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Cuadernos de RaizAL

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Centro de Pensamiento Latinoamericano RaizAL
Cuadernos de RaizAL
Bitácora de Pensamiento RaizAL
A propósito del Bicentenario

200 años de sentidos y contrasentidos


A propósito del Bicentenario...

200 años de sentidos


y contrasentidos

Centro de Pensamiento
Latinoamericano RaizAL

Bogotá
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http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/3.0/”
** 2010, de la edición Cuadernos de RaizAl

Cuadernos de RaizAL
Bitácora de Pensamiento RaizAL
Edición a cargo del Fondo de Publicaciones
Centro de Pensamiento Latinoamericano RaizAL

Imagen de la portada: Carlos José Echeverría


Cuadrado, La Direkta.
Diseño de imágenes interiores:
Carlos José Echeverría Cuadrado (Santa Librada).
Francisco Saade (Benkos Biojó)
Diagramación: Fondo de Publicaciones RaizAL

Octubre de 2010
Bogotá, Colombia
Contenido

Prólogo 11

Eduardo Restrepo
Quién imagina la Independencia?
A propósito de la celebración del
Bicentenario en Colombia 13

Marta Saade
A 200 años... Hacia una cartografía
de las discontinuidades 35

Josué Libardo Sarmiento


Historias recreadas 60

Silvia Becerra Ostos


Proclamas en campos y ciudades
entre 1900 y 1930 68
Prólogo

Este es un cuaderno. Es un “conjunto o


agregado de algunos pliegos de papel, do-
blados y cosidos en forma de libro… en que
se lleva la cuenta y razón, o en que se es-
criben algunas noticias, ordenanzas o in-
strucciones”, siguiendo al Diccionario de la
Academia Española. Presentamos la bitácora
de Raizal, que es lo mismo que publicar los
apuntes del rumbo, velocidad, maniobras
y demás accidentes de navegación del pen-
samiento RaizAL.
Significa que nada de lo que aquí se publica
está escrito en punto y aparte. Quiere decir,
que en estas hojas cocidas quedarán impre-
sas las fluctuaciones, las incertidumbres y
dificultades; así como los aciertos, hallazgos
y aseveraciones, a través de los cuales se va
entramando el pensamiento RaizAL.
Los Cuadernos de RaizAL se constituyen
en borradores de trabajo para poner en dis-
cusión las materias que preocupan y ocupan
a este Centro de Pensamiento Latinoameri-
11
Cuadernos de RaizAL

cano. Son un esfuerzo por comunicar los


procesos de producción de pensamiento situ-
ado en y desde Colombia y América Latina,
afrontando los retos frente a la generación
de lecturas, análisis y perspectivas de acción,
atendiendo el latir de nuestros tiempos y de
los procesos productivos, territoriales, cultu-
rales y políticos.
Los Cuadernos cuyo primer número pre-
sentamos, son una provocación y una in-
vitación a detectar las relaciones sociales
singulares y generales dentro de las cuales
se encuentran claves para cuestionar y com-
prender los entramados territoriales, cul-
turales, políticos y productivos de nuestros
tiempos. Iniciamos buscando cuestionamien-
tos más que respuestas contundentes, provo-
caciones y seducciones más que catecismos y
fórmulas milimétricas. Buscamos rutas, gri-
etas y entramados.
Este Cuaderno...
busca los trazos, las preguntas y los resqui-
cios a propósito de la conmemoración del
Bicentenario de la Independencia en Colom-
bia. Detecta olvidos y exclusiones históri-
cas, reconoce los diversos usos de las voces
celebracionistas. Encuentra en los procesos
sociales actuales emergencias de particular
conciencia histórica, que permiten vincular
de maneras específicas las historias actuales
con las de hace 200 a 518 años.

12
¿Quién imagina la Independencia?

¿Quién imagina la Independencia?


A propósito de la celebración del
Bicentenario en Colombia

Eduardo Restrepo1

Introducción

El intelectual Indio Partha Chatterjee


(2008) ha problematizado la conocida tesis
de Benedict Anderson de la nación como co-
munidad imaginada, preguntándose ¿la na-
ción de quién?, ¿quién imagina la nación? Esta
pregunta de Chatterjee pone en evidencia las
tecnologías y políticas de la imaginación de la
nación desde los sectores dominantes que, en
términos generales, tienden a instaurar una
retórica que los legitima como agentes y su-

1 Instituto de Estudios Sociales y Culturales, Pensar


(Universidad Javeriana, Bogotá). Miembro del Centro
de Pensamiento Lationamericano, Raiz-al. email: res-
trepoe@javeriana.edu.co

13
Cuadernos de RaizAL

jetos privilegiados de la historia de la emer-


gencia y despliegue de la nación. El corolario
es que se obliteran una serie de acciones y
procesos históricos articulados esencialmen-
te los sectores subalternizados que escapan
al principio de inteligibilidad mismo de las
elites. Frente a cierta ola celebratoria del Bi-
centenario de la Independencia en escenarios
oficiales, surge una pregunta análoga: ¿quién
imagina la Independencia?, ¿en qué términos
y bajo qué silenciamientos es imaginada?,
¿cuáles son las retóricas y las políticas de tal
imaginación?, ¿cómo se materializan estas re-
toricas y políticas en los actos y agendas cele-
bracionistas?
En aras de explorar estas preguntas en
este artículo, es pertinente llamar la atención
sobre tres aspectos estrechamente asociados
a las retóricas y agendas celebracionistas. El
primero, el efecto de reducir el colonialismo
a una relación de subordinación político-ad-
ministrativa con España desdibuja la posibili-
dad de examinar y discutir otras dimensiones
de la relación colonial que fueron mantenidas
(y hasta reforzadas) por las elites criollas in-
dependentistas. Debe tomarse en considera-
ción seriamente el hondo calaje de la relación
colonial que pasa por la producción de suje-
tos y subjetividades.
El segundo aspecto que quisiera resaltar
se refiere a ciertas borraduras que el grueso
de las retóricas y agendas celebracionistas
introducen con respecto al lugar de lo que,
retomando a Fanon, podemos denominar los
14
¿Quién imagina la Independencia?

‘condenados de la tierra’. Visibilizar realmen-


te sus presencias y trayectorias significaría
una des-elitización de las genealogías de la
colombianidad, pero también un descentra-
miento de lo que aparece como la Indepen-
dencia. Más que celebrar se estaría entonces
de luto por lo que significó para muchas po-
blaciones y sus condiciones de existencia que
las elites criollas eurodescendientes y eurofi-
las se hicieran con el poder político y agencia-
ran el proceso de formación de nación en los
términos en los que lo hicieron.
Finalmente, un rápido contraste de la ce-
lebración del centenario con la del bicentena-
rio se comprende cómo este tipo de eventos
responden más a las preocupaciones e histo-
ricidad de quienes celebran, que de aquello
supuestamente celebrado. Esto me permite
insistir sobre las políticas de la representa-
ción de la colombianidad que están en juego
con las intervenciones oficiales o de los ex-
pertos a propósito del bicentenario.

Colonialidades persistentes,
emancipaciones postergadas

Muchos de los actos y narrativas de la


celebración del bicentenario asumen una
concepción de la historia y del colonialismo
que ha sido problematizada por diferentes
vertientes de la teoría social contemporánea,
especialmente por diferentes vertientes del
debate post-colonial. Una visión más densa
15
Cuadernos de RaizAL

de los alcances de las relaciones coloniales


y el descentramiento de las lecturas lineales
de los procesos históricos son dos contribu-
ciones de esta teoría a redimensionar lo que
supuestamente habría que celebrar, pero
también sería un indicador de los diversos
procesos de emancipación que todavía faltan
por ser consolidados y que están más allá de
lo pensable para nos sectores de las elites y
de las clases medias en Colombia.
En general, cuando se examinan las retori-
cas celebracionistas se asume que la Indepen-
dencia consiste esencialmente en la ruptura
con las relaciones de dominación colonial im-
puestas por España en el territorio America-
no. Desde esta perspectiva, el colonialismo es
tajantemente superado con la Independencia.
El colonialismo aparece como un pasado su-
perado con la Independencia: uno que es an-
terioridad rechazable que legitima política y
moralmente las gestas independentistas. La
Independencia se identifica con la expulsión
de las autoridades coloniales españolas y la
apropiación del aparato de estado las elites
criollas. La Independencia aparece, entonces,
como un hecho consumado, como una clara
ruptura con el colonialismo europeo.
No obstante esta imagen del colonialis-
mo reducido a las relaciones de dominación
político-administrativas es muy limitada. La
dominación colonial europea no se agota a
la dimensión político-administrativa de con-
trol directo sobre unos territorios, riquezas
y gentes. Hay otros componentes, más de or-
16
¿Quién imagina la Independencia?

den epistémico y ontológicos, que han sido


constitutivos del colonialismo europeo (no
únicamente del hispano o del lusitano) y que
no sólo fueron reproducidos por las elites
independentistas, sino que también fueron
profundizados una vez estas tomaron control
sobre el aparato político-administrativo en
nombre de la emancipación.
El eurocentrismo es un claro ejemplo.2 Con
los sucesos y procesos que llevan a la Inde-
pendencia algunos sectores de las elites crio-
llas argumentaban su derecho a gobernarse
a sí mismos y cuestionaban los fundamentos
legales de la dominación española, pero man-
tuvieron una posición abiertamente eurocén-
trica en gran parte de los aspectos de la vida
social, estética, política e intelectual agencia-
dos por ellos. No es difícil, incluso, encontrar
que estos sectores de las elites criollas asu-
mían posiciones que paradójicamente pue-
den ser más eurocéntricas que los mismos
europeos, más puristas e idealizadas. Parte
de su poder se derivaba de ser los legítimos
herederos e interpretes de lo que se pensaba

2 Para los propósitos de este artículo, por eurocen-


trismo se entiende la serie de concepciones y prácticas
que suponen a Europa como el centro-fundamento de la
Historia y como el referente paradigmático de la imagi-
nación política y social así como de lo que aparece como
conocimiento. Para profundizar sobre la articulación
histórica del eurocentrismo (junto con el universalismo
y el racismo-sexismo) como uno de los pilares ideológi-
cos del sistema mundo moderno, ver Wallestein (2007).

17
Cuadernos de RaizAL

como el legado europeo que se asumía como


universal. El colonialismo como relación so-
cial y como posición epistémica sobrevive a la
terminación del colonialismo como relación
política con Europa. De ahí que la emancipa-
ción no puede ser solo circunscrita a esta re-
lación política. Las emancipaciones son múl-
tiples, y muchas son las independencias aun
por lograr.
La idea que señalaba a la civilización y al
progreso como pretendidamente universa-
les, era la encarnación misma de las formas
de gobierno o de los modelos de conocimien-
to, de subjetividad y esteticidad propias de
Europa, hizo que las elites gobernantes se
identificaran profundamente con una lógica
e historicidad eurocéntrica, que reproduje-
ran (e incluso profundizaran) los supuestos
desde los cuales se soportaba la dominación
colonial: la superioridad moral, intelectual y
civilizacional de los europeos sobre las gen-
tes y territorios colonizados. En este discurso
se han parapetado desde entonces las elites
para gobernar en nombre de la construcción
de un proyecto de nación, excluyendo sim-
bólica y físicamente a amplios sectores y re-
giones como lo ha demostrado el historiador
cartagenero Alfonso Múnera (1998). De ahí
que asumieron frente a otros sectores sociales
marginalizados y pueblos como los indígenas o
los afrodescendientes una posición que replica-
ba en términos generales y sin mayor examen
los términos de la dominación colonial a la que
habían sido sometidos por los españoles.
18
¿Quién imagina la Independencia?

