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FILOSOFÍA ANTIGUA
Presocráticos
Selección de textos
1.2 (DK 11 A 10) Aristóteles, Política, ed. Aubonnet (París, 1968), 1259a4-21.
(...) Debería, además, reunirse los relatos que andan dispersos sobre los medios exitosos
empleados por algunos individuos para hacer fortuna. Todas esas indicaciones resultan
útiles a quienes tienen aprecio por el arte de los negocios, la crematística; por ejemplo, el
caso de Tales de Mileto: se trata, en efecto, de un recurso crematístico, que, si bien se le
atribuye debido a su sabiduría, encierra, sin embargo, un principio de aplicación universal.
Como algunos le reprocharan, en razón de su pobreza, que la filosofía no produce
provecho alguno, se cuenta que, habiendo previsto, gracias a sus conocimientos
astronómicos, que la producción de aceitunas sería abundante, dispuso del pequeño capital
que poseía, cuando aún era invierno, para obtener bajo fianza todos los molinos de aceite
de Mileto y Quíos, los que arrendó a bajo precio, ya que no tenía ningún competidor.
Cuando llegó el momento propicio y fueron muchos los que a un mismo tiempo acudieron
de pronto en demanda de molinos, Tales los arrendó al precio que quiso, logrando reunir
mucho dinero, para demostrar que los filósofos pueden enriquecerse fácilmente si así lo
desean, aunque no constituye ése su propósito. Se dice, en fin, que Tales dio con ello
prueba de su sabiduría; pero, tal como antes señalamos, se trata en realidad de un
expediente crematístico que aplica todo aquél que puede hacerse de un monopolio (...).
1.3 (D-K 11 A 12) Aristóteles, Metafísica, ed. Jaeger (Oxford, 1957), I.2.983a24-3.984a7:
Es, pues, evidente, que debemos adquirir la ciencia de las primeras causas (ya que decimos
que sabemos cada cosa cuando creemos conocer la causa primera). A las causas nos
referimos de cuatro maneras diferentes. En primer lugar, llamamos causa a la realidad y a
lo “qué es” (ya que el “por qué” nos lleva, en último término, al enunciado, y el “por qué”
es, en primer término, por otra parte, causa y principio). De otra manera, decimos que es
causa la materia y el sustrato; en tercer lugar, aplicamos este término al principio de donde
parte el movimiento; y, en cuarto lugar –contrario al tercero–, llamamos causa a la
finalidad y al bien (puesto que se trata de la meta de toda generación y movimiento).
Aunque ya hemos examinado bastante este tema en la Física, conviene, sin embargo, que
recordemos a quienes nos precedieron en la indagación de las cosas que son y que
filosofaron sobre la verdad; también ellos, sin lugar a dudas, hablan de ciertos principios y
causas. Esta revisión será seguramente de utilidad para la investigación en la que estamos
embarcados, ya que, o bien descubriremos algún otro tipo de causa, o bien se acrecentará
nuestra confianza en las que acabamos de mencionar. La mayoría de los que primero
filosofaron cree que los únicos principios de todas las cosas son de índole material; dicen,
en efecto, que aquello a partir de lo cual existen todas las cosas, o sea, el punto inicial del
cual se general, y el término en el que finalmente se corrompen, subsistiendo, en fin, en
cuanto realidad, pero cambiando en lo que hace a sus determinaciones, eso, precisamente,
es elemento y eso es principio de las cosas que son; y creen, por ello, que semejante
naturaleza ni se genera ni se corrompe porque permanece siempre, así como no afirmamos
que Sócrates nazca absolutamente cuando se vuelve bello o culto, ni que perezca cuando
pierde esas cualidades, porque subsiste el sustrato, es decir, Sócrates mismo, y otro tanto
