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Los valores, especialmente en las sociedades industriales avanzadas,


han sido uno de los fenómenos más analizados por la sociología
contemporánea, ya que, según Inglehart (1990) no son opcionales, sino que
están presentes, formando parte del sistema social, representando una serie
de imperativos a respetar. La consideración del tema resulta interesante por
cuanto, en las últimas décadas, se ha observado un creciente cambio en la
manera de ver los valores estimados como tradicionales.
A este respecto, la Axiología como ciencia, busca identificar y medir
los valores, partiendo del hecho de que la estructura de los mismos en una
persona, contribuye a la formación de su personalidad, percepciones y
decisiones. Pero, ¿qué son los valores? ¿Cuáles son los problemas que,
desde el punto de vista axiológico presenta su definición? ¿Son objetivos o
subjetivos? ¿Cuál es el punto de vista de algunos entendidos en la materia?
Es lo que se tratará de entender a lo largo del presente ensayo.
Desde tiempos remotos, infinidad de filósofos, como Platón, han
profundizado en el tema de los valores, tomando en cuenta la importancia
que tiene para el hombre, la valoración del ser y de los elementos que le
rodean. Se creía que los valores podían ser estudiados de manera aislada.
Sin embargo, ahora se sabe que hay un hilo que los une y que no
constituyen nada nuevo, siempre han formado parte de la realidad del ser
humano y que no son ni cosas, ni esencias, ni vivencias. No pueden
caracterizarse por el ser, como los objetos reales y los ideales. De ellos se
dice que valen y, por lo tanto, que no tienen ser sino valer.
Los valores no ocupan tiempo ni espacio y por eso, en ocasiones se
confunden con los objetos ideales, pero su perfil de realidad no es el ser
ideal ni el ser real, sino el ser valioso. La realidad del valor es el valer, esto
quiere decir que aunque se reconoce el hecho de que no existen por sí
mismos, ya que necesitan un depositario o sostén que los lleve, los valores,
en sí, no otorgan el ser a un objeto, sino que vienen a ser cualidades o
atributos singulares que poseen los bienes o, como diría Husserl (s/f), objetos
³no independientes´.
De lo anteriormente expuesto, puede decirse, entonces que se
entiende por valor a lo que hace que un hombre sea como es. Son pautas o
guías que orientan el proceder humano hacia la evolución social y la
realización de la persona. En otras palabras, para la cultura humana, los
valores son la base de las actitudes, motivaciones y expectativas de las
personas, constituyéndose en la columna vertebral de sus comportamientos.
Ahora bien, al hacer referencia a los problemas de la axiología, uno
que surge con mayor frecuencia es la definición del carácter o naturaleza del
valor: ¿Será objetivo o subjetivo?
Esa polémica surge a raíz de una pregunta planteada por la misma
Axiología: ¿Las cosas tienen valor porque se desean o se desean porque
tienen valor? La primera parte, de carácter subjetivo, afirma que la existencia
de los valores depende primordialmente del sujeto que valora. La segunda
parte, de carácter objetivo, señala a los valores como objetos que existen
independientemente del sujeto que valora, es decir, que éste los descubre.
Los subjetivistas razonan que partiendo de observaciones prácticas
diferentes puede concluirse que una cosa tiene valor cuando le gusta a un
sujeto y que es solo en la medida en que gusta, se desea o anhela, que tal
cosa tendrá un valor, ya que es el interés personal lo que hace que una cosa
sea o no valiosa.
Pero también, hay quienes estiman que los enunciados valorativos no
son sino pruebas de un estado de ánimo personal cuya finalidad es la de
despertar sentimientos parecidos en los otros y que no hay ninguna
posibilidad de encontrar explicaciones apropiadas para probar que una cosa
concreta tenga un valor por ella misma.
Por esa razón, el subjetivismo compara a los valores con los sellos de
correos. Lo que argumentan es que ni el papel ni la calidad del dibujo son las
cualidades que hacen de ellos un objeto de valor, sino que es el filatélico,
con su interés, quien le concede su valor, ya que las cosas son valiosas no
por ellas mismas sino por la relación que sostienen con un individuo.
