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Introducción
para que sus sujetos no lo sientan ahora sino después, no por eso tendría
capacidad para anular su impacto. Una concepción que afirmara que nada es
fracaso no proporcionaría ninguna clave para esa hondonada de malestar, dolor,
resentimiento, que tantos hombres y mujeres llevan dentro del alma y como carga
dañina que grava la totalidad de su vida. Más aún ―y nos animamos a decírselo a
educadores que son hasta heroicos en el acompañamiento de las vidas concretas
de sus alumnos y alumnas―, una actitud de vida que reconfortara y consolara a
los alumnos, no bastaría, no basta, para contrarrestar los fracasos educativos y
pérdida o la incapacidad de proyectos de una vida joven o adulta.
Tomemos esto como punto de partida. Sin idolizar los logros, sin
despreciar los fracasos (como ocurre en ciertas culturas), nos es necesaria,
imprescindible, la construcción de una didáctica que sea eficaz. Apliquemos este
planteo a la didáctica de la reparación. No se trata de una palabra piadosa que las
hermanitas han incluido en su propuesta. En realidad, alude a algo absolutamente
duro: los seres humanos, incluso de pequeños, podemos haber experimentado ya
el agravio, la indignidad, el desamor, el desamparo, la impotencia. Esta
experiencia no es sólo una experiencia personal o familiar: es también una
experiencia de la vida social. El avasallamiento, la indignidad, ocurre en las calles,
en las rutas, en la carencia de los servicios indispensables, en el maltrato en los
comercios, en los discursos de los actores sociales que no se interesan por la vida
y la muerte de todos.
Por eso, la palabra “reparar”, palabra que los docentes de muchos años
en la institución han escuchado mil veces, palabra que los docentes nuevos
intentan resignificar desde sus códigos, no alude simplemente a la acción de
consuelo dirigida a los problemas personales de un niño que se siente solo porque
sus padres trabajan todo el día o a los de una adolescente que queda
embarazada. Abarca estos problemas, pero se orienta a algo más fuerte, vivo,
potente: la recuperación de la dignidad de las personas, a través de la acción
sobre los individuos, las estructuras sociales intermedias, y la sociedad como un
todo. No de cualquier modo, puesto que se trata de instituciones educativas: a
través de aquello en lo que consiste la tarea específica de las mismas. Es decir,
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Por supuesto que éstas son sólo algunas de las situaciones que
requieren reparación. Muchos datos más podrían agregarse. La pobreza creciente,
la frustración de las expectativas laborales y la pérdida mundial de empleo, los
cambios en las configuraciones de la vida familiar, el escenario geopolítico de
[6]
A. Aperturas
B. Incorporaciones
El ingreso en lo más humano de nuestra tarea educativa no nos aleja del Misterio
de Dios: es un acto de fe en su decisión de humanidad.