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Eutonia
Concepto.‐ Si bien nos comunicamos todo el tiempo y a menudo sin hablar,
probablemente la comunicación no verbal sea responsable de más de lo que
sucede entre los seres humanos que el hablar mismo (accompaniment). La Musicoterapia I
eutonía (tonicidad armoniosamente equilibrada en adaptación constante al Recopilación por:
estado o actividad del momento) fue creada y desarrollada por Gerda Alexander. Erick Rivas Maya
Es una disciplina corporal basada en la experiencia del propio cuerpo.
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¿Qué es el Contacto Humano?
¿A qué nos referimos cuando hablamos de contacto?, ¿a un modo de estar?, ¿un modo de hacer?, ¿un proceso a
alcanzar?, ¿es innato?, ¿adquirido?, ¿una condición del ser?
Muchos autores, desde sus distintas vertientes, lo han tomado en sus enunciados teóricos. Todos coinciden en la
preeminencia que tiene para una vida saludable.
El contacto corporal responde a una necesidad básica del ser humano, indispensable para la supervivencia. El bebé,
necesita “sentirse tocado” y estar al amparo de manos maternas que brinden cuidado, protección y sostén. Estas
experiencias tempranas, son las primeras improntas sensoriales que se adhieren a la piel, a modo de mensajes pre‐
verbales, estableciéndose así los primeros diálogos madre‐hijo. En esa escena vincular, tanto la piel como el tono
muscular, funcionan “como un telón de fondo emocional”, creando así un sostén que provee cuidado, confianza y
seguridad.
A partir de estos contactos primarios, el niño irá imprimiendo sensaciones, tanto físicas como emocionales, para ir
forjando su ser. Su mundo sensorial y afectivo comenzará a poblarse, las necesidades se transformarán en deseos, los
deseos en posibilidades o frustraciones. Estos serán los inicios para conquistar el mundo, así irá gestando su Yo psíquico,
que tomará como herencia ese bagaje sensorial de su “yo de sensaciones”.
Un buen reconocimiento materno, se sostiene en esa capacidad perceptiva que la pone en contacto con la necesidad de
su bebé, desarrollando la habilidad para cubrir sus necesidades, incrementando la comunicación, la atención, la sintonía
mutua, especialmente en el periodo en que el hijo depende especialmente de ella.
La piel, junto con la mirada, y el sentido auditivo, conformarán una trilogía básica para esos contactos iniciales, los olores
y sabores también colaboran.
El sentido del tacto permitirá ir creando un límite de superficie donde la piel funciona como mediadora entre un “yo” y
otro, contorneando y delimitando la territorialidad del cuerpo con el mundo externo.
También, una mirada en contacto, hace al reconocimiento, aceptándolo en su presencia. La palabra y la melodía de la
voz acariciarán a modo de “envoltura sonora”.
Estos contactos básicos resultan vitales, e integran un repertorio de estímulos que, de acuerdo a su cualidad e
intensidad serán la plataforma para un crecimiento, desarrollo y maduración saludables.
Pensemos entonces en el desempeño que debe tener una mamá en esa búsqueda constante para estar “lo
suficientemente en contacto sensible” para interpretar gestos, llantos, balbuceos y otras manifestaciones de su hijo.
Y en su capacidad “dadora” para proveer.
¿Qué ocurre cuando esta sintonía no fluye? Cuando mamás ansiosas no se detienen a comprender la demanda,
comienzan las “fallas”, los procesos evolutivos psico‐emocionales se ven afectados. Con el correr del tiempo nos
encontramos con adultos inmaduros, inseguros, lábiles, con dificultades para sostenerse en sí mismos, que no han
podido tener autonomía. Otros, quedan en el lamento estéril de lo que no han recibido, apresados en esas faltas,
obstaculizan un posible contacto más vital con todo lo que los rodea en el aquí y ahora.
Tomaremos el cuerpo como base constitutiva de la identidad, y esencial para el reforzamiento “yoico”. La clínica y
pedagogía corporal sustentada en modelos senso‐perceptivos, como la que propone la Eutonía, nos acerca a la
experiencia concreta de la propia corporalidad, intentando ampliar el campo auto‐perceptivo a través de canales
sensibles que permitan otras vías de reconocimiento, desarrollando la capacidad de captar y registrar simultáneamente
la información que llega a la conciencia desde la interioridad. Poder estar en contacto con uno mismo, es uno de sus
objetivos.
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Las percepciones, tanto internas como externas, están siempre condicionadas por esas experiencias previas (tempranas)
que almacenadas en la memoria, el inconsciente corporal y enmarcadas bajo un manto emocional, van desplegando
modos de funcionamiento que, trascendiendo la sensorialidad, se complejizan involucrando la subjetividad.
