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A288-10
Auto 288/10
Demandantes:
- Luis Alfredo Sánchez y otros (D-
7964).
- Sandra Rocío Barreto y otros (D-
7965).
Magistrado Ponente:
Dr. JORGE IVÁN PALACIO
PALACIO
AUTO
I. ANTECEDENTES
La demanda se admitió por Auto del diez (10) de diciembre de dos mil
nueve (2009). En la misma providencia se dispuso: (i) decretar la práctica de
algunas pruebas; (ii) fijar en lista el asunto bajo revisión y simultáneamente
correr traslado al señor Procurador General de la Nación para que rindiera el
concepto de su competencia; (iii) comunicar la iniciación del proceso al
Presidente de la República, al Presidente del Congreso de la República, al
Ministerio del Interior y de Justicia, al Ministerio de Relaciones Exteriores y
al Ministerio de Defensa; (iv) invitar al Defensor del Pueblo, al Presidente
de la Corte Suprema de Justicia, al Presidente del Consejo de Estado, al
Fiscal General de la Nación, a los ex presidentes de la República, doctores
Belisario Betancur Cuartas, César Gaviria Trujillo, Ernesto Samper Pizano y
Andrés Pastrana Arango, a la Academia Colombiana de Jurisprudencia, a la
Comisión Colombiana de Juristas, al Centro de Estudios de Derecho,
Justicia y Sociedad -Dejusticia-, a las facultades de Relaciones
Internacionales de las universidades Externado, Javeriana, Jorge Tadeo
Lozano, Militar Nueva Granada, del Rosario y Sergio Arboleda, así como a
las facultades de Derecho de las universidades de Antioquia, Externado,
Javeriana, Libre, Militar Nueva Granada, Nacional, de los Andes, del
Rosario y Sergio Arboleda, para que intervinieran expresando su opinión
sobre las demandas de la referencia.
Índice
Preámbulo
Artículo I Definiciones
Artículo II Consultas bilaterales sobre defensa y seguridad
Artículo III Objetivo de la cooperación y asistencia técnica en defensa y seguridad
Artículo IV Acceso, uso y propiedad de las instalaciones y ubicaciones convenidas
Artículo V Procedimientos de autorización de ingreso y sobrevuelo de aeronaves
Artículo VI Pago de tarifas y otros cargos
Artículo VII Respeto por las leyes nacionales
Artículo VIII Estatus del personal
Artículo IX Documentación para entrar, salir y viajar
Artículo X Importación, exportación, adquisición y utilización de bienes y fondos
Artículo XI Construcción
Artículo XII Contratación y contratistas
Artículo XIII Servicios públicos
Artículo XIV Facilitación administrativa
Artículo XV Uniformes y armas
Artículo XVI Seguridad
Artículo XVII Licencias de conducción, matrículas, seguros de vehículos y licencias
profesionales
Artículo XVIII Trato fiscal
Artículo XIX Reclamaciones
Artículo XX Servicios postales y comunicaciones
Artículo XXI Medio ambiente, salud y seguridad
Artículo XXII Facilitación de los observadores aéreos
Artículo XXIII Implementación, evaluación y enmienda
Artículo XXIV Solución de controversias
Artículo XXV Entrada en vigor y duración
Preámbulo
Artículo I
Definiciones
Artículo II
Consultas bilaterales sobre defensa y seguridad
Artículo III
Objetivo de la cooperación y asistencia técnica en defensa y seguridad
Artículo IV
Acceso, uso y propiedad de las instalaciones y ubicaciones convenidas
Artículo V
Procedimientos de autorización de ingreso y sobrevuelo de aeronaves
1. Las aeronaves de Estado de los Estados Unidos serán autorizadas para entrar al
territorio colombiano, de conformidad con la normatividad colombiana.
2. Las Partes suscribirán un acuerdo de implementación en el que se establecerán
los procedimientos para la entrada, sobrevuelo y aterrizaje; se designarán los
aeropuertos internacionales para el ingreso y salida del país; y se establecerá un
mecanismo para determinar el número estimado de vuelos que harán uso de los
aeropuertos internacionales, de conformidad con la normatividad colombiana.
3. Cada Parte designará un punto de contacto para coordinar las solicitudes de
entrada, sobrevuelo y aterrizaje para las aeronaves de Estado de los Estados
Unidos que operen en el marco del presente Acuerdo.
4. Cuando se requiera, las aeronaves de estado de los Estados Unidos que lleven a
cabo actividades mutuamente acordadas en el espacio aéreo colombiano tendrán un
observador aéreo de Colombia a bordo, de conformidad con los procedimientos
mutuamente acordados por las Partes Operativas. Las funciones de dichos
observadores y las calidades necesarias de los mismos, se establecerán en el
acuerdo de implementación previsto en el artículo III del presente Acuerdo.
Artículo VI
Pago de tarifas y otros cargos
Artículo VII
Respeto por las leyes nacionales
El personal de los Estados Unidos y sus personas a cargo respetarán las leyes de
Colombia y se abstendrán de realizar cualquier actividad que sea incompatible con
ellas y con el presente Acuerdo. Los Estados Unidos informarán al personal de los
Estados Unidos y sus personas a cargo acerca de las leyes, usos y costumbres
colombianas pertinentes.
Artículo VIII
Estatus del personal
Artículo IX
Documentación para entrar, salir y viajar
Artículo X
Importación, exportación, adquisición y utilización de bienes y fondos
Artículo XI
Construcción
Artículo XII
Contratación y contratistas
Artículo XIII
Servicios públicos
Los Estados Unidos y los contratistas de los Estados Unidos podrán usar agua,
electricidad y otros servicios públicos para la construcción, mejora y utilización de
las instalaciones y ubicaciones convenidas para llevar a cabo actividades en el
marco del presente Acuerdo. Cada una de las Fuerzas Militares colombianas
seguirá siendo titular de sus respectivas cuentas de los servicios públicos, por lo
que asumirán los derechos u otros gravámenes que puedan cobrarse de manera
adicional en las facturas. Los Estados Unidos y los contratistas de los Estados
Unidos pagarán exclusivamente los valores correspondientes a los servicios
públicos efectivamente solicitados y consumidos. Los Estados Unidos y los
contratistas de los Estados Unidos pagarán las mismas tarifas legalmente
establecidas para los militares colombianos por los servicios públicos solicitados y
recibidos. Las autoridades de Colombia, previa solicitud, ayudarán a las
autoridades del Gobierno de los Estados Unidos a obtener suministros de agua,
electricidad y otros servicios públicos.
