Un esbozo de respuesta (indirecta) a un texto desafortunado del p. Iraburu.
1.- Cuando yo utilizo una palabra, significa lo que yo quiero que signifique, ni más ni menos (Lewis Carroll). 2.- La definición no debe ser clara, ni más clara que lo definido, sino «circiterista»: es decir, debe emplear términos indistintos y confusos, como si fuesen algo sólido e incuestionable, y extraer o excluir de ellos, el elemento que interesa extraer o excluir (Romano Amerio). Además, si es alusiva, debe contener connotación despectiva. 3.- «Filo-lefebvriano es quien comparte en mayor o menor medida las posiciones de los lefebvrianos» (José M. Iraburu). 4.- El Cardenal Darío Castrillón Hoyos declaró sobre la figura de Marcel Lefebvre: «Era un gran hombre de Iglesia y negarlo sería un error, ciertamente anti-histórico, contra la verdad. (…) Lefebvre tenía un gran amor por la Iglesia Católica e hizo cosas buenas que se deben tener en cuenta. En esencia, digo, sin temor a ser desmentido, que Lefebvre era un buen católico, cuya vida debe ser estudiada en profundidad, y en algunas partes también nuevamente evaluada.». Por tanto, se trata de un cardenal filo-lefebvriano que ha de ser anatematizado por sus opiniones. 5.- El p. Gerald Murray, en su tesis aprobada en la Universidad Gregoriana afirmó: «El examen de las circunstancias en las que Mons. Lefebvre procedió a consagrar obispos a la luz de los cánones 1321, 1323, 1324, provoca al menos una duda significativa, incluso una certeza razonable contra la validez de declaración de excomunión pronunciada…». Se trata de un canonista filo-lefebvriano que debe ser sancionado por sus opiniones. 6.- Desde la perspectiva del derecho canónico, es delito tanto el «cisma material» como el «cisma formal». Desde la perspectiva canónica, el delito de «cisma material» puede ser cometido tanto por personas como por instituciones. Por lo que se debe concluir que la FSSPX ha cometido el delito de «cisma material» colectivo y es canónicamente «cismática». 7.- El CIC de 1983 no ha modificado la definición del delito de cisma. No es verdad que mientras el CIC de 1917 empleó el término latino «recusat», el CIC de 1983 ha utilizado el término latino «detrectatio». Mienten, pues, los canonistas que afirman que ha habido mutación en la definición del delito de cisma. 8.- Luego de la sanción del CIC de 1983, no constituye un arcaísmo canónico hablar de suspensión «a divinis», y la censura de la suspensión «a divinis» puede aplicarse a personas (laicos o clérigos) y a instituciones. 9.- Clérigo suspendido con censura «a divinis» es idéntico a «clérigo vago», i.e., que tiene prohibido ejercitar sus funciones sacerdotales porque no está propiamente incardinado. 10.- Asimismo, hay que identificar «clérigo vago» con «clérigo cismático». 11.- La definición moral del pecado de cisma no es intrínsecamente dependiente de su definición canónica. El Catecismo de la Iglesia Católica no define al cisma (n. 2089) copiando literalmente la definición del CIC de 1983 (c. 751), y durante la vigencia del CIC de 1917, los teólogos no tomaban la noción moral de cisma de la norma canónica (c. 1325, 2). 12.- Desde la perspectiva de la moral cristiana toda desobediencia es «cisma material». Así, por ejemplo, los clérigos desobedientes, que no llevan traje eclesiástico, incurren en el pecado de «cisma material». 13.- Para la moral cristiana el pecado de «cisma material» no se especifica por su objeto: la separación. Por tanto, un acto no será de naturaleza cismática por su objeto específico, querido por la voluntad. 14.- Interno y externo son nociones idénticas. Por tanto, un «problema interno» de la Iglesia católica es idéntico a un «problema externo»; por ende reciben idéntico tratamiento eclesial, tanto los grupos que se encuentran en el «interior» de la Iglesia, como los que se encuentran en su «exterior». 