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Francisco de Goya

Parecía como si la muerte sin descendencia del último Austria, Carlos II (1665-1700), y
la llegada del primer Borbón, Felipe V ( 1700-1746), hubiesen marcado el punto más
bajo de las artes pictóricas y el comienzo del predominio de extranjeros en el ámbito
hispánico.
El barroquismo del siglo anterior continuaba fluyendo en la corte madrileña y la
aparición de pintores foráneos, franceses e italianos contribuyó a ir modernizando la
escuela española. Sus representantes estaban anclados en principios relacionados con la
estética del S. XVII.
La presencia en Madrid del italiano Luca Giordano, hasta 1702, así como los trabajos de
Antonio Palomino y otros continuadores del arte del Siglo de Oro, permitieron
prolongar la atmósfera estética del exuberante barroco decorativo.
Tampoco el período de la Guerra de Sucesión (177-1713) facilitó el nacimiento de una
situación favorable para la mejora cultural. Con todo, los viajes a Italia junto con la
renovación que suponía la entrada, tanto de cuadros y extranjeros, como los franceses
Houasse, Ranc, Van Loo y los italianos, unos retratistas o creadores de escuelas
cortesanas y populares, otros dedicados a la decoración de las regias residencias,
desembocaron en la puesta al día hispana de ideas, fórmulas y conceptos. En ello
también cooperó la creación, a imitación de Francia, de una Real Academia de Bellas
Artes: la de San Fernando de Madrid, en 1752 reinando ya Fernando VI (1746-1759).
A la vez la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara iba a ser otro semillero de jóvenes
valores como los González Velázquez, los Bayeu, Maella, Castillo y Goya, que
acabaron concentrándose en la corte. Entre los extranjeros destacar la presencia de
Gianquinto y Tiépolo.
La segunda mitad del s. XVIII ofrecerá un panorama prometedor para la escuela
madrileña. Muchos artistas más irán a Italia y otros combinarán sus enseñanzas con los
nuevos principios del Neoclasicismo introducido por Antonio Rafael Mengs, mandado
llamar por Carlos III desde 1761, aparte de la influencia de los extranjeros.
Además el final de la construcción del Palacio Real, la construcción de otros e incluso
la erección de pequeños palacetes ( las casitas) ,así como la creación de manufacturas
reales de artes suntuarias : vidrio, cristal, porcelana, piedras duras, mobiliario) potencian
una fase renovadora del arte español.
Este deslumbrador siglo concluye, después de la desmoralización de parte de la clase
política, con un desquiciamiento de la economía y sucesivas guerras exteriores, en el
período de 1808-1814 con la penosa crisis de la sociedad, de los estamentos
privilegiados y de la monarquía; la invasión francesa y la instalación de una dinastía
intrusa, la inquietud en los territorios de América que acabaría independizándose de la
metrópoli y el desastre absoluto de la Guerra de la Independencia. Sólo Goya sobrevive
a este marasmo, pero sus creaciones no son sólo españolas sino universales. Su
producción rebasa el s. XIX y el XX y sirve de cimiento a muchas de sus conclusiones
estéticas contemporáneas.
Evolución de la vida y obra de Goya
Con Francisco de Goya y Lucientes ( Fuendetodos, Zaragoza 1746-1828) se clausuran
muchos aspectos de la Edad Moderna, se viven momentos estelares de una época de
cambios irreversible y se atisban algunas de las grandes convulsiones de la Edad
Contemporánea.
Testigo privilegiado de su tiempo, su obra supone un precioso documento histórico de
la España de los últimos años de Carlos III, de todo el reinado de Carlos IV (1788-
1808), de la guerra de la Independencia (1808-13) y de una parte de la época de
Fernando VII (1814-33), monarca cuya política propicia su marcha al exilio.
Nació el 30 de marzo de 1746 en Fuendetodos, hijo de familia acomodada ( su padre fue
dorador y su abuelo notario), inicia su formación artística con José de Luzán en
Zaragoza con el que aprendió el estilo barroco y rococó a la italiana. En el taller de este
pintor estuvo desde los trece a los diecisiete años. De esta época aprende el sentido
barroco de componer en grandes y dinámicas masas. Su paleta de color es de ocres y
tostados.
En 1763 viaja a Madrid para pintar con Francisco Bayeu y presentarse al concurso de la
Academia de Bellas Artes de San Fernando que no consiguió. Entre Madrid y Zaragoza
transcurrieron tres años y en esos conoció los trabajos de Mengs y Tiépolo en el Palacio
Real ( apogeo barroco) y el Neoclasicismo.
