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Elementos culturales de la Antropología Política:

Contextos, preguntas y propuestas.

Diego Fernando Porras Marulanda


Facultad de Antropología, Universidad Veracruzana
Xalapa, Veracruz, México, diciembre 8 de 2009
porras.diego@gmail.com

CONTENIDO

1. Presentación: Una pareja para bailar........................................................................... 1


2. Marco teórico y conceptual......................................................................................... 2
2.1 Enfoque de estudios culturales............................................................................ 2
2.2 La cultura y la política en la antropología .......................................................... 3
2.3 Conceptos de democracia y cultura democrática................................................ 4
3. Invitación a la antropología política en el mundo contemporáneo ............................. 6
3.1 El antropólogo en lo político............................................................................... 6
3.2 La invitación: aceptar el reto............................................................................... 8
4. Conclusiones ............................................................................................................... 9
5. Bibliografía ............................................................................................................... 10

1. Presentación: Una pareja para bailar

¿Cuál es la relación entre antropología y política? ¿Cómo se relaciona la cultura


con lo político? ¿Tiene algo que decirle la antropología a los estudios políticos? Son
preguntas que se abordan en el presente trabajo como parte de los estudios de la cultura
que se hacen desde la antropología; esta vez relacionadas con lo político, con el conflicto,
con el poder y todo lo que ésta dimensión socio-histórica abarca. Atrás quedó la idea de
la antropología que sólo tenía campos de investigación en las comunidades primitivas, en
los nativos, en las remotas selvas de África y América Latina. Los antropólogos tienen en
la actualidad herramientas (teóricas y metodológicas) bastante completas, casi
aventajadas, para aportar al entendimiento o desenmarañamiento de los complejos
fenómenos sociales y políticos contemporáneos. La visión antropológica, amplia,
integral, holística, multi-diversa; tiene mucho que aportar al debate político intelectual. El
estudio de la cultura, emblema éste del enfoque antropológico en el estudio de las
ciencias sociales y humanas, presenta no sólo un campo académico y una tendencia, se
trata de una propuesta pertinente y permanente, una invitación ineludible.

En ese sentido, la antropología política tiene mucho que aportar al estudio de las
realidades y dinámicas políticas de este convulsionado e ininteligible mundo. Esa es la
invitación que se lanza desde este texto: acatar la responsabilidad o la deuda que tiene la
antropología en el debate actual del mundo político. Se presenta a continuación una
mirada general desde lo conceptual, teórico y bibliográfico referente a la antropología
política, su relación con la cultura y la democracia; una argumentación en torno a la
pertinencia de mezclar estos conceptos, y una incitación a la antropología para aceptar
bailar con la política.

2. Marco teórico y conceptual

2.1 Enfoque de estudios culturales

Relacionar la cultura (su concepción antropológica) con la política y provocar su


investigación desde algo llamado antropología política, requiere entender lo cultural (los
estudios culturales) como un eje transversal en el estudio integral, holístico, que
sobrepasa los límites que otras ciencias han demarcado como propias: la filosofía
política, la sociología, el derecho. Para ello habrá que abrazar una concepción de la
cultura más interpretativa que descriptiva, si se quiere más estructural. John B. Thompson
define su concepción estructural de la cultura como “el estudio de las formas simbólicas -
es decir, las acciones, los objetos y las expresiones significativas de diversos tipos- en
relación con los contextos y procesos históricamente específicos y estructurados

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socialmente en los cuales, y por medio de los cuales, se producen, transmiten, y reciben
tales formas simbólicas”. En esta definición quedan claramente incluidos los elementos
socio-históricos (el conflicto y el poder, es decir, lo político) que Thompson quiso dejar
en su propuesta de análisis cultural como una versión mejorada a la de Clifford Geertz.
(Thompson, ____).