Artículo XIV
Facilitación administrativa
Los Estados Unidos, el personal de los Estados Unidos, los contratistas de los
Estados Unidos y los empleados de los contratistas de los Estados Unidos que estén
llevando a cabo actividades en el marco del presente Acuerdo, recibirán de las
autoridades colombianas toda la colaboración necesaria con respecto a la
tramitación sin demora de todos los procedimientos administrativos.
Artículo XV
Uniformes y armas
Artículo XVI
Seguridad
Artículo XVII
Licencias de conducción, matrículas, seguros de vehículos y licencias
profesionales
Artículo XVIII
Trato fiscal
Artículo XIX
Reclamaciones
Artículo XX
Servicios postales y comunicaciones
Artículo XXI
Medio ambiente, salud y seguridad
Artículo XXII
Facilitación de los observadores aéreos
Artículo XXIII
Implementación, evaluación y enmienda
Artículo XXIV
Solución de controversias
Toda controversia que surja en cuanto a la interpretación del presente Acuerdo
será resuelta por medio de consulta entre las Partes, incluso si fuera necesario a
través de la vía diplomática. Aquellas controversias relativas a la aplicación del
presente Acuerdo serán resueltas mediante consultas entre las Partes Operativas.
En caso de no lograrse acuerdo, la controversia se resolverá por consulta entre las
Partes. Las controversias no se remitirán a ninguna corte o tribunal nacional o
internacional u organismo similar ni a terceros para su resolución, salvo acuerdo
mutuo entre las Partes.
Artículo XXV
Entrada en vigor y duración
1. El presente Acuerdo entrará en vigor en la fecha de su firma.
2. Este Acuerdo permanecerá vigente durante un período inicial de diez (10) años y
en adelante, sujeto a revisión y acuerdo por escrito de las Partes, será prorrogable
por periodos adicionales de diez (10) años. Además, cualquiera de las Partes tiene
el derecho de terminar este Acuerdo al final de los periodos de diez (10) años
respectivos mediante notificación escrita de su propósito de terminar el Acuerdo
enviada a la otra Parte por la vía diplomática, con un (1) año de antelación”.
1. Expediente D-7964
2. Expediente D-7965
IV. INTERVENCIONES
Finalizan este punto manifestando que “la lectura sistemática de los tratados
marco y el Acuerdo simplificado impugnado evidencia que este último no
modifica las obligaciones y los derechos adquiridos en los convenios
multilaterales, sino que por el contrario, mediante un acuerdo bilateral, se
limita a ejecutar y hacer efectivos los compromisos asumidos por los
Gobiernos contratantes. El Acuerdo impugnado se circunscribe a concretar
el objeto de los convenios marco, a organizar tareas específicas y a afianzar
la presencia militar en las zonas vulnerables a la delincuencia producida por
el narcotráfico y el terrorismo”.
Sin embargo, consideran que esas normas solo son aplicables en épocas de
guerra, cuando se encuentra en juego la neutralidad del Estado, mas no en
este caso, donde la presencia de militares de un Estado extranjero en
territorio nacional prestando cooperación técnica en defensa y seguridad en
desarrollo de acuerdo previamente celebrado no pone en peligro la
neutralidad del país. Al respecto sostienen que la presencia de militares
extranjeros para brindar cooperación “no se encuentra contemplada en
norma constitucional alguna y en cambio obedece a la facultad del
Presidente de la república de dirigir las relaciones internacionales, previa la
suscripción de un tratado o acuerdo simplificado según sea el caso”.
(vii) Por último, advierten que en virtud del principio pacta sunt servanda
no es dable la suspensión o la declaratoria unilateral de cese de un tratado y
que, por lo tanto, resulta “manifiesta la intangibilidad del ACUERDO,
instrumento que una vez entró en vigencia generó obligaciones para las
partes e impone su observancia, so pena de incurrir en responsabilidad
internacional”.
“La Defensoría considera que, pese a que las demandas no desarrollan los
cargos mediante la exposición de razones que sean claras, ciertas, específicas,
pertinentes y suficientes, el planteamiento de algunas cuestiones relevantes de
orden constitucional sí permiten al intérprete deducir un cargo central, relativo
a que la naturaleza del Acuerdo exigía al Gobierno darle el trámite de que tratan
los artículos 224 y 241-10 de la Constitución”.
En ese orden de ideas, comenta que se está frente a un nuevo tratado, con las
consecuencias constitucionales y legales derivadas de tal circunstancia
(Sentencias C-400/98, C-1439/00), es decir, que debe ser sujeto a la
aprobación del Congreso de la República (art. 89-2 CP) y sometido a control
previo e integral de la Corte Constitucional (art. 241-10 CP),
Por último, recuerda que de acuerdo con las normas aplicables en materia de
tratados internacionales el examen de exequibilidad se origina por dos vías:
(i) el control automático e integral que prevé el artículo 241-10 de la
Constitución, en virtud del cual la Corte se pronuncia sobre la
constitucionalidad de los tratados internacionales y de las leyes que los
aprueban; y (ii) la demanda ciudadana en el caso de los tratados que
“hubiesen sido aprobados mediante ley con anterioridad a la Constitución de
1991, en cuya virtud el control se origina en lo previsto en el numeral 4° del
citado artículo 241 del Texto Superior”, ninguna de las hipótesis que se
presenta en este caso.
Por lo anterior, sostienen que la Corte sólo puede estudiar el cargo planteado
en la demanda D-7964, según el cual el Acuerdo debió ser tramitado como
un tratado internacional y no como un acuerdo simplificado, indicando que
respecto a los demás cargos planteados por los demandantes debe declararse
inhibida porque se trató de un verdadero acuerdo simplificado, o bien
porque el Acuerdo es un tratado y por lo tanto debió ser aprobado por el
Congreso de la República.