En verdad, aunque la persona reconozca que nunca volverá a sentir esas manos maternas como hubiera deseado, no
renunciará a la posibilidad de encontrar nuevas vivencias para viejas carencias descubriendo opciones sustitutas para
restaurar esos quiebres.
Desde esta perspectiva, el espacio corporal ofrece la posibilidad de experimentar desde el propio cuerpo, constatarlo
para construir y representarlo desde una mirada interna que se va abriendo a nuevos registros. No siempre la
percepción interna se corresponde con la percepción visual, al cotejar ambas representaciones que se construyen desde
vías diferentes. Estas experiencias resultan particularmente interesantes en problemáticas de imagen que tanto nos toca
en la cultura actual.
Si las improntas táctiles van desarrollando un sentimiento corporal, por qué no pensar también en la implicación del
contacto como construcción de la imagen. En la clínica corporal, implementada en personas con trastornos alimentarios
(anorexias‐bulimias) tratados en contextos interdisciplinarios, observamos justamente los quiebres en estas relaciones
madres‐hijos. Vínculos muchas veces simbiotizados, donde hay una piel para dos, “somos un cuerpo con dos cabezas”
otros lugares maternos totalmente ausentes, pieles sin inscribir, hijas que deben poner el cuerpo esqueleto para
sostener a sus madres. “Mi mamá es muy blanda, yo debo ponerme más dura, si no se cae”. Son las sensaciones que
devienen percepciones, imágenes, y recuerdos, las que acompañan este emprendimiento.
Penetrar en el campo propioceptivo implica muchas veces internarse en un universo sensorial poco explorado, de
contornos difusos con paisajes inciertos, donde no abundan las certezas, encontrándonos también con sitios
despoblados, o con lugares difíciles de penetrar.
El trabajo desafía el deseo de indagar en la interioridad y pone muchas veces en evidencia las tensiones entre el
individuo y sus situaciones vividas, entre él y su entorno.
La propuesta sugiere un lugar reparador de cuidado y sostén donde la persona, en su tiempo y espacio se permita
enmendar carencias de buen contacto restituyéndose a sí misma una piel permeable para recibir nuevas improntas,
pudiendo también construir andamiajes desde sus propios huesos, luego de reconocerlos vivencialmente, buscando
auto‐sostenes más sólidos para armarse a cambio de acorazamiento en la musculatura que a modo de falso sostén,
limita el fluir de la energía restringiendo el movimiento, y la capacidad para expresar con su cuerpo. La piel da
continencia y límite, el hueso da sostén y seguridad. A modo de analogía, un andamiaje “verdadero” toma el esqueleto
como estructura de sostén, reconociendo la coraza muscular como “falso sostén.”
Re‐conocer, es volver sobre lo ya conocido, desde un lugar de observación distinto donde cada experiencia corporal nos
revela nuevos datos que completan la imagen que cada uno tiene de sí.
Cuando un individuo puede habitar su cuerpo y poblarlo crece la “confianza en sus sensaciones”, tornándose más
sensible en la capacidad para decodificar sus necesidades y poder satisfacerlas a partir de recursos que se implementan
en la tarea. Esto lo hace responsable de su proceso terapéutico o pedagógico.
El terapeuta desde su “estar en contacto perceptivo” acompaña y lo guía, toca con la palabra, que a modo de consigna
va desencadenando “el hacer”, también está habilitado para tocar con sus manos.
Gerda Alexander, creadora de la Eutonía, desarrolló el contacto consciente y al toque eutónico como uno de sus
principios.
El contacto es comunicación, es un vínculo que establecemos con otros seres u objetos, forma parte de la condición
humana, es un don adquirido e incorporado que desarrollamos de modo inconsciente o natural, resulta un patrimonio
habitual. Nuestra piel recibe permanentemente el contacto de la ropa y demás objetos que la rozan, pero es solamente
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a través de hacerlo consciente que se modifica la sensación y la cualidad del mismo, pudiendo captar texturas,
temperaturas, sensación de peso, etcétera.
El contacto consciente, al cual nos referimos en la vivencia eutónica, se integra en un proceso de observación y atención
puestos donde se establece el encuentro con “lo otro”, tanto personas como objetos, refiere a la posibilidad de permitir
crear un espacio en el cuerpo para recibirlo. La dirección de la percepción según esté puesta en el objeto o en la parte
del cuerpo determinará un “ir hacia” lo que estamos tocando, o un “dejarlo venir”. De acuerdo a la relación que se
establezca entre lo que toca y es tocado, cada uno transmitirá su experiencia. El toque eutónico, refiere al uso de las
manos del terapeuta para tocar al individuo, “sin esperar nada y sin intencionalidad de su parte”.