Borraduras de los ‘condenados


de la tierra’

Condenados de la tierra es una conocida


categoría de Franz Fanon (1963) para indicar
la racialización e inferiorización de los subal-
ternos coloniales, corolario de las narrativas
de legitimación moral de la empresa colonial
y de las violencias derivadas de sus tecnolo-
gías de dominación. Para Fanon, los conde-
nados (damnés) de la tierra están situados en
una experiencia vivida de miseria y muerte
agenciada por el colonialismo que los conde-
na a una proverbial deshumanización. Así, su
existencia individual (y, en ocasiones, la de
colectividades enteras) es dispensable en la
reproducción de las relaciones coloniales en-
tre los colonizadores europeos y los sujetos
colonizados. Los sucesos y procesos de la In-
dependencia de lo que hoy es Colombia, pone
en evidencia que las elites criollas hasta cierto
punto se desmarcan como sujetos coloniales
pero articulando el lugar de condenados de la
tierra en su relación con sectores poblaciona-
les urbanos y rurales más desposeídos, entre
los cuales negros e indios son ubicados en los
márgenes del proceso de formación de nación.
Hacia principios de los años ochenta, la an-
tropóloga colombiana Nina S. de Friedemann
sugirió un par de conceptos para dar cuenta
de la borradura y caricaturización de la gente
negra en la construcción de la colombianidad.
El par de conceptos que operan conjunta-
mente son los de invisibilidad y estereotipia.
19
Cuadernos de RaizAL

Invisibilidad como borradura de las trayecto-


rias, presencias y aportes de la gente negra:
“La invisibilidad que como estrategia de do-
minio se ha proyectado en tiempo y espacio
a lo largo de casi cinco siglos […] Se apoya en
una negación de la actualidad y de la historia
de los africanos negros y sus descendientes
en América […]” (Friedemann 1984: 510).
Por su parte, la estereotipia se refiere a
las imágenes caricaturizantes, descontextua-
lizadas y simplificantes del negro: “Imágenes
pasionales más que racionales y menos cien-
tíficas que reales, son las que aparecen cuan-
doquiera que la presencia del negro es visible
en el análisis socioeconómico, en la narrati-
va histórico-cultural o en el relato literario”
(Friedemann 1984: 512). Ambas nociones
operan desde las modalidades de expresión
de pensamiento eurocentrista dominante:
“Invisibilidad y estereotipia, como parte de
un proceso de discriminación socio-racial
del negro, son herramientas de un sistema
de comunicación e información hegemónico,
dominado por el pensamiento europeo […]”
(Friedemann 1984: 511).
Invisibilidad y estereotipia son dos tér-
minos útiles también para pensar el lugar de
otros sectores subalternizados como las po-
blaciones indígenas en las articulaciones de la
colombianidad. Tanto los negros como los in-
dígenas encontraron que la Independencia no
significó la supresión del pensamiento raciali-
zante que se expresaba en el período colonial
en las prácticas de discriminación en lo que ha
20
¿Quién imagina la Independencia?

sido denominado la sociedad de castas (Jara-


millo Uribe 1963) con sus tecnologías de lim-
pieza de sangre. Estas prácticas sirvieron de
sedimento a la racialización de los cuerpos y
regiones hacia finales del XIX y primera mitad
del siglo XX, que mantendrán subordinadas a
la narrativa de la blancura o del mestizaje las
presencias y trayectorias de indios y negros.
Así, por ejemplo, un documento histórico
ampliamente resaltado en las retoricas ce-
lebracionistas (conocido como El Memorial
de Agravios), escrito en 1809 por Camilo To-
rres, uno de los más venerados “próceres” de
la Independencia que terminó fusilado en la
campaña de reconquista española, es muy re-
velador en términos de la obliteración de la
presencia de indígenas y negros en el conti-
nente Americano. Sobre la población escribe:

Las Américas, Señor, no están compuestas


de estrajeros à la nacion española. Somos
hijos, somos descendientes de los que han
derramado su sangre por adquirir estos
nuevos dominios à la corona de España;
de los que han exendido sus limites, i le
han dado en la balanza politica de la Euro-
pa, una representacion que por si sola no
podia tener. Los naturales conquistados,
i sujetos hoy al dominio español, son mui
pocos ò son nada en comparación de los
hijos de europeos, que hoy pueblan estas
ricas posesiones (Torres [1809] 1832: 8-9).3

3 Transcrito sin corregir ortografia.

21
Cuadernos de RaizAL

Esto es solo una muestra de la discrimi-


nación socio-racial agenciada por las elites
criollas independentistas que invisibiliza y
estereotipia a las poblaciones indígenas y ne-
gras en la configuración de la colombianidad,
la cual se hace escandalosamente evidente
mediante hechos como el mantenimiento del
tutelaje de las primeras (que no dudaban en
denominar a gran parte de ellas como salva-
jes) y la esclavitud de las últimas (con todas
las imágenes racistas que implicaba).
Incluso para la Constitución Política de
1886, después de varias generaciones de ha-
berse consolidado la Independencia (y que se
mantendrá vigente hasta 1991), las elites ra-
tifican el estatus jurídico de menores de edad
de aquellos pueblos indígenas considerados
salvajes. Así, se les sancionaba a estos pue-
blos como unos todavía-no-ciudadanos que
se entregaban a la iglesia católica para que los
moralizaran y educaran, es decir, para que los
“redujeran a la vida civilizada”. Un proyecto
de colombianidad a imagen y semejanza de
elites eurocentradas y racialistas (donde el
catolicismo y el idioma español eran la única
articulación posible de la nación), que inter-
venía sobre una serie de poblaciones ima-
ginadas como anomalías o anterioridades,
como exterioridades a ser incorporadas por
la fuerza de la conversión y la educación en el
cuerpo de la nación.
El haber mantenido la esclavitud hasta
mediados del siglo XIX a través de una serie
de artilugios legales (como lo fue la ley de
22
¿Quién imagina la Independencia?

manumisión de vientres) es también otro


ejemplo de cómo los sucesos y procesos de
la Independencia no significaron una dignifi-
cación de las condiciones de existencia de los
esclavizados, para no hablar la de otros sec-
tores de afrocolombianos que ya eran libres.
Incluso a los ojos de algunos miembros de
las elites criollas4 era obvia la contradicción
entre la legitimidad del argumentar la Inde-
pendencia de la dominación colonial españo-
la en nombre de la supresión de la tiranía, la
injusticia y la opresión, pero manteniendo la
esclavización de los afrodescendientes en el
país. No obstante, la esclavitud fue mantenida

4 Ver, por ejemplo, posiciones como las de José


Felix Restrepo en el debate abolicionista. Ante el Con-
greso en 1821, en un pasaje de su discurso en a favor de
una ley de libertad de vientres, Restrepo se preguntaba
contrastando la opresión de los criollos por los españo-
les con la de los negros esclavos: “Todos los días se gri-
ta (y con razón) que aquel Gobierno nos trataba como
manadas de bestias, monopolizaba el comercio, nos
mantenía en la ignorancia, y nos negaba los empleos
lucrativos que se daban a los Europeos. ¿Pero que tiene
que ver esta esclavitud con la de los negros? Nosotros
teníamos tribunales donde se administraba, bien o mal,
la justicia: gozábamos de seguridad en nuestras perso-
nas; las propiedades eran respetadas y disponíamos de
ellas; teníamos derecho a solicitar destinos, y se nos da-
ban los de inferior clase […] Comparece ahora nuestra
suerte con la de los miserables esclavos. La imaginación
apenas puede concebir tan inmenso cúmulo de críme-
nes y desgracias” ([1821] 1935: 84, 85).

23
Cuadernos de RaizAL

en Colombia hasta 1851 cuando se sancionó


en el congreso la ley de emancipación de los
esclavos. Esto no se dio sin la oposición de
ciertos sectores de las elites que derivaban
ciertos beneficios económicos o simbólicos
(como el prestigio) que encubrían sus argu-
mentos en el sagrado derecho de propiedad
o la inminente amenaza de caos económico
y social por las hordas desenfrenadas de li-
bertos. La propiedad y la riqueza de las eli-
tes criollas, defendidas a nombre del bienes-
tar de republica, fueron talanqueras para la
emancipación de la esclavitud. El mensaje era
claro: la Independencia no era para todos.
Otra borradura de la agencia histórica de
los sectores subalternizados por parte de
las elites criollas independentistas es que
procesos de emancipación de la dominación
española adelantados por indios y negros
no fueron objeto de referencia ni como an-
tecedentes ni como proyectos paralelos a la
Independencia. San Basilio de Palenque, por
ejemplo, es uno de los innumerables pobla-
dos construidos por los esclavos fugitivos
(conocidos como cimarrones), algunos de
ellos defendidos por empalizadas (de ahí
el nombre de palenques), que pusieron en
aprieto a las autoridades coloniales. San Basi-
lio de Palenque ha sido el más famoso porque
ha pervivido hasta nuestros días (reconocido
por la Unesco como obra maestra del patri-
monio intangible de la humanidad) y, sobre
todo, porque logró que se le reconociera su

24
¿Quién imagina la Independencia?

independencia en un tratado de paz firmado


con la Corona española en el siglo XVII.5
Igual pudiera decirse de los indígenas
tules que habitaron las riveras del río Atra-
to, que desemboca en el mar Caribe y que se
constituye en una importante vía de acceso
a los territorios auríferos del Chocó (los más
importantes durante la colonia en lo que se
ha conocido como el segundo ciclo del oro)
y, más allá, a través del Arrastradero de San
Pablo con el río San Juan y el océano Pacífico.
Las autoridades coloniales nunca pudieron
reducir a los tule militarmente, ni a través de
los misioneros. En repetidas ocasiones, du-
rante siglos, los tule se aliaron con holande-
ses e ingleses haciendo que, por ordenaza del
mismo Rey, se prohibiera la navegación por
el río Atrato durante más de cien años.
La mentalidad de las elites criollas que
marginó con tecnologías de estigmatización
como el tutelaje y la esclavitud, pero también
la que ha sido ciega a otros procesos y gestas
de la emancipación adelantadas por secto-
res populares, indígenas o negros, es la mis-
ma que durante gran parte del siglo XIX y XX
ha considerado que la “gente de bien” (o sea
ellos) son los que en realidad hacen la histo-
ria (a veces con los aplausos –o la sangre-- de

5 De ahí que, a principios de la década del se-


tenta, el historiador Roberto Arrázola haya titulado su
libro sobre las sublevaciones de los esclavizados en
Cartagena de forma sugerente como Palenque, primer
pueblo libre de América.

25
Cuadernos de RaizAL

las muchedumbres, pero evitando demasiado


alboroto o caos “populistas”), los llamados a
gobernar el país y a imaginar los términos y
contenidos de la colombianidad.

