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Índice
Introducción 3
Bibliografía 12
Introducción
El presente texto tiene como fin el dar cuenta de un estudio realizado en torno al período
del Renacimiento, en el marco del curso “Formas de Ver”, dictado por la profesora Sandra Accatino
para el programa de Magíster en Artes c/m en Teoría e Historia del Arte de la Universidad de Chile.
De esta manera, el texto dará cuenta de cómo el paisaje logra elevarse como significante
lleno de contenido en obras del período, y evidenciar la pugna de éste por transformarse en un
género pictórico autónomo de otros motivos.
Para ello, recurriremos a diferentes autores, tanto aquellos que hacen mención al mito,
como a otros que dan cuenta de los aspectos que nos hablan de la forma en que este motivo va
mostrando distintos ribetes en los grandes maestros renacentistas, centrándonos especialmente en
la obra “La pintura de Paisaje” de la serie de “Manuales Meseguer”, de B. Puig y Perucho.
paisaje es el de Joachim von Sandrart, conocido de Claudio Lorena,y en cuyo tratado de 1675
Teutsche Akadeie der Bau- Bild – und Mahlerey-Künste aseguró que las figuras y las historias en la
pintura de paisaje eran un elemento accesorio. Algunas de las opiniones de Sandrart reaparecen
en el Cours de Peinture par principes que publicó Roger de Piles en 1708. el rubéniste de Piles
contribuirá de forma meritoria a definir en el 1700 la autonomía del género de paisaje y a
diferenciar modos en él. Distingue dos estilos fundamentales en la pintura de paisaje: el heroico y
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el pastoral o champêtre.
Así, bastaría con tomar alguno de los textos escolares donde se hace alusión a la pintura
renacentista, o navegar por las páginas de Internet para darse cuenta de que existe un consenso
en torno a que la representación del paisaje en la pintura renacentista, carecería de mayor
contenido, y sería simple acompañamiento o mero adorno de los principales motivos de la época.
2
De esta forma, Claudia Campaña , dio a la luz el año 2003 el texto “El paisaje como
género pictórico”, el cual figuraba en los “Cuadernos de Arte”, producidos por la Escuela de Arte de
la Pontificia Universidad Católica. En ellos, plantea que “A fines del Gótico y principios del
Renacimiento, los artistas volvieron a incorporar a sus composiciones la línea del horizonte que se
había eliminado casi por completo durante la Edad Media. Esta se ubicó, casi siempre, en la mitad
superior del cuadro, dando pie para que de ahí en adelante se introdujeran paisajes elaborados en
tablas y retablos (aunque hay que advertir que, no obstante su complejidad, estos están
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subordinados a las figuras)” .
Más adelante, insiste en el hecho de que en la pintura del Renacimiento “los escenarios
naturales ocupan frecuentemente áreas más bien marginales de la estructura composicional. En
dípticos, trípticos y polípticos, por ejemplo, es usual constatar que se ha relegado el paisaje a las
1
Javier Arnaldo en su Introducción a “Cartas y anotaciones sobre la pintura de paisaje” de Carl Gustav Carus,
Editado el año 1992 por Editorial Visor, Colección La Balsa de la Medusa, N° 54, Madrid. Pág. 24.
2
Claudia Campaña, es profesora de la Escuela de Arte de la PUC, Doctora en Historia del Arte
Contemporáneo de la Universidad Complutense de Madrid, y Master en Historia del Arte, Courtauld Institute
of Art, University of London.
3
Campaña, C. (2003), “El paisaje como género pictórico”, Cuadernos de Arte. Año 8, No. 9 (noviembre de
2003), Escuela de Arte / Pontificia Universidad Católica, Santiago de Chile. p.11.
predelas (zócalos) o a los paneles laterales; la naturaleza entonces no es más (que) un telón de
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fondo o un escenario que se divisa a través de una ventana”.
