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Ventana Central: Aportes a la investigación en juventud

Autora: Anna Berga Timoneda


Título: Aprendiendo a ser buenas
JOVENes, Revista de Estudios sobre Juventud
Edición: año 7, núm. 19
México, D.F., julio-diciembre 2003
pp. 116-141

Aprendiendo a
116
ser buenas
LOS PROCESOS DE RIESGO SOCIAL EN LAS ADOLESCENTES

ANNA BERGA TIMONEDA( *)

Las apariencias biológicas y los efectos tan reales que un


largo trabajo colectivo de socialización de lo biológico y de
biologización de lo social ha producido en los cuerpos y los
cerebros se unen para tergiversar la relación entre las causas
y los efectos, y hacen aparecer una construcción social
naturalizada (los “géneros” en tanto que hábitos sexuales)
como el fundamento natural de la división arbitraria que se
encuentra en el origen mismo, no tan sólo de la realidad, sino
de la representación de la realidad, y a veces se acaba
imponiendo a la investigación.
Pierre Bourdieu, La dominación masculina.

Resumen Abstract

Develar el hecho de que las jóvenes Revealing the fact that youngsters are
quedan en un segundo plano, dado que pushed into the background due to
no protagonizan conductas their not playing social roles considered
consideradas socialmente como threatening or causing moral panic
amenazantes o de pánico moral, contributes to the understanding of the
contribuye precisamente a entender truth that social intervention is often
que la intervención social, muy a aimed at control. Even the term “social
menudo, está dirigida al control. El risk” frequently helps to legitimize
(*)
Socióloga, mismo término de “riesgo social” interventions directed at certain groups
profesora de los contribuye a menudo a legitimar las or situations and is obviously implied by
Diplomados intervenciones sobre determinados gender. Analysis is needed to find out
Universitarios de colectivos o situaciones y, por supuesto, when a situation poses threat to men
Trabajo social y está connotado por el género. and when to women, and what social
Educación Social Deberíamos, analizar en qué casos se responses emerge as a consequence.
Pere Tarrés,
Universidad Ramon
considera que una situación es de riesgo
Llull, Barcelona. en hombres y mujeres y cuáles son las
respuestas sociales que se ofrecen.

JOVEN es
A
DOLESCENCIA EN SITUACIÓN DE RIESGO SOCIAL:
¿UN PROBLEMA MASCULINO?

Nada es tan revelador desde el punto de vista sociológico


como interrogarnos por aquello que damos por supuesto,
por las evidencias socialmente compartidas. Éste es un principio
fundamental para toda persona interesada en comprender la sociedad de la
que forma parte, con la voluntad como decía C. W. Mills de desarrollar una
auténtica imaginación sociológica.
La juventud es vista, paradójicamente, como un ideal y como un
problema. Por una parte, los mensajes se dan a todos los niveles para
anunciarnos aquello de “¡qué grande es ser joven!” mientras coexiste una
visión alarmista de la juventud a la que se identifica con algunos de los 117
principales problemas sociales percibidos por la sociedad adulta:
delincuencia juvenil, violencia, fracaso escolar, drogodependencias. Ante
esta realidad se exige una respuesta, tanto de índole política como
pedagógica y social. Se formulan muchos interrogantes sobre qué le pasa a
la juventud actual y qué ha fallado en la sociedad, sin embargo, no se
cuestiona por qué esta juventud definida como “problemática” es, en
realidad, mayoritariamente masculina. Éste es, además, un hecho que no se
plantea ni en la mayoría de los estudios sobre el tema, ni en el diseño de las
intervenciones sociales.
Ciertamente, los datos revelan que el problema de la agresividad en la
calle y en las aulas escolares está protagonizado fundamentalmente por los
jóvenes. Asimismo, hoy en día las jóvenes no sólo están obteniendo mejores
resultados académicos que sus iguales masculinos, sino que ellos
representan a la mayoría en los índices de fracaso escolar. En cuanto a la
delincuencia juvenil, en Cataluña1 las últimas cifras muestran que los chicos
representan 86% de sujetos en centros de justicia. Lo significativo de estos
datos es que en todos los países occidentales2 se mantienen proporciones
muy similares.
Según Carles Feixa podemos aproximarnos al estudio de la juventud
desde una doble vía de análisis: por una parte la construcción social y
cultural de la juventud (referida al estudio del impacto de las instituciones
adultas sobre el mundo juvenil, concebido como etapa de transición entre la
adolescencia y la edad adulta) y, por otra, la construcción juvenil de la
cultura (es decir, el estudio de las formas de expresión y las denominadas
“culturas juveniles”).3
Así, los estudios que se han centrado en el tema de las transiciones a la
vida adulta han definido los itinerarios de transición a partir de unos
modelos considerados “normalizados”, que conciben el ser adulto
básicamente a partir de la incorporación al mercado de trabajo, dejando de
lado el ámbito doméstico y familiar.

○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○

1
Datos correspondientes al último trimestre de 1998, Justidata, núm. 21, mayo, 1999.
2
A. Giddens, Sociología, Alianza Universidad Textos, Madrid, 1998.
3
C. Feixa, De jóvenes, bandas y tribus, Ariel, Barcelona, 1998.

JOVEN es
También las investigaciones sobre las culturas juveniles han
focalizado su atención en aquellas manifestaciones más
“espectaculares” de los estilos juveniles, como las denominadas tribus
urbanas, estudiadas en los espacios públicos. Del mismo modo, la
mayoría de los estudios criminológicos se refieren a la delincuencia o la
violencia juveniles de forma genérica o, en todo caso, dando por
supuesto que son conductas masculinas que se explican a partir de
causas de orden físico o genético. En un reciente y celebrado estudio
sobre juventud y conducta antisocial uno de los principales aspectos
destacados como causa de la delincuencia juvenil es precisamente el
sexo, hasta el punto de afirmar que “ser varón es uno de los
predictores más fuertes de la delincuencia que tenemos entre los
118 atributos fácilmente mensurables”.4
En este sentido, las jóvenes son las grandes ausentes de estos
estudios o, en todo caso, su papel se tipifica como secundario, pasivo o
complementario al de sus iguales masculinos. Considero que esta
ausencia de las jóvenes en los estudios debería analizarse
detenidamente porque puede esconder una realidad que nos permita
preguntarnos si, más que ausentes, son “invisibles” dados los
parámetros que hasta ahora se han utilizado de forma mayoritaria para
estudiar la juventud desde diferentes perspectivas de análisis. Como
han destacado Garber y McRobbie,5 la cuestión no es sólo la presencia
o ausencia de las chicas en las culturas juveniles, definidas en términos
androcéntricos, sino también las formas que ellas utilizan para
interactuar entre ellas y con los demás para negociar su propio espacio,
construyendo formas culturales específicas de respuesta y resistencia.
Este artículo nace de una investigación más amplia que pretende
proponer una perspectiva de género a los procesos de riesgo social en
la adolescencia.6 En primer lugar se conceptualiza teóricamente lo que
entendemos por adolescencia en situación de riesgo social, con el fin
de delimitar el objeto y la perspectiva de análisis. A partir de aquí se
reflexiona sobre cómo la variable género puede ser determinante para
el análisis de las diferencias en las respuestas y formas de expresión que
chicos y chicas manifiestan ante las condiciones de riesgo social en las
que viven, así como en torno a la construcción de los discursos que
construimos para explicarlas. Este análisis se realiza a partir de los
resultados de un estudio empírico basado en entrevistas de
profundidad a profesionales de la educación que trabajan con
adolescentes en situación de riesgo social.