2.2 La cultura y la política en la antropología

Roberto Varela, quien hizo un completo trabajo de revisión bibliográfica


mexicana sobre antropología política (Varela, 2005), alude en múltiples trabajos a la
cultura política, y para ello se detiene a definir los dos términos que la componen: cultura
y política. Sabemos que dentro de la literatura antropológica existen variadas y diversas
definiciones del concepto de cultura, y sabemos que adoptar una u otra definición marca
una línea de trabajo, un enfoque tanto teórico como metodológico. Varela se queda con la
definición de cultura usada por Robert Ackerman en 1987: “the matrix , both conscious
and inconscious, that gives meaning to social behavior and belief" (traduciendo al
español quedaría: “la matriz, a la vez consciente e inconsciente, que da significado al
comportamiento social y a las creencias”). Es esta una definición bastante acorde con el
planteamiento de Clifford Geertz en su “descripción densa”, donde nos presenta su
concepto semiótico de la cultura bajo la explicita influencia de Max Weber: “el hombre
es un animal inserto en tramas de significación que él mismo ha tejido". Geertz cruza
esta idea sociológica de Weber con su planteamiento antropológico: “la cultura es esa
urdimbre”; y en otras palabras, el análisis de la cultura lo define como “una ciencia
interpretativa en busca de significaciones”. En ese sentido, dice Geertz que “como
sistemas en interacción de signos interpretables (símbolos), la cultura no es una entidad,
es un contexto dentro del cual pueden describirse todos esos fenómenos de manera
inteligible, es decir, densa.” (Geertz, 2003).

Para definir la política, Varela retoma a Richard N. Adams (1983 y 1988): “la
acción que produce un efecto -mantenimiento, fortalecimiento, debilitamiento,

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alteración, transformación parcial o radical- en la estructura de poder de una unidad
operante en cualquier nivel de integración social -local, provincial, estatal, nacional,
internacional, mundial-, excluidos los protoniveles (individuos y unidades domésticas)”.

De esta manera llega a definir la cultura política como “el conjunto de signos y
símbolos compartidos (transmiten conocimientos e información, portan valoraciones,
suscitan sentimientos y emociones, expresan ilusiones y utopías) que afectan y dan
significado a las estructuras de poder” (Varela, 2005). Podemos ver como esta
definición o marco conceptual para el análisis de la cultura política tiene un marcado
acento de la concepción de cultura de Geertz, lo cual nos pone en el campo de la
hermenéutica como enfoque para el estudio de los fenómenos políticos desde la
antropología, es decir, teniendo como eje el análisis de la cultura.

2.3 Conceptos de democracia y cultura democrática

No podría la antropología política entrar en temas contemporáneos desconociendo


el paradigma que marca las dinámicas actuales de las sociedades con estado, me refiero a
la democracia. Si existen para los antropólogos múltiples y variadas definiciones de
cultura, pasa lo mismo con el concepto de democracia para sociólogos y politólogos.
Alain Touraine en su libro “¿Qué es la democracia?” (1994) nos hace un recorrido por
las posibilidades de la democracia mostrándonos sobre todo sus definiciones negativas, lo
que no es, lo que no la completa, con lo que no debemos contentarnos al aspirar entender
la democracia. Touraine es claro en mostrar las limitaciones del poder y las dificultades
para definir la democracia al “asociar el gobierno por la ley con la representación de los
intereses”, sin embargo, quiero destacar su concepto de cultura democrática desde la
búsqueda de las libertades, desde las formas de participación, la cual sigue siendo útil
dentro del estudio de los movimientos sociales y el análisis político en general:

[…] la democracia es el régimen que reconoce a los individuos y a las


colectividades como sujetos, es decir que los protege y los estimula en su
voluntad de “vivir su vida”, de dar una unidad y un sentido a su experiencia

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vivida. De modo que lo que limita el poder no es sólo un conjunto de reglas de
procedimiento sino la voluntad positiva de incrementar la libertad de cada uno.
La democracia es la subordinación de la organización social, y del poder político
en particular, a un objetivo que no es social sino moral: la liberación de cada uno.
[p.274]

Se refiere Touraine cuando habla del “conjunto de reglas de procedimiento” a la


otra definición de democracia: la formal, dentro de la que se encuentra la representativa.
Este concepto de democracia es también necesario para el análisis del mundo
contemporáneo desde la antropología, y Norberto Bobbio lo aborda en “El Futuro de la
democracia” (1986):

[…] se entiende por régimen democrático un conjunto de reglas procesales para


la toma de decisiones colectivas en el que está prevista y propiciada la más
amplia participación posible de los interesados. [p.18].
[…] un conjunto de reglas (…) que establecen quién está autorizado para tomar
las decisiones colectivas y bajo qué procedimientos. [p.24]

Para Bobbio, nos recurda Touraine (1994), “un régimen es tanto más democrático
cuanto una mayor cantidad de personas participa directa o indirectamente en la toma de
decisiones; por último, subrayando que las elecciones a hacer deben ser reales”.