Políticas de la representación
de la colombianidad

El 15 de febrero de 2008, mediante el de-


creto 446, el presidente Álvaro Uribe crea la
Alta Consejería Presidencial para el Bicen-
tenario de la Independencia. La creación de
esta Consejería como de los programas sobre
el bicentenario adelantados por diferentes
entidades gubernamentales como el Ministe-
rio de Cultura, el Ministerio de Comunicacio-
nes y Colciencias, entre otros, evidencia que
esta celebración es un asunto de estado. Las
fijaciones de los sentidos de las lecturas del
bicentenario y, sobre todo, sus precisas arti-
culaciones con un proyecto de colombianidad
no se han dejado sueltas.6 Esto no sorprende
de un gobierno que ha intentado hegemonizar
los imaginarios sociales y el sentido común, con
la clara concepción que las disputas políticas
más profundas se dan en el terreno de lo que no
se piensa pero desde donde se piensa: los resor-

6 Una investigación interesante por realizar


que resaltaría por contraste las políticas de la repre-
sentación del bicentenario consiste en examinar los
discursos y performances estatales que los diferentes
gobiernos en América Latina.

26
¿Quién imagina la Independencia?

tes mismos del famoso ‘estado de opinión’ y su


primacía sobre el ‘estado de derecho’.
La página oficial de la Alta Consejería es
una rica cantera en estas fijaciones, en parti-
cular en el enlace bajo una pequeña bandera
estadounidense donde se presenta en inglés
la concepción del gobierno y de esta conseje-
ría sobre el bicentenario.7 En esta sesión, que
no aparece en español, lo cual es bastante di-
ciente, afirma:

Esta conmemoración será un grandioso


foro público sobre valores, ideas y temas
que soportan nuestro proyecto colectivo
nacional, el cual comprende libertad, au-
tonomía, democracia, descentralización,
ciudadanía, diferencia, diversidad, multi-
culturalismo, desarrollo sostenible e his-
toria. Nosotros los colombianos debatire-
mos desde escenarios locales, regionales
y nacional lo que somos y los sueños de
ser como una nación. El bicentenario nos
lleva a pensar sobre nuestro pasado y par-
ticipar abiertamente en un ‘dialogo nacio-
nal’ real […] De esta forma, los ciudadanos
reescribirán, repensaran y reinterpreta-
ran la historia y la transformarán a la luz

7 El enlace preciso es el siguiente: http://www.


bicentenarioindependencia.gov.co/Es/Consejeria/Pa-
ginas/Bicentennial.aspx

27
Cuadernos de RaizAL

de nuestros valores fundadores, los cua-


les son la democracia y la libertad”.8

Se tiene entonces un discurso donde el


abierto ejercicio de la democracia y la parti-
cipación de todos los ciudadanos en la cons-
trucción del proyecto de nación multicultural
son los propósitos esgrimidos explícitamente
por parte del gobierno nacional para la pro-
moción de la conmemoración del bicentena-
rio. Por la arquitectura de la página y por las
actividades concretas, parece que el fragmen-
to citado expresa adecuadamente el encua-
dre del gobierno para con la celebración del
bicentenario.
Las iniciativas de algunos ministerios
(como el de cultura, educación y comuni-
caciones) evidencian esfuerzos por que los
colombianos de las diferentes regiones par-
ticipen en esta conmemoración. El punto so-
bre el que quisiera llamar la atención no es
hasta dónde esta participación se logra o es
un asunto más retórico, sino el discurso mis-
mo. Obviamente, este es un discurso que el
gobierno nacional pretende presentar ante la
‘comunidad internacional’ (específicamente a
los Estados Unidos y Europa), utilizando como
pre-texto la celebración del bicentenario: el

8 (Traducción el autor) La página que refiere


a la Alta consejería en español se limita a una escueta
presentación que enfatiza fragmentos del decreto pre-
sidencial de creación de la Alta consejería y un enlace al
mismo.

28
¿Quién imagina la Independencia?

multiculturalismo, desarrollo sustentable, la


democracia, la posibilidad de reescribir la his-
toria, el ‘dialogo nacional’, la nación de todos…9
El examen de las páginas electrónicas, de
las agendas y de los discursos enunciados por
el estado, evidencia que las celebraciones del
bicentenario tienden a resaltar ciertos he-
chos y actores, presentan una serie de imá-
genes de lo que significó la terminación del
periodo colonial y el inicio de lo que luego se-
ría la republica, el posterior nacimiento de la
nación. La imaginación histórica de los albo-
res de la colombianidad encuentran un insal-
vable anclaje en la Independencia: no pocas
veces reducida ésta, en el sentido común de
los sectores medios y urbanos, a un listado de
héroes de la nación, representaciones pictó-
ricas de batallas y sobrios generales. En estas
celebraciones se articula la escenificación es-
tatal del acto fundador de la colombianidad,
pero también la expresión de los imaginarios
de los más diferentes sectores sociales.
Es en este sentido que las celebraciones
del bicentenario dicen mucho más de nuestro
presente, de cómo es representada Colombia
y quiénes lo hacen, que de lo que ‘realmente
sucedió’ hace doscientos años o de quienes de

9 Ahora bien, hechos como cabalgatas con po-


líticos y militares por la ‘ruta del libertador’, congresos
de expertos, o cenas en la embajada de Colombia en los
Estados Unidos también hacen parte de la efervescen-
cia celebracionista que es difícil compaginar con el an-
terior discurso.

29
Cuadernos de RaizAL

múltiples formas estuvieron involucrados, di-


recta o indirectamente, en los sucesos y pro-
cesos que hoy se resaltan o que se han arroja-
do al silencio. Por tanto, la Independencia no
debe ser pensada como una serie de sucesos
y procesos cronológicamente delimitados con
un sentido unívoco que se encuentran al alcan-
ce de todos, desde el primer día hasta hoy sin
mayor modificación. Los sucesos y procesos
indicados como pertinentes en las ceremonias
o narrativas, suponen borraduras de otros que
se ignoran o consideran como irrelevantes; los
protagonistas son unos, relegando a un lugar
secundario o marginal a otros.
Al igual que la celebración de hace un si-
glo, los actos y la agenda responden más a
las preocupaciones e historicidad de quienes
celebran, que de aquello supuestamente ce-
lebrado y menos aun en nombre de quienes
se celebra. Como bien lo anota Garay en su
estudio, la forma en la que se celebró el Cen-
tenario “[…] se convierte, entonces, en el me-
jor escenario para analizar lo que las clases
dirigentes consideraban nacional y aquello
que rechazaban como tal; en otras palabras,
la manera como se quería representar a la na-
ción colombiana” (sf. 3).
Hace un siglo, las preocupaciones e his-
toricidad de la elite criolla no era aparecer
ante los ojos de los estadounidenses y euro-
peos como un país participativo que respeta
el multiculturalismo. Las elites políticas que-
rían mostrarse como modernas y agentes del
progreso. Para esto diseñan una gran exposi-
30
¿Quién imagina la Independencia?

ción en Bogotá con los avances de la ciencia,


la técnica y diversas expresiones de las artes.
“El ideal de progreso y la noción de civilización
presentes en los innumerables discursos se
hacen tangibles en la adecuación y construc-
ción de los pabellones en el parque de la In-
dependencia” (Garay sf. 5). La Exposición del
Centenario, como también lo muestra Santia-
go Castro-Gómez (2008: 236), constituye una
articulación racializada de la imaginada supe-
rioridad civilizacional de las elites criollas que
encarnaban los ideales universalistas del pro-
greso cuyo referente se anclaba en la ciencia,
la tecnología, la política y la estética europeas.
A pesar del toque multiculturalista y del
intento de descentramiento para que partici-
pen las regiones y los diferentes sectores so-
ciales, los escenarios oficiales mantienen una
retorica de la colombianidad como proyec-
ción de los imaginarios e historicidad de las
elites políticas e intelectuales. Elites que, por
lo demás, siguen siendo predominantemente
eurodescendientes y eurocentradas. La ex-
clusión de negros e indígenas es muy distinta
hoy de hace doscientos años. El discurso de
la modernidad y del progreso de principios
del XX ha dado paso al de la democracia y el
multiculturalismo. Por tanto, hoy se convo-
ca a negros e indígenas, así como a sectores
populares y de las regiones, para que apa-
rezcan incluidos de acuerdo con las predicas
multiculturalistas y de la participación, pero
se hace para legitimar un proyecto de colom-
bianidad agenciado por las mismas elites. El
31
Cuadernos de RaizAL

proyecto eurocéntrico de la interpretación


de la Independencia sigue vigente, aunque en
otras vestiduras. Y, como hace doscientos o
cien años, en los procesos y los sucesos de lo
que se registran como la Independencia y que
se vuelven objeto de celebración muchos son
los escandalosos silencios.

Referencias citadas
Arrázola, Roberto. 1970. Palenque, primer pueblo
libre de América. Historia de las sublevaciones
de los esclavos en Cartagena. Cartagena: Edi-
ciones Hernández.
Castro-Gómez, Santiago. 2008. “Señales en el cie-
lo, espejos en la tierra: la Exhibición del Cente-
nario y los laberintos de la interpelación”. En:
Santiago Castro-Gómez y Eduardo Restrepo
(eds.), Genealogías de la colombianidad. For-
maciones discursivas y tecnologías de gobierno
en los siglos XIX y XX. pp. 222-253. Bogotá: Edi-
torial Universidad Javeriana.
Chatterjee, Partha. 2008. “Comunidad imaginada
¿por quién?”. En: La nación en tiempo hetero-
géneo y otros estudios subalternos. pp. 89-106.
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Fanon, Franz. 1963. Los condenados de la tierra.
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en la antropología colombiana” En: Jaime Aro-
cha y Nina S. de Friedemann (eds.). Un siglo de
investigación social. Antropología en Colombia.
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tenario: una aproximación a una narrativa

32
¿Quién imagina la Independencia?

nacional”. Consultado en: http://www.mu-


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Jaramillo Uribe, Jaime. 1963. Esclavos y seño-
res en la sociedad colombiana del siglo XVIII.
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Cultura, 1 (1).
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gión, clase y raza en el caribe Colombiano: 1717
-1810. Bogotá: El Ancora Editores.
Restrepo, José Félix de. [1821] 1935. “Discurso so-
bre la manumisión de esclavos, pronunciado en
el Soberano Congreso de Colombia reunido en al
Villa del Rosario de Cúcuta en el Año de 1821.”
En: Guillermo Hernandez de Alba, Vida y escritos
del doctor Félix de Restrepo. pp. 82-128. Bogotá:
Imprenta Nacional. [Manuscrito en la Biblioteca
Nacional de Colombia, Fondo Antiguo (RM 223)].
Santos, Boaventura de Sousa. 2009. “De lo post-
moderno a lo postcolonial y más allá de lo uno
y de lo otro”. En: Una epistemología del sur.
Buenos Aires: Clacso-Siglo XXI.
Torres, Camilo [1809] 1832. “Representación del
cabildo de Bogota capital del Nuevo Reino de
Granada a la Suprema Junta de España en el
año de 1809. Escrita por el Sr. Dr. José Camilo
de Torres encargado de estenderla (sic) como
asesor y director de aquel cuerpo. Esta prece-
dida de una introducción que recomienda su
mérito, y de la noticia de su autor. Imprenta de
N. Lora. Año de 1832”.
Wallerstein, Immanuel. 2007. Universalismo
europeo. El discurso del poder. México: Siglo
XXI Editores.