○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○

4
M. Ruter, et al., La conducta antisocial de los jóvenes, Cambridge University Press,
Madrid, 2000.
5
A. McRobbie y J. Garber, “Girls and subcultures [1975]”, en K. Gelder y S. Thornton
(eds.), The subcultures reader, Routledge, Londres, 1997, pp. 112-120.
6
Este estudio forma parte de la fase preliminar del trabajo de campo realizado con
motivo de mi tesis doctoral en curso titulada Adolescencia, género y riesgo social: un
estudio de casos a partir de las trayectorias biográficas. Las entrevistas se llevaron a
cabo en el marco de la asignatura anual Prácticas de investigación social de la
diplomatura en educación social-Pere Tarrés de la Universitad Ramon Llull (Barcelona)
que he impartido durante el curso 2000-2001.

JOVEN es
II. RIESGO SOCIAL: UN CONCEPTO PROBLEMÁTICO

Son varios los estudios que en los últimos años han recurrido al
concepto de riesgo social aplicado a la infancia y la adolescencia. El
interés por el concepto es una muestra de la tendencia hacia
perspectivas más centradas en la prevención de las problemáticas
sociales y ha dejado a un lado, al menos parcialmente, otros conceptos
como podían ser los de inadaptación, marginación o desviación.
El término “riesgo social” es muy complejo y polisémico por su
utilización desde diferentes disciplinas (especialmente la pedagogía y la
psicología social). En este sentido, se ha utilizado tanto para referirse a
aquellas circunstancias en que el individuo o el grupo se considera
afectado por las condiciones del entorno social en el que vive (en este 119
caso, en referencia a situaciones de dificultad social) como a las
consecuencias que puede tener su conducta para la sociedad (nos
referimos a las situaciones de conflicto social). El riesgo se reconoce
como una circunstancia social resultante de una dinámica interactiva en
el seno de una comunidad humana. Hablamos de riesgo a que se
produzcan situaciones de dificultad o conflicto social dada una serie de
circunstancias que se describen como “indicadores de riesgo”.7
Este concepto, sin embargo, no está libre de críticas. Como indica
Castel,8 referirnos a individuos o grupos en situación de riesgo no deja
de ser una manera más de etiquetar a quienes no responden a las
expectativas de la sociedad mayoritaria y sirve tanto para identificar los
problemas sociales sobre los que actuar, como para definirlos y darles
legitimidad.
Desde una perspectiva sociológica, la noción de riesgo social se
encuentra íntimamente relacionada con el concepto de exclusión
social. Se habla de riesgo social en referencia a las situaciones de
dificultad o conflicto de las personas y/o grupos que viven en
situaciones al límite de la exclusión social. Referirnos a la exclusión
social como un proceso nos permite entender mejor a través de qué
mecanismos las dificultades de integración social son fruto de una
dinámica de doble dirección, en la que no sólo
los individuos tienen o no dificultades
para responder a las expectativas
sociales, sino que se atribuye a la
sociedad un papel activo. La
sociedad facilita o dificulta
este proceso de inserción
social, debido a los
○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○

7
F. Casas, Infancia:
perspectivas psicosociales,
Paidós, Barcelona, 1998.
8
R. Castel, La
metamorfosis de la
cuestión social, Paidós,
Barcelona, 1997.

JOVEN es
mecanismos macrosociales de desigualdad social, que generan
marginación y exclusión, así como mediante la respuesta social que
ofrece a estas situaciones de dificultad. Como indica Castel, el
concepto de exclusión social no puede legitimar la existencia de dos
mundos –los integrados y los excluidos– sin analizar que existe una
relación de interdependencia entre ellos.

1. Sociedad actual: condiciones de riesgo y vulnerabilidad


La realidad de la exclusión social se contextualiza en el marco de este
modelo emergente de sociedad para el que se han utilizado diversos
apelativos como sociedad postindustrial, sociedad tecnológica o
sociedad informacional, que viene acompañado de un cambio en las
120 estructuras sociales y, a su vez, de la emergencia de nuevas formas de
desigualdad social. Asimismo, este cambio en las estructuras implica a
la vez cambios en la construcción de las identidades y los itinerarios
biográficos individuales.
Ulrich Beck9 acuñó un concepto como el de sociedad del riesgo
para ilustrar este nuevo estadio de las sociedades modernas que, según
el autor, caracteriza lo que denomina una nueva modernidad. En este
marco las condiciones sociales dibujan un escenario en el que el riesgo
y la inseguridad han pasado a ser modelos dominantes, ante la
incapacidad de los mecanismos de control y protección de la sociedad
para contenerlos, en un contexto de crisis del Estado del bienestar. A
nivel económico se produce una acelerada transformación del mercado
laboral, cada vez más precario e inestable, y sus consecuencias se
traducen en una estructura social con una tendencia a la dualización. A
su vez, las transformaciones que el modelo social genera en las vidas
individuales provoca que, cada vez se hable más de riesgo e
inseguridad no como elementos marginales y aislados del resto de
itinerarios, construidos desde la seguridad y la linealidad, sino como
una dinámica característica del nuevo modelo social que afecta a toda
la población.
A un nivel cultural e ideológico los cambios son también muy
significativos. El pluralismo es una de las principales características de la
sociedad actual y los modelos de socialización son hoy más flexibles. En
consecuencia, los jóvenes se ven forzados a escoger cómo quieren vivir
sus vidas. Como dice Beck, esta nueva modernidad que a un
nivel estructural, como hemos visto,
genera nuevas desigualdades sociales y
económicas, tiene consecuencias en la
creación de nuevos riesgos biográficos
que afectan a la vida cotidiana.
Ante esta situación son los
colectivos más vulnerables los que
tienen más dificultades para
afrontar o evitar estos riesgos.
○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○

9
U. Beck, La sociedad del riesgo, Paidós, Barcelona,
1998.

JOVEN es
Además, según Beck, se produce una dinámica social perversa que él
denomina individualización de los riesgos mediante la cual la sociedad
atribuye únicamente a los individuos la responsabilidad del éxito o el
fracaso.
En este contexto, como indica Castel, una parte importante de la
población vive en lo que este autor denomina “la zona de
vulnerabilidad”, caracterizada por una inestabilidad que se manifiesta
en inseguridad y precariedad respecto a su situación laboral, y con
consecuencias en una fragilidad de los soportes familiares y sociales.10

