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Área de Posgrado Ciencia de las Plantas y Recursos Naturales

Ciclo de Seminarios : noviembre de 2009

LA FORMACIÓN DEL AGUJERO BLANCO

Disertante: Ing. Florencia Ricard

Resumen
Cuando aparece una nueva forma de vida más compleja, surge siempre de una forma precedente
más simple. En la evolución sucesiva de las formas de vida, la especie más reciente suele imponerse
sobre la especie más antigua. Pero se da el caso de que, desde la aparición del hombre, se produce
también un proceso semejante en el plano cultural. En el trance de la emergencia de la condición
humana, ciertos grupos se desgajaron del resto de los pre-homínidos y empezaron a evolucionar
hasta producir una identidad y una cultura propias. Más tarde, la revolución agrícola produjo una
nueva ruptura. Los agricultores se diferenciaron de sus predecesores con una nueva cultura y una
nueva forma de vida. Las nuevas formas de organización social, que se hacen posibles a partir de la
revolución agrícola, permiten formas más refinadas y eficientes de cooperación y actividad
económica. Estos asentamientos estables permiten la intensificación de la comunicación. Debido a
todas esas mejoras, las primeras comunidades agrícolas adquieren mayor poder y terminan
imponiendo su supremacía sobre los nómadas y los cazadores. Algo parecido, pero a mayor escala,
ocurrió cinco mil años más tarde con la aparición de las primeras ciudades. Nuevamente surgen
formas de organización más complejas que proporcionan más poder representando el fin de la
prehistoria y el comienzo de la historia. En este punto acontece una nueva bifurcación y surge un tipo
de cultura distinto. Finalmente, más tarde, la revolución industrial produjo una nueva escisión que
desgajó las sociedades industriales del resto de la humanidad. La industrialización hace posible la
aparición y difusión de nuevos medios de transporte y comunicación que intensifican las corrientes
de información y aumentan la interacción entre personas y grupos. Con todo ello, la industrialización
produce una nueva cultura que se diferencia de las culturas preindustriales. El hueco creado por este
último desgajamiento es el más grande de todos. Y hoy en día, en los albores del siglo XXI, este
hueco no sólo sigue abierto sino que continúa ensanchándose cada vez más deprisa. Los últimos en
desgajarse entran en conflicto con aquellos de los que proceden. Hasta ahora, lo más usual ha sido
que el enfrentamiento se produjera por el control de recursos escasos. Esos conflictos degeneran
fácilmente en confrontación. En ocasiones, esas discrepancias desembocan en una lucha abierta y,
en este caso, prevalece la supremacía del más fuerte, a saber, el último en emerger. En estos
conflictos, cada parte cree que la cultura propia es superior a la de su adversario. Pero con
independencia de estas consideraciones, y en equilibrio de fuerzas, la cultura que permite una
comunicación más eficiente y, por ende, mejores formas de cooperación, es la que tiene más ventaja
y, si está realmente resuelta a ganar, es la que termina imponiéndose. Las hostilidades entre el
hombre de Neandertal y el Homo sapiens, descendientes ambos de un tronco común terminaron con
la supremacía final del Homo sapiens, que era físicamente más débil y más vulnerable pero que se
comunicaba mejor y era socialmente más eficiente. Dentro de la evolución cultural del Homo sapiens,
la aparición sucesiva de culturas sustentadas en el uso de nuevas tecnologías y formas de
comunicación más eficaces, corre pareja con la intensificación simultánea de la cooperación y de la
competición. Esto ha producido una estratificación de las formas de vida humana en el planeta. Así,
tenemos hoy poblaciones que viven aún en el estadio más antiguo, otras en el estadio nómada y
cazador, otras en el estadio agrícola y otras que han alcanzado distintos grados de industrialización.
Si se observa nuestro pasado en conjunto, se ve que cada gran cambio de cultura ha estado
precedido siempre por un salto en la comunicación. Es decir, que cada vez que ha aumentado
substancialmente la comunicación, seguidamente aparece una cultura distinta, de nuevo cuño. La
perspectiva queda muy clara si nos atenemos únicamente a las transformaciones más importantes
que ha sufrido la vida humana desde el momento de su aparición. Niveles desiguales de tecnología
de la comunicación producen distintos niveles de rendimiento económico y esto abre tremendas
distancias culturales entre los pueblos que son peligrosas por su enorme potencial de conflicto ya
que todavía están creciendo y que pueden continuar haciéndolo todavía más deprisa y más
profundamente. Mientras la complejidad de la tecnología crece exponencialmente, el tiempo
requerido para hacer efectivos esos incrementos decrece también exponencialmente. Nuestros
ancestros necesitaron docenas de miles de años para mejorar una tecnología elemental.
Actualmente, por el contrario, una tecnología extremadamente sofisticada puede ser mejorada en
cuestión de semanas o meses. Estos dos parámetros, la tecnología, de un lado y el tiempo empleado
para desarrollarla, de otro, están convergiendo hacia un punto de intersección en el que el
incremento de complejidad en la tecnología sería infinito en tanto que el tiempo para lograrlo tendería
a cero. Este proceso se está expandiendo a una velocidad uniformemente acelerada desde el origen
de los tiempos manifestando una especie de recurrencia entre la auto-organización y la cantidad de
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comunicación. Por lo tanto, no debe excluirse la posibilidad de un nuevo desgajamiento cultural. La