33
Cartografía de las discontinuidades

A 200 años ...

Hacia una cartografía de las


discontinuidades

Marta Saade Granados1


El bicentenario o la conmemoración de
dos siglos de inicio de la “independencia po-
lítica”, no conducen automáticamente al re-
conocimiento de un continuo en la historia
social del país y estamos lejos de procurar
forzarlo en estas páginas. La pretensión, apa-
rentemente ingenua, de hacer brotar las his-
torias nacionales a partir de 1810 en buena
parte de América Latina, como hecho fundan-
te de un hilo continuo sólo interrumpido por
la supuesta anomalía de las disputas políticas,
ideológicas, culturales o territoriales, conti-
núa mediando las aproximaciones profanas
a esta historia bautizada como “nuestra”. Sin
estar segura de pertenecer a ella, sintiéndo-
me incluso incómoda con los nombres que la
bautizan desde la historiografía oficial, aun-
que irremediablemente atada a ella, reúno

1 Universidad Externado de Colombia,


Centro de Pensamiento Latinoamericano RaizAl.

35
Cuadernos de RaizAL

aquí algunas de las reflexiones suscitadas en


los doscientos años de vida republicana.
Más que desglosar aquí, quiénes fueron los
más o menos ‘verdaderos’ protagonistas de
los hechos independentistas, voy tras las tra-
zas de las preocupaciones sociales actuales
que buscan en el pasado anterior y posterior
a la inauguración de la vida republicana, mo-
tivos de encuentro y disenso, o bien, motivos
de las luchas sociales del presente. Con ellas,
buscando descifrarlas y comprenderlas como
constitutivas de la historia nacional, carto-
grafiamos algunas de las discontinuidades
que permiten abordar al bicentenario como
escenario de sentidos sociales en disputa.

Interrogar a la Independencia

El 20 de julio de 2010, Colombia se convir-


tió en observatorio privilegiado para enten-
der que aquí, en este territorio de diversidad
y desigualdad, amparadas ambas en el cuerpo
constitucional que rige los destinos de este
país, la nación está en disputa. La conmemo-
ración del bicentenario, lejos de escenificar
un espacio de pretendido sentimiento patrio
unívoco, se mostró polivalente y en conflicto.
Una vez más, pero con singular contundencia,
estamos presenciando que el pasado es obje-
to de uso del presente, como desde tiempos
de la Escuela de los Annales ha sido enuncia-
do por distintos historiadores (Bloch, 2000;
Traverso, 2007). Me corregirán si mis per-
36
Cartografía de las discontinuidades

cepciones resultan esquivas a todo esfuerzo


de pretendida unidad nacional, pero al calor
de los espectáculos del festejo oficial, entre el
desfile militar en Bogotá y la serie de grandes
conciertos dispersos por la geografía nacio-
nal, el común denominador de los pobladores
del país, no fue exactamente el grito de aquel
“qué orgulloso me siento de ser un buen co-
lombiano”, como reza al son de un bambuco
el himno nacionalista de nuestro folclor.
El suceso del llamado Grito de Indepen-
dencia a cargo de los criollos es objeto de
revisiones académicas desde hace ya algún
tiempo. Hoy, los sectores, clases y pueblos en
movilización miran también con sospecha, y
en ocasiones con reconocimiento, a los sím-
bolos criollos que habrían de blandir sus ban-
deras —aún amorfas— de inconformidad con
un régimen colonial que cerraba sus preten-
siones de participación política y control co-
mercial, no sólo en Santa Fé sino también en
el Caribe colombiano (Véase: Múnera, 1998).
Y entonces se produce un desplazamiento del
centro del interrogante: más que preguntar-
se por la participación de sectores y pueblos
específicos en los procesos independentistas;
con singular pertinencia, voces y procesos
sociales se preguntan por su presencia y au-
sencia en los acontecimientos que harían ha-
ciendo de Bogotá el centro del estado-nación.
A casi dos siglos de la llamada Patria Boba, el
centralismo que ocupó tantos años de la vida
republicana, continúa siendo nodo privilegia-
do para “pensar la nación”, parafraseando a
37
Cuadernos de RaizAL

Patricia Funes (2006), pero ya no sólo como


preocupación de intelectuales nacionalistas
sino como inquietud de la población misma.
Así mismo, pesquisas académicas delimi-
tan la emergencia de pasiones anticoloniales
en los puñados de criollos que protagonizaron
aquel julio de 1810, para dibujar un proceso
de configuración política que muestra que la
causa independentista no estaba constituida
previamente a aquel 20 de julio (Villamizar:
2010). Muy por el contario, se señala cómo va
emergiendo con ambigüedades a medida que
el Grupo de los Notables adquiere vocación
de poder en sí mismo e incursiona con terror
la pacificación de Morillo, que evidencia la
imposibilidad de incluir a los criollos nota-
bles en los sentidos de un gobierno cuya le-
gitimidad seguía imitando a la mano del Rey.
A la par, se expresan las palabras de quie-
nes buscan en el Movimiento de los Comune-
ros, o bien, en los procesos palenqueros y en
la formación de rochelas brotes de rebeldía,
que si bien no atacaron el corazón del or-
den colonial, resulta indudable su aparición
como acciones colectivas de reivindicación y
búsqueda de libertad. Así se evidenció en los
seminarios y coloquios organizados por uni-
versidades como la Javeriana, la Universidad
Nacional de Colombia y la Universidad Cen-
tral, a lo largo del 2009 y el primer semestre
del 2010.
Este conjunto de cuestionamientos em-
prendidos por académicos y por los mismos
procesos de movilización y organización so-
38
Cartografía de las discontinuidades

cial, parecen mostrar la necesidad de abrir la


pregunta historiográfica hacia un cuerpo más
grueso de procesos que buscaron de dife-
rentes maneras, fragmentarias y singulares,
algún tipo de emancipación. Parece necesa-
rio entonces abrir las preguntas que hagan
posible caracterizar a los proyectos políticos
emergentes en este tipo de prácticas sociales.

Sentidos en disputa o
disputa de sentido

Surge la pregunta sobre el motivo mismo


de las conmemoraciones actuales. ¿Es el na-
cimiento de la patria aquello que reúne re-
flexiones y manifestaciones colectivas en la
actualidad, o son las búsquedas de libertad
las que convocan a los grupos, los sectores
sociales y los pueblos del presente? ¿O son
ambas confundidas?
Al momento de la Independencia la inte-
rrogamos comúnmente con el termómetro
de la causa republicana, dando por entendido
que en ella se encontraban garantías de bue-
na vida y asumiendo que este ideal interpe-
laba a la población con “sentido político”. De
este lugar común brota iracunda la sentencia
sobre el carácter reaccionario de los indios y
patianos del actual suroccidente colombiano,
sin siquiera indagar o preguntarnos sobre la
singularidad de las búsquedas emancipato-
rias de acuerdo con la historia prehispánica y

39
Cuadernos de RaizAL

colonial de estos pueblos.2 Lo anterior, sin ne-


gar la complejidad y por qué no decirlo, apa-
rente confusión entre las búsquedas de auto-
nomía e independencia. Ambigüedad que es
posible leer en los propios criollos, protago-
nistas de aquel 20 de julio, y que serán plas-
madas durante los años siguientes.
Así mismo, la fijación de los primeros re-
publicanos en el 20 de julio, como fecha de
inicio del verdadero proceso independentis-
ta, borró de la memoria el protagonismo de
José María Carbonell, a las mujeres y los varo-
nes, artesanos e indígenas, cuyo odio plebeyo
se conjugaría con ideas rondantes para radi-
calizar el Grito de Independencia. Aún, el uso
común y actual de este pasado hace eco del
espíritu ilustrado de finales del siglo XVIII y
principios del XIX, para sostener que sólo los
versados en letras y teorías de la cuna fran-
cesa republicana, son quienes protagonizan
la historia de la Independencia colombiana.
El pueblo, nombrado como “turba” amorfa y

2 En estudios tan importantes como el rea-


lizado por el historiador Javier Ocampo (1983),
esta idea se expresa con cierta persistencia. Re-
cientemente, estudios como los realizados en la
tesis doctoral del filósofo e historiador Dumer
Mamián, se pone en duda esta interpretación do-
minante. Así mismo, al calor de la conmemoración
del bicentenario Sergio Elías Ortíz (2009) realizó
su tesis de grado en antropología sobre la figu-
ra de Agualongo en la defensa de la autonomía y
construcción territorial de indígenas y patianos.

40
Cartografía de las discontinuidades

desinteresada, funge simplemente como car-


ne de cañón, como ya lo anunciaría con espí-
ritu crítico Gutiérrez Sanín (1995).
Pero esta matriz, reproducida en buena
parte de la historiografía erudita, es retada
en la actualidad por los procesos sociales que
denotan las exclusiones con las que ha sido
constituida la pretendida continuidad de la
historia nacional. El 19 de julio de 2010 mar-
charon hacia la Plaza de San Victorino 1.500
personas del pueblo Misak, provenientes del
Cauca, con sectores sociales urbanos, decla-
rados en Minga Social. Con este hecho sig-
nificativo que no agotó su intervención en
territorio capitalino, sino que se declaró en
movimiento recorriendo en 23 chivas el te-
rritorio que une a Silvia con Bogotá, se puso
de manifiesto una cartografía de los sentidos
del pasado en franca oposición.
En paralelo, el pueblo Nasa del Cauca se
reunió en minga con el CRIC en el ya emble-
mático epicentro de los procesos de moviliza-
ción social en el suroccidente, La María; y a la
par los campesinos del Macizo Colombiano y
pobladores de Popayán caminaron su territo-
rio, al tiempo que se adelantaba una marcha
de pobladores y pueblos indígenas del Alto y
bajo Putumayo. Y unos días antes, la Minga
Cali recibió a la movilización del pueblo Mi-
sak con una marcha por la ciudad y lo mismo
sucedió en Cajamarca, donde se “caminó la
palabra” con los mineros que allí están defen-
diendo su territorio y su trabajo.

