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Primera y segunda patria

Por Roberto Martínez (14-Jun-1997).-

Como hombres amamos la patria en donde nacimos, no nos toca elegirla, pero nos
llena de orgullo representarla en eventos internacionales, en encuentros de
negocios con extranjeros y al improvisar como guías turísticos para los forasteros.

Sin embargo, a medida que tomamos conciencia de tantas cosas buenas en otras
partes del mundo, que han destacado por su calidad o su permanencia en el
tiempo, no podemos dejar de verlas con admiración, imitarlas en lo que podemos y
a veces desarrollamos un profundo aprecio por ellas. De aquí puede surgir el
aprecio por otra nación o ciudad al grado de considerarla como una segunda patria
aunque nunca hayamos visitado aquel sitio.

Muchos compatriotas somos fanáticos de los Dallas Cowboys y de los Toros de


Chicago. No vivimos en Dallas ni en Chicago, pero anhelamos estar algún día en el
Texas Stadium apoyándolos, o sentados en una de las 17 mil butacas del
impresionante Chicago Stadium para ver en vivo a los que desafían a la gravedad.

Otros admiran la inteligencia práctica y los rasgos genéticos de los alemanes y


quisieran que sus hijos emparentaran con los del vecino que tiene apellido alemán.
Con mucha frecuencia veo también, sobre todo en las bodas, que cuando la banda
toca una canción que haga alusión a España, los que se sienten más criollos o
peninsulares entran como en un trance que los transforma en bailarines sevillanos.

En cierta manera adoptamos una segunda patria cuando sentimos admiración por
algo que proviene de otro país y que nos hace soñar con visitar el lugar que dio
origen a esa maravilla. En contraposición, John Lennon cantaba sobre un mundo
sin fronteras, una comunidad global. Yo pienso que es bueno encariñarse con tu
propio terruño, porque lo que es de todos no es de nadie.

Necesitamos fomentar el amor a la Patria para que surja el compromiso de


mejorarla continuamente. Si nosotros no lo hacemos, nadie más lo hará.
Me agrada más amar a México porque es mi patria y tener una segunda "patria",
que pensar en una comunidad global estandarizada mediante la acción de los
medios de comunicación y los canales de distribución masivos.

Para mí, la segunda patria es aquel lugar en donde existe todo o mucho de los que
quieres para tu propia patria. El amor a una segunda patria no puede deslindarse
de la primera porque te convertirías en un autoexiliado, por lo menos en tu
corazón. A continuación te abro una ventana a mi segunda "patria".

La Ciudad del Vaticano se extiende a poca distancia de la ribera derecha del Tíber,
en Roma. El territorio del Estado -el más pequeño del mundo- ocupa una superficie
de casi 44 hectáreas. Queda circunscrito en parte por los muros, y en la Plaza de
San Pedro, por la franja circular de travertino -en el pavimento- que une los dos
brazos de la columnata de Bernini.

Tiene siete ingresos, siendo el Portón de Bronce, situado al final de la columnata


derecha de Bernini, el ingreso oficial al Palacio Apostólico. La población del Estado
de la Ciudad del Vaticano, formada por personas de diversa nacionalidad -en su
mayoría italiana-, sobrepasa los 700 habitantes.

Está constituida por quienes poseen la ciudadanía vaticana, que son unos 400, y
quienes están autorizados a residir conservando la ciudadanía de origen, cerca de
300. La representación del Estado y sus relaciones con los demás Estados están
reservadas al Sumo Pontífice, quien las ejerce por medio de su Secretaría de
Estado. Tanto el Estado de la Ciudad del Vaticano como la Santa Sede, órgano
soberano de la Iglesia católica, gozan de reconocimiento a nivel internacional.

El territorio está bajo la protección de la Convención de La Haya del 14 de mayo de


1954, concerniente a la tutela de los bienes culturales en caso de conflicto armado.
El Estado queda así reconocido como un patrimonio moral, artístico y cultural
digno de ser respetado y protegido.
Forman parte del Estado de la Ciudad del Vaticano: el Vicariato de la Ciudad del
Vaticano, con su Tribunal Eclesiástico; la Pontificia Comisión para el Estado de la
Ciudad del Vaticano, que coordina la Secretaría General de la Gobernación y de la
que dependen Direcciones Generales, que se encargan de la administración de
diferentes áreas muy específicas.

Ojalá algún día mi país sea su reflejo. No su imagen perfecta en cuanto a la forma,
sino con la misma riqueza interior de fondo.

Un país unido, hospitalario, con vocación de servicio, con identidad bien definida y
desigualdades casi imperceptibles.

Aprovecho este medio para felicitar a todos los que han materializado el amor a su
esposa por medio de sus hijos. Qué increíble manera tiene la naturaleza de dar
cauce al amor. A los que donaron su esperma y no saben si son papás o no, esperen
a que alguna organización declare el día internacional del donador de esperma,
porque yo no los felicito.

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