Gracias al hallazgo de su “cuaderno italiano” se sabe que estuvo en Italia 14 meses
(marzo/abril de 1770-junio de 1771) y visitó desde Perpiñán a Roma, se relacionó con el
confuso crisol de la transición del Rococó al Neoclasicismo.
Regresa a Zaragoza en 1771 y recibe el primer encargo oficial hecho por el cabildo de
su ciudad: un techo representando la Adoración del nombre del Dios. En 1773 casa con
María Josefa Bayeu y al año siguiente nace su primer hijo, Javier Goya, padre de
Marianito.
Entre 1772-74 pinta en la Cartuja del Aula Dei un ciclo de la vida de la virgen. “ La
Visitación”.
En 1775 fue contratado para pintar cartones en la Real Fábrica de Tapices de Santa
Bárbara en Madrid.
En casi dieciseis años ejecutó sesenta y tres ( en su mayoría en el M. Del Prado). Es este
el período de su iniciación formativa donde se nota la influencia de un barroco
mediatizado por el conocimiento de Luca Giordano, con aires de rococó de Gianquinto
impregnado del clasicismo de los Carracci y la mano de Mengs.
En Madrid se inclinaría, sin embargo, por el color , dinamismo y vida popular,
interpretada en escenitas de género y de la vida cotidiana. Los temas debían tratar de la
vida diaria del momento, vistos desde el lado idealizado y placentero de la sociedad
filantrópica y privilegiada propia del despotismo ilustrado. Estos trabajos lo relacionan
con la corte, con los miembros de la familia real, la nobleza y los círculos intelectuales
que después ,y como retratista , le proporcionarán saneados ingresos.
Sus obras de ahora reflejan una realidad amable y brillante, exquisita y delicada, de aire
rococó, que lentamente va haciéndose cada vez más comprometida. Son los últimos
años del gobierno de Carlos III, confiados y fáciles para Goya y para una sociedad que
pronto va a ser sacudida por las perturbaciones de la revolución francesa.
En este período conoce las obras de las colecciones reales y estudia, incluso copiando,
la obra de Velázquez.
En los temas, el interés por las representaciones de la vida del pueblo, se debe al gusto
de las clases elevadas de representar estas maneras populares, sin ánimo excesivo por la
fidelidad a lo real que era cruda, sino prefiriendo el lado jocoso y lúdico, así escenas de
la calle, la fiesta, distracciones, costumbres tanto en la ciudad como en el campo.
Siempre en tono correcto, idílico y alegre.
Sus obras de cartones están pobladas de majos y majas, por gentes rompe y rasga,
chisperos, vendedores ambulantes y niños que bailan o juegan en ambientes campestres,
evocadores del Madrid del final del s. XVIII.
Sus cartones de 1775 son de tema cinegético para el comedor de los Austrias en el
Escorial “Perros y útiles de caza”, caza con reclamo”, cazador cargando su escopeta”,
“cazador con su perro”. El color es fuerte y contrastado.
Una segunda serie de 10 piezas fue encargada entre 1776-78 para el comedor de los
Austrias en el Pardo con temas cotidianos: “la merienda”, “ riña en venta Nueva”, “el
paseo de Andalucía”. En estos emplea pinceladas largas y color mezclado con mucho
aceite. En “ el bebedor y ” el quitasol” hay reminicencias afrancesadas, rococó por el
cromatismo refinadísimo. Tonos brillantes, fríos y pincelada fluida. En todos hay un
interés por la realidad, todavía sin críticas.
Entre 1778-80 se le encargan otros cartones para el dormitorio de los Austrias en el
Pardo con el tema de las ferias: “ el cacharrero”, “ la feria de Madrid”.
Otra serie fue la destinada a la antecámara en el Pardo, allí: “ el ciego de la guitarra” o
”la cita” se inclinan por la renuncia del dibujo en beneficio del color, prefiere
ambientes desasosegados ( anticipación del Romanticismo)
Por entonces, ya había tenido problemas con los tejedores de la Real Fábrica por la
dificultad que suponía reproducir las desdibujadas figuras que representaba y los tonos
tan diversificados.
Entre 1786-88 ejecuta otros cartones para el comedor del rey en el Pardo. Allí relata las
cuatro estaciones. En éstas el artista ha madurado como compositor y ganado en fuerza
expresiva: “La nevada”, “la recogida”. En “El albañil herido” o pobres en la fuente” así
lo evidencian.
