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IMPRESIONES EN TORNO A ROUSSEAU

IMPRESIONES EN TORNO A ROUSSEAU

Por Carlos Valdés Martín

Una Eloisa cándida


Desde hace tiempo Rousseau me pareció un autor candoroso y sublime a la vez. Sus
explicaciones sobre la democracia y la sociedad me mostraron a un clásico de la concepción
política, y así también se encontrará clasificado en todos los cursos. Algunos de sus
argumentos carecen del rigor teórico, pues no le interesan las pruebas sino la claridad de la
demostración, la elegancia para defender un principio sublime: la soberanía popular en
oposición al derecho divino reconocido hasta entonces. Por lo mismo, se trata de un radical,
un pensador que no se detiene entre las medias tintas, para proponer una visión colorida
para un nuevo mundo político, cuando en sus tiempos el sistema democrático era una
expectativa ilusa o un vago recuerdo grecolatino.

Complementar este conocimiento de sus ensayos políticos y sociales con la descripción de


su vida por un estudioso a quien Rousseau le resulta antipático ofrece un resultado curioso 1.
La lectura de su vida revela la importancia de la obra literaria de Rousseau, debido a sus
innovaciones literarias, incluso en el terreno formal, como una aportación del romanticismo.
Su obra la Nueva Eloisa logra la complicidad del lector con las emociones del personaje, de
tal modo que se crea un nuevo flujo de comunicación, inusual en las novelas anteriores. Esto
revela un espíritu muy abierto dispuesto a dejarse escudriñar por el lector, ya que el
enmascaramiento del autor se reduce con esa técnica de exposición literaria.

Literato popular
Su misma importancia literaria y la carencia de formación profesional de Rousseau me
convencen del acento poético de sus obras teóricas. Me parece que predomina el ánimo
retórico sobre la decisión de una meditación objetiva y radical (equilibrada entre la audacia y
la prueba) sobre el fenómeno político. Si nos guiamos por apariencias también su
radicalismo político está más guiado por momentos de ánimo (aunque sí los estimo muy
sinceros) que por una convicción sistemática. Así, sus escritos políticos democráticos al
estilo moderno contrastan con las intenciones de Rousseau de triunfar en la corte de
Versallles como músico al servicio de la monarquía. Esos estados de ánimo variables son
tan agudos, que de acuerdo a una anécdota, en cierta ocasión el ginebrino quedó a punto de
morir de hambre en París y muchas veces sufrió las mayores privaciones, obligado desde
niño a ejecutar los trabajos más penosos, padeciendo humillaciones por su condición de
pobre y sin arraigo. Por su misma vida plagada de venturas y desventuras, de trabajos y
penalidades, de triunfos y tropiezos, tuvo una gran sensibilidad ante las cambiantes
circunstancias humanas; en alguna medida, eso explica su posición política tan plebeya, que
anunció el siguiente ascenso del “Estado llano” de la Revolución Francesa, es decir, anuncio
el protagonismo del pueblo en la modernidad.

El mito romántico
El mito romántico de la naturaleza y de los salvajes buenos y solitarios que deambulan entre
la selva, conviviendo bajo sencillas normas de moral representa una creación ideal, de la
cual él es uno de los principales promotores. Ese mito del buen salvaje dibuja un espejo
extraño, porque surge de una polarización imaginativa entre lo contrario de esa sociedad
europea del s. XVIII cada vez más urbana y artificial, mezclado con la repetición del sentido
individualista de la misma sociedad mercantil. El individualismo imaginado en el carácter

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moral del buen salvaje es una simple proyección de su presente, pero se mezcla con una
contraproyección, con un invento sobre lo contrario a la civilización, pues se inventa una
barbarie alegre, entonces adorada como el paraíso perdido y la fuente de toda honestidad
moral. Y la aceptación de tales criterios en el público lector de la clase media urbana del
siglo XVIII indica un sentido de condena sobre la propia sociedad, un sentido moral
paradójico2. Este mito romántico participaba con una amplia corriente cultural de la época,
incluso con antecedentes renacentistas3, donde se pensaba encontrar la regeneración moral
en la vida sencilla y rural. Independientemente de que inventara un mito, ahí mismo se
perfila una nueva sensibilidad: el romanticismo. La relación de las emociones personales
ante la vista de la naturaleza misma se trastoca, y donde antes el caballero medieval veía
una campiña como su coto de caza, ahora se empiezan a dotar de emotividad. La literatura
y pintura romántica dan emotividad y sentimiento a los paisajes. La nueva sensibilidad
romántica crea un gusto en el reencuentro con la naturaleza al respirar un aire diferente, al
beber agua en arroyos claros, al recibir el frío de la montaña...

