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¡Qué difícil es sacar buenas fotos algunas veces! Cuando la iluminación nos es favorable, no
tenemos a quien fotografiar; en algunas ocasiones, aun teniéndolo, no sabe posar... En un concierto,
por el contrario, puede parecer que todo es más fácil: hay luz por todas partes y de mil colores,
personajes sobre el escenario -muchas veces famosos- con ganas de salir en la foto... Pero no
vayamos a pecar de candor. ¿Es que todavía no hemos aprendido que en fotografía casi nada es
sencillo? Por Eduardo Parra
En un concierto
No es lo mismo ver a Marilyn Manson y su cohorte de fans que a Julio Iglesias mano al pecho
mientras se oye como se rompen los corazones. Sin embargo, al final -y para lo que nos interesa-
una instantánea decente poco importa que sea de uno u otro: siempre nos encontraremos con
dificultades.
Si, de todas formas, queremos sacar al grupo en conjunto -pero no junto, ya que es muy difícil
que todos los integrantes estén en el mismo lugar y al mismo tiempo- no nos quedará otro
remedio que recurrir a distancias focales cortas. El problema de usar angulares es que el "todo"
-el concierto en sí- engulle a los sujetos. Salvo puntuales excepciones y con un despliegue de
medios sin igual, en lugar de la foto de un cantante en un concierto, tendremos la foto de un
concierto y un sujeto difícil de distinguir. Conclusión: para presumir de las fotos del concierto, los
planos, cuanto más cerrados -pero sin pasarse-, mejor.
Las luces, precisamente, nos llevan a considerar los siguientes puntos: la medición y el balance de
blancos. Con el segundo, no existen mayores problemas: en prácticamente ningún concierto se
utiliza sólo luz blanca. Todo son colores y luces que centellean. Hagamos lo que hagamos -y dando
por sentado que usar el flash es inútil- lo más probable es que los tonos de piel no adquieran su
color natural, de modo que lo más recomendable es usar el balance automático y dejar que la
cámara se encargue de todo. No obstante, usar los diferentes valores prefijados del balance de
blancos es una buena forma de experimentar y lograr tomas con una iluminación mucho más
original.
La medición, por el contrario, es algo mucho más serio. Lo que midamos ahora es posible que no
nos sirva en unos instantes. Un destello que se produzca justo antes o después de apretar el
botón del obturador puede arruinarnos la foto completamente. Y del mismo modo puede hacerlo
un foco que se encienda o apague en el momento más inoportuno -fenómeno que, por cierto,
suele darse a menudo.
Por esta simple razón, es preferible ignorar los modos manuales. Podemos usar, como mucho, la
prioridad al diafragma más abierto. Andar subiendo y bajando diafragmas sería algo terriblemente
engorroso, incluso con una cámara réflex.. Normalmente, lo más práctico es hacer una medición
constante, bien sea central o puntual, para evitar quemar o dejar oscura la parte que más nos
interesa -sobre todo, en planos cerrados. Así pues, será mejor que nos olvidemos de aquello de
pulsar el botón del obturador hasta la mitad y esperar a tirar la toma. Sin embargo, el enorme
despliegue de luces al que antes nos referíamos tiene también su efecto artístico. Contraluces y
sombras aparecen por doquier, logrando inmortalizar una imagen poco convencional. Algo que,
dicho sea de paso, no tiene por qué estar mal.
Nikon D-100, f2.8, 1/640 s, 400 ISO
No hay que detenerse en lo puramente teórico. Un empleo diferente de los modos de medición y exposición, combinado
con la iluminación y efectos especiales del concierto, puede traer consigo agradables imágenes.
Si con la medición nuestro problema eran los cambios de luces, con el enfoque surge un nuevo
inconveniente ya comentado: el constante movimiento de los intérpretes en el escenario. Disponer
de un buen equipo con enfoque continuo y predictivo sería la panacea. Si no disponemos de tan
sofisticada tecnología, tenemos tres opciones. La primera consiste en usar el enfoque manual,
fijarlo en el escenario y confiar en que la gran profundidad de campo nos ayude -si estamos lejos,
podemos fijar el foco al infinito, y listo. La segunda opción pasa por aprovechar lo que antes
hemos llamado "medición constante" y enfocar la escena cada dos por tres. Con ello, no obstante,
perderemos un tiempo precioso, puesto que los cantantes no suelen estarse quietos mucho rato.
La tercera es -cómo no- apuntar y confiar.
Eduardo Parra
Fotoperiodista
* Ojo de pez: dícese del objetivo que puede llegar a cubrir más de 150 grados, con una
profundidad de campo casi infinita.