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Julio Cob Tortajada

RUTA
4º DE E.S.O.

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PUNTO A: PLAZA DE LA VIRGEN / PUERTA DE LOS APOSTOLES.

Nos encontramos ante la puerta gótica de los Apóstoles de la Catedral,


templo cristiano que anterior a la Reconquista por Jaime I albergaba el
mismo lugar la Mezquita Mayor. Ante su entrada se constituye todos los
jueves del año el milenario Tribunal de las Aguas.

Pero retrocedamos aún más en el tiempo, cuando en este mismo entorno se


fue configurando el centro de la ciudad desde el año de su fundación, el 138
a.C. por el general romano Décimo Junio Bruto. Las excavaciones,
especialmente las realizadas tras la basílica de la Virgen, lo documentan y
en cuyo recuerdo podemos observar la inscripción en una losa en el suelo de
la plaza.

Tras diversas modificaciones la plaza ha llegado a nuestros días con una


lograda fuente que representa al río Turia y sus ocho acequias al servicio de
la huerta de la ciudad, y de cuyos abusos dicta sentencias el mencionado
Tribunal de las Aguas.

La pequeña fuente junto a la Basílica, casi escondida entre la pequeña


arboleda, con el busto del canónigo Liñan, es en homenaje a quien costeara
de su peculio la red de agua potable por la ciudad, siendo la primera fuente
la situada en la plaza del Negrito donde se celebró el acto inaugural en 1850
con gran boato.

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En el jardincillo anexo al Palau estuvo situada hasta mediados del XIX la
Casa de la Ciudad: su Ayuntamiento, cuando se trasladó a la Casa de la
Enseñanza de la calle de la Sangre. Al carecer de empedrado la plaza y su
firme se convertía en ocasiones en un lodazal, al ser costumbre que los
ediles celebraran actos en el interior de la Catedral, para su limpia
presencia, se inauguró en 1800 la Casa Vestuario, de donde salían en lujosa
ropa y a salvo del cieno.

Completa la plaza la Basílica de la Virgen, construida en 1667, siendo


visitada a diario por el gran fervor que hacia su Virgen sienten los
valencianos. Lugar éste el de la plaza que sirve para los más importantes
festejos en homenaje a su patrona, como son los de su traslado a la
Catedral en el día de su festividad, o en los de la Ofrenda durante las
fiestas falleras.

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PUNTO B: PLAZA DE MANISES.

Por la calle de Caballeros, contemplando el Palau llegamos a la plaza de


Manises, en la actualidad tanto el centro político de la Comunidad
Valenciana, como el de la provincia de Valencia. En la misma disfrutamos
observando el Palau de la Generalitat del siglo XV construido por orden del
Rey Alfonso el Magnánimo y obra de Pere Compte. Lo realzan sus dos
torreones laterales, completados con el que da a la plaza de Manises tras su
construcción en 1951. Puede decirse, por lo tanto, que para su construcción
transcurrieron cinco largos siglos. En época foral cumplió con las funciones
políticas para las que había sido creado. Con la llegada de los Borbones se
convierte en la sede de la Audiencia Territorial hasta que en 1923 da cobijo
a la Diputación Provincial. Actualmente el “Palau”, como es popularmente
conocido, es utilizado por la Generalitat Valenciana como lugar de
recepciones y eventos de gran solemnidad.

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La Diputación Provincial de Valencia ocupa los Palacios de Scala y Batlia,
ambos del siglo XVI. Palacios que con anterioridad habían sido propiedad de
la nobleza valenciana y utilizados para diversos usos, como es el caso del de
la Scala que fue sede del Colegio de Jesús y María, de Lo Rat Penat, del
Sindicato de la Hostelería, de un laboratorio de perfumería y de un taller
de reparación de pianos. Mientras que el de Batlia, de ahí su nombre, fue
construido como residencia del Bayle General del Reino, institución que
desapareció con la abolición de los Fueros.

Dejamos la plaza de Manises y nos adentramos por la callejuela del Convento


de la Puridad que por la desamortización de Mendizábal y destrucción del
Convento de éste nombre en 1837, situado entonces entre las calles
Bolseria y Palomar, se trasladó a su actual emplazamiento por donde
pasamos, antigua Cofradía de San Jaime y hoy de convento de monjas de
clausura. Lugar donde se encuentran los restos del rey musulmán Moro Zeit,
bautizado al cristianismo con el nombre de Vicente Bellvís.