Sin embargo, y a reglón seguido, deja avizorar un atisbo de lo que en este texto ponemos
en evidencia, al decir que “si bien el género ocupa un rol secundario durante el Renacimiento, hay
algunos paisajes que acompañan a las figuras y que, por su exuberancia y detallado tratamiento,
son dignos de mención: es el caso, por ejemplo, de las pinturas de Andrea Mantegna, de los
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hermanos Pollaiuolo (fig. 1), de Leonardo da Vinci y de Giovanni Bellini.” . Y más adelante señala
que “Según el historiador Enzo Carli, el primer ejemplo que sobrevive de un paisaje (es decir, que
no sólo un mero entorno en donde se sitúan figuras) en Italia es aquel que se observa en una
pequeña pintura realizada por Ambrogio Lorenzetti alrededor de 1320. Esta representa un castillo a
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orillas de un lago y en la actualidad se exhibe en la Pinacoteca Nacional de Siena. ”. También
reconoce como preámbulo al género de paisaje, la pintura de Joachim Patinier y otras pinturas de
retiro, donde los personajes parecen más bien una excusa para retratar el paisaje.
Con todo, para adentrarnos en este problema, se hace necesario el dar una mirada a los
antecedentes de la pintura de paisaje del período renacentista.
4
Campaña, C. (2003), “El paisaje como género pictórico”, Cuadernos de Arte. Año 8, No. 9 (noviembre de
2003), Escuela de Arte / Pontificia Universidad Católica, Santiago de Chile. p.10.
5
Id.
6
Chiara Furgone, Pietro e Ambrogio Lorenzzetti, Scala, 1991, p.57, Citado por Campaña, C. (2003), “El
paisaje como género pictórico”, Cuadernos de Arte. Año 8, No. 9 (noviembre de 2003), Escuela de Arte /
Pontificia Universidad Católica, Santiago de Chile. p.11.
7
Gobierno de Aragón (n.d.), “Parque Cultural de Albarracín - Historia”, Extraído el 10 de agosto de 2010
desde: http://www.prehistour.org/cuevas/historia.asp?id=38&zona=6
pequeñas que siguen la misma línea, lo que “hace ver en tal pintura el germen más antiguo y más
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simple de la idea del paisaje” .
Si bien, Puig y Perucho señala como el intento más antiguo de pintura de paisaje a los
murales de Pompeya, los cuales define como eglógicos y virgilianos, donde los elementos, más
allá de la composición gráfica, tendrían un dejo literario, pues parecen “más bien la ilustración de
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algún canto poético” ; se detiene y dedica considerables elogios a la pintura China en tinta negra
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(siglo VIII D.C.), en los cuales “no se nota ninguna torpeza primitiva” .
Finalmente, establece como último punto en este , recorrido previo al renacimiento, el arte
de tapiz persa, los cuales “suponen una interpretación lírica, no naturalista, del paisaje, cosa un
poco difícil de entender para los occidentales, educados en una estética excesivamente
naturalista”, además agrega “Bien que esos paisajes no son o no reflejan temas locales que
pretendan ser reconocidos, sino el complemento necesario a escenas que presentan el carácter de
ilustraciones de pasajes históricos o novelescos, en los cuales los riachuelos, los roquedales, la
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rica y lírica flora, son el ambiente, más que el simple fondo de las escenas con figuras.”
8
PUIG Y PERUCHO, B. (1948), “La pintura de Paisaje”, Serie “Manuales Meseguer”, Editorial Borrell,
Barcelona, Págs. 10-11.
9
PUIG Y PERUCHO, B. (1948), “La pintura de Paisaje”, Serie “Manuales Meseguer”, Editorial Borrell,
Barcelona, Pág. 12.
10
Id.
11
PUIG Y PERUCHO, B. (1948), “La pintura de Paisaje”, Serie “Manuales Meseguer”, Editorial Borrell,
Barcelona, Pág. 14.
