr. Echeverría -le decía Sastre al finalizar la carta remitida- y me
atrevo a asegurar que Ud. está llamado a presidir y dirigir el desarrollo de la inteligencia en este
país. Ud. es quien debe encabezar la marcha de la juventud; Ud. debe levantar el estandarte de
los principios que deben guiarla, y que tanto necesita en el completo descarrío intelectual y literario
en que hoy se encuentra. ¿No se siente Ud. allá en su interior un presentimiento de que está
destinado a tan alta y gloriosa misión? Ya es tiempo Sr. Echeverría de hacer brillar la luz. Es
menester no dar lugar a que esta juventud que rompe a gran prisa las ataduras del error de una
generación extraviada, vaya a extraviarse a su vez por falta de una guía ilustrada. Ya es tiempo de
que Ud. que reúne a la instrucción, el don de la palabra, el crédito literario y la edad juvenil, ponga
en acción estos poderosos resortes y no espere a que se inutilicen, por las falsas doctrinas y las
pretensiones de algunas cabezas incapaces de empuñar el cetro de la inteligencia. A Ud. le toca
no lo dude: y de aquí nace mi empeño porque Ud. se ponga a la cabeza de este establecimiento”.

Por aquellos días los socios del Salón superaban el número de veinte. Así lo dio a
entender Sastre en la citada carta, ya que al tratar sobre los fondos con que debía contar el
establecimiento expresaba que veinte socios se habían comprometido a entregar cien pesos cada
160
uno, con lo cual debían reunirse dos mil.
161
Las lecturas de Echeverría en el establecimiento, según acota Félix Weinberg , fueron
162
pronunciadas en octubre o en los meses siguientes de 1837. En la primera de ellas, Esteban
explicó el fin de la etapa del cañón y de la espada, de la etapa que había dado a la Argentina su
independencia, para dar lugar a una organizadora que debería “reparar los estragos, (...) curar las
heridas y echar el fundamento de nuestra regeneración social”. La nación había perdido su tiempo
tras la emancipación de España, y luego de veinticinco años de los sucesos de Mayo de 1810,
volvía al punto de arranque. Tal la realidad. La conclusión pronunciada por nuestro hombre sobre
el estado de la sociedad argentina era trágica: “hemos declarado a la faz del mundo nuestra
incapacidad para gobernarnos por leyes y gozar de los fueros de emancipados; hemos creado un
poder más absoluto que el que la revolución derribó y depositado en su capricho y voluntad la
soberanía; hemos protestado de hecho contra la revolución de Mayo, hemos realizado con
escándalo del siglo una verdadera contrarrevolución”. Echeverría se hallaba al frente de un
auditorio expectante y atento al máximo. Peor que cuando esclavos -decía- ahora independientes
“llevamos en la imaginación el tormento de haber perdido o más bien vendido una libertad que nos
costó tantos sacrificios, y de la cual usamos como insensatos”. ¿La Revolución de Mayo
significaba entonces la sustitución de una tiranía peninsular por una tiranía doméstica? Por
supuesto que no. “El gran pensamiento de las revoluciones, y el único que puede justificarlas y
legitimarlas en el tribunal de la razón, es la emancipación política y social. Sin él sería la mayor
calamidad con que la providencia puede afligir a los pueblos”. La Revolución de Mayo, brillante por
sus espadas, careció de dirección e inteligencia. Los legisladores, aun de buena fe, cometieron
errores. ¡Cuántas constituciones y estatutos aparecidos hasta la fecha! La nación, continuaba el
escritor romántico, no contaba con un sistema filosófico que partiese de la razón argentina, no

160
Carta de Marcos Sastre a Echeverría. Bs. As, septiembre 28 de 1837. Ibídem, pp. 306-309.
161
Weinberg, Félix, ob. cit, p. 92.
162
Echeverría, Esteban, Dogma Socialista. Edición crítica y documentada, pp. 261-285.
54
55

existía una literatura nacional ni una doctrina política fundada en nuestras costumbres. El saber y
la ilustración poseídos no nos pertenecían, de ello estaba el poeta convencido. Tan sólo eran un
fondo debido a la “generosidad extranjera”, una magra vestidura hecha de pedazos que permitía,
apenas, cubrir la “miserable desnudez”.

Como lo había hecho Belgrano durante su vida pública, y como lo haría Sarmiento,
Echeverría prestó atención al problema de la educación del pueblo. Abandonado, ignorante de las
nociones elementales de derechos y deberes, de patria, soberanía y libertad, nada se había
realizado por el bienestar y la educación de la porción del país sobre la cual habían recaído las
fatigas de la revolución y los desastres y miserias de la guerra civil. Echeverría aguardaba al “genio
destinado por la Providencia” que “beberá en las fuentes de la civilización europea, estudiará
nuestra historia, examinará con ojo penetrante las entrañas de nuestra sociedad y enriquecido con
todos los tesoros del estudio y la reflexión, procurará aumentarlos con el caudal de su labor
intelectual para dejar en herencia a su patria obras que la ilustren y la envanezcan”. Obviamente
Rosas no era el hombre que encarnase los ideales propuestos por el orador. Muy por el contrario,
el caudillo, dueño de la Suma del Poder Público de la provincia, era el espíritu de la
contrarrevolución engendrada a partir de su ascenso al poder. En este sentido, Esteban no
coincidía con sus condiscípulos Sastre y Alberdi que elogiaron aquella noche de junio al
Restaurador y a la Federación como marcos ideales en los que desarrollar las románticas
aspiraciones de independencia intelectual. Desde el vamos, Echeverría no se fiaba de Rosas ni
ponía sus ojos en la política por él implementada.

Era necesario estudiar, reflexionar, trabajar, ser constantes, prudentes y metódicos para
entrar en las vías del progreso. Aseguraba Echeverría que después de veintiséis años de vida
política, sólo se contaba con la independencia como resultado positivo. La literatura y la filosofía
aparecían en embrión, la educación del pueblo debía comenzarse. Se trataba, pues, de lograr una
cultura nacional grande, fecunda y original, digna de los argentinos.

La segunda lectura pronunciada por Esteban algún tiempo después, introdujo una serie de
inquietudes económicas a las que no era ajeno el poeta porteño. En ese sentido, el autor de Los
Consuelos dejó abierto el Salón a otras consideraciones no literarias, dando cabida a la política y a
la economía en el proceso de “emancipación de la inteligencia”.

Veía necesario fomentar la industria agrícola y el pastoreo, las dos actividades de valía en
la república. Además, el esfuerzo debía orientarse a manufacturar aquellos productos que salían
en bruto hacia el extranjero. Al curtirse y prepararse las pieles en el suelo argentino, los
trabajadores del país podrían ganar lo que los curtidores, limpiadores y escardadores europeos.
Echeverría adjudicaba a la industria un papel preponderante en el proceso de emancipación
aguardado. La construcción de caminos y el desarrollo de medios de transporte, servirían para
romper las trabas que entorpecían el avance de la industria, a la que no debía cargarse con
restricciones. Era doloroso para Esteban ver a la industria rural supeditada únicamente a los
cambios climáticos. Jugaba aquí importancia el papel del Estado como elemento de desarrollo. “Si
los individuos no lo pueden, a los gobiernos toca como instituidos para el bien y prosperidad
común, emplear los caudales que emplean en vanas e improductivas empresas, en fomentar,
proteger y estimular la industria”.

El orador deseaba dar a luz una ciencia económica argentina, independiente de las teorías
europeas, ubicadas en sociedades sujetas a transformaciones y revoluciones. Para ello
consideraba necesaria la ayuda de la estadística, en cuanto al conocimiento de las

55
56

transformaciones operadas en el valor de la propiedad, ganado, población, hábitos de consumo,


ventajas del sistema colonial y del comercio libre. Hablando de lo injusto de las imposiciones
indirectas, pues las mismas recaían sobre los pobres, el mayor número de los consumidores,
Echeverría se preguntaba: “¿Pero cuándo nuestros gobiernos, nuestros legisladores se han
acordado del pueblo, de los pobres? ¿Cuándo han echado una mirada compasiva a su miseria, a
sus necesidades, a su ignorancia, a sus industrias? Nada, absolutamente nada han hecho por él, y
antes al contrario, parece haberse propuesto tratarlo como a un enjambre de ilotas o siervos”.
Inmediatamente, su atención se centró sobre el gauchaje, ese mismo paisanaje al que pretendía
integrar a la vida política nacional a través del ejercicio del derecho de voto en su villa o municipio.
“Los habitantes de nuestra campaña han sido robados, saqueados, se les ha hecho matar por
millares en la guerra civil. Su sangre corrió en la de la independencia, la han defendido y
defenderán, y todavía se les recarga con impuestos, se les pone trabas a su industria, no se les
deja disfrutar tranquilamente de su trabajo, única propiedad con que cuentan mientras los ricos
huelgan”. Su indignación era encendida: “Se ha proclamado la igualdad y ha reinado la
desigualdad más espantosa: se ha gritado libertad y ella sólo ha existido para un cierto número; se
han dictado leyes, y éstas sólo han protegido al poderoso. Para los pobres no han hecho leyes, ni
justicia, ni derechos individuales, sino violencia, sable, persecuciones injustas. Ellos han estado
siempre fuera de la ley”.

La diligencia de la industria debía verse en la ayuda a los pobres labradores afectados por
la seca o por la lluvia. La pérdida de la cosecha implicaba pérdida del trabajo para aquéllos que
vivían de la siembra del trigo y del maíz. Reflexionaba Echeverría: tierras tan fértiles
desaprovechadas, producían lo suficiente para el consumo de la provincia, mientras que, merced a
su riqueza, deberían abastecer a medio mundo. ¿Por qué no se utilizaban tantos caudales estériles
para establecer emigraciones a las chacras? Asimismo declaraba la necesidad de otorgar tierras a
los labradores indefensos. Opinaba que la propiedad territorial, la más productiva, debía imponerse
en Buenos Aires, fijando los impuestos sobre los campos, por ser éstos fuente de riqueza nacional.

Un corto escrito de Echeverría publicado por Gutiérrez en las Obras Completas, y quizá
destinado a su lectura en el Salón Literario, profundizaba el concepto y significación de la
163
“propiedad raíz”. De importancia en Europa, sólo con el crecimiento de la población y su
consiguiente explotación había adquirido valor. Y allí estaban las “tierras baldías”, inútiles y fértiles,
listas para ser puestas a disposición del hombre. Se acabarían entonces las imposiciones injustas,
pues los tributos se aplicarían sobre la tierra dividida en zonas. Quintas, chacras, terrenos aquende
y allende el río Salado, calidad de pastos, clases de animales, distancias respecto a Buenos Aires,
serían puntos a considerar llegada la hora de imponer un “impuesto territorial”, el más seguro y
fácil de establecer, sencillo en su recaudación y proveedor de una renta fija para el Estado.

Ni unitarios ni federales, evidentemente, habían desarrollado en sus gobiernos programas


que contemplasen un desarrollo agrícolo-industrial de la provincia. Multitud de pobres paisanos
desamparados, con brazos resignados, continuaban en la miseria, como en los no tan lejanos años
coloniales. Esteban no podía entender que la doctrina propagada en Mayo se hubiese consumido
con la última bala de la guerra contra España.

Con acierto se pregunta Alberto Palcos si las exposiciones políticas de Echeverría “no
habrán sido las causantes inmediatas -disimuladas a los ojos del público-, de la clausura del
164
establecimiento”. La apertura del mismo no obedeció a una intención política, caso contrario no
163
Ibídem, pp. 286-287.
164
Palcos, Alberto, ob. cit, p. 58.
56
57

hubiesen sido invitados dos hombres tan vinculados al régimen rosista como López y Planes y de
165
Angelis. “Con esas dos lecturas echeverrianas -dice por su parte Félix Weinberg- culminaron
las actividades del Salón Literario. De ahí y creemos que a raíz precisamente de ellas arranca la
ostensible declinación pública del establecimiento”. 166 En enero de 1838 dio comienzo el remate
de “todas las obras selectas” que contenía la Librería Argentina, “al mejor precio que se pueda
167
obtener en el acto del remate”, según rezaba un aviso publicado en la Gaceta Mercantil.

El historiador Fermín Chávez asegura que el Fragmento preliminar al estudio del derecho y
las Rimas de Echeverría eran obras que ratificaban la orientación historicista y nacional del Salón
Literario. Sin embargo, detrás del mismo, funcionaba “un club político antirrosista, conectado con
los viejos unitarios rivadavianos que estaban porque se volcase de golpe la Europa civilizada sobre
la ‘barbarie’ rosista”. Los ideólogos del mismo creyeron ver en la intervención francesa el fin de la
“tiranía”, pensando que la salvación venía desde afuera del país. De ese grupo al que Chávez
denomina Asociación de Mayo, surgirá el llamado Club de los Cinco, integrado por Carlos Tejedor,
Enrique Lafuente, Jacinto Rodríguez Peña, Santiago R. Albarracín y Rafael Jorge Corvalán,
vinculado en la confabulación del coronel Ramón Maza que estallaría al año siguiente. Así explica
el mencionado historiador la quiebra de la comunicación entre el Restaurador y los integrantes del
168
Salón de Sastre.

Tras el cierre del Salón Literario, el periódico La Moda, redactado por Alberdi y editado por
el mismo Corvalán, hijo del edecán del gobernador, general Manuel Corvalán, buscó exponer
algunas de las inquietudes intelectuales de la juventud de aquellos años. Antecedente inmediato
de La Moda fue El Semanario de Buenos Aires, “periódico puramente literario y socialista; nada
político”, redactado por Corvalán hijo y del que sólo circuló el prospecto a fines de julio de 1837 169
La Moda era una “gacetilla semanaria de música, de poesía, de literatura, de costumbres, de
modas”, cuyo primer número fue lanzado el 18 de noviembre de 1837, y que no sólo hablaba de
ropas y de modas, sino que buscó también divulgar a los escritores y pensadores en boga: Leroux,
Mazzini, Saint-Simon, Víctor Hugo, Lerminier, Jouffroy, Lamartine y Chateaubriand, entre muchos.
El semanario -que llamó a Rosas “el hombre superior que nos rige”-, no obtuvo la colaboración de
Echeverría, responsable de introducir en el Salón un concepto de política tan ajeno al dictado por
la Federación. No obstante los elogios, La Moda desapareció tirados sólo veintitrés números.
Corría abril de 1838. Un mes más tarde, eran liquidadas las últimas existencias de la Librería
Argentina, el establecimiento que sirvió de marco físico para el Salón de Marcos Sastre. En su
Autobiografía López declaró: “En los años 1837 y 1838 comenzó a pronunciarse la salida de la
juventud hacia fuera del país, y el Salón comenzó a decrecer. A Sastre le hicieron algunas
advertencias amenazadoras que provenían de la policía. El establecimiento del bloqueo francés, y
la reanimación de las empresas de los unitarios desde el Estado Oriental, apocaron el espíritu vital
de la sociedad en Buenos Aires, y resolvimos rematar la librería del Salón y cerrarlo”. 170

165
Barreiro, José P, La visión política e histórica de Esteban Echeverría. Obras Completas, p. 13.
166
Weinberg, Félix, ob. cit, p. 97.
167
Echeverría, Esteban, Dogma Socialista. Edición crítica y documentada, ob. cit, p. 579.
168
Chávez, Fermín, ob. cit, pp. 108-109.
169
Weinberg, Félix, ob. cit, pp. 84-87, 97-106.
170
López, Vicente Fidel, Autobiografía, ob. cit, pp. 314.
57
58

RIMAS

El 27 de septiembre de 1837, la Imprenta Argentina de la calle de la Universidad, dio a


conocer al público las Rimas de Esteban Echeverría, la tercera producción del poeta porteño. El
volumen de 230 páginas, que recibió una tirada de mil ejemplares a un costo de mil quinientos
171
pesos, presentaba en su portada los versos del español Agustín Moreto y Cabaña:

¿Pues toda la poesía


Qué es sino filosofía?

Integraban el tomo una Advertencia del autor, La Cautiva -su composición consagratoria-,
dos poemas fechados respectivamente en septiembre de 1834 y junio de 1835 -Himno al dolor y Al
corazón-, y siete Canciones publicadas algunas en periódicos de Buenos Aires y musicalizadas
varias por el maestro Esnaola: La ausencia, La diamela, A una lágrima, El desamor, La aroma,
Serenata y La lágrima.

Refiriéndose a La Cautiva, el poeta expresaba en la Advertencia cuál había sido su


principal designio al componer la obra: “pintar algunos rasgos de la fisonomía poética del desierto”.
172
Y para que la mera descripción no hiciese perder el asunto, ponía en la soledad de la pampa a
dos seres ideales, “o dos almas unidas por el doble vínculo del amor y el infortunio”. Lo poetizado,
desde luego, no era cierto, pero si posible. El autor sólo había escogido “aquellos lances que
pudieran suministrar más colores locales al pincel de la poesía”. En este sentido, la crítica es
unánime al resaltar la importancia de nuestro hombre como introductor de la figura del desierto en
la entonces incipiente literatura argentina. “El Desierto -decía- es nuestro, es nuestro más pingüe
patrimonio, y debemos poner conato en sacar de su seno, no sólo riqueza para nuestro
engrandecimiento y bienestar, sino también poesía para nuestro deleite moral y fomento de
nuestra literatura nacional”.

Existían para Echeverría dos tipos de poesía. Una poesía “para sólo los sentidos”, “poesía
fáctica, hecha toda de hojarasca brillante, que se fatiga por huir el cuerpo al sentido recto,” y que
había originado la vulgar creencia de que la poesía exagera o miente, y otra poesía “que más
humilde y pedestre viste sencillez prosaica, copia lo vulgar porque no ve lo poético, y cifra todo su
gusto en llevar por únicas galas el verso y la rima”. Ambas eran criticadas porque contemplaban la
corteza y no buscaban el fondo de la composición. “Ambas careciendo de meollo o sustancia, son
insípidas como fruto sin sazón”. Al público restaba emparentar las Rimas con alguno de los tipos
estudiados, pero advertía que, a diferencia de los minerales, la poesía no era susceptible de
clasificación por su apariencia externa. “Si el que imita a otro no es poeta, menos será el que,
antes de darlo a luz, mutila su concepto para poderlo embutir en un patrón dado, pues esta
operación mecánica prueba carencia de facultad generatriz”.

Los octosílabos que componían las Rimas pretendían recobrar el lustre de que gozaban
“en los más floridos tiempos de la poesía castellana”, aplicándolos “a la expresión de ideas
elevadas y de profundos afectos”. Para Juan María Gutiérrez, el volumen podía considerarse como
171
Arrieta, Rafael Alberto, ob. cit, p. 58.
172
Obras Completas, tomo V, Carlos Casavalle editor, Bs. As, 1874, pp. 143-149.
58
59

continuación de Los Consuelos, aunque en aquél el poeta haya dado más acento a sus cualidades
173
de innovador. El Himno al dolor y la poesía Al corazón, contenían ideas propias del género
humano, a pesar de verse como desahogos individuales. Ocurría que el corazón del hombre había
sido “formado de la misma sustancia y animado por el mismo soplo”. 174

En el Himno, el arrogante y orgulloso poeta desafía la constancia del dolor. Confortado por
un alma grande alejada del placer y del mundo, el corazón resiste la ponzoña de aquella “fiera
insaciable”.

No temas, no, que me espante


Tu fuerza y poder gigante,
Aunque frágil caña soy.
Mi alma es símil a la roca
Cuya frente al cielo toca,
Y la tempestad provoca
Siendo mañana lo que hoy.

El desdichado personaje, carcomido por desengaños y tormentos, se siente


intelectualmente preparado para resistir a su adversario.

¿Dónde se fue tanto sueño,


Porvenir tan halagüeño,
Tanta sublime pasión?
¡Dolor impío! -Triunfante
Tu brazo asoló pujante,
El edificio gigante,
Que labrara mi ambición.

Tú, agotando poco a poco,


Has ido el ardiente foco
De luz que mi alma abrigó;
Y con tu soplo de muerte
Convirtiendo en masa inerte
Una edad joven y fuerte,
Que mil frutos prometió.

El “dolor terrible” aparece identificado como dolor moral y no físico. Se trata, ni más ni
menos, que de un agente purificador digno de reverencia, de un “genio bienhechor” que limpia al
alma “de la escoria material”. Por sus dardos, el hombre comprende al fin lo poco que es.

Sin tu influjo, el hombre henchido

173
Gutiérrez, Juan María, Noticias biográficas, Obras Completas, p. 126.
174
El 6 de octubre, el diario montevideano Defensor de las Leyes reprodujo esta Advertencia bajo el título Literatura
americana. Advertencia a las rimas que el Sr. Echeverría ha publicado recientemente en Buenos Aires.
59
60

De vanidad, sumergido
Yace en el mar del placer;
Y cree en su delirio ufano,
Cuando se arrastra gusano,
Tierra y cielo soberano
Sujetar a su poder.

En el poema Al corazón, Dios es el interrogado. Las amargas preguntas del hombre no


hayan respuesta, y su aflicción queda invicta.

¿Qué es esto ¡oh Dios! por qué ha sido


Para mí tu ley más dura?
¿Por qué hacerme habéis querido
Blanco de la desventura
Formándome un corazón
Tan indómito y sediento,
Que batallando violento
Siempre está con mi razón?

Pero nada me respondes


Dios clemente y soberano:
¿Por qué tu auxilio me escondes,
Y me dejas en océano
De dudas siempre fluctuar?
¿Por qué un rayo de luz pura
No me abre senda segura
Para poder descansar?

No te pido ¡oh Dios! riquezas,


Felicidad, poderío,
Gloria, deleites, grandeza;
Manjares que dan hastío,
Y nunca pueden saciar:
Sólo quiero olvido eterno,
Y algo que pueda el infierno
De mis pasiones calmar.

Pero sin duda alguna, es con su poema La Cautiva con el que Esteban llegó más lejos. La
obra “ha asumido la representación poética de Echeverría, con una constancia rubricada por la
posteridad”. 175 El cuadro que logra pintar contando al fondo con el telón del desierto argentino, es
de un fuerte contenido local. María y Brian, extrapolados de la civilización, se mueven dentro de un
marco desconocido y terrible. Se hallan en medio del malón indio, asolador de poblaciones hasta
fines del siglo XIX. Aquellos esposos olvidados viven un presente infausto, centrados en ese foco
de barbarie, indefensos frente al indio cruel, ajeno al ámbito de la ciudad tan anhelada.
175
Ghiano, Juan Carlos, La Cautiva de Echeverría. Echeverría, Esteban, La Cautiva. Dibujos de Mauricio Rugendas,
Bs. As, Emecé Editores S.A, 1966, p. 10.
60
61

Las estrofas iniciales cautivan por su magistral colorido. Son, desde luego, una de las
páginas más logradas de la producción echeverriana.

Era la tarde, y la hora


En que el sol la cresta dora
De los Andes. El desierto,
Inconmensurable, abierto
Y misterioso a sus pies
Se extiende; triste el semblante,
Solitario y taciturno
Como el mar cuando, un instante
Al crepúsculo nocturno,
Pone rienda a su altivez.

Gira en vano, reconcentra


Su inmensidad, y no encuentra
La vista, en su vivo anhelo,
Do fijar su fugaz vuelo,
Como el pájaro en el mar.
Doquier campos y heredades
Del ave y bruto guaridas,
Doquier cielo y soledades
De Dios sólo conocidas,
Que él sólo puede sondar.
...
¡Cuántas, cuántas maravillas,
Sublimes y a par sencillas,
Sembró la fecunda mano
De Dios allí! ¡Cuánto arcano
Que no es dado al mundo ver!
La humilde yerba, el insecto,
La aura aromática y pura;
El silencio, el triste aspecto
De la grandiosa llanura,
El pálido anochecer.

El malón vuelve por la noche de sus correrías. Su visión es horrenda y pasa como un rayo,
dejando crímenes, ranchos incendiados y familias cautivas a merced de los caciques.

Bajo la planta sonante


Del ágil potro arrogante
El duro suelo temblaba,
Y envuelto en polvo cruzaba
Como animado tropel,
Velozmente cabalgando;

61
62

Víanse lanzas agudas,


Cabezas, crines ondeando,
Y como formas desnudas
De aspecto extraño y cruel.
...
¿Dónde va? ¿De dónde viene?
¿De qué su gozo proviene?
¿Por qué grita, corre, vuela,
Clavando al bruto la espuela,
Sin mirar alrededor?
¡Ved que las plantas ufanas
De sus lanzas, por despojos,
Llevan cabezas humanas,
Cuyos inflamados ojos
Respiran aún furor!

Tras el tropel, el desierto recupera su dulce soledad. Sólo queda acurrucarse bajo el cielo
nocturno. Los infieles han dejado su secuela de muerte, aunque sin alterar el paisaje descripto.

Mientras la noche, cubierto


El rostro en manto nubloso,
Echó en el vasto desierto,
Su silencio pavoroso,
Su sombría majestad.

La incursión ha sido fructífera para la tribu que ha detenido su galopar al pie de una loma.
La hora de contemplar el botín obtenido ha llegado, y corresponde entregarse al festín con el que
celebrar la hazaña. Cuatro hogueras de vivas llamaradas arden en medio del campo.

Feliz la maloca ha sido;


Rica y de estima la presa
Que arrebató a los cristianos:
Caballos, potros y yeguas,
Bienes que en su vida errante
Ella más que el oro aprecia;
Muchedumbre de cautivas,
Todas jóvenes y bellas.

El campamento se torna frenético al ritmo del alcohol y de los cantos de guerra. Las
hazañas del valiente Brian y la pérdida de algunos hombres, infunden a la turba arrebatos de
locura, y a pesar de la exitosa correría exigen venganza a la luz de las hogueras. Por entre el
tendal de cuerpos que ha dejado el crimen y la borrachera, aparecen María y un puñal. La abatida
mujer busca al hombre amado, a quien los indios no han podido matar. María libera al caudillo,

62
63

para así poder huir de aquel infernal reducto. Brian, herido, cubierto de llagas, vacila, cree no poder
lograr la libertad, pero la mujer inspira valor, y juntos, emprenden el doloroso camino.

Ellos van. Vasto, profundo


Como el páramo del mundo
Misterioso es el que pisan;
Mil fantasmas se divisan;
Mil formas vanas allí,
Que la sangre joven hielan:
Mas ellos vivir anhelan.
Brian desmaya caminando,
Y al cielo otra vez mirando,
Dice a su querida así:

“-Mira, ¿no ves? La luz bella


De nuestra polar estrella
De nuevo se ha oscurecido,
Y el cielo más renegrido
Nos anuncia algo fatal”.
“-Cuando contrario el destino
Nos cierre, Brian, el camino,
Antes de volver a manos
De esos indios inhumanos,
Nos queda algo: este puñal”.

Nuevamente la mañana. Un escuadrón de lanceros arremete contra la indiada causando


conmoción entre sus filas. El combate es tremendo, y el prado termina cubierto de cadáveres, fin
del festín de la noche en tremenda confusión. Entre tanto, María y Brian, en su huida, buscan
refugio en un pajonal. El caudillo herido apenas puede caminar.

Pero un ángel, su querida,


Siempre a su lado velaba,
Y el espíritu y la vida,
Que su alma heroica anidaba,
Le infundía, al parecer,
Con miradas cariñosas,
Voces del alma profundas,
Que debieran ser eternas;
Y aquellas palabras tiernas,
O armonías misteriosas,
Que sólo manan fecundas
Del labio de la mujer.

Brian desmaya en medio de la pampa. María, espíritu sensible, lo carga sobre sus
hombros. El agua salvífica de un arroyo reaviva al desventurado personaje. Recobra fuerzas

63
64

mientras clava su mirada en el rostro de la amada. Los infortunios se suceden. Los esposos deben
enfrentar la terrible quemazón de pajonales y la aparición de un tigre que aterra a la mujer con
fatales presagios. Brian, casi muerto a orillas del arroyo, “como ajeno de sentido”, no ve la fatalidad
que se aproxima. La quemazón ya los alcanza. Echeverría pinta con justeza la escena pampeana.

El aire estaba inflamado,


Turbia la región suprema,
Envuelto el campo en vapor;
Rojo el sol, y coronado
De parda oscura diadema,
Amarillo resplandor
En la atmósfera esparcía;
El bruto, el pájaro huía,
Y agua la tierra pedía,
Sedienta y llena de ardor.

Soplando a veces el viento


Limpiaba los horizontes,
Y de la tierra brotar
De humo rojo y ceniciento
Se veían como montes;
Y en la llanura ondear,
Formando espiras doradas,
Como lenguas inflamadas,
O melenas encrespadas
De ardiente, agitado mar.

Cruzándose nubes densas,


Por la esfera dilataban,
Como cuando hay tempestad,
Sus negras alas inmensas;
Y más y más aumentaban
El pavor y oscuridad.
El cielo entenebrecido,
El aire, el humo encendido,
Eran, con el sordo ruido,
Signo de calamidad.

Carga de nuevo María a su Brian, y con el querido peso cruza desesperada el campo,
buscando salvación del fuego. Acorralada en medio de la vasta llanura, María siente el
irremediable fin de su hombre.

Cuán largo, incierto camino


La desdicha le previno,
Cuán triste peregrinaje;
Allí ve de aquel paraje

64
65

La yerta inmovilidad;
Allí ya del desaliento
Sufre el pausado tormento,
Y abrumada de tristeza,
Al cabo a sentir empieza
Su abandono y soledad.

Echa la vista adelante,


Y al aspecto de su amante
Desfallece su heroísmo;
La vuelve, y hórrido abismo
Mira atónita detrás.
Allí apura la agonía
Del que vio cuando dormía
Paraíso de dicha eterno,
Y al despertar un infierno
Que no imaginó jamás.

Brian se entrega a extensos delirios. El caudillo se alza soberbio, disputando con la fiebre
al enemigo malón, asesino de su hijo, asolador de los poblados.

-“¿Sabes? Sus manos lavaron,


Con infernal regocijo,
En la sangre de mi hijo;
Mis valientes degollaron.
Como el huracán pasó,
Desolación vomitando,
Su vigilante perfidia.
Obra es del inicuo bando,
¡Qué dirá la torpe envidia!
Ya mi gloria se eclipsó”.

Su vida se extingue. Lamenta no poder seguir junto a su amada, pero ya ha librado su


combate. Primero, por el Sol de Mayo, y más tarde por la civilización. Sola, María deberá
enfrentarse a su destino.

“¡Si al menos la azul bandera


Sombra a mi cabeza diese,
O antes por la patria fuese
Aclamado vencedor!
¡Oh destino! ¡Quién pudiera
Morir en la lid, oyendo
El alarido y estruendo,
La trompeta y atambor!”

65
66

“¿Qué hará María?”, se pregunta el poeta. Qué hará la infeliz mujer cuando le ha sido
arrebatada la razón de sus afanes, el porqué de sus fatigas. Con la cabeza gacha contempla la
tierra en donde acaba de dar sepultura a su guerrero. No llora, sólo eleva al cielo una sencilla
oración. Dos jornadas camina María por aquellas pampas sin desfallecer. Un impulso de vida la
lleva hacia la ciudad, hacia el centro que termine su contacto con el bárbaro pero hermoso paisaje.
La voz del yajá anuncia buen presagio: una partida de soldados le sale al encuentro brindándole
inmediato socorro. La mujer, deshechos los pies, es todo un pálido fantasma. Su alma exclama la
pregunta fatal: -”¿No sabéis qué es de mi hijo?”. Y la mortal respuesta no se hace esperar: “Los
indios lo degollaron”, exclama una ronca voz. El rayo esperado termina con María. La desdichada
cae muerta al pie de los soldados. Se reunirá con su amado y con su hijo, libre ya de soportar tanta
pena.

La muerte bella la quiso


Y estampó en su rostro hermoso
Aquel inefable hechizo,
Inalterable reposo,
Y sonrisa angelical,
Que destellan las facciones
De una virgen en su lecho,
Cuando las tristes pasiones
No han ajado de su pecho
La pura flor virginal.

María, Brian y el niño yacen en el desierto. No podía la cautiva seguir viviendo sin el soplo
de amor que irradiaba su caudillo. La muerte del hijo, fatal noticia, concluyó con su existencia y
permitió que aquellas almas buenas se uniesen junto a Dios.

Hoy, en la vasta llanura,


Inhospitable morada,
Que no siempre sosegada
Mira el astro de la luz;
Descollando en una altura,
Entre agreste flor y yerba,
Hoy el caminante observa
Una solitaria cruz.

Fórmale grata techumbre


La copa extensa y tupida
De un ombú, donde se anida
La altiva águila real;
Y la varia muchedumbre
De aves que cría el desierto
Se pone en ella a cubierto
Del frío y sol estival.
...

66
67

Fama es que la tribu errante,


Si hasta allí llega embebida
En la caza apetecida
De la gama y avestruz,
Al ver del ombú gigante
La verdosa cabellera,
Suelta al potro la carrera
Gritando: ”¡Allí está la cruz!“

Afirma Palcos que La Cautiva redime a Echeverría del error en el que había incurrido cinco
años antes al lanzar su Elvira: dejarse arrastrar por el romanticismo alemán y francés y presentar
como víctimas de sueños macabros a dos simples personajes. El historiador y biógrafo de Esteban
lo señala además como “el primer argentino que descubre literariamente el paisaje patrio y lo
presenta a la contemplación del orbe entero, el primer cantor de la pampa, sus seres, sus silencios
penetrantes, sus hondos misterios, sus supersticiones”. Y finaliza diciendo: “Funda la literatura
nacional -mérito incomparable-”. 176

Los días 3 y 4 de octubre, Juan María Gutiérrez escribió para el Diario de la Tarde una
177
elogiosa crónica de las obras poéticas de Echeverría publicadas hasta ese momento. El crítico
porteño trazó en las columnas del periódico sus impresiones sobre Elvira, Los Consuelos y Rimas.
178
“Elvira (digámoslo sin embozo) no pudo ser comprendida en nuestro pueblo: era una piedra
preciosa; pero desconocida, avalorada por muy pocos (...) Elvira es una producción cuyo tipo no se
halla en las literaturas que nos son familiares (...) La belleza femenil, puramente intuitiva, colocada
sobre fondo sombrío; alzada a una cima de donde la amenaza el mal a que la precipita el brazo
encarnizado del destino; es un cuadro que no entendemos; es una copa a que nunca hemos
llevado el labio”. En Los Consuelos reinaba la personalidad del autor, era la biografía moral de
Echeverría llena de novedades: dicción, imágenes, pasiones desconocidas hasta entonces.
Refiriéndose a La Cautiva decía: “Cuando el lugar de las escenas (...) es nuevo y recién
descubierto para el arte: cuando en él resuena el alarido del salvaje de la pampa: serpean las
llamas del incendio: la sequía esteriliza y yerma, y el yajá se levanta fatídico sobre todo este
mundo raro que anima el poeta; imposible era someterse a una forma que no naciese
espontáneamente del seno de estas mismas cosas. Así nace, y la forma queda santificada, sin
necesidad de mayor examen ni apología”. Sin embargo, el cronista le achacaba a Esteban el que
aún no haya entrado por el sendero que tomaban las nuevas producciones literarias animadas no
por el sensualismo, sino por el soplo “vivificante y fecundo de aquella filosofía que reconoce en el
hombre una esencia que no perece; una llama que anhela por levantarse a regiones más puras; un
vínculo que le mantiene siempre en presencia de Dios, y le recuerda que en todos sus actos le
preside”.

Por intermedio de Florencio Varela, Gutiérrez procuró colocar las poesías de Echeverría en
Montevideo. Pero el periodista exiliado no era nada optimista. “Nuestros padres decían que era mal
negocio llevar rosarios a Berbería y tengo noticia de una especulación de estufas que se llevó a
Pernambuco donde es fácil comprender que no se vendieron muchas. Así sucederá, poco más o
menos con el encargo que Ud. me hace de los libros de nuestro poeta. Hallar aquí quien los
compre todos es imposible, de todo punto imposible. Rifarlos no es seguro; pero si Ud. cree que
176
Palcos, Alberto, ob, cit, p. 32.
177
Arrieta, Rafael Alberto, ob. cit, p. 60.
178
Diario de la Tarde, Comercial, Político y Literario, nros. 1079 y 1080, octubre 3 y 4 de 1837.
67
68

deberemos esperar el tiempo necesario para juntar los billetes o cédulas, avíseme y pondré la
179
empresa por obra”. Pero meses más tarde, Varela deberá informar la imposibilidad de lanzar
las rifas debido a los altos derechos exigidos por la policía y a las comisiones del librero interesado.
180

Echeverría enviará tiempo más tarde a Mariquita Sánchez un ejemplar de Los Consuelos y
de las Rimas. La distinguida dama, cuya vida entroncaba el pasado colonial y la nación
organizada, agradecerá conmovida tamaño obsequio. Esteban y la señora mantuvieron siempre
una relación muy estrecha. Para el poeta se trataba de “una de las porteñas que más honraba a la
patria”, y al responder a su correspondencia le expresará: “Abriga Ud. un corazón de aquellos que
nunca envejecen y tienen una memoria tan viva como es inagotable su sensibilidad. ¿Ud.
acordarse de mis Consuelos cuando su autor los ha olvidado ya, y sólo los recuerda como solemos
181
rememorar despiertos las imágenes tristes de un sueño fugitivo?”

En 1839, la Imprenta de la viuda de Comes, en la calle de la Verónica en Cádiz, España,


lanzaba una segunda edición de las Rimas tras agotarse los quinientos ejemplares de la tirada de
Buenos Aires que allí fueron enviados. Esta edición española, asegura Menéndez y Pelayo, se
agotó casi en seguida, “caso bien raro, aun en aquellos tiempos en que había más afición a versos
182
que ahora”.

Con el poema La Cautiva y el relato inédito El matadero, alcanza ciertamente Echeverría


su punto culminante como artista. Había traído desde Francia los frutos del movimiento romántico
que pugnaba por la total libertad sin ataduras ni a formas ni a proporciones. En definitiva la forma
era el organismo de la poesía, mientras que el fondo era el alma, el pensamiento. Así lo expresó
en un corto ensayo incluido en sus Obras Completas bajo el título de Fondo y forma en las obras
183
de la imaginación , en el que también procuró trazar un marco histórico del romanticismo
vinculándolo con el surgimiento del cristianismo y las invasiones bárbaras que acabaron con
Roma. Los idiomas romances así nacidos fueron la lengua de una nueva poesía guerrera, heroica
y vagabunda que reflejó los rasgos de cada nación y el espíritu caballeresco y cristiano de Europa.
Francia, Alemania, Italia y España lo experimentaron. Esta literatura indígena recibió el nombre de
romántica y a ella había vuelto Europa desde hacía algún tiempo. Los románticos no imitaban ni
copiaban, se consideraban originales. En este punto se unían a los clásicos antiguos, modelos de
perfección. Para Esteban, Dante Alighieri era el Homero de la poesía moderna que había logrado
emanciparla de la antigua. El clasicismo trazó en su frontis “paganismo”, el romanticismo expresó
“cristianismo”. La “sencilla y uniforme civilización” dio paso a “los símbolos confusos, terribles,
enigmáticos” de una “civilización compleja y turbulenta”.

Este ensayo, y quizá los otros publicados en las Obras Completas de 1874 bajo los títulos
Esencia de la poesía, Clasicismo y romanticismo, Reflexiones sobre el arte, Estilo, lenguaje, ritmo,
método expositivo y Sobre el arte de la poesía, debían ser dados a la imprenta una vez corregidos
y decantados. Así parece decirlo Gutiérrez en la ya comentada crítica a los trabajos de Echeverría.
“Al darnos él cuenta de sus meditaciones sobre el arte -dice-, sabrá probarnos que lo bello, es

179
Carta de Florencio Varela a Juan María Gutiérrez. Montevideo, s/f. Archivo del Doctor Juan María Gutiérrez,
Epistolario, tomo I, ob. cit, pp. 204-205.
180
Carta de Varela a Gutiérrez. Montevideo, abril 20 de 1838. Ibídem, pp. 206-207.
181
Carta de Echeverría a Mariquita Sánchez. Bs. As, septiembre 21 de 1838. Palcos, Alberto, ob. cit, pp. 232-233.
182
Arrieta, Rafael Alberto, ob. cit, p. 58.
183
Fondo y forma en las obras de la imaginación, Obras Completas, pp. 460-481.
68
69

bello por el contraste con lo deforme y feo; así como, el albor de la mañana es sensación de luz
184
tras la sensación de la tiniebla”.

En la margen occidental del Plata, Echeverría acababa de descubrir al desierto,


incorporándolo a la cultura nacional hasta ese momento cubierta de himnos que cantaban los
fastos de Mayo y describían batallas y combates. Se animó con lo popular. Estaba convencido de
poder hablar de poesía porque en ese campo algo valioso había producido. Y deseaba entregarse
a ella con todas sus fuerzas. “La poesía es lo más íntimo que abriga el corazón humano, lo más
extraordinario y sublime que puede concebir la inteligencia”. En contra de los preceptistas que
imponían reglas que debían seguirse, el poeta campeaba “libre por las esferas del mundo que
debe animar con el fecundo soplo de su pensamiento”. 185

184
Diario de la Tarde, Comercial, Político y Literario, nro. 1079, octubre 3 de 1837.
185
Sobre el arte de la poesía, Obras Completas, pp. 482-485.
69
70

ASOCIACIÓN DE LA JOVEN GENERACIÓN ARGENTINA

El 28 de marzo de 1838, los buques del almirante francés Leblanc, iniciaron un prolongado
bloqueo al puerto de Buenos Aires y al litoral argentino. Así resolvía Francia el entredicho
suscitado entre el Restaurador y los ciudadanos franceses que se negaban a servir en los ejércitos
de la provincia. Un mes después Rosas excluía a la Universidad del presupuesto de gastos,
alegando razones de economía motivadas por la guerra contra la Confederación Peruano-Boliviana
y el citado bloqueo. De ahora en más, los profesores deberían exigir a sus alumnos el pago de una
186
cuota con que poder cubrir los respectivos sueldos. La suspensión de asignaciones
presupuestarias no sólo afectó a la Universidad de Buenos Aires, regida entonces por el sacerdote
doctor Paulino Gari, sino también a la Inspección General de Escuelas, la Sociedad de
Beneficencia, la Administración del Hospital General de Mujeres, la Administración General de la
Vacuna y al Hospital General de Hombres. 187 El 15 de junio, el oriental Fructuoso Rivera venció
en el Palmar a Ignacio Oribe, hermano de Manuel Oribe, presidente uruguayo desde 1835. El 27
de octubre, ocupada la plaza de Montevideo, el triunfador fue proclamado Jefe del Ejército
Constitucional. Muy pronto los conflictos entre blancos y colorados y unitarios y federales se
asociarían con sus dramáticas consecuencias. “El año 1838 -expresa Fermín Chávez- será, por
sobre todas las cosas, el del enfrentamiento tajante entre el historicismo federal y el iluminismo
unitario”. 188

¿Cómo se componía la sociedad argentina de esos años? Esteban Echeverría hablaba de


dos facciones irreconciliables por sus odios y tendencias: la federal, en el poder, expresión de los
instintos semibárbaros de las masas populares, y la unitaria que, aun careciendo de bases de
criterio socialista, y considerada “algo antipática por sus arranques soberbios de exclusivismo y
189
supremacía”, contenía sin embargo buenas tendencias en su seno. El partido unitario, valía
por las instituciones benéficas creadas y por sus anhelos de organizar constitucionalmente a la
República. Estos “sofistas brillantes” eran “el recuerdo de una época, más fecunda en esperanzas
efímeras que en realidades útiles”. Pero tanto unitarios como federales -aseguraba nuestro
hombre-, desconocían las condiciones peculiares del pueblo argentino, de allí que sus procederes
hayan arribado al mismo fin: a la guerra y al aniquilamiento de la actividad nacional.

La historia argentina, creía el autor de Rimas, reclamaba la existencia de un “partido


nuevo” que integrasen las generaciones nuevas, alejado de aquellas dos tendencias equivocadas,
pero tomando de las mismas las ideas legítimas que contuviesen. Ese partido debía consagrarse a
la solución de los problemas sociales con un sentido nacional y de unidad. “El problema
fundamental del porvenir de la nación Argentina, fue puesto por Mayo: la condición para resolverlo
en tiempo, es el progreso: los medios están en la Democracia, hija primogénita de Mayo: -fuera de
ahí (...) no hay sino caos, confusión, quimeras.

186
Weinberg, Félix, ob. cit, p. 17.
187
Chávez, Fermín, ob. cit, pp. 57-58.
188
Ibídem, p. 103.
189
Salvo indicación en contrario, para la confección del este capítulo seguimos el trabajo de Echeverría Ojeada
retrospectiva. Sobre el movimiento intelectual en el Plata desde el año 37, publicado en 1846 y al que volveremos en su
momento, así como la explicación de cada una de las Palabras Simbólicas que le siguen. Echeverría, Esteban, Dogma
Socialista. Edición crítica y documentada, ob. cit, pp. 75-225.
70
71

La fórmula única, definitiva, fundamental de nuestra existencia como pueblo libre es: Mayo,
Progreso, Democracia”.

Echeverría veía en el desarrollo pacífico y normal de la democracia, la solución de todas


las cuestiones que afligían al pueblo argentino, hasta ahora instrumento de caudillos y mandones.
Así ponía en ventaja su pensamiento por encima de los dos grupos de poder surgidos tras 1810,
no necesitando siquiera de la autoridad de pensadores europeos que apuntalasen con sus
conocimientos la falta de doctrinas. Por fortuna el país contaba con una generación de inteligencia
joven mirada con recelo y considerada unitarizada por algunos o federalizada y frívola por otros.
Ella, por edad y educación, debía ocuparse de la cosa pública. Era nada menos que la “heredera
legítima de la religión de la Patria”. Parte de ese grupo juvenil había integrado el Salón Literario, y
acudiría al llamado del poeta porteño que propugnaba por continuar de lleno con la memorable
asociación de 1837.

Disuelto el establecimiento de Marcos Sastre, Echeverría, pretendiendo profundizar las


inquietudes políticas y económicas volcadas en el Salón, transmitió sus deseos de asociarse, “para
reconocerse y ser fuerte, fraternizando en pensamiento y acción”, a sus amigos Juan Bautista
Alberdi y Juan María Gutiérrez, quienes, a su vez, se comprometieron en interesar en la empresa a
los núcleos más sobresalientes de la juventud porteña. Confirmando tales anhelos, Vicente Fidel
López recordó en su Autobiografía que, disuelto el Salón Literario, los jóvenes tuvieron el propósito
de formar una “asociación secreta” bajo el nombre de “Asociación Mayo”, denominación que, en
realidad, sería adoptada recién en 1846 en Montevideo. El compromiso del programa, bases,
190
objetos y dogma corrieron por cuenta de Echeverría. Así las cosas, una treintena de jóvenes se
reunieron en torno al poeta en una noche de mediados de 1838, noche que sería recordada por los
participantes como la más bella de sus vidas. Al redactar en 1846 la Ojeada retrospectiva que
presidía a la segunda edición del Código de la Joven Generación, Echeverría deslizó el error de
adelantar en un año la fundación de la Asociación, consignando el año 1837 en lugar de 1838. De
191
esta manera Salón Literario y Asociación se habrían superpuesto en el tiempo. No obstante lo
expuesto, y dándole razón a Esteban, algunos autores sostuvieron la fundación de la Joven
Generación en 1837: Adolfo Saldías, Arturo Frondizi, Ricardo Rojas, el propio Gutiérrez, entre
otros. Por el contrario, Pascual Guglianone, Rafael Alberto Arrieta y Dardo Corvalán Mendilaharsu
dieron como fecha de fundación el año 1838, luego del cierre del Salón de Sastre. 192

El líder, tras trazar en un ensayo la situación moral de la juventud argentina, leyó las
Palabras Simbólicas de la fe que se proponía predicar. A pedido de Alberdi y Gutiérrez tocó al
propio Echeverría explicar mediante su desarrollo estas Palabras a los fines de contar con un
código o declaración de principios a seguir.

Asociación.

Progreso.

Fraternidad.

Igualdad.

190 López, Vicente Fidel, Autobiografía. Ibídem, p. 314.


191 Palcos, Alberto, ob. cit, pp. 67-69.
192 Nocetti Fasolino, Alfredo N, Fundación de la Joven Argentina en Buenos Aires. Doctrina Política de la

Asociación de Mayo, ob. cit, pp. 192-196.


71
72

Libertad.

Dios, centro, y periferia de nuestra creencia religiosa: el cristianismo su ley.

El honor y el sacrificio móvil y norma de nuestra conducta social.

Adopción de todas las glorias legítimas tanto individuales como colectivas de la revolución;
menosprecio de toda reputación usurpada e ilegítima.

Continuación de las tradiciones progresivas de la revolución de Mayo.

Abnegaciones de las simpatías que puedan ligarnos a las dos grandes facciones que se han
disputado el poderío durante la revolución.

Independencia de las tradiciones retrógradas que nos subordinan al antiguo régimen.

Emancipación del espíritu americano.

Organización de la patria sobre la base democrática.

Confraternidad de principios.

Fusión de todas las doctrinas progresivas en un centro unitario.

Aplausos de entusiasmo saludaron aquellas palabras que resumían los deseos y


esperanzas de la juventud varonil. Por voto unánime de los asistentes Echeverría fue elegido
presidente de la asociación y Gutiérrez vicepresidente.

La segunda reunión fue tenida el domingo 8 de julio, esta vez para juramentarse según
una fórmula similar a la de la Joven Europa. Quedó así definitivamente instalada la Asociación de
la Joven Generación Argentina. Siete años después, Sarmiento en su Facundo dio a conocer la
fórmula valiéndose del acta original que obraba en su poder. En la misma constaban los nombres
de los que la suscribieron, y es de lamentar que el publicista no los haya reproducido en su libro.