Para los intervinientes, aún cuando podría objetarse que no es viable utilizar
la acción de inconstitucionalidad en este caso, ya que ello iría en contra de
la literalidad del artículo 241-10 de la Carta, que diseñó un control
automático de tratados, esto no desvirtúa la tesis propuesta toda vez que se
podrían desconocer las normas constitucionales que regulan el trámite de
aprobación de tratados y con ello la supremacía de la Constitución. En esa
medida, estiman que lo procedente es hacer una lectura sistemática del
Estatuto Superior de modo que se acepte la acción pública de
inconstitucionalidad.
Advierten que esta postura ha sido sostenida por la propia Corte al precisar
que no es competente para controlar la constitucionalidad de verdaderos
acuerdos simplificados, pero que sí lo es cuando un acuerdo se considera
simplificado “tan solo por su trámite de aprobación a nivel interno”, pero en
realidad se trata de un auténtico tratado internacional (Sentencias C-400/98
y C-710/98), aún cuando no se ha abordado directamente el punto relativo a
la procedencia de la acción pública de inconstitucionalidad.
Por último, señala que “Colombia, en los términos del convenio, no está
apoyando a ningún Estado para operaciones contra terceros Estados, sino
permitiendo la ‘toma de puerto’ para enfrentar una situación interna”, que
en su sentir es necesaria dentro del orden público permanente que genera
ingobernabilidad.
Los ciudadanos Rafael Barrios Mendivil, Dora Lucy Arias Giraldo y Linda
María Cabrera Cifuentes, actuando en nombre del Colectivo de Abogados
José Alvear Restrepo, piden a la Corte que declare inexequible el Acuerdo
demandado por considerar que viola el principio de separación de poderes
(CP., artículos 1, 2, 4, 113, 114, 115, 116, 121, 150 y 173) y el principio de
soberanía nacional (CP., artículos 3, 9, 95, 100 y 101).
(i) Comienza por recordar que todo ordenamiento jurídico tiene dos
características: la plenitud, es decir, la posibilidad del derecho de dar
respuesta a cualquier contradicción en la sociedad, y la coherencia, según la
cual no pueden existir contradicciones entre dos o más normas que integran
un ordenamiento jurídico.
(ii) En cuanto al fondo del asunto, luego de explicar la diferencia entre los
tratados marco (mediante los cuales el Estado adquiere obligaciones a nivel
internacional) y los acuerdos simplificados (donde se desarrollan y
especifican tales obligaciones), sobre el Acuerdo demandado concluye que
Colombia adquiere nuevas obligaciones, por lo que debió tramitarse de
acuerdo con las normas constitucionales, esto es, aprobación por medio de
ley y control previo por parte de la Corte.
(iii) Por último, aduce la violación del principio de soberanía nacional como
fundamento de las relaciones exteriores del Estado, derivado de la abierta e
irrestricta presencia de militares estadounidenses en el territorio
colombiano, y del principio de integración latinoamericana, “porque, como
es de público conocimiento, [la suscripción del Acuerdo] ha deteriorado las
relaciones con países vecinos”.
Sostienen que el Acuerdo demandado transgrede los artículos 9º, 150, 173,
226, 227 y 241 de la Constitución Política. Para ello señalan que el
Gobierno Nacional argumenta que el Acuerdo es una simple adición al
“Acuerdo de Misiones Militares” suscrito en octubre de 1974, pero al
hacerse un análisis comparativo se concluye que las partes, además de las
obligaciones adquiridas con anterioridad, están asumiendo otras
obligaciones nuevas, a saber: las operaciones militares y sus actividades
conexas, ejecutadas no sólo por militares armados sino también por
personas civiles que prestan servicios al Departamento de Defensa de los
Estados Unidos y otros Departamentos u organismos de ese país; inclusión
como parte de las operaciones a los contratistas, subcontratistas y a los
denominados “observadores aéreos”; autorización al personal militar y civil
de los Estados Unidos para movilizarse por el territorio colombiano y
acceder a las bases militares, aéreas y navales, quedando el Estado
colombiano obligado a brindarles seguridad a las personas y a las
instalaciones físicas donde permanezcan por un término no superior de 90
días; prerrogativas a nivel migratorio y de inmunidad diplomática, otorgadas
con la correlativa cesión de la soberanía judicial local e internacional.
Mediante Auto del diez (10) de diciembre de dos mil nueve (2009), el
Magistrado Sustanciador decretó la práctica de las siguientes pruebas.
2.- De igual forma debe mencionar que la Sección Primera del Consejo de
Estado, mediante Auto del 8 de junio de 2010, rechazó por improcedente
una demanda de nulidad interpuesta contra el Acuerdo que ahora es objeto
de examen. Siguiendo la jurisprudencia del alto Tribunal en la materia[7],
señaló que una vez perfeccionado un acuerdo de esta naturaleza, donde
interviene la voluntad de otro Estado, el mismo escapa al control de la
jurisdicción contencioso administrativa por tratarse de un “acto complejo e
indivisible de carácter constitucional”, ajeno a las competencias asignadas a
esa Corporación[8].
3.- Las autoridades que participaron en la celebración del Acuerdo, así como
otros intervinientes, sostienen que la Corte no es competente para
pronunciarse en relación con el convenio acusado. Señalan que las
atribuciones de la Corte se ejercen “en los estrictos y precisos términos” del
artículo 241 Superior. Estiman que contra el acuerdo demandado no cabe la
acción pública de inconstitucionalidad porque no se ha impugnado ninguna
ley de la República (art. 241-4 CP). Y concluyen que tampoco cabe la
revisión automática prevista para los tratados y sus leyes aprobatorias, por
cuanto el instrumento demandado no es un tratado sino un “Acuerdo
Simplificado” y como tal no requería aprobación por el Congreso ni revisión
ante la Corte Constitucional.
4.- La Defensoría del Pueblo señala que en las demandas no existe un hilo
argumentativo coherente, suficiente y pertinente que permita inferir las
razones por las cuales el Acuerdo vulnera la Constitución. Sin embargo,
advierte que en aplicación del principio pro actione “el debate de fondo
planteado por los demandantes amerita una consideración sustancial que
trascienda el plano formal, en guarda de la integridad y supremacía de la
Constitución”. Más adelante estima que la Corte debe proferir un fallo
inhibitorio y, en caso de abordar un análisis de fondo, limitarse a ordenar
que el tratado se someta al Congreso de la República para su incorporación
interna mediante ley. Los demás intervinientes no encuentran reparos a los
cargos de la demanda, de manera que proceden a coadyuvarla o a defender
la constitucionalidad del Acuerdo impugnado.
