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TEMA 1

LA RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL

I) LOS ACTOS ILÍCITOS COMO FUENTE DE LAS


OBLIGACIONES

Como sabemos las fuentes de las obligaciones no se derivan sólo de


los contratos, sino que nacen también a consecuencia de ciertos
“actos y omisiones ilícitos o en que intervenga cualquier tipo de culpa o
negligencia”, según dice el Art. 1089.

Conforme a ello, cualquier acto ilícito que ocasiones o depare un daño


cualquiera a otro sujeto de Derecho debe conllevar el nacimiento de
la consiguiente obligación de reparar o indemnizar dicho daño. Este
aserto se expresa con el brocardo latino del neminem laedere como
una obligación de carácter general o principio general del Derecho en cuya
virtud dañar a otro ciertamente debe suponer tratar de reparar el daño
causado.

Siendo ello cierto, conviene recordar que la extraordinaria complejidad


de los planteamientos actuales, sólo se veían pálidamente reflejados en
el mundo jurídico romano. En consecuencia, la apelación al principio
del neminem laedere tiene sólo el valor de un recurso lingüístico de
evidente utilidad, pero que no debe llevarnos al engaño de considerar
que el actual Derecho civil es una mera continuidad del viejo Derecho
romano.

Quienes otorgan mayor relevancia al Derecho romano hablan


indistintamente de responsabilidad extracontractual y responsabilidad
aquiliana, epíteto éste que procede de la Lex Aquilia del siglo III a.C.
que consagró la posibilidad de que el daño inferido a las cosas
permitiese a su propietario reclamar una reparación equivalente al
valor máximo que aquéllas adquiriesen durante los treinta días
siguiente a la producción del daño. Pero en todo el ciclo del Derecho
romano no hubo una regla general que conectara el daño a la
responsabilidad como se consagró definitivamente en la Codificación,
sino una mera relación de supuestos concretos en los que cabía exigir
la reparación. Por ello, no hay necesidad de equipar la verdadera
responsabilidad aquiliana a la moderna responsabilidad
extracontractual.

II) RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL Y


RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL

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Surge la responsabilidad extracontractual de un impulso inicial de
evidente sentido común: quien ocasiona daño a un apersona o su
patrimonio de forma injustificada debe pechar por ello, aunque hasta
entonces no hubiera relación alguna entre ambas.

Este último dato evidencia la distinta génesis de las obligaciones


anunciadas en el Art. 1089:

a)Responsabilidad contractual:
Esta es la responsabilidad dimanante del incumplimiento del contrato
en cuya virtud el Ordenamiento jurídico pone a disposición del
contratante defraudado toda clase de medios y mecanismos para
conseguir la debida indemnización. Los protagonistas de dicha
responsabilidad son pues personas que antes de producirse el
incumplimiento contractual se encontraban relacionadas entre sí.

b)Responsabilidad extracontractual:
En este caso la responsabilidad es una derivación inmediata de la
realización de un acto ilícito que, a su vez, causa daño a otra
persona o a la esfera jurídica de otra persona. En consecuencia,
las personas interesadas en la responsabilidad extracontractual
son por principio extrañas entre sí, ni tienen por qué conocerse. Es
más, esto será lo norma, aunque, por supuesto, es
intrascendente que el agente dañoso y la víctima del daño se
conozcan o no para que se produzcan los efectos propios de la
responsabilidad extracontractual.

La relación y el contrapeso existentes entre ambos tipos de responsabilidad


puede deducirse se ha planteado en términos que fácilmente pueden
deducirse del articulado del Código Civil: la responsabilidad
contractual debía considerarse un tema importantísimo, mientras que
la responsabilidad extracontractual reflejaría supuestos si no
excepcionales sí al menos secundarios del funcionamiento cotidiano
del Derecho.

Ciertamente en términos estadísticos ha sido así durante muchísimo


tiempo: las sentencias relativas a los distintos aspectos y figuras
contractuales superaban claramente el número de resoluciones
judiciales relativas a resolver litigios de responsabilidad
extracontractual. Realidad ésta que se reflejaba también en las
exposiciones doctrinales, ya que los estudios o comentarios
jurisprudenciales sobre la materia eran escasísimos hasta el inicio del
último tercio del siglo XX y, por otra parte, los tratados o manuales
españoles sólo ofrecían exposiciones sucintas en relación con la
responsabilidad extracontractual.