En nombre de Dios, de la Patria, de los Héroes y Mártires de la Independencia Americana,


en nombre de la sangre y de las lágrimas inútilmente derramadas en nuestra guerra civil, todos y
cada uno de los Miembros de la Asociación de la joven generación argentina:

Creyendo

Que todos los hombres son iguales;

Que todos son libres, que todos son hermanos, iguales en derechos y deberes:

Libres en el ejercicio de sus facultades para el bien de todos;

Hermanos para marchar a la conquista de aquel bien y al lleno de los destinos humanos:

72
73

Creyendo

En el progreso de la humanidad; teniendo fe en el porvenir;

Convencidos de que la unión constituye la fuerza;

Que no puede existir fraternidad ni unión sin el vínculo de los principios;

Y deseando consagrar sus esfuerzos a la Libertad y Felicidad de su patria, y a la


regeneración completa de la sociedad argentina:

Juran

1º Concurrir con su inteligencia, sus bienes y sus brazos a la realización de los principios
formulados en las palabras simbólicas que forman las bases del pacto de alianza;

2º Juran no desistir de la empresa, sean cuales fueren los peligros que amaguen a cada
uno de los Miembros sociales;

3º Juran sostenerlos a todo trance, y usar de todos los medios que tengan en sus manos
para difundirlos y propagarlos;

4º Juran fraternidad recíproca, unión estrecha y perpetuo silencio sobre lo que pueda
193
comprometer la existencia de la Asociación.

Al día siguiente, 9 de julio, los asociados celebraron el 22º aniversario de la independencia


194
en la conocida fonda de Smith , aunque Obligado sostiene que fue en casa de Gervasio A.
195
Posadas (hijo), en la calle de Corrientes. A la sombra de una improvisada bandera celeste y
blanca, el presidente pronunció un pequeño discurso leído de un borrador de letra clara y menuda.

Hemos venido a celebrar el 9 de Julio, es decir, el día de la declaración solemne de


nuestra Independencia en que los libres del mundo vieron con regocijo a un pueblo americano
alistarse en las banderas de la Libertad, y contraer el compromiso de concurrir con sus fuerzas al
progreso del género humano. Quisimos ser independientes para poder ser libres. ¿Y lo somos,
señores, después de tantos sacrificios? No. El gran pensamiento de las revoluciones, y el único
que las sanciona y legitima, es la regeneración política y social: sin él serían la mayor calamidad
con que la Providencia puede afligir a los pueblos.

Tenemos independencia, base de nuestra completa regeneración, pero nos falta lo mejor:
la techumbre, el abrigo de los derechos, el complemento del edificio político -la Libertad- porque
nuestra regeneración apenas si se ha principiado.

Brindo, pues, porque bajo los auspicios de la Federación lleguen a realizarse las
196
esperanzas de Julio, y el gran pensamiento de la revolución de Mayo.

193
Echeverría, Esteban, Dogma Socialista. Edición crítica y documentada, ob. cit, pp. 315-316.
194
Palcos, Alberto, ob. cit, p. 73.
195
Obligado, Pastor S, ob. cit, octubre 29 de 1862.
196
Gutiérrez, Juan María, Noticias biográficas, ob. cit, p. 131.
73
74

La Europa de aquellos años recogía la formación de diversas asociaciones políticas que


obraron como antecedentes de lo que Echeverría pretendía lanzar en esos días. En 1831 el
patriota Giuseppe Mazzini constituyó una “confraternidad” de italianos creyentes “en una ley de
Progreso y de Deber” que fue bautizada como la Joven Italia. De filiación republicana, tenía como
objeto unificar la península por entonces dividida y ocupada por las tropas austríacas. Pensó
valerse de la educación y la insurrección para luego iniciar una etapa revolucionaria que, tras la
liberación del territorio, daría paso a la única autoridad del Congreso Nacional. Mazzini entendía a
la unidad de Italia como la concordia y la asociación de todos sus habitantes. Creía en las
libertades comunales y sostenía la necesidad de una organización política única y central, capaz
de representar a su nación en el continente. “Sin unidad de creencia y de pacto social -decía-, sin
unidad de legislación política, civil y penal, sin unidad de educación y representación, no hay
197
Nación”.

A la Joven Italia siguieron luego la Joven Alemania, la Joven Polonia, la Joven Suiza, la
Joven Francia y la Joven Rusia. El 15 de abril de 1834 las primeras tres suscribieron en Berna el
Acta de Fraternidad que daba origen a la Joven Europa. Esta asociación republicana tenía como
divisa Libertad, Igualdad, Humanidad y sostenía la fraternidad de todos los hombres y de todos los
pueblos. Ponía su fe en el progreso, la cooperación y la asociación. El Estatuto rezaba lo siguiente:
“Cualquier señorío injusto, cualquier violencia y cualquier acto de egoísmo ejercitado en perjuicio
de un Pueblo, es violación de la libertad, de la igualdad y de la fraternidad de los Pueblos. Todos
ellos deben ayudarse mutuamente para que desaparezca”. En el juramento de ingreso el nuevo
asociado expresaba: “Doy mi adhesión a la Joven Europa, Asociación de los oprimidos de todos
los países, contra sus opresores, para marchar con ella a la conquista de la Libertad, de la
Igualdad y de la Confraternidad humanas”, para agregar de inmediato: “Dedico mis pensamientos,
mis facultades y mis obras a la lucha que ella declara a quienes -hombres, castas o pueblos- violen
la ley de Dios y de la Humanidad, atentando, con la fuerza, con las artimañas y con el privilegio, a
198
la igualdad, a la libertad y a la confraternidad de los hombres y de los pueblos”. ¿No es
oportuno ver el paralelo tiránico que sobre los pueblos ejercían por entonces los austríacos en
Italia y Juan Manuel de Rosas en las provincias argentinas? ¿La Joven Europa y la Joven
Argentina no tenían frente a sí a los mismos agentes enemigos? Es lógico pensar que Echeverría
tuviese a bien interpretar para su patria algunos ideales forjados en el viejo continente y
encadenarlos a los hasta el momento truncos fines de la Revolución de 1810, como pretendiendo
encauzarla desde el pasado hasta el presente odioso en el que estaba inmersa.

Había sonado la hora en que la “bandera de fraternidad y de patria” se extendiese por la


campaña, promoviendo asociaciones en las provincias que obrasen mancomunadamente con la de
Buenos Aires. Su romanticismo social salvaba su puro romanticismo literario. 199 La tiranía de
Rosas no debía derribarse por las armas; por otra parte el país aún no estaba maduro para una
revolución material. Móviles más fuertes, las creencias sostenidas, serían los elementos a contar
para acabar con el régimen sin derramar sangre. Echeverría soñaba con desparramar por todo el
país la vida social y civilizada comprimida en las ciudades, descentralizar el poder arrancándoselo
a los tiranos y entregándoselo a su legítimo dueño: el pueblo. Esta cruzada puesta en marcha por
aquellos jóvenes, intentaba la consolidación de un dogma que regenerase a la Patria conciliando
opiniones e intereses. El programa, creía Echeverría, era posible máxime cuando podía contarse

197
Antecedentes mazzinianos. Echeverría, Esteban, Dogma Socialista. Edición crítica y documentada, ob. cit, pp. 459-
481.
198
Ibídem, pp. 482-494.
199
Palcos, Alberto, ob. cit, p. 50.
74
75

con muchos oficiales del ejército, amigos de varios asociados, y con el concurso de los
hacendados de la provincia.

Antes de viajar al sur de Buenos Aires por motivo de negocios, Esteban presentó al
vicepresidente un amplio Programa de trabajo buscando la solución de las principales cuestiones
de organización del país. Divididos en comisiones de estudio, los miembros de la Joven Argentina
se comprometieron a analizarlas, aportando antecedentes y expresando teorías de mejora. A la
necesidad de contar con una libertad de prensa reglamentada -”gran móvil de toda reforma”-, para
no caer “de nuevo en los extravíos que la perdieron”, y al concepto de la democracia
representativa, fueron sumados una serie de problemas económicos de urgente resolución: la
utilidad de un Banco Nacional, el papel moneda y su rol en la industria, el crédito público, el origen
de las rentas del estado, el sistema de contribuciones a adoptar y el fomento de la industria
agrícola. Preocupaba también la imaginación de Echeverría el problema de la defensa nacional y la
futura organización administrativa a tomar por la República una vez concluido “el orden de cosas
actual”. Cómo organizar la campaña, la conveniencia o no del establecimiento de municipalidades,
las atribuciones de los Jueces de Paz y la figura del Juez de Policía, la organización de la milicia
nacional y la existencia o no de un ejército veterano, fueron también temas de análisis para las
comisiones de estudio.

Quería asimismo el líder, como asuntos de mayor importancia, estudiar el papel del
periodismo durante la revolución de Mayo, conocer el mérito de sus pensadores y escritores,
bosquejar la historia militar del país y su historia parlamentaria y analizar sus leyes fundamentales
“desde el Estatuto provisorio hasta la constitución del último congreso, porque en ellas debe
necesariamente haberse refundido todo el saber teórico y práctico de nuestros publicistas”. A ello
sumaba la elaboración de las biografías de los hombres públicos merecedores de honra y respeto,
y el lanzamiento de un periódico en donde volcar los materiales resultantes de las investigaciones
realizadas por los socios.

¿Existió antes un programa de estudios tan abarcativo de las cuestiones esenciales de la


organización constitucional del país? Creemos que no.

El Programa comunicado a Gutiérrez a través de una carta, recomendaba no apartarse del


terreno práctico ni perderse en abstracciones ajenas al nervio de la sociedad argentina: “clavar el
ojo de la inteligencia en las entrañas mismas de nuestra sociedad -aseguraba- es el único modo de
hacer algo útil a la patria y de atraer prosélitos a nuestra causa”. Debían resolverse las cuestiones
políticas mediante el análisis de nuestras leyes y estatutos, costumbres y estado social.
“Determinar primero lo qué somos y aplicando después los principios buscar lo qué debemos ser,
hacia qué punto debemos encaminarnos. Mostrar en seguida la práctica de las naciones cultas,
cuyo estado social tenga más analogía con el nuestro, y confrontar siempre los hechos con la
teoría, o las doctrinas de los publicistas más adelantados”. En política y en literatura Echeverría
sustentaba su opinión sobre la realidad argentina, por encima del calco de modelos europeos a los
que, sin embargo, debía tener en cuenta para la elaboración de una cultura nacional.

De regreso a Buenos Aires presentó a los miembros de la Asociación la explicación de las


Palabras Simbólicas que se le había encomendado. El Dogma conformado fue aprobado en forma
provisoria, pasándose luego a su estudio y discusión por partes. Buscaba Esteban un asentimiento
meditado de la obra, que la misma “no fuese sino la expresión formulada del pensamiento de
todos” y se convirtiese en “un credo, una bandera, y un programa” para el pueblo argentino en su
conjunto.

75
76

La explicación de la Creencia conllevaba un fin noble, “no era para los doctores que todo lo
saben; era para el pueblo, para nuestro pueblo”. ¿Todos tenían por entonces una idea clara de lo
que era el “progreso”? Desde luego que no. Y ahí estaba el documento para definirlo como la “ley
de desarrollo y el fin necesario de toda sociedad libre”, cuya primera manifestación tuvo lugar el 25
de Mayo de 1810, día en que “el pueblo Argentino empezó a existir como pueblo”. Sostenía
Echeverría la necesidad de profundizar desde el comienzo el papel que debía desempeñar la
democracia en la república. Ella debía enraizarse en la enseñanza y en la familia, en la economía,
en el ejército y “en todo el movimiento intelectual, moral y material de la Sociedad Argentina”. Su
marcha debía graduarse hacia la perfección por la senda del progreso, hasta adquirir el carácter
peculiar de la Democracia Argentina.

Después de tantos años de guerras civiles, el pueblo debía dejar de ser un instrumento de
los caudillos de provincia y convertirse en “el principio y fin de todo”, pensando y obrando, tomando
parte en los intereses de su “localidad” o municipio, esa patria pequeña que debía formar una idea
“de la grande abstracción de la Patria nacional”. El pensamiento de la Creencia distaba bastante
de ser unitario, y esto es de destacar. La “centralización monstruosa” operada hasta entonces era
contraria a Mayo. Cada “partido” debía convertirse en centro administrativo y de gobierno que,
eslabonándose con el resto, diese vida a la “asociación nacional” regida por el “poder central”. “Se
ve, pues, agregaba Echeverría, que caminábamos a la unidad, pero por diversa senda que los
federales y unitarios. No a la unidad de forma del unitarismo, ni a la despótica del federalismo, sino
a la unidad intrínseca, animada, que proviene de la concentración y acción de las capacidades
físicas y morales de todos los miembros de la asociación política”.

El Dogma fue aprobado sin mayores modificaciones, pero en las discusiones que motivó,
algunas cuestiones a resolver se convirtieron en puntos controvertidos. Una de ellas se centró en
la religión. Esteban fue crítico en cuanto a la actuación de la Iglesia Católica desde 1810.
Descendiendo a los debates políticos y a las pasiones terrenales, no emprendió una “propaganda
de civilización y moral” por la campaña, y aunque reconocía la actuación de su palabra en favor de
la independencia, la misma “pudo ser más útil, más fecunda, evangelizando la multitud,
robusteciendo el sentimiento religioso, predicando fraternidad, y santificando con el bautismo de la
sanción religiosa, los dogmas Democráticos de Mayo”. Preocupado por la existencia de un culto
estéril, el pensador se creyó en el deber de trabajar por la rehabilitación del cristianismo y del
sacerdocio en la Argentina. La Asociación, por su parte, se opuso al concepto de religión del
Estado, inconcebible en una sociedad destinada al goce de la libertad religiosa. Se necesitaba de
una iglesia independiente y de un clero alejado de la política, que trabajase por la regeneración
moral e intelectual del pueblo por la prédica del cristianismo, la mejor de las religiones positivas
según Echeverría. La sociedad religiosa y la civil concentraban sus misiones en distintas esferas;
los tiranos crearon “la impura liga del trono y el altar”. Nuestro hombre deseaba una “organización
democrática de la iglesia Argentina, fundada en la supremacía legítima de los mejores y más
capaces”. Desafortunadamente -decía- la iglesia había vuelto con Rosas a hincarse ante Roma,
dando lugar de nuevo a la irrupción del “catolicismo jerárquico”. No obstante, la Asociación adoptó
al cristianismo como doctrina de salud y redención. El catolicismo, como mayoritario, debía ser
respetado pues de lo contrario sublevaría antipatías que entorpecerían las miras políticas a seguir.
¡Cuesta entender cómo Echeverría pretendía el reinado del cristianismo en toda su pureza y, al
mismo tiempo, ver aniquilado al catolicismo! “Pero nosotros no lo veremos, -se lamentaba-. Una
lucha de tres siglos no ha bastado en Europa para aniquilar la influencia de ese poder colosal que
se sienta en el Vaticano. Gran parte de la Europa es todavía católica; la conciencia humana allí es
esclava, y no cree lo que quiere, sino lo que le hacen creer los hipócritas y falsos profetas del
76
77

200
Anticristo”. Resignado, pretendió al menos iluminar y purificar la religión católica reinante en la
Argentina, esa misma religión que la patria tomó tras la conquista y bajo cuya protección los
hombres de Mayo y de Julio consiguieron los triunfos que nos dieron libertad. Aquí se ha señalado
la influencia de Saint-Simon sobre el poeta de Buenos Aires: ambos imaginaron la formación de
una iglesia nacional y ambos observaron que el cristianismo debía ser depurado de todo boato y
201
revestido de nuevo con la pureza de las épocas primitivas.

El otro punto “controvertido con calor” fue el relativo al sufragio. Algunos asociados
pidieron la instauración del sufragio universal, institución condenada con vehemencia por
Echeverría que la consideraba como el “vicio radical del sistema unitario”, el que había minado “por
el cimiento su edificio social”. El partido unitario, llevado de sus miras sanas pero equivocadas,
había olvidado que el pueblo argentino, por error parangonado con el norteamericano, no conocía
ni el concepto ni los fines a que apuntaba esa ley de elecciones promulgada en 1821. De buena fe
creyó gobernar por el pueblo, sin él y a pesar de él. La “fantasmagoría” creada dio paso al
despotismo, y el elemento democrático que aquel partido buscó en vano en las ciudades, cuando
debió hacerlo en la campaña, fue utilizado por Rosas para cimentar su tiranía. La solución
consistía en implementar el sufragio de una manera progresiva, de la urna municipal concedida al
proletariado, pasar a la representación legislativa, otorgada al sector propietario. No podía obrarse
de otra manera en un país en el que el sistema representativo se ensayaba por vez primera. El
presidente de la asociación pensaba volcar estos conceptos electorales en una obra que no pudo
concretar y que se llamaría La Democracia en el Plata. De ella volverá a hablar en su exilio
uruguayo.

El general Rosas conocía por entonces de las reuniones de la Joven Generación, aunque
las creyó literarias. No obstante, continuarlas se tornaba peligroso y sus miembros decidieron
realizarlas de una manera más esporádica. Juntados en barrios diferentes, los correligionarios
trataron de alejar toda sospecha. La situación por la que atravesaba la Confederación era
compleja. El riguroso bloqueo que soportaba Buenos Aires desde hacía algunos meses había
motivado el estancamiento de la economía y una grave escasez de abastecimiento en la ciudad.
202
Para asombro de Echeverría, los unitarios exiliados en Montevideo, como Juan Cruz Varela, se
solidarizaron con la causa de la Confederación, protestando contra la medida opresora e injusta
que el Imperio Francés ejercía sobre el Plata. Florencio Varela declaró no tener partido en las
cuestiones nacionales. “El extranjero armado contra mi país, nunca tiene razón para mí. Antes de
llegar a los hechos, es permitido en mi opinión, discutir libremente, opinar también en favor de las
pretensiones del extranjero cuando sean justas (lo que en el caso no es muy claro) pero llegando
al punto en que estamos, por el país siempre y de todos modos, ahí ya no hay opinión: la patria
antes de todo. Aquí he peleado mucho por eso; mucho más porque doy la razón a Rosas en la
cuestión de la milicia como principio general, pero veo que Rosas ha hecho degenerar la cuestión
203
atribuyendo el bloqueo a los unitarios”. Con escándalo del medio, y bajo el sambenito de
“traición”, los jóvenes redactores de El Nacional, que creían que el género humano era una única
familia, y que nadie era extranjero en la patria universal, “porque la ley cristiana de la fraternidad es
el vínculo común de la familia humana, cuya patria es el universo”, se atrevieron a atacar a Rosas

200
Lecturas hechas en la Joven Argentina. Echeverría, Esteban, Dogma Socialista. Edición crítica y documentada, ob.
cit. pp. 321-322.
201
Martínez, Luis Eduardo, Moral y religión en la doctrina política de la Asociación de Mayo. Doctrina Política de la
Asociación de Mayo, ob. cit, pp. 425-442.
202
Lynch, John, ob. cit, p. 146.
203
Carta de Florencio Varela a Juan María Gutiérrez. Montevideo, abril 20 de 1838. Archivo del Doctor Juan María
Gutiérrez, Epistolario, tomo I, ob. cit, p. 207.
77
78

y apoyar a Francia. Olvidando los ribetes imperialistas de la potencia europea, el poeta de Los
Consuelos veía en aquella nación al derecho y a la justicia, a la reacción contra el tirano que
pretendía ejercer sobre sus súbditos el derecho de vida y muerte.

Tiempo más tarde, Echeverría declaró en la Asociación la imprudencia y temeridad que


significaba continuar con las reuniones del cuerpo. La tiranía ya los acechaba. Algún indiscreto, o
quizá traidor, había violado el solemne juramento del 8 de julio. Más allá de las discusiones en
torno al Reglamento, la existencia de un “Código de principios” era razón más que suficiente como
para creerse vinculados por algo. Quedaba clara la necesidad de suspender las reuniones y
adoptar el Código tal como se hallaba, poniendo manos a la obra en la realización del Programa
elaborado. Si entre los presentes hubiese existido alguien capaz de formular “un cuerpo de
doctrinas socialistas” más completo a las necesidades del país, el presidente de la Joven
Argentina, al proclamarlo, hubiera hecho pedazos el Código y acogido la obra superior con
entusiasmo. Pero ya no quedaba tiempo. “Señores: supuesto que es ésta la última reunión, por
ahora, separémonos como hermanos, como amigos, como hombres que señalados por el dedo de
Dios para realizar una grande empresa, marchan preocupados únicamente de los sublimes
204
pensamientos que les inspira tan alta misión”.

Bajo este clima, Echeverría se retiró a su estancia de Los Talas. No pensó en emigrar,
pues consideraba que ello era la inutilización para el país. Su amigo Juan Bautista Alberdi,
embarcado para Montevideo, procuró en esta ciudad la apertura de una asociación filial a la de
Buenos Aires, que incorporaría a Miguel Cané, Bartolomé Mitre y Andrés Somellera. En la capital
uruguaya Alberdi logró imprimir en El Iniciador, el primero de enero de 1839, el Código, o
Declaración de los principios que constituyen la creencia social de la República Argentina, que no
era otra cosa que el dogma de fe sostenido por los muchachos de la Joven Generación nacida en
la otra orilla. El 25 de enero, la Gaceta Mercantil de Buenos Aires anunciaba la existencia en
Montevideo de un club de “Romanticos y Sansimonianos” cuyo presidente era Alberdi, “un
miserable que hacía en otro tiempo elogios por la prensa del Restaurador”. Asimismo, calificaba a
El Nacional, lanzado en septiembre de 1838 por Miguel Cané y Andrés Lamas, como “inmundo
periódico, vendido a los Franceses”. Contestando días más tarde tales acusaciones, Alberdi aclaró
que “regaló, no vendió, sus elogios al Restaurador, para tener el derecho de decir a este
Restaurador algunas verdades que le fueron dichas a par de elogios y para ver si tributándole esos
205
elogios le nacía el gusto de merecerlos”. Un mes más tarde (18 de febrero), aquel periódico
inició la publicación del documento echeverriano.

Esteban supo de la ironía y el sarcasmo con que fue recibida la aparición del Dogma en las
prensas montevideanas. Los emigrados argentinos ni estimularon ni aprobaron los esfuerzos de
esos extraños románticos. Con curiosidad observaba la reacción intratable aunque inofensiva que
dispensó Montevideo a aquella juventud de Buenos Aires rechazada también en su ciudad.
Víctimas de un “exclusivismo sectario” y considerados sin sentido común, los jóvenes se
segregaron de la comunidad exiliada, conscientes de la fe en su fuerza y aguardando un porvenir
de regeneración para la patria.

204
Lecturas hechas en la Joven Argentina. Echeverría, Esteban, Dogma Socialista. Edición crítica y documentada, ob.
cit. pp. 317-323.
205
Ibídem, pp. 355.
78
79

EL DOGMA DE MAYO

Cuando el general Juan Lavalle desembarcó en la isla de Martín García con la ayuda de la
armada francesa, Echeverría comprendió que era necesario marchar a la par de los sucesos que
sobrevenían y alterar en algo sus convicciones políticas. 206 Partidario, como ya se ha dicho, de
una revolución moral antes que material para terminar con el poder de Rosas, la fuerza de los
acontecimientos del Plata le hizo amoldarse a la realidad y apoyar la campaña militar que el
veterano de la independencia iniciaba contra el gobernador de Buenos Aires. Esto acontecía al
mismo tiempo que la semilla lanzada por la Asociación de la Joven Generación germinaba y
comenzaba a extender las raíces por las provincias argentinas.

Meses después de su inauguración en la ciudad porteña, la Asociación contaba con


seguidores en San Juan. Hacia mayo de 1839 presidía la filial Santiago Cortínez y la conformaban
Antonino Aberastáin, Manuel J. Quiroga Rosas, Saturnino Laspiur, Domingo Faustino Sarmiento y
el tucumano Benjamín Villafañe. Este último, en la capital de su provincia, se encargó de instalar la
misma asociación que funcionaba en San Juan contactándose entonces con el joven ministro
207
Marco Avellaneda.

Según cuenta Sarmiento, Quiroga Rosas llegó a San Juan en 1838. En su completa
biblioteca pudo aquel joven cuyano apagar su sed de conocimientos. En noches de tertulia los
libros fueron materia de discusión. 208 Como miembro de la Joven Generación Argentina Quiroga
Rosas vio la necesidad de lanzar una prensa periódica que difundiese las nuevas ideas
209
“socialistas”. En carta a Alberdi le solicitaba “muchos ejemplares de la Creencia”. Ya en
Copiapó, el autor de Tesis sobre la Naturaleza Filosófica del Derecho pudo confiar a Juan Bautista
que en San Juan “se ha hecho mucho; ud. lo verá: allí hay buenos jóvenes del temperamento de
los nuestros, hombres de pasión y de progreso. Han estudiado mucho a Leroux; y han escrito aquí,
que ellos no ven en la Caravana Progresista más que su apóstol. No me ha sido posible hasta hoy
viajar por todas las provincias argentinas; pero no volveré al seno de nuestra Asociación, sin haber
hecho esta visita necesaria”. Quiroga Rosas pensaba no sólo reimprimir el Catecismo en
Valparaíso sino aumentar el número de las Palabras Simbólicas originales. “El objeto de esta
reimpresión, continuaba, es que todos los emigrados manden a cada una de sus provincias y a sus
familias un gran número de ejemplares, para que los niños tomen de memoria los apotegmas de la
nueva generación”. 210

Llegado a Córdoba en marzo de 1840, Vicente Fidel López estableció allí otra asociación
idéntica a la de Buenos Aires. La presidía el juez de comercio Francisco Álvarez y la integraban
Paulino Paz, Enrique Rodríguez y Abelino y Ramón Ferreira. En octubre un movimiento

206
Salvo indicación en contrario, para la confección del este capítulo seguimos el trabajo de Echeverría Ojeada
retrospectiva. Sobre el movimiento intelectual en el Plata desde el año 37, publicado en 1846 y al que volveremos en su
momento, así como la explicación de cada una de las Palabras Simbólicas que le siguen. Ibídem, pp. 75-225.
207
Villafañe, Benjamín, Reminiscencias históricas de un patriota. Ibídem, pp. 337 y 341.
208
Sarmiento, Domingo Faustino, Recuerdos de Provincia. Obras Completas, vol III, ob, cit, pp. 172-173.
209
Carta de Manuel J. Quiroga Rosas a Juan Bautista Alberdi. Bs. As, febrero 15 de 1839. Echeverría, Esteban, Dogma
Socialista. Edición crítica y documentada, ob. cit. pp. 326-328.
210
Carta de Manuel J. Quiroga Rosas a Juan Bautista Alberdi. Copiapó, julio 1 de 1840. Ibídem, pp. 329-330.
79
80

revolucionario que respondía a la Joven Argentina nombró gobernador a Álvarez. Al mes siguiente,
211
López publicó en El Estandarte Nacional algunos fragmentos del Dogma.

Años después Esteban entendió que los patriotas combatieron contra Rosas en
inferioridad de condiciones. En su opinión, los desterrados, divididos por diferencias partidarias,
accedieron sólo a un “sentimiento común” que les permitió dejar de lado viejos rencores, pero no
lograron el “acuerdo moral” o la “creencia común”, tan necesaria para enfrentar la tiranía. Rosas en
cambio combatía “con un poder compacto, centralizado por el terror, y por la fe en su estrella que
tienen sus sostenedores”. Qué útil hubiera sido ese poder puesto al servicio de la organización de
la república. Juan Manuel tal vez hubiese adelantado en más de quince años la salida
constitucional de la nación.

Pero ahí estaban las jóvenes generaciones, competentes para juzgar los hechos de los
hombres públicos debido a su no contaminación con la guerra civil. La Creencia pretendió adoptar
sólo las glorias legítimas de la revolución, es decir, aquéllas logradas por la nación en sus luchas
por la independencia. En la contracara de esa medalla, se veían la conquista y la contienda civil
como hijas de la abominación y generadoras de la muerte y la tiranía. Necesario era que estos
jóvenes aglutinados en las asociaciones desparramadas por la república, como herederos de los
pensamientos y tradiciones de Mayo, continuasen la obra de sus padres y revelasen al pueblo que
su soberanía le fue dada por Dios sólo para ejercerla dentro de los límites de la razón.

Tocaba a los jóvenes despedazar los grillos opresores: el espíritu americano debía lograr
su emancipación social repudiando la herencia española. La política del continente organizaba la
democracia. Echeverría y sus amigos levantaban la bandera: “Política, filosofía, ciencia, religión,
arte, industria, todo deberá encaminarse a la democracia, ofrecerle su apoyo, y cooperar
activamente a robustecerla y cimentarla”. La América independiente seguía sujeta a la fascinación
del león español, la democracia continuaba siendo la “empolvada cabellera de la aristocracia”. Las
costumbres y la legislación españolas trababan su progreso, y no era concebible la superstición y
el vasallaje junto a la dignidad del hombre libre.

La explicación de la décima palabra del Dogma o Creencia -Abnegaciones de las simpatías


que puedan ligarnos a las dos grandes facciones que se han disputado el poderío durante la
revolución- fue redactada por Alberdi. En ella, el joven tucumano hacía una encendida profesión de
unión nacional: “Todos los Argentinos son unos en nuestro corazón sean cuales fueren su
nacimiento, su color, su condición, su escarapela, su edad, su profesión, su clase. Nosotros no
conocemos más que una sola facción -la Patria, más que un sólo color -el de Mayo, más que una
sola época -los treinta años de Revolución Republicana”. Echeverría no le perdonaba a Rosas su
ignorancia y su antipatriotismo por haber dejado pasar la oportunidad de aunar a la nación
mediante una creencia común, tal como lo pretendía la Joven Argentina. El Restaurador debió
haberse deshecho de los especuladores e imbéciles que lo rodeaban, patrocinado a la juventud y
junto a ella iniciado el trabajo de organizar a la nación o, al menos, a la provincia bajo su mando.
Su buena fortuna y su popularidad, amén del goce de la suma del poder, le habrían hecho
poseedor de las tan anheladas banderas de fraternidad, igualdad y libertad. Pero Juan Manuel,
sentenciaba Esteban, prefirió ser un malvado, el Minotauro de la Argentina y el escándalo del
mundo, en lugar del primer estadista de América del Sur, capaz de haber paralizado, sin sangre ni
desastres, toda tentativa de restauración unitaria.

211
Ibídem, p. 373.
80
81

Pero no importaba, allí estaba presente la Joven Generación Argentina con su sistema de
creencias comunes y de principios luminosos, quizá destinados a hacerse añicos contra los
molinos de viento.

“Nuestra filosofía lleva por divisa progreso indefinido.

Los símbolos de nuestra fe, son igualdad, libertad, asociación.

Caminamos a la Democracia. Organizar la asociación de modo que por una serie de


progresos llegue a la igualdad y la libertad, o a la democracia: he aquí nuestra idea fundamental.

Nuestro punto de arranque y reunión será la democracia.

Política, filosofía, religión, arte, ciencia, industria; toda la labor inteligente y material deberá
encaminarse a fundar el imperio de la democracia.

Política que tenga otra mira, no la queremos.

Filosofía que no coopere a su desarrollo, la desechamos.

Religión que no la sancione y la predique, no es la nuestra.

Arte que no se anime de su espíritu, y no sea la expresión de la vida del individuo y de la


sociedad, será infecundo.

Ciencia que no la ilumine, inoportuna.

Industria que no tienda a emancipar las masas, y elevarlas a la igualdad, sino a concentrar
la riqueza en pocas manos, la abominamos”.

Las cinco primeras Palabras Simbólicas, afirmaba Alberto Palcos, resumían el ideario de la
juventud liberal y renovadora de América y Europa. “El Código -según el mismo autor- procedía del
análisis de ciertas directivas políticas universales al examen, cada vez más preciso y
circunstanciado, de la realidad nacional”. Asimismo declaraba que la obra de Echeverría, que
tomaba frases textuales de Leroux o Mazzini, no podía ser tratada como plagio o copia de
doctrinas ajenas. Para Palcos, el Código había recibido la inspiración cristiana-liberal, emanada
fundamentalmente de Lammenais, la mazziniana, surgida de la acción del pensador genovés
(aunque advirtiendo que Mazzini era más acción que pensamiento y Echeverría lo contrario) y la
influencia de Claudio Enrique de Rouvroy, conde de Saint-Simon, a través de su discípulo Pedro
Leroux. No obstante que haya sido un socialista utópico y Esteban un demócrata, le pertenecen a
Saint-Simon los conceptos de las primeras Palabras Simbólicas, con la diferencia de que el filósofo
francés muerto en 1825, predicaba un “socialismo autoritario y antidemocrático” y nuestro hombre
212
tomaba a la democracia como compendio de la perfección argentina.

Saint-Simon dejó impreso su pensamiento en la Francia de la primera mitad del siglo


pasado. Idealista de la república industrial y comerciante, pretendió organizar la sociedad por
medio de un poder espiritual y un poder temporal, asignándole a los sabios e industriales la

212
Palcos, Alberto, ob. cit, pp. 81-94.
81
82

satisfacción de las necesidades de instrucción y trabajo. Con los años, los “discípulos” llegaron a
cambiar el pensamiento del “maestro”. El padre Leroux, uno de los más conocidos integrantes de
la llamada escuela sansimoniana, era un idealista que creía en la perfectibilidad humana y
deseaba una reforma social que tuviese al taller como su base. Sostenía que el hombre estaba
formado por sensación, sentimiento y conocimiento, que se traducían en propiedad, familia y
213
patria. Echeverría supo de esta escuela años después de su regreso de Europa. Su amistad
con Alberdi y el contacto con la Revuè Enciclòpedique le despertaron el interés por las nuevas
214
doctrinas que circulaban por el viejo mundo.

En 1841, dos años después de publicada la Creencia, Oribe derrotaba a Juan Lavalle en
Famaillá (septiembre 19). Días más tarde, Gregorio Aráoz de Lamadrid era vencido en Rodeo del
Medio (septiembre 24). Echeverría en el exilio, perdió las esperanzas de acabar con la dictadura
de Rosas. Chile y Bolivia acogieron a los dispersos, que trocaban ahora el fusil por la pluma. Pero
qué motivo de orgullo para el líder el que aquellos jóvenes periodistas, residentes en tierras
extrañas, integrasen en algún momento de sus vidas su Joven Argentina del año 38.

213
Drago, Agustín Luis, El movimiento intelectual francés después de la restauración. Doctrina Política de la Asociación
de Mayo, ob. cit, pp. 135-139.
214
Martínez, Luis Eduardo, Moral y religión en la doctrina política de la Asociación de Mayo. Ibídem, p. 428.
82
83

LOS TALAS

El Salón Literario y la Asociación de la Joven Generación Argentina se asemejan entre sí


por sus cortas vidas. Las conversaciones y lecturas que en los mismos se ventilaban no fueron de
la gracia del general Rosas. A los pocos meses de su constitución, sus miembros empezaron a
dispersarse. El Salón terminó con el triste remate de las obras de Marcos Sastre, la Asociación con
algunas intrépidas reuniones clandestinas en oscuros arrabales. Algunos de estos encuentros
215
fueron tenidos en la quinta de Demetrio Peña, otros en casa de Gutiérrez donde, para despistar
a la policía, sus hermanas tocaban música en la sala. Llegó a decirse que una de ellas, ante un
momento de peligro, escondió en el corsé los estatutos de la Asociación. 216

Para Echeverría y sus amigos la vida en la ciudad se tornaba intolerable. Muchos


decidieron cruzar el río e instalarse en la vecina Montevideo. Los que permanecieron en Buenos
Aires se hicieron reservados y poco comunicativos. Pero Esteban entendía que el emigrar era
inutilizarse para el país y decidió quedarse en la provincia, retirándose a su querida estancia de
217
Los Talas, ubicada entre los pagos de Luján y San Andrés de Giles. Juan María Gutiérrez, que
frecuentó el establecimiento en época de vacaciones siendo estudiante, lo describió como un
modelo “fundado con corto capital y suma inteligencia y economía”. A los ranchos cómodos y a las
tapias endurecidas a pisón seguían las tunas de España y los espinosos talas que formaban un
colorido matorral de algunas cuadras, nido de torcazas y gatos monteses, por cuyos senderos
paseaba Esteban con frecuencia, meditando sus producciones y reflexionando sobre su existencia.

La República ya enrojecía por la guerra civil. En diciembre de 1838, el gobernador


correntino Genaro Berón de Astrada, que meses antes había anunciado la separación de
Corrientes de la Confederación, firmó con el oriental Fructuoso Rivera una alianza ofensiva y
defensiva que contó con apoyo francés y de la que participaron los miembros de la Comisión
Argentina de Montevideo. Tres meses más tarde, en marzo de 1839, Corrientes y la Banda
Oriental declararon la guerra a Rosas. El día 31 tuvo lugar el sangriento encuentro de Pago Largo,
donde Berón de Astrada fue derrotado y muerto por las tropas de Pascual Echagüe, Urquiza y
Servando Gómez. 800 degollados fue el saldo de la contienda en la que pelearon unos 5.000
correntinos. La Santa Federación se construía de manera implacable. Al fusilamiento del ex-
gobernador de Santa Fe Domingo Cullen, le siguió el asesinado de Manuel Vicente Maza en su
despacho de la Legislatura de Buenos Aires y el ajusticiamiento, el 28 de junio, de su hijo el
coronel Ramón Maza, sospechado de participar de una conspiración contra el tirano.

En su refugio campestre, Echeverría supo de la muerte del poeta Juan Cruz Varela,
ocurrida en Montevideo el 23 de enero de 1839, dedicándole un largo canto fechado en abril.
Nunca se vieron personalmente y sin embargo se profesaron una admiración mutua: “le amo sin
conocerle desde que leí sus Consuelos. Yo no sé lo que él piensa de mí; pero yo le cuento entre

215
Obligado, Pastor S, ob. cit, octubre 29 de 1862.
216
Legón, Faustino J, Doctrina Política de la Asociación de Mayo, ob. cit, p. 28.
217
Gutiérrez, Juan María, Noticias biográficas, Obras Completas, pp. 132-134.
83
84

218
mis amigos”. Exiliado desde hacía una década, Varela apoyó las reformas rivadavianas y
mantuvo su fidelidad a la musa clásica. Esteban leyó sus composiciones incluidas en La Lira
Argentina durante su estadía europea. Años después la Providencia hizo confundir los destinos de
ambos poetas que encontraron la muerte fuera de su tierra.

Pobre al fin, desterrado


De su patria querida
El poeta Argentino
Dijo adiós a la lira,
Dijo adiós al vivir;
¡Triste destino el suyo!
En diez años, un día
No respirar las auras
De la natal orilla,
¡No verla ni al morir!
...
¡Oh poeta! La gloria
Que te cupo en herencia
Bella fue, yo la envidio,
Yo que tarde a la arena
Lleno de ardor corrí.
Tu Musa nació al ruido
De la trompa guerrera,
Nació al nacer la Patria
Virgen, robusta y bella,
Para inspirarte a ti.

La mía al eco infausto


De las impuras orgías,
Del despotismo en triunfo,
Cuando murió su gloria
Su libertad y su honor.
Tu Musa de laureles
Se fabricó coronas
Y entusiasmada al grito
De combate y victoria,
Dio al heroísmo loor.

La mía al triste luto


De la mísera Patria
¿Qué pudo dar? Silencio,
O una acerba mirada
De estéril compasión;
Y buscó en los abismos
De la conciencia humana
Cantos que nunca oyeron
218
Carta de Juan Cruz Varela a Juan María Gutiérrez. Septiembre 7 de 1838. Joubin Colombres, Eduardo, La Vocación
Poética de Echeverría, Obras Completas, p. 568.
84
85

Las argentinas playas,


Cantos del corazón.

En mayo, el número inicial del diario montevideano Revista del Plata, publicó la poesía A la
juventud argentina, fechada por Echeverría algunos años atrás. En la misma, la esperanzada
visión de la juventud sucede a la descripción de la tiranía.

Aceptemos el don, compañeros,


Como ejemplo elocuente y terrible,
Y en las almas, altar invisible
Elevemos a la libertad:
Demos culto, a su imagen, secreto,
Mientras yace la Patria querida
En el mar de miseria sumida,
Do la hundió la más negra maldad.

Reine, mande, a esos seres innobles


En buen hora el feroz despotismo;
Pero sepa que aún hay patriotismo,
Y que hierve en silencio el volcán:
De esa turba que besa su planta
Vil reciba alabanzas impuras;
Pero sepa que vivas y puras
Las virtudes heroicas están.

En abril, Mariquita Sánchez de Thompson, que residía en Montevideo, había iniciado a


pedido de Esteban la confección de un diario íntimo que prolongaría hasta marzo del año
siguiente. Con su particular mirada de mujer sensible y comprometida, dará cuenta al amado poeta
de cuánto detalle pueda recoger en la intrigada capital oriental. Así, le informará del apoyo de los
exiliados al general Lavalle, de un discurso del ministro inglés que aseguraba que Francia no
pretendía conquista ninguna sobre América y de la conducta esquiva de Rivera para con los
argentinos. “Tanta maldad y perfidia enfurece a los más pacientes. ¡Momentos críticos! ¡Hay quien
asegura que Rivera piensa entregar los argentinos a Rosas, a Lavalle el primero! Todo es
fermento, ansiedad, cuidados, temores“. Mariquita seguirá paso a paso el embarque de las tropas
libertadoras con la angustia propia del que teme el fracaso de un sueño de libertad. “Se han
recibido cartas de Lavalle. Tiene ya en buen pie al ejército y pronto dará principio o fin a su
campaña. Sus cartas llenan de entusiasmo y esperanzas. Se queja de la conducta vil de Rivera.
Los argentinos hacen milagros, suscripciones para todo. Hay patriotismo que consuela. Portela es
uno de los campeones infatigables. Madero es el centro donde todo se halla, el que se ocupa de
todo con anhelo, actividad y viveza impagables. Las mujeres han ahorrado muchas sumas con
trabajo, cosiendo cuanto se ofrece, disputándose el trabajo”. Echeverría conocerá de su amiga las
confidencias del convulsionado Montevideo y palpitará como ella ante cada rumor, frente a tantas
noticias. 219

219
Zavalía Lagos, Jorge A, Mariquita Sánchez y su tiempo, Editorial Plus Ultra (Col. Las Mujeres. Dir: Lily Sosa de
Newton), Bs. As, 1986, pp. 183-185.
85
86

El año de 1839 culminó con un breve levantamiento de los hacendados del sur
bonaerense, conocido como la Revolución de los Libres del Sur, acontecimiento considerado por
220
Echeverría como el más notable después de la revolución de Mayo. Las causas de esta
insurrección fueron netamente económicas: al bloqueo francés que privaba de los ingresos de
exportación de los productos rurales, y al desacuerdo con la política exterior de Rosas, se sumaba
la nueva legislación de tierras que anulaba los contratos enfitéuticos y ponía en venta a las
221
otorgadas en concesión, como modo de procurar de recursos al erario. Echeverría vio en
acción el espontáneo alzamiento contra el despotismo que encarnaba Juan Manuel, y con esa
lírica imagen dio rienda suelta a un nuevo canto publicado recién diez años más tarde: Insurrección
del Sud de la Provincia de Buenos Aires en Octubre de 1839. El mismo fue compuesto en su
mayor parte en Los Talas, a medida que le llegaban las vagas relaciones de los acontecimientos,
222
“mezcladas con los falsos rumores que Rosas hacía divulgar”

Llora, Patria querida; los soldados,


Los héroes, los patriotas esforzados
Que independencia y libertad te dieron,
O con su espada conquistar supieron
El laurel inmortal en cien batallas
Hoy en tu desamparo no los hallas,
Al puñal asesino unos cayeron
O en el campo de honor, do tu tirano
Lema de muerte y de baldón ha inscripto;
Otros gimiendo por tu mengua en vano
Comen el pan amargo del proscripto,
Y el alto premio de alabanza y honra
Destinado por ti a los triunfadores
Los infames lo usurpan, los traidores
Que labran tu desdicha y tu deshonra.
De ellos el poder es, de ellos el fruto
De quince años de gloria y de combates;
Para ellos ¡oh baldón! diste tributo
De riqueza y de sangre, a los embates
Oponiendo del mal serena frente;
Y para ellos también libertadora
Su indomable bandera
Flameó sobre la helada Cordillera,
En el Norte y el Sud, y un Continente
La proclamó ante el otro vencedora.

El 29 de octubre, Manuel Rico, ex-juez de paz enemistado con el Restaurador, encabezó


en Dolores una insurrección contra el gobernador, a la que adhirió de inmediato Ambrosio Crámer,
un soldado de Napoleón que había luchado en Chacabuco y llegado a ser edecán de Belgrano.

220
Carta de Echeverría a Valentín Alsina, editor del Comercio del Plata. Montevideo, enero 28 de 1849, Obras
Completas, p. 665.
221
Iriarte, Ignacio Manuel, Los Libres del Sur, revista Todo es Historia, nro. 47, Bs. As, marzo de 1971, pp. 78-91.
222
Carta de Echeverría a Valentín Alsina, editor del Comercio del Plata. Montevideo, enero 28 de 1849, Obras
Completas, p. 665.
86
87

Helos, ¡oh Patria!, en Dolores,


De pie a tus libertadores,
Rememorando la gloria
De los héroes de tu historia
Para emular su virtud;
Invocando el dogma mismo
Que predicó su heroísmo
Entre el humo y la metralla
De los campos de batalla
Por las regiones del Sud.

A los pocos días la revolución se extendió al cercano Chascomús, hacia donde se puso en
movimiento el coronel Prudencio Rosas, hermano de Juan Manuel, con el ánimo de enfrentar a los
sublevados.

Chascomús que debía


Primero saludar su bizarría,
Los recibe también despedazando
La divisa sangrienta y los pendones
Símbolos de discordia y tiranía,
Y al horizonte echando
Buenos Aires mirada lisonjera
Con ansia convulsiva los espera
Y les tiende los brazos
Por la verga y el hierro hechos pedazos.

El 6 de noviembre, los insurrectos liderados por Rico y Pedro Castelli, hijo del vocal de la
Junta de Mayo, partieron desde Dolores.

Confiada en su valor y su fortuna,


En tanto, a orillas campa
De la hermosa Laguna
Que legó a Chascomús su nombre pampa,
Legión de mil patriotas, y allí espera
Se le unan como hermanos
De Tapalquén los tercios veteranos,
Para llevar en triunfo su bandera
A Buenos Aires, donde
Su miedo y rabia el Minotauro esconde.
¡Oh confianza fatal! ¿Quién les diría
Que su sepulcro allí se cavaría?

87
88

Al día siguiente el coronel Nicolás Granada venció a los insurrectos en el combate de


Chascomús. Crámer murió en el campo y los derrotados huyeron hacia Dolores. Así las cosas,
Castelli creyó necesario emprender una guerra de guerrillas hasta la llegada de las armas pedidas
a Montevideo, o hasta la aparición del general Lavalle por el sur. Rico, su aliado, comprendiendo
que la insurrección estaba perdida, marchó hacia Tuyú, embarcándose con más de mil hombres en
los barcos franceses que allí lo aguardaban.

Mil eran los bravos, los nobles patriotas


Que huyeron salvando sin mancha el honor,
Llevando consigo la Patria bandera,
Buscando para ella fortuna mejor.

Hogares, familias, riqueza, cuanto aman


Dejaron en rehenes al tigre voraz;
Devorólo todo, mas no desmayaron,
Ni su patriotismo vaciló jamás.

Huyen de la tierra donde su cabeza,


Descansó a la sombra del espeso ombú;
Que allí las persiguen; piedad extranjera
Benigno hospedaje les da en el Tuyú.

No corrió Pedro Castelli similar suerte. Escondido en los Montes Grandes de Monsalvo, fue
descubierto y asesinado, exponiéndose su cabeza en la plaza de Dolores.

Mirad y horrorizaos, ese holocausto


De sangre y crimen, de miseria y luto
Ofrecido en tributo
Al bárbaro deleite y al encono
Del ídolo bestial siempre inexhausto
A quien subisteis de la ley al trono.
Dolores, palpitante de heroísmo,
Igual suerte sufriendo, igual ultraje
Que Chascomús, su hermano en patriotismo,
Entregado al caudillo y al pillaje;
Y condenado a ver horrible ahora
Sobre el palo de afrenta
Destinado otro tiempo al asesino,
La cabeza sangrienta
De Castelli inmortal. ¡Quién tu destino,
Patriota infortunado no lamenta!
¡En qué alma, contra el bárbaro verdugo
Que infama tu cadáver, no revienta
Hidalga indignación, pidiendo al fallo
Del cielo y tierra justiciero rayo!

88
89

Echeverría estaba viviendo sus últimos meses de existencia en tierra argentina.

El poeta debió aceptar los hechos tal como se le presentaban y adherir a la campaña
libertadora que el general Lavalle iniciaba por aquellos días. El guerrero de Riobamba, a bordo de
la goleta francesa Eclair, había desembarcado en la isla de Martín García el 12 de julio de 1839,
permaneciendo en la misma hasta septiembre, para pasar luego a la costa entrerriana. Avanzando
223
por la provincia obtuvo el día 22 la victoria de Yeruá frente al coronel Vicente Zapata.

También el norte del país se convulsionaba y armaba contra Rosas, reelecto gobernador el
5 de marzo de 1840 con las mismas facultades que en 1835. En abril, Tucumán, Salta, Jujuy y
Catamarca constituyeron una liga contraria al dictador, a la que adhirió La Rioja el 8 de mayo. La
Legislatura tucumana, presidida por el joven Marco Avellaneda, difusor de los principios seguidos
por la Joven Generación, desconoció a Juan Manuel como gobernador de Buenos Aires,
retirándole la autorización para conducir las relaciones exteriores de la Confederación.

