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Etnoarqueología: Orígenes e historia

La idea de este texto es explicar cómo y porqué surgió la etnoarqueología.


Se utilizará un ejemplo localizado en Perú para entender qué es.

La interpretación arqueológica depende de la analogía; una forma de


inferencia que nos dice que si dos cosas se parecen dentro de un contexto, es
muy probable que también ocurra dentro de otros contextos.
A mediados de 1950 los arqueólogos comenzaron a hacerse nuevas
preguntas, relativas al hecho de que el sentido común aplicado a sus propias
experiencias y al abundante material histórico y etnográfico presente en el mundo
ya no era una base adecuada para esta inferencia analógica. Esto debido a que el
rango cultural de nuestra época es demasiado limitado como para poder
extrapolarlo a una sociedad distante en tiempo, lugar y contexto.
Lo que se intenta probar con esto es la imposibilidad de obtener la
información requerida por los arqueólogos a partir de etnografías; Karl Heider
propone reconstruir una cultura existente a partir de sus restos arqueológicos,
sólo para llegar a la conclusión de que dicha reconstrucción resultará siempre
incompleta y empobrecida.
El reconocimiento de la necesidad de material etnográfico en el cual basar
las analogías dio vida a una nueva subdisciplina: la etnoarqueología, que se
puede definir como el estudio etnográfico de culturas existentes desde una
perspectiva arqueológica. Básicamente es una estrategia de investigación que
ahonda en dos puntos:
– Relacionar la cultura material a la cultura como un todo, ambas dentro del
contexto existente y de registro arqueológio.
– Explotar este entendimiento para documentar conceptos arqueológicos y
mejorar la interpretación.

* Ejemplo desde el río Ucayali en Perú:

Warren DeBoer y Donald Lathrap enfocaron su trabajo entoarqueológico


hacia la relación entre la producción de cerámica de los Shipibo y de sus vecinos,
los Conibo, y su representación en el registro arqueológico producido durante el
curso de su vida cotidiana. Los autores explican en su texto “El hacer y romper
cerámica de los Shipibo-Conibo” cómo la mayoría de las mujeres hacen
cacharros, y que la mayoría de la alfarería es para uso doméstico. También
entregan los nombres de los tipos de cacharros y describen sus usos. Nos
muestran que muchos de los materiales usados, especialmente los pigmentos,
son traídos desde cientos de kilómetros de distancia, y que no son expediciones
especiales las que se hacen en su búsqueda sino que se obtienen durante visitas
sociales.
La producción de cerámica es una empresa individual, generalmente llevada
a cabo en el hogar. Uno de los materiales que se utilizan para evitar el
encojimiento de la cerámica antes de calentarla al fuego es polvo de fragmentos
de cacharros rotos. Éstos son obtenidos en depósitos arqueológicos, los que a su
vez juegan un rol importante al momento de elegir la locación de asentamiento.
Es aquí donde se llega a lo que se mencionó anteriormente, ya que, si bien la
mayoría de los alfareros concuerdan en las proporciones de arcilla y del material
fragmentario que se utiliza para cada tipo de vasija, por ejemplo, es muy poco
probable que un arqueólogo pueda usar los fragmentos de cacharros obtenidos de
un depósito para reconstruir los ideales de la comunidad con respecto a la
cerámica. Por otra parte, a pesar de que estos detalles difieran unos de otros, el
terminado superficial y la decoración de las vasijas parecen bastante
estandarizados, variando con la forma.
Un censo de cacharros (llevado a cabo por DeBoer) en diecisiete casas
contenedoras Shipibo-Conibo de cinco aldeas distintas arrojó una base sólida para
el estudio del uso de la cerámica.
En definitiva se muestra que los cacharros son un foco de elaboración
cultural entre los Shipibo-Conibo. Se sabe por ejemplo que la consideración de
una mujer como buena esposa en parte depende de la disponibilidad de nuevos
vasos para cerveza que tenga para los invitados.
Este estudio demuestra también que hay factores económicos,
socioculturales y naturales que están involucrados en el consumo de cultura
material, y es una de las extrañas piezas que describen explícitamente la
transformación del comportamiento y de la cultura material en un registro
arqueológico. Esta observación directa hace posible la generación de modelos
para la interpretación de la tipología, de la distribución y otros aspectos de los
restos arqueológicos, cuando el comportamiento (lejano ya en el tiempo) que los
produjo no se puede observar y por lo tanto debe ser inferido.