Diametralmente opuestos a esa postura, los objetivistas, razonan que
los valores son descubiertos y que un individuo no puede atribuirlos a las
cosas. Por ejemplo, el diamante siempre será más valioso que el grafito
debido a sus propiedades objetivas de brillo, transparencia y dureza. De allí
que el hombre puede descubrir las propiedades de los valores del mismo
modo que puede separar un color del espectro, porque es indiferente a su
esencia que una persona los realice en ella o los descubra ya que, según
ellos, los valores no resultan afectados por las vicisitudes humanas: son
absolutos y objetivos.
Surge allí, entonces, otro problema, el de la metodología a seguir para
establecer quién está en lo correcto en cuanto a la naturaleza del valor. La
Axiología presenta dos métodos que están opuestos. En primer lugar, el
método apriorístico, el cual se basa en una intuición emocional y, en segundo
lugar, el método experimental, que considera que el único criterio para
determinar la esencia del valor es la experiencia, ya que solo acudiendo a
esta, puede conocerse qué es el valor. No hay definición de criterios en
cuanto a cuál debe utilizarse. Lo que sí está claro es que, para poder
entender cualquier teoría axiológica, debe comprenderse los problemas que
intentan solucionarse, de lo contrario, cualquier postura enunciada podría
perder su fundamento.
Ahora, ¿cuál es el punto de vista de los entendidos en la materia? Es
de particular interés, adentrarse en el pensamiento de los precursores de la
Axiología, a fin de comprender más a fondo lo que pretende exponer esta
disciplina.
Lotze (1817-1881), fue el primero en introducir el estudio de los
valores. Con este propósito, estableció en la filosofía una discusión que se
mantiene en la actualidad. Lotze separa los valores de las cosas y los
caracteriza por su validez.
Por su parte, Nietzsche (1844-1900), desde una visión subjetivista,
ataca la cultura occidental con su teoría de la transmutación o inversión de
los valores, en la cual afirma que estos son creación del hombre y que se
estabilizan, de manera momentánea, en una tabla que alcanza una validez
temporal, porque el mismo hombre los modifica, siendo esto necesario para
su desarrollo.
En la postura opuesta, Brentano (1838-1917), propone la idea de
intencionalidad de la conciencia o de tendencia del sujeto hacia un objeto,
idea que enriquece la forma de concebir los valores. La intencionalidad, el
dinamismo de tender hacia, caracteriza la conciencia y todo acto psíquico.
Pero la intencionalidad no es algo del todo intelectual, sino también
emocional y moral. Los actos valorativos, emocionales y morales, tienen un
orden objetivo y en ellos hay una aprobación o un rechazo. Estas ideas
fueron complementadas por Husserl, a través de una distinción entre la
intencionalidad no ética del apriorismo y objetivismo axiológico, ya que según
él, es posible una axiología formal que brinda la posibilidad de examinar las
condiciones de probabilidad del valorar racional correcto, pues hay formas
racionales de valorar y preferir. Por poner un ejemplo: La alegría razonable
se da cuando se tiene la seguridad de que algo valorado positivamente
existe en realidad.
En el caso de Meinong (1853-1921), él señala que un objeto tiene
valor si posee la capacidad de proporcionar una base afectiva a un
sentimiento de valor. Por ejemplo, si al sujeto le agrada una escultura,
entonces esta es bella. Sin embargo, Ehrenfels (1850-1932) critica esta
visión, ya que según ésta, sólo tienen valor las cosas existentes, o las que
se pueden percibir tienen una existencia determinada y son agradables. No
obstante, también se valora y desea las que no existen, como por ejemplo,
el bien moral jamás realizado o la justicia perfecta. Según Ehrenfels hay que
buscar los valores, no en el agrado, sino en el deseo y, en la medida en que
el hombre desea algo, esto tiene valor. En esta visión, si el hombre desea, la
justicia perfecta o el bien moral jamás realizado, estos adquieren valor. A raíz
de esto, Meinong, cambió su postura del subjetivismo al objetivismo y eso fue
tomado por muchos, como un modelo del rumbo que debía emprender la
Axiología.
En tiempos más modernos, Perry (1876-1957), presenta una nueva
