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INTELIGENCIA EMOCIONAL
EL DESARROLLO DE LA INTELIGENCIA EMOCIONAL A LO LARGO DE
LAS DISTINTAS ETAPAS EDUCATIVAS. AGENTES DE INTERVENCIÓN:
LA FAMILIA Y LA ESCUELA. PROGRAMAS PARA EL DESARROLLO DE
LA INTELIGENCIA EMOCIONAL
www.magister.com
info@magister.com
902 99 55 98
ANDALUCÍA - ARAGÓN - ASTURIAS - BALEARES - CANARIAS
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PROGRAMAS DE FORMACIÓN ©MELC SA INTELIGENCIA EMOCIONAL
INTELIGENCIA EMOCIONAL
EL DESARROLLO DE LA INTELIGENCIA EMOCIONAL A LO LARGO DE LAS
DISTINTAS ETAPAS EDUCATIVAS. AGENTES DE INTERVENCIÓN: LA FAMILIA Y LA
ESCUELA. PROGRAMAS PARA EL DESARROLLO DE LA INTELIGENCIA
EMOCIONAL
DESTINATARIOS
▪ Profesores de Educación Infantil y Primaria de todas las especialidades.
▪ Profesores de Educación Secundaria de todas las especialidades.
▪ Profesores de la Especialidad de Psicología y Pedagogía.
▪ Profesores Técnicos de Servicios a la Comunidad.
▪ Personas interesadas en la docencia.
DURACIÓN Y MODALIDAD
▪ 100% A Distancia. Metodología On-line.
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METODOLOGÍA.
Estrategias indagatorias. Técnicas:
Mapas de contenido.
Exposiciones del profesor.
Los criterios de evaluación que concreta los objetivos son los siguientes:
1. Identificar las bases más destacadas del concepto de inteligencia e inteligencia emocional.
2. Definir con rigor y precisión el concepto de inteligencia emocional diferenciando entre sus
distintas aceptaciones según autores.
3. Establecer semejanzas y diferencias entre los distintos enfoques sobre la inteligencia.
4. Enumerar las características del desarrollo emocional en las distintas etapas educativas.
5. Diseñar, utilizando distintos materiales, programas específicos para poblaciones concretas
que desarrollen las dimensiones de la inteligencia emocional.
6. Comparar los distintos modelos del profesor y señalar cuál es el más adecuado para
desarrollar la inteligencia emocional en el aula.
7. Seleccionar las estrategias y técnicas más adecuadas para desarrollar la inteligencia
emocional teniendo en cuenta la población y el grupo de edad.
- Pruebas tipo test que permitan comprobar la asimilación por parte del alumno de todos los
puntos tratados en cada tema.
- Ejercicios prácticos que muestren la aplicación de los contenidos tratados a situaciones
didácticas concretas.
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- Realizar los test de evaluación que aparecen en la plataforma superando más del 60%
de la nota. Los test o cuestiones de Autoevaluación representan una forma cómoda y rápida
de valorar la correcta asimilación de los conocimientos.
- Realizar al menos una de las tareas de desarrollo que encontrarás en el manual del
curso. Cada Tarea será evaluada como Apto o no Apto y adicionalmente se darán unos
comentarios escritos por parte del tutor. Podrá aparecer una calificación numérica donde el
100% sería la máxima puntuación.
TAREAS OPCIONALES
TAREA 1
TAREA 2
La extensión del proyecto final debe ser de entre 600 a 1200 palabras (lo que equivale a de 60
a 120 líneas a ordenador, o cuatro folios, con tamaño de letra 12)
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PROGRAMAS DE FORMACIÓN ©MELC SA INTELIGENCIA EMOCIONAL
CONTENIDOS
INTRODUCCIÓN
¾ MÓDULO I
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¾ MÓDULO II.
¾ MÓDULO III.
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¾ MÓDULO IV.
¾ MÓDULO V.
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CONCLUSIÓN
BIBLIOGRAFÍA
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PROGRAMAS DE FORMACIÓN ©MELC SA INTELIGENCIA EMOCIONAL
INTRODUCCIÓN
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MÓDULO I.
Las habilidades emocionales se pueden definir como las capacidades y disposiciones para
crear voluntariamente un estado de ánimo o sentimiento a partir del conocimiento que
tenemos sobre la situación. De ahí que sea necesario aprender a atribuir significados
emocionalmente deseables a los acontecimientos que tienen lugar en las relaciones que
establecemos con los demás. De este modo, conociendo qué pensamientos y sentimientos
provocan nuestros estados de ánimo, podremos manejarlos mejor para solucionar los
problemas que aquellos generan (Vallés Arandiga, 1999)
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La palabra inteligencia fue introducida por Cicerón para significar el concepto de capacidad
intelectual. Su espectro semántico es muy amplio, reflejando la idea clásica según la cual, por
la inteligencia el hombre es, en cierto modo, todas las cosas.
Como señalaba Kagan (1999) muchas sociedades concibieron la idea de inteligencia para
explicar las diferencias obvias en las capacidades de las personas para adaptarse a los
problemas que el entorno les planteaba. Pero el estudio de la inteligencia y el aprendizaje
como factores que permiten la adaptación al entorno comienza a partir de la teoría de la
evolución. Cuando Darwin publicó su obra El origen de las especies se generó un gran
impacto en la sociedad científica del momento y se iniciaron muchos trabajos para intentar
refutar o confirmar su teoría.
Una de las personas que más se impresionaron por los trabajos de Darwin fue Francis Galton,
el cual inició una nueva línea de trabajo sobre la herencia de las características mentales.
Galton intentó definir qué y cuáles eran las características mentales y cómo medirlas. Por eso,
se dedica a desarrollar instrumentos para medir los umbrales auditivos, agudeza visual, la
visión del color, la reacción de tiempos, la memoria...Para obtener los datos crea un
laboratorio antropométrico y desarrolló conceptos básicos de estadística. Por su parte, Cattell
colabora con Galton impulsando el estudio de las diferencias individuales. Tanto Cattell como
Galton intentaron medir la inteligencia basándose principalmente en medidas simples de
respuestas sensoriales y en tiempo de reacción.
A principios del siglo XX el Ministerio de enseñanza francés pidió a Alfred Binet que creara
un instrumento para identificar el retraso mental de los niños que requerían de una enseñanza
especializa. Binet crea en 1905 un test de habilidades mentales general que incluía tareas de
razonamiento verbal y de razonamiento no verbal, y los resultados eran clasificados por
edades. Su test tuvo mucho éxito, lo que incitó la generación de muchos otros instrumentos de
caracterñisticas similares. Posteriormente, en 1906 un profesor de la Universidad de Stanford
adaptó el test desarrollado por Binet para la población norteamericana y esta adaptación la
denominó de inteligencia Stanford-Binet.
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Se pensaba que la inteligencia no podía ser considerada una sola habilidad. Por eso se
desarrolló el análisis factorial, para identificar las habilidades subyacentes a la inteligencia a
partir de la respuesta de una gran muestra de la población a un conjunto de ítems. Spearman
(1927) publicó un libro en el que planteaba que la mayoría de los ítems de los tests
correlacionaban de alguna manera entre sí. Basándose en estos estudios, propuso la existencia
de un factor general de inteligencia que representaría un razonamiento abstracto, que
denominaba G y de varios factores específicos que denominaba S. por el contrario, Thurstone
(1938) se oponía a la ideade que pudiera haber un factor general de la inteligencia y
consideraba que existen habilidades intelectuales independientes. Mediante el análisis
factorial de varios tests de inteligencia estableció la existencia de siete habilidades mentales
primarias: significado verbal, rapidez perceptiva, razonamiento, números, memoria repetitiva,
fluidez verbal y visualización espacial.
Las teorías que aparecieron después, intentaron conciliar las dos posiciones. En la segunda
mitad del siglo XX Guilford (1967) propuso un modelo tridimensional complejo. Según este
autor cada tarea se puede clasificar en base a su contenido, la operación mental requerida el
producto resultante de la operación. El resultado de la combinación de estas tres dimensiones
daba lugar a 180 factores de habilidad. Esta estructura de la inteligencia no ha sido refutada
por los análisis factoriales de otros investigadores. Uno de los elementos innovadores de su
teoría es la consideración dela inteligencia social como una entidad diferenciada y el estudio
de la creatividad como una producción del pensamiento divergente.
Cattell en 1971 coincidía en la existencia de un factor de inteligencia general pero dividió ese
factor en dos: la inteligencia cristalizada y la inteligencia fluída. La primera depende de la
carga cultural, la segunda no requiere de conocimiento específico e implica habilidad para
establecer relaciones complejas y solucionar problemas.
En base a todo lo anterior, podemos afirmar que el concepto de inteligencia como entidad
intuitiva, indefinida y única ha evolucionado hacia una inteligencia multifactorial, integrada
por diferentes habilidades complejas y simples soportadas en sistemas funcionales cerebrales
diferentes y sistemas metacognitivos.
Por ello, definir qué es la inteligencia es siempre objeto de polémica; las definiciones de
inteligencia pueden clasificarse en varios grupos: las psicológicas, mostrando la inteligencia
como la capacidad cognitiva, de aprendizaje, y relación; las biológicas, que consideran la
capacidad de adaptación a nuevas situaciones; las operativas, etc. Además, el concepto de
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inteligencia artificial generó hablar de sistemas, y para que se pueda aplicar el adjetivo
inteligente a un sistema, éste debe poseer varias características, tales como la capacidad de
razonar, planear, resolver problemas, pensar de manera abstracta, comprender ideas y
lenguajes, y aprender.
Tal diversidad indica el carácter complejo de la inteligencia, la cual sólo puede ser descrita
parcialmente mediante enumeración de procesos o atributos que, al ser tan variados, hacen
inviable una definición única y delimitada, dando lugar a singulares definiciones, tales como:
«la inteligencia es la capacidad de adquirir capacidad», de Woodrow, o «la inteligencia es lo
que miden los test de inteligencia», de Bridgman.
2. Teorías de la inteligencia
A finales del siglo XX surgen varias teorías psicológicas que cobran gran celebridad: la
Teoría de las inteligencias múltiples, la Teoría triárquica de la inteligencia y la que trata de la
Inteligencia emocional.
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• Inteligencia interpersonal o social: capacidad para entender a las demás personas con
empatía; está relacionada con las emociones.
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Sin embargo, la inteligencia emocional como habilidad no se puede entender como un rasgo
de la personalidad de una persona, es decir, no podemos diagnosticar el grado de inteligencia
emocional de un individuo tan solo observando algún rasgo o característica de su
personalidad.
En 1983, Howard Gardner en su Teoría de las inteligencias múltiples (Frames of Mind: The
Theory of Multiple Intelligences) introdujo la idea de incluir tanto la inteligencia
interpersonal ( la capacidad para comprender las intenciones, motivaciones y deseos de otras
personas) y la inteligencia intrapersonal ( la capacidad para comprenderse uno mismo,
apreciar los sentimientos, temores y motivaciones propios). Para Gardner los indicadores de
inteligencia, como el Cociente Intelectual (CI), no explicaban plenamente la capacidad
cognitiva. Por lo tanto, aunque los nombres al concepto han variado, existe una creencia
común de que las definiciones tradicionales de inteligencia no dan una explicación exhaustiva
de sus características.
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El primer uso del término de Inteligencia emocional es atribuído a Wayne Payne, citado en su
tesis doctoral: Un estudio de las emociones: el desarrollo de la inteligencia emocional (1985).
Sin embargo el término de Inteligencia emocional había aparecido con anterioridad en textos
de Leuner (1966). Greenspan también presentó en 1989 un modelo de Inteligencia emocional,
seguido por Salovey y Mayer (1990) y Goleman (1995).
Peter Salovery y John Mayer (1990) cuñaron el término de Inteligencia Emocional entendida
como un tipo de inteligencia social que incluye la habilidad de supervisar y entender las
emociones propias y de los demás, discriminar entre ellas y usar la información para guiar el
pensamiento y las acciones de uno mismo (Mayer y Salovery, 1993:433). Según estos autores,
este concepto es la fusión de los conceptos de inteligencia intrapersonal e interpersonal que
proponía Gardner en su Teoría de las Inteligencias múltiples.
Para llegar a comprender el gran poder que ejercen las emociones sobre la mente es necesario
considerar la forma en que ha evolucionado el cerebro.
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La región más primitiva del cerebro es el tronco encefálico que regula las funciones vitales
básicas, como la respiración o el metabolismo y lo compartimos con todas aquellas especies
que sólo disponen de un rudimentario sistema nervioso. De este cerebro primitivo emergieron
los centros emocionales que, millones de años más tarde, dieron lugar al cerebro pensante: el
neocortex. El hecho de que el cerebro emocional sea muy anterior al racional y que éste sea
una derivación de aquel, revela con claridad las auténticas relaciones existentes entre
pensamiento y sentimiento..
La amígdala cerebral y el hipocampo fueron dos centros claves del primitivo “cerebro
olfativo” que a lo largo del proceso evolutivo, terminó dando origen al cortex y
posteriormente al neocortex. La amígdala está especializada en las cuestiones emocionales y
se la considera una estructura límbica muy ligada a los procesos de aprendizaje y memoria.
Constituye una especie de depósito de la memoria emocional. Es la encargada de activar la
secreción de dosis masivas de noradrenalina, que estimula los sentidos y pone al cerebro en
estado de alerta.
Le Doux descubrió que la primera zona cerebral por la que pasan las señales sensoriales
procedentes de los ojos y los oídos es el tálamo y que a partir de ahí y a través de una sola
sinapsis, la amígdala. Otra vía procedente del tálamo lleva la señal hasta el neocortex
permitiendo que la amígdala comience a responder antes de que el neocortex haya ponderado
la información.
Según este autor, anatómicamente hablando, el sistema emocional puede actuar
independientemente del neocortex. Existen ciertas reacciones y recuerdos emocionales que
tienen menor participación cognitiva consciente.
El hipocampo registra los hechos puros y la amígdala es la encargada de registrar un estado
emocional ante esos hechos.
La amígdala produce la respuesta emocional ante los hechos pero esta reacción es impulsiva y
otra parte del cerebro se encarga de elaborar una respuesta más adecuada. El regulador
cerebral que desconecta los impulsos de la amígdala parece encontrarse en el extremo de una
vía nerviosa que va al neocortex, en el lóbulo prefrontal. Este lóbulo prefrontal constituye una
especie de modulador de las respuestas proporcionadas por la amígdala y otras regiones del
sistema límbico, permitiendo la emisión de una respuesta más analítica.
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pensar con claridad. La corteza prefrontal es la región cerebral que se encarga de la memoria
de trabajo.
Para favorecer el desarrollo de la inteligencia emocional sería interesante considerar una serie
de cualidades emocionales. Para ello será imprescindible aprender a gobernar adecuadamente
sus sentimientos y a interpretar correctamente los sentimientos de lso demás. El desarrollo
adecuado de las habilidades emocionales influye en todos los ámbitos de la vida.
La inteligencia emocional es un conglomerado de factores esenciales los cuales están
estrechamente relacionados. Estos son la autoconciencia, el control de las emociones, la
motivación, la empatía y las relaciones sociales. Vamos a desarrollar cada uno de ellos:
5.1. Autoconciencia.- la autoconciencia puede ser definida como la habilidad del hombre para
interpretar los mecanismos físicos, mentales y emocionales que operan en la vida diaria
dentro de él. Los componentes de la autoconciencia son:
Capacidad para asociar signos físicos con emociones.
Detección de pensamiento negativo.
Correcta evaluación de reacciones, habilidad para hacer una distinción clara entre ellas.
Eficiencia en manejar y dirigir el pensamiento, sentimiento y conducta como un valor
personal.
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5.5. Relaciones sociales.- el control de las relaciones es una habilidad que presupone
relacionarnos adecuadamente con las emociones ajenas. Que tengamos un trato adecuado
con los demás depende de nuestra capacidad de crear y cultivar las relaciones, de
reconocer los conflictos y solucionarlos, de encontrar el tono adecuado y de percibir los
estados de ánimo de los demás.