2. Jóvenes vulnerables. Formas emergentes de transición a la


vida adulta
Estas transformaciones estructurales juegan un papel importante en el Las
121
cambio en las transiciones a la vida adulta del colectivo juvenil. Las
responsabilidades
responsabilidades que la sociedad exige a los jóvenes para adquirir el
status adulto (finalizar los estudios, acceso al mercado laboral e que la sociedad
independencia familiar) no se realizan del mismo modo que en las
exige a los jóvenes
anteriores generaciones. En este sentido, mientras en los años sesenta
estas transiciones se producían de manera rápida, aunque dibujando para adquirir el
itinerarios diversos en función de la categoría socioeconómica de origen, status adulto
en las últimas décadas este modelo está sufriendo una clara
(finalizar los
transformación. Los itinerarios de transición son cada vez más complejos y
prolongados, dado que los momentos de asumir las responsabilidades estudios, acceso al
socialmente exigidas no se producen de manera lineal: la formación se mercado laboral e
convierte en una necesidad permanente, es difícil imaginar un trabajo
para toda la vida y los modelos familiares son cada vez más diversos y independencia

flexibles. familiar) no se
Quim Casal11 lo expresa en un estudio describiendo los itinerarios
realizan del mismo
obreros y las trayectorias de éxito precoz para diferenciar dos modelos
que, hasta los años setenta, caracterizaban la transición de los jóvenes. A modo que en las
partir de la década de los ochenta la transición se ha producido, en el anteriores
conjunto de la sociedad, de manera más lenta y los itinerarios dominantes
generaciones
se caracterizan por su falta de linealidad. Casal se refiere a las trayectorias
de aproximación sucesiva, en precariedad o desestructuradas para definir
las modalidades emergentes en el contexto de la “sociedad
informacional” que, a pesar de sus diferencias, tienen en común el
retraso en la emancipación plena de los jóvenes. Una vez más los
colectivos más vulnerables son los más afectados: jóvenes sin formación,
en paro o con trabajos precarios protagonizan las emergentes
“trayectorias en precariedad” y las “trayectorias en desestructuración”.
Estas trayectorias en desestructuración son las que prefiguran, según
Casal, “el campo real de la exclusión social” con relación a los jóvenes
que se ven privados del marco estructurador de la escuela y el trabajo,
que son las instituciones básicas con capacidad para ofrecer un marco
referencial de status y ubicación social y temporal.
○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○

10
Castel citado en J. F. Tezanos, La sociedad dividida. Estructuras de clases y desigualdades
en las sociedades tecnológicas, Biblioteca Nueva, Madrid, 2001, p. 177.
11
J. Casal, “Modos emergentes de la transición a la vida adulta en el umbral del siglo xxi:
aproximación sucesiva, precariedad y desestructuración”, REIS, núm. 75, Madrid, 1996, pp.
295-316.

JOVEN es
3. Consecuencias y respuestas sociales de los jóvenes
La emergencia de la modalidad de “transición en desestructuración”
impacta en la vida de los jóvenes generando diferentes respuestas que,
a nivel social, resultan problemáticas. En este sentido, absentismo y
fracaso escolar, violencia y agresividad, delincuencia juvenil son
manifestaciones que expresan dificultades de integración social y
protagonizan mayoritariamente los jóvenes en situación de riesgo social
como colectivo especialmente vulnerable de nuestra sociedad.
Como indica Casal:

La prolongación de la trayectoria implica la génesis de procesos de adaptación


que o bien implican “reclusión y aislamiento” social del individuo, o bien
122 Ante estas generan procesos de desafección y violencia social. En ambos casos el sujeto se
ve sometido a un proceso real de exclusión social.12
condiciones

estructurales que En este sentido, ante estas condiciones estructurales que determinan
sus vidas, los jóvenes desarrollan, a su vez, diferentes respuestas
determinan sus
sociales y mediatizadas por su procedencia sociocultural. Desde una
vidas, los jóvenes perspectiva centrada en la producción cultural y la capacidad de
desarrollan, a su resistencia del individuo consideramos que estas conductas no pueden
ser vistas sólo como “problemas”, según su definición social, sino que
vez, diferentes
son respuestas y “soluciones” (aunque resulten problemáticas) de los
respuestas sociales y actores a las condiciones estructurales de exclusión en las que viven.
mediatizadas por su
Las acciones de los individuos son significativas y no pueden reducirse a
una reproducción de las condiciones estructurales globales. Siguiendo
procedencia las tesis de autores como Paul Wiilis,13 podemos hablar de conductas
sociocultural “de riesgo” o de conflicto social como formas de resistencia de los
actores sociales frente a las restricciones materiales de sus vidas. Con
su respuesta el actor social se rebela contra su situación y, a su vez,
construye su identidad al margen de las normas sociales. Una
perspectiva más centrada en la resistencia y las estrategias del actor
social para actuar y negociar las normas sociales posibilita imaginar el
potencial de transformación social y cultural.
En este sentido, las conductas delictivas, violentas o de riesgo no
pueden ser entendidas meramente como “conductas desviadas”, sino
que debemos comprender, más allá de las condiciones sociales
objetivas, cuáles son las motivaciones subjetivas o las gratificaciones
obtenidas por algunos jóvenes que responden o se expresan a partir de
conductas consideradas antisociales. Como apunta Muncie,14 el crimen
lejos de ser anormal, puede ofrecer un camino para expresar algunos
valores socialmente venerados como el individualismo, la
competitividad o la masculinidad.

○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○

12
Idem.
13
P.Wills, Aprendiendo a trabajar, Akal, Madrid, 1988.
14
J. Muncie, Youth and Crime. A Critical Introduction, Sage, Londres, 1999.

JOVEN es
III. ADOLESCENCIA Y RIESGO SOCIAL: UNA MIRADA DESDE
UNA PERSPECTIVA DE GÉNERO

Como ha sucedido con otras áreas de la sociología, la definición y


estudio de las problemáticas de exclusión social se ha desarrollado, en
su mayor parte, al margen de uno de los ejes de estructuración social
como son las desigualdades de género.
En los últimos años algunos estudios se han interesado por las
diferentes condiciones en las que hombres y mujeres afrontan esta
situación de riesgo y vulnerabilidad. Andy Furlong, unos de los
principales estudiosos de la juventud en Europa, concluye en un
reciente estudio sobre las transiciones juveniles que las jóvenes de
entornos sociales desfavorecidos constituyen un grupo especialmente Andy Furlong, unos 123
vulnerable, protagonizando las trayectorias de transición
de los principales
desestructuradas.15 Del mismo modo el término “feminización de la
pobreza” ha servido a diferentes organismos internacionales para estudiosos de la
denunciar que, hoy en día, la pobreza mundial tiene rostro femenino. juventud en Europa,
Esta vía de análisis, que se ha considerado en algunos casos como la
concluye que las
muestra de la introducción del género como variable de los estudios
sobre juventud, presenta a hombres y mujeres en dos grupos jóvenes de entornos
separados, identificando una perspectiva de género con el estudio de la sociales
situación de las mujeres como grupo. Considero que éste puede ser un
análisis necesario, sobre todo por la información que nos aporta sobre desfavorecidos

las consecuencias de este modelo social y económico para las mujeres. constituyen un grupo
De todos modos, mi punto de partida es otro. El objetivo no es tanto
especialmente
estudiar a las mujeres como grupo sino comprender que, como dice Mª
Jesús Izquierdo, “lo que les ocurre a las mujeres lo es en relación a lo vulnerable,
que les ocurre a los hombres”.16 En este sentido, entendemos el protagonizando las
género como una categoría relacional, es decir, que los roles de género
trayectorias de
se construyen en la interacción entre hombres y mujeres. Una
correspondencia que, en una sociedad patriarcal, se basa en una transición
correlación jerárquica de dependencia. Los roles de género no son
desestructuradas
complementarios sino que implican una proporción de poder (el
dominio del género masculino sobre el femenino). En este sentido,
como apunta Marina Subirats, “el dominio de un género sobre otro
constituye la base de un orden social jerárquico, que determina las
posiciones de los individuos al margen de sus capacidades específicas, y
que se ha denominado “patriarcado”.17
En este sentido, una perspectiva de género aplicada al análisis de los
procesos de riesgo social en la adolescencia no significa únicamente
estudiar o visibilizar a las mujeres, sino analizar hasta qué punto los
procesos de adaptación y respuesta de las personas frente a las
condiciones materiales de sus vidas están condicionadas por su
○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○