En busca de la Plaza de San Lorenzo nos adentramos por la calle Conde de


Almodóvar, lo que nos da ocasión de contemplar el Palacio de Catalá de
Valeriola, el que fue sede de la “Academia de los Nocturnos” a finales del
XVI, donde bajo los seudónimos más dispares (Silencio, Miedo, Sombra,
Descuido, etc) se formaban tertulias literarias. Frente a él, el de la Real
Maestranza, institución ecuestre bajo cuya custodia se celebraban torneos
y justas en ocasión de las visitas reales.

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PUNTO C: PLAZA DE SAN LORENZO.

Llegados a esta plaza nos encontramos ante el actual Palacio de las Cortes
Valencianas del siglo XV, también conocido como de los Borjas y de los
Duques de Gandia. En el siglo XIX lo adquirió una familia sedera, utilizándolo
como fábrica, pasando a final de éste siglo a poder de los Condes de
Benicarló, con cuyo nombre ha sido más conocido. Se construyó sobre el
solar que había sido la Escuela de Gramática y Artes de la Ciudad, según
reza una placa de piedra en su fachada.

En la misma plaza estuvo situado el Tribunal de la Inquisición, y aún se


conserva el magnífico edificio donde vivió Tomás Trénor y Palavicino, el gran
impulsor de la Exposición Regional de 1909 y que en su reconocimiento,
Alfonso XIII le concedió el titulo de Marqués del Turia.

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Destaca igualmente la Iglesia de San Lorenzo, del siglo XVII. Mezquita en
época musulmana, tiene la peculiaridad de que al sufrir los efectos de un
terremoto en el siglo XVIII, ha dejado su huella al observarse ligeramente
inclinada su torre campanario.

Dejamos la plaza de San Lorenzo y enfilamos la calle de Navellos, peatonal,


mientras observamos el alto del Miguelete.

PUNTO D: PLAZA DE SAN LUIS BELTRÁN.

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Saludamos nuevamente al Canónigo Liñán y pasando ante el Palacio de
Colomina, sede del CEU-San Pablo, llegamos a la pequeña plaza de San Luis
Beltrán, donde está su casa natalicia. Hemos recorrido el largo lateral del
Almudín, la antigua alhóndiga de origen medieval del siglo XV: lugar de
almacén, compra y venta de trigo. En los inicios del siglo XX se convirtió en
el Museo Paleontológico de la ciudad y en la actualidad en salón de
exposiciones.

La plaza toma el nombre del santo dominico, misionero en Colombia y que a


su regreso por una enfermedad allí contraída, se trasladaba a diario a la
Fuente de San Luis, cuyas aguas consideradas medicinales eran buenas para
su salud y en su recuerdo conserva el nombre la “fonteta”.

Cerca de la plaza, la Iglesia de San Esteban, donde fuera bautizado el


también dominico Vicente Ferrer, y también mezquita en la época
musulmana.

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Y tras disfrutar de la pequeña plaza escudriñando al mismo tiempo la
fachada del Palacio de los Escrivá, atravesando la popular plaza de la
Almoina que debe su nombre a que en el siglo XIV existía una casa llamada
En Conesa donde los pobres aseguraban su comida diaria y recibían limosnas
(centro semejante a la actual Casa de la Caridad), plaza oficialmente de
Décimo Junio Bruto, en cuyo museo arqueológico del subsuelo se adivina el
punto donde se cruzan el cardo y el decumano romanos, nos acercamos
nuevamente a la Catedral, pero en esta ocasión en otra de sus puertas: la
más antigua de la Seo.

Hemos dejado atrás la portada visigótica de San Valero en el bajo del


popular edificio “Casa de Punt de Ganxo” y el vecino edificio donde se
encuentra en su sótano el lugar donde sufriera martirio por orden de
Daciano el último mártir de Roma: el diacono Vicente, muy pocos años antes
de la conversión del Imperio al cristianismo por edicto de Constantino el
Grande.

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PUNTO E: PUERTA ROMANICA DE LA CATEDRAL /CALLE
BARCHILLA.

Al encontrarnos ante la puerta románica del Palau observamos sobre su arco


de medio punto las cabezas de siete hombres y de siete mujeres. Se
atribuyen a siete familias de Lérida que acompañaron a Jaime I en la
Reconquista, aunque ello no ha sido debidamente constatado. También,
según otras creencias, a familias valencianas que con sus aportaciones
contribuyeron a la construcción de la Catedral, lo que parece más verosímil,
toda vez que era frecuente a cambio de una contribución perpetuar su
nombre en un lugar sagrado, incluso como lugar de enterramiento para sus
cuerpos.

