c Eclo. 1, 1-10. Mucho nos admiramos de las personas sabias. Contemplamos sus obras y agradecemos la aportación que, en muchos campos, ofrecen a la humanidad a favor de la vida. Hoy el libro de la Sabiduría nos dice que toda sabiduría proviene del Señor, y está con Él eternamente. Se nos ponen algunos ejemplos para indicar que la sabiduría divina todo lo conoce a profundidad. En todas sus obras y en todos los hombres Dios ha derramado su sabiduría; nadie puede sentirse carente de ella. Por medio de las obras de Dios podemos conocerlo a Él, pues Él ha dejado plasmada su imagen en todo lo que ha creado. Sin embargo, en sus amigos no sólo ha derramado su Sabiduría, sino que la ha derrochado. En Cristo Jesús, Imagen del Padre, en el Dios Encarnado, se ha hecho la unidad de naturaleza entre el ser divino y el humano. Él, Jesús, es la Sabiduría Encarnada. Es el Evangelio del Padre hecho hombre. Quien contempla a Jesús contempla a Dios. La Sabiduría no es saber muchas cosas; es amar la vida y saberla comunicar a los demás con amor. Y esto es lo que Dios ha hecho a favor nuestro por medio de Cristo Jesús, Sabiduría de Dios. Quien viva unido a Él tendrá la plenitud de la Sabiduría. Mc. 9, 14-19. En el Evangelio se nos enseña a escuchar a Jesús. Esto no sería posible mientras no tengamos puesta en Él nuestra fe. Solo mediante ella podremos tener una apertura incondicional hacia el Señor, y esto sólo puede alimentarse por medio de la oración. Mediante ella hacemos un llamado humilde y apremiante que conquista la benevolencia divina. Así la Iglesia, que ha recibido la misión de proclamar la Buena Noticia del amor, y la deliberar del mal, no se queda al margen del Señor; continuamente bebe en la fuente de la Vida uniéndose sin cesar a Él mediante la fe y la oración. Sin esta dependencia total de Él, el poder que a todo discípulo se le confiere de nada le serviría. No sólo somos transmisores de algo dado y puesto en nuestras manos, sino de nuestra experiencia continua en el Señor. Hay muchas dificultades y tribulaciones que han dominado muchos corazones. No llegaremos a sanarlos con medios humanos al margen de Cristo. No somos sicólogos ni parasicólogos; somos portadores de Cristo y es Él quien, por medio nuestro, se acerca a toda persona atribulada, no sólo para sanarla, sino para aumentarle su fe en el Señor. SABADO DE LA 7a. SEM. ORDINARIA (IMPAR)
Eclesiástico 17, 1-13
c Mc10, 13-16 Hay personas, ambientes y agrupaciones sofisticados que minimizan la importancia de nuestro planeta tierra y de la dignidad del género humano. Esa gente nos dice que la tierra apenas es un satélite del sol en todo el sistema solar y que es todavía menor que una cabeza de alfiler comparada con nuestra galaxia en expansión. Y por tanto, la vida humana es una frágil expresión de la realidad, totalmente dependiente de un tenue equilibrio de la naturaleza. En definitiva es algo insignificante ante el gigantesco universo que se expande. Estas consideraciones, aparentemente humildes, no están de acuerdo con la revelación divina. El libro del Eclesiástico presenta hoy un hermoso himno de alabanza a Dios creador. Exalta la majestad y bondad de Dios, poniendo de relieve la maravilla del género humano, creada por El a su propia imagen. Dios ha enriquecido al planeta tierra con un número deformas de vida que parece incontable. Los científicos se afanan buscando el menor rastro de vida fuera de la tierra, mientras que nuestro universo está lleno de vida. Y por encima de todas esas manifestaciones de vida, Dios ha colocado al hombre. El Evangelio, en contraste con la majestuosa pintura que de Dios nos hace el libro del Eclesiástico, pinta una imagen tierna y conmovedora de Dios hecho hombre. Jesús dice: "Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan Pocas realidades están mejor calculadas que esta invitación para enfatizar el amor de Dios a su creatura, el hombre. Jesús prosigue: "El Reino de Dios es de los que son como ellos" Por sus propias fuerzas el hombre es frágil y débil, como lo simboliza el niño. Pero Dios nos ha escogido para que seamos el pueblo regio de su Reino. El minimizar la importancia de nuestro planeta y la dignidad del género humano no es un acto de humildad -como pudiera parecer- sino una injuria a Dios, el creador. En esta Misa vamos a alabar a Dios y a darle gracias por las maravillas que nos ha mostrado al crear latierra y el género humano.