El estudio de las emociones ha interesado desde la antigüedad. Entre los autores más
relevantes tenemos a Platón que distingue entre razón y espíritu, Aristóteles que concibe las
emociones como una condición que transforma a la persona de tal manera que puede verse
afectado el juicio y Estoicos que considera que las emociones son responsables de las miserias
y frustraciones humanas.
Durante un largo periodo, en vez de hablar de emociones se habló de pasiones. Estas fueron
consideradas por muchos filósofos como resultado de la conciencia que el alma tenía de los
afectos corporales. Sin embargo, posteriormente se empezó a identificar la pasión como una
enfermedad del alma. A lo largo del Renacimiento el estudio de las pasiones se independizó
de la teología y de la ética. Es en esta época cuando se empieza a reconocer el valor
motivacional de las emociones. En el s. XIX los estudiosos de la emoción se desmarcan de la
filosofía para profundizar en los aspectos más psicológicos. Por su parte, los filósofos del
siglo XX han otorgado un lugar destacado a las emociones en sus desarrollos filosóficos.
Vamos a desarrollar a continuación los distintos enfoques que se han dado a las emociones
por distintos autores:
6.1.Charles Darwin.- enfoque biológico. Las emociones tanto en animales como en el ser
humano funcionan como señales que comunican intenciones, además de ser reacciones
apropiadas ante ciertos acontecimientos del entorno, de forma que el organismo pueda
adaptarse y sobrevivir en su entorno. Además de estos planteamientos, Darwin dedicó
mucho tiempo al estudio de la expresión facial de las emociones.
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6.3.Cannon y Bard (la tradición neurológica): Estos autores ponen énfasis en la activación del
sistema nervioso central más que en el sistema periférico. En su opinión, las vísceras son
demasiado insensibles y su acción es demasiado lenta como para provocar las sensaciones
planteadas por James. En su lugar, plantean que el estímulo emocional origina unos
impulsos que, a través del tálamo, llegan a la corteza cerebral. Al mismo tiempo, el tálamo
envía impulsos a las vísceras y músculos para que produzcan cambios comportamentales.
6.4. Freud (tradición psicoanalítica): El psicoanálisis, más que una teoría de la emoción, es
una teoría de los trastornos emocionales, según la cual, por un lado, la vida afectiva del
adulto depende de cómo hayan sido sus experiencias afectivas pasadas y, por otro lado, la
mente relega al inconsciente las emociones traumáticas.
6.7.Teorías cognitivas: estas teorías postulan una serie de procesos cognitivos (valoración,
interpretación, atribución, etiquetado, afrontamiento, control percibido, objetivos y
expectativas) que se sitúan entre el estímulo y la respuesta emocional. La actividad
cognitiva, pues, determina la cualidad emocional.
6.8. Le Doux (el cerebro emocional): desde el punto de vista filogenético se pueden distinguir
tres partes en el cerebro: la corteza cerebral, el sistema límbico y el cerebro reptiliano. En
el sistema límbico (red de neuronas que facilita la comunicación entre el hipotálamo
−implicado en conductas básicas de supervivencia−, la corteza cerebral y las demás partes
del encéfalo) es donde residen las funciones esenciales de la emoción. En el sistema
límbico se encuentra la amígdala, que es el elemento esencial de la emoción.
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7. Inteligencia y emociones
7.1. Conocer las propias emociones: Tener conciencia de las propias emociones es la
competencia emocional fundamental sobre la cual se construyen las demás, incluido el
auto−control. Es necesario distinguir entre conocer las propias emociones y el
controlarlas. En la medida en que uno percibe que tiene emociones negativas que le
desestabilizan tiende a actuar para cambiarlas. Para desarrollar la conciencia emocional
es imprescindible disponer de palabras para denominar las emociones. Una carencia de
esta habilidad nos impide tomar conciencia de nuestras emociones y, por consiguiente,
controlarlas. De esto se deriva la importancia de potenciar el desarrollo del vocabulario
emocional desde el sistema educativo.
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7.3. Motivarse a sí mismo: Uno de los aspectos olvidados en los test de rendimiento
académico es la motivación. Lo que realmente se necesita saber, desde el sistema
educativo, es si un individuo seguirá adelante cuando se encuentre con dificultades,
fracasos y frustraciones. Motivarse a uno mismo está relacionado con la inteligencia
emocional en el sentido de que las emociones son un factor de motivación.
7.4.Reconocer las emociones de los demás: Titchener utilizó por primera vez la palabra
empatía en los años veinte. La empatía se construye sobre la toma de conciencia de sí
mismo (cuanto más abiertos estemos para captar nuestras propias emociones, más fácil
nos será reconocer las de los demás) y consiste en comprender lo que otras personas
sienten en diversas situaciones.
Una persona con una alta autoestima es capaz de quererse y aceptarse, con todas sus
capacidades y limitaciones, y estará, por lo tanto, predispuesta a mejorar y perseverar para
superar retos a lo largo de la vida.
Es en la niñez cuando se va desarrollando el concepto que uno tiene sobre sí mismo, a través
de las diversas experiencias vividas, lo que ven y oyen en su entorno y las oportunidades que
reciben. Sin embargo, hay que decir que la autoestima no es estática, se va forjando en la
infancia, pero es susceptible de mejorar para posibilitar una mayor confianza en uno mismo.
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generan al valorar una dificultad para lograr los propios objetivos. Sin embargo, cuando
se percibe el logro se experimentan emociones positivas tales como la alegría, el humor
o la propia felicidad. Son precisamente estas emociones las que predisponen a afrontar
una tarea, aportando entusiasmo y una disposición a la acción. Conviene, por lo tanto,
educar a los niños desde el principio para que valoren su estado emocional cuando
tienen que decidir qué hacer y para que vean cómo influye en sus decisiones,
cambiándolas por otras que les permitan mejorar emocionalmente.
Una idea muy difundida es considerar los conflictos como algo negativo. Sin embargo,
podemos contemplarlos desde otra perspectiva muy distinta. Es mejor aprovecharlos
para aportar nuevas ideas y soluciones, a la vez que ejercitamos habilidades de
comprensión emocional, empatía... Son, por lo tanto, una oportunidad para aprender de
ellos y potenciar la inteligencia emocional.
7.8. Habilidades sociales.- Cada vez se conoce mejor la importante influencia que tienen
las competencias sociales aprendidas desde la infancia en el posterior funcionamiento
social, escolar, laboral y psicológico.
Es fundamental en los primeros años de vida fortalecer el vínculo afectivo entre padres e
hijos, es algo saludable para toda la familia; y para el pequeño será el inicio de sus
posteriores habilidades de tipo social. Si un niño se siente querido y, además, se le
proporciona en el propio hogar una adecuada seguridad e independencia, se sentirá más
competente socialmente y podrá tener más y mejores relaciones con sus compañeros.
Las habilidades sociales son fundamentales si queremos que los niños se desenvuelvan
con naturalidad y se relacionen. Por ello, será necesario enseñarles a ver las relaciones
sociales como una parte importante en su vida, que aprendan conductas relacionadas con
la aceptación social, para que los demás les valoren y vean sus cualidades positivas. Que
sepan presentarse y despedirse, sonreír, colaborar y compartir el juego, hacer elogios,
dar y solicitar ayuda, compartir el tiempo de ocio, etc.
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En el plano educativo deben contemplarse las capacidades del niño antes que sus
limitaciones, hacerle ver aquello en lo que puede salir airoso para que lo comparta con
los demás.
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MÓDULO II.
Entre las dotaciones heredadas con las que el recién nacido llega al mundo, las emociones
básicas son fundamentales para asegurar su subsistencia. Sus manifestaciones de miedo,
alegría, etc. suscitan el acercamiento y vinculación con el adulto. Poco a poco, con el
desarrollo cognitivo y las múltiples interacciones sociales, el bebé va diferenciando las
emociones, mejorando su comprensión y expresión.
Los seres humanos nacemos con unas predisposiciones innatas perceptivas, motoras y
cognitivas del mismo modo que nacemos con ciertas habilidades sociales básicas, que nos
permiten responder a los eventos más significativos y trascendentales del crecimiento y
desarrollo humano. Las emociones básicas forman parte de este bagaje con que nos han
legado nuestros antepasados más lejanos.
Las emociones básicas son entendidas como aquellas emociones que pueden inferirse
directamente de las expresiones faciales como son la alegría, el interés, la sorpresa, el miedo,
la ira y el malestar o enfado (Campos y otros, 1983) y son comunes a todas las culturas. Así lo
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demostró Darwin (1872) en su estudio orientado a determinar si las emociones eran innatas o
adquiridas. Darwin escribió a diplomáticos de distintos países y culturas solicitando el envío
de dibujos de expresiones corporales y faciales de personas en diferentes estados emocionales.
A partir de la similitud de las expresiones en diferentes culturas estableció la existencia de
unas emociones innatas que poseen carácter universal puesto que se observaban en todas las
culturas. En esta misma línea de trabajo, Darwin analizó las expresiones en los animales,
llegando a la conclusión de que estas emociones innatas habían surgido en el transcurso de la
filogénesis con lo que abría las puertas al estudio de las emociones.
En una investigación similar, en el que observaban las expresiones faciales de los recién
nacidos, Izar (1982) obtuvo resultados que coinciden en la existencia de unas emociones
básicas. Los recién nacidos ya sonríen, expresan asco y malestar y hacia el primer mes de vida
manifiestan sorpresa, interés, alegría y con menos frecuencia e intensidad, señales de tristeza
y miedo.
No obstante, algunos autores, como Ortiz (2001) plantean que en los bebés la relación directa
entre expresión emocional y experimentación de esa emoción no está totalmente probada. La
expresión emocional de los recién nacidos no siempre responde a un estímulo determinado.
Así en las primeras semanas de vida, los bebés también sonríen dormidos, muestran sorpresa
ante lo extraño como a lo familiar, y frente a la restricción de los movimientos, éstos
reaccionan con expresión de rabia, pero también con muestra de tristeza. En este sentido
Camras (1994) considera que las configuraciones emocionales aparecerían prematuramente,
aunque estas señales no necesariamente son indicadores fiables de la vivencia de una
determinada emoción, o no necesariamente corresponden con la situación a estimular. Este
autor, hipotetiza que la expresión de la emoción no se vincularía con la evaluación de la
situación hasta un periodo más avanzado de madurez.
El vínculo de apego que establece con el adulto desde el momento del nacimiento y los
estímulos sociales aportados por éste serán una fuente importante de emociones afectivas.
Esta relación se inicia con la madre en el momento del nacimiento y se va fortaleciendo
gradualmente en el proceso de satisfacción de las necesidades biológicas y afectivas. Este
vínculo afectivo se consolida alrededor de los seis meses. La generación del vínculo de apego
con la madre y la interiorización de este tipo de liderazgo se constituirá en un modelo que
mediatizará las futuras relaciones afectivas que establezca el niño tanto con adultos como con
sus iguales (Berk, 1999; Shaffer, 2002; Berger, 1997).
Emociones como el miedo no aparecen en el recién nacido hasta alrededor de los ocho meses
aproximadamente por el desarrollo de las estructuras de memoria que le permiten discriminar
y asociar mejor las situaciones experimentadas con hechos anteriores, como predecir la
desaparición de la figura de apego. Debido a la anticipación que puede hacer de la conducta
de los demás, entre los siete y los doce meses, el bebé empieza a darse cuenta de las causas
que ocasionan malestar. Esta intuición le lleva a desplegar algunas conductas rudimentarias
de autorregulación para reducir los efectos de las emociones negativas, como movimientos
automáticos de succión, balanceo o alejamiento de los estímulos perturbadores.
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Entre el cuarto y el séptimo mes, los bebés son capaces de asociar las expresiones
emocionales faciales a su significado emocional y responder pertinentemente a las muestras
de afecto (Berger, 1997). El vínculo que se genera entre la madre y el niño al compartir
estados afectivos promueve la emergencia de la empatía. El niño interpreta las situaciones
como seguras o peligrosas en función de las expresiones emocionales de la madre y las
manifestaciones emocionales del niño ante estas situaciones es una reproducción vicaria de la
expresión de la madre. Las manifestaciones faciales y expresiones verbales de la madre
contienen referencias sociales que comunica al niño cada vez que dirigen la conducta de éste
hacia determinados estímulos o eventos. Esta información que transmite la madre sobre el
contexto favorece la comprensión del ámbito físico y social
A los dos años los niños tienen una comprensión muy limitada de la diferencia entre vida
mental y conducta. El desarrollo de la teoría de la mente se inicia en esta época, pero tiene un
desarrollo prolongado que se extiende hasta la pubertad. No será hasta los tres o cuatro años
de cuando las ideas sobre cómo funciona la mente empezarán a estar suficientemente
organizadas y diferenciadas como para calificarlas de teoría.
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persona que expresa tristeza. Con el desarrollo cognitivo y la adquisición del lenguaje, estas
conductas empáticas se van haciendo progresivamente más reflexivas y complejas. El
lenguaje hablado permite el acceso al juego simbólico. Definido como la habilidad para
representar estados emocionales de los otros, asignar un rol ficticio a un personaje inventado
y compartir la representación de papeles. El juego simbólico aporta mayor comprensión
empática, la que a su vez facilita el desarrollo de las habilidades sociales de relación
interpersonal, puesto que, representar a un personaje implica imaginarse las emociones y
reacciones de otras personas, basándose en la propia experiencia emocional. Así pues, la
adquisición del juego simbólico es otro de los determinantes para la emergencia de la empatía,
ya que los niños se toman a sí mismos como referencias y asumen las cualidades de las
personas a las que imitan o representan (Harris, 1989)
A partir de los 18 meses los niños hablan sobre sus propios estados de ánimo y respecto a las
emociones de otras personas. Esta interacción verbal otorga al niño la posibilidad de ampliar
la comprensión de sus propios estados afectivos, así como la capacidad para identificar y
dirigir sus emociones, e incluso modificar los estados anímicos de otras personas a través de
actitudes de consuelo o diversión (Ortiz, 2001)
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proceso que se genera en la interacción con la figura de apego, lo cual mediatizará las
estrategias autorreguladoras más utilizadas en este periodo. En esta primera etapa la
inteligencia emocional del niño actúa como estímulo emocional para que los adultos acudan a
regular sus sensaciones excesivas, es decir, la regulación emocional es fundamentalmente
externa.
Dado que las emociones surgen mayoritariamente en contextos interactivos, las diferentes
estimulaciones o la excesiva estimulación, suelen provocar emociones que desbordan al niño.
Si bien es cierto que los recién nacidos poseen estrategias innatas que les permiten regulas sus
emociones y aliviar el malestar, tales como cerrar los ojos, succionar el dedo, balancearse, etc.
estas capacidades resultan insuficientes. Por ello, en una primera etapa depende de la atención
de los adultos para moderar la activación emocional y controlar la tensión interna provocada
por las emociones negativas. Al comenzar a tener una cierta independencia motriz, el bebé
podrá acercarse o apartarse de los estímulos que le generan las emociones negativas, iniciando
así una relativa independencia en la regulación emocional.
Los niños parecen tener unas características de personalidad básicas ya desde el nacimiento, a
la vez que atraviesan diferentes etapas a medida que van madurando. Hasta hace poco tiempo,
apenas se sabía nada acerca de cómo los bebés y los niños pequeños se desarrollan
emocionalmente. La información que se tenía, y la que parecía interesar a los padres, era
referida al desarrollo físico e intelectual. No existían directrices claras acerca del desarrollo
emocional. Recientemente, se han empezado a comprender los orígenes del crecimiento
emocional y se han podido precisar las fases emocionales más tempranas del niño mediante
una observación de la conducta, reacciones emocionales y formas de relacionarse con los
adultos. Se han precisado seis momentos claves en el desarrollo emocional del niño, lo cual
abre una dimensión nueva de este aspecto del desarrollo. Esas fases son las siguientes:
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ideas alrededor de los 15-16 meses aunque todavía ha de madurar para poder
comunicarlas.
o Se amplia enormemente su mundo emocional: placer, curiosidad, firmeza,
rabia, autodisciplina, incluso empatía y amor. Quiere saber más de todo y
posee ya una vida mental interna que le lleva a imaginar experiencias de sí
mismo.