* El plan de este libro

No es el objetivo proveer un detalle enciclopédico de etnoarqueología, sino


promover el desarrollo de la comprensión crítica de importantes temas teóricos y
metodológicos respondiendo las siguientes preguntas: ¿Cómo se pueden usar las
observaciones de material existente para reconstruir el pasado? ¿Qué son los
documentos etnoarqueológicos? ¿Cómo se observan; cómo elegimos qué
registrar? ¿Cómo se analizan los documentos? ¿A quién(es) y qué han estudiado
los etnoarqueólogos; qué han archivado?

* Nacimiento y definición de etnoarqueología

El concepto “etno-arqueólogo” fuye acuñado cien años atrás por Jesse


Fewkes (1850 - 1930) en un paper sobre las tradiciones de migración de nativos
americanos. Usó el término para destacar al arqueólogo que es capaz de obtener
un conocimiento intensivo de la vida actual de gente cuya prehistoria está siendo
investigada como preparación para su trabajo. Mientras que en el concepto
moderno se espera del etnoarqueólogo que maneje aquellos aspectos de la
etnografía de la gente en estudio que son relevantes para la investigación, es
muy común que no haya relación histórica directa entre la fuente etnográfica y el
sujeto de investigación arqueológica. Frank Cushing (1886) y los hermanos
Mindeleff, trabajando en el sudoeste de América, fueron etnoarqueólogos
Fewkesianos.
El paper de Donald Thompson (1939): “El factor estacional en la cultura
humana” es el primero que, retrospectivamente, puede ser clasificado como
etnoarqueología en el sentido moderno del término.
El nacimiento formal de la etnoarqueologóa como una subdisciplina de la
antropología ocurrió en 1956 en el paper de Maxine Kleindienst y Patty Jo Watson
titulado “Arqueología de la acción: el inventario arqueológico de una cultura
viviente”. En este, se llama al arqueólogo a enfrentar el campo de las
comunidades existentes con su propia orientación teórica y reunir la información
necesaria. También a tratar de definir dónde y en qué grado el total de la cultura
no material de la cultura podría ser inferido de la información recoletada. A pesar
de que la idea de las autoras dio frutos, siguió habiendo disputas acerca del
nombre y de la naturaleza de la subdisciplina. En 1957, Joseph Bauxar fue el
primero en usar el término etnoarqueología (en el sentido de Fewkes) en el título
de un paper, mientras que Richard Gould (1974) usó “arqueología viviente” para
referirse al esfuerzo hecho por un arqueólogo o un etnógrafo para hacer trabajo
en terreno de sociedades humanas existentes. Para él y muchos otros la
etnoarqueología es un marco de trabajo demasiado amplio como para poder
compararla con patrones arqueológicos y etnográficos. En una colección de
papers titulada Etnoarqueología (Donnan y Clewlow 1974) Oswalt propuso el
término arqueoetnografía para promover el uso de la información etnográfica para
la interpretación de encuentros arqueológicos.
A pesar de la asimetría entre etnociencia (el estudio de la ciencia de gente
que no es parte de una civilización mundial) y etnoarqueología (de la cual, el
único concenso de todos los autores es que NO se trata del estudio de
arqueologías nativas), el término etnoarqueología siguió conllevando
desacuerdos a su alcance.

Una etnoarqueóloga llamada Susan Kent, quien se ha especializado en


áreas de actividad de investigación, primero en el sudoeste de América y luego en
el desierto de Kalahari, hace las siguientes distinciones:

1.- Arqueología antropológica: “Un acercamiento holístico que utiliza los variados
campos de la antropología para obtener una descripción de un grupo
arqueológico. Sus objetivos tienden a ser de cultura histórica”.

2.- Etnografía arqueológica: “La provisión de material etnográfico potencialmente


útil para análogos que aporten a la identificación de descripciones arqueológicas,
especialmente valiosas como fuente de analogías no etnocéntricas e
identificaciones”.

3.- Etnoarqueología: La formulación y testeo de métodos, hipótesis, modelos y


teorías con informaciónn etnográfica que estén orientados arqueológicamente.
Idealmente se comienza con intereses de investigación arqueológica, luego se
revisa la información etnográfica para la formulación y/o testeo de hipótesis,
modelos y/o teorías acerca de estos intereses, y por último se regresa al regristro
arqueológico para implementar el conocimiento obtenido de la información
etnográfica.