12
PUIG Y PERUCHO, B. (1948), “La pintura de Paisaje”, Serie “Manuales Meseguer”, Editorial Borrell,
Barcelona, Págs. 16-17.
13
que “Por ejemplo, podía especificar paisajes en lugar de dorados” , dando cuenta que el público
del renacimiento estaba preparado para poder transferir una importancia mayor al “arte” y los
motivos con que el artista pintara en sus fondos, incluso por sobre el valor que alcanzasen los
materiales.
Este tipo de alusiones, si bien no confieren una carga de valor a la representación del
paisaje en la época del renacimiento, si le confieren la posibilidad de significación mayor, pues se
reconoce que puede haber en ellas, como en el caso de Poussin, una intención en la forma que la
representación de este adquiere. Esto es lo que algunos autores han definido como teatralidad en
la representación del paisaje en el período renacentista, pues el paisaje actuaría como telón de
fondo de las principales acciones expuestas en el cuadro.
13
BAXANDALL, M. (1978), “Pintura y Vida Cotidiana en el Renacimiento (Arte y experiencia en el
Quattrocento)”, Colección comunicación Visual, Editorial Gustavo Gilli S.A., Barcelona. Pág. 33.
14
André Lothe (1943), “Tratado del Paisaje”, Editorial Poseidón, Buenos Aires. Pág. 8
15
Javier Arnaldo en su Introducción a “Cartas y anotaciones sobre la pintura de paisaje” de Carl Gustav
Carus, Editado el año 1992 por Editorial Visor, Colección La Balsa de la Medusa, N° 54, Madrid. Págs. 24-
25.
Sin embargo, nosotros queremos dar cuenta aquí de que en muchos de estos casos, el
trabajo de la pintura de paisajes sobrepasa esta generalidad que se ha establecido sobre el
período renacentista, superando la condición de mero acompañamiento, ya sea por el alto grado
de significancia o por la pregnancia que alcanza en algunas de las obras del período, y la
dedicación que muchos de estos artistas parecen brindarle.
Así, la representación del paisaje tendría un fin mayor que el meramente adornar a las
figuras o acciones centrales de la representación, pues “para los maestros, el paisaje, fondo de una
escena histórica, deja de ser escenografía inerte para unirse al ritmo universal y convertirse en
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microcosmos,…”
Respecto a los pintores de los siglos XIV, XV y XVI, señala que si bien estos no son
considerados como paisajistas puros “Su ciencia, empero, era tan completa, y tan profundo su
conocimiento del universo, que esos fondos, en apariencia sacrificados al tema principal -la acción
de los héroes y de los mártires- constituyen verdaderos cuadros en sí. Forman un todo perfecto, un
mundo que se basta a sí mismo, y la mayor parte de esos detalles son a tal punto completos y
vastos que, por su ordenación, su poesía, su verdad, se aplastan literalmente las más famosas y
16
André Lothe (1943), “Tratado del Paisaje”, Editorial Poseidón, Buenos Aires. Pág. 8
17
André Lothe (1943), “Tratado del Paisaje”, Editorial Poseidón, Buenos Aires. Pág. 9.
ambiciosas construcciones de los pintores modernos (incluyendo a los de los siglos XVIII y XIX)
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que, por decirlo así, se especializaron en el paisaje” .
En este sentido, sería necesario recurrir a las consideraciones que Gombrich realiza sobre
los textos compilados en el “Tratado de Pintura” Leonardo da Vinci, sobretodo, en cuanto a la
minuciosidad con que el artista describe la forma en que deben ser representados los paisajes, y
los enormes cuidados en que debe tenerse al momento de su representación tanto en cuestiones
de luces como de formas. Gombrich se preocupa de recalcar esa cuestión, contrastándola con
otras visiones de la pintura del Renacimiento, y de la obra del mismo Da Vinci, pues “El siglo XIX
vio en Leonardo al artista que fue a la vez precursor de la ciencia moderna, un genio original que
había roto con el autoritarismo paralizante de la escolástica medieval y anunciado una nueva era
de observación y experimentación libres de prejuicios. Nos hemos dado cuenta ya hace tiempo que
este estereotipo debe más a la ideología de Francis Bacon que a un estudio atento de los escritos
de Leonardo. Nadie que se sumerja en sus notas sobre mecánica, hidráulica, o anatomía,
considerará que los dibujos y diagramas de Leonardo son producto de la observación sin
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prejuicios, es decir, sin sumisión a la autoridad.”