Esta etapa va desde el nacimiento a los 3 meses. Hasta hace poco se crecía que el recién
nacido era solo un conjunto desorganizad de reflejos. Actualmente está comprobado que los
bebés comienzan a experimentar sensaciones, tales como ver y oír aún antes del nacimiento.
Todos sus sentidos funcionan al poco tiempo de haber nacido, aunque la audición puede ser el
más desarrollado. A esta edad tiene dos retos simultáneos fundamentales: el primero es la
autorregulación que es la capacidad de sentirse tranquilo y relajado, no abrumado por su
nuevo entorno. El segundo interés por el mundo que le rodea. Normalmente ambas se
desarrollan de forma conjunta, potenciándose mutuamente. Se puede ayudar a un bebé a
desarrollarse emocionalmente observándole detenidamente y observándose a sí mismo. Lo
primero a valorar es la capacidad del bebé de permanecer tranquilo y estable e interesado por
el mundo. Para saberlo los padres pueden hacerse las siguientes preguntas: ¿Durante cuanto
tiempo está tranquilo? ¿Duerme bien y pacíficamente? ¿Te mira a la cara, atiende a tus
palabras o se anima cuando se le habla? ¿Se van alargando los momentos en que fija la
atención? Puede también observarse como reacciona con los diversos sentidos, por ejemplo si
se le habla con distintos tipos de voces. Pueden darse dos categorías de bebés, el
hiperexcitable y el hipoexcitable. Con ambos hay que trabajar de diferente manera, tratando
de tranquilizar a uno y estimular al otro, para lo que, a través de distintas pruebas, hay que
aprender a conocer lo que le tranquiliza o estimula para ayudarle a recobrar su equilibrio. Hay
lo que los autores llaman estilos de personalidad parental que pueden no adaptarse al
desarrollo del bebé. A veces una mayor disponibilidad temporal y un mayor descanso facilitan
la tarea. Hay padres depresivos que necesitarán algún tipo de ayuda, o pasivos, o hiperactivos.
La mayoría deberán superar, además una serie de miedos que son bastante comunes: el miedo
a sentirse abrumado por la dependencia total del niño, o por su desprotección, o a dañarle,
cuando es recién nacido, a no dar lo suficiente, a perder la independencia, a ser malos padres.
Superarlos no es fácil y debe partirse de su reconocimiento y aceptación. Los miedos no
tienen porqué volverse acciones si somos conscientes de ellos. Durante estos primeros
momentos de interacción la ayuda de los padres es básica para el niño. De su sensibilidad
hacia las necesidades del bebé y de proporcionarle las atenciones adecuadas va a depender su
crecimiento y desarrollo en estos primeros, cruciales, meses de vida.
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Hacia el segundo, tercer y cuarto mes de vida el niño mostrará un interés selectivo por la parte
más significativa del mundo, la madre. Responde a sus sonrisas y centra toda su atención en
su persona. Entre ambos se producen unas sensaciones de una riqueza e intensidad similares a
las del enamoramiento. Todo el aprendizaje subsiguiente va a depender de cómo sean estas
relaciones primeras. En esta etapa los padres deben tener en cuenta una serie de cuestiones.
Cómo establecer una relación con cuidadores primerizos, sean los padres u otras personas,
observar la calidad de la respuesta del niño y si no es la adecuada "ajustar la capacidad de
seducción", la estabilidad durante las fases de apego (sí la madre y el niño están en un
momento de interrelación intensa y algo bruscamente lo interrumpe, la capacidad de retomar
la relación), y el uso de los sentidos. En este último aspecto hay que aprender a potenciar el
sentido que más le cuesta ejercer al niño, a veces a base de combinar las experiencias
placenteras con las que más le cuestan. En estos cuatro campos es fundamental que los padres
creen un entorno de apoyo, "seduciendo" al bebé, reservando tiempos para intercambios
afectivos placenteros y tolerando y siendo paciente con la irritación o protesta cuando se
produzcan.
En este periodo el bebé se abre al mundo física, mental y emocionalmente. En breve tiempo
sus intercambios recíprocos comenzarán a tener un carácter de causa-efecto. Se da cuenta de
que sus acciones desencadenan respuestas en los demás. Son los primeros cimientos del
pensamiento lógico. Aprende que puede influenciar en lo que le rodea. El bebé debe
interactuar en todas las áreas emocionales y con todos los sentidos. El bebé va progresando de
etapa en etapa y conviene no dejar ninguna atrás. La capacidad emocional está también
relacionada con la capacidad motriz y con la coordinación sensorial. Para potenciar todo los
padres deben crear un entorno de apoyo en el cual –y dado que los padres no pueden captar
todas las señales del bebé, ni facilitarle en exceso las cosas- los niños deben aprender a
aceptar que el retraso y la frustración forma parte de la vida. Para crear una buena
comunicación con sus hijos los padres deberán seguir cinco principios:
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Esta es la etapa de transición entre el bebé y el niño pequeño. Es una etapa en que las nuevas
habilidades motrices -gatear, ponerse de pie y caminar- pueden eclipsar los enormes avances
que también se producen en el desarrollo social y emocional. Su gran desafío es una mejor
organización de su conducta y de su vida emocional. Las emociones son más complejas. El
amor se expresa con más ternura, con besos y abrazos. El enfado es más deliberado. Las
emociones se pueden agrupar en categorías: imitación, comprensión de las funciones y del
significado de las cosas, desarrollo de la originalidad -no solo copia sino que "inventa"-
reconciliación de emociones polarizadas (puede entender que aunque su madre se enfade
también le quiere), y desarrollo de una personalidad única, ya que tiene iniciativas y gustos
diferentes a los de los otros niños, aunque sean sus hermanos. Entre las conductas nuevas
pueden señalarse el hecho de poder comunicarse a distancia a través de palabras de la madre
que le permiten estar separada pero sin que el niño pierda seguridad y se comunique con ella
y aprende a aceptar límites mediante el empleo de las "formas distales" (comienza a responder,
verbalmente o mediante gestos, al intento de los padres de poner límites). Esto tiene una
enorme importancia porque a través de esos límites los niños aprenden lo que pueden y lo que
no pueden hacer, lo está bien y lo que está mal.
Entre el año y medio y los tres está lo que se conoce como "los terribles dos" -terquedad,
combatividad y luchas por el poder-. Sin embargo, no necesariamente tienen que ser terribles.
El problema surge de la contradicción de que el niño está cambiando con mucha rapidez y
desea independizarse para explorar, y sin embargo, necesita la seguridad y la dependencia.
Tiene ya la capacidad de crear ideas, de conceptuar, lo que tiene una gran importancia para su
desarrollo. Puede construir la imagen emocional de una persona sin que ésta esté presente.
Expresa sus ideas de forma descriptiva -señala un objeto y dice para que sirve- o requiere que
le satisfagan una necesidad o un deseo. Esto es solo en un primer nivel, hacia los 18 meses.
Después vendrán otros con un mayor grado de complejidad, en los que podrá poner en
práctica ideas nuevas, que le pueden provocar ciertas regresiones en los conocimientos
antiguos, como si no pudiera procesar tantos conocimientos a la vez. Aprender a caminar, o a
usar ideas le otorga una nueva perspectiva del mundo, y al sentirse inseguro puede recurrir a
posturas más infantiles. En tales momentos los padres deberán brindarle un mayor apoyo.
Entre los 18 y 36 meses los niños experimentan y designan una serie de emociones
relacionadas con el amor o la seguridad: dependencia, seguridad, placer, curiosidad,
determinación, protestas, enfado y fijación de límites por sí mismo (p. ej. cuando castiga a
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una muñeca que ha sido mala). Pueden producirse muchas rabietas a esta edad. Son siempre
el resultado de una frustración, como si no entendiera lo que pasa y "se le saltaran los plomos".
En estos casos lo peor que los padres pueden hacer es responder con otra rabieta. Hay que
tranquilizarle, para que después comprenda el por qué de su frustración. La meta es alejar al
niño del nivel donde impera la fuerza física sin más. El miedo y el estrés son emociones
frecuentes. Por ejemplo ante el nacimiento de un hermano. En tales casos hay que desarrollar
la conciencia de ser único. Hacia el final de esta edad se produce un fenómeno que puede
poner a prueba la paciencia de los padres: la lucha por el poder. Suelen ocasionarse por un
desequilibrio en tres aspectos necesarios para su desarrollo. Primero, un contexto educativo
amoroso, segundo, su necesidad de ser el "jefe", de poder expresar su autonomía y en tercer
lugar la necesidad de que se le fijen ciertos límites. Cuando faltan uno o más de estos factores
(educación amorosa, autonomía y fijación de límites) se suelen presentar, a menudo, las
luchas por el poder. La imposición de límites equilibrada -una de las áreas que ofrecen mayor
dificultad- es necesaria en el respeto a la propiedad, la admisión de la autoridad y la
consideración de los sentimientos ajenos. Los límites hay que explicarlos de manera clara y
firme, pero siempre en un contexto de apoyo.
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deben ser fomentadas incluso en familia monoparentales. "lo que resulta determinante son los
ingredientes, no si éstos son aportados por una o dos personas" -a través de otro adulto, sea un
hermano, un profesor, un amigo o un abuelo, ya que eso le dará una mayor seguridad. En esta
etapa el niño puede experimentar con relativa frecuencia rabia, agresividad e incluso ira
intensa. Para hacer frente a estos sentimientos los padres deberán contrapesar una actitud
hepática y compasiva -no es una buena solución el mandarle a otro cuarto- con una estricta
fijación de los límites. Ser empático no significa que cualquier deseo del niño deba ser
satisfecho. La labor de los padres requiere, a menudo un considerable esfuerzo y toma de
decisiones difíciles, pero dado que el niño no puede solucionar solo los problemas que se
plantean en cada etapa evolutiva, el apoyo de los padres es imprescindible para un desarrollo
armonioso y para una buena relación con su hijo.
Como hemos visto en los primeros años de vida el desarrollo de la inteligencia emocional
pasa por una serie de hitos que habría que conocer al ser la base de la que se parte para el
desarrollo de la inteligencia emociona. Estos hitos evolutivos son como una plataforma de
lanzamiento individual para la inteligencia emocional de cada niño. Así pues los alumnos de
Educación Infantil empiezan a formar el concepto de sí mismos diferenciándose de lo que le
rodea, a los tres años pide más independencia y autonomía, aprende a identificar emociones
sencillas en otras personas, juega de forma individual y paralela con otros niños y a partir de
los 5 años empieza a construir la propia identidad y a afianzar las relaciones con los demás.
Por poner un ejemplo difícilmente podremos lograr que un niño desarrolle la empatía si no es
capaz de reconocer ninguna emoción en los demás. De ahí que el trabajo de la inteligencia
emocional requiera de un conocimiento de la maduración del niño y una asociación con esta.
En cualquier caso, lo que se puede hacer desde el aula de Educación Infantil es estimular el
desarrollo de la inteligencia emocional o crear las condiciones idóneas para que se produzca
cuanto antes y de la mejor forma posible.
La dimensión emocional de la persona es multifactorial, por tanto realizar una descripción del
desarrollo emocional implica la consideración de diferentes componentes. Cuando se analiza
el desarrollo emocional es necesario tener en cuenta distintos aspectos como el surgimiento de
las emociones, la reactividad emocional, la expresión de las emociones en los diferentes
momentos evolutivos, el desarrollo de la conciencia emocional tanto en las emociones propias
como en las ajenas y el cómo se generan los procesos de autorregulación emocional.
Estos factores o dimensiones del desarrollo emocional se entrelazan con el desarrollo social,
dado que las interacciones son inductoras del desarrollo emocional, y a su vez, las
competencias emocionales son necesarias para un óptimo desarrollo social. Así la
comprensión de las emociones de los demás, es decir la empatía, la regulación de la expresión
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emocional y la regulación de las emociones de los otros (habilidad para generar o modular las
emociones de los demás consolando, animando...) son claves para el establecimiento de
vínculos y para el desarrollo de las habilidades sociales.
El desarrollo emocional desde los tres años hasta la pubertad coincide con la etapa de la
Educación Infantil y la Educación Primaria. A medida que los niños perfeccionan el
conocimiento de sí mismos, el mundo social también se diversifica con la introducción del
niño en nuevos contextos y personas. Estos nuevos ambientes generan una serie de cambios,
tanto personales como contextuales. Surgen nuevos objetivos, progresa la comprensión y la
regulación emocional, varían las expresiones emocionales y aumentan las manifestaciones
empáticas.
La aparición de las emociones autoconscientes que hacen su aparición hacia los dos años de
edad con el reconocimiento del yo, se desarrollan aún más con la capacidad de comprender
las normas y evaluar la propia actuación en función de las impresiones que estas emociones
generan. Esta evaluación inicialmente depende de la intervención y presencia de los adultos,
sin embargo, a los seis años de edad los niños manifiestan estas emociones autoconscientes
independiente de la presencia de otras personas (Graham, Doubleday y Guarino, 1984)
Por otra parte, el sentimiento de culpa es activado por el desarrollo de la capacidad para
empalizar. La culpa empática se origina en el momento en que el niño experimenta pesar por
el sufrimiento de los otros y se siente responsable de sí mismo. Este hecho se observa
alrededor de los tres años, cuando el niño hace intentos para reparar el daño ocasionado (Ortiz,
2001).
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los referentes sociales, ya que son los adultos quienes muestran al niño cómo y cuándo
comportarse de una forma determinada. Las situaciones en las que los adultos fomentan que
los niños experimenten de forma temprana emociones varían de acuerdo a cada cultura y a la
propia escala de valores de cada familia (Ortiz, 2001; Berk, 1999).
En esta época el niño empieza a construir su autoconcepto a partir de la suma total de las
comparaciones que realiza con sus iguales, en función de sus atributos, aptitudes y apariencia
que le define lo que a veces puede llevar a experimentar sentimientos de inadecuación,
fracaso, vergüenza...
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niño y en la mayoría de los casos hacia los nueve años la autoestima vuelve a incrementarse.
Sin embargo con el paso de la Educación Primaria a la Educación Secundaria, la autoestima
vuelve a disminuir transitoriamente.
En el periodo escolar, la autoestima académica tiene una gran relevancia en los procesos de
aprendizaje, puesto que se vincula de forma importante a la motivación a través de la
autoeficacia percibida (las atribuciones que realizan los niños del resultado de sus esfuerzos)
y de la motivación de logro que se genera. Tanto la autoeficacia percibida como la motivación
de logro están mediatizadas por la interacción con los padres, iguales y profesores.
Con la incorporación al sistema educativo, el niño amplía sus interacciones con los iguales y
con otros adultos diferentes a la familia. En esta etapa la comprensión de los propios estados
afectivos y de los estados afectivos de los demás es fundamental porque contribuye a
flexibilizar la conducta emocional y favorece el establecimiento de vínculos y el
mantenimiento de las relaciones socioafectivas.