Claro que solo un terapeuta con su percepción agudizada y una gran sensibilidad, tendrá la habilidad de ponerlo en
práctica, en tanto lo estime un elemento posible para el tratamiento. Esta percepción sensible terapéutica debe estar
tan entrenada para establecer un toque no intrusivo, como saber claramente cuando no se debe tocar, donde contacto
es justamente evitar el uso de las manos, en circunstancias donde el paciente pueda vivirlo como confuso. Por ejemplo,
una posible erotización, por dificultad de diferenciar y discriminar.
El toque siempre es un encuentro entre dos subjetividades entre dos deseos, aun cuando el individuo “desee nada” y el
terapeuta neutralice sus propias emociones. El uso del contacto manual, cobra sentido en tanto el paciente haga uso de
él, confiriéndole su propio significado, cargándolo de deseos, fantasías, poniendo en evidencia carencias y ausencias:
“me gustaba cuando mamá tocaba mi cabeza”, también puede no tomarlo: “hoy no sentí nada”.
Hay quienes lo demandan: “sólo me aflojo cuando me pones la mano en el cuello”, hay quienes no pueden sostenerlo:
“prefiero que no me toques”. Puede ser sostén y soporte, puede no ser soportado.
El contacto y el toque ocurren cuando se produce el encuentro entre el individuo, que ha puesto su atención y su
percepción disponibles en recibir la presencia de las manos del terapeuta que, a modo de espejo devuelve una
sensación, un estado, una imagen interna. Esto que yo decidí en llamar: Las manos como un espejo donde una mirada
interna pueda reflejarse.
“Tu mano me permitió reconocer la tensión de esa parte”. Ocurre también que el toque puede evocar o remitir a esos
cuidados pretéritos, a esas instancias iniciales vinculares. Dice una paciente con trastornos psicosomáticos, muy hábil en
verbalizar sus experiencias: “Es cierto que el contacto que no recibí en su momento, no lo voy a recuperar más, pero lo
que recibo ahora, me imprime una sensación actual de saberme en un camino donde las trazas me las marco yo, con tu
ayuda. Es desde este lugar actual, que tus manos me remiten a una falta, pero también me muestran la posibilidad de
encontrar nuevos anclajes donde sostenerme y desde donde poder volver a partir”.
¿Cuántas de las problemáticas actuales de las personas, pueden tener origen en estos cuidados fallidos?
Un terapeuta en contacto sensible puede dar sostén tanto físico como emocional, desde un lugar protegido y confiable
donde la persona, en su tiempo y espacio se permita desacorazar y dejar ceder sus defensas encontrando nuevos modos
de estar, acompañándolo en un proceso continuo de desarrollo y maduración para que pueda ir ejercitando más
plenamente sus potencialidades como persona, integrándose desde un cuerpo sintiente y pensante, reparador de sus
propias experiencias.
El contacto corporal en el acompañamiento terapéutico
“El cuerpo no miente”, dice un viejo proverbio y con razón. Precisamente porque representa un código de comunicación
privilegiado, el “lenguaje del cuerpo” resulta más revelador que el verbal. Esta concepción se agiganta en el caso de los
enfermos mentales, ya que muchos han perdido una parte de la gama total de las expresiones emocionales humanas.
Los síntomas descritos con palabras por el sujeto perturbado se complementan con sus aspectos no verbales y con el
“lenguaje de los hechos”.
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Sin embargo, decimos que el lenguaje del cuerpo no engaña, pero sólo si el observador sabe leerlo y descifrar sus
mensajes. ¿De qué manera? Interactuando y sintiendo cómo siente la otra persona, aunque no lo que siente, porque las
emociones son algo privado y subjetivo. Así, esto constituye un proceso empático que permite descifrar los estados
emocionales del otro y reaccionar frente a ellos en el intercambio afectivo. Por lo tanto, para leer el lenguaje corporal se
necesita estar en contacto con el propio cuerpo y ser sensible a su expresión.
Justamente, el acompañante terapéutico es un agente de salud para realizar básicamente una tarea de contención a
individuos crónicos y agudos; en un nivel vivencial, no interpretativo, y para el cual debe poner el cuerpo y constituir una
presencia receptiva, cálida y confiable. Trabaja insertado en un equipo terapéutico interdisciplinario siguiendo las
consignas del terapeuta de cabecera. Este enfoque de mínima distancia y gran disponibilidad afectiva favorece una
mayor eficiencia terapéutica.