4.- Analogía etnográfica: Observaciones de grupos históricos utilizadas para


identificar el registro arqueológico.

Pensamos que las primeras tres primeras definiciones son demasiado


restrictivas. La arqueología antropológica se define mejor más ampliamente, por
ejemplo como la arqueología que toma por aliadas a las ciencias sociales antes
que la ciencia o las humanidades. La etnografía arqueológica y la etnografía de la
Kent pueden entenderse como aspectos de una misma orientación de
investigación.
Después de todo la arqueología se utiliza para incluir tanto el trabajo en
terreno como el subsecuente análisis.
Si bien la distinción de Kent es analíticamente válida, cuando la etnografía
arqueológica aporta material para la etnoarqueología no tiene mucho sentido
insistir en el uso de ambos términos si, en el transcurso de un solo día, debemos
conceptualizar nuestro trabajo (de terreno y analítico) como un ir y venir entre
estos dos modos. Es preferible combinar las dos categorías de Kent, y utilizar
etnoarqueología para significar lo que Robert Ascher (1962) llamo “etnografía
para arqueología”, investigación que incluye un componente etnográfico, y es
llevada a cabo con las necesicades analógicas del arqueólogo en mente.
Muchos estudios autodenominados como etnoarquológicos estarían mejor
clasificados como etnohistoria (Adams 1973; Kelley 1982) o etnología (Tripathi y
Tripathi 1994), o como arqueología histórica.
Existen muchos estudios modernos sobre la cultura material que, si bien
son distintos de la etnoarqueología, tienen mucha importancia para ella. Un
ejemplo de esto es la antropología de sistemas técnicos.
Otro concepto de considerable importancia para la etnoarqueología, es la
“chaîne opératoire”; la serie de operaciones que transforman una sustancia de un
material crudo en un producto elaborado (van der Leeuw 1993: 239-40).
La etnoarqueología puede ser incluída dentro de una categoría más amplia de
“estudios de actualidad”, un término utilizado por los arqueólogos para referirse a
la investigación encauzada a proveer material para la analogía que involucra un
componente de campo, y que es llevada a cabo más de una forma empírica que
de laboratorio. Podemos decir entonces que los estudios de actualidad incluyen
aquello que podemos denominar como etno-arqueología; el estudio del
comportamiento animal que puede informar la interpretación arqueológica. Por
ejemplo: la acumulación de huesos de hienas o el estudio del asentamiento de
nidos de chimpancés y su potencial para generar sitios arqueológicos de
homínidos, de Jeanne Sept (1992).
* Una breve historia de etnoarqueología

Una bibliografía de etnoarqueología y estudios relacionados ha sido posteada por


cuatro años en internet. (http://www.acs.ucalgary.ca/~ndavid). Esta bibliografía
se ha convertido en una herramienta para el estudio de una historia dividida en
tres períodos principales:
– Un Período Incial, que va desde 1956 (el año de la publicación de
Kleindienst y Watson: “Arqueología de la acción”) hasta 1967.
– El Período de la Nueva Etnoarqueología, que empieza en 1968 y termina en
1981.
– El Período Reciente: desde 1982 y convenientemente subdividido en dos
subperíodos: Reciente 1, desde 1982 hasta 1989, y Reciente 2, desde 1990
hasta 1999.

- Período Inicial, 1956-67:

Es en este período donde la relación más importante es la existente entre


etnoarqueología y antropología. Esto se debe a que durante los sesenta hubo
desarrollos importantes dentro de la antropología, como por ejemplo el
estructuralismo y la antropología simbólica de Clifford Geertz y Victor Turner.
Durante la primera década tuvo lugar la discusión sobre el rol de la analogía
en la interpretación arqueológica (como el título del paper de Robert Ascher), y
en un sentido más amplio, las interrelaciones de los acercamientos arqueológicos,
etnológicos, etnográficos e históricos al pasado. El texto de Karl Heider
“Suposiciones arqueológicas y hecho etnográfico: un cuento con moraleja desde
Nueva Guinea” hizo un revuelo considerable porque les reveló a los arqueólogos
cuan pobremente preparados estaban para conceptualizar la rica variedad de vida
existente en las diferentes culturas. Es importante considerar el trabajo de Heider
debido a que el sentido común (una comprensión del mundo basada en premisas
etnocéntricas) confundió más de una vez a los etnógrafos del pasado.
En la primera mitad de 1960, Heider y un postulante a un doctorado de
atropología en Harvard trabajaron 26 meses entre los Dugum Dani en Irian Jaya,
Indonesia. Encajaban perfectamente dentro del perfil de una cultura neolítica,
pues no estaban bajo la influencia del gobierno ni de misioneros. Intercambiaban
las tierras por hojas de piedra que luego transformaban en hachas y otras
herramientas. Sus distinciones tipológicas apuntaban más a la herramienta entera
que a sus partes. Quizás la parte introductoria sobre las herramientas no tuvo
mucha implicancia, pero en una sección sobre asentamientos, Heider notó que
como resultado de la reutilización de materiales y de la excavación en los sitios
donde se encontraban casas antiguas para crear jardines de patatas dulces, era
poco y nada lo que quedaba de los complejos habitacionales individuales. Debido
a que los nativos se mudaban frecuentemente de un complejo habitacional a otro,
existe (como mínimo) el doble de casas que estaban siendo usadas en un
momento.
Nuevamente, en el tema de las relaciones en áreas internas (una aldea en
este caso), Heider muestra cómo las relaciones de comercio no podrían ser
reconstruídas ya que la mayoría del tráfico era indirecto y consistía en objetos
perecederos, mientras que los arqueólogos podrían inferir correctamente la
existencia de una red de comercio en base a la distribución de conchas y piedras.
A pesar del intercambio y otros contactos, muchos de los objetos familiares para
los Dani y sus vecinos no pudieron difundirse de un grupo a otro.
El paper de Heider refleja las suposiciones arqueológicas de sus días, y
cómo han cambiado. También es una reseña de cómo la etnoarqueología ha
dotado a los arqueólogos de un fondo mucho más grande y mejor controlado de
analogías para sus inferencias.
Heider subtituló su paper “un cuento con moraleja”, y el término fue
aplicado por algunos arqueólogos subsecuentemente. Quizás estaban frustrados
por las desafiantes suposiciones sobre las cuales debían basar sus
reconstrucciones, o quizás esperaban por leyes aplicables universalmente o
correlaciones regulares entre material y cultura. De todas maneras seguían
decepcionados. Los “cuentos con moraleja”, tal como otros casos de estudios
etnoarqueológicos, alertaron a los arqueólogos sobre la existencia de una
variedad de modelos, y los invitó a afilar sus herramientas analíticas y a
desarrollar otras nuevas.
La etnoarqueología comenzó despacio la primera década, con tan solo 1.4
publicaciones al año. La mayoría de los papers exploran el terreno; muchos
hablan sobre los tipos de artefactos. Por ejemplo la monografía de Raymond
Thompson (1958) “La producción de cerámica moderna Maya Yucatán”, que
yuxtapone la descripción etnográfica y una simulada colección arqueológica, o la
contribución de Hélène Balfet al volumen “Cerámina y hombre”, de Frederick
Matson, la cual mostro cómo la calidad, forma y decoración de la cerámica en
Maghrebin (África del norte) variaba con el modo de producción. En el mismo
volumen, George Foster (1965) escribió sobre las implicancias arqueológicas de la
producción de cerámica en México que inició un largo debate sobre la significancia
de la duración de vida de los tipos de cerámica utilitaria para la arqueología
(reflejada en su investigación). Lo destacable aquí es que el texto de Thompson y
el de Balfet hizo surgir preguntas interesantes acerca de los factores que
estructuran la cultura material y el registro arqueológico.

- Período de la Nueva Etnoarquología, 1968-81:

En 1962, el texto “Arqueología como antropología” de Lewis Binford condujo


a lo que se denominó como la “Nueva Arqueología”, haciendo hincapié en que la
cultura (entendida como los patrones extrasomáticos de adaptación huamana)
consistía en restos materiales que pueden ser estudiados sin hacer referencia a
las ideas de los creadores de dichos artefactos. Al mismo tiempo, el acercamiento
ecológico cultural estaba ejerciendo una influencia muy importante en la
arqueología.
Un entusiasmo exagerado de adherencia al positivismo lógico-deductivo
hempeliano y a la teoría de sistemas (Salmon 1976, 1978) condujo a lo que fue
señalado como un acercamiento científico explícito a la interpretación y
explicación arqueológica. Como la deducción es una forma de razonar que extrae
información de premisas, puede parecer antiético aplicarlo a la inferencia
analógica (que va más allá de las premisas). Pero los Nuevos Arqueólogos se
dieron cuenta de que necesitaban modelos de comportamiento humano desde
donde generar hipótesis que pudieran ser probadas contra el registro
arqueológico.
Aparte de los dos textos canónicos de la Nueva Arqueología: “Arquología
analítica”, de David Clarke y “Nuevas perspectivas en la arqueología”, editado por
Sally y Lewis Binford, el volumen editado “Hombre, el cazador” de Richard Lee e
Irven DeVore también apareció en 1968. Este conjunto de textos, que expresaron
el énfasis de la Nueva Arqueología en los sistemas adaptativos y en los cambios
preocesuales, a largo plazo, complementaron un movimiento internacional en la
paleoantropología que encontró defensa en el texto “La vida social del hombre
primitivo” de Sherwood Washburn (1961). Todos esto movió el foco de la
investigación hacia el hombre que tenía por tarea buscar comida y provisiones (el
cazador), la cual es el sello del período de la Nueva Etnoarqueología.
Durante este período hay un aumento de las publicaciones (13.4 por año).
El rango de sociedades en las cuales se lleva a cabo trabajo etnoarqueológico es
mucho más amplio; incluye agricultores y pastores de aldeas en una variedad de
ambientes. África y particularmente el África Del Sahara bajo se convierte en el
área más popular para hacer investigaciones arqueológicas. La descolonización
del continente llevó a una demanda por la investigación arqueológica en períodos
posteriores, y los intereses políticos de EEUU llevaron a financiar muchas de las
investigaciones africanas. El trabajo en Mesoamérica y en el sudoeste asiático fue
similarmente favorecido por los estadounidenses, quienes ya comenzaban a
formar parte del grueso que practicaba la etnoarqueología.
Como es esperado con un área recientemente desarrollada, un torrente de
artículos teóricos apuntarán a la especificación de la subdisciplina y a su relación
con las demás. En una bibliografía aún más grande hay una gran cantidad de
publicaciones relacionadas específicamente con la analogía, incluyendo el texto de
Gould “Más allá de la analogía en la etnoarqueología”, en el cual postula que el
uso de las analogías nos negaría la posibilidad de descubrir cosas nuevas en el
pasado. El título del texto de Martin Wobst: “La arqueo-etnografía de los
recolectores de cazadores o la tiranía del registro etnográfico en la arqueología”
dramatiza una supuesta incompatibilicad de escalas en la investigación
arqueológica y la etnoarqueológica.
En el área del material cultural fue la cerámica lo más popular con un 15%
de todas las publicaciones, incluyendo el primer estudio arqueológico publicado
por un no-occidental: Effah Gyamfi (de Ghana) (1980), con su “Tecnología de
alfarería tradicional en Krobo Takyiman”. Por otro lado, se preguntaba aún más
intensivamente sobre sitios arqueológicos como el locus de las actividades
humanas, y las sofisticadas excavaciones en lugares de asentamiento en el
sudoeste de Asia condujeron a la demanda de modelos para interpretar el espacio
doméstico y la arquitectura.
Otra área popular, estimulada en parte por el trabajo de Michael Schiffer
(1976), y más generalmente por las demandas de una arqueología procesual para
entender la naturaleza de los componentes arqueológicos, es el estudio de los
procesos de formación de sitios. El trabajo de John Yellen sobre los !Kung San
del Kalahari es el ejemplo más característico de esta área.
Durante este tiempo no existen todavía investigadores que se categoricen a
sí mismos como etnoarqueólogos, y unos pocos que practicaban la
etnoarqueología, muy ocasionalmente, y solo por períodos cortos de tiempo sobre
temas delimitados. Sólo hay cuatro monografías etnoarqueológicas: la de Watson
(1979), sobre la vida de aldea en Irán, y las otras tres sobre cazadores: la de
Yellen sobre los !Kung San, la de Binford (1978) sobre unos cazadores de renos
en alaska, los Nunamiut, y la de Gould (1980) sobre los Ngatatjara, aborígenes
del desierto australiano.
La discusión teórica durante este período tendía a enfocarse en temas
específicos más que en preguntas amplias. Sin embargo, los adeptos a la Nueva
Arqueología (o Procesualistas, como se hicieron denominar más tarde) ansiaban
leyes generales, y eran críticos con los etnoarqueólogos por no abastecerlos.
Schiffer comentó desfavorablemente sobre la particularidad de la mayoría de los
estudios etnoarqueológicos. Fueran críticas constructivas o destructivas lo que le
llegara a la etnoarqueología, todo apuntaba a que “finalmente estaba apunto de
convertirse en un respetable campo de esfuerzo dentro de la arqueología. Los
hallazgos etnoarqueológicos están claramente afectando a los métodos analíticos
y conduciendo a interpretaciones ya revisadas del registro arqueológico”
(Schiffer). Finalmente, las ansias de leyes o bien permanecieron insatisfechas o
se esfumaron pues simplemente no existen.