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La situación apenas descrita pertenece claramente al pasado, pese al
mantenimiento del breve y originario articulado del Código Civil
dedicado a la materia, Art. 1902 a 1910. Ahora bien, la mayor parte de
estos artículos ha sido objeto en las últimas décadas de centenares
de sentencias ofreciendo una riquísima y vivificadora casuística
jurisprudencial en esta materia. De otra arte, la regulación del Código
se ha visto complementada por importantísimas leyes especiales en
las que la responsabilidad civil recibe un tratamiento normativo ad
hoc, entre las que destaca probablemente la Ley 30/92 de Régimen
Jurídico de las Administraciones públicas y del Procedimiento Administrativo
Común.

Por ello, conviene destacar que corren vientos de reforma incluso para
el articulado del Código Civil. Como después veremos la Ley 1/1991
ha modificado el Art. 1903 respecto de la responsabilidad civil del
profesorado y de los centros docentes. Por otro lado, la Comisión
General de Codificación ha estado debatiendo una nueva posible
redacción del articulado del Código, poniendo en evidencia el signo
de los tiempos.

Finalmente hay que recordar que la separación entre responsabilidad


contractual y la responsabilidad extracontractual despliega su
importancia en el momento genético de la obligación, siendo
intrascendente con posterioridad. De ahí que, una vez nacida la
obligación de reparar propia de la responsabilidad extracontractual,
las reglas y principios de la denominada teoría general de las obligaciones
se aplicarán según convenga al caso concreto de que se trate.
III) RESPONSABILIDAD CIVIL Y
RESPONSABILIDAD PENAL

En numerosas ocasiones, a la responsabilidad extracontractual se le


denomina sencillamente responsabilidad civil con la pretensión de
contraponerla a la responsabilidad penal. La razón de ello radica en
que, aunque hablando en términos generales, los actos ilícitos en
sentido amplio resulten siempre reprobables para el Ordenamiento
jurídico, no todos ellos merecen el mismo tratamiento y una sanción
similar, ni siquiera en el caso de que el resultado de la actuación
ilícita sea idéntico.

Partamos de un supuesto sencillo: piense Vd. en que su casa resulta


presa de las llamas a consecuencia de que un amigo, de forma
absolutamente fortuita e involuntaria, provoca el incendio, y piense
seguidamente en que la destrucción por incendio de su casa se debe
a que una persona, deliberada y conscientemente, le prende fuego.
Aunque el resultado final sea el mismo y su interés en verse resarcido
resulte coincidente, mediante la reparación de los daños causados, es
obvio que ambos supuestos merecen distinta contemplación,
atendiendo a consideraciones de carácter subjetivo del agente y a la
protección de los intereses generales.

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En el primer caso entrará en juego única y exclusivamente la
responsabilidad extracontractual; en el segundo, por el contrario, será
de directa aplicación el Código Penal, aunque completado con la
responsabilidad civil para lograr la reparación del daño causado.

Los actos ilícitos, por tanto, pueden ser ora de carácter puramente
civil, ora de naturaleza penal. Estos últimos son considerados delitos o
faltas en atención a su gravedad y a la lesión no sólo de bienes
patrimoniales de terceras personas, sino en cuanto infringen o alteran
el orden público. El Ordenamiento jurídico, en consecuencia, tipifica y
sanciona las conductas delictivas con medios propios y específicos,
contemplados en el Código Penal: privación de libertad, destierro o
privación del derecho a residir en determinados lugares o acudir a
ellos, inhabilitación, etc., dejando aparte el hecho de que la
responsabilidad extracontractual puede ser accesoria de la
responsabilidad penal propiamente dicha.

El Código Civil, respetuoso de la tradición histórica y de la


bipartición en dos parcelas jurídicas bastante diferenciadas (el
Derecho civil y el Derecho penal, asentados en principios
radicalmente distintos) tanto en su regulación normativa cuanto en
los propios órganos jurisdiccionales, establece en el Art. 1.092 (ilícitos
penales) que “las obligaciones civiles que nazcan de los delitos o faltas se
regirán por las disposiciones del Código Penal”, para disponer en el Art.
1093 (ilícitos civiles) que la responsabilidad extracontractual derivada
de los “actos u omisiones en que intervenga culpa o negligencia no
penadas por la ley (esto es, los llamados ilícitos civiles) se regularán por
los artículos 1902 y siguientes del propio Código Civil”.