ocurre con lo demás. Es necesario, por lo tanto, que exista cierta naturaleza, sea una o más
de una, a partir de la cual todas las demás cosas surjan, sin que ella misma se pierda. Por
cierto, no todos coinciden en sus afirmaciones acerca del número y del carácter de
semejante principio. Tales, el iniciador de este tipo de filosofía, sostiene que es el agua (y
afirmó, en consecuencia, que la tierra está sobre el agua), habiendo llegado quizás a esta
suposición al ver que todas las cosas se nutren de la humedad y que hasta el calor nace de
ella y en ella vive (puesto que aquello de lo cual se generan las cosas es el principio de
todas ellas). Es por este motivo, entonces, que llegó a esa suposición, y también porque las
simientes de todas las cosas poseen naturaleza húmeda. Hay algunos que creen que
también los antiguos, pertenecientes a una generación muy anterior a la nuestra, y los
primeros en haber hablado sobre los dioses, tuvieron idéntica concepción acerca de la
naturaleza: señalan a Océano y Tetis como padres de la generación y dicen que el
juramento de los dioses se hace por el agua, a la que llaman Estigia; porque lo antiguo es lo
más venerable y aquello por lo que se jura es lo más venerable. Saber si fue ésta la opinión
primitiva y más antigua, es algo tal vez incierto, pero sin embargo se dice que Tales hizo
estas afirmaciones sobre la causa primera. (En lo que toca a Hipón, a nadie se le ocurriría
ubicarlo entre éstos, por el escaso valor de su pensamiento). Anaxímenes y Diógenes, por
su parte, afirmaron que el aire es anterior al agua y principio primordial entre los cuerpos
simples, mientras que Hípaso de Metaponto y Heráclito de Éfeso dijeron que era el fuego
(...).
1. 4 (DK 11 A 14) Aristóteles, Del cielo, ed. Moraux (París, 1965), 294a28-b10.
Otros dicen que la tierra reposa sobre el agua. Ésta es, en efecto, la más antigua tesis que
nos ha llegado y que, según sostienen, fue enunciada por Tales de Mileto. De acuerdo con
ella, la tierra se mantiene estable debido a que flora sobre el agua como un leño o algo
semejante (ninguna de estas cosas, por cierto, se mantiene naturalmente sobre el aire, sino
sobre el agua), como si el mismo argumento no pudiera aplicarse a la tierra y al agua que la
sostiene: tampoco el agua, en verdad, se mantiene inmóvil en el aire, sino que debe
apoyarse sobre algo.
Además, así como el aire es más liviano que el agua, así también el agua es más
liviana que la tierra. ¿Cómo es posible, entonces, que lo más liviano se halle por debajo de
aquello que, por naturaleza, es más pesado? Si, además, la tierra en su totalidad se
mantiene naturalmente sobre el agua, resulta evidente que otro tanto debe ocurrir con cada
una de sus partes. Pero, en realidad, éste no es el caso: por el contrario, una cualquiera de
sus partes desciende hacia la profundidad del agua siendo mayor su velocidad cuando más
grande ella sea.
Estos pensadores, sin lugar a dudas, parecen haber avanzado en su búsqueda sólo
hasta un cierto punto, pero no hasta donde lo permite el problema.
1.5 (D-K 11 A 22) Aristóteles, Del Alma, ed. Jannone (París, 1966), I 2, 405a19-21, 411a7-9:
Parece que Tales, también –al menos según se cuenta–, concibió al alma como algo dotado
de la capacidad de poner en movimiento, si es suya la afirmación según la cual el imán
posee alma porque mueve al hierro.
Algunos, en efecto, afirman que el alma se halla mezclada en todo el universo, razón por la
cual quizá también Tales pensó que todas las cosas están llenas de dioses.
2. ANAXIMANDRO
2.1 (DK 12 A 1) Diógenes Laercio, Vidas, ed. Long (Oxford, 1964), II.1-2.