La capacidad para comprender que se pueden experimentar emociones opuestas entre sí ante
una misma situación, es otro de los grandes logros evolutivos que se relaciona con un mayor
desarrollo cognitivo. Esta capacidad es fundamental en el desarrollo de las relaciones
afectivas estables. Los niños entre cinco y seis años reconocen que pueden existir emociones
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opuestas, aunque de forma secuencia, no al mismo tiempo; en tanto que hacia los siete u ocho
años empiezan a comprender que pueden existir dos emociones al mismo tiempo. Hacia los
once años, los niños serán capaces de explicar esta ambivalencia emocional (Ortiz, 2002)
Existen múltiples investigaciones que indican que durante la etapa de Educación Infantil y
Primaria se producen progresos importantes en la empatía, especialmente respecto al malestar
ajeno (Lenon y Eisenberg, 2004). En una investigación realizada por Strayer (1993) en la que
se contaba una historia triste a los niños se observó que hasta los siete años éstos no eran
capaces de asociar que sus emociones eran producto de las vivencias de los personajes de la
historia, y solo a partir de los nueve años eran capaces de hacer referencias explícitas a la
empatía. En este progreso tiene un papel fundamental la acumulación de las experiencias
emocionales. La percepción de los sentimientos del otro evocan sentimientos similares a los
de la propia experiencia, por ello, el aumento de las experiencias emocionales va a permitir
evocar sentimientos similares de una forma más ajustada y precisa. Sin embargo,
paralelamente y en la medida que se incrementan las respuestas empáticas, se hace necesario
adquirir cierta capacidad de distanciamiento psicológico con el fin de evaluar objetivamente
la situación y dar una respuesta adecuada. Así pues, para responder correctamente también
está relacionada con la modulación de las emociones empáticas. La comprensión de la
conducta de los otros y sus motivaciones se desarrolla desde lo concreto a lo abstracto, es
decir, primero perciben las características observables (apariencia y conducta de ellos mismos
y de los demás) y posteriormente de los procesos internos (creencias, deseos, intenciones...).
con ello, el niño se da cuenta de que la conducta que manifiestan las personas no es solamente
una respuesta frente a un estímulo determinado, sino que muchas veces la conducta está
condicionada por los estados internos que experimentan y que estos estados no se pueden
observar directamente. Progresivamente, el nivel de comprensión se hace más elaborado por
el aumento de la capacidad para conectar episodios ocurridos en diferentes tiempos, y los
niños comienzan a ser capaces de realizar reflexiones más complejas al considerar en el
análisis variables situacionales y contextuales.
Entre los tres y los cuatro años, los niños empiezan a comprender que determinadas
situaciones provocan determinadas emociones, por ejemplo un cumpleaños provoca alegría y
la pérdida de un juguete, tristeza. A partir de estas vivencias, los niños van descubriendo las
conexiones entre los acontecimientos reales que vivencian y las sensaciones internas que
experimentan, generalizando este conocimiento a otras situaciones, lo cual les ayuda a
ampliar la comprensión emocional en sí mismos y en los demás (Ortiz, 2001). Sin embargo,
en estas edades la comprensión emocional está limitada a las experiencias inmediatas del niño
y la comprensión de que el impacto que provoca la emoción está supeditada a la evaluación
que realiza la persona que vivencia la emoción. Esta comprensión requiere del desarrollo de la
teoría de la mente puesto que implica un esfuerzo de imaginación para percibirse a sí mismo
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en dicha situación emocional, para darse cuenta cómo se sienten las otras personas. Esta
capacidad se manifiesta hacia los cuatro años cuando los niños empiezan a considerar por lo
menos dos variables, la situación y los deseos del protagonista, pudiendo explicar las
emociones propias y las de los demás en términos de deseos y resultados.
A partir de los seis años cuando los niños comprenden que no es la situación en sí lo que
provoca la emoción, sino que es la evaluación que cada persona hace de la situación que
experimenta lo que explica la emoción, entendiendo además que esta emoción no solo
depende del deseo, sino también de las creencias y que estas pueden ser equivocadas. Esta
toma de perspectiva en la comprensión emocional evoluciona gradualmente. Además de
considerar los deseos y creencias los niños van incorporando otros factores como la
personalidad, la experiencia previa, las características de los grupos sociales específicos, etc.
ampliando sus interpretaciones emocionales, y a la vez disminuyen la propia proyección en la
situación. No obstante la capacidad de los niños para considerar factores individuales, como
la personalidad y la experiencia previa, solo es posible hacia los diez años de edad.
La comprensión del proceso de regulación interna se empieza a desarrollar cuando los niños
descubren las causas que regulan la experiencia emocional y comienzan a utilizarlas para
cambiar el estado emocional. Desde los siete años, los niños toman conciencia de que la
emoción positiva o negativa pierde intensidad a lo largo del tiempo porque dejamos de pensar
paulatinamente en el acontecimiento que causó la emoción y que estas emociones cambian o
varían en intensidad según los acontecimientos que van ocurriendo posteriormente, o sea, que
la emoción disminuye si la experiencia emocional posterior es en sentido contrario (Harris,
2003; Ortiz, 2001)
A los tres años, los niños comienzan a ser capaces de simular alegría o sorpresa y durante la
escolarización adquirirán la capacidad de inhibir las manifestaciones afectivas negativas. Este
proceso de modulación se realiza de acuerdo a las indicaciones específicas de padres y
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Existen diferencias de género en el desarrollo de la expresión emocional. Las niñas son más
capaces de ocultar la decepción que los niños. Algunos autores atribuyen estas diferencias a
los roles de género. Las chicas se muestran más agradables, simpáticas, agradecidas, etc.
mientras que los niños ocultan más frecuentemente el miedo y la tristeza. En cambio no
existen diferencias en la comprensión de la simulación u ocultación de la expresión de las
emociones. Los niños saben igual que las niñas cuando es adecuado el control de la decepción,
pero al parecer no se sienten presionados al ejercelo. (Ortiz, 2001)
La aparición de las emociones supuso una gran ventaja a nivel adaptativo puesto que permitía
responder rápidamente a situaciones críticas con comportamientos complejos. Sin embargo,
estas emociones no siempre son útiles para adaptarse a las nuevas exigencias que se han
introducido en la historia del desarrollo humano a raíz de los cambios culturales, sociales y
tecnológicos. Para que las emociones continúen teniendo una función adaptativa en nuestro
contexto humano, se requiere de que sean flexibles, se adapten rápidamente a las situaciones
cambiantes y a los objetivos que tiene cada persona y que el nivel de activación que generen
sea suficiente pero que no sobrepase las posibilidades de regulación. La capacidad para
regular las emociones es una competencia básica del desarrollo humano y, si bien sus bases se
sitúan en la primera infancia, es en años posteriores cuando se produce un mayor progreso. La
adquisición del lenguaje permite al niño generar nuevas estrategias autorreguladoras. A
medida que progresa en la comprensión y expresión del lenguaje puede regular las emociones,
hablándose a sí mismo o modificando sus objetivos. Por otra parte, el lenguaje permite
describir el estado interno y, con ello darle pistas a los adultos para que éstos puedan orientar
estrategias de afrontamiento. Gradualmente los niños van dominando y utilizando con mayor
frecuencia estas estrategias como por ejemplo evitar pensar en los que les molesta, distraer el
pensamiento cambiando de actividad, etc y aplicándolas a nuevas situaciones.
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Dentro de la inteligencia emocional uno de los factores más importantes es la capacidad para
regular las emociones, así como dar soporte para que los demás regulen sus emociones,
aspecto, éste último muy ligado a las habilidades sociales.
La mayor parte de las investigaciones sobre como los niños regulan sus emociones se ha
centrado en los esfuerzos cognitivos y conductuales para gestionar demandas específicas
externas o internas que sean percibidas como excesivas para los recursos del niño.
A medida que los niños crecen mejoran sus habilidades de afrontamiento a situaciones
desagradables percibiéndose capaces de utilizar estrategias dirigidas cognitivamente. Los
tipos de estrategias de afrontamiento frecuentemente utilizados por los niños y adolescentes
en situaciones sociales en las que tienen cierto control son: estrategias de resolución de
problemas, búsqueda de apoyo , estrategias de distanciamiento, estrategias internas (autoculpa,
ansiedad, preocupación) y estrategias externas (culpar a los demás, conductas agresivas). El
conocimiento y utilización de estrategias internas reflejan un avance cognitivo general y
consiguientemente una mejor comprensión de las experiencias emocionales propias y ajenas
que permiten interpretar los acontecimientos socioemocionales. A medida que se aumenta en
edad se amplía el conocimiento sobre la duración de los estados emocionales, la habilidad
para verbalizar y discriminar el estado emocional en sí mismo y en los demás, la capacidad
para describir las emociones presentes en las diferentes experiencias y el conocimiento de los
roles culturales sobre la expresión emocional. Asimismo se incrementan estrategias cognitivas
a los largo del desarrollo, en tanto que las estrategias conductuales permanecen más o menos
estables. La habilidad para escoger la estrategia más adecuada se gestionará hacia la mitad de
la infancia y primera adolescencia. La inteligencia emocional se desarrolla desde el punto de
vista del conocimiento y aplicación de diferentes estrategias dependiendo de la situación y
control emocional.
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cambios físicos y endocrinos, provocando que este período sea particularmente intenso en las
vivencias emocionales.
Como ya hemos mencionado con anterioridad, las relaciones sociales tienen un papel
fundamental en la construcción del autoconcepto. La opinión que los demás tienen de uno
mismo modela el contenido del autoconcepto. Si en la primera infancia la opinión de los
padres era la fundamental ye n la época escolar se agrega la opinión de los profesores,
compañeros y amigos, entre los ocho y quince años la opinión de los iguales y en especial la
de los amigos, es la que mayor peso tiene. Además en esta edad la mayor parte de los
adolescentes cuentan con criterio para decidir selectivamente si están de acuerdo o no con la
percepción que los demás tienen de él mismo. La psicología social indica que aquellos
individuos que confían excesivamente en las evaluaciones que realizan los otros sobre la
propia identidad, más que en las propias autorreflexiones son más proclives a experimentar
una baja autoestima, variaciones frecuentes en el estado de ánimo y emociones negativas.
Los adolescentes poseen una mayor comprensión de sus estados afectivos que en edades
anteriores y hacen más referencia a estados mentales o sentimientos internos cuando explican
sus emociones. Además los logros en la teoría de la mente les permiten relacionar y
comprender mejor cómo las emociones afectan la percepción de los otros y su
comportamiento (Meerum Terwogt, Schene y Koops, 1990).
Los adolescentes son conscientes de los efectos que tienen sus estados emocionales negativos
y positivos, en el modo de percibir a la gente y en la realización de tareas y actividades. Por
otra parte, la adolescencia es el periodo de consolidación de la comprensión de emociones
opuestas, entendiendo que una misma persona puede generar en los otros sentimientos
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Parece razonable asumir que los adolescentes que fácilmente se muestran sobreactivados
emocionalmente tienen pocas probabilidades de comportarse de forma socialmente
competente en situaciones que impliquen conflicto social o ante las emociones negativas de
los demás. En este sentido, Eisenberg y Fabes (1992) explican que esta sobreactivación
estaría condicionada por el temperamento, es decir, una disposición innata a reaccionar
emocionalmente de una forma precipitada e intensa y/o por un déficit en el aprendizaje de las
habilidades necesarias para regular estas reacciones emocionales y la conducta resultante.
Actualmente existen evidencias de que la disposición individual a manifestar reacciones
emocionales intensas estaría relacionada con la evocación que las personas hacen de
situaciones específicas dolorosas o angustiantes propias de su bagaje de experiencia. Esta
tendencia a mostrar una intensidad emocional elevada en la vida adulta estimularía reacciones
empáticas con manifestaciones físicas ante la aflicción de otras personas.
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Los estudios apuntan que los característico de la regulación emocional del adolescente es su
falta de flexibilidad. Son radicales, utilizan sus recursos cognitivos para negar o disfrazar sus
emociones, etc. actitud y conductas que probablemente estén relacionadas con la necesidad de
mantener un adecuado autoconcepto personal. En base a esto podemos afirmar que utilizan
más las estrategias cognitivas de autorregulación emocional. Con el paso a la madurez, las
tácticas de defensa propias de la adolescencia se irán sustituyendo por estrategias como la
reevaluación de los acontecimientos negativos, el humor, el altruismo o la sublimación.
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Si bien es cierto que tanto la autorregulación como otras competencias emocionales se forman
en la primera infancia también los es que estas progresan y se afianzan en el transcurso del
periodo escolar. Por ello podemos afirmar que la calidad de la vinculación afectiva en la
infancia influye decisivamente con el estilo emocional que caracteriza a la persona. Existen
distintos estudios que apoyan esta hipótesis y la mayoría de ellos muestran que los
adolescentes que habían establecido vínculos de apego seguros eran menos hostiles, menos
ansiosos, más flexibles y experimentaban menos emociones de tristeza y una mayor
satisfacción con el apoyo social. En cambio aquellos adolescentes que no habían establecido
vínculos seguros evitaban la vinculación y reflejaban un estado de preocupación permanente.
Esto confirma que los adolescentes que han vivido en familias con carácter empático
presentan un desarrollo emocional armónico y adquieren unas competencias emocionales
perdurables. (Saarni, 2002)
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MÓDULO III
La personalidad se desarrolla a raíz del proceso de socialización en la que el niño asimila las
actitudes, valores y costumbres de la sociedad. Es la familia la encargada principalmente de
contribuir en esta labor, a través de los cuidados, de la figura de identificación que son para
los niños los agentes socializadores. Es decir, el contexto familiar es la primera escuela del
desarrollo de la inteligencia emocional. Por otro lado también van a influir en el mayor
número de experiencias del niño, repercutiendo éstas en el desarrollo de la personalidad. De
esta forma, al controlar la mayor parte de las experiencias de los niños, los padres contribuyen
al desarrollo de la cognición social.
Si partimos de que los padres son el principal modelo de imitación de los hijos, lo ideal sería
que los padres ejercitaran su inteligencia emocional para que los niños adquirieran modelos
adecuados para el desarrollo de la misma.
La mayor parte de los modelos de conducta se aprenden, sobre todo de los padres y las
personas que rodean al niño. Para conseguir que el niño desarrolle su competencia emocional
será, por lo tanto, imprescindible que los padres cuenten con la suficiente información como
para poder desarrollarla en sí mismos y hacer que los niños también la aprendan y desarrollen.
Si los padres son maduros e inteligentes emocionalmente y van aceptando progresivamente
las cualidades tan positivas que tiene su hijo, éste recibirá mensajes positivos que le
permitirán entender las consecuencias de sus conductas y por qué estas son o no favorables.
Los niños se irán formando en la madurez emocional a medida que los adultos les enseñen y
practiquen con ellos. Son aspectos claves en este camino el hecho de manifestarles confianza,
ser sinceros sobre lo que se les dice o evitar el control excesivo, a la vez que saber ponernos
en su lugar para saber cómo se sienten, alentarles a decir lo que les gusta o desagrada y
animarles a iniciar conversaciones y juegos con otros niños.
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Los padres deben tener siempre presente que los niños aprenden poco a poco y que ellos son
la principal fuente de información; es allí donde radica la importancia de formar y educar para
poder adquirir una mejor madurez emocional; habilidades que no sólo les servirán para
desenvolverse en la escuela y tener amigos, sino para toda la vida.
Los niños van avanzando desde la primera infancia, donde están más centrados en sí mismos,
a ser cada vez más sociables, les encantan cada vez más los juegos colectivos y disfrutan de
las relaciones sociales, pero este desarrollo radica en un buen aprendizaje. En el primer año de
vida lo importante será prestar una gran atención a sus señales (su contacto visual, la sonrisa,
las expresiones faciales, el llanto, sus movimientos...) y “escuchar” sus demandas, aunque las
digan sin palabras
Según Vargas y Polaino-Lorente (2001) el ser humano necesita establecer vínculos afectivos
con otras personas, ya que el aprendizaje comienza precisamente ahí, con la presencia y
proximidad física, el contacto, el calor y la caricia de las figuras de apego. Sólo a partir de
dicha vinculación el niño desarrollará la conducta exploratoria, la imitación y la identificación,
que serán las principales fuentes de su aprendizaje. En definitiva, las primeras experiencias
tienen una gran repercusión en el futuro desarrollo cognitivo, afectivo y social del niño.
Cuando el niño va creciendo los padres pueden en ocasiones brindarle una ayuda excesiva
anticipando sus necesidades, intuyendo lo que éste necesita emocionalmente, sin que llegue
siquiera a expresarlo de una u otra forma. Será, por lo tanto, un objetivo a tener en cuenta el
hecho de “no darle todo hecho”, sino facilitar momentos de calma donde el niño pueda ir
expresando lo que quiere, que se sienta respetado para ir siendo cada vez más autónomo y
consiguiendo metas por sí mismo.
Podemos afirmar que cada cultura tiene unas formas de expresión, comprensión y regulación
emocional que les son propias. Estas normas son aprendidas en el transcurso de la
socialización emocional en el marco familiar y escolar.