- El Período Reciente:
- Reciente 1, 1982-89:

“Reciente” es utilizado como análogo al Holoceno, o el Período Reciente en


el cual vivimos, y debido a que el término “moderno” conlleva con él un
considerable bagaje, es solo una pequeña porción la que nos interesa
desempacar.
Se data el comienzo de este período con la publicación “Símbolos en
acción”, de Ian Hodder; una colección de ensayos que explora las relaciones entre
objetos del material cultural de una cultura existente y conceptos arqueológicos
de cultura. Mientras la visión arqueológica predominante de la época era: “el
comportamiento patrón de la cultura material es un deformado pero predecible
reflejo del comportamiento humano”, Hodder concluyó que la cultura material no
refleja meramente la cultura, sino que sirve activamente para constituirla. Es en
este sentido donde los artefactos son símbolos en acción. Esta era una nueva y
excitante visión de la cultura material, y del rol de la etnoarqueología.
“Símbolos en acción” cuestionó los fundamentos de la interpretación, el
concepto arqueológico existente de cultura y la teoría de interacción de estilo, que
sostenía que el grado de similitud estilística entre dos componentes o
ensamblajes era una medida de la intensidad de la interacción social entre ellos.
Hodder desafió también una afirmación fundamental de la Nueva Arqueología:
que para fines estratégicos, la mente humana puede ser adecuadamente
conceptualizada como racional, economizando el procesador de información, y
puede por esto ser ignorada en la relación entre estímulos medioambientales y la
respuesta conductual humana.
Hodder elaboró una nueva teoría a partir de esta idea, influenciado por distintas
ideas (entre ellas el estructuralismo de Gidden y la teoría de práctica de
Bourdieu). La siguiente cita intenta explicarla: “existe la necesidad en los
arqueólogos de integrar teorías e ideas desde un amplio rango de estudios sobre
la estructura, el significado y la acción social. El prospecto es para un debate en
arqueología sobre estructuralismo y sus variadas críticas, el post estructuralismo,
el Marxismo estructural y la teoría social contemporánea. Lo que se quiere decir
con tales conceptos es que la ideología, la legitimación, el poder, el símbolo y la
estructura social deben ser discutidos dentro de la literatura arqueológica y los
conceptos deben ser incorporados a las interpretaciones del pasado”
Es interesante que el párrafo presagia la proliferación de posiciones teóricas post
procesualistas, y en algunos casos post modernistas que caracterizan a la “teoría
caliente” en los ochenta y a principios de los noventa.
Desde el año 1977 hasta 1990 se produjo un extenso debate sobre la
definición, los usos y la naturaleza del estilo en la arqueología, involucrando a
James Sackett, Lewis Binford, y del lado etnoarqueológico Polly Wiessner, quien
estaba trabajando en Kalahari en los 70's. En 1986, la publicación de un paper de
Pierre Lemonier presentaba su trabajo sobre la cultura material de los Anga, de
Papua Nueva Guinea.
“Símbolos en acción hizo prosperar a la etnoarqueología pero escasamente
resultó como una transformación inmediata del campo; el procesualismo se
mantiene como una fuerza potente. Una acalorada discusión entre Gould y
Watson, y la filósofa Alison Wylie sobre el concepto y uso de la analogía fue
efectivamente acabadacon el magistral texto de Wylie: “La reacción contra la
analogía”, en 1985.
Las estadísticas del período revelan cierta tendencia. El número de
publicaciones casi se triplica a 35.5 por año y por primera vez incluye un gran
número de textos en francés. África del bajo Sahara es el área geográfica más
popular, en gran parte debido a que el continente es percibido como el que posee