(1) Anaximandro de Mileto, hijo de Praxíades, natural de Mileto. Dijo éste que el principio
y elemento es lo infinito, sin definirlo como aire, agua, o alguna otra cosa; sus partes
cambian, pero el todo es inmutable. Dice que la tierra, que es esférica, permanece en el
medio, ocupando el lugar central; que la luna no tiene luz propia, pues está iluminada por
el sol; y que el sol, que no es más pequeño que la tierra, es fuego purísimo. Fue el primero
en inventar el gnomon y en aplicarlo, en Esparta, a los cuadrantes solares, según cuenta
Favorino en su Historia universal, para indicar los solsticios y los equinoccios; construyó
también indicadores de hora.
(2) Fue el primero en trazar el perímetro de la tierra y del mar, y en construir una esfera.
Elaboró una exposición sumaria de sus enseñanzas, que, entre otros, también cayó en
manos de Apolodoro de Atenas. Este, en su Crónica, dice que tenía sesenta y cuatro años
en el segundo año de la 58ª Olimpíada (547 -6 a. C.), y que poco después murió.
2.2 (D-K 12 A 9) Teofrasto, Opiniones de los físicos, ed. Diels (Berlín, 1879), frag. 2, p. 476.3-16
(en Simplicio, Comentario a la Física de Aristóteles, 24.13-25).
Entre aquellos que afirmaron que es uno, móvil e infinito, Anaximandro, hijo de Praxíades,
natural de Mileto, sucesor y alumno de Tales, afirmó que “principio y elemento de las
cosas es “lo infinito” (B1), siendo el primero que introdujo este nombre de principio. Dice
que éste no es el agua ni ningún otro de los llamados elementos, sino alguna otra
naturaleza infinita, de la cual surgen los cielos y los mundos que están en ellos; “pero a
partir de donde hay generación para las cosas, hacia allí se produce también la corrupción,
necesariamente, pues ellas pagan recíprocamente la pena y la compensación por la
injusticia según el orden del tiempo” (B1), como dice con palabras más bien poéticas”. Es
evidente que al observar el cambio recíproco de los cuatro elementos, no juzgó
conveniente hacer sustrato a uno de ellos, sino a otra cosa aparte de éstos. Para él, en
efecto, la generación no consiste en la alteración que experimenta un elemento, sino en la
“separación de los contrarios a causa del movimiento eterno”. Por esta razón, Aristóteles lo
ubicó junto con Anaxágoras.
2.3 (DK 12 A 11) Hipólito, Refutación de todas las herejías, ed. Wendland (Leipzig, 1916), I.6.1-
7 (= Cuestiones filosóficas).
(1) El discípulo de Tales fue Anaximandro. Anaximandro, hijo de Praxíades, natural de
Mileto. Dijo que el principio de las cosas era una cierta naturaleza de lo infinito, de la cual
surgen los cielos y el mundo que está en ellos. Esta naturaleza es eterna y “nunca
envejece” (B2), y abarca a todos los mundos. Habla del tiempo pensando en la finitud de la
generación, la existencia y la corrupción. (2) Dijo que el principio y elemento de las cosas
es lo infinito, siendo el primero en mencionar el nombre de “principio”. Además de esto,
dijo que es eterno el movimiento en el cual se lleva a cabo la generación de los cielos. (3)
Dice que la tierra está suspendida sin estar sostenida por nada, sino que se mantiene porque
se halla a igual distancia de todo; su forma es ahuecada, redondeada, semejante a una
“columna de piedra” (B5). Estamos situados en una de sus superficies planas, y en la otra
está el lado opuesto. (4) Los astros se forman cuando un círculo de fuego separado del
fuego del mundo queda rodeado por aire. Hay orificios como los que tienen las flautas para
que salga el aire, y a través de ellos se muestran los astros. Por eso, cuando estos conductos
están obstruidos, se producen los eclipses. (5) Hay a veces luna llena o menguante en
función de la obstrucción o de la apertura de los poros. La órbita del sol es veintisiete
veces mayor <que la de la tierra, y dieciocho veces mayor que aquella>1 de la luna. El sol
está en el extremo superior, y, en el inferior, los círculos de las estrellas fijas. (6) Los
animales surgieron <de la humedad>2 evaporada por el sol. El hombre se generó, en un
comienzo, similar a otro animal, a saber, el pez. (7) Los vientos se producen cuando se
separan del aire los vapores más livianos y cuando se mueven, al condensarse; las lluvias
provienen de vapores que se elevan <de la tierra>3 a causa del sol; los relámpagos, cuando
el viento cae sobre las nubes y las desgarra. Nació en el tercer año de la 42ª Olimpíada
(610-609 a. C.).