41
Cuadernos de RaizAL

Se pensará, en el tono particularista que se


ha pretendido dar a las luchas étnicas y popu-
lares en nuestro país y en el mundo, que aquí
no se discuten los sentidos de la nación co-
lombiana, sino que se pone en escena una ac-
ción colectiva de resistencia social, prepolíti-
ca, con un alcance únicamente reivindicativo.
Vale la pena entonces retomar algunas de las
palabras anunciadas en el pasado 19 de julio
y durante las jornadas que le antecedieron.
Desde 1492 – sostiene el pueblo Misak,
con la voz de sus autoridades - hasta 1810
fueron 318 años de invasión a nuestros te-
rritorios, de sometimiento y exterminio de
los pueblos nativos, y saqueo de las rique-
zas, bajo la esclavitud de la Corona españo-
la. Hoy a 2010 son 200 años de continuo y
sistemático aniquilamiento y robo de nues-
tras riquezas naturales, como los minerales,
en alianza entre el gobierno nacional y las
transnacionales y multinacionales (Autori-
dades Ancestrales del pueblo Misak, 2010:
1).
Existe aquí una discusión en lo absoluto
marginal, sobre las formas como periodiza-
mos nuestra historia, entendiendo que la re-
flexión sobre el acontecer en el tiempo está
cargado de sentidos encontrados. Hoy, a casi
20 años de la sanción constitucional que ha-
bría de nombrar legalmente a un país multié-
tnico y pluricultural, y que invocó a un nuevo
ordenamiento territorial siempre posterga-
do; la concepción estratégica que nos escin-
de en una Prehistoria e Historia, en Colonia
42
Cartografía de las discontinuidades

y República, está presente y viva, y se reinau-


gura con singular fuerza en las celebraciones
oficiales del bicentenario.
Los pueblos indígenas y los pobladores re-
gionales de Colombia, con sus organizaciones
de carácter nacional, regional y local, cuestio-
nan la interpretación oficial, para ubicar los
sentidos actuales que problematizan a la na-
ción colombiana en el flujo de 518 años de re-
sistencia frente a un proceso de colonización
de largo aliento, que nos trae hasta nuestros
días. Y con ello no sólo aluden a sus pueblos,
sino al conjunto de procesos que habrán de
constituir a sectores sociales completos del
país. A lo largo de estos más de cinco siglos se
ha formado el campesinado, se han entreteji-
do los obreros, se han ido haciendo las muje-
res como sujeto, entre tantos otros más. Este
reconocimiento histórico es el que hace posi-
ble la siguiente afirmación, por parte del pue-
blo Misak: “cómo construir la unidad de los
pueblos que tanto necesitamos”. En el mismo
tono con el que fue expresado por todos los
demás sectores y pobladores que marcharon
en minga aquel 19 de julio de 2010:

Después de 200 años de ensayos y fracasos


del sistema político colombiano por cons-
truir un país y un estado social de derecho
incluyente, la Nación Originaria Misak pro-
pone: la defensa de la autonomía y la so-
beranía de nuestros pueblos, de la madre
naturaleza, de nuestros territorios y sus au-
toridades, la no violencia, y la construcción

43
Cuadernos de RaizAL

de políticas justas y la equidad para toda la


sociedad mayoritaria colombiana.
Por lo anterior, todos debemos conver-
tirnos en trabajadores y constructores in-
cansables de la unidad entre los pueblos.
Ante las amenazas de perder nuestros te-
rritorios y todos los derechos que hemos
conquistado, estamos obligados a hacer a
un lado los intereses personales, de grupo o
de organización y poner por encima los in-
tereses de nuestros pueblos, anteponiendo
lo común que nos une. (…)
Las discusiones entre las directivas de
las organizaciones son importantes y ne-
cesarias pero no suficientes. No podemos
contentarnos con ponernos de acuerdo sólo
entre las cúpulas o las directivas de las or-
ganizaciones. La unidad debe ser asunto de
todas nuestras comunidades y pueblos des-
de las autoridades milenarias de base, en la
lucha por la defensa de nuestros territorios
y derechos (Autoridades Ancestrales del
pueblo Misak, 2010).

Es posible intuir entonces, la expresión


de una cartografía de la movilización social
actual, que podemos reconstruir en los te-
rritorios que hoy en día están amenazados
frente a megaproyectos como la minería o los
agrocombustibles. O bien, de procesos socia-
les que reivindican su derecho a la perviven-
cia como pueblos, colectividades y naciones
frente a la conmemoración automática y ho-
mogénea del origen del estado-nación colom-
44
Cartografía de las discontinuidades

biano. La noción de “pervivir en el tiempo y


en el espacio” como sostienen los Misak, los
Nasa, los Pastos y otros pueblos indígenas en
el país, no puede pasar desapercibida des-
pués de más de 500 años de genocidio, que
hoy reinterpretan vuelve a aparecer con las
amenazas e incursiones a su territorio.
En medio de conflictos y dificultades de
diálogo, aparece una angustia similar en pue-
blos campesinos, mineros y con otros que ya
cuentan con amplias experiencias de convi-
vencia urbana. “Ninguna decisión sobre no-
sotros sin nosotros”, afirma el mandato de
la Mesa de Cerros Orientales de Bogotá, para
expresar su capacidad política de manejar su
territorio con autonomía y en beneficio colec-
tivo. Organizaciones campesinas por toda la
geografía nacional diseñan escuelas de “cam-
pesino a campesino” para rescatar semillas
perdidas y recuperar la capacidad de tener
una soberanía alimentaria, al tiempo que par-
ticipan en el mercado de ciertos productos
agrícolas que les permitan un ingreso digno.
Mientras en algunos pueblos del Eje Cafetero
o el Magdalena Medio, los pequeños mineros
muestran posibilidades de desarrollar una
minería en diálogo con las otras formas de
vida y en función del “buen vivir”.
A 200 años de la independencia colombia-
na la experiencia del “poblador”, de habitar
un mismo territorio, parece emerger como
posibilidad de articulación entre sectores,
clases y pueblos. Justamente la amenaza
frente a la puesta en práctica de las maneras
45
Cuadernos de RaizAL

culturalmente constituidas de convivir con el


territorio para trabajar y pervivir en comuni-
dad, abre un espacio de encuentro y diálogo
entre organizaciones, sectores e individuos,
que dan otros sentidos prácticos y simbólicos
al hacer nación colombiana, frente a los cua-
les es necesario realizar una reflexión juicio-
sa.
Los “pobladores regionales” (Benavides,
2006), los trabajadores y los pueblos mues-
tran en sus expresiones actuales de lucha so-
cial una cartografía discontinua de la nación
colombiana, cuyas puestas en escena ponen
de manifiesto ya no el diagnóstico decimonó-
nico de la “desintegración nacional”, tan caro
a la historia latinoamericana (Saade, 2009);
sino los disensos de los sentidos y usos de la
nación expresados en procesos de resisten-
cia social de diverso orden, que hoy buscan
en nuestro suelo construir en medio de múl-
tiples dificultades, rivalidades heredadas y
conflictos actuales, proyecto de vida también
común.

De la anomalía a las
discontinuidades y simultaneidades

La historiografía oficial y hegemónica


ha hecho del disenso y de las expresiones
de conflicto social durante mucho tiempo,
una anomalía. Una supuesta deformación
del rumbo histórico preestablecido ideoló-
gicamente por las presunciones del “deber
46
Cartografía de las discontinuidades

ser”. Hablamos de los relatos históricos es-


colares, de los que se narran en el día a día,
de los que se convierten en sentido común y
que se suponen fuera del alcance del cues-
tionamiento. De otra manera, cómo explicar
la noción de “patria boba” y más de un siglo
después, de un período catalogado como “la
violencia”.
Nuestra historia republicana, como en el
conjunto de América Latina, está constitui-
da también por los esfuerzos eruditos que
trataron de recomponer la continuidad y re-
gularidad nacional. La ciencia, en complici-
dad con las intencionalidades republicanas
y más tarde nacionalistas, sancionaron con
el más claro tono y acciones autoritarias,
quién pertenecería y quién estaría, desde su
constitución, excluido de la nación. Indíge-
nas, negros, infractores, locos, analfabetos y
enfermos fueron englobados y estigmatiza-
dos como anormales e inadaptados frente a
la designación de quienes se presumía eran
los destinados a constituirse en el sujeto de
las nuevas naciones modernas, todos ellos
inexistentes en la práctica: blanco/mestizo,
trabajador eficiente y consumidor (Saade,
2009).
Sin desconocer el proceso emancipato-
rio que habría de crear fisuras en el orden
colonial y que al contrario de la historia ofi-
cial podríamos comenzar a detectar desde
el momento mismo de la invasión española
y con énfasis en los esfuerzos de arrochela-
dos y palenqueros; el bicentenario tal como
47
Cuadernos de RaizAL

ha sido establecido, presenta a la “causa re-


publicana” como esencia y sustancia única
y preexistente para definir la presencia de
emergencias políticas. Por lo tanto, las ma-
nifestaciones de patianos e indígenas en el
actual suroccidente colombiano, son presen-
tadas como tropiezos y “anomalías”. Incluso
en tiempos en los que se reclama la impor-
tancia de análisis interdisciplinarios, pare-
ciera que olvidamos las preguntas abiertas
por el ejercicio de la disciplina antropológi-
ca, que haría posible transformar el rasero
de la “causa independentista”, para indagar
sobre las apuestas y relaciones concretas
que hicieron emerger procesos divergentes
y en conflicto con la causa republicana ini-
cial.
Dentro de esta misma concepción, el di-
senso y las contradicciones con respecto a
la configuración de la nacionalidad colom-
biana no son una anomalía, como preten-
den por cierto mostrarlo la designación de
la “Patria Boba”. Por el contrario, parece-
ría posible al menos abrir perspectivas de
comprensión, que permitan aprehender es-
tos procesos como constitutivos de la histo-
ria nacional y no como sus disfuncionalida-
des (que a la postre, suelen ser establecidas
en razón del proyecto político triunfante).
Aquel período de la historia colombiana
que pone sobre el tapete las inconformida-
des, los intereses, los deseos y las necesida-
des diversas y confrontadas que irán dan-
do forma paulatina a las configuraciones
48
Cartografía de las discontinuidades

regionales, así como a las distancias entre


notables criollos y emergencias populares,
constituye nuestra historia, no es un parén-
tesis de la misma. Con la designación de Pa-
tria Boba se termina estigmatizando a una
parte importante de la historia de las dis-
putas por los sentidos y horizontes posibles
de nuestra formación social, que estamos
en mora de comprender mejor.
Así como décadas después se intentaría
sentenciar a la época de la violencia y sus
especialistas nombrados como “violentó-
logos”. Una de las presencias, ya casi con-
vertida en sujeto de la historia, presentada
como sustancia y tantas veces escindida de
la comprensión de los conflictos de una his-
toria nacional plagada de despojos y cerrada
a las emergencias sociales.
De tal suerte, resulta fundamental la
comprensión de los procesos paralelos, que
en simultaneidad han pensado y recreado
proyectos de vida más o menos consolida-
dos; así como reconocer en las discontinui-
dades de nuestra historia no una anomalía,
sino la complejidad y diversidad que nos
constituye como nación. Las conmemora-
ciones populares del bicentenario, pusie-
ron en evidencia la existencia de 200 años
de historias de lucha social, dispersas por la
geografía nacional y convergentes en cier-
tas ocasiones, que forman parte de una lar-
ga y prolífica historia de resistencia frente
a la colonización.

49
Cuadernos de RaizAL

Sentidos en la balanza

En el que ya es un clásico estudio sobre el


surgimiento de las identidades nacionales Eric
Hobbsbawm recuerda y documenta en asocio
con un puñado de investigadores cómo se in-
ventan las tradiciones en medio de las volun-
tades políticas que tienen la facultad de ejercer
el poder (Hobbsbawm y Terence,1983). El bi-
centenario parecería tener la vocación de re-
novar los mitos fundacionales de Colombia. A
200 años… Colombia se encuentra en vilo. Las
luchas que festeja u omite el Bicentenario en
su celebración, son actualizadas y adquieren
sentidos renovados con el pulso de los pro-
cesos sociales del presente. Este es también
nuestro problema y el Bicentenario no logra
evadirse de la mirada crítica del presente. Co-
lombia se disputa los sentidos de la nación y
este sin duda, podrá ser un terreno fértil para
revisarnos por dentro y desde dentro.
Con 200 años de independencia política
es posible dar cuenta de expresiones de una
conciencia histórica de larga duración, capaz
incluso de dar cuenta de las persistencias y
discontinuidades históricas. Algunas de ellas
se expresan hoy descifrando algunos de los
principales hechos de la política nacional en
relación con el latir de la primera década del
siglo XXI. Al menos, distinguimos tres cuer-
pos gruesos de tensiones históricas que se
expresan en la actualidad con singular pre-
ocupación por parte de la movilización social.