Los tratados internacionales son actos normativos que proyectan sus efectos
en diferentes ámbitos, de modo que “poseen naturaleza de acto jurídico con
valor simultáneo en el derecho interno y en el derecho internacional”[14].
En tal sentido esta Corporación ha reconocido que “el derecho internacional
consagra la vida y los efectos internacionales de esos acuerdos, mientras que
el derecho constitucional establece la eficacia interna de los tratados así
como las competencias orgánicas y los procedimientos institucionales por
medio de los cuales un país adquiere determinados compromisos
internacionales”[15].
“a) Se entiende por "tratado" un acuerdo internacional celebrado por escrito entre
Estados y regido por el derecho internacional, ya conste en un instrumento único
o en dos o más instrumentos conexos y cualquiera que sea su denominación
particular”. (Resaltado fuera de texto).
“Sobre la cuestión de forma, el Tribunal sólo necesita hacer notar que no existe
regla de derecho internacional que impida a un comunicado conjunto construir un
acuerdo internacional por el que se somete una controversia a arbitraje o arreglo
judicial (ver arts. 2.3 y 11 de la Convención de Viena). Por consiguiente, si el
comunicado de Bruselas de 31-05-1975 constituye o no tal acuerdo depende de la
naturaleza del acto o transacción que el comunicado expresa; no se resuelve la
cuestión simplemente al referirse a la forma del comunicado en que ese acto o
transacción se ha incorporado”[21]. (Resaltado fuera de texto).
“La celebración o conclusión de un tratado puede ser definida como ‘el acto
único o el conjunto de actos a través del cual o de los cuales un sujeto de derecho
internacional manifiesta su consentimiento por obligarse por un tratado’[25]”.
“Se ocupa la Constitución Política de 1991 del procedimiento que debe agotarse
previamente a la entrada en vigencia de un tratado internacional, entendido éste
en su significación más amplia, como el acuerdo de voluntades entre dos o más
sujetos de Derecho Internacional orientado a producir determinados efectos
jurídicos. Y en su acepción más precisa según la cual se trata de "un acuerdo
internacional celebrado por escrito entre Estados y regido por el derecho
internacional, ya conste en un instrumento único o en dos o más instrumentos
conexos y cualquiera que sea su denominación particular". (art. 2o. Ley 32 de
1985), (Carta, protocolo, concordato, convención, acuerdo, acta, etc.)”[26].
(Resaltado fuera de texto).
Ante todo debe dejarse en claro que, si bien el instrumento objeto de examen
aparece bajo la denominación de "acta", su contenido material no es otro que el
de un tratado internacional, ya que, en él se plasma lo acordado en la Asamblea
Constitutiva del mencionado organismo, durante la cual se adoptaron decisiones
de fondo -la primera de ellas, la creación de INFOPESCA-, y los Estados partes
asumieron compromisos de Derecho Internacional; se señalaron los objetivos del
ente creado; se estableció su sede; se contempló su estatuto jurídico; se
reconocieron al Centro unas prerrogativas e inmunidades; se definió quiénes
serían sus miembros, los derechos y obligaciones de los mismos; se determinó lo
referente a sus órganos (Asamblea General, Comité Ejecutivo, Comité Consultivo
y órganos auxiliares) y, en fin, fueron estipuladas funciones y competencias, así
como formas de contribución económica para la constitución y sostenimiento del
organismo.
Por tanto, si ese contenido, como en el presente caso, permite concluir que se está
ante un convenio cuyas características son las de establecer un marco jurídico de
relaciones entre Estados o entidades de Derecho Internacional, a él son aplicables
las reglas contempladas en los artículos 150-16, 189-2, 224 y 241-10 de la Carta
Política y, en consecuencia, debe pasar por el examen del Congreso, que
dispondrá sobre su aprobación o improbación, y por el control jurídico previo y
automático de esta Corte en punto de su constitucionalidad”. (Resaltado fuera de
texto).
Estas normas han dado lugar a la distinción entre los llamados “tratados
solemnes” y los “acuerdos simplificados”, aún cuando en el plano
internacional ello no altera su valor jurídico ni su eficacia dentro de la
denominación genérica de tratado que acogió la Convención de Viena. Es
así como, “junto con el modelo extenso, complejo y solemne, aparece, en
distintas versiones, un modelo abreviado de celebración de tratados,
frecuente en las relaciones bilaterales. Es en este sentido en el que con más
provecho puede utilizarse la expresión de acuerdos en forma
simplificada”[31].
La jurisprudencia constitucional también se ha referido a la diferenciación
entre tratados solemnes y acuerdos simplificados, destacando su relevancia
para dinamizar las relaciones internacionales pero teniendo la cautela de
precisar cuál es el alcance y límite de las obligaciones que puede asumir el
Estado colombiano por una u otra vía. A continuación se reseñan sus
principales características.
“Artículo 224.- Los tratados, para su validez, deberán ser aprobados por el
Congreso. Sin embargo, el Presidente de la República podrá dar aplicación
provisional a los tratados de naturaleza económica y comercial acordados en el
ámbito de organismos internacionales, que así lo dispongan. En este caso tan
pronto como un tratado entre en vigor provisionalmente, deberá enviarse al
Congreso para su aprobación. Si el Congreso no lo aprueba se suspenderá la
aplicación del tratado”. (Resaltado fuera de texto).
b) En relación con el artículo 25, Colombia precisa que sólo son susceptibles de
aplicación provisional por Colombia, sin previa aprobación por el Congreso y
revisión por la Corte Constitucional, los tratados de naturaleza económica y
comercial acordados en el ámbito de organismos internacionales que así lo
dispongan.
c) En relación con el artículo 27-1, Colombia precisa que acepta que un Estado no
puede invocar las disposiciones de su derecho interno como justificación del
incumplimiento del tratado, en el entendido de que esta norma no excluye el
control judicial de constitucionalidad de las leyes aprobatorias de los tratados”.
(Resaltado fuera de texto).