Tocar a un individuo supone mucho más que técnica, ya que al hacerlo la experiencia es inevitablemente mutua.
Los estímulos corporales se pueden definir tanto en función de las “sensaciones” que generan como de las “intenciones”
de quien los provoca. Los enfermos mentales suelen tener un grado tal de sensibilidad y percepción, que aprecian sin
dificultad la diferencia entre un contacto firme y otro acartonado, o entre uno mecánico y otro lleno de sentimiento y
afecto.
Ahora bien, ¿a qué se debe que la estimulación táctil aplicada en forma de contacto, caricias o abrazos ejerza tan
extraordinario influjo en los trastornos emocionales? La explicación es que justamente resulta esencial para el
crecimiento y desarrollo físico y de la conducta, existiendo una relación directa entre las experiencias táctiles vividas
durante la infancia y el tacto demostrado en la edad adulta. Por lo tanto el contacto físico es importante para el
bienestar emocional y corporal durante toda la vida. La satisfacción de las necesidades cutáneas confiere a toda edad la
sensación de seguridad y de que se es apreciado.
Los significados asignados al contacto táctil varían de acuerdo con:
1. La parte del cuerpo tocada (espalda, cabeza, pecho, cara, manos, hombros).
2. El tiempo que dura ese contacto.
3. La fuerza aplicada, por ejemplo una caricia puede causar cosquillas, y si se repite puede convertirse en algo
doloroso.
4. La frecuencia del toque.
5. El modo de tocar: abrazar, palmear, sostener, besar, guiar, apoyarse, acariciar y enlazarse.
En el ser humano el tacto se halla repartido por toda la superficie cutánea, pero está especialmente desarrollado en la
yema de los dedos y en los labios. Así, el lactante aprende tanto el mundo que lo rodea, como los alimentos que ingiere
merced a sus labios, y éstos representan durante los primeros meses la única vía de conocimiento. En virtud de ello,
pronto adquiere el hábito de aplicar los labios contra los objetos, y más adelante usa la yema de los dedos y la palma de
las manos. Por lo tanto aprende antes a tocar que a ver.
La palabra tacto podría definirse como la acción de tocar con la mano u otra parte del cuerpo, es decir como el acto de
sentir ciertas cualidades de un objeto mediante su contacto con la piel. A este respecto conviene hacer hincapié sobre la
importancia que reviste el hecho de sentir, ya que si bien el tacto no es en sí un afecto, sus elementos sensoriales
provocan alteraciones nerviosas, glandulares, musculares y mentales, cuya combinación denominamos “emoción”.
Basta con tomarle la mano a una persona sometida a una situación angustiosa, para reducir considerablemente su
ansiedad e instaurar un clima de tranquilidad y mutua confianza.
Pero, el saber cuándo y cómo realizar ese contacto corporal, respetando los tiempos de un individuo, su espacio
corporal, sus ritmos, la distancia óptima, sus tiempos y el acercamiento apropiados, serán cruciales para que el
acompañamiento resulte efectivamente terapéutico.
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Al conocer al paciente que deberá ser acompañado terapéuticamente, las primeras impresiones que se registran son
reacciones corporales que se tiende a pasar por alto con el tiempo al concentrarse en sus palabras y acciones, sin
embargo revisten el valor de lo auténtico y genuino. A pesar de todo, el saludo inicial deja sus huellas. A su vez, el habla
es algo más que palabras y frases, ya que comprende la inflexión de la voz, el ritmo y el gesto, el cual añade riqueza al
lenguaje y a la expresión. Incluso el silencio también dice cosas sobre esa persona.
Los ojos tienen una doble función: son un órgano de visión, pero también de contacto. Precisamente el contacto ocular
es una de las formas más íntimas que pueden establecerse de contacto entre dos personas, y las miradas suelen resultar
más poderosas que las palabras. Cuando se encuentran las miradas hay una sensación de contacto físico entre ellas. Su
cualidad y valor depende de la expresión de los ojos. Puede ser tan dura y fuerte como una bofetada o tan dulce como
una caricia. Mucha gente evita todo contacto ocular porque tiene miedo de que sus ojos puedan ser reveladores. Y otros
se turban al permitir que otra persona escudriñe en sus sentimientos. Es por eso que se debe ser cuidadoso de no clavar
los ojos cierto tiempo en la persona, ya que puede evitar o desalentar el contacto con ella.