En el teatro del Litoral, Lavalle era derrotado el 16 de julio en Sauce Grande por Pascual
Echagüe. La Legión Libertadora debió abandonar Entre Ríos. El 5 de agosto el ejército
desembarcó en San Pedro. Pergamino y Arrecifes se plegaron contra Rosas. Días después, los
Libertadores llegaron a Mercedes, y el 21 avanzaron hacia Navarro, campo en el que once años
antes el jefe había fusilado al coronel Dorrego. 224

Como vecino del partido de San Andrés de Giles, Echeverría se unió a los propósitos del
ejército de Lavalle. Ahora era posible terminar con Rosas, y él debía contribuir a ello. Lo
lamentable de aquella hora era dejar sus convicciones de lado por actuar junto a una “revolución
material” con la que no comulgaba, decidido como estaba por una “lenta predicación moral que
produjese la unión de voluntades, y las fuerzas por medio del vínculo de un Dogma socialista”.
Pero la realidad lo convenció de que “era preciso modificar el propósito, y marchar a la par de los
sucesos supervivientes”, esto era, contribuir de lleno con las fuerzas de Lavalle al derrocamiento
de la ya larga dictadura. 225 El propio Echeverría, según se escribió luego, colaboró en la
recolección de armas, caballadas y otros auxilios oportunos. 226

Junto a su amigo y vecino Juan Antonio Gutiérrez, hermano de Juan María y nombrado
juez de paz 227 , Esteban labró un acta en Giles en la que se declaraba a Rosas “abominable tirano
usurpador de la soberanía popular”, investido de una autoridad ilegítima y nula. El documento,
firmado por los vecinos y hacendados del partido, consideraba a Francia como amiga y aliada,
debiendo ser tratada como nación más favorecida, siendo Lavalle el “bravo Libertador de la
Provincia, y su ejército el defensor y reconquistador de los derechos del pueblo argentino”. 228

Tanto entusiasmo duró muy poco. “La aparición de Lavalle en la provincia de Buenos Aires
fue rápida y funesta como la de un fantasma”, escribió Gutiérrez. 229 El 5 de septiembre, el Ejército

223
Pasquali, Patricia, Juan Lavalle, un guerrero en tiempos de revolución y dictadura, Editorial Planeta S.A.I.C.
(Colección Historia Argentina), Bs. As, 1996, pp. 282-298.
224
Ibídem, pp. 299-327.
225
Echeverría, Esteban, Ojeada retrospectiva. Sobre el movimiento intelectual en el Plata desde el año 37. Echeverría,
Esteban, Dogma Socialista. Edición crítica y documentada, ob. cit, p. 104.
226
Obligado, Pastor S, ob. cit, noviembre 7 de 1862.
227
Ibídem.
228
Gutiérrez, Juan María, Noticias biográficas, Obras Completas, p. 135.
229
Ibídem, p. 135.
89
90

Libertador acampó en Merlo, a poco del cuartel del gobernador. Todo era apatía al paso de los
soldados. El esperado levantamiento de la ciudad y la campaña contra Rosas fue sólo una ilusión
inmediatamente evaporada. Dos días más tarde, el guerrero de Ituzaingó ordenó la retirada hacia
el norte, ocupando Santa Fe a fines del mes. 230 Junto con las tropas en retroceso se iba aquella
Canción Guerrera, que con tanto fervor pensaba acompañar al triunfo a los patriotas de Lavalle.

A la lid, Argentinos, corramos


A la lid, Argentinos, volad;
Guerra y muerte al cobarde tirano,
Guerra, guerra y después habrá paz. 231

Entendió entonces Echeverría lo peligroso que significaba quedarse en Buenos Aires luego
de la retirada de las tropas de Lavalle. No podía seguir sus filas, enfermo como estaba desde
hacía tiempo. Sólo le quedaba emigrar, vía válida para salvar su pellejo. La invasión de Juan
Lavalle a la provincia, había señalado Gutiérrez con certeza, “decidió de su suerte para el resto de
232
su vida”.

230
Pasquali, Patricia, ob. cit, pp. 328-335.
231
Ibídem, p. 293.
232
Gutiérrez, Juan María, Noticias biográficas, Obras Completas, p. 134.
90
91

EL PROSCRIPTO

Unos doscientos cincuenta sospechosos fueron detenidos por el gobierno al producirse la


invasión de la provincia por el ejército de Lavalle. En las cinco semanas que mediaron entre fines
de septiembre y octubre de 1840, el terror se enseñoreó de Buenos Aires. La Mazorca, brazo
armado de la Sociedad Popular Restauradora, organización parapolicial del régimen, apresaba a
sus víctimas en plena calle o invadía las casas. Los sucesos de aquellos meses cobraron veinte
muertos. 233 “La gente vivía como enfangada en un miedo sin esperanza, escribió José Luis
234
Lanuza, con una amenaza de degüello continua y sin motivo”.

Con algunas pocas pertenencias, “con lo encapillado” según su propia expresión,


Echeverría pudo abandonar Los Talas junto a su hermano José María y llegar al pequeño pueblo
de San Pedro en donde se hallaba una escuadrilla argentina al mando del capitán Balán. El
comisario del ejército, Salvador María del Carril, hizo pesar su influencia para que los Echeverría
fuesen recogidos en las aguas del Guazú por la escuadra francesa, ascendiendo a la fragata
Expeditive, una de la embarcaciones que había tomado Martín García dos años antes. Al enterarse
de su llegada a aquel sitio Jacinto Rodríguez Peña le escribió: “Mi querido hermano, mi maestro:
acabo de saber su llegada al Guazú: puede usted figurarse lo que me habrá sorprendido, después
de tanto tiempo separados y sin saber una palabra de Ud! Lo saludo con toda mi alma. ¡Cuánto ha
pasado entre nosotros desde la última vez que nos vimos! Si pudiéramos vernos hablaríamos
mucho, mucho, con el corazón en la mano, ¿no es verdad?” 235 Narra Pastor S. Obligado que
cuando el almirante francés “supo que recibía a su bordo al patriota poeta fugitivo, lo llenó de
236
atenciones y consideración obsequiándolo en su mesa, como al hermano que lo acompañaba”.
El poeta se refugió en la Colonia del Sacramento, donde contó con la hospitalidad de su amigo el
médico Daniel Torres 237, compañero de la escuela del barrio del Alto. 238

No hay cosa más triste que emigrar -escribió Esteban quizá en aquellos días-. Salir de su
país por satisfacer un deseo, por realizar una esperanza, para estudiar la naturaleza y el hombre
en una tierra distante de aquella en que nacimos, es sentir un conmoción indefinible de dulce
melancolía en ese viaje voluntario. Dejamos atrás nuestros hogares, nuestra familia, nuestros
amigos; pero en cambio vemos una perspectiva lejana, una esperanza que nos alienta y estimula,
mil cosas nuevas que ocuparán aunque momentáneamente el vacío que han dejado la ausencia
de nuestras afecciones queridas.

Pero salir de su país violentamente, sin quererlo, sin haberlo pensado, sin más objeto que
salvarse de las garras de la tiranía, dejando a su familia, a sus amigos, bajo el poder de ella, y lo

233
Lynch, John, ob. cit, pp. 206, 218-220.
234
Lanuza, José Luis, ob. cit, p. 149.
235
Carta de Jacinto Rodríguez Peña a Echeverría, s/f. Gutiérrez, Juan María, Noticias biográficas, Obras Completas, p.
136.
236
Obligado, Pastor S, ob. cit, noviembre 7 de 1862.
237
Gutiérrez, Juan María, Noticias biográficas, Obras Completas, p. 136.
238
Palcos, Alberto, ob. cit, p. 128.
91
92

que es más, la patria despedazada y ensangrentada por una gavilla de asesinos, es un verdadero
suplicio, un tormento que nadie puede sentir, sin haberlo por sí mismo experimentado.

¿Y dónde vamos cuando emigramos? No lo sabemos. A golpear la puerta al extranjero; a


pedirle hospitalidad, buscar una patria en corazones que no pueden comprender la situación del
nuestro, ni tampoco interesarse por un infortunio que desconocen y que miran tan remoto para
ellos como la muerte.

La emigración es la muerte: morimos para nuestros allegados, morimos para la patria,


puesto que nada podemos hacer por ellos. 239

Quedaban en la otra orilla los afectos y los seres queridos. Pero por sobretodo quedaba
Martina, la niña de cuatro años fruto del amor del poeta por alguna muchacha. Esteban no volvería
a ver a su hija, pero manos cariñosas suplirían en adelante la ausencia del padre brindándole los
cuidados necesarios. Era la única descendiente de Echeverría, y conservará siempre el vivo
recuerdo de su progenitor, “uno de esos hombres de antes, que vivían para el ideal y para la
patria”. 240

Martina contraerá enlace con Hilario Fernández y presenciará en 1905 los homenajes a su
padre con motivo del centenario de su nacimiento. Dos años más tarde asistirá junto al presidente
Figueroa Alcorta a la inauguración de la estatua del pensador en los jardines de Palermo. La
prensa la describirá como “una simpática figura de cabellera blanca, fisonomía aguda e hidalgos
241
modales de antigua porteña”.

El 29 de octubre de 1840, el barón de Mackau y el ministro de Relaciones Exteriores Felipe


Arana, firmaron a bordo de la Bolonnaise una Convención que reconocía la indemnización debida
a los franceses que hubiesen sufrido pérdidas o perjuicios en el país, y que levantaba el bloqueo
operado contra los puertos argentinos y contra Martín García. Asimismo, concedía el gobierno la
repatriación para aquellos proscriptos que decidiesen abandonar su actitud hostil hacia la
provincia. 242 Sin la presencia extranjera ni el ejército de Lavalle, el Restaurador de las Leyes
consolidaba aún más su poder, dando cabida a la tan particular idea de “Federación”. “El sistema
de gobierno que operaban Rosas y sus colegas -ha dicho John Lynch- era en extremo primitivo y
carecía por completo de una estructura constitucional. Ellos no gobernaban ‘la Argentina’. Las
trece provincias se gobernaban a sí mismas en forma independiente, aunque estaban agrupadas
243
en una Confederación General de las Provincias Unidas del Río de la Plata”.

El espíritu poético de Echeverría no decayó en estos primeros meses de exilio, como si su


dolorida musa pudiese atemperar el fracaso de las ideas políticas que pretendió imponer en
aquellos azarosos años. El 8 de noviembre el periódico montevideano El Talismán, dirigido por
Gutiérrez, quien había llegado a la Banda Oriental en mayo luego de tres meses de prisión, publicó
dos poemas, uno de los cuales era un fragmento de su obra La Guitarra o Primera Página de un

239
Pensamientos. Ideas, opiniones, párrafos autobiográficos. Obras Completas, pp. 542-543.
240
El Diario. Bs. As, septiembre 7 de 1905.
241
Ibídem. En 1880 su tío José María Echeverría la nombró albacea y heredera de todos sus bienes, con la expresa
condición de entregar una tercera parte de lo dejado a su prima Martina, nacida en 1839, e hija de Félix Echeverría.
Archivo General de la Nación, Testamentaria de José María Echeverría, Sucesiones, nro. 5626.
242
Castillo, Antonio Emilio, El Gran Bloqueo, revista Todo es Historia, nro. 182, Bs. As, julio de 1982, p. 40.
243
Lynch, John, ob. cit, p. 168.
92
93

Libro, que El Correo de Ultramar de París lanzaría a fines de 1849. El segundo, titulado ¿Qué
será?, aparecerá en la recopilación de sus Obras Completas con el título de Enigma (El Corazón).

Hay un enigma incomprensible a todos


Desde que tuvo el universo ser,
Que vivo en sus entrañas lleva el hombre,
Y no pudo ni puede comprender.

Una semana más tarde, el periódico oriental publicó A una mujer, poesía recogida también
por Gutiérrez en las Obras del poeta de Buenos Aires.

¡Oh!, no apartes de mí tus bellos ojos,


Foco de amor, porque su amor me mata,
Déjame al menos la ilusión querida,
Deja a mi amor vivir con la esperanza.

Entre los años de 1838 y 1840 produjo Echeverría la que sería, junto con La Cautiva, su
obra literaria de mayor renombre. Se trata de El Matadero, magistral prosa que, curiosamente,
permaneció inédita hasta ser exhumada por el fiel Gutiérrez y publicada en la Revista del Río de la
Plata en 1871. Este trabajo de Echeverría tiene la gloria de ser “la primera narración de carácter
definitivo, de jerarquía literaria y de valor testimonial que se ha producido en el Río de la Plata”. Un
relato de costumbres contemporáneas que afirmó la vida romántica, según lo dicho por Noé Jitrik.
244

¿Habrá escrito Esteban el relato en Buenos Aires o en Los Talas? Quizá lo hizo en su
exilio oriental. Poco importa tal interrogante, al menos para lo que no sea una estricta lista
cronológica de nombres y fechas, a la que la historia no debe quedar sujeta. Cree Gutiérrez que
estas páginas escritas con precipitación y “desnudo realismo”, no fueron hechas para ser de
inmediato dadas a la prensa.

El ámbito en el que se desarrolla la matanza de animales para satisfacer el consumo de la


ciudad pinta, para el autor, la atmósfera rosista que se estaba viviendo desde hacía años. Horribles
personajes terminan matando a un joven culto identificado como “unitario”, ahogado por la sangre
que termina con su vida. La víctima, “lejos de amedrentarse y palidecer delante de sus verdugos,
despliega toda la energía, toda la entereza moral, todo el valor físico, que inspira en el hombre de
corazón el sentimiento del honor ofendido”, dijo Gutiérrez en la introducción escrita al publicar el
cuento. 245 ”El poeta -decía también el recopilador- no estaba sereno cuando realizaba la buena
obra de escribir esta elocuente página del proceso contra la tiranía. Si esta página hubiese caído
en manos de Rosas, su autor habría desaparecido instantáneamente. Él conocía bien el riesgo que
corría; pero el temblor de la mano que se advierte en la imperfección de la escritura que casi no es
legible en el manuscrito original, pudo ser más de ira que de miedo. Su indignación se manifiesta

244
Jitrik, Noé, Esteban Echeverría. A propósito de Esteban Echeverría y su obra / El Matadero, Editorial Norma S.A,
(Colección Cara o Cruz), 1ra. edición, Bogotá, 1990, pp. 44-45.
245
Obras Completas, p. 429.
93
94

246
bajo la forma de la ironía”. Pueden ser éstas las razones por las cuales nuestro hombre se
decidió a no publicar el magnífico relato.

Narra la historia la situación del matadero de la Convalescencia o del Alto, luego de


abatirse sobre Buenos Aires una copiosa lluvia, plaga divina producida como castigo por las
impiedades cometidas por los unitarios. Terminado el “diluvio”, y a pesar de ser tiempo de
Cuaresma, el ámbito vuelve a poblarse de vacunos, según personal disposición del paternal
Restaurador. Carniceros con el cuchillo en la mano luciendo camisa y chiripá, el juez del matadero
-”que ejerce la suma del poder en aquella pequeña república”-, muchachos, negras y mulatas
achuradoras, perros, pueblan aquel reducto de suelo embarrado y regado por la sangre de las
reses. Buenos Aires, culta en otros tiempos, libre en Mayo y baluarte de la independencia
sudamericana, se había convertido en el matadero que Esteban describía con ágil pluma.

Hacia otra parte, entretanto, dos africanas llevaban arrastrando las entrañas de un animal;
allá una mulata se alejaba con un ovillo de tripas y resbalando de repente sobre un charco de
sangre, caía a plomo, cubriendo con su cuerpo la codiciada presa. Acullá se veían acurrucadas en
hilera 400 negras destejiendo sobre las faldas el ovillo y arrancando uno a uno los sebitos que el
avaro cuchillo del carnicero había dejado en la tripa como rezagados, al paso que otras vaciaban
panzas y vejigas y las henchían de aire de su pulmones para depositar en ellas, luego de secas, la
achura.

Varios muchachos, gambeteando a pie y a caballo se daban de vejigazos o se tiraban


bolas de carne, desparramando con ellas y su algaraza la nube de gaviotas que columpiándose en
el aire celebraban chillando la matanza. Oíanse a menudo, a pesar del veto del Restaurador y de
la santidad del día, palabras inmundas y obscenas, vociferaciones preñadas de todo el cinismo
bestial que caracteriza a la chusma de nuestros mataderos, con las cuales no quiero regalar a
nuestros lectores.
...
(...)Simulacro en pequeño era éste del modo bárbaro con que se ventilaban en nuestro
país las cuestiones y los derechos individuales y sociales. En fin: la escena que se representaba
en el matadero era para vista, no para escrita.

Las escenas se continúan: un toro escapa y un niño es degollado con la cuerda destinada
a enlazar al animal, el carnicero Matasiete -”hombre de pocas palabras y de mucha acción”-
ejecuta sus bravuras, un “unitario” aparece súbita e incomprensiblemente por entre aquella
barbarie de barro y sangre.

Era éste un joven como de 25 años de gallarda y bien apuesta persona, que mientras
salían en borbotón de aquellas desaforadas bocas las anteriores exclamaciones, trotaba hacia
Barracas, muy ajeno de temer peligro alguno. Notando empero, las significativas miradas de aquel
grupo de dogos de matadero, echa maquinalmente la diestra sobre las pistoleras de su silla
inglesa, cuando una pechada al sesgo del caballo de Matasiete lo arroja de los lomos del suyo
tendiéndolo a la distancia, boca arriba y sin movimiento alguno.

- ¡Viva Matasiete! - exclamó toda aquella chusma cayendo en tropel sobre la víctima como
los caranchos rapaces sobre la osamenta de un buey devorado por el tigre.

246
Ibídem, p. 429.
94
95

Atolondrado todavía el joven, fue, lanzando una mirada de fuego sobre aquellos hombres
feroces, hacia su caballo que permanecía inmóvil, no muy distante, a buscar en sus pistolas el
desagravio y la venganza. Matasiete, dando un salto, le salió al encuentro y con fornido brazo,
asiéndolo de la corbata, lo tendió en el suelo tirando al mismo tiempo la daga de la cintura y
llevándola a su garganta.

Conducido a una casilla instalada en el matadero, el hombre es objeto del escarnio de los
federales. Al pretender desnudarlo para azotar sus nalgas su ira estalla en incontenible sangre.

En un momento liaron sus piernas en ángulo a los pies de la mesa volcando su cuerpo
boca abajo. Era preciso hacer igual operación con las manos, para lo cual soltaron las ataduras
que las comprimían en la espalda. Sintiéndolas libres el joven, por un movimiento brusco en el cual
pareció agotarse toda su fuerza y vitalidad, se incorporó primero sobre sus brazos, después sobre
sus rodillas y se desplomó al momento murmurando:

- ¡Primero degollarme que desnudarme, infame canalla!

Sus fuerzas se habían agotado; inmediatamente quedó atado en cruz, y empezaron la obra
de desnudarlo. Entonces un torrente de sangre brotó borbolloneando de la boca y las narices del
joven, y extendiéndose, empezó a caer a chorros por entrambos lados de la mesa. Los sayones
quedaron inmóviles y los espectadores estupefactos.

- Reventó de rabia el salvaje unitario - dijo uno.

- Tenía un río de sangre en las venas - articuló otro.

- Pobre diablo: queríamos únicamente divertirnos con él y tomó la cosa demasiado a lo


serio - exclamó el Juez frunciendo el ceño de tigre -. Es preciso dar parte; desátenlo y vamos.

Lo descripto por Echeverría en su relato fue un auténtico y sarcástico cuadro costumbrista,


pleno de realismo a partir de la aparición del unitario. Por otra parte, este primer cuento argentino,
lanzó al tapete el lema de Civilización y barbarie, luego tan profusamente desarrollado por
247
Sarmiento. Se ha señalado lo lamentable de no haberse publicado apenas escrito, pues habría
influido en el desarrollo de la narrativa nacional, cuando el realismo aún estaba naciendo en
Europa. El Matadero es una obra romántica con elementos realistas, una notable pieza que, de por
248
sí, es una acusación política.

1840 terminó con la Confederación sumergida en la guerra civil. En su avance hacia el


norte, Lavalle fue derrotado por Manuel Oribe en Quebracho Herrado (noviembre 28). El combate
implicó la disolución de las tropas. El general perdió su infantería y mil hombres de caballería,
249
como así las carretas en que viajaban familias refugiadas.

En otro punto de la República, el joven periodista Domingo Faustino Sarmiento, hasta


hacía poco redactor del clausurado El Zonda, debió emprender también el camino del destierro,
tras sufrir la cárcel y a punto de ser muerto. Cruzó los Andes y se radicó en Chile. Él, como
Echeverría, sabía muy bien que no debían matarse las ideas, sobre todo cuando las mismas

247
Martini Real, J. C, El Matadero y la realidad nacional, Clarín, Bs. As, marzo 2 de 1989.
248
Jitrik, Noé, Esteban Echeverría, ob. cit, pp. 44-52.
249
Pasquali, Patricia, ob. cit, p. 338.
95
96

podían fructificar para bien en el suelo de la patria. Con el correr de los años, Domingo agigantaría
su sombra por sobre el país constituido. Esteban, en cambio, destinado a una temprana muerte,
florecería en sus amigos, protagonistas todos de una nación sin Rosas y sin su oprobio.

DE COLONIA A MONTEVIDEO

Echeverría permaneció en Colonia hasta mediados de 1841. En mayo de ese año, ante un
nuevo aniversario del movimiento de 1810, escribió el poema El 25 de Mayo. La composición
repite las convicciones halladas en sus escritos políticos. La defensa de Mayo y el ataque a la
vetusta colonia, renacida por entonces de la mano del Restaurador, conforman la constante por la
que Esteban imaginará la construcción de la Argentina social, organizada y pensante, aunque esto
fuese imposible para él y para sus condiscípulos en esos momentos históricos de proscripción.
Debía terminarse con la opresión tan parecida a la que en su momento la “Europa degradada”
ejerció sobre el Nuevo Continente.

Y oro tres siglos al antiguo mundo


De sus entrañas regaló fecundo
El mundo descubierto por Colón;
Y ese oro que la América vertía
Allá en el seno de la Europa impía
Era su sangre dada en redención;
Y en pago de ella sólo recibía
Ultrajes, ignorancia y opresión.

Y ese oro iba a dorar la pompa regia


De la raza de próceres egregia,
Que señora de todo allá en la cumbre
Saboreaba los dones y venturas
Destinados a todas las criaturas,
Viendo a sus pies la necia muchedumbre
Tributar a su orgullo adoraciones;
Y ese oro iba de América en galeones
A fomentar el vicio y la indolencia
De impuras cortesanas y lacayos,
Y a fabricar magníficos serrallos
Do los reyes nadando en la opulencia
Con ojo indiferente, la indigencia
Miraban y abyección de sus vasallos.

Pero una era de luz iluminó la razón humana, los pueblos fueron señores y los tiranos
temblaron. Los americanos proclamaron sus derechos a la faz del globo.

Sobre el Plata famoso el Sol de Mayo

96
97

También brillar hiciera


De independencia y redención el rayo;
Y varones heroicos produjera,
Que un alto pensamiento concibieron,
Y de fe ardiente y de valor movidos,
A los hombres y pueblos oprimidos
Con eco grande y salvador dijeron:

Compatriotas, llegó el día grande


Precursor del combate y la gloria,
Ha empezado recién vuestra historia,
Vais el rango de pueblo a tomar;
Preparad el acero del libre
Que al valor mercenario anonada,
Preparaos a la lucha sagrada
Y a morir por la Patria o triunfar.

Sin embargo, el tronco que contenía los “viejos errores de España” volvió a retoñar, dando
lugar al germen de muerte y tinieblas encarnado por Rosas y sus secuaces.

Pero en vano quiere tirano monstruoso,


Que formó en su fango la guerra civil,
Refrenar el vuelo de la idea joven
Que inmensa conquista columbra entre sí.

El trabajo es optimista, como señala Alberto Palcos. 250 La poética democracia que pinta
Echeverría se envalentona y enfrenta a las decrépitas monarquías, volviendo aquel anheloso grito
de las guerras de la independencia.

Esos pueblos que hoy desprecias


En tus vanidades necias,
Mañana gigantes bríos,
Y cañones y navíos
Tendrán y regia altivez;
Y sus banderas unidas
Se pasearán por los mares,
Respetadas y temidas,
Y cuenta a Reyes y Zares
Irán a pedir tal vez.

Otro trabajo escrito en la misma fecha y lugar, A la Juventud Argentina en Mayo de 1841,
presenta el luto como telón del drama nacional frente al “inicuo opresor” de Buenos Aires.

250 Palcos, Alberto, ob. cit, p. 130.


97
98

Hermanos, lloremos de luto vestidos,


La música, el bronce, tambores y trompas,
Que en Mayo sonaban con alegre pompa,
Anuncian ahora triste funeral.
Lloremos, hermanos, la Patria no existe;
Volvió a la cadena, de Mayo el gran día
Sólo solemniza su acerba agonía,
Sólo rememora su suerte fatal.

Más enfático que el anterior, este trabajo lamenta la suerte de los proscriptos y venera a
los héroes de la independencia. El destino de las generaciones exiliadas es expuesto como
amargo interrogante.

¿Qué haremos sin Patria, familia, ni hogares,


Si en cráneos y sangre cimenta su encono,
Para ahogar por siempre la fraternidad...?

¡Pobre Echeverría! Integrante de la prole bastarda que siguió a 1810, no deja de exaltar sin
embargo a los combatientes de la guerra civil.

Noble generación santificada


Sois también por el hierro del martirio
El destierro, el patíbulo y la espada.

Recién los últimos versos intuyen el renacer de la Patria que Esteban no podrá ver. El Sol
de Mayo reaparecerá para sus amigos, Rosas será vencido y una Carta constituirá la organización
nacional.

No desmayéis jamás; predestinados


De raza de gigantes sois, sin duda,
Para vencer a la barbarie ruda,
Y derribar sus ídolos malvados,
Fundando la argentina libertad.
Quizá ese Sol que os mira con desmayo
Pensativos llevar vida afanosa,
Al nacer otra vez en nuevo Mayo,
Os halle proclamando vencedores
Al pie de la pirámide gloriosa,
Do grabaron su fe nuestros mayores
El dogma del progreso y la igualdad.

98
99

En tanto no brilla, jóvenes amigos,


El día que opresa la patria presiente,
Con fe siempre viva, preparad la mente
Para el gran trabajo de renovación.
Dejemos placeres y el ocio que enerva,
En bronce grabemos su historia y su nombre,
Ciñamos la espada, ganemos renombre,
Solitario culto dando a la razón.

Montevideo celebró el 25 de mayo con un certamen poético organizado por el gobernador


José Antuña y del que Echeverría no participó no obstante la insistencia de Gutiérrez. “Todos los
que trabajan son pigmeos al lado de usted, que tiene la voz alta cuando piensa y habla en la
lengua de los inmortales”. 251 Leyeron sus trabajos Luis L. Domínguez, José Mármol, Francisco
Acuña de Figueroa y Juan María Gutiérrez, quien obtuvo el primer premio con la poesía A Mayo.
252
Florencio Varela, entre otros, integraba el jurado.

Al mes siguiente Esteban se trasladó a la capital de la República Oriental, la que, sin duda,
253
podía ofrecerle mayor actividad para su espíritu. A principios del año su amigo Juan Bautista
Alberdi le había instado a que dejase Colonia, la que, al parecer, debía ser atacada por las fuerzas
de Rosas. “¿Por qué no se viene Ud. a Montevideo?, le insistía. Jamás la presencia de Ud. aquí ha
sido más necesaria (...) Véngase, hombre: viviremos juntos; esta vez no se aburrirá porque hay
mucho que hacer. Y si vamos a campaña, donde quizás hay más seguridad que allí y aquí, Ud.
vendrá también tan útilmente colocado como nosotros”. Y como para incentivarlo aún más, el
amigo le informaba de la reunión de algunos jóvenes dispuestos a abrazar la “tradición nueva” y a
no dejarse arrostrar por peligro alguno en su afán de reorganizar las ideas progresistas. “La falta
de Ud. es notablemente sensible: mucho hay que hacer aquí, inmensamente, todo; el campo está
desierto; pide iniciadores, y los jóvenes pueden contar llegada su hora. Jóvenes maduros y de
254
alguna representación hacen mucha falta; no sé para qué se detiene Ud. por allá”. A los treinta
y cinco años, el autor de La Cautiva dejaba la Colonia y arribaba a la ciudad en la que moriría diez
años después. Buenos Aires y su Alto de San Pedro quedaban para siempre fuera de su alcance,
tras la inconmovible masa del río que formaba el horizonte.

La ciudad de Montevideo contaba por entonces con unos 31.000 habitantes, de los que las
dos terceras partes eran extranjeros. Gutiérrez pintó con fervor antirrosista la actividad desarrollada
por el “heroico baluarte” del Plata en aquellos años. “La política liberal convirtió aquel pedazo
fertilísimo de terreno en un arsenal, en una tribuna de doctrina, en un cuartel de valientes, y en
teatro de una constancia verdaderamente heroica. Allí vivían hermanados por una misma
aspiración los orientales y argentinos, y las filas de unos y otros fueron engrosadas
255
espontáneamente con amigos de la libertad, de todas las nacionalidades”. Los argentinos
ejercían allí una amplia actividad periodística contra Rosas. En ese año fueron lanzados los
periódicos Paquete de Buenos Aires, El Álbum, La Enciclopedia, Tirteo, ¡Muera Rosas! y en 1842

251
Carta de Gutiérrez a Echeverría. Montevideo, mayo 8 de 1841. Archivo del Doctor Juan María Gutiérrez, Epistolario,
tomo I, ob. cit, p. 219.
252
Weinberg, Gregorio, Nacimiento de la crítica literaria. Juan María Gutiérrez. El Romanticismo (I), ob. cit, pp. 294-295.
253
Gutiérrez, Juan María, Noticias biográficas, Obras Completas, p. 137.
254
Carta de Juan Bautista Alberdi a Echeverría. Montevideo, enero 27 de 1841. Echeverría, Esteban, Dogma Socialista.
Edición crítica y documentada, ob, cit, pp. 345-346.
255
Gutiérrez, Juan María, Noticias biográficas, Obras Completas, pp. 137-138.
99
100

El Rayo de Caaguazú. En 1843 aparecieron El Centinela, El Guerrillero y El Gaucho Jacinto Cielo.


256

Echeverría se alojó en una casa de la calle San Sebastián, junto a los hermanos Luis y
José Domínguez, integrantes del Salón Literario de 1837. 257 Llevó el poeta en la ciudad oriental
una vida independiente y parca, no ejerciendo oficio alguno que obstaculizase su libertad. Ni
258
soldado, ni empleado, ni periodista, conservó por sobre todo su íntima amargura de proscripto,
de incomprendido en medio de personajes que combatían contra Rosas pensando sólo en una
restauración de instituciones y no en la necesaria regeneración que reclamaba el país desde hacía
tanto tiempo. “Desde que vino a Montevideo se ha relegado a una increíble inacción. En vano
hemos pretendido todos que haga algo; jamás ha escrito una línea en prosa o verso. Yo no sé qué
ha hecho de sus aspiraciones... No le pesa que hoy haya muchos que en poesía luzcan más que
259
él”. Para colmo de males, apenas llegado y urgido por razones económicas, debió
desprenderse de parte de su completa biblioteca particular. El Nacional de Montevideo publicó el
20 de julio de 1841 el anuncio de la venta. “Creemos que los que como nosotros hayan leído los
“Consuelos” y las dulcísimas “Rimas” de este vate que ha abierto entre nosotros a la poesía un
camino nuevo se apresurarán a hacerse de libros que han sido suyos”. La lista de obras en francés
y en español era extensa y abarcaba libros de derecho, de ciencias naturales, de idiomas, de
religión y de literatura. Bentham, Cousin, Destutt de Tracy, Constant, Rousseau, se desprendían de
su lector junto con Plutarco y su obra traducida en 25 volúmenes. Voltaire, Sófocles, Garcilaso,
Milton y el Paraíso Perdido, una Historia crítica de Jesucristo y la Biblia Vulgata también dejaban
260
de pertenecerle. Con cuánto dolor se habrá despedido el poeta de aquellos libros “que habían
embellecido su espíritu y que tantas veces hicieron más llevaderos sus largos y solitarios
261
insomnios”.

La vida llevada por Esteban en Montevideo no le impidió, sin embargo, formar parte del
grupo que asistía a las tertulias organizadas en casa de Mariquita Sánchez. Nacida en 1786, su
seducción y su cultura le permitieron salvar las distancias generacionales y tratarse con los amigos
de su hijo Juan Thompson, cuatro años menor que Echeverría. Sostiene María Sáenz Quesada
que los románticos de aquella ciudad formaron en torno a Mariquita un pequeño pero calificado
círculo no sólo frecuentado por escritores sino también por diplomáticos, políticos, militares y
hombres de negocio. 262

Alejada de la atmósfera parisina que exhalaba ese salón montevideano, la situación militar
del país se presentaba confusa para los enemigos de Juan Manuel de Rosas. El 19 de septiembre
de 1841, Lavalle era derrotado por Manuel Oribe en Famaillá. El día 24, Gregorio Aráoz de
Lamadrid resultaba vencido en Rodeo del Medio (Mendoza), debiendo huir a Chile. Marco
Avellaneda, gobernador de Tucumán y jefe de la Coalición del Norte, fue ejecutado el 3 de octubre
en Metán y su cabeza colocada sobre una lanza. Abandonado por las fuerzas correntinas que lo
acompañaban, Lavalle prosiguió la marcha hacia Jujuy con 200 hombres, para perecer asesinado
en esa ciudad el 9 de octubre. Triste fin del hombre en que se habían depositado tantas

256
Weinberg, Félix, La época de Rosas. El romanticismo. El Romanticismo (I), ob. cit, p. 230.
257
Palcos, Alberto, ob. cit, p. 131.
258
Gutiérrez, Juan María, Noticias biográficas, Obras Completas, p. 138.
259
Correspondencia entre Luis L. Domínguez y Félix Frías, Revista de la Biblioteca Nacional, tomo V, nº 21, Bs. As,
1942. Reproducida en Cháneton, Abel, ob. cit, p. 123.
260
Palcos, Alberto, ob. cit, pp. 257-258.
261
Barreiro, José P, La visión política e histórica de Esteban Echeverría, Obras Completas, p. 38.
262
Sáenz Quesada, María, Mariquita Sánchez, vida política y sentimental, Editorial Sudamericana S.A, 7ma. edición, Bs.
As, 1996, pp. 184-185.
100
101

esperanzas de victoria. Sólo la estrategia del general José María Paz pudo ofrecer la victoria de
Caaguazú (Noviembre 28), liberando a la provincia de Corrientes de las fuerzas de Pascual
Echagüe, gobernador de Entre Ríos y aliado del Restaurador. 1842 encontró a Rosas dueño del
país y a Echeverría perdida la esperanza de ver impuesta su Creencia Social en la República
Argentina.
LA GUITARRA

En 1842 apareció en Buenos Aires una segunda edición de Los Consuelos hecha con el
consentimiento de su autor. En la misma se reproducía el juicio crítico sobre las obras de
Echeverría escrito por Juan María Gutiérrez para el Diario de la Tarde. “¿Cómo pudo aparecer esa
obra en el Buenos Aires rosista de aquel año, segundo de la tiranía desembozada, su período más
celoso y terrible?”, se pregunta Rafael Alberto Arrieta. Sostiene el mismo que Echeverría mantuvo
contacto con el editor, pues, como da testimonio Gutiérrez, dirigió a aquél una serie de
correcciones de su puño y letra. En esta segunda edición, además, fueron suprimidas las
dedicatorias que contenía la tirada de 1834, agregándose las fechas de composición a muchos
poemas. “Hemos tomado por texto un ejemplar de Los Consuelos en el cual se hallan anotadas
algunas correcciones y alteraciones del autor, y ha sido obligación nuestra respetarlas y
reproducirlas”, declararon los editores al frente de la nueva edición, realizada también por la
Imprenta Argentina. 263

Uno de aquellos ejemplares fue remitido por Esteban el 25 de mayo a Florencio Varela,
residente por entonces en Río de Janeiro, donde había viajado con el ánimo de mejorar su salud y
reunir material para una historia argentina. En la carta de agradecimiento escrita al poeta, Varela le
expresó el contraste que la lámpara de Los Consuelos producía con respecto a las “densísimas en
que los bárbaros han hundido a Buenos Aires”, para agregar de inmediato: “No comprendo,
créamelo Ud., cómo se ha permitido publicar allí un libro en que la libertad es exaltada y
perfumado su altar con las aromas del genio, y la tiranía marcada con hierro sobre la frente hoy
erguida”. 264 Es probable que uno de los ejemplares de esta segunda edición haya sido el leído por
el literato boliviano Mariano Salas quien, desde Potosí, le expresó al poeta su admiración por el
volumen. “He repasado mil veces su precioso libro; he recomendado a la memoria sus
composiciones que forman mi delicia... han suscitado en mí el impotente deseo de desahogar en
verso mis congojas”. 265

Ese año fue particularmente sangriento para la ciudad del Plata. En abril el terror alcanzó
un nuevo pico de víctimas, justamente cuando las fuerzas federales convergían sobre Santa Fe
venciendo a los unitarios, y algunas semanas después de que la provincia de Entre Ríos, alzada
contra el general Paz, le obligase a retirarse de su territorio. Una posible intervención anglo-
francesa y el hecho de que los unitarios estuviesen vencidos pero no destrozados, asegura John
Lynch, hicieron que Rosas lanzase el terror con prioridad “para purgar el cuerpo político y reforzar
por adelantado la seguridad”. 266

263
Arrieta, Rafael Alberto, ob. cit, pp. 58-60.
264
Carta de Florencio Varela a Echeverría. Río de Janeiro, junio 20 de 1842. Ibídem, p. 62.
265
Carta de Mariano Salas a Echeverría. Potosí, agosto 4 de 1842. Gutiérrez, Juan María, Noticias biográficas, Obras
Completas, p. 125.
266
Lynch, John, ob. cit, p. 223.
101
102

La vecina Montevideo aparecía mientras tanto como la ciudad de la libertad y del


periodismo combativo. Los emigrados argentinos se ensañaban contra el dictador porteño y contra
su gobierno, en momentos en que su poder político y militar se hallaba más consolidado que
nunca. Los días en aquella ciudad corrían sin prisa para Echeverría, componiendo versos y
pensando mucho, probablemente enamorado como en sus años mozos. Vivía en su pequeña casa
267
“casi hecho un misántropo, retirado de toda sociedad”. El poeta no debió haber imaginado
nunca tal destino para su vida, solo, como lanzado de su país por una fuerza bruta que le
repugnaba y que obstaculizaba el progreso estancando a la nación entre la guerra y la barbarie.

Esteban no ejerció el periodismo, como quedó afirmado. Su existencia pareció encajarse


en algunos poemas que con toda seguridad llenaron de inmediato algún cajón de escritorio. Martín
García Merou pintó así el estado de aquel hombre: “Una por una, murieron sus esperanzas
juveniles, cubriendo de tinieblas su espíritu. Amargado y desencantado, se replegó sobre sí mismo,
sin fuerzas para contrarrestar el torrente que lo arrastraba como un despojo entre sus ondas
turbias y pesadas. Su dolorosa situación moral se complica con el aislamiento melancólico a que lo
268
impulsa su carácter en Montevideo”. Las fúnebres y vulgares octavas de A una joven en la
muerte de su amiga, compuestas en aquellos meses, parecen exteriorizar su pena.

Hoy mudo y yerto el labio,


El rostro amarillento,
Inmoble y macilento
Su lindo cuerpo está;
Los ojos desmayados
Sin lumbre encantadora,
Cadáver es ahora
Que al cementerio va.

Se acabaron para ella


Las joyas y las galas,
Las bulliciosas salas
Del baile seductor;
Se acabaron contigo
Los coloquios risueños,
Los virginales sueños,
Y las dichas de amor.

Y fue en este segundo año de exilio, cuando la capital oriental se aprestaba a recibir las
tropas del enemigo Oribe, en el que Esteban dio forma a La Guitarra o Primera Página de un Libro,
el largo poema fechado en octubre de 1842 y publicado en París siete años después, y del que ya
había anticipado algunos versos.

Echeverría era “un guitarrista de primer orden, pero no tenía voz”, cuenta Obligado. Con
seguridad le pareció grata la idea de componer un trabajo en donde el querido instrumento que
ejecutara en el barrio del Alto y en París jugase rol principal. Se decía que una tarde de verano la
tormenta obligó a Esteban a detenerse en la llamada Esquina de la Banderita, calle larga de
267
Obligado, Pastor S, ob. cit, noviembre 7 de 1862.
268
García Merou, Martín, ob. cit, p. 125.
102
103

Barracas, en donde tuvo oportunidad de pedirle a un gaucho la guitarra y concluir por dejar
perpleja a la asombrada concurrencia. “El aire era tan triste, la voz ronca y cortada, el verso tierno,
original por la armonía, al poco tiempo pudo notar cuál subyugado tenía su auditorio, y la influencia
de la música cómo despertaba los sentimientos tiernos de esos corazones endurecidos, pero que
en el fondo guardan una virtud y sensibilidad que como la perla caída en el fango no ha sido aún
269
descubierta”.

Fue La Guitarra el primer trabajo de extensión que escribió Echeverría en el destierro. Su


turbia juventud, deslizada por entre las calles de su barrio sur, la vihuela y algunas puñaladas,
parecen unirse a las desventuras del personaje de Ramiro, a la muerte de su amada Celia y al
asesinato de su esposo. Los sones del instrumento y el paisaje arrabalero y oscuro, dan colorido a
esas criaturas del poema y a aquellos años aventureros vividos por el autor. Y así como Echeverría
dejó ese misterioso mundo del que muy poco se ha sabido, salvo por alguna que otra parca
descripción de su pluma, embarcándose rumbo a Europa, Ramiro también procuró olvidar la
muerte de Celia bebiendo en “las gigantes obras” de la ciencia, igual que el poeta al abocarse a los
estudios recibidos en París.

Celia, joven de dieciocho años casada con un hombre al que no ama, por satisfacer el
capricho o la ambición de sus ignorantes padres, calma su desdicha y el “rigor de su destino”
pulsando las cuerdas de su guitarra amiga. El instrumento y los amorosos versos que la muchacha
entona envuelven a Ramiro, hasta entonces absorto en sus pensamientos. La ciudad criolla y su
paisaje aportan “color local” al romántico relato.

Y extático Ramiro contemplaba


El astro de la noche y su diadema,
Respirando las auras de la Pampa
Que a sahumar vienen la morada regia
Donde dormita el Plata silencioso.

Como era de esperar, el encuentro de los próximos amantes no tarda en producirse. Las
más bellas porteñas, reunidas en una quinta de las afueras, son observadas por Ramiro quien ha
llegado allí en un “bizarro alazán”. Celia sobresale entre todas, y a todas encanta ejecutando su
guitarra.

Una de ellas, cuya frente


Sombreaban con misterio
El pudor y la congoja,
Entonces al son hechicero
De la guitarra cantaba
Tristes y amorosos versos.

Las cuerdas pasan luego a manos de Ramiro. La vihuela vibra exquisita y deleita a Celia.

269
Obligado, Pastor S, ob. cit, noviembre 19 de 1862.
103
104

Quedaron de su armonía
Los corazones suspensos,
Ni articulaban los labios
Ni suspiraban los pechos;
Y mientras las bellas todas,
En silencioso embeleso
Permanecían, Ramiro
Preludiando en tonos nuevos,
Ora animados suspiros,
Ora misteriosos ecos,
Brotar hacía inspirado
Del melodioso instrumento.

En su cuarto la muchacha sueña y delira en voz alta, se debate entre el deber conyugal y
ese amor desesperado por Ramiro.

“¡Con qué gusto y qué delicia


Te estrecharía en mi seno!...
Mis halagos, mis caricias,
Mi vida... ven que me muero...
¡Escucha... mi esposo, el lazo
Sacrosanto de himeneo,
El deber, la virtud, mira!...
Son obstáculos eternos
Que entre yo y tú se interponen...
¡Dios mío!... ¡Ven que me muero!”

Ardiendo de celos, el esposo intenta asesinarla, pero se contiene jurando venganza. Su


proceder será como el del tigre: despedazará a Celia y se gozará en el tormento. Ella, la que nunca
había amado, descubre entretanto en aquel hombre del sueño a la razón que pondrá fin a su
desdicha. Finalmente, estando el marido ausente del hogar, Ramiro confiesa a la joven su amor.
Pero Celia, consciente de su estado, rechaza los deseos del amante con entereza de alma.

“Ten piedad de mi estado; soy esposa,


El deber, el honor, una muralla,
Un abismo insondable han interpuesto
Entre mi amor y el tuyo, y la venganza...
La justicia de Dios nos está viendo...
Huye, Ramiro, y mi inocencia salva”.

El arrebatado esposo interrumpe el coloquio. Enceguecido de odio atraviesa a Celia con el


puñal.

104
105

Y entonces ¡oh Dios! cual si armonía oculta


Existiera entre Celia y su guitarra,
Reventaron las fibras con violencia,
Y fúnebre suspiro, queja infausta
A par de ella exhalaron.

Ramiro se sumerge en toda su infelicidad. Sigue amando a Celia, aunque sabe que no la
poseerá jamás. Desde aquel momento, buscar al asesino será su norte.

Hoy la vasta creación para él no tiene


Sino ecos de presagio funeral,
Que el mundo suyo es la mujer que adora
Y de ese Edén no gozará jamás.

El paisaje de la ciudad criolla acompaña nuevamente la trágica existencia de aquel joven.


Su caballo lo transporta a todo galope hasta cruzar el Riachuelo de Barracas. A orillas del agua,
Ramiro cuestiona su amargura.

“¿Por qué la vi? ¿Por qué al verla


Nació en mí un incendio al punto?
¿Por qué vi en ella un conjunto
De perfección ideal?
¿Por qué funesto destino
La puso ante mí tan bella,
Para que incauto por ella
Sintiese amor criminal?”

Y si Ramiro se consume en tan agónicos días, no es mejor la situación pintada para el


infeliz esposo. Aquel hombre no deja de atormentarse bajo su viudez asesina.

Allí ve el nupcial lecho, viudo ahora,


Donde apuró deleite indefinido,
El sofá do con ella reposaba,
El tocador, sus joyas y vestidos.

Allí ve su retrato; doquier rastros


De la mujer que amó y ama ofendido;
El jardín donde juntos se recreaban,
Las flores que atraían su cariño.

Por eso huye de allí, que esos objetos


Hieren su corazón en lo más vivo,

105
106

Su vergüenza le pintan e infortunio,


Le recuerdan la dicha que ha perdido.

A aquellos hombres sin paz los aguarda el duelo en una calle oscura. La federal Buenos
Aires ve alzar fieros puñales que juegan a matar. Ramiro es herido dos veces, pero el que cae es
el esposo. De espaldas se desploma y la voz ronca exclama su odio.

“- Venciste, vil seductor,


Muestra a tu Celia adorada
Ese puñal donde escrita
Está mi muerte y su infamia;
Pero recuerda que fuiste
Tú el autor de su desgracia,
Y que hasta el infierno mismo
Te seguirá mi venganza”.

Los sones de la guitarra crean el marco para la súbita aparición de un fantasma. Una mujer
de blanco, un espectro de la bellísima Celia, o Celia misma, sentencia desmayando: “¡Sangre,
Ramiro, criminal te mancha!”.

El destino del amante también está sellado. Abandona la ciudad, desaparece a bordo de
una nave extranjera, con el infortunio a cuestas de aquellos dieciocho años. Sin embargo, un foco
de esperanzas golpea a ese marchito ser. Valora la vida, regalo de Dios, y decide vivir.

“Pues que vivir es preciso,


¡Burlando al dolor, vivamos!
A nueva esperanza abramos
El corazón juvenil;
Tal vez hallemos la fuente
De refrigerio y de calma
Donde amortigüe la mente
Su ambición loca y febril”.

En los últimos versos del poema, netamente autobiográficos, Ramiro busca en el estudio
superar el infortunio del amor. Es Esteban el que viaja a Europa, deseando abandonar tanta locura
y descarrío.

Mas no lo mueve amor de la belleza;


Y en las gigantes obras de su ciencia,
Hierven confusamente en su cabeza
Como en el mar las incansables ondas.

Pasó para él la edad de los amores,

106
107

De las frívolas ansias y placeres;


Porque apuró congoja y sinsabores
En el labio fatal de las mujeres.

Hoy anhela sondar su inteligencia


La natura, y el hombre y la verdad,
Y en las gigantes obras de su ciencia,
En su vida estudiar la humanidad.
La Guitarra apareció en El Correo de Ultramar de París el 15 de diciembre de 1849 junto a
un retrato del autor. Se la ha asemejado a Elvira, “principalmente en el ingenuo aprovechamiento
de los agentes sobrenaturales”. 270 Para García Merou, se trata de “un ensayo ridículo y
malogrado. La prosa abunda en sus mejores trozos. Su argumento es pobre, con detalles
271
extravagantes”. Permitimos disentir con este último: la ridiculez jamás se enseñoreó de los
escritos de Echeverría, algunos de ellos pudieron ser mediocres, tal como puede verse en su
poema El Ángel Caído, las musas no lo acompañaron en varias oportunidades, pero ello no quita
que la convicción y la fuerza lo hayan dejado de lado como para malograr del todo a sus
producciones poéticas. En lo que concierne a La Guitarra, el hombre desciende de la pelea política
hasta encerrarse en su íntima existencia desde donde afloran sus años, sus amores y su misterio.
Ello nunca puede ser ridículo, como tampoco lo es el amor que se profesaban aquellos dos
jóvenes, ni los tormentos sobre los que la vida de Ramiro comenzó a reposar tras la muerte de
Celia. ¿Habrá Echeverría experimentado similar situación en su adolescencia del barrio del Alto?
¿No estará La Guitarra develando parte del misterio de un hombre del que pretendemos saber
algo más y al que queremos rescatar de tanto olvido? Vale la pena repetir algunos versos de Jorge
Luis Borges, tan consonantes con la memoria de Esteban y de su pasado:

En los acordes hay antiguas cosas:


el otro patio y la entrevista parra.
(Detrás de las paredes recelosas
el Sur guarda un puñal y una guitarra.) 272

270
Arrieta, Rafael Alberto, ob. cit, p. 104.
271
García Merou, Martín, ob. cit, p. 209.
272
El tango, poema. El otro, el mismo, 1964
107
108

EL ARTISTA SOLITARIO Y CAPRICHOSO

Montevideo iba a conocer su hora más gloriosa. Los sucesos vividos a partir de 1843
convertirán a la ciudad capital en teatro de las armas y del entusiasmo frente a las posiciones del
ejército federal. Las milicias organizadas contra el dictador de Buenos Aires, tan lejano y tan
temido, pronto se sumarán a las gruesas columnas de insultos y anatemas que el ancho río
demorará por entre sus aguas.