Para Shaffer, la socialización es el proceso mediante el cual los niños adquieren las opiniones,
valores y conductas que los padres transmiten a sus hijos en consonancia con la cultura
familiar y social en que se desarrollan. Por medio de la socialización los padres transmiten las
formas de expresión emocional y de regulación de la conducta impulsiva, favorecen el
desarrollo personal promoviendo la interacción con otros en la adquisición de los
conocimientos y las habilidades que les permitan adaptarse a su entorno social.
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La familia desempeña múltiples funciones que sustentan el sistema social, pero sin duda la
función de la familia más reconocida en todas las sociedades es el cuidado y la educación que
se produce con tres objetivos claros:
El núcleo familiar es el contexto donde los niños adquieren las creencias, actitudes y valores
propios del sistema social que los circunda. Asimismo, el primer establecimiento de vínculos,
las primeras expresiones, regulaciones y relaciones afectivas que se generan en el contexto
familiar estimularán y regularán el desarrollo sociafectivo. Todos los autores coinciden en el
gran impacto que tienen las relaciones familiares en el desarrollo emocional y social. La
profundidad de este impacto no sólo se relaciona con el hecho de que la familia sea el primer
agente socializador, sino por los vínculos emocionales profundos que se establecen con los
adultos y la influencia de estos en el desarrollo de la inteligencia emocional. En el contexto
familiar es donde el niño comienza a comprender las emociones, a modular su expresión
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Las prácticas socializadoras emocionales de los padres en parte son una reacción a las
tendencias emocionales de los niños. En este sentido, distintas investigaciones plantean que
las madres tienden a ser punitivas y evitativas si perciben en sus hijos una elevada
emocionalidad negativa y una baja habilidad para regular su atención. En cambio, las madres
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Las prácticas educativas dirigidas a trabajar emociones específicas también se relacionan con
expresiones emocionales apropiadas del niño y con una adecuada competencia social y
emocional. El estilo emocional de los niños está estrechamente relacionado con la calidad de
las relaciones afectivas entre padres e hijos. En la primera infancia la expresión y regulación
emocional es modelada por las respuestas de la figura de apego. El niño forma
representaciones mentales basadas en la disposición de la figura de apego para atender sus
necesidades, generando expectativas con respecto al comportamiento de los adultos. Los
padres que responden a las demandas del niño de forma constante, promueven la
sincronización entre las conductas y las respuestas del niño enseñando indirectamente que es
aceptable expresar las emociones. Este aprendizaje tiende a mantenerse estable
constituyéndose la base de las posteriores relaciones sociales.
Por otro lado, los padres que promueven una vinculación segura mejorarán la vivencia y
práctica de la expresión y regulación de las emociones en el niño a través del modelado.
Además los padres competentes estimulan la percepción de eficacia en la regulación
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Los padres que optan por socializar emocionalmente a sus hijos mediante una educación
emocional son personas con una buena comprensión emocional, tanto de las propias
emociones como de las emociones de los demás. Estos padres perciben las emociones
negativas de sus hijos como buenas oportunidades para enseñarles habilidades de
afrontamiento y mejorar su comprensión emocional. Son padres pacientes, que empalizan con
el niño, lo que les permite entenderles mejor.
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Algunos autores advierten que son muchos los factores contextuales, independientes del estilo
parental, que se combinan para diferenciar a los hijos de familia de clase obrera de sus iguales
de clase media o alta. Las variaciones étnicas asociadas al desarrollo influyen de forma
importante puesto que los padres pueden tener creencias y valores sobre el desarrollo muy
definidos por el entorno cultural.
Baumrind (1999) señaló que entre las variables de mayor influencia en el desarrollo de la
inteligencia emocional se encuentra el estilo educativo de los padres y profesores. Este autor
estableció dos grandes dimensiones en el desarrollo emocional desde la familia: la exigencia y
la receptividad. La primera se refiere al establecimiento de normas y demanda que estas se
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4.3.Estilo permisivo.- suele mostrarse receptivo y cariñoso con el niño pero no impone ningún
tipo de normas, más bien, espera que el niño tome decisiones por sí mismo. A
consecuencia de ello estos niños suelen ser inmaduros, tiene dificultades para controlar
sus impulsos y tienden a desobedecer cuando las exigencias entran en conflicto con sus
deseos y no tienen perseverancia en las tareas escolares.
En el entorno del niño existen muchos otros adultos de referencia a parte de los padres que
tendrán también un papel muy importante en el desarrollo de la inteligencia emocional. Entre
estos adultos merecen especial atención los profesores, puesto que el entorno escolar se
configura como el segundo espacio de socialización del niño. Magaz y García (1998) han
desarrollado un test para educadores en base a planteamientos de Toro(2003) para medir el
perfil de los estilos educativos a los que clasifican en cuatro tipos: sobreprotector, asertivo,
punitivo e inhibicionista. El estilo asertivo se correspondería con el estilo democrático visto
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MÓDULO IV.
Como hemos comentado con anterioridad, cuando Salovey y Mayer en 1990 acuñaron el
concepto de inteligencia emocional, ya se estaban desarrollando muchos programas que
pretendían mejorar el desarrollo de las competencias emocionales y sociales. No obstante fue
Goleman el que difundió y popularizó el concepto de inteligencia emocional. El principal
valor de su obra fue precisamente hacer hincapié en la dimensión emocional para situarla a la
par que la cognitiva y concienciar a la sociedad de la importancia de las competencias sociales.
La necesidad de educar para la inteligencia emocional fue mencionada por este autor tanto en
su obra La inteligencia emocional como en La práctica de la inteligencia emocional
recogiendo las aportaciones realizadas por los programas de educación socioafectiva con una
importante tradición en su país.
Actualmente existe coincidencia entre los teóricos en cuanto a que el valor de las emociones
radica en el poder para organizar la conducta. Por otra parte, Goleman señala que las
carencias en el desarrollo de la inteligencia emocional generan diferentes problemas
emocionales: automarginación, exclusión, aislamiento, mal humor, abatimiento...emergiendo
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Por otro lado se está produciendo un fenómeno paradójico en el ámbito del desarrollo
psicobiológico de los niños mientras que las generaciones actuales son intelectualmente más
precoces, emocionalmente son más inmaduros. Vallés Arandiga (2000) considera que la causa
de esta pobreza emocional es propia de las transformaciones sociales de nuestro tiempo ya
que en muchas ocasiones se produce una escasez de la comunicación afectiva y la orientación
moral.
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A pesar de que LOE contempla como uno de los fines educativos el desarrollo emocional del
alumno, es necesario tener en cuenta la diversidad de problemas emocionales que presenta el
alumnado, pero la concreción práctica del currículo no resuelve por si mismo la amplitud de
contenidos y capacidades que en necesario desarrollar en los alumnos para lograr una
educación integral, teniendo en cuenta que no es suficiente disponer de determinados
contenidos para enseñar y aprender comportamientos, sino que además es necesaria la
confluencia de otras variables.
En este sentido Goleman señala que la inteligencia emocional constituye el vínculo entre
sentimientos, el carácter y los impulsos morales. Además existe la creciente evidencia de que
las actitudes éticas fundamentales que adoptamos en la vida se orientan en las capacidades
emocionales subyacentes.
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formación del individuo como persona, y plantea una estructura que se sostiene en cuatro
pilares fundamentales: aprender a conocer, a prender a hacer, aprender a convivir y aprender a
ser.
Poro otro lado, la relación entre emoción y aprendizaje es muy conocida. La emoción
incrementa el nivel basal de activación de los mecanismos cerebrales que regulan el
aprendizaje facilitando el almacenamiento de la información que se da conjuntamente con la
emoción. Además, los sentimientos producidos por los elogios externos y la autosatisfacción
por el trabajo hecho, no solo mejoran el autoconcepto y la autoestima, también asocia
sentimientos positivos a los contextos de aprendizaje y consecuentemente actúan sobre el
rendimiento. Por esto podemos afirmar que algunas dificultades de aprendizaje tienen su
origen precisamente en problemas emocionales.
Con todo lo anterior podemos afirmar que la actual concepción de la educación, como
práctica social y socializadora, tiene como gran objetivo promover el desarrollo personal del
alumno. Por eso la meta es el desarrollo global, la educación ha de incluir por igual los
objetivos sociafectivos, tanto los conocimientos como las actitudes tanto los resultados como
los procesos de enseñanza-aprendizaje.
Tanto la reforma educativa del sistema educativo como la actual Ley Orgánica de Educación
(LOE) consideran la educación con una formación integral y no como simple transmisora de
conocimientos. Esta visión educativa es interpretada y aceptada por toda la comunidad escolar
pero el profesorado requiere el necesario proceso de adaptación y necesita de los medios para
acomodar su acción educativa a las nuevas demandas del sistema. Este hecho se hace patente
al poner en práctica todo aquello que no se asocia a las áreas curriculares.
Por otra parte Bisquerra (2002) plantea que el rol tradicional del profesor centrado en la
transmisión de conocimientos está cambiando, dada la rapidez con que el conocimiento queda
obsoleto. En este sentido, la dimensión de apoyo emocional del profesorado pasa a ser
esencial, porque la enseñanza debe consistir en entregar herramientas para mejorar las
competencias emocionales que permitan afrontar los retos con mayores probabilidades de
éxito.
Tal y como hemos señalado, aunque la familia se considera el primer agente de socialización
de las competencias emocionales de los niños, la escuela puede considerarse el segundo
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o Plan de acción tutorial: esta programación tiene cierta ventaja puesto que es
obligatoria y se dirige a todo el grupo-clase.
o Los objetivos integrados en diversas áreas y en todos los niveles.
o Integración curricular interdisciplinar. En este caso se requiere del trabajo en
equipo por parte del profesorado con el fin de sincronizar os contenidos
o Sistema de programas integrados: se trata de que los programas de las
diferentes áreas se interrelacionen entre sí. Por ejemplo, el programa de
habilidades sociales interrelacionado con el programa de prevención de
consumo de drogas, ya que se requiere de habilidades sociales para hacer
frente a la presión del grupo.
No obstante, no existe una fórmula clara y consiga de cómo incorporar esos contenidos.
Diferentes autores han apuntado que es difícil lograr una incidencia efectiva en las
competencias emocionales desde programas aislados que se desarrollen en tiempo s
delimitados.
En las últimas décadas han proliferad una serie de programas dirigidos al desarrollo de la
inteligencia emocional debido a diferentes conflictos que han ido apareciendo en la población
escolar. Veremos algunos de estos programas en el siguiente módulo.
La inteligencia emocional y las habilidades sociales son aspectos claves desde el punto de
vista educativo, ya que contribuyen y benefician a todo el proceso de enseñanza-aprendizaje.
Estas habilidades pueden adquirirse desde edades tempranas y ayudan a los niños a
desarrollar una amplia gama de habilidades sociales y emocionales. Este planteamiento
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Por su parte la falta de inteligencia emocional puede generar carencias en las capacidades
intelectuales de los niños, deteriorando su posibilidad de aprender. En el contexto escolar, no
es difícil identificar a alumnos con estos problemas, por lo general estos niños presentan las
siguientes características: presentan altos grados de ansiedad, son impulsivos, conflictivos,
tienden a evitar el contacto con otros en el aula o en el recreo, se relacionan solo con niños
que no tienen casi amigos, les cuesta establecer conversaciones o trato con los demás,
generalmente son menos populares, son pesimistas y ven el fracaso y el rechazo como un
defecto personal.
A pesar de esto son muchos los docentes que aún en la actualidad se centran en desarrollar
habilidades lógico-matemáticas y olvidan desarrollar la inteligencia emocional como parte
básica del currículo por ser abstracta e imposible de medir de forma objetiva. Sin embargo,
aprovechar la inteligencia emocional no implica evitar perturbaciones, sino mantener el
equilibrio, reconocer y aceptar nuestros propios sentimientos y los de los demás.
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Mencionamos a continuación algunas actividades que pueden llevarse a cabo en el aula para
favorecer el desarrollo de la inteligencia emocional:
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Podemos destacar en este sentido la labor desempeñada por Ibarrola y Delfo (2003) quienes
han colaborado en la elaboración del programa Sentir y pensar destinado a niños de e 3 a 5
años. Asimismo una de las actividades que propone el Grupo de Investigación de Orientación
Psicopedagógica (GROP) de la Universidad de Barcelona para la etapa de Educación Infantil
es el programa de educación emocional para niños entre 3 y 6 años (López, 2003).
Dentro del ámbito internacional concretamente en EEUU merece especial atención la
comunidad de profesionales del ámbito de la investigación y de la práctica educativa The
Collaborative for Academia, Social and Emotional Learning (CASEL) fundada en 1994 por
Goleman y Rockefeller Growald; su ámbito de actuación más específico es la enseñanza y el
aprendizaje de las competencias socio-emocionales, tratando de estimular el avance de la
ciencia en este campo mediante la creación de un cuerpo teórico sólido y contrastando dichas
teorías con múltiples aplicaciones prácticas, al mismo tiempo que trata de difundir los
resultados de su investigación y formar a los profesionales que llevan a cabo la intervención
por programas. Uno de los objetivos prioritarios consiste en la revisión y evaluación de más
de 250 programas, los cuales estimulan el aprendizaje social y emocional en los centros
educativos. Haremos una revisión profunda de estos programas en el último módulo.
Otra estrategia para lograr la formación emocional de los alumnos dentro de la etapa de
Educación Infantil, consiste en la elaboración de libros de cuentos como los de Begoña
Ibarrola Cuentos para sentir. Educar las emociones (2003) cuya finalidad es que los niños
comprendan mejor sus sentimientos, a través de la escucha de cuentos los cuales resumen las
emociones que experimentan la mayoría de los niños: alegría, tristeza, enfado, miedo, envidia,
celos, confianza en uno mismo, vergüenza y culpa. En esta misma línea Didier Lèvy (2004)
ha publicado El imaginario de los sentimientos de Félix en el que sus protagonistas, Félix y
Pimpón aprenden a identificar y nombrar los sentimientos en medio de un mar de aventuras
que hacen atractiva su lectura.
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Al contrario de las relaciones informales con los iguales, la escuela es una institución
diseñada para transmitir el conocimiento y las habilidades que los niños necesitan para
convertirse en miembros de la sociedad. El sistema educativo es complejo donde la filosofía
educativa, los modelos de interacción profesor-alumno y el contexto cultural influyen de
forma definitiva en el desarrollo de la inteligencia emocional de los alumnos.
El entorno escolar se comporta como un sistema complejo donde las creencias, pensamientos,
habilidades, deseos, sentimientos, etc. de cada uno de los integrantes del sistema pueden
incidir en las interacciones de los otros elementos del mismo y en la naturaleza misma de
dichos elementos. Se sabe que la dimensión que más influye en las relaciones interpersonales
es la dimensión emocional. Además esta dimensión tiene vital importancia en el proceso de
aprendizaje y rendimiento académico, puesto que el interés y la persistencia son factores
asociados a la inteligencia emocional. Por otra parte, la escuela es un espacio interactivo
donde se dan muchos conflictos pero su peculiaridad es que en este espacio los alumnos están
en proceso de desarrollo y deben aprender diferentes habilidades que les permitan afrontar el
conflicto con una actitud positiva.
Como ya hemos comentado, la escuela tiene un papel muy importante en la formación del
autoconcepto y la autoestima. En la escuela existen muchas situaciones evaluadoras en las que
el niño evalúa y se le evalúan sus competencias y rendimiento. Es en este entorno donde el
niño empieza a hacer comparaciones sociales y donde puede producirse una disminución de
su autoestima. En las etapas escolares el autoconcepto y la autoestima se verán influenciados
por los resultados escolares y las atribuciones que se hacen de estos resultados, por lo que
frecuentemente, frente a actividades en las que suelen producirse críticas que conlleven una
disminución de su autoconcepto y autoestima, desisten fácilmente. En esto tiene gran
importancia el estilo atribucional. Si el niño atribuye sus éxitos al azar y sus fracasos a una
falta de habilidad y además considera que esta ineptitud no se puede cambiar, tenderá a evitar
las situaciones difíciles porque las evalúa en función de la ejecución y no del esfuerzo para
alcanzarlas.