50
Cartografía de las discontinuidades

La Patria en tensión. La Patria como


“terruño”3 fortalecido con un vínculo históri-
co y jurídico, cuyo mito de origen nos condu-
ce al ya nombrado 20 de julio, es invocada en
nuestros días entre el pacto político que esta-
blecen los criollos y la gran faena militar lo-
grada por la Campaña Libertadora comanda-
da por Bolívar, y que extiende el Bicentenario
al 2019. Al sazón, se calibran sentidos entre la
tradición legalista en la formación del estado-
nación colombiano y que hará de Santander
“el hombre de las leyes” como prototipo de
un espíritu republicano “a la colombiana”; y
el énfasis en una suerte de estética de guerra
defendida desde la seguridad democrática,
para decirnos que “en Colombia los héroes
sí existen”, tal como reza la campaña del bi-
centenario liderada por el pasado gobierno.
Independencia - Ley – Guerra aparecen como
tríada que se establece en la disputa entre la
representación del origen de la Patria aso-
ciada con la retórica de la “democracia más
antigua de América”, frente al argumento de
defensa y seguridad nacional, en medio del
más claro avance neoliberal.
Pero la inauguración de la Patria no sólo
se disputa este sentido, ella invoca irreme-
diablemente a la Gran Colombia, no sólo a
la Colombia de nuestros días. Tiene el poder
de invocar en el presente el giro político que

3 Me refiero aquí a la patria como terruño


en el sentido inicial decimonónico reseñado por
Hobbsbawm (1991).
51
Cuadernos de RaizAL

describe América Latina en los últimos años


y que ha implicado el llamado múltiple y de
diverso carácter a la integración regional.
Las perspectivas bolivarianas actuales apare-
cen esbozadas en este contexto, en relación
o distanciamiento con respecto a una larga
tradición de configuración de una identidad
con los pueblos del continente, que en ningu-
na medida se reducen al liderazgo actual de
Venezuela. El Bicentenario, con la celebra-
ción de la inauguración de la Gran Colombia,
articulada a los esfuerzos independentistas
de Artigas, Morelos… se sitúa también en la
discusión sobre el aislamiento de Colombia
con respecto a los países hermanos en térmi-
nos del resquebrajamiento de las relaciones
diplomáticas con sus países vecinos; así como
en relación con su arritmia con respecto al
tono de la política económica y social de bue-
na parte de la región.
En aquel mismo tenor, la Patria como te-
rruño implica también que se renueven las
pasiones por la defensa de la soberanía na-
cional fundamental en tiempos independen-
tistas y primeras décadas republicanas. Hoy,
el argumento sale a relucir con particular
fuerza ante la instalación de bases militares
estadounidenses en el país. En tiempos de Bi-
centenario y en auge de medidas neolibera-
les, están en disputa los sentidos de la sobera-
nía nacional frente a la incursión extranjera.4

4 Así fue expresado por la Marcha Patrió-


tica que llegó a territorio capitalino el 18 de julio,

52
Cartografía de las discontinuidades

Nación, pueblos, colectividades y


nacionalidades. La cada vez más amplia
discusión sobre las naciones, los estados-
nacionales5 y su incursión en la historia de
la modernidad, leída ahora en clave de plu-
rietnicidad, multi e interculturalidad, pone en
evidencia una particular conciencia histórica
de larga duración en ciertos sectores, pueblos
y pobladores de la sociedad colombiana, que
supera el alcance del bicentenario.
El derecho a las existencias colectivas de
diverso orden, están hoy en juego y en vilo,
así lo manifiestan claramente tanto los estu-
dios académicos como los procesos sociales
que protagonizan tales reivindicaciones, que
sin duda, superan sus limitaciones particula-
res y avanzan hacia una propuesta de país de
la cual son protagonistas. La reflexión abier-
ta por 200 años de vida republicana, que son
también la ocasión para pensar las relaciones
ambiguas, confusas y problemáticas de ins-
tauración ciudadana frente al orden estamen-
tal colonial, nos devuelve a una discusión no
saldada en aquel ya casi mítico 1991.
El posicionamiento de 518 años de resis-
tencia en el espectro de las conmemoraciones
del Bicentenario, interpela directamente a

como por algunas de las organizaciones sociales


que formaron parte de la movilización de la Minga
Social y Comunitaria.
5 Nos referimos aquí a los clásicos estudios
de Anderson, Gellner y Hobbsbawm, principal-
mente, reseñados en la bibliografía.

53
Cuadernos de RaizAL

los límites impuestos de la considerada como


“historia nacional”. Los cuadernos de histo-
ria nacional están plagados de preludios que
anuncian lo que se presenta como devenir
inevitable y obligado. La “prehistoria” anun-
cia una grandiosidad en declive que estaba
destinada a hacerse “histórica” con la llegada
civilizatoria de la rueda, la escritura, la mita
y la encomienda, la unificación lingüística
y religiosa. ¿Acaso nos volvimos históricos
con los niveles más crueles de explotación
laboral, con las estrategias de aculturación
hacia los indígenas, la desterritorialización y
la esclavización de la población negra? Hoy,
las comunidades indígenas y negras de Co-
lombia se reclaman pueblos, poseedoras de
proyectos de vida milenarios que actualizan
en planes de vida, para garantizar su pervi-
vencia y construir país desde la historia que
ha sido negada y relegada a las curiosidades
de especialistas y museos.
Por su parte, los trabajadores se defien-
den de los embates en contra de los derechos
a la libre agremiación, denunciados por las
organizaciones de derechos humanos, para
sostener que su vida colectiva hace parte de
la vida nacional. Los nombres de María Cano,
Mahecha y otros tantos que lucharon en otros
tiempos por los derechos laborales son reto-
mados para denunciar que las Bananeras no
quedaron en el pasado, sino que aparecen
una y otra vez, cada vez que los trabajadores
defienden su derecho a disfrutar del trabajo y
recrearlo colectivamente.
54
Cartografía de las discontinuidades

A la par, campesinos de todos lados, reco-


nocen que han dejado de cultivar alimentos y
vuelven a los saberes refundidos ante décadas
de Revolución Verde y Nueva Ruralidad, para
recordarnos que sin soberanía alimentaria la
nación colombiana pierde sus posibilidades
de existencia concreta. La recuperación de
semillas, la renovación de shagras y huertas
familiares, se reclaman hoy como tareas para
la construcción de la nación. Y al lado de mi-
neros, artesanos y otros pobladores rurales
vuelven a imaginar una vida campesina di-
versa y convergente, con “gente para la tierra
y tierra para la gente”.
Los habitantes urbanos crean sus histo-
rias para imaginarse y constituirse, en medio
de las dificultades de la vida urbana en situa-
ciones de precariedad, en sujetos de la histo-
ria nacional. Jóvenes se buscan y se encuen-
tran para reclamar que ellos no “adolecen” de
cualidades y calidades que los hagan suscep-
tibles de imaginar, crear e idear a la nación
colombiana. Los murales, los grupos de mú-
sica y baile, los grupos culturales, de defensa
ambiental… se preocupan por mostrar que
la “criminalidad” no los define como objetos.
Hoy, sus cuerpos se tornan expresión de una
diversidad creativa que intenta afrontar las
dificultades y prejuicios de nuestros tiempos.

Colombia en masculino y sin hijos na-


turales. Otros tantos sentidos encontrados
se visten de morado y de arcoiris para de-
nunciar una historia nacional constituida en
55
Cuadernos de RaizAL

una línea genealógica masculina y reiterada.


Manuela Beltrán, Policarpa Salavarrieta, más
conocida como “La Pola”, entre otros perso-
najes femeninos se recuperan para confron-
tar su ubicación en la historia nacional como
apoyo del verdadero héroe de la Patria. Una
reivindicación que más allá de los nombres
representativos, se confronta con una Ma-
nuelita Sáenz, valorada como “la libertadora
del Libertador”, en carteleras escolares, mar-
chas conmemorativas y carteles de homenaje
en lenguaje de inclusión de la mujer. No pue-
de dar más que risa la pretendida inclusión
de la mujer como sujeto de la historia patria a
través de su reafirmación como acompañan-
tes privadas de los héroes de la patria.
Jaime Jaramillo Uribe recuerda en un céle-
bre ensayo histórico cómo fue constituida la
valoración sobre el linaje y la pureza de san-
gre como estrategia fundamental de ordena-
miento de la sociedad colonial. En tiempos de
conmemoración de la Independencia, todos
fuimos testigos del desfile de la generación de
los “delfines”, que como en antiguos tiempos
coloniales muestran pocas posibilidades de
cruzar el umbral de la democracia moderna.
Esta fue otra de las tantas tensiones puestas
en evidencia en las conmemoraciones del Bi-
centenario.
Cuando cumplimos ya varias décadas de
historia social, cuando la historiografía afri-
cana e hindú ha mostrado de nuevo la impor-
tancia de las voces subalternas, y la antropo-
logía y la sociología han hecho otro tanto por
56
Cartografía de las discontinuidades

resaltar a los “otros” protagonistas de la his-


toria, nuestra vida sigue olvidando a los hijos
naturales, continúa creyendo en los linajes,
negándose a pensarse a sí misma e imper-
meable a las propuestas de vida femeninas.
La idea de que la colonización es una per-
sistencia, lejos de una remembranza de tiem-
pos antiguos, es una constante y una denuncia
generalizada en las manifestaciones sociales
en el Bicentenario. Ella se enfrenta en sus
múltiples expresiones y énfasis a la visión
que la muestra como un hecho del pasado.
Hoy, las gentes de diversos lugares del país,
que se sienten pertenecientes a un territorio
que han construido a lo largo del tiempo, se
preocupan por afirmar que la nación está en
vilo y que requiere esfuerzos mancomunados
para adelantar lo postergado en “518 años de
resistencia y 200 años de lucha de los pue-
blos”, como reza la proclama del 19 de julio
del 2010.
La historia nacional plural y multicultural,
en acuerdo al espíritu constitucional, es una
deuda y un reclamo, que busca ensanchar la
memoria y hacer explícitas las exclusiones. Si
bien sabemos que el viejo adagio de que “la
historia se repite” es una falacia, sí es posible
advertir en las emergencias sociales presen-
tes en el bicentenario la advertencia de una
historia perseverante, que cada 50 años in-
tenta perdonarse, a través de una suerte de
ejercicio amnésico que pretende hacer de las
discontinuidades y paralelismos que caracte-
rizan nuestra ya más larga vida, en una con-
57
tinuidad ficticia que imagina la nación para y
desde un puñado de mentes.