El 6 de diciembre de 1842 Manuel Oribe venció a Fructuoso Rivera en Arroyo Grande. Sus
fuerzas, formadas de tropas regulares, se enfrentaron a un contingente sin organización militar ni
disciplina compuesto de correntinos, santafesinos y orientales. Montevideo creó de inmediato el
273
Ejército de Reservas, confiado a la pericia del general José María Paz. A fines del mes, el
vencedor entró en Salto. Así volvía a su tierra el presidente derrocado en 1838.

La ciudad oriental carecía de un adecuado sistema de defensa, pero las medidas no se


hicieron esperar. Melchor Pacheco y Obes requisó armas, convirtió los talleres en armería y
parque, dispuso el enrolamiento general de los varones desde los 14 a los 50 años y decretó la
libertad de los esclavos convirtiéndolos en hombres libres. El empeño del general Tomás de Iriarte,
un federal “lomo negro”, dio sus frutos: se construyeron baterías y un muro de dos varas de
espesor hecho de ladrillo y piedra. El 3 de febrero de 1843 Rivera asumió el mando supremo del
ejército y delegó la presidencia en el titular del Senado, Joaquín Suárez. Muy a su pesar, pero
presionado por un grupo de influyentes ciudadanos, nombró a Paz Comandante General de Armas
de la Capital. Las relaciones con el general argentino no eran buenas desde la época en que el
cordobés se había negado a aceptar la jefatura del estado mayor de Rivera, tras su alejamiento del
ejército correntino. 274 El 16 Oribe arribó con 7.000 hombres instalando su cuartel en el Cerrito.
Permanecerá allí hasta octubre de 1851.

Hacia 1843 la población de Montevideo contaba con 6.000 franceses, 2.000 italianos y
2.500 emigrados argentinos. Brett Purvis, jefe de las fuerzas británicas, apoyaba con amplitud a los
enemigos del general Rosas. La ciudad organizó sus defensas con varios batallones: Guardias
Nacionales, de Líneas, el Unión, Libertad, Matrícula y la Legión Argentina al mando de José María
Albariños. 275 500 italianos se pusieron a las órdenes del famoso Giuseppe Garibaldi. Encabezaba
la Legión Francesa el coronel Thièbant. La capital de la República Oriental se transformó así en un
pequeño foco internacional armado en nombre de la libertad. Cada colectividad contaba con su

273
Quesada, Efraín, Cuando Montevideo aguardaba los ejércitos de Rosas, revista Todo es Historia, nro. 83, Bs. As,
abril de 1974, pp. 8-12.
274
Ibídem, pp. 20-26.
275
Ibídem, pp. 23, 26-28.
108
109

órgano periodístico. Arsenio Isabelle y Adolfo Vaillant dirigían Le Patriote Français, Juan Bautista
276
Cúneo sacaba Il Legionario Italiano y los ingleses el Britannia and Montevideo Reporter.

Los proyectos literarios seguían trabajando la imaginación de Esteban, pero carecía de


medios para concretarlos. Confió su situación al amigo Juan Miguel Martínez, un oriental de su
misma edad al que había remitido los originales de La Guitarra. Avergonzado, el argentino se
animó a pedirle algún dinero, rogándole reserva del asunto y asegurándole una pronta devolución.
Sólo su situación “singular y desesperante” pudo obligarlo a dar un paso antes impensado; pero lo
justificaba: “creo que algún día tal vez Ud. podrá lisonjearse de haberme allanado el camino de una
empresa gloriosa y útil al progreso de la literatura de ambas orillas del Plata; y que llegará para mí
el momento feliz de retribuirle de algún modo el servicio que hoy me tomo la confianza de pedirle”.
277

En su edición del 7 de junio publicó El Nacional sin indicar autor la poesía A la legión de
voluntarios franceses. Volvía Echeverría a insertar una composición suya por la prensa después de
dos años y medio de silencio. La misma pretendía ensalzar el papel de Francia como agente
civilizador, olvidando tal vez las proyecciones imperialistas que la nación de Luis Felipe enfocaba
en el Plata.

¡Nobles hijos de Francia! Llegó para vosotros


El día grande y bello de rehabilitación;
El día que esperabais, a fin que viese el mundo
Brillar puro en el Plata vuestro inmortal blasón.
...
Hoy levantar la frente podéis al cabo erguida,
¡Salud! Sois dignos hijos de la grande nación;
Si ella es el sol del mundo, en la orilla del Plata
Vuestro brazo defiende la civilización.

Cumpliendo órdenes Echeverría se había enrolado como soldado raso contribuyendo así a
la defensa armada de la capital oriental. Claro que su precaria salud lo hacía por poco inútil en su
oficio militar. De todos modos, ingresó en la quinta compañía de la Legión Argentina que mandaba
Albariños. En enero de 1843, el soldado Echeverría le expresaba al Jefe del Estado Mayor del
Ejército de Montevideo: “Que en cumplimiento de las disposiciones superiores me enrolé en la
expresada Legión, en donde he prestado a la par de mis compatriotas todos los servicios que se
me han exigido hasta la fecha en que por el mal estado de mi salud, y hallarme bajo la dirección de
un facultativo me es imposible continuarlas, a pesar de mis deseos”. Solicitaba luego licencia para
restablecerse. El cirujano de la guarnición, doctor Patricio Ramos, certificó que Esteban “padecía
de una afección al pecho de un mal carácter que le ha aumentado gradualmente por el ejercicio,
sin haber atendido su curación”. Así le fueron concedidos dos meses de licencia. El general
Pacheco y Obes, en cierta oportunidad, vio al poeta regresar después de una alarma envuelto en
su capa “y encorvado al peso de sus dolencias físicas”, y alcanzándolo al frente de su caballería,
pudo saludarlo “con el sombrero en la mano y con su genial elocuencia”. 278

276
Palcos, Alberto, ob. cit, p. 132.
277
Carta de Echeverría a Juan Miguel Martínez. Montevideo, marzo 23 de 1843. Morales, Ernesto, ob. cit, pp. 53-54.
278
Gutiérrez, Juan María, Noticias biográficas, Obras Completas, p. 138.
109
110

En aquellos primeros meses de sitio, partieron para Europa Alberdi y Gutiérrez. “Salir de
Montevideo en ese tiempo no era cosa de ejecutarse sin peligro -contará el tucumano más tarde-.
Reinaba el estado de sitio más riguroso. El ministro de la Guerra, general Pacheco y Obes, había
impuesto penas terribles contra todo infractor de la absoluta prohibición de salir de la plaza sitiada,
por mar y tierra. Una estratagema feliz vino a proteger la seguridad de nuestra salida, que debimos
a la influencia generosa de madama de Mendeville. Mezclados a un grupo de oficiales de la marina
francesa, que pasó en su casa la soirèe, nos trasladamos a una fragata de guerra de su escuadra
fondeada en el puerto, sin ser apercibidos ni molestados por nadie. De allí nos trasladamos al
279
Edén, que nos tomó para Italia, a los dos días”.

Echeverría, comprometido súbitamente, continuó en la ciudad. Luis Domínguez escribía a


Félix Frías expresando: “Asómbrate, Félix, asómbrate. Menos Echeverría y Pepe Rivera Indarte,
todos ellos han abandonado el campo, todos ellos se han ido del país al verlo en peligro... Echo la
vista alrededor del país buscando aquellos hombres del juramento del 9 de Julio de 1838, y
apenas cinco encuentro entre nosotros. Ninguno de los que de más nota parecía permanece al pie
280
de su bandera”. Pronto le tocaría a Esteban el turno de ingresar como socio fundador del
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay. Fundado el 25 de mayo de 1843 por Andrés Lamas,
Jefe del Departamento de Policía de Montevideo, el establecimiento contaba con la presencia,
entre otros, de Melchor Pacheco y Obes, de Santiago Vázquez, Ministro de Gobierno y Relaciones
281
Exteriores, de Florencio Varela y del joven Bartolomé Mitre.

Desde hacía algún tiempo, Esteban había puesto su empeño en la elaboración de lo que
sería su obra más extensa: El Ángel Caído. Entrar de lleno en el fondo de la sociabilidad
americana era su meta. Don Juan, uno de sus personajes centrales, resumiría tanto las buenas
como las malas propensiones de sus contemporáneos, además de expresar sus sueños y
creencias para el porvenir. Buscaba la comprensión filosófica de su carácter, cosa que Tirso,
282
Zamora, Molière y Corneille no habían logrado. El plan era ambicioso, como podía verse. “Mis
ideas trabajando, se han extendido tanto que creo que el poema será indefinido como el Don Juan
283
de Byron”, le expresaba tiempo después a Juan María Gutiérrez.

El poeta insistía en dotar a su proyecto de “un colorido exclusivamente local y Americano”,


pintando las costumbres propias de la sociedad en que le tocaba vivir. “Como todas las almas
grandes y elásticas, la de mi Don Juan se perderá a veces en las regiones de lo infinito y lo eterno;
y otras se apegará, para nutrirse, a la materia o al deleite”. Quería así representar espíritu y carne,
284
idealismo y materia, y todas las alternativas “que constituyen el patrimonio de la humanidad”. El
personaje intenta apartar del mundo a una niña de quince años que ha perdido la pureza.

Virgen, ¿cómo has perdido


Tu aureola de inocencia?
¿Por qué de ángel caído
La pena sufres hoy?
279
Alberdi, Juan Bautista, Obras Selectas, ob. cit, p. 381.
280
Carta de Luis L. Domínguez a Félix Frías. Septiembre 12 de 1843. Barreiro, José P, La visión política e histórica de
Esteban Echeverría. Obras Completas, p. 40.
281
Sáenz Quesada, María, En la Nueva Troya, revista Todo es Historia, nro. 27, Bs. As, julio de 1969, p. 82.
282
La leyenda de Don Juan, Obras Completas, pp. 507-508.
283
Carta de Echeverría a Juan María Gutiérrez. Montevideo, abril 3 de 1844. Palcos, Alberto, ob. cit, pp. 233-234.
284
Carta de Echeverría a Melchor Pacheco y Obes. Montevideo, abril 6 de 1844. Echeverría, Esteban, Dogma
Socialista. Edición crítica y documentada, ob. cit, p. 353.
110
111

¿Por qué, si reverente


Mi culto ayer te daba,
Hoy triste solamente
Mi compasión te doy?
...
¡Pero, ah, te ha divinizado
La ilusión de mi deseo!
Eres hija del pecado,
Sólo hechura terrenal;
Aunque en tu forma tan bella,
Con designio que no alcanzo,
Sin duda viva centella
Puso Dios angelical.

También Don Juan vive sumergido en los deleites efímeros y reconoce el fuego criminal
que le brota cuando alguna joven se le presenta ante sus ojos. Igual que el Ramiro de La Guitarra,
este nuevo engendro no tiene paz al tratar de asir al imposible y desesperante Eterno Femenino.
285

Busco nuevas emociones,


Ideas que nadie alcanza,
Vida, cebo a la esperanza,
Que no tiene ya raíz;
Y probando, así, de todo
Cuanto la mente concibe,
Ver si alguna luz percibe
Que lleve a región feliz.

Esta primera parte de la extensa trama poética de Echeverría, que de por sí ocupa el
segundo volumen de las Obras Completas lanzadas por Gutiérrez, se desvanece en interminables
cuartetas que lamentan hasta el fastidio la pérdida de la virginidad, de la pureza y del candor de la
pobre niña sometida por el mundo y su lujuria.

Llora de ángel tu espléndida corona,


Que si culpable el mundo no perdona,
Hay en otro sin duda remisión;
Llora tu primer culpa arrepentida,
Que la bondad de Dios compadecida
Recibirá tu lloro en expiación.

El “color americano” se ve reducido sólo a la mención, en dos o tres oportunidades, de la


palabra “Plata”. Los personajes no presentan fisonomía alguna que los haga partícipes del suelo y

285 Palcos, Alberto, ob. cit, p. 49.


111
112

las costumbres del nuevo continente. En nada se los reconoce como criollos. La larga lamentación
de Don Juan bien podía encajarse dentro de cualquier ejemplo de literatura europea. Sin embargo,
los fragmentos autobiográficos se hacen presentes, como si el célebre personaje universal tuviese
algo en común con la pasada existencia de aquel proscripto de su patria.

¡Cuántos pechos inocentes


Que contaminó mi labio,
Cuyos latidos ardientes
Eran sólo para mí!
Y que en la ilusión bendita
De su amor inmaculado,
La vida me hubieran dado,
Por vano amor que las di.

Y yo ingrato al ardor suyo,


Rompiendo el mágico hechizo
Las menosprecié en mi orgullo
Porque nunca las amé;
Con aquel amor gigante,
Amor intenso y febril,
Amor loco y devorante,
Que a los diez y ocho probé.
...
¿Por qué el amor no me diste
De la mujer que imagino,
De la que busco sin tino
Como a un ángel de salud?
...
Yo hubiera puesto en su frente
Una corona de lauro,
Tan bella y resplandeciente,
Que no hubiera otra mejor.

Trabajando algunos meses, descansando los más, Esteban logró concluir con una
segunda parte de El Ángel Caído a fines del año. El 21 de marzo de 1844 escribió a Gutiérrez
quien residía en el Brasil tras su retorno de Europa: “¿Creerá Ud. que todavía no he podido
juntarme con la 1a. parte del Ángel Caído para enviársela? Concluyo la segunda y más difícil de
las 4 en que pienso desarrollar el asunto. Me parece será una cosa nueva la pintura de un baile
nuestro con todas sus hablillas y peculiaridades. La 1a. es una expansión completamente lírica, la
2a. toda acción y movimiento, a pesar que ahora como siempre no hago el drama externo sino el
interno”. 286 “Venga ese Ángel Caído, le dirá Gutiérrez, y que venga cuanto antes; estoy
enamorado de una mujer que ama los versos y los de Ud. muchísimo”. 287

286
Carta de Echeverría a Juan María Gutiérrez. Montevideo, marzo 21 de 1844. Palcos, Alberto, ob. cit, pp. 234-235.
287
Carta de Gutiérrez a Echeverría. Mayo 4 de 1844. Archivo del Doctor Juan María Gutiérrez, Epistolario, tomo I, ob.
cit, p. 271.
112
113

Echeverría envió la segunda parte del poema al general Pacheco y Obes, quien ya había
recibido la primera, encontrando en la misma alguna observación que hacer al poeta en cuanto a la
oportunidad de su composición. Éste, irritado como siempre que recibía una opinión adversa, no
tardó en poner las cosas en su lugar. “Comprendo muy bien -escribió al ministro- que Ud., por
deber y posición, mire con indiferencia y aún repruebe todo acto y todo pensamiento escrito que no
se reasuma en la guerra. Pero permítame le diga, que yo, artista solitario y caprichoso, a nadie
tengo que dar cuenta, ni del pensamiento que mueve mi pluma, ni de la inspiración que hace vibrar
las cuerdas de mi lira. Harto respeto y consideración tributo al sentimiento público y a las
exigencias de la situación, no publicando nada de lo que escribo, ni llamando como otros la
atención con producciones no sólo inconducentes, sino frívolas y mezquinas. A ese precio, prefiero
que me olviden”.
288
Esta interesantísima carta dirigida al militar oriental el 6 de abril de 1844 , desnudaba el
estado anímico de nuestro hombre en aquellos años de exilio. Pacheco y Obes y Echeverría se
conocían desde los primeros meses de la llegada de éste al Uruguay. Le había obsequiado un
289
ejemplar de las Rimas y algunos manuscritos para que el oficial influenciase en su publicación.
Fuera del combate que el periodismo de la otra orilla libraba contra la política de Buenos Aires,
Esteban continuaba aferrado a esa inspiración poética compañera desde los días de Elvira.
¿Seguía latente en él la Creencia que diera a conocer en 1838? ¿La fuerza de las armas del sitio
lo decidieron por abjurar de la reforma moral que propició desde la tribuna de la Asociación de la
Joven Generación? Empuñar el fusil como lo había hecho Lavalle cuatro años antes, parecía ser la
única vía válida donde encuadrar su existencia. ¡A qué batallar con tanto papeleo cuando juzgaba
a la inmensa mayoría de la prensa escrita como basura y “charlatanismo inútil y aún pernicioso”¡
Su alma pareció descargarse de tanto golpetear contra el viento.

Me preguntará Ud. tal vez, que sino vivo en la época, pues parezco no tomar parte alguna
en los dolores y esperanzas, en los actos y peripecias del sangriento drama que se representa
ante mis ojos. Vivo amigo, y la comprendo también como el mejor; pero un destino fatal me ha
creado la posición en que permanezco, como la víctima en el banco del tormento.

Si me sintiese con la salud necesaria para ser soldado, mucho tiempo hace habría tomado
un fusil, y presumo que como a uno de tantos, no me faltaría valor para pelear, como no me faltó
en algún lance crítico que puso mi cabeza a merced de los sicarios de Rosas; y puedo asegurarle,
que a juzgar por la fuerza impulsiva de mis instintos marciales, sino me mataban en camino, pronto
subiría a general. Ríase de la ocurrencia.

Pero se me dirá, si Ud. no puede ser soldado ¿por qué no guerrillea con la pluma? Porque
nunca sé obrar sino con arreglo a mis convicciones; porque hace mucho tiempo tengo la
persuasión íntima que la prensa nada puede, nada vale en la guerra contra Rosas, y que el plomo
y las lanzas sólo podrán dar la solución de la cuestión, porque los hechos que todos palpamos,
hablan con más elocuencia que la palabra, y porque aquel que no siente galvanizado el corazón y
no se arma al aspecto de esos millares de cabezas degolladas por el cuchillo de Rosas, sonreirá
irónicamente al eco varonil que lo llame a la venganza, y dormirá tranquilo oyendo el grito de
alarma de la prensa charlatana.

288
Carta de Echeverría a Melchor Pacheco y Obes. Montevideo, abril 6 de 1844. Echeverría, Esteban, Dogma
Socialista. Edición crítica y documentada, ob. cit, pp. 347-354.
289
Carta de Manuel Pacheco y Obes a Echeverría. Aguada, septiembre 5 de 1841. Palcos, Alberto, ob. cit, p. 233.
113
114

¿Quién tiene, además, derecho para azuzar al combate cuando todos están en las filas
combatiendo? El que lo haga y pretenda derribar a Rosas con virulentas filípicas, no es más que
un charlatán cobarde que sólo merece chufla o menosprecio.

Vencer a Juan Manuel en el campo de batalla y terminar así con aquella dictadura. Para
qué obstaculizar el paso triunfal de las armas vencedoras con más tinta que la ya corrida desde
1829. Echeverría pareció caer vencido por la fuerza de los acontecimientos, y si Montevideo se
disponía a resistir esgrimiendo la espada, él debía contribuir al triunfo aun con su flaqueza.

¿Es acaso época esta de propagar principios ni doctrinas? No; Ud. lo confesará conmigo.
Cuando se ara no se siembra. Cuando la acción empieza, la voz de los apóstoles doctrinarios
enmudece (...) Cuando se pelea a muerte, y todo hombre empuña un fusil para defender su bolsa
y su vida ¿quién podrá detenerse a escuchar al metido apóstol que en vez de enristrar una lanza,
da un consejo, y en lugar de enfilarse entre los combatientes se reserva el cómodo papel de
trompeta doctrinario?

La prensa, pues, nada puede hoy, y si me apuran, diré, que es un sarcasmo, una ironía
escribir; porque escribir por escribir, o por hacer alarde de facundia; sin que una creencia, una mira
de utilidad pública nos mueva; me parece no sólo un charlatanismo supino, sino el abuso más
criminal y escandaloso que pueda hacerse de esa noble facultad; y yo no he nacido para
semejante oficio de ganapán: preferiría irme a plantar espárragos.

Y advierta Ud. que si me convence, si se me prueba que es hoy útil a la causa escribir,
estoy dispuesto a tomar la pluma mañana, y a escribir más que el Tostado, (tanto en prosa como
en verso); y presumo lo haría tan bien como el mejor; porque donde está mi convicción íntima, está
mi acción enérgica.

La correspondencia en cuestión demostraba que la relación que unía a Echeverría con


Pacheco y Obes era de una total franqueza. En próximos renglones trazará el expatriado un
esbozo de su pensamiento y de su acción en materia doctrinaria, como para que nadie creyese
que en aquella cabeza ahora desencantada y sujeta a los vaivenes de la guerra no germinaron
ideas pioneras, ahogadas por la indiferencia de los jefes y caudillos.

¿De qué cabeza salieron casi todas las ideas nuevas de iniciativa, tanto en literatura como
política, que han fermentado en las jóvenes inteligencias argentinas desde el año treinta [y] uno
adelante? ¿Quién, cuando ellos se alistaban en la mazorca y daban su voto a las omnímodas de
Rosas, en el año treinta y cinco, protestó contra ellas enérgicamente? ¿Quién a mediados del
treinta y ocho promovió y organizó una asociación de las Jóvenes capacidades Argentinas, y
levantó primero en el Plata la bandera revolucionaria de la Democracia, explicando y
desentrañando su espíritu? ¿Quién antes que yo, rehabilitó y proclamó las olvidadas tradiciones de
la revolución de Mayo? ¿Quién trabajó el único programa de organización y renovación social que
se haya concebido entre nosotros? Pregunte, amigo, ¿a nombre de qué creencias multitud de
jóvenes han buscado el martirio en los campos de batalla, o se han ido a mendigar el pan del
extranjero? ¿Habrá sido a nombre de la Federación o de la Unidad: palabras que nada significan,
símbolos mudos que no hablan a la razón ni a las necesidades del país? ¿Habrá sido únicamente
por odio a la tiranía? No; mil veces no; porque sería hacer injuria a su nombre o sus cenizas; pues
no hay moralidad en los actos, sino cuando nos compele a obrar una creencia íntima y racional.

114
115

Era preferible llevar con resignación un papel “oscuro e insignificante” antes de mezclarse
en aquellas cuestiones mínimas que, aseguraba, en nada contribuían al provecho del país y a la
causa que sostenía junto a sus camaradas. Por eso escribía poesía, aunque más no fuese poesía
inoportuna. Deseaba se le respetase su fuero personal, y que dejasen de censurarlo por
mantenerse al margen de tanto “libelo”.

Confesará Ud. al menos que [mi] proceder es lógico, y que hay tal vez más altas miras,
más patriotismo, en trabajar en silencio con el fin de engrandecer la literatura de su patria, que en
asumir, sin conciencia, el papel de foliculario charlatán, que si bien puede granjear algún provecho
y consideración personal momentánea, nunca producirá ni gloria ni utilidad consistente para ella.

Aquella carta tenía razón de ser porque acompañaba una parte de El Ángel Caído.
Esteban esperaba las más agrias reacciones en caso de publicarse el escrito. Por cierto que no
sería la primera vez que ello ocurriese. Doce años atrás, cuando era apenas un joven de veintisiete
años, el lanzamiento de Elvira le había acarreado esos sinsabores que de nuevo estaba decidido a
soportar. “Sé que esta segunda parte, cuando se publique sublevará censuras de todo género, que
en cada línea se encontrará una alusión maligna, una sátira, y nada me importa. El que tiene la
debilidad de meterse a escritor, confesaba, debe resignarse de antemano a sufrir todos los
inconvenientes del oficio”.

Esteban quería que su Don Juan no se pareciese a ninguna de las anteriores


representaciones que del mítico personaje habían encarado los artistas a lo largo de los años.

De alma, de genio, educación distinta


Es el Don Juan que caprichosa pinta
Mi musa americana, independiente,
Sin que por eso audaz intente
La gloria de esas que primera acata.
Nacido en este siglo, hijo del Plata,
Participar debió de las influencias
De su vida social y de su cielo,
De las pasiones, vicios y creencias
Que el sol de Mayo fecundó en su suelo.
...
Pero siempre el Don Juan que me imagino,
Viviendo entre Argentinos y Argentino.

El personaje concurre a un gran baile donde “valsaban” cien parejas “haciendo alarde de
sus ricas galas”. De aquí en más, la segunda parte del poema se convierte en un mar de diálogos
chismosos que nada bello reportan. Los mozos y las mironas enfocan sus comentarios hacia
Angelita, el ángel de dieciséis años. La monótona trama diluye, al fin y al cabo, todo rastro de
poesía.

MIRONAS

1ª- ¡Si bailar toda la noche!


115
116

No he visto baile más zonzo...


2ª- Se me ha reventado un broche...
1ª- ¿Ahora?
2ª- No, al bajar del coche.
1ª- Que te lo pegue tu Alonso.
Allí está.
2ª- Pero no viene...
¿Dónde? (vuelve a mirar).
1ª- ¿No ves?
2ª- ¡Cosa extraña!
Se me ha entrado una pestaña
En el ojo; me arde... (restregándoselo)
1ª- (riéndose) Tiene
Doña Ana hermosura y maña
Como la hija...
2ª- ¡Qué pareja!
Dos mozos con una vieja...
Delante de mí; ¡qué rabia!
1ª- Tendrá la señora labia
Para los dos, ¡qué te aqueja!
Los hombres son unos pillos.
2ª- Habrá ido a ver los destellos
De sus ojos amarillos...
1ª- No; que los tiene muy bellos...
2ª- O la luz de sus anillos
Y sus diamantes...
1ª- Ello es
Que Alonso y el cordobés
La dan jarabe de pico,
Para las viejas tan rico,
Y vendrá a pedir después
Perdón...
2ª- (sofocada) ¡Che!, trae mi abanico...

El Ángel Caído sólo era un intento. Las expresiones netamente americanas o argentinas
desaparecían bajo el oropel de la pobre niña pecadora. Sin embargo Echeverría insistía, aunque
nunca más su inspiración golpease como en los versos de La Cautiva. Tampoco conocería el autor
el juicio de sus lectores. Recién en 1866 el periódico porteño Correo del Domingo publicará
fragmentos de la primera, segunda y cuarta parte de esa inédita tarea que, al decir de Palcos, se
singularizaba por amalgamar a Fausto y a Don Juan en el suelo americano. 290

290
Ibídem, p. 155.
116
117

ENTRE UNA GUERRILLA DE PLUMA Y EL PROBLEMA DE LA EDUCACIÓN

El gobierno de Montevideo decidió celebrar el 25 de mayo de 1844 de un modo especial.


Aquel 34º aniversario de la Revolución ameritaba tocar de un modo más profundo el sentimiento
patriótico de la ciudad guerrera. Con los enemigos instalados desde hacía un año en el Cerrito
necesario era, una vez más, recordarle al pueblo porqué combatía.

Andrés Lamas, Jefe Político del estado, tuvo a su cargo la organización de un certamen
poético en homenaje a la gesta de 1810. Todos los habitantes prestarían su concurso. Paz al
frente del ejército, los jóvenes ejecutando serenatas, los escolares. 291 El 16 de abril se le cursó la
invitación formal a Echeverría: “Ud. es considerado en nuestro país como uno de los favorecidos
de las musas que con más fortuna hace escuchar sus armonías, y el Jefe Político le ha incluido en
su muy reducido número de personas a quienes convida a cantar el pensamiento de la revolución
Americana, en el próximo 25 de Mayo, aniversario de su magnífica aparición”. Y de inmediato
Lamas le comunicaba el asunto que debía inspirar su canto: ligar la idea revolucionaria con el
progreso y la libertad sostenidos por la patria oriental, parangonar a los ministros coloniales con
“los seides del espantoso y bárbaro tirano Rosas” y, en fin, confundir a los guerreros de la
independencia con los “campeones de la libertad” de la pequeña república. La invitación dejaba en
claro que no se trataba de un certamen sino de un gran coro que, armónicamente, cantase a
292
través del verso al patriotismo. Echeverría aceptó el desafío. La Revolución de Mayo y el papel
libertario emprendido por el Estado Oriental guardaban cierta afinidad. Le preocupaba el culto
material conque todavía se celebraba al acontecimiento patrio. Se estaba lejos de brindar a 1810 la
293
comprensión y el entendimiento merecidos.

El Nacional de Montevideo, a través de su editor el cordobés José Rivera Indarte, describió


en su edición del 27 de mayo, la sesión llevada a cabo por el Instituto Histórico y Geográfico en el
294
Teatro del Comercio el 25 por la noche. En el discurso de apertura, Andrés Lamas anunció la
pronta presentación de una obra sobre educación primaria debida al talento de Echeverría. Según
lo convenido en horas de la tarde, éste debió pronunciar una lectura sobre aquella redacción, de la
que fue disuadido poco antes del inicio del convite. Esteban se molestó y lo consideró una falta de
urbanidad para con un huésped. “Mi discurso -le expresó a Gutiérrez- estaba calculado como para

291
Ibidem, p. 136.
292
Carta de Andrés Lamas a Echeverría. Montevideo, abril 16 de 1844. Ibídem, p. 235.
293
Carta de Echeverría a Andrés Lamas. Montevideo, mayo 17 de 1844. Echeverría, Esteban, Dogma Socialista.
Edición crítica y documentada, ob. cit, pp. 349-350.
294
Palcos, Alberto, Echeverría y la Democracia Argentina, El Ateneo, Bs. As, 1941, pp. 162-163.
117
118

295
conmover al pueblo (cosa que no es difícil) y no dudo hubiera sido el héroe de la fiesta”. Había
encarado con entusiasmo esa solicitud de Lamas, que debía apartarse de ser un catecismo
común, y servir de inicio a una “revolución moral, introduciendo por primera vez en la educación el
principio democrático”. 296

La tenida hubo de hacerse en la Casa de Representantes, aunque a última hora


Echeverría y Luis Domínguez convencieron al general Pacheco para que se llevase a cabo en el
Teatro. La voz del cambio circuló rápidamente y a las seis y media de la tarde no cabía un alfiler en
la sala. El público “oyó sin conmoverse” la Oda lírica del hijo de Apolo, debida a Francisco Acuña
de Figueroa y leída por Pacheco. Seguidamente Valentín Alsina leyó la composición de José
Rivera Indarte y el pueblo continuó impasible. Sólo Domínguez logró quebrar el aburrimiento de
esas malas lecturas. A éste siguió la poesía de Mitre y la de Echeverría. José María Cantilo y
297
Alejandro Margariños cerraron la fiesta que concluyó a la medianoche.

Esteban expresó en sus versos:

Pueblo Oriental salvaste con el esfuerzo tuyo


Tu hogar, el fuero augusto de la patricia ley;
Tu excelso rango ocupa con satisfecho orgullo,
Que América y Europa te reconocen Rey.

Después de la derrota corriste a la victoria,


Y heroico batallando con bríos de titán
Triunfaste, y digno entonces te coronó la gloria,
Diciendo: Sol de Mayo, tus hijos aquí están.

De pie, vosotros pueblos de la fecunda tierra


Que al viejo mundo el genio regaló de Colón:
He aquí otro pueblo grande, sin émulo en la guerra
Que a hombrearos llega armado de su inmortal blasón.

De pie, reyes, ministros que dais respeto al fuerte


Y al débil injusticias, o diplomacia vil;
Vuestro ídolo gigante cayó herido de muerte
Por brazo aunque pequeño, de aliento varonil.

Las sombras de los héroes de Mayo te saludan


De su sagrado dogma perínclito campeón;
Las almas de tus hijos indómitas lo escudan,
Defendiste en el Plata la civilización.

295
Carta de Echeverría a Juan María Gutiérrez. Montevideo, junio 30 de 1844. Palcos, Alberto, Historia de Echeverría,
ob. cit, p. 236.
296
Carta de Echeverría a Andrés Lamas. Montevideo, mayo 17 de 1844. Echeverría, Esteban, Dogma Socialista.
Edición crítica y documentada, ob. cit, p. 350.
297
Carta de Luis L. Domínguez a Juan María Gutiérrez. Montevideo, junio 7 de 1844. Archivo del Doctor Juan María
Gutiérrez, Epistolario, tomo I, ob. cit, pp. 273-276.
118
119

Esta poesía, titulada El 25 de Mayo de 1844 en Montevideo, y otra fechada en Colonia en


1841 -El 25 de Mayo-, fueron incluidas en el volumen Cantos a Mayo que recogía los poemas
leídos en aquella jornada. Fue lanzado por la Imprenta del Nacional en 1845 y el producido de su
venta tuvo por destino el socorrer a los “Mártires de la Patria”, según disposición de los asistentes
al evento. 298

“En todas esas composiciones -declaró Rivera Indarte- hay odio a Rosas, maldiciones a su
nombre, lágrimas y palmas para los fuertes que han caído combatiéndolo, laureles para los
hombres fuertes que contra él pelean, vaticinios para las generaciones que nos sucederán y que
recogerán el fruto de la semilla que hoy derramamos sobre el suelo Americano, y que regamos con
lágrimas y sangre”. Música y aplausos saludaron a cada autor tras la lectura de los poemas.
Domínguez, distinguido en particular por los presentes, aceptó repetir algunas de las estrofas que
aludían al armamento y defensa de la ciudad. La orquesta matizó los intervalos con algunas
ejecuciones. “Domínguez y yo fuimos los más aplaudidos, dirá Esteban semanas después en la
carta a Gutiérrez; pero según dicen todos la mía fue la laureada por el pueblo, porque hubo
299
explosión de aplausos, gritos y vivas y aún se me llamó por mi nombre a la escena”.

En su crónica, Rivera Indarte resaltó las valientes producciones de Acuña de Figueroa y de


Mitre, ya que justificaban la doctrina de que “ES ACCIÓN SANTA MATAR A ROSAS” y honrar al
tiranicida “que con brazo robusto hiera a ese tirano de muerte”. Pero no hubo ni la mínima mención
de Echeverría, ni de su poesía leída después de la exposición del joven Mitre. ¿Por qué el editor
omitió tan siquiera el nombre del bardo de esa noche del 25? Esteban iniciaría entonces una
sostenida polémica periodística con el autor de Tablas de Sangre, y entraría de lleno por algunas
semanas en una de aquellas guerrillas de prensa que tanto había fustigado poco antes al escribirle
a su amigo Pacheco y Obes. El porteño inflamaba de inmediato.

Nacido en 1814 Rivera Indarte fue primero partidario de Rosas, al punto de escribirle un
himno, transformándose luego en su más mortal enemigo. Se deben a su pluma Rosas y sus
opositores, Tablas de sangre y Es acción santa matar a Rosas. Como poeta puede juzgársele en
300
Don Cristóbal y La batalla de Caaguazú.

Bajo el seudónimo de Un Oriental, El Nacional insertó una carta del autor de Los
Consuelos, fechada el 29 de mayo, en la que expresaba al editor su asombro por aquel silencio.
Con extrañeza por la omisión, recordó que su composición recibió los aplausos del público, y que
Lamas, presidente del Instituto, se adelantó a recibirlo, “demostración que no hizo a ningún otro”.
Confiaba en la reparación de ese error involuntario y suplicaba la publicación de la carta en el
301
periódico. Ignorando que se trataba de una misma persona, Rivera Indarte respondió a
Echeverría y a Un Oriental. Decía que no era del caso detenerse en individualidades. La reunión
había sido patriótica, no literaria. “Sin necesitar de las excitaciones de nuestro corresponsal hemos
tenido siempre mucha satisfacción en reconocer al Sr. D. Esteban Echeverría, como uno de los
distinguidos poetas del Río de la Plata. Tiene la gloria de haber inoculado en nuestro país la
poesía nueva”. No obstante los elogios, Esteban se sintió indignado por un comentario al que

298
Carta de Rufino Bauzá a Echeverría. Montevideo, julio 15 de 1844. Gutiérrez, Juan María, Noticias biográficas,
Obras Completas, p. 144.
299
Carta de Echeverría a Juan María Gutiérrez. Montevideo, junio 30 de 1844. Palcos, Alberto, Historia de Echeverría,
ob. cit, p. 236.
300
Weinberg, Félix, La época de Rosas. El Romanticismo. El Romanticismo (I), ob. cit, p. 231.
301
Aclaración de un lector a la crónica del “Nacional”. Montevideo, mayo 31 de 1844. Palcos, Alberto, Echeverría y la
Democracia Argentina, ob. cit, p. 165.
119
120

consideró totalmente injusto: “y con la composición suya en honor de Mayo, leída en la Sesión del
Instituto en la noche del 25 de Mayo en el Teatro del Comercio, ha comenzado dignamente su
302
apostolado contra Rosas”.

Dispuesto a concluir con la polémica, Echeverría dirigió al editor una carta en la que lo
acusaba de escribir de mala fe la noticia del 27. Podía el otrora poeta del régimen sobrepasar a
nuestro hombre en el número de resmas, pero no podía ignorar que su apostolado contra Juan
Manuel había comenzado antes de su llegada a Montevideo, y que ya tenía borroneados algunos
303
papeles “en el deseo de servir la buena causa”. En la respuesta, el contrincante volvía a herir a
Esteban en aquel punto que cuestionaba su militancia antirrosista. “El modo como ha de probar
Ud. que tiene esos preciosos dotes, que Ud. entiende la revolución mejor que yo, que sabe más
que yo, es poniéndose al servicio de la patria, mostrando al público esa capacidad de que blasona.
Para eso cuenta Ud. con mi periódico; escriba Ud. en él, vénzame en él siendo útil al país. Lo
tendrá para eso abierto y no para querellas sobre aplausos. Entre tanto Ud. que comienza, respete
304
a los que han comenzado muchos años antes que Ud. y servido como Dios le ha ayudado”.

La polémica parecía prolongarse más de lo debido. Ninguno de los rivales se proponía


ceder. La explicación de porqué Echeverría no había sido mencionado como poeta en el artículo
de El Nacional, desembocaba en un sinfin de acusaciones mutuas y de hirientes afirmaciones. Una
segunda carta de Echeverría, datada el 2 de junio, y que contestaba la del día anterior de Rivera
Indarte, expresaba entre otras cosas: “Hace 12 años que estoy acostumbrado a recibir elogios del
pueblo y de los hombres más distinguidos del Plata y jamás me he envanecido. ¿Cómo podría
mendigar los suyos?” Esteban sentía que el editor le había puesto “la pata encima”, que lo había
provocado al “combate personal”, y así reaccionaba. “Si Ud. me busca otra vez me encontrará
dispuesto para la lidia con la pluma o de otro modo. Jamás he tenido miedo a nadie”. 305 Indarte
encontró a esta carta más “provocativa e insolente” que la anterior. Afirmaba que la aparición del
poeta en la lucha contra la dictadura iba seguida de “un espíritu de discordia y de pelea”. “Por lo
demás la patente que deberían conceder a Ud. como Poeta no es como pretende Ud. de
invención; sino de introducción; que Ud. no fue un genio creador, sino un eco elegante de V. Hugo,
Saint-Beuve, Byron y otros”, para agregar a renglón seguido: “Ud es hombre de mérito, pero con la
desgracia de creer que tiene más del que realmente posee, y de manifestarlo así a todo el mundo,
enojándose con los que le dan a entender que así no lo creen”.306

El 6 de junio, lanzaba Echeverría una extensísima correspondencia que dejaría zanjada la


discusión abierta el día de la patria. Ponía en boca del redactor de El Nacional mucho más de lo
que éste había manifestado en esa lamentable confrontación periodística. “Quiere Ud. como en
antes, poner en duda mi patriotismo, manchar, si le es posible, con su cínica lengua, mi nombre y
magnificar lo que Ud. llama sus servicios. Pero en ese juego como en el otro, más perderá que
ganará. ¿Quién no le conoce a Ud? ¿Quién no me conoce a mí?” Tan susceptible era el espíritu de
Esteban que de inmediato montaba en cólera ante la opinión adversa que vertían sobre su persona
u obra. Como en 1832, en que había lanzado su Sátira contra los periodistas que juzgaron tan
secamente a su inaugural Elvira. “Ud. que hace tantos versos Don José, no tiene ni el gusto, ni aun
los instintos de poetas; y por más que trabaje en ese ramo nunca saldrá de coplero. En vano roba
el oropel de Ayolas para iluminar sus insulsas melodías; en el fondo todo es vacío, no hay alma, ni

302
El Nacional, mayo 31 de 1844. Ibídem, pp. 165-166.
303
El Constitucional, junio 1 de 1844. Ibídem, pp. 166-167.
304
Carta de José Rivera Indarte a Echeverría. Montevideo, junio 1 de 1844. Ibídem, pp. 167-168.
305
Carta de Echeverría a Rivera Indarte. Montevideo, junio 2 de 1844. Ibídem, pp. 168-170.
306
Carta de Rivera Indarte a Echeverría. Montevideo, junio 2 de 1844. Ibídem, pp. 170-173.
120
121

inspiración”. Venía luego a echarle en cara su pasado rosista, olvidando que algunos amigos
suyos, como Alberdi y Sastre, vieron también en el Restaurador la figura de orden y progreso
necesaria para la Argentina de aquellos tiempos. “Entremos ahora a lo más lindo: a ese apostolado
sublime de abnegación y de patriotismo que Ud. vocifera tanto, a ese apostolado que empezó Ud.
el año 35 alistándose en la “mashorca” y que solemnizó con un himno al Restaurador,
precisamente cuando yo lo anatematizaba, y hablaba en versos enérgicos a la juventud de patria y
libertad. De ese apostolado, que Ud. ni aun soñaba, cuando el que suscribe reunía a la juventud
argentina, dispersa y sin vínculo de creencia alguna, en torno de un símbolo de fraternidad, de
307
igualdad y de libertad para luchar contra la tiranía”. Así terminaba ese enfurecido episodio de la
vida de Echeverría luego de la justa poética en honor a Mayo, juzgada por él no como un
308
certamen, sino como una mera jornada de lectura de composiciones.

Finalizadas las “mentas del 25”, Esteban se entregó a una profunda labor intelectual. Había
suspendido, muy a su pesar, la composición de El Ángel Caído para dedicarse al manual de
enseñanza encomendado por el ministro Lamas, no sin antes enviar las dos partes concluidas del
poema a Gutiérrez. 309 Pensaba también en la lejana Creencia levantada con tanto entusiasmo
hacía seis años. Nada doctrinario se había publicado en Montevideo y sin embargo los vocablos
democracia, progreso y Mayo andaban de boca en boca. “Nuestra causa es común -le escribía a
Alberdi-. No hay que separarnos de la línea de conducta y de los compromisos que contrajimos en
nuestro juramento del año 38”. La posible reimpresión del Código de la Joven Generación
Argentina llenaba también su tiempo. Suponía necesario hacerlo a modo de cuadernillo, lo que
facilitaría su circulación. Un hombre, o mejor aún un partido, debería asumir las ideas en él
310
contenidas y llevarlas a la victoria.

Desde Porto Alegre, Gutiérrez agradecía los versos remitidos por Esteban y las copias de
las cartas contra Rivera Indarte. Le aconsejaba echar un velo sobre lo pasado y lamentaba el
enfrentamiento de dos personas que militaban en idénticas filas. Aprovechó para contarle de sus
próximas visitas a los países del Pacífico y le sugirió que pasase a Chile en caso de abandonar
Montevideo. “Aquí lo paso perfectamente pero en la más crasa inacción y haraganería. He olvidado
hasta el leer de corrido y las Musas me han huido como canes que se ahuyentan de casa del amo
por falta de migas”. 311

En agosto, y a pedido del general Pacheco y Obes, Echeverría redactó una “nota de
gracias” a nombre de la población francesa de Montevideo dirigida a Adolfo Thiers, miembro de la
Cámara de Diputados que había defendido la situación de los compatriotas armados contra Rosas.
312
“Porque habéis de saber, señor, que hoy aquí, como anteriormente en la República Argentina,
la cuestión no es de pretendientes ni emigrados, o entre unitarios y federales como se ha
pretendido en Europa; sino entre el principio retrógrado y colonial, y el principio de progreso y de
libertad a nombre del cual, en Mayo de 1810, se inauguró la revolución en Buenos Aires, la
revolución contra la metrópoli”. Y agregaba a renglón seguido: “Que Rosas, caudillo del principio
retrógrado, agasajando y cebando los instintos bárbaros de la multitud, logró hacerse de ese poder

307
Carta de Echeverría a Rivera Indarte. Montevideo, junio 6 de 1844. Ibídem, pp. 173-189.
308
Carta de Echeverría a Juan María Gutiérrez. Montevideo, junio 30 de 1844. Palcos, Alberto, Historia de Echeverría,
ob. cit, p. 236.
309
Ibídem, pp. 236-237.
310
Carta de Echeverría a Juan Bautista Alberdi. Montevideo, julio 10 de 1844. Echeverría, Esteban, Páginas
autobiográficas, ob. cit, pp. 80-81.
311
Carta de Gutiérrez a Echeverría. Porto Alegre, agosto 7 de 1844. Archivo del Doctor Juan María Gutiérrez,
Epistolario, tomo I, ob. cit, pp. 281-283.
312
Obras Completas, tomo V, Carlos Casavalle editor, Bs. As, 1874, pp. 422-429.
121
122

que ha consagrado únicamente al exterminio de los hombres que en estos países pelean por el
triunfo del partido civilizador y progresivo de la revolución de Mayo, y a quienes tilda con el apodo
de salvajes unitarios. Que los extranjeros en general y especialmente los franceses, acusados por
Rosas y sus secuaces de traer ideas e innovaciones contrarias a su sistema de oscurantismo y
tiranía, son considerados por él como enemigos suyos”.

En octubre, El Progreso de Santiago de Chile, diario redactado desde fines de 1842 por el
argentino Domingo Faustino Sarmiento, dio a la luz en tres entregas la Disertación sobre
enseñanza primaria compuesta por Echeverría para ser leída en la jornada del 25 de Mayo.
Publicarán sucesivamente el documento, La Revolución, de Corrientes -mayo de 1845-, El
Nacional, de Montevideo -junio-, y en opúsculo la Imprenta del Nacional. El principio democrático
instaurado por la revolución, desafortunadamente, no había sido incorporado ni a la educación ni a
las costumbres del pueblo. Esteban veía en la enseñanza primaria la “preparación indispensable
de toda cultura intelectual y moral”, destinada a lograr una transformación social. Por ello bregaba
por un “sistema homogéneo de pública enseñanza, acomodado a las exigencias vitales del país, y
313
a la constitución que lo rige”. En noviembre del 44 presentó al gobierno su Manual de
Enseñanza Moral para las Escuelas Primarias del Estado Oriental que, de ser adoptado, sería
completado por una segunda parte que contendría máximas en verso para memorizar, himnos
para canto, un vocabulario de voces nuevas empleadas, además de una crítica de los libros de
314
enseñanza moral en circulación por aquellos años. El trabajo gustó mucho, sus palabras de
presentación fueron publicadas por El Constitucional al mes siguiente. El autor pudo granjearse
incluso la simpatía de algunos personajes antagónicos a su pensamiento. Por conducto de
Gutiérrez, confió la posibilidad de su inserción en los periódicos de Chile. 315 El Mercurio de
Valparaíso reprodujo en julio de 1845 la Advertencia preliminar del Manual.

Preocupaba al autor el método expositivo del libro de enseñanza, pues no se contentaba


con la mera copia de cuentos o máximas, ni tampoco con la facilidad de un texto sentimental de
lectura agradable. La obra había sido concebida para su enseñanza racional en el último año de la
instrucción primaria, ya que “el sentido moral es una de las facultades más tardías del hombre, y
que el niño antes de distinguir lo bueno de lo malo, lo justo de lo injusto, ha podido adquirir
fácilmente otra clase de nociones positivas”. No obstante, proponía Echeverría su lectura diaria
desde los primeros años escolares, para así obtener mejores resultados llegada la época de su
aprehensión metódica. “Concluido el año de enseñanza moral, saldrán de la escuela con las ideas
frescas, y bien preparados para aprovecharse de la enseñanza superior, que como hemos dicho
316
antes, presumimos no será sino el amplio desarrollo de la primaria”.

Sabiendo que la educación de los infantes implicaba contar con maestros que
comprendiesen y supiesen enseñar la doctrina, abogaba el escritor por la creación de una escuela
normal, ofreciéndose él mismo -sin obstáculos- dedicarse uno o dos años a la instrucción de los
docentes. Logrado un plantel de instructores hábiles, la profesión sería rehabilitada y dignificada.
No obstante, no creía Esteban terminada su tarea sin la elaboración de otro compendio
indispensable para la educación de los niños: se trataba de un “libro de la familia”. “¿Que importa
que el niño aprenda en la escuela buenas doctrinas, si al volver a su casa no oye del labio del
padre, y especialmente de la madre, palabra alguna que las fecunde, o si ve ejemplos que las

313
Mayo y la Enseñanza Popular en el Plata, Obras Completas, pp. 337-338.
314
Ibídem, p. 349.
315
Carta de Echeverría a Juan María Gutiérrez. Montevideo, diciembre 24 de 1844. Echeverría, Esteban, Dogma
Socialista. Edición crítica y documentada, ob. cit, p. 365.
316
Advertencia preliminar al Manual de Enseñanza Moral. Obras Completas, pp. 347-348.
122
123

contraríen?”, y agregaba: “¿No es en el hogar dónde su tierno corazón recibe las impresiones más
eficaces, y las ideas que lo dominan en su vida y deciden de su porvenir de hombre?” El problema
de la educación quedaba resumido mediante una sencilla cuestión: “Formad buenas madres para
tener buenos hijos: formad buenos ciudadanos si queréis tener patria”. 317

Después de conceptualizar a Dios y a las leyes que ordenan al universo, el Manual


explicaba los deberes que la ley moral -identificada con la religión cristiana- imponía al hombre:
deberes para consigo, para con el prójimo, la familia, la Patria y para con la humanidad.

La religión de vuestros padres que es la vuestra os enseña que hay un Dios creador y
conservador del universo a quien debéis ante todo amor y veneración.
...
Si el universo es la obra de Dios, todos los seres del universo deben estar sometidos a
ciertas y determinadas leyes; porque el orden y armonía del universo no puede existir, ni
concebirse sin leyes reguladoras.

Abundan las oraciones sentenciosas, de acuerdo a un plan destinado a su memorización.


La explicación del pensamiento nacido en Mayo es extensa. Debía dejar en claro que aquel
acontecimiento no fue sinónimo de libertad, sino que su bandera fue la democracia. Al buscarse la
libertad como fin y no como medio de la asociación, tuvo que extraviarse la meta de la Revolución,
dejando campo libre para que se enseñoreasen el desenfreno, la anarquía y las dictaduras.

