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Sin embargo, más modesto, y con una gran voluntad de servir, Frédéric Bruly
Bouabré decidió un día inventar una escritura. El idioma ya existía, circulaba
libremente de “boca a oreja” entre los hombres y las mujeres de la tribu “bété” y
resultaba satisfactorio; solamente le faltaba pode ser grabado sobre la piedra o
sobre el papel.
Frédéric Bruly Bouabré, aún niño observaba como los “Blancos”
requisicionaban trabajadores en su pueblo. Se preguntaba que poder les
permitía imponer su voluntad y guardarse los beneficios. Entonces Bouabré
llega a la conclusión que un pueblo es más fuerte cuando posee la escritura.
Veinte años más tarde, en 1956, luego de haber asistido a la escuela, a las
oficinas y a las bibliotecas de los “Blancos”, se puso a diseñar una escritura
para su lengua materna. Encuentra en su camino pequeñas y extrañas
piedrecillas, las “piedras de Békora” que abundan en el terreno de su pueblo
africano, y que cualquiera puede recoger a su antojo. Negras o rojas, de todas
las formas, no sobrepasan el tamaño de una falange. Su superficie, cubierta de
una constelación de puntos que brillan con el sol, presentaba dibujos que bien
podrían haber sido diseñados y grabados por la mano del hombre. ¿Azahar de
la naturaleza? ¿Trabajo de la prehistoria? Frédéric Bruly escuchó decir que
esas piedras algunas veces fueron una moneda de cambio. Pero él prefería
pensar que fueron parte de una escritura. Él las encuentró “demasiado
expresivas y significativas para haber cumplido solo una función contable” Si
esas piedras cumplieron la función de la escritura, ellas podían perfectamente
volver a serlo, pensó Frédéric. Comenzó a jugar con ellas y darles a cada
motivo un nombre, por ejemplo esta en particular podría se “Gbeuly”: dos
piedras alineadas, una portando la forma de un hacha (“gbeu” en lengua “bété)
y la otra una forma de lanza (“ly” en lengua “bété”). Sobre un modelo de
jeroglífico, él perfeccionó obstinadamente el valor fonético de su invención (por
ejemplo: el dibujo “soga” para señalar los sonidos que debían ser alargados)
Él estaba decidido a no abandonar en caso que sus esfuerzos fueran vanos y
declaró “Estaremos en condiciones de encontrar las causas de nuestro fallo
para vencerlas, en vez de abandonar nuestro sistema” Pensaba en su sistema
día y noche.
Sin embargo la cuestión para Bouabré seguía siendo insuficiente, y es así que
a los sesenta años comenzó a producir centenas de dibujos que le permitieron
transformarse en poco tiempo en un artista reconocido. La escritura siempre
está presente en su obra pictórica ya que conjuga el arte con la pintura.