15.- Para la Eclesiología del Vaticano II, toda lesión a la plena comunión eclesial, y toda desobediencia al Romano Pontífice, constituye un «cisma material», y no existen actos de desobediencia de naturaleza infra-cismática. 16.- A la luz del Vaticano II, se ha de tratar de idéntica manera a todos los «hermanos separados», sea que se encuentren en el «interior» o en el «exterior» de la Iglesia. 17.- El Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos y la Pontificia Comisión Ecclesia Dei son órganos idénticos de la Curia Romana, que tienen las mismas funciones, y se ordenan a tratar con personas en idéntica situación respecto de la plena comunión eclesial. 18.- La denominada communicatio in sacris activa, por la que un fiel católico pide sacramentos válidos a un ministro no católico, se rige por el c. 844, tanto en el caso de las iglesias y comunidades eclesiales «separadas», que son objeto de Ecumenismo, como en el caso de la FSSPX, que también es objeto de Ecumenismo. La Pontificia Comisión Ecclesia Dei ha cometido un grave error en materia de Eclesiología, Moral y Disciplina de los sacramentos, al aplicar para la communicatio in sacris activa con los ministros de la FSSPX normas y criterios distintos, y menos rigurosos, que los del ya citado canon 844. 19.- Potencia y acto son nociones idénticas. El peligro, que es potencial, se identifica con la realización de un suceso contingente, que es actual. Es así que nadar en el mar y ahogarse son realidades idénticas. 20.- «Cisma en potencia» y «cisma en acto» son nociones idénticas. Por tanto, la expresión «peligro de un cisma» es de idéntico significado a «cisma» consumado. 21.- Dice Benedicto XVI que «una ordenación episcopal sin el mandato pontificio significa el peligro de un cisma» (10-III-2009). Por tanto, «peligro de cisma» es lo mismo que «cisma consumado», así como peligro de incendio e incendio consumado son una misma cosa. 22.- En la Iglesia católica no existen actuaciones consistentes en decisiones disciplinares o prudenciales, en las que junto a principios seguros concurren otros elementos circunstanciales. Las expresiones de Juan Pablo II en el MP Ecclesia Dei (n. 3), al calificar de «acto cismático» la ordenación episcopal sin mandato pontificio realizada por el Arzobispo Lefebvre en 1988, constituyen una sentencia definitiva, y no un juicio prudencial. 23.- Por tanto, cuando Benedicto XVI dice que «una ordenación episcopal sin el mandato pontificio significa el peligro de un cisma» no está modificando la sentencia definitiva de Juan Pablo II, que es irreformable en sí misma; ni está atenuando el juicio moral prudencial de su predecesor, al cambiar la expresión «acto cismático» por «peligro de cisma», pues calificar a un mismo hecho de «acto cismático» o de desobediencia grave, que implica «peligro de cisma», significa, objetivamente, lo mismo. No es lícito aplicar a la proposición del Papa el «dictum de omni» de la lógica aristotélica: lo que se dice del género, o de la especie, no se puede predicar de los individuos. Tampoco es dable interpretar la frase del Papa en relación con su contexto inmediato, pues ni el párrafo en el que se inserta alude expresamente a la ordenación episcopal sin mandato pontificio realizada por el Arzobispo Lefebvre, ni el título del documento menciona la remisión de la excomunión a los cuatro obispos consagrados sin mandato por Lefebvre en 1988. 24.- Benedicto XVI dice en su libro Luz del mundo que los cuatro obispos consagrados por Lefebvre en 1988 «habían sido excomulgados por la sola razón de que habían sido ordenados sin mandato papal». No es posible interpretar que la expresión «por la sola razón» da una pauta hermenéutica sobre la mente del Papa en lo referido a la valoración actual de los sucesos de 1988.