3. ANAXÍMENES
3.1 (DK 13 A 5) Teofrasto, Opiniones de los físicos, ed. Diels (Berlín, 1879), frag. 2, p. 476.16-18
y 477.1-5 (en Simplicio, Comentario a la Física de Aristóteles, 24.26-31 y 25.1.
Anaxímenes, hijo de Eurístrato, natural de Mileto y colega de Anaximandro, dice, al igual
que éste, que el sustrato es una naturaleza única e infinita, pero no indeterminada, como
sostenía éste <Anaximandro>, sino indeterminada, afirmando que ella es aire. Este se
diferencia en otras realidades por obra de la rarefacción y la condensación. En efecto, al
hacerse más sutil se transforma en fuego, mientras que al condensarse se vuelve viento,
luego nube, y más condensado aun, agua, después tierra y finalmente piedras. Todas las
restantes cosas, a su vez, procedes de ésas. Sostiene también que el movimiento es eterno,
y que es por obra de él que el cambio tiene lugar.
1
Agregado de H. Diels (también 2 y 3).
Teofrasto, en su Historia (ver A 5), utiliza los términos “rarefacción” y “condensación”
sólo cuando se refiere a Anaxímenes, pero es evidente que también los demás se valieron
de la rarefacción y la condensación.
3.2 Hipólito, Refutación de todas las herejías, ed. Wendland (Leipzig, 1916), I.7.1-9 (=
Cuestiones filosóficas).
(1) Anaxímenes, también de Mileto, hijo de Eurístrato, sostuvo que el principio es aire
infinito y que de él se origina todo lo que es, lo que fue y lo que será, tanto los dioses como
las cosas divinas, mientras que el resto surge de lo que procede de aquél . (2) El carácter
específico del aire es el siguiente: cuando su distribución es totalmente uniforme, resulta
invisible, pero se hace manifiesto por medio de lo frío, lo caliente, lo húmedo y lo móvil.
Está siempre en movimiento: en efecto, todo cuanto está sujeto al cambio no podría
cambiar si no se moviese. (3) Presenta aspectos diferentes según se condense o enrarezca;
cuando se dilata y se hace muy tenues, se transforma en fuego; inversamente, los vientos
son aire condensado; del aire, por concentración, se forma la nube; y cuando esa
concentración es mayor, se forma el agua; y en fin, cuando el aire está aún más
condensado, surge la tierra y, en un estado de máxima condensación, las piedras. De modo
que los componentes más importantes de la generación son contrarios, a saber, caliente y
frío. (4) La tierra, que es plana, se mantiene sobre el aire y, de modo similar, el sol, la luna
y los demás astros, que son todos ellos ígneos, “cabalgan” (B2a) sobre el aire debido a su
forma plana. (5) Los astros han surgido de la tierra, en razón de la humedad que de ella se
desprende y que, al enrarecerse, se transforma en fuego, del cual, al elevarse en lo alto, se
forman, a su vez, los astros. En la región de los astros hay también <cuerpos> de
naturaleza terrosa, que se mueven en círculo con ellos. (6) <Anaxímenes> dice que los
astros no se mueven por debajo de la tierra, como otros sostienen, sino en torno de la tierra,
como un “gorro” (B2a) gira alrededor de nuestra cabeza. El sol se nos oculta, no porque
vaya por debajo de la tierra, sino porque las regiones más elevadas de ésta lo cubren y
también porque está más distante de nosotros. Los astros, por su parte, no calientan, debido
a su enorme distancia. (7) Los vientos se originan cuando el aire, condensado, comienza a
moverse, enrareciéndose; al concentrarse y hacerse aun más denso, se forman las nubes, y
es de esa manera que se transforma en agua. El granizo se produce cuando el agua que
proviene de las nubes, al hacerse más húmedas, adquieren consistencia. (8) El relámpago
se origina al separarse las nubes por la violencia de los vientos: cuando ellas se separan, el
resplandor que se produce es intenso y semejante al fuego. El arco iris se forma al caer los
rayos del sol sobre el aire concentrado. El movimiento sísmico acontece cuando la tierra
sufre bruscos cambios de calor y frío. (9) Estas son, pues, las <opiniones> de Anaxímenes,
quien alcanzó su madurez en el primer año de la 58ª Olimpíada (548 -7 a. C.).
