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La familia es la unidad básica de socialización.

Es el contexto social mínimo donde se inicia y


produce la integración de los seres humanos en un sistema social. En la familia los seres
humanos construyen sus pautas básicas de relación que influirán y determinarán las
interacciones de su época adulta.

La familia desempeña en toda sociedad un conjunto de funciones sociales cuya importancia y


alcance han ido variando con el tiempo, a la vez que ha ido configurando su estructura interna.

Por una parte, las funciones que desempeña la familia (reproducción, socialización, religiosas,
etc.) determinan su composición y relaciones internas.

Por otro lado, los cambios operados en tales funciones producen cambios en la organización
interna y en las pautas de comportamiento de sus miembros.

Así, la diferencia entre la familia tradicional y la familia moderna, se encuentra en un proceso


de diferenciación y especialización de funciones.

Para Bourdieu, la familia es un grupo dotado de una identidad social que se constituye como
cuerpo (es el sentimiento dentro de nosotros de sentirnos pertenecientes a este grupo) y pone
los límites dentro de los cuáles funciona como campo (el complejo de posiciones sociales).

El espacio social, según el autor, es el conjunto de “campos” que, en cierto modo, están
subordinados al campo económico. Por tanto, el capital actúa como principio de construcción
de la diferenciación social entre posiciones que delimitan este espacio social.

El espacio social está constituido por grupos de “status” con diferentes estilos de vida, lo que
lo convierte en un espacio social simbólico.

Ahora bien, la posición que ocupan los agentes en este espacio social simbólico les condiciona
a tener unas serie de disposiciones (formas de pensar, necesidades, etc.) semejantes
(habitus), que derivan en la práctica de actividades también semejantes.

En este contexto, la familia ocupa una posición fundamental en el espacio social simbólico que
describe Bourdieu. Veamos cuáles son sus características:

En primer lugar, habría que definir cuáles son las posiciones de las familias en la sociedad y de
qué dependen esas posiciones. Para ello, tomaremos en cuenta el modelo que desarrolló el
autor sobre capital económico, cultural y global.

Dentro de este modelo, la familia desarrolla su posición a partir de la cantidad de capital que
posea. Esto es relevante, en el sentido de que los individuos dentro del conjunto familiar
también adoptarán esas posiciones dentro de la sociedad. Por el proceso de socialización las
estructuras objetivas de la sociedad pasan a ser subjetivas (como demuestran Berger y
Luckman), lo que funciona como un principio generador de nuestros habitus, y más tarde un
estructurante de nuestras prácticas.

La posición que ocupa la familia dentro del tejido social, depende, en gran parte de los cabezas
de familia, la madre y el padre.
Por un lado, la madre, será la encargada de dar forma a la familia como “cuerpo”. Es la
responsable de provocar en sus miembros ese sentimiento de cohesión e identificación con el
conjunto familiar y a una afinidad de habitus. Garantizada su existencia como cuerpo, la familia
se constituye como sujeto de prácticas sociales, y se transforma en un elemento indispensable
en la reproducción del orden social, del espacio social y de las relaciones sociales.

Por otro lado, la figura del padre es la encargada de imponer los límites de la familia como
“campo”. En este contexto, hablamos de posiciones dentro del espacio social que se crean a
partir del capital global (capital cultural y capital económico).

Para situar la familia española en un espacio social como el que define Bourdieu, es necesario
saber qué posición ocupa en la sociedad española y que conlleva esta posición en el desarrollo
de sus funciones y en su estilo de vida.

Al hablar de familia, me refiero a la familia monógama, formada a partir del matrimonio


legalmente celebrado, ya que la familia puede adoptar culturalmente otras formas.

Una aproximación estadística sobre como es la situación familiar en España nos la puede dar el
estado civil. En España la mayoría de la población a partir de los treinta está casada. Este dato
nos da a entender que la mayoría de la población ya comparte una posición y una disposición
determinada. Sin embargo, nos falta saber cuál es su capital económico y cultural.

Existe una interrelación entre economía y familia, tanto a nivel cultural como material.

En el nivel cultural, el mundo industrial ha moldeado el grupo familiar en una evolución que
culmina en la creación de un núcleo y que aún sigue actuando sobre las relaciones entre sus
miembros.

A su vez, la familia, al conservar la función de socialización, transmite y crea normas que


condicionan la actividad económica.

Respecto al nivel material, cabe destacar que entre empresas y economías domésticas se
establecen flujos que constituyen la base de la economía: producción y consumo.

Así mismo, las posiciones sociales y los niveles de vida y consumo, provenientes de la esfera
productiva, establecen desigualdades y son condicionantes de la vida familiar.

Como he explicado anteriormente, la posición social de la familia está altamente relacionada


con la situación laboral (capital económico) y el nivel educacional (estudios).

Respecto a la situación en España, tomaré como referencia la situación del cabeza de familia
(el padre), ya que es el que ejerce la función de familia como campo, ya que es la función en la
que se centra este ensayo.

Una primera clasificación que marca importante diferencias respecto a la situación laboral, es
que la mayoría de los cabeza de familia en España realiza trabajos manuales (obreros,
capataces) de los cuales una parte se dedica todavía al campesinado. El resto dedica su tiempo
laboral a realizar trabajos no manuales.
Esta diferenciación en el terreno laboral, permite colocar a la familia obrera en una
determinada clase, en un determinado barrio, con unas disposiciones determinadas y un
habitus determinado, que se diferenciará claramente de la posición y disposición de una
familia con una situación laboral de renta más elevada.

Una vez más, la sociedad, como bien explica Bourdieu, está dividida en clases sociales (o
posiciones) que en España podemos diferenciar mediante la situación laboral.

La importancia de estos datos radica en que la posición ocupacional del cabeza de familia va a
marcar al resto de los miembros, y está correlacionada con otras variables. De ellas, la más
importante es el nivel educativo.

Los niveles educativos están estrechamente relacionados con la edad, porque las posibilidades
de acceso a la enseñanza se han ido ampliando progresivamente en las últimas décadas, de tal
forma que las personas de mayor edad tuvieron una entrada más restringida en los niveles de
enseñanza por encima de los primarios. Estas desigualdades se han aminorado con el tiempo.

La posición social y los niveles educativos de las familias nos sirven para entender y explicar las
tendencias de la estructura de la vida familiar, los roles, comportamientos, actitudes, etc.

Es de lógica, que las familias con altos niveles educativos poseen una posición determinada en
el tejido social, con todas sus consecuencias, y por supuesto, difiere de la posición de las
familias con menor nivel de instrucción.

Como podemos observar, tomando sólo dos variables para explicar cómo se organiza el
espacio social simbólico a través de las familias, obtenemos infinitas combinaciones que
derivan en posiciones, disposiciones, habitus y prácticas.

Debido a que la familia es la institución social mínima, es pertinente considerarla como uno de
los pilares que constituyen este espacio social simbólico, donde la creación de un tejido
familiar también será la base para el nacimiento de otras instituciones sociales.

Sin embargo, estas instituciones pueden hundirse, pero la familia no. Por esa razón, es de vital
importancia considerarla como base de todo lo que nos rodea.

“Lo último que siempre queda es la familia.”

- Marlon Brando.

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