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Alejandra Pizarnik

La piel del cuerpo esferoidal de la Tierra está superpoblado de pasiones tristes. En cierta forma, nos hemos habituado
a poblarlas y a dejar que nos pueblen, revistiéndolas de cualquier tipo de vindicación, de justificación, de apología
decolorada. Cierto, y es que ya desde la infancia se nos inserta en una Tierra inhóspita, devenida así por una
supercodificación global y cuadraturas siempre en torno a la privación, bien llevada a cabo desde un aparataje estatal,
bien desde una   
  . La privación que menciono es la que inicia la ruptura, la brecha total de «la
1
relación esencial entre el hombre y las cosas» . Heidegger denomina esta relación esencial ³el habitar´, o mejor, el
habitar se da precisamente gracias y desde la relación necesar ia que existe entre hombre  cosas. Yendo un poco más
lejos, apuntemos que esta relación es ya un ³entre´, donde no priman los términos Por tanto, habitar es siempre un
entre y no un ³en´. Se entenderá así que desde el momento en que se nos asigna un domicilio o residencia, el habit ar
va perdiéndose en beneficio del morar, de la asignación de un punto (domicilio, teléfono, incluso puesto de trabajo)
fijo. Tampoco la tan rimbombante ³movilidad´ permite habitar un lugar, dado que esta movilidad está referida y
circunscrita a dos términos cualesquiera   de un mismo código de fijación o sujeción (vía trabajo, turismo,
tiempo ³libre´, y todas las máquinas discursivas dominantes que se entrelazan simultáneamente).

Implacables, lo inhóspito y lo hostil van definiendo todas y cada una de las relaciones entre individuos, los
constituyen a modo de terminal y como una terminal. El individuo es un nodo que sólo adquiere su sentido gracias a
su existencia dentro del circuito de identificaciones, há bitos y flujos al que pertenece. De esta forma, se garantiza una
movilidad dentro del circuito mismo pero se pierde el movimiento, se asegura la terminología perdiendo la
relacionalidad a-terminológica y en sí misma abierta. Dicho de otro modo: la heterotopía de las relaciones termina
por ser una homotopía de los términos.

Las consecuencias de estas producciones de homo-topos terminales no se han hecho esperar. Dado que el espacio
ocupado por los individuos es el mismo (la circuitalidad, concretándose en fábrica, empresa, residencia -domicilio,
escuela, universidad, etc.) y éstos sólo se definen en función de las identidades asignadas y de los hábitos
³compartidos´, la atención, el cuidado, el devenir -otro se vuelven imposibles. No se trata de una campaña de
desensibilización e insensibilidad ( -D  )global, sino de una globalización de millones de máquinas
anestesiantes que se retroalimentan entre sí. Esta diferencia es primordial, puesto que la primera frase otorgaría un
   del solipsismo empático y de la sensibilidad; como si fuese un mal por venir. Vemos entonces que el
individuo no puede sino mantener a duras penas un territorio existencial 2que pierde especificidad, y que lo abre sólo
para encerrarlo en un sí-mismo, en un Yo que sea capaz y al que le importe decir «Yo». La producción homotópica se
basa en el siguiente axioma: ³Hacer de cada encuentro un desencuentro, una molestia´. Todo encuentro responde a
una lógica relacional no terminal, pero dada la identificación 3, dicha lógica 
 , y sólo se percibe aquello que se
percibir o, como se dice coloquialmente: «No vemos más allá de nuestras narices». En efecto, ver «más allá de
nuestras narices» supondría    al otro y devenirlo, algo que, obviamente, resulta hoy en nuestro pequeño
mundo un peligro mayúsculo (sobre todo para los dispositivos de control) .

¿Cómo refundar entonces el tejido de la sensibilidad? ¿Cómo r econstruir el territorio de lo social?

Si, como habíamos dicho anteriormente, el habitar es esencial en tanto necesario, su quiebre y brecha no puede sino
suponer una patologización del hombre mismo pero también de las cosas, de todo lo que no responde a lo humano, a
lo entera y ³otramente´ inhumano, del que el hombre mismo no puede deshacerse. Ahora bien, debemos recordar que
si lo que buscamos es un habit ar, éste no puede ser sino habitar una comunidad, y ésta no puede darse en homo-topos
capitalísticos, pues comunidad indica presencia y sentimiento del Otro.

Esa comunidad del habitar, digámoslo mejor, esa habitación sólo será posible si antes se ha iniciado un proceso de
hospitalidad. Seamos claros, la hospitalidad será la condición apriorística a partir de este momento y de esta era 4si

1
René Schérer,  
     Ed. Gedisa, Madrid, 1978. Pág. 23 Además, debemos precisar, que esa

 ha de tomarse en el sentido deleuziano de   , pues es esa relación la que mantiene al hombre tal y como es, así como lo
mantiene también atravesándolo por lo inhumano.
2
Para facilitar al lector la comprensión del concepto ³territorio existencial´, diremos muy grosso modo, pero fundamen talmente,
que resulta de la territorialización de ritmicidad y mediación, temporal y espacial respectivamente. Podemos entenderlo como lo
usual, cotidiano, la definición de nosotros mismos por los hábitos o costumbres.
3
Es decir, la introyección de identidad por par te de los individuos pertenecientes a un aparato de Estado, a una máquina de
sobrecodificación
4
Con ³esta era´ hago mención a la era   
, que se caracteriza principalmente por la mutación continua de las formas del
capitalismo mundial integrado (CMI), bien se trate de semiocapitalismo, infocapitalismo, nervio -capitalismo, capitalismo gor e, etc.
queremos refundar el territorio de lo social y, consecuentemente, los territorios existenciales. La habitación será
hospitalaria o no será 5 .