Cuando una persona se aísla, sus ojos no miran, ni se interesan por el mundo que lo rodea. Lo ven, pero sin excitación ni
sentimiento alguno, percibiéndose inmediatamente la falta de contacto. El procurar establecer contacto ocular con él
constantemente, comenzando por una mirada breve y receptiva, desviando después la vista, ayuda a averiguar lo que
está pasando por él de momento a momento, y a su vez le proporciona la seguridad de que se está a su lado.
Es posible entablar contacto con las personas si se emplea suficiente paciencia y comprensión. Empezando por tener en
cuenta el espacio personal que necesita cada individuo en particular. En general los hombres mantienen una cierta
distancia entre ellos mismos y los otros, según sea el tipo de relación y la situación. Una especie de burbuja invisible
rodea a cada individuo, representando su margen de seguridad. Si alguien la atraviesa, la respuesta puede ser
retroceder, irritarse o tener una vaga sensación de malestar y un intento automático de restablecer la distancia previa.
Los pacientes esquizofrénicos por ejemplo necesitan de una mayor distancia para sentirse cómodos. Por eso al
aproximarse a un enfermo de este tipo es crucial dejarle un amplio espacio para que pueda alejarse, ya que su terror es
a fundirse y disolverse en una pérdida de límites. Contrariamente a las personas que padecen fobias, con las que el
espacio deberá ser estrecho para generarles mayor seguridad. Y en todos los casos se evaluará cuidadosamente el grado
de proximidad que cada persona pueda tolerar con comodidad en sus diferentes momentos. La “distancia ideal u
óptima” es el punto en el que el acompañante terapéutico pueda entender, pero no en el que se pueda quedar. A veces
los tiempos y ritmos de una persona resultan sumamente lentos y en otros imposibles de seguir.
De todas maneras, si bien el contacto con otra piel tiene un efecto tranquilizador y energizante, los acercamientos
deberán ser “graduales” y “cautelosos”. Probando y buscando la manera de ser aceptado en un juego de aceptación‐
rechazo, en el que el individuo pondrá a prueba a su acompañante terapéutico, para comprobar si lo va a poder sostener
y soportar. En ese intento el acompañante terapéutico apelará a distintos tipos de contacto, dejando de lado el tabú de
que el contacto físico está asociado con la genitalidad, y de que vive en una sociedad de “no contacto”. A su vez
procurará que el paciente venza el temor a ser rechazado al tocar a su acompañante terapéutico y se acerque para
romper con su sentimiento de aislamiento y soledad. Se puede acariciar con la mirada o con una sonrisa que es el
puente más corto entre dos personas. Aproximarse de a poco y probar primero con un leve contacto de la mano, puede
ser un buen comienzo si la persona lo admite. De todos modos al acercarse a una persona que vive al borde de la
desintegración, es esencial encontrar un cierto equilibrio entre dar demasiado o demasiado poco. Pero cuanto mayor es
el acercamiento, mayor también es el compromiso. Así, algunos necesitarán ser acunados en una función de maternaje y
otros, que se los mantenga a una determinada distancia con límites precisos, como en el caso de los adictos. Sin
embargo, hay que saber en qué momento acariciar, teniendo en cuenta el estado del paciente y la parte corporal que se
elige. Por ejemplo tocar una zona próxima a los genitales como el muslo puede provocar erotización o agresión.
Resulta imprescindible que el acompañante terapéutico mantenga una “disposición expectante” por la cual se halle
dispuesto, alerta y listo para salir a la arena y atajar en cualquier momento las situaciones que se le presenten. Si bien
los pasos del individuo pueden ser vacilantes o tímidos, también es esperable que pueda ocurrir una reacción violenta y
agresiva, cuando se presenten emociones sexuales de manera sutil o directa. Las dos situaciones más difíciles de
enfrentar por parte de los acompañantes terapéuticos, sean hombres o mujeres quienes los realicen, son la agresividad
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y la sexualidad. El acompañante terapéutico puede verse enredado y entrar en el juego por sentimientos personales,
entorpeciendo así la relación, y no pudiendo poner ni ponerse límites. No deberá asustarse por las fantasías que le
surjan al respecto, pero sí estando cercano a la acción. Estos temas necesitarán ser hablados y trabajados con el equipo
terapéutico, junto con quien lo supervisa.
Por último, el abrazo es la forma de contacto humano que contiene más al otro y produce alivio al compartir. Abrazar es
una respuesta natural para demostrar distintos sentimientos. A veces para calmar miedos, angustias, dar seguridad y
protección.
El acompañante terapéutico tenderá a regularle al individuo los intercambios afectivos en una forma más adecuada, a
través de un “vínculo” diferente a los que tuvo anteriormente, con la intención de mejorar las relaciones de la persona y
ayudarla a reformular el desarrollo de una personalidad más armónica con su medio.