Bibliografía citada

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Por la dignidad y pervivencia de los pueblos, la
nación Misak en movimiento. 19 de julio. Gua-
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tada en el seminario ¿Quiénes son los campe-
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triótico de Santafé (1791 – 1797). Tesis
de maestría en Historia (inédita). Bogotá:
Universidad Nacional de Colombia. Tesis
de maestría en Historia.

59
Cuadernos de RaizAL

Historias Recreadas
... a propósito del Bicentenario
Josué Libardo Sarmiento1

1 IPARM, Universidad Nacional de Co-


lombia, Centro de Pensamiento Latinoameri-
cano RaizAL.
60
Historias Recreadas

I. Entrevista con...
José María Carbonell

“El chispero de la
Revolución”

El 19 de julio de 1816 fue fusilado en


Santafé José María Carbonell. Llegó a
ser escribiente de la Expedición Botáni-
ca, liderada por José Celestino Mutis.

¿Quién es usted?
José María Carbonell: Bueno, soy un hijo de estas
tierras que busca en la ciencia y el conocimiento
la posibilidad de construir una patria mejor. Mi
labor como escribiente de la Real Expedición
Botánica a ordenes de los Mutis, me ha dado la
oportunidad de conocer la gran riqueza de estas
tierras pero temo que esa riqueza natural sea la
clave de nuestra esclavitud en el futuro…
Sr Carbonell ¿Cuál es su conclusión de los
hechos del pasado 20 de Julio de 1810?
Ante todo quiero aclarar a los habitantes de
Santafé y de la Nueva Granada que estoy com-
placido por el resultado final del Cabildo Abi-
erto celebrado en la capital en esa fecha. Pienso
que es un gran avance que el pueblo haya toma-
do por su mano los destinos de la capital y que
los habitantes de las demás provincias hayan
seguido su ejemplo. Pero no nos podemos dor-

61
Cuadernos de RaizAL

mir en los laureles, apenas ahora empezamos el


verdadero proceso de labrar nuestra libertad,
hay que tener cuidado con las nuevas amenazas
que se ciernen sobre nuestros destinos…
¿A qué amenazas se refiere?
Específicamente a aquellos que apelan al pue-
blo para dar rienda suelta a sus ambiciones
personales pero que a la menor oportunidad
lo tracionarán y resultarán siendo peores que
sus verdugos. No es necesario que yo de nom-
bres, el pueblo los conoce…
En su opinión ¿Qué es lo más importante
para el éxito de nuestra revolución de inde-
pendencia?
Lo más importante en el proceso revolucion-
ario en que nos encontramos era la acción del
pueblo, de las clases humildes; sin la partici-
pación del pueblo ninguna iniciativa política
tendrá sentido ni futuro…
Es por eso que el pasado 20 de julio de 1810
usted incitó las masas santafereñas contra
las autoridades españolas?
Si, en las horas de la tarde y noche. realicé una
intensa actividad política con el pueblo, corrí
de taller en taller, de casa en casa, de puesto
en puesto, de chichería en chichería, conversé,
arengué, incité a las gentes a asistir a la plaza;
luego me dirigí a la casa de Infiesta, [uno de los
funcionarios de la Corona española], lo apresé
y a la vez, le salvé la vida porque la gente lo
quería linchar…lo puse bajo custodia...
Ahhh, entonces ¿es por eso que en el Diario político
Caldas y Nariño afirman de usted que: «Carbon-
ell ponía fuego por su lado al edificio de la tiranía,
y nacido con una constitución sensible y enérgica,

62
Historias Recreadas

Ahhh, entonces ¿es por eso que en el Diario político


Caldas y Nariño afirman de usted que: «Carbon-
ell ponía fuego por su lado al edificio de la tiranía,
y nacido con una constitución sensible y enérgica,
rayaba en el entusiasmo y se embriagaba con la
libertad que renacía entre las manos»…?
No sé si merezco tanto halago, solo sé que sin la
participación popular en la construcción de un
nuevo orden social y político en la Nueva Gra-
nada, fracasaremos y estaremos –dentro de 200
años quizá- sintiendo que la tarea de la emanci-
pación y la independencia no se ha logrado”.
Se afirma en las calles que su liderazgo du-
rante los hechos del 20 de Julio de 1810 hizo
posible la constitución del Cabildo Abierto y
limitó el accionar amañado de la elite cri-
olla. ¿Qué tiene que decir a esto?
En relación a ese tema, pienso que sin la par-
ticipación de las masas populares, la elite cri-
olla de los Pombo, los Sanz de Santamaría,
Villavicencio y Torres, entre otros, se habrían
salido con la suya, es decir asumir el gobierno
de la Nueva Granada en compañía del Virrey y
demás funcionarios españoles, sin las ataduras
o los compromisos con el pueblo santafereño.
Estos personajes buscaron de muchas maneras
impedir el desarrollo del cabildo y por el con-
trario, siempre prefirieron un acuerdo a puerta
cerrada con el Virrey que les permitiera obten-
er sus demandas de participación burocrática
[en cargos del estado] sin acudir al peligroso
asunto de convocar a las masas populares. Yo
me opuse a ello y actué en conciencia.
BC-200 Años: ¿No teme por su vida?

63
Cuadernos de RaizAL

En la historia, la vida de un hombre no vale


nada al lado de la libertad de un pueblo… Es un
riesgo que hay que asumir…
En 1816 la acusación del “Pacificador” Pablo
Morillo contra Carbonell da cuenta del odio que
despertó en las elites españolas y criollas: Fue
el primer presidente de la Junta tumultuaria que
se formó en esta capital, quien puso los grillos al
excelentísimo señor virrey Amar, y lo condujo a la
cárcel; fue el principal autor y cabeza del motín,
el que sedujo a las revendedoras y a la plebe para
insultar a la excelentísima señora virreyna, cu-
ando la pasaban presa de la Enseñanza a la Casa
del Divorcio; fue ministro principal de Tesoro
Público; acérrimo perseguidor de los españoles
americanos y europeos que defendían al rey, y
uno de los hombres más perversos y crueles que
se han señalado entre los traidores.
De nuestra parte debemos reconocer que
Carbonell, como hijo de la ilustración y la mod-
ernidad, siempre abogó por la libertad y la inde-
pendencia, y también por una administración
más pura, más amplia (hoy diríamos participa-
tiva). En momentos como los de hoy, una figura
como José María Carbonell nos hace recordar
que en el largo camino de los últimos 200 años
son muchas las cosas que aún quedan por re-
solver desde ese momento, construir nuestra
emancipación como pueblo y nación, es una
necesidad histórica.

Bibliografía Citada

Gran Enciclopedia de Colombia del Círculo


de Lectores, tomo de biografías.

64
Historias Recreadas

II. Entrevista a ...


Pedro Romero

Hace casi doscientos años en Cartagena, la


figura de un fornido mulato, llamado Pedro
Romero, lideró, junto con otros dirigentes
populares la muchedumbre que se plantó la
tarde del 11 de noviembre de 1811 en la pla-
za donde se encuentra hoy la Gobernación
de Bolívar. Este acto decidió la balanza para
que la Junta patriótica finalmente declarara
la Independencia absoluta del yugo español.

Adelante por favor Pedro, una breve semblan-


za suya para nuestros lectores
Pedro Romero: Bueno pues, yo soy Pedro
Romero. Nací en la Habana pero no tengo
clara la fecha exacta. Me dedico a la fun-
dición de hierro y vivo en una modesta hab-
itación de una casa del sector de Getsemaní,
un sector popular muy bonito de esta, la
ciudad de Cartagena, donde también tengo
mi taller. Llegué a esta ciudad hace varios
años y decidí quedarme porque aquí en-
contré un ambiente muy similar al de mi
Habana natal. Sus gentes, sus calles, su bul-
licio y la hermandad de su gente, me hacen
sentir como un ciudadano más.
Se dice que usted fue el responsable de la radi-
calización del Acta de Independencia de Carta-
gena el 11 de noviembre de 1811… Es eso cier-
to? Por qué lo hizo?
En ese momento era claro que había entre
los miembros de la junta (todos criollos)

65
Cuadernos de RaizAL

dos bandos que no lograban acordar el con-


tenido de la declaración final, había quienes
no eran partidarios de la independencia y
solo querían mantener lealtad con el régi-
men español, y otros que si querían inde-
pendencia, aunque no sé que tan absoluta.
Yo me dí cuenta de la situación, y le comenté
a mis amigos Vicente Medrano (quien és
artesano y también vive en Getsemaní) y
Cecilio Rojas, que corríamos el riesgo de
desaprovechar la ocasión de obtener la in-
dependencia absoluta!!
¿Dónde estaban ustedes?
Nosotros nos encontrábamos entre la mul-
titud, en las afueras de la plaza donde hoy
es la Gobernación, así que a voz en cuello,
nos subimos en las escalinatas y alebresta-
mos la gente que en su mayoría eran como
nosotros, hombres y mujeres de las distin-
tas castas y sectores de la ciudad: pardos,
mulatos, negros, zambos y mestizos… ahí
me di cuenta que abarrotábamos la plaza,
y como horas antes habíamos asaltado la
plaza de armas, todos estabamos decidi-
dos a no perder la oportunidad de librar-
nos del yugo español…
¿Qué pasó entonces?
Pues que con Pedro, Cecilio y la demás
gentes nos metimos a la fuerza a la sala
donde sesionaba la Junta compuesta úni-
camente por criollos cartageneros que se
hacían llamar “notables”.
A propósito: Yo nunca había entrado a un
caserón así!!. En fin, casi que a la fuerza los
66
Historias Recreadas

obligamos a que se redactara un Acta de


Independencia Absoluta de España, mu-
cho más radical que la de Santa Fe.
Entonces usted sí fue uno de los responsables
de la radicalización de la Junta de Independen-
cia de Cartagena!
Pues en cierto modo, pero no yo como in-
dividuo, sino que éramos el pueblo carta-
genero en pleno esa multitud de hombres y
mujeres de todos los colores y condiciones
que nos unimos para obtener nuestra lib-
ertad.
Y hoy, 200 años después, ¿cómo ve la cosa?
Pues muy complicada, los criollos contem-
poráneos han aprendido la lección y no-
sotros no! Las peleas entre sectores popu-
lares me hacen ver la necesidad de buscar
una segunda independencia pero tenemos
que empezar por nosotros mismos. Ten-
emos que articular los esfuerzos dispersos
de indígenas, campesinos, corteros, jornal-
eros, habitantes urbanos y sectores popu-
lares en general, para tender caminos de
unidad frente a la elite criolla que asumió
el gobierno desde hace 200 años y nos ha
mantenido en una situación de injusticia.
Tenemos que recuperar nuestros territo-
rios, luchar contra las nuevas formas de
esclavitud… Ahora la lucha debe ser por la
Emancipación Popular!

67
Cuadernos de RaizAL

Proclamas en campos y ciudades


entre 1900 y 1930.
Aproximaciones a los mandatos de la época

Silvia Becerra Ostos1

Hemos renunciado a nuestra herencia po-


lítica para servir el evangelio de la Huma-
nidad: todos los trabajadores son nuestros
hermanos; queremos que todos los hombres
trabajen para que ninguno deje de ser her-
mano nuestro; queremos que los hombres
sean libres, pero antes queremos que se edu-
quen, que piensen, porque nunca es libre el
hombre que no piensa. (Primer editorial de
La Humanidad [16, IV, 19251])2.