Dicho planteamiento siendo cierto, no deja de ser algo simplista y


requerirá algunas precisiones, que aclaren el juego de los DOS
ÓRDENES JURISDICCIONALES EXISTENTES: el penal y el civil:

 En el caso de que el proceso penal culmine mediante


sentencia condenatoria, ésta deberá pronunciarse de forma
inexcusable sobre la responsabilidad civil dimanante del ilícito
penal, salvo si el querellante se reservó el posterior ejercicio de la
acción civil a efectos de la reparación del daño producido.

 Si el proceso penal termina mediante sentencia absolutoria,


a partir de la firmeza de ésta comienza a correr el plazo de
prescripción de la posible acción civil de resarcimiento de los
daños sufridos por el perjudicado. La sentencia penal, pues, no
genera el efecto de cosa juzgada respecto de la responsabilidad
civil, ni la inexistencia de ilícito penal (judicialmente declarada)
implica la inexistencia de responsabilidad extracontractual que, a
continuación, puede ser exigida por la víctima del daño. Es más ni
siquiera los hechos probados en el proceso penal perjudican de
forma irresoluble a la víctima ya que el Tribunal civil puede
establecer la base fáctica de la reclamación civil sin limitarse a

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aquéllos, tal como así viene declarando la jurisprudencia de forma
reiterada.

 Es pertinente igualmente el posterior ejercicio de la acción civil


cuando la causa penal es objeto de sobreseimiento, pues en
tal caso es innegable la competencia del Juez civil para el
conocimiento de los hechos.

 Finalmente, hay que recordar que el perjudicado por el delito o


falta puede ejercitar la acción penal, reservándose, sin
embargo, las acciones civiles para, posteriormente, reclamar la
reparación por responsabilidad extracontractual en vía civil. Ahora bien,
hay que observar que dicha reserva de la acción civil, que debe
plantearse en la propia querella, cuando todavía no se vislumbra
con claridad si la sentencia penal será condenatoria o absolutoria,
supone una extraordinaria dilación en la reparación del daño, que
no quedará resuelta hasta la finalización del segundo proceso,
ventilado exclusivamente ante los Tribunales.

La importancia de las cuestiones tratadas se ha visto incrementada


con la promulgación de la L.O. 5/2000, REGULADORA DE LA
RESPONSABILIDAD PENAL DE LOS MENORES, pues su aprobación supone
incrementar el arco de eventuales responsables penales: conforma a
ella, cabe “exigir la responsabilidad de las personas mayores de catorce
años y menores de dieciocho por la comisión de hechos tipificados como
delitos o faltas en el Código Penal o las leyes penales especiales” (art. 1.1).

Existiendo responsabilidad penal en dicha franja de edad, de los


catorce a los dieciocho años, va de suyo que, por supuesto, en la
mayor parte de los casos se derivará de aquélla la consiguiente
responsabilidad civil, a la que ciertamente también hace referencia la
LEY ORGÁNICA 5/2000:

 En efecto, el Art. 61.1 de la Ley establece que la acción para exigir


la responsabilidad civil en el procedimiento regulado en esta Ley
se ejercitará por el Ministerio Fiscal, salvo que el perjudicado
renuncie a ella, la ejercite por sí mismo... o se la reserve para
ejercitarla ante el orden jurisdiccional civil conforme a los
preceptos del Código Civil y de a Ley de Enjuiciamiento Civil.

 De otra parte, es natural que el responsable penal menor de edad


implique en la consiguiente responsabilidad civil a sus
representantes legales, a los que por cierto el Art. 61.3 de la Ley
Orgánica 5/2000 condena a asumir solidaria y objetivamente la
posición de responsables:
“Cuando el responsable de los hechos cometidos sea un
menor de dieciocho años responderán solidariamente con él
de los daños y perjuicios causados sus padres, tutores,
acogedores y guardadores legales o de hecho, por este orden.
Cuando éstos no hubieren favorecido la conducta del menor

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con dolo o negligencia grave, su responsabilidad podrá ser
moderada por el Juez según los casos”.

IV) LA RESPONSABILIDAD CIVIL Y EL


DENOMINADO DERECHO DE DAÑOS

El relativo olvido en el que durante años ha dormitado la responsabilidad


extracontractual para la doctrina ha provocado un movimiento pendular en cuya virtud
mejor que hablar de responsabilidad civil se debería construir una teoría general del
denominado “Derecho de daños”, como pretendido sector autónomo del
Ordenamiento jurídico.