concepción: La del interés, la cual consiste en la actitud afectivo-motora, a
favor o en contra de un objeto. Dicha actitud es la que atribuye el valor al
objeto y no al contrario. El interés se refiere, tanto al deseo como a la
aversión, a la búsqueda como al rechazo, al agrado como al desagrado.
Ahora bien, desde el punto de vista de la corriente del Empirismo
Lógico, algunos como Wittgenstein (1889-1921), sostienen que además de
las proposiciones empíricas existen las proposiciones metafísicas, las cuales
carecen completamente de sentido porque no afirman nada y, por
consiguiente, no pueden determinarse como verdaderas ni falsas, pues son
solo la expresión de un estado emocional y lo mismo ocurre con relación a
los valores.
Dentro de esa perspectiva, la palabra _  adquiere una condición
puramente emotiva, debido a que refleja una actitud positiva hacia algo. Y,
según los subjetivistas axiológicos, ya sea con agrado o desagrado, no se le
otorga valor a un objeto, simplemente se expone un estado de ánimo. De allí
que algo sea valioso si satisface las aspiraciones o anhelos de alguien.
No obstante, quizás la figura más sobresaliente del Empirismo Lógico
sea Carnap (1891-1970), para quien los juicios de valor son formas
encubiertas por normas. Señala que tales juicios, al no afirmar nada, no
pueden ser verdaderos ni falsos porque las normas no afirman nada, sino
que ordenan o expresan un deseo, igual le sucede al juicio de valor. Por
ejemplo, ante el juicio de valor  
y la orden de  , no hay
nada que haga una diferencia en su contenido, salvo la manera como se
formula la frase. De manera que, desde el punto de vista del lenguaje
empírico lógico, ese juicio no puede verificarse y, por lo tanto carece de
significado.
Paralelamente, Ayer (1910-1989), coincide con el Empirismo Lógico al
señalar que los juicios de valor no son verdaderos ni falsos, porque no
afirman nada y, como por ejemplo, no es falsa ni verdadera una carcajada o
un grito de terror, para él son solo expresiones emotivas. Desde su punto de
vista, lo único que podría investigarse acerca de ellas es qué las provoca y
qué sentimientos expresan, y esa tarea, según considera, corresponde a la
psicología y a la sociología.
Con base en estas consideraciones, Russell (1872-1970) está de
acuerdo con Ayer al afirmar que no existen oraciones de contenido
cognoscitivo, razón por la cual, la Ética y la Axiología están fuera del
conocimiento científico. Sin embargo, a diferencia de Ayer, quien rechaza
categóricamente el subjetivismo, Russell señala que su teoría forma parte de
la doctrina de subjetividad de valores, debido a la imposibilidad de discutir
para verificar si una cosa u otra tienen valor propio.
Hasta ahora, se han considerado las diversas posturas de la corriente
subjetivista, pero, llega el momento de tratar el punto de vista objetivista en la
figura de uno de sus máximos exponentes, Scheler (1874-1928).
Para contrarrestar el relativismo en el que cae la escuela subjetivista,
Scheler propone una teoría en la que los valores deben ser considerados por
lo que son y no únicamente por el agrado o el deseo del sujeto, con lo cual
otorga objetividad a los valores, estableciéndolos como el fundamento de su
propuesta. Con esta postura tiene la necesidad de poner pie firme a la moral
y estabilizarla.
En primer lugar, los valores deben de tener un depositario en el cual
descansar, es decir, que deben manifestarse en algún objeto, pero haciendo
énfasis en el hecho de que pese a esa relación entre depositario y valor,
ambos tienen una existencia independiente. Un ejemplo de esta afirmación
puede notarse si se piensa en una escultura famosa, como la del  de
Miguel Ángel, la cual muchos aprecian por su belleza. Entonces, el valor es
la belleza. Pero para que esta se manifieste, debe estar contenida en un
depositario u objeto, que en este caso es la escultura. De allí que pueda
hacerse referencia a la belleza de la misma, debido a que existe, es decir,
puede verse y apreciarse.
Ahora bien, la Ética de Scheler surge de su aprecio incondicionado por
la obra de Kant, pero, aun cuando ratifica los postulados kantianos acerca
del apriorismo del valor, corrige dos aspectos en los que considera que Kant
se equivocó: El que haya confundido lo  