En 1788 se le encarga otra serie destinada a los aposentos de los infantes en el Pardo
que no realiza por la muerte de Carlos III. Solo uno, “ la gallina ciega” se plasmó en
cartón, los otros sólo quedaron en bocetos. Así “ la pradera de S. Isidro” y “ la ermita
de S. Isidro”.En ambos la libertad de ejecución, colorido riquísimo y la brilllantez de la
escena son admirables. En ellos se despliega una levísima bruma plateada que envuelve
a los personajes.
En 1789 recibirá su último encargo de cartones, Carlos IV precisa que los cartones sean
campestres y alegres. Los acabó en 1792 para el despacho del rey en el Escorial: “ el
pelele”, “mozas del cántaro” y “ la boda”. En éstos la crítica social ya aparece.
Trayectoria como artista:
1780 es admitido por unanimidad en la Real Academia
1785 es nombrado subdirector de pintura en la Academia y se relaciona con los grupos
socioeconómicos que ejercen influencia en la corte: “Duques de Osuna y Marquesa de
Pontejos a los que retrata.
1786 es nombrado pintor del rey. Desde ahora y hasta 1792 nace el “Goya maduro”.
También entabla buenas relaciones con los círculos ilustrados.
1789 es nombrado Pintor de Cámara de Carlos IV
A partir de su reconocimiento como pintor del rey en 1786 obtiene posición entre la
burguesía del momento. Su trato amistoso con escritores, aristócratas, banqueros,
políticos, actores, toreros, artistas le permitieron se cronista de la sociedad de su tiempo.
1789 es año de malestar político. Las primeras repercusiones en España del ambiente
revolucionario francés son graves y alteran el sistema político imperante. Algunos de
sus protectores y amigos son encarcelados o desterrados ( Jovellanos o Cea Bermudez).
El propio Goya teme por su libertad y marcha a Andalucía, piensa que su mundo
empieza a desplomarse. En el invierno de 1792-93 cae enfermo en Cádiz, regresa a
Madrid completamente sordo en 1793. No obstante, no quiso interrumpir su trabajo y a
comienzos de 1794 entrega a la Academia la famosa serie o “ juego de cuadros de
gabinete”, en número de once, con temas de toros.
La crisis que España comienza a vivir y los conflictos partidistas entre reformadores y
retrógrados o inmovilistas le desgarran. También su progresivo aislamiento contribuye a
agudizar su sensibilidad que incide con fuerza en su obra. En ésta se representan los
vicios de la corte, clases acomodadas , satiriza el papel de la iglesia, la superstición y las
persecuciones inquisitoriales y ataca a la sociedad en sus vulgaridades, pecados,
ignominia, chabacanerías…
A pesar de ello prosigue como retratista: “Marqués de Villafranca”, “Duques de Alba”,
“Josefa Bayeu”,”Francisco Bayeu”, “ Autorretrato”.
De hacia 1799 es la publicación de la primera serie de estampas “Los Caprichos” junto
a otros trabajos religiosos ( asuntos evangélicos para el Oratorio de la Santa Cueva de
Cádiz).
En 1795 había sido nombrado director de la Academia y los encargos le llovían.
En 1797 viajó de nuevo a Andalucía. Allí visitó primero a Ceán Bermúdez y Luego a su
amiga Cayetana , duquesa de Alba, recien enviudada, en Sanlucar de Barrameda.
En Madrid realizará el album o o Album de Madrid. Es ahora cuando comienza (1797)
las estampas de los Caprichos y renuncia a enseñar pintura en la Academia por causa de
su sordera.
Del 1798 es el retrato de Jovellanos como retrato intelectual goyesco, simbólico y
amistoso, digno y elegante, refinado y sincero.
Ese mismo año decora la bóveda de S. Antonio de la Florida en Madrid.
El desencadenamiento de la Guerra de la Independencia supone para Goya el punto de
partida de algo que latía en su interior y que revelará con devastadora grandeza: la
irracionalidad del hombre.
La contienda y la etapa posterior, llegada de Fernando VII y persecuciones a liberales y
afrancesados agudizan más la sensibilidad del artista, quien penetra en el trasmundo de
la fantasmagoría y la fábula demoníaca: “ El coloso” es uno de los más inquietantes.
(1808?)
El universo del último Goya se va ennegreciendo y aparecen los temas sombríos y
estremecedores. De estas fechas son “las jóvenes o la Carta”, “majas en el balcón”
Su esposa fallece en 1812, pierde a algunos amigos y su mundo parece derrumbarse, al
tiempo que flaquea su salud.
En 1814, concluida la Guerra, y para sacar a la luz su patriotismo que había sido puesto
en duda por su complaciente actitud ante el gobierno francés, y ante el temor de ser
víctima de la represión fernandina, pintó los sucesos del dos y del 3 de mayo.