De todo lo dicho hasta aquí se desprende lo comprometido de la tarea de ser acompañante terapéutico. Cuando se toca
corporalmente a otro con fines terapéuticos, se levantan emociones, se crean compromisos, se requiere presencia e
inclusión en ese vínculo, entrega, respeto y consideración por el otro, como alguien valioso a quien se intenta
comprender y ayudar.
Reglas claras conservan la amistad
El contacto corporal parece ser un bien escaso en las sociedades del primer mundo. En Alemania sigue el auge de las
“fiestas del abrazo”, donde se puede dar y recibir ternura por unos euros.
Tocar y ser tocado son necesarios para el bienestar físico y emocional del ser humano. Cuando somos niños, nos
manejamos básicamente con el lenguaje corporal, y pasamos a la adultez enterrando cada vez más la sana costumbre de
comunicarnos sin palabras, con expresiones de cariño, por medio de gestos, de las manos y demás partes del cuerpo. En
la era de internet, y para contrarrestar las consecuencias de la sociedad virtual, florecen las “fiestas de la ternura”.
En las “fiestas del abrazo” se ofrece el contacto para los que tienen “hambre de piel”. Los participantes comienzan
conectándose consigo mismos, luego con el suelo, y recién después con quienes lo rodean. Se exploran dedos, manos,
cabezas. En esta "terapia de la ternura", algunos masajean, otros acarician, mientras hay quienes simplemente
permanecen quietos. El intercambio energético toma lugar en un marco protegido, lo que parece satisfacer la búsqueda
de muchos participantes.
Las manos pueden obrar maravillas. La “cuddle party” se hizo famosa hace unos años en Nueva York, en el
departamento de un profesor de Judo, Reid Mihalko, y el fenómeno ya se extiende por varias ciudades europeas. En
Alemania, los encuentros en Berlín, Hamburgo, Stuttgart o Colonia se realizan en habitaciones a media luz, donde los
visitantes, vestidos con ropa cómoda y acostados en colchonetas, se comunican físicamente con los demás.
Durante las dos horas del encuentro las reglas son claras: el sexo es tabú, y cada quien decide si quiere ser tocado o no.
Los “no” son tan aceptados como los “sí”, y un “quizás” debe expresarse como un “no”. Cada quien decide si luego de la
reunión quiere seguir la experiencia en casa con otro participante. Si una situación se vuelve demasiado candente, los
supervisores intervienen tocando una campana. La risa o el llanto son bienvenidos y hasta incentivados, ya que se trata
de reacciones naturales.
La piel necesita piel
El predominio de la mente racional hace que olvidemos muchas veces la calidad humana por naturaleza del contacto
físico con los demás. Para mimarse nunca es demasiado tarde. La sociedad nos impone ciertos tabúes según los cuales el
tocar tiene connotaciones sexuales. Falsa premisa, que hace que cada vez más personas carezcan de los efectos
benefactores de un abrazo o una caricia.
Algunos estudios probaron que la estimulación de la piel, el órgano más extenso del ser humano, reduce el nivel de
cortisol, hormona responsable del estrés, mejorando el sistema inmunitario. Además, influye en el sistema nervioso
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parasimpático, normalizando la respiración y el ritmo cardíaco. Otras investigaciones hechas con bebés prematuros
mostró que los que recibieron 15 minutos de contacto corporal diario crecían mejor y tenían más resistencia a las
enfermedades, aún años después, que los que no lo recibieron.
“Es muy raro que nos tengamos que encontrar para tocarnos, es una muestra de la pobreza afectiva de nuestra
sociedad”, comenta Florian Pittner, estudiante de Socio‐Pedagogía y organizador de las fiestas en Hamburgo, al
semanario alemán Stern. Sheraz. Un participante de 20 años, dice: “vengo porque las fiestas convencionales me parecen
aburridas. La gente se tiene que llenar de alcohol para mostrar sus sentimientos, de lo que luego se arrepiente”. Annika,
de 33, opina que “en nuestra sociedad se habla demasiado”.
“Encontrarse con extraños para tocarse es moda. La falta de tiempo real para el encuentro fortuito o planeado con el
otro, el miedo a relacionarse, los tabúes y el aislamiento han convertido a la ternura grupal, como a tantos otros
fenómenos, en un rentable nicho de mercado. Que satisface, por cierto, los deseos de una parte de la población. Y ya se
ofrecen hasta "maratones del abrazo" y un evento especial para los que estén solos en el día de San Valentín”.
