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Trastornos Alimentarios:
anorexia y bulimia
Autor: Olivia Villoria

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Presentación del curso


Desde la perspectiva nutricional, dos hechos nuevos y cruciales definen en la
actualidad a la sociedad de consumo: la amplitud de la oferta alimentaria, y la
disminución del tiempo y de las capacidades para realizar una elección adecuada de
su ingesta.

Esto ha llevado a que la especie humana parezca hoy incapacitada para alimentarse
y a que surjan necesidades, o modas, de generar nuevas alternativas de
alimentación.

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1. Trastornos alimentarios: Introducción

Desde la perspectiva nutricional, dos hechos nuevos y cruciales definen en la


actualidad a la sociedad de consumo: la amplitud de la oferta alimentaria, y la
disminución del tiempo y de las capacidades para realizar una elección adecuada de
su ingesta. Esto ha llevado a que la especie humana parezca hoy incapacitada para
alimentarse y a que surjan necesidades, o modas, de generar nuevas alternativas de
alimentación. A estas conclusiones arribó la psicóloga Marinella Rodríguez, luego
de realizar una investigación con adolescentes venezolanas.
Ha surgido así un nuevo modelo del cuerpo, una preocupación excesiva por el
control del peso y una necesidad de cambiar la dieta. Este nuevo patrón alimentario
suele llegar hasta las últimas consecuencias de sus conductas inadecuadas,
generando, entre otros, los llamados trastornos alimentarios.
Si bien éstos tienen su origen en trastornos psicológicos, ocasionan graves
consecuencias en el terreno físico, constituyéndose en un problema de salud pública
y de alarma social.
Aun cuando los trastornos alimentarios constituyen uno de los problemas de salud
pública que han existido en otras épocas y culturas, principalmente en países
desarrollados y ligados a la sociedad de consumo, los datos epidemiológicos indican
que no son exclusivos de ellos sino que se han convertido en un problema de salud
cercano a nuestras latitudes.
Por otra parte, han cobrado un interés e importancia considerables debido a la
aparición de nuevas variedades registradas por la Organización Mundial de la Salud.
Entre los más conocidos y preocupantes se encuentran la anorexia y la bulimia
nerviosa. Actualmente no es posible identificar una única causa que explique la
eclosión de los trastornos alimentarios. La opinión más generalizada es que son de
origen multicausal, desde una posible sensibilidad biológica o genética, pasando por
la presencia de trastornos emocionales y de la personalidad, hasta las variables de
tipo social o cultural, sobre todo el auge de los factores ligados a la estética
corporal, enmarcados estos últimos dentro de una sociedad con tendencia a
globalizar los conceptos y valores de la imagen corporal, bajo el ideal de la
perfección y la delgadez.
En los capítulos subsiguientes definiremos esos trastornos, precisaremos sus
rasgos, profundizaremos en sus múltiples causas y presentaremos estrategias para
su prevención y tratamiento.

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2. Trastornos alimentarios: definiciones y