3.3 Aecio, Recopilación de las opiniones de los filósofos, ed. Diels (Berlín, 1879), I.3-4.
Anaxímenes, hijo de Eurístrato, natural de Mileto, sostuvo que el aire es el principio de las
cosas que son; de él, en efecto, todo procede, y, a su vez, en él, todo se disuelve. “Así
como nuestra alma, que es aire –dice– nos mantiene cohesionados, así también el soplo y
el aire abarcan al mundo todo” (Y utiliza los términos “aire” y “soplo” como sinónimos).
-- o --
4. HERÁCLITO
(1) Heráclito, hijo de Blosón (o, según otros, de Heraconte), natural de Éfeso. Floreció en
la 69ª Olimpíada (504 -501 a. C.). Llegó a ser sumamente arrogante y desdeñoso, como es
evidente también por su libro (...).
(2) (...) Ataca además a los efesios por haber puesto en exilio a su amigo Hermodoro (...).
(3) Retirado <de la vida pública> en el templo de Artemisa, solía jugar a los dados con los
niños. Rodeado <en cierta ocasión> por los efesios <que lo miraban>, les dijo: “¿de qué os
asombráis, sinvergüenzas? ¿Acaso no es mejor hacer esto que participar en el gobierno con
vosotros?” (...) Moría a los sesenta años. (...)
(5-6) (...) El libro que nos ha llegado de él se titula, en razón de su contenido, Sobre la
naturaleza; está dividido en tres discursos: uno sobre el universo, otro político y otro
teológico. Lo ofrendó al templo de Artemisa, según dicen algunos, escribiéndolo
deliberadamente en forma oscura, de manera que sólo los iniciados pudieran tener acceso a
él y no fuese presa de fácil desprecio por parte del vulgo. (...) Tanta fama adquirió su obra
que se originó, a partir de ella una secta de discípulos: los llamados heraclíteos.
(7) (...) Algunas veces se expresa en su obra con lucidez y claridad, de modo que hasta el
más torpe puede fácilmente comprender y sentir una elevación del alma; la brevedad y la
hondura de la exposición son incomparables. (...)
(16) (...) Muchos epigramas se refieren a él (...). Por ejemplo, este otro:
No enrolles rápidamente en torno a la varilla el libro de Heráclito
de Éfeso; es, por cierto, sendero difícil de recorrer.
Es tiniebla y oscuridad, sin luz; pero si un iniciado
te introduce, es más resplandeciente que el brillante sol.
4.3 Plutarco, Sobre los oráculos de la Pitia, 404 d-e (DK 22 B 93 /14 M).
También tú conoces, creo, lo dicho por Heráclito:
“el señor, de quien hay en Delfos el oráculo,
no dice ni oculta: sólo da signos”.
2
I.e., mi discurso es el discurso (= el único discurso efectivamente siempre existente).
de palabras y obras tales
como las que yo expongo
cuando distingo cada cosa según su naturaleza
y exhibo cómo es;
pero al resto de los hombres
les pasa inadvertido cuando hacen despiertos,
de la misma manera que les pasa inadvertido cuando hacen mientras duermen”.