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Enfrente nos encontramos ante el Palacio Arzobispal que tiene su origen en
el Siglo XIII como lugar de residencia del Obispo de Valencia. Desde su
inicio ha tenido numerosas transformaciones. El actual que vemos fue
construido de nueva planta en 1945 reemplazando al anterior de 1922 en
tiempos del Arzobispo Reig que luego sería Cardenal.

Está unido el Palacio a la Catedral por un pasadizo que desde su primera


construcción en el siglo XIV ha tenido diversos aspectos. Situado en la calle
Barchilla, por la que nos adentramos, llegamos a la plaza de la Reina. El
nombre de Barchilla viene de “barcella”, una medida de trigo y por hallarse
la primitiva alhóndiga en el mismo lugar que hoy ocupa el Palacio Arzobispal.

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PUNTO F: PLAZA DE LA REINA / PUERTA BARROCA DE LA
CATEDRAL

El actual aspecto de la Plaza de la Reina no tiene nada que ver con el


existente hasta la primera mitad del siglo XX. Con anterioridad era una
plaza triangular, pequeña, cuyos vértices eran la entrada a la calle del Mar,
el del inicio de la calle de Paz y la esquina que formaba la calle de San
Vicente con la Plaza de Santa Catalina. De ésta partía la calle de Zaragoza
que terminaba ante la puerta barroca de la Catedral, calle de gran actividad
comercial con los más diversos establecimientos. El centro de la actual plaza
estaba ocupado por un conjunto de calles estrechas que fueron
demoliéndose entre los años cincuenta y sesenta, para convertirse en la
amplia plaza que hoy conocemos.

Nace en la plaza, la calle del Mar que de porte señorial en gran parte aún
mantenido, era la salida natural hacia la Puerta del Mar desde el centro de
la ciudad; importancia que mantuvo hasta la apertura en su totalidad de la
calle de la Paz. En su comienzo encontramos la calle Cárcel de San Vicente
que en ángulo recto comunica con la de Avellanas. Debe su nombre a que en
la misma se encuentra una de las cárceles del diacono Vicente.

Punto también donde se hallaba la puerta romana conocida como


Sucronense, donde se iniciaba el camino hacia la zona del Jucar, de ahí su
nombre.

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La Puerta barroca es conocida como la de los Hierros a cuyo lado se alza el
popular campanario del Micalet. Es curiosa la orientación de la portada
catedralicia, algo ladeada, debido a la existencia de la calle de Zaragoza que
de forma perpendicular se dirigía a su encuentro: con una leve curvatura a
su final, encajaba la visibilidad de la puerta barroca con gran perfección.

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PUNTO G: PLAZA DE LA REINA / ESQUINA CALLE PAZ

Desde esta esquina observamos la calle de la Paz. Sin duda alguna, la calle
más encantadora de la ciudad merced a sus edificios que rivalizan por la
belleza de sus fachadas y por el respeto que han merecido al mantenerse en
el tiempo.

Su apertura fue posible por el derribo de los Conventos de Santa Tecla y


San Cristóbal y todo el grupo de manzanas existentes hasta el Parterre. El
primer tramo se inauguró en 1868 y su apertura total no llegó hasta 1903,
en los primeros andares del siglo XX.

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Nos encontramos pues ante uno de los puntos que más incitan al clic de la
fotografía, tanto para el lugareño como para quienes visitan la ciudad. Bien
por las Torres del Miguelete y Santa Catalina, bien por su lienzo final de la
Catedral, bien por su vista en profundidad hacia la Glorieta, o bien
adentrándonos en el primer tercio de la calle de la Paz, dejarla para el
recuerdo con la torre barroca de Santa Catalina al fondo.

En el inicio de la calle de San Vicente destacan los edificios de sus


chaflanes, ambos obra del mismo arquitecto, iniciados en el último lustro del
siglo XIX. El de la izquierda adquirió gran fama por albergar el comercio de
“La Isla de Cuba”: el Corte Ingles de la época, luciendo de forma majestuosa

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por la ornamentación de su fachada de ricos miradores y cerámicas con
figuras danzantes que causan admiración.

Este punto, junto al próximo de la Plaza de Santa Catalina, era el lugar


comercial por excelencia hasta el siglo XIX y que en su camino hacia la Plaza
del Mercado, la de Lope de Vega era de paso obligado.

PUNTO H: PLAZA DE LOPE DE VEGA

Nos encontramos en la plaza Lope de Vega de gran trasiego ciudadano. Una


de las puertas de la Iglesia de Santa Catalina, también antigua mezquita
musulmana, recae en ella. A su izquierda observamos tres arcos góticos
cegados donde en la época foral estaba situada la Longeta: el lugar donde se
establecía el Mustasaf: una figura sobre la que recaía la responsabilidad del

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buen hacer en los comercios, cuidando de los pesos y medidas, atendiendo
cuantas reclamaciones le llegaban de parte de los clientes, así como de
otras competencias que le eran asignadas por parte de la municipalidad en
relación al buen estado de conservación de los productos en venta.