De esta manera queda resaltado como la democracia pretende ser el elemento


político eje dentro de las dinámicas de la política contemporánea, casi incluso universal.
El estudio de la cultura democrática es pues a la cultura política como la antropología
política es a la antropología en general. Así que la conceptualización en torno a la
democracia es pertinente y necesaria para la invitación que se lanza a continuación.

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3. Invitación a la antropología política en el mundo
contemporáneo

3.1 El antropólogo en lo político

Abner Cohen, desde su posición de Antropólogo Social, aborda el tema de la


antropología política proponiéndonos que ésta “se ocupa del análisis de la interacción
dialéctica entre dos variables principales: las relaciones de poder y el simbolismo”
(Cohen, 1979). Encuentro en esta definición un enfoque claro que complementa en el
mismo texto al referirse a la contribución de la Antropología Social a la Ciencia Política:

[…] En mi opinión, la contribución más importante y valiosa de la antropología social al


estudio de la política no son tanto las tipologías simples de los sistemas políticos que han
sido desarrolladas, como el análisis del simbolismo de las relaciones de poder en general.
[p.72]

Los antropólogos que se destacan por sus investigaciones y aproximaciones en


décadas anteriores en antropología política, se ocuparon de estudiar (como el enfoque del
momento lo demandaba) las relaciones de poder en comunidades primitivas. Georges
Balandier, por ejemplo, plantea el estudio comparativo de las estructuras de poder de las
culturas primitivas, permeado éste mismo por las relaciones de parentesco, y con su paso
obligado por el africanismo (Balandier, 1967). Pierre Clastres, por su parte, realizó
trabajo de campo (en los setentas y ochentas) en comunidades primitivas en la selva
amazónica, demostrando la importancia de la religión, la guerra y la economía como
elementos claves en las relaciones de poder dentro de estas sociedades sin estado.
(Clastres, 1996). No podemos minimizar el aporte pionero de Balandier y Clastres a la
antropología política ni tampoco restar importancia al estudio de las estructuras de poder
de culturas nativas; bastante falta nos hace entender las lógicas de gobierno y las

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relaciones organizativas en las comunidades indígenas en América Latina. Eso no pierde
total vigencia aún. Sin embargo, la invitación actual al antropólogo es a abordar las
realidades políticas contemporáneas desde la antropología, desde el enfoque
hermenéutico y el eje transversal de los estudios culturales. Ya nos lo ha sugerido Marc
Augé: “la antropología está especialmente bien equipada para afrontar las apariencias y
las realidades de la época contemporánea, a condición sin embargo de que los
antropólogos mantengan una idea clara sobre cuáles son los objetos, los envites y los
métodos de su disciplina”. (Augé, 2007).

La epistemología de la antropología política es algo en desarrollo. Las preguntas


que se plantean algunos autores frente al tema son buena medida de ello. Desde la mirada
europea ya lo hacía Henri J.M. Claessen: “¿Cómo se presenta y funciona la política en el
nivel de los contactos interindividuales?, ¿Cómo se forman grupos y partidos en un
conjunto de personas aisladas? ¿Cómo surgen líderes? ¿Qué sucede en las bandas y en
las ‘cliques’? ¿Quién recibe -y porqué- las mejores tierras?. Continua Claessen: “... el
antropólogo político se empeña en presentar una contribución para un mundo cada vez
mejor administrado y gobernado...” (Henri J.M. Claessen, 1979).