más gente practicando estilos de vida “tradicionales”, menos obviamente
afectados por la industrialización y la globalización.
El área local más popular, con el 18% de las publicaciones, es la doméstica,
el espacio comunitario y la arquitectura. Mientras que el sudoeste asiático todavía
domina en esta materia, África está bien representada. Susan Kent comienza a
publicar durante este período. Su monografía procesualista “Analizando áreas de
actividad” (1984), aunque está escenificada en Norteamérica, contrasta
vívidamente, y de una forma típica del período, con el texto post procesualista de
Henrietta Moore “Espacio, texto y género: un estudio antropológico de Marakwet
de Kenya” (1986).
La cerámica es ahora la segunda área local más popular (16% de las
publicaciones). Mientras los papers se ocupaban principalmente de describir
tecnología, un nuevo rango de preocupaciones involucrando estudios
comparativos y trabajo en terreno a escala regional se hace evidente en la
literatura. Gallay y Huysecom (1989) hacen un acercamiento regional a la
producción y distribución de cerámica en una zona multiétnica de Mali. Dean
Arnold (1985) escribe desde sistemas comparativos y una perspectiva ecológica
en “Teoría de la cerámica y proceso cultural”. De un modo muy distinto Daniel
Miller relaciona la variabilidad en la cerámica india a la variabilidad en la sociedad
como un todo en “Artefactos como categorías” (1985).
También detectables por primera vez son los los impactos de los proyectos
etnoarqueológicos a largo plazo y a gran escala, que involucran números de
estudiantes y asistentes nativos. Por ejemplo, el Proyecto de Etnoarqueología de
Coxoh, de Brian Hayden, estaba basado en tierras Maya entre 1977 y 1979
enfocado en la variabilidad del conjunto de habitantes de una casa, piedras y
cerámica. En las Filipinas, el Proyecto Kalinda de William Longacre (1970s) se
había enfocado productivamente en cerámica desde una variedad de
perspectivas, incluyendo la transmisión de ideas, la organización de productos,
comercio y trueque y la ciencia de los materiales. Las publicaciones de este
proyecto fueron numerosas en el período siguiente. La Misión Etnoarqueológica
Suiza en el oeste de África ha estado produciendo muchos, y bellamente
ilustrados sets de publicaciones primeramente sobre cerámica malí, incluyendo
arqueología histórica y la notable película de Huysecom y Agustoni (1997) sobre
la fundición de hierro entre los Dogon. Es en parte debido a estos programas que
hay un definitivo aumento en el todavía pequeño número de publicaciones que
tratan con la organización de producción y con la distribución, comercio e
intercambio de artefactos.
La mención del trabajo del hierro nos recuerda también que, en gran parte
debido que a las técnicas del horno en la fundición del hierro continuaron siendo
practicadas hasta muy tarde en el Sahara bajo, el subcontinente posee un
monopolio virtual de trabajos etnoarqueológicos de metalurgia. En los noventa, el
interés porla fundicón del hierro se extendió, aunque mucho menos de lo
esperado, al forjado.
Es en este período donde podemos emepzar a observar tendendias más
amplias dentro de la etnoarqueología. Las categorías relacionadas con la
subsistencia (fauna, cazar, otras técnicas de subsistencia) aumentan desde un
13.3% en la Nueva Etnoarqueología, a un 16.9% en este período y a un 18.6 en
el Reciente 2, en gran parte debido al trabajo hecho por Kristin Hawkes, James
O'Connel y sus asociados desde la Universidad de Utah. Su investigación sobre los
Aché en Paraguay y los Hadza de Tanzania se agrega al rango de los cazadores
tropicales y subtropicales estudiados. Los pastores se vuelven un foco de atención
en el período siguiente.
- Reciente 2, 1990-98:

Este período debe ser celebrado por su aumento de etnoarqueólogos no


occidentales. Incluye a Kofi Agorash y a Kodzo Gavua de Ghana, a los nigerianos
Kolawole Aiyedun, C. A. Folorunso y a S. O. Ogundele. Al franco-camerunés
Augustin Holl, Chapurukha Kusimba desde Kenya, Sokha Guèye de Senegal, el
franco-nigeriano Hassan Sidi Maamar, Füsun Ertug de Turquía, Seetha Reddy de
la India y Masashi Kobayashi de Japón. Es curioso que, con unas pocas
excepciones, los latinoamericanos no han sido atraídos por la etnoarqueología.
Casi todos los nombrados arriba fueron entrenados con la tradición arqueológica
occidental.
Nuestras estadísticas para este subperíodo están calculadas hasta e
incluyendo 1998. Indudablemente están incompletas, lo cual es sugerido por la
aparente disminución de la tasa de publicaciones a un 37.1 items por año. La
excesiva dominancia de África con un 39% de publicaciones también es una
muestra, aunque también hay involucrados factores políticos. El gran número de
papers sobre teoría, fomentados por una importante conferencia organizada por
Francoise Audouze (1992) en Antibes en 1991, incluye muchas que tratan (más o
menos efectivamente y desde una variedad de perspectivas) sobre la relación
procesualista/post procesualista. El espacio y la cerámica continuan siendo temas
populares.
Otros desarrollos en el pensamiento arqueológico son detectables en el
surgimiento y la rápida expansión de temas. Algunas publicaciones
etnoarqueológicas sobre varios aspectos de la fauna, son la evidencia de, entre
otras cosas, un deseo de identificar huellas arqueológicas de actividades
homínidas, particularmente la caza. Durante este período fue muy importante el
surgimiento del estudio de la etnoarqueología del pastoralismo. También hay más
estudios comparativos que buscan, pero no necesariamente encuentran,
uniformidades dentro del concepto. Por ejemplo el estudio sobre la frecuencia y la
vida útil de la cerámica desde una perspectiva transcultural.
Hay otra categoría que es relativa a África nuevamente y que merece la
atención. Mientras que hay clases específicas de artefactos y el rango de temas
va desde hierro hasta calabazas, desde brujería hasta estanques simbólicos,
estamos ganando nuevas comprensiones en el mundo de la metáfora que
subyacen a la cultura material. El mundo es crítico en la comprensión de cómo
están controladas las tecnologías y es transmitida entre y dentro de las
generaciones. Cuando estos cuestionamientos están sujetos a la división del
trabajo y a los modos de producción es aparente que son fundamentales para la
explicación y el esclarecimiento de la arqueología, para las comuinidades
culturales, el cambio y el desarrollo.
No hay duda de que durante el período Reciente han habido importantes
mejoras en el hacer y escribir etnoarqueología. No sería realista decir que la
etnoarqueología ha alcanzado su madurez como subdisciplina de la antropología,
al menos como la historia reciente de de la arqueología lo sugiere. La madurez
puede estar caracterizada por la incorporación progresiva a la disciplina desde
una variedad de puntos de vista dentro de un ampliamente concensuado marco
de trabajo filosófico, un rango vivo de acercamiento a diferentes temas, y la
aparición de estudios de segunda generación que agrupen y sinteticen casos
individuales.

* Las atracciones de la etnoarqueología

Casi no cabe duda de que aquellos que son atraídos por la arqueología
como profesión prefieren mantener cierta distancia entre ellos y la gente que
(indirectamente) están estudiando. A algunos les gustan los objetos, a otros el
pasado tangible y hay algunos de nosotros que no se sienten conmovidos la
primera vez que sostienen un hacha que fue fabricada un cuarto de millón de
años atrás. Otros, y Clarcke fue un buen ejemplo de ellos, se entretienen con el
registro arqueológico. Los etnoarqueólogos viven las dos experiencias; la de lejos
y la de cerca. Deben interactuar íntimamente en el día a día con gente,
usualmente de otras culturas, de quienes han venido aprendiendo y cuyas
acciones no controlan. Hay un encanto relativo a trabajar en terreno no sabiendo
precisamente qué va a suceder, estar ahí, aprovechar las opoprtunidades, incluso
si se debe lidiar con la frustración, el aburrimiento, el hambre. No se está nunca
tan vivo como en terreno.. Los etnoarqueólogos son investigadores que observan
y aprecian las cosas y la información “incrustada” en ellas, a quienes les gusta
aprender DE y reirse CON los Demás.
Muchos de los que practican la etnoarqueología también disfrutan del placer
de ser parte de un equipo, pero puede haber unos pocos etnoarqueólogos que
lamentan las tediosas tareas de la arqueología, más notablemente el interminable
lavar, pesar, contar, anotar, etiquetar y echar en bolsas a los especímenes. La
etnoarqueología es menos amenazante para las autoridades que la arqueología,
por lo tanto sus resultados han sido de menos importancia para la manipulación
política. Como la arqueología, contribuye al entendimiento del comportamiento
humano pero sin perder la inmediatez de la interacción.

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