“Los organismos o agencias con los cuales puede celebrar el Gobierno Nacional
contratos para la prestación de asistencia técnica, o el suministro de elementos
para la formulación o ejecución de planes y programas de desarrollo general de
que trata la ley 24 de 1959 y que, según el actor, contrarían la ley fundamental
son las extranjeras y las de derecho internacional. Tales organismos o agencias
extranjeros no representan a ningún Estado en particular y solo tienen una
organización que busca el mejoramiento de los países menos desarrollados. Estos
contratos o convenios que con las finalidades anotadas en la Ley 24 de 1959
celebre el Gobierno no tienen el carácter de administrativos y encajan dentro de
los artículos 76, ordinales 11 y 16 y 120-13 de la Constitución. O sea que sólo
requieren la aprobación posterior del Congreso cuando falta la previa
autorización, o no se ajustan a la respectiva ley, o dejan de cumplir los requisitos
en ella exigidos. Estos contratos no son tratados públicos que se rijan por los
artículos 76-18 y 120-20 de la Carta.”[48]
Desde sus primeros fallos la Corte ha reconocido que, aún cuando la forma
tradicional como se expresa el consentimiento y se asumen nuevas
obligaciones internacionales es mediante la celebración de tratados
solemnes, es decir, mediante el trámite complejo y cualificado antes
descrito, la evolución de las relaciones internacionales hace necesario que
existan procedimientos mediante los cuales se dinamice el
perfeccionamiento de las obligaciones internacionales, en particular en lo
relativo a los asuntos de cooperación técnica y económica. No obstante, ha
insistido en el carácter limitado del Presidente para adquirir autónomamente
compromisos en el plano internacional por la vía de los acuerdos
simplificados.
En este sentido siempre ha advertido que si bien los acuerdos simplificados
son un instrumento legítimo y constitucionalmente válido para facilitar las
relaciones en asuntos de cooperación internacional, a través de ellos el
Presidente de la República no puede adquirir obligaciones internacionales
que excedan, amplíen, rebasen o superen las que han sido previamente
asumidas mediante un tratado celebrado con las formalidades anteriormente
anotadas[53]. Un breve recuento jurisprudencial permite clarificar la
cuestión.
“Ahora bien, resulta oportuno expresar que los Acuerdos Simplificados están
previstos en los artículos 12 y 13 de la Convención de Viena sobre el Derecho de
los Tratados entre Estados y Organizaciones Internacionales o entre
Organizaciones Internacionales, hecha en Viena el 21 de marzo de 1986, de los
cuales puede inferirse que tienen tanta validez los tratados formales como los
acuerdos en forma simplificada”. (Resaltado fuera de texto).
“Ahora bien, en esta oportunidad es preciso señalar que aun cuando en el texto de
la Constitución Política (artículos 150-16 y 241-10) no se mencione sino a los
tratados para efectos de su aprobación o improbación, y del control
constitucional, ello no significa que los demás acuerdos internacionales, como los
simplificados, no requieran aprobación del Congreso mediante ley, sanción
ejecutiva y revisión constitucional, formal y material por la Corte Constitucional,
pues, como ya se anotó, se trata de verdaderos tratados internacionales. En tal
virtud, deben cumplir los requisitos exigidos constitucionalmente (artículos 150,
189 y 241): negociación, adopción y autenticación; aprobación interna por parte
de los Estados, lo cual incluye, la intervención del Congreso, del Ejecutivo y de la
Corte Constitucional; y la manifestación internacional de los sujetos del
consentimiento de obligarse por medio del tratado”. (Resaltado fuera de texto).
“En relación con la posibilidad que tienen los Estados Partes de celebrar acuerdos
complementarios, no estima la Corporación que se vulnere el ordenamiento
superior, por cuanto los mismos constituyen instrumentos esenciales y necesarios
para darle desarrollo y adecuada ejecución al Tratado internacional propiamente
dicho sometido a todas las formalidades propias, conforme al derecho
internacional y al derecho interno y que es objeto del control por la Corte. En
efecto, la finalidad de dichos acuerdos complementarios es ofrecerle a los Estados
Partes un instrumento ágil y eficaz mediante el cual se puedan poner en operación
las diversas acciones de cooperación en materia turística delimitadas en el
artículo III del Convenio, lo cual constituye el objetivo del mismo. En
consecuencia, de una lectura integral de todo el Convenio, en especial de los
artículos I y III, es evidente que la ejecución de las acciones de cooperación
turística entre las Partes queda subordinada fundamentalmente a que se celebren
los mencionados acuerdos complementarios.
(…)
Esos acuerdos complementarios o de desarrollo de tratados ya incorporados a la
legislación colombiana corresponden a una de las clases de los llamados
procedimientos simplificados que como se ha dicho y surge del texto de
Convenio sujeto a análisis son instrumentos que buscan dar cumplimiento a las
cláusulas sustantivas de un tratado vigente y que no dan origen a obligaciones
nuevas ni puede exceder las ya contraídas por el Estado colombiano; la otra clase
de procedimientos simplificados se integra por aquellos acuerdos relativos a
materias que son de la órbita exclusiva del Presidente de la República,
directamente o por delegación, como director de las relaciones internacionales.
“En este caso, dichos acuerdos forman parte de un tratado que cumplió con los
pasos previstos en la Constitución (arts. 189-2 y 150-16) y ahora sometido a la
revisión constitucional ordenada en el artículo 241-10 del ordenamiento superior.
Así las cosas, resulta claro que las obligaciones genéricas de cada parte se fijan en
el tratado marco, de suerte que el país no adquirirá nuevos compromisos y que
por lo mismo, el numeral (2) del artículo I no contradice ningún precepto
constitucional.
Sin embargo, en este punto hay que precisar, de acuerdo con la jurisprudencia de
esta Corporación[58], que existen una serie de instrumentos que se agrupan en la
categoría de los denominados procedimientos simplificados que no entran en esa
modalidad, pues a pesar de que son desarrollo de otro tratado, no se restringen a
su mera ejecución sino que implican para los Estados partes la asunción de
compromisos adicionales a los estipulados en el tratado principal, razón por la
cual de conformidad con la Constitución, deben ser sometidos a la aprobación del
Congreso y al control automático de constitucionalidad y demás reglas del
derecho internacional en materia de tratados”. (Resaltado fuera de texto).