Semejante propuesta, que aquí debe apuntarse con pretensiones meramente


didácticas, encuentra su punto de arranque en sugerencias o indicaciones en buena
medida puramente terminológicas, de una parte, y, de otra, en la tendencia
modernizadora de ciertos autores que parecen disfrutar con la importación o
incorporación de categorías foráneas.

En concreto “Derecho de daños” es la traducción literal de la expresión


anglosajona law of torts, el cual engloba en sí el tratamiento general de la
jurisprudencia sobre los distintos supuestos de responsabilidad extracontractual. Por
consiguiente, hablar de ésta o utilizar la expresión “Derecho de daños” poco o nada
añaden al fondo de la cuestión que consiste en el estudio de un subsector del Derecho
privado patrimonial en el que el nacimiento de las obligaciones se produce a
consecuencia de la realización de una serie de actuaciones y omisiones de carácter
negligente que conllevan la necesidad de reparación a favor del perjudicado.

V) FUNDAMENTO Y SISTEMAS DE
RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL

La nota característica básica de la responsabilidad


extracontractual radica sin duda en la producción de un daño que
debe ser objeto de reparación, sin que se requiera la existencia de de
vínculo obligatorio o relación alguna entre el autor del daño y la víctima del
mismo. Esto es, la obligación de reparar no surge del incumplimiento
de de una obligación previamente existente, sino del mero hecho de
haberse producido un daño. De ahí el tenor literal del Art. 1902 CC
que, al consagrar el principio fundamental de la responsabilidad
extracontractual, establece sencillamente que “el que por acción u
omisión causa daño a otro, interviniendo culpa a negligencia, está obligado
a reparar el daño causado”.

En dicho precepto se establece paladinamente un sistema de


responsabilidad subjetiva, en el que la responsabilidad civil, una
vez producido el daño se hace derivar directamente de la culpa en

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que haya incurrido el autor de la acción u omisión que merece la
calificación de ilícito civil. El resultado dañoso para un tercero y la actuación
(u omisión) culposa del agente serían presupuestos necesarios e
ineludibles de la generación de la responsabilidad extracontractual.
Tanto monta, monta tanto cabría decir en relación con la importancia
de los dos elementos para el nacimiento de la responsabilidad
extracontractual.

Frente a dicho criterio, sentado como regla general por nuestro


Código, otras disposiciones normativas (incluso algunos artículos del
propio Código) establecen un sistema de responsabilidad
objetiva, en el que, con carácter general, la obligación de
resarcimiento se genera simplemente por la relación de causalidad
entre la actuación (activa u omisiva) del agente y el daño producido,
independientemente de todo elemento de intencionalidad o falta de
diligencia (esto es, culpa) del agente. Bastaría pues que se produjera
cualquier daño para que el responsable del mismo, aun sin culpa
alguna, hubiera de indemnizar a la víctima.

En general, nuestro Derecho ha de ser incluido dentro de la


concepción del Derecho moderno que, en principio, conserva el
dogma de la responsabilidad culposa o subjetiva, cohonestándolo con
supuestos de responsabilidad objetiva que, como tendremos ocasión
de ver, cada día asumen mayor frecuencia e importancia.

Sin embargo, la trascendencia de los supuestos de responsabilidad


objetiva es tal que desembocaría en la afirmación de que, hoy día, la
responsabilidad objetiva constituye la regla general y, por el
contrario, la responsabilidad culposa o subjetiva seria la excepción.

Semejante giro en la materia, sin duda copernicano, se debe


fundamentalmente a la convicción contemporánea de que la
responsabilidad civil es necesariamente un concepto jurídico
indeterminado que depende del conjunto de los valores de cualquier
sociedad. Por tanto, si hoy la responsabilidad objetiva parece ser el
criterio de política legislativa más estimable (frente a las anteriores
concepciones culposas) ello se debe sencillamente a que en nuestra
actual sociedad importa más la naturaleza reparadora de la
responsabilidad extracontractual que la determinación del sujeto
responsable de los daños causados.

No obstante ello, aunque sea por respetar la historia, veamos ante


todo los presupuestos propios de la responsabilidad subjetiva, por ser
el sistema seguido en la fundamental por el Código Civil español.

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