El inicio del siglo XX, significó la posibili-


dad de mostrar la capacidad de las organiza-
ciones sociales de ser a la vez: un escenario
de constante denuncia frente a las condicio-
nes indignas de vida, una emergencia de pro-
puesta, así como la materialización de valores
contra-hegemónicos como la solidaridad, el
aprecio por la educación y la cultura, el res-
peto por la diferencia, la equidad y el respeto
por el otro.
La irrupción en nuestro país de la moder-
nización capitalista, permitió la aparición
de diversas organizaciones de trabajadores

1 Instituto Pedagógico IPARM, Centro de


Pensamiento Latinoamericano Raizal.
2 Cfr. Archila, 1985.

68
Proclamas en campos y ciudades

de múltiples oficios y labores, cuya dinámi-


ca se establecía entre la estructuración del
mercado interno, la consolidación de los en-
claves estadounidenses y la construcción de
infraestructura requerida para ambos (prin-
cipalmente, en relación con ferrocarriles y
trasporte fluvial). Otra de las características
del periodo fue la proletarización de colonos,
campesinos e indígenas propiciado también
por las obras de infraestructura.
Con estas organizaciones aparecieron
también manifestaciones y demandas socia-
les. Las protestas de la época estaban marca-
das por un espíritu antiestadounidense, dada
la pérdida reciente del canal de Panamá, y las
condiciones laborales vividas en las enclaves,
principalmente el de la TROCO y la UFRO. De
esta manera, rápidamente las protestas rei-
vindicativas contra los enclaves económicos
revestían un carácter de reclamación por sobe-
ranía.3
3 Así lo expresa la siguiente carta de los
obreros de Barranca de 1923: “La fe con que usted
siempre defiende la causa del proletariado colom-
biano, nos ha movido de manera especial para ir a
usted en demanda no tanto de nuestro sagrados
derechos de obreros, que son en todo el pueblo
civilizado respetados, sino en demanda de su va-
lioso contingente para algo más alto, más sagrado,
que demanda la protección de todos los hijos de
Colombia, que sientan correr por sus venas la san-
gre de los libres de los dignos y de los honrados
que llevan ante todo y sobre todo grabado en su
corazón el honor de la patria, y la majestad de su
soberanía….es triste doloroso, que una sociedad
de obreros…tenga en esta ocasión la imperiosa

69
Cuadernos de RaizAL

Por su parte, los campesinos empezaron


a cuestionar el régimen de trabajo en las
haciendas, así como misma propiedad de la
tierra. La alta proletarización de grandes po-
blaciones otrora rurales, significó también un
crecimiento de la demanda de vivienda y ser-
vicios públicos urbanos; lo que rápidamente
facilitó que se constituyera el sector cívico/
urbano como un importante escenario de in-
conformidad social. Junto a estas demandas
también se encuentran algunas relacionadas
con el rechazo a los altos impuestos y al régi-
men fiscal.
Los obreros quienes inicialmente solicita-
ban mejores condiciones socioeconómicas,
concentradas sobre todo en reivindicaciones
salariales, fueron tomando un carácter polí-
tico, para consolidarse como sujeto motor de
protestas sociales. Cuya historia también está
acompañada de temprana represión policial
y militar, como lo verifica la historia de las
Bananeras en el Magdalena.
Los sujetos históricos de estas protestas
eran los sectores populares4, organizados en
necesidad de hacer oir su grito de enérgica protes-
ta ante el pueblo colombiano, contra la iniquidad,
la infamia y doblez de la denominada Tropical Oil
Company…” (Cfr. Vega, 2002: 442).
4 Entendemos estos sectores como: Con-
junto variado de acciones colectivas de índole
multiclasista encaminada a enfrentar problemas
que afecten directamente a amplios sectores de
las clases subalternas y en la que entran en juego
aspectos estructurales de tipo material y aspectos
simbólicos y subjetivos. Protestas no sólo de tra-
70
Proclamas en campos y ciudades

una gran diversidad de formas: ligas de usua-


rios, federaciones, coordinación populares o
asociaciones. A pesar de las precarias condi-
ciones en términos organizativos y comuni-
cativos, lograron perfilarse en el espectro de
la vida política nacional, hasta propiciar gran-
des expresiones de articulación y unidad de
acción.
El sector obrero constituyó en la época
el motor de la organización social, es impor-
tante resaltar que, alcanzó la mayoría de sus
demandas, las referidas principalmente al au-
mento de salario y la disminución de las horas
laborales, concretada en el ya emblemático
del “888” (8 horas de trabajo, 8 de descanso y
8 de estudio); además de marcar la pauta en
las expresiones de solidaridad con los otros
sectores en huelga o protesta.
En las ciudades los obreros, luchaban por
el aumento de salario, la disminución de ho-
ras trabajo, obtener autonomía, contra los
despidos injustos, pedían mejores tratos,
solicitaban capacitaciones y escuelas noctur-
nas. Los artesanos, a su vez, se movilizaban
para instituir un Estado laico y solicitar un
aumento salarial. A la par, los pobladores ur-
banos, protestaban en contra de los abusos
de la policía y se unían a los artesanos a favor
de un Estado laico.
En las zonas rurales, se iban dibujando
protestas agrarias, constituidas por campesi-
bajadores asalariados sino de un amplio grupo de
personas pertenecientes a las clases subalternas.
(Rude, 1978 y Romero, 1995).
71
Cuadernos de RaizAL

nos e indígenas, en contra de las formas te-


rratenientes y clericales de tenencia y manejo
de la tierra. Los misioneros fueron centro de
atención, pues tenían facultad legal para ejer-
cer autoridad civil penal y judicial. El mayor
conflicto era la apropiación de tierras públi-
cas (baldíos), que causó el enfrentamiento
de colonos y campesinos contra los terrate-
nientes. Al principio se luchaba con estrate-
gias jurídicas y legales, pero prontamente se
evidencia que la ley no defiende los intereses
de los trabajadores del agro.
La exigencia del pago salarial, de mejorar la
alimentación, así como la libertad de tránsi-
to, fueron algunas de las voces entretejidas
en los campos del país, para ir dibujando la
complicidad con las luchas desarrolladas por
el zapatismo de la Revolución Mexicana y que
conduciría a que décadas después, en 1971,
asumieran como suyo el mandato de “la tie-
rra para quien la trabaja”. En su defensa y
como prácticas de resistencia atacaron a cau-
cheros, recuperaron tierras y reconstruyeron
los cabildos, pero sobretodo se negaron a pa-
gar arriendo por la parcela, desconociendo la
propiedad de los hacendados5.

5 Como lo señala el siguiente pronuncia-


miento publicado en el periódico La Libertad de
Montería, el 29 de mayo de 1920:
No trabajar en haciendas donde haya cepos o
traten mal a los trabajadores.
No trabajar que cobren doble valor por el día
que no se trabaja.
72
Proclamas en campos y ciudades

En las ciudades también sonaban arengas


como la que se pronunciaba por aquel enton-
ces en Cartagena: “Viva la soberanía, abajo el
clero”6. Eran muy comunes las huelgas de los
inquilinos por la usura de los arriendos y en
general, frente al alto costo de vida, así como
por abusos policiales. Una práctica recurren-
te eran los boicots, es decir, la negativa a con-
sumir productos de empresas que no apoya-
ran las huelgas o que estuvieran a favor de las
autoridades.
Para evidenciar el hecho de la articulación
y las demandas comunes, queremos exponer
el ejemplo de la Unión Nacional de Indus-
triales y Obreros en 1911. Esta Unión crea el
Partido Obrero, como forma de manifestarse
contra los partidos tradicionales. Sus deman-
das, expresan también el espíritu de articula-
ción social en el cual enfatizamos: fomentar
el adelanto material de obreros, impulsar la
construcción de viviendas sanas y baratas,
mejorar la beneficencia pública e impulsar
la construcción de hospitales, proveer el es-

No trabajar con amos que paguen un jor-


nal menor de un peso oro
No trabajar con amos que no den buena y
abundante alimentación
No trabajar con amos que no den medici-
na en caso de enfermedad.
No trabajar con amos que dan dinero a
interés de un 10% mensual (Cfr. Vega,
2002: T. II, 203).
6 Véase: Ibíd.: I, 18.
73
Cuadernos de RaizAL

tablecimiento de cajas de ahorro, estudiar la


forma de proteger el trabajo y la industria na-
cionales, trabajar por la genuina representa-
ción de obreros e industriales en los cuerpos
legislativos, impulsar la publicación de perió-
dicos de la asociación y propender por leyes
que favorecieran a la persona, el domicilio y
la propiedad del obrero (Ibíd.: III, 112).
Finalmente y a propósito de las celebra-
ciones que se hacen desde el establecimien-
to y que poco recuerdan lo que no conviene,
recordamos una fecha digna de conmemora-
ción para el movimiento social colombiano.
Para el centenario de la Batalla de Boyacá, en
1919, se inicia la gestión para engalanar la
fiesta elaborando los uniformes de del ejérci-
to en el extranjero. La idea de importar esos
uniformes en un contexto de desempleo y
poca oferta laboral para los sastres y fábricas
textileras, provocan un rechazo generaliza-
do. Como señal de protesta se propone una
marcha en Bogotá, desde diferentes organi-
zaciones de trabajadores y artesanos, con un
mandato claro: “organizaos para algo prácti-
co, para haceros respetar, para tener techo,
trabajo y pan”(Ibíd.: III, 137).
En los periódicos obreros y populares de
la época, se convocaba con palabras como las
siguientes a la marcha pacífica:
Obreros:
De nada vale tener derecho a comer si
no se come.
Es inútil tener derecho a beber, sino se
bebe.
74
Proclamas en campos y ciudades

De nada sirve tener derecho a ser libre,


si no se es.
Hace falta el hecho en vez del derecho.
(Ibíd.).

El 16 de marzo de 1919, esta marcha pa-


cífica termina en masacre. Muchas de las de-
mandas de otrora parecen volver a la escena
del movimiento social. Las concesiones de
diversas empresas extractoras de recursos,
se parecen cada vez más a los enclaves de los
años veinte, las condiciones de vida para las
mayorías son indignas. Las lecciones de so-
lidaridad, de articulación, de formación, de
capacidad de movilización y de indignación
ante la realidad, iluminan en momentos don-
de la humanidad misma está en crisis.

Bibliografía Citada

Archila, Mauricio. 1985. Boletín Cultural y bib-


liográfico. Volumen XXII, Número 3. Bogotá:
Banco de la República.
Romero, Luis Alberto. 1995. “Los sectores popu-
lares urbanos como sujetos históricos”. En:
Sectores populares, cultura y política. Buenos
Aires en la entreguerra. Buenos Aires: Edito-
rial Sudamericana.
Rude, George. 1978. Protesta popular y revolu-
ción en el siglo XVIII. Barcelona: Ariel.
Vega, Renan. 2002. Gente muy rebelde. Tomo I, II
y III. Bogotá: Editorial Pensamiento Crítico.

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Obra editada por el Fondo de Publicaciones
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