No menos importante era inculcarles a los niños la responsabilidad de ser ciudadanos. La


instrucción debía enseñarles de sufragio, de poderes políticos, del derecho a la ciudadanía, de
poder elegir y ser elegidos para ocupar cargos públicos. También debían ser conscientes de que
“Dios ha querido que el hombre formado a imagen y semejanza suya, se subordine al hombre
superior en capacidad; y que la supremacía social pertenezca legítimamente al genio y a la virtud,
atributos sublimes de su omnipotencia, que divinizan al hombre”. “Muchas veces la audacia y el
crimen suben alto, y el charlatanismo y la incapacidad se sobreponen. No os sometáis ni veneréis
esos ídolos vanos. No hay supremacía legítima, sino la de los talentos y de las virtudes”. 318 Ya lo
había dicho en 1838: “Ilustrar las masas sobre sus verdaderos derechos y obligaciones, educarlas
con el fin de hacerlas capaces de ejercer la ciudadanía y de infundirles la dignidad de hombres
libres, protegerlas y estimularlas para que trabajen y sean industriosas, suministrarles los modos
319
de adquirir bienestar e independencia: he aquí el modo de elevarlas a la igualdad”.

A fines del año, desembarazado de la tarea educativa confiada, Echeverría volvió al Ángel
Caído, interrumpido desde marzo. Quería retomar un ritmo de vida más ordenado, dejar de llevar
una vida “disipada y loca” como la de esos últimos meses. Se sentía envejecer y consumir a pasos
agigantados. La reimpresión corregida y aumentada del Código o Creencia lo seguía
entusiasmando. Procuró recuperar el discurso leído en Buenos Aires al conformarse la Asociación,
creyéndolo en poder de Demetrio Peña, y por intermedio de Alberdi buscó hacerse de una copia.
320
El Código iría encabezado por una “mirada retrospectiva sobre el movimiento intelectual en el
Plata” desde los años treinta. Figurarían en ella los nombres de aquellos camaradas que aceptaron

317
Ibídem, pp. 348-349.
318
Manual de Enseñanza Moral. Ibídem, pp. 373-374.
319
Echeverría, Esteban, Dogma Socialista. Edición crítica y documentada, ob. cit, p. 164.
320
Carta de Echeverría a Juan Bautista Alberdi. Montevideo, julio 10 de 1844. Ibídem, p. 367.
123
124

el desafío de predicar un dogma nacional y social y que osaron enfrentar al gobierno de Buenos
321
Aires y a sus seguidores.

EL MANSO VARÓN

El sitio impuesto a Montevideo por el ejército de Oribe llevaba ya dos años. El Cerrito pasó
a convertirse en una ciudad paralela. Los días transcurrían monótonos, pero nadie interrumpía sus
ocupaciones habituales. Los argentinos emigrados frecuentaban el café de Antonio, la librería de
Hernández y la botica de José María Cantilo, sitios de charla y reunión.

La arquitectura encuadraba perfectamente dentro de aquel paisaje bélico y algo desolado.


Sarmiento, que llegará al Plata a fines de 1845, describió sus construcciones con agudo ojo de
viajero. “En Montevideo las líneas rectas, puras de estilo doméstico morisco, viven en santa paz y
buena armonía con las construcciones del moderno gusto inglés; la azotea con verja de hierro, a
más de dar transparencia y ligereza al remate, hace el efecto de jardines, de cuyo seno se elevará
el cuadrangular, esbelto y blanco mirador”. 322

Los bandos de la contienda bien sabían que la lucha continuaba, y que no sería sencillo
terminar con el obstinado bloqueo dirigido por un general de Rosas. El 27 de marzo de 1845, Justo
José de Urquiza logró un triunfo más para la causa del Restaurador, al vencer definitivamente a
Fructuoso Rivera en India Muerta. El general oriental recibió asilo en Río de Janeiro.

En Buenos Aires, el régimen inaugurado en 1835 quiso oxigenarse un poco y adoptó una
postura conciliatoria. El terror desatado entre 1840 y 1842 no volvió a repetirse, propiedades
323
confiscadas fueron reintegradas a sus dueños. En edición no autorizada por su autor, se
reimprimieron las Rimas de Echeverría. “¿Quién tomaba aquella iniciativa, peligrosa hasta la
temeridad?”, se pregunta Arrieta en su Historia de la Literatura Argentina. 324 El 30 de junio se leía
en Montevideo lo escrito por Florencio Varela. “¡Extrañas cosas suceden en Buenos Aires! Leemos
en los diarios un aviso encabezado: ‘¡Viva la Confederación Argentina! ¡Mueran los salvajes
unitarios!’, y ese aviso es para abrir suscripción a una edición nueva de las Rimas de D. Esteban
Echeverría; edición hecha sin el consentimiento del autor y en fraude de su indudable derecho de
propiedad en su obra. El Sr. Echeverría es uno de los salvajes unitarios, emigrado y perseguido
por los que le dan ese epíteto: se explota su nombre, se especula así su capacidad, se aprovecha
fraudulentamente de su trabajo, del fruto de su talento, para ganar dinero; ¡y en la misma línea en
que se recomiendan sus bellos versos se le llama salvaje! ¿No es esto característico de los

321
Carta de Echeverría a Juan María Gutiérrez. Montevideo, diciembre 24 de 1844. Ibídem, pp. 365-366.
322
Sarmiento, Domingo Faustino, Viajes por Europa, África y América. Obras Completas, vol V, 1949, ob. cit, pp. 21-22.
323
Lynch, John, ob. cit, p. 278.
324
Arrieta, Rafael Alberto, ob. cit, p. 62.
124
125

hombres y del sistema?” La edición vio la luz al año siguiente por la Imprenta de don José María
325
Arzac, siendo vendida en la librería de Steadman, frente al Colegio Republicano Federal.

Integrante de la Joven Generación, Gervasio A. Posadas (hijo) escribió a Echeverría desde


París pidiéndole “algunos de sus muchos y bellos manuscritos” con el objeto de publicarlos en la
capital francesa. Era su compromiso emplearse “con esmero y tesón para en pocos días remitirle
un bello libro”. Mientras aguardaba que su esposa Clemencita diese a luz muy pronto, Posadas se
contentaba en investigar las mejoras industriales susceptibles de ser importadas al Plata.
Pretendía arribar a sus playas con algunas maquinarias de utilidad para el progreso. “¿Cuándo
volveremos a vernos todos reunidos? -le preguntaba a Esteban-. ¡A los placeres que gozo en esta
Europa afortunada se mezclan algunos sinsabores cuando pienso en la Patria y en nuestra
desgraciada juventud!” 326 El poeta desterrado, que había felicitado a la futura madre y a su
esposo en anterior correspondencia, bien pudo haber dedicado a la señora aquellos versos
recogidos por Gutiérrez y nunca publicados.

Madre eres; no hay destino tan alto ni tan noble,


No hay nombre venerable como ese en lo mortal;
Corona es esa bella que da a la frente joven
De la mujer virtuosa prestigio sin igual.

Hacia mayo se encontraba en Montevideo Mariquita Sánchez de Thompson y Mendeville.


Su relación con Echeverría, así como con los lejanos amigos Gutiérrez y Alberdi, fue muy estrecha.
Esteban solicitó a la gentil señora la venta en Buenos Aires de alguna “pacotilla” que palease un
tanto su magra economía. Ningún partido pudo sacar aquella mujer de los objetos confiados por el
exiliado. “Tenga usted un poco más de paciencia, no se ahogue en la arena. Cobre valor, puede
ser que esto se pueda realizar mejor y en este caso tendré mucho gusto de servirlo pues soy muy
su amiga”. Con satisfacción le escribía del pintor bávaro Mauricio Rugendas, declarado admirador
del poeta. Tomando el volumen de Rimas por objeto, el alemán había realizado dos cuadros
basados en aquellas poesías que calaron hondo en su sensibilidad. La carta de Mariquita trataba
de levantar de nuevo el ánimo del amigo: “no se embrutezca usted por Dios, luche con el plomo
que llueve sobre la imaginación, levante la cabeza, no se duerma, trabaje para ver los cuadros de
Rugendas”. 327 Asegura Sáenz Quesada que Mariquita estaba enamorada de Esteban. En algún
momento Gutiérrez le dirá al poeta: “Mi querida M. Mendeville me habla de Ud. de una manera
muy lisonjera. Me alegro que haya Ud. conservado una amistad que proporciona tantos placeres.
Escríbame la crónica escandalosa, político-mujeril-fornicaria”. 328 Por otra parte, Antonio
Dellepiane aceptó que entrambos pudo haber “algún pequeño grano de pasión amorosa”, a pesar
de la edad que los separaba.

Nada tiene pues de extraño que María Sánchez de Mendeville y Esteban Echeverría se
vincularan con una de esas amistades fundadas en la afinidad de las almas y en la recíproca
simpatía, que, cuando se forman entre un hombre y una mujer, son fuente perenne de goces

325
Ibídem, pp. 62-63.
326
Carta de Gervasio A. Posadas (hijo) a Echeverría. París, Abril 1 de 1845. Echeverría, Esteban, Dogma Socialista.
Edición crítica y documentada, ob. cit, pp. 556-557.
327
Carta de Mariquita Sánchez a Echeverría. Bs. As, abril 19 de 1845. Sáenz Quesada, María, ob. cit, pp. 203-204.
328
Carta de Gutiérrez a Echeverría. Valparaíso, mayo 24 de 1846. Archivo del Doctor Juan María Gutiérrez, Epistolario,
tomo II, ob. cit, p. 59.
125
126

delicados, floreciendo y perfumando dos existencias. Así debió de nacer y de ser la amistad de
Echeverría y la señora de Mendeville, consistiendo, para la última, en una confusa amalgama de
admiración por el talento del escritor y el carácter del patriota, de compasión por las desdichas del
hombre y de tierna efusión maternal. ¿Mezclóse, en este comercio amistoso, algún otro
sentimiento, al afecto del uno por el otro, algún pequeño grano de pasión amorosa? La conjetura
puede a primera vista parecer absurda y hasta ridícula, por tratarse de una señora ya casi
sexagenaria y de un hombre que sólo frisaba en la cuarentena. No lo es, sin embargo, con relación
a seres que rompen el molde común, como lo fueron Echeverría y la señora de Mendeville, y para
329
quienes la vida afectiva e intelectiva suele tener una duración mayor que la normal.

Mariquita admiraba la poesía de Echeverría, y éste guardaba para con la señora la debida
gratitud, al recordar que su salón de la calle del Empedrado se había convertido, junto a la librería
de Marcos Sastre y a la tertulia del admirado profesor Diego de Alcorta, en el ámbito protector del
330
nacimiento de la Joven Generación Argentina. Algunos años habían pasado, pero el poeta, sin
duda, mucho debía de recordar el acontecimiento en esos días de destierro, amargura y pobreza.

Después de casi un año sin publicar poesía, El Nacional insertó en su edición del 19 de
abril de 1845 A la Sociedad Filantrópica de Damas Orientales, compuesta por Esteban con motivo
de inaugurarse un hospital en la capital.

¡Matronas Orientales! Vuestro sublime ejemplo


La Patria agradecida, jamás olvidará;
Cuando su noble frente corone la victoria,
A par de ilustres nombres los vuestros grabará.

A su voz acudisteis, cuando os llamó en su auxilio,


Y a los que defendiendo su libertad y honor,
Cayeron mutilados por el plomo enemigo,
Abristeis un asilo de caridad y amor.

A mediados del año la situación política del Plata empeoraba considerablemente. El 8 de


julio, Francia y Gran Bretaña solicitaron al gobierno de la Confederación la evacuación de la
República Oriental y el desalojo de Montevideo. El 2 de agosto, la escuadra anglofrancesa se
apoderó de la flota argentina que sitiaba la ciudad, confiando sus naves al italiano Giuseppe
Garibaldi. Semanas más tarde, se dispuso el bloqueo de los puertos en poder de Oribe. El 1 de
septiembre, Garibaldi ocupó Colonia, y el 5 cayó Martín García. El 17 la escuadra europea declaró
bloqueada Buenos Aires. Pronto se hicieron notar las consecuencias de las medidas dispuestas
por aquellas potencias. Las exportaciones con Inglaterra, que en 1841 llegaron a las 989.000
libras, descendieron en 1845 a 592.279, para alcanzar en 1846 a tan sólo 187.481 libras. 331

Estimuladas sin duda por la aparición de los buques en el río, la provincia de Corrientes y
la República del Paraguay firmaron el 11 de noviembre un tratado de alianza ofensiva y defensiva.
Un mes más tarde, el 4 de diciembre, Carlos Andrés López, presidente del Paraguay, declaró la
guerra al general Rosas. Echeverría confiaba en el papel a desempeñar por Corrientes, pensaba

329
Dellepiane, Antonio, Dos patricias ilustres. Sáenz Quesada, María, ob. cit, p. 224.
330
Ibídem, p. 148.
331
Lynch, John, ob. cit, p. 269.
126
127

332
que en esa provincia la Revolución continuaba de pie. El 20 de noviembre tuvo lugar la
patriótica defensa de la Vuelta de Obligado por las fuerzas de Lucio Mansilla. Si bien el enemigo se
impuso a la flota argentina y a las cuatro baterías apostadas en la tierra, la acción emprendida por
los hombres de Rosas mereció ser considerada dentro de los hitos de la defensa de la soberanía
nacional. La escuadra combinada al mando del capitán Charles Hotham, tras reñido encuentro,
333
logró remontar aguas arriba el Paraná, aunque sin encontrar aliados en el interior del país.

A fines del 45, Esteban había abandonado su antigua habitación para trasladarse, es de
suponer, a una residencia algo más económica. Años más tarde Bartolomé Mitre aseguró que, en
su exilio, Echeverría vivió “en un cuarto aislado, triste y desnudo, que bastaba a sus gustos
334
modestos y sencillos”.

El 25 de septiembre le escribió Gutiérrez. Vivía en Valparaíso desde el 6 de mayo en que


había llegado de Río de Janeiro procedente de Europa. Como director de un establecimiento de
enseñanza cobraba mil seiscientos pesos anuales. Además, se ocupaba de una compilación de
poesías que reuniría bajo el nombre de América Poética. “Paso mi buena vida mi querido don
Esteban, le confesaba; las mujeres aquí son mansas como agua estancada; el país es rico y
adelanta”. Junto con la carta iba un libro. “Su fama ha corrido por aquí también. En el Facundo,
libro escrito por un sanjuanino, Sarmiento, y que le remito por este mismo conducto, vera Ud. sus
335
versos citados”.

Andrés Lamas, por su parte, trabajaba en una recopilación de poesías de diversos


autores que llamaría Poetas del Plata. Esteban tuvo en sus manos las copias del trabajo, con el
objeto de efectuarle las correcciones necesarias. “Yo deseo que Ud. proceda en esto como si la
obra se publicase por Ud. pues en esta parte me someto a su criterio gustosamente, y seguro de
que el libro adquirirá así mayor mérito”. El volumen se presentaría con un retrato suyo e incluiría
336
fragmentos de La Guitarra, El Ángel Caído, la versión íntegra de La Cautiva y la noticia
biográfica sobre el poeta escrita por Gutiérrez en 1837.

Un año había transcurrido desde la presentación del Manual de Enseñanza al gobierno


oriental, y ninguna respuesta alentadora sobre su aprobación o publicación llegaba a manos del
argentino. Esteban se hallaba enfermo. El 30 de noviembre le escribió a su amigo Lamas: “Si Ud.
pudiese combinar un modo de publicación de mi obra de enseñanza, que al mismo tiempo que le
fuese útil, no me originase desembolso alguno, me complacería mucho, porque estoy
337
interesadísimo en darlo a luz”. En la víspera de la Navidad, el ministro le hablaba de los
338
“inconvenientes materiales” para su publicación, la que se concretaría recién al año siguiente.
Sin embargo los elogios, el gobierno oriental nunca adoptó para sus escuelas la obra educativa del
poeta porteño.

332
Carta de Echeverría a Gutiérrez. Montevideo, junio 30 de 1844. Palcos, Alberto, Historia de Echeverría, ob. cit, p.
236.
333
Lynch, John, ob. cit, p. 267.
334
Mitre, Bartolomé, Las Obras de Echeverría. Obras Completas, tomo V, Carlos Casavalle editor, Bs. As, 1874, LXXI.
335
Carta de Gutiérrez a Echeverría. Valparaíso, septiembre 25 de 1845. Archivo del Doctor Juan María Gutiérrez,
Epistolario, tomo II, ob. cit, pp. 15-16.
336
Cartas de Andrés Lamas a Echeverría. Montevideo, noviembre 10 y diciembre 24 de 1845. Palcos, Alberto, ob. cit,
pp. 241-242.
337
Carta de Echeverría a Lamas. Montevideo, noviembre 30 de 1845. Ibídem, p. 238.
338
Carta de Lamas a Echeverría. Montevideo, diciembre 24 de 1845. Ibídem, p. 242.
127
128

Desde Río de Janeiro, Teodoro Vilardebó le trajo noticias del pintor Rugendas. El artista
alemán exponía en la Academia de Bellas Artes de la capital brasileña tres hermosos cuadros,
“uno de una tropilla de caballos en las llanuras de las Pampas, arreada y boleada por unos
gauchos, y los otros dos referentes a una cautiva tomada y rescatada”. Las advertencias que
recibió Esteban en la correspondencia pintan su situación cumplidos los cuarenta años.
“Manténgase bueno -se le dice-, no sea tan enamorado que así tal vez engorde un poco”, para
concluir con una postdata en la que Vilardebó expresaba: “Cuénteme cómo le va de nuevas
339
conquistas”. Incorregible, el poeta mostraba en sus versos aquella candorosa necesidad de ser
querido y de compartir su existencia con otro ser al que entregarse con el alma. Pero su espíritu
batallador y solitario le significó siempre un muro para relacionarse con el bello sexo, objeto para él
de tanto regalo.

Te daría toda el alma


Si amar como yo supieras,
Si tu corazón abrieras
Al hechizo de mi voz;
Te daría yo un tesoro
Que guardo en ella escondido,
De más quilates que el oro,
Que otorgarme quiso Dios.

Te daría lo que nunca


Podrá darte ningún hombre,
En mis cantos un renombre
Que otras codician quizá;
Y palabras te diría
Que no oirás de labio alguno;
Si me amases te amaría
Como nadie te amará. 340

El 25 de noviembre de 1845 Esteban escribió a Gutiérrez aceptando la idea de publicar en


Chile su Manual de Enseñanza y agradeciéndole el Facundo. “Es un trabajo sobresaliente”, le
expresó. Varios ejemplares de Rimas y Los Consuelos habían pasado los Andes y Echeverría
esperaba recoger lo producido por intermedio del amigo Juan María. “¡Cuánto me complace verle
al fin en camino de prosperar y establecido tranquilamente en ese bello país! ¡Cuánto siento no
estar en su compañía!”, se lamentaba. La correspondencia finalizaba con una amarga intuición en
la que el poeta melancólico se alzaba sobre el hombre enfermo. “Me parece que haré pronto un
viaje largo, larguísimo. ¡Sabe Dios si nos volveremos a ver! No se olvide de su antiguo amigo”. 341

Ignorando la citada carta, Gutiérrez le escribió tres semanas después recomendándole a


Vicente Fidel López que dejaba Valparaíso rumbo a Montevideo. “Haga Ud. por él cuanto haría por
un antiguo amigo”. Además le informaba del primer tomo de la América Poética, ya próximo a salir.
“El orden alfabético de los apellidos hará que el Sr. Echeverría aparezca en el primer volumen;

339
Carta de Teodoro Vilardebó a Echeverría. Río de Janeiro, diciembre 14 de 1845. Ibídem, p. 243.
340
En un álbum.
341
Carta de Echeverría a Gutiérrez. Montevideo, noviembre 25 de 1845. Archivo del Doctor Juan María Gutiérrez,
Epistolario, tomo II, ob. cit, p. 34.
128
129

debe persuadirse que le he tratado como amigo, que he escogido lo mejor de sus poesías, según
mi gusto. Debe darse prisa a mandarme cualquiera cosa que quiera agregar o advertencia que
poner en mi conocimiento. Nunca los poetas americanos van a viajar más que esta vez y es
preciso que salgan decentitos en la calle”. 342

Procedente de Valparaíso, arribó a Montevideo en los últimos días del año Domingo
Faustino Sarmiento. A solicitud de Manuel Montt, ministro de educación de Chile, iniciaba un
extenso viaje con la misión de estudiar, tanto en Europa como en los Estados Unidos, los diversos
sistemas educativos implementados. Nacido en San Juan en 1811, emigrado desde fines de 1840,
Sarmiento había cumplido en el país del Pacífico una constante tarea de periodista y educador.
Columnista de El Mercurio, director de la Escuela Normal de Santiago en 1842, fundador de El
Progreso, autor de un método de lectura y de una biografía del caudillo mendocino fray Félix
Aldao, el sanjuanino publicó en folletín Civilización y Barbarie - Vida de Juan Facundo Quiroga,
libro consagratorio para su carrera y expresión del credo romántico de aquellos años. Ejemplares
de esa obra fueron remitidos por el autor a Florencio Varela, Esteban Echeverría y José Rivera
343
Indarte, nombres reconocidos y respetados. En carta reciente, Juan Bautista Alberdi le
confesaba al poeta argentino: “Me complazco en ser introductor ante Ud. de nuestro
distinguidísimo compatriota el señor D. Domingo Sarmiento, cuyo nombre y fama ya conoce Ud.
Acéptele por su íntimo amigo, porque es digno de las amistades iluminadas de hombres como Ud.
Le quiere a Ud. por simpatía y por su mérito conocido. Piensa como Ud., como yo, como todos
nosotros (los de la joven generación) en política, en arte, en filosofía, etc. En fin es en todo uno de
344
los nuestros. Dele consejo, apoyo, todo lo que quiera”. Algunos meses más tarde, al
confeccionar Echeverría la Ojeada retrospectiva que encabezaba la segunda edición de la
Creencia del 38, difundida ahora como Dogma Socialista, trazará elogiosos párrafos acerca de la
trayectoria del publicista cuyano en tierras chilenas.

Pero los apuntes biográficos de Fr. Aldao, y la vida de Juan Facundo Quiroga, son, en
concepto nuestro, lo más completo y original que haya salido de la pluma de los jóvenes
proscriptos Argentinos. No dudamos que estas obras serán especialmente estimadas en el
extranjero, por cuanto revelan el mecanismo orgánico de nuestra sociabilidad, y dan la clave para
la explicación de nuestros fenómenos sociales, tan incomprensibles en Europa.

El Sr. Sarmiento descubre además, en la vida de Quiroga, buenas dotes de historiador;


sagacidad para rastrear los hechos, y percibir su ilación lógica; facultad sintética para abarcarlos,
compararlos y deducir sus consecuencias necesarias; método de exposición dramático; estilo
animado, pintoresco, lleno de vigor, frescura y novedad.

Sin embargo debía achacarle al autor la falta de formulación de un pensamiento político


para el futuro. En ese sentido el texto era poco dogmático. 345

El trato con Echeverría tuvo la virtud de sacar al recién llegado del fastidio que significaba
estar dentro de una ciudad sitiada. Sarmiento vio en Esteban un “manso varón” y un “poeta
ardiente y apasionado”. Conversaron mucho sobre Buenos Aires y la patria lejana.

342
Carta de Gutiérrez a Echeverría. Valparaíso, diciembre 16 de 1845. Ibídem, p. 35.
343
Carta de Domingo Faustino Sarmiento a Juan María Gutiérrez. Santiago, agosto 22 de 1845. Kisnerman, Natalio,
Historia de una amistad: Sarmiento-Echeverría, revista Todo es Historia, nro. 164, Bs. As, enero de 1981, p. 77.
344
Carta de Juan Bautista Alberdi a Echeverría. Santiago, octubre 23 de 1845. Ibídem, p. 77.
345
Ojeada retrospectiva. Sobre el movimiento intelectual en el Plata desde el año 37. Echeverría, Esteban, Dogma
Socialista. Edición crítica y documentada, ob. cit, pp. 114-115.
129
130

Echeverría, que ha engalanado la pampa con las escenas de la Cautiva, se ocupa de


cuestiones sociales y políticas, sin desdeñarse de descender a la educación primaria, como digna
solicitud del estadista americano. Alma elevadísima por la contemplación de la naturaleza y la
refracción de lo bello, libre además de todas aquellas terrenas ataduras que ligan los hombres a
los hechos actuales, y que suelen ser de ordinario el camino del engrandecimiento, Echeverría no
es ni soldado ni periodista; sufre moral y físicamente, y aguarda sin esperanza que encuentren las
cosas un desenlace para regresarse a su patria, a dar aplicaciones a sus bellas teorías de libertad
y justicia. No entraré a examinar por lo que puede ser que trasluzca usted algo en un trabajo que
prepara para ver la luz pública bajo el nombre del Dogma Socialista. El poeta vive, empero, aun a
través de estas serias lucubraciones.

Echeverría es el poeta de la desesperación, el grito de la inteligencia pisoteada por los


caballos de la pampa, el gemido del que a pie y solo, se encuentra rodeado de ganados alzados
que rugen y cavan la tierra en torno suyo, enseñándole sus aguzados cuernos. ¡Pobre Echeverría!
Enfermo de espíritu y de cuerpo, trabajado por una imaginación de fuego, prófugo, sin asilo, y
pensando donde nadie piensa, donde se obedece o se sublevan, únicas manifestaciones posibles
de la voluntad. Buscando en los libros, en las constituciones, en las teorías, en los principios, la
explicación del cataclismo que lo envuelve, y entre cuyos aluviones de fango, quisiera alzar aun la
cabeza, y decirse habitante de otro mundo y muestra de otra creación, Echeverría tiene escrito un
poema que resume todos aquellos desencantos, aquella inquietud de ánimo, y aquel desesperar
sin tregua que forma el fondo de sus cavilaciones. El Ángel Caído, es una beldad que ha pecado, y
que se arrepiente; pero en el título sólo, ¡quién no ve a la patria de sus sueños, sólo que no se
346
atreve a hacerla prostituta impúdica, como Jeremías el cantor hebreo!”

Echeverría conocerá estos párrafos algún tiempo antes de morir. Como se verá en
próximos capítulos, los comentarios allí vertidos por el sanjuanino desencadenarán en el espíritu
del pobre Esteban toda la indignación y amargura capaces de empañar una relación tan elogiosa
como la que unía a ambos románticos.

346
Sarmiento, Domingo Faustino, Viajes por Europa, África y América. Obras Completas, vol V, ob. cit, pp. 53-54.
130
131

EL DOGMA SOCIALISTA

Con el temor de no vivir lo suficiente como para concluir los trabajos iniciados, comenzaba
Echeverría el año 1846. Carente de estímulo, su existencia se deshilvanaba. “Ud, que es tan
buscavida y que con nada hacía dinero, ¿no hallará nuevas vetas que explotar? Me habla de Ud.
mi amiga madama Mendeville y no me dice que esté usted enfermo, lo que me prueba que sus
quejas de mala salud no son sino coqueterías”, le decía Gutiérrez. 347 Su mente concebía un
poema en el que representaría de manera íntegra a “un tipo social nuestro”. Pensaba dividirlo en
cinco partes de las que daba una idea muy somera. “La primera parte de esa epopeya es La
Guitarra. La segunda sería La Peregrinación o La Civilización europea ante los ojos de un
americano. La tercera, El Idealismo como resultado lógico y fatal de la segunda. La cuarta, El
Ángel Caído o una faz de la vida real. La quinta, el Pandemonio, donde mi héroe tocaría todas las
realidades, sondearía todas nuestras esperanzas y proclamaría nuestras creencias”. 348

El 12 de febrero, el ingeniero Manuel Eguía, residente en Pelotas (Brasil), escribió a


Esteban una carta en la que fustigaba la intervención extranjera en la Confederación y reconocía la
calidad de líder político que poseía el poeta. “La intervención sosteniendo sólo la Independencia
del Estado Oriental, salta del Uruguay al Paraná y va a asesinar calculada y lentamente los
inocentes argentinos en la Vuelta de Obligado”, y agregaba que: “Para la Prensa de Montevideo, la
Francia y la Inglaterra tienen todo derecho, toda justicia (...) Para esta Prensa el francés que cae
atravesado por una bala, es digno de su compasión y duelo: le llama desgraciado; y ve rodar 400
cabezas de Argentinos, sin derramar una lágrima”. La lucha contra Rosas necesitaba de la
cohesión del poder material y moral, y en esta vía era necesaria la presencia de un escritor “que
dispuesto siempre a decir la verdad no se limite a elogiarlo todo: un Escritor que no defienda a
Rosas sin motivo ni alabe a Paz sin merecerlo: que esté constantemente en la libertad de decir lo
justo bueno, y armado de la palabra de Dios enseñe al Pueblo la conveniencia y la dignidad”.
Según Eguía, Echeverría era el hombre indicado para tomar las riendas intelectuales de la guerra
contra el Restaurador. Siendo redactor de un diario, buscaba contar con la pluma de Esteban y a
ese respecto le insistiría hasta que el poeta aceptase o no el ofrecimiento. Estaba dispuesto a
349
sacarlo de su pobreza y a pagarle lo necesario para su persona. Desde Río de Janeiro,
entretanto, Teodoro Vilardebó, que había recibido un ejemplar de los Cantos a Mayo, calificaba por
entonces a Esteban como “el príncipe de los poetas contemporáneos del Río de la Plata”. 350

347
Carta de Gutiérrez a Echeverría. Valparaíso, enero 7 de 1846. Archivo del Doctor Juan María Gutiérrez, Epistolario,
tomo II, ob. cit, pp. 39-40.
348
Carta de Echeverría a Andrés Lamas. Montevideo, enero 13 de 1846. Echeverría, Esteban, Páginas autobiográficas,
ob. cit, pp. 83-84.
349
Carta de Manuel Eguía a Echeverría. Pelotas (Brasil), febrero 12 de 1846. Palcos, Alberto, Historia de Echeverría,
ob. cit, pp. 239-240.
350
Carta de Teodoro Vilardebó a Echeverría. Río de Janeiro, marzo 12 de 1846. Ibídem, p. 244.
131
132

Sarmiento se encontraba en Río de Janeiro, ciudad en la que permaneció unos dos meses
antes de emprender viaje a Francia. Allí conversó con Rugendas sobre las poesías de Echeverría.
El pintor parecía reproducir en sus cuadros, a juicio del sanjuanino, versos enteros de La Cautiva y
La Guitarra. En el buen sentido de la palabra el artista era un “plagiario” de su pluma. “Yo gusto a
fe estos robos y como él con el pincel, quisiera yo con el rudo garrote de la prosa acercarme a las
blondas doradas que Ud. entreteje. No siendo esto posible haré lona o lienzo para la plebe de los
desnudos”. Con aprecio por su persona, Sarmiento le aseguraba a Esteban la publicación de sus
escritos en Europa, al tiempo que se preocupaba por su salud. “Consérvese más que sano de
cuerpo fuerte de espíritu, pues que no ha llegado para Ud. el caso de decir lo que el Cristo en el
huerto”. 351

A principios de 1846 apareció en Valparaíso la primera parte de América Poética,


Colección escogida de composiciones en verso, escritas por americanos en el presente siglo, con
notas biográficas y juicios críticos. La publicación encarada por Gutiérrez destacó sobremanera las
producciones poéticas de Echeverría ya que reprodujo el volumen de Rimas -incluida La Cautiva- y
la mayor parte de las poesías de Los Consuelos. Esteban y Florencio Varela recibieron sendos
ejemplares. En mayo Juan María le expresaba: “Autorizo a Ud. para que tome de casa de (...)
Varela una colección de las entregas hasta ahora publicadas de la América Poética. Verá Ud. sus
poesías en la 3ra, continuadas en la 4ta. Bien sentí en la noticia [preliminar] no poder hablar del
Ángel Caído para introducir las primeras estrofas perfumadas con que empieza y que una
352
casualidad ha puesto en mis manos: ‘Llévame/serafín sobre tus alas;/llévame serafín (...)’”.

Cuando Gutiérrez y Alberdi abandonaron Montevideo rumbo a Europa Echeverría no pudo


ser de la partida. Carente de recursos, debió resignarse en la ciudad oriental hasta el fin de sus
días. Gutiérrez conoció Turín, París, visitó al general San Martín y a Alejandro Dumas. Residió en
Río de Janeiro, desde donde se dirigió a Chile, siendo designado director-fundador de la Escuela
de Náutica. Visitó con posterioridad a su hermano Juan Antonio en Guayaquil, pasando algunos
meses en Lima. 353

Evidentemente los escritos de Echeverría habían adquirido por entonces el suficiente


volumen y renombre como para ser publicados de manera íntegra. Para ello, contaba con el apoyo
de Andrés Lamas, ministro de Hacienda, quien recomendó no omitir en las obras completas el
Código de la Joven Argentina. 354 A mediados del año tenía muy avanzado El Ángel Caído, al que
veía como continuación de La Guitarra. Desechó la idea de darle mayor extensión, ya estaba
hastiado. Pensaba que tanto esfuerzo terminaría por marchitarse. “A los que viven en países más
felices -escribía con amargura- les costará creer que tal sea en el Plata la situación de los que
proscriptos se esfuerzan por enriquecer la literatura de su patria. Y después no faltará quien moteje
a los Americanos de esterilidad, ni quien atribuya a esa causa la insignificancia de su literatura”.
Tres o cuatro años de su vida los había invertido en la elaboración de aquel poema, aunque ello,
confesaba, no era sinónimo de contracción constante al trabajo. Los hábitos adquiridos y la
incomodidad que ofrecía una ciudad sitiada, le hacían abandonar los versos luego de trabajar
seguido tan sólo unos meses. Para colmo, podía pasar más de un año sin tomar la pluma y el
papel. Con el Pandemonio esperaba dar fin a un cuadro totalizador que reflejase la vida en el

351
Carta de Sarmiento a Echeverría. Río de Janeiro, febrero 20 de 1846. Ibídem, p. 246.
352
Carta de Gutiérrez a Echeverría. Valparaíso, mayo 24 de 1846. Archivo del Doctor Juan María Gutiérrez, Epistolario,
tomo II, ob. cit, p. 59.
353
Weinberg, Gregorio, Nacimiento de la crítica. Juan María Gutiérrez, en El Romanticismo (I), ob. cit, pp. 295-299.
354
Carta de Andrés Lamas a Echeverría. Montevideo, mayo 22 de 1846. Palcos, Alberto, ob. cit, p. 242.
132
133

Plata, incorporando además, un apéndice a La Cautiva que enseñase las costumbres de la


355
campaña argentina.

Con poca salud, desencantado, iba a cumplir, sin embargo, un viejo anhelo. La Imprenta
del Nacional, de Montevideo, lanzaba en septiembre el Dogma Socialista de la Asociación de
Mayo, precedido de una ojeada retrospectiva sobre el movimiento intelectual en el Plata desde el
año 37. El Comercio del Plata anunció durante quince días, a partir del 25 de agosto, la
publicación de la primera entrega de la obra de 115 páginas en octavo, que contenía “una
dedicatoria a los mártires de la Patria, La ojeada retrospectiva y una larga Nota sobre la literatura
Hispano-Americana”. El 10 de septiembre, el periódico de Florencio Varela, informó sobre la venta
de la segunda parte en la librería de Hernández, “donde recibirán si gustan un ejemplar completo y
encuadernado de la obra, devolviendo la 1a. entrega que llevaron”. El precio de ambas era de un
356
patacón.

Volvía, de alguna manera, la Joven Generación Argentina, rebautizada con el nombre del
mes de la patria. ¿Podría Echeverría encauzar de nuevo sus condiciones intelectuales estando
ausentes sus amigos Gutiérrez y Alberdi? Por otra parte, Montevideo no era Buenos Aires. En la
capital oriental no reinaba la armonía y los reveses militares constituían una cadena demasiado
fuerte como para desengañarse de todo asomo de victoria. La rebelión de los hacendados del sur
bonaerense, la trágica campaña del general Lavalle, el fin de la Coalición del Norte y el sitio
iniciado en 1843, parecían demostrar la indestructibilidad del poder de Juan Manuel, máxime
cuando todas las provincias de la Confederación le rendían poco menos que pleitesía.

¿Qué cantidad de adherentes tuvo la Asociación de Mayo a partir de la publicación del


Dogma Socialista? Solitario, no comprendido por los que aún se cobijaban bajo las ramas del
unitarismo, lejos de la facción caudillista liderada por Fructuoso Rivera -que buscaba un
entendimiento con el general Oribe-, ¿estaba Echeverría en condiciones de ponerse al frente de la
lucha contra Rosas? Quizá la Asociación y su credo no fueron sino el renacer de un fervor ya
sepultado, válido por las ideas contenidas en el documento, pero sin la remota posibilidad de su
adhesión en el pueblo, que nunca llegó a comprenderlo. El mismo autor reconocía que el
“movimiento socialista” iniciado en 1838 no había dado aún ningún resultado práctico. 357 De una
carta de Luis L. Domínguez a Gutiérrez se desprende, así lo creemos, la nula sensación que
produjo la aparición en Montevideo del Dogma y del Manual de Enseñanza Moral comparados con
otras novedades. “La América Poética se vende poco. Mármol publicó un Canto (lleno de bellezas)
del Peregrino y lo vendió bien. Echeverría ha publicado dos folletos que no han obtenido
aceptación ninguna”. 358

“Después de ser bandera literaria de una generación, explicó José Ingenieros, Echeverría
se convirtió en el símbolo de una aspiración política. Bandera o símbolo, tuvo una función en la
historia de su época; en torno de su persona y de su nombre adquirió unidad ideológica el grupo
de los sansimonianos argentinos. Cuando sus compañeros de juventud se habían apartado ya de

355
Carta de Echeverría (?). Montevideo, junio de 1846. Echeverría, Esteban, Obras Completas, pp. 767-768.
356
Echeverría, Esteban, Dogma Socialista. Edición crítica y documentada, ob. cit, p. 434.
357
Ojeada retrospectiva. Sobre el movimiento intelectual en el Plata desde el año 37. Ibídem, p. 132.
358
Carta de Luis L. Domínguez a Gutiérrez. Montevideo, septiembre 29 de 1846. Archivo del Doctor Juan María
Gutiérrez, Epistolario, tomo II, ob. cit, p. 73.
133
134

los primeros ideales, Echeverría publicó su Dogma Socialista. Fue el último parpadeo de una
359
ilusoria lámpara que se apagaba”.

La confección del Dogma respondía a una necesidad nacional. Su contenido se


encaminaba a brindar solución a la falta de “sociabilidad” que padecía la Argentina desde los años
revolucionarios. Era un programa que enfocaba las enseñanzas políticas y filosóficas de Europa
desde un punto de vista nacional, para enfrentar con ellas los problemas del país. En la Creencia
se ve mejor que en ninguna otra de sus producciones, el espíritu argentino que anidaba en
Esteban, además de la declarada superación de facciones y doctrinas insanas que no hicieron sino
separar al país de la senda progresista preparada a partir de Mayo.

Una vibrante dedicatoria “a todos los mártires de la Patria”, entre los que fulguraban Marco
Avellaneda, Juan Lavalle y Berón de Astrada, iniciaba la reedición.

¡Mártires sublimes! A vosotros dedico estas páginas inspiradas por el amor a la Patria,
única ofrenda que puedo hacerle en el destierro; quiero engrandecerlas, santificarlas estampando
al frente de ellas vuestro venerable nombre.

Envidio vuestro destino. Yo he gastado la vida en los combates estériles del alma
convulsionada por el dolor, la duda y la decepción; vosotros se la disteis toda entera a la Patria.

Conquistasteis la palma del martirio, la corona imperecedera muriendo por ella, y estaréis
ahora gozando en recompensa de una vida toda de espíritu, y de amor inefable.
...
¡Mártires sublimes de la Patria! Vosotros reasumís la gloria de una década de combates
por el triunfo del Dogma de Mayo; vuestros nombres representan los partidos que han dividido y
dividen a los Argentinos: desde la esfera de beatitud divina, donde habitáis como hermanos unidos
en espíritu y amor eternal, echad sobre ellos una mirada simpática, y rogad al Padre derrame en
sus corazones la fraternidad y la concordia necesaria para la salvación de la Patria. 360

Las páginas iniciales recordaban también a Francisco Álvarez, caído en Angaco; a Mariano
Acha, fusilado después de esa victoria, en agosto de 1841. Invocaban a Ramón Maza, ejecutado
en 1839 por conspirar contra Rosas y a Rufino Varela, hermano de Florencio y de Juan Cruz,
muerto en 1840 en la batalla del Quebrachito.

Se insertaba a continuación un extenso trabajo fechado en junio de 1846: la Ojeada


retrospectiva, que procuraba condensar lo actuado por la Joven Argentina desde 1838 en
adelante. Al leerlo se arriba a un Echeverría humano, sensible y deseoso de encontrar para el país
una solución nacional sin copia de lo actuado por la lejana Europa. Cerrado el Salón de Marcos
Sastre, como se ha visto, Esteban y algunos amigos, entre ellos los infaltables Gutiérrez y Alberdi,
decidieron aglutinar a la juventud en una asociación política que enseñase al país la concepción
democrática nacida en Mayo. Según varias investigaciones, esto ocurría a mediados de 1838. No
se identificaban ni con el unitarismo ni con la federación. Rosas actuaba por ignorancia, rodeado
de canallas y sin patrocinar a los jóvenes. La Creencia terminó en la dispersión y la llama que pudo

359
Ingenieros, José, Los iniciadores de la Sociología Argentina. Sarmiento, Alberdi y Echeverría, Editorial Pablo
Ingenieros, Bs. As, s/f, pp. 139-140.
360
A Avellaneda, Álvarez, Acha, Lavalle, Maza, Varela, Berón de Astrada, y en su nombre a todos los mártires de la
Patria. Echeverría, Esteban, Dogma Socialista. Edición crítica y documentada, ob. cit, pp. 71-73.
134
135

haber prendido en las provincias fue demasiado débil para producir una “revolución moral” que
361
terminase con la dictadura.

Tras la Ojeada aparecía un artículo de Echeverría refutando lo dicho recientemente por el


intelectual español Antonio Alcalá Galiano en las columnas de El Comercio del Plata sobre la
situación y porvenir de la literatura hispanoamericana. A su juicio, la literatura americana se hallaba
“todavía en mantillas”, además de haber “renegado de sus antecedentes, y olvidado su
nacionalidad de raza”. Consecuente con su pensamiento, Esteban declaraba que no se podía ser
“Español en literatura, y Americano en política”, ni tampoco se debía “buscar en España ni en nada
español el principio engendrador de nuestra literatura”. Esta misma idea había desarrollado Juan
María Gutiérrez en su discurso inaugural del Salón Literario del 37. Imposible tratar de conciliar “el
principio democrático de la revolución americana” con la “tradición colonial, despótica, en que el
pueblo era cero”. Convenía, al mismo tiempo, diferenciar el arte español del americano: el primero
era objetivo y plástico, preocupado por la forma y el estilo; el segundo, idealista, subjetivo y
democrático. Si las letras americanas se hallaban aún “en mantillas”, justificaba, ello se debía al
estado de revolución que atravesaba el continente, que hacía que los intelectuales, absorbidos por
otras preocupaciones, no pudiesen dedicarse a la “creación literaria” con todo lo que ello implicaba.
Además, ¿qué antecedentes válidos podría absorber la América “semibárbara”, cuando España
sólo había contado con “uno que otro” literato destacable desde los años del Siglo de Oro? No veía
en la península una escuela literaria propia, tan sólo la aplicación de doctrinas francesas. “¿Cómo
quiere, pues el Sr. Galiano que exista una escuela literaria americana, si la España no la tiene aún,
ni que vaya la América a buscar en España lo que puede darle flamante el resto de Europa, como
se lo da a la España misma?” Sostenía indignado el desvío que se operaba allí de las ideas
francesas que arribaban tras pasar los Pirineos. Sin embargo, y en defensa de la Madre Patria,
aseguraba que el “único legado que los americanos pueden aceptar y aceptan de buen grado de la
España, porque es realmente precioso, es el del idioma; pero lo aceptan a condición de mejora, de
transformación progresiva, es decir de emancipación”. América simpatizaba con la “España
progresista”, conformada -entre otros- por Larra y Espronceda, y de ella sí deseaba recibir su
362
influencia benefactora.

Se ha dicho que Echeverría no presentaba ningún sentimiento de antihispanidad ni de


xenofobia. Trataba sólo de hallar un sistema estético independiente del fondo español, y en esa
363
búsqueda pudo asociar las mismas inquietudes de sus correligionarios del Salón. “Todas las
grandes revoluciones de la filosofía y el arte de los tres últimos siglos en Europa y en lo corrido del
actual, pasaron desapercibidos para los pensadores y poetas hispanos. En el siglo XVI imitan a los
poetas italianos, menos al Dante. En el XVII, su siglo de oro, copian siempre a los mismos
italianos, a los griegos y latinos. En el siglo XVIII y principios de éste siguen la escuela francesa,
salvo Quintana, que se levanta independiente y español. Actualmente los regeneradores se
364
arrastran siempre como satélites en torno de los grandes planetas de la Galia y de Albión”.
Cuando era mucho más joven opinaba que los poetas españoles habían olvidado, o peor aún
desconocido, el principio de que el arte no debía hallarse en las particularidades sino en lo
universal. Hasta cayó en el error de considerar a Cervantes como el único que había logrado la

361
Hemos utilizado el contenido de la Ojeada para la confección del capítulo Asociación de la Joven Generación
Argentina, como en el mismo queda dicho, y al cual remitimos.
362
Echeverría, Esteban, Dogma Socialista. Edición crítica y documentada, ob. cit, pp. 137-144.
363
Díaz, Clemente Aníbal, El antiespañolismo en la doctrina de Echeverria. Doctrina Política de la Asociación de Mayo,
ob. cit, pp. 265-266.
364
La leyenda de Don Juan, Obras Completas, p. 508.
135
136

365
admiración universal. No obstante lo manifestado, frecuentó a los clásicos españoles y de ellos
destacó modismos y locuciones: Sigüenza, Quintana, Fray Luis de Granada, Santa Teresa,
366
Gracián, Quevedo y Fray Luis de León, entre muchos. Gutiérrez asegura que leía con
frecuencia los dramas de Calderón, aunque sin duda alguna prefería a los poetas alemanes y
367
conocía muy bien a los ingleses.

Lo que Echeverría deploraba era la política que España había practicado en América
desde los años de la conquista. También cuestionaba el hecho de que no hubiese acogido con
agrado los movimientos libertarios europeos de los siglos XVII y XVIII, a los que combatió como al
mismo Demonio. El nuevo continente, de esta manera, permaneció encerrado en algo similar a un
cepo, cuyas llaves manejaba el poder espiritual y el temporal. No tenía empacho en decir que
España era al comienzo del siglo XIX la nación más atrasada de Europa. 368 La revolución de
Mayo, por fortuna, había roto aquella deplorable tradición. Treinta y seis años más tarde el
pensamiento de la generación de 1810 estaba inconcluso y Esteban anhelaba su culminación
levantando las banderas de Libertad, Igualdad y Fraternidad, como ya lo había hecho en la Joven
Argentina de 1838.

“La Ojeada -escribe Alberto Palcos- es a un tiempo historia, comentario y actualización del
Código (...) En materia social y política, como en la estética, puede expedirse con el aplomo,
claridad y sencillez de quienes dominan su instrumento, emancipado del andador de las citas
forasteras”. Y agrega renglones después: “En sus páginas, mucho más sobrias y robustas, se
atenúa el tono declamatorio y el excesivo doctrinarismo. Un criterio más práctico los informa; y,
sobretodo, desde el principio al fin, las recorre una preocupación casi exclusivamente argentina”.
369
Esas páginas servirían para que nuestro hombre traze un cálido elogio de sus amigos y
compañeros de doctrina que, como él, “huérfanos de la Patria” proscriptos caminaban. 370
Domingo Faustino Sarmiento, el mejor escritor entre los jóvenes exiliados. Vicente Fidel López, hijo
del autor del Himno Nacional, historiador y cofundador de El Progreso de Santiago de Chile. Carlos
Tejedor, partícipe de la conspiración de Maza (1839), exiliado en el Brasil y Chile. El tucumano
Juan Bautista Alberdi, a quien Echeverría legara su pensamiento; a él se debió en Montevideo la
publicación de la primera edición del Código. “A una facultad analítica sin cotejo entre nosotros,
explica la Ojeada, el Sr. Alberdi reúne la potencia metafísica que generaliza y abarca las más
remotas ramificaciones de una materia; sólo le ha faltado, como a muchos de nuestros jóvenes
proscriptos, para producir obras de larga tarea, el reposo de ánimo y los estímulos de la patria.
Infatigable apóstol del Progreso, ha combatido siempre en primera línea por él, y no dudamos que
sus escritos, cuando cese la guerra, y se calmen las pasiones que hoy nos dividen, darán
ilustración literaria a la patria de los Argentinos”. Caído Rosas, se conocería su obra más difundida:
Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina, de influencia en
la sanción de la Constitución de 1853.