De la misma forma, podemos encontrar en la obra de Leonardo otros puntos donde se deja
intuir una preocupación en la representación del paisaje, así como también otros donde el tema se
aborda explícitamente, como en el punto LXV Cómo se debe figurar una noche, y más
explícitamente en los puntos LXVI Cómo se debe pintar una tempestad de mar, LXVIII Modo de
representar los términos lejanos, LXXIX En qué parajes son más o menos claros los reflejos,
LXXXII En qué parajes son más sensibles los reflejos, CLXIII Del color de las montañas, CCXCIX
Del movimiento de los animales, y muchos otros.
18
André Lothe (1943), “Tratado del Paisaje”, Editorial Poseidón, Buenos Aires. Pág. 11.
19
Ernest Gombrich (2000), “Nuevas Visiones de Viejos Maestros (Estudios sobre el Arte del Renacimiento,
4)”, Editorial Debate, Madrid. Págs. 31-33.
20
Leonardo Da Vinci (1945), “El Tratado de la pintura”, Versión Española de la Edición de 1828, Editorial
Las Américas, Buenos Aires. Pág. 44.
Además plantea que “Cuando el primitivismo flamenco llegaba a su cima, a fines del siglo
XV, con artistas tan pulcros como lo fue Gerardo de San Juan, esos fondos de paisaje llegaron a
ser algo más, de suerte que en una obra como, por ejemplo, “San Juan Bautista en el desierto”, del
citado maestro Gerardo, la figura parece más bien un pretexto para poder explayarse en un
hermoso paisaje; con tal primor está representado el campo y con tan vivo sentido de su estructura
como creación paisista”, y más adelante agrega “… Y si en Memling (…) y en Gerardo David (…) y
aun en otros grandes pintores de aquel tiempo, se mantiene todavía la tradición eyckiana, en “El
21
PUIG Y PERUCHO, B. (1948), “La pintura de Paisaje”, Serie “Manuales Meseguer”, Editorial Borrell,
Barcelona, Pág. 24.
22
Id.
23
Bosco” y en Patinir, la fantasía desborda y sobrepasa lo verosímil” , virtud que también asocia a
Pieter Brueghel el Viejo. Así, basta recordar el cuadro de Patinir, San Jerónimo en un paisaje
Rocoso, c.1515, para darnos cuenta de cómo la figura humana de San Jerónimo resulta nimia
frente a la inmensidad del paisaje, el cual no está exento de lirismo.
De esta manera, podemos decir que a la luz de la obra de Puig y Perucho, y de las
evidencias que el estudio de las propias obras de muchos de los grandes maestros del período del
Renacimiento nos otorgan, podemos desmentir el mito que se ha armado en torno a que la Pintura
de Paisajes solo operaría como telón de fondo en la pintura renacentista, obviando el aporte que
para la futura consolidación del género realizaron muchos de los artistas del período.
23
PUIG Y PERUCHO, B. (1948), “La pintura de Paisaje”, Serie “Manuales Meseguer”, Editorial Borrell,
Barcelona, Pág. 25.
24
PUIG Y PERUCHO, B. (1948), “La pintura de Paisaje”, Serie “Manuales Meseguer”, Editorial Borrell,
Barcelona, Pág. 27.
Bibliografía
CAMPAÑA, C. (2003), “El paisaje como género pictórico”, Cuadernos de Arte. Año 8, No. 9
(noviembre de 2003), Escuela de Arte / Pontificia Universidad Católica, Santiago de Chile.