“La Corte Constitucional coincide con la Corte Suprema de Justicia y con las
intervenciones antes reseñadas en el sentido de que las disposiciones
parcialmente demandadas se limitaban a consagrar un trámite especial para la
celebración de contratos o convenios administrativos de cooperación técnica con
cualquier tipo de entidad. Adicionalmente, la Ley estudiada establecía exenciones
tributarias para los capitales, bienes o servicios que ingresaran al país con motivo
de tales contratos o convenios, así como algunas disposiciones tributarias en la
materia. Sin embargo, dichas disposiciones no autorizaban al gobierno a celebrar
tratados internacionales al margen del Congreso. Como surge claramente de las
sentencias citadas de la Corte Suprema de Justicia, una norma en este sentido
hubiere resultado inconstitucional”. (Resaltado fuera de texto).
“En cuanto al Canje de notas entre Canadá y Colombia, éste se dio con el fin de
corregir errores de traducción y mecanográficos y no a modificaciones
sustanciales del acuerdo, en particular por el empleo del término ‘español’, en
lugar de la expresión ‘castellano’ para referirse a uno de los idiomas oficiales del
Acuerdo”[62]. (Resaltado fuera de texto).
- Las construcciones hechas por Estados Unidos serán para su uso y una vez
concluido el mismo serán entregadas a Colombia, en el estado en que se
encuentren, sin que los Estados Unidos deban asumir costo alguno.
- El Estado colombiano exonerará del pago por entrada y salida del país, u
otros impuestos de salida, a menos que se utilicen aeropuertos comerciales.
Cada uno tiene tramitación especial que desde el punto de vista constitucional
que preocupa al actor se precisa así: los contratos podrán pactarse con
autorización previa del congreso en los términos del 76-11; no así los tratados
que requieren posterior aprobación de la rama legislativa (76-18).
(…)
Los organismos o agencias con los cuales puede celebrar el Gobierno Nacional
contratos para la prestación de asistencia técnica, o el suministro de elementos
para la formulación o ejecución de planes y programas de desarrollo general de
que trata la ley 24 de 1959 y que, según el actor, contrarían la ley fundamental
son las extranjeras y las de derecho internacional. Tales organismos o agencias
extranjeros no representan a ningún Estado en particular y solo tienen una
organización que busca el mejoramiento de los países menos desarrollados.
Estos contratos o convenios que con las finalidades anotadas en la Ley 24 de
1959 celebre el Gobierno tienen el carácter de administrativos y encajan dentro
de los artículos 76, ordinales 11 y 16 y 120-13 de la Constitución. O sea que
sólo requieren la aprobación posterior del Congreso cuando falta la previa
autorización, o no se ajustan a la respectiva ley, o dejan de cumplir los
requisitos en ella exigidos. Estos contratos no son tratados públicos que se rijan
por los artículos 76-18 y 120-20 de la Carta.” [72]
Ahora bien, entre las obligaciones del Acuerdo de 1962 se destacan las
siguientes:
“Ello significa que los acuerdos bilaterales o multilaterales para llevar a cabo la
cooperación directa entre autoridades del Estado Colombiano con otros Estados,
necesariamente ha de sujetarse al artículo 224 de la Constitución, es decir, que no
puede eludirse ni la aprobación por el Congreso de la República, ni el control por
la Corte Constitucional, ni afectarse en manera alguna la atribución del Presidente
de la República para dirigir, como Jefe del Estado, las relaciones internacionales
de Colombia, de acuerdo con lo previsto en los artículos 224 y 189 numeral 2 de
la Constitución”[73]. (Resaltado fuera de texto).
5.3.- Conclusiones
En primer lugar, porque, como fue reseñado, en unos casos fija deberes y
obligaciones ex novo para el Estado colombiano, y en otros hace una
extensión de las adquiridas con anterioridad, de modo que las convierte en
sustancialmente distintas excediendo los límites trazados por la
jurisprudencia constitucional para los acuerdos simplificados.
En segundo lugar, el Acuerdo no es una concreción o desarrollo de tratados
previos, ni representa una codificación o sistematización de tales
compromisos que solo pretenda dar cumplimiento a cláusulas sustantivas de
un tratado vigente. En efecto, según fue reseñado, los acuerdos suscritos
tienen propósito y alcance diferente (no establecen como objetivo principal
la cooperación y asistencia militar en Defensa y Seguridad con vocación de
permanencia en diferentes instalaciones militares del territorio nacional), o
bien señalan obligaciones genéricas e indeterminadas a los cuales no es
posible adscribir las que emanan del nuevo convenio.
En tercer lugar, el Acuerdo versa sobre asuntos que por su naturaleza tienen
reserva de ley o respecto de los cuales la Constitución exige un trámite
específico, que en general se refieren a importantes obligaciones para el
Estado colombiano relacionadas con el ejercicio de su soberanía. Al
respecto la jurisprudencia ha reconocido que aún cuando el concepto de
soberanía se redefine con el desarrollo de las relaciones internacionales y las
necesidades de la comunidad internacional, sus pilares se mantienen
inalterados. Por ejemplo, en la Sentencia C-578/02 la Corte sostuvo:
Sobre este tópico se han planteado algunas dudas por todos los
intervinientes, pues aún cuando la Corte ha señalado que los acuerdos
simplificados no pueden involucrar obligaciones nuevas o diferentes a las
previstas en un tratado solemne sometido a las ritualidades que la
Constitución exige, ni una extensión de las mismas, lo cierto es que la
jurisprudencia no ha precisado aún cuál es el mecanismo específico de
control previsto para un acuerdo que excede sus límites constitucionales.
Recuérdese que uno de los fundamentos del control judicial a los actos del
poder público fue la idea según la cual las limitaciones emanadas de la
Constitución “sólo pueden mantenerse en la práctica a través de los
tribunales de justicia, cuyo deber ha de ser el declarar nulos todos los actos
contrarios al sentido evidente de la Constitución”[83]. Tales postulados han
sido retomados de manera insistente por la doctrina autorizada, en particular
al examinar las características del constitucionalismo contemporáneo[84].
En este sentido, “no es concebible la Constitución como norma, y menos la
Constitución del Estado social y democrático de Derecho, si no descansa en
la existencia y efectividad de los controles”[85]. También se ha señalado
que “para que un Estado merezca el calificativo de constitucional es preciso
que cuente con una auténtica Constitución normativa”[86], lo cual
necesariamente supone la existencia de control de constitucionalidad.