La comunidad que habita no es la comunidad que puebla, ya que ésta se rige por un sistema comunicacional, es decir,
de circulación continua de represetaciones, de lo que es producido e impuesto
 común , se rige por un
sentimiento de pertenencia, nacionalidad (en sentido amplio) y exclusividad. El poblar exige una personalización de
lo que se puebla, una imagen de lo poblado que intenta conjurar la impersonalidad, el anonimato; en suma: los
devenires imperceptibles. Así pues, la comunidad que habita nos resulta ya casi una redundancia, pero es
precisamente gracias a la impersonalidad de la comunidad y del acontecimiento habitar que ambas ³responden´ a la
construcción de un tejido de hospitalidad puro. 6

La procesualidadhospitalaria puede engancharse con diferentes prácticas, como puedan ser la creación de
universidades nómadas o centros sociales rizomáticos, como . Estas dos prácticas abren constantemente nuevas
formas de darse la hospitalidad, en función de las ³dimensiones´ en las que se inserte en los agenciamientos
colectivos. En la habitación, las concreciones de la hospitalidad no pueden sino llevarnos a la creación de espacios
lisos, al anhelo de llevar a ellos a aquellos que son nuestros amigos, nuestros compañeros o incluso conocidos. La
hospitalidad es una  
 en el sentido en que Deleuze se refería a dar7, o bien una oblación, que se extiende
siempre más allá del sujeto al que se dirige la misma. Volveremos sobre esto más adelante.

Pues bien, en la era ultranuclear, la hospitalidad p arece borrada del mapa humano. En su lugar se enarbo la la bandera
de la solidaridad. Esto que a primera vista nos pudiera parecer algo insignificante, será precisamente lo que remarque
la operatividad anestesiante de los mercados y aparatos estatales. Esto podría explicar, , si consideramos
que, una vez fracasado el proyecto Humanista e Ilustrado, una vez caída la Razón, los modos de organización social
tendieron a un nuevo tipo de racionalidad, la económica. Es entonces, junto con el

 del 29, cuando la
racionalidad económica llevó a la política clásica a reajustarse en una 
 
 
. La obviedad de la
existencia ³separada´ de política y economía, esto es, que por un lado estaba la economía (

 de la
administración y distribución de los recursos escasos) y por otro, la política ( la disciplina para el pueblo ). A partir de
la segunda mitad del siglo XX , y habiendo olvidado por completo el habitar a favor de una población masiva (de
individuos, mercancías, signos, etc.), la economía pasó a ser 
   
. El proyecto cosmopolita y
hospitalario kantiano, magnífico aunque no exento de cierta invectiva, quedaba definitivamente lapidado.

Este paréntesis era necesario para explicar que, si la hospitalidad no puede coexistir con la solidaridad, no es
simplemente por una diferencia gradual, sino natural o esencial. La solidaridad viene muy de lejos, lo sabemos, pero
quizá lo que no sepamos es que la solidaridad es un precepto moral, un deber que procede de la trascendencia de un
código moral judeocristiano y hoy reclamado por un sinnúmero de empresas que la utilizan para ³apelar a nuestra
conciencia´ o atraerla hacia sus productos con tan sólo mencionarla en su publicidad. La solidaridad casa
perfectamente con el liberalismo económico y también con el funcionamiento de las sociedades de control y
seguridad.

Distinto es el caso de la hospitalidad que encontramos por ejemplo en la Grecia Clásica , que está completamente libre
de cualquier precepto moral, de cualquier deber. De hecho, no era un deber, ni una virtud moral que fuese de suyo,
sino la superficie receptiva del mismísimo proceso de hominización, es decir, del devenir -hombre 8. Era por tanto
inevitable ser hospitalario, pues el encuentro con el Otro siempre era algo por celebrar, máxime si era un forastero
que venía de un largo viaje. Es más, el hombre hospitalario ofrecía siempre sus mejores vinos y su mejor comida.
¿Para qué? Y he aquí la cla ve de todo esto: Para que el forastero pudiera sentirse como en casa . Ese ³sentirse como
en casa´ es lo que Guattari denomina territorio existencial, y en cierto modo, uno no puede sentirse como en casa en
un espaciotiempo inhóspito y hostil, en una 
 y exclusión continua por todo el  9 . Para que el otro se
sienta como en casa, antes el huésped tenía que haber devenido otro del mismo modo que el forastero hubo de haber
devenido huésped, creando previamente un espacio en el que tanto uno como otro puedan devenir conjuntamente
(İȝʌ İ ). La alegría del huésped era tal cuando observaba feliz al forastero que jamás recaía en el gasto económico