15
A. Furlong, et al., Vulnerable Youth: Perspectives on Vulnerability in Education,
Employment and Leisure in Europe, Council of Europe, Estrasburgo, 2000.
16
Ma. J. Izquierdo, El malestar en la desigualdad, Cátedra, Madrid, 1998.
17
M. Subirats, “Sexe, génere y educació”, en J. M. Rotger, Sociología de l’educació, Vic,
EUMO, 1990

JOVEN es
socialización diferencial de género. Considero que la incorporación de
la variable género a la comprensión de las consecuencias para los
jóvenes de este modelo social, que se ha descrito a partir de las
variables de riesgo, vulnerabilidad y exclusión social, nos permite
aproximarnos a un análisis más profundo y complejo de los
mecanismos de desigualdad en nuestra sociedad.
La pretensión de este artículo es apuntar algunos elementos
relevantes para explicar qué se esconde detrás de esta invisibilidad
femenina y cuáles son sus consecuencias. Las conclusiones se basan en
el análisis de 16 entrevistas de profundidad realizadas durante 2001 a
profesionales que trabajan con adolescentes considerados “en riesgo”
desde diferentes ámbitos (institutos, centros de protección y de justicia
124 La incorporación de de menores, servicios sociales).
Las entrevistas de profundidad semidirigidas se estructuraron a
la variable género a
partir de unos ejes temáticos que permitieran captar, por una parte, a
la comprensión de partir de su experiencia, cuál era la diferente expresión entre hombres y
las consecuencias mujeres, y, por otra, identificar cuál era la interpretación que el
profesional ofrecía ante esta realidad. Las entrevistas se iniciaban a
para los jóvenes de
partir de unos interrogantes abiertos, que variaban en función de si el
este modelo social, profesional era del ámbito de la educación formal o social. En el primer
que se ha descrito a
caso, se presentaban los datos de estudios recientes sobre fracaso
escolar, que demuestran que los jóvenes presentan mayores índices de
partir de las fracaso escolar, y se les preguntaba por su experiencia al respecto y su
variables de riesgo, interpretación. En el segundo, a partir de los datos sobre delincuencia
juvenil se preguntaba si realmente creían que existía menor
vulnerabilidad y
delincuencia femenina y, en este caso, cómo lo explicarían.
exclusión social, nos

permite 1. El porqué de la invisibilidad


Una de las conclusiones más interesantes extraídas a partir de las
aproximarnos a un
entrevistas es que en muchos casos los profesionales, que en el
análisis más conjunto no dudan en constatar importantes diferencias en las
profundo y complejo conductas y formas de expresión de los hombres y las mujeres con los
que trabajan, admiten que ésta no es una cuestión por la que se hayan
de los mecanismos
interrogado antes. Estas diferencias, por lo tanto, se perciben como
de desigualdad “naturalizadas” y por lo tanto no se problematizan. Éste es uno de los
temas que considero fundamental para comprender la invisibilidad de
las chicas en los estudios y también en las intervenciones sociales y que
retomaré al final del artículo.
¿Cuestión de hormonas?

[...] a ver... yo creo que hay un factor, aunque bueno, no lo tengo muy claro,
pero muchas veces es cierto que todo hace pensar que sí ¿no? que es que hay
una variable, yo creo, de carácter genético. En el sentido que los chicos parece
que tienen un impulso más... más agresivo ¿no? y están más pendientes de la
actividad, de la actuación, frente a una chica. Entonces eh... este componente
agresivo, que muchos estudios así lo validan, es posible que provoque que el
chico responda delante de la misma situación manifestando más agresividad. He
visto actuaciones que, hablando de actos delictivos, que comportan más actos
delictivos frente a la chica que tendría un comportamiento más retraído, ¿no?
Sería más de carácter... un trastorno más mental, o un trastorno emocional.
[educador centro protección de menores]

JOVEN es
Ante la pregunta por las causas de estas diferencias algunos recurren,
aunque con cierta timidez, a los argumentos biológicos para explicar lo
que ellos identifican como diferencias fundamentales entre las
características de las conductas de las mujeres y los hombres.
Las explicaciones de carácter biológico son, todavía, buena parte de
la visión social dominante sobre las diferencias en el comportamiento
entre sexos. No es éste el momento de entrar en debate con las
investigaciones que, desde disciplinas como la sociobiología, están
investigando sobre la base biológica de estas diferencias no sólo entre
sexos, sino también entre etnias. En cualquier caso es necesario
destacar que desde posturas de este tipo se confunde totalmente el
sexo con el género, dado que se identifican las diferencias biológicas
(sexo) con las características sociales, culturales y psicológicas que se 125
atribuyen en cada sociedad a cada uno de los sexos (género).
En lo que respecta a teorías criminológicas, éste ha sido el
paradigma dominante durante mucho tiempo, ya desde las tesis de
Lombroso y su “mujer delincuente”, a la que consideraba signo de una
doble anormalidad: por su condición de delincuente y transgresora de
la norma social, y por su condición de mujer biológicamente contra-
natura, es decir, transgresora de lo que se espera de su sexo.
Una explicación mucho más común, seguramente por la influencia
de la psicología como disciplina troncal en la formación de los
profesionales de la educación, es la
referida a las diferencias en las
características psíquicas (maduración,
reflexividad, autocontrol...), pero entendidas
como causa y no como consecuencia de los
diferentes papeles que chicos y chicas desarrollan en
sociedad. De ahí explicaciones como la siguiente:
“en cuanto a las chicas son mucho más maduras
siempre que los chicos, eso sí que es una tónica
general, ¿eh? o sea, a la misma edad una joven es
más madura que un chico y además físicamente
están más desarrolladas” (educadora social).

2. La socialización del género


Muchos de los profesionales entrevistados
identifican la socialización diferencial como la
principal causa de las distintas formas de
expresión de hombres y mujeres frente a las
condiciones de riesgo social. En este sentido,
de sus argumentos se desprende que
asumen que los roles de género son una
construcción social, aunque sobre la base
de la diferencia biológica que nos
identifica como una especie sexuada.