4.20 Sexto Empírico, Contra los científicos, VII.133 (DK 22 B 2 / 23b M).
Tras haber mostrado con esas palabras [DK 22 B 1 / 1 M] que todo lo hacemos y pensamos
por medio de la participación en la razón divina, poco después, prosiguiendo, agrega –
puesto que es necesario seguir lo que es general, es decir, lo común–: “Mientras este mi
discurso es común, la mayoría vive como si tuviera una mente propia”. Y esto no es otra
cosa que una explicación de la manera de la disposición del todo. De modo que, en tanto
participamos concientemente de él, decimos la verdad, mientras que, si permanecemos
independientes de él, mentimos.
4.28 Porfirio, Cuestiones homéricas. A Ilíada IV.4, 69.1 (DK 22 B 102 / 91 M).
“Para el dios todas las cosas son bellas, buenas y justas; los hombres, en cambio,
consideran a unas injustas, a otras justas.”
3
Bebida hecha con vino, harina de cebada, queso de cabra y miel.
4.32 Aristóteles, Ética Nicomaquea, X.5.1176a (DK 22 B 9 / 37 M).
Diferente es el placer del caballo, del perro y del hombre, como dice Heráclito que “los
asnos preferirían desperdicios antes que oro”.
4.33 Platón, Hipias Mayor, 289 a-b (DK 22 B 82-83 / 92b M).
El más bello de los monos, al compararlo con la especie de los hombres, es feo (...) pero
también el más sabio de los hombres en relación con dios parece un mono, tanto en
sabiduría como en belleza y en todo lo demás.
-- o --
5. PARMÉNIDES
B 1 - Proemio (Sexto Empírico, Adv. Math. VII 111 y Simplicio, De Caelo 557, 28)
1 Las yeguas que (me) llevan tan lejos cuanto (mi) ánimo podría alcanzar,
2 me iban conduciendo luego de haberme guiado y puesto sobre el camino abundante en palabras
3 de la divinidad, que por todas las ciudades (?) lleva al hombre vidente.
4 Por él era llevado. Por él, en efecto, me llevaban las muy atentas yeguas
5 tirando del carro. Unas doncellas empero iban mostrando el camino.
6 El eje en los cubos emitía un sonido silbante
7 al ponerse incandescente -pues lo aceleraba un par de bien torneadas
8 ruedas, una por cada lado- cuando apresuraban la conducción
9 las doncellas Helíades que antes habían abandonado las mansiones de la Noche
10 hacia la luz y se habían quitado de la cabeza los velos con sus manos.
11 Allí están las puertas de las sendas de la Noche y del Día
12 enmarcadas por un dintel y un umbral de piedra.
13 Éstas, etéreas, se cierran con enormes hojas
14 de las cuales la Justicia, pródiga en castigos, posee las llaves de usos alternos.
15 A ella la aplacaron las doncellas con suaves palabras
16 persuadiéndola hábilmente de que para ellas el cerrojo asegurado
17 quitara pronto de las puertas. Éstas, al abrirse,
18 produjeron un insondable hueco entre las hojas,
19 cuando giraron en sus goznes uno tras otro los ejes guarnecidos de bronce
20 y provistos de bisagras y pernos. Por allí, a través de ellas,
21 derechamente las doncellas condujeron por el ancho camino el carro y las yeguas.
22 La diosa me acogió con afecto y tomando mi diestra en la suya
23 se dirigió a mí y me habló de esta manera:
24 "Oh, joven, compañero de inmortales aurigas,
25 tú que con las yeguas que te llevan alcanzas hasta nuestra casa,
26 ¡salud! Pues no es un mal hado el que te ha inducido a seguir
27 este camino -que está, por cierto, fuera del transitar de los hombres-,
28 sino el Derecho y la Justicia. Es justo que lo aprendas todo,
29 tanto el corazón imperturbable de la persuasiva verdad
30 como las opiniones de los mortales, en las cuales no hay creencia verdadera.