365
Carta de Echeverría a José María Fonseca. París, noviembre 16 de 1829. Echeverría, Esteban, Páginas
autobiográficas, ob. cit, pp. 48-49.
366
Lecciones y modismos, tomados de algunos hablistas castellanos y Pensamientos de escritores antiguos españoles
notables por la expresión. Obras Completas, pp. 485-494.
367
Gutiérrez, Juan María, Breves apuntamientos biográficos y críticos sobre don Esteban Echeverría. Obras Completas,
tomo V, Carlos Casavalle editor, Bs. As, 1874, XXXVIII.
368
El pensamiento de Mayo. Antecedentes y primeros pasos de la Revolución de Mayo, Obras Completas, pp. 321-322.
369
Palcos, Alberto, ob. cit, p. 179.
370
Ojeada retrospectiva. Sobre el movimiento intelectual en el Plata desde el año 37. Echeverría, Esteban, Dogma
Socialista. Edición crítica y documentada, ob. cit, pp. 114-120.
136
137

A estos nombres se sumaban otros de valía. Cómo no mencionar a su amigo y biógrafo


Juan María Gutiérrez, graduado en derecho en 1834, compilador de la América Poética. La
actividad pública de Gutiérrez será intensa después de Caseros: redactor de la Carta Magna,
ministro del presidente Urquiza, rector de la Universidad de Buenos Aires y ministro de Nicolás
Avellaneda. Autor de trabajos literarios de importancia, poeta, reunió las obras de Echeverría que
vieron la luz en cinco tomos entre los años 1870 y 1874. Bartolomé Mitre, “artillero científico”, poeta
y soldado en Montevideo, biógrafo de los padres de la patria Manuel Belgrano y José de San
Martín, presidente de la Nación en 1862. José Mármol, también poeta, redactor de El Nacional y El
Comercio del Plata, ambos de Montevideo. Dueño de una musa “reflexiva y entusiasta” que
“descuella entre las coetáneas por la originalidad y el nervio de la expresión”, escribirá Amalia,
novela “admirablemente chismosa”, al decir de Borges.

El elogio no olvidaba a aquellos escritores “que aunque no profesan nuestras doctrinas, se


han distinguido por su devoción a la Patria, y por su perseverancia en la lucha contra Rosas”.
Destacaba a Florencio Varela, nacido en 1807 y asesinado en Montevideo en marzo de 1848.
Exiliado tras la caída de Rivadavia, publicaba desde 1845 en la capital uruguaya El Comercio del
Plata. No olvidó siquiera a José Rivera Indarte, muerto en 1845, y rival de pluma poco tiempo
atrás.

Convencido de que el suelo, la familia y la libertad no son Patria por sí solos, Echeverría
aseguraba que únicamente confraternizando con los enemigos se podría vivir pacíficamente en la
tierra argentina. De lo contrario, la contienda civil terminaría por exterminar a los bandos
enfrentados.

Peleáis, pues, por ir a vivir en vuestra tierra, al lado de vuestra familia, gozando igualmente
de vuestra Libertad, en común con todos vuestros compatriotas que son vuestros hermanos.

Peleáis contra Rosas, porque él no quiere eso, y aterrando o engañando a la mayoría de


vuestros compatriotas, los arrastra a la guerra, y hace imposible la fraternidad de todos.

Peleáis por derribar a Rosas, porque él es el único obstáculo que se opone al reino de la
libertad, de la fraternidad, y de la igualdad en vuestra Patria.

Peleáis, en suma, por un Dogma social.

Luego la causa que vosotros defendéis, es la justa, la legítima, la verdadera causa de la


Patria; y Rosas que pretende y vocifera defender la Patria y la Libertad, sólo es un malvado
hipócrita, porque, oponiéndose a la unión de los Argentinos, quiere para sí sólo y sus seides la
Libertad, con exclusión de los demás.

Luego de vuestra parte está el derecho y la justicia, y de parte de Rosas la mentira y la


tiranía.

Luego la palabra Patria representa para vosotros una idea social, o más bien es el símbolo
de un Dogma común a todos los patriotas Argentinos. 371

371
Ibídem, pp. 128-130.
137
138

Como ocho años atrás, el Dogma era presentado en su carácter provisorio “en todo aquello
que no es fundamental como principio”, asumiendo su autor una mentalidad amplia y respetuosa.
“Nosotros decimos desde el año 37 -Mayo, Progreso, Democracia, y explicamos esa fórmula. Si
hay bandera más alta y legítima, que la nuestra, que se levante y flamee ufana, la saludaremos y
aclamaremos como la bandera regeneradora de la Patria”. 372 Inmediatamente antes del desarrollo
de las Palabras Simbólicas, la edición montevideana reproducía la proclama A la juventud
argentina y a todos los dignos hijos de la Patria, aparecida en El Nacional en diciembre de 1838.
Los artículos que la forman pueden leerse a gritos, y así dar una idea del estado de exaltación que
atravesaba el poeta al componerlos años atrás.

-Infantes, al estruendo del cañón vimos en sueño una patria, y despertando adultos
encontramos en lugar suyo, un desierto sembrado de cadáveres y ruinas, y flameando sobre ellas
un pendón ensangrentado y fratricida.
...
-Miserables de aquellos que vacilan cuando la tiranía se ceba en las entrañas de la patria.
...
-Los esclavos, o los hombres sometidos al poder absoluto, no tienen patria; porque la
patria no se vincula en la tierra natal, sino en el libre ejercicio y pleno goce de los derechos de
ciudadano.
...
-Asociarse, mancomunar su inteligencia y sus brazos para resistir a la opresión, es el único
373
medio de llegar un día a constituir la patria.

En 1843, Víctor de Considerant, discípulo de Fourier -al que consideraba “el genio
374
culminante de la humanidad en los tiempos modernos”- , publicó en la Democracia Pacífica de
París un Manifiesto o profesión de fe que presentaba semejanzas con el Dogma ahora reeditado.
Alberto Palcos afirma que el francés conoció la publicación echeverriana de 1839 recibiendo de la
misma “sugestiones provechosas”, aunque no llegó a copiarla. Al igual que su maestro,
Considerant creía en los falansterios, esas sociedades pensadas como perfectas, pero
desvanecidas cada vez que fueron llevadas a la práctica. Lo más curioso es que el citado
Manifiesto -sigue diciendo Palcos- adelantaba elementos utilizados luego por Carlos Marx y
Federico Engels. Esto llevó a que algunos autores pretendiesen derivar de Echeverría -a través de
Considerant- a los dos filósofos comunistas, lo que de por sí es arbitrario. El Código no instaba a la
lucha de clases ni a la organización revolucionaria de los trabajadores ni a la abolición del
375
capitalismo, mostrándose en todo respetuoso de la propiedad privada.

Oreste Popescu, que ha estudiado detenidamente el pensamiento económico y social de


Echeverría, explica que Considerant no fue socialista. Asimismo llega a demostrar que el
socialismo de Esteban fue una doctrina bien determinada y distinta de la que propugnaba la
abolición de la institución de la propiedad privada. Y para que no queden dudas se apresura a
decir que tampoco fue liberal. “Afirmar pues que el sistema de Echeverría fue individualista o liberal
376
no es menos falso que afirmar que es socialista”.

372
Dogma Socialista de la Asociación Mayo. Página añadida a la segunda edición del Dogma, fechada en agosto de
1846. Ibídem, pp. 145-146.
373
A la juventud argentina y a todos los dignos hijos de la Patria. Ibídem, pp. 147-150.
374
Manifiesto político y social de la Democracia Pacífica. Ibídem, p. 520.
375
Palcos, Alberto, ob. cit, pp. 95-99.
376
Popescu, Oreste, El pensamiento social y económico de Echeverría, Editorial Americana (Col. Historia y Tradición
Argentinas), Bs. As, 1954, pp. 67-99.
138
139

En carta enviada desde París, Gervasio A. Posadas (hijo) explicaba a Echeverría que la
declaración de la Democracia Pacífica le había resultado “un plagio de nuestro Código, por la
identidad o analogía de principios”. 377 Sin llegar a ser lo que Posadas pretendía, resulta de
destacar que Considerant exponía al final del extenso Manifiesto político y social, una serie de
ideas claramente identificables con el trabajo echeverriano del 38. El propio Esteban al
confeccionar ocho años más tarde la Ojeada retrospectiva aludió al diario francés diciendo que era
el órgano del partido que luchaba por democratizar aún más a la monarquía francesa, al tiempo
que comentaba el hecho de que el Manifiesto pedía “muchas cosas y casi en los mismos términos
de las que pedíamos nosotros el año 37 para nuestro país”. 378 El periódico del político francés
llevaba como divisa las palabras Fraternidad y Unidad, a las que llamaba revelaciones de Cristo
“que son el alfa y omega de la ciencia social, la base de toda política humana”. “La magna religión
de la Humanidad es el cristianismo”, aseguraba. Y añadía: “Es ilusorio creer en la existencia de
cualquier otra religión que aquella que ha revelado a la Humanidad su propia existencia y su
unidad en ella y en Dios”. La Democracia Pacífica sostenía “con energía el principio de la libertad
absoluta de conciencia y el amparo de los diversos cultos”. Al igual que Echeverría, Considerant no
era partidario del sufragio universal, pero, contrariamente al ideal republicano de los jóvenes
argentinos, el francés se mostraba a favor de la monarquía constitucional, a la que no creía
incompatible con el principio democrático. “Nuestra causa es la causa de Dios y de la Humanidad -
concluía el manifiesto parisino-, nuestra Bandera la de la Justicia, de la Paz del mundo y de la
Asociación de los pueblos. Que los espíritus y los corazones que se sienten abrazados por esta
379
santa causa se enrolen con nosotros bajo la Bandera libertadora”. Sin entrar a discutir si
Considerant conoció o no la obra de Echeverría, diremos que el argentino creyó que ambos se
encontraron “andando por igual camino”, calificando como “coincidencia común” el hecho de que la
380
Democracia Pacífica y la Creencia contuviesen similar doctrina.

Apenas lanzado el Dogma, Echeverría remitió un ejemplar al general Justo José de


Urquiza, gobernador de Entre Ríos, y otro al general Joaquín Madariaga, gobernador de
Corrientes. Terrateniente, saladerista, propietario de embarcaciones, Urquiza comerciaba con
Montevideo, tenía interés en apoyar la libre navegación de los ríos y de resistir al monopolio de
Buenos Aires en materia comercial, 381 siendo, al mismo tiempo, un exitoso militar al servicio de la
Confederación Argentina. ¿Cómo se atrevió Echeverría enviar una obra en la que calificaba a
Rosas de “imbécil” y “malvado”, que lo tildaba de antipatriota e ignorante, y que lo acusaba de
verse rodeado de una “hedionda canalla de infames especuladores y de imbéciles beatos”? En la
carta que acompañaba al texto, Esteban dejaba en claro que esa “vasta Asociación de Argentinos”
no era ni unitaria ni federal. “No somos unitarios, porque estamos persuadidos que el sistema
unitario es el peor de los sistemas para el régimen de la República; y porque hemos aprendido por
el estudio del pasado, que las instituciones fundamentales que el partido unitario dio a la provincia
de Buenos Aires son malísimas (...) Pero tampoco somos federales en el sentido que Rosas ha
dado a esta palabra para solapar su unitarismo mil veces más exagerado y despótico que el del
partido unitario”. La Asociación de Mayo pugnaba por la “organización federativa” de la nación, por
las soberanías provinciales, por la organización de sistemas municipales, por la formación de un
377
Carta de Gervasio A. Posadas (hijo) a Echeverría. París, abril 1 de 1845. Echeverría, Esteban, Dogma Socialista.
Edición crítica y documentada, ob. cit, p. 555.
378
El “año 38”, corregimos nosotros si consideramos que la Joven Generación Argentina nació un año después que el
Salón Literario de Marcos Sastre. Ojeada retrospectiva. Sobre el movimiento intelectual en el Plata desde el año 37.
Echeverría, Esteban, Dogma Socialista. Edición crítica y documentada, ob. cit, p. 97.
379
Manifiesto político y social de la Democracia Pacífica. Ibídem, pp. 544-554.
380
Ojeada retrospectiva. Sobre el movimiento intelectual en el Plata desde el año 37. Ibídem, p. 97.
381
Lynch, John, ob. cit, p. 296.
139
140

“partido único y Nacional” y por la erección de un gobierno central “para la gestión de los intereses
y la dirección de los negocios generales de la Confederación”. La correspondencia terminaba con
una frase por demás elocuente: “Nos asiste el convencimiento que nadie en la República Argentina
está en situación más ventajosa que V. E. para ponerse al frente de ese partido Nacional, y para
promover con suceso la fraternidad de todos los Argentinos y la pacificación de nuestra tierra. Esa
gloria es envidiable, y si V. E. la conquista merecerá, sin duda, el título de primer grande hombre
382
de la República Argentina”.

Ese mismo día, 19 de septiembre de 1846, fechaba la carta dirigida a Madariaga.


Gobernador correntino desde 1843, había invadido Entre Ríos junto a su hermano Juan, pero al
ser derrotado por Urquiza, se vio obligado a firmar el Tratado de Alcaraz, que reincorporaba
Corrientes al resto del país y establecía “la paz, amistad y buena inteligencia, no solamente entre
ambas provincias sino también respecto a todas las demás que componen la Confederación
383
Argentina”. Esteban tuvo noticias de la firma del documento, lo que se desprende del siguiente
párrafo de la mencionada carta: “Nadie mejor que V. E. aliado, según dicen, actualmente al Excmo.
Gobierno de Entre Ríos en defensa de la causa de la Patria, podrá trabajar con suceso en la
formación de ese partido nuevo, y poner en acción, a más de otros, ese medio para luchar contra
el despotismo bárbaro, y promover la fraternidad de los Argentinos y la pacificación de la
República”. 384 Suponía Esteban que la “liga” entre Corrientes y Entre Ríos se encaminaba contra
Rosas.

Alberto Palcos refiere que estas dos correspondencias figuraban entre los papeles que los
herederos de Rosas entregaron al historiador Adolfo Saldías, infiriendo que tanto Urquiza como
Madariaga se desprendieron de las mismas y se las remitieron al gobernador de Buenos Aires
“como prueba de lealtad a su gobierno, práctica habitual entre sus servidores y que, en este caso,
385 386
constituía una hábil manera de despistarlo”. Félix Weinberg , por su parte, señala que, desde
ese año, Urquiza era “el centro de las miradas de los adversarios de Rosas”, hecho que corrobora
Palcos al recordar las “cordiales relaciones” que Florencio Varela estableció por entonces con el
caudillo entrerriano, a quien conmovían los artículos sobre la libertad de los ríos interiores escritos
en El Comercio del Plata por el periodista proscripto. 387 No era necesario contar con elementos
extraños para derribar a Rosas, sostenía Echeverría. Debían encabezar la revolución “los caudillos
que se han levantado a su sombra”. ¿Qué harían Urquiza y Madariaga? 388
389
El primero de octubre de 1846, en carta dirigida a los lejanos Gutiérrez y Alberdi , el
poeta porteño se lamentaba de que Varela, único representante de la prensa montevideana, haya
temido o no haya querido hacer suya la doctrina representada por el Dogma. Ya era hora de
terminar toda relación con el partido unitario. El mismo no podía entender que lo que se proponía

382
Carta de Echeverría a Justo José de Urquiza. Montevideo, septiembre 19 de 1846. Palcos, Alberto, ob. cit, pp. 247-
249.
383
Etchart, Martha B. y Douzón, Martha C, ob. cit, p. 82.
384
Carta de Echeverría a Joaquín Madariaga. Montevideo, septiembre 19 de 1846. Palcos, Alberto, ob. cit, p. 250.
385
Ibídem, p. 190.
386
Weinberg, Félix, Las ideas sociales de Sarmiento, Editorial Universitaria de Buenos Aires, 1ra. edición, Bs. As, 1988,
p. 108.
387
Palcos, Alberto, ob. cit, p. 188.
388
Carta de Echeverría a Juan María Gutiérrez. Montevideo, noviembre 1 de 1846. Archivo del Doctor Juan María
Gutiérrez, Epistolario, tomo II, ob. cit, p. 74.
389
Carta de Echeverría a Juan María Gutiérrez y a Juan Bautista Alberdi. Montevideo, octubre 1 de 1846. Palcos,
Alberto, ob. cit, p. 251-252.
140
141

era una regeneración y no la sola restauración de instituciones. La esperanza se cifraba en la


rápida circulación de los mil ejemplares del libro por las provincias litorales y por Buenos Aires.

A ambos amigos les informaba la reconstrucción de la Joven Generación y les


encomendaba desparramar la “causa de la Patria” por tierras chilenas, prometiéndoles el envío de
cien ejemplares lo más pronto posible. Era necesario alistar “a todo patriota argentino, sea cual
fuere su clase y condición: el que no sirve con su cabeza sirve con su brazo”. De ahí que procurase
atraer al correntino Madariaga al seno de la Asociación. El ingreso del gobernador demostraría la
comunión de opiniones existente entre “los buenos e inteligentes patriotas” no atacados por un
espíritu exclusivista origen de tantas calamidades. 390

A pesar de andar “con la cabeza mala”, no olvidaba Esteban su proyecto de La


Democracia en el Plata, la obra con la que pretendía examinar todas las instituciones históricas de
la República con el fin de organizar el “poder social” y deducir “vistas dogmáticas y completas para
el porvenir”. Pero su salud flaqueaba. “Esta maldita cabeza anda maleando hace año y medio, y
ahora me hace más falta que nunca; porque como creo que me voy a despedir del mundo me ha
dado la manía de dejarles recuerdos. Estoy flaco como un esqueleto o más bien espiritado; pero
ando como viviente entre los vivientes. Dicen por ahí que tengo talento y escribo como nadie por
acá: zoncera: yo tengo para mí que soy el más infeliz de los vivientes, porque no tengo salud, ni
plata, ni cosa que lo valga, ni esperanza, ni porvenir y converso cien veces al día con la muerte
hace cerca de dos años”. “Lego a mi amigo Alberdi el pensamiento, dado caso que me falte vida
para realizarlo”, escribió con tristeza.

390
Carta de Echeverría a Joaquín Madariaga. Montevideo, septiembre 19 de 1846. Ibídem, p. 250.
141
142

LA DEFENSA DE UNA CREENCIA

José Mármol había escrito lo desagradable que significaba por entonces en Montevideo la
posición de los argentinos. Desterrado desde fines de 1844, el general Pacheco y Obes había
retornado al Uruguay al año siguiente. En marzo de 1846 decidió volver Fructuoso Rivera. Las
relaciones entre ambos no eran precisamente cordiales. El 1 de abril triunfó en la capital un
movimiento en apoyo del último al grito de “¡Viva el general Rivera!, ¡Mueran los porteños!, ¡Muera
Pacheco!, ¡Abajo el gobierno!”. “Los sucesos públicos siguen como siguen siempre -explicaba
Mármol- (...): perennes, inmutables, empergaminados, inconmobibles, en una palabra,
emplomados (...) nadie se acuerda ni de la Intervención ni del Sitio, ni de Rosas ni del Diablo. De
cuando en cuando se oye un cañonazo; y de vez en vez se habla de Urquiza y del misterioso
Tratado de Alcaraz”. 391

En carta a Gutiérrez, Luis L. Domínguez criticó la Ojeada Retrospectiva publicada por


Esteban. Esa introducción al Código además de “inoportuna” era según su juicio una “semilla de
desunión” para todo tiempo.

Dos años habían transcurrido desde que Echeverría presentara al gobierno oriental su
Manual de Enseñanza Moral. La Imprenta de la Caridad lo había publicado, y el 25 de septiembre
de 1846 El Comercio del Plata reprodujo fragmentos de algunos capítulos. Pero el Estado no se
decidía a adoptarlo, y Esteban continuaba pobre, gozando de pocos recursos. Sólo la vinculación

391
Carta de José Mármol a Gutiérrez. Montevideo, diciembre 17 de 1846. Archivo del Doctor Juan María Gutiérrez,
Epistolario, tomo II, ob. cit, pp. 78-79.
142
143

comercial con su hermano José María le reputaba algunas onzas. Muy enfermo y aprensivo, se
392
hallaba enamorado de una tal Eloísa Martínez con quien, según algunos, pensaba casarse.

El 30 de noviembre, en carta dirigida al ministro de Gobierno y Hacienda, José de Béjar, el


autor proponía al gobierno la venta de 900 ejemplares de la obra como así también del derecho de
propiedad. Creía que el libro sería necesario para la reorganización de la enseñanza primaria una
vez finalizada la guerra. No era otra cosa que “la justa compensación de su trabajo, y de los gastos
que le ha originado su impresión”. 393 Suprimida la Inspección de Instrucción Pública, se resolvió el
7 de enero de 1847, la formación de una comisión para su examen. Conformaron la misma Pedro
Somellera, Alejandro Chucarro y Antonio Ramón Vargas. 394 El 23 de febrero, tras el examen del
Manual, la comisión recomendó unánimemente su no adopción. No lo consideraba “digno del
objeto cuyo título lleva en muchas de las doctrinas y máximas en el vertidas, sin embargo de que
395
en algunas no carece de mérito”. Al día siguiente, Echeverría elevaba su protesta al ministro
Béjar. Bastante molesto por el rechazo de su obra, solicitaba al funcionario que no hiciese lugar ni
tomara en consideración el citado informe, ya que el autor “no halla justo ni racional se condene,
de un modo tan lacónico y absoluto, un trabajo concienzudo y de importancia para el país; y
porque tiene entendido que la Comisión sólo se ha fijado para reprobarlo, en algunas palabras
malsonantes, y en dos o tres pequeñas frases que pueden fácilmente suprimirse”. Llevando la
cuestión a un límite un tanto extremo, Esteban suponía que el fallo inutilizaba su obra y lo
inhabilitaba para su perfeccionamiento. Al mismo tiempo sostenía la necesidad de nombrar una
segunda comisión “compuesta de un mayor número de miembros, la cual examine y censure el
Manual y en caso de hallarlo defectuoso, acuerde el modo de mejorarlo y utilizarlo para la
396
enseñanza”. Su terquedad le hacía llegar hasta las últimas consecuencias.

El pedido del argentino fue atendido favorablemente. Con fecha 8 de marzo de 1847, y
conforme a lo solicitado, Béjar procedió a nombrar la nueva comisión examinadora del Manual de
Enseñanza Moral. Componían la misma Francisco Araucho, Estanislao Vega, Manuel Herrera y
Obes, el presbítero Luis José de la Peña, Andrés Lamas, Juan Miguel Martínez y Francisco
397
Hordeñana. Urgido por su situación económica, Echeverría se contactó con su amigo Lamas a
los fines de que éste haga “cuanto pueda de su parte” para lograr el informe de la comisión,
398
comprometiéndose a aceptar las correcciones que se le indicasen. Pasaron las semanas y el
espíritu del poeta seguía ensombrecido. No bastaba con la publicación del Dogma Socialista, ni
con la supuesta reapertura de la Asociación de la Joven Generación Argentina. Era necesario que
su Manual fuese tenido en cuenta y aprobado por el gobierno de manera más o menos inmediata.
Su ofuscación se volvía contra Lamas. “Como mi asunto puede considerarse maduramente y
resolverse en pocas horas, debo suponer que Ud. lo ha olvidado, o que algún motivo especial
obsta para que Ud. se ocupe de él. Si tal motivo existe, desamparado por Ud. a quien por doble
título creía interesado en el buen éxito de mi solicitud, desisto inmediatamente de mi pretensión, y
me retiro al palenque sin combatir, por más empeñado que estén mi honor y mis convicciones en
la defensa de la multitud de cuestiones especiales implicados en la cuestión de mi libro de
enseñanza”. Y agregaba: “La comisión anterior la condenó ex-cathedra, la actual, dando carpetazo
a mi solicitud, la condenará con su silencio. ¿Qué hay que hacer?” Y finalizaba la correspondencia
392
Carta de Luis L. Domínguez a Gutiérrez. Montevideo, diciembre 18 de 1846. Ibídem, pp. 80-81.
393
Carta de Echeverría al ministro José de Béjar. Montevideo, noviembre 30 de 1846. Palcos, Alberto, Echeverría y la
Democracia Argentina, ob. cit, p. 207.
394
Nombramiento de la comisión. Ibídem, p. 208.
395
Informe de la comisión. Montevideo, febrero 23 de 1847. Ibídem, p. 209.
396
Carta de Echeverría al ministro Béjar. Montevideo, febrero 24 de 1847. Ibídem, pp. 210-211.
397
Montevideo, marzo 8 de 1847. Ibídem, p. 211.
398
Carta de Echeverría a Andrés Lamas. Montevideo, s/f. Ibídem, p. 212.
143
144

con todo el sinsabor: “No alcanzo porqué se hace gratuitamente un desaire y hubiera estimado en
399
mucho la franqueza y cordialidad que acostumbro con mis amigos y con los que no lo son”.

En carta de principios de 1846, Sarmiento no tuvo reparos en elogiar la labor educativa de


Echeverría en Montevideo. “Nadie ha hecho a la democracia objeciones más vigorosas que Ud.
como nadie ha comprendido con más extensión la dificultad de educar a la infancia en las
escuelas, sin educar antes la mujer, esto es sin haber establecido las costumbres que ella
conserva; y como las costumbres son rebeldes a la acción de la voluntad humana, resulta que es
punto menos que inútil o por lo menos débil y secundaria la acción de un libro”. Mientras esto
escribía leía un ejemplar del Manual de Enseñanza y lo juzgaba “de una alta importancia”. No
obstante, el cuyano se permitía hacerle una objeción: la existencia de palabras técnicas y fórmulas
aún no generalizadas entre la población. Seguidamente intuía sin temor a equivocarse que no
sería adoptado por las autoridades debido, justamente, a aquellos términos confusos que, le
400
aconsejaba, debía quitar del texto.

Juan María Gutiérrez se ocupaba en Chile de vender los ejemplares del Dogma remitidos
por Esteban a fines del pasado año. El poeta le había dicho: “Me parece que el mejor modo de
salir de ellos será repartiéndolos entre los argentinos que puedan pagarlos inmediatamente. Un
patacón y un duro es poca cosa. Me vendría bien esa platita se llegase pronto”. 401 Suponía
Gutiérrez que la obra se vendería más rápido que los Cantos del Peregrino del poeta Mármol.
Algunos ejemplares ya salían para Copiapó. “Creo que pronto le podré mandar tantos pesos
fuertes como ejemplares he recibido”, le decía con entusiasmo, advirtiéndole al mismo tiempo que
la prensa “no se ocupará aquí de su publicación ni podrá decir nada de él. La razón sería largo de
explicar”, finalizaba. 402 Tampoco los periódicos de Montevideo se ocuparon extensamente de la
Creencia. Y así lo manifiesta Palcos al analizar los avisos presentados por el Comercio del Plata
403
comparándolos con los elogios que suscitaron los versos del autor de Amalia.

Del otro lado del río, en la no tan lejana Buenos Aires, la obra de Echeverría, que años
antes había precedido al exilio de su autor, llegaba al despacho del intelectual Pedro de Angelis,
iniciador del género histórico en la Argentina. Había nacido en Nápoles en 1784, y ejercido la
docencia en el Colegio Militar de su país. El emperador Joaquín Murat, cuñado de Napoleón I,
confió al joven la educación de sus hijos, los príncipes Aquiles y Luciano. Diplomático en San
Petersburgo, se instaló en París con la caía de la dinastía Bonaparte. Contratado por Rivadavia,
llegó al país junto al español José Joaquín de Mora, con el que se hizo cargo de la Imprenta del
Estado y de la edición de la oficialista Crónica Política y Literaria de Buenos Aires. El 24 de abril de
1827 le fue concedida la ciudadanía argentina. Dos años más tarde dirigió la publicación de El
Lucero, en el que insertó el 15 de julio de 1830 una crítica a la primera publicación poética del
recién arribado Echeverría. Pero es sin duda en el campo historiográfico donde descuella con
mayor amplitud la figura de este intelectual que polemizará con Esteban en torno al Dogma. En
1836 lanzaba su monumental Colección de Obras y Documentos Relativos a la Historia Antigua y
Moderna de las Provincias del Río de la Plata que se interrumpió iniciado el séptimo volumen,
como consecuencia de las escaseses originadas por el bloqueo francés de 1838. De aquel año
399
Carta de Echeverría a Andrés Lamas. Montevideo, s/f. Ibídem, p. 213.
400
Carta de Domingo Faustino Sarmiento a Echeverría. Río de Janeiro, s/f. Palcos, Alberto, Historia de Echeverría, ob.
cit, p. 247.
401
Carta de Echeverría a Gutiérrez. Montevideo, noviembre 1 de 1846. Archivo del Doctor Juan María Gutiérrez,
Epistolario, tomo II, ob. cit, pp. 73-74.
402
Carta de Juan María Gutiérrez a Echeverría. Valparaíso, enero 15 de 1847. Echeverría Esteban, Dogma Socialista.
Edición crítica y documentada, pp. 433-434.
403
Ibídem.
144
145

data también la Recopilación de las Leyes y Decretos Promulgados en Buenos Aires desde el 25
de Mayo de 1810 hasta el fin de Diciembre de 1835. Algunos años después, quedaría trunca la
publicación de las Memorias Históricas de las Expediciones dirigidas contra los Establecimientos
del Río de la Plata en 1806 y 1807. 404

El 28 de enero de 1847 escribió de Angelis para el Archivo Americano y Espíritu de la


Prensa del Mundo, el diario porteño editado en español, inglés y francés, un “juicio” sobre el
Dogma Socialista publicado por el “salvaje unitario” Echeverría en Montevideo. 405 Calificaba al
autor de “espíritu preocupado” y a su obra de “rapsodia” sometida a influencia extranjera. En la
misma se ensalzaba a los “verdugos” responsables de tanta sangre vertida: al “feroz asesino
Lavalle”, a Acha, Avellaneda y Maza, “los mayores azotes de las provincias Argentinas”. “Difícil
sería -agregaba- citar un alboroto, una sublevación, una catástrofe en que no haya medrado,
cuando no la ha promovido, alguno de estos furiosos demagogos, que por último se han prostituido
al extranjero brindándole con la independencia de su país”. Describía a continuación las reuniones
que sirvieron de origen a la “descabellada” Asociación de Mayo. “El plantel -decía- de este club de
revoltosos se componía de unos cuantos estudiantes de derecho, inquietos, presumidos,
holgazanes, y muy aficionados a la literatura romántica. Sin más nociones que las que adquieren
en un aula, y solamente por haber leído las novelas de Hugo y los dramas de Dumas, se
consideraban capaces de dar una nueva dirección a las ideas, a las costumbres, y hasta a los
destinos de su patria”. Estos elementos, seguía de Angelis, se aliaron a los franceses y contaron
con el apoyo de Lavalle. Por fortuna los triunfos federales dispersaron a los conjurados quienes
debieron buscar asilo en los países vecinos. También daba cuenta el artículo de las insurrecciones
promovidas en algunas provincias y de la labor periodística de los miembros. “El salvaje unitario
Sarmiento (...) fundó el Progreso en Santiago, y no contento con el veneno que derramaba por la
prensa periódica, emprendió algunos trabajos biográficos para calumniar a sus anchas a los
ilustres defensores de la causa de los pueblos. Esto fue el objeto que se propuso al escribir la vida
del General Aldao, y la del General Quiroga”.

De Angelis no entraba a desmenuzar el desarrollo de las Palabras Simbólicas que contenía


la creencia, pero condenaba en general aquella ridiculez de “querer convertir a los Argentinos en
una sociedad de sansimonianos; en someter una república, fundada en los principios generales de
la organización moderna de los estados, a los delirios de Fourier y de Considerant”. No era sino el
“parto de un cerebro trastornado, a quien sólo la fuerza de la verdad y la evidencia de los hechos
han podido arrancar estas palabras, que es muy extraño hallar en una obra inspirada por el deseo
de hacer dudar del poder y patriotismo del General Rosas”.

Nuevamente arrojaban el guante en la cara de Esteban, y el ofendido se disponía a


contestar de inmediato. No dejaría que su legado político y social fuese motivo de ironías sin echar
mano de cuanto recurso estuviese a su alcance para defenderlo. Su deteriorada salud no lo estaba
tanto como para no tomar la pluma y el “papel amigo” y arremeter contra las calumnias del escrito.

Entre abril y mayo, El Constitucional de Montevideo, el diario de Isidoro de María,


publicaba dos Cartas a D. Pedro de Angelis, editor del Archivo Americano. Por el autor del Dogma
Socialista, y de la Ojeada sobre el Movimiento Intelectual en el Plata desde el año 37, que luego
lanzaría en opúsculo la Imprenta del 18 de Julio. Para el autor de La Cautiva, de Angelis no era

404
Scenna, Miguel Ángel, Pedro de Angelis: patriarca de los historiadores argentinos, revista Todo es Historia, nro. 23,
Bs. As, marzo de 1969, pp. 46-63.
405
Angelis, Pedro de, Dogma Socialista, etc, etc. (Juicio de este libelo). Echeverría, Esteban, Dogma Socialista. Edición
crítica y documentada, ob. cit, pp. 368-376.
145
146

sino un “lacayo” al servicio del “heroico fundador del Sistema Americano”. “Conocidas sus sanas
intenciones -le dice con sorna-, falta saber si logrará su objeto; falta saber si leerán por esos
mundos su papel difamador y si no harán con él lo que hacía el Héroe del Desierto con las misivas
de su querida Encarnación, cuando vivía como el tigre entre los pajonales de la pampa”. La
cuestión promovida contra Echeverría y sus amigos era cuestión de patria: Rosas y su sistema, o
bien, la democracia y el progreso.
406
La Primera Carta intentaba poner por el suelo la figura del historiador. Las ironías se
sucedían a granel: se le acusaba de haber estado al servicio del partido unitario y de colaborar
luego con todos los gobiernos provinciales hasta la llegada de Rosas, vendiéndole su pluma y su
conciencia. “Era preciso hallar para esto un lazzaroni Fadladeen, un alma de barro y un corazón
hediondo de lepra, un sofista audaz y un charlatán necio, un especulador viandante sin vínculo
alguno de afección o simpatía por la tierra; y ahí esta Ud, señor Editor. Y lo hallaron sin buscarlo,
como lo habían hallado los unitarios en los años 26 y 29, los federales en el 30 y 34, la
administración híbrida del General Viamont[e], y en suma, todos los que necesitaban de una pluma
venal y descreída”. Al mismo tiempo pretendía dejar en claro que la influencia del pensamiento
francés en su obra era absolutamente falsa. “¿Dónde, en qué página de mi libro ha podido hallar
Ud. rastro de las doctrinas de Fourier, Saint-Simon, Considerant y Enfantin? ¿Por qué no me la
cita?” E inmediatamente lo interroga indignado: “¿Hay algo más en todo él que una fórmula
económica de Saint-Simon adoptada generalmente en Europa, y aplicada por mí a toda la
sociabilidad? ¿Y de aquí deduce Ud. que soy Falansteriano y Sansimoniano a un tiempo? ¿Qué
puede haber más ridículo y extravagante que semejante deducción de su caletre? ¿Qué otra cosa
revela sino la más completa ignorancia de la doctrina de esos filósofos, el charlatanismo más
descarado, y la falta absoluta de sentido crítico en Ud. para comprender la doctrina de mi libro, ni
lo que queríamos para nuestro país, en cuanto a organización, tanto en el año 37 como ahora?”

De Angelis no era otra cosa que “la pluma extranjera que mancha, años hace, la prensa de
nuestro país con sus infames y estúpidas producciones”. “Ya le conocéis lectores, advertía, ya os
lo he pintado tal cual es. Pues bien, ese cuya vida es una serie de deslealtades, de bajezas y de
traiciones, es el hombre que se atreve a llamar traidores a los patriotas argentinos que han
combatido y combaten por la libertad de su patria; es el que no se cansa de difamarlos y
calumniarlos; ese el que con su lengua impía insulta las cenizas de los mártires del Dogma de
Mayo y de los héroes de la Independencia Argentina; ese el que falsifica nuestra historia y arroja
inmundo barro sobre sus más bellas páginas”. Las armas de la urbanidad no eran aptas para lidiar
cuando se trataba de personajes de tal estirpe, creía Esteban, cuando se refutaban las calumnias
de un mercenario que ultrajaba y envilecía la patria de adopción.

A la Segunda Carta 407 le pertenece un ánimo más reposado, como si la furiosa descarga
lanzada contra el Archivero en la anterior, hubiese sido suficiente para preparar el campo en el que
correspondía una calma explicación de la creencia. En primer lugar, hacía defensa de las
intervenciones extranjeras en el Plata, provocadas por el “testarudo y bárbaro caudillo”. Después
de agotados todos los medios pacíficos en defensa de sus súbditos, sólo quedó a Francia el
camino de las armas. Frente al segundo bloqueo, Rosas no hacía otra cosa que jugar “a un tiro de
dados la independencia nacional (...) atacando todos los derechos, violando todos los pactos”,
provocando “incesantemente agresiones extrañas”. No dudaba en afirmar que todo el aparato
montado en torno a la soberanía sólo buscaba perpetuar la dictadura. En segundo lugar pretendía

406
Carta Primera a D. Pedro de Angelis. Ibídem, pp. 377-393.
407
Ibídem, pp. 393-426.
146
147

dejar en claro porqué no había calificado de “mártires” ni dedicado su trabajo a los caudillos
Dorrego, Quiroga, Latorre, Villafañe y Heredia. Ninguno de ellos, a su juicio, sacrificó su vida por la
causa de Mayo o de la Patria, aunque reconocía en el primero ideas acertadas de federación muy
distintas al modelo rosista. La política de Rosas no era en absoluto sinónimo de Federación. Ella
no se constituía aniquilando las autonomías provinciales ni fusilando gobernadores. Además las
alianzas transitorias de las provincias en modo alguno formaban un estado federal. No le cabía
duda que el Restaurador había centralizado el poder social según los intentos del unitarismo.

Apenas impresos, Esteban envió a Gutiérrez treinta ejemplares de las Cartas para su venta
en Chile. En la correspondencia que los acompañaba, el amigo le daba cuenta de su polémica con
el periodista del Archivo Americano: “El Archivero me trata (...) con un comedimiento extraño y
como no acostumbra hacerlo con ninguno de los escritores antagonistas. A quien estropea y chafa
malamente es a mis compañeros de la Asociación, lo que entre nos, no deja de tener visos de
justicia con respecto a la mayor parte de ellos. Sin embargo, yo he creído de mi deber volver por el
honor del cuerpo y de la patria, hiriendo de muerte a su difamador mercenario”. Puede afirmarse,
por consiguiente, que Echeverría desaprobaba muchas de las actitudes de sus camaradas de
exilio, al punto de darle la razón a los comentarios de de Angelis. ¿Qué grado de unión guardaban
entonces los “integrantes” del refundado “cuerpo”? ¿Qué actitudes pudo haberle censurado su
“líder”? Descartados los unitarios, ¿qué “seguidores” tomaron en serio el pensamiento de nuestro
hombre en aquella Montevideo inundada de extranjeros y dividida en bandos irreconciliables?
“Estoy esperando el producto de los ejemplares del Dogma que Ud. me anunció vendidos. Me
hacen no muy poca falta esos medios”, le recordaba a Gutiérrez, para agregar de inmediato un
párrafo de sumo interés: “Si nos venden como el año 40, es más que probable que me vean Uds.
408
por allá: de lo contrario seguiremos revolcándonos en esta pocilga como uno de tantos”.
Desconfiaba Echeverría de las autoridades orientales o bien suponía un pronto acuerdo entre
Rosas y las fuerzas anglo-francesas.

El tucumano Alberdi, residente en Valparaíso, se ocupaba también de difundir la Creencia


de su amigo porteño. Contestando la carta del pasado primero de octubre le escribía 409 : “Sus
ideas políticas son precisamente las que yo tengo. No es pues raro que las crea de todo punto
acertadas. De acuerdo con sus indicaciones, voy a escribir un panfleto para distribuir en el interior
de nuestro país. Tengo como Ud. íntima fe en el porvenir de nuestras ideas. Para darle idea de lo
bien recibidas que ellas son por acá, le diré de su cuaderno -el Dogma- hay gran demanda, no
habiendo hecho igual impresión el Peregrino de Mármol”. En cuanto a las “relaciones” con Urquiza
y Madariaga, Alberdi está de acuerdo en fomentarlas, dando por sentada una ruptura entre el jefe
entrerriano y el Restaurador; “y no habrá un argentino por estos países que no sea partidario y
secuaz del bello pensamiento del general Urquiza, de separarse pacíficamente de Rosas y
convocar la República a un arreglo general sobre bases pacíficas y progresivas: es el modo de
salvar a nuestro país de los males, que acabarán con él, si sigue como va”. ¿Conocía el tucumano
algún plan concreto del caudillo que desafiase el poder de Juan Manuel? En la misma hoja, Alberdi
pretendía levantar el alicaído ánimo de Echeverría: “Le prohibo seriamente que tenga Ud. ideas
melancólicas: pienso que su vida debe ser larga todavía. Todo es porvenir en Ud. Si se siente
débil, póngase en viaje: venga por acá donde hallará clima confortable y muchísimos amigos de
Ud: no le faltará de qué vivir”.

408
Carta de Echeverría a Juan María Gutiérrez. Montevideo, junio 24 de 1847. Ibídem, pp. 428-429.
409
Carta de Juan Bautista Alberdi a Echeverría. Valparaíso, enero 17 de 1847. Palcos, Alberto, Historia de Echeverría,
ob, cit, p. 253.
147
148

Poco tiempo antes Gutiérrez había logrado conmoverlo enormemente. “¿Cuál es su vida?
¿Qué hace? ¿Qué piensa? Le recordamos constantemente con Alberdi, con este compañero de
mis buenos y malos ratos de peregrinación”, y continuaba: “¿Hasta cuándo, mi viejo Tivita? ¿No
nos veremos más en la vida? Sí, sí, y pronto; los juicios y designios de Dios son ocultos y se
revelan de improviso como el relámpago. Cuando menos pensamos, cambiará la actual faz de las
cosas”. Acertaba el amigo al hacerle la última pregunta. El abrazo de 1843 sería el postrer contacto
410
del presidente de la Joven Generación con sus dos amigos del alma.

Mariquita Sánchez, que por entonces residía en Montevideo, le confiaba los trámites que
debía hacer ante el gobierno francés para el cobro de una pensión, y le solicitaba ayuda. “No veo
sino usted a quien dirigirme para que la haga a mi gusto. Es una cosa para usted muy sencilla pero
es preciso que yo le dé los materiales (...) no quiero que usted venga a verme, yo sé bien lo qué es
salir de su casa el que tiene que hacer, yo puedo ir un momento cuando esté bueno el tiempo,
dígame usted solamente a qué hora es mejor, seré muy lacónica porque usted tiene antecedentes
411
y así pronto despacho”. Sáenz Quesada reproduce en la biografía de la patricia argentina una
carta por demás elocuente que ilustra la relación entre ambos personajes. “No se ha engañado
usted en creer que soy su buena amiga y como a tal puede contar con mis simpatías mucho más
en las penas”. Y luego de narrar que hubo de buscarlo en tres ocasiones, todas infructuosas, le
decía: “vaya esta disgresión para dar principio al Romance que tendremos que hacer, porque esto
de citas con un Poeta al fin de mis años es ya un romance. No sé por qué adivino sus penas...
¡Ojalá pueda aliviarlas! Vea usted a la hora que quiere que vaya o a su casa o al Almacén, dígame
si torciendo para lo de Lafont o para la Matriz”. 412 “No es fácil amar cuando se es veinte años
mayor que el amado, declara Sáenz Quesada, hay de por medio un marido perverso aunque
ausente, hijos, nietos y hasta biznietos. Menos aún si se ama a un melancólico poeta, enfermo de
tuberculosis, pobre, orgulloso y proscripto, pero sensible al encanto de esta mujer cálida, generosa,
optimista”. 413

Aquel año de 1847 terminaba para Echeverría con un nombramiento oficial. El presidente
Suárez creó por decreto del 13 de septiembre el Instituto de Instrucción Pública del Uruguay que
debía promover la educación pública y especialmente la enseñanza primaria. Entre sus
atribuciones se hallaba la autorización para la apertura de los establecimientos escolares y el
examen de los textos de estudio. A su frente fue colocado Manuel Herrera y Obes, ministro de
Gobierno. Esteban fue designado miembro del mismo junto a Andrés Lamas y Luis José de la
414
Peña, entre otros. “Por desgracia, cuenta Juan María Gutiérrez, la mayor parte de los trabajos,
informes, examen de textos, etcétera, que encontramos entre los papeles de Echeverría
concernientes al desempeño de su empleo de miembro del instituto, es casi imposible descifrarla”,
debiendo publicar en el quinto volumen de sus obras completas, sólo algún que otro fragmento. 415

En materia de educación popular, las ideas de Esteban no ofrecían dudas. La instrucción


pública no era sino “el resorte principal de la prosperidad de los Estados” que permitía
“perfeccionarse y consolidarse las instituciones sociales”. Convencido como estaba de la falta de
rumbo en que se hallaban las naciones del Plata tras la revolución de 1810, vio en la instrucción

410
Carta de Gutiérrez a Echeverría. Valparaíso, diciembre 4 de 1846. Archivo del Doctor Juan María Gutiérrez,
Epistolario, tomo II, ob. cit, p. 77.
411
Carta de Mariquita Sánchez a Echeverría. Montevideo, mayo 7 de 1847. Sáenz Quesada, María, ob. cit, p. 225.
412
Carta de Mariquita Sánchez a Echeverría. Montevideo, s/f. Ibídem, pp. 225-226.
413
Ibídem, p. 226.
414
Comercio del Plata, nro. 572, septiembre 15 de 1847.
415
Gutiérrez, Juan María, Noticias biográficas, Obras Completas, pp. 144-145.
148
149

con el mero fin de instruir un error grave. Los países recién emancipados debían lograr una
“transformación social”, a la que debía contribuir el Estado con sus programas de instrucción
primaria, secundaria y profesional. “La instrucción primaria debe considerarse como el fundamento
indispensable de todo buen sistema de instrucción pública: la instrucción secundaria como su
desarrollo necesario; la instrucción científica como su complemento. Pero estos tres grados de
instrucción deben eslabonarse entre sí, de lo contrario no hay sistema, no hay plan uniforme, ni
concepción científica de la instrucción pública”. Como señala Alberto Palcos, el pensador
propugnaba el monopolio de la enseñanza por parte del Estado, pensamiento que, posteriormente,
416
no siguieron sus “discípulos”.

Continuando con el análisis del programa de estudios universitarios decía: “La instrucción
propagada sin un fin social dado y reconocido, sin una mira de moralidad y sociabilidad, lejos de
ser útil puede ser perniciosa, puede extraviar los ánimos, relajar las costumbres, fecundar el
egoísmo sofocando el germen de las cívicas virtudes; puede, en una palabra, sembrar en las
entrañas de las generaciones nuevas, principios de desorden y de perpetua anarquía”. Estaba
persuadido de que los males argentinos provenían, en gran parte, del “vicioso sistema” de
educación implantado en la provincia de Buenos Aires durante los años veinte.

El poder de la instrucción pública, pensaba Echeverría, era irresistible. Podía imprimir un


sentido a la sociedad y transformar así creencias y costumbres. Por eso creía necesario que la
educación, tanto en la Argentina como en la República Oriental, estuviese animada de un espíritu
democrático y republicano. Nada de especulativo e irrealizable en materia de instrucción, las
instituciones debían ser esencialmente prácticas. Para el pueblo de la campañas, además de leer,
escribir y contar, era necesaria la enseñanza de la moral y de los derechos y deberes del
ciudadano. Para las ciudades, “de cuyo seno saldrán los legisladores, los administradores, los
jurados, los militares (...) destinados a ejercer una influencia directa y decisiva sobre la suerte del
país”, era necesaria una instrucción más amplia: industrial, mercantil, científica, provista por las
escuelas secundarias. Finalmente, para satisfacer estudios profesionales, veía necesarias una
417
escuela de medicina y otra de derecho.

Comentando el silabario Elementos de lectura, elaborado por el doctor de la Peña,


Echeverría aseguraba que la instrucción moral y religiosa debía predominar en el curso de la
enseñanza primaria. Además, era menester que la escuela supliese todo aquello que los padres no
pudiesen transmitir al niño “por el estado de ignorancia de la mayor parte de los que pueblan
418
nuestros campos y ciudades”.

A juzgar según lo dicho por Gutiérrez en cuanto a la cantidad de papeles conservados,


Esteban desarrolló en el Instituto una actividad bastante amplia. En el tomo V de las Obras
Completas editadas en 1874, puede leerse el análisis que hace de la obra del educador escocés
David Stove The training system, established in the Glascow Normal Seminary, and the Model
Schools. 419 Siempre se interesó Echeverría por la instrucción del pueblo, desde aquellas lejanas
lecturas en el Salón Literario hasta la confección del Manual de Enseñanza Moral que no contaba
con la aprobación del gobierno oriental, a pesar de las insistencias de su autor.

416
Palcos, Alberto, Historia de Echeverría, ob. cit, p. 214.
417
La educación del pueblo. Objeto y fines de la instrucción pública. Obras Completas, pp. 402-405.
418
Informe presentado al Instituto de Instrucción Pública sobre “Elementos de lectura” del doctor don Luis de la Peña.
Ibídem, pp. 405-408.
419
Echeverría, Esteban, Obras Completas, tomo V, Carlos Casavalle editor, Bs. As, 1874, pp. 403-406.
149
150

UNA ESPERANZA

El 15 de julio de 1847, la flota británica levantó el bloqueo que pesaba sobre el litoral de la
Confederación. Tropas y equipos fueron retirados de Montevideo. En nada beneficiaban las
acciones de guerra al comercio inglés, cuyas exportaciones al Plata habían decaído
considerablemente en 1846. El 27 de noviembre, Urquiza derrotó a Joaquín Madariaga en la
sangrienta batalla de Vences. Corrientes pasó a ser gobernada por Benjamín Virasoro. Al decir de
John Lynch, el régimen alcanzaba “la cumbre de su poder y reputación. El país estaba unido y
fuerte, en su propio territorio y en el exterior. Rosas había impreso su personalidad a cada aspecto
del gobierno y a cada sector de la vida, hasta en los más mínimos detalles de vestimenta y
conducta. Aunque fuera a disgusto, le obedecían en Buenos Aires y más allá. Había amansado a
los caudillos y convencido a las provincias, por el terror o por intereses, de que la hegemonía de
Buenos Aires era un precio razonable a pagar por obtener la paz federal y el orden”. 420

Hacia 1848 Montevideo comenzaba a despoblarse. Las solicitudes de pasaportes no sólo


iban dirigidas al exterior, sino también hacia Buenos Aires, libre ahora de los buques franceses
(junio). Rosas pareció adoptar una postura mucho más tolerante dejando incluso de perseguir a los
que regresaban. 421 La capital oriental se tornó insegura para las personas y propiedades.
Francisco Hipólito Uzal la describe como “un hervidero de negocios lucrativos y rápidos, dentro y
fuera de la ley, organizado por traficantes europeos de todas las latitudes”. Las comunidades
extranjeras ejercían una verdadera dictadura en la ciudad en cuyo marco bullían crímenes impunes

420
Lynch, John, ob. cit, pp. 269, 279.
421
Sáenz Quesada, María, En la Nueva Troya, ob. cit, p. 83.
150
151

y un constante éxodo hacia las filas del general Oribe. Las tendencias políticas se dividían en dos
bandos que se rechazaban mutuamente: los emigrados argentinos, que alcanzaban la cifra de
2.553 según el censo de 1843, y los partidarios del caudillo Fructuoso Rivera, destituido y
desterrado en octubre de 1847 al comprobarse su inteligencia con el bando enemigo. “Lo que
sentimos los que aquí estamos es no podernos ir”, escribía Luis L. Domínguez. Y continuaba: “Ya
no considero un mérito en los argentinos permanecer en Montevideo. Se nos ha negado toda clase
422
de puesto en la contienda y nos patean”. El 20 de marzo de 1848 pereció asesinado Florencio
Varela, editor del Comercio del Plata, que había ocupado cargos de influencia en el manejo de las
423
relaciones exteriores de la República Oriental.