con lo formal y lo racional.
Para ello, se vale de su Ética Material de los Valores y el Apriorismo Emotivo.
Para Scheler, los valores son 

, es decir, independientes de toda
experiencia. Pues bien, esta independencia hace que los valores sean
eternos e inmutables y que trasciendan a la experiencia. El cambio que un
objeto tenga no afecta en nada al valor. Por ejemplo, la belleza siempre ha
existido, lo mismo que la justicia o el amor y no cambian, pero, lo que sí
puede variar es el depositario, no obstante, el valor en sí, no se altera.
De lo anteriormente expuesto se infiere que el apriorismo de Scheler
asigna un valor a los objetos y se opone al agrado o al deseo, que son el
pilar de las teorías subjetivistas. Desde su punto de vista, ningún sujeto
puede tener razón al decir que algo carece de belleza, simplemente porque
no le agrada.
Pero, llegar a captar los valores de ese modo, ¿cómo se logra? Según
su postura, de manera emocional. Para Scheler, los valores son objetos
completamente inaccesibles a la razón y sólo se revelan en el percibir
sentimental, es decir, en el preferir, amar, odiar. En realidad, el amor es el
auténtico descubridor de los valores; pues la vida emocional es irreductible a
la vida sensible e intelectual. Esta concepción es la que le permite hablar a
Scheler de una   
 
.
Ytra característica que Scheler analiza en los valores es su polaridad,
partiendo del hecho de que por cada valor positivo siempre habrá otro
negativo o antivalor con existencia propia. Entre algunos ejemplos pueden
mencionarse, la belleza, la justicia, la honestidad. Mientras que como
contraparte o antivalores de estos, están la fealdad, la injusticia y la
deshonestidad.
Finalmente, Scheler señala que los valores deben estar jerarquizados.
Y para establecer una jerarquía, debe tomarse en cuenta una relación a
priori, es decir, independiente de la experiencia, entre los distintos valores.
¿Por qué? Porque si se fundamentara en la experiencia, tendría vigencia
solo para un individuo, un determinado grupo de personas o para
determinada época. Lo que Scheler procura es disponerla de manera
absoluta, es decir, que se aplique para todos siempre.
Teniendo esto presente, los niveles de dicha jerarquización están
dispuestos en una pirámide, en cuyo nivel más bajo o base se asientan los
valores del agrado: Dulce y amargo. Seguidamente, están los valores vitales:
Sano y enfermo. Luego, se encuentran los valores espirituales, divididos en:
Estéticos, bello y feo; jurídicos, justo e injusto; intelectuales, verdadero y
falso. Y por último, los valores religiosos: Santo y profano.
Sin embargo, el asunto no termina aquí. Al principio se mencionó el
hecho de que los valores están unidos entre sí y aunque Scheler afirma que
los valores son independientes, lo cierto del caso es que un valor no se da en
independencia de otros. Por ejemplo, no se puede separar la belleza de un
templo del valor religioso que lo inspira.
Lo que se quiere significar con esto es que, en el estudio de los
valores todavía hay mucho camino por recorrer. Es cierto que sigue la
disyuntiva de si son o no objetivos y subjetivos. Pero, luego, del desarrollo
del presente ensayo, se puede concluir que existen elementos de sobra para
establecer la coparticipación de los factores tanto subjetivos como objetivos.
Lo más importante, a final de cuentas, es reconocer la importancia que
tienen los valores2 ya que los mismos no se limitan al ámbito de lo intelectual.
En estos tiempos tan convulsionados, es necesario propiciar un reencuentro
con los valores, ya que sin buenos principios, la existencia del ser humano es
poco más que una lucha encarnizada por sobrevivir. En efecto, los valores
aportan sentido a la vida y, además, establecen prioridades, límites morales y
reglas de conducta.

ALVIAREZ VIVAS, Zatny Catherine


C.I. 16.320.457
Derecho 1º ³E´

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