evolución de la Vida va acompañada del despliegue de diferentes características como son el
aumento de la complejidad, la proliferación de la diversidad, el incremento de la plasticidad, la
intensificación de la comunicación, la expansión de la capacidad de adaptación y la capacidad
creciente de auto-organización. Al atacar el tema de la naturaleza de la vida, la primera impresión es
que la información y la comunicación desempeñan una función esencial en su florecimiento. Esa
función se hace cada vez más evidente a medida que la Vida alcanza formas más recientes. La Vida
exhibe un impulso hacia la auto-organización gracias al que la complejidad aumenta. Las relaciones
que el sistema tiene consigo mismo y las que establece con su entorno, tienen la finalidad última de
cumplir objetivos. En la jerga de la teoría de sistemas, la cual puede ser aplicada tanto a un
organismo vivo como a un conjunto social, estas relaciones suelen denominarse feedback. El
sistema recibe información sobre las consecuencias de sus acciones y las compara con los
propósitos que persigue. Si detecta una desviación, rectifica su actividad posterior con el fin de
ajustar mejor su comportamiento. De esta forma, la estructura del sistema condiciona todos los
aspectos de la generación de organización y, en consecuencia, fija los límites entre lo que el sistema
puede y lo que no puede hacer. Se puede decir que hay una relación entre la complejidad de la
estructura y el potencial del sistema, en el sentido de que a mayor complejidad, el sistema tiene un
catálogo más extenso de comportamientos posibles, o dicho de otra manera, que es más versátil.
Por lo tanto a más información, y más comunicación, más versatilidad. El entorno es otro elemento
vital en los procesos de auto-organización. Los sistemas poco adaptables necesitan de un entorno
estable para seguir sobreviviendo. Por eso, la extinción de las especies, incluso si son preeminentes,
siempre está relacionada con cambios importantes en su entorno. En un plano distinto, la
descomposición de las grandes civilizaciones se opera también de forma similar. Las civilizaciones
que nos han precedido encontraron un nicho donde alojarse y prosperar. Pero a medida que lo
utilizaban, lo agotaban. En principio no hay nada de malo en la explotación de un entorno. Se trata de
un hecho indisociable del fenómeno de la Vida. El mecanismo más íntimo de la Vida se basa
justamente en los intercambios con el entorno que consisten en extraer recursos y devolver residuos.
El verdadero problema se relaciona con el mantenimiento rígido de las mismas formas de vida,
porque entonces la explotación del entorno siempre se produce de la misma forma. Si una cultura se
mantiene a salvo de cambios y persiste indefinidamente en las mismas formas de actividad
económica y vital, los recursos acaban agotándose. Las posibilidades de que esto ocurra están
paradójicamente relacionadas con el éxito de la cultura. Si una cultura es muy eficiente, prolifera su
población y la explotación del medio se intensifica. Entonces el agotamiento de los recursos termina
siendo ineluctable. Pero la información aparece siempre como el ingrediente indispensable para
alimentar los procesos de auto-organización. La naturaleza última de la estructura de los sistemas
está hecha de información. El entorno es una fuente de estímulos que, al ser interpretados por los
organismos, se comporta también como una fuente de información. En los sistemas vivos, los flujos
de información se producen en muchos planos distintos. Hay corrientes de feedback en el ámbito
celular, en el contexto de tejidos y órganos, en el plano individual, a nivel grupal y también a otros
niveles superiores, como en el plano ecológico, en el ámbito de la actividad económica o de la
actividad política. Desde el punto de vista de la comunicación, las distintas formas de interacción se
agrupan de una manera interesante. En función de la cantidad de comunicación requerida, la
depredación y el parasitismo se agrupan, porque en todas ellas no se necesita mucha comunicación.
No requieren hacer alardes de entendimiento recíproco. Por el contrario, la simbiosis requiere un
cierto grado de comprensión recíproca. La relación entre la cantidad de comunicación y el tipo de
interacción también depende del grado de complejidad de los sistemas que interactúan. Sea la
biosfera un organismo único o la amalgama de una infinidad de organismos, lo que parece
incuestionable es que su composición ha variado notablemente desde los momentos iniciales de la
Vida hasta el día de hoy. La comunicación está presente en todos los procesos vitales y sociales. Las
corrientes de comunicación son lo que los sustenta, lo que los hace funcionar y lo que les da forma.
Hay un nexo tan estrecho entre la Vida y la comunicación que jamás se da lo uno sin lo otro y se diría
que son aspectos de una misma cosa. Un gran salto de escala en la comunicación, como aquel que
se ha empezado a desencadenar, es un hito mayor en el despliegue de la Vida en el planeta. La
Humanidad está a punto de realizar una gran transformación. Si como consecuencia de esta
explosión de comunicación que la nueva tecnología está desencadenando surgieran nuevas formas
de vida, las condiciones para un nuevo desgajamiento podrían substanciarse súbitamente. La
formación del Agujero Blanco que se estaría fraguando en la Tierra, hecho de dicha altísima
densidad de comunicación, podría ser efectivamente una puerta hacia el exterior de lo que hasta
ahora hemos conocido. Un suceso de semejante magnitud podría producir una nueva gran extinción,
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alguna transformación excepcional entre los supervivientes y una floración de formas de vida en un
estadio de auto-organización posterior.

BIBLIOGRAFÍA:

BURCET LLAMPAYAS, Josep. 2009. Ingeniería de Intangibles. La Formación del Agujero Blanco.
270 pp. Formato Digital. http://www.burcet.net/jbl/lleixa/textes_on_line.htm

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