Música empleada
1. Track 01 Compositor: Enya; Intérprete: Enya; Título: Orinoco Flow; Álbum: Watermark; Año: 1988; (La
Corriente del Orinoco).
2. Track 02 Compositor: Enya; Intérprete: Enya; Título: Only if; Album: Paint the Sky with Stars: The Best of Enya;
Año: 1997; (Solo sí).
3. Track 03 Compositor: Enya; Intérprete: Enya; Título: Shepherd Moons; Álbum: Shepherd Moons; Año: 1991;
(Pastor de la luna).
4. Track 04 Compositor: Enya; Intérprete: Enya; Título: Drifting; Álbum: Amarantine; Año: 2005; (Empujado por la
corriente).
5. Track 05 Compositor: Enya; Intérprete: Enya; Título: The Memory of Trees; Álbum: The Memory of Trees; Año:
1995; (La memoria de los árboles).
6. Track 06 Compositor: Enya; Intérprete: Enya; Título: Storms in Africa; Album: Watermark; Año: 1988;
(Tormentas en África).
7. Track 07 Compositor: Enya; Intérprete: Enya; Título: Eclipse; Álbum: Enya; Año: 1987; (Eclipse).
Descripción de la técnica, recursos y referentes
Descripción: Consiste en una conexión a través del movimiento y contacto corporal en coordinación con una pareja
(acompañante terapéutico) mientras se mantienen los ojos cerrados. Este proceso se inicia con un reconocimiento de
uno mismo en el otro mediante el contacto (eutonía) con su energía y tonicidad corporal. Se realizan movimientos en
pareja y desplazamientos suaves, utilizando un vehículo musical. Finalmente se realiza un feedback para socializar la
experiencia vivida con la pareja.
Recursos didácticos: Antifaz, equipo de audio, sala de usos múltiples y temas musicales.
Referentes previos: La eutonía (tonicidad armoniosamente equilibrada en adaptación constante al estado o actividad del
momento) fue creada y desarrollada por Gerda Alexander. Es una disciplina corporal basada en la experiencia del propio
cuerpo. Conduce a la persona hacia una toma de conciencia de sí misma y propone un aprendizaje para la regulación del
tono muscular, adecuándolo a cualquier situación de la vida.
Objetivos que se trabajan en la terapia
Objetivos generales: 1.1) El alumno tendrá la posibilidad de encontrarse, cuidarse y guiarse a sí mismo al compartir en
pareja: el contacto corporal, desplazamiento, respiración, improntas táctiles y otros estímulos, encontrando la empatía
(raport).
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Objetivo energético: 1.1) El alumno tendrá la posibilidad de movilización de energía a través de un espejo energético, de
modo que trabajará la falta y la presencia de sus propias virtudes en el acompañamiento de otro ser.
Aspectos a observar
1. Gesto y respuesta al saber con quién se trabajará
2. Cercanía corporal
3. Sincronía en los movimientos como pareja
4. Sincronía en los desplazamientos como pareja
5. ¿Quién guía?
6. ¿Quién se deja guiar?
7. Se dan acuerdos para asumir el liderazgo compartido o uno lo acapara
8. Similitud o diferencias en los tipos de movimientos (amplitud, velocidad, dirección, tonicidad, ritmo)
9. Expresión gestual de disfrute, desagrado, tensión, responsabilidad, miedo, etcétera
10. ¿Quién apoya y quién protege?
11. ¿Quién acaricia el cuerpo, quien a la energía?
12. ¿Se encuentran en el otro?
13. Sobrepasan el tipo de contacto corporal energético
14. Sitios del cuerpo más recurrentes en el contacto
15. Colocación del cuerpo en el abrazo
16. Existencia de llanto, sonrisa, excitación u otro
Campo psicomotor:
1. Concientización de las posibilidades motoras del cuerpo en pareja
2. Control del equilibrio en pareja
3. Direccionalidad en pareja
4. Lateralidad en pareja
5. Tonicidad en pareja
6. Coordinación de extremidades superiores e inferiores con las del otro
7. Control del movimiento con el otro
8. Control de velocidad en el movimiento de acuerdo al otro
9. Respiración en coordinación con la música y el otro
10. Exploración de su biorritmo en pareja
Campo afectivo social:
1. Seguridad en sí mismo
2. Confianza en el otro
3. Respeto al espacio vital personal y del otro
4. Confianza en su entorno
5. Equilibrio emocional
6. Empatía
7. Respeto al cuerpo del otro
8. Respeto al sentir del otro
Campo lenguaje:
1. Vinculación del movimiento con la expresividad musical
2. Explorar códigos de comunicación no verbal
3. Explorar el movimiento y el contacto corporal como medio de comunicación no verbal
4. Compartir con palabras la experiencia a los otros
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Campo cognitivo:
1. Comprensión y retentiva de instrucciones
2. Concientización de las partes de su esquema corporal
3. Concientización de la importancia del trabajo en pareja
Convergencias en el feedback
La mayoría de los participantes disfrutan de la secuencia, encontrando una tremenda sincronía en el movimiento y
expresividad del otro. Casi todos se encuentran a sí mismo en el otro y hablan de sentir que se abrazan a sí mismos o a
ellos mismos en el otro. Un porcentaje pequeño (10 o 15%) suelen llorar de emoción o al sentirse frágiles, refiriéndose a
encontrar en el acompañamiento y abrazo del otro, el abrazo de alguno de sus padres, familiares o pareja. Casi todos
encuentran “sencillo” dejarse fluir mediante la música, la cual les lleva de manera espontánea a moverse de
determinada forma.