JOVEN es
Según Bourdieu,18 a través de la socialización se transmiten los roles
sexuales y la dominación masculina se legitima porque se naturaliza, se
da por descontado. Es a partir de la socialización de género que los
hombres y las mujeres interiorizamos las normas y valores “adecuados
a nuestro sexo” en el contexto específico de la sociedad donde
vivimos.19 Aprendemos por lo tanto a ser hombres y mujeres.
Las consecuencias de esta socialización diferencial, que atribuye un
peso dominante al género masculino, es la tendencia a sobrevalorar,
sobreexigir e infraproteger a los hombres, mientras que a las mujeres
se las tiende a infravalorar, infraestimular y sobreproteger.20 Los roles
de género producen expectativas a nivel social (en el entorno familiar,
la escuela, el grupo de iguales...) a las cuales debemos dar respuesta
126 durante el proceso socializador. Estas expectativas actúan como
mecanismos de control social para evitar que se produzcan
transgresiones del rol asignado.
A partir de la socialización de los roles aprendemos a comportarnos
de acuerdo con las expectativas que corresponden a nuestro género.
Éste no es, sin embargo, un proceso lineal sino contradictorio y
conflictivo en una sociedad plural y compleja como la nuestra. La
definición de la feminidad que se aprende en la familia puede entrar en
contradicción con la de la escuela o con
la del grupo de iguales. Chicos y chicas
deben aprender a negociar su identidad
de género en múltiples y variados
contextos.

3. El marco familiar
De muchas de las entrevistas hemos
extraído lo que los estudios realizados
sobre la transgresión femenina ya nos
venían indicando: la socialización de roles
en el marco familiar y las diferentes
expectativas que generan es determinante a
la hora de comprender las diferencias en las
formas de expresión de las y los jóvenes.
La familia es uno de los agentes de
socialización más básicos. Actúa desde la
socialización primaria como vehículo de
transmisión de la realidad social más amplia
a partir de la subcultura de clase. En
○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○

18
P. Bourdie, La dominación masculina, Barcelona,
Ed. 62, 2000.
19
C. Brullet, “Roles e identidades de género: una
construcción social”, en Ma. A. García de León,
Sociología de las mujeres españolas, Complutense,
Madrid, 1996.
20
G. Poal, “Reflexiones entorno a la socialización
diferencial de mujeres y hombres”, RTS núm. 140,
1995, pp. 40-53.

JOVEN es
contextos de riesgo y exclusión social, su papel ha sido descrito tanto
como factor facilitador y preventivo como, en otras ocasiones, un
factor de riesgo.
Diversos estudios han destacado la mayor protección y control que
los padres ejercen sobre sus hijas en relación con sus hermanos (límites
de dinero, horarios...). Los jóvenes acostumbran a estar más tiempo en
la calle, relacionándose con su grupo de amigos y deben aprender
antes a defenderse solos, de manera que también tienen más
posibilidades de acabar desarrollando más un rol activo.21 En este
sentido la socialización de género en el marco familiar actúa como
“control social informal” que garantiza la interiorización en las chicas
de su rol femenino tradicional.22 Esto es observable incluso en aquellos
casos de adolescentes que se encuentran apartados del marco familiar, ¿Hasta dónde llega 127
en centros de protección de menores:
el riesgo real y

[...] hay veces que la responsabilidad que se les otorga te produce angustia, dónde empieza la
como el papel de protectora de la hermana mayor hacia los niños, hacer de
madre ¿no? Niñas de 12 años que bueno... que han cambiado pañales, han construcción social?
dado de comer, y bueno, incluso estar el educador con su hermanito y venir ella
a controlar que lo estés haciendo cómo ella piensa que se tiene que hacer, como
que se siente responsable de sus hermanos, ¿no? Esto no se nota tanto con los
hermanos... no, no se les pide, no se tiene la expectativa de que tengan este tipo
de conducta. [educadora social]

Una encuesta realizada por el Centro de Investigación Sociológica (CIS)


sobre la percepción social de los riesgos,23 donde se preguntaba a
padres y madres sobre los riesgos percibidos como más preocupantes
para sus hijos, refleja de manera significativa cómo las expectativas
adultas cambian en función del género. En el caso de los padres de
varones el riesgo de que sus hijos cometieran algún delito era uno de
los más preocupantes, mientras que en el caso de las mujeres éste era
precisamente el que ocupaba el último lugar. Por el contrario, para los
padres de mujeres adolescentes el riesgo a ser víctimas de algún delito
o a implicarse en un embarazo no deseado son percibidas como
preocupaciones mucho más importantes que para los padres de hijos
hombres.
¿Hasta dónde llega el riesgo real y dónde empieza la construcción
social?, ¿cuáles son las consecuencias que estas expectativas paternas
tienen en las conductas de los adolescentes? Como ya apuntó W.
Thomas, las situaciones definidas como reales, son reales en sus
consecuencias y, por lo tanto, las imágenes que una determinada
sociedad presenta sobre los problemas sociales y los riesgos son
construcciones sociales que se dan por descontado (existan o no
realmente) y que generan procesos a nivel social que terminan
imponiéndose, en este caso, sobre los adolescentes. Las expectativas
○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○

21
A. McRobbie, Feminism and Youth Culture. From Jackie to Just Seventeen, MacMillan,
Londres, 1991.
22
T. Miralles, “La mujer: el control informal”, en R. I. Begalli y J. Bustos, El pensamiento
criminológico II, Península, Barcelona, 1983.
23
Encuesta Infancia y Adolescencia, CIS, 1989; citado en Casas, op. cit.

JOVEN es
de padres y maestros están influidas por los estereotipos de género. No
se espera que las jóvenes sean un problema (en casa, en la escuela...) y,
en consecuencia, no son vistas desde esa perspectiva.
En este sentido, podemos destacar que muchas veces esta
transmisión de los roles, aunque es reconocida por los profesionales
como una construcción social, difícilmente se relaciona con la propia
práctica. Un profesor de secundaria lo expresaba en estos términos:

[...] realmente los chavales actúan como nosotros esperamos que actúen y eso
mucha gente no se da cuenta pero en realidad es así. Si tienes un alumno en la
clase y esperas que se porte mal, el chaval lo más probable es que se porte mal.
Si tú tienes un chaval que está catalogado como conflictivo y tú esperas que no
sea conflictivo tiene más posibilidades de no serlo. Como la chica hasta cierto
128 punto está mal visto que sea conflictiva, porque no ganaría puntos en su grupo
de iguales, el comportamiento realmente no lo es.
Los roles se

construyen en la
4. El grupo de iguales
relación entre los Hablar de adolescencia implica necesariamente referirnos a relación de
pares del mismo grupo. Son muchos los estudios que han destacado la importancia que,
en la etapa adolescente, adquiere el grupo de iguales como espacio
sexo y, por
donde el adolescente se refugia ante la sentida incomprensión de los
supuesto, en el adultos y la necesidad de experimentar su identidad. En contextos que
definimos de riesgo o conflicto social, ante la fragilidad que adquieren
juego de espejos que
otros agentes socializadores, el grupo de iguales constituye un marco
supone la clave que se ha relacionado directamente con la iniciación a las
interacción de los conductas de riesgo y a las carreras delictivas. Asimismo, el grupo es el
espacio por excelencia para la experimentación de la identidad de
grupos mixtos
género durante la adolescencia.
El análisis de las relaciones de poder que se producen dentro de
estas microculturas, como las definió Helena Wulff24 en su magnífico
estudio etnográfico, nos permite comprender cómo los roles sexuales
son asignados, controlados y negociados dentro del grupo, que actúa
como un espacio lleno de sentido en la vida cotidiana del individuo.
Los roles se construyen en la relación entre los pares del mismo sexo
y, por supuesto, en el juego de espejos que supone la interacción de
los grupos mixtos. Existen diferentes masculinidades y diferentes
feminidades que están jerarquizadas y, como apunta Connell,25 cada
uno debe negociar en una dinámica grupal basada en relaciones de
poder cuál es el lugar que ocupa.
Las actitudes masculinas que los adolescentes deben adoptar para
integrarse en el grupo de iguales han explicado, para muchos autores,
la relación entre masculinidad y delincuencia o entre masculinidad y
rechazo a la escuela. En el caso del fracaso escolar, también algunos
profesores entrevistados destacan la importancia del grupo de iguales
en determinados contextos en los que estudiar es visto como una
conducta que puede poner en duda la virilidad, en la línea de lo que
○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○

24
H. Wulff, Twenty Girls. Growing Up. Ethnicity and Excitement in a South London
Microculture, Stockholm, Studies in Social Anthropology, Estocolmo, 1988
25
R. W. Connell, “Cool Guys, Swots and Wimps: the Interplay of Masculinity and
Education”, Oxford Review of Education, vol. 15, núm. 3, 1989.