En ese lamentable marco se desenvolvía la existencia de Esteban Echeverría, por


entonces con cuarenta y dos años cumplidos. Desembarazado en parte del peso de su Ángel
Caído, que ya sumaba ocho cantos, se confesaba no tan buen poeta. “Está concluido -le había
escrito a Gutiérrez meses atrás-; pero francamente, no estoy satisfecho de mi trabajo. Me parece
que ha dañado mucho, muchísimo al giro del Drama y a la espontaneidad del estro, el
pensamiento sistemático que me ha dominado al escribirlo. Habré en tal caso suicidado mi obra
por capricho o terquedad de Vizcaíno”. En el Pandemonio, la continuación del Ángel, pretendía
reivindicarse un tanto de la mediocridad en que suponía inmersa su obra poética. Culpaba a la
política de ser el obstáculo que lo desviaba de la poesía para sumergirlo en las pasiones y miserias
de la vida. Pasaban meses sin componer versos, pero sus modestas rimas eran la razón de
mantenerse vivo, de lo contrario ya hubiese optado por pegarse un tiro, “el peor de los
424
pasatiempos, según dicen”.

Si bien el personaje de Don Juan era un ser “inclinado a las mujeres”, en su espíritu no
albergaba la idea de un amor “rapaz” o bajo. En su plan de vida anhelaba la llegada de la mujer
salvadora que terminase con tanto vano galanteo. Algunos versos llenan la remota juventud de
Echeverría, arrojando alguna claridad a tan lejana época. Esteban era ahora Don Juan, mal visto
por las gentes que lo tenían por un mujeriego sin sentido, pero que le desconocían la tortura del
amor ausente y el recuerdo de un pasado brumoso que afloraba en los versos de su exilio.

Idealista en amor, no habiendo hallado


El tipo por su mente imaginado
Que absorbiese a su yo, tal vez iluso,
Despechado, frenético, confuso
Buscaba en el amor de las mujeres
Alimento a la vida y la esperanza,
Y probando amarguras y placeres
Ver hasta dónde el sentimiento alcanza,
Si sentir es vivir, o si se agota
Del corazón la vida gota a gota
Como el vigor del cuerpo y su frescura;
Si halla descanso, refrigerio, hartura,
Y otra más bella, peregrina, y verde

422
Carta de Luis L. Domínguez a Juan María Gutiérrez. Montevideo, septiembre 29 de 1846. Archivo del Doctor Juan
María Gutiérrez, Epistolario, tomo II, ob. cit, p. 73.
423
Uzal, Francisco Hipólito, El asesinato de Florencio Varela: vergüenza, ob. cit, pp. 76-78.
424
Carta de Echeverría a Juan María Gutiérrez. Montevideo, junio 24 de 1847. Echeverría, Esteban, Dogma Socialista.
Edición crítica y documentada, ob. cit, pp. 427-428.
151
152

Nace en lugar de la ilusión que pierde.


Porque aunque viejo asaz en desengaños,
Fruto mortal de la mundana ciencia,
Como hombre de pasión y rico de años,
No pudo recorrer de la experiencia
La escala que conduce al idealismo,
A la duda, a la muerte, al fatalismo;
Y en su robusta inteligencia unidas,
Las concepciones altas y atrevidas
Del sentimiento y la razón se hallaban,
Y en los arranques de pasión supremos,
Idealizando siempre se lanzaban
A explayarse y tocar en los extremos.

Eran fragmentos de la existencia del poeta los que se reflejaban en el inacabable poema.
El poeta y su personaje se fundían en vidas paralelas. El vicio, el viaje de estudios, el regreso a la
patria desunida y regida por caudillos...

Vio entonces que el amor es vanagloria,


El deleite mundano vil escoria,
Y humo, no más, cuanto hasta allí demente
Apeteció su corazón ardiente;
Lloró el tiempo perdido, de sí mismo
Se avergonzó, y echando a lo pasado
Atónita mirada, vio el abismo
De perdición ante él, desengañado.
...
Diluso, entonces, dijo adiós al mundo,
Dijo adiós a sus vanas distracciones,
Y dominado de pesar profundo
Se concretó en su yo: de otras pasiones
Más altas que su espíritu nutría
Sintió hervir la volcánica energía,
Y amurallando con estoico orgullo
A toda impresión tierno el pecho suyo,
Pasó de uno a otro extremo y todo gozo
O placer que embellece la existencia,
Todo mundano y frívolo alborozo
Miró con irrisoria indiferencia.
...
Dejó su hogar al fin, y de la ciencia
Fue el tesoro a buscar su inteligencia
Allá en la vieja Europa, donde ufano
Ostenta su poder el genio humano;
Porque a su ardiente y joven fantasía
Grande y digno trofeo parecía
La palma del saber; porque inexperto

152
153

Imaginarse pudo en esperanza


Que la ciencia es el bien, la luz que al puerto
Nos lleva de la dicha y la bonanza;
...
Volvió a su Patria joven todavía,
Llena el alma de bellas ilusiones;
La patria de su amor ya no existía,
Y encontró en lugar suyo horrenda orgía
De feroces y estúpidas pasiones.

Desde Valparaíso, Alberdi le comunicaba haber reproducido en El Comercio -periódico en


cuya empresa había tomado parte-, un trozo de la segunda Carta dirigida contra de Angelis. Le
informaba a la vez que su estudio jurídico se había constituido en uno de los más importantes de
aquella ciudad. “Juan María está sin ocupación en Copiapó y mal de salud”, agregaba. Dentro de
las líneas que prologaban a la carta, Alberdi definió a Echeverría como “uno de esos muchos
argentinos liberales, que Rosas comprende bajo la denominación genérica de unitarios, y que ellos
aceptan momentáneamente como el nombre que representa la coalición de los opositores a
Rosas, de todos colores y matices”. Luego decía: “Ni antes ni ahora ha pertenecido al partido
unitario de 1826. Es uno de los órganos más pronunciados de una tercera división política, que
empezó a formarse en 1837, que existe hoy y será en lo futuro la que tome la dirección del país,
cada día más inclinado a la emancipación de las dos facciones, que tan esterilmente se han
disputado hasta aquí el predominio de la sociedad argentina”. 425

A partir de 1846 Echeverría y Vicente Fidel López lograron reunir una amplísima
documentación referida a la historia política del país desde 1810 en adelante. Asegura Gutiérrez
que los estudios emprendidos por ambos intelectuales fueron serios y detenidos, capaces por su
426
extensión de formar gruesos volúmenes. Suponemos que parte de aquella documentación
sirvió al poeta para confeccionar la Segunda Carta dirigida a de Angelis en la confrontación de
1847, carta que, por otra parte, nos permite conocer su pensamiento en materia institucional. 427

Desde el año X hasta el advenimiento de Juan Manuel de Rosas, la política del país se
movió entre tendencias localistas y centralistas. La Junta Grande de fines de aquel año y la
formación de juntas provinciales significaron el triunfo del localismo, cuya reacción en contra
consistió en confiar el Ejecutivo a un Triunvirato. Posteriormente, el Estatuto de 1815, que
ordenaba nombrar por elecciones populares al Director del Estado y a los diputados, cabildos y
gobernadores, se convirtió en “algo de lo más sabio y mejor combinado en punto a organización
que se haya concebido desde Mayo”. Luego de jurada la independencia, el Congreso de diputados
reunido en Tucumán aprobó un Estatuto Provisional (noviembre de 1816) que, a criterio de
Esteban, arrancaba al localismo lo esencial, ya que disponía la elección de gobernadores
intendentes y tenientes gobernadores por arbitrio del Supremo Director según una lista de
personas elegibles remitidas por los Cabildos. Para Echeverría, el Senado aristocrático creado por
la Constitución de 1819 significó una reacción extrema contra la democracia y el localismo.
Unitarios y federales terminaron por engendrar la anarquía del año 20, esa “hidra de infinitas
cabezas”, fruto de los más diversos intentos por organizar y constituir al país.

425
Carta de Juan Bautista Alberdi a Echeverría. Valparaíso, abril 26 de 1848. Ibídem, pp. 430-431.
426
Gutiérrez, Juan María, Noticias biográficas, Obras Completas, p. 140.
427
Echeverría, Esteban, Dogma Socialista. Edición crítica y documentada, ob. cit, pp. 399-421.
153
154

El gobernador Martín Rodríguez estableció en Buenos Aires una administración de


tendencias centralizadoras. Su explicación le permitió a Esteban reconocer con sinceridad las
virtudes y defectos del Partido Unitario. Quería para la provincia el sistema representativo y el
sufragio universal, el respeto por las libertades individuales y el desarrollo de la enseñanza en
todas sus facetas. Pero carente de “reglas locales de criterio socialista”, no estableció
representaciones municipales, “dio el sufragio y la lanza al proletario, y puso así los destinos del
país a merced de la muchedumbre”. No supo fomentar las industrias locales ni atendió a la
organización de la campaña. Opinaba que los unitarios “buscaban lo ideal que habían visto en
Europa o en libros europeos, no lo ideal resultante del desenvolvimiento armónico y normal de la
actividad Argentina”. Cometiendo un grave error, el partido pretendió organizar al país, dejando a
medio hacer la organización de la provincia. Promovió la formación de un Congreso Nacional, lo
que “era empezar la obra por el pináculo, querer constituir el poder nacional antes de organizar la
sociedad o encarnar en su espíritu todos los gérmenes de una organización nacional”. Sin
embargo, confesaba, le resultaba admirable casi todo lo hecho por el unitarismo en materia de
hacienda y administración.

No olvidó en su análisis la época de Rivadavia ni su posterior caída. La Constitución de


1826 había reconstruido en algo el poder municipal, de tanta importancia en el pensamiento
echeverriano. Empero, la Carta colocaba a los gobernadores de provincia bajo dependencia del
Presidente y adoptaba la forma representativa republicana, consolidada en unidad de régimen. Los
federales, paralelamente, constituyeron tan sólo una facción y fuera del Congreso apelaron a las
armas, no desmintiendo así “sus antecedentes anárquicos y desorganizadores”. Dorrego -
aseguraba Esteban- era “caudillo de una facción”, sin embargo “la federación Dorreguista no era la
federación Rosista. Dorrego a más de caudillo federal, puede considerarse como la más completa
y enérgica expresión del sentido común del país, alarmado en vista de las incomprensibles y
bruscas innovaciones del partido unitario; y es indudable que en ese terreno era fuerte, y
desempeñaba muy bien su papel de tribuno de la multitud. La federación, por lo mismo, en su boca
significaba algo, era el eco de un instinto de reacción popular y una bocina de alzamiento. La
federación que Rosas vocifera -concluía- es todo lo contrario de lo que han pretendido todos los
caudillos desde Artigas hasta Dorrego”.

Si algo destacaba nuestro hombre en cuanto a organización nacional, era la creación de


gobiernos municipales, punto desconocido a lo largo de la historia por unitarios y federales. La
“sociabilidad” no podía prescindir de estas instituciones que conformaban pequeñas naciones y en
las que podía ensayarse el concepto democrático nacido en Mayo. Los municipios, sin ser
unidades centrales, debían constituirse en elementos locales en los que la sociedad argentina
fuese llevada “sin sacudimientos ni guerra, a la perfección de la institución democrática”. El poder
municipal debía organizarse en cada provincia y en toda la república. “Quiero que a ese núcleo
primitivo de asociación municipal -decía-, a esa pequeña patria, se incorporen todas esas
individualidades nómadas que vagan por nuestros campos; que dejen la lanza, abran allí el
corazón a los efectos simpáticos y sociales y se despojen poco a poco de su selvática rudeza. El
distrito municipal será la escuela donde el pueblo aprenda a conocer sus intereses y sus derechos,
donde adquiera costumbres cívicas y sociales, donde se eduque paulatinamente para el gobierno
de sí mismo o la democracia, bajo el ojo vigilante de los patriotas ilustrados: en él se derramarán
los gérmenes del orden, de la paz, de la libertad, del trabajo común encaminado al bienestar
común; se cimentará la educación de la niñez, se difundirá el espíritu de asociación, se
desarrollarán los sentimientos de patria, y se echarán los únicos indestructibles fundamentos de la
organización futura de la República. ¿Cuándo, preguntaréis, tendrá la Sociedad Argentina una
Constitución? Al cabo de 25, 50 años de vida municipal, cuando toda ella la pida a gritos, y pueda

154
155

salir de su cabeza como la estatua bellísima de la mano del escultor”. No era el momento, sostenía
el pensador, de ocuparse de las “formas gubernativas” de Unidad o Federación. Sin embargo, la
nación obraría de prisa, y a un año del triunfo de Caseros, juraba su Carta Magna dándose de
inmediato un gobierno nacional y una forma federal de estado.

Para la organización municipal del país quería Echeverría una convención ad hoc capaz de
sancionar las leyes necesarias para su planificación. A ella debían prestar su concurso todas las
fuerzas vivas de la nación. La prensa y la Iglesia predicarían sus ventajas. Así las cosas, podría
perfectamente prescindirse de los gobernadores de provincia, aptos sólo para tiranizar al pueblo y
transformarse en caudillos.

Ya nuestro hombre había declarado en el Dogma que sólo la razón colectiva era soberana
y que únicamente la parte “sensata y racional” de la comunidad podía ejercerla. Los individuos que
por su ignorancia careciesen de independencia debían quedar salvaguardados por una ley hasta el
momento en que lograsen su emancipación mediante la educación, la industria, etc. Asimismo
creía que sólo podían y debían ser legisladores “aquellos que reúnan a la más alta capacidad y
acrisolada virtud, el conocimiento más completo del espíritu y exigencias de la nación”. “No es
nuestra la fórmula de los ultrademócratas franceses, todo para el Pueblo y por el Pueblo; sino la
428
siguiente, todo para el Pueblo, y por la razón del Pueblo”.

En otro orden de cosas, diremos que 1848 no fue un año fácil para Europa. Sacudimientos
políticos de importancia se hicieron sentir en los principales estados del continente. El Imperio
Austríaco abolió los derechos feudales. Hungría y Servia se declararon autónomas. Sicilia,
Cerdeña y Venecia se alzaron contra los austríacos. Prusia promulgó una constitución y estableció
un gobierno federal. Francia se transformó en república. Este último acontecimiento impresionaría
vivamente el espíritu de Echeverría. Los disturbios populares ocurridos en París entre los días 22 y
24 de febrero, terminaron con la abdicación del rey Luis Felipe de Orleans y la formación de un
gobierno provisional. Alphonse de Lamartine fue nombrado ministro de Asuntos Exteriores y Víctor
Hugo electo diputado. Las leyes represivas en materia de prensa fueron derogadas y la jornada
laboral reducida. Se decretó el sufragio directo y universal y se crearon talleres nacionales.

Encerrado en una ciudad que muy pronto llegaría a convertirse en mito, escribiendo en
429
cuadernillos de calidad ordinaria y fumando algunos cigarros correntinos, Esteban saludó con
júbilo aquella revolución “sin ejemplo en la historia”, que sepultaba los últimos restos del régimen
desplazado con el ajusticiamiento de Luis y de María Antonieta y que daba paso a la majestad del
430
pueblo. Necesariamente, pensaba, el acontecimiento tendría su influencia en Sudamérica, por
más retrógrados que fuesen los gobiernos que rigiesen a sus naciones, máxime cuando entendía
que una revolución no podía asimilarse a las asonadas y turbulencias de la guerra civil, sino al
431
“desquicio completo de un orden social antiguo” o al cambio absoluto de una sociedad. No
obstante, fiel a sus pensamientos, el poeta advertía sobre “el ciego espíritu de imitación y
veneración de las cosas europeas, o el fanatismo de la exageración”, que tanto daño había
causado a las vírgenes naciones de la América española. En ese error había caído el Partido
Unitario tiempo atrás. “La América sabe ya por experiencia, harto dolorosa, que nada hay tan
nocivo a la causa de la libertad y del progreso, nada tan fecundo en calamidades, como esas

428
Dogma Socialista, etc. Ibídem, pp 201-202, 206-207, 216.
429
Mitre, Bartolomé, Las Obras de Echeverría, Obras Completas, tomo V, Carlos Casavalle editor, Bs. As, 1874, LXXI.
430
Revolución de Febrero en Francia y Sentido Filosófico de la Revolución de Febrero en Francia. Echeverría, Esteban,
Dogma Socialista. Edición crítica y documentada, ob. cit, pp. 439-456.
431
Palabras simbólicas. Ibídem, p. 187.
155
156

tentativas de reformas abortadas, esos ensayos prematuros de instituciones extrañas en


sociedades que no están dispuestas ni educadas para comprenderlas y recibirlas”.

Los días 24, 25 y 26 de julio de 1848 publicó El Conservador, el periódico de Mármol, un


ensayo de Echeverría titulado Revolución de Febrero en Francia y Sentido filosófico de la
Revolución de Febrero en Francia, como parte de un escrito más extenso que el autor,
lamentablemente, no llegó a concretar. En el mismo, quedaban plasmados los no escasos
conocimientos de Esteban en materia de filosofía europea del siglo XIX. Siguiendo al pensador
Pedro Leroux concluía en la necesidad de comunión que, con Dios, con sus semejantes y con el
universo presentaba el hombre. Por desgracia este principio había sido olvidado a lo largo de los
tiempos y el ser humano convertido en esclavo oprimido por la familia, por la propiedad y aun por
la misma patria. Sin embargo, Echeverría auguraba el acercamiento de la “Era de la completa
emancipación del hombre”. La lectura de este ensayo da la sensación de estar frente a un hombre
convencido y esperanzado en la llegada de un cambio sustancial para su Argentina. Opinaba que
el movimiento de febrero contenía un sentido filosófico ya que toda revolución acontecida en las
grandes sociedades europeas, necesariamente, contaba con el trabajo maduro de la razón
humana. Por otra parte, la revolución que elogiaba levantaba con la República la “trinidad
regeneradora” de la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad, dándole razón al movimiento iniciado en
Buenos Aires en 1838. Diez años más tarde podía escribir desde ese apartado Montevideo: “Hoy
que la Francia Republicana ha inscripto en su bandera la trinidad democrática que nosotros
entonces invocamos, y que está en vía de organizar el principio de la Fraternidad, tenemos motivos
para creer que no íbamos descaminados”.

No le eran ajenos a Esteban los problemas que, ya por entonces, planteaba la


organización del trabajo. Explicó en su ensayo que la esclavitud del hombre por la propiedad
generó el proletarismo, palabra que comenzaba a despertar interés, y que implicaba la imposición
de una “especie de servidumbre onerosa” por parte del poseedor de los instrumentos de
producción. El trabajador enriquecía con su sudor al “propietario ocioso” a cambio de una
retribución no equitativa que jamás le permitiría salir de su condición, ejercer sus derechos sociales
ni satisfacer las necesidades propias y las de su familia.

El proletario, entretanto, es hombre como los demás hombres, y en virtud de la ley de Dios
y de su naturaleza, en virtud de su derecho inviolable a la comunión con sus semejantes y el
universo, tiene derecho igual al de todos a los goces de la familia, de la patria y de la propiedad;
tiene sobre todo derecho a vivir y alimentarse con su trabajo. Vosotros ricos, dominadores que
organizáis la sociedad a vuestro modo y disponéis de todo el poder de ella para oprimir a vuestros
hermanos; vosotros, que creyéndoos privilegiados de raza, le negáis o violáis su inviolable derecho
a la participación de esos goces, cometéis un atentado contra la ley divina de la unidad y de la
solidaridad de todos los hombres.

Esteban veía en todo ello la falta de un principio moralizador que regulase la distribución y
retribución del trabajo y la participación de los goces de la propiedad. Ya había la humanidad
gemido demasiado bajo un yugo brutal como para no aprender el “principio divino de su
emancipación”.

La filosofía del siglo XIX estudiándola y comprendiéndola, ha abierto a la humanidad las


puertas del paraíso de la perfectibilidad. Dios acaba de inaugurar en el mundo la Era de su
completa emancipación por boca del primer pueblo del mundo

156
157

Cuando ese principio regenerador sea generalmente comprendido y convenientemente


organizado, la sociedad que hasta ahora ha sido una aglomeración de seres humanos dividida en
Castas, perpetuamente hostiles, de amos y siervos, de opresores y oprimidos, se convertirá en una
verdadera asociación de iguales en derechos y obligaciones, en la cual todos, bajo el imperio de la
ley divina de la comunión de las criaturas solidarias, vivirán y trabajarán por el bien y la perfección
recíproca y común. Cesará entonces la guerra entre las naciones. El género humano formará una
sola familia unida por el vínculo de esa misma ley, y se realizará la Santa Alianza de los pueblos,
profetizada por la revolución francesa en 1792 para concluir con todas las servidumbres y con
todas las tiranías.

Estas preocupaciones esencialmente cristianas, nos fijan un Echeverría contraído en los


problemas de las clases más desprotegidas y olvidadas, y plasman el criterio de una mancomunión
de todos los países organizados en paz y justicia. “La solidaridad mutua de los hombres y de los
pueblos no es otra cosa que el precepto evangélico de la caridad comprendido y aplicado por la
filosofía de un modo más amplio y completo, como la ley de las criaturas solidarias entre sí, como
la ley de la identidad y por consiguiente de identificación del Yo y del no Yo, del hombre y de su
semejante”. Desafortunadamente, la proclamación de la segunda República Francesa se trastocó
con los años en Imperio, y ese Imperio sucumbió bajo el cañón de un enemigo poderoso.

Ha señalado Palcos que es éste el único escrito de Echeverría en el que “discurre


directamente sobre Saint-Simon y su escuela”, a la que da como victoriosa en Francia, para
concluir diciendo: “Es el suyo, pues, un socialismo amable, espiritualizado, sin odios ni exclusiones,
de realización pacífica y progresiva, fundado en el entrañable sentimiento de justicia y, por ende,
de profunda raigambre moral”. 432 Se ha señalado que “el socialismo que se quiere atribuir a
Echeverría no deja de ser más que un fervoroso anhelo de una felicidad para todo el género
433
humano”. “Su ‘socialismo’ -ha dicho Ricardo Rojas- se levanta contra el ‘individualismo’ de los
déspotas o la ‘oligarquía’ de los partidos intransigentes que entonces ensangrentaban la
434
República”. José Ingenieros indicó que Esteban “acentuó en la edad madura las ideas
revolucionarias que había entrevisto vagamente en su juventud” y que ya en 1848 había eliminado
toda condescendencia con el eclecticismo de Cousin. 435

Oreste Popescu, que no consideraba a Echeverría como un pensador socialista, calificó su


doctrina de “solidarista”, pues construía “una sociedad eminentemente universalista” cuya “norma
suprema” era la “ley de la solidaridad”. Aseguraba que tampoco fueron socialistas los pensadores
que influyeron en el argentino: Saint-Simon, Leroux y Sismondi. Leroux fue un asociacionista con
“suaves rasgos socialistas” que admitía la propiedad individual. Partidario primero del liberalismo,
fue luego sansimoniano, evolucionando hacia 1831 a una doctrina sui generis. Echeverría empleó
a veces el verbo socializar “como equivalente a la acción tendiente a crear y fomentar el espíritu de
unión, de armonía y de solidaridad social”.

El ensayo Revolución de Febrero intentó interpretar el acontecimiento de 1848 bajo la luz


de la doctrina de la perfectibilidad ensayada por Saint-Simon y Leroux. Analizando el Dogma, el
Manual de Enseñanza y el presente trabajo, Popescu afirmó que “Echeverría acepta como norma
suprema de su doctrina, la enseñanza de Cristo, según él, a la vez ley del orden y del amor. Para
darle el sabor ‘científico’ adecuado, busca y encuentra un punto de apoyo suplementario en la ley

432
Palcos, Alberto, Historia de Echeverría, ob. cit, pp. 216-217.
433
Warat, Simón, Progreso. Doctrina Política de la Asociación de Mayo, ob. cit, p. 348.
434
Rojas, Ricardo, ob. cit, p. 230.
435
Ingenieros, José, ob. cit, pp. 110, 118.
157
158

del progreso indefinido de Condorcet, que toma de Leroux. Este desgraciado y superfluo préstamo
-aunque muy en boga y de gran efecto en el mundo científico de su época- será la causa de
incontables confusiones, tanto entre sus amigos como entre sus enemigos”. “Su idea solidarista,
por la cual él luchó y murió, ha sido adoptada no solamente por la mayoría de los economistas que
vivieron después de él, sino también por los mismos Estados occidentales que también desde
hace más de medio siglo (Popescu publica su libro en 1954), empezaron a encauzar su política
436
hacia la realización del mismo ideal solidarista”.

AVELLANEDA

Iniciado 1849 Echeverría solicitó a Valentín Alsina, editor del Comercio del Plata luego del
asesinato de Varela, la inserción del canto compuesto diez años atrás en honor de los hacendados
insurrectos contra Rosas. El autor dedicaba el poema a la memoria de Castelli, Crámer y de todos
los artífices del levantamiento en Chascomús y Dolores. Escrito casi en su totalidad en el querido
reducto de Los Talas poco tiempo antes de emprender el exilio oriental, los originales fueron
abandonados con la huida pero conservados por una “señora muy patriota” quien los restituyó
luego a su autor. Ahora sólo agregaría al manuscrito la descripción del combate de Chascomús y
un trozo final, amén de ciertas correcciones oportunas. 437

Los que sobreviven tramontan los Andes


Que hollaron sus padres con pie vencedor,
Llevando consigo la patria bandera
Para ella esperando fortuna mejor.

¡Mentida esperanza! ¡Nueve años proscriptos!


Mejor combatiendo les fuera morir:
Cruzar a caballo sus verdes llanuras,
Ni a la sombra pueden del ombú dormir.

¡Silencio! Cayeron los nobles patriotas


Lidiando con brío por la Libertad:
La patria algún día libre de tiranos
Les pondrá corona de inmortalidad.
436
Popescu, Oreste, ob. cit, pp. 36-37, 68-77, 95-99, 140, 215-216, 236.
437
Carta de Echeverría a Valentín Alsina, editor del Comercio del Plata. Montevideo, enero 28 de 1849. Obras
Completas, pp. 665-666.
158
159

Entre mayo y junio la composición fue publicada en el diario acompañada de notas y


documentos aparecidos en La Gaceta Mercantil. Asimismo, la Imprenta del Comercio del Plata se
encargó de lanzarla en un “folleto” de 76 páginas en cuarto mayor que podía adquirirse en la
438
Librería Nueva de Montevideo de la calle 25 de Mayo.

Echeverría mientras tanto continuaba desempeñando sus funciones de miembro del


Instituto de Instrucción Pública. En mayo elaboró un informe en el que daba cuenta de algunas
irregularidades cometidas por el Colegio de Humanidades en lo referente al otorgamiento de
matrículas viciadas por planes de enseñanza no adecuados a disposiciones oficiales. Dichas
irregularidades consistían en el estudio simultáneo de latín, matemática, retórica y filosofía. Con la
firma del vicepresidente de la Peña y del secretario Palomeque, el Instituto ordenó al Colegio el
439
inmediato arreglo de las listas de matrícula según las disposiciones vigentes.

El 23 de junio, en carta a su amigo Alberdi residente en Chile, Esteban le confesaba estar


empachado de política. El ambiente le parecía vomitivo, encontrando sólo distracción al sumergirse
en la poesía, a la que por tanto tiempo había renunciado. Le tentaba engolfarse en aquel “mundo
ideal” mucho más que revolcarse por costumbre en la pocilga como un puerco. 440 Una semana
más tarde, Alberdi fechaba una misiva en la que le inquiría: “¿Qué es de su vida, que no me
escribe en tanto tiempo?” Juan Bautista le decía que el Dogma era su libro de cabecera y le
441
proponía viajar a tierras chilenas si decidiese abandonar Montevideo.

Por aquellos días, la capital del Uruguay se disponía a vivir un destacado suceso. Según
un decreto del 14 de julio de 1849, y en cumplimiento de una ley de 1833, el Poder Ejecutivo fijó
para el miércoles 18 en la iglesia de San Ignacio la inauguración de la Universidad Mayor de la
República. Presenciaron el acto, entre muchos, el presidente Suárez y los miembros del Instituto
de Instrucción Pública, declarados integrantes del Consejo Universitario por el decreto de erección.
El presbítero Lorenzo Fernández, vicario apostólico, fue designado rector y ante él prestaron
442
juramento los miembros del Consejo. En la ceremonia, el joven Octavio Pico recitó la poesía El
18 de Julio de 1849, debida a la pluma de Echeverría.

En tanto, mientras de duelo


Cubrís la Patria vosotros
Y blasfemando del Cielo,
Ultrajáis la humanidad;
Aquí para grande ejemplo
Con ruinas de vuestra furia
Se erige a la ciencia un templo,

438
Comercio del Plata, nros. 1042-1046, julio 2-6 de 1849.
439
Comercio del Plata, nro. 1056, julio 18 de 1849.
440
Carta de Echeverría a Juan Bautista Alberdi. Montevideo, junio 23 de 1849. Echeverría, Esteban, Páginas
autobiográficas, ob. cit, p. 93.
441
Carta de Juan Bautista Alberdi a Echeverría. Valparaíso, junio 30 de 1849. Echeverría, Esteban, Dogma Socialista.
Edición crítica y documentada, ob. cit, p. 457.
442
Comercio del Plata, nro. 1055, julio 17 de 1849.
159
160

443
Un trono a la libertad.

El 4 de agosto el Consejo Universitario celebró su primera reunión. Echeverría formó parte


de la comisión encargada de redactar el Reglamento y Plan de Estudios, temas que continuaron
444
tratándose durante septiembre.

Durante la segunda mitad de ese año, Esteban decidió encarar el último esfuerzo poético
de su existencia. Se trataba de una composición que recordaba el patriotismo del joven Marco
María de Avellaneda, líder de la coalición de provincias que desafiaron a Rosas en los años de
1840 y 1841. El “mártir de Metán”, como se lo llamó por haber sido ajusticiado en esa ciudad
salteña, había nacido en Catamarca en 1813. Cursó en Buenos Aires el Colegio de Ciencias
Morales y el Colegio de Estudios Eclesiásticos. En 1833 redactó junto a Ángel Navarro y Juan
María Gutiérrez El Amigo del País, que sostuvo al gobernador Balcarce. Caído este (1834) se
graduó de abogado y emprendió viaje a Tucumán junto a Alberdi y Mariano Fragueiro. En la
provincia norteña, de cuya Legislatura llegó a ser presidente, entabló amistad con el culto
gobernador Alejandro Heredia, asesinado en 1838 con la complicidad, según se dijo, del propio
445
Avellaneda.

El canto se inicia con una deliciosa evocación del país tucumano. Echeverría no recorrió
jamás el extenso territorio argentino. Para la composición de este poema se basó, en parte, en un
trabajo de Alberdi titulado Memoria descriptiva sobre Tucumán, del que aprovechó sus inspiradas
descripciones.

¿Conocéis esa tierra bendecida


Por la fecunda mano del Creador,
De cuyo virgen seno sin medida
Fluye como el aroma de la flor
La balsámica esencia de la vida,
Y se palpa su espíritu y su aliento
En la tierra, en la atmósfera, en el viento,
En el cielo, en la luz, en la hermosura
De su varia y magnífica natura?
Tierra de los naranjos y las flores,
De las selvas y pájaros cantores
Que el Inca poseyera, hermosa joya
De su corona regia, donde crece
El camote y la rica chirimoya,
Y el naranjero sin cesar florece,
Entre bosques de mirtos y de aromas,
Brindando al gusto sus dorados pomos.
443
Este extenso poema, del que copiamos un fragmento, no fue incluido en la edición de las Obras Completas. Lo
reprodujo el Comercio del Plata del 24 de julio de 1849 (nro. 1060) junto a una reseña de la inauguración de la
Universidad.
444
Universidad de la República Oriental del Uruguay, Fuentes para la Historia de la Universidad, serie I, tomo primero,
Actas del Consejo Universitario 1849-1870, Montevideo, 1949, pp. 5-6.
445
Palcos, Alberto, Historia de Echeverría, ob. cit, pp. 161-166. En cuanto al asesinato del general Alejandro Heredia:
Baldrich, Fernando A. de, Mariano Maza el “implacable represor”, revista Todo es Historia, nro. 79, Bs. As, diciembre de
1973, p. 35.
160
161

En siguientes versos destaca de Tucumán su pasado patriótico y glorioso.

De esa tierra brotaron


Los tercios y escuadrones que humillaron
En Tucumán y Salta el altanero
Orgullo del León de las Españas,
Y cruzando asperezas y montañas
Más allá del fatal Desaguadero
Colérico y bramando lo arrojaron:
Y allí el pueblo Argentino a las naciones,
Que antes siervo lo vieron del Hispano,
Mostrando sus trofeos y blasones
Les dijo, libre soy y soberano.

El joven Avellaneda medita sobre su existencia y el porvenir de su patria por entre los
campos que en 1812 dieron el triunfo a Belgrano. Todo era entonces muy distinto. A Mayo sucedió
la tiranía, como suceden a un jardín falto de cuidados, el barro y las hojas secas.

Un bando de egoístas
La puso en almoneda,
Después de ensangrentarla
Por ambición vulgar;
Y para escarnio suyo
Un ídolo monstruoso,
Sin genio ni virtudes,
Pusieron en su altar.

Corría 1841 cuando las provincias del norte se pronunciaron contra Rosas.

Y a la potente voz de Avellaneda,


Cuya mirada lo profundo abarca,
Tucumán y La Rioja y Catamarca
Y Salta con Jujuy, ya en torno suyo
Agolparse con júbilo y murmullo,
Para oponer, unidos como hermanos,
Al pendón federal y los villanos
Que sostienen su inicuo poderío
En Santiago y en Córdoba y en Cuyo,
El hierro destructor de los tiranos.

161
162

Los versos con los que Esteban imagina la decisión de Avellaneda de ponerse al frente de
la liga contra el Restaurador de las Leyes, alcanzan tiernos acordes al describir la despedida del
joven gobernador.

Y la mujer aquella, descubriendo


Su bello rostro de color de leche,
De pie se pone, oyendo
Del esposo la voz que le convida
A triste y dolorosa despedida.
Y asidos de la mano,
Con infantil asombro, sus dos hijos
Llevan la vista al padre,
Mientras llorosa la afligida madre
Mirada suplicante de cariño
Sobre el marido echando y el anciano,
Se expresa así con el candor de un niño:

DOLORES

¡Partir, esposo mío! Asesinarme


Fuera mejor...

EL JOVEN

¿No estaba ya resuelto?

DOLORES

No puedo aunque quisiera, separarme


De ti y de mi familia; lo he revuelto
Bastante en mi cabeza, y sin coraje
Se siente el corazón para este viaje,
Desde que sé, mi Marco, que a la guerra
Tú muy pronto te vas.

Tras la derrota sufrida por Lavalle en Famaillá, Gregorio Sandoval, que pertenecía a su
escolta, traiciona al jefe vencido y captura a Avellaneda. La llegada del gobernador y de sus
hombres al campamento federal tiene lugar en medio de las coplas burlescas que Esteban pone
en boca de los soldados.

¿Cuál será el gobernador?


¿El más viejo o más muchacho?
El de la barba sin flor.
Lástima es; parece un guacho
Con los aires de señor.

162
163

Y oyen cantar en redor:


Salud al gobernador
Del rebelde Tucumán;
No quiere ya ser traidor,
Y se aparece en Metán
Con bonete de Doctor.

Le jugaron una treta


Los de la federación;
Y perdiendo la chaveta,
Como perdiera el bastón,
Viene en desnudez completa.

Interrogado por Mariano Maza, Avellaneda responde con decidida valentía, como su par, el
protagonista de El matadero, compañero de suplicio en manos mazorqueras. A poco de
permanecer cautivos, el joven y sus amigos son degollados. La dulce atmósfera salteña contrasta
con la feroz ejecución de las diestras dagas.

El sol ya se escondía
Detrás de las montañas,
Y al través de los árboles gigantes,
En las hondas quebradas esparcía
Aquella vaga y uniforme lumbre
Que a los objetos da formas extrañas,
Indecisas, redondas o flotantes.
Arrebolado el cielo
Con nubes de carmín y de topacio
Sobre azul transparente, parecía
Un magnífico velo
Tendido en la portada del palacio
De lo infinito, eterno y absoluto...
La brisa de los Andes removía
La copa de los cedros y lapachos,
Y escondida en las ramas
De los naranjos verdes o quebrados,
Su gemido la tórtola o su arrullo
Mezclaba a los armónicos rumores
Del zorzal y otros pájaros cantores;
Y de la tierra todo parecía
Alzarse al cielo un vívido murmullo,
Un cántico de hosanna y de alegría.
De los pechos humanos solamente
Se exhalaban sollozos o gemidos,
Gritos de sangre o de furor demente
De verdugos, tiranos y oprimidos.
...

163
164

La señal da un clarín, y estrepitosa


La música a tocar la resbalosa
Empieza de repente,
Y entre la chusma aquella el regocijo
Circula como eléctrica corriente.
Al oír la señal, cinco sayones
Sobre las tristes víctimas se lanzan
Y las tienden de espaldas a empellones;
Y mientras ellas roncan y patean
O en convulsiva lucha forcejean,
En su pecho clavando una rodilla
Y asiendo con la izquierda su cabello,
Al compás de la horrible resbalosa
Les hunden el cuchillo por el cuello.
Se oyen ayes y gritos sofocados
Y hervidero de sangre a borbollones,
Y de pies a cabeza ensangrentados
Se enderezan altivos los sayones
...
Avellaneda, en tanto,
Impasible, no muestra
Flaqueza ni quebranto
En el terrible trance; y hacia el cielo,
Donde tiende el crepúsculo su velo
De negruzco color, de cuando en cuando
La pupila fosfórica llevando,
Con estoica firmeza
Burlar de su verdugo
Parece la antropófaga fiereza.

Pero llega para él la hora postrera.


Vuelve a tocar la música sonora
La sonata agorera
De regocijo y de matanza fiera,
Y un sayón se aproxima, y en la diestra
Resplandeciente daga
Sonriendo al mártir de la Patria muestra;
Su noble cuello con el filo amaga
Varias veces; lo hiere y sangre fluye...
Y se yergue indignado, y arrojando
Mirada que electriza el torpe bando,
Exclama el mártir: -”Bárbaro, concluye;
No más me martirices”. Fiero entonces
El sayón de estatura gigantesca
Lo tiende boca arriba; del cabello
Lo agarra, comprimiendo con la planta
Su pecho varonil, y en un momento
A cuchillo cercena su garganta,
Como rebana el árbol de un hachazo

164
165

Del montaraz el formidable brazo.


Un ¡ay! resuena de profunda angustia,
Un áspero ronquido, y un murmullo,
Y el sayón levantando, ebrio de orgullo,
Muestra a la turba de terror transida
En la sangrienta mano suspendida,
Radiante de prestigio y de grandeza
Del mártir de la Patria la cabeza.

La ejecución tuvo lugar el 3 de octubre de 1841. Manuel Oribe, en comunicación a Rosas, le


informó que el coronel Suárez, el capitán Espejo y el teniente primero Souza habían sido
ajusticiados “en la forma ordinaria, a excepción del salvaje unitario Avellaneda, a quien por añadir a
esta calidad la de cómplice y uno de los promotores del horrible asesinato perpetrado en la
persona del Excmo. Sr. General D. Alejandro Heredia, además de otros muchos crímenes, le
mandé cortar la cabeza que será colocada a la expectación de los habitantes en la plaza pública
de la ciudad de Tucumán”. 446

Echeverría concluyó el trabajo en septiembre del 49, dedicándoselo a su compatriota y


amigo Juan Bautista Alberdi. La Imprenta Francesa de Montevideo lo publicó al año siguiente. A
juicio de Martín García Merou, Avellaneda y La Cautiva son lo más original y hermoso del autor
447
romántico.

Semanas más tarde Esteban recibió desde París noticias de Félix Frías, el antiguo
secretario de Lavalle. Este pensador católico veía con sus propios ojos el acontecer político
desencadenado en Francia con la proclamación de la república que tantos elogios había merecido
para nuestro hombre. “No seré yo el que proponga a mis amigos del Plata esta república como
modelo que debamos imitar”, escribía. Y seguía: “He pensado que la república es imposible aquí -
ella pide juicios y virtudes que aquí faltan, y sólo distinguen a los hombres de raza anglosajona”. La
insensatez y las pasiones insuflaban decadencia al reciente espíritu revolucionario. 448

En febrero de 1848, Sarmiento retornó a Chile luego de haber recorrido Europa, el norte de
África, los Estados Unidos y el Canadá. A principios de 1849 fundó en Santiago el diario La
Crónica y publicó De la Educación Popular, trabajo en el que condensó sus observaciones sobre
educación, como fruto de su reciente viaje. En abril lanzó el primer tomo de Viajes en Europa,
África y América. De las tres obras envió ejemplares a Echeverría, según correspondencia de
diciembre de ese año. “¿Por qué me manda mensajes con Alberdi, y no me escribe Ud. dos
rengloncitos, que serían aquí recibidos con más amor sin duda que los reclamos de Rosas, y su
constelación de Gobernadores, ranas, que gritan para que sea más musical el rebuzno?”, se
quejaba el sanjuanino, cuyo pedido de extradición había solicitado Juan Manuel a Chile en dos
oportunidades. “He leído recién anteayer su cuadernito sobre la revolución del Sud, y me ha
interesado vivamente”, continuaba Sarmiento. “¡Cuánto tiro disparado a gallinazos amigo, los que
Ud. y tantos jóvenes dignos, sin excluirme yo disparamos contra ese malaventurado poder! Pero
no nos desalentemos, que hay galardón cierto, aquí en este mundo, para las buenas y valientes

446
Comunicación de Manuel Oribe a Juan Manuel de Rosas. Metán, octubre 3 de 1841. Notas al canto tercero del
poema. Obras Completas, p. 764.
447
García Merou, Martín, ob. cit, p. 273.
448
Carta de Félix Frías a Echeverría. París, octubre 2 de 1849. Echeverría, Esteban, Dogma Socialista. Edición crítica y
documentada, ob. cit, pp. 439-440.
165
166

ideas”. A renglón seguido rectificaba una afirmación incluida en el capítulo Montevideo de su libro
Viajes. “Dije una vez que estaba Ud. enfermo de espíritu y de cuerpo, y me aseguran que revienta
449
de gordo”. Quién le habrá dicho semejante cosa de un hombre ya próximo a la muerte,
penetrado por la tisis y resignado a no ver más el cielo de su patria ni las ondas dulces de su río.

El año finalizaba para Echeverría con el lanzamiento en París de su poema La Guitarra o


Primera Página de un Libro, el primer trabajo de extensión escrito en el exilio, allá por 1842, que
cantaba el infortunado amor entre Celia y Ramiro, construido con los sones de la permanente
“vihuela”. Félix Frías había trabajado en aquella ciudad a favor de su publicación y Echeverría
quedó en Montevideo esperando la remisión de 200 ejemplares por conducto de Augusto Las
450
Casas, corresponsal del Correo de Ultramar en esta ciudad. El 15 de diciembre, el periódico de
la capital francesa dio a luz la mencionada composición, junto a una litografía de su autor que lo
mostraba de tres cuartos de perfil y luciendo una fina barba en forma de u. Hacia marzo de 1850 la
obra ya era conocida en Buenos Aires. El retratista italiano Bettinotti se ofreció a distribuirla con la
condición de quitar la “mordaz” cuarteta final que aludía a la agonía de la patria “entre las manos
de imbéciles y bárbaros tiranos”. 451

Como miembro del Consejo Universitario del Uruguay continuó entretanto Esteban
asistiendo a las sesiones celebradas en Montevideo. Presenció exámenes de matemática y, por
dictamen suyo, logró la admisión de un alumno para rendir esa materia del primer curso. Fue la
séptima reunión del Consejo y tuvo lugar el 31 de diciembre de 1849. 452

449
Carta de Domingo Faustino Sarmiento a Echeverría. Santiago de Chile, diciembre 12 de 1849. La correspondencia
fue interceptada por los agentes de Juan Manuel de Rosas y publicada en la Gaceta Mercantil del 6 de mayo de 1850.
Palcos, Alberto, Historia de Echeverría, ob. cit, pp. 254-255.
450
Carta de Echeverría a Félix Frías. Montevideo, abril 8 de 1850. Urien, Carlos M, Esteban Echeverría. Ensayo crítico-
histórico sobre su vida y obras con motivo de la erección de su estatua, Cabaut y Cía, Editores, Bs. As, 1905, p. 119.
451
Carta de E. Bettinotti a Echeverría. Bs. As, marzo 10 de 1850. Archivo General de la Nación, Colección Museo
Histórico Nacional, Legajo 24, nro. 2914.
452
Universidad de la República Oriental del Uruguay, Fuentes para la Historia de la Universidad, ob. cit, pp. 5-19.
166
167

TRISTEZA

La Sala de Representantes de la provincia de Buenos Aires ratificó el 24 de enero de 1850


la convención Arana-Southern, celebrada el 24 de noviembre del año anterior, por la que debió ser
evacuada la isla de Martín García y devueltos los barcos argentinos apresados por las fuerzas
británicas. Esa misma legislatura reeligió gobernador a Rosas para el período 1850-1855.

La provincia vivía desde 1848 una etapa de crecimiento económico. Exportaba sus
productos y recibía importaciones. Finalizado el bloqueo llegaron nuevos inmigrantes, se recuperó
la industria de la construcción y se contó con la aduana como fuente de ingresos. Sin embargo,
1850 soportó una ola de inflación motivada por el aumento de la exportaciones y el crecimiento de
la población y de la demanda, sumados a una grave sequía.453

La enemiga Montevideo presentaba por aquel año un panorama muy distinto al de su


vecina Buenos Aires. Las casas estaban destruidas y los talleres cerrados. Las hostilidades
militares paradas. Desde el Cerrito, Oribe manejaba una ciudad paralela. Transcurrían meses sin
que se disparase un sólo tiro. La ciudad se transformó en mito con la publicación, a principios del
454
50, de la obra de Alejandro Dumas Montevideo our une Nouvelle Troie.

A mediados del año visitaba la ciudad el viajero francés Xavier Marmier. Intelectual de valía
y traductor de Goethe, llegaría a ocupar un sillón en la Academia Francesa. Luego de permanecer
algún tiempo en Buenos Aires, a la que describió con singular maestría, arribó a Montevideo a
bordo de un paquebote inglés. La desolada ciudad no escapó a su atenta mirada de extranjero.

A cada paso pueden observarse los efectos de la guerra. La decadencia del comercio y las
quiebras consiguientes, échanse de ver por uno y otro lado, en las puertas de las tiendas, otrora
florecientes y ahora cerradas, en los talleres silenciosos, en el ala incompleta de un edificio que un
negociante empezó a construir lleno de esperanzas y que no pudo terminar. Montevideo diríase

453
Lynch, John, ob. cit, pp. 289-290.
454
Sáenz Quesada, María, En la Nueva Troya, ob. cit, pp. 83-85.
167
168

una de esas ciudades sorprendidas por un temblor de tierra o por la erupción de un volcán; con el
sacudimiento del suelo, algunas fortunas sucumben, otras quedan a salvo.

Su pluma dio también noticia de los emigrados argentinos y se detuvo en la vida y obra de
Echeverría. Repasó sus producciones y mantuvo con el proscripto algunas horas de charla.
Esteban le confió su situación, le explicó de su formación francesa y de sus actividades de poeta y
de político. Forzado a salir de su país, vio sus bienes confiscados y su casa saqueada. Las pláticas
con el viajero se llenaron de una “dulce melancolía” por las alegrías pasadas.

Para quien, como yo, se había encontrado en París en aquella época, y experimentado las
mismas emociones, resulta una sorpresa muy agradable escuchar, a tres mil leguas de distancia, y
en una casa modesta de Montevideo, cómo son recordadas por un extranjero aquellas clases de la
Sorbona que eran un acontecimiento, y aquellos dramas, y aquellas poesías de la escuela
romántica que una juventud entusiasta saludaba como el descubrimiento de regiones hasta
entonces ignoradas. ¡Cuán lejos está todo aquello! El pobre poeta argentino lo recuerda en su
retiro. 455

Contando con los buenos oficios de un amigo, buscó vender sus bienes en Buenos Aires.
Pero el comprador se negaba a adquirir objetos embargados, y sabiendo la crítica situación del
456
poeta, mandó tomar informes en el mismo establecimiento de Los Talas.