características

Para la discusión de este tópico seguiremos de cerca los planteamientos de la


psicóloga Marinella Rodríguez, quien estudió la relación entre factores
psicológicos y trastornos alimentarios.
De acuerdo con esta autora, los trastornos alimentarios se caracterizan por la
presencia de alteraciones frecuentes y graves de la conducta alimentaria,
encontrándose que la anorexia nerviosa y la bulimia nerviosa son los más conocidos.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS) la anorexia nerviosa es
un trastorno caracterizado por la presencia de una pérdida deliberada de peso,
inducida o mantenida por el mismo enfermo. Es una enfermedad mental derivada
de un intenso temor a la obesidad, en la que la persona genera una serie de
conductas que tienen como objetivo conseguir el ideal del cuerpo perfecto.
Sus características, de acuerdo con la OMS, son:
Pérdida significativa de peso: cuando se evalúa el peso corporal y/o la grasa
corporal del sujeto, el Indice de Masa Corporal (IMS) de Quetelet (el cual consiste en
el producto de dividir el peso en kilogramos entre la altura en metros, elevada al
cuadrado), se encuentra por debajo de 17,5.
La pérdida de peso está originada por el propio sujeto a través de la evitación del
consumo de alimentos que engordan, o por una o más de las siguientes conductas
sintomáticas: vómitos autoprovocados, purgas intestinales autoprovocadas, ejercicio
excesivo y consumo de fármacos o anorexígenos.
Distorsión de la imagen corporal, la cual involucra una psicopatología caracterizada
por una idea persistente de pavor ante la gordura o la flaccidez de las formas
corporales, de modo que el enfermo se impone a sí mismo el permanecer por
debajo de un límite de peso corporal.
Trastorno endocrino generalizado que afecta el eje
hipotálamo-hipofisiario-gonadal, manifestándose como amenorrea en la mujer y
como pérdida del interés y de la potencia sexual en el hombre.
Pueden presentarse altas concentraciones de hormonas del crecimiento y de
cortisol, alteraciones del metabolismo periférico de la hormona tiroidea y anomalías
en la secreción de insulina.
Si el trastorno alimentario se inicia antes de la pubertad, cesa el crecimiento; en las
mujeres no se desarrollan las mamas y hay amenorrea primaria; en los varones
persisten los genitales infantiles. Si se produce una recuperación suele completarse
la pubertad, pero la menarquía es tardía.
Pueden presentarse síntomas depresivos u obsesivos, así como rasgos de la
personalidad anormales.
Dentro de la anorexia nerviosa existen dos grupos diferenciados según el método
que se utilice para lograr la disminución de peso: anorexia nerviosa tipo
restrictivo (cuando se utiliza únicamente la reducción de ingesta) y la anorexia
nerviosa tipo bulímico (cuando se emplean el vómito, los laxantes y los diuréticos,

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pudiéndose además presentar episodios de atracones de comida).
En la bulimia nerviosa aparece la sobrealimentación pero ésta asume una forma
típica: se presenta como atracón (se ingieren grandes cantidades de comida en
períodos cortos de tiempo) seguido de una conducta compensatoria de eliminación
(por ejemplo, vómito autoinducido y/o uso de laxantes o diuréticos, y/o ejercicio
compulsivo) y el ciclo se cierra con fuertes sentimientos de culpa y depresión.
Según la OMS, algunas de sus características son:
Preocupación continua por la comida, acompañada por irresistibles deseos de
comer, lo que conduce al atracón.
El enfermo intenta contrarrestar el aumento de peso mediante una o más de las
conductas compensatorias que hemos señalado, o recurre a la disminución de la
ingesta normal de comida entre atracones.
Gran preocupación por el peso y la imagen corporal, que se traduce en un miedo
intenso a engordar, de modo que el enfermo se fija de forma estricta un peso muy
inferior al que tenía antes de enfermar y al de su peso óptimo o sano.
Los síntomas de la anorexia y la bulimia pueden ser compartidos por ambos
trastornos, situación que en la práctica dificulta la clasificación estricta de los
enfermos en una de las categorías. Los trastornos alimentarios forman parte de un
contínuo en el cual resulta casi imposible trazar una línea divisoria.
En el siguiente capítulo expondremos las teorías que se han formulado para
explicar el origen de los trastornos alimentarios.

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3. Origen de los Trastornos alimentarios

En la actualidad no es posible identificar una única causa que explique la génesis de