31 No obstante aprenderás también esto: cómo las apariencias
32 habrían tenido que existir genuinamente, siendo en todo (momento) la totalidad de las
cosas.
31 "Pero aprenderás también esto: cómo las cosas que aparecen [lo que parece]
32 es necesario que sean apariencialmente [probablemente], extendiéndose todas a través de
todo”.
B 2 (Proclo, In Timaeum I 345, 18-20; Simplicio, In Phys. 116, 28-32 a 117, 1)
1 Pues bien, yo (te) diré -tú preserva el relato después de escucharlo-
2 cuáles son las únicas vías de investigación que son pensables:
3 una, que es y que no es posible que no sea,
4 es la senda de la persuasión, pues acompaña a la verdad.
5 La otra, que no es y que es necesario que no sea,
6 ésta, te lo señalo, es un sendero que nada informa
7 pues no podrías conocer lo que, por cierto, no es (porque no es factible)
8 ni podrías mostrarlo.
B 3 (Plotino V 1, 8)
1 Pues lo mismo es pensar y ser.
B8 (Simplicio, In Phys. 145, 1-28; 146, 1-24; 38, 31-32 - 39, 1-9))
1 Sólo un relato de una vía
2 queda aún: que es. En ella hay muchísimos signos:
3 que siendo ingénito es también imperecedero,
4 total, único, inconmovible y completo.
5 No fue jamás ni será, pues ahora es todo junto,
6 uno, continuo. Pues, ¿qué génesis le podrías buscar?
7 ¿Cómo y de dónde ha crecido? No te permitiré
8 decir ni pensar: "de lo que no es", pues no es decible ni pensable
9 que no es. ¿Qué necesidad lo habría impulsado
10 a nacer, después más bien que antes, a partir de lo que no es nada?
11 De este modo, es necesario que sea del todo o que no sea.
12 Tampoco de lo que no es permitirá jamás la fuerza de la convicción
13 que se genere algo a su lado, en vista de lo cual ni generarse
14 ni perecer le consiente la Justicia aflojando las cadenas,
15 sino que lo mantiene sujeto. La decisión con respecto a estas cosas reside en esto:
16 es o no es. Pero se ha decidido ya, como es necesario,
17 abandonar una impensable e innombrable (pues no es
18 una vía verdadera) y tomar la otra que es y es veraz.
19 ¿Cómo podría ser después lo que es? ¿Cómo podría generarse?
20 Porque, si se generó, no es, ni si ha de ser alguna vez.
21 De este modo, la génesis se apaga y el perecer se extingue.
22 Ni es divisible, pues es todo homogéneo,
23 ni hay más aquí, lo que le impediría ser continuo,
24 ni hay menos, sino que todo está lleno de lo que es.
25 Por ende, es todo continuo, pues lo que es está en contacto con lo que es.
26 Además, inamovible dentro de los límites de grandes ataduras,
27 no tiene comienzo ni término, puesto que la génesis y el perecer
28 han sido apartados muy lejos: los rechazó la convicción verdadera.
29 Permaneciendo idéntico y en el mismo (sitio), yace por sí mismo,
30 y así permanece estable allí mismo, porque la poderosa Necesidad
31 lo mantiene sujeto dentro de las ataduras del límite que lo cerca,
32 puesto que no es lícito que lo que es sea incompleto,
33 pues es no-indigente; si no fuese así, carecería de todo.
34 Lo mismo es pensar y el pensamiento de que es.
35 Porque sin lo que es, cuando ha sido expresado
36 no hallarás el pensar; pues ninguna otra cosa es ni será
37 aparte de lo que es, ya que el Destino lo ató
38 para que sea un todo e inmóvil. Por ello es (mero) nombre
39 todo aquello que los mortales han establecido convencidos de que es verdadero:
40 generarse y perecer, ser y no ser,
41 cambiar de lugar y mudar de color resplandeciente.