JOVEN es
Paul Willis mostró en su ya clásica etnografía sobre la cultura
antiacadémica que, a pesar de las críticas formuladas por parte de
algunas feministas,26 considero que es un magnífico estudio sobre el
género:

[...] te pongo un ejemplo: yo tenía un alumno muy del barrio, un chaval muy
majo, en el instituto no había problemas con él, pero era un chaval considerado
como un delincuente. Yo le decía siempre “Jose, tráeme los libros” “No, porque
es que a mí me da vergüenza ir con los libros por la calle”, porque su grupo de
iguales no ve bien que él vaya ni con un bolígrafo. Es decir, a mí me da
vergüenza ir hasta con un bolígrafo por la calle. Entonces yo pienso que es la
clave, la influencia del grupo de iguales, es muy difícil salirse del grupo y crear tu
propia identidad, tu propia personalidad, que se irá haciendo con el tiempo. Pero
el grupo de iguales les da seguridad y entonces muchas veces es difícil opinar en
contra de lo que opina el grupo, porque la propia seguridad del adolescente está
ahí, en sentirse protegido y sentirse avalado por ellos.
129
El papel de las

jóvenes, según la
El papel de las jóvenes, según la mayoría de los estudios, es secundario
y complementario, limitándose a ser espectadoras de los grupos mayoría de los
masculinos violentos. También los profesionales nos explican estas estudios, es
dinámicas grupales donde los roles están muy marcados:
secundario y

[...] el chico por definición tiene que ser machito, tiene que ser valiente y si se complementario,
tiene que partir la cara con quien haga falta o si le ha pegado a dos “polis”, esto
es mejor que si no, y si ha tenido que huir con la Guardia Civil detrás con un limitándose a ser
coche pues mejor todavía, esto es un valor; las chicas también lo admiran, y
entre los chicos esto es admirable. En cambio las chicas tienen otro rol, el rol espectadoras de los
femenino más pasivo, o sea, el esquema tradicional de chica que admira a su
grupos masculinos
héroe y está en casa sumisa y obediente y tal; éste es el esquema, desde mi
experiencia, de los que han acabado en estas historias. [educador centros de violentos
justicia juvenil].

Sin embargo creo que, si como dice Bourdieu,27 “la mujer participa de
las categorías dominantes y, por esto, es la primera que reclama que el
hombre ocupe la posición que le corresponde”, o en palabras de
Izquierdo,28 “al lado de hombres fascinados por la violencia hay
mujeres fascinadas por hombres violentos”, este papel, aunque
podamos tildarlo de complementario, no deja de ser determinante por
su poder en este juego de representaciones, construidas con base en
una relación en la que cada uno otorga la legitimidad de su papel al
otro.

○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○

26
Las críticas al estudio de Willis desde el feminismo han sido muy duras y creo que, en
buena parte, no merecidas. Precisamente Aprendiendo a trabajar, (op. cit.) representa
una importante contribución a los estudios de género, porque muestra de una manera
brillante cómo la cultura resistente de los chicos de clase obrera, basada en el valor de
la masculinidad, los inclina hacia los trabajos de menor status contribuyendo a la
reproducción social. Muchas de las críticas, entre ellas las de Ángela McRobbie, se basan
únicamente en la ausencia de las jóvenes en el estudio etnográfico confundiendo, una
vez más, una perspectiva de género con el estudio de las mujeres.
27
Bourdieu, op. cit.
28
Izquierdo, op. cit.

JOVEN es
Contrariamente a mi previsión inicial, la mayoría de los
profesionales no han reforzado con sus respuestas la visión dominante
sobre la pasividad, docilidad y sumisión femeninas. Sus respuestas,
fruto de su larga experiencia de trabajo con adolescentes y su papel
como observadores cualificados, desvelan una realidad muy clara: las
chicas también son agresivas, también son transgresoras aunque
puedan expresarlo de otra manera.
Así lo explica un educador con experiencia en centros de justicia
juvenil:

[...] había una diferencia muy grande en las dinámicas que se establecían en el
grupo, siempre son dinámicas de poder, siempre, con los chicos era más
explícito, era el que tenía los bíceps más grandes pues estaba claro quién
130 mandaba..., en las chicas no era así, era quien tenía más capacidad para mover,
pocas veces veías enfrentamientos directos; con chicos sí, en chicos liarse a ostias
y ningún problema. En chicas no, en chicas era muy habitual que la que
controlaba la situación manipulase la historia, de manera que parecía que
quedaba al margen de todos los líos, estaba la que era más corta que era la que
daba la cara finalmente. Los roles, las dinámicas eran muy diferentes”

En este sentido, un aspecto que resulta interesante abordar es,


precisamente, las diferencias en las características y constitución de los
grupos femeninos y masculinos. Normalmente los grupos femeninos
son más reducidos y están formados por microgrupos que se atomizan
y se reestructuran continuamente. El tipo de relación se conoce como
la “díada femenina”,29 relaciones muy íntimas en las cuales la amistad
está por encima de todo y lo que está peor visto es la falsedad y la
infidelidad. En todo caso, esta cuestión deberá analizarse más a fondo
en un futuro para explicar hasta qué punto la estructura y dinámica
diferentes de los grupos adolescentes masculinos y femeninos,
analizados desde el punto de vista de las diferencias de género, nos
permiten comprender las diferencias en las formas de expresión.