los trastornos alimentarios. Se trata más bien de una relación entre diversos
factores, esto es, de un origen multicausal, como asevera Rodríguez.
Entre los factores biológicos se han mencionado elementos de tipo metabólico,
neurológico y fisiológico; sin embargo, ninguno de estos factores se han podido
confirmar como causa. Por otra parte, como aseguran Vandereycken, Castro y
Vanderlinden, las alteraciones biológicas son consecuencia y no causa de tales
trastornos.
Es posible que ciertas características de índole hereditaria sean favorecedoras de la
aparición de los problemas alimentarios, ya que algunos resultados sugieren que la
influencia genética es de particular relevancia, según los estudios de Sullivan,
Bulick y Kendler.
En opinión de Gómez, las investigaciones han identificado el centro del control del
apetito en la zona del hipotálamo, el cual consiste en un dispositivo neuroendocrino
que regula la ingesta de alimentos por parte del organismo. Dicho centro puede
verse afectado por circunstancias externas (temperatura ambiental, ingesta de
fármacos anorexígenos) e internas (estado hormonal, estado psicológico, problemas
circulatorios, nivel de glucosa en sangre, etc.). Así, los trastornos alimentarios se
iniciarían por una disfunción hipotalámica desencadenada por un acontecimiento
estresante, que aparece generalmente en la adolescencia, de acuerdo con los
hallazgos deGarfinkel, Brown y Darby.
En otras palabras, los trastornos alimentarios son desórdenes producto de una
compleja interacción entre procesos físicos y psicológicos. El comportamiento
alimentario no implica solamente una base somática ya que ésta debe ser integrada
con el factor psíquico. La información y la experiencia de nuestros sentidos son
procesadas por el hipotálamo pero también están mediadas, entre otras cosas, por
nuestras represiones emocionales, conflictos inconscientes, personalidad e historia
de aprendizaje.
En relación con la incidencia de los factores psicológicos, diversas teorías postulan
distintos elementos. No es nuestra intención profundizar en éstas sino tocar
sucintamente algunos de los planteamientos que formulan en relación con el tema.
Por ejemplo, las teorías psicodinámicas (según autores como Vandereycken,
Castro y Vanderlinden; Ball y Brown; Bennett y Cooper; Bruch, Stice y Agras;
Davis) afirman que previo al desarrollo de los trastornos se presentan en el sujeto
problemas de autonomía e independencia; problemas de aceptación de las
dificultades propias de la vida adulta; problemas interpersonales, falta de
asertividad y dificultades para las relaciones heterosexuales; sensación de ineficacia,
fracaso y falta de control en la vida escolar, laboral o social; tendencias
perfeccionistas con rasgos obsesivos, rigidez y extremismo en la evaluación de los
problemas. Por otra parte, ante el aumento de la ansiedad y altos niveles de estrés
en la vida cotidiana, se hacen manifiestas ciertas características de la personalidad
-especialmente en personas sensibles a altos niveles de presión psicológica- que las
hacen más propensas a desarrollar conductas de riesgo como soluciones alternativas
a los conflictos.

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La anorexia nerviosa parece estar relacionada con la dependencia, trastornos de
ansiedad, fobia social y trastornos de la personalidad por evitación, dependencia u
obsesión-compulsión hacia la perfección del ideal del cuerpo, baja autoestima y
distorsión de la imagen corporal. La bulimia nerviosa parece estar asociada a
trastornos del control de impulsos, tendencia al robo, abuso de tóxicos, tendencias
autoagresivas y hasta antecedentes de suicidio, trastornos del estado de ánimo,
entre otros.
Sobre la base de la teoría del aprendizaje, Capaldi reconoce que los seres humanos
aprenden a dejar aquella comida que los hace sentir enfermos, y a recibir y buscar
aquella que les hace sentir bien y les da placer. Entonces, si comer es un
comportamiento aprendido, éste puede ser cambiado.
Las personas difieren en su peso así como en las preferencias por los alimentos,
especialmente aquellos que producen sobrepeso. Las personas obesas
experimentan una mayor preferencia por alimentos que contienen más calorías,
tales como carbohidratos. En las personas de peso normal tal comportamiento es
menos frecuente, y en los anoréxicos y bulímicos están ausentes.
La teoría cognitivo-conductual destaca la influencia de los pensamientos e ideas en
el desarrollo y mantenimiento de las patologías alimentarias y de los
comportamientos de control de peso. En forma resumida, la teoría predice la
presencia de trastornos alimentarios en sujetos con alta preocupación por el
cuerpo, el peso y la imagen corporal.
En la explicación de la génesis de los trastornos, el enfoque sistémico destaca la
importancia del ambiente familiar. Así por ejemplo, se han descrito trastornos
afectivos y relaciones familiares inadecuadas relacionadas con problemas de peso,
enfermedades somáticas y abuso de sustancias tóxicas, a juzgar por los hallazgos
de Laliberté, Boland y Leichner.
Los factores socio-culturales también son cruciales, como concluyen
investigadores tales como Thompson y Heiberg, Kashubeck, Walsh y Crowl. El
papel de los medios de comunicación, la moda, y los valores femeninos tales como
el éxito y la perfección a través del cuerpo -como sinónimo de la ausencia de
conflictos en la vida familiar, social y personal- parecen ser uno de los elementos
importantes en el desarrollo de los trastornos de la alimentación. Específicamente,
los medios de comunicación refuerzan los elementos culturales ligados al modelo
de la mujer y el hombre de estos tiempos. En otras palabras, estamos en una cultura
de la delgadez y, además, se observa un proceso de transculturización del modelo
de la mujer y el hombre delgados, desde los países más desarrollados hacia otras
geografías y tipos étnicos.
Este énfasis en la apariencia, la moda, el aumento en la preocupación por el peso y
las dietas, la centración en el cuerpo, etc. puede llegar al extremo de contribuir al
desarrollo de patrones inadecuados de conducta alimentaria.
Para sintetizar, el comportamiento alimentario es el resultado de la interacción entre
lo interno (cuerpo y mente) y lo externo (ambiente, sociedad y cultura), es decir,
entre la naturaleza y la educación. Se hace imperativo, entonces, lograr una mejor
comprensión de todos los factores involucrados puesto que los condicionantes
culturales empiezan a actuar desde etapas muy tempranas del desarrollo evolutivo,
lo cual hace necesario priorizar las acciones dirigidas a la prevención del problema,
para no tener que llegar a la curación del mismo.