Además, en la era ultra nuclear aparece por primera vez el cognitariado (Cf. , libro escrito conjuntamente por Toni Negri y
Michael Hardt), así como una 
 
 de la producción masiva de identidad. Puede encontrarse más información sobre esta
noción en mi pequeño ensayo  , que se encuentra en la web   
  
 .
5
De hecho, ya lo vemos, sala de espera, sala de tortura, sala de juegos, sala de baile, sala de fumadores y no fumadores, sala de
operaciones, etc. La sala, precisamente, es lo más vacío, lo vacuo de toda hospitalidad, la presencia sutil de lo inhóspito y su
cotidianeidad.
6
Y jamás como lo ha entendido la diplomacia contemporánea y actual, cuyo objeto es el de distribuir y modular la hostilidad.
7
La donación, el dar es inherente a la voluntad de poder. «L a voluntad de poder es esencialmente creadora y donado ra: no aspira,
no busca, no desea, sobre todo no desea el poder. Da: el poder, en la voluntad, es como la ³virtud que da´ » Gilles Deleuze,
 
 ! ! . Ed. Anagrama, Barcelona, 2006, pág XXX
8
«No es que el hombre haya adquirido la calidad de ser o no hospitalario después de aparecer sobre la faz de la tierra y haber se
formado biológicamente; sino que es más bien la hospitalidad la que es parte integrante de su devenir, de su devenir -hombre.» René
Schérer, c ,Séguier, 1996, págs 65-71. Traducción: Lenin Bandres.
9
Esa comunidad, será entendida como   "!  del que ya hablara Deleuze en #
#  

podría repercutir la hospitalidad. El hombre -Otro siempre estaba antes que lo económico, y siempre junto a una casa,
espacio liso y suave10.

Vemos pues la importancia que tiene la devastación de la Tierra, pues supone el estriado, la codificación total de la
misma, la racionalización y puesta en orden de la que ya hablara Heidegger 11. Pero esta devastación de la Tierra es
paralela transversal a la devastación de los territorios existenciales de cada agenciamiento colectivo de enunciación .
No debe extrañarnos que las sociedades de seguridad 12 establecen su base operativa desde lo inhóspito, y terminan
por hacer de ello y de la hostilidad una forma de ³vida´. O lo que viene a ser lo mismo, la negación sistemática a la
posibilidad siquiera de habitar.

Las posibles soluciones a estos problemas sólo vendrán si se consiguen establecer comunidades y praxis ecosóficas y
ecológicas desdelo inmediato, así como desde lo microsocial y micrológico. En efecto, toda una utopía   y
concretiza los modos de darse dichas praxis y comunidades. ¿Una utopía de la hospitalidad? Exacto, pues no tratamos
ni entendemos aquí la utopía como algo irrealizable, ni tampoco como el fin de la historia y la venida de la ³Gran
Conciliación´, antes bien, entender la utopía como el pliegue y despliegue   de cientos procesos de
hospitalización, habitación, creación, alisado de espacios y singularización.

Estos procesos deben ser cuidados protegiendo lo alisado, lo conseguido sin caer en una privatización de
ese espacio (lo que supondría el estriado del mismo), al mismo tiempo que prestando especial atención a los tres
³planos´ecosóficos, a saber: el psíquico, el social y el medioambiental 13. El  heideggeriano se despliega en la
Ecosofía para enriquecer la existencia humana, y ésta a su vez enriquece a aquélla. Todo lo que aquí estamos
diciendo no tiene otro propósito que el de hacer la Tierra un lugar h abitable, ³devolver´ el entre al hombre y a las
cosas y, finalmente, abrazar el devenir -Otro a través de la hospitalidad.

Sería muy interesante, en conclusión, dejar de estigmatizar a la Ciencia y a la técnica como los mayores males de
nuestra era, son sus conformaciones maquínicas, sus  desde diferentes aparatos de Estado y bajo expresos
mandatos (comunicaciones) de los mercados los que determinan sobremanera el impacto en el cuerpo y en el
imaginario colectivo, cómo se disponen las máquinas deseantes para que ellas mismas tiendan, parafraseando a
Deleuze, a su sometimiento, cuando no a su autodestrucción. Así, la Tierra ha de ser vista igualmente como una
enorme máquina de máquinas; Formamos parte de ella tanto como ella de nosotros. En suma, Tierra e s el nombre que
le hemos dado a la vida que urge habitar.

10
Para conocer detalladamente los espacios lisos y estriados, cf. D eleuze y Guattari, $ $, Ed. Pre-textos, concretamente la
meseta titulada ³sobre lo liso y lo estriado´, pág. 483 y  
11
Cf.  
  % Ob.cit. pág . 20
12
Cf. &' 
(, de Benazir F. Valdivia, )* ! y Antonio Miranda, +, Ed. Fucsina, 2011 (Texto en francés).
13
La Ecosofía y sus propuestas fueron expuestas de manera fabulosa por Félix Guattari en su libro ,-.
 .

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