Al filo de la navaja: espantando al burgués


Un rasgo que sentimos como peculiarmente moderno es la importancia del medio de
comunicación literario para Rousseau, quien se convirtió en un bestseller de su momento, un
triunfador del incipiente mercado de las ideas y los significados. Sin embargo, en este punto
hay contradicciones muy interesantes en un par de puntos. Él tuvo éxito como crítico social,
mientras que en otras facetas creativas, como su intento de innovar la notación musical, es
un fracasado. En su época, una parte de su éxito radica en el escándalo, lo que después se
llamará la técnica mercantil de "espantar al burgués", donde el escándalo es una ventaja
pues los reproches se convierten en notoriedad y publicidad. Sin embargo, Rousseau intentó
y triunfó con la técnica de “espantar al burgués” cuando ese riesgo de la notoriedad era
mortal; pues los reyes no tenían restricciones legales para apresar y asesinar a súbditos
molestos; las iglesias podían darse el lujo de quemar alguno que otro hereje para mantener
la obligación de la fe verdadera. Cualquier posición notoria era peligrosa, pero una posición
notoria con crítica y enfrentamiento con los demás se balanceaba sobre los bordes del
precipicio. Y la navaja del verdugo, efectivamente, pasó cerca de Rousseau en suficientes
ocasiones.

Paranoia justificada
Un rasgo interesante durante la edad madura de Rousseau es una caída en una paranoia
cada vez más definida. Su caso semeja a lo que Artaud llamaba "el suicidado de la
sociedad"4, pues una persecución real se mezcla con el miedo, cada vez más enfermizo del
personaje. Las tensiones espirituales insoportables de la vejez de Rousseau se calientan
con las verdaderas persecuciones que sufre. En efecto, pierde su empleo por falta de
reverencia ante el embajador francés en Venecia, y es perseguido del Rey de Francia.
Durante un tiempo obtiene la benevolencia del Rey de Prusia, pero luego debe de temerle.
En cierto momento, los desencuentros con monarcas extranjeros penetran al interior de
Suiza y Rousseau parece quedarse sin ningún refugio en toda la extensión de Europa. La
misma tolerante ciudad de Ginebra, que la podríamos catalogar como un oasis de libertad
de su época, organiza una persecución por las ideas religiosas y políticas de Rousseau.
Algunos de los importantes intelectuales del periodo se convierten en sus enemigos
personales, entre los que destaca su antagonismo con Voltaire, y donde se cumple el adagio
de que el más parecido es enemigo, porque ambos eran los puntales ideológicos de la
Ilustración. En fin, Rousseau se convierte en un atormentado tanto de sí, por una psicología

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fuera de época, como víctima de los gobiernos despóticos que lo acosan.

Rousseau músico
Me sorprendió el enorme interés por la música de un autor tan reconocido como "serio".
Según la información disponible él quiso ser músico profesional y hasta presentó dos óperas
en público; este tipo de composiciones son una gran obra, por la pretensión y las
dimensiones. El adivino del pueblo se estrenó en 1752 y fue presenciada por el mismo rey
de Francia. Sin embargo, sus mismas opiniones de escándalo público le cerraron muy
pronto las puertas de la carrera musical, por ejemplo, poco después escribió "La música
francesa es un continuo ladrido"5, argumentando la mala calidad de la música del país. Su
comentario causó escándalo en el medio musical, a tal grado que la orquesta de la Opera de
París le prohibiría la entrada en la Opera. Además intentó trascender en el mundo de la
música innovando la notación musical, mediante un proyecto que presentó para un
concurso, que no fue aceptado como original, porque ya años antes alguien había
presentado un escrito con propuestas en el mismo sentido.