Como esta era la primera vez que se abordaba la problemática del control
constitucional de los tratados en el marco de la Constitución de 1991, la
Corte encomendó a uno de sus integrantes la realización de un estudio al
respecto, que luego fue avalado en forma unánime por la Sala Plena. El
análisis reconoció una fundamentación múltiple en el control constitucional
de los tratados internacionales, destacando que la Carta Política de 1991 no
sólo autorizó el control previo y automático, sino también a través de la
acción pública de inconstitucionalidad. Las conclusiones fueron recogidas
en la sentencia y debido a su pertinencia para el asunto que ahora ocupa la
atención de la Sala se transcriben in extenso:
3º Control posterior, por vía de acción pública ciudadana contra los tratados
perfeccionados, cuando se han celebrado con manifiesta violación de una norma
de derecho interno concerniente a la competencia para celebrarlos.
La medida de esta función de la Corte está dada no solamente por el claro sentido
del texto, el cual extiende el control -haya o no ley aprobatoria- al tratado mismo,
sino por una razón sistemática: la de que el ordenamiento constitucional está
orientado a la revisión de los tratados cuyo canje de notas aún no se ha producido,
a fin de asegurar, antes de que entre en vigencia, la sujeción de sus cláusulas a las
previsiones constitucionales, conciliando así la prevalencia de las normas
fundamentales con el principio de Derecho Internacional sobre cumplimiento de
los tratados en vigor. Ello explica porqué la norma del artículo 241 consagra,
como medio para alcanzar el fin expresado, el envío de la ley aprobatoria a la
Corte dentro de los seis (6) días siguientes a su sanción, procedimiento
encaminado a evitar que el Ejecutivo efectúe el canje de notas sin la previa
revisión de constitucionalidad”. (Resaltado fuera de texto).
Por otra parte, esta Corte destaca que como ya lo ha puesto de presente, respecto
de tratados y leyes aprobatorias existen múltiples fundamentos al control
constitucional, por lo que no son aceptables frente a la nueva Carta las tesis que
sobre la materia se sostuvieron frente a la regulación que traía la Constitución
Nacional de 1886.
“55- El análisis histórico y literal sugiere que el control previo de los nuevos
tratados que serían suscritos por Colombia no excluye sino que es
complementario de la posibilidad de que los ciudadanos demanden las leyes
aprobatorias de un tratado ya perfeccionado, siempre y cuando sobre esa norma
no exista cosa juzgada constitucional. Los argumentos no son empero
concluyentes al respecto y no puede la Corte Constitucional reconstruir la
voluntad histórica de un cuerpo plural, como la Asamblea Constituyente, que no
se manifestó unívocamente sobre el tema. Sin embargo, eso no significa que el
problema constitucional no tenga solución.
Así, es cierto que la Corte ejerce su control en los estrictos y precisos términos
del artículo 241 de la Carta. Pero la función de este tribunal es preservar la
supremacía e integridad de la Constitución, por lo cual, cuando existen dudas
sobre el alcance de una de las competencias consagradas en el artículo 241
superior, es natural que se prefiera aquella interpretación que mejor permita la
guarda de la supremacía de la Carta. Este criterio hermenéutico finalista sobre los
alcances de la competencia de la Corte Constitucional no es en manera alguna
una innovación de esta sentencia, puesto que ya había sido utilizado por esta
Corporación en anteriores decisiones. Así, esta Corte admitió ser competente para
conocer de una demanda contra un decreto legislativo, a pesar de que el artículo
241 no prevé la acción pública contra esas normas sino la revisión oficiosa por
cuanto consideró que, por tratarse de un decreto preconstituyente, si la Corte no
estudiaba su constitucionalidad, entonces esa norma quedaría sin control”.
(Resaltado fuera de texto).
“Era entonces claro que el Congreso debía aprobar este Cuarto Protocolo anexo al
Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios (de ahora en adelante AGCS) y
la lista de compromisos específicos de Colombia, por medio de una ley
aprobatoria de tratados, cuya constitucionalidad debía a su vez ser revisada por
esta Corte Constitucional. Y es que en nuestro ordenamiento constitucional, todo
tratado requiere ser aprobado por el Congreso, y su constitucionalidad debe ser
previamente revisada por esta Corte, antes de que el Ejecutivo pueda obligar
internacionalmente al país (CP arts 224 y 241).
(…)
7- Todo lo anterior sugiere que el presente protocolo al AGCS fue suscrito
irregularmente, por cuanto el representante de Colombia habría comprometido
internacionalmente a Colombia, antes de que el tratado hubiera sido aprobado por
el Congreso y su constitucionalidad hubiera sido revisada por esta Corte. Esta
situación es gravemente anormal, pues el Presidente sólo puede comprometer a
Colombia por un tratado, cuando éste ya ha sido aprobado por el Congreso y su
constitucionalidad ya ha sido revisada por esta Corte, siendo la única excepción,
la posibilidad que tiene el Gobierno de dar aplicación provisional a los tratados de
naturaleza económica y comercial acordados en el ámbito de organismos
internacionales, que así lo dispongan (CP art. 224). Sin embargo, incluso si
pudiera concluirse que este Cuarto Protocolo al AGCS era un tratado de esa
naturaleza, lo cual no aparece claro en el expediente, sin embargo de todos modos
la situación constitucional sería también irregular, por cuanto el artículo 224
superior ordena que tan pronto como entre en vigor provisionalmente el tratado,
deberá enviarse al Congreso para su aprobación, lo cual no sucedió en el presente
caso.
(ii) Contra leyes aprobatorias de tratados que por alguna razón no se han
sometido al control previo y definitivo constitucionalidad (art. 241-4 CP).
Así ocurre, por ejemplo, cuando una ley no se envía a la Corte dentro de los
6 días siguientes a la sanción presidencial[111].