En la formación del autoconcepto tiene una especial relevancia lo que el niño piensa que los
otros piensan sobre él. En función de esta percepción y de los sentimientos asociados, el niño
se valora a si mismo (autoestima). Es decir, las experiencias emocionales influirán
decisivamente en la consolidación de una autoestima positiva o negativa. Es por ello, que la
autoestima suele definirse como la parte evaluativo del autoconcepto. La autoestima por su
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parte está estrechamente relacionada con la atribución de logro o la capacidad para atribuir la
causalidad al resultado de sus propias acciones. La atribución puede ser interna ( por ej. He
hecho bien el ejercicio porque me he esforzado) o externa (he hecho bien el ejercicio porque
era muy fácil). El estilo atribucional interna o externa predice que el niño tenga iniciativa y
persista frente a las dificultades, o por el contrario, abandone tan pronto éstas se presentan. A
los tres años, los niños ya empiezan a hacer atribuciones sobre sus éxitos o fracasos. Al
principio son optimistas, subestiman las dificultades de la tarea y mantienen las expectativas
de éxito aunque no realicen la tarea correctamente. Este optimismo se origina en las actitudes
de los adultos de su entorno, que por lo general no critican las actuaciones del niño sino que
por el contrario las estimulan y elogian. Alrededor de los cuatro años algunos niños empiezan
a manifestar conductas de abandono frente a los desafíos, abandono que se relaciona con los
estilos educativos punitivos, mientras que los niños que persisten hallan actitudes de
reconocimiento y recompensa por parte de los adultos de su entorno.
Otro factor influyente en el desarrollo de este estilo atribucional son las propias actitudes de
los profesores. Cuando se dan pautas orientadas al rendimiento y se atribuye el fracaso del
niño a su falta de habilidad, el niño percibe que no controla el aprendizaje, desiste y
manifiesta afecto negativo. Por el contrario, si se orienta al niño con la meta del propio
aprendizaje, éste manifiesta perseverancia frente a los fracasos.
En la adopción de los estilos atribucionales tanto la familia como la escuela tienen un papel
muy relevante. Los padres que exigen mucho a sus hijos estos desarrollan sentimientos de no
ser capaces de afrontar tareas difíciles. Lo mismo pasa con los profesores que de forma
inconsciente envían mensajes sublimizares, sobre la falta de habilidad de algunos niños, que
el logro de los aprendizajes depende más de la habilidad que del esfuerzo.
Como matizábamos en el aportado anterior los distintos estilos educativos que tiene los
profesores van a condicionar el desarrollo de la inteligencia emocional de los niños.
Recordemos que según Magaz y García (1998) podemos hablar de cuatro modelos: el
sobreprotector, el asertivo, el punitivo y el inhibicionista. Vamos a ver las características de
cada modelo educativo.
5.1.Estilo sobreprotector.- según este modelo el profesor piensa que el niño es un ser débil,
ignorante e inexperto por lo que se considera excesivamente responsable de su desarrollo.
Un estilo educativo sobreprotector incide en que el niño desarrolle un concepto deficiente
de sí mismo, ya sea porque no han podido poner a prueba su competencia personal o
porque no pueden experimentar la satisfacción de hacer las cosas por sí mismo. Como
consecuencia, el niño puede desarrollar un aprendizaje deficiente en habilidades de
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5.3.Modelo punitivo.- los profesores que siguen este modelo piensan que las personas tienen
obligación de actuar de una forma determinada: la establecida por las normas. No
permiten errores o desviaciones de los fijados por las normas y no reconocen el esfuerzo
para cumplir las normas porque es una obligación. Tampoco comprenden que adquirir un
hábito o habilidad requiere de un tiempo durante el cual se producen errores. Si los niños
educados con este modelo reciben continuas críticas respecto a su persona desarrollan un
autoconcepto negativo por lo que su comportamiento persigue la evitación del castigo en
lugar del logro del éxito, se vuelven ansiosos y pueden desarrollar trastornos. Estos niños
frecuentemente realizan conductas de evitación y justificación y sienten rencor hacia le
profesor.
5.4.Modelo inhibicionista.- este modelo se corresponde con los profesores que creen que
todos los niños tienen la capacidad para desarrollarse plenamente con normalidad y para
aprender por su cuenta. Creen que la experiencia es la escuela de la vida y que la tarea del
profesor es no poner impedimentos al desarrollo. Los niños que han sido educados bajo
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este modelo desarrollan un autoconcepto positivo si han logrado las diferentes metas sólo
a partir de sus competencias. Pero aún así presentan déficits en el aprendizaje de
autonomía, habilidades de cuidado personal y habilidades sociales; muestran conductas de
búsqueda de apoyo en figuras de autoridad y suelen presenta altos niveles de ansiedad por
la inseguridad personal.
La autoconciencia es una parte central en la vida emocional y social de los niños. Al inicio, el
sentido del yo está relacionado con posesiones y el contacto con otros niños se basa en la
declaración de propiedades. Levine considera que las manifestaciones de posesión de los
objetos es un indicador de la mayor definición de la conciencia en sí mismo, constituyéndose
en un esfuerzo para aclarar los límites entre sí mismo y los otros. La posibilidad de distinguir
el yo de los otros promueve el desarrollo de una amplia variedad de habilidades emocionales
y sociales, como las emociones autoconscientes, la empatía, la conducta psicosocial y la
capacidad para solucionar problemas sencillos.
A medida que los niños perfeccionan el conocimiento de sí mismos, el mundo social también
se diversifica con la introducción de nuevos contextos y personas. En estos nuevos contextos
la interacción con los iguales tendrá una gran influencia en el desarrollo de su inteligencia
emocional. Esta interacción promueve la diferenciación de su yo y el desarrollo de
habilidades sociales. En las primeras relaciones, en las que aparecen las manifestaciones
enfáticas sobre la posesión y los desacuerdos, se empezará a producir esta diferenciación.
Las primeras relaciones con los hermanos actúan como plataforma de las relaciones con otros
niños. A pesar de la rivalidad que frecuentemente se produce entre los hermanos, estos
desempeñan un papel muy positivo en la vida de las personas. Los hermanos mayores tienen
más posibilidades de influir en la vida de los más pequeños enseñándoles habilidades,
defendiéndolos...Al mismo tiempo los niños pequeños prestan más atención a los hermanos
mayores porque los usan de modelos y reproducen sus conductas (Buhrmester y Furman,
2002).
Las relaciones ajustadas con los iguales satisfacen una de las necesidades emocionales básicas
de la especie humana, la de sentirse aceptado, integrado entre compañeros y vinculado
afectivamente con los iguales a través de las relaciones de amistad. En la medida en que los
niños crecen, los iguales son agentes socializadores más influyentes que los padres, puesto
que pasan mayor tiempo juntos. Las relaciones con los iguales tienen la particularidad de que,
a diferencia de las relaciones con los adultos, son relaciones al mismo nivel (intelectual, social,
comunicativo...) en las que se debe aprender a compartir, negociar, defender las propias
posturas y las compartidas. Por otro lado la aceptación de los iguales depende de si el niño es
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capaz de ganarse el pertenecer y ser aceptado por el grupo mientras que en la familia son
aceptados incondicionalmente, La relación con los padres es asimétrica, mientras que con los
iguales pueden interactuar de igual a igual. Los hermanos tendrán elementos propios de la
relación asimétrica de los padres y de la relación simétrica de sus iguales. La experiencia con
los hermano permite adquirir muchas estrategias de relación que después serán útiles al niño
para sus relaciones con sus iguales.
Estas relaciones no están exentas de las influencias de la familia. Los padres controlan el
entorno social y la frecuencia en que se producen las interacciones, seleccionan los
compañeros y supervisan los encuentros sociales del niño con sus iguales. Los niños cambian
con el tiempo su percepción y sentimiento de pertenencia la grupo. Los alumnos de
Educación Infantil tienen un sentimiento leve de pertenencia al grupo. Será entre los 6 y los
12 años cuando desarrollarán un fuerte sentimiento de pertenencia, sentimiento que en el
inicio de la pubertad será una señal de identidad (Fuentes, 2001).
Los vínculos de amistad estarán influidos por cómo se generó el vínculo de apego con los
padres. Los niños que tienen un apego seguro tienen mejores competencias para la interacción
social y establecer amistades. Por el contrario, los niños con apego evitativo suelen mayor
agresividad a sus compañeros, generando rechazo de estos.
Según Asher y Rose (1997) son tres los indicadores que evidencian el ajuste del niño con sus
iguales:
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La aceptación emocional y la amistad son muy importantes para el bienestar emocional de los
niños. Los sentimientos de indefensión, que se producen como consecuencia del rechazo y de
no tener amigos, generan una baja autoestima, ansiedad social y depresión y un mal ajuste
escolar.
La influencia del grupo en la conducta de los niños está determinada por el establecimiento de
normas, actitudes y comportamientos que son asumidos y compartidos por todos los
componentes del grupo y se exige su cumplimiento. Sin embargo esta influencia varía según
la etapa de desarrollo y en función del aspecto al que vaya dirigido. En los alumnos de
educación Infantil, los conflictos suelen provocar cólera y agresiones físicas. En los escolares
la cólera suele producirse en respuesta a situaciones de dominancia y rechazo social.
Dodge y col. (2005) clasifican las estrategias de los niños para resolver los conflictos con los
iguales en tres tipos:
- Las estrategias competentes que implican afrontar la situación sin violar los derechos de
los otros.
- Las estrategias agresivas que violan los derechos de los otros y agravan el conflicto
- Las estrategias pasivas que implican una inhibición del niño huyendo o esperando que
otros lo resuelvan.
- Las estrategias que recurren a la figura de autoridad para que le solucionen el problema.
Los educadores observan a diario que sus alumnos además de diferenciarse en su nivel
académico, también difieren en sus habilidades emocionales. Estas diferencias afectivas no
han pasado desapercibidas ni para sus padres, ni para el resto de compañeros de clase, ni
tampoco para la ciencia. En la última década, la ciencia está demostrando que este abanico de
habilidades personales influye de forma decisiva en la adaptación psicológica del alumno en
clase, en su bienestar emocional, e incuso en sus logros académicos y en su futuro laboral.
Una de las líneas de investigación y estudio que hace énfasis en el uso, comprensión y
regulación de los estados de ánimo es el campo de estudio de la inteligencia emocional. Desde
las teorías de la inteligencia emocional se resalta que nuestras capacidades de percepción,
comprensión y regulación emocional son de vital importancia para la adaptación a nuestro
entorno y contribuyen sustancialmente al bienestar psicológico y al crecimiento personal,
independientemente del nivel cognitivo o el rendimiento académico del alumno. Uno de los
modelos que mejor han integrado estas premisas y está abordando el estudio científico de la
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PROGRAMAS DE FORMACIÓN ©MELC SA INTELIGENCIA EMOCIONAL
inteligencia emocional es el propuesto por Mayer y Salovey (Mayer y Salovey, 1997; Mayer,
Caruso y Salovey, 1999). Para estos autores la inteligencia emocional es la habilidad para
percibir, valorar y expresar emociones con exactitud, la habilidad para acceder y/o generar
sentimientos que faciliten el pensamiento; la habilidad para comprender emociones y el
conocimiento emocional y la habilidad para regular las emociones promoviendo un
crecimiento emocional e intelectual.
Las habilidades integradas en este modelo nos parecen de suma importancia y creemos que
deben ser habilidades esenciales de obligada enseñanza de escuela (Fernández, Berrocal y
Extremera, 2002). Sin embargo debido en parte a la confusión terminológica y a la
proliferación de libros sin demasiado rigor científico que han sido publicados tras el best-
seller de Goleman ni los investigadores ni los educadores han tenido claro qué herramientas
de evaluación existen para obtener un perfil emocional de los alumnos. La evaluación de la
inteligencia emocional en el aula supone una valiosa información para el docente en lo que
respecta al conocimiento del desarrollo afectivo de los alumnos e implica la obtención de
datos que marquen el punto de inicio de la enseñanza transversal.
Para conseguir estos objetivos se hace necesaria la figura de un maestro con unas cualidades
específicas: modelo equilibrado de afrontamiento emocional, habilidades empáticas,
resolución pacífica de conflictos, reflexivo, fuente de aprendizaje para sus alumnos. El
profesor debe ser capaz de transmitir modelos de afrontamiento emocional adecuados a las
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Las emociones.- El primer paso será aprender a identificar y etiquetar las propias emociones,
desarrollar un vocabulario emocional, evaluar su intensidad y manejar sus reacciones
emocionales identificando maneras adecuadas de expresarlas.
Los pensamientos y conductas.- conviene que los niños comprendan la mutua relación entre
sus pensamientos, emociones y comportamientos. Se tiene que desarrollar la motivación de
logro de cada uno para que puedan adquirir seguridad en los que hacen y pidan ayuda sólo
cuando lo necesiten controlar las emociones significa la capacidad para demorar
gratificaciones y frenar la impulsividad.
La solución de problemas.- desde una edad temprana tienen que aprender que existen
distintos tipos de situaciones y que cada una exigirá respuestas diferenciadas. Además
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La educación emocional, más allá del enfoque preventivo tiene sentido en sí misma puesto
que atiende al desarrollo de una de las partes estructurales de la persona y que media todas las
interacciones con su entorno. De hecho, en un estudio dirigido por Sarramona (2000) que
identificaba y definía las competencias básicas que deben adquirirse en la escuela, los factores
emocionales aparecen como una pieza clave de las competencias del ámbito social, siendo las
que más valoradas están por el conjunto de agentes sociales.
Paradójicamente, uno de los aspectos que menos atención ha recibido y sin embargo tiene
mayor repercusión en el ámbito escolar, es el papel de la emoción en los entornos de
aprendizaje. El entorno escolar, al igual que el familiar, debe ser atendido como un sistema en
el que las interacciones emocionales son bidireccionales y como un espacio de socialización
emocional. Indudablemente, el clima afectivo influirá en las interrelaciones entre los
miembros del entorno educativo e incidirá en los procesos de aprendizaje. Por otra parte, la
emoción puede favorecer el aprendizaje en tanto que los aprendizajes que se producen
asociados a una emoción se consolidan mejor y que la emoción orienta el procesamiento de la
información.
La razón más contundente es que una de las finalidades de la educación que establece la Ley
Orgánica de Educación (Ley 2/06 de 3 de Mayo, LOE) es el desarrollo de la personalidad y de
las capacidades afectivas del alumnado y la formación en el respeto de los derechos y
libertades. El desarrollo de la personalidad no puede realizarse sin educar la dimensión
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emocional puesto que resultaría imposible desarrollar la personalidad del alumno sin atender a
su desarrollo emocional. Asimismo debe considerarse que educar la dimensión emocional a
su vez también implica formar a los docentes para ello como señala López (2004) el modelo
curricular a parte de considerar una opción social también conlleva un modelo de profesor.
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PROGRAMAS DE FORMACIÓN ©MELC SA INTELIGENCIA EMOCIONAL
propuestas por Mayer y Salovey (1997) y que debe perseguir el desarrollo integral de los
alumnos en consonancia con los fines propuestos por la LOE.
En los últimos años ha aflorado la convicción de que las emociones están intrínsecamente
relacionadas con los procesos de aprendizaje que se dan en la escuela y que esta tiene un
papel importante en el desarrollo de la inteligencia emocional del alumno. Novak (1997)
señala que para ser saludable es necesario poder:
Novak señala también que los profesores necesitan recibir formación para entender, no solo
los puntos sutiles del desarrollo emocional, incluyendo las competencias individuales, sino
también la sociología de los grupos culturales mayoritarios.
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PROGRAMAS DE FORMACIÓN ©MELC SA INTELIGENCIA EMOCIONAL
habilidades sobre las emociones con objeto de capacitar al individuo para afrontar mejor los
retos que se plantean en la vida cotidiana. Todo ello tiene como finalidad aumentar el
bienestar personal y social.