En abril de 1850, Echeverría envió a Félix Frías el manuscrito de El Ángel Caído para que
procurase su edición en París. Se entusiasmó diciéndole que con el concurso de litografías la obra
podría convertirse en “la primera producción monumental de nuestra literatura”. Lo que lamentaba
era la ausencia en la capital francesa del pintor Mauricio Rugendas quien, de paso por Montevideo,
le había regalado a Esteban algunos “croquis” para La Guitarra. Respecto a la impresión del Ángel
la pretendía en forma de libro, con tipos de imprenta grandes, tal vez en dos volúmenes. Claro que
de tal impresión no soñaba con lucrar. “Nunca se me ha ocurrido -le confesaba a Frías- que entre
nosotros podría ganarse nada escribiendo y mucho menos escribiendo versos. Sólo la deplorable
situación de nuestro país ha podido compelerme a malgastar en rimas estériles la sustancia del
cráneo”. En rigor de verdad Echeverría continuó trabajando en el poema después de 1846, ya que,
como lo señaló Rafael Alberto Arrieta, el manuscrito póstumo que ocupó el segundo volumen de
las Obras Completas lanzadas por Casavalle, constaba de once partes y ocho mil versos, mientras
que Gutiérrez había anunciado en su América Poética la existencia de un poema inédito de
457
Echeverría “de ocho cantos y más de cinco mil versos”. De todos modos, para Esteban sería
mortificante el regreso de su Ángel sin el previo paso por la imprenta, pero, como tantas veces en
su vida, otro sueño le quedaría trunco. Si hasta se había tomado el trabajo de remitirle a Frías un
retrato suyo que no era otro que el ejecutado por Carlos Pellegrini en 1831. Su interés por la
aparición en Europa de El Ángel Caído era tanta, que autorizó a su amigo el trazado de algún
prefacio biográfico que el propio Echeverría se encargaba de comentar.

En él diría usted, que nací en Buenos Aires, donde estudié latín, francés y filosofía, que, en
1825, siendo muy joven, hice viaje a París, cuyas escuelas frecuenté cerca [de] cinco años,
regresando a mi patria, a mediados del año 30, después de haber visitado la Inglaterra; que

455
Marmier, Xavier, Buenos Aires y Montevideo en 1850, Traducción, prólogo y notas de José Luis Busaniche, Arca
Editorial S. R. L, Montevideo, 1967, pp. 120-130.
456
Carta de M. M. a Echeverría. Bs. As, noviembre 24 de 1849. Archivo General de la Nación, Colección Museo
Histórico Nacional, Legajo 24, nro. 2906.
457
Arrieta, Rafael Alberto, ob. cit, p. 106.
168
169

actualmente resido emigrado en Montevideo, donde como uno de tantos he sufrido las penurias y
conflictos de su largo asedio de siete años; que he publicado algunas obras, las que puede usted
458
nombrar, para que se vea que no soy un escritor advenedizo.

Tiempo atrás, creyó oportuno dedicar el extenso trabajo a su amigo Vicente Fidel López, al
enemistarse -por razones que ignoramos- con el general Pacheco y Obes, primitivo destinatario del
459
obsequio.

Cuatro años después de su aparición, el Dogma Socialista seguía dando que hablar.
Admirado y subestimado, el máximo galardón de Echeverría como escritor político había alcanzado
cierta difusión sudamericana. En la Argentina lo conocían Urquiza y Pedro de Angelis, en Chile lo
recogieron Gutiérrez y Alberdi, en Montevideo residía su autor. Desde Bagé, la ciudad brasileña de
Río Grande do Sul, Juan Andrés Herrera le expresaba que el Código o Creencia era “lo más
460
realizable y lo único capaz de dar un largo y pasmoso porvenir” a la tierra argentina.

En aquel otoño de 1850, un Echeverría que se sentía solo y olvidado por sus amigos,
escribía a Alberdi una carta llena de indignación contra Sarmiento. Había tenido oportunidad de
leer hacía poco el tomo de los Viajes, encontrando desubicadas ciertas afirmaciones del
sanjuanino sobre su persona y estado de salud, escritas luego de su visita a Montevideo. Para
Domingo, Esteban era un “alma elevadísima” que sufría “moral y físicamente”. Sus trabajos
461
constituían “serias lucubraciones”.

Como era su costumbre Echeverría exageró y llevó al extremo aquello con lo que no
estaba de acuerdo, sulfurándose sobremanera y haciéndole decir a su “rival” mucho más de lo
realmente expresado.

Hago muy poco caso de los elogios de Sarmiento, porque ni entiende de poesía ni de
crítica literaria, pero han debido herirme sus injurias, porque soy proscripto como él y le creía mi
amigo. Me ha dicho en letra gorda lo que La Gaceta y el Archivo no se han atrevido a decirme
calificando mis escritos políticos de lucubraciones, y me ha declarado ex-cátedra cual otro
Hipócrates, enfermo de espíritu y cuerpo, lo que equivale a decir que valgo como hombre y como
inteligencia poco menos que nada.

Este regalo de sandeces me lo hace exabrupto, sin motivo ni provocación, como el bandido
descarga un tiro o una puñalada sobre el viajero; y me lo hace del modo más inaudito y soez que
se haya visto entre hombres de pluma, porque está poseído de la manía del cuento y de la
anécdota, creyendo que los que forja tienen, sin duda, mucho chiste y gracia. Pudo agregar para
amenizar el cuento sobre mi persona, que cuando estuvo a verme por primera vez, me encontró
cubierto de llagas o rascándome al sol la lepra con una teja como el santo varón Job. Esto hubiera
sido muy curioso, y sobre todo muy instructivo para los lectores de sus viajes. Sólo extraño una
cosa y es que no haya yo tenido en Chile un amigo que me defienda; y que estando Juan María

458
Carta de Echeverría a Félix Frías. Montevideo, abril 8 de 1850. Urien, Carlos M, ob. cit, pp. 119-124.
459
Carta de Echeverría a Vicente Fidel López. Montevideo, s/f. Palcos, Alberto, ob. cit, p. 245.
460
Carta de Juan Andrés Herrera a Echeverría. Bagé, abril 25 de 1850. Echeverría, Esteban, Dogma Socialista. Edición
crítica y documentada, ob. cit, p. 458.
461
Ver capítulo El manso varón.
169
170

[Gutiérrez] al lado de Sarmiento haya permitido que se escriba de ese modo contra un hombre que
fue su amigo y que vive en la proscripción por patriota sufriendo como pocos”. 462

¡Lástima grande que el poeta porteño haya muerto negando la amistad de Sarmiento y
tomando tan erróneamente algunas de sus expresiones! Terminó por considerarlo un vanidoso
que exaltaba su persona a causa del interés que ponía Rosas en su extradición. 463

Un mes más tarde, el 9 de julio, una segunda carta dirigida a Alberdi demostraba que la
ofuscación de Echeverría se mantenía inconmovible. Aseguraba que Sarmiento le debía una
completa satisfacción, de lo contrario le haría “sudar la gota gorda”. Solamente su enfermedad y
amargura y el estado de exaltación provocado por los comentarios de ese “envidioso”, pudieron
hacerle decir a Esteban que los escritos del sanjuanino constituían “divagaciones fantásticas,
descripciones y raudal de cháchara infecunda”, cuando hasta hacía poco lo reputaba como el
mejor escritor entre los jóvenes exiliados. Qué pena causa la lectura de aquel injusto párrafo en el
que Echeverría desespera diciendo: “Puedo decirlo sin jactancia: soy el único escritor
verdaderamente dogmático del Plata; los palabreros como él pululan, y los considero una
verdadera plaga para el país (...) Cuando lea el Avellaneda, podrá ver mejor cual de los dos, tiene
más bien puesta su cabeza sobre los hombros, porque las últimas producciones de Sarmiento no
464
revelan sino extravío mental”.

Aquellos últimos meses de 1850, sin duda alguna, no sólo significaron el recrudecimiento
de su enfermedad pulmonar, de su tuberculosis, sino que también crearon en él una suerte de
duda en cuanto a quiénes eran sus verdaderos amigos. Gutiérrez y Alberdi, tan lejanos desde
hacía más de siete años, con el mandato de hacer valer el Dogma de Mayo en tierras chilenas,
¿por qué no viajaban para verlo, para estar junto a él en esos tramos finales de su vida? ¿Ya lo
habían olvidado al conquistar un prestigio intelectual y una libertad mucho más amplia de la que
gozaba el “maestro” encerrado en Montevideo? Y Mariquita Sánchez viviendo en Buenos Aires,
¡cómo extrañaba sus dulces manos y aquel aire bello que emanaba de su talle!

El 10 de agosto Félix Frías le expresaba: “Me importa que Ud. me mande su folleto en que
hablaba de los trabajos de los jóvenes argentinos y que contiene nuestro código y las otras
publicaciones que Ud. ha hecho ahí, las cartas a Angelis, etc. Es preciso estar preparados. Para mí
la existencia de Rosas llega a su término, y conviene que sepamos entendernos sobre la
465
inteligencia verdadera de las cosas americanas y de las europeas”.

Echeverría se despedía del mundo dejando gran cantidad de trabajos inconclusos. Juan
María Gutiérrez conservó “el plan de dos dramas históricos americanos” en cinco actos, de los que
sólo pudo componer los nombres de sus personajes en carátulas autógrafas. El primero de ellos,
titulado Mangora, transcurría en la fortaleza de Sancti Spiritus, la construcción que Gaboto levantó
en territorio argentino en 1527. Intervenían en el “plan”, entre muchos, Mangora, cacique de los
indios timbúes, su hermano Siripo y Diego Miranda. El segundo drama, La Pola, o el amor y el
patriotismo, evocaba a la heroína neogranadina de los tiempos de Bolívar “que ni agua quiso de
mano de los soldados de Morillo, cuando seguía, fatigada, tras las huellas de su querido, el camino

462
Carta de Echeverría a Juan Bautista Alberdi. Montevideo, junio 12 de 1850. Kisnerman, Natalio, Historia de una
amistad: Sarmiento-Echeverría, ob. cit, p. 79.
463
Ibídem, p. 79.
464
Carta de Echeverría a Juan Bautista Alberdi. Montevideo, julio 9 de 1850. Ibídem, p. 80.
465
Carta de Félix Frías a Echeverría. París, agosto 10 de 1850. Echeverría, Esteban, Dogma Socialista. Edición crítica y
documentada, ob. cit, p. 441.
170
171

que le señalaba el verdugo”. El personaje cautivó tanto a Echeverría que llegó a documentarse con
minuciosidad para dar verdad a la composición deseada. Gutiérrez opinaba que, de haberse
concluido, “le habría proporcionado ocasión de dar mayor bulto a su Brian y a su María,
sublimándolos ante el patíbulo de los tiranos por la virtud del amor y del patriotismo”. 466 Sus obras
conservan también fragmentos de dos poemas dramáticos y el argumento en prosa de un “drama
joco-serio, satírico-político” denominado Mefistófeles. El primero de aquellos poemas, Comala, está
inspirado en leyendas nórdicas europeas, el otro, Carlos, es una reflexión profunda de influjo
byroniano sobre la existencia del hombre mezclada de algunos párrafos autobiográficos.

Echeverría había asistido el 18 de mayo de 1850 por última vez a las sesiones del Consejo
Universitario. En las reuniones del 27 de junio, del 1 y del 6 de agosto faltó con aviso. Finalmente,
el día 18 informó oficialmente la necesidad de ausentarse del país dos meses por motivos de
467
salud. Remontando las aguas del Uruguay arribó a la ciudad brasileña de Río Grande y de allí
468
llegó a Pelotas.

La vida de Esteban Echeverría concluía poco antes del comienzo del fin de Rosas. El 31
de agosto, a nombre del gobierno francés, el almirante Lèpredour levantó el bloqueo al puerto de
Buenos Aires. En octubre, Brasil rompió relaciones con la Confederación y formó una alianza con
el Paraguay con el objetivo de lograr la independencia del Uruguay. 469

El poeta regresó precipitadamente a Montevideo. Allí permaneció encerrado en la casa de


la familia Platero, ubicada en la calle Colón 91, donde ocupaba dos habitaciones cedidas por el
470
gobierno oriental. Débil, solitario como era su costumbre desde niño, borroneando algún que
otro poema, recordaría a la lejana patria argentina.

Con ojos entrecerrados Esteban afrontaba de nuevo la fatiga, mientras le sobrevenía la


tos, alzada contra su pecho.

466
Gutiérrez, Juan María, Noticias biográficas, Obras Completas, p. 148.
467
Universidad de la República Oriental del Uruguay, Fuentes para la Historia de la Universidad, ob. cit, pp. 28-39.
468
Mercante, Víctor, Esteban Echeverría. Impresiones sobre la vida del sociólogo y del político, La Prensa, Bs. As,
enero 1 de 1928.
469
Lynch, John, ob. cit, p. 293.
470
Carta de Rosario Cabral de Superí a Ángel J. Carranza. Bs. As, febrero 5 de 1882. Archivo General de la Nación,
Colección Museo Histórico Nacional, Legajo 57, nro. 9707.
171
172

LA MUERTE

El domingo 19 de enero de 1851 por la mañana, Rosario Cabral de Superí y Patricia de


Baltar recibieron del poeta Echeverría el último suspiro. Habían cuidado de su salud en medio de
las penurias del sitio hasta que la tisis pulmonar acabó con su existencia. Tenía cuarenta y cinco
años y había nacido en Buenos Aires el 2 de septiembre de 1805. En las Noticias biográficas que
encabezaban el quinto tomo de sus Obras Completas (1874), escribió Juan María Gutiérrez: “La
existencia trabajada de Echeverría no podía ser larga. La sombra de la muerte le siguió por
muchos años: pasó la vida al borde del sepulcro; cada uno de sus versos es un quejido, cada una
de sus producciones una larga lucha entre su espíritu sano y su cuerpo encorvado bajo la
enfermedad. Era muy frecuente hallar en las postdatas de su correspondencia con los amigos
ausentes una despedida ‘para un largo viaje, del cual no volverá jamás’, y para el cual estaba
siempre preparado. Estos adioses eran tanto más dolorosos para los que le querían bien cuanto
que inspiraban una serenidad y resignación de ángel, acompañada siempre de algún nuevo
proyecto intelectual que requería años para llevarle a término”. 471

Autorizadas por Vicente Fidel López, Rosario y Patricia se deshicieron de las pobres
472
pertenencias del exiliado, conservando tan sólo los papeles de importancia y unas ocho onzas.

Su cuerpo fue velado en una casa de la calle Misiones, tal vez ocupada por Valentín Alsina
o la familia de Florencio Varela. Los funerales se celebraron al día siguiente de su muerte y fueron
solventados por el gobierno. Asistieron a la iglesia Catedral, Manuel Herrera y Obes, ministro de
Gobierno, José Mármol, Fermín Ferreira, Francisco Acuña de Figueroa, funcionarios públicos y
militares y su secretario Valentín Cardoso. Llegado el féretro a la capilla del Cementerio Central,
los responsos fueron dirigidos por el presbítero José Martín. Inmediatamente después, puesto el
ataúd sobre una mesa, Acuña de Figueroa recitó una poesía en nombre del Instituto de Instrucción
Pública.

Divino vate, de inmortal memoria.


Ilustre Echeverría,
Tú en edad juvenil con alta gloria

471
Gutiérrez, Juan María, Noticias biográficas, Obras Completas, p. 148.
472
Carta de Rosario Cabral de Superí a Ángel J. Carranza, cit.
172
173

En tu patria brillaste, y en la mía;


¡Y hoy polvo yaces en la tumba fría!
Ya tu luz se extinguió: y acongojado
Te llora el Instituto;
Ya el premio a tu virtud el cielo ha dado,
Y yo ante tu sepulcro en llanto, y luto,
¡Un suspiro te envío por tributo! 473

Mármol expresó: “En el Sr. D. Esteban Echeverría, la literatura del Plata acaba de perder
una de sus más bellas ilustraciones ¿Y cuándo? Cuando la perpetuación de la tiranía y la barbarie
parece profetizar a estos pueblos la extinción de su inteligencia, como han extinguido la libertad y
la justicia”. Y finalizó diciendo: “El respeto por la desgracia humana es una inspiración de Dios en
el corazón de los hombres; tributémoslo, pues, a esta tumba, en nombre de la patria, en nombre
de las letras, en nombre del infortunio y de la amistad”. 474

Los restos de Esteban fueron colocados en uno de los nichos del cementerio por
disposición de Herrera y Obes, según consta en un escrito de puño y letra de López reproducido
luego por Gutiérrez. 475

Alsina escribió en el Comercio del Plata: “En el Sr. D. Esteban Echeverría, víctima de
dolencias prolongadas, nuestra escasa literatura ha perdido un brillante sostén, y el tirano de su
patria un decidido enemigo. Emigrado distinguido y concienzudo, ni las enfermedades, ni la
pobreza, ni las seducciones quebrantaron su fe, ni fueron parate a hacerle incurrir en actos
desdorosos. Conocido ventajosamente aun en el mundo literario de Europa, cuyos diarios
apreciaron debidamente sus producciones y se honraron con su retrato, Echeverría vivió sin
476
mancha y murió con gloria”.

Cuatro meses más tarde, desde Santiago de Chile, Sarmiento homenajeaba a Echeverría
en las columnas del periódico Sud América. “La República Argentina acaba de perder en don
Esteban Echeverría uno de sus más célebres bardos. El suelo extranjero ha recogido sus restos,
como los de tantos otros argentinos esclarecidos en las armas, en el foro, en la tribuna, o en las
letras, que han quedado sembrados por la tierra por la desgracia, sin ver abrirse las puertas de la
477
patria que habrían honrado con sus talentos”. Semanas después, el diario publicaba el canto
primero del poema Avellaneda.

También en mayo, Alberdi lo recordaba en Valparaíso. “En la temprana muerte de


Echeverría, decía, se han malogrado un hombre y un talento. Su corazón era tan puro y elevado,
como brillantes las facultades de su inteligencia: asociación rara de cualidades en nuestra América
tan fecunda en talentos, como estéril en caracteres”. “Todas las novedades inteligentes ocurridas
en el Plata, y en más de un país vecino, desde 1830, tienen por principal agente y motor a
Echeverría. Él cambió allí la poesía, que hasta entonces había marchado bajo el yugo del sistema
denominado clásico; introdujo en ese arte las reformas que este siglo había traído en Europa.

473
El Siglo. Montevideo, septiembre 12 de 1905. Urien, Carlos M, ob. cit, p. 112.
474
Comercio del Plata, nro. 1502, enero 21 de 1851. Obras Completas, tomo V, 1874, CLI-CLII.
475
Palcos, Alberto, Historia de Echeverría, ob. cit, p. 220-221.
476
Comercio del Plata, nro. 1502, enero 21 de 1851. Obras Completas, tomo V, 1874, CXLIX.
477
Sud América, mayo 1º de 1851. Sarmiento, Domingo Faustino, Obras Completas, ob. cit, tomo III, p. 339.
173
174

Gutiérrez y Mármol, y cuántos jóvenes se han distinguido en el Plata como poetas, son discípulos
478
más o menos fieles de su escuela”.

Hemos dicho que Esteban murió cuando se iniciaba el fin de la tiranía de Rosas. En efecto,
el 1º de mayo de 1851, el mismo día en que Sarmiento publicaba su necrológica en Chile, Justo
José de Urquiza le retiraba a Rosas el manejo de las relaciones exteriores y negocios de paz y
guerra en lo que correspondía a la provincia entrerriana. Este estado quedaba entonces en
condiciones de entenderse con los demás países del mundo hasta la definitiva constitución de la
República. El 29 de mayo, el Brasil, el Uruguay y Entre Ríos celebraron en Montevideo una alianza
secreta ofensiva y defensiva por la cual se comprometían pacificar al territorio uruguayo y expulsar
de él al general Manuel Oribe, tornándose la alianza contra Rosas en caso de agresión por parte
de Buenos Aires. 479 En julio, Urquiza invadió la República Oriental. Dos meses más tarde, 16.000
480
hombres del Brasil hicieron lo propio. El 21 de noviembre, los tres estados mencionados, más
la provincia de Corrientes, se aliaron con el fin de “libertar al pueblo argentino de la opresión” que
481
sufría “bajo la dominación tiránica del gobernador don Juan Manuel de Rosas”. El 8 de octubre
capituló Oribe y su ejército pasó a manos del caudillo entrerriano.

El 3 de febrero de 1852, en la batalla de Caseros, Urquiza derrotó a Rosas, quien se


embarcó rumbo a Inglaterra. Sarmiento y Mitre entraron en Buenos Aires junto a las fuerzas
vencedoras. En mayo arribó Gutiérrez, aceptando el ministerio de Gobierno ofrecido por Vicente
López y Planes. En Valparaíso, Alberdi redactaba las Bases y puntos de partida para la
organización política de la República Argentina. El diario porteño La Nueva Época publicó entre
fines de febrero y principios de mayo el Dogma Socialista y la Ojeada retrospectiva, obras de
Echeverría a las que se agregarían, también, las Cartas dirigidas a de Angelis.

El sepulcro donado a Echeverría pertenecía a la familia de Fernando Echenique, la que


regresó a Montevideo tras la pacificación del Uruguay. Aquello se parecía más a una fosa común, y
sus legítimos dueños removieron algunos restos aglomerados, entre los que se encontraban los de
Echeverría, que desaparecieron. 482 Otra versión indicaba que el muro que contenía el nicho del
483
poeta se desmoronó hacia 1855 o 1856 perdiéndose, por consiguiente, huesos y féretro.

En 1905, con motivo de cumplirse el centenario de su nacimiento, cobró impulso la idea de


dar con los restos mortales a efectos de su repatriación, a la vez que se proponía erigir una estatua
a su memoria. Desde Montevideo, Ángel Floro Costa creía inexacta la versión del derrumbe de la
pared del viejo cementerio y abrigaba la esperanza de encontrar esas “reliquias preciosas”. 484 El
diario oriental El Siglo daba cuenta de las tareas de búsqueda encaradas por la Municipalidad de
Montevideo y de la consulta prolija de los libros de defunciones desde 1848 en adelante. 485 Sin
embargo, reporteado el anciano general Mitre, aseguró que el cementerio se había transformado
durante el sitio en campamento de los soldados, cometiendo algunos la osadía de mover los
ataúdes de lugar al convertir los nichos en improvisados dormitorios. Para el ex-presidente, no
quedaba probabilidad alguna de encontrar los restos del poeta. “Esta vez, concluía, sí, puede
decirse que la muerte no ha tardado en igualar y confundir a todos... Después del sitio, nadie o
478
Obras Completas, tomo V, 1874, LXXXVIII-XC.
479
Etchart, Martha B. y Douzón, Martha C, ob. cit, pp. 84-87.
480
Lynch, John, ob. cit, p. 299.
481
Etchart, Martha B. y Douzón, Martha C, ob. cit, pp. 89-91.
482
Palcos, Alberto, Historia de Echeverría, ob. cit, p. 221.
483
Afirmación de Juan Ramón Silveyra. Urien, Carlos M, ob. cit, p. 108.
484
Carta de Ángel Floro Costa a Carlos M. Urien. Ibídem, p. 110.
485
El Siglo, Montevideo, septiembre 12 de 1905. Ibídem, p. 113.
174
175

muy pocos sabían en Montevideo a dónde habían ido a parar las cenizas de sus deudos... “. Y el
diario La Nación confirmaba: “Hay que abandonar, pues, la esperanza de repatriar los restos del
poeta. Aunque hubiese alguien que pudiera decir, todavía, dónde se inhumaron exactamente,
nadie podría afirmar con verdad: ‘estos son’”. 486

APÉNDICE: ESTEBAN ECHEVERRÍA ENTRE DOS CENTENARIOS

Al cumplirse el primer centenario del nacimiento de Echeverría, el 2 de septiembre de


1905, mientras algunas voces eran optimistas en cuanto a dar con sus restos mortales para ser
repatriados a la Argentina, otras aseguraban la inutilidad de la búsqueda y daban por hecho la
pérdida de esos despojos. Se decía que era inexacta la versión del derrumbe de la pared que
contenía el féretro del poeta mientras que, infructuosamente, se consultaban los registros de
defunciones de aquellos años tan lejanos de mil ochocientos cincuenta y tantos. 487 Un cable
llegado desde la capital del Uruguay decía textualmente: “Teniéndose aquí conocimiento de que en
esa capital ha surgido la idea de repatriar los restos del poeta argentino Echeverría, fallecido en
Montevideo en 1851, la municipalidad se ocupa en obtener datos para establecer la autenticidad
de aquellas reliquias y poder corresponder así en la mejor forma al pedido que se le haga en tal
488
sentido”.

A la búsqueda de los restos del poeta, hoy definitivamente perdidos, se sumó el proyecto
de erigir una estatua a su memoria, iniciativa que, ya en 1881, había lanzado Carlos María Urien
desde las columnas de La Nación. 489 La idea partía ahora de Enrique de Vedia, rector del Colegio
Nacional Central de Buenos Aires. El 9 de mayo de 1905 los alumnos delegados de las distintas
divisiones de quinto año conformaron la comisión encargada de la erección de la estatua al “poeta
sociólogo”. Vedia rechazó presidirla y fue nombrado en su lugar el alumno Héctor Latham Urtubey.
Como presidentes honorarios fueron designados el general Mitre, Joaquín V. González, ministro de
Instrucción Pública, Enrique de Vedia y el poeta Rafael Obligado. 490

Por Ley 4.659 del 31 de agosto, el Congreso autorizó la erección de la estatua en el


Parque Tres de Febrero, antigua sede del caserón de Rosas, invirtiendo la suma de 10.000 pesos
para su confección. Manuel Carlés, diputado por la Capital, fue el autor del proyecto aprobado en
la sesión del 5 de julio. Carlés pidió a la cámara, en nombre de los colegiales de la república, “el
honor constitucional de una estatua, ante cuyo pedestal puedan ellos congregarse en los días

486
Los restos de Echeverría. Reportaje al general Mitre. La Nación, septiembre 18 de 1905. Ibídem, pp. 114-117.
487
Ibídem, pp. 95-117.
488
La Nación. Bs. As, septiembre 8 de 1905.
489
El Diario. Bs. As, mayo 16 de 1905. Urien, Carlos M, ob. cit, p. 96.
490
La Nación. Bs. As, enero 14 de 1951.
175
176

intranquilos y en las mañanas celestes”. El proyecto de ley fue tratado sobre tablas y aprobado en
491
general y en particular.

La obra fue encomendada al escultor Torcuato Tasso, profesor del Colegio Central. Pero el
boceto terminado no coincidió con los rasgos naturales de Echeverría, y así lo hizo notar el general
Mitre. El Diario publicó en su edición del 9 de septiembre de 1905 una opinión del autor de la
Historia de San Martín en la que mostraba su disconformidad con la terminación de la cabeza de la
estatua. En 1874 el artista francés Ernesto Charton ejecutó una pintura de Echeverría basándose
en el lápiz del ingeniero Pellegrini. Este cuadro fue compuesto con la asesoría de Gutiérrez,
Lamas, Vicente Fidel López y Carlos Tejedor, guardando un extraordinario parecido con un
daguerrotipo tomado en 1850 y conservado por su secretario Valentín Cardoso. 492 Observando
esta pintura, Mitre hizo notar las diferencias que la separaban del proyecto escultórico de Tasso.
“La cabeza de Echeverría era un óvalo regular, perfilado todavía en la parte inferior por la
sotabarba unitaria. Esta era su línea característica; el pelo, no de gran volumen, y sin bucles
independientes, echado hacia la izquierda; el mirar un tanto desviado por el estrabismo de todos
conocido. Así presentó a Echeverría el retrato de Charton y los que reproducen fielmente sus
rasgos (...) Ahora bien: nada de esto hay en la estatua. El óvalo regular ha sido sustituido por un
triángulo que determina la anchura de la frente en relación con la barba; la cabellera, mucho más
voluminosa y suelta, arranca hacia atrás con un gran bucle central; la mirada ha sido artísticamente
eludida por la serenidad del ojo clásico. Echeverría, tal como fue, con sus líneas características de
identificación, no está, pues, en la estatua, y, existiendo como existen, retratos fieles del poeta, la
idealización debió tomar en ellos su punto de partida, puesto que se trata de alzar la efigie de tal
personalidad y no tan sólo el concepto plástico del poeta romántico, considerado como generalidad
abstracta”. 493

Para el día 11 de septiembre se dispuso la celebración de una “fiesta literaria y musical” en


el teatro Odeón de Buenos Aires que contribuiría, con los fondos recaudados, a la culminación del
monumento al poeta. La comisión organizadora fue presidida por Delfina Mitre de Drago e
integrada por varias damas de la sociedad porteña. 494 Enrique de Vedia, en su carácter de
presidente de la comisión de caballeros, abrió el acto “pronunciando espléndidamente su oportuno
discurso”. Enrique García Velloso leyó la poesia Echeverría, de Rafael Obligado. Seguidamente, el
concertista Rosegger ejecutó su violín y Horacio Oyahanarte recitó La tempestad en la Pampa. La
primera parte del homenaje fue cerrada con un número de canto por la señorita Delfina Molina y
Vedia. Levantado el telón se leyó una poesía de Ángel Estrada e hizo uso de la palabra Belisario
Roldán (hijo). Un grupo de niñas y niños, finalmente, cubrió de flores un busto del poeta. La
anciana hija presenció la apoteosis de su padre con los ojos llenos de lágrimas. Mitre y Guido
495
Spano no asistieron por hallarse enfermos.

La estatua de Echeverría debió esperar más de dos años para ser inaugurada. La obra de
Tasso fue descubierta en los jardines de Palermo el domingo 27 de octubre de 1907. El regimiento
1ro. de línea de granaderos a caballo formó en torno al palco oficial ocupado por el presidente
José Figueroa Alcorta, sus ministros y doña Martina Echeverría. Participaron, además, los alumnos
y profesores del Colegio Nacional. Hicieron uso de la palabra Enrique de Vedia, el presidente de la

491
Cámara de Diputados, Diario de Sesiones año 1905, tomo I.
492
La iconografía de Esteban Echeverría. Echeverría, Esteban, Dogma Socialista. Edición crítica y documentada, ob.
cit, p. 588.
493
El Diario. Bs. As, septiembre 9 de 1905.
494
La Nación. Bs. As, septiembre 7 de 1905.
495
La Nación. Bs. As, septiembre 12 de 1905.
176
177

Nación y Belisario Roldán (hijo). “Echeverría está de pie, dijo La Nación. La mano derecha oprime
sobre el corazón los pliegues de la capa. La izquierda, caída a lo largo, sostiene un libro. La
cabeza, ligeramente inclinada sobre el pecho. Sus ojos parecen mirar más allá de los espacios
terrestres. Dijéranse impregnados de nostalgias”. Y continuaba: “Nada se contradice en su actitud,
y todo concurre a traducir la idea estética en una síntesis penetrante. El movimiento mismo, que
podía distraer por la elegancia ágil que lo determina, acentúa o complementa la expresión de
conjunto. Echeverría anda, sí, pero su andar tiene el abandono propio de quien lleva consigo el
peso de una idea que llena todas las aspiraciones de una existencia ungida por el dolor y por la
496
gloria”.

En 1951 los círculos intelectuales del país se aprestaron a celebrar el centenario de su


muerte. Carlos Alberto Erro presidió la Comisión Central de Homenaje que integraban, entre
muchos, Rafael Alberto Arrieta, Enrique Banchs, Arturo Capdevila, Roberto F. Giusti y Raúl Soldi.
Asimismo, fueron creadas comisiones locales en Azul, Córdoba, Dolores, Juárez, Junín, La Plata,
Lobería, Mendoza, Nogoyá, Mar del Plata, Paraná, Posadas, Quilmes, Rosario, Santa Fe, Tres
497
Arroyos y Villaguay.

Desafortunadamente, los oradores no fueron autorizados a hacer uso de la palabra en el


acto programado para el 19 de enero, y el mismo fue suspendido. No obstante ello, numeroso
público tributó en silencio el homenaje al prócer al pie de su estatua de Palermo. La Comisión
Central depositó una palma de flores, y lo mismo hicieron el Ateneo de la Juventud Radical, la
Unión de Mujeres de la Argentina, la Asociación Radical de Cultura Política, el doctor Alfredo L.
Palacios y el Centro de Estudiantes de Ciencias Económicas. También se hizo presente Jorge Luis
Borges, por entonces presidente de la Sociedad Argentina de Escritores. Varios agentes de policía
fueron distribuidos cerca del monumento.

El Partido Socialista dispuso organizar en la Casa del Pueblo una exposición destinada a
difundir, a través de una serie de conferencias, el pensamiento de la Asociación de Mayo.

Por la tarde, en la Casa del Escritor de la calle México, disertaron Borges, José Luis
Lanuza y Carlos Alberto Erro. Borges expresó: “a principio del siglo XX, podía pensarse en
Echeverría, como en un hombre de una época ya irrevocablemente pretérita; ahora, después de
las terribles enseñanzas de la historia reciente, podemos pensar en él, como en un contemporáneo
nuestro. Cuando Echeverría versificaba su Cautiva o redactaba las vívidas páginas de El Matadero,
sabía que estaba en un mundo atroz, como nosotros, ahora lo sabemos”. “Echeverría, siguió
diciendo el autor de Ficciones, al escribir su obra, no cantaba pintorescos temas exóticos;
historiaba la dolorosa realidad de su tiempo. Su retórica no era, naturalmente, la que hoy
emplearíamos; su convicción de estar en un mundo terrible, en un mundo sin esperanza, puede
coincidir con la nuestra”.

Los diputados Arturo Frondizi y Federico F. Monjardín presentaron de inmediato un


proyecto de resolución en la Cámara para que el ministerio del Interior explicase los motivos por
los cuales no fue autorizado el homenaje organizado por la Comisión Central. Ambos legisladores
elevaron también un proyecto de reedición de las Obras Completas de Echeverría. 498

496
La Nación. Bs. As, octubre 26 y 28 de 1907.
497
Cartilla Echeverriana, Comisión Central de Homenaje a Esteban Echeverría, Bs. As, 1951.
498
La Prensa. Bs. As, enero 19 y 20 de 1951.
177
178

Por Decreto-Ley 1.376 del 5 de febrero de 1958 se resolvió trasladar el monumento a la


intersección de las calles Florida y Charcas, actual Marcelo T. de Alvear, donde hoy puede vérselo
en medio de un mundo indiferente de casas de ropa y de peatones. Entre los considerandos se
decía que “la actual ubicación del citado monumento en el Parque Tres de Febrero, establecida por
la Ley número 4.659, si bien forma digno marco a la personalidad lírica del prócer, no permite su
cotidiana contemplación por el público; (...) Que el nacimiento de la tradicional calle Florida ostenta
el monumento del gran demócrata Roque Sáenz Peña, y resulta adecuado, por consiguiente,
coronar su otro extremo con una figura de significación concordante, para dar a esa arteria el
símbolo permanente de la democracia y la libertad”.

Allí quedó la memoria de Echeverría, en el centro de la plazoleta Juvenilia, envuelto el


prócer en su pesada capa y portando un grueso libro, tal vez de su autoría.

BIBLIOGRAFÍA UTILIZADA

Alberdi, Juan Bautista, Bases y puntos de partida para la organización política de la


República Argentina, Editorial Plus Ultra (Col. Esquemas políticos, vol. 5), 9na. edición, Bs. As,
1997.

Alberdi, Juan Bautista, Obras Selectas, tomo IV, Librería La Facultad, Bs. As, 1920.

Archivo del Doctor Juan María Gutiérrez, Epistolario, tomos I y II, Biblioteca del Congreso
de la Nación, Bs. As, 1979, 1981.

Archivo General de la Nación, Colección Museo Histórico Nacional, Legajos 7 (nro. 634),
21 (nros. 2316 y 2337), 22 (nros. 2504, 2537, 2538, 2540 y 2591), 23 (nros. 2629, 2691 y 2754), 24
(nros. 2804, 2819, 2840, 2843, 2900, 2906 y 2914), 57 (nro.9707), 62 (nro. 10317) y 63 (nro.
10466).

Archivo General de la Nación, Sucesiones, nro. 5626.

Arrieta, Rafael Alberto, Esteban Echeverría y el romanticismo en el Plata, en Historia de la


Literatura Argentina, tomo II (Dir: Rafael Alberto Arrieta), Ediciones Peuser, Bs. As, 1958.

Baldrich, Fernando A. de, Mariano Maza el “implacable represor”, revista Todo es Historia,
nro. 79, Bs. As, diciembre de 1973.

Beruti, Juan Manuel, Memorias curiosas, en Biblioteca de Mayo. Colección de Obras y


Documentos para la Historia Argentina, tomo IV: Diarios y Crónicas, Senado de la Nación, Bs. As,
1960.

Bucich, Antonio J, Esteban Echeverría y su tiempo, Buenos Aires, 1938.

Cámara de Diputados, Diario de Sesiones año 1905, tomo I.

178
179

Cantos a Mayo, leídos en la sesión del Instituto Histórico-Geográfico Nacional el 25 de


Mayo de 1844, reproducción facsimilar, Luis Alberto Retta Libros, editor, Sociedad Regional de
Ciencias Humanas, Montevideo, 1990.

Cartilla echeverriana, Comisión Central de Homenaje a Esteban Echeverría, Bs. As, 1951.

Castillo, Antonio Emilio, El Gran Bloqueo, revista Todo es Historia, nro. 182, Bs. As, julio de
1982.

Cháneton, Abel, Retorno de Echeverría, Editorial Ayacucho (Biblioteca de la Sociedad de


Historia Argentina, vol. XV), Bs. As, 1944.

Chávez, Fermín, La cultura en la época de Rosas, Distribuidora y Editora Theoria S. R. L.


(Biblioteca de ensayistas contemporáneos), 2da. edición, Bs. As, 1991.

Comercio del Plata, Montevideo, nro. 572, septiembre 15 de 1847, nros. 1042-1046, julio 2-
6 de 1849, nro. 1055, julio 17 de 1849, nro. 1056, julio 18 de 1849, nro. 1060, julio 24 de 1849.

Diario de la Tarde, Comercial, Político y Literario, Bs. As, nro. 1036, noviembre 18 de 1834,
nro. 1041, noviembre 24 de 1834, nro. 1079, octubre 3 de 1837, nro. 1080, octubre 4 de 1837.

Echeverría, Esteban, Dogma Socialista. Edición crítica y documentada, Universidad


Nacional de La Plata (Biblioteca de Autores Nacionales y Extranjeros referente a la República
Argentina, vol II), dirección y prólogo de Alberto Palcos, 1ra. edición, La Plata, 1940.

Echeverría, Esteban, Obras Completas, tomo V, Carlos Casavalle editor, Bs. As, 1874.

Echeverría, Esteban, Obras Completas, Ediciones Antonio Zamora (Colección Argentoria,


vol. I), 1ra edición, Bs. As, 1951.

Echeverría, Esteban, Páginas autobiográficas, (Selección, prólogo y notas de Natalio


Kisnerman), Editorial Universitaria de Buenos Aires (Serie del siglo y medio), Bs. As, 1962.

El Diario, Bs. As, septiembre 7 y 9 de 1905.

El Lucero, Bs. As, nro. 242, julio 15 de 1830, nro. 882, octubre 4 de 1832.

Estrada, José María, La política liberal bajo la tiranía de Rosas, W. M. Jackson Inc,
(Colección Grandes Escritores Argentinos. Dir: Alberto Palcos), Bs. As, 1947.

Etchart, Martha B. y Douzón, Martha C, Documentos de Historia Argentina, Cesarini Hnos,


9na. edición, Bs. As, 1981.

Ferrater Mora, José, Diccionario de filosofía, tomo IV, Alianza Editorial S.A, 3ra. edición,
Madrid, 1981.

Furt, Jorge M, Echeverría, París, 1951.

Gálvez, Manuel, Vida de Juan Manuel de Rosas, Editorial Heliasta S.R.L, Bs. As, 1986.

179
180

García Merou, Martín, Ensayo sobre Echeverría, W. M. Jackson Inc, (Colección Grandes
Escritores Argentinos. Dir: Alberto Palcos), 2da. edición, Bs. As, 1947.

Ghiano, Juan Carlos, La Cautiva de Echeverría, en Echeverría, Esteban, La Cautiva.


Dibujos de Mauricio Rugendas, Emecé Editores S. A, Bs. As, 1966.

Giménez Vega, Elías S, Esteban Echeverría mito y realidad, Bs. As, 1962.

Groussac, Paul, Crítica Literaria, Editorial de Belgrano, (Colección Figuras


Contemporáneas), Bs. As, 1980.

Ingenieros, José, Los iniciadores de la Sociología Argentina. Sarmiento, Alberdi y


Echeverría, Editorial Pablo Ingenieros, Bs. As, s/f.

Iriarte, Ignacio Manuel, Los Libres del Sur, revista Todo es Historia, nro. 47, Bs. As, marzo
de 1971.

Jitrik, Noé, Esteban Echeverría, en A propósito de Esteban Echeverría y su obra / El


Matadero, Editorial Norma S.A, (Colección Cara o Cruz), 1ra. edición, Bogotá, 1990.

Johnson, Paul, El nacimiento del mundo moderno, Javier Vergara Editor, Bs. As, 1992.

Kisnerman, Natalio, Historia de una amistad: Sarmiento-Echeverría, revista Todo es


Historia, nro. 164, Bs. As, enero de 1981.

La Gaceta Mercantil, Bs. As, nro. 3430, noviembre 20 de 1834, nro 3431, noviembre 21 de
1834, nro. 3446, noviembre 27 de 1834.

Lamarque, Nydia, La niñez de Echeverría, en Verbum, revista del Centro Estudiantes de


Filosofía y Letras, nro. 86, año XXX, Bs. As, mayo de 1937.

La Nación, Bs. As, septiembre 3, 6, 7, 8, 9 y 12 de 1905, octubre 26 y 28 de 1907, enero


14 de 1951.

Lanuza, José Luis, Echeverría y sus amigos, Editorial Paidos, S.A.I.C.F, (Col. Letras
Argentinas Paidos, nro. 6), Bs. As, 1967.

La Prensa, Bs. As, enero 19 y 20 de 1951.

Libros quinto y sexto de Bautismos de personas españolas, Parroquia de la Inmaculada


Concepción de Buenos Aires, 1799-1804 y 1804-1811.

Lynch, John, Juan Manuel de Rosas, Emecé Editores S.A, 1ra. edición, Bs. As, 1984.

Malamud, Nora y Vázquez Santamaría, Jorge, Esteban Echeverría y la canción nacional,


revista Todo es Historia, nro. 214, Bs. As, febrero de 1985.

Marianelli, Benito, Esteban Echeverría (Glosas a un ideario progresista), Mendoza, 1951.

180
181

Marmier, Xavier, Buenos Aires y Montevideo en 1850, Traducción, prólogo y notas de José
Luis Busaniche, Arca Editorial S. R. L, Montevideo, 1967.

Martini Real, J. C, El Matadero y la realidad nacional, Clarín, Bs. As, marzo 2 de 1989.

Mercante, Víctor, Esteban Echeverría. Impresiones sobre la vida del sociólogo y del
político, La Prensa, Bs. As, enero 1 de 1928.

Morales, Ernesto, Esteban Echeverría, Editorial Claridad (Biblioteca Hombres e Ideas), 1ra.
edición, Bs. As, 1950.

Obligado, Pastor S, Rasgos biográficos de Esteban Echeverría, La Nación Argentina, Bs.


As, octubre 11, 16, 18, 22, 24, 29 y noviembre 7, 19, 21 y 29 de 1862.

Palacios, Alfredo L, Estevan Echeverría, albacea del pensamiento de Mayo, Editorial


Claridad S. A, (Colección Biblioteca hombres e ideas, 2º serie, Vol. 2), Bs. As, 1951.

Palcos, Alberto, Echeverría y la Democracia Argentina, El Ateneo, Bs. As, 1941.

Palcos, Alberto, Historia de Echeverría, Emecé Editores S.A, Bs. As, 1960.

Pasquali, Patricia, Juan Lavalle, un guerrero en tiempos de revolución y dictadura, Editorial


Planeta S.A.I.C (Colección Historia Argentina), Bs. As, 1996.

Piccirilli, Ricardo, La Sátira a los Periodistas Argentinos de Echeverría. Separata del


Boletín del Instituto de investigaciones históricas, tomo XXVI, julio de 1941 - junio de 1942,
números 89 - 92, páginas 34 a 56, Bs. As, Talleres S.A. Peuser, Lda, 1942.

Piccirilli, Ricardo, Rivadavia y su tiempo, tomo II, Ediciones Peuser, 2da. edición, Bs. As,
1960.

Popescu, Oreste, El pensamiento social y económico de Echeverría, Editorial Americana


(Col. Historia y Tradición Argentinas), Bs. As, 1954.

Pujol, Carlos, Introducción a Poetas románticos franceses, Editorial Planeta S. A. (Col.


Clásicos Universales Planeta, vol. 192), 1ra. edición, Barcelona, 1990.

Quesada, Efraín, Cuando Montevideo aguardaba los ejércitos de Rosas, revista Todo es
Historia, nro. 83, Bs. As, abril de 1974.

Rojas, Ricardo, La iniciación romántica (1830-1840), en Historia de la Literatura Argentina,


Tercera parte: Los proscriptos I, Obras Completas de Ricardo Rojas, vol 5, Editorial Losada S. A,
1948.

Rojas Paz, Pablo, Echeverría el pastor de soledades, Editorial Losada (Col. Biografías
Históricas y Novelescas), Bs. As, 1951.

181
182

Sáenz Quesada, María, En la Nueva Troya, revista Todo es Historia, nro. 27, Bs. As, julio
de 1969.

Sáenz Quesada, María, Mariquita Sánchez, vida política y sentimental, Editorial


Sudamericana S.A, 7ma. edición, Bs. As, 1996.

Saldías, Adolfo, Historia de la Confederación Argentina, vol I-III, Librería El Ateneo


Editorial, 1ra. edición, Bs. As, 1951.

Sarmiento, Domingo Faustino, Obras Completas, vol. III y V, Editorial Luz del Día, Bs. As,
1948-49.

Scenna, Miguel Ángel, Pedro de Angelis: patriarca de los historiadores argentinos, revista
Todo es Historia, nro. 23, Bs. As, marzo de 1969.

Taullard, A, Los Planos más Antiguos de Buenos Aires. 1580-1880, Peuser Editores, Bs.
As, 1940.

Universidad de la República Oriental del Uruguay, Fuentes para la Historia de la


Universidad, serie I, tomo primero, Actas del Consejo Universitario 1849-1870, Montevideo, 1949.

Urien, Carlos M, Esteban Echeverría. Ensayo crítico-histórico sobre su vida y obras con
motivo de la erección de su estatua, Cabaut y Cía. Editores, Bs. As, 1905.

Uzal, Francisco Hipólito, El asesinato de Florencio Varela: vergüenza, revista Todo es


Historia, nro. 33, Bs. As, enero de 1970.

Varios, Buenos Aires historia de cuatro siglos (Dir: José Luis y Luis Alberto Romero), tomo
I, Editorial Abril S. A, Bs. As, 1983.

Varios, Doctrina Política de la Asociación de Mayo, Facultad de Derecho de la Universidad


de Buenos Aires (Investigaciones del Seminario de Ciencias Jurídicas y Sociales, xxv), Sección
Publicaciones del Seminario de Ciencias Jurídicas y Sociales, Bs. As, 1939.

Varios, El Romanticismo (I), Capítulo: cuadernos de literatura argentina, tomo 9, Centro


Editor de América Latina, Bs. As, 1986.

Weinberg, Félix, Contribución a la bibliografía de Esteban Echeverría. Separata de la


Revista Universidad, nro. 45, páginas 159 a 226, Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, 1960.

Weinberg, Félix, El Salón Literario de 1837, Librería Hachette S.A, (Colección El Pasado
Argentino. Dir: Gregorio Weinberg), 2da. edición, Bs. As, 1977.

Weinberg, Félix, Las ideas sociales de Sarmiento, Editorial Universitaria de Buenos Aires,
1ra. edición, Bs. As, 1988.

Wright, Ione S. y Nekhom, Lisa M, Diccionario Histórico Argentino, Emecé Editores S. A,


Bs. As, 1990.

182
183

Yaben, Jacinto R, Biografías argentinas y sudamericanas, tomos III, IV y V, Editorial


Metrópolis, Bs. As, 1938-39.

Zavalía Lagos, Jorge A, Mariquita Sánchez y su tiempo, Editorial Plus Ultra (Col. Las
Mujeres. Dir: Lily Sosa de Newton), Bs. As, 1986.

183
184

ÍNDICE

PRÓLOGO ------------------------------------------------------------------------------------------------ 5
BUENOS AIRES ----------------------------------------------------------------------------------------- 7
VIAJE A FRANCIA ------------------------------------------------------------------------------------ 14
SUS PRIMERAS PRODUCCIONES ------------------------------------------------------------- 21
ELVIRA O LA NOVIA DEL PLATA---------------------------------------------------------------- 27
LOS CONSUELOS ------------------------------------------------------------------------------------ 34
TREINTA AÑOS --------------------------------------------------------------------------------------- 41
EL SALÓN LITERARIO ------------------------------------------------------------------------------ 46
RIMAS ---------------------------------------------------------------------------------------------------- 58
ASOCIACIÓN DE LA JOVEN GENERACIÓN ARGENTINA ------------------------------ 70
EL DOGMA DE MAYO ------------------------------------------------------------------------------- 79
LOS TALAS --------------------------------------------------------------------------------------------- 83
EL PROSCRIPTO ------------------------------------------------------------------------------------- 91
DE COLONIA A MONTEVIDEO ------------------------------------------------------------------- 96
LA GUITARRA-----------------------------------------------------------------------------------------101
EL ARTISTA SOLITARIO Y CAPRICHOSO --------------------------------------------------108
ENTRE UNA GUERRILLA DE PLUMA Y EL PROBLEMA DE LA EDUCACIÓN ---117
EL MANSO VARÓN ---------------------------------------------------------------------------------124
EL DOGMA SOCIALISTA --------------------------------------------------------------------------131
LA DEFENSA DE UNA CREENCIA -------------------------------------------------------------142
UNA ESPERANZA -----------------------------------------------------------------------------------150
AVELLANEDA -----------------------------------------------------------------------------------------158
TRISTEZA ----------------------------------------------------------------------------------------------167
LA MUERTE -------------------------------------------------------------------------------------------172
APÉNDICE: ESTEBAN ECHEVERRÍA ENTRE DOS CENTENARIOS ---------------175
BIBLIOGRAFÍA UTILIZADA -----------------------------------------------------------------------178

184

You might also like