La soberanía popular: nuevos principios


La importancia de Rousseau en la historia de la teoría política aparece bastante diáfana, al
exponer con claramente el predomino de un nuevo principio para organizar al Estado: la
soberanía popular. En cierto sentido, Hobbes había iniciado una reflexión que apuntaba en
el mismo sentido, pero la pregunta planteada en el Leviatán sobre dónde radica la soberanía
queda truncada. Como Rousseau, ya Hobbes había supuesto que originalmente la
soberanía había radicado en el pueblo, pero el inglés argumenta que ésta había sido
depositada en el rey, que por eso se convertía en el soberano y desde ese acto de
obediencia originario, la sociedad debía obedecer siempre al soberano, el rey. Luego
Rousseau radicaliza ese argumento y considera que la delegación de la soberanía en el rey
o el gobierno electo es temporal, porque originalmente reside en el pueblo y éste puede
recuperarla en un acto de voluntad superior. La voluntad del pueblo el permite enajenar su
soberanía primera y dejarla en manos de representantes, pero conserva el derecho de
abandonar la enajenación del poder político 6. Así, Rousseau inicia la teoría democrática de
la representación política y de la votación como medio para expresarla, pero se reconoce el
origen primero, una soberanía popular. Bajo este último detalle el sentido de la democracia
de Rousseau era muy estricto y casi nunca que ha aplicado; a veces, por breves tiempos la
soberanía regresa al pueblo, a su acción directa, pero pronto el pueblo se desembaraza del
mando.

La bondad de la memoria
La memoria histórica ha sido benévola con Rousseau, olvidando sus escándalos personales
y exaltando sus aciertos intelectuales. En su época, su comportamiento amoroso alejado de
la moral cristiana escandalizó como cuando fue el amante de una mujer mayor, su patrona
madame Viecens. También resultó un escándalo, y ahora lo seguiría siendo, el abandonar a
todos sus hijos ante las puertas de un monasterio. Los defectos personales quedan fuera del
foco de la mirada histórica, solamente queda la memoria del autor romántico y del político
demócrata. También quedan fuera del interés de la posteridad (el hoy mismo) sus
debilidades políticas en la disposición como secretario de un embajador o su intención de
ganar, en ciertas situaciones, el favor de la monarquía. Queda fuera del interés del recuerdo
las debilidades morales de un moralista, como las mentiras de juventud o las mentiras
descaradas para obtener un puesto como músico en una ciudad suiza. Mucho menos
interesa su enfermedad de la vejiga que le obligaba a presionar el abdomen para poder

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orinar. Podemos sentir la satisfacción del olvido, la victoria de la memoria selectiva, que se
contenta con lo agradable para dibujar el perfil medido de un personaje entusiasta, de un
carismático literato y ensayista político. ¡Bendita sea la memoria selectiva para Rousseau!
En contra de la bondadosa memoria selectiva se levanta la voz de un biógrafo, Gavin de
Beer, quien se esmera en mostrar los muchos vicios morales y defectos de Rousseau.
Aunque el efecto de esa crítica moralizante resulta ameno, no deja de representar un
recurso a los defectos secundarios y hasta insignificantes; como si las fallas personales
pudieran anular el sentido de la obra, para personajes que han dejado una obra perdurable
en este mundo desde hace siglos. Una óptica que hurga demasiado en la vida personal y el
otorga una importancia superior a los acontecimientos de magnitud, concuerda con el
ejemplo de Hegel cuando recuerda que para el mayordomo no existe el gran hombre pues
observa sus defectos personales, pero esto no significa que el ayuda de cámara sea un
crítico acertado, sino que siempre se mantiene en el punto de vista de un mayordomo7.

NOTAS:

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1
DE BEER, Gavin, Rousseau.
2
De Beer cree que se trata de una contradicción personal insoluble de un Rousseau que ataca al mundo que lo sustente,
como un malagradecido, pero se trata de una parábola social, donde hay complicidad entre autor y público.
3
Las raíces del buen salvaje las ha rastreado Roger Bartra en La jaula de la melancolía.
4
SINELNIKOFF, Constantine, Wilhelm Reich, una biografía.
5
Carta sobre la música francesa, publicada en 1753.
6
ROUSSEAU, Juan Jacobo, El contrato social.
7
HEGEL, G.W.F., Fenomenología del espíritu.

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