5. La expresión diferencial
A partir de ahí, pienso que también debemos poner en cuestión el
hecho de que la agresividad sea una característica exclusiva de los
hombres y, como mínimo, problematizar el hecho de que la afectividad
y el romanticismo sean expresiones exclusivas de las
mujeres. Mi pretensión en este punto es presentar
algunos de los elementos que, a partir de las
entrevistas, se identifican como claves en la diferente
expresión masculina y femenina de las conductas de
riesgo.
Los hombres no lloran

○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○

29
J. C. Revilla, La identidad personal de los jóvenes. Pluralidad y autenticidad, Entinema,
Madrid, 1998.

JOVEN es
[...] me acuerdo de la primera que tuve con un adolescente que era chico... tardó
mucho en decirme que tenía novia en el cole, y me acuerdo que le pregunté por
qué, que era una chica de su clase y que a todo el mundo le había gustado
alguien a los quince o dieciséis años, que era una cosa muy normal. Entonces él
me explicó que la primera novia que tuvo lo dejó, y le duró dos semanas, que le
supo muy mal. Cuando lo explicó a los padres, su padre le dijo “¡qué machote,
has empezado a ligar antes que yo!” Y el día que le dijo “pues me ha dejado...”,
su padre le dio una bofetada súper fuerte y le dijo “una mujer nunca puede
dejar a un hombre, y nunca se te ocurra volver a llorar por una mujer, ¡han de
ser ellas que lloren por ti!” Pero le clavó una bofetada bien fuerte, te hablo de
dejarle los dedos señalados. Y claro, esto le quedó muy marcado y él pensaba
que no quería volverse a enamorar porque no sabía si soportaría que le volvieran
a dejar, porque le verían como a una persona muy débil y él no quería que le
viesen así. Claro, si una chica se pone a llorar o la dejan, pues lo tienen más
asumido, y a lo mejor en casa no reciben un castigo tan duro. Que el hombre no
pueda llorar es muy duro, tienes que tragártelo todo. [educadora centro de
justicia juvenil]
Ninguna violencia es 131
exclusiva de los
La masculinidad es también, por supuesto, una construcción social que,
como la feminidad, varía en función de la clase social. Desde la familia hombres, aunque
como agente de socialización primaria fundamental, pasando por la podamos afirmar
escuela y el grupo de iguales nos construimos como hombres o
mujeres. que la violencia

A partir de las entrevistas que hemos realizado hemos constatado física es una
que todavía hoy, en estos contextos de cultura obrera como el que
conducta masculina
analizamos, resulta una necesidad para sobrevivir en los grupos
masculinos demostrar la valentía, el riesgo, la fuerza y las dudas sobre (es decir, propia del
la virilidad pueden ser el peor insulto. En contextos de grupo, los género masculino
hombres deben responder a las expectativas que se derivan de su rol
masculino y esto significa que expresar sentimientos de inseguridad,
miedo o tristeza, por ejemplo, no se considera apropiado por los
iguales masculinos. Anne Campbell30 ha descrito esta situación a partir
de un interesante concepto. Según esta autora, podemos hablar de
“ignorancia de la pluralidad” para describir esta presión grupal en
grupos masculinos donde cada miembro cree que es el único que vive
estas emociones, dado que no son consideradas apropiadas para la
discusión en público.
Para Izquierdo a partir de la socialización diferencial al hombre se le
censura la ternura mientras que la mujer niega la violencia física. Ésta
sería, según la autora, la explicación de que en muchos casos la mujer
no renuncie a esta violencia sino que la interioriza, expresándola en
forma de autoagresión, mientras que el hombre la canaliza hacia el
exterior.31 En este sentido, ninguna violencia es exclusiva de los
hombres, aunque podamos afirmar que la violencia física es una
conducta masculina (es decir, propia del género masculino).

○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○

30
A. Campbell, “On the Invisibility of the Female Delinquent Peer Group”, Women &
Criminal Justice, vol. 2, núm. 1, 1990.
31
Ma. J. Izquierdo, “Los órdenes de la violencia: especie, sexo y género” V. Fisas, El sexo
de la violencia, Icaria, Barcelona, 1998.

JOVEN es
Y por ejemplo en las situaciones de peleas, los chicos desmontan el centro, o
sea, llegas a la habitación y piensas.. ¡Dios mío!; la silla, la mesa, bueno, patadas
aquí, patadas allá... y en cambio ellas en lugar de sacar la agresividad hacia fuera
destruyendo como que lo interiorizan más, ¿no?, en plan... para mí más grave
porque se autolesionan. Por ejemplo, las cuchillas de afeitar, de depilarte o de
afeitarse los chicos la barba... eh... cuando ha habido algún conflicto entre chicas
las tenemos que esconder, mucho más escondidas de donde están porque se
autolesionan con una carga de agresividad muy fuerte hacia ellas mismas. Eso
siempre lo he visto, difícilmente hemos visto chicos lesionándose, aunque en la
prisión sí que se lesionan y que en centros de chicos se lesionan, pero al menos
en las instituciones donde he estado yo ellos destrozaban el mobiliario y ellas...
una patada también, pero no de una forma tan... Recuerdo, por ejemplo, una
pelea de chicas que aprovecharon que la otra dormía y le cortaron el pelo con
una tijeras. Quiero decir que... son aquellas cosas que dices físicamente no le
hago daño pero psicológicamente es... son duras. [educadora centro de justicia]

132 6. La transgresión femenina


Como defiende Dolores Juliano, las mujeres de sectores populares
desarrollan diferentes estrategias para subvertir los modelos
dominantes que las relegan a una posición de debilidad y pasividad.
Esta autora plantea que esas estrategias son invisibles pero, a menudo,
es esta misma invisibilidad la que facilita su eficacia “ya que la sociedad
patriarcal les permite más fácilmente el ejercicio de ciertas cotas de
poder si éste se disfraza de sumisión”.32 Esta invisibilidad de las
estrategias y las formas de resistencia de las mujeres de sectores
populares no es exclusiva, como podríamos pensar, de los analistas
masculinos, sino que las mismas feministas han mostrado a menudo
dificultades para entenderlas como tales.
A partir de las entrevistas con profesionales, estas estrategias se
iban desvelando y creo que nos permiten poner en cuestión esta visión
dicotómica entre la actividad masculina y la pasividad y victimización
femenina. Las principales estrategias que aparecen como relevantes
están en relación, por una parte, con la particular forma de agresividad
femenina y, por la otra, con las estrategias y mecanismos de resolución
de los conflictos o de evitación de las sanciones.

[...] las peleas que habían en el centro... por ejemplo, cuando se peleaban dos
chicos eh... como que se hacía una banda ¿no?, como que tienen que
demostrarse a sí mismos quién es el más fuerte y quién manda, quién es el líder
¿no?, y realmente se pegan físicamente muy fuerte; quiero decir que tiene que
haber una intervención del educador porque si no... no tienen medida, al menos
las peleas que yo he vivido, ¿eh?... quiero decir son peleas muy duras, muy
duras... Yo pienso que las peleas que he presenciado de chicas... que no son
tampoco muy suaves ¿eh? pero es otra sutileza o sea más...de tirarse los pelos
desde luego, no sé [sonriendo]... pero que son como más vengativas, en el
sentido de que, por ejemplo, una vez el educador interviene y las separa has de
tener mucho control sobre la situación, porque a lo mejor aquel vestido que le
gusta tanto ponerse cuando se vaya de permiso pues le desaparece del armario...
eh... ya sabes quién lo tiene pero tienes que demostrar quién lo ha cogido,
¿no?.... mm... yo recuerdo una situación en la que una chica iba a un bautizo y
marchaba un fin de semana, pues estuvo aguantando toda la semana sin dirigirle
la palabra y el último día se le cargó en vestido y las medias, todo, todo, todo,
¿no? Quiero decir que físicamente por la fuerza no lo consiguen pero... son un
poco más sutiles. [educadora centro de menores]
○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○