La plaza y su entorno eran lugar de platerías y librerías de lance como punto


de destino para los habituales clientes, aunque en menor cantidad sólo
quedan una par de tiendas de libros de antiguo con el sabor de lo añejo. Aún
se puede observar el edificio de cinco alturas y el más estrecho –de apenas
un metro- de la ciudad y quizá de España, en la actualidad absorbido por el
vecino lo que hace bueno aquello de que el pez grande se come al chico.

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Peatonal por excelencia, da paso a una de las entradas a la plaza Redonda,
centro geométrico del casco histórico de la ciudad, y por el que nos
disponemos a su visita.

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PUNTO I: PLAZA REDONDA

De reciente restauración de la que sólo falta la instalación de los que serán


sus nuevos puntos de venta, la Plaza Redonda es uno de los lugares
emblemáticos más visitados por el turista que nos visita. Fue construida en
1840 siguiendo el proyecto de Salvador Escrig como lugar de mercado, en
especial de venta de pescados y carnes. Se denominó en principio como la
plaza Nueva o del Cid, hasta adoptar el de Redonda o “Clot”.

Hasta los años setenta del pasado siglo, sus puestos de ventas eran
movibles y a final de la jornada una colla portuaria los transportaba a una
posada cercana, ya desaparecida, donde permanecían hasta el día siguiente.

Sus puntos de venta lo son de encajes, de bordados, de botones, de


guardapolvos, de delantales y baberos, sin faltar los de artesanía y souvenir,
de muebles rústicos y de forjas, de cerámicas y de botijos. Lo que convierte
a la plaza, junto a su singular formato, en un atractivo lugar para el turista

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que busca su encuentro, al igual que para el ama de casa aficionada a la
aguja y al dedal donde siempre encuentra lo que busca para sus remiendos.

Se accede a la plaza a través de cuatro calles asimétricas, en cuyo centro


una fuente con cuatro caritas de bronce escupen unos chorrillos de agua
sobre la alberca de piedra.

Y por la calle de la Pescadería, en recuerdo de su primer uso, abandonamos


tan singular plaza para salir a la calle de San Vicente, justo enfrente de la
Iglesia Parroquial de San Martín Obispo y de San Antonio Abad.

PUNTO J: CALLE SAN VICENTE / IGLESIA SAN MARTIN.

Desde el inicio de la calle de San Vicente, hasta su primer tramo sito a la


entrada del Pasaje Ripalda, fijamos el final de nuestra ruta iniciada en la
Plaza de la Virgen.

Tan pronto salimos de la Plaza Redonda destaca la citada Iglesia de San


Martín, igualmente antigua mezquita, una de las diez situadas intramuros en
la Valencia musulmana y su antigüedad viene de la época de la Reconquista
levantada en principio en advocación a San Antonio Abad.

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Recientemente restaurada con motivo de “La gloria del Barroco”, destaca en
la hornacina sobre su entrada principal “el cavallet de San Martí”, grupo
escultórico flamenco del siglo XV construido con piezas desmontables de
metal lo que le confiere su gran originalidad. En el que figura San Martín a
caballo cuando con su espada corta su manto para entregárselo a un
mendigo que representa a Jesucristo.

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Mediante una placa situada en el nº 3 de la calle se recuerda el lugar donde
estuvo la imprenta de Pedro Patricio Mey, en cuyo taller se imprimió en
1605 la primera y segunda parte del Quijote.

En este trazo urbano y junto a la plaza de Mariano Benlliure, la popular de


“la pelota”, estaba situada una de las puertas de la muralla musulmana, la de
Boatella, en su salida natural hacia el sur y que con anterioridad había sido
la Vía Augusta romana.

Con la remodelación de la plaza del Ayuntamiento en los años treinta, cuando


se conocía como la de Castelar, despareció la Plaza de Cajeros, final de
nuestro tramo a la altura del Pasaje Ripalda.

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Pasaje que se proyectó en 1889 por encargo de la Condesa de Ripalda por el
arquitecto Joaquín Arnau Miramón, quien también diseñó un palacio en la
Alameda por encargo de la citada Condesa. La moda italiana del pasaje
neoclásico había llegado a nuestra ciudad, lo que contribuyo a dar mayor
esplendor a esta zona de la ciudad, punto final de nuestra ruta.

Marzo 2011

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