Bisquerra (2002) punta que los objetivos generales de la educación emocional son:
Este autor, considera que los fundamentos de la educación emocional se hallan tanto en la
pedagogía como en la psicología. Los aportes pedagógicos provienen desde los movimientos
de renovación pedagógica y sus diversos enfoques, escuela nueva, escuela activa, educación
progresista...ya que todas estas propuestas se fundamentan en la formación integral de la
personalidad del niño, y por ende, en las competencias personales e interpersonales. Los
teóricos representantes de estos movimientos como Pestalozzi, Froebel, Dewey, Tolstoi,
Montessori, Rogers, Freiner, Le Bon... postulaban el valor de la dimensión afectiva en la
educación de los niños. Así desde la educación emocional se pretende recoger todos los
conocimientos desde una perspectiva actualizada para realizar innovaciones educativas que
supongan cambios significativos en las finalidades y enfoques de educación. Por otra parte,
los principales aportes de la psicología a la educación emocional se hallarían en la
psicoterapia, las teorías de las emociones y las teorías de la inteligencia emocional (Bisquerra,
2002). Sin embargo creemos necesario agregar la importancia de la psicología a la
personalidad, la psicología social y la psicología evolutiva, puesto que el marco de estas
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Por nuestra parte, recogiendo las propuestas anteriores y a partir del marco teórico sobre la
educación emocional (Bisquerra, 2000), vamos a considerar la siguiente estructuración de las
competencias emocionales.
Capacidad para tomar conciencia de las propias emociones y de las emociones de los demás,
incluyendo la habilidad para captar el clima emocional de un contexto determinado.
- Toma de conciencia de las propias emociones: capacidad para percibir con precisión
los propios sentimientos y emociones; identificarlos y etiquetarlos. Esto incluye la
posibilidad de estar experimentando emociones múltiples. A niveles de mayor
madurez, conciencia de que uno puede no ser consciente de los propios sentimientos
debido a inatención selectiva o dinámicas inconscientes.
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- Dar nombre a las propias emociones: Habilidad para utilizar el vocabulario emocional
y los términos expresivos habitualmente disponibles en una cultura para etiquetar las
propias emociones.
- Comprensión de las emociones de los demás: capacidad para percibir con precisión las
emociones y perspectivas de los demás. Saber servirse de las claves situacionales y
expresivas (comunicación verbal y no verbal) que tienen un cierto grado de consenso
cultural para el significado emocional. Capacidad para implicarse empáticamente en
las experiencias emocionales de los demás.
Capacidad para manejar las emociones de forma apropiada. Supone tomar conciencia de la
relación entre emoción, cognición y comportamiento; tener buenas estrategias de
afrontamiento; capacidad para autogenerarse emociones positivas, etc.
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- Dominar las habilidades sociales básicas: escuchar, saludar, despedirse, dar las gracias,
pedir un favor, pedir disculpas, actitud dialogante, etc.
- Respeto por los demás: intención de aceptar y apreciar las diferencias individuales y
grupales y valorar los derechos de todas las personas.
- Comunicación receptiva: capacidad para atender a los demás tanto en la comunicación
verbal como no verbal para recibir los mensajes con precisión.
- Comunicación expresiva: capacidad para iniciar y mantener conversaciones, expresar los
propios pensamientos y sentimientos con claridad, tanto en comunicación verbal como no
verbal, y demostrar a los demás que han sido bien comprendidos.
- Compartir emociones: conciencia de que la estructura y naturaleza de las relaciones
vienen en parte definidas por: a) el grado de inmediatez emocional o sinceridad expresiva;
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MÓDULO V.
Los programas de alfabetización emocional, son programas que tienen una orientación
cognitiva-emotiva y parten de los postulados de la terapia emotiva de Ellis (1962) quién
identificó hasta doce pautas erróneas de pensamiento características de las personas que
presentan problemas psicológicos. Estos programas se diseñaron para alumnado de 10 a 15
años. Su denominación se fundamenta en que su puesta en práctica requiere de instancias de
enseñanza-aprendizaje siguiendo los criterios y estrategias de la psicopedagogía. Los
programas instruccionales-emotivos (PIE) se estructuran en 3 dimensiones generales
(cognitiva, afectiva y conativa) del desarrollo humano, y parten del principio de que la
inadaptación se debe a formas erróneas y a hábitos inadecuados de canalizar las emociones
(Vallés, 2000:254).
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de los cuales han surgido programas cuyo objetivo es el de trabajar y mejorar este aspecto, el
emocional.
Pero es importante que quien lleve a cabo estos programas tenga claro a la hora de
implementar un programa basado en este tipo de habilidades, si opta por programas basados
en modelos de habilidad o modelos mixtos. Cuando un programa solicita tempranamente a los
alumnos a “expresar y dirigir apropiadamente” varias emociones, a “diferenciar y etiquetar
emociones positivas y negativas en uno mismo y en otros”, o a dirigir a los estudiantes para
integrar “sentimientos y pensamientos con el lenguaje” y a aprender “estrategias para
comunicar, enfrentarse y dirigir fuertes sentimientos” nos estamos refiriendo a un programa
basado en el modelo de habilidad.
Por otro lado mediante los modelos mixtos o más populares, la aproximación a la IE se realiza
incluyendo distintos objetivos conductuales o de personalidad.
Los programas más exitosos, son los que ayudan al alumno a desarrollar la capacidad de
tomar decisiones por si mismos en su propio contexto. Este tipo de educación es la base del
conocimiento y está más encuadrada con un modelo de habilidad de IE. Ello conlleva enseñar
a los estudiantes conocimientos emocionales y razonamiento emocional, con la esperanza que
esta combinación permita a los estudiantes encontrar su propio camino para tomar buenas
decisiones. La mayoría de los estudiantes necesitarán una guía o dirección hacia lo bueno.
Este objetivo se logrará con mayor eficacia si los ejemplos y la instrucción proporcionada se
hace de modo indirecto con la aprobación uniforme de valores seleccionados en el currículum
(Cobb y Mayer, 2000).
Otra de las necesidades para un buen desarrollo de programas o trabajo en el aula sobre la
inteligencia emociones, es la necesidad de las competencias afectivas y emocionales en el
profesorado.
Mientras que para cualquiera de las materias que se impartan en los centros se requiera de un
dominio de la misma para ello, por ejemplo en matemáticas o literatura, las habilidades
emocionales, afectivas y sociales que se pretende inculcar al alumnado requieren de un
profesor que domine dichas capacidades. Esta necesidad se debe a dos razones:
- Por que las aulas son el modelo de aprendizaje socio-emocional adulto de
mayor impacto para los alumnos.
- Porque la investigación demuestra que unos adecuados niveles de IE ayudan a
afrontar con mayor éxito los contratiempos cotidianos y el estrés laboral al que
se enfrentan los docentes.
Los profesores se convierten en modelos para sus alumnos, en agentes directos para el
desarrollo y adquisición de actitudes, comportamientos y habilidades óptimas y adecuadas
que asentarán las bases de su inteligencia emocional. Es por tanto una tarea difícil, pero
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necesaria la que debe asumir el profesor sobre todo en las primeras edades, en las etapas de
infantil y primaria, en las que en reiteradas ocasiones asume el rol de los padres. De forma
casi inapreciable la práctica docente implica actividades como (Abarca, Marzo y Sala, 2002;
Vallés y Vallés, 2003):
• la estimulación afectiva y la expresión regulada de los sentimientos positivos y, más
difícil aún, de las emociones negativas (e.g., ira, envidia, celos,...);
• La creación de ambientes (tareas escolares, dinámicas de trabajo en grupo,...) que
desarrollen las capacidades socio-emocionales y la solución de conflictos
interpersonales;
• La exposición a experiencias que puedan resolverse mediante estrategias emocionales;
• La enseñanza de habilidades empáticas mostrando a los alumnos cómo prestar
atención y saber escuchar y comprender los puntos de vista de los demás.
Con esto no hay que olvidar la función primaria de la familia, como primer agente
socializador, puesto que la familia es un modelo emocional básico e insustituible.
Es por ello por lo que la intervención adecuada y eficaz se centra en los padres y los
profesores, conjuntamente, unidos en la misma tarea de educar emocionalmente a sus hijos o
alumnos.
Se requiere pues, un esfuerzo coordinado, así como un estilo educativo democrático por parte
de los padres, que exija el cumplimiento de acuerdos pero a la vez incentivar en la toma de
decisiones desde la escucha al niño, aceptando sus preferencias y gustas. Participando de
forma activa en los ratos de juego, de trabajo y demás. Con esto evidentemente se requiere la
presencia activa de los padres que en muchas de las ocasiones están ausentes.
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El objetivo es que lleguen a trasladar a la práctica diaria estas formas de tratar y manejar las
emociones a su vida cotidiana, aprendiendo a reconocer y comprender los sentimientos de los
otros alumnos o profesores, empatizando con las emociones de los demás compañeros de
clase, regulando su propio estrés y/o malestar, optando por resolver y hacer frente a los
problemas sin recurrir a la violencia. En definitiva, enseñando a los alumnos a prevenir
comportamientos violentos, desajustados emocionalmente, tanto fuera como dentro del aula.
Una serie de actividades para padres y profesores encaminadas a potenciar la percepción,
comprensión y regulación emocional propia y también la de sus hijos/alumnos (Fernández-
Berrocal y Ramos, 2004).
Otra de las razonas por las que es importante y casi necesaria la inteligencia emocional en los
profesores es que ayuda a evitar o a aminorar los estados de estrés, depresión, ira y el
conocido síndrome de estar quemado o burnout. (Durán, Extremera y Rey, 2001).
En la actualidad, los profesores han de afrontar aspectos como la falta de disciplina del
alumnado, problemas de comportamiento, el excesivo número de alumnos, la falta de
motivación por aprender, la apatía estudiantil por realizar las tareas escolares encomendadas y
el bajo rendimiento se han convertido en importantes fuentes de estrés para el profesorado que
afectan a su rendimiento laboral, lo cual se convierte en un desafío adicional para el profesor
que debe ajustar el estilo de enseñanza y el curriculum a las nuevas necesidades
convirtiéndose en un nuevo factor de estrés (Tatar y Horenczyk, 2003).
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De entre los beneficios que podemos conseguir con la incorporación de programas en los que
se trabaje la Inteligencia Emocional están los siguientes:
Hay centros en los que ya se están llevando a cabo un asesoramiento sobre educación
emocional en todas las etapas educativas
El enfoque más visionario es, quizá, el de la coalición de avanzada entre gobiernos locales,
escuelas y empresas, que apunta a reforzar el nivel colectivo de inteligencia emocional en la
comunidad. El Estado de Rhode Island, por ejemplo, ha iniciado un movimiento para
fomentar la inteligencia emocional en sitios tan variados como escuelas, cárceles, hospitales,
clínicas de salud mental y programas de reinserción laboral.
Por estas y otras razones, parece que el ideal de escuela, además de una transmisión y
educación en conocimientos, incluye la educación en emociones, aunque como se ha visto
muchos son escépticos de que esta labor la puedan desarrollar eficazmente aquellos que no la
poseen, es por esto por lo que la preparación del profesorado es tan vital.
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que aumentan las respuestas psicofisiológicas y conductuales), los pensamientos evalúan las
emociones, los pensamientos evaluadores de las emociones están mediatizados o
determinados por las creencias, expectativas, atribuciones, valores, percepción, esquemas de
conocimiento, experiencias, estilo cognitivo, capacidad intelectiva y lingüística del individuo.
No hay consenso respecto a qué contenidos tienen que tener los programas para el desarrollo
de la inteligencia emocional. Los aspectos más frecuentemente propuestos en estos programas
son los mencionados con anterioridad.
En este sentido, una de las propuestas de contenidos más extensa y detallada de la educación
emocional es la propuesta por Bisquerra (2000):
o El concepto de emoción
o Los fenómenos afectivos
o El cerebro emocional
o Las emociones y la salud
o La emoción y la motivación
o La inteligencia emocional
Clases de emoción
Conciencia emocional
o Conocer las propias emociones
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Control emocional
o Manejar emociones
o Prevenir los efectos nocivos de las emociones negativas
o Desarrollar las emociones positivas
o Tolerar la frustración
o Autocontrol de la impulsividad
o Manejo de la ira y del comportamiento agresivo
o Retrasar las gratificaciones
o Emociones y consumo de drogas
o Habilidades de afrontamiento
o Automotivación emocional
o Adoptar una actitud positiva ante la vida.
Autoestima
o Autoconcepto, autoestima y autoconfianza
o Autoaceptación
o Desarrollo de expectativas realistas sobre sí mismo
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Habilidades de vida
o Habilidades de organización y desarrollo
o Habilidades en la vida familiar, social y profesional
o Habilidades de tiempo libre
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En función de los principios básicos que los inspiran se pueden clasificar en:
- Los procedimientos operantes tienen como objetivo las conductas sociales
públicas y definidas operativamente (agradecer, compartir, mirar a los ojos). El
procedimiento operante incluye técnicas tales como el castigo, moldeado,
encadenamiento y todos los procedimientos relacionados con el manejo de la
conducta que e pueden utilizar de forma aislada
- Los procedimientos derivados de la teoría del aprendizaje social consideran una
combinación de técnicas: modelado, dramatización o juego de roles, instrucciones,
suministrar información al niño sobre cómo se ha realizado la habilidad, proveer
reforzamiento social.
- Los procedimientos cognitivos-conductuales constituyen un grupo de técnicas
dirigidas a los acontecimientos privados. Estas técnicas se centran en los procesos
cognitivos subyacentes, de modo que se espera que las conductas públicas
cambien como resultado de los cambios en los procesos cognitivos.
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PROGRAMAS DE FORMACIÓN ©MELC SA INTELIGENCIA EMOCIONAL
4.1. El modelado es considerado una de las técnicas más eficaces y de mayor utilización en el
entrenamiento de habilidades sociales, para la adquisición y/o modificación de conductas
sociales. Basándose en el aprendizaje por observación se propone suministrar la secuencia
completa de los pasos que constituyen una habilidad determinada y se enseña como se
integran estas conductas concretas dentro del comportamiento más global. El aprendizaje por
modelado puede adoptar diferentes formas como el modelado en vivo y el modelado
simbólico- El modelado simbólico comprende la observación en video del modelo competente.
En el modelado en vivo el niño observa directamente al modelo digno de imitar participando
activa o pasivamente. El modelado encubierto requiere de la capacidad para imaginar el
comportamiento competente. En el contexto escolar los principales modelos de referencia van
a ser el profesorado y los iguales, y normalmente en la familia estos modelos son los padres y
los hermanos u otros adultos significativos.
4.2. La práctica dirigida o entrenamiento es una técnica muy vinculada con la instrucción
verbal y los juegos de roles, puesto que por un lado su finalidad es mejorar la comprensión de
conceptos relacionados con la interacción, que a su vez facilita la integración grupal, y por
tanto, aporta las oportunidades para practicar la habilidad. Es por ello que la práctica dirigida
se inicia con la instrucción verbal de las habilidades sociales a trabajar, se trata de una
explicación breve y precisa de los conceptos y conductas a entrenar para que el implicado
comprenda el objetivo de la intervención, es decir, cuáles son los comportamientos que debe
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PROGRAMAS DE FORMACIÓN ©MELC SA INTELIGENCIA EMOCIONAL
identificar, poner ejemplo de los mismos, como debe realizar estas conductas, etc. para
posteriormente realizar ensayo o práctica de las mismas y las correspondiente revisión-
evaluación y retroalimentación sobre la ejecución.