En el dos de mayo , la lucha con los mamelucos recoge la violencia popular contra el
invasor. La fuerza expresiva restallante de luz y color es preludio de las grandes obras
románticas europeas de pintura histórica. El movimiento es desbordante, el ambiente es
de trágico apasionamiento. La técnica es muy suelta y contribuye al vibrante efecto de
conjunto.
El tres de mayo de 1808 en Madrid: los fusilamientos de la Moncloa revela la
destrucción fría y metódica del ser humano. De manera expresiva fija los rasgos de las
víctimas desarmadas . Es un cuadro intenso y trágico.
También en 1814 pintó al general D. José de Palafox a caballo ( influencia del
Napoleón cruzando el gran S. Bernardo, de David ); pintó al rey Fernando VII a su
regreso del exilio en Valençay. Efigies oficiales en las que “ el deseado” aparece
retratado con crueldad, caricaturesco. Encargos, no oficiales sino de instituciones
públicas.
En su autorretrato de 1815 se denotan tristeza y amargura. De 1816 es la serie grabada
de la Tauromaquia en la que describe aspectos múltiples de la fiesta brava poniendo el
acento en su lado trágico.
También de ahora es “ el entierro de la sardina” un cuadro costumbrista.
En 1819 compra una casa a orillas del Manzanares y en compañía de Leocadia Zorrilla
y su hija Rosarillo, el pintor viejo evoca los fantasmas de su existencia.
Estas pinturas al fresco permanecieron hasta 1873 en que el barón Emile d’Érlanger
adquirió la propiedad, las mandó pasar a lienzo, siendo restauradas, corregidas o
retocadas por Martínez Cubells y finalmente donadas al Prado en 1881.
Reciben el nombre de pinturas negras tanto por el color que va del negro al blanco y
ciertos tonos castaños o dorados verdosos con acordes rojizos, como por su tenebrosa
significación pesimista, sombría y desesperanzadadora. Tienen presente el común
denominador de la muerte; pero con todo, el dolor, la estupidez, la crueldad y la
amargura se adueñan de los temas.
En 1820 asiste por última vez a una sesión de la Academia. Por estos años Goya se
siente cada vez más solo. Después de ejecutar las pinturas negras, desarrolla otro
conjunto de grabados: los proverbios, disparates o sueños fechables en torno a 1819-23.
Recogen un ambiente formal y crítico próximo a las pinturas negras; no los debió
concluir. En vida del maestro no se publicaron y sólo en 1864, en Madrid, se publica
una parte y, en París, lo restante en 1877.
De nuevo cae enfermo y a esto se añade la represión de la vuelta fernandina tras la etapa
del “Trienio constitucional”. Temiendo a un rey que no le ha estimado nunca pide
permiso para marchar a Francia y se traslada a París y luego a Burdeos. Aquí
transcurrirán sus últimos años.
Salió para Francia en 1824 y en 1826 regresará a Madrid por poco tiempo. Entre esos
años pinta la serie de litografías: los toros de Burdeos. Pero donde fue genial fue en “ la
lechera de Burdeos” pintada en 1827. Vibrante lienzo donde los tonos grises y verdosos
dominan armónicamente pintados, de pincelada corta con yuxtaposición de toques de
color, tal y como luego harían los impresionistas.
Goya fallecerá en Burdeos el 16 de abril de 1828 y sus restos trasladados ( desde el
cementerio de la Cartuja junto a Martín Miguel de Goicoechea, su consuegro) a S.
Antonio de la Florida en 1919.
Comenzó, pues, siendo un pintor inmerso en la corriente decorativa del Barroco en
descomposición y ejecutó obras entre el clasicismo del XVII y el rococó. Sobrevivió al
fin del Neoclasicismo y se anticipó en los movimientos estéticos de los siglos XIX y
XX.
Su obra quedará consagrada por la magia cromática multitonal, el sentido de armonía y
contrastes entre luces y sombras, el ritmo expresivo de sus formas y la aguda captación
de la realidad. En la técnica alcanza efectos de toque de pincel y vibración luminosa
propios del Impresionismo. Antes, prefiguró el Romanticismo pues desarrolla las
múltiples posibilidades del color y expresa rebeldía ante lo irregular e injusto de la
sociedad. El Realismo coincidió con él en la exaltación de la vulgaridad y lo injusto. Se
adelantó a los efectos de expresionismo y del surrealismo en los grabados, en las
Pinturas Negras y otras.
Trasciende el mundo que le toca vivir desde su inminente realidad a la más absurda
fantasía gracias a su espíritu universal.

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