42 Además, puesto que hay un límite extremo, está completo
43 desde toda dirección, semejante a la masa de una esfera bien redonda,
44 igualmente equilibrada desde el centro en toda dirección; pues no es correcto
45 que sea algo más grande ni algo más débil aquí o allá.
46 Pues no existe algo que no sea que le impediría llegar
47 a su semejante, ni existe algo que sea de modo que,
48 de lo que es, haya aquí más y allá menos, porque es del todo inviolable.
49 Por ende, siendo igual desde toda dirección, alcanza uniformemente sus límites.
50 Con esto concluyo para ti el confiable razonamiento y el pensamiento
51 acerca de la verdad; a partir de aquí aprende las mortales opiniones
52 escuchando el orden engañador de mis versos.
53 En efecto, establecieron dos formas en sus mentes para nombrar(las),
54 de las cuales una no es correcto nombrar -en esto se han extraviado-,
55 y dividieron su cuerpo en sentido contrario y les asignaron signos
56 separados los unos de los otros: a una el fuego etéreo de la llama
57 que es sutil, sumamente leve, del todo idéntico a sí mismo,
58 pero diferente de lo otro; pero también esto en sí mismo
59 es por el contrario noche ignorante, de cuerpo denso y pesado.
60 Todo el ordenamiento verosímil te lo declaro yo a ti
61 de modo que jamás te aventaje mortal alguno con su parecer.
-- o --
6. MELISO
-- o --
7. ATOMISTAS
7.1 (67 A 8) Simplicio, Fís. 28, 4
Además [Leucipo] sostiene que tanto existe el ser como el no ser y que ambos
son igualmente causas de las cosas que devienen. Afirma, en efecto, que la
sustancia de los átomos es sólida y plena y lo llamó ser, y que se mueve en el
vacío, al que llamó no ser, diciendo que éste es no menos que el ser.
Similarmente, también su compañero Demócrito de Abdera postuló como
principios lo pleno y lo vacío.
7.3 (68 A 37) Aristóteles, fr. 208 Rose, en Simplicio, Del cielo 294, 33
Demócrito considera que la naturaleza de las cosas eternas está constituida por
pequeñas sustancias infinitas en número; supone, además, que éstas se hallan en
un lugar diferente de ellas, infinito en extensión. Para denominar a ese lugar se
vale de los términos “vacío”, “nada” e “infinito”, y a cada una de las sustancias
las llama “algo, “sólido” y “ser”. Considera que las sustancias son tan pequeñas
que escapan a nuestras percepciones sensibles. Ellas poseen diversas formas,
figuras diversas y diferencias respecto de su magnitud. Y a partir de ellas, a las
que conciben como elementos, se generan y se forman por agregación los
volúmenes visibles a nuestros ojos y perceptibles.
7.5 (68 A 37) Aristóteles, fr. 208 Rose, en Simplicio, Del cielo 294, 33
[Esas sustancias] entran en conflicto y se desplazan en el vacío en razón de sus
desemejanzas y de las demás diferencias mencionadas, y al desplazarse se
encuentran y se enlazan entre ellas con un entrelazamiento tal que las hace entrar
en contacto y en recíproca proximidad, y, sin embargo, a partir de ellas no se
genera, en realidad, alguna naturaleza única. Del todo ingenuo, en efecto, sería
pensar que dos o más cosas pudiesen llegar a ser una sola. La causa de que las
sustancias permanezcan reunidas hasta un determinado momento son los
entrelazamientos y adhesiones recíprocas de los cuerpos, pues algunos [de los
átomos] son escalenos, otros ganchudos, otros cóncavos, otros convexos y hay
otros que poseen otras innumerables diferencias. Y considera [Demócrito] que
ellos se mantienen en contacto y permanecen reunidos durante un tiempo, hasta
que una necesidad más poderosa que les adviene desde el exterior los sacude con
violencia y, separándolos, los dispersa.