4.5. Las técnicas basadas en el reforzamiento positivo se refieren al proceso a través del cual
se produce un incremento de las conductas adecuadas porque son seguidas por una
recompensa o suceso favorable. La técnica del reforzamiento tiene tres finalidades
fundamentales: instaurar conductas sociales eficaces, reconocer y valorar las conductas
adecuadas, y ser capaz de reforzar a los otros y aceptar refuerzos. El refuerzo debe ser
funcional y aplicarse de manera inmediata, ajustándose a cada situación en particular. La
administración de refuerzos positivos debe realizarse de forma eventual sobre la conducta que
se desea modificar o moldear. Reforzando simultáneamente tanto la ejecución de las
conductas adecuadas como las aproximaciones a la habilidad que se pretende lograr, este
procedimiento se denomina, principio de aproximaciones positivas o moldeamiento, que
implica el moldeamiento diferencial de aquellas conductas que más se asemejen a la conducta
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4.6. Las técnicas basadas en el castigo , aunque poco aconsejables se utilizan para eliminar o
inhibir conductas. Según la evidencia, las técnicas de castigo no producen efectos positivos
duraderos, puesto que reprimir la agresión no aumenta los contactos positivos con los
compañeros. Lo educativamente recomendable es combinar ambas técnicas, es decir, castigar
las conductas perjudiciales y reforzar las conductas prosociales.
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PROGRAMAS DE FORMACIÓN ©MELC SA INTELIGENCIA EMOCIONAL
Inicialmente el control de las conductas impulsivas es proporcionado por los adultos, luego
son los propios niños que mediante autodiálogos pueden planificar anticipadamente, controlar
las conductas impulsivas, automotivarse y autorecompensarse, persistir en la tarea, etc. En
esta línea, Meichenbaum y Goodman crearon un programa de entrenamiento en
autoinstrucción basado en el entrenamiento operante y el aprendizaje social, concebido
inicialmente para trabajar las deficiencias cognitivas en niños impulsivos y/o aislados. El
principal objetivo de la reestructuración cognitiva es lograr que las personas analicen las
situaciones sociales realista y exhaustiva, y eliminar así los pensamientos negativos que les
impiden participar en las interacciones sociales.
4.11 Las estrategias de afrontamiento del estrés y manejo de emociones fue diseñadas para
el entrenamiento en habilidades sociales, basándose en el conocimiento de que la ansiedad
está relacionada con la evitación de las relaciones sociales, y que la ira tiene influencia mutua
con la agresión. Los objetivos de estas estrategias son que el niño interiorice las funciones
adaptativas de la ira y ansiedad y proporcionar los conceptos necesarios de acuerdo a la edad
del niño para que éste pueda identificar la naturaleza de sus respuestas frente a
acontecimientos inductores de ira o ansiedad. Este procedimiento instruccional cuenta con
tres fases:
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9 Objetivo:
9 Procedimientos:
9 Contenidos:
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9 Objetivos:
- Favorecer el conocimiento recíproco y las amistades.
- Fomentar el sentimiento de pertenencia a diferentes grupos
- Establecer e interiorizar normas grupales y conductas sociales responsables.
- Favorecer y adquirir la autonomía y la autogestión
- Mejorar la expresión y reconocimiento de las emociones propias y ajenas
- Interiorizar pensamientos reflexivos en pasos manejables
- Favorecer conductas de colaboración y apoyo con la finalidad de conseguir
un aprendizaje que internalice y generalice hacia conductas prosociales.
9 Procedimientos:
9 Contenidos:
Este programa pretende estimular el desarrollo socioafectivo del alumnado a partir de los 12
años y mediante actividades que se puedan integrar en la programación normal de la clase.
Para lo cual el programa cuenta con una serie de objetivos generales que se operativizan en
objetivos específicos.
9 Objetivos:
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9 Procedimientos:
9 Contenidos:
Se organizan en 5 secciones:
- Qué significa pertenecer a un grupo
- Adquirir conocimiento de las personas que pertenecen a un grupo
- Tomar conciencia de sus características personales
- Reconocer e identificar sentimientos
- Reconocer conflictos interpersonales.
Los objetivos que se proponen son válidos para todos los niveles educativos y están
orientados a ser trabajados en las sesiones de tutoría.
9 Objetivos:
- Adquirir un buen nivel de autoconciencia emocional
- Alcanzar un adecuado control emocional a nivel de comprensión y expresión de las
emociones para tolerar la frustración, expresar enfado u otras emociones negativas
de modo adecuado socialmente correcto.
- Incrementar las capacidades empáticas
- Mejorar las relaciones interpersonales y habilidades para identificar las situaciones
conflictivas y sus causas.
9 Procedimientos:
9 Contenidos:
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Este programa está enfocado al alumnado de la ESO desde una orientación didáctica
cognitiva, afectiva y social. Surge de la necesidad de educación integral y de atención a la
diversidad. Se fundamenta en el programa de competencias sociales propuestas por Ross y
se estructura en forma de crédito en torno a cuatro grandes temas: Educación emocional,
yo y el mundo, habilidades cognitivas, habilidades sociales.
9 Objetivos:
9 Procedimientos:
9 Contenidos:
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9 Objetivos.
9 Procedimientos:
9 Contenidos:
Este programa está dirigido a los adolescentes que presentan problemas de agresividad,
retraimiento e inmadurez.
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9 Objetivo
- Desarrollar habilidades para afrontar y resolver conflictos.
9 Procedimientos:
9 Contenidos:
El programa contiene 50 habilidades que se organizan en 6 grupos:
- Habilidades sociales primarias: Escuchar, iniciar y mantener conversaciones,
formular preguntas, agradecer, presentarse y presentar a otras personas, hacer
cumplidos.
- Habilidades sociales avanzadas: Pedir ayuda, participar, dar instrucciones, seguir
instrucciones, disculparse, convencer a los demás.
- Habilidades relacionadas con los sentimientos: conocer y expresar los propios
sentimientos, comprender los sentimientos de los demás, enfrentarse con el enfado del
otro, expresar afecto, superar el miedo, autorecompensarse.
- Habilidades alternativas a la agresión: Pedir permiso, compartir algo, ayudar a los
demás, negociar, autocontrolarse, defender los propios derechos, responder a las
bromas, evitar problemas y peleas con los compañeros.
- Habilidades para hacer frente al estrés: Formular y responder a una queja, demostrar
deportividad en el juego, superar la vergüenza, arreglárselas cuando le dejan de lado,
defender a un amigo, responder a la persuasión, afrontar el fracaso, enfrentarse a los
mensajes contradictorios, responder a una acusación, prepararse para una conversación
difícil, hacer frente a las presiones del grupo.
- Habilidades de planificación: Tomar decisiones, discernir sobre las causas de un
problema, establecer un objetivo, determinar las propias habilidades, recoger
información, resolver los problemas según su importancia, concentrarse en las tareas.
9 Objetivos:
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PROGRAMAS DE FORMACIÓN ©MELC SA INTELIGENCIA EMOCIONAL
9 Procedimientos:
9 Contenidos:
Este programa contiene 10 unidades temáticas dentro de las cuales se trabaja el desarrollo de
las diferentes habilidades propuestas en los objetivos:
- La diversidad y la formación del grupo de trabajo y de aprendizaje.
- La toma de decisiones.
- La asertividad (conducta pasiva, agresiva y asertiva)
- La autoestima
- La creatividad aplicada al ámbito social
- Las relaciones interpersonales
- La comunicación
- El autoconocimiento emocional
- El autocontrol emocional
- Las crisis emocionales
9 Objetivos:
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PROGRAMAS DE FORMACIÓN ©MELC SA INTELIGENCIA EMOCIONAL
9 Procedimientos:
9 Contenidos:
- Autoconciencia
- Autocontrol emocional.
- Motivación
- La capacidad de empatía
- Las habilidades sociales
El programa está compuesto principalmente por 14 unidades temáticas cada una de las cuales
conlleva un listado de subtemas, conceptos, características, componentes de la dimensión
emocional, y en algunos casos procedimientos psicopedagógicos.
9 Objetivos generales
9 Objetivos específicos:
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PROGRAMAS DE FORMACIÓN ©MELC SA INTELIGENCIA EMOCIONAL
9 Procedimientos:
9 Contenidos:
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PROGRAMAS DE FORMACIÓN ©MELC SA INTELIGENCIA EMOCIONAL
9 Objetivos:
- Promover la reflexión entre el profesorado, sobre la propia práctica educativa y su
construcción personal.
- Aprender a gestionar las emociones para ampliar el bienestar personal y social.
- Desarrollar el autoconocimiento, la autoestima y la autonomía personal para regular el
propio comportamiento.
- Desarrollar la capacidad para comunicarse con el propio yo y con los otros.
- Adquirir habilidades para comunicarse de manera asertiva
- Sensibilizarse frente a las necesidades de los otros, basándose en criterios de justicia.
- Establecer vínculos afectivos entre la escuela, los maestros y los compañeros.
- Adquirir estrategias de resolución de conflictos para generar respuestas efectivas
frente a situaciones nuevas.
- Desarrollar la capacidad para generar emociones positivas (automotivarse, aumentar la
tolerancia a la frustración, disminuir la timidez)
- Mejorar la capacidad para tomar decisiones.
9 Procedimientos:
9 Contenidos:
El programa se estructura en 4 bloques temáticos:
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9 Objetivos:
9 Procedimientos:
9 Contenidos:
- Hacer cumplidos
- Formular quejas
- Aprender a decir que no
- Pedir favores
- Demandar explicaciones
- Solicitar cambios de conducta
- Defender los propios derechos
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PROGRAMAS DE FORMACIÓN ©MELC SA INTELIGENCIA EMOCIONAL
- Conversaciones
- Empatía
- Habilidades sociales no verbales
- Interacciones con estatus diferentes
- Interacciones con el sexo opuesto
- Tomar decisiones
- Interacciones de grupo
- Afrontar los conflictos
Este programa está diseñado para niños de 4 a 5 años. Las actividades de este programa son
de aplicación clínica e individual, y se fundamentan en el entrenamiento de conductas
adecuadas.
9 Objetivo:
9 Procedimiento de entrenamiento:
9 Procedimiento de evaluación:
9 Contenidos:
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Este programa considera contenidos actitudinales con el fin de favorecer la convivencia social
del alumnado de 8 a 16 años.
9 Objetivos:
9 Procedimiento:
- Entrevista personal como técnica tutorial para individualizar en cada alumno las
necesidades en la autoestima.
- Detección de las ideas o conocimientos previos del alumno sobre la habilidad a
trabajar.
- Técnicas de dinámica de grupo (ensayo de la conducta, modelado e instrucciones,
retroalimentación)
- Generalización del comportamiento al contexto extraescolar.
- Reflexión y verbalización sobre el propio comportamiento y sus experiencias.
- Autoevaluación
- Observación directa del alumnado en situaciones de interacción social para evaluar
la generalización de los aprendizajes.
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PROGRAMAS DE FORMACIÓN ©MELC SA INTELIGENCIA EMOCIONAL
9 Contenidos:
El primer nivel se dirige al alumnado de segundo ciclo de educación primaria (8-10 años) y
comprende sobre interrogaciones que versan sobre: la autoestima, las habilidades sociales, la
solución de problemas, estado de ánimo, aprender a dialogar, el uso adecuado de gestos en la
conversación, elogios, pedir por favor, etc.
El segundo nivel está orientado al alumnado del tercer ciclo de primaria (11 a 12 años) y
contiene las siguientes unidades, yo soy así, así funciona mi autoestima, comunica lo que
sientes, habilidades de conversación, como expresar una queja, decir no, hacer y recibir
cumplidos, …
111
PROGRAMAS DE FORMACIÓN ©MELC SA INTELIGENCIA EMOCIONAL
CONCLUSIÓN
Por último hemos dedicado un módulo a los programas más utilizados para desarrollar la
inteligencia emocional en nuestras escuelas. Cada uno de estos programas tiene unas
finalidades y procedimientos concretos que se han reflejado en cada uno de ellos.
Para finalizar solo nos queda destacar la importancia que tiene la intervención sobre las
emociones dentro del sistema educativo y como los miembros de la comunidad educativa
deben colaborar para poder alcanzar una de las finalidades de la educación: el desarrollo
integral del alumno.
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TEST DE EVALUACIÓN
a. Cattell
b. Spearman
c. Cicerón
d. Carroll
a. Gardner
b. Sternber
c. Goleman
d. Cattell
3. ¿A quién es atribuido el uso por primera vez del término de Inteligencia Emocional?
a. Goleman
b. Wayne Payne
c. Charles Darwin
d. Thorndike
4 . Según Le Doux ¿Cuál es la primera zona cerebral por la qué pasan las señales
sensoriales procedentes de los ojos y los oídos?
a. La amígdala cerebral
b. El hipocampo
c. El tálamo
d. El neocortex
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7. ¿A qué edad aproximada los bebés son capaces de asociar expresiones emocionales
faciales a su significado emocional?
a. Desde el nacimiento
b. Alrededor del año
c. Alrededor de los 3 años
d. Entre el cuarto y el séptimo mes.
8. ¿A qué edad aproximada los niños hablan de sus propios estados de ánimo?
a. A partir de los 18 meses
b. Entre los 6 y los 12 meses
c. Antes de los 12 meses
d. No antes de los 24 meses
10. ¿En qué aspectos se centran la mayoría de los estudios sobre las emociones en la
adolescencia?
a. En el autoconcepto
b. En la autoestima
c. En ambos
d. En ninguno de los anteriores
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14. ¿Cuál de los estilos educativos de los padres se basa en el cumplimiento de demandas
acordes a la madurez del niño?
a. El estilo autoritario
b. El estilo democrático
c. El estilo permisivo
d. El estilo no implicado
15. ¿Cuál es la consecuencia emocional en niños que han sido socializados en continuas
críticas?
a. Se hacen insensibles a los refuerzos positivos
b. Se hacen insensibles a los refuerzos negativos
c. Son incapaces de controlar sus emociones
d. A y B son correctas
16. ¿Qué estilo educativo del profesor tiene como base el que el niño nace ignorante y
debe aprender a comportarse como los adultos le solicitan?
a. El estilo sobreprotector
b. El estilo asertivo
c. El estilo punitivo
d. El estilo inhibicionista
17. ¿Qué características emocionales presentan los niños que han sido educados bajo un
estilo inhibicionista?
a. Desarrollan un autoconcepto positivo
b. Muestran conductas de apoyo en figuras de autoridad
c. Suelen presentar altos índices de ansiedad por la inseguridad personal
d. Todas las anteriores son correctas
115
PROGRAMAS DE FORMACIÓN ©MELC SA INTELIGENCIA EMOCIONAL
18. ¿Cuáles son los tres indicadores según Asher y Rose que evidencian el ajuste del niño
con sus iguales?
a. Aceptación por parte de sus compañeros, tener un mejor amigo y capacidad del
mejor amigo para dar apoyo afectivo
b. Relación adecuada con iguales, muestra de empatía y normalización en la
socialización.
c. Aceptación por parte de sus compañeros, autoconcepto positivo y autoafirmación.
d. Automotivación, autoestima y empatía
19. ¿Qué cualidades debe tener un profesor para conseguir los objetivos relacionados
con la educación de las emociones?
a. Modelo equilibrado de afrontamiento emocional
b. Habilidades empáticas
c. Resolución pacífica de conflictos
d. Todas las anteriores cualidades son necesarias
20. Los programas de inteligencia emocional van dirigidos a trabajar ¿Cuáles de los
siguientes aspectos?
a. Las emociones
b. Los pensamientos y conductas
c. La Autoaceptación y solución de problemas
d. Todas las anteriores
21. Uno de los contenidos que se trabajan en los programas para el desarrollo de la
inteligencia emocional es el reconocer las emociones de los demás. ¿En qué grupo de
contenidos de los siguientes la englobarías?
a. En el control emocional
b. En la conciencia emocional
c. En las estrategias de control emocional
d. En la comunicación efectiva y afectiva
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PROGRAMAS DE FORMACIÓN ©MELC SA INTELIGENCIA EMOCIONAL
24. ¿Cuál de las siguientes no es una finalidad de las técnicas basadas en el refuerzo positivo?
a. Instaurar conductas sociales eficaces
b. Reconocer y valorar las conductas adecuadas
c. Ser capaz de reforzar y saber ser reforzado
d. Postulan que las conductas externas pueden ser modificadas si se transforman
los procesos cognitivos
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TAREA 1
TAREA OPCIONAL
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BIBLIOGRAFÍA
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