Interpretaciones del feedback
Resulta muy interesante observar la tendencia sobre el roll que asumen de: liderazgo, sobreprotección, dependencia,
dolor, rigidez o soltura frente a su pareja, el cual muy seguramente puede estar reflejando el comportamiento diario con
sus semejantes. Algunos aprovechan la oportunidad para explorar su sexualidad (necesidad o represión) sobretodo en
parejas mixtas. Se observa también una tendencia a buscar el contacto con determinadas partes del cuerpo o con
frecuencia a tocar alguna parte del otro. Se suelen dar contactos en distintos niveles: energético, sexual, corporal,
mental, actitudinal.
Muy pocos se manifiestan incómodos en la actividad y no profundizan, aunque resulta ser un parte aguas para que
reconozcan que tienen alguna dificultad en el contacto con otros (del mismo o diferente género).
El guía tiene un papel clave en el logro del trabajo con las emociones y dificultades de sus alumnos, ya que en esta
actividad es sumamente importante la observación previa de los participantes, para poder empatar la similitud de
energías de la manera más pertinente.
Bibliografía
1. Alexander, Gerda.‐ La eutonía. Un camino hacia la experiencia del cuerpo. Buenos Aires. Ed. Paidós.
2. Brieghel‐Müller, Gunna.‐ Eutonía y relajación. Barcelona. Ed. Hispano‐Europea.
3. Digelman, Denise.‐ La eutonía de Gerda Alexander. Buenos Aires. Ed. Paidós.
4. Gainza, Violeta Hemsy de.‐ Conversaciones con Gerda Alexander, creadora de la Eutonía. Nueva edición con
apostillas de Susana Kesselman. Buenos Aires. Ed. Lumen.
5. Gainza, Violeta Hemsy de.‐ Aproximación a la eutonía. Conversaciones con Gerda Alexander. Buenos Aires. Ed.
Paidós.
6. Gainza, Violeta H. de y Kesselman, Susana.‐ El cuerpo en estado de arte. Música y Eutonía. Buenos Aires. Ed.
Lumen.
7. Kaplan, Frida.‐ Embarazo y nacimiento eutónico. Buenos Aires. Ediciones B.
8. Odessky, Alejandro G.‐ Eutonía y estrés. Buenos Aires. Ed. Lugar.
9. Perrone, Hugo ‐ Eutonía. Arte e pensamento. Brasil. Ed. É Realizaçoes.
10. Vishnivetz, Berta.‐ Eutonía. Educación del cuerpo hacia el ser. Buenos Aires. Ed. Paidós.
11. Mark L. Knapp, La comunicación no verbal, Barcelona, Paidós, 1992.
12. W. Pasini, Intimidad, Buenos Aires, Paidós, 1992.
13. Ashley Montagu, El sentido del tacto, Aguilar.
14. Jürgen Ruesch, Comunicación terapéutica, Buenos Aires, Paidós, 1980.
15. N. Cavagna, “¿Qué es el acompañamiento terapéutico?”, Dinámica, año 1, vol. 1, Nº 1, octubre de 1994.
16. Michael Argyle, Análisis de la interacción, Buenos Aires, Amorrortu, 1983.
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Referencias electrónicas
1. http://www.eutonia.org.ar
2. http://www.eutonia.edu.ar
3. http://www.aap.org.ar/publicaciones/dinamica/dinamica‐6/tema‐2.htm
4. http://www.cosasdelainfancia.com/biblioteca‐esti‐t‐02.htm
5. http://www.maisol.com/1/315/seccion_psicologica__la_comunicacion_no_verbal‐Buscar‐Pareja‐Agencia‐
Matrimonial.html
6. http://www.topia.com.ar/articulos/corpNejter.htm