32
D. Juliano, Las que saben. Subculturas de mujeres, Horas y Horas, Madrid, 1998.

JOVEN es
Lo relevante es que estas formas de violencia (que podríamos calificar
de indirecta, sutil o simbólica) pueden ser tanto o más duras que las
agresiones físicas, y generadoras de un daño más profundo en la
identidad del agredido. A pesar de ello son menos detectables, menos
espectaculares y resultan más difíciles de castigar que las agresiones
físicas. En muchos casos los profesionales, que coincidían en
evidenciarlas, sin embargo, las explicaban a partir de características de
patología psíquica de las chicas o de su carácter más retorcido. Como
dice Bourdieu,33 la violencia que ejerce la mujer como estrategia no
hace más que confirmar socialmente su visión como ser maléfico.
Asimismo, dado el paternalismo que caracteriza a las instituciones,
las transgresiones femeninas han estado sujetas a menor control
formal. La visión de la joven que necesita protección frente al hombre Si miramos 133
que necesita un castigo está muy arraigada y es signo del machismo de
únicamente aquellas
las fuerzas del orden, aunque en la práctica pueda en algunos casos
beneficiar a la mujer. Ellas aprenden también a utilizar estas estrategias manifestaciones que
para escapar del control jugando con su feminidad: son consideradas

problemáticas desde
[...] ellas son muy monas, ya sabes, rubitas muy guapas, ojos azules... saben dar
una buena apariencia. Cuando iban a comisaría siempre han jugado con el las definiciones
cuento, aquello de llorar y “por favor, no se lo digas a mi madre...” Siempre les
ha funcionado súper bien, se han quedado pasmadas de lo bien que les oficiales de los
funcionaba, sí, sí, echar cuatro lagrimitas, parpadear y el policía como si fuera su
padre, llevarlas a casa... [educadora de servicios sociales]. problemas sociales o

desde lo que
IV. IMPLICACIONES
determina el Código

La elección de qué se entiende por pobreza y exclusión social y, en particular, Penal, buena parte
cómo se define la situación de desigualdad por razón de género, determina la
de las respuestas
selección de la población potencialmente beneficiaria (de las políticas públicas) y
condiciona las medidas a adoptar.34 transgresoras

protagonizadas por
Si miramos únicamente aquellas manifestaciones que son consideradas
problemáticas desde las definiciones oficiales de los problemas sociales las jóvenes
o desde lo que determina el Código Penal, buena parte de las seguramente
respuestas transgresoras protagonizadas por las jóvenes seguramente
quedarán en un
quedarán en un segundo plano. Como apuntan Garber y McRobbie,
esta invisibilidad cumple la función de profecía autocumplidora dado segundo plano
que si la mujer tiene un papel menor en este tipo de conductas, la
exclusiva atención a las expresiones y estilos masculinos no hace más
que reforzar la imagen de las subculturas como una formación
masculina. Por lo tanto, si no problematizamos nuestra mirada sobre lo
que damos por supuesto, con relación al riesgo o a la transgresión
social, fácilmente contribuiremos a reforzar esta profecía, tanto desde
los estudios como desde la intervención profesional.
○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○

33
P. Bourdieu, op. cit.
34
Ma. A. Martínez Román, “Género, pobreza y exclusión social: diferentes
conceptualizaciones y políticas públicas”, en J. M. Tortosa, Pobreza y perspectiva de
género, Icaria: Barcelona, 2001.

JOVEN es
Ciertamente en sociología las ausencias acostumbran ser más
reveladoras que las presencias, porque indican que las categorías
propias del sentido común han pasado a formar parte de nuestro
discurso pretendidamente científico. Considero que develar el hecho de
que las jóvenes quedan en un segundo plano, dado que no
protagonizan aquellas conductas consideradas socialmente como
amenazantes o de pánico moral, contribuye precisamente a entender
que la intervención social, muy a menudo, está dirigida al control. El
mismo término de “riesgo social” contribuye a menudo a legitimar las
intervenciones sobre determinados colectivos o situaciones y, por
supuesto, está connotado por el género. Deberíamos, por lo tanto,
analizar en qué casos se considera que una situación es de riesgo en
134 No se espera de la hombres y mujeres y cuáles son las respuestas sociales que se ofrecen.
En el marco escolar, por ejemplo, se constata que los institutos
mujer que sea un
reclaman la ayuda de servicios sociales cuando se encuentran con casos
problema, aunque de alumnado que representa un problema en clase (conductas
esto se invierte y violentas, amenazas...), en la familia o el barrio (casos de absentismo
que generan vandalismo...). Estas conductas están protagonizadas
crece el pánico moral
mayoritariamente por hombres y, sin embargo, los índices de
cuando la absentismo escolar femenino, que son también muy altos, no generan
esta demanda dado que, en muchos casos, las mujeres absentistas se
adolescente se
quedan en casa asumiendo responsabilidades familiares y su conducta
manifiesta a partir no es percibida como una amenaza.
de conductas No se espera de la mujer que sea un problema, aunque esto se
invierte y crece el pánico moral cuando la adolescente se manifiesta a
consideradas
partir de conductas consideradas masculinas, es decir, cuando una
masculinas, es decir, joven quebranta aquello que se espera de su rol (pasividad,
cuando una joven
autocontrol). Sólo cabe recordar la alarma social que se produce
después de actos vandálicos o de la supuesta “violencia gratuita”
quebranta aquello cuando están protagonizados por mujeres. Como expresa una
que se espera de su profesora de instituto:
rol
[...] ante una conducta agresiva de una chica digamos que deben haber muchos
profesionales, debe haber más profesores que se escandalicen porque una chica
sea así, que de un chico... de un chico se espera o es más normal, de una chica
cuesta más de creer, ¿no? Pero generalmente los profesores cuando una chica es
tan conflictiva rápidamente te sacan la parte de la familia como diciendo es que
la chica necesita más cercanía, mientras que los chicos pues parece que es
normal, y por eso muchas veces se les da por perdidos de que bueno, como un
chaval tiene que ser agresivo, pues ya está, es muy normal.

Los roles están cambiando y muchos se preguntan si esto no está


contribuyendo a que las manifestaciones transgresoras sean cada vez
más similares, de manera que se produzca una masculinización de las
conductas de las adolescentes: incremento en el consumo de drogas,
aumento de la conflictividad en las aulas, mayor índice de delincuencia
juvenil...Como nos decía un profesional que trabaja con jóvenes
toxicómanos, “... la igualación tiene un coste y es para todo, tanto
para la educación o el prestigio profesional como para algunas
mujeres, el crimen o la drogodependencia”.

JOVEN es
De todos modos también está por demostrar si estos cambios son en
la práctica tan importantes o, por el contrario, lo que ha cambiado es la
tolerancia social frente a las conductas transgresoras de las mujeres, es
decir, que se las perdona menos.
Éste es un tema complejo que escapa al objetivo de este artículo,
aunque considero necesario apuntar que, partiendo de una perspectiva
de género como categoría relacional, cabrá analizar hasta qué punto las
transformaciones del rol de la mujer tienen y tendrán inevitables
consecuencias para los hombres. Sin duda, si las jóvenes adoptan
papeles más activos esto tendrá sus consecuencias en la crisis de una
determinada forma de entender la masculinidad hasta ahora
hegemónica.
Es importante que los profesionales sean conscientes de su papel 135
socializador. Las categorías de género, que todas y todos llevamos
incorporadas de manera profunda, deben ser cuestionadas con el fin de
promover intervenciones que no contribuyan a reproducir unos roles
que, como hemos visto, no benefician ni a unas ni a otros.

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JOVEN es

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