(iii) Contra los actos que regulan obligaciones internacionales que por su
contenido son propias de un tratado, cuando han sido perfeccionados sin el
cumplimiento de los requisitos que la Constitución exige o que riñen
abiertamente con ella. En este evento, que es justamente el que se presenta
en esta oportunidad, la procedencia de la acción pública de
inconstitucionalidad se explica por las siguientes razones:
En este sentido debe tenerse en cuenta que un acto que impone obligaciones
propias de un tratado internacional tiene la fuerza jurídica para incidir en el
ordenamiento y alterar el sistema de fuentes. Sobre este aspecto la Corte ya
ha tenido la oportunidad de precisar el concepto que en la teoría del derecho
se conoce como “fuerza jurídica”, que permite la inclusión de una norma
en el sistema de fuentes de acuerdo con su potencialidad para crear o
modificar el ordenamiento. Así fue explicado en la Sentencia C-1154/08,
donde la Corte señaló que el criterio material de una norma es un elemento
que define la competencia para pronunciarse sobre su validez constitucional.
Dijo entonces:
Con todo, no es extraño que el criterio formal resulte insuficiente para determinar
la competencia en el control constitucional de los decretos dictados por el
Presidente de la República. En efecto, puede ocurrir que un decreto no señale
cuáles facultades le sirven de base, que lo haga de manera ambigua e imprecisa, o
que invoque diversos fundamentos jurídicos, de modo que no permita establecer
–con el criterio formal- si la norma fue expedida dentro del marco de las hipótesis
previstas en el artículo 241 de la Carta Política –y por lo tanto su examen
corresponde a la Corte Constitucional-, o si ello ocurrió al margen de dicha
regulación –y por lo tanto su estudio corresponde al Consejo de Estado-.
4.- Conclusiones
Una vez examinadas las cuestiones sobre la naturaleza jurídica del acto
acusado y la competencia de la Corte para pronunciarse en el marco de una
acción pública de inconstitucionalidad, queda por analizar la validez del
Acuerdo impugnado. Sin embargo, antes de ello la Sala debe definir si la
solicitud de inhibición planteada por algunos intervinientes está llamada a
prosperar, o si por el contrario los cargos de inconstitucionalidad fueron
formulados de manera correcta.
En suma, la Corte considera que frente a este cargo la demanda resulta apta
teniendo como base el principio pro actione, según el cual “el examen de
los requisitos adjetivos de la demanda no debe ser sometido a un riguroso
escrutinio y se debe preferir una decisión de fondo antes que una inhibitoria,
de manera que se privilegie la efectividad de los derechos de participación
ciudadana y de acceso al recurso judicial efectivo ante esta Corte”[132].
¿Cuáles son las consecuencias que se derivan del hecho de que el precitado
Acuerdo no se haya sometido a la aprobación del Congreso de la República
y remitido a la Corte Constitucional para adelantar el correspondiente
control de constitucionalidad?
“ARTICULO 150. Corresponde al Congreso hacer las leyes. Por medio de ellas
ejerce las siguientes funciones:
(…)
16. Aprobar o improbar los tratados que el Gobierno celebre con otros Estados o
con entidades de derecho internacional. Por medio de dichos tratados podrá el
Estado, sobre bases de equidad, reciprocidad y conveniencia nacional, transferir
parcialmente determinadas atribuciones a organismos internacionales, que tengan
por objeto promover o consolidar la integración económica con otros Estados”.
(Resaltado fuera de texto)
“Artículo 224.- Los tratados, para su validez, deberán ser aprobados por el
Congreso. Sin embargo, el Presidente de la República podrá dar aplicación
provisional a los tratados de naturaleza económica y comercial acordados en el
ámbito de organismos internacionales, que así lo dispongan. En este caso tan
pronto como un tratado entre en vigor provisionalmente, deberá enviarse al
congreso para su aprobación. Si el Congreso no lo aprueba se suspenderá la
aplicación del tratado”. (Resaltado fuera de texto)
“La Corte Constitucional, en desarrollo de los artículos 241, numeral 10, y 150,
numeral 16, de la Constitución, ha establecido en su jurisprudencia que contrarían
la Constitución todos aquellos tratados celebrados sin el lleno de los requisitos
del trámite interno, a saber, existencia de ley aprobatoria del tratado y análisis de
constitucionalidad de ésta y el tratado que contiene, por parte de la Corte”[134].
Con ello también se asegura que la formación de la voluntad del Estado sea
verdaderamente auténtica y soberana, contando con la participación activa y
directa de las tres ramas del poder público, fruto de una abierta deliberación
democrática y siempre dentro de los límites que la Constitución impone.
Sin embargo, las razones aquí expuestas permiten afirmar y hacen necesario
que la Corte declare expresamente que, ante la falta de aprobación
legislativa y control previo de constitucionalidad, el Acuerdo bajo examen
no puede producir efectos jurídicos en el ordenamiento interno hasta tanto
cumpla con el trámite constitucional previsto para los tratados en forma
solemne, es decir, de conformidad con lo establecido en los artículos 150-
16, 154, 157, 158, 160, 165, 224 y 241-10 de la Carta Política.
Por último, la Sala encuentra que si bien es cierto que no todo el contenido
del Acuerdo involucra nuevas obligaciones o conlleva una extensión de los
compromisos previamente adquiridos, también lo es que su decisión debe
comprender la totalidad del instrumento. En efecto, el Acuerdo conforma
una unidad de sistema, donde cada una de sus cláusulas guarda un vínculo
inescindible con el resto del articulado, más aún cuando, como es razonable
suponer, éstas han sido el resultado de complejas negociaciones entre las
partes signatarias[137].
Así mismo, la Corte precisa que esta decisión de ninguna manera implica
abordar un análisis sobre la constitucionalidad de las cláusulas del Acuerdo,
pues ello sólo tendrá lugar si se cumplen dos condiciones:
En tal caso, el tratado deberá ser remitido a la Corte para que ejerza el
correspondiente control previo, automático, definitivo e integral de
constitucionalidad.
VIII.- DECISIÓN
RESUELVE
SUMARIO
Pág.
I.
ANTECEDENTES…………………………………………………………1
II.- NORMA
DEMANDADA………………………………………………..2
1. Expediente D-7964…………………………………………………
15
2. Expediente D-7965…………………………………………………
15
IV. INTERVENCIONES
4.- Presidencia de la
República………………………………………..24
V. CONCEPTO DEL
PROCURADOR…………………………………...37
VI.- PRUEBAS
4.- Conclusiones………………………………….……..
…………....104
VIII.- DECISIÓN……………………...
…………………………………..112