En lo local, Roberto Varela en su muy útil revisión bibliográfica de las


concepciones de cultura política por parte de antropólogos mexicanos (Varela, 2005),
plantea en sus conclusiones algunas preguntas en torno a lo que esperamos obtener con el
análisis de la cultura política; algunas de ellas nos caen como anillo al dedo:

[…] ¿buscamos explicaciones del comportamiento político de tal modo que la cultura sea
la responsable de dicho comportamiento? ¿Buscamos un entendimiento cabal del
comportamiento político de tal modo que dicho comportamiento no sería inteligible sin
estudiar la cultura política de los actores sociales? ¿Buscamos explicar la incongruencia
entre la cultura política y el comportamiento político de los actores sociales? ¿Buscamos,
por el contrario, encontrar una lógica del comportamiento político al rescatar el factor
subjetivo? [p.74]

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3.2 La invitación: aceptar el reto

La invitación que tenemos es pues, aceptar el reto y descubrirle campos a la


antropología política en el mundo contemporáneo, tan ávido de claves que nos ayuden a
entender las cada vez más difíciles relaciones y conflictos políticos y sociales. Es éste un
mundo de 6,700 millones de habitantes, que innegablemente está marcado socio, política
y culturalmente por un fenómeno globalizante. Las relaciones de poder, las instituciones
y las estructuras son cada vez más responsables generalizadas del rumbo no sólo de
comunidades, ciudades o países, sino de una cultura global homogenizante. Para aterrizar
la propuesta y acentuar la pertinencia, retomo de nuevo de Varela (2005) la invitación de
Esteban Krotz al antropólogo de enfrentar el “reto para pensar en una contribución
específicamente antropológica sobre las características y las perspectivas del sistema
político mexicano” (Krotz, 1990). Es, en mi opinión, quizás un deber inaplazable, una
responsabilidad como disciplina que desde la antropología empecemos a colocar
elementos sobre la mesa para el imparable y tan necesario debate de la cultura política y
la democracia en México y América Latina.

No esquivemos la mirada que nos hace la política desde lo antropológico. He


mencionado aquí la cultura política, la democracia y la participación ciudadana en
México como algo macro, pero sabemos que no tenemos que ir tan lejos para empezar a
encontrar material para el análisis antropológico político, y que hay preguntas que están
rondando más cerca de lo que pensamos: ¿Qué elementos simbólicos están presentes en
los jóvenes que nos permitan entender su cultura política? ¿Qué tanto influye el
contenido de la formación antropológica de estudiantes universitarios en su relación con
el sistema político de su país? ¿Qué elementos de la cultura juvenil podemos identificar
para entender la relación entre juventud y política? ¿Qué mitos de la democracia formal
están potenciando u obstaculizando la participación política de los jóvenes desde lo
informal? ¿Qué valor le dan al voto los jóvenes y qué significado acogen de lo electoral y
sus símbolos (la urna, el spot, la credencial, la tinta en el dedo, la boleta electoral)? ¿Qué
elementos simbólicos de tribus urbanas se reflejan dentro de la participación juvenil y
como se relacionan con la formación política de los jóvenes? ¿Puede explicarse desde la

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antropología el comportamiento apático de los estudiantes ante la participación ciudadana
en el marco de la cultura democrática?

4. Conclusiones

La antropología actual se sigue preguntando por sus rumbos. Uno de ellos es


claramente la antropología política. La antropología política aborda temas actuales que
requieren de estudios más amplios e integrales, cuestiones como las campañas políticas,
las iniciativas ciudadanas de participación política fuera de lo electoral, el desgaste de la
democracia representativa y el llamado a una democracia participativa, la capacidad
organizativa del estado-nación y la capacidad de respuesta del ciudadano común, las
relaciones no homogéneas entre estados, grupos, organizaciones, redes. Todo esto y
muchos más son los temas que están esperando por el aporte desde la antropología.

Las ideas de democracia, los conflictos y los movimientos sociales, entre otros,
son parte de los elementos conceptuales que son abordados desde lo antropológico por su
dimensión política, desde el poder y sus relaciones. Mucho de esto sirve para entender a,
y proponer desde, la conflictiva América Latina y sus relaciones no homogéneas con el
mundo.

Cultura política y cultura democrática son dos conceptos que se encuentran en el


discurso oficial e intelectual actual dentro de las ciencias sociales. El estudio de la cultura
desde su perspectiva antropológica (incluyendo lo multi inter disciplinario) mucho tiene
que aportar a los estudios que hasta ahora han realizado politólogos y sociólogos en estos
campos.

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5. Bibliografía

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VARELA, Roberto (2005): Cultura y poder: Una visión antropológica para el análisis
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