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4. Prevención de los Trastornos Alimentarios

La mejor manera de intervenir el problema de los trastornos alimentarios radica en


la prevención. A esta conclusión han llegado investigadores de distintas latitudes: Morel y Agu
Morel y Aguilar, Van Oosveldt y Lafourcade, de Argentina; Gómez y Fernández,
de España; Shislak, Crago, MCKnight y Estes, y Phelps, Jhonston y Augusyniak,
de USA; Rodríguez, de Venezuela.
Tales esfuerzos de prevención deben incluir a todos los actores, en todos los
ámbitos: el hogar y la familia, las instituciones educativas y de salud, la sociedad, en
general. Los hallazgos de la investigación y las actividades terapéuticas llevadas a
cabo por los psicólogos anteriormente citados, permiten esbozar algunas ideas para
llevar a cabo la prevención:
Enseñar -desde el hogar y la escuela- a comer de una manera racional, adaptada al
consumo energético real. Dejar de obsesionar a los niños con la comida, la cual
debe dejar de ser el centro de la vida familiar y social. Detectar precozmente el
problema y realizar un buen diagnóstico del mismo. Implantar programas
educativos en concordancia con los lineamientos de la educación para la salud.
Implantar programas de sensibilización sobre estos trastornos dirigidos a la familia
y al personal docente. Identificar factores de riesgo que deben ser modificados,
haciendo énfasis en la insatisfacción con la imagen corporal como elemento
disparador. Asistir a los jóvenes en el reconocimiento de los atributos físicos y la
apariencia, con el objeto de aumentar sus niveles de eficacia personal, disminuir la
aceptación de códigos socioculturales foráneos y facilitar la reflexión acerca de las
utopías respecto al cuerpo. Realizar programas para modificar las creencias y
pensamientos que distorsionan la percepción del cuerpo y de la comida. Involucrar a
los padres y representantes en la reflexión y crítica constructiva acerca de las metas
que transmiten a los hijos, de las actitudes para mejorar su autoestima, del respeto
por los gustos y formas de ser de los jóvenes. Informar sobre las características de
la comida sana y variada, del peligro de hacer dietas sin control médico, y de la
importancia del ejercicio moderado. Inducir la reflexión acerca de los modelos
imperantes sostenidos por el imaginario grupal y social, para modificarlos y
hacerlos cónsonos con la realidad.
En síntesis, las intervenciones que se realicen deben apuntar a la promoción de la
salud, activando los recursos comunitarios y personales, y compartiendo un
espacio de intercambio con todos aquellas personas vinculadas, directa o
indirectamente, con una problemática de tal naturaleza.

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